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Abraham

(Ur, hoy desaparecida, actual Irak, siglos XIX-XVIII


a.C. - cerca de Mamré?, actual Israel, siglo XVIII
a.C.) Patriarca hebreo. Según la narración bíblica,
el padre de Abraham, Teraj, salió con su familia de
Ur, en tierra de los caldeos, y llegó a Jarán. De allí,
obedeciendo un mandato de Dios, Abraham
marchó con su mujer, Sara, y con todo su séquito a
Canaán, donde llevó una vida nómada.
Abraham y su hijo, Isaac, así como el hijo de éste,
Jacob, son tenidos por patriarcas. Jacob, que
además recibió el nombre de Israel, tuvo doce
hijos que llegaron a ser patriarcas de las tribus de Israel. Y, según la Biblia, esta familia creció
y se convirtió en una gran nación. Es difícil valorar el trasfondo histórico de la historia de
Abraham. Acaso vivió realmente, pero es posible también de una figura legendaria,
conmemorada en las crónicas de su pueblo migratorio.
Abraham constituye una parte muy importante de la historia bíblica de la salvación y es
considerado el padre del judaísmo. Tanto por parte de la religión judía como de la cristiana
es considerado el depositario de la bendición para todos los pueblos. El judaísmo lo ha
considerado siempre como un modelo de hombre justo y ha alabado su vida mediante
numerosas tradiciones. En las épocas oscuras de la historia de Israel, los profetas hebraicos
siempre intentaron devolver la confianza a su pueblo recordando a Abraham y su alianza con
Dios: «Considerad la roca de que habéis sido cortados, la cantera de donde habéis sido
extraídos. Mirad a Abraham, vuestro padre».
Pero Abraham no sólo es una figura importante en la religión judía, también lo es en las
religiones cristiana e islámica: tanto San Juan Bautista como San Pablo se oponen a la
creencia de que solamente los descendientes carnales de Abraham están llamados a la
salvación en el día del Juicio Final.
Isaac
Abraham rió cuando recibió el anuncio del nacimiento de
Isaac (Gn. 17.17), y posteriormente también Sara rió ante
la idea de que tendría un hijo cuando era de edad tan
avanzada (Gn. 18.12–15). Al nacer Isaac, cuando Abraham
tenía 100 años de edad, Sara declaró que Dios la había
hecho reír (Gn. 21.6). Ismael rió el día que Isaac fue
destetado (Gn 21.9). Es difícil descubrir un sujeto exacto
para el verbo, y posiblemente lo mejor es tomar la forma
impersonalmente. Algunos eruditos traducen "Dios ríe",
pero hay poca base para esta interpretación.

Los dos grandes hechos de la vida de Isaac giran alrededor


de su nacimiento y su casamiento, y la razón de esto es que él era la simiente por la cual
había de continuar la línea de la promesa. Abraham había sido objeto de una dura prueba
con respecto a la promesa de simiente, y luego, a una edad avanzada, cuando ya estaba
prácticamente muerto, vino la simiente. Así vemos que Dios cumple sus propósitos en el
cumplimiento de las promesas hechas a Abraham (Gn. 12.1–3), aun cuando el hombre
piense que es imposible que se cumplan.

Rebeca fue estéril durante 20 años, y nuevamente podría haberse creído que no se iba a
producir la simiente prometida simplemente por los medios naturales de paternidad, sino
por intermedio del poder creador sobrenatural de Dios. La esterilidad de Rebeca hace que
Isaac ruegue al Señor, quien anuncia a Rebeca que dos niños luchan en su seno (Gn. 25.22–
26). Estos dos niños, que representan dos naciones, siguen caminos mutuamente hostiles.
Isaac mismo permanece peregrino en la tierra y, en lugar de ir a Egipto en tiempo de
escasez, se queda en Gerar. En un momento crítico, al igual que Abraham, trata de proteger
a su esposa haciéndola pasar por su hermana. Después de reñir con los pastores de Gerar se
traslada a Beerseba, y finalmente llega a un acuerdo con Abímelec. Surge antagonismo
mutuo entre Isaac y Rebeca a causa de las acciones de Jacob. Isaac, engañado, pronuncia la
bendición paterna sobre Jacob y un devoto deseo profético sobre Esaú. Isaac muere a la
edad de 180 años y es sepultado por sus hijos, Esaú y Jacob.

En el NT se menciona su nacimiento como hijo de la promesa en Ro. 4.6–21; 9.7–9. En Gá.


