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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

JAQUE A LA RAZÓN

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

JAQUE A LA RAZÓN
Germán Bielefeldt Van Oosterwijk

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

@JAQUE A LA RAZON
2005 Germán Bielefeldt Van Oosterwijk
Primera edición: agosto 2005
Impreso en los talleres de
Imprenta Austral Temuco

Registro de Propiedad Intelectual Nº 148.447


Derechos reservados
I.S.B.N. 956-299-731-6
Prohibida su reproducción
Osorno – Chile 2005

Corrección de texto: Claudia Avila C.


Diagramación: Paola Stegmaier F.
Fotografía: Rubén Vargas

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Dedicado a mí esposa
Nora por su inagotable
capacidad de lucha

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Jaque

Astral Mesalina
de mis sienes alfileres
Palacio de licor.
Juega, Dios!

MAURICIO OTERO A.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Una espesa capa de humo cubría al asfixiante salón de juego de la


Asociación de Ajedrez de Osorno. Los ceniceros atestados de colillas de
cigarrillos y fósforos carbonizados, eran fiel testigo de uno de los tantos
vicios de los amantes del deporte ciencia –como se le dice comúnmente
al ajedrez-. Aquella helada noche de agosto de 1973, del todavía invierno
sureño, no fue impedimento para que una treintena de fanáticos acudiera
al subterráneo de la Casa de la Cultura a presenciar la última ronda de la
Semifinal del Campeonato Nacional de Ajedrez.
La sede de la Asociación, no era el marco ideal para disputar un
torneo de categoría, pero la situación económica del país estaba
deprimida y el presupuesto no alcanzaba como para arrendar la sala de un
hotel. El ajedrecista chileno está acostumbrado a las carencias, más bien,
se adapta al medio y su pasión puede más que las incomodidades, para
ellos, jugar en ese oculto rincón de la ciudad, igual es atrayente, se
sienten en su ambiente natural. El Ingreso a “La Cripta” no es sencillo;
Primero, se debe conocer la existencia de la Asociación; segundo, donde
se ubica y tercero, por donde se accede. Un vetusto letrero luminoso del
Radio Club de Osorno, parece ser la única entrada a las otras
dependencias de la imponente casa de calle Matta con Bilbao, donde
funciona el Museo Municipal, a escasa distancia de la Plaza de Armas.
Sin embargo, basta observar un poco, para darse cuenta que en el portón
que separa la calle con la antesala del Radio Club, existe una diminuta
placa que dice “Asociación de Ajedrez de Osorno”. La placa es como el
ajedrecista criollo, modesto y de bajo perfil. Apenas cuatro peldaños
tiene la pequeña escala que lleva al local de la Asociación, al cual se
entra por un lúgubre y maloliente pasillo, de ahí viene el nombre de “La
Cripta”. Probablemente la famosa serie de televisión Sombras
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tenebrosas, tuvo mucho que ver en esto, más de algún jugador creyó ser
Barnabás Collins o su ayudante Willy Lumis. Ya dentro del salón, un par
de estufas a parafina que parecen provenir de la segunda guerra mundial,
antiguos estantes que contienen los más inverosímiles archivos de la
historia de la institución y diez mesas con sus respectivas veinte sillas,
aguardan a los jugadores del milenario juego. Las clásicas figuras modelo
Staunton oficial en blanco y negro, perfectamente alineadas en los
tableros finamente tallados de las mesas, esperan cobrar vida en manos
de los hábiles jugadores. Los antiguos y firmes cronómetros Gardex, con
sus corazas de elegante madera, resistentes a los fulminantes golpes que
le asestan al dispositivo los infaltables apostadores de partidas relámpago
de tres minutos por jugador, completan el panorama. Cinco pequeñas
ventanas, con sus vidrios pintados de blanco, es el único contacto con el
mundo exterior. De la calle, nada se ve hacia ese “sótano mágico” -el que
da la impresión que prefiere seguir en el anonimato-, ya que muy pocos
saben que allí funciona una institución de larga tradición.
Doce maestros de ajedrez provenientes de Santiago hasta Punta
Arenas, conformaban la plantilla del torneo. Personalidades de las más
variadas expresiones, estudiantes universitarios, profesionales, padres de
familia, comerciantes y revolucionarios, parecían dejar al margen sus
creencias y formas de vida para crear un todo armónico y homogéneo en
torno a los escaques y trebejos, en un mundo de fantasía y arte creado
casi exclusivamente para la especie masculina. “Las mujeres no juegan
ajedrez porque no pueden mantener la boca cerrada por mucho tiempo”
-afirman los jugadores más viejos y mañosos con aire de autoridad y en
tono sarcástico-. La ronda final del torneo era atrayente, si bien es cierto,
se jugaban seis partidas, sólo una era la que acaparaba la atención de la
afición. El talentoso campeón osornino Aliro González, debía empatar su
juego para ocupar el tercer cupo a la final que se jugaría en la capital de
la república al mes siguiente. Sin embargo, al frente tenía un rival de
fuste, nada menos que el campeón universitario chileno y representante
de la Federación de Ajedrez, Galvarino Cienfuegos. El santiaguino no
estaba rindiendo bien y debía ganar con negras al sorprendente Chapulín,
a quién le llamaban así, por su calva al más puro estilo del Pequeño
Saltamontes, un místico personaje de la serie de televisión Kung Fu,
protagonizada por David Carradine.
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Rápidamente la partida se tornó a favor del sureño quien, con su


habitual peón rey, no salió a especular. Cienfuegos tomó riesgos, no era
su estilo, le gustaban las posiciones tranquilas con negras si no era
necesario jugar a ganar. Esta vez, su habitual Defensa Rusa, no tenía
cabida contra la impetuosa jugada inicial de su rival, optó por un atrevido
Gambito Letón, que en cierta medida, aunque sea por razones
geográficas, tiene que ver con Rusia, ya que Letonia es una de las
repúblicas de aquel gran bloque de países socialistas llamado Unión
Soviética. Con su apertura, las negras dejaban en claro que de ese duelo,
sólo uno saldría con vida.
“¿Cómo es posible que me esté venciendo este hombrecillo que
apenas piensa y manipula ese absurdo artefacto al mismo tiempo?”
-pensaba Cienfuegos- ya un tanto molesto. Los espectadores
presenciaban las acciones en silencio, el humo de los Hilton parecía no
molestar a nadie. “Ajedrecista que no fuma, no es ajedrecista” se dice en
el ambiente que rodea los clubes. Aun existiendo escasez de cigarrillos,
los maestros y aficionados se las ingeniaban para conseguirlos.
Cienfuegos no podía creer lo que veían sus ojos, el Chapulín, jugaba con
precisión, tanto al ajedrez como al Cubo mágico, estaba obsesionado con
descubrir por si solo, el secreto para armar el novedoso juguete europeo.
Para los locales, no constituían novedad las excentricidades de su
campeón, un activo militante del Movimiento de Acción Popular Unitaria
(MAPU) y próspero empresario independiente, aunque en realidad, se
había titulado como profesor de matemáticas en la Universidad de Chile.
Si no era con el cubo, era una revista de crucigramas o el último número
de El Gráfico, con todas las noticias del fútbol argentino. González
siempre jugaba igual, parecía disfrutar el arte del ajedrez sin importarle el
resultado, por eso hacía dos cosas a la vez “para no perder tanto tiempo”
-solía decir-. Según cuentan, alguna vez enfrentó en decisiva partida a
Amador Barrientos, acariciando un gato, a sabiendas que el prematura y
trágicamente desaparecido maestro osornino, tenía alergia a los
cuadrúpedos de las siete vidas, tal cual hizo Alekhine contra Euwe en el
Campeonato Mundial de 1935. Incluso, los más “copuchentos”, aseguran
que una vez lo vieron sentarse a la mesa con un par de empanadas y
senda botella de vino tinto, para así tentar a su ocasional rival,
conociendo que la debilidad de éste, era el caldo de uva oscura.
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-El Chapulín está ganado, el negro no tiene por donde buscarle la


hebra a la partida –comentaban los aficionados.
-Tal vez su única posibilidad sea entregar la dama y tender una
trampa –dijo Adriazola, al que apodaban Cascarrabias por su mal genio.
-Puede ser, puede ser –replicó el holandés Smulders-. Entre el
tablero y el cubo, quizás este huevón la capture y pierda la clasificación
–acotó el europeo.
Normalmente de afuera del tablero se ve más, pero hay que estar
dentro y sentir la presión para darse cuenta que encontrar las jugadas
exactas y salvadoras no es tarea fácil. Eso lo saben todos los que
participan en torneos. A pesar de su experiencia en competencias de alto
nivel, Galvarino Cienfuegos estaba nervioso, no podía quedarse al
margen de la final. En la “Ponti Cato” le exigían, además del rendimiento
académico, logros deportivos, sino la beca de estudios, se la cancelaban
al año siguiente. “Debo encontrar una salvación, presiento que hay algo,
el público está demasiado inquieto” -pensaba Cienfuegos encendiendo el
enésimo Monza-. Su mente de maestro lo podía percibir. De pronto sus
ojos brillaron y lo vio todo muy claro, se acomodó en la vieja silla y se
dijo: “Ahí está, es todo o nada, ganar o morir. Serendipity decía el
profesor de Antropología, ver lo que los demás no pueden ver”. Los
latidos de su corazón aumentaban, pero ya no había vuelta atrás.
Deliberadamente realizó una combinación que le reportaba entregar dama
por un caballo. Si las blancas ejecutaban la movida correcta, su posición
estaría perdida, pero sino, una desagradable sorpresa aguardaba al calvo
jugador.
-¡Silencio! –dijo secamente el fiscal del torneo-. Aún hay partidas
en juego.
Como es habitual, una muchedumbre se apostó en torno a la mesa.
Eso siempre ocurre cuando algo anormal sucede en un tablero,
“Carroñeros” es el nombre dado a los espectadores que gozan viendo
perder o morir a un competidor. Algunos no comprendían la última
movida del barbudo y atlético conductor de las negras, pero los más
avezados captaron de inmediato la diabólica idea. Un murmullo incesante
inundaba el ambiente y la tensión aumentaba en el salón.
González abrió los ojos y quedó perplejo. “¿Qué es esto? Se
equivocó y cae su dama”. No podía salir de su asombro y por fin dejó de
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lado el cubo, centrando su atención sólo en la superficie cuadriculada.


Como el tiempo le sobraba en su reloj, se dio maña para analizar
cuidadosamente la posición y calcular todas las posibles variantes. El tic-
tac del cronómetro de ajedrez sonaba implacablemente, aunque, para los
oídos de los maestros, es imperceptible. “¿Por qué me entrega la dama?,
esto no huele bien”. Los espectadores empezaron a impacientarse, no era
habitual que el siempre rápido Chapulín, demorara tanto en una movida.
El osornino comenzó a ser presa del pánico e incluso pidió un cigarrillo,
cuando lo habitual es que fumara muy poco. Todos sabían que cuando
González se ponía nervioso en el tablero, comenzaba a fumar. Su ímpetu
le insinuaba capturar la dama y liquidar pronto el juego, pero también su
lógica ajedrecistica decía que no aceptara tal presente griego. Finalmente
primó lo último y desechó la oferta, realizando una jugada intermedia.
-¡La vio! –gritó fuerte y alegre el holandés-. El huevón no se dejó
engañar. Se acaba el juego.
-No se confíe, éstos capitalinos tienen suerte, aún queda mucha
partida –replicó Cascarrabias.
El rostro de Cienfuegos se puso tenso, con rápida maniobra de su
mano derecha, ajustó la impecable corbata azul que siempre usaba en las
partidas claves, “la de la buena suerte” –según él- como tratando de
disimular su angustia a la vez que apagaba su pucho en el viejo cenicero
de la Good Year, el que tiene forma de neumático. La treta no tuvo
resultados y su posición se desmoronó cual castillo de naipes. “Estoy
perdido pero seguiré mientras exista una esperanza”. Su difunto abuelo
siempre le decía eso: “Nieto, nunca debes renunciar sin dar lucha, un
hombre no se puede dejar pisotear así como así”. Aquella frase, que hace
tantos años había escuchado y asumido como una forma de vida, era su
única esperanza. Tras el fallido intento le vino un relajo y comenzó a
jugar más suelto y solicitó un café a la Lucha, la voluminosa y
deslenguada secretaria de la Asociación, quien de lunes a viernes, se
esmeraba por atender desde hace muchos años, a los fríos y calculadores
ajedrecistas, dándole ella, el necesario toque femenino al club. Por su
parte González volvió a la obsesión por el cubo, pensando que el asunto
estaba liquidado. Apenas un instante después, apareció la Lucha con la
taza de café y agregó dos cucharadas de azúcar, tal cual había pedido
Cienfuegos. El tiempo seguía su marcha y de pronto el Chapulín quedó
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inmóvil. No manipulaba el cubo ni respondía la lastimosa última movida


