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PROGRAMA No.

0503

2 CRÓNICAS

Cap. 1:1 - 2:5

Llegamos hoy al Segundo Libro de Crónicas. En nuestro programa anterior, vimos


que David había reunido todos los materiales para la construcción del templo, así como a
las personas que trabajarían en la edificación. Igualmente, David trató de infundir
entusiasmo no solo en los líderes de la nación, sino también en el resto del pueblo. El
organizó los servicios del templo, para cuando estuviera finalizado. Proveyó todo el dinero
y le dijo a su hijo Salomón que pusiera manos a la obra.

Ahora, en el Segundo Libro de Crónicas, veremos cómo Salomón pone manos a la obra.
Cuando uno llega a este Segundo Libro de Crónicas, es de sumo interés notar las diferentes
partes en que está dividido. Usted recordará que en el Primer Libro de Crónicas, todo lo
que allí hay mencionado era sobre David. Se nos da nueve capítulos de genealogía. ¿Para
qué mencionar tantos nombres? se pregunta uno. Nueve capítulos dedicados a mencionar
quién era el hijo de quién, pero todo ello nos lleva hasta David. Y, ¿por qué David?
Bueno, porque él nos lleva hasta Cristo y el Nuevo Testamento comienza con el libro de la
genealogía de Jesucristo hijo de David. Eso es importante y es la razón por la cual se
menciona. Estábamos, pues, hablando de David. A Saúl se le menciona sólo en un
capítulo; y el resto del libro, desde el capítulo 11 hasta el capítulo 29, es dedicado
completamente al reino de David.

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Debemos recordar que en Crónicas tenemos el punto de vista de Dios, no del hombre.
En los Libros de Samuel y Reyes sí pudimos observar el punto de vista del hombre. Eso
no tiene nada que ver con la inspiración de las Escrituras, ya que todas son igualmente
inspiradas. Pero en algunos Libros tenemos que Dios nos da Su punto de vista, mientras
que en otros, El nos muestra algo desde el punto de vista humano. Cuando observamos el
punto de vista divino, ¿dónde se pone el énfasis? En David. Y, ¿cuál es el énfasis que le
da David? La edificación del templo de Dios.

Al llegar al Segundo Libro de Crónicas, hay dos cosas importantes que se debe señalar.
La primera es la edificación del templo. Salomón construirá el templo, y en los primeros
nueve capítulos tenemos el reino de Salomón. Seis de esos capítulos, del capítulo 2 hasta el
capítulo 7, están destinados a la edificación del templo. ¿En qué pone Dios el énfasis? En
la construcción del templo. Esa fue la obra más grande que llevó a cabo Salomón, la más
transcendental de toda su existencia.

Hay muchas personas que cuando se acuerdan de Salomón lo hacen en relación a todas
las mujeres que él tuvo; de eso es lo único que se acuerdan. Y por cierto que fue algo
espectacular, sin lugar a dudas. Pero Dios no pone su énfasis en eso. El no estaba
haciendo la voluntad de Dios. Dios no le dio ninguna clase de instrucción para hacerlo.
Eso era contra la voluntad de Dios y provocó la división del reino, por cierto. No me
venga a decir que él logró evitar su castigo por hacer eso. El fue juzgado por Dios. El
pecado, amigo oyente, siempre trae consigo juicio. No importa quien comete el pecado,
amigo oyente. Siempre trae castigo. Y de la única manera por la cual usted puede llegar
al cielo, es por medio de un Salvador. Usted es un pecador y no estará en camino al cielo,
sino hasta cuando tenga un Salvador, y ese Salvador es Cristo Jesús. Así es que, tenemos a
Salomón edificando un templo. Eso es importante. Dios creyó que era importante y le
dio toda su atención.

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Ahora, el segundo asunto de importancia que se presenta en este Segundo Libro de
Crónicas, es el de la división del reino. Eso en sí, no es importante, pero vemos que
cuando el reino es dividido y llegan diferentes reyes, como observamos en el libro de Reyes
anteriormente, son personajes que no tienen mucho atractivo.

Hemos dicho que en Israel no había un buen rey y que no se le da énfasis a Israel. Se
enfatiza más bien, el reino del sur, que es la descendencia de David. Allí vemos a un grupo
malo también. No encontramos a muchos que son buenos. Pero sí podemos destacar a
cinco de ellos que fueron sobresalientes: Asa, Josafat, Joás, Ezequías y Josías. Estos cinco
reyes fueron los medios por los cuales la nación gozó de avivamiento. Y vamos a hablar
mucho en esta sección, del avivamiento. Queremos dedicar un poco de tiempo a eso
porque estamos experimentando en nuestros días un movimiento espiritual. Hablando
sinceramente, creemos que se dicen muchas tonterías en cuanto al avivamiento, más que
sobre cualquier otra cosa.

