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María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
ÍNDICE
RESUMEN
...............................................................................................................................................
3
INTRODUCCIÓN
...................................................................................................................................
4
1.
LA
FUNCIÓN
EDUCATIVA
DEL
MUSEO
..................................................................................
12
2.
EL
MUSEO
COMO
ESPACIO
EDUCATIVO
INTEGRADO
......................................................
17
PROCESOS
EDUCATIVOS
VS.
RESULTADOS
.......................................................................................................
20
EL
VALOR
DE
LAS
ARTES
EN
LA
FORMACIÓN
DE
LOS
JÓVENES
.....................................................................
26
CONEXIÓN
DEL
CURRÍCULUM
DE
SECUNDARIA
CON
LA
PROGRAMACIÓN
DE
LOS
MUSEOS
.....................
29
OBSTÁCULOS
EN
LA
INTEGRACIÓN
DE
LOS
MUSEOS
EN
EL
CURRÍCULUM
EDUCATIVO
.............................
36
3.
LOS
PROGRAMAS
EDUCATIVOS
DE
LOS
MUSEOS
..............................................................
39
LA
EXPERIENCIA
VITAL
EN
LOS
MUSEOS:
LA
FUNCIÓN
LÚDICA
....................................................................
39
LA
SUPREMACÍA
DEL
SHOW
BUSINESS
EN
LOS
ESPACIOS
MUSEÍSTICOS
POSMODERNOS:
DIÁLOGO
ENTRE
CLAIR
Y
DANTO
....................................................................................................................................................
42
PROGRAMAS
EDUCATIVOS
EN
LOS
MUSEOS
.....................................................................................................
47
4.
CONCLUSIONES
.............................................................................................................................
51
LA
NECESIDAD
DE
LA
INTEGRACIÓN
DE
LOS
MUSEOS
EN
EL
CURRÍCULUM
EDUCATIVO
..........................
51
HACIA
UN
MODELO
DE
MUSEO
INTERMEDIO
...................................................................................................
52
PROPUESTAS
SOBRE
LA
PROGRAMACIÓN
EDUCATIVA
...................................................................................
53
BIBLIOGRAFÍA
...................................................................................................................................
57
2
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Resumen
Los
museos,
considerados
hasta
el
momento
ayudas
culturales
por
los
centros
de
enseñanza,
constituyen
espacios
educativos
de
primer
orden
que,
sin
embargo,
todavía
se
hallan
poco
aprovechados.
El
cambio
de
paradigma
en
la
comunidad
museística,
propiciado
por
iniciativas
como
las
basadas
en
las
teorías
del
filósofo
y
pedagogo
Dewey,
permite
hablar
de
instituciones
que
compiten
con
la
escuela
en
su
función
pedagógica,
con
programas
interactivos,
flexibles
y
de
colaboración
enfocados
al
público
más
joven
y
que
parten
del
enfoque
constructivista.
El
obstáculo
mayor
para
el
óptimo
aprovechamiento
de
estos
programas
es
la
falta
de
comunicación
entre
museos
y
escuelas,
que
resulta
en
visitas
aisladas
que
no
engarzan
con
la
programación
docente
desde
un
punto
de
vista
procesual
de
la
enseñanza.
Se
hace
necesario,
pues,
establecer
vías
de
intercambio
que
hagan
posible
la
integración
de
los
espacios
museísticos
en
el
proceso
formativo
del
alumnado,
de
modo
que
el
esfuerzo
educador
conjunto
entre
escuela
y
museos
redunde
en
el
aprendizaje
significativo
de
los
estudiantes.
La
incorporación
de
la
materia
de
historia
del
arte
en
la
asignatura
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia
impone
límites
de
horario
en
el
desarrollo
de
sus
contenidos,
aunque
también
brinda
la
oportunidad
de
presentar
una
visión
holística
e
interdisciplinar
del
conocimiento
del
pasado
y
del
mundo
que
puede
resultar
más
enriquecedora.
El
docente
se
alza
como
una
figura
clave
a
este
respecto,
pues
su
formación
tanto
en
historia
del
arte
como
en
pedagogía
hará
posible
que
la
formación
artística
de
sus
alumnos
sea
completa
e
integral,
y
asimismo
conecte
con
la
experiencia
vital
y
especializada
del
museo.
3
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Introducción
Si
quieres
construir
un
barco,
no
juntes
hombres
para
cortar
leña,
dividir
las
tareas
e
impartir
órdenes,
sino
enséñales
la
nostalgia
del
mar,
vasto
e
infinito.
Saint-‐Éxupéry
Si
bien
numerosos
autores
coinciden
en
tres
aspectos
interrelacionados
que
hacen
al
buen
profesional
docente:
las
cualidades
personales,
el
dominio
de
la
disciplina,
y
las
habilidades
didácticas;
su
concreción
en
la
práctica
docente,
esto
es,
la
metodología
óptima
dentro
del
enfoque
constructivista
para
que
se
lleve
a
cabo
un
aprendizaje
significativo,
todavía
constituye
objeto
de
controversia.
Los
apoyos,
soportes
o
instrumentos
de
ayuda,
que
pueden
ser
de
distintos
tipos:
manipulativas,
audiovisuales
o
informáticas,
sociales,
culturales,
y
de
atención
a
la
diversidad,
son
vistas
por
algunos
docentes
como
complementos
prescindibles
para
el
desarrollo
del
currículum,
mientras
que
para
otros,
constituyen
una
herramienta
indispensable
para
la
comprensión
del
contenido,
e
incluso
forman
parte
de
él.
El
asunto
no
es
modo
alguno
baladí.
La
adhesión
a
una
u
otra
postura
refleja
concepciones
distintas
de
la
enseñanza,
lo
que
permea
las
observaciones,
el
diagnóstico,
y
las
propuestas
que
se
realizan
en
el
campo
educativo
y
más
tarde
se
llevan
a
la
práctica.
Por
otro
lado,
afectan
de
lleno
a
instituciones
culturales
con
un
alto
cometido
educativo,
como
es
el
caso
de
los
museos,
los
cuales,
y
hasta
el
momento,
constituyen
ayudas
culturales
de
primer
orden.
Es
por
esto
que
la
reflexión
en
torno
a
esta,
a
priori,
dicotomía
en
la
utilización
de
las
ayudas
en
las
aulas,
es
pertinente
desde
este
trabajo
académico,
cuyo
objeto
de
estudio
constituye
la
dimensión
educativa
de
los
museos,
y
que
tiene
como
ulterior
propósito
presentar
propuestas
que
repercutan
en
la
mejora
de
la
programación
pedagógica
de
estas
instituciones
y
los
propios
centros
educativos.
El
debate
acerca
de
la
incorporación
de
las
ayudas
en
el
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje
alude
a
otra
vieja
polémica:
la
concepción
de
la
enseñanza
como
actividad
artística
o
como
actividad
científica.
Mientras
los
defensores
del
primer
planteamiento
apelan
a
lo
innecesario
de
buscar
sistematizaciones
y
normas
en
una
tarea
que
responde
a
la
voluntad
personal
y
las
lecciones
marcadas
4
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
por
la
propia
experiencia,
pues
la
docencia,
como
el
arte,
es
una
actividad
exenta
de
reglas;
los
defensores
del
segundo
planteamiento,
por
el
contrario,
consideran
la
actividad
docente
como
estable
y
previsible,
sujeta
a
las
normas
que
imponen
las
evidencias
acumuladas.
Ambos
razonamientos,
sin
embargo,
se
apoyan
en
presupuestos
falaces,
pues
ni
la
enseñanza
puede
ser
rígida
—necesita
poder
adaptarse
a
las
circunstancias
particulares—
ni
el
arte
está
libre
de
sujeciones.
Incluso
el
artista
más
vanguardista,
si
es
serio,
se
toma
la
creación
de
una
obra
artística
como
un
rompecabezas
que
necesita
resolver
con
éxito,
de
modo
que
busca
soluciones
concretas
a
una
serie
de
problemas
que
el
arte
plantea
en
el
curso
histórico,
inaprensibles,
eso
sí,
para
el
individuo
no
experto.
Picasso
puede
resultar
un
ejemplo
paradigmático
de
esto.
Si
a
primera
vista
su
obra
puede
parecer
libre
de
limitaciones,
pues
abrió
rutas
artísticas
diametralmente
opuestas
a
las
del
momento;
fue
capaz
de
hacer
esto
porque
dominaba
la
técnica
tradicional,
esto
es,
se
convirtió
en
pionero
después
de
haber
conocido
en
profundidad
los
entresijos
del
arte
hecho
hasta
entonces.
Basta
con
echar
un
vistazo
a
Ciencia
y
caridad,
obra
que
realizó
con
quince
años
y
recibió
mención
especial
en
la
Exposición
Nacional
de
Bellas
Artes,
para
comprender
esto.
Con
la
enseñanza
podemos
establecer
una
analogía.
Es
necesario
un
fundamento
científico
sólido
para
poder
desplegar
el
genio
creativo,
de
lo
contrario,
el
esfuerzo
nunca
llegará
a
ser
significativo.
Aunque
la
dimensión
artística
y
científica
se
presentan
como
irreductibles,
en
realidad,
la
dimensión
científica
es
parte
integrante
de
la
actividad
artística
bien
entendida.
Esta
conclusión
es
aplicable
a
la
integración
de
las
ayudas
en
la
programación
de
los
centros
educativos,
que
no
resultan
un
mero
complemento
cuya
incorporación
se
deja
al
criterio
personal
de
cada
docente,
sino
que
cuentan
con
un
fundamento
teórico
que
apuntala
su
valor
en
la
formación
integral
del
alumnado
y
su
contribución
en
la
resolución
de
algunos
de
los
problemas
que
plantea
la
escuela
tradicional.
Porque
los
museos
conforman
instituciones
educativas
por
derecho
propio,
la
cuestión
presenta
un
doble
planteamiento.
Por
un
lado,
se
halla
la
consideración
de
los
museos
como
ayudas
culturales
valiosas
que
pueden
formar
parte
del
currículum
de
Secundaria,
y
por
otro,
refiere
a
la
programación
didáctica
de
estas
instituciones,
que
integran
a
su
vez,
ayudas
de
distinta
índole.
Por
esta
razón,
la
5
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
argumentación
siguiente,
de
carácter
general,
alude
a
las
ayudas
en
su
doble
vertiente.
Las
ayudas
bien
ajustadas,
que
como
describe
Coll
(1990,
1991),
son
aquellas
que
se
ajustan
a
la
situación
y
características
que,
en
cada
momento,
presenta
la
actividad
mental
constructiva
del
alumno,
suponen,
en
palabras
de
Onrubia
(1993:
103),
“retos
abordables
para
el
alumno;
abordables
no
tanto
en
el
sentido
de
que
pueda
resolverlos
o
solventarlos
por
sí
solo,
sino
de
que
pueda
afrontarlos
gracias
a
la
combinación
de
sus
propias
posibilidades
y
de
los
apoyos
e
instrumentos
que
reciba
del
profesor”.
Durante
años,
una
de
las
grandes
frustraciones
del
colectivo
docente
ha
sido
tratar
de
enseñar
a
la
clase
del
“medio”,
esto
es,
conseguir
que
los
25
o
30
niños
aprendan
los
mismos
conceptos
al
mismo
ritmo,
algo
que
nunca
ha
dado
completo
resultado,
pues
los
más
avanzados
se
aburren
y
desconectan
de
la
explicación,
mientras
que
aquellos
a
los
que
les
cuesta
más
también
acaban
por
dejar
de
prestar
atención
cuando
se
pierden
en
algún
punto.
A
esto
se
une,
como
señala
Jackson
(1991:
14),
la
considerable
cantidad
de
tiempo
que
pasan
los
niños
y
adolescentes
en
la
escuela,
la
uniformidad
del
entorno
escolar
y
la
obligatoriedad
de
la
asistencia
diaria,
tres
factores,
que
aunque
parecen
obvios,
“merece[n]
una
cierta
reflexión
porque
contribuye[n]
a
que
comprendamos
la
forma
en
que
los
alumnos
sienten
su
experiencia
escolar
y
la
abordan”.
En
consecuencia,
los
problemas
de
atención
son
una
cuestión
rampante
en
la
escuela
tradicional,
la
cual
acarrea
efectos
adversos
en
el
rendimiento
de
los
alumnos.
Las
ayudas
se
proponen
contribuir
a
resolver
la
falta
de
atención
de
los
alumnos
en
las
distintas
materias
debido
la
dificultad
que
pueden
entrañar
determinados
contenidos
y
la
monotonía
de
las
clases
excesivamente
unidireccionales
y
de
estilo
magistral,
lo
que
exige
que
el
docente
tome
decisiones
acertadas
acerca
de
la
pertinencia
de
la
ayuda
en
cada
caso.
Una
misma
forma
de
actuación
del
profesor
puede,
como
señala
Onrubia
(1993:
105),
“en
un
momento
dado
y
con
unos
alumnos
dados,
servir
como
ayuda
ajustada
y
favorecer
el
proceso
de
(…)
[enseñanza-‐aprendizaje],
y
en
otro
momento
o
con
otros
alumnos,
no
servir
en
absoluto
como
tal
y
no
favorecer
ese
proceso,
en
función
de
los
significados
y
sentidos
que
aporten
a
los
alumnos
a
la
situación
en
cada
caso
concreto.”
De
este
modo,
la
enseñanza
no
puede,
de
acuerdo
a
este
mismo
autor,
“limitarse
a
6
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
proporcionar
siempre
el
mismo
tipo
de
ayudas
ni
a
intervenir
de
manera
homogénea
e
idéntica
en
cada
uno
de
los
casos”.
Las
teorías
constructivistas
ya
señalaban
las
variables
personales
que
influyen
en
todo
el
proceso
de
aprendizaje
y
que
dan
como
resultado
la
diversidad
en
los
resultados
académicos
del
alumnado.
Los
alumnos,
en
un
mismo
contexto
educativo
y
ante
las
mismas
tareas
de
aprendizaje,
resuelven
las
actividades
y
rinden
ante
ellas
de
forma
diferente,
pues
cada
uno
tiene
un
estilo
diferente
de
aprendizaje.
Los
estilos
de
aprendizaje
pueden
definirse
como
“la
disposición
que
manifiestan
los
alumnos
para
adoptar
determinadas
estrategias
cuando
se
enfrentan
a
un
conjunto
de
actividades
o
a
la
solución
de
un
problema”
(Hervás,
2003),
y
abarcan
los
comportamientos
cognitivos,
los
personales
y
los
afectivos
que
modulan
las
formas
del
alumno
de
percibir,
interactuar
y
responder
ante
la
información
en
el
contexto
educativo.
La
clasificación
más
conocida,
establecida
por
Biggs,
distingue
cuatro
modelos
de
estilos
de
aprendizaje
en
función
de
los
componentes
del
contexto
que
más
influyen
en
el
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje,
y
de
su
evaluación
(Marín,
2002):
el
modelo
de
estilos
personales,
que
pone
énfasis
en
la
persona
y
se
asocia
más
a
pruebas
objetivas,
el
modelo
de
procesamiento
de
la
información,
el
cual
se
centra
en
las
estrategias
utilizadas
por
los
alumnos
en
situaciones
de
aprendizaje,
el
modelo
fenomenográfico,
que
sitúa
el
foco
de
interés
en
cómo
el
estudiante
percibe
y
considera
que
responde
ante
esa
tarea,
y
el
modelo
de
sistemas,
que
contempla
los
rasgos
personales,
el
contexto,
el
grado
de
procesamiento
de
la
información
trabajada
y
los
resultados
del
aprendizaje
como
un
sistema
en
el
cual
los
individuos
ajustan
sus
intenciones
y
estrategias
a
su
punto
de
vista
sobre
las
demandas
de
las
tareas
(Biggs,
1994).
Los
diferentes
estilos
dan
lugar
a
enfoques
de
aprendizaje,
que
se
desarrollan
a
partir
de
la
relación
entre
los
motivos
que
persigue
el
alumno
con
el
estudio
y
las
estrategias
que
utiliza
en
el
proceso,
influyendo
en
los
resultados
académicos
que
obtienen
(Barca
et
al.,
2008).
De
acuerdo
al
“Modelo
3P”
de
Biggs
(2005),
estos
son
el
enfoque
profundo,
que
mueve
a
los
alumnos
a
comprender
significativamente
la
materia
y
hacerlo
por
sí
mismos,
el
enfoque
superficial,
que
surge
de
la
intención
de
liberarse
de
la
tarea
con
poco
esfuerzo,
aunque
dando
la
sensación
de
satisfacer
los
requisitos
mínimos
de
la
misma,
y
el
enfoque
de
logro,
7
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
que
lleva
al
alumno
a
tratar
de
obtener
las
máximas
calificaciones
posibles
economizando
el
esfuerzo.
La
incorporación
de
las
distintas
ayudas
suponen
un
valor
añadido
en
este
cometido
de
atender
a
las
preferencias
y
necesidades
específicas
de
los
alumnos
de
forma
que
el
aprendizaje
sea
lo
más
óptimo
y
motivador
posible.
Su
extensa
tipología
permite
adecuarlas
a
las
circunstancias
concretas
del
grupo-‐clase
y
facilitar
así
el
proceso
de
evaluación,
lo
que
a
su
vez
permite
que
el
docente
pueda
asegurarse
de
manera
menos
inequívoca
del
progreso
de
cada
alumno.
Un
aspecto
a
considerar
en
la
selección
de
las
ayudas
es,
en
opinión
de
Onrubia
(1993:
105)
la
dimensión
temporal
de
las
situaciones
de
enseñanza
y
aprendizaje,
que
adquiere
gran
relevancia
a
la
hora
de
decidir
“qué
ayuda
concreta
puede
ser
más
ajustada
en
cada
caso
o
de
analizar
si
una
intervención
específica
realizada
ha
sido
ajustada
o
no”.
En
función
del
momento
del
proceso
en
el
que
se
encuentren
en
el
aprendizaje
de
un
contenido
(momento
inicial
o
final,
si
se
trata
de
un
contenido
nuevo
o
trabajado
con
anterioridad),
los
alumnos
necesitarán
un
tipo
de
ayuda
u
otro
y
en
distinto
grado.
De
este
modo,
el
educador
debe
atender
a
las
circunstancias
concretas
que
rodean
a
cada
grupo
de
clase
a
lo
largo
del
proceso
de
enseñanza-‐
aprendizaje
e
introducir
variación
y
diversidad
en
las
formas
de
ayuda
para
que
este
resulte
eficaz.
De
todo
lo
expuesto
se
desprende
la
necesidad
de
atender
tanto
al
modo
en
que
los
alumnos
aprenden,
como
al
enfoque
con
el
cual
se
enfrentan
a
su
aprendizaje,
de
forma
que
cada
alumno
alcance
su
máximo
potencial
y
cambie
su
percepción
del
proceso
de
aprendizaje:
de
algo
gravoso
o
impuesto
a
algo
retador
y
motivador.
