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Textos y documentos para el estudio

de la historiografía del

Occidente Medieval, Bizancio y el Islam

Prof. Dr. Tomás Sansón

LICENCIATURA EN CIENCIAS HISTORICAS


DEPARTAMENTO DE HISTORIOLOGIA
HISTORIA DE LA HISTORIOGRAFIA
2018
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Advertencia

Los textos seleccionados en este trabajo pretenden


brindar un aporte para el conocimiento de la
historiografía del Occidente Medieval, Bizancio y el
Islam. Contiene opiniones y valoraciones de
historiadores de la historiografía, biografías de los
autores más destacados y fragmentos de sus obras.

No se incluyen comentarios ni juicios del docente a


efectos de permitir que los estudiantes del curso de
Historia de la Historiografía comiencen, por sí mismos,
a configurar una visión autónoma y crítica de la
disciplina
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I. HISTORIOGRAFÍA DEL OCCIDENTE MEDIEVAL

Historiadores medievales

Isidoro de Sevilla (SAN)

“Célebre prelado español y el hombre más sabio de su tiempo, nacido en Cartagena,


hacia el 570 muerto en Sevilla el 636. Descendiente, según dicen, de un rey godo por parte de su
madre Teodora, reemplazó a su hermano Leandro en el obispado de Sevilla, en 601; tuvo el
honor de presidir el concilio de Toledo en 633, y manifestó un celo extraordinario por la
propagación de la fe ortodoxa y la destrucción del arrianismo. Entre sus obras, las principales
son: los Orígenes, en 20 libros, verdadera enciclopedia científica de la Edad Media; un tratado
De Differentiis, sive proprietate verborum, obra preciosa, en la cual distingue los sinónimos con
tanta concisión como claridad; Comentarios sobre el Antiguo Testamento; Una Crónica general
desde la Creación del mundo; otra Crónica especial de los Godos, Suevos, y Vándalos; y por
último, un tratado De Rerum Natura, compilación de todos los errores de su siglo en física y
astronomía. Las mejores ediciones de sus obras son las de Madrid, 1599, 2 tom. en fol., y de
Roma, 1797 á 1803 , 7 tom. en 4º. Se le debe también una colección de cánones de los concilios
y de decretales de los papas, publicada en Madrid, 1826 en fol., y reproducida en la edición de
las Obras de San Isidoro, por el abate Migne” (GREGOIRE, Luis, T. II, pág. 29).

Beda el Venerable

“Nacido en Wearmouth (Durham), en Inglaterra (675-735). A los 30 años se ordenó


sacerdote y por ciencia adquirió una reputación que se extendió hasta Roma; pero rechazó las
ofertas del papa Sergio que deseaba llevarle a su lado. Vivió y murió en el monasterio de Jarrow,
cerca de Durham. Se había instruido sin maestros por la lectura de los antiguos y de los Santos
Padres de la Iglesia. Escribió muchas obras sobre la retórica, teología, filosofía e historia. La más
célebre tiene por título: Historia ecclesiastica gentis Anglorum, en 5 libros, desde los primeros
tiempos, hasta 731; la primera edición es de 1474. Alfredo el Grande tradujo este libro en
anglosajón. Es un manantial precioso para la historia de los primeros tiempos de Inglaterra.
También escribió un Manual de dialéctica y un tratado de Sex aetatibus mundi, cuya cronología
ha servido de base a casi todas las crónicas universales de la Edad Media. Sus Obras completas
se han publicado muchas veces, París, 1554, 8 tom. en fol.; Londres, 1693, en fol., por el sabio
Warton; Giles, 1843-44, con una traducción inglesa de los tratados históricos” (GREGOIRE,
Luis, T. I, pág. 233).

Eginardo

“Historiador franco (771-844). Formó parte de la Escuela palatina, establecida por


Carlomagno, en su palacio de Aquisgran, y en ella oyo a Alcuino, Pablo Diácono, Pedro de Pisa
y Clemente; tomaba en la escuela el nombre de Beseleel, sobrino de Moisés, que fue encargado
de preparar los materiales necesarios para la construcción del tabernáculo. Fue amigo y
consejero de Carlomagno; en cuanto a la anécdota que hace de él el yerno del emperador, es
apócrifa. Eginardo, que había tomado parte en los grandes asuntos del tiempo, fue nombrado, por
Luis el Piadoso, ayo de su hijo primogénito, Lotario, y, aunque casado, recibió muchas abadías.
A la edad de 60 años se retiró al monasterio de Seligenstadt, donde murió. Eginardo compuso,
bajo el nombre de Anales, un sumario de los reinados de Carlomagno y de Luis el Piadoso y una
Vida de Carlomagno, obra de arte, imitada de los antiguos, muy superior a las producciones
contemporáneas, obra de un espíritu reflexivo, recto y metódico. Mr. Teulet publicó y tradujo las
obras de Eginardo, París, 1840” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 729).
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Frodoardo

“Cronista francés de la Edad Media, nacido en Epernay, 894, archivero y canónigo de


Reims; después abad de un monasterio, donde murió en 966. Hay de él: Crónica sagrada, en
verso latino; Historia de la iglesia de Reims, en prosa latina, Douai, 1617, en 8º; Crónica de los
Francos (desde 919 á 966), obra traducida en la Colección de las Memorias relativas a la
historia de Francia, por Guizot” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 861).

Richer

“Cronista francés, murió hacia principios del siglo XI. Era monje de la abadía de San
Remigio de Reims, hijo de un caballero de la corte de Luis IV de Ultramar, que prestó grandes
servicios a este príncipe y a Lotario, su hijo. Richer estudió, con el sabio Gerbert, arzobispo de
Reims; y para obedecer a las amonestaciones de este, escribió una historia de su tiempo, en
cuatro libros, en la que da noticias curiosas y positivas sobre las causas de la caída de la raza
carolingia, y del advenimiento de los Capetos. Fue testigo de una parte de los acontecimientos, y
los otros los tomó de buen origen. Sus libros, escritos en un latín correcto y aun elegante, se
consideraron perdidos largo tiempo, hasta que Pertz descubrió su manuscrito en la biblioteca de
Ramberg. La sociedad de la historia de Francia publicó el texto en latín, con una traducción
francesa. Paris, 1645, 2 tom. en 8º; y M. Poinsignon de Reims dio otra nueva edición bajo el
título de Richer: Historiarum libri IV, con trad., notas, etc. Reims, 1855” (GREGOIRE, Luis, T.
II, Pág. 745).

Guillermo de Poitiers

“Historiador francés, nacido en Pont Audemer, hacia 1020, estudió en Poitiers y durante
algunos años siguió la carrera de las armas, después se ordenó de sacerdote, y fue capellán del
duque Guillermo de Normandía. Escribió: Historia de Guillermo el Conquistador: obra que ha
llegado mutilada hasta nosotros y solo alcanza á 1070. La publicó A. Duchesne” (GREGOIRE,
Luis, T. I, pág. 1042).

Guiberto de Nogent

“Historiador francés, nacido cerca de Clermont en Bouvaisis (1053-1124), discípulo de


san Anselmo, en San Germer, llegó a ser abad de Nuestra Señora de Nogent, en donde compuso
sus obras, de las que deben citarse: Tratado de las reliquias de los Santos (De Pigouribus
Sanctorum), libro de buena fe y crítica sutil: Historia de la 1ª cruzada (Gesta Dei per Francos),
de estilo pesado y oscuro, pero atestada de hechos interesantes; Tres libros de su vida a modo de
confesión, semejante a la de San Agustín, autobiografía confusa, con curiosos detalles relativos a
la época: Tratados, Comentarios, reunidos por Achery” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1037).

Roberto

“Nació probablemente en Reims, hacia 1055, murió en 1122; fué abad de San Remigio
en Reims; y tomó parte en la primera cruzada. Hizo la narración de esta en un libro raro, pero
curioso, intitulado: Historia Hierosolimitana libris VIII explicata, impreso en Colonia en 1470 y
1474, en 4º. Se encuentra en la colección de Bongars. Se tradujo al francés” (GREGOIRE, Luis,
T. II, pág. 755).
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Orderico Vital

“Historiador de origen inglés, nacido en el Shropshire (1075-1150). Fue religioso del


monasterio de San Evroult, en Normandía. Dejó una Historia eclesiástica en latín, preciosa por
los documentos que encierra de los años 1066 a 1070; llega en la era cristiana a 1141. Se tradujo
en la Collection des Mémoires rélatifs à l’Histoire de France, de M. Guizot. Hay una excelente
edición de la Histoire ecclésiastique, dada por M. Aug. Le Prévost, costeada por la sociedad de
la Histoire de France, 5 tomos” (GREGOIRE, Luis, T.II, pág. 532).

Guillermo de Newbury

“Historiador inglés, nacido en Bridlington (York, 1136-1208), canónigo en el


monasterio de Newbury. Escribió una Crónica en 5 libros, hasta el año 1197, en un estilo
correcto y sencillo. Las mejores ediciones son las de 1610, París, y 1719, Oxford. Hay extractos
de ella en el tomo XVIII de los Historiadores de Francia” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1042).

