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Hay abundante evidencia externa que señala a Lucas como el autor del tercer
Evangelio, bien que. al igual que los demás, es anónimo en cuanto a las primeras
copias conocidas. Reseñaremos a continuación la evidencia externa más
importante, y veremos también. por una consideración de los rasgos del escrito. y
por notar las referencias bíblicas a Lucas, que la evidencia interna viene a apoyar de
una forma muy satisfactoria la externa. que es el punto de partida de la prueba.
Téngase en cuenta que Lucas planeó un doble escrito que presentará
ordenadamente a Teófilo, y por medio de él a los creyentes y amigos gentiles, «los
principios» del cristianismo, asociados con el advenimiento del Hijo de Dios en
primer término, y con el descenso del Espíritu Santo como obligado complemento
de la obra de Cristo. La primera parte es el Evangelio. y la segunda. «Los Hechos de
los apóstoles».
Evidencia externa
!os prólogos antimarcionitas. A mediados del siglo segundo, y como reacción contra
las herejias de Marción, quien compiló su propio canon del NT, se escribieron unos
prólogos que quisieron afirmar la posición de 105 fieles en cuanto a los escritos
novotestamentarios admitidos como autoritativos. En estos prólogos leemos:
«Lucas era sirio, oriundo de Antioquia, médico de profesión y discípulo de los
apóstoles... Así que, después de la redacción de dos Evangelios —el de Mateo en
Judea, y el de Marcos en Italia—, Lucas escribió este Evangelio en Aeaya por
inspiración del Espíritu Santo.» El autor anónimo de los prólogos añade más
información muy interesante sobre los propósitos de Lucas al redactar el tercer
Evangelio, basado en Lucas 1:14, y señalando su intento de contrarrestar «fábulas
judías» por una parte, y «las imaginaciones heréticas y vanas» por otra. Ya hemos
notado que el detalle de estos testimonios del siglo segundo no ha de tomarse por
necesidad corno rigurosamente histórico, pero las líneas generales son de
confianza, y manifiestan que no había duda sobre la paternidad literaria del tercer
Evangelio a mediados del siglo segundo. y sin duda los testimonios escritos reflejan
el sentir común de la Iglesia desde el principio.