negra. Sus grandes ojos claros y cejas pronunciadas, se centraron en el
juguete y con lenta secuencia fue ejecutando una a una las combinaciones
de los colores hasta que finalmente el azul, rojo, amarillo, verde, blanco y
naranjo, quedaron perfectamente alineados en sus respectivas caras.
-¡Lo logré, descubrí el secreto! -gritó González loco de contento-.
Por fin lo armé.
La afición seguía fumando y murmurando, no daban crédito a lo
que observaban. González y Cienfuegos estaban eufóricos, uno por armar
el cubo y el otro por ganar la partida.
-¡Tiempo!, se ha agotado el tiempo y aún resta una jugada
–intervino velozmente el fiscal Sabino Guzmán-. Las blancas pierden.
-¿Pero qué ha sucedido? –consultó Cascarrabias.
-El muy “pelotudo” anotó mal las movidas en la planilla y perdió
por tiempo. Estaban en la jugada 39 y no en la 40 como él pensaba
–afirmó el holandés- evidentemente molesto y decepcionado.
-Pero no parece importarle, está feliz el “comunacho” éste
–agregó Emigdio Segovia- el subjefe del cuartel Osorno de la Policía de
Investigaciones de Chile y excelente jugador, a quién sus amigos, decían
cariñosamente Sabueso.
En verdad, a González le importaba poco el desenlace de la
partida, salió adelante con su obsesión. El ajedrez era sólo un juego para
él. Sin embargo, en el ambiente local, había tristeza ya que uno de los
suyos desaprovechaba una excelente oportunidad para profundizar en su
nivel y prestigiar a la llamada “aburrida ciudad de Osorno”. Pero, al
menos, quedaba inscrito como reserva, en caso de que alguno de los
clasificados del torneo no pudiera competir en la final.
-La verdad, es que no sabía si realmente quería jugar ese torneo, lo
más probable era que renunciara a participar si me hubiese clasificado
–se justificaba González ante sus amigos-. La situación social del país es
difícil y tengo temas pendientes con el partido -agregó el calvo jugador.
-Eres un estúpido –exclamó agitado Cascarrabias-. Mira la cagada
que dejaste, Cienfuegos no tenía como ganar.
-¡Ya!, no me reten tanto y mejor vamos a celebrar que resolví el
misterio –dijo el Chapulín.
-Déjate de leseras, esperemos al menos la entrega de premios
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–replico el Sabueso-. Además, afuera hace un frío caballo y por estos


días no es conveniente andar muy tarde en la calle.
-¿Por qué no, si aquí nunca pasa nada? –preguntó el holandés-
encendiendo otro de sus importados Camel, que le llegaban directamente
de Estados Unidos gracias a unos “pitutos” que tenía por allí.
-Sí, es verdad –dijo Segovia en tono bajo, como para no ser
escuchado por la multitud-, pero mi instinto de detective me dice que
algo raro flota en el ambiente y las jefaturas de Santiago están
silenciosas, incluso nos han solicitado permanecer más tiempo en el
cuartel, por eso no pude jugar estas eliminatorias.
-No olviden que hace poco se enfrentaron los de la Brigada
Ramona Parra y los de Patria y Libertad –señaló Cascarrabias, en tono
serio.
-Cierto –dijo Segovia- ambos son grupos armados. Hay que
andarse con cuidado.

La jornada llegó a su fin y el nombre de los clasificados estaba claro.


Galvarino Cienfuegos disfrutaba otro cigarrillo, ya había perdido la
cuenta de los que se fumó en esa noche de tensión. Sabía que gracias a
un milagro extra deportivo podía acceder al selecto grupo de los doce
mejores jugadores del país. “Deberé prepararme mejor. Septiembre me
espera, la alegre primavera siempre me sienta bien –pensaba más sereno-.
Gracias abuelo, gracias.”
Aquella misma noche, también finalizaban las Semifinales de
Santiago y Antofagasta. Un alegre Aliro González con sus decepcionados
amigos, -desafiando los consejos del Sabueso- vaciaban unas cuantas
botellas de Santa Rita en el Club Radical, lugar de encuentro común de
intelectuales, poetas, soñadores, universitarios, compañeros, bebedores y
ajedrecistas. A sus 36 años, el Chapulín no sabía que tal vez, haber
quedado eliminado de la final, era lo mejor que le podía pasar en la
competencia.

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Una imponente ampliación de la foto del Campeón Mundial de Ajedrez


Robert J. Fischer, cubierta de vidrio antireflejo y enmarcada en metal que
simula oro, constituía el objeto más preciado que adornaba la oficina del
Presidente de la Federación de Ajedrez de Chile. La foto en si, no era lo
valioso, pero la auténtica firma del formidable Gran Maestro
norteamericano, estampada en su visita a Chile, cuando compitió en el II
Torneo Arturo Alessandri Palma, hacían que aquel cuadro tenga un gran
valor sentimental. Conseguir un autógrafo del excéntrico ajedrecista
estadounidense, no era fácil, pero esa noche de 1959 en los salones del
Club Cuba, Sergio Costagliola Carotti se esmeró por lograrlo, le pidió al
fotógrafo de El Mercurio, tomar una foto “a ese chico mal genio y con
cara de pocos amigos, ya que algún día dará mucho que hablar”. El resto
correría por su cuenta. Costagliola no se equivocó, aunque a Bobby no le
fue bien en Chile, 13 años después acabaría con el reinado de casi tres
décadas de los rusos, venciendo aplastantemente a Boris Spassky en
Reykjavik, la gélida capital de Islandia, en Europa del norte. El encuentro
Fischer versus Spassky, no sólo fue una competencia de ajedrez, sino que
además, un acontecimiento socio-político enmarcado en la “Guerra Fría”,
la victoria del capitalismo por sobre el socialismo. “Así como en las
reparticiones públicas se estila colocar un cuadro de Su Excelencia, el
Presidente de la República, en los clubes de ajedrez debería existir un
cuadro del Campeón del Mundo en ejercicio” –solía decir el Italiano-,
por eso, la foto de su ídolo ajedrecístico, la lucia con orgullo en su
despacho. Completaba el panorama, un gran número de copas y trofeos
ganados por el Club de Ajedrez Chile en las diversas competencias donde
ha intervenido. Algunos viejos cronómetros de ajedrez, de las más
curiosas formas, ponen el toque de distinción al ambiente. Junto a
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los muebles, las estanterías se encontraban repletas de libros de ajedrez


en diversos idiomas. Títulos de los más variados autores, incluyendo un
original de la 1ª edición francesa del Analyse du jeu d´ echecs (Análisis
del juego de ajedrez) publicada en 1749, del célebre compositor de
operetas cómicas y campeón de ajedrez, François André Danican, más
conocido como Philidor, daban forma a la más completa colección de
textos de ajedrez existente en el país.
Nunca se ha tenido claro porque se llama “Federación de Ajedrez”
al Club Chile. El local del club, ubicado en Alameda con Serrano, en
pleno corazón de Santiago, es a la vez, la sede de “La Federación” y eso
ha provocado la confusión de la afición. La Federación nació en forma
misteriosa “con algunos clubes inexistentes” –señalan los más acérrimos
cuestionadores de la gestión del Italiano-, “es hora de que realmente se
hagan las cosas en forma trasparente y democrática” –agregan-. Sin
embargo, la institución funciona y es reconocida por el estado chileno y
por la Federación Internacional de Ajedrez. Costagliola es una especie de
mecenas y su fortuna personal la comparte con la pobreza del medio. El
mismo ofreció la sede del “Chile” para que funcione su querida
Federación.
El italiano, de bigotes y una naciente calvicie, con melena corta,
era un prestigioso abogado que tenía un bufete en calle Huérfanos. Su
situación económica, le permitía darse ciertos gustos, como hacerse cargo
de la rectoría del ajedrez criollo y aportar recursos en la medida de sus
posibilidades. Cercano al gobierno, pero sin ser militante ni ostentar
cargo alguno, estaba bien considerado por el presidente Allende, lo cual
era bueno para la Federación.

Aquella brumosa tarde de mediados de agosto, en torno a una mesa


ovalada y antiguas sillas con cubierta de cuero, se reunió en pleno el
directorio de la Federación o el Club Chile (los mandamases son
prácticamente los mismos) junto con los árbitros que fiscalizaron las
respectivas Semifinales del Campeonato Nacional de Ajedrez de Chile,
esto para debatir los pormenores de cada torneo.
-Señores –comenzó a decir Costagliola, encendiendo uno de sus
clásicos Montecristo, esos finos puros de la Habana, los cuales sólo
podía adquirir en el “mercado negro”-, debemos organizar la final del
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Campeonato de Chile. Cada fiscal dará un informe de lo que sucedió en


las respectivas sedes. Comenzaremos por el norte –concluyó, mientras se
atusaba el bigote ya un tanto canoso con el paso de los años.
-En Antofagasta no hubo mayores novedades, se clasificaron Juan
Belmonte, David Godoy y Juvenal Canobra todos de Santiago –contestó
prontamente el Arbitro Internacional, Oscar Quiroz, mientras se
acomodaba en la silla.
-¿Y quién quedó como reserva? –consultó el Italiano.
-Un jugador local, Hector Araos.
-Sólo se dio la lógica, los clasificados son todos finalistas
anteriores y Hector también –replicó Wilobaldo Gho- el larguirucho
Secretario de la Federación y editor de la revista de ajedrez chilena
A5CD.
-Sabino, ¿cómo estuvo la cosa en Osorno? –dijo Costagliola.
Sabino Guzmán, revolvió su café y contesto:
-El final estuvo de miedo, se clasificaron el talquino Carlos
Silva….
-¿El Huaso? –interrumpió el presidente.
-Exacto –dijo Guzmán-, pero lo bueno estuvo en la última ronda.
-¿Qué sucedió? –preguntó el Tesorero de la Federación, Honorindo
Madrid, ajustándose sus gruesos anteojos.
-En segundo lugar quedó José Luis Carmona de Temuco y tercero
Galvarino Cienfuegos del Club Chile -acotó Guzmán, dando un gran
sorbo a su humeante taza de café.
Tras larga calada a su puro Costagliola dijo:
-En cierto modo también fueron resultados lógicos, Carlos Silva y
el Colorado Carmona, son jugadores consagrados y Cienfuegos viene
pegando fuerte.
-Está bien, pero cuéntanos ¿qué pasó al final? –insistió Madrid
con cara de intriga-. ¿Qué le sucedió al Comandante?
-Cienfuegos clasificó de pura suerte. Un desconocido de Osorno,
un tal Aliro González, estuvo a punto de ganarlo y haber entrado a la
final -acotó Guzmán.
-¿Aliro González? –señaló Quiroz-. No lo conozco ni en pintura.
-¡Sí!, es el campeón de Osorno, no juega nada de mal –agregó
Guzmán-, claro que un tanto loco para mi gusto.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¿O sea, que ese González está de reserva? –preguntó el Italiano.


-Así es –contestó el árbitro.
De pronto la tranquilidad de la conversación se vio interrumpida
por fuerte gritos y una multitud que marchaba en plena Alameda. Gritos
de ¡El pueblo unido, jamás será vencido! o ¡Vivir creando poder popular!
y ¡Morir luchando, de hambre ni cagando!, ensordecían el ambiente. Un
millar de hombres y mujeres levantando pancartas y lienzos alusivos a la
revolución del pueblo avanzaban en dirección al Oeste. Cascos rojos,
garrotes, palas, picotas y piedras constituían sus armas, “las armas del
pueblo”, como había dicho recientemente el Secretario General del
Partido Socialista, Carlos Altamirano en su último discurso, llamando
abiertamente al pueblo a la guerra civil. El gentío, en tono desafiante,
hacía ver su ocupación del poder “¡¿Qué miran momios de mierda?!” –
decían a los curiosos que se apostaban en las aceras de la principal arteria
del país-. “¿Y ustedes Pacos culiados y cafiches del Estado, pretenden
golpearnos acaso?” –gritaban-. El caos era total y pronto los
comerciantes comenzaron a cerrar sus locales y bajar las cortinas
metálicas. El enfrentamiento entre Carabineros y los miembros de la
Unidad Popular era inminente. Se trataba de un nuevo día de furia en la
capital de la República. Las huelgas, las protestas, las tomas, el “Toque
de las cacerolas”, atentados explosivos y el desorden generalizado era
pan de cada día. El gobierno del presidente Salvador Allende estaba
colapsado y se batía en la incertidumbre, incluso, se incorporaron
militares a puestos netamente políticos como el general de Ejército
Carlos Prats en el Ministerio del Interior. La gran mayoría del país exigía
una intervención por parte de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.
-¿Adónde irán éstos conchas de su madre? –preguntó el Director
de la Federación, Cristian Eyzaguirre-. ¿Cuándo será el día en que esta
huevada se termine y volvamos a vivir en paz? –acotó visiblemente
alterado.
-Seguramente se juntarán en La Moneda con su compañero
presidente –contestó Alberto Román.
-Esperemos un rato, con esta gritería infernal es imposible
continuar con la sesión –propuso Costagliola.
-Ojalá que los milicos se pongan los pantalones y se tomen el
poder –dijo Eyzaguirre.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-El Tancazo del 29 de junio fue una advertencia -replicó


