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La economía

política del
Peronismo

Economía
Argentina

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Módulo 2.
La economía política del Peronismo (1946- 1955) y los Años
que siguieron al Peronismo (1955- 1963).

La Economía Política del Peronismo.


La relación de Perón con los sindicatos se inició unos meses después de la revolución del 4 de
julio. Por ese entonces, la CGT1 estaba dividida: la CGT N1 agrupaba gremios menos politizados
que la CGT 2, denominada por socialista y comunista.

En pocos meses, este apoyo se había evaporado. Quizás deba decirse con más rigor, que el
gobierno se encargó de enajenar esa acogida cordial. La CGT número 2 fue disuelta en julio, y en
el mismo mes se promulgó un decreto de asociaciones profesionales que imponían restricciones
al movimiento obrero.

Sin embargo, en la resistida intervención a la fraternidad y a la unión ferroviaria estaba el germen


de lo que sería la más decisiva participación sindical en la historia argentina, ya que el Coronel
Domingo Mercante, amigo de Perón, fue designado al frente de esos gremios.

La nueva estrategia se veía facilitada por la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, a


fines de 1943, encabezada por Perón. Los trabajadores nucleados en la unión ferroviaria fueron
los primeros beneficiarios del cambio de rumbo en las políticas laborales. Se aumentaron sus
salarios, se otorgaron subsidios para prestaciones sociales y se actuó en su favor en antiguas
disputas contra las compañías de trenes.

Perón fue hábil para obtener lo máximo posible de las estructuras gremiales, potenciando las
organizaciones que apoyaban su política laboral y debilitando a las que mostraban mayor
independencia. Aprovechó además las ambiciones políticas de muchos dirigentes sindicales. De
esto partió la propuesta de respaldar su candidatura a partir de la constitución de Partido Laborista,
lo que respondió en parte al éxito electoral del laborismo británico en 1945. Perón era, a esta
altura, la figura más importante del país, y las fuerzas políticas se definían en relación a él.

El 9 de octubre Perón debió renunciar a sus múltiples cargos, mientras se constituía un gabinete
sin figuras leales al saliente coronel. Perón pudo despedirse con un acto en la Secretaría de
Trabajo y un mensaje radial transmitido en cadena, en el que resaltó las medidas sociales que
había propiciado, antes de ser detenido y enviado a Martín García. La noticia de la renuncia y
arresto de Perón hizo reaccionar los gremios. Se sucedieron las reuniones y desde distintos
puntos del país se reclamó su libertad. El 17 de octubre una movilización popular, en parte
organizada por los sindicatos, pero también alimentada por trabajadores que espontáneamente
marcharon a Plaza de Mayo, volcó la crisis a favor de Perón y forzó su restitución al gobierno.

La fórmula Perón- Quijano obtuvo 300.000 votos de ventaja sobre los candidatos de la Unión
democrática en las elecciones de febrero. El apoyo de los sindicatos, la Iglesia y los militares,
quizás en ese mismo orden, habían decidido el triunfo peronista.

1 CGT: Confederación General del Trabajo

2
“Ni capitalistas ni comunistas, justicialistas”
El congreso mantuvo su funcionamiento de acuerdo con las previsiones formales de la
constitución, pero estuvo dominado por diputados oficialistas siempre fieles a los dictados del
presidente.

La visión corporativista era uno de los pocos rasgos del pensamiento de Perón que se mantendría
inalterable a lo largo de toda su carrera. Los azares de la carrera militar lo habían destinado a
Italia durante el apogeo de Mussolini, época en que los encantos del sistema corporativo eran
difíciles de resistir.

Los trabajadores sindicalizados siempre recibieron mayor atención que los no afiliados a gremios,
y, de todos los sindicatos, los más beneficiados fueron los que estaban asociados a la CGT.

Perón se esforzaba por diferenciarse tajantemente de pensamiento de izquierda, y opuso al


concepto de lucha de clases el de armonía de clases. La colaboración entre el capital y el trabajo,
antes que su enfrentamiento, era el camino para el progreso social.

La propaganda oficial difundía las bondades de esta visión conciliatoria y la presentaba como una
verdadera doctrina que pronto se llamó justicialista. Perón se alejaba como cuanto podía de
cualquier invocación que lo emparentara con el marxismo, de manera de ganar la confianza de un
empresariado siempre temeroso de la acechanza comunista. La idea de función social de la
propiedad, allí presente, era rescatada por el peronismo como una alternativa distante al mismo
tiempo del liberalismo ortodoxo y del colectivismo.