Guillermo de Jumiéges

“Historiador francés que vivía hacia la segunda mitad del siglo XI. Publicó: Historiae
Normannorum libri VII, dedicándola a Guillermo el Conquistador. Es libro interesante, que
Camden (Angliae Scriptores) y Duchesne, tradujeron para la Collección de memorias de Guizot”
(GREGOIRE, Luis, T.I, pág. 1042).

Guillermo de Pulla

“Monje del monte Casino, historiador italiano de fines del siglo XI, escribió en versos
latinos, á instancias de Urbano II, la historia de la conquista de Italia por los Normandos. Este
poema, bastante correctamente compuesto, es una exacta relación de los acontecimientos; está
dividido en 5 libros y se detiene en la muerte de Roberto Giscardo. Se encuentra en Muratori
(Scriptores Rerum Italicarum, tom. V)” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1042).

Guillermo de Tiro

“Prelado francés, nacido hacia 1130, tal vez en Tiro o en Jerusalén; después de haber
estudiado en Francia, residió la mayor parte de su vida en Oriente. Mezclóse en los
acontecimientos de su época; fue arcediano de Tiro, preceptor de Balduino IV, canciller del
reino, y arzobispo de su pueblo natal, 1174; también desempeñó varias misiones en
Constantinopla y en Italia. Según la opinión general después de la toma de Jerusalén por
Saladino, pasó a predicar en Europa la cruzada. Escribió la historia de las cruzadas desde su
origen hasta 1184. Su obra, intitulada: Belli sacri Historia, es interesante y se halla dividida en
23 libros; respira sinceridad y buen criterio, pero no ofrece corrección de estilo, si bien se
presenta a veces enérgica y hasta elegante. Publicóse en Basilea, 1549-1556, en fol., con las
continuaciones de Juan Herold y la reimpresión de Bongars en su Colección; sobre todo, tom. I
de los Historiadores de las Cruzadas (Academia de las Inscripciones). Desde el siglo XIII ha
sido muchas veces reimpresa y traducida al francés y en nuestros días inserta en la Colección de
Memorias de Guizot” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1042).

Helinand

“Historiador y poeta francés, nacido en Pruneroi (Beauvaisis), en el siglo XII, murió en


la abadía de Froidmont, en 1223, 1227 ó 1229. Después de haber brillado en la corte de Felipe
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Augusto, se hizo monje cisterciense. Ha dejado un pequeño poema francés: Les Vers sur la mort,
publicado por Loisel, 1594; una Crónica universal que era desde 634 a 1204, publicada en la
Biblioteca cisterciensis, algunos sermones, etc.” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1081).

Joinville (Juan de)

“Historiador, nacido en el Castillo de Joinville (1224-1319), de una familia ilustre,


emparentada con la de Godofredo de Bullon, y la de Federico II; educado en la corte de Tibaldo
IV, conde de Champaña, en 1248, respondió al llamamiento de Luis IX, vendió o empeñó sus
bienes, equipó nueve caballeros y 700 hombres armados y pasó a embarcarse en Marsella.
Conquistó la amistad del rey en la isla de Chipre, mostró su valor en Egipto, cayó prisionero con
Luis IX, compartió su desgracia y fue uno de los que le acompañaron a Siria. En 1254 regresó á
su amado castillo, volvió a ver a su esposa Alais, y a su hijo, niño de 6 años, y de nuevo se
reunió con el rey, quien le dio tierras y una pensión para que reparase su quebrantada fortuna.
Siguió siendo su fiel amigo, auxiliándole alguna vez en sus actos de justicia y en vano trató de
disuadirle respecto a la cruzada de Túnez. No pudo o no quiso acompañarle y lloró su muerte.
Felipe III y Felipe IV le emplearon varias veces, tuvo la dicha de declarar en el sumario abierto
para la canonización del santo rey, y de verla decretada por Bonifacio VIII, en 1298. En 1314,
como senescal de Champaña, se opuso enérgicamente a las exacciones del monarca, y en 1316
respondió al llamamiento de Luis X que marchaba contra los Flamencos. Murió poco tiempo
después. En los últimos años de su vida, a ruegos de la reina Juana de Navarra, empezó a escribir
la historia de San Luis, y dedicó sus Memorias a su hijo Luis, en 1309. Es uno de los más
preciosos monumentos de la literatura francesa, hace amar y conocer al rey y al cronista, y su
estilo es de una maravillosa precisión, de una encantadora sencillez y del todo digna del objeto. –
La 1ª edición de las Memorias es de 1546, en 4º menor; se citan las ediciones de Ducange, 1668,
en fol; de Caperonner, 1761: de Fr. Michel y Ambr. Didot, 1856, en 12º. Además dejó un escrito
lleno de interés, intitulado: Credo de Joinville, compuesto en Siria; descubierto por P. Paris y
Artaud, y publicado en la colección de la Sociedad de los Bibliófilos franceses” (GREGOIRE,
Luis, T. II, pág. 63).

Vorágine (Jacobo de la)

“Hagiógrafo italiano, nació en Varaggio, cerca de Génova, hacia 1230, murió en 1298.
Entró en la orden de Santo Domingo, fue provincial de la Lombardía por espacio de diez y ocho
años, arzobispo de Génova en 1291, y se mostró siempre adicto a la Santa Sede. Debe su
celebridad a una Vida de los Santos, que se hizo popular con el título de Leyenda de oro,
compuesta primero en latín, Historia de Lombardica, seu Legenda Sanctorum, y que el
entusiasmo de los contemporáneos designó con el nombre de Leyenda áurea. Es de los primeros
libros que se imprimieron, y tuvo muchas ediciones desde 1470. Hay muchas traducciones
francesas, del P. Batelier, de Gustavo Brunet, 1843, 2 tom. en 8º, etc. J. de Voragine escribió
también varios Sermones en latín, 1484, y una Crónica de la ciudad de Génova hasta 1277,
inserta en Muratori, tom. IX” (GREGOIRE, Luis, T. II, pág. 1134).

Villani (Juan)

“Historiador italiano, nacido en Florencia (1280-1348); adquirió renombre y una


posición importante en su país, y murió de la peste. Ha escrito una Historia florentina que
empieza con la fundación de Florencia y anuda su historia a la de los otros países de Italia. Esta
obra es de un estilo puro y elegante, pero carece en general de crítica. Fue, continuada hasta
1363 por su hermano Mateo; y Felipe hijo de este último, ha añadido la historia de los años
1363 y 1364. Las Storie fiorentine, impresas en Venecia, 1537, en fol, y en Florencia, 1554, en
8º, forman parte de la Colección de Muratori, tom. XIII y XIV. Felipe Villani había escrito
también, en latín, la Vida de los hombres ilustres de Florencia, libro de que se ha impreso una
traducción italiana en 1747” (GREGOIRE, Luis, T. II, pág. 1111).
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Compagni (Dino)

“Florencia, muerto en 1323, escribió una Historia Florentina; desde 1280 a 1312, obra
impresa repetidas veces” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 517).

Guillermo de Nangis

“Cronista francés, muerto hacia 1302, y probablemente nacido en Nangis (Sena y


Marnel), monje de San Dionisio. Dejó: Gesta S. Ludovici IX, sirviéndose de los escritos de Gilón
de Reims y de Godofredo de Beaulieu; su narración es fidedigna e instructiva. Fue inserta en la
Colección de Pithou y en la de Duchesne; pero muy particularmente en los Historiadores de las
Galias, tom. XX; tradujo él mismo su obra al francés; Gesta Philippi III, compendio, a veces
pelado, de los acontecimientos que había presenciado; encuéntrase en la citada colección; y en la
de los Historiadores; Guizot dio, de ambas historias, una traducción en su Colección de
Memorias; Conicon Guillelmi de Nangiaco, ab anno 1112 ad annum 1391, publicado con las
dos continuaciones de 1301 á 1368, en el Spicilegium de Achery, tomo XI, y más recientemente
por Geraud, 1843, 2 tomos” (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1042).