Costagliola, bastante nervioso y botando la ceniza de su Montecristo en
el cenicero.
-La situación está mala en verdad –dijo Madrid- pero un golpe de
Estado atenta contra la democracia y eso podría traer males mayores más
adelante –agregó.
-¡Qué democracia ni que ocho cuartos, si esto sigue así quizás
adonde iremos a parar! –exclamó el director-. ¿Acaso no ven las
tremendas colas y el desabastecimiento que existe?
Cristián Eyzaguirre, era un distinguido miembro del empresariado
santiaguino y simpatizante del Partido Nacional. Alto y atlético, de rostro
serio y ojos verdes, era muy atractivo para las mujeres. Cuando aquel 4
de septiembre de 1970, sorpresivamente ganó las elecciones el doctor
Salvador Allende Gossens al candidato de la Derecha, Jorge Alessandri
Rodríguez, por escasos 39.000 sufragios, estuvo tentado de emigrar del
país y llevarse sus inversiones, sin embargo, el amor al terruño y la
esperanza de que el gobierno de la Unidad Popular fuera de corta vida, lo
hizo quedarse. Desde joven que estaba vinculado al mundo del ajedrez y
pertenecer al directorio del Club Chile, era una puerta de escape a sus
asuntos de negocios.
-¡Putas! pero el pueblo tiene plata y el compañero presidente está
con ellos, ¿qué importan las colas, si para tomar y flojear hay de sobra?
–dijo el secretario Gho-. Si hasta en los liceos se hace política ahora, con
un 3,0 los “cabros” pasan de curso.
-También se han hecho cosas buenas como la nacionalización del
Cobre –acotó el Italiano-. Lo que pasa es que este asunto se escapó de
control y el pueblo se creyó en serio eso de que están en el poder
–afirmó.
Al rato la situación se calmó y el griterío se trasladó un par de
cuadras más al Occidente, frente a la Casa de Gobierno.
-Continuemos, es mejor acabar rápido antes que afuera quede la
escoba –planteó el presidente, dándole la palabra a un callado Alberto
Román, el árbitro que supervisó el torneo de Santiago.
-Se clasificaron Eugenio Larraín, Dimitri Sorokov y Plutarco
Romo –acotó Román.
-¿Quién es ese Pluto Romo? –preguntó Eyzaguirre, con cara de
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

desconcertado.
-¡Plutarco! no Pluto –corrigió Román-. Es el campeón del Club
Las Condes.
-¿Acaso no es el primo de Julio Salas? –consultó Madrid.
-Sí, el primo menor de Julio Salas Romo –replicó el Italiano-,
nuestro ex campeón nacional.
-El ruso – chileno también entró –dijo Eyzaguirre- seguro que ese
huevón es “upeliento.”
-¿Y qué te importa?, juega bien ajedrez y está reconocido por la
Federación –intervino Costagliola– acá nunca ha hablado de política.
-Bueno, bueno, decía no más –aclaró el director, dando una gran
carcajada.
A Sergio Costagliola le era difícil controlar la situación en su
directorio. Los problemas políticos del país dividían a las personas en dos
bandos, Derecha e Izquierda y evidentemente que la Federación no
estaba ajeno a ello. El ambiente estaba tenso, pero debía mantener la
calma. Él trataba de quedarse en el medio, ya que lo más conveniente
para el ajedrez nacional, era sacar partido de ambos lados. De las blancas
y de las negras como se dice en la jerga.
-Bien, ¿quién está de reserva? –dijo el presidente.
-Carlitos Jaúregui –acotó Román-. Era el favorito pero se metió
Romo.
Costagliola apagó el puro y dijo:
-Tenemos nueve jugadores y debemos agregar a los tres primeros
de la final del año pasado, o sea, el campeón René Letelier, el
subcampeón Pedro Donoso y César Velázquez.
-Será un buen torneo –acotó Guzmán-. Hay dos debutantes;
Cienfuegos y Romo.
-Entonces hay que afinar todos los detalles –dijo el Italiano-.
Debemos cursar las invitaciones a los jugadores, no hay tiempo que
perder.
-Honorindo, ¿cuánto hay para premios? –pregunto Costagliola.
-Disponemos de 150 mil Escudos –señaló el tesorero–, se ve
bonito, pero la plata se desvaloriza muy rápido en este país –agregó.
-Eyzaguirre y Cía. podría aportar otros 50 mil –dijo el empresario-
si es que antes no me la expropian los del gobierno -agregó en tono de
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

broma.
-Con doscientas “lucas”, el premio es más que bueno –dijo el
presidente.
-Claro que para este año no habrían cupos para las Olimpiadas
–agregó Gho.
-¡Honorindo!, define lo del premio con Cristían y tú Wilobaldo,
cursa las invitaciones oficiales a los clasificados –dijo Costagliola-. No
olvides poner una fecha para que confirmen, el que falle será
reemplazado por uno de las reservas –agregó.
-Antes debemos confeccionar las bases y definir el local –señaló
Guzmán-, como queriendo asegurarse para que lo designen arbitro
principal del torneo.
-Se jugará en nuestro club. El protocolo deberá cumplirse como
siempre –dijo el Italiano-. Deben invitar a la inauguración a las
autoridades de gobierno, incluido el Presidente de la República.
Salvador Allende, era amante del ajedrez, no jugaba torneos, pero
constantemente apoyaba la labor de los maestros y una vez hizo las
gestiones para que el equipo chileno represente al país en el extranjero.
-¿Para qué lo invitan? –preguntó Eyzaguirre.
-¡Siempre se invita a Su Excelencia, te guste o no! –respondió
enérgicamente Costagliola, en actitud desafiante.
-Entonces pensaré seriamente en retirar mi parte del premio
–replicó el empresario.
-Cristián, no confundamos las cosas. Deja tus aprehensiones
políticas fuera de la Federación -señaló Madrid.
-En todo caso, no creo que Allende asista, así como están las cosas,
de seguro que no tiene tiempo para andar inaugurando torneos de
ajedrez- señaló el Italiano.
Por un instante reinó el silencio hasta que finalmente Eyzaguirre
habló:
-De acuerdo ustedes ganan. ¿Cuándo será la ceremonia inaugural?
Costagliola se levanto, apoyó los nudillos en la mesa, miró a todos
como diciendo “la sesión se acabó” y contestó:
-El 11 de septiembre a las diecinueve horas en el Salón de Honor
del Club Chile.

24
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Galvarino Cienfuegos encendió un Monza –el cigarrillo de moda entre


los jóvenes, con la cara del Che Guevara camuflada entre las ruedas del
Ferrari que salía en la cajetilla- y comenzó a estudiar atentamente la
partida entre Suetin y Smeikal que aparecía en la página 43 del
Informador ajedrecístico Nº 15, esa magnifica publicación yugoslava que
contiene las mejores partidas de torneos de cada semestre. Absorto en su
mesa, preparaba su arsenal de aperturas para el Campeonato de Chile,
sendos libros con múltiples variantes, revistas ajedrecísticas ya un tanto
añejas y un elegante tablero con figuritas de finas maderas –regalo de su
padre tras viaje por Europa- eran sus útiles de trabajo. Un pequeño
cenicero del hotel Casablanca de La Serena –el cual tomó como recuerdo
de su estada en aquella hermosa ciudad- y varios libros de filosofía –los
que debía estudiar para sus exámenes de 4º año- compartían el espacio.
De fondo, en el viejo tocadiscos RCA Víctor, se escuchaba el tema
Traveling band, incluido en un Larga Duración de los Creedence
Clearwater Revival -su grupo favorito, a pesar que el inglés no lo
dominaba muy bien-. Un gran afiche de Ernesto Guevara De la Serna,
más conocido como el “Che” -su héroe juvenil con quien, en cierta
forma, se sentía identificado- pendía tras su cama y junto a él, una repisa
con sus trofeos de guerra, como le gustaba llamar a las condecoraciones
deportivas, eran sus tesoros más preciados. La tranquila habitación de la
casa de sus padres, era el ambiente ideal para estudiar y concentrarse en
conseguir sus sueños.
Galvarino fue el nombre elegido por su progenitor, un famoso
académico de la Facultad de Historia y Geografía de la Universidad de
Chile. A él, nunca le gustó mucho, hubiera preferido algo más
convencional como un simple Marcelo. De cuerpo robusto y
25
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

fornido, con melena y barba a lo Che Guevara, era un soñador e idealista


que anhelaba la igualdad social y la libertad económica y filosófica de los
pueblos, por eso, sus amigos y compañeros de la carrera de Sociología de
la Universidad Católica, le apodaban Comandante. A sus 22 años, era
bastante más maduro que el resto, simpatizaba con el tema de la lucha de
clases, pero sólo eso, no militaba en partido alguno -aunque era pro
MAPU no se metía en política, ni siquiera participaba de las habituales
protestas y tomas universitarias- no tenía tiempo para aquello, era joven
y debía estudiar, además de jugar ajedrez –su gran pasión- antes de que
fuera profesional. El estudiante de sociología, era soltero y vivía con sus
padres en una cómoda casa de la comuna de Providencia. Su familia no
miraba con buenos ojos sus ideas revolucionarias y de tendencia
socialista, sobretodo su padrino, el tío Lautaro –el hermano menor de su
padre- un talentoso oficial de Ejercito. Su ya fallecido abuelo, le enseñó
cuando niño a jugar al ajedrez y desde ese momento nació en él, un
enamoramiento del rey de los juegos. Su mayor logro ajedrecístico, era el
título de Campeón Nacional Universitario Individual, galardón que
obtuvo a comienzos de año en el torneo jugado en La Serena y por el
cual, la Pontificia Universidad, lo premió con una beca deportiva para
estudiar sin costo alguno.
La posición en el tablero de la partida que revisaba, correspondía a
una de sus aperturas predilectas para jugar con negras, el Sistema
Leningrado de la Defensa Holandesa, cuando de pronto la quietud de su
habitación se vio perturbada:
-Galvarino, el cartero acaba de traer algo para ti –señaló su madre,
Angelina Marambio-. Parece que es de la Federación de Ajedrez. –
agregó, mientras le acercaba el sobre a sus manos.
-Es lo que estaba esperando. La invitación al torneo.
El estudiante de sociología estaba ansioso, era su primera final y
abrió el sobre con rapidez.
-Tengo apenas 48 horas para confirmar mi participación –le dijo a
su madre, la que aguardaba con curiosidad en la puerta de la habitación-.
Hay nada menos que 200 mil en premios.
-No dejan de ser interesante los premios, pero ¿qué posibilidades
tienes de ganar alguno? –consultó Angelina.
-Es difícil, pero hay que intentarlo. Aún hay varios días para que
26
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

comience el campeonato. Será el 11 de septiembre.


Angelina lo dejó nuevamente solo y Galvarino Cienfuegos ordenó
sus ideas. Debía definir que variantes de apertura usaría para tan
importante evento.
Con las blancas prepararía su movimiento inicial predilecto y que
da origen a la Apertura Inglesa, siguiendo los pasos del ex Campeón del
Mundo y el más grande representante de la escuela soviética de ajedrez,
Mikhail Botvinnik. Con las negras, tendría dos tipos de estrategias; para
juegos tranquilos, la Defensa Rusa contra el peón rey y la Defensa Moscú
para el peón dama; para jugar a ganar contra las aperturas abiertas, el
Gambito Letón –el predilecto del gran Miguel Tal, más conocido como el
“Genio de Riga”, ya que de esa ciudad soviética, era oriundo- y la
Defensa Holandesa Leningrado para las cerradas. Sin darse cuenta, casi
todo su repertorio decía relación con la Escuela Rusa de Ajedrez y sus
campeones, cosa que él nunca llegó a imaginarse que podría traer algún
tipo de problemas.

* * *

Cuando Aliro González conoció en 1967 a Brenda Keller en una


excursión a las Termas de Puyehue, jamás pensó que esa hermosa mujer
suiza de finas facciones, largas piernas, ojos azules y cabello rubio como
el trigo, transformaría su vida. Brenda andaba acompañada de otras
mujeres solitarias y se le acercó a consultar acerca de las maravillas del
paisaje. Él quedó de inmediato cautivado por la belleza de aquella mujer,
que con un castellano más que aceptable, decía: “Esto es como los Alpes
suizos, el lago, las montañas y los bosques”. Sus miradas se
entrecruzaron y de inmediato hubo química. Aliro no tardó en comenzar
el juego de la seducción y respondió: “Usted está equivocada, los Alpes
son como este paisaje del fin del mundo”. Algo había en él que también
conquistó el corazón de la “gringa”; ¿Qué me habrá encontrado ésta
flaca, sólo soy un humilde profesor de matemáticas de un liceo fiscal? –
era la pregunta que frecuentemente se hacía González-. En aquella época,
su vida se debatía entre la casa de sus padres y el Liceo de Hombres,
donde impartía sus clases de aritmética y enseñaba ajedrez a los
muchachos más tranquilos y con alma de artistas. De la simple amistad y
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

coquetería, el asunto pronto pasó a mayores y Brenda fue poseída por


González. El matrimonio no tardó en llegar. La suiza se quedó en Chile
y compartió su fortuna con el flamante esposo. En la ciudad nadie
comprendía muy bien la relación, era algo casi de película, como en los
cuentos de hadas, pero al revés. Él encontró a la princesa azul, “y con
cualquier billete” –decían los envidiosos-. “¿Alguna vez han escuchado
eso de que los polos opuestos se atraen?” -preguntaba González- tratando
de explicar su gran amor. “Algo tendrá oculto por ahí que atrapó a la
gringa” –decían otros, en claro tenor de doble sentido-. Pasaron algunos
años y González seguía en lo suyo, sus ideas políticas de centro-izquierda
aprendidas cuando estudió en la universidad –que lo hizo ingresar a la
Democracia Cristiana-, clases de matemáticas, ajedrez y la suiza. Todo
parecía ir sobre rieles hasta que de pronto sucedió lo inesperado, un
terrible accidente aéreo en 1971 cobró la vida de Brenda, cuando ésta
viajaba en una de las tantas salidas con motivo de sus investigaciones
sobre la flora y fauna chilena.
Tras el accidente, Aliro cayó en una gran depresión. Su linda
esposa estaba muerta y “nunca más amaría a nadie” –fue la promesa que
hizo ante su tumba-. Sin hijos, se convirtió en un excéntrico, muy pronto
dejó de lado las clases y se dedicó a administrar la herencia que dejó su
viuda. Fue así como obtuvo la concesión para trabajar una gasolinera en
la calle Bulnes, en pleno centro de Osorno. Ahora como empresario
independiente, disponía de ciertas libertades y se apegó más al asunto
político, se cambió de la Democracia Cristiana al MAPU, ya que sus
pensamientos se acercaban más a la ideología de la colectividad creada
en 1969 y no era partidario de la expansión capitalista basado en la
Alianza Estratégica. Ante cualquier eventualidad, podría vender todo y
mandarse a cambiar buscando nuevos horizontes en otras latitudes.
Decidió cambiar el aspecto externo y se cortó el pelo al rape, de ahí nació
su apodo de Chapulín. A pesar de todo, al ajedrez nunca lo dejó de lado y
fue así como ganó el título de Campeón de Osorno de los años 1972 y
1973, pero eso no lo llenaba, sentía una gran pena por la desaparición de
su esposa y trataba de cubrir ese vacío con otras actividades.