Es
aquí
donde
las
ayudan
adquieren
toda
su
relevancia,
pues
no
hacen
sino
traer
sobre
la
palestra
los
fundamentos
teóricos
del
enfoque
constructivista
y
presentar
modos
de
aplicarlos
de
manera
efectiva.
Los
apoyos,
soportes
o
instrumentos
de
ayuda
otorgan
en
muchas
ocasiones
un
papel
más
activo
a
los
alumnos
al
hacer
hincapié
en
la
dimensión
práctica
de
los
conceptos
o
la
competencia
de
aprender
a
aprender,
lo
que
permite
que
se
produzca
un
aprendizaje
significativo.
Un
aspecto
importante
de
la
educación,
con
frecuencia
olvidado,
es
la
involucración
de
los
alumnos
en
el
proceso,
de
modo
que
sean
protagonistas
activos
y
tomen
consciencia
de
su
propio
aprendizaje;
algo
a
lo
que
las
ayudas
pueden
contribuir.
8
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Esto
se
relaciona
también
con
el
papel
del
profesor,
que,
como
se
ha
expuesto
con
anterioridad,
no
debe
limitarse
a
transmitir
conocimientos,
sino
que
debe
perseguir
el
aprendizaje
significativo.
El
modelo
constructivista
rompe
con
los
esquemas
conductistas
y
cognitivistas
y
pone
el
foco
en
el
alumno,
que
se
convierte
en
el
protagonista
del
aprendizaje.
De
este
modo,
este
ya
no
se
limita
a
reproducir
las
informaciones
o
contenidos
que
recibe,
sino
que
es
él
quien
los
construye
activamente
relacionando
las
nuevas
informaciones
con
los
conocimientos
previos
que
tiene
almacenados
en
la
memoria.
La
idea
que
subyace
es
pues
que
el
alumno
aprende
cuando
comprende,
y
las
ayudas
constituyen
una
herramienta
esencial
a
este
propósito.
Sin
embargo,
y
aunque
la
idea
de
los
museos
como
ayudas
culturales
no
es
incorrecta,
sí
que
resulta
limitada
desde
un
enfoque
propiamente
integral,
que
es
el
que
desde
aquí
se
propone.
Es
por
esto
que
este
trabajo
de
investigación
aboga
por
dar
un
paso
más
partiendo
de
la
concepción
constructivista
de
la
educación.
Una
de
las
mayores
aspiraciones
del
arte,
especialmente
reivindicada
a
partir
de
la
revolución
pop
de
los
años
sesenta,
es
la
de
fundirse
con
la
vida,
la
cual
aúna
todos
los
ámbitos
humanos,
incluido
el
de
la
educación.
De
igual
forma,
el
reconocido
pedagogo
Dewey
promovía
una
concepción
de
la
enseñanza
que
no
queda
restringida
a
las
paredes
del
centro
educativo,
sino
que
abarca
el
entorno
próximo.
Los
museos
no
solo
conforman
ayudas
culturales
preciadas
para
los
docentes,
sino
que
los
cambios
sufridos
en
su
seno
en
las
últimas
décadas
permiten
su
consideración
como
instituciones
educativas
equiparables
a
los
centros
de
enseñanza.
De
este
modo,
se
hallan
en
situación
de
igualdad
en
lo
que
a
materia
educativa
se
refiere.
Tanto
los
centros
educativos
como
los
museos
adquieren
un
compromiso
con
la
educación
de
los
ciudadanos
y,
en
concreto,
se
encargan
de
la
formación
artística,
por
lo
que,
y
partiendo
del
enfoque
constructivista
e
integral
de
la
pedagogía
moderna,
desde
aquí
se
propone
una
auténtica
colaboración
entre
ellos
que
culmine
en
una
programación
artística
y
cultural
de
calidad.
La
perspectiva
de
este
trabajo,
la
educación
desde
los
centros
de
Secundaria,
y
la
educación
desde
los
museos,
se
alterna
así
para
resultar
congruente
con
esta
concepción.
Esta
apreciación
puede
resultar
sin
duda
controvertida.
La
visión
pragmática
y
cortoplacista
de
nuestra
sociedad
posmoderna
sitúa
poco
valor
en
las
9
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Humanidades,
y
todavía
menos
en
una
disciplina
que
ya
no
se
mueve
en
términos
absolutos.
Sin
embargo,
no
por
ello
la
importancia
de
las
artes
deja
de
ser
menor.
Más
bien
lo
contrario.
La
formación
artística
y
la
delectación
a
la
que
va
asociada,
que
no
debe
confundirse
con
el
mero
deleite
estético
propio
de
la
corriente
hedonista,
puede
constituir
un
anclaje
sólido
en
un
mar
de
incertidumbre.
Los
museos
se
alzan
como
bastiones
del
saber
y
de
la
cultura:
sus
fondos
son
un
reflejo
del
espíritu
humano
actual
y
pasado,
por
lo
que
presentan
una
clara
vocación
histórica
y
moral.
Por
otra
parte,
estas
instituciones
moldean
el
gusto
estético
del
público
y
lo
refinan
al
ponerlo
en
contacto
con
productos
culturales
superiores,
algo
en
absoluto
trivial
por
ir
siempre
asociado
a
unos
determinados
valores.
De
esta
manera,
los
museos
ponen
en
jaque
el
relativismo
moral
imperante
al
presentar,
de
manera
más
o
menos
deliberada,
una
selección
que
responde
a
la
jerarquización
de
unos
valores
sobre
otros.
Es
indudable
que
los
museos
no
están
exentos
de
las
presiones
mercantilistas
que
actúan
para
hacer
de
ellos
espacios
ahistóricos,
sujetos
a
todo
viento
de
doctrina.
Sin
embargo,
aquellos
que
se
toman
su
alto
cometido
con
la
responsabilidad
que
requiere,
y
que
no
son
pocos,
plantean
sus
exhibiciones
desde
la
reflexión
y
la
vocación
pública,
siempre
imbricada
con
la
educación.
La
ocupación
del
docente
o
educador
en
la
disciplina
del
arte
hoy
en
día
es
semejante
al
del
farolero
del
quinto
planeta
que
visita
el
principito
de
la
estimada
novela
de
Saint-‐Exupéry.
Como
reflexiona
el
protagonista:
“Puede
que
ese
hombre
sea
absurdo.
Sin
embargo,
es
menos
absurdo
que
el
rey,
el
vanidoso,
el
hombre
de
negocios
y
el
bebedor.
Al
menos,
su
trabajo
tiene
sentido.
Cuando
enciende
el
farol,
es
como
si
hiciera
nacer
una
estrella
más,
o
una
flor.
Cuando
apaga
el
farol,
duerme
a
la
flor
o
a
la
estrella.
Es
una
ocupación
muy
bonita.
Es
realmente
útil
porque
es
bonita.”
En
última
instancia,
el
arte
se
ocupa
de
lo
esencial,
de
enseñar
a
amar
la
vida.
Como
vuelve
a
recordarnos
el
principito:
“Si
alguien
ama
una
flor
de
la
que
no
existe
más
que
un
ejemplar
en
todos
los
millones
y
millones
de
estrellas,
le
basta
eso
para
ser
feliz
cuando
la
mira.”
El
presente
trabajo,
el
cual
propone
la
integración
del
museo
como
espacio
educativo,
se
divide
en
cuatro
partes
diferenciadas.
La
primera
traza
de
manera
breve
la
singladura
educativa
de
los
museos,
desde
sus
orígenes
en
la
Antigüedad
10
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
hasta
la
época
actual,
con
el
propósito
de
reafirmar
la
labor
pedagógica
de
estas
instituciones,
uno
de
sus
pilares
identitarios,
y
señalar
la
evolución
sufrida
en
su
seno,
la
cual
permite
identificarlos
como
bastiones
educativos
equiparables
a
los
centros
de
enseñanza.
La
segunda
parte
pone
el
punto
de
mira
en
la
escuela
y
el
enfoque
constructivista
prevalente,
para
argumentar
la
necesidad
de
integrar
los
museos
en
la
programación
de
las
asignaturas
directamente
relacionadas
con
la
materia
artística
desde
lo
dispuesto
en
el
currículum
de
Secundaria.
La
tercera
parte
se
centra
en
los
programas
educativos
impulsados
por
los
propios
museos,
los
cuales
se
enfrentan
a
una
dicotomía
de
consecuencias
sustanciales
debido
a
las
imposiciones
del
modelo
económico
global,
y
también
muestra
algunos
ejemplos
de
las
iniciativas
más
novedosas
y
exitosas
en
el
sector.
En
las
conclusiones,
situadas
al
final,
además
de
presentar
los
principales
resultados,
se
ofrecen
algunas
pautas
generales
para
llevar
a
cabo
esta
propuesta
integradora
en
el
marco
actual.
11
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
1. La
función
educativa
del
museo
El
Museo
se
creó
para
aumentar
el
nivel
de
entendimiento
público,
servía
para
elevar
el
espíritu
del
visitante,
para
refinar
y
desarrollar
el
gusto
popular.
En
esto,
no
existía
ninguna
ambigüedad.
Los
museos
fueron
establecidos
y
mantenidos
por
los
poderosos
para
los
que
no
eran
poderosos;
por
los
que
sabían
para
los
que
no
sabían
pero
necesitaban
saber
y
que
podían
acudir
al
museo
para
aprender.
El
Museo
se
estableció
para
“hacer”
público.
Stephen
E.
Weil,
“El
Museo
y
el
Público”,
Revista
de
Museología
nº
16,
1999.
La
función
educativa
de
los
museos
se
remonta
al
mismo
nacimiento
de
estas
instituciones.
Como
se
reconoce
desde
principios
del
siglo
XIX,
el
rol
educativo
es
inherente
a
su
misma
naturaleza
(Hooper-‐Greenhill,
1991),
aunque
no
siempre
se
empleara
el
término
educación
para
hacer
referencia
a
su
labor
de
desarrollo
y
perfeccionamiento
intelectual
y
moral.
Sin
embargo,
de
manera
independiente
a
la
acuñación
del
término
y
su
incorporación
a
la
teoría
museística,
la
noción
de
educación
ha
estado
presente
desde
antiguo,
y
ha
ido
ganando
importancia
hasta
conformar
una
profesión
especializada,
después
de
la
Segunda
Guerra
Mundial,
y
expandir
su
labor
hasta
nuestros
días,
cuando
encontramos
numerosas
publicaciones
relacionadas,
comités
educadores
en
organizaciones
museísticas
nacionales
e
internacionales,
grados
y
posgrados
en
educación
museística,
y
multitud
de
plazas
profesionales
para
educadores
en
museos
(Hein,
2011).
Si
bien
el
valor
educativo
de
estos
espacios
resulta
incuestionable
desde
hace
siglos,
tradicionalmente,
la
imagen
de
los
museos
ha
sido
parecida
a
la
de
las
universidades,
torres
de
marfil
aisladas
de
la
sociedad
que
constituyen
bastiones
del
saber
abiertos
a
unos
pocos
especialistas
o
a
una
élite
formada.
Sin
embargo,
el
esfuerzo
realizado
en
los
últimos
años
por
quedar
más
imbricados
con
la
sociedad
es
palpable.
Hoy
los
museos
han
pasado
de
ser
meros
espacios
donde
se
exhiben
objetos
artísticos
y
científicos
y
se
conservan
los
tesoros
del
pasado,
a
conformar
áreas
de
aprendizaje
informal
e
importantes
medios
de
comunicación
de
masas
(Günay,
2012).
Como
se
encarga
de
señalar
Ruiz
Berrio
(2006),
la
“Nueva
Museología”,
movimiento
científico
y
técnico
que
se
inserta
en
el
marco
del
12
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
paradigma
emergente,
ha
influenciado
al
conjunto
museístico
abriendo
brechas
nuevas
en
la
valoración
y
la
utilización
del
patrimonio
histórico
educativo,
con
un
mayor
énfasis
en
su
contribución
pedagógica
a
la
sociedad.
Cada
vez
hay
más
iniciativas
que
buscan
potenciar
el
aspecto
educativo
de
los
museos
aprovechando
las
sinergias
de
la
era
de
la
información
y
las
nuevas
tecnologías,
aunque
por
supuesto,
el
mayor
cambio
no
se
sitúa
en
las
técnicas
o
los
métodos
museísticos
novedosos,
sino,
como
apunta
este
mismo
autor,
en
la
nueva
cultura
museística
que
ha
posibilitado
estos
cambios.
La
concepción
tradicional
de
los
museos
es
heredera
del
coleccionismo
que
se
sitúa
en
el
origen
de
estas
instituciones
y
su
asociación
histórica
con
los
nacionalismos
y
la
clase
burguesa,
así
como
del
positivismo
científico
que
permeó
la
concepción
de
los
museos:
espacios
estáticos,
jerárquicos,
rígidos,
y
objetivos.
La
Nueva
Museología
en
cambio,
sintagma
que
hace
referencia
a
la
concepción
de
museo
actual,
si
bien
ha
habido
más
renovaciones
con
anterioridad,
busca
abrir
los
museos
a
la
sociedad
contemporánea,
por
otra
parte,
fruto
de
cambios
intensos
y
rupturistas,
y
que
se
caracteriza
por
la
libre
y
rápida
circulación
de
información,
el
asentamiento
de
la
democracia,
la
globalización,
el
imperio
de
la
industria
del
entretenimiento,
las
nuevas
tecnologías,
y
un
concepto
de
la
educación
permanente
(Ruiz
Berrio,
2006).
Los
museos
se
conciben
ahora
como
lugares
de
encuentro
y
aprendizaje
que
se
hallan
al
servicio
al
público,
de
forma
que
los
programas,
cada
vez
más
dinámicos
e
interactivos,
involucran
a
los
visitantes
con
las
obras
de
arte
y
el
espacio
en
el
cual
se
insertan.
Esta
innovación
en
la
gestión
y
organización
del
patrimonio
histórico
y
artístico
pone
de
manifiesto
el
auge
de
la
función
pedagógica
en
el
espacio
artístico
actual,
una
tendencia
en
la
concepción
del
museo
como
espacio
educativo
que
entronca
de
manera
directa
con
el
origen
de
estas
instituciones,
y
es
el
culmen
de
la
evolución
sufrida
a
la
largo
de
su
historia,
la
cual
merece
la
pena
recorrer
de
manera
breve.
La
palabra
“museo”,
del
griego
“Mouseion”,
significa
templo
de
las
musas,
nueve
diosas
de
las
cuales
provenía
la
inspiración
y
se
asociaban
con
la
sabiduría,
el
pensamiento
y
la
creatividad.
Los
espacios,
jardines
y
templos
cubiertos,
dedicados
a
estas
musas
se
denominaban
museos
en
la
Antigua
Grecia,
civilización
que
dio
a
luz
las
primeras
colecciones
de
objetos
con
valor
artístico.
El
primer
13
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
museo
tal
y
como
lo
entendemos
en
la
actualidad
lo
encontramos
en
el
gran
Museo
de
Alejandría,
erigido
en
el
siglo
IV
a.C.,
el
cual
presentaba
las
cuatro
funciones
clásicas:
colección,
exposición,
conservación
y
clasificación,
y
tenía
como
propósito
ulterior
reunir
todo
el
saber
de
la
época
en
un
único
lugar
y
servir
como
templo
del
conocimiento.
El
ambicioso
proyecto
incluía
la
famosa
Biblioteca
de
Alejandría
y
la
sección
designada
“museo”:
“the
part
where
artists,
philosophers
and
scientists
freely
did
research
under
the
guardianship
of
the
dynasty;
the
part
where
intelectual,
spiritual
and
philosophical
production
was
undertaken”
(Mardan,
1999:
66).
Vemos
así
como
el
museo
se
consideraba
un
espacio
educativo
que,
aunque
disponible
para
a
unos
pocos,
resultaba
un
baluarte
para
la
verdadera
producción
de
saber,
y
no
solo
su
mera
preservación;
pues
los
objetos,
tanto
los
artefactos
como
los
fondos
en
los
archivos,
no
solo
instaban
a
la
reflexión
sino
que
constituían
herramientas
de
investigación.
Después
de
unos
siglos
en
que
la
racionalidad
de
la
Antigüedad
clásica
en
la
consagración
de
los
museos
dio
paso
a
la
irracionalidad
de
la
superstición,
la
magia
y
el
misticismo
de
la
Edad
Media,
el
Renacimiento
volvió
a
recuperar
el
sentido
de
los
museos
como
centros
de
la
vida
intelectual.
Tanto
el
enfoque
humanista
de
esta
época
como
los
Museos
Medici
afianzaron
las
relaciones
entre
la
universidad,
la
academia,
la
biblioteca
y
el
museo,
que
se
institucionalizó
de
manera
formal
un
poco
más
tarde,
con
la
creación
del
Ashmolean
Museum
en
la
Universidad
de
Oxford
en
1683.
La
función
educativa
de
los
museos
comenzó
a
cobrar
mayor
relevancia
a
partir
del
siglo
XVIII,
con
la
constitución
de
los
primeros
museos
públicos.
El
espíritu
de
la
Ilustración
impregnó
su
concepción
configurando
espacios
concebidos
para
la
educación
de
todos
los
ciudadanos
y
no
solo
de
unos
pocos
privilegiados.
Mientras
que
el
museo
premoderno
servía
para
el
deleite
del
propietario
y
sus
invitados,
los
visitantes
del
museo
del
siglo
XIX
se
veían
como
ciudadanos
ideales,
“menos
civilizados”,
que
buscaban
ilustrarse
a
través
del
contacto
con
las
colecciones
artísticas.
Así
pues,
los
museos
públicos
“were
believed
to
improve
the
moral
health
of
the
subordinate
clases
by
improving
their
“inner
selves”,
their
habits,
manners,
and
beliefs”
(Prior,
2002:
50),
si
bien
es
cierto
que
en
la
práctica,
esta
concepción
del
museo
al
servicio
de
la
educación
de
todos
los
ciudadanos
no
llegó
a
materializarse
del
todo.
La
razón
fue
que
se
siguió
la
14
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
misma
política
de
las
colecciones
privadas
dentro
de
los
museos
públicos,
la
cual
resultaba
contraria
al
propósito
y
las
circunstancias
de
estos
espacios
(Wittlin,
1949:
133).
Como
comenta
Prior
(2002),
aunque
los
museos
decimonónicos
subrayaban
la
importancia
de
su
papel
en
la
educación
de
las
masas,
la
verdad
es
que
hicieron
muy
poco
por
promover
el
aprendizaje
de
aquellos
que
no
estaban
ya
familiarizados
con
el
mundo
del
arte.
A
pesar
de
todo,
la
creación
del
Museo
Público
supuso
un
paso
importante
en
la
historia
de
esta
disciplina,
que
vería
su
culmen
en
dos
periodos
posteriores
de
reforma
importantes.