Fuera de cierto compromiso general con equidad, sin embargo, no había en el enfoque económico
de Perón un contenido sustantivo y coherente que permita hablar de una “economía peronista”.
Mientras fuera posible, Perón intentaba identificar su administración de la economía con los fines
buscados antes que con los medios empleados.

Con la recuperación económica de postguerra las tensiones remitieron durante los primeros años
del gobierno propiamente peronista, el conflicto entre el trabajo y el capital se mantuvo en un
estado latente. La bonanza alcanzaba para unos y para otros, y hasta para sellar la alianza entre
obreros y empresarios industriales sobre la cual se asentaba el peronismo.

El problema distributivo no fue el único en el que Perón buscó diferenciarse de las antinomias en
que parecía apresado el mundo de la postguerra, fue más explícita en la política internacional que
en cualquier otro ámbito. La tercera opción era la frase oficial para definir lo que se pretendía de
las relaciones internacionales de Argentina, básicamente una actitud de independencia ante el
conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

La conjunción de la tercera posición y la creencia de que las dificultades comerciales de la


inmediata postguerra se prolongarían y podrían agravarse con un nuevo conflicto mundial,
justificaba la opción del gobierno por la autarquía económica. La memoria de la depresión y
reciente guerra ya eran alertas importantes contra la participación activa de la Argentina en el flujo
internacional de mercaderías.

Las relaciones de la Argentina con Estados Unidos e Inglaterra fueron una mezcla de ese
declamado nacionalismo con el sentido de oportunidad característico de Perón. El trato con los

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norteamericanos era de mutua confianza; basta recordar la oposición del embajador
norteamericano Spruille Braden a Perón antes de acceder éste a la presidencia.
A principios de 1948 se anunció el Plan Marshall, un sistema de créditos para que los países
europeos devastados por la guerra tuvieran acceso a importaciones cruciales. La Argentina fue
excluida como proveedor de alimentos, lo que representó una oportunidad perdida para un sector
rural ya bastante castigado.

Entre 1940 y 1945 el balance de la Argentina con el conjunto del imperio británico arrojó un saldo
favorable de 1500 millones de pesos. Hacia fines de la guerra, el Reino Unido debía al Estado
argentino 112 millones de libras esterlinas. Técnicamente, éstas eran libras bloqueadas, ya que
era imposible su libre convertibilidad con el dólar. La distinción no era sutil para la Argentina,
necesitada sobre todo de productos norteamericanos. Así, el problema de las libras bloqueadas
pasó a ser el punto de conflicto central en las relaciones con Inglaterra, que comenzó a resolverse
en las negociaciones que acabarían con la firma del tratado Edy-Miranda en setiembre de 1946.

Se acordó finalmente mantener la situación respecto a las libras ya bloqueadas pero asegurar la
convertibilidad de los futuros pagos ingleses por exportaciones argentinas. También se garantizó
a la carne argentina una cuota del mercado inglés. En cuanto a los ferrocarriles, se previó la
formación de una compañía mixta con participación del estado argentino.

Finalmente, los dos problemas bilaterales más importantes fueron resueltos conjuntamente. Se
destinó la mayor parte del saldo argentino en el Banco de Inglaterra a la compra de los
ferrocarriles, monto que fue completado con un crédito británico a pagar con los futuros superávit
comerciales. La compra de los ferrocarriles es una muestra de que también en las relaciones
económicas internacionales pudo Perón conciliar un discurso fuertemente heterodoxo con un trato
realista y adecuado a los tiempos que se vivía. La nacionalización de los servicios públicos no era
en los años 40, una política que estuviera en contramano de la tendencia mundial.

El objetivo de política económica.


Los instrumentos de política (1946- 1948).

El peronismo representó un cambio fundamental en la vida del país. Nadie esperaba que un
gobierno militar, alentara un movimiento que apoyara la participación política y la defensa de los
derechos de los obreros.

En un comienzo, aunque coincidiera con muchas ideas nacionalistas, había hecho su carrera bajo
las alas del justismo. Tras ocupar la jefatura de personal del Ejército pidió una repartición: el
departamento de Trabajo, que vigilaba el cumplimiento de las normas laborales y reunía
estadísticas sobre esos temas. A partir de ahí empezó a mantener contacto con dirigentes
gremiales buscando una apertura del gobierno militar.