Froissart (Juan)

“Cronista y poeta, nacido en Valenciennes en 1327. Se unió desde luego a Roberto de


Namur, para el que escribió la primera parte de su Crónica, 1326-1340; después fue a Inglaterra,
donde la reina, Felipa de Henao, le nombró, en 1362, capellán de su oratorio (Froissart acababa
de entrar en las órdenes). Gracias a su noble protectora, visitó la Escocia, 1364, siguió al príncipe
de Gales a Burdeos, 1366, y a Lionel, duque de Clarence, a Italia, 1368. La muerte de la reina,
1369, le decidió a fijarse en Flandes, donde se hizo cura de Lestines. Esta posición no convenía
al carácter aventurero de Froissart, quien se unió de nuevo a Wenceslao, duque de Brabante, y,
en 1384, a Guy de Chatillon, conde de Blois y señor de Chimay. El primero, que también era
poeta, le hizo componer una especie de novela en verso bajo este título: Meliado o el Caballero
del sol de oro; el segundo le comprometió a continuar su Crónica, dándole medios de reunir los
materiales, es decir, con que viajar. Muchas excursiones a Orthez cerca de Gaston Febo, conde
de Foix, a Auvernia, París, Holanda, etc., le facilitaron entonces bastantes documentos para que
permaneciera cuatro años en Chimay. Hizo en fin la última excursión a Inglaterra, donde reinaba
Ricardo II, a quien ofreció la colección de sus poesías, 1394. Después de la muerte del conde de
Blois, 1397, se retiró a Chimay, donde murió hacia 1410. – La Crónica de Froissart se extiende
desde 1326 hasta 1400; es un brillante y superficial cuadro de su época. Nacido en un país sin
nacionalidad propia, se interesa igualmente por los Franceses y los Ingleses, con tal que sean
nobles personajes, valientes, como entonces eran, y teniendo algún gusto por las letras. Pintor de
batallas, torneos, fiestas caballerescas, no se inquieta de los sufrimientos del pueblo. – La mejor
edición de la Crónica es la de Buchón, 1835-1836, en el Panteón literario, 3 tom. en 8º. Las
poesías no han sido publicadas completamente; la Biblioteca nacional de París tiene dos
manuscritos de ellas. Se le ha levantado una estatua en Valenciennes en 1856” (GREGOIRE,
Luis, T. I, pág. 902).

Commines (Felipe de)

“Señor de Argenton, nació en Comines (Flándes), en 1445, murió en 1509; huérfano á


la edad de 9 años, pero rico y bien educado, pronto figuró al lado del conde de Charolais, asistió
a la batalla de Montlery, 1465, contribuyó a apaciguar al duque de Borgoña, Carlos el Temerario,
y a hacerle firmar el tratado de Peronne, 1468; se dejó séducir por Luis XI en 1472. Este rey
supo apreciar el valor de Comines y por eso le solicitó. Fue nombrado consejero y chambelán del
rey, y recibió el principado de Talmont, las tierras de Olonne, Chateau Gontier, etc., pensiones,
dinero para comprar la posesión de Argenton, las rentas de la bailía de Tournay, la tierra de
Chaleau, el título de senescal del Poitou, 1476, el de capitán del castillo de Chinón, una parte de
los bienes del duque de Nemours. Sirvió hábil y lealmente a Luis XI, quien le encargó sobre todo
8

que tomase posesión de la Borgoña, 1477. Mezclóse en las intrigas del duque de Orleans, en
tiempo de Carlos VIII, y estuvo encerrado algunos meses en una jaula de hierro, en el castillo de
Loches. El Parlamento le condenó, el 24 de marzo de 1488, a la pérdida del cuarto de sus bienes
y a un destierro de 10 años en sus posesiones. Pero llamado a poco, contribuyó al tratado de
Senlis, 1493, sirvió a Carlos en Italia, fue embajador en Venecia y denunció al rey la Liga
formada contra él; peleó en Fornovo, pero no alcanzó jamás la confianza de Carlos VIII. Luis
XII le conservó sus pensiones, pero no le empleó en nada. Murió en el castillo de Argenton. Sus
Memorias le colocan en primera línea entre los historiadores y hombres de Estado; el estilo de
Comines es claro y enérgico, manifiesta los progresos de la lengua y anuncia ya el siglo XVI. La
1ª edición es de 1523, en fol; las mejores ediciones son, la de Lenglat Dufresnoy, Londres, 1747,
4 tom en 4º; de Mlle Dupont, 3 tom en 8º; colecciones Petitot y Michaud. (GREGOIRE, Luis, T.
I, pág. 515).

Guicciardini (Francisco)

“Historiador italiano, nacido en Florencia (1482-1548), hijo de Pedro, diplomático


estimado. Desde la edad de 23 años, profesor de derecho, plaza que abandonó para consagrarse
al foro y al servicio de su patria. Embajador cerca de Fernando de Aragón, alcanzó buen
resultado en una misión difícil; llamado después por León X, este le nombró gobernador de
Módena y de Regio, 1518, comisario general de sus tropas en Lombardía, etc. En tiempo de
Clemente VII, estuvo de administrador de la Romanía, distinguiéndose por su severidad e
inteligencia; después tuvo el mando de las tropas pontificias, 1527, recibiendo después de la
muerte de Juan de Médicis la difícil tarea de dirigir los famosos bandos negros. Pacificada
Bolonia, turbada por la ambición de los Pépoli, volvió a su patria a fin de redactar sus Memorias
en su hermosa casa de campo de Aratri y para servir a los Médicis en Florencia. Vigiló la fogosa
juventud del duque Alejandro y cuando este pereció asesinado, 1536, se opuso al
restablecimiento de la República e hizo elegir a Cosme de Médicis. – Escribió la Historia de
Italia desde 1494 a 1532, y mereció los mayores elogios por la abundancia de sus detalles, el
interés y elocuencia de la narración y el mérito del estilo; se le ha comparado a Tito Livio. Puede
censurársele la falta de orden, la excesiva extensión en los menores incidentes y sobre todo en la
relación de las guerras de Pisa. Como italiano, tuvo varias veces que oponer las suyas a las armas
francesas, por lo cual no siempre se muestra imparcial respecto a Francia. Preciso es notar que
no tuvo tiempo para perfeccionar su trabajo, no habiendo corregido mas que los 5 primeros
libros. Su sobrino Agnolo, en 1561, se atrevió únicamente a publicar los 16 primeros,
excusándose por su atrevimiento, cuando en 1564 dio a luz los 4 últimos. Hay numerosas
ediciones de la Historia de Italia; recordemos la de Parcacchi, 1583; la de Friburgo en Brisgau
(Florencia), 1775-1776, 4 tom. en 4º; la de Rosini, Pisa, 1819, 10 tom. Existen varias
traducciones francesas desde la de Jerónimo Chomedey, 1568, en fol, hasta la traducción de
Favre y Gargeon, corregida y reproducida en el Panteón literario de Buchon. – Guicciardini, es
considerado además como autor de los Consigli aurei ed Avvertimenti politici, obra traducida al
francés, 1577, en 8º. En 1825, se publicó también la Relación de su legación en España y
algunos escritos inéditos (1857-1860). (GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 1037).
9

Fragmentos1

Gregorio de Tours
“La reina no cesaba, pues, de suplicar al rey para que reconociera al verdadero
Dios y abandonara los ídolos; pero nada pudo decidirle hasta que, en una guerra
contra los alamanes, fue forzado a confesar aquello que hasta ese momento había
querido negar. Sucedió que de los dos ejércitos que combatían con gran
encarnizamiento, el de Clodoveo iba a ser hecho pedazos. Entonces, Clodoveo, lleno de
fervor, elevó las manos al cielo y, deshecho en llanto, exclamó: ‘Jesucristo, que
Clotilde afirma es el hijo de Dios vivo, que, se dice, asistes en los peligros y concedes la
victoria a los que esperan en ti, invoco con devoción tu glorioso socorro; si me
concedes la victoria sobre mis enemigos y experimento en mi ese poder del cual el
pueblo que te está consagrado dice haber recibido tantas pruebas, creeré en ti y me
haré bautizar en tu nombre, pues he invocado a mis dioses y veo bien que me han
rehusado su apoyo. Creo, pues, que no tienen ningún poder, ya que no socorren a los
que les sirven. Es a ti a quien invoco ahora, es en ti en quien quiero creer ¡haz
solamente que escape a mis enemigos!’ Según decía estas palabras, los alamanes,
dando vuelta a la espalda, comenzaron a ser derrotados y, al ver que su rey había
muerto, se sometieron a Clodoveo diciéndole: ‘Cesa de matar a nuestro pueblo, pues
somos tuyos’. Clodoveo, luego de detener la matanza y hablar a su ejército, entró en
paz en su reino y contó a la reina cómo había obtenido la victoria al invocar el nombre
de Cristo. Estos acontecimientos pasaban en el decimoquinto año de su reinado”.

“Entonces la reina envió en secreto a buscar a san Remigio, obispo de Reims, le


rogó que hiciera penetrar en el corazón del rey la palabra de la salvación. Poco a
poco, le va convenciendo de que abandone sus ídolos, que no eran de ningún socorro ni
para ellos mismos ni para los otros. Clodoveo le dijo: ‘Santísimo padre, te escucharía
con gusto; pero el pueblo que me obedece no quiere abandonar a sus dioses, no
obstante, iré hacia ellos y les hablaré según tus palabras’. Reunió, pues, a sus
guerreros entonces y, antes de que hubiera hablado y por intervención del poder divino,
todo el pueblo exclamó con voz unánime: ‘Piadoso rey, rechazamos los dioses mortales
y estamos listos a servir al dios inmortal que predica san Remigio’. Esta noticia fue
llevada al obispo, que, transportado de alegría, hizo preparar las sagradas fuentes. (...)
El rey pidió al pontífice ser bautizado el primero. Nuevo Constantino, marcha hacia el
baptisterio para (...) lavar en un agua nueva las manchas vergonzosas de su vida
pasada. (...) san Remigio era un obispo de gran ciencia y muy versado en la retórica;
era, por otra parte, de una santidad tan eminente, que se igualaban sus virtudes a las
de san Silvestre; y hay un libro de su vida en el que se dice que resucitó a un muerto”.

