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Desde hace más de una década México atraviesa una crisis de violencia e
inseguridad. Como evidencia están los cientos de notas periodísticas sobre
asesinatos y desapariciones que se encargan de poner el problema de la
seguridad como prioridad en la agenda pública.
La cifra negra, el nivel de delitos no denunciados o que no derivaron en
averiguación previa fue de 92.8% a nivel nacional durante 2006. Es decir,1 de
cada 10 delitos ocurridos fueron denunciados. Algunas razones por las que las
personas no suelen denunciar son: el no reconocerse como víctimas,
considerar el daño irrelevante, falta de confianza en las autoridades, por la
pérdida de tiempo, evitan ser sujetos de chantaje por las autoridades. Si la
víctima siente temor o desconfianza de la autoridad, no denuncia. (Morales,
2010)
La violencia no es producida aleatoriamente,
sino que parte de una cultura de conflictos
familiares, sociales, económicos y políticos, y en
general, del sistema globalizado que a su vez
permea las diferentes formas de vida en la
sociedad, donde los estilos de vida de los
jóvenes son catalogados como formas de
delincuencia. El objetivo de esos estilos de vida,
sin embargo, sólo consiste en distanciarse
culturalmente de una sociedad que los jóvenes
no han fabricado.
Víctimas de la discriminación social y excluidos de las decisiones importantes,
muchos jóvenes carecen de planes o proyectos de vida, y son considerados
incapaces de adaptarse al medio social, por lo cual toman la delincuencia como
alternativa de sobrevivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de
oportunidades de empleo, salud, educación, el deporte, la desintegración
familiar, la impunidad, entre otros factores, componen el contexto en el que
nace y crece la juventud mexicana del siglo XXI. (Moreno. 2006)
En este fenómeno, los medios tienen un papel muy relevante, porque son los
encargados de llevar los mensajes a todo el mundo, a todo ser humano. Ellos
son en parte los responsables de unificar a la Tierra bajo los mismos
parámetros ideológicos. Son los instrumentos socializantes más fuertes en la
actualidad, pues han sustituido en gran medida la importancia que tenían los
antiguos, tales como la escuela, la familia o la Iglesia. (Rebolledo, 2017)
2 Niño de 8 años creyéndose
sicario.