Perón fue un oportunista brillante, y comprendió que tenía que ir deshaciéndose de la retórica
regeneracionista y anacrónica, iniciando un discurso más populista. El peronismo no empezó
como un movimiento organizado fuera del poder, sino que nació desde el poder y usó sus favores
como una de sus características distintivas.

La idea del pleno empleo, fue apoyada por los militares que nada temían más que un conflicto
social como el que había estallado después de la Primera Guerra Mundial. Otra fue la mejora de
los salarios reales, como reacción contra la tendencia declinante de la década del treinta que había

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frenado la importante suba de los años veinte. Y como complemento, extender la seguridad social
a todos.
Perón compartía aquellas ideas que eran comunes en el clima intelectual de posguerra: la
convicción de que en el mercado algo fallaba y que la intervención del Estado, era una alternativa,
sino necesaria, al menos conveniente. También participaba en las ideas de industrialización que
incluyeran el desarrollo de industrias pesadas de modo de lograr auto abastecerse de
armamentos. Las ideas nacionalistas tenían una amplia aceptación por la creencia de que en la
posguerra continuarían las restricciones del comercio internacional, no descartó recibir a los más
marginales y algunos sectores de las fuerzas conservadoras provinciales que habían sido
antiliberales.

Deben anotarse ciertos hechos que tuvieron importancia:


1. la autarquía que existía de hecho desde los años de la Segunda Guerra
2. la inexistencia de un mercado internacional de capitales
3. la enorme capitalización de excedentes comerciales creó la impresión de que la acumulación de
divisas se debía a un gran aumento de riquezas, cuando se trataba descapitalización. 4. la
enorme demanda de alimentos que también dio la impresión de un aumento de riqueza.
5. una visión pesimista sobre las posibilidades del comercio mundial para colocar exportaciones
argentinas.

En ese marco, el peronismo se propuso llevar a cabo políticas para alcanzar los siguientes objetivos:
1. pleno empleo
2. industrialización con un fuerte apoyo e intervención del Estado
3. una mejora de la remuneración real de los asalariados

Las decisiones iniciales del gobierno partieron de una evaluación equivocada sobre las tendencias
mundiales futuras. Existió una visión pesimista sobre la evolución del comercio internacional
basada en la experiencia de las dos últimas décadas. Si debido al proteccionismo en el mundo, la
comercialización de productos en los que el país tenía ventajas comparativas era difícil, ello no
era una razón para castigarlos aún más y desechar producir en los rubros en donde los costos
eran menores, para hacerlo en donde eran mayores. También fue errado creer que el país tenía
un cierto poder negociador frente a las grandes potencias, que aumentaría en caso de una
eventual tercera guerra.

Se aseguraba el pleno empleo subsidiando las actividades que no obtendrían beneficio en


situaciones competitivas. Ello se hizo por medio de medidas arancelarias y restricciones
cuantitativas a las importaciones, con una sobrevaluación del peso para que los alimentos fueran
baratos y bajaran los costos locales del trabajo. De ese modo se aplicó un impuesto implícito a las
exportaciones que permitió mantener altos los salarios reales. Todo esto parecía posible gracias
a la productividad del agro, al que se podía gravar sin afectar su producción, debido a que la tierra
era un recurso fijo cuya oferta era inelástica.

Se evitó el alza del costo de vida manteniendo bajos los precios de los alimentos y bajas las tarifas
de los servicios públicos, provistos por empresas del Estado que fueron deficitarias. También se
subsidió la formación de capital con créditos a una tasa real de interés negativa.

Esas políticas conformaron una de las coaliciones más exitosas y prolongadas que se hayan
conocido, pero generaron, también, uno de los conflictos más largos y difíciles.

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Los mecanismos de regulación de los cambios fueron cada vez más complejos, a diferencia de la
experiencia mundial que tendió a simplificarlos. Para importar se requería un permiso previo que
se otorgaba atendiendo a las prioridades fijadas por el Gobierno. Por otro lado, el permiso de
importación no siempre se daba previa confirmación de las divisas disponibles, por lo que muchas
veces se acumulaban largas listas que el Banco Central demoraba o denegaba provocando
problemas externos financieros y comerciales.