4.22–31 se alegoriza sobre la separación entre él e Ismael. En He. 11.17–19 y Stg. 2.21–23 se
recuerda cuando su padre lo iba a sacrificar (para su influencia posterior, como en Ro.
8.32a). En Ro. 9.10–13 se habla de él como padre de Esaú y Jacob; y, como evidencia de su
fe, He. 11.20 menciona a bendición que pronunció para ambos hijos.
San José
Esposo de María, madre de Jesús. Descendiente de
David, José era el padre putativo de Jesús, a cuyo
nacimiento asistió en Belén. Vivió en Nazaret
ejerciendo el oficio de carpintero y, al parecer, murió
antes de que comenzase la vida pública de Jesús. Su
culto, extendido en Oriente antes del siglo V, no llegó
a Occidente hasta la Edad Media. En 1870 fue
proclamado patrón de la Iglesia universal; es también
patrono de los carpinteros y de los moribundos.

Dentro del cristianismo, San José encarna las virtudes


de la honestidad, el amor al trabajo y la fe
inquebrantable en Dios. Los hechos relativos a la vida
de San José aparecen en los Evangelios, sobre todo en
los de San Mateo y San Lucas. Descendiente de la casa
del rey David, José se casó con María, pero, antes de que cohabitasen, supo que María había
concebido un hijo.

San José, «como era realmente bueno y no quería denunciarla, determinó repudiarla en
secreto» (Mateo 1:19). Sin embargo, un ángel se le apareció en sueños y le reveló que el hijo
que María tenía en su seno había sido concebido por obra del Espíritu Santo.

Tras el nacimiento de Jesús en Belén, San José, avisado de nuevo por un ángel, tomó
a Jesús y a la Virgen María y los condujo a Egipto para huir de la furia del rey de
Judea, Herodes el Grande. A la muerte del monarca, y después de una nueva revelación del
ángel, San José retornó a su país; pero, por temor al sucesor de Herodes, la familia no se
estableció en Belén, sino en Nazaret de Galilea. Allí San José ejerció su oficio de carpintero.

Los evangelios citan por última vez a San José en el episodio (narrado por San Lucas) en el
que Jesús se perdió durante una visita a Jerusalén, y fue hallado por sus padres en el templo,
discutiendo con los doctores. Nada cierto se sabe acerca de la muerte de San José, aunque
por la narración evangélica parece probable que fuera antes de que Jesús iniciara su vida
pública.

El culto a San José comenzó posiblemente entre las comunidades cristianas de Egipto. En
Occidente fueron los servitas, una orden mendicante, quienes en el siglo XIV comenzaron a
festejar el 19 de marzo como la fecha de la muerte de San José, y esta devoción tendría
luego impulsores como el papa Sixto IV y la mística española Santa Teresa de Jesús. El
papa Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia universal el año 1870. Casi cien años después, en
1955, Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero el 1 de mayo.
Moisés
(Siglo XIII a. C.) Profeta y legislador de
Israel cuyas acciones están descritas en el
libro del Éxodo. Sin embargo, dicho libro del
Antiguo Testamento está escrito en un
registro literario y simbólico que deja en la
penumbra la figura histórica de Moisés,
rodeándola de milagros, prodigios y
leyendas; e incluso existen dudas sobre la
existencia real de Moisés, que podría ser un mito.

De haber existido, Moisés sería un personaje de origen desconocido, criado en la


corte de los faraones (su nombre es egipcio y la leyenda habla de un niño
abandonado y salvado de las aguas del Nilo). Parece ser que, hacia 1230 o 1250
a. C., Moisés se retiró a meditar al Sinaí, donde creyó recibir un mensaje divino
que le ordenaba liberar a los judíos refugiados en Egipto y sometidos a duras
condiciones de cautiverio. Consiguió unificar a varios clanes hebreos partidarios
de regresar a Palestina e iniciar con ellos un largo viaje hacia la «Tierra
Prometida», huyendo de la persecución del faraón egipcio Ramsés II.
Durante la travesía, Moisés dijo haber recibido varias revelaciones directamente
de Dios, con las que dio forma a la religión judía: una alianza entre el único
Dios(Yahvé) y el pueblo hebreo, que en adelante se mantendría fiel al monoteísmo
fundado por Abraham; y un conjunto de leyes que incluían el culto del «Arca de la
Alianza», la instauración del clero y diez mandamientos de orden moral y
religioso.