* * *
28
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El escritorio de grandes dimensiones y con cubierta de vidrio estaba


repleto de expedientes, informes, fotografías y documentos reservados.
Una radio de onda corta y larga, que siempre estaba encendida para
escuchar las noticias, dos teléfonos -los cuales casi nunca dejaban de
sonar-, resmas de papel y calco, junto a una antigua máquina de escribir
Underwood, eran los principales elementos de trabajo de la oficina de
Plutarco Romo, ubicada en el sexto piso de un céntrico edificio de calle
Zenteno, cerca de La Moneda. Desde el gran ventanal de su oficina, se
podía observar en plenitud el tradicional barrio Cívico de Santiago, el que
fue construido en la década del cuarenta y el cincuenta. Como todos los
días, antes de iniciar su jornada de leer y leer papeles, para atar cabos
sueltos, contemplaba el triste y gris paisaje del centro de la ciudad.
Encendía su pipa con ese fino tabaco holandés Ánfora Rojo, y tomaba el
primer café del día con el infaltable bocadillo. La Casa de Gobierno lucía
impecable bajo el cielo azul de septiembre con la bandera chilena
orgullosa flameando al viento, aunque Romo pensaba: “Nuestra bandera
no es digna de ondear al viento con este gobierno marxista–leninista”.
Plutarco pasaba gran parte del día en su despacho, estudiando y
verificando antecedentes y en sus ratos libres –que de alguna manera se
los fabricaba- se daba maña para practicar su juego favorito, por tal
razón, junto a un estante atiborrado de libros y revistas, se ubicaban dos
sillas y una pequeña mesa, en cuya cubierta se encontraba un tablero de
ajedrez de madera con las típicas piezas Duplastic modelo Staunton. Su
vida sedentaria y eminentemente de oficina, no le daba tiempo para
practicar alguna actividad física. La gran presión a la que a diario se veía
sometido, le estaba pasando la cuenta y comía en exceso, de ahí que en su
trabajo le apodaban Guatón. Ciento diez kilos y casi dos metros de
estatura, hacían de él, un hombre respetable. Siempre vestía de terno y
corbata, con su bigote y pelo impecablemente mantenido.
Su tía Antonieta, la hermana mayor de su padre Manuel Romo,
estaba casada con Barbaduque Salas, de cuya descendencia nació Julio,
que fue varias veces campeón de ajedrez de Chile. Fue precisamente el
mayor de sus primos -Julio Salas Romo- quien le inició en los secretos
del juego ciencia. Por su forma de mover las piezas y desplegar las
estrategias, se le comparaba con el ex Campeón Mundial ruso Tigran
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Petrosian. Al famoso armenio, le llamaban La Boa, pero a Romo le


decían en el ambiente ajedrecístico, Torturador, ya que en las partidas
disfrutaba dando una muerte lenta a sus rivales. A Romo no le gustaba
ese apodo ya que “se puede mal interpretar”, solía decir, él pensaba que
su estilo era más parecido al del norteamericano Frank Marshall, ya que
ese ajedrecísta, gustaba jugar al gato y al ratón con sus rivales, es decir,
cuando estaba a punto de rematar la partida, les daba un poco de vida
para recomenzar la contienda y volver a sentir esa sensación de
superioridad y así sucesivamente hasta que se cansaba poniendo fin al
juego. “Es que me gusta jugar varias partidas en una” –señalaba Romo-.
“No vengas con cosas, eres un torturador del tablero” -replicaban sus
amigos- y ahí mismo se armaba la trifulca, todo por el sobrenombre.
“Mejor llámenme Guatón y punto” y cerraba la conversación. Aunque
trabaja en el centro de la capital, Plutarco Romo vive –junto a su esposa
y quinceañero hijo- en Las Condes y por aquella razón es socio del club
de esa comuna, donde ostenta el título de campeón.
Junto con la correspondencia del día, se encontraba la invitación
para la final del Campeonato de Chile, sin embargo, por sus múltiples
obligaciones, tenía la duda respecto si pudiese realmente participar.
Ganas no le faltaban, pero sus superiores, los que estaban en contacto con
la CIA, le insinuaban a diario que dedicara todas sus energías a la
operación que llamaban secretamente como, El día decisivo.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Aliro González releía una vez más, El manifiesto comunista de Carlos


Marx. Como ya la noche caía y la penumbra se apoderaba del lugar,
encendió la luz y preparó Nescafé. En eso se encontraba cuando un largo
campaneo del teléfono interrumpió la soledad de su departamento de
calle Eleuterio Ramírez, en el centro de la ciudad. Bajó la llama de la
cocina Mademsa y contesto:
-¡Aló! residencia González, ¿diga?
-Por favor no corte, le van a hablar –dijo la chillona voz de la
operadora.
-Bueno, gracias.
El Chapulín comprendió que se trataba de una llamada de larga
distancia.
-Señor González, habla el Secretario de la Federación de Ajedrez
de Chile, Wilobaldo Gho –se escuchó como muy entrecortado por la
interferencia-. Existe la posibilidad de que usted participe en el
Campeonato de Chile, el cual comenzará el próximo 11 de septiembre.
¿Le interesa? –agregó aquella lejana voz.
-¿Cómo así, si yo quedé eliminado?
-Es que el señor Carmona de Temuco enfermó y a usted
correspondería reemplazarlo, si es que le interesa claro está -dijo el
secretario-. Eso sí, debe darme su respuesta de inmediato.
-¡Ahora! al menos déjeme pensarlo un día. Debo resolver algunos
temas y llamo de vuelta mañana a las 20 horas. ¿Le parece?
-Está bien, pero sólo tiene 24 horas, sino su lugar lo ocupará otro
jugador.
González apuntó en su libretita de notas, el número dado por el
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

secretario de la Federación más algunos datos sobre el calendario de


juego y luego retornó a la cocina a terminar su café. “Me invitan al
torneo, qué suerte tengo –pensó el Chapulín- pero ¿debería ir a jugar?”.
En lo más profundo de su ser, González quería jugar, pero también tenía
negocios que atender en Osorno y el partido lo necesitaba. “Todo se
puede negociar, además tengo gente de confianza en la bencinera, para
eso les pago bien” –se dijo el calvo-. “Tal vez me haga bien cambiar de
aire, hablaré con la gente del MAPU y explicaré mis planes”. Sin
embargo, algo había en su mente que no le convencía en un ciento por
ciento para ir a Santiago. El asunto político estaba demasiado revuelto y
él se estaba involucrando demasiado. “¿Y si es peligroso irme a la
capital? ¿qué podría pasarme?”. En largo caldo de cabeza estaba cuando
decidió que sería bueno llamar a su amigo el Sabueso. A pesar que eran
de posiciones políticas bastante opuestas, le tenía confianza porque era
un compañero de armas, armas ajedrecísticas, por cierto.
González marcó el número de Investigaciones y solicitó hablar con
el subprefecto Emigdio Segovia:
-Hola Sabueso, tu amigo Chapulín al habla.
-¡¿Cómo estás comunista de mierda?! –contestó Segovia con tono
de broma-. ¿En qué te puedo ayudar?
-Necesito hablar contigo más o menos urgente.
-Bueno, dime no más.
-Pero no por teléfono, tiene que ser en forma personal –dijo
González.
Decidieron juntarse a las 21 horas en el Jockey Club, un tradicional
bar de calle O’Higgins, al lado de la Intendencia.
Mientras tanto, el Chapulín se contactó con el principal personero
del MAPU de Osorno, Belisario Peralta y le informó sus planes. “Al
partido también le puedo ser útil en otra parte” –pensó-. A Peralta no le
pareció muy bien el asunto: “Estamos en un momento crítico y sabes
muy bien cual es la misión que te asignamos. Recuerda eso” –le decía-.
Sin embargo Peralta sabía que al fin y al cabo, no lo podía retener contra
su voluntad, en todo caso, para la colectividad política, el hecho que uno
de sus cerebros locales se aleje, constituía una gran pérdida. “Aún no está
dicha la última palabra –le dijo González-, además, el tema de la
seguridad de los dirigentes y sus casas, lo he manejado muy bien”. No
32
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

obstante, en su interior él sabía que ya tenía una idea tomada.

A la hora señalada, el Chapulín ingresó al lugar del encuentro y se


acomodó en una de las mesas del fondo, bien lejos de las miradas
curiosas. Como era su costumbre, Segovia demoró su llegada varios
minutos, hasta que finalmente apareció. Rápidamente oteó el recinto
hasta dar con el inconfundible Chapulín y se sentó junto a él. Muy pronto
ya estaba junto a ellos un garzón bajito de pelo cano con cara de
bonachón y les facilitó la carta. Ordenaron una Pichanga para dos y
sendas cervezas Pilsener.
-¿Qué es eso tan importante que no podías decirme por teléfono?
–comenzó a dialogar el Sabueso.
-Emigdio, somos amigos y por eso te llamé –dijo González, a la
vez que solicitó un cigarrillo-. Tengo la posibilidad de jugar la final del
Campeonato de Chile.
-¿Y?
-Es que no sé si deba irme a Santiago ahora.
-¡Servido señores! -exclamó el garzón mostrando sus amarillentos
dientes-. ¿Está bien así?
-Muy bien, muy bien –dijo Segovia, haciéndole gestos de que se
fuera de inmediato.
Segovia tomó un largo sorbo de cerveza y dijo:
-Mira González, Santiago es una ciudad peligrosa y así como están
las cosas, podrías tener algún tipo de complicación.
-¿Qué clase de complicaciones? –señaló el chapulín, al tanto que
atacaba la carne del suculento plato luego de apagar el cigarrillo.
-Tú sabes, estás hasta el cuello en la política, aunque tal vez en la
capital te pierdan la pista.
-¿Por qué? ¿Acaso va a pasar algo extraordinario en el país?
-Sabes perfectamente bien que a Allende le quedan pocos días en
el poder –dijo el Sabueso, apuntándolo con el tenedor-. Su gobierno está
rayando en la inconstitucionalidad. ¿Supongo qué conoces el acuerdo de
la Cámara de Diputados de hace algunos días atrás?
-Claro que lo conozco, pero seguro que Allende no hará caso como
siempre.
-¡Entonces habrá golpe militar!, Allende debe renunciar ahora o
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

quedará la grande.
El 23 de agosto, el Presidente de la Cámara de Diputados, Luis
Pareto, había enviado a Allende, el acuerdo suscrito por el órgano
legislativo, representando al gobierno, el grave quebrantamiento del
orden constitucional y legal del país. En cierta forma, este documento era
un ultimátum a la Unidad Popular.
-Parece que tú sabes más que yo sobre un posible golpe de Estado.
-No sé cuando será, pero de que algo va a haber, habrá –agregó
Segovia.
-¿Y si así fuera, entonces mejor me voy de Osorno, juego el torneo
y luego me fondeo? –dijo González, mientras consumía su trago-.
Además, no he cometido delito alguno, sólo busco la libertad política del
pueblo, los derechos laborales de los trabajadores, igualdad y justicia
social.
El detective encendió un Hilton y lo observó detenidamente:
-Eso ya lo sé, no eres delincuente, pero tú ideología es lo que aquí
importa, estás en la lista de los comunistas y eso es grave para algunos.
No puedo obligarte a nada, pero yo que tú, me escondo lo más luego
posible. Vende tu empresa o coloca un Palo blanco. La cosa está
complicada.
-Agradezco tus consejos y los tendré en cuenta, pero quiero jugar
el torneo -dijo Aliro-. Además, ya hablé con Belisario y es probable que
me asignen funciones más clandestinas.
-Bueno, es tu decisión. Cuídate mucho y suerte en la competencia.
González pagó la cuenta y se encaminó a su departamento. Afuera
comenzó a llover a raudales.
Al día siguiente, y tras dejar resueltos sus asuntos más importantes,
el Chapulín tomó una decisión definitiva, ¡jugaría el torneo! A la hora
acordada marcó el número de la Federación y se contactó con Wilobaldo
Gho.
-Señor secretario, habla Aliro González, le informo que mi
respuesta es afirmativa, cuenten conmigo.
-¡Perfecto! ¿Cuándo llegará para que estemos atentos?
-Estaré llegando un día antes del inicio del campeonato, es decir, el
10 de septiembre.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