Se usó la sobrevaluación del peso para mantener bajos los precios de los insumos y así, se
pensaba, evitar que subiera el costo de vida. La sobrevaluación castigaba a los exportadores pero
no hacía más accesibles las importaciones, porque se liquidaban a un tipo de cambio diferente y
porque tenían restricciones cuantitativas y requerían un permiso previo que a veces no se
concedía si el bien era producido localmente.

Tras las crisis de 1951 y 1952, para compensar la sobrevaluación del peso y mejorar las
condiciones de la agricultura, se fijaron precios sostén a los que el IAPI2 compraba las cosechas.
Como ellos eran más elevados que los del mercado, los subsidios se pagaron con redescuentos
del Banco Central al ente estatal comercializador, lo que fue una de las causas generadoras de la
inflación.

La compra de los ferrocarriles británicos por parte del estado argentino debe considerarse en un
doble aspecto de nacionalización y estatización. La adquisición de los ferrocarriles como la de
muchos otros servicios públicos que le seguirían, era también un síntoma del crecimiento del
Estado como productor de bienes y servicios.

Durante el gobierno peronista, la estatización tomó mayor vigor. A la nacionalización de los


ferrocarriles siguió la de los teléfonos así como la empresa nacional de energía y se completó con
la estatización del gas. Perón se pronunció en contra de la estatización de los frigoríficos y de una
empresa cementera de origen norteamericana. Los límites eran impuestos, también aquí, por sus
propias convicciones.

Conviene entender la posición del gobierno en este tema dentro del clima de opinión nacional de
la época. Los principios económicos que guiaron al radicalismo de aquellos años eran,
básicamente, los contenidos en la declaración de Avellaneda de 1945 que años más tarde fue
calificada por un autor de extracción radical como un programa antiimperialista, antioligárquico,
revolucionario y de corte estatista. Lo que parecían medidas de emergencia durante el conflicto
adquirieron en la posguerra un carácter permanente, siendo el caso paradigmático las
nacionalizaciones del gobierno laborista inglés que sucedió a Churchill.

En la Argentina, la cifra del gasto público reflejaba el crecimiento estatal, tendencia que se inició
antes del gobierno peronista.

El primer plan quinquenal y el nombre Miguel de Miranda, conductor del equipo económico casi
hasta 1949, es tan asociado a una fase de expansión salarial sin precedentes. A pesar de las
buenas relaciones entre el gobierno y los gremios durante el período anterior a Perón, los salarios
reales apenas habían aumentado entre 1945 y 1946. A partir de ese año, los salarios reales
crecieron a tasa récord, aumentando 62% entre el último de esos años y 1949. Esa mejora fue

2 IAPI: Instituto Argentino de Promoción del Intercambio

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más acentuada que la de la productividad y en 1949 el costo laboral por unidad de producto era
un 23% más alto que en 1945.

El incremento de los salarios reales llevó a una distribución del ingreso nacional más equitativa.
Se ha calculado que los componentes salariales del ingreso nacional superaron, por primera vez
en su historia, a la distribución obtenida en concepto de ganancias, intereses y rentas. En 1948,
aquél ascendía al 43%, contra 47% de éste, lo que se comparaba favorablemente con la situación
imperante sólo un lustro atrás, cuando los trabajadores percibían el 44% y los empresarios
capitalistas recibían 55, 6%. Perón debía definir la cápsula entre el grupo político y el grupo sindical
dentro del partido que lo había llevado al poder. Un éxito inicial rotundo como administrador le
permitiría unir fuerzas detrás de la persona, antes que del partido y de los sindicatos, cosa que
finalmente ocurrió: en 1947 quedó fundado el partido peronista.

En los años 1946, 1947 y 1948, la clase trabajadora argentina experimentó el mayor aumento de
bienestar de toda su historia. La mayor disponibilidad de bienes, fruto del aumento de producción
industrial y de creciente valor de las exportaciones, se volcó sobre todo a expandir el consumo,
que en 1948 fue casi un 50% mayor al de sólo 3 años atrás.

Esta vez el bienestar era de todo el pueblo argentino y no fue extraño que el peronismo obtuviera
más de dos tercios de los votos en la elección de constituyentes de 1949. El control de los
alquileres y el congelamiento de algunos precios de bienes básicos se sumo a la generosa política
salarial para difundir el bienestar a los sectores de más bajos ingresos. También crecieron las
compras de electrodomésticos: la heladera eléctrica remplazaba a la refrigeradora.