El autor de estos estudios bíblicos, el Dr. Vernon McGee, nos cuenta que en cierta
ocasión, él tuvo que abandonar ciertas reuniones con ministros porque éstos estaban
orando por un avivamiento. Y, ¿sabe por qué se retiró? Porque la actitud de ellos era
que si oraban mucho y lo hacían con insistencia, Dios daría un avivamiento. También dice
él que estuvo leyendo un libro escrito por un conocido orador cristiano, que dice lo que uno
tiene que hacer para tener un avivamiento, y que si uno sigue las instrucciones, entonces,
logrará tener un avivamiento. El dijo que quizá sea un poco escéptico y cínico en cuanto a
eso. Pero, que no cree que haciendo tal o cual cosa, se logrará un avivamiento. Y, ¿sabe
por qué? Primeramente porque no es la manera en que Dios obra. Y también hay algo
más. ¿Sabe usted que Dios es soberano, amigo oyente? ¿Y que no lo podemos obligar a
que haga nada? Dios tiene un plan y Él no tiene ninguna intención de cambiarlo, por
usted o por mí. Lo importante en nuestros días, amigo oyente, es que nosotros nos

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pongamos a marchar según el plan de Dios. La voluntad de Dios nos llega a través de los
siglos, desde la eternidad y hasta la eternidad. Y pobre de aquel que intente detener esa
fuerza tan grande como lo es la de Dios. El puede pasar sobre usted como si no estuviera
allí.

Alguien quizá diga: “A mí no me gusta eso.” Bueno, eso no importa. Usted es Su


criatura como lo soy yo también, y lo importante es que no sea yo el que trate de hacer que
Dios haga algo. Lo importante es que Dios me haga a mí hacer algo, y es allí donde está el
problema. Nos hacemos la pregunta: ¿Entonces no quiere Dios un hijo? Seguro que lo
quiere. Pero usted tiene que cumplir con Sus condiciones. Pero, permítame decirle,
amigo oyente, no creo que usted pueda cumplirlas.

Creemos que es interesante notar que el movimiento espiritual de nuestros días no ha


sido logrado por algunos teólogos inspirados, que han señalado ciertas condiciones para
que las sigan las Iglesias, porque el movimiento espiritual no está en las Iglesias. La
mayoría de ellas se encuentran más muertas que una piedra. Ese movimiento no está
teniendo lugar entre los grandes teólogos. Al leer uno de sus libros, lo único que logra es
cansarse uno; parece que tuvieran la respuesta a todos los problemas. Quizás la tengan,
pero sin ninguna clase de acción; porque no hay actividad espiritual.

Y debemos decir que en el día de hoy tenemos que aprender a inclinarnos ante la
voluntad de Dios, y debemos acercarnos más a El y confiar en El. Vamos a ver que hay
ciertas personas, hasta reyes, que han sido usadas de una manera maravillosa porque
estaban dispuestas a recibir y no a dar órdenes.

Nos hemos apartado un poco del texto aquí, pero nos sentimos muy perturbados

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cuando pensamos en estas cosas hoy, ya que creemos que el mayor impedimento para un
avivamiento en la Iglesia es el liderazgo que ésta tiene. Los líderes son los que están
bloqueando su desarrollo y lo han estado haciendo por años.

Alguien puede decir, “usted está hablando como un revolucionario.” Bueno, creemos
haber sido uno de ellos, desde que comenzó nuestro ministerio. Lo único, es que nadie nos
ha escuchado, y esa es la razón. Ya hemos dicho antes, que no podemos traer un
avivamiento por medio de los teólogos. No se produce de esa manera, y francamente
hablando, ni necesitamos escuchar lo que nos están diciendo. Lo que sí necesitamos, es
escuchar la Palabra de Dios. Y es por eso que estamos aquí tratando de entregar la
Palabra de Dios a otros. No creemos que Dios necesite de nuestras brillantes ideas. Se
nos dice en las Escrituras que: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová. No es con nuestro cerebro ni nuestro músculo, sino con mi Espíritu, ha dicho
Jehová. Esa es una lección difícil de aprender.