* * *

Los días restantes fueron de inmenso ajetreo para el Chapulín. Ordenó


sus negocios, el tema político y, en la medida que pudo, se preparó para
la competencia. González nunca estudió mucho las aperturas, su juego se
basaba en conocimientos generales y los postulados de Nimzovich donde
el estupendo libro Mi sistema del genial ruso-danés, era su manual
favorito. En lo concerniente a los finales, sólo se guiaba por las partidas
del cubano José Raúl Capablanca, a quién descubrió gracias a su abuelo
que alguna vez jugó con el Gran Maestro, en una sesión de simultáneas
en España. “Si no me pillan en las jugadas iniciales, tendré posibilidades”
–decía González, mientras daba una rápida mirada a las partidas de su
ídolo máximo.
El tiempo pasó raudo y la fecha para partir a Santiago estaba
encima. Nada ocurrió que impidiera la partida de El Chapulín. El 9 de
septiembre abordó el Tren Rápido rumbo a la Estación Central. “Es de
esperar que éste armatoste no se atrase demasiado” –dijo González,
instalado en su cómodo asiento del coche Salón-Cama, al tiempo que
extendía la mesa individual e instalaba su ajedrez magnético para estudiar
algunas variantes de la Ruy López.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El martes 11 de septiembre, la capital de Chile amaneció suavemente


primaveral. Sus habitantes experimentaban los inconvenientes habituales
que se venían presentando en los últimos días. La movilización colectiva
hacía difícil el arribo a los lugares de trabajo. Los santiaguinos
madrugadores llegaron con antelación a los centros laborales. Así era el
caso de muchos funcionarios de reparticiones fiscales que laboraban en
las inmediaciones del Palacio de La Moneda. Los estudiantes, se
aprestaban para dirigirse a escuelas, liceos y universidades. Algunos
pequeños llevaban flores y regalos, ya que se celebraba el Día del
Maestro y deseaban saludar a sus profesores. Todo parecía ir con
normalidad, sin embargo, durante la noche, se inició el alistamiento de
las tropas militares bajo el pretexto del imprescindible acuartelamiento.
A las siete de la mañana, las tropas a cargo del general Javier Palacios
comienzan a movilizarse hacia el centro de Santiago. Gran cantidad de
jeep militares, vehículos blindados, tanques y hombres fuertemente
armados, rodean la Casa de Gobierno, a la vez que cubren los puestos
claves de la ciudad. Muchos pensaron en un nuevo “Tanquetazo”, pero
esta vez, el asunto era distinto, se trataba de un golpe de Estado que
pretendía poner fin al régimen marxista del presidente Allende. Muy
pronto en las radios de Derecha, comienza a cantarse la Canción
Nacional y acto seguido se escucha la proclama en la cual se informa al
país lo que está sucediendo. Una gran batalla comenzó a librarse en el
centro neurológico de la ciudad. Ráfagas de metralla a cargo de
francotiradores del gobierno de Allende hacen frente a las fuerzas
militares que, evidentemente, son superiores en tecnología y número.
Poco a poco, los militares van ganando terreno y las fuerzas del
presidente se ven diezmadas. Aparentemente, su grupo armado
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

lo dejó solo con un puñado de hombres al interior de La Moneda, por lo


que su captura es inminente. Por la Radio Corporación el Presidente de
la República confirma la insurrección del Ejército y solicita a los
“Trabajadores de la patria”, ocupar sus puestos de trabajo y mantener la
calma. Posteriormente se escucha: “Yo estoy aquí, en el Palacio de
Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al gobierno que represento por
voluntad del pueblo”. Paulatinamente, las radios adictas al gobierno, se
van silenciando y el combate cobrando vidas, una vez más se escucha la
voz de Salvador Allende: “Seguramente, esta será la última oportunidad
en que pueda dirigirme a ustedes. La fuerza Aérea ha bombardeado las
antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura, sino
decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado
su juramento”… “Ante estos hechos sólo me cabe decir a los
trabajadores: ¡no voy a renunciar!” …. “Colocado en un tránsito
histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”… “Trabajadores de
mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este
momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan
ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se
abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para
construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los
trabajadores!” Instantes después, la radio deja de transmitir y cuatro
aviones Hawker Hunter cruzan el cielo con un ruido ensordecedor
infundiendo miedo en los sorprendidos transeúntes, no así en los
numerosos elementos des-uniformados, pero armados. Las puertas se
cierran en vez de abrirse, la gente se agrupa en veredas e intersecciones,
escuchan radios portátiles y observa impotente. El cielo se nubla a
mediodía, llora cortos minutos, el Palacio de la Moneda es bombardeado.

* * *

El Chapulín despertó sobresaltado, tras un largo viaje en tren desde el


sur, sus fuerzas se encontraban al límite y la noche anterior sólo atinó a
descansar en la habitación 307 del City Hotel, enclavado en calle
Compañía y a metros de la Plaza de Armas. Un ensordecedor ruido lo
hizo asomarse por la ventana y se percató de una gran humareda que se
veía detrás de los edificios. Observaba como la gente corría despavorida,
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

hombres de uniforme verde con metralletas vigilaban todo y algunos


vehículos militares merodeaban por el sector. Velozmente llamó a la
recepción para consultar que diablos pasaba afuera.
-¿Pero cómo? ¿No se ha dado cuenta?
-Es que me desperté con una explosión –dijo González.
-¡Los milicos se tomaron el poder! –dijo el funcionario del hotel
con tono eufórico-. ¡Viva Chile mierda!
-¡La Moneda!, bombardearon La Moneda, ése es el humo que se ve
por la ventana.
-¡Exacto caballero! Allende fue capturado. Ni se le ocurra salir a
la calle. City Hotel lo atenderá como corresponde –agregó el funcionario.
-¡Crestas! –dijo González, evidentemente consternado.
-Perdón, ¿cómo dijo? –respondió el recepcionista.
-Olvídelo, gracias. Bajaré a comer algo –señaló el Chapulín.
Mientras degustaba nervioso el desayuno, González comenzó a
analizar lo que estaba sucediendo. Estaba confundido y asustado. “¿Qué
haré ahora? Volver a Osorno sería suicida. Programé un viaje de dos
semanas pero deberé permanecer acá”. Lo que más preocupaba a
González era su permanencia en Santiago, problemas de dinero no tenía,
pero su seguridad podría verse comprometida. Intentó comunicarse con la
sede osornina del MAPU. Una voz desconocida respondió: “Buenos días,
¿con quién desear hablar?” El Chapulín comprendió que la sede estaba
tomada por los Carabineros, ya que la forma de responder no era la
correcta en tiempos de crisis. Optó por colgar. Acto seguido pidió
comunicación con su bencinera de calle Bulnes.
-¡Don Aliro!, ¿es usted? –respondió una angelical voz.
Se trataba de Rosita, la leal secretaria y amiga de su difunta esposa.
-¡Si, soy yo!, ¿qué pasa allá?
-Militares armados vinieron a preguntar por usted. Esto es un puro
“despelote” –dijo Rosita-. ¿Se quedará allá verdad?
-¡No tengo otra alternativa! Debo colgar. Más tarde me comunicaré
de nuevo.
González se sintió prisionero en la urbe. Al fin y al cabo, su
situación no era tan desmejorada respecto a haberse quedado en Osorno.
“¿Y qué pasará con el torneo? ¡Bah!, eso es lo de menos”. Ahora lo
importante era ubicar a la gente del partido “si es que ya no están
38
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

detenidos” -pensó-, ver que haría y por cuanto tiempo en Santiago.


Debía actuar rápido y con inteligencia, igual que en una partida de
ajedrez.

* * *

Cerca de las dos de la tarde el combate por La Moneda ha terminado: el


alcázar ha sido atacado por cohetes, incendiándose buena parte de sus
instalaciones. Minutos antes ingresa a la Casa de Gobierno el general
Palacios con sus fuerzas, encontrando el cadáver del presidente y se
señala que éste ha muerto en acción suicida, usando como arma la
metralleta que le obsequió el líder cubano Fidel Castro.
Lo que muchos se temían y que otros tantos pedían a gritos, había
ocurrido. Las Fuerzas Armadas, por medio de la Junta Militar de
Gobierno, habían tomado el poder derrocando el régimen marxista-
leninista del presidente Allende. Las figuras imponentes del general de
Ejército, Augusto Pinochet Ugarte, del almirante de la Armada, José
Toribio Merino Castro, del general de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh
Guzmán y del general director de Carabineros, César Mendoza Durán
pasaban a tomar el control del país.
Alrededor de las tres de la tarde se produce una suerte de tregua,
que es aprovechada por la gente para regresar masiva, desesperada y
rápidamente a sus hogares. Los que viven más cerca, lo logran. Otros,
próximos al toque de queda, deben pernoctar en sus oficinas, en casas de
colegas, hoteles, donde se pueda, creando desesperación e histeria en
miles de familias.
Por las radios de Derecha dan lectura al Bando Nº 14 de la Junta
Militar de Gobierno, presidida por el general Pinochet, el cual establece
el toque de queda:
“Los trabajadores que se encuentren en las fábricas e
industrias, deben hacer abandono inmediato en forma pacífica
y tranquila de ellas, ya que después de las 18 horas (seis de la
tarde) no podrá encontrarse nadie en las calles de Santiago.
Las fábricas e industrias deberán dejar personal
responsable en ellas que cuiden sus instalaciones. Esas
personas ante la Junta Militar de Gobierno no deberán
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

responder por las instalaciones y bienes comprendidos en


cada caso.
Para la propia seguridad de las personas, se les ruega
cooperar con los controles callejeros o de caminos que están
realizando las fuerzas como parte de su operativo de
resguardo.
Con respecto a los ciudadanos que aún se encuentran
en sus lugares de trabajo también se les recomienda en la
forma más perentoria que hagan abandono de ello y se dirijan
a sus hogares antes de las 6 de la tarde.
El personal de los medios de comunicación audiovisual
que ha cooperado en forma patriótica en mantener informado
al país, también deberá abandonar sus lugares de trabajo
antes de la hora señalada. Las seis de la tarde, o en caso
contrario, los que lo deseen, podrán voluntariamente
permanecer en sus lugares de trabajo hasta el día de mañana,
al levantarse el toque de queda.
Por último se solicita al Cuerpo de Bomberos que
destaque personal de emergencia en sus cuarteles para poder
cumplir oportunamente con su valiosa misión.
No se darán salvoconductos y el toque de queda es a las
6 de la tarde."

* * *

Eran las cuatro de la tarde cuando el Italiano se encontraba en su


despacho jurídico, con la oreja pegada al radio escuchando los violentos
acontecimientos. Para él, no era sorpresivo lo sucedido, en cierta forma,
lo esperaba, sabía que tarde o temprano ocurriría. Ahora el país entraba
en una etapa de profundos cambios “y también de tiempos muy duros” –
pensaba. El ajedrez igual se vería afectado y el torneo programado
quedaba en la incertidumbre. Tras escuchar las noticias y sabiendo que
pronto comenzaba el toque de queda, Costagliola se aprestaba para
marcharse a su casa. De improviso suena el teléfono.
-¡Sergio!, escuchaste la radio –dijo Wilobaldo Gho con tono
agitado.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Seguro y no me digas nada, el torneo queda postergado hasta


nuevo aviso –contestó el presidente.
-Pero, hay que avisar a los participantes.
-¿Y tú crees que los maestros son tan estúpidos como para ir a la
Federación esta tarde? –respondió severamente Costagliola-. Hay toque
de queda, ¿entiendes eso? ¡Nadie!, escuchaste, ¡nadie puede andar en la
calle después de las seis!
-Es cierto, es que yo pensé…
-No pienses nada –interrumpió el presidente con tono dictatorial-.
Vete a tu casa. Cada maestro se cuidará solo. Hay que dejar pasar unos
días hasta que esto se regularice y ahí veremos que pasará con el torneo.
-Sí, estamos cerrando la imprenta, en la noche llamo a tu casa.

* * *

Aquella mañana, la oficina de Plutarco Romo se encontraba desierta y no


pudo ser testigo, en balcón de primera fila, de los sangrientos hechos de
fuerza que sucedían a escasos metros de su lugar de trabajo. Sobre su
escritorio estaba dispuesto el tablero de ajedrez con una posición del
mate de Legal y al lado una nota que decía: “Mañana es el Día decisivo,
jaque mate.”