La política salarial de Perón, con su doble objetivo de garantizar el pleno empleo y redistribuir el
ingreso hacia los sectores populares, fue uno de los elementos centrales de su política económica
hasta 1949. El impuesto al ingreso, creado al comenzar la década del 30, fue rediseñado repetidas
veces de manera más progresiva. Se creó además un gravamen a los beneficios de las empresas,
lo que también constituyo a mejorar la distribución de los ingresos. En cada uno de los años final
de la década del 40 el gobierno obtenía alrededor de un 4% del producto bruto del flamante
sistema de seguridad social, fracción que fue decayendo con el correr con el correr de los años a
medida que aumentaba el número de beneficiario.

La posición comercial argentina al finalizar la Segunda Guerra Mundial no era cómoda, a pesar
de los superávits comerciales que venían acumulándose en realidad, el problema era el excesivo
superávit, ya que no se trataba de un fenómeno derivado de una gran performance exportadora,
sino de las dificultades para conseguir importaciones. La cuestión no era tanto asegurar mercados
en el exterior para las exportaciones argentinas como conseguir las importaciones necesarias con
las divisas provistas por las ventas externas. Ya no se trataba de
“comprar a quien nos compra” sino, más bien, de “vender a quien nos vende”.

La manifestación más clara de este problema era el bloqueo de libras en el Banco de Inglaterra.
Así es que puede hablarse hasta el año 1946 del “problema” del superávit comercial. Problemas
similares obligaron a firmar acuerdos con varios países además de Inglaterra.

Los primeros años de la posguerra trajeron novedades al comercio exterior argentino. El precio
promedio de las exportaciones creció un 208% entre 1945 y 1948, mientras las compras al exterior
se normalizaban después del período bélico, además de aumentar su precio alrededor de 30%.
Pero las variaciones en los precios no podían esconder un hecho decepcionante: el volumen

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exportado en 1946 era menor al de 1935, que a su vez había sido inferior al de los mejores años
de la década del 20.

Parece claro, entonces, que en la mediocre evolución exportadora de la Argentina las políticas
internas (que no estimularon la producción rural pero sí su consumo) fueron determinantes. El
hecho de que el crecimiento del ingreso per cápita provocara aumentos en el consumo de bienes
industriales, antes que de bienes agropecuarios, hacía inevitable que los países productores de
alimentos sufrieran una caída secular de sus términos de intercambio externos.
Lo cierto es que esas circunstancias fortuitas hicieron que la balanza comercial argentina tuviera,
entre 1945 y 1948, un signo positivo.

Exportaciones e importaciones argentinas (Millones de dólares corrientes)


Año Exportaciones Importaciones
1945 719 289.6
1946 1003.6 503.7
1947 1587.4 1319.8 1948
1604.2 1567.8

Las importaciones se recuperaron rápidamente de su deprimido nivel durante la guerra,


empujadas por la fuerte demanda interna. Además, hubo un cambio en su composición, el
aumento en la demanda por bienes de consumo era satisfecho con producción doméstica, pero
ésta necesitaba cada vez más insumos y bienes de capital. Estos rubros pasaron a representar
alrededor de 80% de las importaciones totales. En el caso de aparecer un déficit de comercio,
éste no podía ser compensado con entrada de capitales, que estaban desalentadas por las
políticas peronistas y limitadas por las circunstancias internacionales. El desequilibrio exterior de
1949 coincidiría con la aparición de otro de los temas llamados a dominar el debate económico en
las décadas siguientes, la inflación de precios.

Redescuentos y creación de dinero


Los redescuentos superaron notablemente a los depósitos. Ello incidió en una gran creación de
dinero.

Entre 1946 y 1948 la principal fuente de creación de dinero fueron los redescuentos y otros
préstamos a bancos que subieron en el mismo periodo un 127%, de los cuales entre un 58 y 59%
fueron al gobierno (y de ellos un 60% al IAPI).

El Banco Central fue el instrumento para generar inmensos recursos monetarios. Mientras el
público, acostumbrado a medio siglo de estabilidad monetaria, siguiera confiando en el valor del
peso, parecía que se había descubierto un habilidoso y fácil mecanismo de financiamiento para
los más diversos propósitos.

Ni bien los depositantes comenzaron a advertir que los precios subían más que las tasas de interés,
se perdió la ilusión monetaria y la gente empezó a retirar sus depósitos.

Por otra parte, al nacionalizar los depósitos, redirigir el crédito a los bancos y sectores privilegiados
(con tasas que resultaron negativas) se produjo una enorme transferencia de ingresos de los
ahorristas a los deudores.