“Pediré permiso para detenerme unos momentos en comparar los éxitos de


cristianos que confesaban la bienaventurada Trinidad, con los desastres de los herejes
que la habían dividido”.

“Arrio, impío fundador de esta secta impía, después de haber expulsado sus
entrañas con sus excrementos, fue enviado a las llamas del infierno; pero Hilario,

1
Todos los fragmentos seleccionados en este capítulo fueron tomados de SANZ, Víctor, La historiografía
en sus textos, Caracas, Fondo Editorial de Humanidades y Educación, 1985.
10

bienaventurado defensor de la Trinidad indivisible, y, a causa de eso, condenado al


exilio, reencontró su patria en el paraíso”.

Isidoro de Sevilla
“Historia es la narración de los sucesos acaecidos, por la cual se conocen los
hechos pasados. (...) Entre los antiguos, nadie escribía historia más que aquellos que
eran testigos y habían visto las cosas que narraban, pues mejor conocemos lo que
hemos visto que lo que sabemos de oídas” (Cap. XLI, De la historia).

“La historia es de mucha utilidad para sus lectores, pues muchos sabios sacan,
de la narración de los hechos acaecidos en tiempos pasados, los materiales necesarios
para instrucción de los tiempos presentes, pues por la historia se conocen los hechos de
los años anteriores y la relación de los tiempos y años; y por la relación de los hechos
de los cónsules y reyes, se viene en conocimiento de muchas cosas necesarias para
nuestros tiempos” (Cap. XLIII, De la utilidad de la historia).

“(...) la primera edad es de Adán a Noé; la segunda de Noé a Abraham; la


tercera, de Abraham a David; la cuarta, de David hasta la transmigración de Judá a
Babilonia; la quinta hasta la venida del Salvador en carne, y la sexta, que es la
presente, hasta que termine el mundo” (Libro V, cap. XXXVIII, De los siglos y
edades).

“Los reyes, cuando son buenos, lo son por donación de Dios, pero cuando son
malos, lo son por la maldad del pueblo. Según atestigua Job, la vida de los dirigentes
responde a los merecimientos de la plebe: `Él hizo que reinase un hipócrita a causa de
los pecados del pueblo`. Porque, al enojarse Dios, los pueblos reciben lo que merecen
por sus pecados. A veces hasta los reyes mudan su conducta a causa de las maldades
del pueblo y los que antes parecían ser buenos, al subir al trono, se hacen inicuos”.

“Dios concedió a los príncipes la soberanía para el gobierno de los pueblos,


quiso que ellos estuvieran al frente de quienes comparten su misma suerte de nacer y
morir. Por tanto, el principado debe favorecer a los pueblos y no perjudicarlos; no
oprimirlos con tiranía, sino velar por ellos, siendo condescendiente, a fin de que su
distintivo del poder sea verdaderamente útil y empleen el don de Dios, para proteger a
los miembros de Cristo. Cierto que miembros de Cristo son los pueblos fieles a los que,
en tanto los gobiernan de excelente manera con el poder que recibieron, devuelven a
Dios, que se lo concedió, un servicio ciertamente útil” (Sentencias).

Beda el Venerable
“El presente estado de la nación inglesa y del resto de Britania. En el año de
Nuestro Señor, que fue el séptimo del rey Osric de Nortumbria -sucesor de Coenredo-
Wictredo, hijo del rey Egberto de Kent, murió a veintitrés días de abril, legando a sus
hijos Etelberto, Eadberto y Abric, el reino que había gobernado durante treinta y
cuatro años y medio. Al año siguiente murió el obispo Tobías de Rochester. Era hombre
de muy grande erudición y había sido discípulo del arzobispo Teodoro y del abad
Adriano, de feliz memoria. Por consiguiente, además de su conocimiento de literatura
11

eclesiástica y general, entendía griego y latín tan plenamente como si fueran sus
lenguas nativas. Fue sepultado en el atrio de San Pedro apóstol, que había erigido en
la iglesia de San Andrés para que le sirviera de tumba. Y, una vez consagrado por el
arzobispo Bertualdo, Aldulfo sucedió en el obispado a Tobías”.

“En el año 729 de Nuestro Señor en torno del sol aparecieron dos cometas,
aterrorizando a quienes los vieron. Uno surgía de madrugada, precediendo al sol, en
tanto que el otro seguía al ocaso, al atardecer, como si anunciaran grandes
calamidades por igual al este y al oeste. Uno de los cometas era precursor del día y el
otro de la noche, para indicar que la humanidad estaba amenazada por aciagos
acontecimientos en ambos períodos. Aparecieron en el mes de enero y permanecieron
visibles durante una quincena, apuntando con sus encendidas colas hacia el norte como
para propagar la combustión al cielo. Por esa época, un enjambre de sarracenos asoló
la Galia con horrible matanza; pero, al cabo de breve intervalo, sufrieron en esa
comarca el castigo que correspondía a su iniquidad. En ese año, Egberto, hombre de
Dios, partió hacia Nuestro Señor en el día de pascua, tal como ya indiqué, e
inmediatamente después de pascua, el 9 de mayo, se extinguió la vida del rey Osric de
Nortumbria, al cabo de once años de reinado, dejando como sucesor a Ceolvulfo,
hermano de su predecesor Coenredo”.

Guiberto de Nogent
“En medio de tantos ejemplos, la nobleza se apresuraba a someterse a una
pobreza voluntaria y, comparando los monasterios a los que se retiraba con las cosas
que había despreciado, se aplicaba a la piadosa empresa de atraer a los demás. Así,
mujeres de alto rango renunciaban a sus matrimonios con hombres ilustres y,
olvidando sus tiernas afecciones maternales, llevaban a esos lugares todas sus riquezas
y se entregaban enteramente a los ejercicios eclesiásticos. Aquellos que no podían
abandonar del todo sus posesiones, sostenían con importantes donaciones a los que
habían renunciado al siglo”.

“Pero, desde esa época de tan gran esplendor, la maldad siempre creciente de
los hombres de nuestro tiempo parece haber producido continuos perjuicios. Ahora
mismo ¡oh, dolor! las ofrendas que sus padres, impulsados por un piadoso celo, habían
ofrecido a los lugares santos, hoy los hijos las vuelven a tomar enteras o intentan
continuamente, por repetidas demandas, rescatarlas, desconociendo de ese modo la
voluntad de sus antepasados y mostrándose hijos degenerados”.

“Francia sufría en ese tiempo una hambruna; malas cosechas se sucedieron una
y otra vez, haciendo subir el precio del grano a un nivel excesivo. Avariciosos
comerciantes especularon, según su costumbre, con la miseria de todos. Había poco
trigo y era caro. Los pobres lo reemplazaban comiendo hierbas y raíces silvestres. De
pronto, el grito de cruzada, resonando en todos lados al mismo tiempo, rompió las
cerraduras y las cadenas que cerraban los graneros. Entonces, provisiones que hablan
estado por arriba de precio, que nadie podía comprar, fueron vendidas por nada,
cuando cada uno estaba excitado y deseoso de irse. Entonces se podían ver siete
corderos vendidos por cinco sueldos. La hambruna desapareció y fue seguida por la
abundancia. Como cada uno estaba impaciente por tomar el camino de la cruz, se
precipitaba a convertir en dinero todo lo que no necesitaba para el viaje; el precio de
12

venta era fijado, no por el vendedor, sino por el comprador. Las cosas que costaban
más eran las necesarias para el viaje; pero las restantes eran vendidas por nada”.

Jacobo de Vitry
“Raza llena de perversidad y tortuosidades, hijos malvados y degenerados,
hombres corrompidos y prevaricadores contra la ley divina; descendientes de esos
peregrinos de que ya he hablado -hombres religiosos, agradables a Dios y llenos de
gracia- como la borra proviene del vino, el orujo del aceite, la cizaña del trigo o la
herrumbre de la plata, sucedieron a sus padres en las posesiones; pero no en las
virtudes, y abusaron de los bienes temporales que sus padres habían conquistado al
precio de su propia sangre, combatiendo valientemente en honor de Dios contra los
impíos. Sus hijos, a quienes ahora se llama ‘potrillos’, nutridos en las delicias, muelles
y afeminados, más acostumbrados a los baños que a los combates, entregados a la
impureza y a la lujuria, ataviados con vestidos ligeros como las mujeres, están
adornados y arreglados como un templo. Concertando tratados con los sarracenos, se
regocijan cuando alcanzan la paz con los enemigos de Cristo”.