El
primero,
que
abarca
desde
mediados
del
siglo
XIX
a
la
Primera
Guerra
Mundial,
se
caracteriza
por
el
papel
que
desempeñaron
los
museos
en
reforzar
la
idea
de
fuerza
y
el
poder
imperial
y
nacional,
lo
cual
afianzó
su
función
educativa,
mientras
que
el
segundo,
situado
en
el
período
de
entreguerras,
de
1919
a
1939,
vio
un
importante
despegue
en
el
campo
museístico,
tanto
en
lo
que
se
refiere
a
la
disciplina
de
educación
museística
como
a
las
propias
instituciones,
que
prosperaron
en
buena
medida
gracias
a
la
coyuntura
política
del
momento:
apoyo
al
socialismo
de
la
URSS
o
al
fascismo
de
Italia
y
Alemania,
y
a
las
nuevas
concepciones
de
arte
y
ciencia.
A
principios
del
siglo
XX,
educadores
y
administradores
de
museos
aplicaron
las
ideas
de
Dewey,
reconocido
filósofo
y
educador
norteamericano,
el
cual
sostenía
que
los
museos
formaban
parte
de
las
instituciones
educativas
encargadas
del
proceso
de
aprendizaje.
Estos
profesionales
defendieron
así
la
filosofía
de
la
educación
museística
basada
en
“progressive
educational
movements”
(Onur,
2012:
168),
lo
que
dio
como
resultado
la
integración
de
actividades
educativas
conjuntas
entre
escuelas
y
museos
en
algunas
de
estas
instituciones,
como
es
el
caso
de
el
Brooklyn
Children’s
Museum,
instaurado
en
1899
con
el
propósito
de
servir
los
intereses
de
los
niños
y
tener
en
cuenta
sus
estilos
de
aprendizaje
(Günay,
2012:
1254).
El
aprendizaje
de
este
tipo
de
museos
estaba
pues
basado
en
la
interactuación
con
el
espacio
y
su
contenido:
“students
touch
objects;
discover
houses
and
gardens,
climb
the
stairs…
they
use
their
senses
and
bodies
as
learning
sources.
The
key
to
feeling
different
pleasures,
recording
concepts
in
the
brain
and
developing
skills
and
self
respect
is
the
formation
of
physical
and
bodily
associations”
(Onur,
2012:
190).
De
esta
manera,
los
museos
empiezan
a
15
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
incorporar
un
mayor
contenido
pedagógico,
sociológico
y
psicológico
en
sus
programas
(Günay,
2012),
que
otorga
un
papel
más
activo
a
los
estudiantes.
Si
los
siglos
XIX
y
XX
vieron
avances
en
el
enfoque
museístico,
el
siglo
XXI
ha
sido
cuando
el
museo
ha
conseguido
desprenderse
en
mayor
media
del
tradicionalismo
y
elitismo
que
dictaminaban
su
estructura
y
configuración.
Como
comenta
Ruiz
Berrio
(2006:
275),
en
las
dos
últimas
décadas
“las
metas
de
un
museo
han
evolucionado
hacia
su
capacidad
de
estimular
en
el
visitante
su
iniciativa
creadora,
hacia
una
estructura
descentralizada,
una
metodología
interdisciplinar,
un
público
formado
por
visitantes
locales
—de
la
comunidad—,
su
asentamiento
en
un
territorio,
y
su
recuperación
y
estudio
del
patrimonio
cultural
y
natural
de
todos
los
pueblos,
y
tanto
el
patrimonio
tangible
como
el
intangible”.
Günay
(2012:
1257)
señala
que
hoy
son
muchos
los
teóricos
que
redundan
en
la
importancia
de
los
museos
en
la
formación
de
los
niños
a
través
de
la
reivindicación
de
conceptos
en
el
ámbito
educativo
como
la
participación
activa,
la
adquisición
de
experiencia,
el
entorno,
la
interacción
y
el
constructivismo.
Desde
este
enfoque
educativo,
el
ámbito
de
los
museos
proporciona
oportunidades
de
aprendizaje
para
los
niños
mediante
la
participación
activa
en
el
espacio
físico
de
estas
instituciones,
lo
que
contribuye
a
su
desarrollo
intelectual,
físico,
emocional,
cognitivo
y
social,
así
como
a
la
formación
del
gusto
estético
desde
una
edad
temprana.
Asimismo,
muchos
de
los
museos
actuales
reconocen
el
impacto
que
tienen
los
programas
educativos
destinados
al
colectivo
más
joven
y
se
muestran
más
predispuestos
a
su
desarrollo,
como
dice
Milligan
(2004:
278)
“due
to
the
belief
that
children
who
attend
museums
are
more
likely
to
return
as
adults”.
El
mismo
autor
concluye,
siguiendo
a
Kracman
(1996):
“Indeed,
exposure
to
the
arts
through
school
programs
has
the
potential
to
encourage
children’s
future
art
patronage,
even
when
family
influences
do
not
promote
such
patronage”,
lo
que
sitúa
una
responsabilidad
mayor
sobre
los
hombros
de
estas
instituciones
en
lo
que
la
educación
de
las
nuevas
generaciones
se
refiere.
16
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
2.
El
museo
como
espacio
educativo
integrado
Los
museos,
al
igual
que
las
bibliotecas
o
la
escuela,
funcionan
como
instituciones
académicas
que
contribuyen
a
expandir
el
trabajo
que
concurre
fuera
de
sus
cuatro
paredes.
Dewey
sostenía
que
la
escuela
ideal
es
aquella
que
integra
las
bibliotecas
y
los
museos
para
alcanzar
la
formación
integral
en
los
alumnos,
uniendo
la
experiencia
vital
a
la
experiencia
especializada
que
conforma
la
lectura
y
las
visitas
a
los
museos.
Esta
concepción
se
explica
desde
su
propuesta
educativa,
que
quiere
romper
con
las
barreras
tradicionales
que
compartimentan
la
educación
en
tramos
o
etapas
para
los
cuales
se
asignan
determinados
recursos.
Para
él
no
hay
educación
básica
y
superior,
sino
simplemente
educación,
por
lo
que
los
recursos
museísticos
pueden
servir
tanto
a
los
estudiantes
de
grado
como
a
los
de
instituto
y
el
colegio.
También
Hooper-‐Greenhill
(1998)
incidió
en
el
rol
educativo
de
los
museos,
apuntando
que
desde
la
ampliación
del
concepto
de
educación,
esta
ya
no
podía
circunscribirse
a
los
espacios
tradicionales
de
la
escuela
o
la
universidad,
sino
que
debía
ampliarse
a
instituciones
como
los
museos.
La
educación
abarca
diferentes
espacios
de
socialización,
que
en
los
últimos
años
se
han
extendido
más
allá
de
los
tradicionales
de
la
familia
y
la
escuela.
Como
señala
Ayuste
(1997)
siguiendo
a
Giroux
(1990),
la
pedagogía
no
son
meras
prácticas
de
enseñanza,
es
una
construcción
que
queda
condicionada
por
el
momento
histórico,
la
cultura,
y
la
praxis
política,
a
su
vez
sustentada
en
unos
valores
determinados.
El
marco
posmoderno
introduce
una
crítica
feroz
a
la
modernidad
y
su
modelo
educativo,
la
escuela
tradicional,
con
la
consiguiente
multiplicación
de
los
enfoques
educativos.
Aunque
este
paradigma
no
está
exento
de
inconvenientes
de
gran
calado,
uno
de
sus
beneficios
ha
sido
la
aparición
de
innovaciones
pedagógicas
que
se
inclinan
hacia
un
modelo
más
flexible,
abierto
y
comunicativo,
que
integra
además
otros
espacios
de
socialización.
Este
modelo
responde,
como
explica
Ayuste
(1997),
a
experiencias
educativas
que
ponen
el
acento
en
el
desarrollo
libre
de
la
personalidad
de
los
niños
y
en
una
metodología
adaptada
a
sus
necesidades,
así
como
en
la
lucha
contra
las
desigualdades
sociales
y
culturales
resultado
del
capitalismo,
la
sociedad
de
consumo
y
la
colonización
cultural.
En
cualquier
caso,
y
dejando
a
un
lado
las
cuestiones
políticas,
esta
perspectiva
resulta
mucho
más
amplia,
y
considera
17
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
también
la
función
educativa
de
instituciones
más
informales,
lo
cual
refleja
el
giro
producido
dentro
del
campo
de
la
educación.
De
acuerdo
a
Dodd
(1994:
131),
trabajar
en
espacios
sociales
en
los
que
se
produce
una
educación
más
informal
implica
dejar
de
ver
la
educación
como
“el
altar
al
que
se
dedican
todos
los
esfuerzos
de
aprendizaje,
y
verla,
por
el
contrario,
como
negociación,
como
vía
para
la
autoafirmación
y
fuente
de
oportunidades”.
Grenier
(2010:
500)
ahonda
en
las
ventajas
de
la
educación
no
formal,
“characterized
as
intentional
and
organized
with
the
purpose
of
promoting
learning
to
enhance
an
adult’s
quality
of
life
(…).
Ideally,
it
is
learner
centered,
voluntary,
and
maintains
a
balance
of
power
between
learner
and
facilitator;
is
present-‐time
focused;
and
is
geared
to
meeting
localized
needs”.
Una
propuesta
que
se
inserta
dentro
de
esta
línea
de
pensamiento
es
la
de
“las
aulas
como
comunidades
de
aprendizaje”,
que
Onrubia
(2004:
14)
define
como
“contextos
en
los
que
los
alumnos
aprenden
gracias
a
su
participación
e
implicación,
en
colaboración
con
otros
alumnos,
con
el
profesor
y
con
otros
adultos,
en
procesos
genuinos
de
investigación
y
construcción
colectiva
de
conocimiento
sobre
cuestiones
personal
y
socialmente
relevantes”,
y
que
incluye
a
instituciones
del
entorno
como
los
museos
dentro
del
proceso
educativo.
La
ampliación
que
ha
sufrido
el
concepto
de
educación,
acelerada
por
la
coyuntura
presentada
por
la
sociedad
líquida,
ha
hecho
cristalizar
las
formulaciones
teóricas
de
autores
como
Dewey,
de
modo
que
los
museos
pasan
a
considerarse
ámbitos
educativos
significativos,
tanto
para
académicos
como
para
profesores
y
otros
profesionales
del
ámbito
de
la
educación.
Como
señalan
Rodríguez
Gutiérrez
y
García
García
(2011:
25-‐26),
en
la
actualidad,
el
arte
se
considera
“un
medio
específico
de
conocimiento
que
permite
conocer,
analizar
e
interpretar
los
diferentes
lenguajes
artísticos
(sonoros,
visuales,
dramáticos,
literarios);
en
este
sentido,
el
saber
sobre
el
arte
podrá
adquirirse
a
través
de
procesos
de
enseñanza
y
de
aprendizaje
inmersos
en
los
medios
formales
e
informales
del
sistema
social”.
Sin
embargo,
no
es
solo
es
que
las
instituciones
relacionadas
con
el
mundo
del
arte
se
consideran
parte
del
ámbito
educativo,
sino
que
estas
mismas
han
evolucionado
para
atender
a
la
demanda
educativa
de
familias,
jóvenes
y
adultos.
Los
museos
presentan
ahora,
además
de
las
exposiciones
y
las
visitas
18
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
convencionales,
una
gran
variedad
de
actividades
que
tienen
como
objetivo
ofrecer
a
los
visitantes
una
experiencia
artística
única,
y
se
relacionan
más
con
el
proceso
educativo
que
con
unos
resultados
concretos.
Si
antes
el
método
comunicativo
del
museo
se
asociaba,
tal
y
como
argumenta
Hooper-‐Greenhill
(1998),
con
la
comunicación
de
masas,
o
su
equivalente
educativo
de
enseñanza
a
distancia
(exposiciones,
publicaciones,
vídeos
o
servicios
de
préstamo),
ahora
la
función
educativa
de
estas
instituciones
incorpora
también
el
método
de
la
comunicación
interpersonal,
o
las
características
propias
de
la
educación
directa,
de
modo
que
encontramos
muchas
formas
de
enseñanza
y
actividades
distintas,
como
trabajar
con
la
organización
de
colecciones,
dibujar
o
realizar
escenificaciones.
Dragotto,
Minerva,
y
Nichols
(2006:
221)
también
señalan
la
complejidad
de
la
que
hace
gala
la
educación
museística
en
nuestros
días,
con
la
combinación
de
la
enseñanza
“with
event
planning,
drama,
project
management,
grant
writing,
marketing,
market
research,
and
expertise
in
a
specific
content
area”.
Los
museos
están
cada
vez
más
centrados
en
ajustar
sus
objetivos
pedagógicos
en
función
de
las
necesidades
educativas
de
la
sociedad,
lo
que
les
ha
llevado
a
ampliar
su
ratio
de
acción
para
tener
mayor
incidencia
en
más
sectores
de
la
población.
Los
centros
municipales,
los
colegios,
y
los
hospitales
son
algunos
ejemplos
de
los
lugares
a
los
que
está
llegando
la
política
educativa
de
los
museos.
De
hecho,
como
insiste
Hooper-‐Greenhill
(1998),
los
museos
tienen
la
capacidad
de
dirigirse
a
todos
los
segmentos
de
la
sociedad
y
cumplir
su
papel
educativo
tanto
dentro
como
fuera
de
sus
paredes,
lo
que
permite
atender
a
los
procesos
educativos
y
no
solo
a
los
resultados
de
la
formación.
O’Neill
(1991),
Plant
(1992)
y
Hemmings
(1992),
también
coinciden
en
este
aspecto,
y
sostienen
que
“con
una
orientación
informal
y
de
satisfacción
de
necesidades,
más
que
oficialista
y
para
cumplir
con
un
plan
curricular,
la
educación
extraescolar,
totalmente
próxima
a
la
sociedad,
representa
algunos
de
los
aspectos
más
innovadores
del
museo
de
hoy”
(Hooper-‐Greenhill,
1998:
193).
19
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Procesos
educativos
vs.
Resultados
Este
cambio
de
perspectiva
en
cuanto
a
la
función
educativa
de
los
museos
responde
asimismo
al
cambio
de
paradigma
que
se
ha
producido
en
los
últimos
años
con
respecto
a
la
conceptualización
de
los
espacios
museográficos.
En
palabras
de
Zavala
(2006),
el
paradigma
tradicional
considera
el
museo
como
un
complemento
de
la
educación
formal,
pues
el
propósito
de
las
visitas
es
la
ampliación
de
conocimientos.
Estos
conocimientos
se
presentan
además
como
objetivos:
muestran
una
representación
del
mundo
distinta
pero
imparcial,
avalada
por
la
autoridad
de
los
expertos.
En
definitiva,
la
experiencia
museográfica
histórica
pretende
presentar
el
significado
natural
de
las
cosas
y
estimular
la
reflexión
de
los
visitantes.
El
acento
está
así,
en
los
resultados.
El
paradigma
emergente,
en
cambio,
sostiene
que
la
experiencia
educativa
que
ofrece
el
museo
es
independiente
de
la
educación
formal,
pues
el
objetivo
es
ofrecer
una
experiencia
sensorial
única
que
conecte
a
los
visitantes
con
los
objetos
de
exposición
y
muestre
el
significado
que
se
desprende
del
contexto
social,
que
también
se
abre
a
la
subjetividad
y
la
intersubjetividad.
De
este
modo,
el
hincapié
es
en
el
proceso
—la
experiencia
en
sí
misma
de
una
realidad
simbólica
autónoma—
más
que
en
el
resultado
académico
que
se
reflejará
tras
la
visita.
El
paradigma
emergente
forma
parte
de
un
nuevo
paradigma
más
amplio
que
considera
el
concepto
de
educación
en
su
conjunto,
el
cual
queda
redefinido
para
otorgar
mayor
importancia
a
los
procesos
educativos.
La
evaluación,
piedra
de
toque
de
la
educación
en
tanto
en
cuanto
permite
determinar
la
adquisición
de
las
competencias,
actitudes
y
conocimientos
exigidos
en
el
curso
o
etapa
educativa
de
acuerdo
a
los
objetivos
fijados,
se
ha
visto
con
frecuencia
como
una
herramienta
de
medición
y
no
tanto
como
un
proceso.
Sin
embargo,
esta
concepción
resulta
limitada,
pues
toma
a
los
alumnos
como
sujetos
pasivos
de
la
enseñanza-‐
aprendizaje.
En
cambio,
la
atención
a
los
procesos
educativos
permite,
como
señala
este
autor,
una
exploración
más
profunda
de
la
realidad,
pues
“proporciona
un
elemento
de
creatividad
y
da
la
oportunidad
de
redefinir
el
resultado
como
parte
del
proceso”.
Este
enfoque
más
constructivista
es
el
adoptado
por
muchos
museos
de
arte
actuales
en
sus
visitas,
lo
que,
como
expone
Meléndez
(2010:
159),
comporta
una
experiencia
más
enriquecedora
para
los
visitantes:
“Las
educadoras
no
tienen
un
20
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
programa
establecido,
no
siguen
una
estructura
rígida,
sin
embargo,
se
adaptan
a
las
necesidades
educativas
de
los
distintos
grupos,
a
lo
cotidiano
y
a
lo
que
va
emergiendo.
Por
consiguiente,
es
en
esta
no
regulación,
donde
surgen
espacios
libres,
sin
orden
que
se
conectan
para
establecer
diálogos
y
encuentros
para
revalorizar
lo
cotidiano”.
Esta
es
la
“educación
como
forma
de
vida”,
que
posibilita
la
asimilación
de
los
acontecimientos
diarios
y
así
la
base
para
enfrentar
la
realidad,
una
concepción
nada
alejada
de
la
presentada
por
Dewey.
La
educación
se
caracteriza
por
su
carácter
integral,
pues
atiende
tanto
a
las
dimensiones
intelectuales,
como
a
las
sociales,
afectivas,
motrices
y
axiológicas
del
alumno.
De
este
modo,
la
evaluación
no
comienza
y
termina
con
la
prueba
escrita
u
oral,
sino
que
es
el
resultado
de
un
proceso
a
través
del
cual
se
observa,
recoge
y
analiza
información
relevante
respecto
del
proceso
de
aprendizaje
de
los
alumnos
con
la
finalidad
de
reflexionar,
emitir
juicios
de
valor
y
tomar
decisiones
pertinentes
y
oportunas
para
optimizarlo.
Esta
perspectiva
integral
es
la
que
debe
primar
no
solo
durante
la
programación
de
la
visita
al
museo
por
parte
de
los
docentes
y
los
mismos
museos,
sino
también
desde
la
integración
de
los
espacios
museísticos
en
el
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje.
Un
aspecto
importante
de
la
evaluación,
con
frecuencia
olvidado,
es
la
involucración
de
los
alumnos
en
el
proceso,
de
modo
que
sean
protagonistas
activos
y
tomen
consciencia
de
su
propio
aprendizaje,
aspecto
potenciado
con
la
función
pedagógica.
