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TOLKIEN BAJO EL PRISMA DE LA TRADICIÓN*

J.R.R. Tolkien sin duda fue de ese tipo de hombres a los que les hubiera encantado poder vivir
en otro tipo de mundo diametralmente diferente del mundo que le tocó vivir. Aunque no
abundan mucho uno de vez en cuando se encuentra con personas que se sienten -
parafraseando a Julius Evola- como “exiliados en este mundo” pues no comulgan, en absoluto,
con ninguno de sus valores o, por mejor decirlo, “antivalores”- hegemónicos y en nada
comparten el modo existencial que le es propio al mismo. Sin duda a este tipo de hombres -a
los que pertenecía Tolkien- son otros los valores y es otra la cosmovisión con la que se sienten
identificados. Abogarían por haber vivido o por vivir en épocas enseñoreadas por el heroísmo,
por la valentía, rebosante -como se decía en épocas álgidas de la historia de España- de
“hombres esforzados” y disciplinados al servicio de su comunidad, de su regnum o de su
imperium, de hombres que enarbolaban la divisa incuestionable de la fidelidad y en cuyo
honor no cabía mácula alguna. De hombres de antaño que sabían reconocer la verdadera
jerarquía y, así, servían, leal y abnegadamente de por vida, al mando que unía a sus cualidades
rectoras su superioridad Espiritual. De hombres desprendidos, sin apegos materiales, de
hombres de temple. De hombres con coraje y tenacidad. De hombres sabedores de que el
mundo no se reducía a lo que podían captar sus sentidos …sabedores de que el mundo no se
restringe a la materia sino que ésta debe subordinarse a lo Superior: a las fuerzas sutiles
Suprasensibles que le dan vida y sentido y que, además -¡y no es poco!- se pueden activar y
aprehender a través de esa alta magia sin la cual, por otro lado, no se puede llegar a
comprender el universo conformado por la pluma de Tolkien …esa alta magia que se debe
entender en su acepción genuina como ´ciencia sagrada operativa´. Esa magia que el Mundo
de la Tradición sabía que sólo era posible hacer activar a través de la Iniciación o, lo que venía
a ser lo mismo, de los Misterios que conoció el antiguo mundo greco-romano. Esa magia que
tan solo estaba al alcance de unos pocos elegidos aptos, por sus férrea voluntad y por su
potencialidad Espiritual, para transitar por el arduo, perseverante y metódico camino
Iniciático. Esa magia que despertada por los héroes de acá -de aquí abajo- compenetraba el
mundo terrenal con lo de Allá -con lo de Allí Arriba-. Esa magia, en definitiva, que sacralizaba el
plano físico de la existencia y que pretendía no sólo la transformación del hombre en Héroe (la
activación de la sacralidad que le es innata) sino también la ordenación y armonización del
mundo en el que vivía a la manera -y como reflejo- de la armonía y equilibrio que le es propio
al mundo sutil Superior y Metafísico.

Estos “exiliados en este mundo”, tipo Tolkien, es el Mundo de la Tradición el que sienten como
suyo. Es este Mundo Tradicional al que maestros como René Guénon y Julius Evola opusieron
como antítesis irreconciliable, sin lugares comunes ni intersección posibles, el ´mundo
moderno´ cuya manifestación y desarrollo máximo padecemos en estos nuestros tiempos
terminales.

Los héroes del universo creado por Tolkien deben superar lacras propias del mundo moderno
como la de la codicia propia y la ajena, dominando la propia en lo que la tradición irania
denominó la ´Gran Guerra Santa´ y derrotando a la ajena en lo que calificó como la ´pequeña
guerra santa´. El anillo puede conducir a la codicia, a la maldad y a la sed de domino material a
aquellos seres innobles y perversos que lo posean pero también puede embrutecer a aquellos
otros que sin ser malvados puedan no estar preparados para entrar en contacto con ese objeto
mágico, tal cual acontecía en ese Ciclo, de origen céltico-hiperbóreo, del Grial. La sola
contemplación del Grial cegaba a aquél que ignoraba todo cuanto estuviese relacionado con el
mundo sutil, pues la luz Espiritual causa pavor e inseguridad incontrolable a quien no conoce
más que el samsâra, más que el mundo del devenir, más que el mundo sensitivo …a aquél
cuyos enormes condicionamientos y ataduras hacia el plano físico-psíquico (que le otorgan la
´seguridad del esclavo´) se ven peligrar ante el brillo incondicionado de los mundos Superiores.
Para el no Iniciado en los misterios del macrocosmos no queda otro destino que el de ser
fulminado -como si fuese alcanzado por un rayo- al instante de haber osado sentarse en ´el
asiento peligroso´ de la mesa redonda de los caballeros del rey Arturo …de esos caballeros en
los que vemos reflejados a la Compañía del Anillo tolkiniana.

