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Errores de cálculo El Gobierno no detectó a tiempo la corrida por el dólar y el voto contrario en el

Congreso. por Nelson Castro

Los gobiernos suelen creer que la realidad es coincidente con su hipótesis más favorable. La frase,
atribuible al lúcido análisis de Rosendo Fraga, encaja perfectamente con lo que hasta aquí ha sido
la creencia del presidente Mauricio Macri y de parte de su entorno, y refleja el pensamiento
enancado en lo más rancio del oficialismo, que está atrapado en un presente que lo contradice y
que no previó ni imaginó. Macri hace del optimismo un credo. Es muy bueno ser optimista. Pero el
verdadero optimista es aquel que, teniendo clara conciencia de la realidad, opera sobre ella para
mejorarla. Cuando el Presidente dice “lo peor ya pasó”, lo que demuestra es desconocer esa
realidad. Para millones de argentinos, lo peor no pasó sino que está pasando ahora. Y entre
muchos de esos hay quienes votaron a Cambiemos y hoy se encuentran atravesados por
sentimientos de desilusión y entendible enojo. “Yo estaba presente cuando Luis Caputo le dijo a
Mauricio que el financiamiento externo estaba terminado”, confiesa un referente fundacional de
Cambiemos que, salvo por su condición de hincha de River, no tiene diferencias con Macri. Sin
embargo, nadie apreció la seriedad de esa advertencia y, cuando la realidad mostró lo duro de sus
consecuencias, la tardía reacción del Gobierno fue ineficaz: la corrida cambiaria, que aún no ha
cesado, se había instalado. Imprevisión. Lo mismo ocurrió con las tarifas. Nadie del círculo que
rodea al Presidente se tomó la molestia de abrevar en la experiencia del ajuste tarifario de 2016.
Los únicos que lo advirtieron fueron Elisa Carrió y el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, a
quienes, por lo que se vio, no tomaron en serio. “Le dije a Mauricio que este ajuste era suicida”,
confesó la diputada a quien el presidente desoyó. Hubo otros errores. Uno de ellos –clave– fue
creer que los senadores justicialistas actuarían como soldados de los gobernadores peronistas
dialoguistas y les obedecerían ciegamente. Eso sucede cuando el peronismo está en el poder.
Cuando el peronismo está en el llano y carente de liderazgo interno, los comportamientos son
otros. Hubo además en ese bloque cansancio por sentirse socios solo en las noticias negativas y
turbación cuando se les endilgó ser títeres de Cristina Fernández de Kirchner. Otra cosa que nadie
puede entender es la ausencia absoluta en el debate público del ministro de Energía, Juan José
Aranguren. El debió haber salido a hablar para rebatir los argumentos de la oposición y para
responder los cuestionamientos de mucha gente que no puede pagar sus facturas. “El problema
de Aranguren es que no puede salir a hablar porque una persona que dice que tiene el 80% de su
patrimonio fuera del país porque todavía ‘no cree en la Argentina’ carece de autoridad moral”,
explica una voz del oficialismo. El tendría que haber sido el vocero de tarifas, haber salido a
explicar cuál era la propuesta del Gobierno, cuáles son las perspectivas, por qué no se puede dar
marcha atrás, y por qué el Gobierno sigue insistiendo en que las tarifas vayan por un ascensor y los
salarios vayan por la escalera. Pero, claro, no tiene credibilidad ante la sociedad. El Gobierno debe
ahora retomar la iniciativa y replantear muchas cosas frente al presente y el futuro. La clave
pasará –una vez más– por la economía. La inflación está desbordada. El acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional es ahora prioritario. Viene un tiempo de recortes. Habrá una
desaceleración de la obra pública. Se congelarán vacantes en los distintos niveles de la
administración pública. “Por necesidad y por vocación política tenemos que seguir convocando a
todos”, afirma un hombre de la cercanía del ministro del Interior, Rogelio Frigerio. No hay otra
alternativa para un gobierno que tiene minoría en ambas cámaras del Congreso y solo 5 de los 24
gobernadores del país, y que acaba de hacer una convocatoria al acuerdo nacional a partir de la
cual, después del acuerdo con el Fondo Monetario, se empezará a elaborar el Presupuesto 2019.
En medio de la batalla parlamentaria por el tema tarifario, el Presidente perdió una oportunidad
de generar un ámbito acuerdista ya que, más allá de haber criticado la aprobación de la
emergencia, podría haber elogiado que, al mismo tiempo y en la misma sesión, la oposición haya
votado tres proyectos de ley del Ejecutivo para “modernizar y agilizar” el Estado derivados de un
DNU firmado a comienzos de año y que no tuvo aprobación parlamentaria. Desafíos. Macri sabe
que debe estabilizar la economía este año para tener aspiraciones en 2019. El peronismo también
tiene un desafío. El Gobierno le dejó servida en bandeja una victoria política que el justicialismo no
desaprovechó. Fue lo que buscó consciente de que, desde un punto de vista técnico, sus
propuestas eran inviables. El veto anunciado del Presidente les dio, paradojalmente, vía libre para
aprobar alegremente una ley que sabían que era devastadora para las arcas fiscales. Lo más
significativo de todo este episodio para el PJ es que, de repente y gracias a los muchos errores
cometidos por el oficialismo en estos últimos dos meses, se encontró con que la posibilidad de
disputar el poder con chances de ganar en 2019 ya no luce como una utopía. Para eso necesita la
unidad. El discurso del senador Miguel Angel Pichetto dejó en claro que la unidad del peronismo
tiene en CFK un escollo hasta ahora insalvable. Sus críticas a la ex presidenta no fueron casuales.
Tuvieron como objetivo no solo hacermemoria de la desastrosa política energética –si es que hubo
alguna– implementada a lo largo del kirchnerato, sino también marcarle la cancha. Desmenuzado
todo este análisis, lo que queda en el sedimento es la ciudadanía con sus problemas. Y se supone
que la actividad política tiene como objetivo solucionarlos.

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