Veamos ahora qué es lo que se nos dice en el primer versículo de este primer capítulo
del Segundo Libro de Crónicas :

1
Salomón hijo de David fue afirmado en su reino, y Jehová su Dios estaba con él, y lo
engrandeció sobremanera.

¿Puede usted, amigo oyente, apreciar cuán bondadoso es Dios? Salomón no era elección
personal de David para ser rey, sino que había sido elegido por Dios. Y, esperamos haber
dejado esto en claro. No creemos que David deseara ver a Salomón como rey. El hubiera
preferido ver en ese lugar al hijo que se había rebelado contra él, Absalón. David amaba mucho
a Absalón. Y cuando este hijo fue muerto, David sufrió tremendamente. Fue algo casi

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imposible de soportar para David. Usted recuerda que cuando el ejército de David salió a luchar
contra Absalón, él le decía a cada uno de los oficiales que salían a la lucha: Tratad benignamente
por amor de mí al joven Absalón. David estaba dispuesto a sacrificar cualquier cosa por ese
joven. El lo amaba mucho, de veras.

Absalón era en muchas maneras igual a David. El tenía mucho del temple de David. Sin
embargo, él no había sido elegido por Dios. Dios ha elegido a Salomón para que siguiera a
David. Y lo interesante en este caso es que Dios va a bendecir a Salomón.

En realidad, Dios no elige hombres. El elige las cosas más débiles de este mundo. Y Dios
va a usar a Salomón. David ya ha desaparecido. Lo que realmente es tremendo es que David
era un gran hombre, y decimos eso porque parece que por su grandeza, Salomón ha sido
sobreestimado. El no es mucho, pero Dios lo va a usar para edificar el templo. Y Salomón hijo
de David fue afirmado en su reino, leemos aquí.

O sea que, el reino alcanzará su apogeo bajo el reinado de Salomón. David había puesto las
bases. Dice aquí: y Jehová su Dios estaba con él, y lo engrandeció sobremanera. Nos
podemos dar cuenta aquí de la bondad de Dios. Este hombre, Salomón, llegará a desobedecer a
Dios y lo hará de tal manera que Dios lo tiene que repudiar y decirle que Él dividirá su reino.
Salomón provocó la rebelión que separó al reino; él fue el responsable de esa situación aunque
Dios no lo hizo durante el reino de Salomón por amor a David, su padre. Pasemos ahora, al
versículo 2 de este capítulo 1 del Segundo Libro de Crónicas:

2
Y convocó Salomón a todo Israel, a jefes de millares y de centenas, a jueces, y a todos los
príncipes de todo Israel, jefes de familias.

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Aquí podemos apreciar que Salomón se reúne con todos los líderes de Israel. Prosigamos
ahora con el versículo 3:

3
Y fue Salomón, y con él toda esta asamblea, al lugar alto que había en Gabaón; porque
allí estaba el tabernáculo de reunión de Dios, que Moisés siervo de Jehová había hecho en
el desierto.

En ese lugar se encontraba el tabernáculo. Debemos recordar que David trajo el arca y
estaba en una tienda en Jerusalén. Pero ellos no podían ir directa e inmediatamente a Dios.
Debían acercarse a El por medio del tabernáculo donde estaba un altar de bronce, y ese altar nos
habla de la cruz de Cristo. Ellos tenían que ir a ese lugar.

Y usted y yo, amigo oyente, tenemos que hacer lo mismo. Existe la equivocada noción de
que cualquiera, bajo cualquier circunstancia, puede correr a la presencia de Dios y que Dios está
esperando listo a escucharle. Dios no está haciendo eso, amigo oyente. Creemos que El lo ha
dejado bien en claro de que no siempre está escuchando. Una cosa interesante de notar es que
Dios dice que El no siempre escucha las oraciones. El dijo eso, amigo oyente.

Usted recordará que fue Pedro el que escribió: Porque los ojos del Señor están sobre los
justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que
hacen el mal. Dios nunca dijo que escucharía sus oraciones. La única oración, creemos
nosotros, que puede hacer el pecador, es una en la que se dirige a Dios y acepta Su misericordia
que es en Cristo Jesús. Dios está preparado para encontrarse con usted allí en la cruz. Tiene
que ir a Gabaón donde está el tabernáculo, por así decirlo; y allí es donde fue Salomón. El
comenzó a hacer las cosas inteligentemente. Luego, leemos en los versículos 4 y 5:

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4
Pero David había traído el arca de Dios de Quiriat-jearim al lugar que él le había
preparado; porque él le había levantado una tienda en Jerusalén. 5Asimismo el altar de
bronce que había hecho Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, estaba allí delante del
tabernáculo de Jehová, al cual fue a consultar Salomón con aquella asamblea.