Hooper-‐Greenhill
(1998:
195)
asegura
que
“un
verdadero
aprendizaje
y
unos
cambios
duraderos
en
la
percepción
se
consiguen
solo
si
se
dan
a
través
de
la
actividad
y
la
participación”.
Mientras
que
la
función
social
de
la
evaluación
se
reduce
fundamentalmente
a
certificar
el
logro
de
determinados
aprendizajes
requeridos
por
la
sociedad
en
las
diferentes
modalidades
y
niveles
del
sistema
educativo,
la
función
pedagógica
incorpora
la
reflexión
y
revisión
de
los
procesos
de
aprendizaje
del
alumno,
que
queda
más
involucrado
en
el
proceso,
por
lo
que
se
acerca
más
a
la
razón
de
ser
de
la
auténtica
evaluación.
Esta
función
potencia
la
autonomía
de
los
alumnos
y
la
competencia
estratégica
de
aprender
a
aprender,
tan
reivindicada
en
la
actualidad,
además
de
resultar
más
flexible
y
considerar
los
diferentes
ritmos
y
estilos
de
aprendizaje
de
los
alumnos.
Porque
una
de
las
funciones
principales
del
museo
es
la
educación,
la
función
pedagógica
debe
ser
prioritaria
en
la
formación
artística
de
los
niños
y
21
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
jóvenes,
por
otro
lado,
y
como
ya
se
ha
visto,
presente
ya
en
buena
parte
de
estas
instituciones.
La
apreciación
de
la
belleza,
objeto
de
la
formación
estética,
no
es
algo
que
pueda
medirse
mediante
exámenes
estandarizados
u
otro
tipo
de
pruebas
objetivas,
en
gran
medida
debido
a
que
el
propio
hecho
en
sí
se
resiste
a
la
rigidez
académica.
A
este
respecto,
es
elocuente
la
definición
de
la
belleza
proporcionada
por
Schiller
(1795:
285):
Todas
las
cosas
que
alguna
vez
pueden
ser
objetos
de
la
percepción
pueden
considerarse
bajo
cuatro
relaciones
diferentes.
Un
hecho
puede
relacionarse
directamente
con
nuestra
condición
sensual
(nuestra
existencia
y
bienestar),
que
es
su
cualidad
física.
O
puede
relacionarse
con
el
entendimiento
y
proporcionarnos
conocimiento;
que
es
su
cualidad
lógica.
O
puede
relacionarse
con
nuestra
voluntad,
y
ser
considerado
como
un
objeto
de
elección
por
un
ser
racional;
que
es
su
cualidad
moral.
O,
por
último,
puede
relacionarse
con
la
totalidad
de
nuestras
diferentes
capacidades,
sin
ser
un
objeto
definido
para
cualquiera
de
ellas;
que
es
su
cualidad
estética.
La
contemplación
es
una
experiencia
catártica
que
se
escapa
de
los
confines
de
la
Razón,
aunque
también
la
incorpora.
Los
conocimientos
constituyen
un
añadido,
pero
por
ellos
mismos,
no
proporcionan
el
placer
frente
a
la
obra
de
arte.
La
apreciación
estética
es
un
proceso
de
descubrimiento,
por
lo
que
no
puede
enseñarse
mediante
un
método
tradicional
magistral.
Resulta
más
adecuado
guiar
al
alumnado
durante
este
proceso,
que
es
lo
propio
de
la
función
pedagógica
de
la
educación,
y
por
consiguiente,
la
evaluación.
No
perder
de
vista
el
propósito
ulterior
de
la
educación
estética
resulta
necesario
además
por
otra
cuestión,
y
es
la
conexión
de
la
belleza
con
la
moral,
que
a
su
vez
entronca
con
la
educación
integral
de
los
alumnos.
Como
apunta
Charles
S.
Peirce
(1857):
[L]a
belleza
no
da
a
la
mente
ninguna
dirección
o
tendencia
particular
–por
lo
tanto,
no
puede
tener
ningún
resultado
ya
sea
para
el
intelecto
o
para
la
voluntad,
y
no
puede
ayudarnos
a
realizar
un
solo
deber.
Por
otro
lado,
pone
a
la
mente
en
un
estado
de
"determinabilidad
infinita"
22
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
[infinite
determinableness],
de
modo
que
puede
dirigirse
hacia
cualquier
dirección
y
está
en
perfecta
libertad,
por
consiguiente,
la
belleza
es
fructífera
en
el
más
alto
grado
con
respecto
al
conocimiento
y
la
moralidad.
Puede
ser
comparado
con
el
sueño.
El
sueño,
como
la
belleza,
nos
pone
en
un
estado
de
aptitud
para
cumplir
con
nuestro
deber,
pero
no
promueve
su
realización.
El
sueño
es
distinto
a
la
belleza,
en
la
medida
en
que
la
última
es
un
estado
activo
y
el
primero
un
estado
pasivo.
Es
por
esto
que
el
aprendizaje
significativo
en
el
mundo
del
arte
debe
pasar
de
manera
inapelable
por
la
estimación
de
la
belleza
por
parte
de
los
jóvenes.
Aunque
su
carácter
más
bien
abstracto
pueda
presentarnos
este
objetivo
como
inaprensible
para
la
educación
del
siglo
XXI,
más
orientada
hacia
el
pragmatismo,
en
realidad,
su
formulación
es
posibilista
desde
la
consideración
del
panorama
educativo
actual.
El
refinamiento
del
gusto
pasa
por
el
contacto
con
productos
culturales
considerados
superiores,
a
lo
que
la
guía
no
impositora
de
los
expertos
puede
contribuir
de
manera
valiosa.
Así,
la
actividad
y
la
participación
resultan
efectivos
en
el
desarrollo
del
espíritu
crítico
y
la
consiguiente
valoración
de
lo
sublime,
enfoque
que
enlaza
con
el
constructivismo
educativo
prevalente.
Desde
un
punto
de
vista
más
propiamente
didáctico,
la
función
pedagógica
de
la
evaluación
suele
considerarse
más
adecuada
para
contextos
educativos
reglados,
en
los
que
los
docentes
pueden
realizar
un
seguimiento
continuado
y
más
exhaustivo
del
aprendizaje
del
alumno.
Mientras
las
evaluaciones
de
carácter
social
se
centran
en
el
cumplimiento
de
unos
objetivos
que
certifican
un
nivel
de
competencia
determinado,
las
de
carácter
pedagógico
otorgan
valor
al
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje,
pues
su
propósito
es
regularlo.
Sin
embargo,
ambas
funciones
resultan
necesarias.
La
función
social
de
la
evaluación,
más
focalizada
en
los
resultados
obtenidos,
es
limitada
por
sí
misma,
pero
no
deja
de
resultar
útil.
Como
observa
Hans
Aebli
(1987:
336):
"La
medición
cuantitativa
de
un
logro
no
es
por
sí
misma
incorrecta.
Lo
es
cuando
a
partir
de
esas
mediciones
comenzamos
a
proyectar
cosas
que
no
están
contenidas
en
ella,
y
cuando
se
espera
de
una
cifra
lo
que
ni
puede
ni
pretende
expresar.
El
hecho
de
que
las
notas
expresen
los
logros
(…)
de
una
manera
abstracta
y
poco
profunda
tiene
también
sus
ventajas,
precisamente
por
el
hecho
de
que
no
pretenden
incluir
toda
la
personalidad."
23
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
En
la
educación
artística,
el
bagaje
cultural
e
histórico
adquiere
un
papel
preponderante
en
la
interpretación
y
enjuiciamiento
de
las
obras
de
arte,
en
especial,
y
aunque
pueda
parecer
paradójico,
las
más
cercanas
a
la
época
actual1.
No
es
posible
apreciar
las
creaciones
más
destacadas
en
su
totalidad
sin
la
perspectiva
de
persona
con
información
privilegiada
(“insider”),
que
la
disciplina
de
la
historia
del
arte
proporciona.
De
esta
forma,
y
aunque
la
experiencia
artística
no
está
circunscrita
a
los
conocimientos
teóricos,
estos
resultan
útiles
y
necesarios,
por
lo
que
deberían
gozar
de
una
atención
privilegiada
desde
la
formación
artística
llevada
a
cabo
tanto
desde
las
escuelas
como
de
los
museos.
Sin
embargo,
y
como
ya
se
ha
postulado,
la
función
social
de
la
evaluación
no
puede
sustituir
a
la
función
pedagógica,
que
debería
primar
en
los
planteamientos
educativos.
En
la
evaluación
de
carácter
pedagógico
que
tiene
lugar
en
los
contextos
reglados
de
la
enseñanza
los
agentes
implicados
en
el
proceso
educativo
pueden
implementar
las
medidas
necesarias
para
mejorar
el
proceso
de
aprendizaje
del
alumno,
como
el
reforzamiento
o
profundización
en
determinados
aprendizajes,
mejora
del
clima
del
aula,
o
perfeccionamiento
de
los
instrumentos
de
evaluación
en
el
caso
de
que
no
estén
bien
diseñados
o
aplicados.
En
cambio,
en
los
exámenes
de
certificación
de
conocimientos
externos
es
el
propio
alumno
el
que
tiene
que
hacer
uso
de
las
estrategias
pertinentes
y
oportunas
que
le
permitan
mejorar,
lo
que
dependiendo
de
la
etapa
educativa
en
la
que
se
encuentre,
resultará
más
o
menos
sencillo
y
factible.
Sin
embargo,
cuando
ambas
funciones
están
integradas
dentro
de
contextos
reglados
se
atiende
mejor
a
la
formación
integral
de
los
alumnos,
que
abarca
todas
las
dimensiones
de
su
desarrollo.
Las
características
que
definen
el
modelo
de
evaluación
del
aprendizaje
ideal
son
su
carácter
procesal,
al
realizarse
a
lo
largo
del
proceso
educativo;
sistémico,
pues
se
organiza
y
desarrolla
en
etapas
planificadas;
participativa,
al
posibilitar
la
intervención
de
los
distintos
agentes
educativos
y
el
propio
alumno;
y
flexible,
porque
se
adecua
a
las
diferencias
personales
de
los
alumnos.
1
Como
señala
Gombrich,
“[c]uanto
más
nos
acercamos
a
nuestra
propia
época,
se
hace
cada
vez
más
difícil
distinguir
entre
las
modas
pasajeras
y
los
logros
duraderos”.
(La
historia
del
arte.
Londres:
Phaidon,
2009,
600).
24
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Por
esta
razón,
la
labor
educativa
de
los
museos,
considerados
espacios
de
enseñanza
no
reglada,
resulta
más
efectiva
cuando
se
integra
en
el
proceso
formativo
escolar
de
los
estudiantes,
esto
es,
cuando
se
realiza
un
esfuerzo
educador
conjunto
entre
la
escuela
y
las
instituciones
de
la
comunidad
circundante.
Museo
y
escuela
se
requieren
mutuamente,
no
solo
para
sobrevivir,
sino
para
alcanzar
un
mayor
éxito
en
sus
esfuerzos.
Como
apunta
Huerta
(2011:
57),
los
museos,
catalizadores
de
actividades
educativas,
necesitan
a
las
escuelas
y
viceversa,
pues
ambos
“se
fortalecen
al
conectar
sus
especifidades,
para
evolucionar
y
adecuarse
a
la
realidad
social”.
La
cultura,
herencia
y
riqueza
de
nuestra
sociedad,
puede
preservarse
y
promoverse
de
manera
más
óptima
cuando
museos
y
escuelas
aúnan
esfuerzos.
Dewey,
cuya
concepción
de
la
educación
puede
considerarse
precursora
del
constructivismo,
remarcó
cómo
el
conocimiento
previo,
unido
a
la
experiencia,
es
la
base
del
aprendizaje
significativo.
Esta
noción,
presente
en
toda
su
pedagogía,
incide
en
la
necesidad
de
establecer
una
conexión
entre
la
escuela
y
la
comunidad
circundante,
esto
es,
la
teoría
con
la
vida.
El
núcleo
de
este
modelo
se
halla
en
la
formación
que
tiene
lugar
en
las
aulas,
la
cual
se
encarga
de
dotar
de
significado
y
valor
al
trabajo
práctico
que
se
realiza
fuera.
Para
el
autor,
la
vida
exterior
responde
a
las
necesidades
de
acción,
expresión
y
creación
del
niño.
Este
trae
su
experiencia
al
aula,
donde
formula
preguntas,
conflictos
y
hechos
encontrados
en
este
espacio
social
para
debatirlos
y
arrojar
luz
sobre
su
naturaleza
y
significación
para
así
construir
su
conocimiento
del
mundo.
De
este
modo,
se
establece
una
conexión
orgánica
entre
la
teoría
y
la
práctica,
entre
la
dimensión
individual
y
la
social.
Esta
perspectiva
subraya
el
valor
que
adquiere
la
integración
de
espacios
como
los
museos
en
el
programa
formativo
de
los
estudiantes,
pues
las
experiencias
educativas
que
tienen
lugar
fuera
de
las
aulas
no
solo
contribuyen
a
engrosar
el
bagaje
cultural
y
artístico
de
los
alumnos,
sino
también
a
desarrollar
la
competencia
estratégica
de
aprender
a
aprender
al
no
presentar
un
programa
formativo
fijo
y
delimitado
y
fomentar
la
autonomía
en
el
proceso
de
enseñanza-‐
aprendizaje.
Durante
el
proceso
formativo
que
tiene
lugar
en
estos
espacios,
los
alumnos
no
se
limitan
a
reproducir
las
informaciones
o
contenidos
que
reciben,
sino
que
son
ellos
los
que
los
construyen
activamente
relacionando
las
nuevas
25
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
informaciones
con
los
conocimientos
previos
que
tiene
almacenados
en
la
memoria.
Por
esta
razón,
la
comunicación
entre
museo
y
escuela
es
esencial.
No
se
trata
tan
solo
de
que
el
docente
organice
visitas
con
sus
alumnos
a
espacios
museísticos
más
o
menos
relacionados
con
el
temario,
sino
que
la
metodología
y
los
contenidos
de
ambas
instituciones
sean
coherentes
y
progresivos,
de
forma
que
completen
la
formación
de
los
estudiantes
de
manera
significativa.
La
visita
no
puede
constituir
un
mero
extra
que
redondea
la
experiencia
artística
y
rompe
la
monotonía
de
las
clases,
debe
formar
parte
de
una
educación
cuidadosamente
planificada
y
resultar
así
una
pieza
clave
para
la
comprensión
y
asimilación
de
los
conceptos
teóricos
y
el
desarrollo
de
las
competencias
y
habilidades
asociadas.
Solo
así
se
puede
atender
a
la
función
pedagógica
y
social
de
la
evaluación
de
manera
congruente.
La
dimensión
artística
de
la
enseñanza,
con
la
necesaria
flexibilidad
y
adaptabilidad
didáctica,
debe
ir
acompañada
de
los
puntales
sólidos
que
proporciona
la
pedagogía.
Cuando
escuelas
y
museos
realizan
un
intercambio
constante
de
información
y
recursos,
los
programas
educativos
se
ven
enriquecidos
al
incluir
dos
visiones
profesionales
y
disciplinares
distintas
pero
complementarias,
que
aúnan
esfuerzos
en
un
objetivo
común:
la
mejora
del
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje
de
las
artes.
El
valor
de
las
artes
en
la
formación
de
los
jóvenes
Por
otra
parte,
y
de
manera
particular,
la
educación
en
el
mundo
del
arte
es
indispensable
en
la
formación
integral
de
los
alumnos.
La
mirada
artística
permite
una
aproximación
a
la
vida
desde
puntos
de
vista
diferentes,
lo
que
desvela
nuevos
significados
de
la
misma
y
conecta
con
el
conocimiento
del
mundo
del
sujeto.
El
arte
cotiza
un
aspecto
fundamental
de
la
teoría
educativa
actual:
el
valor
del
descubrimiento,
tanto
personal
como
del
mundo.
Como
remarcó
Dr.
Terry
Bergeson,
State
Superintendent
of
Public
Instruction
en
el
estado
de
Washington
en
un
discurso
público
en
noviembre
de
2001:
The
Arts
are
an
essential
part
of
public
education.
From
dance
and
music
to
theatre
and
the
visual
arts,
the
arts
give
children
a
unique
means
of
26
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
expression,
capturing
their
passions
and
emotions,
and
allowing
them
to
explore
new
ideas,
subject
matter,
and
cultures.
They
bring
us
joy
in
every
aspect
of
our
lives.
Arts
education
not
only
enhances
students'
understanding
of
the
world
around
them,
but
it
also
broadens
their
perspective
on
traditional
academics.
The
arts
give
us
the
creativity
to
express
ourselves,
while
challenging
our
intellect.
The
arts
integrate
life
and
learning
for
all
students
and
are
integral
in
the
development
of
the
whole
person.
The
Arts
communicate
and
speak
to
us
in
ways
that
teach
literacy
and
enhance
our
lives.
We
must
continue
to
find
a
place
for
arts
programs
and
partnerships
not
only
for
what
it
teaches
students
about
art,
but
for
what
it
teaches
us
all
about
the
world
we
live
in.
Sin
embargo,
la
lucha
de
las
artes
por
consolidar
un
espacio
adecuado
en
el
currículum
educativo
no
ha
sido
sencilla,
en
buena
parte
por
la
multitud
de
perspectivas
contradictorias
en
su
estudio
académico
y
su
desestima
con
respecto
a
otras
materias
por
considerarse
de
una
significancia
menor.
No
obstante,
sí
que
ha
habido
voces
y
plataformas
internacionales
que
han
defendido
el
valor
de
esta
disciplina
en
la
educación,
como
demuestra
la
declaración
de
la
Conferencia
Mundial
sobre
Educación
Artística
de
la
Unesco
(2005)
en
la
que
se
formularon
importantes
consideraciones
para
alcanzar
una
educación
artística
de
calidad.
La
Unesco
también
impulsó,
en
colaboración
con
el
Australian
Council
for
Arts
y
la
International
Federation
of
Arts
Councils
and
Culture
Agencies,
un
estudio
internacional
sobre
el
impacto
de
las
artes
en
la
educación.
Los
resultados
más
significativos,
analizados
por
Rodríguez
Gutiérrez
y
García
García
(2011:
42),
y
recopilados
por
Bamford
(2009),
son
los
siguientes:
Otro
ámbito
donde
la
enseñanza
de
las
artes
hace
aportaciones
es
en
la
actitud
de
los
alumnos
en
las
escuelas:
potencia
la
cooperación,
el
respeto,
la
responsabilidad,
la
tolerancia
y
la
valoración,
y
tiene
efectos
positivos
en
el
desarrollo
de
la
conciencia
social
y
cultural.
(…)
Las
ventajas
de
la
educación
artística
también
se
pueden
apreciar
en
el
papel
que
juegan
en
el
desarrollo
comunitario;
se
traducen
en
mejoras
sociales,
económicas
y
educativas.
Las
exposiciones
y
presentaciones
públicas,
que
son
comunes
en
27
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
la
enseñanza
de
las
artes,
ayudan
a
producir
opiniones
positivas
hacia
la
escuela.