Pero si, por contra a los efectos deletéreos que puede provocar la posesión del anillo, su
portador es merecedor de él los efectos serán benéficos, como acontece en el ciclo griálico
para el caballero Parsifal, que habiéndose transformado en su interior (metanoia) está
preparado para recibir la luz del Mundo Metafísico, sea ésta la de los planos sutiles del mundo
manifestado o incluso, más allá de éstos, la de la pura Iluminación que impregna al Despertado
a la Realidad Inmanifestada, Eterna, Incondicionada que se halla en el origen del cosmos. A su
vez se debe reseñar que la misma visión del Grial supone en sí una señal o símbolo de que el
caballero que la ha experimentado es, ya, a su vez, un Héroe; es, a su vez, alguien que ha
conquistado la Inmortalidad mediante la Espiritualización de su alma o, al menos, alguien que
se halla en avanzado camino de ello.

Los poderes mágicos que otorga el Grial son parangonables a los que concede el anillo a los
hombres nobles, a los ariya (los nacidos dos veces: los nacidos a la Realidad Superior y Sacra)
de los que nos hablan los textos sagrados de la tradición indoaria. Gracias al Héroe este mundo
físico se ve compenetrado por el mundo mágico (por el mundo nouménico, sutil). El Héroe es
aquél que supera su mera condición humana finita y caduca para revestirse y penetrarse de
una condición más-que-humana, sobrehumana …ha realizado en sí, pues, una transformación
ontológica, incluso cuando los obstáculos para ello podían, a priori, resultar insuperables, tal
como podía parecer para esos seres de vida plácida, calma, tranquila, aldeana, timorata,
utilitaria y hasta aburguesada como lo son los hobbits de las obras de Tolkien …ese Frodo
Bolson que deja su pequeño, seguro y cerrado mundo de La Comarca para ser uno más de
entre (inter pares) los de la Compañía del Anillo y convertirse en Héroe. Aquí, pues, el mensaje
de Tolkien resulta diáfano: no existen condicionamientos que le puedan resultar fatales al
hombre si éste decide recorrer la vía …la via remotionis que libera al hombre de ataduras
condicionantes, le pone en conocimiento del mundo sutil, le hace uno con él y con sus
potencias e incluso le lleva más allá de éste y le hace uno con el Principio Supremo
Incondicionado y Perenne. El hombre es, pues, libre para elegir el camino que lo condene (que
condene a su alma) al ciclo de la generación, a la rueda del devenir, o, por contra, es libre para
elegir el camino (el Dêva-yana: la ´vía de los dioses´) que lo puede conducir a su Liberación: a la
Conquista de la Eternidad.

La certidumbre que arroja la Tradición acerca de la libertad ínsita del hombre no admite
determinismos insuperables a la hora de concebir la posibilidad que atesora el ser humano de
poder despertar la semilla divina que anida aletargada en su seno, pues ni los devenires
históricos, ni los condicionantes sociales, ni una suerte de Destino Fatal, ni ningún tipo de
divinidad -como, verbigracia, las de las Religiones del Libro-omnicompresiva y todopoderosa
representan una barrera insalvable para poder optar por recorrer la vía de la transustanciación
y del renacimiento interiores. Ni tampoco la dinámica de los ciclos cósmicos que desde una
lejana Edad de Oro han desembocado al actual estado de postración en el que se arrastra el
hombre representa, en estas sus etapas más deletéreas, un escollo infranqueable para no sólo
consumar la palingénesis transformadora de la persona sino que tampoco representa un muro
infranqueable para la Restauración del Orden Primordial que acaeció en la Edad Áurea.
Echando, de entre otros, mano de Hesíodo (de su obra “Los días y los trabajos”) Julius Evola
describió perfectamente los llamados Ciclos Heroicos en los que se había podido -y era posible
en cualquier época- revertir los procesos de decadencia por los que se estaba atravesando y
reconquistar la Tradición Primordial perdida. Es en este contexto y bajo esta idea heroica
donde cabe enmarcar las gestas de la Compañía del Anillo que buscan la derrota de un Mal
que parecía haberse adueñado irremisiblemente de las riendas del mundo.