Moisés no fue sólo el dirigente del éxodo judío hacia Palestina, sino también el
autor de los fundamentos de la ley judaica, si bien el contenido de sus leyes no
difiere mucho de las que predominaban en el Oriente Medio por aquella época (a
excepción del componente monoteísta, que no fue creación de Moisés). La ley
está contenida en los cinco libros del Antiguo Testamento que forman el
Pentateuco y que constituyen la Tora de los judíos
(Génesis, Éxodo, Levítico,Números y Deuteronomio).
La tradición religiosa supone a Moisés autor de los cinco libros, si bien parece
probado que no pudo serlo más que en muy pequeña parte y que el grueso de su
contenido fue redactado mucho después. En todo caso, su figura es venerada
tanto por la religión judía como por el cristianismo y el islam.
Libro de los Jueces
El Libro de los Jueces es un
libro bíblico del Antiguo Testamento y
del Tanaj hebreo, perteneciente al
grupo de los Libros Históricos. En la
Biblia se encuentra ubicado entre
el Libro de Josué y el de Rut.

Presentan a los Jueces o Libertadores


que salvaron al pueblo de la
esclavización, después de liberarlos los
gobernaron. En tiempos de los Jueces,
Israel está completamente
desorganizada, sus instituciones están
aún sin definir y numerosas potencias
la amenazan.

Como esta intervención está librada solamente al arbitrio de la Divinidad, los jueces
aparecen y desaparecen a intervalos irregulares de la historia hebrea.
Ningún juez llegó a ser jefe supremo porque su función no es lograr la unidad sino
solventar un problema puntual: la unificación definitiva habrá de esperar a los Reyes.
El contexto histórico en el que se desarrolla este libro abarca el tiempo desde la
muerte de Josué hasta la monarquía, durante el cual el pueblo de Israel vive en
Canaán.

El Libro de los Jueces narra el período que va desde la muerte de Josué hasta el
nacimiento de Samuel, un tiempo en que los judíos han abandonado su vida
nómada y acaban de instalarse como semisedentarios primero y agricultores luego,
habitando en casas de material o chozas de adobe. Aunque Jueces no sigue un plan
fijo y bien estructurado, a grandes rasgos pueden distinguirse en él las siguientes
partes:
1. Primera introducción (1:1-2:5);
2. Segunda introducción (2:6-3:6);
3. Cuerpo de la obra, con los hechos de los seis "jueces mayores" y algunos
menores; y
4. Dos apéndices (caps. 17 a 21).
Primer Libro de los Reyes
El tiempo de los Reyes constituye la tercera etapa
de la historia de Israel, después del tiempo de los
Patriarcas (Abraham, en los años 1750 antes de
Cristo) y el tiempo del Exodo y la Conquista
(Moisés, en los años 1250 antes de Cristo).
David había tomado Jerusalén más o menos en el
año 1000 antes de Cristo. El reino de David y su
hijo Salomón se dividirá a la muerte de Salomón,
ocurrida en el 932 antes de Cristo. La parte del
norte, llamada reino de Israel, dejará de existir
como nación al cabo de dos siglos. La parte del
sur, llamada reino de Judá, durará hasta el año
587, año de la destrucción de Jerusalén y del Templo, con el Destierro a Babilonia.
Son cuatro siglos en total. Estos cuatro siglos de los Reyes son los más importantes de la
historia sagrada, porque éste fue, más o menos, el tiempo en que Dios hizo surgir en ese pueblo
los profetas.
La mayor parte de la Biblia se escribió en esos cuatro siglos. No solamente los grandes profetas
dejaron sus obras: Isaías, Jeremías..., sino que grupos de profetas de menos importancia
escribieron gran parte de la historia de Israel: la mayoría de las páginas del Génesis y del Exodo,
los libros del Deuteronomio, de Josué, de los Jueces, de Samuel y de los Reyes.
Con esto queremos decir que el período de los Reyes es el que conocemos con mayor precisión
histórica.
Estos fueron cuatro siglos en que la fe de Israel, enfrentando tentaciones, persecuciones y
dificultades de toda clase, maduró hasta alcanzar, en los grandes profetas, esta sublimidad y
lucidez que sólo Cristo podía llevar más adelante.
El libro de los Reyes
Al comienzo, los dos libros de los Reyes formaban uno solo. Esta obra es el fruto de la reflexión
de los profetas y terminó de redactarse durante el Destierro a Babilonia.
Se trata de una historia religiosa que, deliberadamente, omite hechos que a otros parecerían
muy interesantes: apenas se habla de los importantes reinados de Omri y Jeroboam II en
Samaria. El juicio es siempre desfavorable para los reyes de Israel, recordando cada vez la culpa
del primero de ellos, Jeroboam, responsable de la división. Solamente se alaba a algunos reyes
de Judá por su fidelidad a Yavé.
Se notarán tres partes:
— La magnificencia del reinado de Salomón y del Templo.
— La historia de los dos reinos separados de Israel y de Judá.
— Después de la desaparición del reino de Israel, sigue la historia de Judá hasta su destrucción,
en el 587.
Los capítulos referentes a Elías y Eliseo forman un conjunto aparte: 1 R, capítulos 17-19, y 2 R,
capítulos 2 a 8.
PROFETAS