A
los
beneficios
señalados
se
agrega
el
papel
que
juegan
las
artes
para
fomentar
y
consolidar
el
dominio
de
las
tecnologías
de
la
información
y
la
comunicación.
De
otro
lado,
Latorre
(2008)
sostiene
que
si
bien
se
da
por
sentado
la
capacidad
de
los
jóvenes
de
hoy
en
día
para
desenvolverse
en
la
cultura
visual
dominante
debido
a
su
familiaridad
con
el
medio
audiovisual
desde
una
edad
temprana,
la
realidad
es
que
el
contacto
frecuente
no
implica
una
adecuada
visual
literacy
o
alfabetización
visual.
En
este
milenio
impera
la
cultura
de
la
imagen,
pero
esta
supremacía
no
nos
ha
vuelto
más
críticos
frente
a
ella.
La
causa
de
esto
se
halla,
de
acuerdo
a
este
autor,
no
tanto
a
la
falta
de
destrezas
técnicas
como
de
base
cultural,
que
impide
que
el
mirar
vaya
acompañado
de
una
actitud
reflexiva,
necesaria
para
que
la
experiencia
estética
sea
transformadora
y
verdaderamente
satisfactoria.
Encontramos
así
cómo
los
jóvenes
de
hoy
tienen,
por
lo
general,
una
alfabetización
visual
errónea
o
una
falta
de
visual
literacy
que
se
presenta
como
preocupante,
pues
esta
es
la
que
permite
percibir
la
belleza.
De
este
modo,
y
en
palabras
de
Carrión
Arias
(2008:
492),
“[n]o
es
que
los
jóvenes
de
hoy
estén
menos
dotados
que
los
de
otros
tiempos
para
la
captación
de
la
belleza,
sino
que
a
muchos
se
les
han
inculcado
—tanto
en
el
ámbito
familiar
como
en
el
social—
unos
hábitos
perceptivos
que
les
han
cegado
para
el
asombro:
su
mirar
y
su
escuchar
no
han
sido
educados
en
la
profundización”.
Aprender
a
discriminar
implica
reconocer
las
partes
del
estímulo
y
dotarlas
de
significado,
como
apunta
Marina
(2002),
una
competencia
que
no
se
adquiere
pasando
un
número
indeterminado
de
tiempo
frente
al
objeto
o
la
pantalla.
Compensar
las
carencias
en
la
experiencia
estética
de
los
jóvenes
pasa
por
volver
a
introducir
una
educación
artística
asentada
en
los
fundamentos
tradicionales
de
la
historia
del
arte
en
los
centros
de
primaria
y
secundaria;
una
formación
que
ha
quedado
relegada
a
las
esferas
del
saber
universitario
por
tacharse
de
obsoleta
o
innecesaria
para
los
jóvenes
de
la
sociedad
actual.
La
educación
visual
actual
rompe
con
el
pasado
y
se
aferra
a
la
transitoriedad
del
aquí
y
ahora,
lo
que
resulta
en
un
placer
momentáneo
que
no
deja
poso.
Navegar
las
aguas
peligrosas
de
Internet,
que
iguala
los
productos
culturales
y
ahoga
al
usuario
28
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
en
un
tsunami
de
información
sin
filtrar,
no
es
tarea
sencilla.
Tampoco
lo
es
vagar
por
diferentes
museos
y
salas
de
exposición,
que
equiparan
obras
y
artistas
de
muy
distinta
calidad.
El
reconocimiento,
la
verdadera
culturización
visual,
requiere
de
un
espacio
de
reflexión
en
el
cual
el
sujeto
puede
ejercer
su
espíritu
crítico
para
distinguir
lo
valioso
de
lo
banal,
lo
relevante
de
lo
accesorio;
así
como
el
bagaje
cultural
necesario
para
poder
llevarlo
a
cabo.
Es
por
esto
que
la
figura
del
conservador
del
museo,
y
en
su
caso,
los
educadores
de
esta
institución,
adquieren
una
importancia
capital.
La
visita
al
museo
en
sí
misma
resulta
poco
aprovechable
si
se
deja
que
los
jóvenes
vaguen
por
las
salas
de
arte
sin
guía
ni
dirección.
También
lo
es
cuando
la
visita
queda
desvinculada
de
las
aulas.
Los
aspectos
observados,
explicados
y
experimentados
en
el
museo
deben
conectar
con
los
de
la
clase
y
servir
como
profundización
de
estos.
Por
otra
parte,
y
si
bien
reivindicamos
desde
aquí
los
cimientos
históricos
y
culturales
necesarios
para
gozar
de
la
experiencia
visual
en
las
instituciones
artísticas,
la
delectación
no
debe
provenir
de
una
fuente
exclusivamente
teórica,
entre
otras
cosas,
porque
entonces
no
resulta
plena.
Como
hemos
comentado
con
anterioridad,
la
formación
integral
de
los
alumnos
responde
a
un
equilibrio
entre
teoría
y
práctica,
por
lo
que
se
debe
dejar
un
margen
para
la
experiencia
personal
del
alumno
frente
a
los
objetos
artísticos.
El
objetivo
de
la
educación
no
es
la
mera
adquisición
de
conocimientos
y
competencias,
sino
enseñar
a
aprender
mediante
actividades
focalizadas
en
la
experiencia,
tal
y
como
establece
el
modelo
constructivista
y
dirección
en
la
que
van
encaminadas
las
políticas
pedagógicas
actuales
de
muchas
de
estas
instituciones
del
arte.
Por
otra
parte,
las
artes
son
una
parte
importante
de
la
formación
de
los
estudiantes
que
requiere
de
la
experiencia
proporcionada
por
los
museos,
por
lo
que
se
hace
necesario
establecer
nuevas
relaciones
de
colaboración
y
apoyo
entre
escuelas
e
instituciones
culturales
y
artísticas
que
afiancen
el
establecimiento
de
un
currículum
integral.
Conexión
del
currículum
de
Secundaria
con
la
programación
de
los
museos
A
partir
de
la
reforma
educativa
conocida
como
LOGSE,
que
tuvo
lugar
en
los
años
90,
varios
autores
apuntaron
que
se
presentaba
un
futuro
incierto
para
la
29
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
disciplina
de
Historia
del
Arte.
Como
señalaba
Caballero
Carrillo
(1992-‐1993),
la
nueva
ley
no
veía
cumplidas
las
expectativas
en
torno
a
esta
materia,
antes
bien,
se
veía
en
la
paradoja
de
presentar
una
educación
artística
orientada
a
la
expresión
plástica
y
así,
alejada
del
“sustento
y
referencia
formal”
de
la
Historia
del
Arte,
cuando
la
sociedad
tenía
cada
vez
en
más
alta
consideración
el
arte.
La
disciplina
quedaba
marginada
en
los
nuevos
currículum
de
enseñanza
secundaria,
y
solo
aparecía
como
disciplina
autónoma
en
la
secundaria
post-‐obligatoria
o
bachillerato
en
las
modalidades
de
Artes
y
Humanidades.
En
palabras
de
Ávila
(2001:
70),
a
lo
largo
de
1º,
2º
y
4º
de
ESO
y
1º
de
Bachillerato,
la
disciplina
se
convertía
en
“un
simple
barniz
histórico-‐artístico
en
el
currículum
obligatorio
y
unas
breves
pinceladas
en
los
libros
de
texto,
donde
las
obras
de
arte
ilustran
los
textos
pero
sin
describirlas,
sin
explicarlas
y
mucho
menos
interpretarlas”.
Merece
la
pena
ahondar
de
manera
breve
en
las
causas
que
explican
la
escasa
presencia
de
esta
disciplina,
a
las
que
alude
Caballero
Carrillo
(1992-‐1993:
58):
“seguramente
en
esto
tiene
mucho
que
ver
la
misma
trayectoria
seguida
por
la
Historia
del
Arte,
considerada
siempre
como
una
materia
esencialmente
de
estudio,
en
la
que
el
aspecto
enciclopédico
y
erudito
ha
primado
en
sus
planteamientos
más
que
su
carácter
educativo-‐formativo.
A
ello
también
se
añade
la
vocación
eminentemente
universitaria
de
esta
disciplina,
que
la
ha
llevado
a
una
escasa
renovación
en
sus
aspectos
didácticos
y
consecuentemente
a
poca
adecuación
y
apertura
entre
los
niveles
educativos
inferiores”.
De
este
modo,
en
la
legislación
actual,
la
Historia
del
Arte
en
la
enseñanza
secundaria
obligatoria
queda
incorporada
en
el
área
de
Geografía-‐Historia
y
Ciencias
Sociales,
los
objetivos
de
la
cual
integran
a
la
vez
las
finalidades
educativas
propias
de
la
Historia,
Geografía
e
Historia
del
Arte,
así
como
de
otras
Ciencias
sociales.
La
impartición
de
esta
disciplina
se
enmarca
en
el
Real
Decreto
1631/2006,
de
29
de
Diciembre,
por
el
que
se
establecen
las
enseñanzas
mínimas
correspondientes
a
la
Educación
Secundaria
Obligatoria
(BOE
núm.
5,
de
5
de
Enero
de
2007)
y
el
Real
Decreto
1467/2007,
de
2
de
Noviembre,
por
el
que
se
establece
la
estructura
del
bachillerato
y
se
fijan
sus
enseñanzas
mínimas
(BOE
nº
266,
de
6
de
Noviembre
de
2007).
Sin
embargo,
este
planteamiento
también
ofrece
ventajas
para
la
formación
artística
y
cultural
del
alumnado
si
se
le
presta
la
debida
consideración,
pues
30
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
presenta
la
materias
de
manera
integrada
en
lugar
de
compartimentadas,
algo
que
casa
mejor
con
el
enfoque
constructivista.
La
vocación
más
interdisciplinar
de
esta
área
del
saber
humano
es
adecuada
en
tanto
en
cuanto
su
objetivo
último
resulta,
de
acuerdo
al
currículum,
que
el
alumnado
entienda
la
realidad
que
le
rodea,
desde
la
visión
más
genérica
a
la
más
concreta
y
específica,
sin
perder
el
sentido
de
la
coherencia
y
de
la
articulación
conceptual
e
interpretativa.
La
Historia
del
Arte
puede
formar
parte
de
este
diálogo
disciplinar
que,
lejos
de
restarle
identidad,
puede,
como
se
encarga
de
apuntalar
Caballero
Carrillo
(1992-‐1993:
59),
“subrayarla
al
profundizar
en
sus
peculiaridades
y
aportaciones
específicas
dentro
del
conjunto
de
las
ciencias
sociales”.
En
concreto,
en
el
currículo
de
educación
secundaria
obligatoria
de
la
Generalitat
Valenciana
(julio
2007)
la
aproximación
particular
a
las
manifestaciones
artísticas
se
considera
necesaria
“para
significar
el
esfuerzo
creativo
del
ser
humano
a
través
del
tiempo
y,
consiguientemente,
para
valorar
en
su
riqueza
y
variedad
el
patrimonio
cultural”,
algo
que
entronca
de
manera
directa
con
la
asimilación
intelectual
de
los
hechos
históricos
y
geográficos.
Asimismo,
el
estudio
de
estas
disciplinas
sirve
para
transmitir
una
serie
de
valores,
pues
el
conocimiento
del
pasado
contribuye
a
facilitar
una
comprensión
organizada
del
mundo
y
la
sociedad,
y
así,
la
adopción
de
una
actitud
ética
y
comprometida
que
afecta
no
solo
al
presente
sino
también
al
futuro.
Los
objetivos
comunes
de
materia
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia
que
de
manera
más
clara
apelan
a
la
formación
artística
son
los
siguientes:
8.
Valorar
y
respetar
el
patrimonio
natural,
histórico,
lingüístico,
cultural
y
artístico
español,
y
de
manera
particular,
el
de
la
Comunitat
Valenciana,
así
como
asumir
las
responsabilidades
que
supone
su
conservación
y
mejora.
9.
Conocer
y
valorar
las
especiales
características
de
la
identidad
lingüística,
cultural
e
histórica
de
la
Comunitat
Valenciana
y
su
relación
con
las
otras
comunidades
autónomas
del
Estado
Español.
10.
Comprender
los
elementos
técnicos
básicos
característicos
de
las
manifestaciones
artísticas
en
su
realidad
social
y
cultural
para
valorar
y
respetar
el
patrimonio
natural,
histórico,
cultural
y
artístico,
asumiendo
la
31
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
responsabilidad
que
supone
su
conservación
y
apreciándolo
como
recurso
para
el
enriquecimiento
individual
y
colectivo.
De
esta
formulación
se
desprende
la
importancia
que
adquiere
el
conocimiento
del
patrimonio
artístico
y
cultural
propio,
lo
que,
si
se
quiere
propiciar
de
manera
coherente
y
en
su
totalidad,
va
sin
duda
unido
al
contacto
directo
con
este
legado
cultural,
y
de
manera
específica,
a
los
espacios
museísticos
que
lo
albergan.
El
currículum
actual
también
se
presenta
abierto
y
flexible,
lo
que
facilita
que
el
docente
adapte
los
contenidos
de
esta
disciplina
a
los
objetivos
que
desea
alcanzar,
los
presente
relacionados
con
las
demás
disciplinas
sociales,
e
incorpore
las
visitas
a
los
museos
y
centros
artísticos
en
la
programación
anual
con
mayor
facilidad.
Por
otro
lado,
la
orientación
de
las
asignatura
de
Artes
—así
denominada
a
partir
de
la
Reforma
de
la
Educación
Secundaria
en
2006—
al
reconocimiento
de
la
naturaleza
diversa
de
los
lenguajes
artísticos
sin
una
preparación
especializada,
también
puede
presentar
ciertas
ventajas.
Como
explican
Rodríguez
Gutiérrez
y
García
García
(2011:
31)
:
“Las
artes
son
vistas
en
sus
variadas
funciones
sociales
y
culturales
para
el
florecimiento
de
la
estética
y
el
uso
de
los
sentidos;
el
pensamiento
(saber
relacionar
formas
e
ideas,
conocer
los
medios,
las
técnicas
y
los
materiales
del
arte),
así
como
la
sensibilidad,
percepción
y
creatividad:
habilidades
todas
del
pensamiento
artístico”.
En
la
tabla
siguiente
(Rodríguez
Gutiérrez
y
García
García,
2011:
32-‐33)
queda
reflejado
el
eje
de
enseñanza
y
aprendizaje
de
las
artes
plantea
el
desarrollo
de
tres
competencias:
expresión,
apreciación
y
contextualización,
las
cuales
encarnan
este
propósito
de
la
materia:
32
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
33
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Esta
concepción
propicia
la
conexión
de
las
aulas
con
los
museos,
los
cuales
se
presentan
como
espacios
ideales
para
la
formación
artística
del
alumnado
de
acuerdo
a
los
objetivos
establecidos
en
el
currículum
para
esta
materia.
De
hecho,
de
acuerdo
al
planteamiento
actual,
la
visita
al
museo
se
torna
casi
imprescindible
para
el
desarrollo
de
las
competencias
—especialmente
las
de
apreciación—
que
contempla
la
reforma
de
la
educación
secundaria
en
el
aprendizaje
de
las
artes.
Podemos
argüir
que
a
pesar
de
que
el
currículum
no
explicita
las
visitas
a
los
espacios
museísticos
como
contenido
esencial,
estas
enlazan
de
manera
inapelable
con
sus
fundamentos
y
contribuyen
de
manera
valiosa
a
su
afianzamiento.
El
enfoque
constructivista
e
integral
que
permea
su
diseño
permite
pronunciarnos
no
solo
a
favor
de
su
incorporación
en
las
programaciones
de
los
centros
educativos,
sino
también
de
la
metodología
más
adecuada
para
ello,
integradora
y
de
colaboración
entre
museos
y
escuelas,
la
cual
presentamos
en
estas
páginas.
Como
resultado
del
actual
marco
legal,
durante
la
etapa
de
Secundaria
hay
diversas
asignaturas
vinculadas
de
manera
directa
con
las
artes,
y
de
este
modo,
con
los
espacios
museísticos.
En
la
Educación
Secundaria
Obligatoria
encontramos,
de
manera
principal,
contenidos
artísticos
integrados
en
asignaturas
afines,
como
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia
y
Educación
Plástica
y
Visual,
aunque
también
se
pueden
hallar
ligados
a
materias
como
Lengua
y
literatura
si
se
presenta
una
visión
integral
de
las
artes,
en
la
que
la
tercera
columna:
“contextualización”
cobre
todo
su
sentido,
al
presentar
la
literatura
y
el
arte
no
como
actividades
paralelas
sino
íntimamente
relacionadas.
Las
optativas
vinculadas
son
Cultura
Clásica,
disponible
en
cuarto
curso,
la
cual
explora
el
mundo
antiguo
de
Grecia
y
Roma,
y
la
más
reciente
de
“Ampliación
de
Geografía
e
Historia
de
España”,
disponible
en
tercer
y
cuarto
curso.
Las
impartidas
en
Bachillerato
son
“Historia
del
Arte”,
disponible
tanto
para
la
Modalidad
de
Artes
como
de
Ciencias
Sociales
y
Humanidades,
y
las
propias
del
Bachillerato
Artístico:
Dibujo
Artístico,
Dibujo
Técnico,
Cultura
Audiovisual,
Volumen,
Diseño,
Técnicas
de
Expresión
Gráfico-‐Plástica
y
Anatomía
Aplicada.
A
continuación
analizamos
en
más
detalle
los
contenidos
teóricos
de
la
asignatura
común
y
obligatoria
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia
en
los
diferentes
cursos,
cuyos
objetivos
propiamente
artísticos
quedan
explicitados:
34
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
En
1º
de
ESO
los
contenidos
giran
en
torno
a
el
“conocimiento
de
los
elementos
básicos
que
caracterizan
las
manifestaciones
artísticas
más
relevantes,
contextualizándolas
en
su
época”,
así
como
la
“valoración
de
la
herencia
cultural
y
del
patrimonio
artístico
como
riqueza
que
hay
que
preservar
y
colaborar
en
su
conservación”.
Los
contenidos
específicos
se
centran
en
el
arte
de
la
prehistoria,
Egipto
y
Mesopotamia,
arte
minoico,
visigodo
y
etrusco,
Grecia
y
Roma,
con
especial
incidencia
en
el
arte
clásico.
En
2º
de
ESO,
el
contenido
artístico
gravita
en
torno
al
“reconocimiento
de
los
elementos
básicos
que
caracterizan
las
manifestaciones
artísticas
más
relevantes,
contextualizándolas
en
su
época”
y
la
“valoración
de
la
herencia
cultural
y
del
patrimonio
artístico
como
riqueza
que
hay
que
preservar
y
colaborar
en
su
conservación”.