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Parte de los enormes gastos del gobierno se destinaron a la compra de los ferrocarriles y otros
servicios públicos y a la cancelación de la deuda externa con Gran Bretaña.

La caída de las reservas en el activo del Central fue compensada por un aumento paralelo de los
redescuentos.

Banco Hipotecario
Como parte de las reformas de 1946 también se decidió modificar la operatoria del Banco
Hipotecario. Las Cédulas Hipotecarias consistían en un título que el Banco entregaba al deudor
que hipotecaba su vivienda rural o urbana por una parte (50%) de su valuación, usualmente al 6%
de interés, y que el deudor llevaba a la Bolsa para cotizarlo y buscar un inversor que lo comprara.
En 1946 el gobierno decidió rescatar las Cédulas Hipotecarias reemplazándolas por un bono
hipotecario emitido por el Banco central que se colocaría en el público.

Sin embargo, la suscripción del bono no tuvo éxito. Para el rescate se emitieron más de mil
millones de pesos, mientras que de los bonos se tomaron sólo 384 millones, por lo que el rescate
se financió mayormente con redescuentos del Banco Central.

El IAPI.
El artículo 17 del decreto de Farrell de 1946 (que creaba el IAPI) disponía que sus recursos se
formaran con las diferencias entre la compra y la venta de divisas en sus operaciones exteriores.
En realidad, no sólo incluyeron los de las operaciones de cambio sino que se extendieron a los
provenientes de las diferencias entre los precios de compra (locales) y los de venta (externos)
para las exportaciones y de compra (internacionales) de venta (locales) para las importaciones.
Por otro lado, el IAPI no sólo hizo esas operaciones para el mercado externo sino que las extendió
al mercado interno.

Durante el gobierno de Perón, la influencia del gobierno sobre los precios agrícolas se intensificó,
pero con signo cambiado. El Instituto Argentino para la Promoción de Intercambio (IAPI)
monopolizó, desde principios de 1946, la comercialización de los cereales y oleaginosas. Entre
1946 y 1949, compró las cosechas a los agricultores para venderlas internamente y en el exterior,
obteniendo un margen muy amplio gracias a los favorables términos de intercambio externos.

Había dos motivos muy concretos para esta política discriminatoria hacia el sector rural. En primer
lugar, las ganancias del IAPI sirvieron para sostener el aumento en el gasto público. Este
fenómeno se refleja en las estimaciones sobre la participación de las actividades agropecuarias
en el producto bruto total argentino, que es mucho menor cuando se la valúa los precios internos
que cuando se calcula tomando los precios internacionales.

De no haberse esterilizado el aumento internacional de los precios de los alimentos, una de dos
cosas habría ocurrido: o bien los salarios reales habrían mermado por el encarecimiento de
algunos productos básicos de la canasta familiar, o bien, en el caso de compensar ese aumento
con nuevos incrementos en los salarios nominales, se habría visto afectada la rentabilidad
industrial. A través de la política del IAPI, el gobierno peronista cerraba un triángulo de
redistribución sectorial de ingresos coherente con la conformación de su apoyo político. En este
triángulo redistributivo, los vértices eran el sector rural, el sector urbano y el propio estado. A su
vez, el gobierno financiaba parcialmente la expansión del gasto y empleo públicos con el margen
que obtenía el IAPI gracias a unas inmejorables condiciones internacionales.

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La presión al sector agrícola era reconocida, pero justificada, por el gobierno.
Había otras razones, de importancia menor, con las que se defendía la política del IAPI. El
comercio de posguerra era bilateral en todo el mundo. No había, en realidad, un precio
internacional al que atenerse en las ventas al exterior. Al contrario, las condiciones de las
transacciones surgían de las negociaciones entre las partes. Además, la situación de posguerra
obligaba a vender a crédito, y el IAPI, siendo estatal, podía soportar mayores riesgos y plazos.
Por último, el productor agrícola estaba menos expuesto a fluctuaciones violentas en los precios
de sus productos.