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

La capital de Chile amaneció desierta, parecía un pueblo fantasma, la


Junta de Gobierno Militar estableció, por medio del bando Nº 16, el
toque de queda permanente para el día 12 de septiembre, por lo cual la
actividad era mínima.
El Comandante se aprestaba a ir desde su hogar, en la comuna de
La Reina, a la universidad cuando se enteró que eso no podría ser. “Sólo
a mi se me ocurre ir a clases con semejante agitación en las calles”
–pensó mientras desayunaba.
-Hijo, escuché un rumor que la Junta pretende cerrar todas las
carreras universitarias que digan relación con el libre pensamiento –acotó
su padre, mientras tostaba una añeja marraqueta-. Si eso fuera cierto,
sería un crimen intelectual.
-Me comunicaré con mis compañeros para ver que sucede. Con lo
del torneo de ajedrez, perdí un poco el contacto con ellos –dijo
Galvarino.
-A propósito, ¿qué irá a pasar con el campeonato?
-Así como están las cosas, nadie sabe nada. Creo que la otra
semana recién esto se aclarará y sabré si continuo en clases o habrá
ajedrez –contestó Galvarino, apurando su café con leche matinal.
-Viejo, ¿supongo que tu facultad igual será intervenida? –preguntó
doña Angelina.
-Como todas las cosas no más –replicó Maximiliano, el padre de
Galvarino-. El golpe militar era un mal necesario. La situación ya no
daba para más.
-¡Claro!, pero la violencia genera más violencia –dijo el
Comandante, ¿era necesario bombardear La Moneda? Mucha
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

gente sufrirá, tal vez injustamente –agregó.


Maximiliano lo miró fijamente y acotó:
-Creo que fue demasiado, Pinochet se excedió con esa acción,
Allende no tenía opción ante tamaña fuerza bélica.
-Sabes papá, yo creo que el golpe militar se comenzó a gestar el
mismo día en que los simpatizantes de Derecha no concurrieron a votar
para las elecciones del 70. Fueron irresponsables ya que estaban
confiados en que Alessandri ganaría fácil ¿o no?
-Supongo que tienes razón –dijo Maximiliano susurrando-. En
cierta forma todos somos culpables. Ese día preferí ir con ustedes a
Algarrobo.
-¡Si pues! –dijo Angelina en tono de reproche-. Al día siguiente
andabas todo arrepentido. Nunca pensaron que Allende podía ganar.

* * *

El edificio era antiguo, con una pequeña galería que lo separa en dos
naves. En su interior existe un aire como a hotel francés clásico. La pieza
era más bien modesta, de esas con bidet en el baño y piso de azulejos
claros y oscuros, como un gran tablero de ajedrez. En el dormitorio, un
ropero de madera grande con un firme televisor Motorola de 16 pulgadas.
Tras la ducha somnolienta, Aliro González bajó al restaurante, un lugar
pequeño que colinda con un patio interior de donde se puede apreciar
parte de la gigantesca catedral de Santiago. Entre la penumbra los
pasajeros tomaban su desayuno calladamente.
-No pude pegar un ojo –le dijo González al camarero del
restaurante del City Hotel-. Lo de ayer fue demasiado fuerte.
-¿Y a mi qué me dice?, ni siquiera pude volver a mi casa, pero sé
que mi mujer e hijos se encuentran bien –respondió el mozo con cierto
aire de tristeza-. Tuve que alojar acá y con esto del toque permanente,
deberé quedarme otro día –agregó, mientras servia el típico desayuno
Continental de los hoteles del centro.
-¿Hay diarios disponibles?
-Sólo La Tercera y El Mercurio –respondió el garzón-. La Junta
prohibió el resto. ¿O acaso pensaba el caballero que hoy circularía El
Clarín?
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Era de imaginarse, ambos son del grupo Edwards, derechistas


–dijo el Chapulín. ¿Y televisión?
-¡A ésta hora! La tele comienza a la una de la tarde, pero escuché
que está cortada. Señor, ¿no se ha dado cuenta que en Santiago está la
pura cagada? ¡Perdón amigo!, la embarrada -corrigió el mozo,
ruborizado.
-Es que me cuesta dimensionar esto. Vine por un par de semanas y
ahora no sé cuando podré volver al sur.
-Entiendo –replicó el garzón, gesticulando una leve sonrisa. “A
éste lo buscarán los Pacos por comunacho” –pensó, mientras se alejaba.
González estaba nervioso, sin saber con quien acudir ni que hacer.
Contactarse con los altos cuadros del MAPU sería prácticamente
imposible, pero algo debía intentar. No sabía que ocurría en Osorno.
“¿Pero por qué debo huir o esconderme? Jamás he cometido crimen
alguno ni pertenezco al segmento más duro del partido. A mí no deberían
buscarme los milicos” –se dijo el Chapulín-. “¡Ya está!, llamaré al
Sabueso, el puede ayudarme” –pensó un poco más calmado y alegre.
Tras desayunar tomó el ascensor a su habitación y solicitó llamada
con la Policía de Investigaciones de Osorno.
-¡Chapulín!, ¿estás bien? –contestó Segovia.
-Cálmate hombre, asustado pero bien.
-¿Donde estás?
-En un hotel del centro –dijo González ocultando su ubicación
exacta-. ¿Cómo está la cosa en Osorno?
-Belisario está detenido y tus socios arrancados –dijo el Sabueso-.
¿Qué piensas hacer?, acá no es recomendable que vuelvas.
-¡Ya lo sé!, por eso te llamo. Necesito que me ayudes a ubicar a los
dirigentes del partido. Debo hablar urgente con ellos.
-Oye, soy detective no mago. ¿Supongo que los dirigentes
centrales están inubicables?
-Exacto, sólo los muchachos de Osorno podrían saber como dar
con Antonio Quevedo. Necesito recibir instrucciones.
-Mira, veré que puedo hacer. Investigaré su paradero. No olvides
que este tipo de trabajo me puede traer problemas, lo hago sólo porque
somos amigos.
-Te lo agradezco mucho, pero estoy atado de manos.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-González, te recomiendo que vayas cambiando constantemente de


lugar de residencia, es lo más seguro y no uses tu nombre verdadero
–dijo Segovia-. Ten confianza en mí.
-Sí, ya lo había pensado. Mañana me cambio al Hotel Crillón y me
registraré con mi nombre político de tiempos de guerra; Juan Carlos
Morales.
Sin pensarlo, le reveló su próximo paradero, pero el detective
Emigdio Segovia, era un hombre probo y González sabía que, a pesar de
pertenecer a las fuerzas de orden y seguridad y no compartir sus ideales
políticos, no lo traicionaría.
-De acuerdo, manténme informado, pero por favor no me vuelvas a
llamar al cuartel. Hazlo a mi casa y bien tarde –acotó Segovia-. Aquí
puede ser peligroso. Otra cosa, tú no estás en la lista de los más buscados,
pero a cada rato ingresan nuevos nombres.
-Bien, eso es bueno, yo no soy delincuente. Otra cosa, es posible
que los dirigentes estén asilados en alguna embajada como la de Panamá,
Venezuela o Suecia –dijo González.
-Es muy probable, pero no puedes recurrir allí, ya están vigiladas
por los militares.
-Okas, adiós amigo –se despidió el Chapulín-. Muchas gracias.

* * *

-¡Identificación por favor! –gritó el soldado armado con metralleta


en la entrada principal del edificio del Ejército-. ¿Quién es usted?
Plutarco Romo no se sorprendió. El procedimiento adoptado por el
guardia era el habitual. Evidentemente, era el primer día de una nueva
tarea para el suboficial. “Pajaritos nuevos en tiempos de guerra, esto
parte de cero” –pensó respondiendo:
-Tranquilo muchacho, trabajo aquí, esta es mi credencial
-pasándole la tarjeta al uniformado-. ¿Eres nuevo verdad?
El suboficial miró la tarjeta y luego el rostro de Romo para cotejar
la fotografía. Todo estaba en orden y contestó:
-Sí señor, ¿sexto piso? Adelante, asintió el soldado.
-Gracias y espero que nos veamos seguido por acá –acotó Plutarco,
encaminándose velozmente a los elevadores.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Un aire pesado se sentía en el edificio. Miradas misteriosas y


rostros tensos, en general pocas palabras. Mientras subía por el ascensor
Romo pensaba: “Menos mal que este aparato funciona, de lo contrario
mamarme seis pisos a pata no me hace ninguna gracia.”
Dentro de su oficina, todo estaba igual que como la dejó hace tres
días. La única diferencia era el paisaje urbano que se veía desde el
ventanal. Plutarco inició el ritual de siempre, preparó un café, encendió
su cachimba cargada de Ánfora Rojo y observó la ciudad. El edificio de
La Moneda se veía semi destruido a causa del ataque de los aviones de la
FACH. Un grueso contingente militar lo custodiaba para que ningún
curioso viera de cerca la violencia desatada contra una de las reliquias
nacionales. Las calles estaban desiertas y muy pocos vehículos
circulaban. El toque de queda se había levantado durante el día, pero la
ciudadanía aún no se reponía completamente de lo vívido dos días atrás.
Mientras degustaba su matinal cafecito Romo pensaba: “Ahora comienza
el trabajo sucio, ya estoy metido en esto y no hay pié atrás. ¿Cuánto irá a
durar? Sólo Dios lo sabe.”
-Señor Romo –interrumpió la voz del joven sargento– la jefatura lo
necesita en el cuarto piso.
Plutarco sabía de qué se trataba. “En tiempos de guerra el trabajo
sería el doble y no muy santo” -se dijo-. Apagó la pipa y partió donde el
general Contreras.

-¡Señores!, la operación ha resultado un éxito. La Junta Militar


felicita a todos quienes colaboraron en preparar El día decisivo –comenzó
a hablar Contreras-. Sin embargo, todavía no hemos logrado nada, sólo la
caída del traidor a la patria. Tenemos mucha tarea por delante y ustedes
son los llamados a ayudar al Régimen a exterminar del país esa lacra
llamada comunismo. No tendremos compasión alguna. Todos deberán
cumplir las órdenes impuestas por las Fuerzas Armadas y la Junta, somos
obedientes y no deliberantes y el apego a la justicia y verdad será nuestra
guía. Cada uno de ustedes tendrá una tarea específica que cumplir. Por el
momento se espera de nosotros que busquemos a todos los elementos
subversivos y apresarlos, no deben quedar vestigios del marxismo en
Chile, hay que cortarlo de raíz.
Las palabras de Seferino Contreras parecieron más un discurso
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

ideológico que instrucciones a un cuerpo de hombres preparados para


todo. Acto seguido entró en detalles:
-La Junta pretende formar una policía de inteligencia nacional más
adelante, antes debemos hacer la limpieza. Debemos controlar las salidas
del país, embajadas, los hoteles, los hospitales, etc., todo en donde se
puedan refugiar los dirigentes y políticos de izquierda.
-¿Y las iglesias? –preguntó un agente.
-No, ahí no podemos entrar –dijo el general-. Lo más probable es
que el clero proteja a los subversivos.
Los agentes uniformados y civiles escucharon con atención las
palabras del general. Nadie discutió orden alguna.
-Se establecerán campos de prisioneros, se están acondicionando
algunos lugares para la emergencia como ser el Estadio Nacional, Estadio
Chile, algunos centros militares como Pisagua, Tejas Verdes e Isla
Quiriquina. Cada prisionero será juzgado por los Tribunales Militares en
Tiempos de Guerra y Consejos de Guerra –vociferó Contreras.
-Perdón mi general –dijo Plutarco- . ¿Significa entonces eso de los
tiempos de guerra, que efectivamente estamos en guerra?
-¡Putas la huevada! ¿No hablo castellano acaso? –gritó
enojadísimo el general-. ¡Claro que estamos en guerra! nuestro enemigo
es el marxismo-leninismo.
Romo se sintió humillado. “Para qué pregunto leseras. Es obvio
que es una guerra, aunque más rara que la cresta” –pensó-. En su interior
sabía lo que significaban los Consejos de Guerra y los Tribunales
Militares: Ejecuciones ilegales, apremios ilegítimos, detenciones,
torturas, desapariciones y aplicación de “la ley de fuga.”
-¡Caballeros! –prosiguió Contreras-, las Fuerzas Armadas han
tomado el control completo del país. Todas las autoridades que había
hasta el 11 de septiembre, es decir, Ministros, Intendentes y Alcaldes,
fueron removidas, asumiendo esas funciones en carácter de interinos los
oficiales del Ejército, Marina y Aviación, todos ellos son funcionarios de
exclusiva confianza. El país ha sido declarado en Estado de Sitio por la
Junta Militar de Gobierno y se ha disuelto el Congreso Nacional.
-Una consulta mi general –dijo el agente Gallardo-. ¿Qué nombre
recibirá esa Policía de Inteligencia que se piensa crear?
-Por mientras le llamaremos Dirección de Inteligencia Nacional,
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

DINA ¿está claro? –respondió Contreras.