En
el
bloque
de
la
Edad
Media,
los
alumnos
estudian
el
primer
arte
medieval,
el
arte
musulmán,
el
románico
y
el
gótico
en
Europa,
y
específico
a
nuestro
país,
la
cultura
y
el
arte
en
Al-‐Andalus,
en
la
actual
Comunitat
Valenciana,
el
arte
prerrománico
español,
el
arte
románico
y
gótico
en
España,
el
gótico
valenciano,
y
el
arte
mudéjar.
En
el
bloque
de
la
Edad
Moderna
estudian
el
arte
y
la
cultura
en
el
siglo
XVI,
el
Siglo
de
Oro,
y
en
la
América
Hispana.
En
4º
de
ESO
los
contenidos
generales
se
resumen
de
la
siguiente
manera:
“Reconocimiento
de
los
elementos
básicos
que
configuran
los
principales
estilos
o
artistas
relevantes
de
la
época
contemporánea,
contextualizándolos
en
su
época
e
interpretación
de
obras
artísticas
significativas”,
con
la
“aplicación
de
este
conocimiento
al
análisis
de
algunas
obras
relevantes”.
Los
contenidos
específicos
son
el
arte
del
siglo
XVIII:
el
Barroco
y
el
Neoclasicismo,
el
arte
barroco
valenciano,
y
el
arte
y
la
cultura
en
el
siglo
XX,
también
de
manera
particular
en
la
Comunitat
Valenciana.
Como
queda
de
manifiesto
con
este
resumen
de
los
contenidos
artísticos
de
la
asignatura,
la
amplitud
de
los
movimientos
y
etapas,
los
cuales
se
desarrollan
tanto
a
nivel
general
o
europeo
como
específico
de
la
Comunitat
Valenciana,
permite
la
programación
de
visitas
a
una
gran
variedad
de
museos
locales
y
autonómicos,
los
cuales
pueden
contribuir
a
que
se
produzca
un
aprendizaje
significativo
en
los
alumnos.
El
directorio
de
museos
y
colecciones
reconocidas,
proporcionado
per
la
Conselleria
d’
Educació,
Cultura
y
Esport
[http://www.cult.gva.es/dgpa/museus/museos_c.asp],
permite
buscar
museos
por
35
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
tipología
y
municipio,
con
resultados
interesantes
para
la
mayor
parte
de
los
contenidos
histórico-‐artísticos
recogidos
en
el
currículum
actual
de
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia.
De
esta
manera,
la
historia
del
arte
durante
la
etapa
de
secundaria
obligatoria
puede
pasar
de
“simple
barniz
histórico-‐artístico
en
el
currículum
obligatorio”
y
“breves
pinceladas
en
los
libros
de
texto”
a
formación
histórico-‐artística
completa.
Obstáculos
en
la
integración
de
los
museos
en
el
currículum
educativo
Sin
embargo,
esta
propuesta
de
integración
topa
en
la
práctica
con
algunos
obstáculos
que
es
pertinente
abordar.
En
primer
lugar,
como
apunta
Huerta
(2011:
56),
muchos
docentes
se
sienten
incapaces
de
elaborar
una
lectura
adecuada
al
hecho
artístico
cuando
entran
en
los
museos
de
arte
por
la
complejidad
que
entraña
y
su
poca
preparación
al
respecto.
Esta
falta
de
competencia
específica
en
la
materia
hace
que
los
maestros
se
sitúen
en
un
segundo
plano,
como
espectadores
pasivos,
durante
la
visita,
dejando
las
explicaciones
para
el
monitor
de
la
sala.
De
este
modo,
no
hay
una
continuidad
entre
lo
visto
en
la
exposición
y
lo
visto
en
clase,
pues
después
de
la
visita
no
se
realizan
actividades
relacionadas
en
el
aula,
lo
que
convierte
esta
visita
en
una
experiencia
aislada
que
no
engarza
con
la
formación
general
en
artes
visuales
de
los
alumnos.
La
primera
cuestión
que
hay
que
afrontar
es
la
preparación
del
cuerpo
docente,
que
debe
ser
adecuada
a
los
conceptos
abordados
en
la
visita
al
museo.
Los
maestros
no
podrán
hacer
un
seguimiento
del
aprendizaje
de
los
niños
cuando
ellos
mismos
desconocen
la
materia.
Si
bien
lo
ideal
es
que
el
bagaje
artístico
y
cultural
de
estos
profesionales
sea
suficiente
previamente
a
las
actividades
desarrolladas
en
el
museo
para
poder
contribuir
en
este
proceso,
en
nuestra
sociedad
actual,
con
todos
los
recursos
disponibles,
alegar
lagunas
a
este
respecto
ya
no
es
una
excusa
aceptable.
El
maestro
puede
y
debe
formarse
en
las
áreas
que
se
requieran
para
llevar
a
cabo
su
trabajo
de
manera
óptima.
De
otro
lado,
las
nuevas
tecnologías
también
pueden
resultar
útiles
a
la
hora
de
integrar
la
visita
en
el
currículum
educativo.
El
entorno
digital
ofrece
multitud
de
propuestas
didácticas
relacionadas
con
las
exposiciones:
desde
visitas
virtuales
a
actividades
y
aplicaciones
especialmente
diseñadas
para
la
formación
artística
de
niños
y
36
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
jóvenes.
Además
de
esto,
lo
ideal
es
que
los
maestros
estén
en
contacto
con
los
responsables
de
las
tareas
educativas
de
los
museos
para
que
las
actividades
se
preparen
de
manera
conjunta
y
así
se
establezca
un
verdadero
lazo
de
unión
entre
aula
y
espacio
museístico.
Si
partimos
de
un
concepto
de
evaluación
continua,
el
museo
puede
constituir
el
nudo
de
la
materia,
mientras
que
en
las
aulas
se
pueden
realizar
actividades
previas
y
posteriores
a
la
visita
para
que
el
aprendizaje
resulte
más
eficaz
y
pueda
constatarse
de
manera
menos
inequívoca.
La
subsanación
de
estas
carencias
formativas
resulta
esencial
no
solo
en
lo
que
respecta
a
la
integración
de
las
visitas
en
la
programación,
sino
de
los
propios
contenidos
artísticos.
Esta
circunstancia,
unida
a
la
limitación
horaria
de
la
asignatura,
que,
como
hemos
visto,
abarca
otras
disciplinas,
puede
resultar
en
su
marginación
por
parte
del
docente,
en
favor
de
los
contenidos
históricos
y
geográficos.
Por
otra
parte,
la
distancia
geográfica
entre
escuela
y
museo
puede
suponer
una
barrera
para
que
mantengan
una
relación
fluida
y
continuada.
Organizar
una
visita
plantea
cuestiones
logísticas
que
en
ocasiones
se
convierten
en
un
impedimento
para
su
realización
más
frecuente.
Hay
que
cuadrar
horarios
con
otras
asignaturas,
contratar
el
transporte
si
el
museo
está
alejado,
movilizar
a
un
número
de
alumnos
más
o
menos
numeroso,
y
tantos
otros
detalles
relacionados
con
sacar
a
menores
de
edad
fuera
de
las
aulas;
cuando
en
muchas
ocasiones
los
resultados
de
estas
visitas
resultan
inapreciables.
La
planificación
previa
es
clave
en
este
sentido.
Cuando
las
colecciones
de
arte
forman
parte
de
los
contenidos
de
las
clases
de
historia,
de
historia
del
arte,
o
de
otras
materias
de
educación
visual,
integrar
las
visitas
en
el
programa
anual
de
la
asignatura
se
convierte
en
algo
normal
que
no
genera
excesivo
estrés,
pues
la
antelación
deja
amplio
espacio
de
maniobra
para
organizar
las
visitas
de
manera
adecuada.
La
previsión
y
la
consiguiente
acción
de
coordinación
resulta
además
un
aspecto
fundamental
de
la
educación
de
calidad,
pues
indica
intencionalidad
y
reflexión
crítica
en
la
selección
y
organización
de
los
contenidos
que
van
a
trabajar
los
alumnos.
Asimismo,
el
contacto
con
los
encargados
de
las
actividades
pedagógicas
en
los
museos
constituye
un
punto
crucial
de
este
trabajo
previo,
puesto
que
en
muchas
ocasiones
el
enfoque
y
el
lenguaje
de
ambos
colectivos
no
concuerda.
Comenta
Huerta
(2010:
71)
que
el
lenguaje
de
los
educadores
de
museos
está
muy
37
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
cercano
a
la
historia
del
arte
en
la
mayoría
de
los
casos,
mientras
que
el
lenguaje
de
los
docentes
gravita
en
torno
a
las
prácticas
pedagógicas
curriculares.
Es
por
esto
que
se
necesitaría
“un
registro
común
que
permitiese
un
acercamiento
entre
ambos”,
esto
es,
una
formación
base
en
ambos
colectivos
tanto
en
didáctica
como
en
arte.
Para
el
alumnado,
público
objetivo
de
la
visita,
la
experiencia
resulta
mucho
más
enriquecedora
cuando
se
enmarca
dentro
de
un
proyecto
más
amplio
que
los
involucra
desde
aspectos
distintos
y
es
coherente
de
principio
a
fin,
porque
así
les
resulta
más
fácil
engarzar
lo
visto
en
clase
con
lo
visto
en
el
museo,
esto
es,
construir
conocimiento.
Por
esta
razón,
la
integración
o
unión
de
la
experiencia
en
el
museo
con
la
experiencia
en
el
aula
es
de
importancia
capital
en
la
formación
visual
de
los
alumnos
desde
un
enfoque
constructivista,
pues
favorece
la
construcción
del
conocimiento
y
que
así
se
produzca
un
aprendizaje
significativo.
Además,
la
educación
artística
no
se
circunscribe
a
una
única
materia
sino
que
engarza
con
muchas
otras,
conformando
un
valioso
bagaje
cultural
y
de
referencia
para
el
futuro.
38
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
3.
Los
programas
educativos
de
los
museos
La
experiencia
vital
en
los
museos:
la
función
lúdica
Ansbacher
(1985;
1995)
ya
remarcó
en
su
momento
la
necesidad
de
que
los
encargados
de
las
exhibiciones
hicieran
hincapié
en
la
propia
experiencia
vital
que
ofrece
el
museo,
en
lugar
de
enfocar
sus
esfuerzos
en
la
educación
que
tiene
lugar
como
resultado.
Los
museos
son,
hoy
con
más
razón
que
nunca,
mucho
más
que
instituciones
académicas
que
ofrecen
una
experiencia
especializada.
La
experiencia
que
proporcionan
es
cercana
a
la
realidad
porque
es
flexible
y
abierta,
no
se
encorseta
en
unas
pautas
educativas
fijadas.
Ejemplo
de
esto
son
las
instalaciones
de
videojuegos
en
el
espacio
museístico,
que
buscan
ofrecer
una
experiencia
mucho
más
vital
al
hacer
hincapié
en
la
interacción
del
público
con
el
medio.
Una
de
estas
iniciativas
es
“Applied
Design”
en
el
Museum
of
Modern
Art
de
Nueva
York,
disponible
desde
marzo
de
2013
a
enero
de
2014,
en
la
que
el
visitante
podía
elegir
entre
catorce
videojuegos
diferentes,
desprovistos
de
los
límites
convencionales
de
la
consola
y
así
“descontextualizados”,
al
estar
contenidos
en
una
pantalla
enclavada
en
la
pared
gris,
el
joystick
emplazado
en
una
pequeño
estante
debajo.
Como
comentó
la
responsable
de
la
instalación
en
el
MoMA,
Paola
Antonelli,
lo
que
atrae
de
los
videojuegos
es
su
indiferencia
hacia
la
funcionalidad
directa,
pues
son
pura
experiencia.
Y
el
mismo
crítico
del
New
York
Times
se
posicionó
como
su
apologista:
“Not
all
games
resist
function.
Like
any
medium,
games
can
be
used
to
persuade
and
educate.
But
perhaps
it’s
time
to
devote
a
permanent
space
—
it
could
be
small
and
provisional,
like
this
one
—
solely
for
MoMA
visitors
to
interact
with
games
as
an
exciting,
unpredictable,
purposeless
mode
of
pleasure”.
La
experiencia
vital,
unida
a
la
función
lúdica,
son
dos
aspectos
que
diferencian
a
los
espacios
artísticos
de
otras
instituciones
académicas,
pues
los
museos
y
galerías
educan
a
la
vez
que
entretienen.
Hooper-‐Greenhill
coincide
con
Dewey
en
que
los
museos
incrementan
el
bagaje
cultural
y
experiencial
de
sus
visitantes,
pero
esta
labor
resulta
más
valiosa
en
la
medida
que
va
unida
al
placer
sensorial,
pues
se
aprende
mejor
aquello
que
resulta
placentero.
Los
museos
se
inclinan
cada
vez
más
en
esta
dirección,
y
proponen
nuevos
modos
de
involucrar
a
los
visitantes
de
manera
más
directa
con
las
exhibiciones
de
forma
que
estos
39
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
adopten
un
papel
más
activo
que
enriquezca
su
experiencia
y
la
haga
más
satisfactoria.
De
acuerdo
a
Klopfer
(2005)
y
otros
investigadores
de
MIT
y
la
Universidad
de
Wisconsin,
el
equilibrio
en
la
función
educativa
del
museo
es
la
clave
del
éxito.
Algunas
de
estas
iniciativas
hacen
uso
de
la
tecnología
para
proporcionar
experiencias
educativas
más
enriquecedoras
para
los
visitantes
sin
necesidad
de
crear
nuevos
espacios
físicos,
como
los
audio
tours,
que
proporcionan
explicaciones,
comentarios
e
incluso
música
para
las
piezas
que
el
visitante
elija.
Ahora
algunos
museos
también
ofrecen
unos
dispositivos
con
los
que
pueden
acceder
a
información
adicional
en
distintos
formatos
y
que
permiten
explorar
en
mayor
profundidad
los
distintos
objetos
artísticos.
Otros
optan
por
propuestas
todavía
más
innovadoras,
como
el
Chicago
Historical
Society,
que
creó
una
gincana
para
atraer
al
público
más
joven.
El
museo
proporcionaba
una
lista
con
preguntas
tipo
test
que
requería
que
los
visitantes
fueran
por
todo
el
museo
buscando
las
piezas
artísticas
para
acertar
las
respuestas,
y
por
cada
acierto
sumaban
puntos.
A
continuación
se
listan
algunas
de
las
propuestas
actuales
destinadas
al
público
joven
por
algunos
de
los
museos
más
reconocidos,
como
el
Tate
Modern,
el
Thyssen,
El
Prado,
o
el
Art
Institute
de
Chicago:
http://kids.tate.org.uk/
http://assets.educathyssen.org/juegos/juegomiradas/juego.htm
https://www.museodelprado.es/pradomedia/multimedia/audioguias-‐
infantiles/
https://www.museodelprado.es/exposiciones/info/en-‐el-‐museo/turner-‐y-‐
los-‐maestros/juego-‐identifica-‐a-‐turner/
http://www.artic.edu/aic/education/CC/
Si
bien
estos
planteamientos
se
ven
como
contra
productivos
desde
algunos
sectores,
pues
acrecientan
el
aislamiento
y
la
descontextualización
de
los
objetos,
lo
cierto
es
que
no
dejan
de
resultar
atractivos,
en
especial
si
se
tiene
en
cuenta
que
el
juego
es
una
parte
cada
vez
más
presente
en
la
vida
diaria
ya
no
solo
de
niños
y
adolescentes,
sino
también
de
muchos
adultos
—piénsese
en
consolas
como
la
Wii,
la
Play
Station
Vita,
o
la
Nintendo
3DS,
con
un
público
objetivo
cada
vez
más
amplio—.
Asimismo,
como
Klopfer
y
sus
colaboradores
(2005:
317)
se
40
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
encargan
de
señalar,
“supported
collaborative
learning
certainly
provides
evidence
that
collaborative
learning
is
effective
in
encouraging
people
to
think
critically
about
important
ideas,
and
perhaps
this
notion
should
be
more
seriously
considered
in
the
informal
learning
space
of
museums”.
Para
ejemplificar
la
solidez
de
este
punto
de
vista,
los
autores
comentan
su
experiencia
con
el
juego
interactivo
y
de
colaboración
“Mystery
at
the
Museum”,
una
gincana
con
preguntas
diseñada
para
involucrar
a
un
grupo
de
padres
y
niños
con
el
espacio
artístico
durante
un
periodo
comprendido
de
dos
a
tres
horas.
Los
objetivos
eran
la
imbricación
profunda
de
los
visitantes
con
las
exhibiciones
del
museo,
de
forma
que
reflexionen
y
exploren
partes
de
la
exposición
u
obras
que
no
habían
visto
con
anterioridad,
promover
el
pensamiento
intertextual,
esto
es,
que
los
visitantes
sean
capaces
de
establecer
conexiones
entre
las
distintas
exhibiciones
del
museo;
y
fomentar
la
colaboración
entre
ellos:
que
estos
debatan
y
compartan
ideas
e
impresiones
para
que
la
experiencia
resulte
más
interactiva.
El
juego,
que
estaba
planteado
como
un
caso
para
resolver
mediante
la
asistencia
de
las
nuevas
tecnologías,
cumplió
con
los
objetivos
previstos
de
manera
satisfactoria,
como
demostraron
las
encuestas
y
testimonios
posteriores
(Klopfer
et
al.,
2005).
Estos
resultados,
junto
con
otros
de
experiencias
parecidas,
prueban
la
necesidad
de
romper
con
los
prejuicios
que
inclinan
a
los
profesionales
de
los
museos
a
alejarse
lo
máximo
posible
de
las
nuevas
tecnologías
y
la
industria
del
entretenimiento
por
miedo
a
caer
presa
del
show
business
que
impregna
ya
la
política
de
muchos
de
estos
espacios.
Es
factible
educar
y
entretener
al
mismo
tiempo,
de
la
misma
manera
que
los
museos
pueden
realizar
cambios
que
les
permitan
conectar
mejor
con
el
público
actual
sin
perder
su
razón
de
ser.
No
es
sin
razón
que
los
efectos
de
los
excesos
de
la
cultura
de
lo
nuevo
son
en
sumo
perniciosos,
y
una
realidad
que
no
se
puede
obviar,
pero
los
museos
no
pueden
parapetarse
en
estos
hechos
para
evitar
su
inapelable
renovación.
41
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
La
supremacía
del
show
business
en
los
espacios
museísticos
posmodernos:
diálogo
entre
Clair
y
Danto
En
cualquier
caso,
sí
que
resulta
pertinente
abordar
el
viraje
en
la
concepción
museística
en
su
extremo
más
radical
para
evitar
caer
en
sus
trampas
cuando
se
pretende
llevar
a
cabo
una
renovación
del
espacio
artístico
y
cultural.
El
museo
como
espacio
de
conservación
y
difusión
del
patrimonio
histórico-‐artístico
ha
experimentado
diferencias
en
su
concepción
a
lo
largo
de
la
historia,
lo
que
explica
su
extensa
tipología.