Estas consideraciones eran poco convincentes para los propietarios rurales, mucho menos
cuando otras políticas tampoco les eran favorables. El Estatuto del Peón, además, había
extendido algunos beneficios sociales a los trabajadores del campo, lo que también impactaba
sobre la rentabilidad rural. La agricultura, cada vez más golpeada que la ganadería por el
encarecimiento de la mano de obra, sufrió especialmente con el cambio en las reglas de propiedad
rural. Se dio al arrendatario el derecho a renovar su contrato a los mismos valores que en el
período anterior, lo que perjudicaba al dueño de la tierra debido a la erosión inflacionaria. El
terrateniente perdió el incentivo para arrendar sus campos, y este tipo de contratos disminuyó
sensiblemente a partir de la posguerra.

Para muchos, la drástica caída del área sembrada con los cultivos más importantes fue una de las
consecuencias de esas políticas.

Hubo, como contrapartida, una intensa sustitución de cultivos en la pampa húmeda. Creció la
importancia de semillas nuevas, como el girasol, el maní y la cebada. La caída en la producción
de los cultivos tradicionales de alrededor de 39%, fue parcialmente compensada por un aumento
de 75% de las nuevas variedades. La paulatina normalización de las importaciones de bienes de
capital, incluyendo la maquinaria agrícola, ayudó a que la caída en la producción no fuera mayor.
Además, la producción pecuaria avanzó sobre tierras antes dedicadas a la agricultura,
reasignación que ya había ocurrido, a veces en sentido inverso, en otras épocas.

Dentro el esquema económico peronista, el campo tenía el importantísimo rol de proveer las
divisas necesarias para la importación de insumos y maquinarias que la industria local aún no
producía.

El financiamiento del Banco Central al IAPI


El IAPI no financió operaciones principalmente con recursos propios sino que lo hizo en gran medida
con créditos obtenidos de la banca oficial y redescontados por el Banco Central.

Esta fue una fuente de recursos de enorme importancia, que le permitió al gobierno un amplio
margen de discrecionalidad, ya que esos recursos no estaban sometidos al control del Congreso.
Con ellos el gobierno financió la nacionalización de varios servicios públicos, la compra de bienes
de capital para el gobierno central y algunos provinciales, de las empresas del estado, los gastos
corrientes del sector público, subsidios a las industrias y subsidios a la producción agrícola
ganadera.

Ahorro
El peronismo utilizó un método distinto de captación de ahorro. Se dejaron de usar incentivos de
mercado para obtenerlos de modo forzado (nacionalización de depósitos, utilización de
redescuentos del Banco Central, apropiación de los fondos en las Cajas de Previsión para colocar

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deuda del Gobierno a tasas más bajas que la inflación y al comercio exterior como fuente de
ingresos).

Cuando se produjeron crisis en el balance de pagos, a partir de la de 1949, el gobierno adoptó


medidas restrictivas que no sólo afectaron al crédito sino también a la actividad económica.
Existieron dos mercados segmentados de crédito, el oficial a la tasa subsidiada y otro informal
para las empresas que no tenían acceso al primero y que debían pagar otras más elevadas. Las
no favorecidas, en general empresas pequeñas, tuvieron que luchar para sobrevivir en un mundo
salvajemente competitivo cuando las primeras tenían acceso privilegiado a mercados restringidos.
Así también se abrió el camino a la economía negra (subterránea) y la evasión fue el método más
utilizado para sobrevivir.
Las empresas trataban de invertir endeudándose con el sistema financiero y llevando sus
beneficios fuera del país a resguardo de la inflación y de los intentos confiscatorios de los
gobiernos.
Mientras que las compras en bienes de consumo duraderos fueron un incentivo para la inversión
en esas actividades, la compra de moneda extranjera fue un ahorro fuera del país y no tuvo
aquellas características y el dólar comenzó a convertirse en un refugio usual.

Gasto público total en términos reales


El aumento del gasto en inversión fue determinante para el incremento global de las erogaciones
estatales. Buena parte está explicada por las nacionalizaciones. Pero además hubo inversiones
en comunicaciones, energía y material ferroviario, y se dio impulso a la construcción de caminos.
En los años 1946/1947 el principal motor de la inversión pública fue la defensa exterior, que llegó
a representar el 60% de los gastos públicos de capital. Creció también la importancia del gasto en
salud, educación y vivienda. El aumento del empleo público en general, aún sin considerar las
empresas estatizadas, puede verse como otra manera de asegurar esas lealtades y extenderlas
también a la clase media.