“Todas las obras de Dios son admirables y, sin embargo, la fuerza de la


costumbre hace que aquellos que ven muy frecuentemente las mismas cosas no
experimentan ningún movimiento de admiración. Quizá los cíclopes, que sólo tienen un
ojo, no experimentan menos asombro viendo a los hombres que tienen dos, que el que
experimentaríamos nosotros viéndoles a ellos o viendo a hombres que tuvieran tres. Si
nosotros miramos a los pigmeos como enanos, ellos, por su parte, nos mirarían como
gigantes si vieran entre ellos a alguno de nosotros; y, en el país de los gigantes, el más
grande de entre nosotros pasaría por un enano. Nosotros tenemos a los etíopes —que
son negros— por una raza envilecida; sin embargo, entre ellos, se considera el más
hermoso al que es negro. En nuestras comarcas se ven muchas cosas de las que
nosotros no nos asombramos; pero si los pueblos de Oriente oyeran hablar de ellas,
pasarían por maravillosas y excitarían su curiosidad”.

Robert de Clari
“Entonces prepararon todos juntos sus equipajes y sus navíos y se embarcaron.
Y cada señor tenía su nave para él y sus gentes y su barco de carga para llevar sus
caballos, y el duque de Venecia tenía con él cincuenta galeras preparadas a sus
expensas. La galera en que estaba era toda roja y por encima tenía un pabellón tendido
de seda roja. Tenía delante de él cuatro trompetas de plata que sonaban y que llevaban
gran alegría. Y todos los altos hombres, clérigos y laicos, pequeños y grandes, tuvieron
tan gran alegría al salir, que jamás tan gran alegría ni flota tan perfecta fue vista ni
oída. Y los peregrinos hicieron subir a los castillos de las naves a todos los sacerdotes y
los clérigos, que cantaron: Veni creator spiritus... Y todos, grandes y pequeños,
lloraron de emoción y de la gran alegría que tuvieron. Y cuando la flota partió del
puerto de Venecia había tantos dromones /barcos análogos a los antiguos de remos y
velas/ ricas naves y tantos otros barcos, que era la cosa más hermosa de ver que
hubiera habido desde el comienzo del mundo, pues había bien cien pares de trompetas,
tanto de plata como de bronce, y todos sonaron al salir y tantos timbales y tambores y
otros instrumentos, que era una verdadera maravilla. Cuando estuvieron en el mar y
13

que hubieran tendido sus velas y puesto sus banderas en lo alto de los castillos de las
naves, así como sus Insignias, pareció que el mar hormigueaba todo y que estuviera
todo abrasado por las naves y la gran alegría que llevaban”.

“Pues la ciudad era muy grande y muy poblada. (...) Después se mandó que
todos los haberes de las ganancias fueran aportados a una abadía que había en la
ciudad. (...) y había tanta rica vajilla de oro y plata y paños de oro y tantas ricas joyas
que era una fina maravilla. Desde que los siglos fueron creados un tan gran haber ni
tan noble ni tan rico no fue visto ni conquistado ni en tiempo de Carlomagno ni antes ni
después. Ni creo en absoluto en mi opinión que en las cuarenta ciudades más ricas del
mundo hubiera tanto haber como se encontró en Constantinopla. ¡Pero los jefes se
quedaron con casi todo! y no se repartió hasta el común del ejército ni a los pobres
caballeros ni a los sargentos, que les habían ayudado a ganar, más que el grueso
dinero, así como las estufas de plata que las damas, de la ciudad llevaban a los baños”.

“Y el marqués de Montferrat se esforzaba más que ningún otro por ir a


Constantinopla, porque quería vengarse de una mala acción que el emperador de
Constantinopla que tenía el imperio le había hecho. Así es que hemos contado la
fechoría por la cual el marqués de Montferrat odiaba al emperador de Constantinopla
y por qué ponía gran pena y consejo de ir a Constantinopla más que todos los otros, así
volveremos después a nuestra materia anterior. Cuando el duque de Venecia hubo
dicho a los barones que era así que tenía buen motivo para ir a tierra de
Constantinopla y que él lo veía bien, entonces se pusieron muy pronto de acuerdo los
barones. Después se hizo preguntar a los obispos si sería pecado ir y los obispos
respondieron y dijeron que no lo era en absoluto, más bien era gran limosna, pues
tenían con ellos el derecho del heredero que estaba desheredado, y bien podían
ayudarle a conquistar su derecho y vengarse de sus enemigos”.

Godofredo de Villehardouin
“Así partieron del puerto de Corfú, la víspera de Pentecostés, que fue mil
doscientos años y tres después de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. Y
entonces todas las naves fueron reunidas y todos los barcos de carga y todas las
galeras del ejército y muchas otras naves de comerciantes que se habían unido a ellos,
Y el día fue hermoso y claro y el viento dulce y bueno y dejaron ir las velas al viento”.

“Y da buen testimonio Godofredo, el mariscal de Champaña, que esta obra


dicta, que nunca mintió en conciencia, como que asistió a todos los consejos, que nunca
cosa tan hermosa fue vista. A menudo ha sido tomada esta declaración como expresión
de sinceridad, cuando, por el contexto, resulta mas bien como una certificación de la
autenticidad de su relato”.

“Y entonces vieron en su totalidad a Constantinopla, los de las naves, los de las


galeras y sus servidores, y tomaron puerto anclaron sus navíos. Podéis saber que
muchos miraron a Constantinopla, que hasta entonces no habían visto, que no podían
creer que una ciudad tan rica pudiera haber en todo el mundo, como vieron sus altas
murallas y esas ricas torres con que estaba cerrada toda a la redonda y esos ricos
palacios y esas altas iglesias, de los que había tantos y tantas, que nadie podía creer si
no lo viera con sus ojos, y lo largo y lo ancho de la ciudad que de todas las otras era
14

soberana. Y sabed que no hubo tan osado cuya carne no se estremeciera, y no fue
pequeña maravilla que hasta entonces tan gran asunto no fue emprendido por nadie”.

“Nunca, desde que el mundo fue creado, se ganó tan gran botín en ninguna
ciudad”.

Giovanni Villani
“En estos tiempos había en Florencia cerca de 25.000 hombres en condiciones
de llevar armas desde los 5 a los 70 años. Todos los ciudadanos, entre los cuales había
1.500 ciudadanos nobles y poderosos considerados grandes en el municipio”.

“Estimamos que había en Florencia 90.000 bocas, entre hombres, mujeres y


niños, lo sabemos por la cantidad de pan que se consumía en la ciudad. También se
estimaba que continuamente había en la ciudad unos 4.500 hombres forasteros,
viandantes y soldados, no contando en la suma de los ciudadanos a los religiosos y
frailes y monjas reclusos, de los que haremos mención más adelante”.

“Los crímenes de los déspotas estorban siempre y empañan no pocas veces las
virtudes de los hombres buenos. Sus placeres se hallan en discordancia con los
preceptos de la moral. Devoran las riquezas de sus súbditos. Sienten aversión por los
hombres que, dentro de sus dominios, acreditan sabiduría y grandeza de alma.
Menoscaban, con sus impuestos, la riqueza de los pueblos que gobiernan. Sus
irrefrenables placeres nunca se ven saciados y sus súbditos tienen que sufrir todos los
ultrajes y las ofensas que su fantasía les dicta de tiempo en tiempo. Pero, como la
violencia de la tiranía se halla de manifiesto ante la vista de todos por estas y otras
muchas atrocidades, no necesitamos enumerarlas de nuevo. Basta con destacar un
rasgo, en apariencia extraño, pero, en realidad, harto familiar. Porque ¿puede haber
algo más extraordinario que ver a príncipes de antigua e ilustre prosapia humillarse al
servicio de los déspotas, a hombres de alta alcurnia y de nobleza consagrada por el
tiempo, frecuentando sus mesas y aceptando sus gracias? Sin embargo, si consideramos
en qué acaba todo esto, vemos que la gloria de los tiranos se torna las más de las veces
en miseria y ruina. ¿Quién podría exagerar su desventura? No encuentran a nadie en
quien depositar su confianza, y sus cortesanos andan siempre al acecho de la caída del
déspota, siempre dispuestos a poner toda su influencia y sus mejores empeños para
minar el terreno bajo sus pies, como si con ello quisieran resarcirse de su anterior
servilismo. Los reyes hereditarios no se hallan expuestos a esta suerte, pues su
conducta para con sus súbditos, así como sus virtudes y todas las circunstancias que les
rodean, son de naturaleza contraria a la de los tiranos. Por eso, las verdaderas causas
que engendran, fortalecen y multiplican las tiranías, esconden y nutren en sí misma, a
la par, las fuentes de su derrocamiento y de su ruina. Tal vez, en verdad, la más grande
desventura de los tiranos”.
15

II. HISTORIOGRAFÍA BIZANTINA

Autores

Ana Comneno

“Hija del emperador Alejo I (1083-1148), sabia y ambiciosa conspiró contra su hermano
Juan para colocar a su marido en el trono, que era el negligente Nicéforo Brienno, y escribió la
Alexíada biografía de su padre, obra en 15 libros, difusa, pedante, pero curiosa. La mejor
edición es la de Schopen, Bonn, 1839, 2 vol. en 8º. Traducida al francés por Cousin”
(GREGOIRE, Luis, T. I, pág. 80).