Ese es el camino a seguir hacia Dios, a través del altar de bronce. Uno no va a través del
arca. Usted no va a ver a Dios inmediatamente. El camino a la cruz lo lleva al hogar celestial.
No hay ningún otro camino. Y ahora, el versículo 6 dice:

6
Subió, pues, Salomón allá delante de Jehová, al altar de bronce que estaba en el
tabernáculo de reunión, y ofreció sobre él mil holocaustos.

Ellos no eran ciertamente pródigos en sus sacrificios. Podremos notar más adelante la
abundancia que existía en los días de Salomón. Veamos ahora, los versículos 7 hasta el 9:

7
Y aquella noche apareció Dios a Salomón y le dijo: Pídeme lo que quieras que yo te dé. 8Y
Salomón dijo a Dios: Tú has tenido con David mi padre gran misericordia, y a mí me has
puesto por rey en lugar suyo. 9Confírmese pues, ahora, oh Jehová Dios, tu palabra dada a
David mi padre; porque tú me has puesto por rey sobre un pueblo numeroso como el polvo
de la tierra.

Dios hizo una promesa, no sólo a David, sino que El hizo una promesa a Abraham; dijo:
Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del
mar, es decir que no se puede contar. Dios había dicho que ellos habían alcanzado un lugar
nuevo, y que no quería que el pueblo fuera censado. Ese fue el gran pecado de David, ¿recuerda
usted? Ahora, el versículo 10, dice:

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10
Dame ahora sabiduría y ciencia, para presentarme delante de este pueblo; porque ¿quién
podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?

Algunos dicen que Salomón fue muy inteligente al pensar en pedir sabiduría. Dios le
reconoció eso. Pero, ¿de dónde sacó él esa idea? Regresemos por un momento al Primer Libro
de Crónicas y leamos allá en el capítulo 22, versículo 12, donde encontramos a David, diciéndole
a Salomón: Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel,
guardes la ley de Jehová tu Dios. En el versículo 7, del mismo capítulo 22, vemos que David le
dijo a Salomón: Hijo mío, en mi corazón tuve el edificar templo al nombre de Jehová mi Dios.
Luego le explica que no lo pudo hacer porque había derramado mucha sangre y Dios no le
permitía hacerlo. Luego dice en el versículo 11: Ahora pues, hijo mío, Jehová esté contigo, y
seas prosperado, y edifiques casa a Jehová tu Dios, como él ha dicho de ti. Luego, él continúa
diciendo lo que mencionamos antes en el versículo 12, y que es de suma importancia, y vale la
pena repetirlo. Dijo: Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a
Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios.

Por lo menos, Salomón estaba escuchando lo que su padre decía. Tenemos que reconocer
eso. El estaba prestando atención a lo que le había dicho David. Entonces, cuando Dios le
pregunta a Salomón qué es lo que él quería, Salomón contesta: “Necesito sabiduría. Mi padre
sabía que yo necesitaría sabiduría, y eso es lo que deseo.” Y Dios le reconoce eso a Salomón.
Dios le dice a Salomón aquí en los versículos 11 y 12:

11
Y dijo Dios a Salomón: Por cuanto hubo esto en tu corazón, y no pediste riquezas, bienes
o gloria, ni la vida de los que te quieren mal, ni pediste muchos días, sino que has pedido
para ti sabiduría y ciencia para gobernar a mi pueblo, sobre el cual te he puesto por rey,
12
sabiduría y ciencia te son dadas; y también te daré riquezas, bienes y gloria, como nunca

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tuvieron los reyes que han sido antes de ti, ni tendrán los que vengan después de ti.

Dios le dice que le da esa sabiduría. Tenemos que aclarar que no se trata de discernimiento
espiritual, sino que era simplemente sabiduría para gobernar su nación como rey. Pasemos
ahora al versículo 15, de este capítulo 1, del Segundo Libro de Crónicas:

15
Y acumuló el rey plata y oro en Jerusalén como piedras, y cedro como cabrahigos de la
Sefela en abundancia.

En nuestros días, es el árbol sicómoro el que se ve en forma abundante. Uno no puede ver
muchos cedros. El decía que quería ver árboles de cedro en tanta abundancia como los árboles
sicómoros; y que el oro y la plata, tan comunes como las piedras.