Al comenzar los años 50 la economía marchaba hacia una recesión, el gasto del Estado se redujo,
más en línea con la vieja ortodoxia fiscal. La otra gran inyección de demanda no provino
directamente del sector público, sino que fue inducida al sector privado a través de una política de
ingresos basada en el aumento masivo de salarios. Por esta vía el gobierno conseguía un doble
objetivo: ayudaba a expandir la economía y al mismo tiempo daba a su programa el contenido de
equidad que estaba en el corazón del discurso peronista.

Los salarios reales y la distribución del ingreso.


Los años 1947 y 1948 fueron de gran suba de los salarios reales y son vistos como la expresión
peronista a los sectores populares. Aunque el ritmo de crecimiento no continuo, las mejoras
durante el gobierno de Perón fueron de un 51% en 1946 -1950 y de un -2% en 1950 - 1955,
mientras que el producto creció un 17,1% y un 10,6% en los mismo periodos.

Financiamiento de las políticas


El Banco Central se convirtió en el principal instrumento para financiar los objetivos de política.
Financió con creación de dinero operaciones del IAPI, el rescate de las cedulas hipotecarias y el
redescuento de la operación corriente del Banco Hipotecario, la compra de empresas de servicios
públicos que se nacionalizaron como la Unión Telefónica y necesidades fiscales, todo ello por
montos muy significativos.

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Con la nacionalización de los depósitos de los bancos comerciales que pasaron al Banco Central
se reorientó el crédito por medio de los redescuentos. El dinero de los depositantes volvía a los
bancos, aunque no necesariamente a los mismos. Los oficiales (Nación, Industrial e Hipotecario)
recibieron la mayor parte de los redescuentos; el Banco Central pagaba el interés a los
depositantes pero a una tasa que en términos reales terminó siendo negativa.

En el sector oficial se aplicaron principalmente a la financiación de las operaciones del IAPI, al


financiamiento al gobierno, a la nacionalización de las empresas extranjeras de servicios públicos
y a la recompra de cédulas hipotecarias.

Durante todo el período del peronismo esos créditos aparecieron en los activos de los bancos
oficiales y en el central, que los había redescontado aunque de hecho, fueran incobrables.

Política Monetaria.
a. Los años de la gran expansión de posguerra
En 1946 subieron las reservas debido al aumento de los precios de las exportaciones, y los
términos de intercambio mejoraron notablemente. Ya en 1946 bajaron sustancialmente las
reservas debido a las operaciones de compra de la deuda de Gran Bretaña y de los ferrocarriles.
La caída de las reservas fue compensada con un aumento en el crédito doméstico.

En los años 1947-48 salieron reservas, pero el Banco Central llevó a cabo una política expansiva
aumentando la oferta monetaria. El PBI continuó creciendo hasta 1948 pero ya este año el balance
de pagos fue negativo.

No sólo el Banco Central atenuaba la caída de las reservas sino que tomaba una posición más
expansiva y menos prudente, lo que se refleja en un aumento de la inflación.

b. Período 1949-1952
Desde 1949 hasta 1952 continuaron disminuyendo las reservas, excepto en 1950 que aumentaron.
El proceso de desmonetización ya estaba en franca evolución.
Mostrando que el Banco Central no tuvo el manejo de la cantidad real de dinero, que fue
determinada por la demanda.

c. Período 1953-1955
Tras la devaluación, la caída del PBI y la contracción monetaria, las reservas aumentaron en el
año 1953 y luego se mantuvieron estables en 1954. El público en 1954 aceptó un aumento real
en las cantidades de dinero, probablemente después de la contracción real que se produjo en los
años anteriores y porque a partir de 1953 con los efectos contractivos de la caída real de la Oferta
Monetaria y las mejores cosechas en 1953 contribuyeron a equilibrar el Balance de pagos
generando expectativas más favorables, lo que incidió en una mayor demanda de dinero (menor
temor a la devaluación).

El gobierno de Perón siguió las políticas de expansión en las fases de alza pero también en las de
baja, y en el año 1952 más contractiva. Se diferenció de las políticas de la época del patrón de
oro, que habían sido expansivas en los años buenos pero contractivas en los malos, cuando había
reservas se las monetizaba sin temor a sus efectos sobre expansivos y cuando faltaba se creaba
dinero, por medio del crédito, para compensarlo.

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Referencias

Gerchunoff, P. y Llach, L. (2007) El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas


económicas argentinas. Buenos Aires: Emece.

Cortés Conde, R. (2007) La Economía Política de la Argentina en el Siglo XX. Buenos Aires:
Edhasa.

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