Nicetas Coniates

“Nacido en Cones (Colosos), en Frigia, historiador bizantino, muerto hacia 1216, era
senador, cuando la toma de Constantinopa, en 1204. Nos ha dejado una larga Historia, en 21
libros, que alcanza desde Juan Comneno hasta el imperio latino, 1206. Ha sido publicada con
traducción latina, por Wolf, Basilea, 1557, en fol.; en la colección del Louvre, 1647; en la de
Venecia, 1729, y, por último, en la de Bonn, 1835. El presidente Cousin ha dado una traducción
francesa” (GREGOIRE, Luis, T. II, pág. 487).

Fragmentos

Ana Comneno
“(Alejo) temía su llegada porque conocía su empuje irresistible, su carácter
inestable y versátil (...) Sabía que tienen la boca abierta ante las riquezas y que a la
primera ocasión de violar los tratados lo hacen sin escrúpulos (...) Porque era
Occidente entero, todas las naciones de bárbaros habitantes de la región situada entre
la orilla del Adriático y las Columnas de Hércules, era todo eso lo que emigraba en
masa y marchaba al Asia atravesando Europa de un extremo al otro (...) Estas rudas
gentes no entendían el griego, (...) y cuando se les rogaba en esta lengua que no
maltrataran a los hombres de su misma religión, respondían con flechas” (Alexíada).

Nicetas Acominatos
«No me he curado de hacer un relato pomposo, salpicado de palabras oscuras y
de expresiones hinchadas, aunque otros aprecien esto mucho (...) Lo que más detesta la
historia, como yo digo, es un lenguaje oscuro e incomprensible, pues ama, al contrario,
un estilo sencillo, natural y fácil de entender” (Historia)
16

III. HISTORIOGRAFÍA MUSULMANA2

“Islam. El reinado de la cronología”

Abdesselam Cheddadi

Lo que primero sorprende en la historiografía musulmana o tarij es la inmensa


producción a que ha dado lugar y de la que sólo una pequeña parte ha sido editada hasta
hoy. Y además ese inmenso acervo de textos se halla en constante aumento gracias al
descubrimiento de otros nuevos. Desde la segunda mitad del siglo I de la Hégira
(segunda mitad del siglo VII d.C.) hasta el siglo XIII (siglo XIX), esa producción se ha
mantenido casi ininterrumpidamente con mayor o menor intensidad según las épocas y
los lugares, presente siempre allí donde el Islam había conseguido penetrar. Aunque
comienza expresándose en árabe, esta historiografía utiliza también el persa, el turco y
el malayo. Su carácter es esencialmente musulmán, pero de ella forman parte
igualmente autores cristianos, sobre todo en Siria y Egipto.

El segundo rasgo importante que la caracteriza es su enorme variedad. Variedad


de formas y de géneros: vastas historias universales, historias generales o monografías;
formas analítica, dinástica, genealógica o división por tabaqat (clases); diccionarios
biográficos, historias locales. Variedad, asimismo, de ámbitos y materiales: vida
religiosa y política, administrativa y social; actividades científicas, literarias y artísticas;
escuelas y tendencias ideológicas; viajes, topografía de las ciudades, monumentos;
catástrofes naturales, hambrunas, epidemias... Su curiosidad alcanza hasta las
civilizaciones no musulmanas: Europa occidental y septentrional, India, China, Lejano
Oriente, Africa.

Esa historiografía se interesa por todas las informaciones relativas al hombre, a


sus relaciones con el entorno social y cultural, a sus vínculos con Dios. Como subraya a
propósito Ibn Jaldún (véase el recuadro de la p. 12), sus destinatarios son tanto la
“muchedumbre” y las gentes “sencillas” como los “reyes” y los “grandes”. Por el
carácter universal de sus miras y por su amplia difusión en la sociedad, esta concepción
de la historia anuncia ya la concepción moderna.

Dominar el tiempo

Otro rasgo que la asemeja a ésta es la importancia que desde sus primeros pasos
otorga al tiempo y a la cronología. Entre el siglo I y el IV de la Hégira (siglos VII al X
d.C.), la cultura islámica acumula un vasto saber sobre el tiempo. Ese saber, que tiene
sus raíces en la tradición árabe anterior, se enriquece con los aportes persas, indios,
griegos y egipcios y se nutre de los trabajos de los astrónomos y los geógrafos. La
magistral síntesis que de él lleva a cabo al-Biruni en la primera mitad del siglo XI
impresiona por su tono de objetividad. Es la más vasta y rigurosa suma de

2
Los textos referidos a la historiografía son CHEDDADI, Abdesselam, Islam. El reinado de la
cronología, en El Correo de la UNESCO, año XLIII, marzo 1990, pp. 35-39. Cuando provienen de otra
fuente se indica expresamente.
17

conocimientos sobre el tiempo que el hombre haya acumulado antes de la época


moderna.

Pues bien, de ese saber va a sacar sustancial provecho el historiador musulmán.


A partir del siglo II/VIII experimentan una expansión progresiva la datación, la
adopción del orden cronológico y la elaboración de cuadros y esquemas. Consignar la
fecha indicando el año, el mes y el día se impone ahora como regla casi absoluta cuando
el historiador tiene que relatar la mayoría de los hechos. El contraste es manifiesto con
la historiografía del Occidente medieval donde sólo a partir del siglo XI se generalizará
el sistema cronológico unificado y donde todavía en el siglo XIV es poco segura la
cronología de los principales acontecimientos.

Originalidad y límites

La originalidad de la historiografía musulmana, pero también sus límites, residen


en su concepción de la información histórica (jabar). El jabar es el hecho, el
acontecimiento tal como lo trata el discurso o como se presenta en un “relato”. El
historiador no se ocupa de los hechos desnudos, sino que parte de un elemento dado que
es el relato tal como lo transmite la tradición, escrita u oral, o tal como lo presenta un
testigo vivo (que puede ser el historiador mismo). Su tarea consiste pues,
prioritariamente, en autentificar o validar los relatos mediante la crítica de los
testimonios y de los cauces de transmisión. El historiador no endereza su labor a buscar
o a sentar hechos sino a acopiar, clasificar y organizar informaciones, fundamentando
su validez. La verdad intrínseca de los relatos no pasa de ser cuestión relativamente
secundaria hasta Ibn Jaldún, el cual erige el conocimiento de las leyes del umran (el
orden humano, la sociedad) como fundamento de la crítica histórica.

El historiador está pues obligado a respetar, a menudo literalmente, los relatos


que le llegan de la tradición. Y esos relatos puede clasificarlos en géneros muy diversos,
organizarlos libremente en obras de compilación más o menos vasta, pero lo que no
puede es elaborarlos a su guisa, reconstruirlos o refundirlos según una perspectiva
propia.

Por consiguiente, no hay en la historiografía musulmana reconstrucción del


pasado a la manera griega ni historia teológica tal como se nos muestra en la Edad
Media cristiana. De ahí esa imparcialidad que suele reconocérsele. De ahí también su
concepción de un tiempo estacionario que no lleva en su seno dinámica alguna de
evolución o de progreso sino que simplemente ordena desde el exterior la sucesión de
los acontecimientos. Una vez más es Ibn Jaldún quien, al contemplar la evolución,
desde el nacimiento hasta el ocaso, de vastos conglomerados humanos como los árabes,
los bereberes, los persas y los “rum” (griegos, romanos y bizantinos), conferirá a esa
visión una dimensión nueva.

Tres grandes períodos

El primer período, que llega hasta el siglo III de la Hégira, culmina con esa suma
que es el Kitab ar.rusul wa-l-muluk (Historia de los profetas y los reyes) de al-Tabari.
La era de la Hégira entra rápidamente en vigor. El método de la isnad (constitución de
una cadena de fiadores y crítica de los testimonios), concebido en un principio para
18

satisfacer las necesidades de las ciencias religiosas, se aplica a la biografía del Profeta,
al relato de las conquistas musulmanas y, progresivamente, a todo tipo de relatos.

Aparecen los primeros relatos históricos, que a veces cristalizan en géneros:


maghazi y sira (incursiones y biografía del Profeta), futuh (conquistas musulmanas),
ahdat (acontecimientos políticos principales), ajbar-al-awa’il (narraciones relativas a
los reyes y a las naciones anteriores al Islam), ayyam al-arab (relatos referentes al
pasado de los árabes), ansab, ma athir, mathalib (genealogías, hazañas, vicios),
biografías de sabios, listas de maestros, crónicas políticas y administrativas, historia de
las dinastías omeyas y abasíes, colecciones de cartas de los secretarios... Poco a poco se
va imponiendo la costumbre de fechar hechos y acontecimientos y de seguir el
orden cronológico.

Ven la luz gran número de síntesis, como los Maghazi de al-Waquidi, la Sira de
Ibn Ishaq, los Tabaqat de Ibn sa d, los Ajbar al-tiwal de al-Dinawari, los Ansab al-
ashrai de Al-Baladhuri, el Tarij de al-Ya Qubi. Todas estas obras forman ya una vasta
literatura histórica de la que ha llegado hasta nosotros relativamente poco, pero acerca
de la cual disponemos de un testimonio muy preciso gracias a la lista de los títulos de
obras que se incluyen en las bibliografías elaboradas posteriormente, como el Fihrist de
Ibn al-Nadim, terminado en el año 377 de la Hégira (998 d.C.).