¿Ha tenido usted, amigo oyente, la oportunidad de visitar esa tierra? o ¿ha visto quizá
alguna vez fotos del lugar? Hay más rocas y piedras que en ningún otro lugar. Es algo
realmente sorprendente. Y aquí vemos que el oro y la plata llegan a ser tan comunes como las
rocas. Podemos apreciar qué clase de reino recibió Salomón. Es muy difícil para nosotros
poder apreciar hoy todo lo que David hizo, todo lo que él reunió para la edificación del templo.
Y ahora, el versículo 17 nos dice:

17
Y subían y compraban en Egipto un carro por seiscientas piezas de plata, y un caballo
por ciento cincuenta; y así compraban por medio de ellos para todos los reyes de los
heteos, y para los reyes de Siria.

Salomón ahora está entrando en un territorio que en realidad no debe pisar. Se le había
dicho que no debía multiplicar los caballos. Pero él lo hace. En el segundo capítulo,

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comenzamos con la edificación del templo, y leemos entonces aquí en el primer versículo:

1
Determinó, pues, Salomón edificar casa al nombre de Jehová, y casa para su reino.

Luego vemos en el versículo 2, de este capítulo 2 del Segundo Libro de Crónicas:

2
Y designó Salomón setenta mil hombres que llevasen cargas, y ochenta mil hombres que
cortasen en los montes, y tres mil seiscientos que los vigilasen.

Tenemos que los planos para la edificación del templo habían sido preparados por David.
Salomón ahora comienza la organización que hace falta para la edificación del templo. Esta es
la parte del reino de Salomón que Dios enfatiza. Ninguna otra cosa, sino ésta. Y proseguimos
en el versículo 3:

3
Y envió a decir Salomón a Hiram rey de Tiro: Haz conmigo como hiciste con David mi
padre, enviándole cedros para que edificara para sí casa en que morase.

Hiram tenía un gran afecto por David. Y David sentía de la misma manera hacia Hiram; y
Salomón aprovecha eso para solicitar su ayuda. Salomón tenía problemas con Hiram. Mejor
dicho, Hiram tenía problemas con Salomón. El había sido muy generoso con David, pero
encuentra que Salomón es una persona difícil de tratar. Y leemos ahora en el versículo 4:

4
He aquí, yo tengo que edificar casa al nombre de Jehová mi Dios, para consagrársela,
para quemar incienso aromático delante de él, y para la colocación continua de los panes
de la proposición, y para holocaustos a mañana y tarde, en los días de reposo, nuevas

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lunas, y festividades de Jehová nuestro Dios; lo cual ha de ser perpetuo en Israel.

Hay algunas críticas en lo que se relaciona a la restauración de los holocaustos durante el


milenio. Y la única respuesta que se puede dar es: Dios así lo ha ordenado. Por supuesto, ellos
tendrán mucho significado. Creemos que ellos serán una señal que indica qué fue lo que ocurrió
en el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Y ahora, en el versículo 5, leemos:

5
Y la casa que tengo que edificar, ha de ser grande; porque el Dios nuestro es grande sobre
todos los dioses.

Ahora, ¿qué es lo que hace de algo común, una cosa grande? ¿Qué es lo que hace de un
hombre, una persona grande? ¿Qué es lo que hace una nación o una Iglesia grande? Dios,
amigo oyente; solamente Dios. Y eso es algo que estamos perdiendo de vista en nuestros días.
Ahora, fíjese usted lo que dice Salomón aquí en el versículo 6:

6
Mas ¿quién será capaz de edificarle casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no
pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique casa, sino tan sólo para
quemar incienso delante de él?

El sacrificio era el camino que ellos utilizaron para llegar a Dios. Y la única manera en que
nosotros, amigo oyente, podemos llegar a Dios en nuestros días, es por medio del sacrificio del
Señor Jesucristo. Lo importante, que debemos notar en esta situación, es que Salomón no tenía
ninguna duda en cuanto a quién era Dios; o si El llegaría a ocupar el lugar que él estaba
edificando.

Y aquí vamos a detenernos por hoy, porque nuestro tiempo ha tocado ya a su fin.

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Continuaremos en la consideración de este asunto, Dios mediante, en nuestro próximo programa.
Le invitamos, pues, a sintonizarnos. Será hasta entonces, ¡que las bendiciones del Señor, le
acompañen en todo instante, es nuestra ferviente oración!

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