La lucha entre el Bien y el Mal (éste simbolizado por los señores oscuros: Morgoth, Sauron) es
la lucha metafísica entre las fuerzas anagógicas (que Elevan al hombre hacia lo Alto) y las
fuerzas catagógicas (que lo arrastran hacia lo bajo). Es una lid que se inicia, para la Tradición
(como reflejan sus textos Sacros y Sapienciales), con el declive de la Edad de Oro o Satya-yuga.
Es el combate metafísico entablado entre -echando mano del tantrismo- sattvas (fuerzas
sutiles Liberadoras) y tamas (fuerzas de naturaleza ínfera) …combate en el que se ven
envueltos los hombres y los seres del universo de Tolkien.

La Tradición concibe la existencia como lucha …lucha interna por derrotar lo primario y
turbulento que bestializa y aturde al hombre y lucha externa combatiendo a los esbirros del
caos. La figura del guerrero es en la obra de Tolkien y en el saber de los textos sagrados de la
Tradición la única que puede Restaurar el Orden Primigenio. Es el guerrero Espiritualizado -es
el Héroe, con mayúsculas- el que inaugura un Ciclo Heroico de la mano de los Teseo -rey sacro
de Atenas- o de los Ulises -rey sacro de Ítaca- y Restaura la Edad de Oro perdida. Son guerreros
los integrantes de la Compañía del Anillo, pues es el guerrero el que conoce de la ´vía de la
acción´ y es acción externa -la ´pequeña guerra santa´- pero también ´acción interna´ -la ´Gran
Guerra Santa- lo que se necesita para derrotar a las huestes del Mal que amenazan con
adueñarse del mundo y para derrotar también a lo ínfero que nos intenta fijar a un tipo de
existencia meramente animal, embrutecida y pulsional.

Los basamentos Tradicionales del universo construido por Tolkien son incuestionables. La
mitología nórdica es una de sus fuentes de inspiración, pues en Tolkien se pueden rastrear
influencias de los Eddas, como lo es en el mismo nombre del mago Gandalf o hasta la misma
caracterización física de éste, que nos recuerda una de las encarnaciones de Odín: la de
Vegtamr, por su larga barba blanca, su bastón de caminante o su sombrero de ala ancha. La
Tierra Media en la que discurren los avatares de la obra de Tolkien está inspirada en el Mitgard
-el mundo de los hombres- de la también mitología nórdica. Incluso parece ser que también
del Kalevala finlandés (y de un objeto mágico que en éste aparece, el Sampo) toma inspiración
nuestro autor a la hora de idear todo el poder y las consecuencias varias que rodean al Anillo
Único.
No cabe, pues, ante todo lo enunciado, más que concluir que bajo el prisma de la Tradición el
universo elaborado por J.R.R. Tolkien es un universo antagónico a este caótico, gregario,
masificado, inorgánico, igualitarizante, anodino, utilitarista, pusilánime, materialista, infausto,
ramplón, adocenado, resignado, desangelado, individualista y egoísta mundo moderno por
una de cuyas fases más oscuras atravesamos. Es el del autor del Silmarillion, del Hobbit y de El
señor de los anillos un mundo de Orden -a imagen del ordo y armonía cósmicas-, de jerarquía,
de diferencia, de organicidad, de personalidad, de valentía, de honor, de fidelidad, de lealtad,
de autosacrificio, de señores indómitos e inquebrantables y de magia y Espiritualidad …Es, por
todo, el universo de Tolkien un universo de genuino corte Tradicional.

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