Si
tras
la
Revolución
Francesa
primó
su
labor
preservadora
a
modo
de
almacén
caótico,
durante
la
época
napoleónica
se
alzó
como
estandarte
de
las
conquistas;
con
motivo
de
la
fotografía
y
la
consiguiente
multiplicación
y
difusión
de
las
imágenes
se
desarrolló
su
función
didáctica.
En
la
actualidad
la
función
principal
del
museo
es
la
atracción
del
público,
una
tendencia
que,
según
auguró
el
escritor
y
especialista
en
arte
Juan
Antonio
Ramírez,
cobraría
mayor
relevancia
en
los
próximos
años
y
es
hoy
una
realidad.
“En
el
futuro
todo
estará
permitido
con
tal
de
atraer
a
las
masas.
El
museo
se
convertirá
en
una
especie
de
ready
made,
un
parque
de
atracciones,
un
negocio
en
el
que
cualquier
relato
tenderá
a
hacerse
cada
vez
más
espectacular”.
El
giro
es
lógico
si
se
considera
la
cultura
actual
y
las
nuevas
y
variadas
formas
de
entretenimiento.
Nos
encontramos
en
la
economía
de
la
atención,
y
lo
que
triunfa
es
lo
que
enseguida
conecta
con
nuestros
sentidos.
La
primacía
del
show
y
de
la
imagen
amenaza
con
recluir
los
museos
tradicionales
a
las
esferas
minoritarias
más
intelectuales,
por
lo
que
estos
hacen
todo
lo
posible
por
adaptarse
a
los
nuevos
tiempos.
Su
objetivo,
por
tanto,
es
lograr
ser
un
espacio
divertido
que
compite
en
venta
de
entradas
con
los
parques
de
atracciones
y
los
cines.
Pero
si
bien
esta
adaptación
no
es
mala
per
se
—el
museo
tiene
que
evolucionar
para
mantenerse
vivo
y
seguir
imbricado
en
la
sociedad
democrática—
sí
puede
resultar
perniciosa
cuando
la
museística
pierde
de
vista
su
razón
de
ser
más
contemplativa.
Nadie
es
inmune
al
magnetismo
del
show
business,
ni
siquiera
los
museos,
espacios
de
alta
cultura.
Neil
Postman,
en
su
libro
The
End
of
Education
habla
del
rol
de
los
museos
y
la
apreciación
de
las
diferentes
manifestaciones
artísticas
clásicas
en
las
nuevas
generaciones:
42
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Most
American
students
are
well
tuned
to
respond
with
feeling,
critical
intelligence,
and
considerable
attention
to
forms
of
popular
music,
but
are
not
prepared
to
feel
or
even
experience
the
music
of
Haydn,
Bach,
or
Mozart;
that
is
to
say,
their
hearts
are
closed,
or
partially
closed,
to
the
canon
of
Western
music
(...)
There
is
in
short
something
missing
in
the
aesthetic
experience
of
our
young.
(1996:
166-‐167)
Como
sostiene
Mario
Vargas
Llosa,
Premio
Nobel
de
Literatura,
sería
una
tragedia
que
la
cultura
acabase
en
puro
entretenimiento,
pero
esta
es
la
tendencia
de
la
posmodernidad,
donde
impera
la
indiferencia
moral,
la
banalización
de
la
cultura
y
la
civilización
del
espectáculo.
El
museo
influye
sobremanera
en
la
forma
en
que
el
público
percibe
el
arte
contemporáneo,
pues
es
una
institución
clave
en
la
instauración
de
valor.
Clair
(2007:
86-‐87),
explica
que
antes
era
un
lugar
de
estudio,
donde
acudían
tanto
los
estudiantes
de
historia
del
arte
como
los
de
la
Escuela
de
Bellas
Artes,
los
futuros
artistas.
Pero
ahora
se
ha
convertido
en
“la
sala
de
los
pasos
perdidos
de
una
vaga
delectación”,
donde
los
primeros
van
poco
y
los
segundos
no
acuden
nunca.
Parece
que
esto
es
más
acusado
todavía
en
el
continente,
pues
en
Estados
Unidos
y
aún
en
Gran
Bretaña
los
museos
sí
participan
en
la
formación
del
público,
en
especial
a
través
de
las
universidades
que
cuentan
con
museo
propio.
Ejemplo
de
ello
son
el
Museo
de
Yale,
el
Fitzwilliam
Museum
en
la
Universidad
de
Cambridge,
el
Museum
of
Archeology
and
Anthropology
en
la
Universidad
de
Pennsylvania,
el
Princeton
University
Art
Museum
en
Princeton,
el
Berkeley
Art
Museum
and
Pacific
Film
Archive
en
la
Universidad
de
California,
el
Harvard
Museum
of
Natural
History
y
el
Fogg
Museum
of
Art
en
Harvard,
y
el
Ashmolean
Museum
of
Art
and
Archaeology
en
Oxford.
Sin
embargo,
Clair
señala
cómo
cada
vez
más
en
los
museos
occidentales
“no
se
entra
sin
un
cierto
malestar—pues
allí
donde
pensábamos
hallar
una
presencia
solo
hallamos
un
vacío”.
Esto
es
porque
“[s]olo
importa
el
envoltorio,
que
se
pretenderá
precioso,
impresionante,
hecho
de
mármol,
de
granito,
de
cristal
y
de
metales.
¿El
contenido?
El
contenido
llegará
más
tarde
o
no
llegará.
El
mundo
actual
funciona
sin
contenido”
(2007:
114).
Vicente
Verdú
(2013)
coincide
con
este
inclinación,
que
critica
duramente:
“Lo
bonito
provoca
un
efecto
tan
popular
que
puede
contagiar
a
casi
todo
el
mundo.
(…)
Lo
bonito
no
tiene
nada
que
ver
con
la
43
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
belleza
ni
tampoco
con
la
originalidad
…
puesto
que
si
triunfa
es
precisamente
gracias
a
su
condición
de
cosa
ya
vista.
(…)
Todo
cuadro
que
se
sintetice
en
la
exclamación
de
lo
bonito
abdica
de
todo
interés
superior”.
A
partir
de
los
años
sesenta
el
arte
ha
entrado
en
un
periodo
posthistórico
y
postnarrativo
en
el
que
ya
no
se
cuenta
con
un
relato
que
defina
la
realización
de
arte.
Esto
explica
la
pluralización
del
arte,
la
complejidad
añadida
a
la
crítica,
que
ya
no
puede
fundamentarse
en
la
adecuación
histórica,
y
el
vacío
dejado
por
relato
del
arte
occidental,
que
va
perdiendo
preeminencia.
El
eco
que
deja
sentir
el
cambio
de
paradigma
en
los
museos
corresponde
con
el
diagnóstico
apuntado
por
Juan
Antonio
Ramírez
y
Jean
Clair,
y
que
Danto
(1992:
26)
se
encarga
de
fundamentar:
“En
este
periodo,
el
museo
se
ha
transformado
de
templo
de
la
belleza
en
una
especie
de
feria
cultural.
Cada
vez
son
más
las
personas
que,
sorprendentemente
informadas
sobre
el
arte
por
los
medios
de
comunicación
de
masas,
desfilan
por
estas
transformadas
instituciones
con
actitudes
muy
diferentes
de
aquel
temor
reverencial
que
hace
apena
unas
décadas
asaltaba
al
visitante
del
museo
templo.
Lo
que
ahora
vemos
es
un
arte
que
busca
un
contacto
con
las
personas
más
inmediato
de
lo
que
permite
el
museo,
(…)
mientras
que
por
su
lado
el
museo
está
luchando
por
acomodarse
a
las
inmensas
presiones
que
recibe
desde
dentro
y
fuera
del
arte”.
Este
fenómeno
engancha
dentro
de
lo
que
es
la
cultura
y
el
pensamiento
posmoderno,
caracterizado
por
el
relativismo
y
la
subjetividad.
La
pérdida
de
coordenadas
conlleva
una
inevitable
pérdida
de
sentido,
identidad
y
propósito
que
se
deja
traslucir
en
el
mundo
del
arte,
tanto
en
las
obras
producidas
como
en
las
instituciones
encargadas
de
evidenciar
su
valor.
Los
museos
ya
no
siguen
una
ética
única
porque
ya
no
puede
establecerse
una,
y
en
consecuencia,
muchos
están
tiranizados
por
el
show
business.
Como
señala
Chelius
Stark
(2011:
29):
“In
essence,
ethical
relativism
rejects
the
possibility
of
universal
or
universally
applicable
ethical
principles
and
claims
that
principles
are
embedded
in
or
relative
to
specific
times,
places
and
cultures.
Subjectivism
rejects
the
possibility
of
universal
or
objective
ethical
principles
and
claims
the
statements
about
ethics
are
actually
statements
about
a
particular’s
beliefs,
attitudes
or
preferences”.
Estas
dos
corrientes
de
pensamiento,
predominantes
en
nuestra
44
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
cultura
actual,
suponen
un
escollo
importante
en
la
elaboración
de
una
teoría
holística
de
la
ética
en
la
cual
la
museología
pueda
apoyarse
a
nivel
internacional.
La
libertad
vigente,
entendida
como
ruptura
con
el
pasado
y
las
normas
morales
que
hasta
hace
poco
regían
la
vida,
se
contrapone
a
la
idea
de
consenso.
En
consecuencia,
los
museos
han
perdido
buena
parte
de
la
autoridad
que
ejercían
en
materia
de
arte,
tanto
en
la
percepción
como
la
valoración
de
las
obras
de
arte.
Como
apunta
Danto
(1992:
162),
durante
el
periodo
napoleónico
el
museo
era
el
sustituto
de
la
catedral,
lo
mismo
que
en
los
años
sesenta,
pues
con
las
transformaciones
del
pop
y
el
derribo
de
las
fronteras
entre
el
arte
inferior
y
el
arte
superior,
“el
museo
llegó
a
definir
una
forma
de
vida
dotada
de
significado
para
una
población
dispuesta
a
hacer
grandes
sacrificios
de
tiempo
y
dinero
a
fin
de
que
ellos
y
sus
hijos
pudieran
participar
de
ella”.
El
museo
era
un
espacio
espiritual,
“foco
del
orgullo
y
el
espíritu
de
la
comunidad,
un
emblema
de
la
vida
del
espíritu
aceptado,
un
punto
incluso
de
peregrinaje,
pero
en
cualquier
caso
mucho
más
que
un
depósito
de
objetos
raros,
curiosos,
instructivos
o
edificantes”.
Clair
(2007:
28-‐30)
expone
que
aún
persiste
parte
de
esta
aura
que
rodea
a
la
institución
museística,
aunque
desprovista
de
sentido.
“Existe
en
la
visita
ritual
a
un
museo,
la
ingenua
creencia
de
que
los
cuadros
o
las
esculturas
que
allí
se
conservan
nos
hablan
directamente,
se
comunican
con
nosotros
sin
que
tengamos
que
hacer
el
esfuerzo
de
entender
lo
que
representan.
(…)
Es
de
temer,
sin
embargo,
que
el
arte
de
Occidente,
al
dejarse
llevar
por
la
<<magia
del
museo>>,
haya
terminado
por
perder
cualquier
significación
y
encanto”.
En
la
actualidad,
sin
embargo,
señala
Danto
(1992:
191),
“parece
en
gran
medida
como
si
los
museos
y
las
catedrales
se
hubieran
disneyzado
juntos
en
un
mundo
en
el
que
comer,
ir
de
compras
y
ver
monumentos
—museos
y
catedrales,
por
ejemplo—
estuvieran
en
el
mismo
nivel.
Son
aspectos
del
mundo
del
espectáculo
que,
si
esto
es
así,
parece
corroborar
alarmantemente
la
tesis
de
Baudrillard
en
el
sentido
de
que
vivimos
cada
vez
más
en
una
especie
de
hiperrealidad
compuesta
de
simulacros”.
Parece
que
en
este
tiempo
no
se
puedan
ofrecer
productos
de
alta
cultura,
tan
solo
sustitutos
diluidos,
atractivos
en
forma
y
pobres
en
contenido.
De
otra
manera,
la
gente
no
acude
a
ellos
porque
se
aburre
o
no
está
capacitada
para
apreciarlo.
Jean
Clair
(2007:
80)
señala
este
cambio
en
las
expectaciones:
“Hoy
esta
45
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
función
última
[la
delectación]
y,
quizá,
a
mi
entender,
ilusoria
ha
terminado
por
ser
la
dominante.
Pero,
privada
de
sus
cimientos,
la
belleza
cae
en
el
vacío.
Nos
delectamos
sin
saber
por
qué,
sin
saber
de
qué.
Creer
que
obtenemos
placer
de
una
obra
cuyo
sentido
somos
incapaces
de
comprender
es
como
recorrer
con
la
mirada
un
texto
en
una
lengua
extranjera,
una
sucesión
de
signos
impresos
de
los
que
nada
sabemos”.
Danto
(1992:
49)
coincide
en
la
necesidad
de
un
bagaje
teórico
para
poder
disfrutar
de
las
obras
de
arte:
“Ver
algo
como
arte
requiere
algo
que
el
ojo
no
puede
percibir,
una
atmósfera
de
teoría
artística,
un
conocimiento
de
la
historia
del
arte”.
Fumagalli
(2001:
109)
explica
que
las
formas
culturales
con
las
que
entramos
en
contacto
forman
nuestro
gusto
y
nos
dan
cierta
sensibilidad,
una
capacidad
de
percepción
determinada,
por
lo
que
“para
poder
apreciar
las
formas
culturales
elevadas
se
requiere
la
educación
que
permite
gozar
de
ellas”.
Es
la
educación
lo
que
permite
percibirlas
como
superiores,
y
proporciona
una
satisfacción
más
profunda.
Las
formas
culturales
más
altas
resultan,
al
contrario
de
lo
que
pueda
parecer,
más
universales.
Si
no
se
perciben
así
no
es
por
su
arbitrariedad
cultural,
sino
por
la
falta
de
educación
de
la
sensibilidad.
La
solución
estriba
en
hallar
un
equilibrio
entre
forma
y
contenido.
Los
museos,
como
comentábamos
con
anterioridad,
se
caracterizan,
en
esencia,
por
su
capacidad
de
educar
y
deleitar
al
mismo
tiempo.
Cuando
los
objetos
quedan
desprovistos
de
significado,
esto
es,
cuando
el
entretenimiento
no
va
unido
a
una
función
educativa,
resulta
vacuo.
Es
por
esto
que
los
esfuerzos
por
tratar
de
conectar
con
el
público
actual
deben
ir
avalados
por
una
apuesta
firme
por
continuar
su
legado
como
instituciones
de
alta
cultura,
comprometidas
con
la
educación
de
los
ciudadanos
y,
muy
especialmente,
de
niños
y
jóvenes.
Los
museos
no
pueden
mantener
su
estructura
tradicional
si
quieren
seguir
siendo
relevantes
en
nuestra
sociedad
y
desean
suscitar
el
interés
de
este
segmento,
pero
deben
acometer
los
cambios
necesarios
desde
el
conocimiento
de
su
propia
historia,
que
apuntala
su
labor
pedagógica.
La
Museología
estableció
desde
su
conformación
como
disciplina
científica
tres
funciones
básicas:
la
pedagógica,
con
énfasis
en
la
divulgación
del
arte,
la
estética,
que
contribuye
a
formar
el
gusto,
y
la
científica,
que
promueve
la
investigación.
Si
quieren
pervivir
como
estandartes
culturales,
los
museos
deben
46
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
continuar
velando
por
estas
misiones,
pues
antes
que
espacios
de
diversión
y
entretenimiento,
son
espacios
que
garantizan
la
protección,
conservación
y
acceso
al
patrimonio
cultural.
Para
que
el
acceso
a
este
patrimonio
sea
una
realidad,
los
educadores
de
los
museos
deben
contar
con
conocimientos
suficientes
sobre
teoría
de
la
educación
y
didáctica
para
diseñar
programas
educativos
adecuados
a
las
etapas
educativas
a
las
que
van
a
ir
destinados.
Asimismo,
cierta
formación
en
psicología
infantil,
unida
a
la
comprensión
profunda
del
contexto
actual,
es
indispensable
para
conocer
las
carencias,
necesidades,
dificultades
y
expectativas
del
público
más
joven.
Para
conectar
con
este
público
una
de
las
claves
es
la
innovación
y
la
utilización
de
nuevas
tecnologías,
pues
no
basta
con
tener
un
buen
producto
—y
aquí
es
donde
no
cabe
hacer
concesiones—,
también
hay
que
saber
venderlo.
Las
redes
sociales
también
pueden
constituir
una
buena
herramienta
para
despertar
y
mantener
el
interés
por
el
arte
en
las
nuevas
generaciones,
pues
más
que
el
enemigo
de
la
alta
cultura,
los
fenómenos
culturales
actuales
y
los
avances
en
la
comunicación
y
la
información
constituyen
medios
con
un
gran
potencial
mediador
para
hacer
llegar
contenidos
tenidos
por
caducos
y
poco
relevantes
a
los
jóvenes
contemporáneos.
47
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Los
objetivos
a
nivel
organizacional
de
los
programas
pedagógicos
de
estas
instituciones
de
arte
se
pueden
enmarcan
dentro
de
tres
categorías:
la
educación
cultural
de
los
jóvenes,
la
transmisión
de
conocimientos,
más
relacionada
con
los
fundamentos
teóricos
de
la
historia
del
arte,
a
este
mismo
colectivo,
y
la
educación
a
maestros
y
educadores
acerca
del
valor
y
la
importancia
de
integrar
estos
programas
dentro
del
currículum
educativo
de
su
centro
de
enseñanza
(Milligan
y
Brayfield,
2004).
De
manera
reciente,
las
instituciones
educativas
se
han
percatado
del
potencial
de
los
museos
como
espacios
educativos,
que
se
presentan
como
“ideal
educational
settings”
(Oya
Abaci
et
al.,
2009),
y
estos
mismos
espacios
son
conscientes
de
su
papel
en
el
aprendizaje
activo
de
los
visitantes.
Como
hemos
visto,
el
enfoque
constructivista
ha
remodelado
la
concepción
de
la
enseñanza,
que
ha
pasado
de
ser
unidireccional,
transmisión
del
conocimiento
vertical:
profesor–
alumno,
a
ser
bidireccional:
los
estudiantes
y
los
educadores
son
partes
activas
en
la
construcción
del
conocimiento
y
el
proceso
de
aprendizaje
del
alumno.
Esto
ha
afectado
la
creación
de
programas
educativos
en
los
museos,
que
se
han
subido
al
carro
de
las
propuestas
inclusivas,
centradas
en
los
usuarios,
como
los
‘laboratorios’
y
los
‘talleres’.