El segundo período, el así llamado “clásico”, se caracteriza por la aplicación de


todas esas tendencias, aunque con cierto menoscabo del método de la isnad y, a la vez,
por la aparición de nuevos géneros. Después de Tabari, pero sin ejercer la misma
influencia que él, al-Masudi compone las Praderas de oro, otra historia de tendencia
universalista. A partir del siglo IV de la Hégira, la historiografía, más o menos oficial,
se apoya más decididamente en los archivos del estado o en los archivos provinciales.
Así acontece con las obras de toda una estirpe de historiadores continuadores de Hassan
Ibn Thabit Ibn Sinan as-Sabi y, posteriormente, con las Tajarib al-umam (Historia de la
dinastía buyid) de Miskawayh, que en la siguiente centuria va a continuar Abu Shuja.
La historia de las ciudades se impone como género de importancia cardinal, con una
abundante producción cuyo ejemplo más ilustre es la Historia de Bagdad de al-Jatib al-
Baghdadi. Al mismo tiempo se perfeccionan y multiplican los diccionarios biográficos,
relacionados con la vida religiosa e intelectual: repertorios de poetas y de especialistas
diversos, colecciones de doctores pertenecientes a las distintas escuelas jurídico-
religiosas, catálogos de escritores, vidas de santos... La tradición historiográfica se
implanta sólidamente y florece en las diversas regiones del imperio islámico.

En cuanto al tercer período, que se inicia a mediados del siglo V de la Hégira,


tiene su origen en la ruptura causada por las profundas transformaciones políticas que
en aquella época experimenta el mundo del Islam. El horizonte de la producción
historiográfica se encoge y estrecha hasta mediados del siglo VI. Seguidamente, es Siria
la que va a desempeñar durante algún tiempo un papel prominente, con historiadores
como Ibn al-Tayyi, Ibn Abi al-Dam e Ibn al-Nazif, autores de grandes historias
universales, a los que un poco después viene a continuar Ibn al-Atir, autor de –al-Kamil
(Libro completo de las crónicas). Le toca después a Egipto la suerte de ser la cuna de
grandes historiadores como Ibn Hayar, al-Maqrizi, al-Ayni, Ibn Tighiribirdi, al-Sajawi y
al-Suyuti. Por último, en el Magreb vive y escribe por la misma época Ibn Jaldún, cuya
obra innovadora será admirada en su siglo pero sin que tenga continuadores.
19

Autores

Al T a b a r i (839-923)

“No es el inventor de la historiografía musulmana, pero sí su más ilustre representante.


Su Kitab ar-rusul wa-l-muluk (Historia de los profetas y los reyes) fue un modelo durante
mucho tiempo. Esta crónica que relata, año a año, la historia del mundo musulmán durante los
tres primeros siglos de la Hégira, será continuada por autores posteriores. Su presentación del
período preislámico dará lugar a múltiples adaptaciones y versiones resumidas. En su forma
integral será retomada en nuevas sumas como el al-Kamil (Libro completo de las crónicas) de
Ibn al-Atir, en el siglo XIII, o el al-Bidaya wa-n nihaya (El comienzo y el fin) de Ibn Katir, en el
siglo siguiente.

“Tabari recibe primero una formación de jurista, de tradicionalista e historiador.


Durante cerca de treinta años, recorre ciudades y países del Medio Oriente para perfeccionar sus
conocimientos junto a los más grandes maestros de su tiempo. No se interesa solamente por la
historia, la exégesis coránica o las tradiciones del Profeta, sino también por la gramática, la ética,
las matemáticas y la medicina. Es también célebre por su monumental comentario del Corán, el
Tafsir.

“Culminación de una trayectoria que comienza el primer siglo de la Hégira, su Historia


sistematiza la aspiración a basar la presentación de toda información en la cadena de sus
transmisores, sometiéndola a una crítica minuciosa. Tabari aplica a la materia histórica un orden
cronológico riguroso, y da una forma más amplia y acabada al proyecto de historia universal
esbozado por al-Dinawari en su Abjar al-Tiwal (Los largos realtos) y por al-Ya Qubi en su
Tarij.

“Su Historia de los profetas y los reyes se presenta como una historia del mundo desde
la Creación hasta la época del autor. En realidad, como explica en su prefacio, se trata de una
historia de las relaciones de las criaturas con Dios: relaciones de obediencia o reconocimiento, de
insubordinación o rebeldía. Después de Iblis/Satán y de Adán y sus hijos, sus principales
personajes son los profetas y los reyes. Se consagran muchas páginas a la historia bíblica y
tampoco se descuidan la historia grecorromana, bizantina y persa.

“Es una mina de informaciones irremplazable. De acuerdo con su método, refiere cada
hecho citando las fuentes y a menudo reproduciendo los relatos que lo mencionan,
permitiéndonos así acceder a obras antiguas hoy perdidas. Como señala el historiador Franz
Rosenthal, en su Historia Tabari ha dado pruebas “del escrúpulo y el aliento incansable del
teólogo, de la exactitud y el amor al orden del jurista, y de la perspicacia del político conocedor
de las leyes” (Abdesselam Cheddadi)

Ibn Jaldún

“Ibn Jaldún aparece indiscutiblemente como una de las principales figuras de la


historiografía y del pensamiento universales.
“Gracias a una larga autobiografía que nos dejó, conocemos bien su vida. Nacido en
Túnez en 1332, pertenece a una familia de altos funcionarios y de sabios de origen andaluz y de
antigua ascendencia árabe yemenita. Recibe una educación muy cuidadosa, religiosa, literaria y
científica, y tiene como maestros a los sabios más eminentes del Magreb. Durante su
adolescencia el rey Abu-I-Hasan conquista la Ifriquiya, y entra en Túnez en 1348; al año
siguiente la gran peste le arrebata a sus padres. A partir de 1352 pasa unos diez años en Fez,
donde desempeña el cargo de secretario confidencial del sultán Abu Salim. Pero ni en esta
ciudad ni en Granada, a donde se dirige en 1362, como tampoco más adelante en Bujía o en
Tlemcen, logra llevar una existencia estable y realizar su ideal político. Adquiere, no obstante,
un conocimiento profundo de la vida de la corte, del funcionamiento del estado, y observa el
mundo de las tribus árabes y bereberes.
20

“En 1375, a los 43 años de edad, decide retirarse de la vida pública para consagrarse a la
ciencia. En el castillo de Ibn Salama (cerca de Frenda, en Argelia) redacta la primera versión de
la al-Muqaddima (Los prolegómenos). La necesidad de contar con una documentación más
amplia lo obliga a abandonar su retiro. Regresa a Túnez donde enseña y termina la primera
versión del Kitab al-ibar, su monumental historia universal. Pero temeroso de las intrigas de sus
enemigos, abandona definitivamente el Magreb y se instala en Egipto en 1384. En el Cairo es
presentado al soberano mameluco al-Zahir Barquq, y ocupa cargos en la enseñanza y en la
justicia, trabajando al mismo tiempo permanentemente en su voluminosa obra. Cinco años antes
de su muerte en 1406, conoce en la sede de Damasco al mongol Tamerlán, del que deja un
extraordinario retrato.

“El proyecto de Ibn Jaldún es en primer lugar el de un historiador. Deseoso de hacer una
síntesis de su tiempo que pueda servir de “modelo a los historiadores futuros”, e insatisfecho con
los métodos tradicionales de verificación de los hechos, formula una teoría de la sociedad como
un paso previo a toda escritura de la historia. Funda así en su Muqaddima lo que hoy día
llamaríamos una antropología. De su rico bagaje conceptual sólo haremos aquí un esbozo.

“En el centro de su teoría sobre la sociedad se encuentra el concepto de umran. A falta


de un término más adecuado, es posible traducirlo por “civilización” , pero siempre que se
elimine la oposición que esa palabra sugiere entre sociedades “evolucionadas” y sociedades
“arcaicas”. Concepto más radical, que se basa en la idea religiosa de la Creación, el umran
designa el hecho humano, el orden humano en general. Fundamentalmente iguales, libres y
soberanos de la tierra como criaturas de Dios, los hombres se diferencian por sus condiciones de
vida, que dependen a su vez de las condiciones geográficas y climáticas. Ese término designa
también las manifestaciones de la vida social o, en un sentido más restrictivo, las de la vida
urbana, con sus fuertes concentraciones humanas en contraste con la vida en las regiones
montañosas o desérticas.

“En el umran Ibn Jaldún distingue dos estados que son al mismo tiempo dos grandes
etapas de la evolución del hombre. A la badawa, fase agro-pastoral, original, próxima a la
naturaleza y que sólo aporta lo indispensable, sucede la hadara, fase urbana, compleja y
generadora de lo superfluo, que representa la realización y el fin de la sociedad. El destino del
umran es oscilar, según una ley inexorable entre esos dos polos.