-¿Significa entonces que la DINA es ilegal? –insistió Gallardo.
-¿Cómo qué ilegal? Les dije bien clarito que se formará legalmente
más adelante, pero que se llamará DINA. Ustedes son agentes del
Ejército y que yo sepa, les pagan sus sueldos e imposiciones en la Caja –
respondió furioso el general-. ¿De qué ilegalidad me hablan?
-¡Ya está bueno de palabras! Recuerden que nadie debe saber
vuestras ocupaciones. La patria los necesita y espero sepan cumplir con
su deber. Todos a sus puestos de trabajo. ¡Viva Chile! –arengó Contreras.
-¡Afirmativo mi general! ¡Viva Chile!
Los agentes volvieron presurosos a sus respectivas oficinas. El
escritorio de Romo aguardaba lleno de expedientes y el Bando Nº 19
firmado por la Junta Militar:

“1.- Las siguientes personas deberán entregarse


voluntariamente hasta el 13 de septiembre de 1973, en el
Ministerio de Defensa Nacional (1.er piso, Guardia del
Ministerio):
Verónica Ahumada, Juan Bustos, Dr. Danilo Sartulín,
Jaime Barrios, Rolando Calderón, Marcos Colodro,
Hernán del Canto, …” (Etc. y 50 nombres más)
“2.- La no presentación le significará que se ponen al
margen de lo dispuesto por la Junta de Gobierno, con las
consecuencias consiguientes.
3.- Este Bando complementa la lista establecida en el
Bando Nº 10.
4.- Se informa además a la ciudadanía que a
requerimiento de la Junta de Gobierno, ya se han
presentado en el Ministerio de Defensa Nacional, las
siguientes personas:
Francisco Javier Hurtado G., Osvaldo Puccio N., Osvaldo
Puccio G., Vladimir Arellano, …” (Etc. y 22 personas más)

Plutarco revisó el resto de los informes y encontró el Bando Nº 10,


allí existía otra lista de 94 personas. “Tendremos cualquier pega” –se
dijo.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El sábado 15 de septiembre el Italiano se apersonó tímidamente en la


oficina de Cristián Eyzaguirre, ubicada en un lujoso edificio de la
Avenida Ricardo Lyon casi al llegar a Avenida Providencia, en un sector
donde las muchachas jóvenes y opulentas de la capital se pasean
diariamente luciendo sus mejores ropas. Días antes del golpe lo había
visto por última vez y en esa ocasión se mostraba bastante deprimido.
-¡Sergio, qué sorpresa hombre, adelante, adelante! –saludó
eufórico el empresario, con una sonrisa amplia-. Mi secretaria anunció tu
visita. ¿Qué te trae por estos lados?
-¿Té molesta mi presencia acaso? Si gustas me retiro.
-Al contrario, todos son bienvenidos aquí, salvo los comunistas por
supuesto –dijo Eyzaguirre.
-Estarás contento ahora que los militares se tomaron el poder –dijo
el presidente de la Federación.
¡Pues claro!, esto es fabuloso. Allende se acabó, no más
socialismo.
Eyzaguirre no podía disimular su alegría, se mostraba dichoso y
amable como no lo estaba hacía mucho tiempo.
-¿Te ofrezco un traguito? A la salud de la patria.
-Un on the rooks estaría bien para mí –dijo Constagliola.
-¡El mejor escocés para mi amigo presidente! –señaló Eyzaguirre,
mientras servía las copas.
-¿Y dime, cómo están tus empresas? –pregunto el Italiano.
-Después del desastre, lentamente se ha ido recobrando la
normalidad. Despediremos a todo el personal que causó problemas
cuando estaba el comunismo en el poder, aunque tenga dificultades con
el sindicato –dijo el empresario tomando un sorbo del trago.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Los milicos probablemente decreten la suspensión de los


sindicatos en las empresas –respondió Costagliola-. Pero cambiemos de
tema, yo vengo a hablar de lo que pasará con la Federación.
-Ajá, el torneo, ¿qué haremos con el torneo? –exclamó
Eyzaguirre-. Verdad que ofrecí un premio.
-¡Claro! Yo creo que debemos hacer el torneo de alguna manera
¿no te parece?
-Por supuesto, hay que organizarlo de nuevo. Juntemos a la
directiva y veamos que pasa.
-Me parece bien –dijo el Italiano-. Préstame el teléfono, llamaré a
Wilobaldo, Honorindo y Sabino. ¿A las cuatro de la tarde en la Unión
Chica?
-¡Vale!

La actividad en el centro de Santiago no era la misma de siempre, pero


paulatinamente la ciudadanía volvía a sus labores habituales, claro que a
media máquina, era sábado por la tarde. El toque de queda comenzaba a
las 21 horas, por lo cual todas las reuniones se hacían temprano y en
algún lugar público para no entrar en problemas con la autoridad.
Minutos después de las cuatro de la tarde, los 5 hombres más
importantes del órgano rector del ajedrez chileno se reunían en un
antiguo bar y restaurante de Santiago, La Unión Chica, enclavado en el
número 11 de la calle Nueva York, muy cerca de la Bolsa de Comercio
criolla. Le llaman así, porque enfrente del viejo edificio, se ubica la
imponente sede del Club Unión, donde se reúne a beber la oligarquía
santiaguina. En el modesto pero pintoresco y típico bar antiguo, que en
realidad se llama Unión, se juntan poetas, literatos, pintores, músicos y
artistas, quienes, en torno a una botella de tinto y guatitas a la española,
arreglan el mundo todos los días.
Costagliola y sus hombres de confianza se ubicaron en las mesas
del fondo, las del comedor, el que presentaba una iluminación menos que
aceptable.
-¡Juanito! –dijo el Italiano- póngase dos botellas de tinto y algo
para picar.
-Como no caballero, ¿vino de la casa o del bueno?
-¡Del bueno pues hombre, hay que tomar del bueno! –exclamó
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Eyzaguirre.
-¡Muchachos!, los he citado aquí porque tenemos algo pendiente
en la Federación –dijo Costagliola-. El Campeonato de Chile.
-¿Pero no será imprudente hacerlo en estos tiempos? –preguntó
Madrid-. ¿Por qué mejor no lo suspendemos en forma indefinida?
-Es una alternativa valedera –dijo Sabino Guzmán-, pero el país
debe retomar la normalidad. Opino que se haga el intento de jugarlo lo
más luego posible.
El Italiano encendió unos de sus Montecristo y bebió de la copa de
vino:
-Hay que hacerlo ahora y demostrar al mundo que Chile puede
funcionar sin problemas.
-¡Así se habla presidente! –dijo Eyzaguirre-. ¡Salud!
Al parecer el trago mañanero bebido entre Costagliola y
Eyzaguirre había puesto muy contento al empresario. Hace varios días
que andaba alegre.
-Wilobaldo, no has dicho nada –dijo el italiano.
-Es que estoy pensando como hacerlo.
-Explícate hombre –dijo Guzmán.
-Pues bien –comenzó a decir Gho-, el toque de queda comienza
todos los días a las 21 horas ¿verdad?, eso significa que las partidas
deberían comenzar temprano, después de almuerzo. No olviden que es la
final de Chile y cada juego debería durar unas cinco horas ¿cierto?
-¡Cierto! respondieron los otros cuatro.
-Bien prosigo entonces. Muchos jugadores trabajan y les sería
difícil jugar el torneo, por lo que habría que hacer correr la lista de
reservas y así el torneo se chacrearía, es decir, no jugarían los mejores
ajedrecistas, a menos que …
-¡A menos que se jugara solamente los sábados y domingos!
–interrumpió Eyzaguirre-. ¿Qué tal Pascual?
-No es mala idea –dijo Costagliola.
-Verdad, ¿pero los jugadores de provincia estarán dispuestos a
viajar cada fin de semana o permanecer en la capital? –acotó un escéptico
Gho.
-¡Pamplinas! –dijo el presidente-, sólo hay dos jugadores de
provincia, Carlos Silva y el desconocido Aliro González. El Huaso puede
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

viajar desde Talca, total queda cerca y al osornino lo reemplazamos por


un reserva de Santiago y listo, así podría jugar Carlos Jaúregui.
-González llegaba el 10 de septiembre –dijo el secretario-. Él me lo
confirmó por teléfono.
Costagliola dio una bocanada de humo señalando:
-Entonces es probable que esté en Santiago todavía.
-Llamaré a su casa en la noche –dijo Gho-. Trataré de dar con su
paradero.
-¿Qué les parece si jugamos los fines de semana de dos a siete de
la tarde y comenzamos el último fin de semana de septiembre? -preguntó
el presidente.
-De acuerdo, el sábado 29 de septiembre como fecha tentativa
–propuso Guzmán, el árbitro designado para el torneo.
-Antes hay que confirmar a los participantes y enviar el proyecto
del torneo al Ministerio de Defensa. Recuerden que deben chequear la
lista de jugadores –dijo Madrid-. Los milicos lo controlan todo ahora.
-Es verdad –señaló Costagliola-. Así lo haremos. ¿Pero no estarán
exagerando? Cada uno ya sabe lo que tiene que hacer. Después de Fiestas
Patrias nos juntamos en el Club Chile. El jueves 20 para ser exactos y
veamos como van las cosas.
-¡Salud entonces! –exclamó el empresario, ya pasado de copas-.
Juanito póngase otra de las mismas.
El viejo garzón lo miro con picardía y sonriente se guardó en el
delantal las monedas de la propina: “Borrachos. Este antro está lleno de
borrachos” –pensó.
-Enseguida mi caballero –dijo y se marchó.

* * *

El Chapulín se asomó por la ventana, afuera la ciudad parecía un pueblo


fantasma, los cines, las fuentes de soda y los locales comerciales de calle
Agustinas estaban sin vida. Una patrulla militar recorre a paso de tortuga
la descongestionada vía, hace tres horas había comenzado el toque de
queda. En su abulia, González optó por estudiar ajedrez, hace varios días
que no dedicaba ni un solo minuto a su pasión. Mientras repasaba una
partida de Alekhine contra Tylor del torneo de Margate 1937 donde su
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

jugó una vieja variante de la Apertura Española, su favorita, suena el


teléfono de su habitación:
-Llamada para el señor Morales –dijo el recepcionista del Crillón.
El Chapulín quedó sorprendido y comprendió que se trataba de una
comunicación importante: “¿Quién será y cómo supo donde estoy? Debe
ser Segovia.”
-¿Juan Carlos Morales? –preguntó la misteriosa voz.
-¡Sí, con él! –respondió González tímidamente.
-¡Sorpresa! ¿Me reconoces?
-¿Romeni? ¿Patricio Romeni?
-¡Yes!, soy yo.
-Pero, ¿comó averiguastes donde estoy? –respondió El Chapulín.
-Tu amiguito el detective, él se contactó conmigo –respondió
Romeni-. ¿Aliro cómo estás?
Se trataba del Pato Romeni, uno de los activistas más duros del
MAPU osornino, quien había seguido un curso privado de guerrilla en
Cuba, aunque eso no era la ideología de la colectividad política.
-Bien, estoy bien, pero sin plata.
-¿Sin dinero, y cómo?
-Se me acabó el efectivo y no puedo sacar de mi cuenta ya que los
giros están congelados, ¿sabías?
-Claro, pero ayer se levantó la medida, el lunes ya podrás girar.
-¡Chuchas, no tenía idea! Menos mal –respondió González más
aliviado-. ¿Oye cómo está el asunto por allá?
-Belisario cayó preso y nosotros en la clandestinidad. Buscan a la
cúpula del partido, pero no nos encontrarán ni cagando.
-¿Y yo? –dijo González.
-¡Huevón cuevudo!, tú no sales en la famosa lista –dijo el Pato-.
Eso me informó Segovia.
-Excelente. ¿Saben dónde está Peralta?
-¡Sí!, en el Regimiento Arauco y lo vamos a liberar –acotó
Romeni.
-¿Qué cosa? –dijo un sorprendido Chapulín.
-Tal cual oyes. Lo que pasa es que junto a él hay otros dirigentes
detenidos del Partido Socialista y Comunista y esos huevones están
preparando un asalto al regimiento. Quieren unirse con nosotros.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Están locos, absolutamente locos. ¿No es broma verdad?