En
los
últimos
quince
años
ha
habido
un
incremento
de
este
tipo
de
nuevas
iniciativas,
en
ocasiones
experimentales,
en
galerías
de
arte,
como
‘Curator
for
a
day’
en
Trapholt,
Museum
of
Modern
Art
and
Design
en
Kolding,
‘The
Laboratory
of
Aesthetics’
en
el
Esbjerg
Art
Museum,
y
‘The
Laboratory
of
Art
en
Arken,
el
Museum
of
Modern
Art
cerca
de
Copenhague
(Illeris,
2009).
La
ignición
teórica
para
los
propulsores
de
estos
programas
pedagógicos
es
la
problemática
planteada
por
la
premisa
positivista,
que
considera
que
el
espacio
artístico
proporciona
una
mirada
objetiva
y
natural
sobre
el
mundo
que
nos
rodea.
Recientemente,
los
académicos
han
mostrado
interés
en
estudiar
la
influencia
de
las
prácticas,
estrategias,
y
enfoques
históricos
y
sociales
que
condicionan
nuestro
modo
de
aproximar
y
percibir
el
arte,
y
que
pueden
resultar
en
un
estancamiento
de
la
experiencia
visual
al
no
establecerse
relaciones
propias
de
significado
entre
obra
y
espectador.
Alpers
(1984,
1991),
Bryson
(1991)
y
Stafford
(1999),
por
ejemplo,
demuestran
cómo
ciertas
formas
de
mirar
son
construidas
y
mantenidas
en
los
encuentros
entre
el
arte
y
sus
públicos
(Illeris,
2009).
48
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Sin
embargo,
el
diseño
y
la
planificación
de
programas
educativos
que
cumplan
con
las
exigencias
de
la
nueva
concepción
museística
y
la
consiguiente
ampliación
de
la
función
educativa
y
lúdica
de
los
museos
no
es
tarea
sencilla.
En
primer
lugar,
por
la
dificultad
que
entraña
hallar
el
equilibrio
entre
lo
universal
y
lo
particular,
la
objetividad
y
la
subjetividad
en
el
arte.
Para
que
el
espectador
pueda
gozar
de
una
obra
artística
plenamente,
precisa
de
unos
conocimientos
básicos
que
orienten
la
mirada
y
le
permitan
identificar
su
valor
desde
el
punto
de
vista
histórico-‐artístico:
los
aspectos
que
apuntalan
su
universalidad
y
que
permiten
el
consenso
de
los
críticos
con
respecto
a
su
mérito.
No
obstante,
las
obras
artísticas
reconocidas
son
abiertas,
esto
es,
no
están
selladas
a
una
única
interpretación,
sino
que
parte
de
su
legitimidad
en
el
panteón
de
las
artes
se
halla
en
la
capacidad
de
suscitar
emociones
y
reflexiones
diferentes,
no
solo
en
personas
distintas,
sino
en
una
misma
persona,
en
momentos
dispares.
Si
por
una
parte
se
debe
considerar
la
multiplicidad
interpretativa
de
que
gozan
las
obras
de
arte,
y
que
es
intrínseca
a
la
disciplina,
por
otra
parte,
hay
que
tener
en
cuenta
que
estas
iniciativas
educativas,
insertadas
en
la
nueva
concepción
del
espacio
de
arte,
todavía
se
encuentran
en
fase
de
experimentación.
Son
muchas
las
propuestas
objeto
de
estudio,
y
en
diversos
países
del
mundo,
que
muestran
resultados
satisfactorios
en
el
aprendizaje
de
los
niños
participantes,
como
evidencia
el
programa
llevado
a
cabo
en
el
Museo
Arqueológico
de
Estambul
(Oya
Abaci
et
al.,
2009),
en
el
Arken
Museum
of
Modern
Art
en
Copenhague
(Illeris,
2009),
o
en
el
Architecture
Museum
y
la
University
Gallery
en
EEUU
(Milligan
y
Brayfield,
2004),
pero
sus
conclusiones
no
son
definitivas
porque
se
trata
de
casos
localizados
que
no
permiten
el
establecimiento
de
un
modelo
único
y
válido
para
todos,
aunque
sin
duda
suponen
un
avance
significante
en
el
campo
de
la
educación
museística.
En
cualquier
caso,
es
preciso
recordar
que
la
enseñanza
no
es
una
actividad
técnica,
pues
no
se
rige
por
leyes
científicas,
ni
consiste
en
la
mera
aplicación
teórica.
No
puede
diseñarse
un
único
modelo
de
programa
para
niños
y
adolescentes
en
el
museo,
pues
no
todos
los
colegios
son
iguales,
ni
siquiera
los
grupos
de
la
misma
edad
dentro
de
un
mismo
centro.
Lo
que
funciona
para
unos
educadores
no
necesariamente
funciona
para
otros,
debido
a
que
la
educación
es
dependiente
del
contexto
y
el
factor
humano.
49
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Es
aquí
donde
el
papel
del
maestro
cobra
relevancia
dentro
de
los
museos,
pues
el
docente,
en
su
contexto
particular,
es
el
que
más
datos
posee
acerca
de
sus
alumnos
y,
por
tanto,
el
que
mejor
puede
determinar
qué
métodos
son
los
más
efectivos
para
alcanzar
el
aprendizaje
significativo.
Cuando
el
maestro
establece
una
vía
de
comunicación
estable
y
fluida
con
los
encargados
del
gabinete
educativo
del
museo,
estos
pueden
contar
con
más
datos
que
les
permitan
perfeccionar
sus
talleres,
actividades
y
juegos
y
adaptarlos
a
las
necesidades
concretas
de
los
alumnos.
Sin
embargo,
uno
de
los
problemas
actuales
a
este
respecto,
es,
como
pone
de
relieve
Grenier
(2009)
que
los
educadores
carecen
de
entrenamiento
adecuado,
pues
si
bien
han
recibido
una
buena
formación
académica
artística,
les
faltan
conocimientos
acerca
del
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje
y
de
didáctica.
Aunque
se
ha
hecho
notar
que
el
cómo
es
variable,
pues
el
educador
debe
encontrar
su
estilo
personal
y
averiguar
cuál
es
el
método
que,
por
su
disciplina,
carácter,
centro
y
alumnos,
mejor
funciona
para
alcanzar
los
objetivo
formativos
propuestos,
esto
no
implica
que
la
didáctica
se
circunscriba
a
una
esfera
subjetiva,
ni
que
todas
las
opciones
sean
igualmente
válidas.
Es
cierto
que
no
hay
una
guía
última
de
la
enseñanza,
y
que
puede
haber
diversos
métodos
efectivos
en
un
caso
concreto,
pero
esto
en
ningún
modo
hace
superflua
y
prescindible
la
formación
pedagógica.
Si
cabe
la
hace
más
acuciante.
Precisamente
porque
el
docente,
como
tantos
otros
profesionales,
puede
tender
al
egocentrismo,
la
desidia
o
el
cinismo,
la
autocrítica
desde
el
pensamiento
riguroso
y
una
base
teórica
sólida
se
torna
esencial.
Este
bagaje
también
posibilita
un
mayor
entendimiento
entre
los
educadores
de
los
centros
y
de
los
museos,
y
de
este
modo,
un
trabajo
de
colaboración
que
resulte
en
programas
educativos
de
calidad
cuya
implantación
redunde
en
la
formación
integral
del
alumnado.
50
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
4.
Conclusiones
La
necesidad
de
la
integración
de
los
museos
en
el
currículum
educativo
No
hay
duda
del
valor
que
adquiere
la
educación
artística
ligada
a
los
espacios
museísticos
en
la
formación
integral
de
niños
y
jóvenes,
la
cual
amplía
sobremanera
su
conocimiento
del
mundo
al
conectar
con
numerosas
disciplinas
y
conceptos
clave
en
su
desarrollo
cognitivo,
emocional
y
axiológico.
A
este
respecto,
la
programación
debidamente
planificada
es
clave
cuando
se
persigue
que
el
aprendizaje
del
alumnado
resulte
lo
más
óptimo
y
motivador
posible.
Los
diferentes
estilos
de
aprendizaje
y
la
dimensión
temporal
de
las
situaciones
de
enseñanza
y
aprendizaje
deben
considerarse
para
determinar
la
visita
al
museo
que
se
va
a
realizar
y
su
consiguiente
programa
educativo,
que
se
inserta
en
el
continuum
de
la
materia
y
de
la
formación
académica
global
del
alumno.
La
figura
del
docente
adquiere
un
papel
preponderante
en
esta
labor
de
selección
para
atender
a
las
circunstancias
concretas
que
rodean
a
cada
grupo-‐
clase,
y
que
se
apoya
en
el
enfoque
constructivista.
Durante
la
visita
a
los
espacios
museísticos
su
importancia
se
ve
magnificada
en
tanto
en
cuanto
actúa
como
bisagra
entre
los
contenidos
vistos
en
las
aulas
y
los
de
la
exposición,
y
contribuye
a
que
los
alumnos
tomen
consciencia
de
su
propio
aprendizaje.
La
comunicación
y
colaboración
entre
escuelas
y
museos
se
torna
esencial
a
este
respecto,
pues
facilita
la
formación
integral,
coherente
y
progresiva
de
los
alumnos,
en
contraposición
con
la
acumulativa
e
incluso
disruptiva
que
se
produce
cuando
los
discursos
de
ambas
instituciones
educativas
corren
paralelos.
El
paradigma
museístico
emergente
propicia
la
estrechez
de
lazos
y
el
intercambio
de
información
y
recursos
con
instituciones
del
entorno,
en
especial
las
escuelas,
al
poner
el
hincapié
en
el
proceso
más
que
en
los
resultados,
tal
como
dicta
el
constructivismo
educativo.
Esto
resulta
en
una
mayor
involucración
de
los
alumnos
y
una
mayor
flexibilidad
del
método
en
función
de
las
necesidades
específicas
de
cada
grupo,
lo
que
proporciona
no
solo
una
experiencia
más
enriquecedora,
sino
también
una
educación
artística
más
adecuada.
La
apreciación
estética
es
un
proceso
de
descubrimiento,
por
lo
que
la
dimensión
pedagógica
de
la
enseñanza
resulta
más
conveniente,
sin
por
ello
despreciar
la
validez
de
la
medición
de
conocimientos
teóricos
objetivos
ligados
a
esta
disciplina.
51
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
Por
otro
lado,
esta
concepción
más
abierta
e
integral
engarza
con
la
propuesta
de
Dewey
de
la
“educación
como
forma
de
vida”,
que
sostiene
que
en
los
espacios
no
tan
regulados
de
la
enseñanza
los
alumnos
pueden
asimilar
los
acontecimientos
diarios
para
enfrentar
la
realidad.
Los
jóvenes
traen
su
experiencia
exterior
en
el
museo
al
aula
para
arrojar
luz
sobre
la
naturaleza
y
significación
de
los
hechos
encontrados
en
este
espacio
social
y
así
construir
su
conocimiento
del
mundo.
Esta
visión
educativa,
cuya
encarnación
actual
sería
la
formación
integral,
avala
la
integración
de
los
espacios
museísticos
en
el
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje.
También
el
currículum
de
Secundaria,
de
vocación
más
interdisciplinar,
se
inserta
dentro
de
esta
concepción.
En
concreto,
los
objetivos
de
la
disciplina
del
arte,
la
cual
se
engloba
en
la
materia
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia,
persiguen
el
conocimiento
del
patrimonio
artístico
y
cultural
propio,
lo
que
conecta
con
la
miríada
de
museos
locales,
autonómicos
e
incluso
nacionales
de
nuestro
territorio.
52
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
estos
espacios
estén
integradas
en
el
currículum
de
los
estudiantes.
El
aprendizaje
significativo
tiene
lugar
cuando
hay
construcción
del
conocimiento,
esto
es,
continuidad.
Ya
no
puede
concebirse
la
educación
como
compartimentos
estancos:
la
experiencia
en
el
museo
no
puede
correr
equidistante
al
aprendizaje
en
las
aulas,
sino
que
deben
converger
en
el
punto
medio
del
segmento,
que
se
produce
cuando
hay
entendimiento
y
colaboración
entre
ambas
instituciones.
53
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
De
manera
ideal,
los
educadores
de
los
centros
educativos
y
los
espacios
museísticos
pueden
diseñar
estas
programaciones
de
manera
más
efectiva
al
establecer
canales
de
comunicación
y
de
intercambio
de
información,
tal
y
como
hemos
visto.
Sin
embargo,
la
realidad
de
nuestro
entorno
local
es
que,
para
empezar,
muchos
educadores
carecen
de
la
formación
adecuada
para
llevar
esto
a
cabo.
Por
un
lado,
varios
museos
todavía
no
cuentan
con
un
gabinete
pedagógico
encargado
del
diseño
de
programas
educativos,
de
modo
que
su
espacio
no
se
adecua
a
las
necesidades
de
los
diferentes
grupos
de
edad,
en
especial
los
más
jóvenes.
Por
otro
lado,
el
conocimiento
artístico
de
los
mismos
docentes
resulta
con
frecuencia
insuficiente.
Esto
se
explica
desde
la
integración
de
la
disciplina
de
Historia
del
Arte
en
la
materia
Ciencias
Sociales,
Geografía
e
Historia,
que
si
bien
ofrece
numerosas
ventajas
para
el
profesor
experimentado
y
bien
formado
en
las
tres
ramas,
para
buena
parte
de
los
provenientes
de
carreras
como
Geografía
o
Historia
resulta
más
bien
una
inconveniencia,
pues
su
saber
se
suele
circunscribir
a
la
materia
histórico-‐geográfica
o
político-‐social.
No
obstante,
sí
hay
que
tener
en
cuenta
que
a
raíz
del
Plan
Bolonia,
el
nuevo
Grado
en
Geografía
e
Historia
privilegia
la
gestión
del
patrimonio
histórico,
artístico
y
cultural,
por
lo
que
se
adecua
más
a
las
exigencias
del
currículum
de
Secundaria.
De
este
modo,
las
siguientes
horneadas
de
graduados
estarán
a
priori
más
preparadas
para
llevar
a
cabo
este
tipo
de
iniciativas
conjuntas
e
integradoras.
Una
vez
se
cuenta
con
el
bagaje
necesario,
el
siguiente
paso
es
la
planificación
estratégica
de
las
visitas,
tanto
en
lo
que
se
refiere
al
calendario
como
al
contenido
de
las
mismas,
de
forma
que
engarce
con
lo
previamente
visto
en
clase
y
lo
que
se
desarrollará
a
continuación,
dentro
de
la
concepción
procesual
de
la
enseñanza.
Aun
cuando
los
museos
que
por
sus
fondos
resulten
interesantes
no
posean
programas
didácticos
propios,
los
docentes
pueden
hacerse
cargo
de
la
visita
para
establecer
conexiones
con
la
programación
de
la
asignatura
y
que
esta
no
resulte
una
experiencia
aislada.
En
cuanto
a
los
museos
españoles,
se
encuentran
en
un
momento
de
tránsito
y
replanteamiento
desde
los
años
90,
tal
y
como
señalan
López
y
Kivatinetz
(2006),
donde
métodos
procedentes
del
ámbito
anglosajón,
como
el
Visual
Thinking
Strategies,
se
presentan
como
alternativa
a
los
programas
educativos
tradicionales
de
nuestros
espacios.
En
concreto,
el
V.T.S.
propone
un
54
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
cambio
metodológico
rupturista:
“en
vez
de
aprender
sobre
arte,
consiste
en
utilizar
el
arte
para
aprender.
(…)
utilizamos
una
metodología
adecuada
para
cada
tipo
de
usuario,
basada
en
la
participación,
el
diálogo,
descubrimiento,
descripción,
discusión,
para
facilitar
tanto
la
comprensión
como
el
disfrute
de
la
obra
de
arte"
(Machín,
2004:189).
Este
tipo
de
planteamientos
engarzan
con
las
corrientes
actuales
en
la
educación,
que
priman
la
flexibilidad
sobre
la
rigidez,
el
diálogo
sobre
el
monólogo,
de
forma
que
sea
el
propio
alumno
el
que
construya
su
propio
conocimiento
del
mundo.
La
narrativa
de
crítica
cultural
que
presentan
López
y
Kivatinetz,
“desde
la
que
se
entienden
los
objetos
como
portadores
de
múltiples
significados
y
donde
la
educación
favorece
una
visión
relacional
y
culturalista
de
los
contenidos
del
museo”
(2006:
213)
parece
la
más
adecuada,
tanto
desde
un
punto
de
vista
metodológico
crítico,
como
desde
la
consideración
del
paradigma
actual
y
las
necesidades
y
exigencias
del
público
contemporáneo.
Si
bien
el
entretenimiento
constituye
un
objetivo
nada
despreciable
para
los
museos,
pues
la
experiencia
en
estos
espacios
debe
ser
placentera,
los
programas
educativos
deben
diseñarse
con
la
formación
integral
de
los
jóvenes
en
mente.
En
palabras
de
estas
dos
autoras,
se
debe
entender
la
educación
en
el
museo
“como
un
acto
de
reflexión
y
de
creación
de
nuevas
narrativas
igualmente
válidas
y
significativas
que
la
propuesta
por
la
propia
institución”
(2006:
231).
El
objetivo
es
que
los
museos
se
alcen
como
espacios
para
el
cuestionamiento,
y
que
los
programas
didácticos
“inciten
a
los
visitantes
a
interrogarse,
y
desde
las
que
se
asuma
que
el
conocimiento
que
se
construya
ayudará
a
las
personas
a
ser
mejores
y
a
vivir
más
plenamente
más
allá
del
mundo
académico”
(2006:
232).
Es
por
esto
que
la
comunicación
entre
escuelas
y
museos
se
torna
tan
acuciante.
Cada
una
de
estas
instituciones
es
especialista
en
un
ámbito
de
la
educación
que
resultan
complementarios
y
esenciales
para
el
desarrollo
integral
de
los
jóvenes.
Es
cierto
que
todavía
queda
un
largo
camino
por
recorrer
para
que
esta
colaboración
resulte
en
programas
educativos
ajustados
a
las
exigencias
planteadas,
pues,
por
una
parte,
los
profesores
deben
adquirir
una
formación
interdisciplinar
que
les
permita
conectar
la
disciplina
de
historia
del
arte
con
la
de
historia
y
geografía,
y
el
patrimonio
artístico
y
cultural
de
nuestro
territorio
nacional
con
el
currículum
de
cada
etapa
educativa;
y
por
otra,
los
museos
deben
continuar
afianzando
su
labor
educativa
en
la
dirección
propuesta
de
narrativa
de
55
María
López
Puigdollers
Trabajo
Fin
de
Máster
crítica
cultural.
Sin
embargo,
no
hay
duda
de
que
si
la
colaboración
entre
escuelas
y
museos
se
produce
paralelamente
a
su
desarrollo
y
las
vías
de
comunicación
entre
ambas
instituciones
se
consolidan,
se
fomentará
que
los
programas
educativos
en
los
museos
se
construyan
de
modo
indagador
y
crítico,
y
respondan
tanto
a
los
requisitos
del
currículum
como
a
las
necesidades
específicas
del
alumnado.
56
María
López
Puigdollers
Trabajo
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