“En el mulk (poder) Ibn Jaldún ve el elemento fundamental de toda la dinámica social e
histórica. Por ser la fuente del mayor prestigio, hacia él tienden la voluntad y el deseo de los
hombres y en torno a él se movilizan. Precario por naturaleza, pasa de un grupo a otro y de una
nación a otra. Su función de distribución del excedente económico y de estructuración social lo
convierte en motor del paso de la badawa a la hadara.. En torno a este eje de la vida social Ibn
Jaldún estructura su obra de historiador. Estudia las naciones que, en torno a los árabes y los
beréberes, han ejercido sucesivamente el poder. El curso mismo de su relato sigue la progresión
de los grupos políticos desde su “beduinidad” inicial al apogeo de su poder y posteriormente a su
caída.

“Esos conceptos diversos se insertan en toda una red de nociones. En particular, en el


plano social, el espíritu de cuerpo (asabiyya), el parentesco (nasab), la clientela o la protección
(wala istina), el honor (nu ra); en el plano político, la limitación (ikrah), la fuerza coercitiva
(Qahr), la dominación (ghalaba o taghalub),el prestigio (jah); en el plano económico, los
medios de subsistencia (ma ash), la ganancia o el beneficio (kasb), el valor (qima), el trabajo (a
mal).

“Los conceptos así aplicados, las leyes que elabora para el funcionamiento de la
sociedad árabe-bereber y las síntesis que presenta sobre numerosos aspectos de la historia del
Islam siguen siendo indispensables para toda investigación antropológica e histórica sobre la
sociedad islámica. Lejos de haber sido superado, este conjunto teórico riguroso y coherente
constituye un acervo científico que los investigadores modernos no han terminado de
aprovechar”
21

Al Makrisi

“Escritor árabe, nacido en el Cairo, hacia 1360, fue inspector de mercados, imán y
profesor en varios establecimientos del Cairo y Damasco. Murió en 1442. – S. de Sacy ha dado
la lista de sus muchas obras en la Crestomatia árabe; Libro de las advertencias, descripción
histórica y topográfica del Egipto; Conocimiento de las dinastías, del que una parte ha sido
traducida por M. Reinaud en los Extractos de los historiadores árabes de las guerras de las
cruzadas, y otra parte por Quatremere bajo este título: Historia de los sultanes mamelucos del
Egipto; Tratados de las monedas, pesos y medidas de los Musulmanes, traducidos por S. de Sacy
en el Magasin encyclopedique; Tratado de los principados musulmanes de Abisinia, etc.”
(GREGOIRE, Luis, T. II, pág. 311).
22

Fragmentos

Ibn Jaldun

(Introducción a la Historia Universal)

“Casi nos hemos desviado del objetivo de esta obra, extendiéndonos sobre ese
género de errores; pero numerosos autores cuya palabra hace autoridad, y
compiladores de sucesos y crónicas, han tropezado a menudo recogiendo opiniones y
relatos del género de los que hemos señalado. Esos falsos datos se graban en su mente;
la mayoría de los lectores, que se compone de gente de débil criterio y poca disposición
para emplear las reglas de la crítica, recibe a dichos relatos y los adopta tal cual, sin el
examen ni la reflexión debidos. Todo ello, es incorporado al conjunto de conocimientos
adquiridos, haciendo de la ciencia histórica una fruslería y una mezcla de
inverosimilitudes y errores que desconciertan el espíritu del lector y colocan en un
mismo nivel las fábulas y las informaciones históricas. Por tanto, es indispensable que
el historiador conozca los principios fundamentales de la política, del arte de gobernar,
la verdadera naturaleza de las entidades, el carácter de los acontecimientos, las
diversidades que ofrecen las naciones, los países, la naturaleza geográfica y las
opiniones, sentimientos religiosos y todas las circunstancias que influyen en la sociedad
humana y su evolución. Debe tener plena conciencia de lo que, de todo eso, subsiste al
presente, a efecto de poder confrontar el presente con el pasado, discernir sus puntos
concordantes así como los contradictorios, señalar la causalidad de esas analogías o
de aquellas disimilitudes. Imponerse del origen de las dinastías y de las religiones, de
los puntos de su eclosión, las causas que suscitaron su devenir, los hechos que han
provocado su existencia, la posición e historia de los que han contribuido a su
fundación. En suma, debe conocer a fondo las motivaciones de cada acontecer, y la
fuente de todo dato; de un modo que abarcare todas las naciones relativas a su
actividad. Entonces estará en la posibilidad de someter las narraciones que se le han
transmitido al análisis conforme a los principios y normas que ya tiene a su
disposición; de suerte, los hechos que concuerdan con dichas normas y correspondan a
todas sus exigencias, podría considerarlos como auténticos; de lo contrario, deberá
mirarlos como apócrifos y rechazarlos” (Introducción).

“Habiéndome enterado de diversos y numerosos trabajos, realizados en el


campo de la historia, y al cabo de sondear las honduras del pretérito y del presente,
logré despertar mi intelecto de su somnolencia y pereza, y, aunque de corta riqueza en
el sabor, inicié un regateo conmigo mismo, a efecto de decidirme a componer una obra.
Así, pues, he escrito un libro sobre la historia, en el que descorrí el velo que cubría los
orígenes de los pueblos. Lo he dividido en capítulos, en unos se encierra la exposición
de los hechos, en otros las consideraciones generales. Señalo primero las causas que
condujeron a la organización social y al nacimiento de los reinos, tomando por tema
primario de mi trabajo la historia de dos razas que, al presente, pueblan el Magreb
llenando sus provincias y ciudades” (Prefacio).

“Pasando a nuestro tema: La historia es una de las técnicas que se transmiten


de nación a nación, de pueblo a pueblo; que en pos de ella van los estudiosos hasta
países remotos, siendo esta ciencia anhelada aun por el vulgo y la gente ociosa;
23

compiten en su campo reyes y principales, y es asimilada al propio tiempo por los


instruidos como por los ignorantes” (Prefacio).

“Considerando a la historia en su aspecto exterior, parece que no pasa de ser


una serie de anales y acontecimientos que han marcado el curso de épocas y Estados de
la antigüedad, y que testimonian el paso de generaciones anteriores. Es por tanto que
en ella se cultivan diversos giros y citas sentenciosas, que son motivo de solaz en
reuniones y celebraciones multitudinarias; es ella la que nos hace conocer la índole de
la creación y sus trastornos experimentados. Nos ofrece un vasto panorama en donde
se observa a los imperios promover su carrera; nos muestra cómo los diversos pueblos
han poblado el mundo hasta que la hora de la partida les fue anunciada, y que el
momento de su ocaso ya había llegado”.

“Mas la ciencia histórica tiene sus caracteres intrínsecos: que son el examen y
la verificación de los hechos, la investigación atenta de las causas que los han
producido, el conocimiento profundo de la naturaleza de los acontecimientos y sus
causas originantes. La historia, por tanto, forma una rama importante de la filosofía y
merece ser contada en el número de sus ciencias” (Prefacio).

“Como se trata de una ciencia sui géneris, de un tema específico, que aborda la
sociedad humana y su desenvolvimiento, trata varias cuestiones que sirven para
explicar sucesivamente los hechos y fenómenos inherentes o vinculados a la esencia
misma de la sociedad” (Libro Primero, Proemio).
24

Bibliografía mínima

BENTANCOURT DÍAZ, Jesús, Historiografía medieval, Montevideo, IPA, 1955.

BOURDÉ, Guy - MARTIN, Hervé, Las Escuelas Históricas, Madrid, Akal, 1992.

CARBONELL, Charles Olivier, La Historiografía, México, Fondo de Cultura


Económica, 1981.

CROCE, Benedetto, Teoría e Historia de la Historiografía, Buenos Aires, Fondo de


Cultura Económica, 1952.

CHEDDADI, Abdesselam, Islam. El reinado de la cronología, en El Correo de la


UNESCO, año XLIII, marzo 1990, pp. 35-39

DE GUBERNATIS, Angel, Historia de la historiografía universal, Buenos Aires,


CEPA, 1943.

ORCÁSTEGUI C., SARASA E., La Historia en la Edad Media, Madrid, Cátedra, 1991.

SANZ, Víctor, La Historiografía en sus textos, desde los orígenes al Renacimiento,


Caracas, Fondo Editor de Humanidades y Educación, 1985, t. I.

La Historiografía en sus textos, Siglos XV al XIX, Caracas, Fondo Editor de


Humanidades y Educación, 1993, t. II.

THOMPSON, James, History of historical writing, New York, The Mac Millan
Company, 1942, 2 ts.
25

Indice

Advertencia………………………………………………………………………………………………....2

I. HISTORIOGRAFÍA DEL OCCIDENTE MEDIEVAL………………………………………………... 3

II. HISTORIOGRAFÍA BIZANTINA……………………………………………………………………15

III. HISTORIOGRAFÍA MUSULMANA…………………………………………………......................16

Bibliografía mínima……………………………………………………………………………………….24

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