DURANTE la época de los reyes de Israel y


Judá cobró relevancia un importante
grupo de hombres: los profetas. Todos
ellos necesitaron valor y una fe firme para
transmitir los mensajes de Dios. Muchas
de sus profecías trataron sobre los
siguientes temas:
1. La destrucción de Jerusalén. Los profetas de Dios —sobre todo Isaías y
Jeremías— predijeron con muchos años de anticipación que Jerusalén sería destruida
y abandonada. También revelaron de forma impactante la razón por la que aquella
ciudad había provocado la ira de Dios. Aunque decía representar a Jehová, sus
prácticas religiosas ofensivas, su flagrante corrupción y su violencia la delataban
(2 Reyes 21:10-15; Isaías 3:1-8, 16-26; Jeremías 2:1–3:13).
2. La restitución de la adoración verdadera. Tras los setenta años de exilio en
Babilonia, el pueblo de Dios regresaría a su tierra, reconstruiría el templo de Jerusalén
y restituiría la adoración verdadera (Jeremías 46:27; Amós 9:13-15). Unos doscientos
años antes de que sucediera, Isaías profetizó que un hombre llamado Ciro
conquistaría Babilonia y liberaría al pueblo. Incluso reveló cuál sería su singular plan
de ataque (Isaías 44:24–45:3).
3. La llegada del Mesías y sus vivencias. El Mesías nacería en una ciudad llamada
Belén (Miqueas 5:2). Sería una persona humilde, quien haría su entrada en Jerusalén
montado sobre un simple asno (Zacarías 9:9). Pese a que trataría a la gente con amor
y cariño, muchos lo despreciarían (Isaías 42:1-3; 53:1, 3). De hecho, sufriría una
muerte terrible. ¿Significaría eso el fin del Mesías? No, pues sería resucitado para
presentar su sacrificio y así obtener el perdón de los pecados de toda la humanidad
(Isaías 53:4, 5, 9-12).
4. El gobierno del Mesías. Los seres humanos imperfectos no están capacitados
para gobernar, pero el Rey Mesiánico sí. Lo que es más, a él se le llamaría Príncipe de
Paz (Isaías 9:6, 7; Jeremías 10:23). Cuando gobierne la Tierra, habrá paz en todo el
planeta, y el hombre vivirá en armonía con los animales (Isaías 11:3-7). Desaparecerán
todas las enfermedades (Isaías 33:24). Y hasta la muerte será cosa del pasado (Isaías
25:8). De hecho, millones de personas volverán a vivir (Daniel 12:13).
Jacob
Jacob es uno de los patriarcas en la Biblia. Su
historia es contada en el Libro del Génesis.
Yavé continuamente declaró su amor por Jacob: «...
yo amé a Jacob, y odié a Esaú...».1
Cuenta el relato bíblico que Jacob compró
la primogenitura de su hermano Esaú por un plato
de lentejas.2 A su esposa, Raquel, la obtuvo de su
tío Labán a cambio de catorce años de trabajo:
después de los siete primeros años de
trabajo Labán lo engañó, entregándole a su hija Lea.
Una semana después le entregó a su hija Raquel a
cambio de otros siete años.3
Dios renombró a Jacob como Israel4 tiempo después que este protagonizara una
lucha contra un ángel,5 y en su momento llegaría a ser el padre de los israelitas.6
Según la tradición, Jacob probablemente nació en Lahai-roi, unos veinte años
después del matrimonio entre Isaacy Rebeca,7 cuando para ese tiempo su padre
tenía 60 años de edad,8 y su abuelo Abraham, 160 años. Al igual que su padre,
Jacob era de disposición tranquila, porque, según el relato, él era un ish tam, un
hombre sencillo y puro. También dice que yacía «en la tienda», lo cual podría ser
una señal de que era además estudioso.
Era el segundo nacido de los hijos gemelos de Isaac y Rebeca. Durante el
embarazo, los niños luchaban dentro de ella.9 Cuando Rebeca le consultó a Dios el
porqué de la lucha, recibió el mensaje de parte de Él, que dos naciones, muy
distintas entre ellas, estaban formándose en su vientre, y que el mayor serviría al
menor.7 Rebeca siempre recordó estas palabras. De hecho, ella siempre favoreció a
Jacob. Entretanto, su padre, Isaac, siempre favoreció a Esaú, el otro hijo mellizo,
quien era un hombre de campo y un gran cazador.

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