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"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ungió para anunciar la
buena nueva a los pobres: me envió para proclamar la liberación a los
presos (Isaías 61,1) y, a los ciegos, la recuperación de la vista (Isaías 35,
5); para dar libertad a los oprimidos (Isaías 58,6) y proclamar un año de
gracia del Señor "(Isaías 61,2).
Esta misión liberadora viene del Dios de la vida, pues es conferida a Jesús
por el mismo Espíritu del Señor, por quien ya había sido ungido como el
mesías con ocasión de su bautismo (Lucas 3,22).
En segundo lugar, "anunciar una buena nueva a los pobres" es llevar "a los
ciegos la recuperación de la vista". Es, sí, curar la ceguera física, pero es
mucho más. Es también curar nuestra 'ceguera' cuando no vemos la
realidad por estar con la visión embajada o con 'viseras' que impiden ver la
realidad en toda su amplitud. Es curar nuestra "ceguera" cuando no vemos
con nuestros propios ojos, no pensamos con nuestra propia mente, no
escuchamos con nuestros propios oídos y, por eso mismo, no decimos
nuestra propia palabra, pero reproducimos las ideas del pensamiento
dominante en la sociedad. Señor, recupera nuestras vistas. Nos da fuerzas
para alcanzar claridad en nuestras mentes y corazones, a fin de ampliar
nuestro discernimiento conducido por tu Espíritu.
En tercer lugar, "anunciar una buena nueva a los pobres" también es "dar
libertad a los oprimidos", sea ante la opresión social, mental, económica,
psicológica, política, afectiva o religiosa. Señor, que tu amor mueva
nuestros deseos, posibilitando la gracia de ser personas cercanas,
solidarias con quienes viven en la opresión.
Por fin, "anunciar una buena nueva a los pobres" es "proclamar un año de
gracia del Señor". Anunciar el año de gracia del Señor es proclamar el año
jubilar que formaba parte de la tradición del Antiguo Israel. En los libros del
Deuteronomio y del Levítico se habla de ese jubileo. Primero, era una
reforma hecha cada siete años (Deuteronomio 15,1-18). Más tarde, pasó
por cada 50 años (Levítico 25,8-55). Era el año del perdón de las deudas
que, muchas veces, llevaban a la pérdida de la tierra, de las casas y de la
propia libertad. Por eso, al anunciar el año jubilar, además del perdón de
las deudas, el Espíritu del Señor mueve a Jesús para anunciar vida plena,
lo que también incluye tierra para quien está sin tierra, vivienda para quien
está sin techo y libertad para quien sufre trabajo esclavo .