-Como te digo, estamos a la espera de unas armas y esperamos
atacar después del 18 de septiembre.
-¡No sean estúpidos!, los van a masacrar. La sangre y el fuego no
es lo nuestro. No se metan con los socialistas, nosotros somos
intelectuales no guerrilleros.
-Te entiendo pero no tenemos opción.
-¿Cómo qué no? Te creía más inteligente Romeni –contestó
ofuscadamente el Chapulín-. Tal vez los socialistas no tengan opción
pero Belisario está limpio. ¡No la caguen por favor! Si los detienen los
fusilarán a todos y nuestra gente pagará las consecuencias. Aborta la
operación, de lo contrario Bela es hombre muerto. ¿Acaso no te das
cuenta? ¿Armas, cuales armas? Se enfrentarán a un regimiento completo.
-Tienes razón, debemos pensar con la cabeza fría –dijo el Pato.
-¿Supongo que Segovia no sabe nada de tus planes? –preguntó
González.
-¡Claro que no! Es nuestro amigo.
-¡Entonces pos huevón! No hagan tonteras, no podemos traicionar
la confianza de Segovia, si él nos está ayudando es porque está
convencido de que no somos delincuentes.
-¡Ya! ¿Has hablado con Quevedo? –replicó Romeni.
-No sé como ubicarlo. ¿Tú sabes cómo?
-¡Ni idea! Debe estar escondido con los otros en alguna embajada
o en las casas de seguridad. En una de esas, detenido.
-Me estoy impacientando acá –dijo González-. Mejor me vuelvo a
Osorno, total a mí no me buscan.
-Quédate un tiempo allá no más. ¿Qué no jugarías un torneo de
ajedrez? –señaló el Pato-. Aquí puede ser peligroso.
-Llamé al club y no me contestaron, pero me comunicaré con el
secretario, un tal Wilobaldo Gho. Si no hay torneo me regreso cara de
raja.
-Como quieras, pero estemos contactados, anota éstos números
–dijo Romeni.
La llamada se terminó y el Chapulín no podía controlar su rabia.
“Asaltar el Arauco, sería un sacrificio absurdo. No hay ninguna
posibilidad. Si eso llegara a suceder, la vida de mis compañeros y la mía
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

estaría en peligro” –pensó-. González estaba atado de manos, debería


quedarse otra semana en Santiago. ”¿Para qué seguir así? Acá no tengo
nada que hacer, a menos que se juegue el famoso torneo. Si me vuelvo
capaz que estos otros intenten liberar al Belita y quede la escoba”.
Decidió que lo más racional y cómodo era esperar en la capital. A estas
alturas ya no quería involucrarse en líos contra el régimen, era una lucha
perdida tanto en hombres como en armas. Su única arma era el libre
pensamiento.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

En la víspera de fiestas patrias y tras desayunar temprano en los


comedores del Hotel Crillón, el Chapulín enfiló de a pié por calle
Bandera, a lo lejos divisó los vacíos jardines del edificio del Congreso,
en donde sólo se veían algunos soldados, cruzó frente a los Tribunales de
Justicia y siguió hacia la Alameda Bernardo O’Higgins, hasta las oficinas
de la Casa Central del Banco del Estado, en las inmediaciones de La
Moneda y edificios públicos que dan forma al barrio Cívico. La gente
caminaba cabizbaja y en silencio, la zona se encontraba repleta de
efectivos militares fuertemente armados. Luego de hacer una larga cola,
pudo cobrar un cheque de su propia cuenta corriente, volvió al hotel,
tomó su maleta con efectos personales, ropa para dos semanas y algunos
libros de ajedrez, que todo jugador de torneos debe llevar cuando sale a
competir y canceló la cuenta. Tras abandonar el tradicional
establecimiento, abordó un Fiat 125 modelo 1971 y le pidió al taxista
llevarlo al Hotel Santa Lucía en calle San Antonio, siempre en el radio
central de Santiago. Seguía los consejos del Sabueso. Su habitación
ubicada en el cuarto piso daba hacia los patios interiores colindantes con
otros edificios, dicha situación no le agradaba en demasía, pero como
sólo pensaba quedarse un par de días, prefirió dejar las cosas como
estaban. “Hubiera preferido con vista a la calle, es más libre” –dijo al
botones-. Acomodado en el espacioso cuarto y tras descansar un poco
decidió bajar a la calle: “Una vuelta por la Plaza de Armas no estaría
nada de mal, necesito aire fresco –pensó González-, así leeré el diario y
me tomaré un cafecito.”
Sentado en una fuente de soda del portal Fernández Concha y con
el café recién servido, uno de los titulares de La Tercera lo dejó helado:

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

“Encuentran cadáver del cantante Víctor Jara en las cercanías


de Cementerio Metropolitano.”
La noticia señalaba que el cuerpo del popular cantante presentaba
múltiples lesiones en todo el cuerpo, su cara y manos desfiguradas y 44
orificios de bala.
Jara era un conocido actor, director de teatro, músico y sobre todo,
cantante popular muy famoso. El cantor del pueblo y de ideas
comunistas.
La información era bastante escueta y no daba mayores detalles,
pero para González estaba claro que se trataba de un crimen de la
dictadura. “Víctor pagó por los demás. Es una ejecución pública para que
los opositores al régimen sepan lo que les espera si presentan resistencia
–pensó-. Los inocentes que creen que el golpe es sólo transitorio y que
los militares limpiarán la casa para entregar el poder a la Democracia
Cristiana, están muy equivocados. El bombardeo a La Moneda, la
suspensión del Congreso Nacional y los crímenes a sangre fría, son una
muestra. Esto es para largo”. Se le hizo un nudo en la garganta: “¿Qué
mierda está pasando en Chile?” –gritó en silencio, como desesperado-.
Dejó un billete en la mesa y partió raudo a la calle. Sin saber dónde ir,
dio un paseo por el sector del Mercado Central, “para estar más cerca del
pueblo” –se dijo “capaz que me tome un copetito en La Piojera con los
rotos bien chilenos, para pasar las penas.”

* * *

La opulenta comuna de Providencia mostraba sus mejores aires


diciocheros, todas las grandes casas estaban engalanadas con el emblema
patrio flameando al viento de septiembre. El rojo, azul y blanco de la
bandera, hacia juego con el despejado cielo y la nevada montaña que se
veía majestuosa como telón de fondo. Galvarino Cienfuegos se levantó
temprano y emprendió rumbo a la casa de su polola, Pérsida Larraguibel,
una agraciada estudiante de la Universidad Católica que conoció en el
Campus Oriente, donde ambos concurrían a clases. Pérsida, mujer
trigueña, de finas facciones, mediana estatura y pechos grandes,
inteligente y de personalidad fuerte, era además, pariente lejana del
famoso equitador y récord mundial de salto, Alberto Larraguibel
57
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Morales. Su polola era pretendida por muchos, pero Galvarino se sentía


satisfecho por ser él el elegido. “Con esta mina me casaré algún día,
siempre y cuando me aguante” –se decía constantemente.
La joven pareja descendió del microbús y se dirigió a la
universidad, habían escuchado rumores sobre un posible retorno a las
aulas, lo cual no era descabellado, ya que el 19 de septiembre fue
declarado día hábil porque el Régimen quería reemprender la
recuperación del país lo más rápido posible. En circunstancias normales,
la semana del dieciocho, era libre. Un gran tumulto se apreciaba en la
entrada del campus, ubicado en Avenida Battle y Ordóñez, en la comuna
de Providencia. La gente estaba apostada en el antejardín y un griterío
ensordecedor inundaba el ambiente. Varios camiones verde olivo se
encontraban estacionados en las cercanías. Más cerca, se percataron que
eran los estudiantes y funcionarios de la casa de estudios que pedían a
grito pelado el ingreso al edificio:
-¡Queremos entrar, queremos entrar, las salas son del pueblo y no
del militar! -arengaba el grupo de estudiantes más revolucionario.
-¡Militares ignorantes! –vociferaban algunos profesores,
evidentemente molestos.
-¿Qué sucede? –preguntó Galvarino a otro estudiante que gritaba
enardecido.
-Los milicos cerraron el campus, han intervenido la universidad
–señaló, arrojando una piedra a los hombres armados.
-¡La cresta!, algo había escuchado pero no pensé que sería verdad
–dijo el Comandante.
-¡Sí!, dicen que las carreras de este campus son todas comunistas y
que los estudiantes poco menos que terroristas.
-¡Eso dicen de nosotros! –respondió Galvarino soprendido-. Una
cosa es que seamos pelucones y barbudos, pero de ahí a ser terroristas,
hay un mundo de diferencia.
-Sonamos amiga, escuché que cerrarán Antropología, Filosofía,
Sociología, todas las carreras humanistas –dijo una compañera que se
acercó a Pérsida-. No se sabe cuando las reabrirán.
Galvarino movió la cabeza y penso: “Entrarán a la biblioteca y
darán vuelta todos los textos buscando evidencia de propaganda marxista.
Van a quemar muchos libros. Será igual que en la famosa novela de Ray
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Bradbury; Fahrenheit 451. ”


-¡Atrás, atrás milico incapaz, las aulas son del sabio y no del
general! –gritó exaltado el Comandante, perdiendo los estribos.
-Mi amor, cálmate –dijo Pérsida-. ¿Quieres qué te metan preso?
Con la universidad cerrada por no se sabe cuanto tiempo,
Galvarino tenía todo el tiempo del mundo para jugar el torneo de ajedrez;
“Si es que se llega a realizar” –le comentó a su polola.

* * *

La vista aérea desde la azotea del edificio de la UNTAC (United Nations


Conference in Trade and Development) era espectacular, tanto el cerro
Santa Lucía como el San Cristóbal, se veían casi al alcance de la mano.
Los principales edificios del centro de Santiago se alzaban como
obeliscos en la mañana clara. Abajo, la Alameda Bernardo O´Higgins
presentaba una tranquilidad anormal para ser un día de trabajo. El tráfico
estaba expedito, el gobierno de la Junta Militar se había trasladado a su
nueva sede, la que llamaron Diego Portales, y pasado a ocupar las
dependencias construidas por la Unidad Popular para celebrar la tercera
Conferencia de las Naciones Unidas sobre comercio y desarrollo. La
edificación se erigía frente a la remodelación San Borja, un complejo
habitacional de torres de departamentos donde antiguamente se levantó el
hospital del mismo nombre. La construcción de estilo moderno, pero
poco agradable a la vista, consistía en una gran placa con una torre
central de oficinas.
-En cada calle que rodea el edificio deberán existir guardias
armados –le decía Seferino Contreras al Guatón-. Además, desde aquí se
tiene una vista privilegiada del entorno y podremos vigilar todo.
-Está todo claro mi general, nuestros hombres ya dieron a conocer
los dispositivos de seguridad –constestó Romo, observando por los
binoculares-. Pierda cuidado, los extremistas nunca podrán entrar aquí.
Los grandes están seguros.
-Confío en el trabajo de ustedes, pero ¡pobre de ti si llega a fallar la
seguridad!
-Mi general, una consulta: ¿Si este edificio se llamaba Gabriela
Mistral, por qué cambiaron el nombre?
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¡Y qué me preguntas huevadas a mí! –respondió enojado


Contreras, como era casi su costumbre-. Supongo que será porque todos
los poetas son comunistas.
-Sí usted lo dice general, así debe ser.
-¡Romo!, no me falte el respeto o te mando preso por maricón.
Mejor volvamos al cuartel a interrogar a los terroristas que capturamos
ayer en el Palacio de Bellas Artes.
-Disculpe jefe, es que estoy contento con los cincuenta extremistas
que agarramos –contestó afligido Plutarco-. Ahora hay que hacerlos
hablar.

* * *

Aliro González caminó sin rumbo definido por el centro de Santiago, el


cañonazo de las doce del día lo sorprendió frente a la Casa Central de la
Universidad de Chile. Sin duda había dado vueltas en círculos ya que a
temprana hora, pasó por el sector girando efectivo. “Ya que estoy aquí,
aprovecharé de vitrinear en los boliches de libros usados de San Diego y
Plaza Almagro, tal vez encuentre algo de ajedrez” –pensó.
La hilera de locales de libros era interminable, estrechas galerías
con miles de volúmenes para todo tipo de coleccionistas, era el paseo
obligado de los ratones de biblioteca. Revistas, folletos, enciclopedias, de
un cuanto hay, se puede ubicar en el tradicional sitio de la popular calle
San Diego.
-Tiene algo de ajedrez –preguntó tímidamente el Chapulín en la
famosa librería de Luis Rivano.
-¡Sí!, hay uno de un tal Canobra –respondió el dependiente.
-Ajá, el Manual de ajedrez de Juvenal Canobra. Gracias pero no
me sirve.
“Ese libro es muy básico, para niños chicos, pero igual se las
mandó la Quimantú –pensó González-. Hay que enseñar ajedrez a los
niños” y siguió su búsqueda. Ingresó a varios locales pero fue en vano.
-¡De ajedrez! La única posibilidad es que se siente a esperar a que
pase una viuda de ajedrecista y me venda la colección del finado –le dijo
una obesa empleada de otra librería-. Esos se van altiro.
-Entiendo. ¿Y dónde puedo encontrar libros de ajedrez entonces?
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-En las librerías “pitucas” del centro, señor. En la Feria del libro,
en la Andrés Bello o en la Chilena. Le aconsejo que vaya a la Chilena, las
otras son cariocas.
-¿Cariocas? –preguntó el Chapulín con cara de interrogación.
-¡Caro señor!, eso significa carioca.
-Ya entendí. ¿Dónde queda la Chilena?
-Cerquita, en Alameda con Serrano, al lado de Crediclán.
Aliro dio las gracias y se fue en busca de la picada. Volvió a la
principal arteria de Santiago, pasó frente a la Universidad de Chile y
pronto dio con el lugar. “Este es el edificio de la Federación” –se dijo-.
Alzó la vista y vio luces encendidas a través de la ventana. “Hay gente,
¿estará abierto? Entraré”. En un par de pasos ya estaba en Serrano 14 y
subió al entre piso. La puerta del Club de Ajedrez Chile se encontraba
abierta.
-¡Buenos días, adelante señor! –le dijo amablemente Luis
Ampuero, un hombre regordete de bigotito y gruesos anteojos y que
desde hace muchos años es el portero del club-. Pase está en su casa.
-Me llamo Aliro González y vengo a jugar el Campeonato de
Chile.
-¿González, González? ¡Claro!, usted es la persona de Osorno que
reemplaza a Carmona.
-Así es. ¿Qué se sabe del torneo?
-Comprenderá que con todo esto no se ha hecho nada. Sólo hoy
reabrimos, pero sé que el jueves se reúne la directiva para ver lo del
torneo. Parece que lo quieren jugar –le dijo don Luis-. El señor Gho está
en la oficina. ¿Por qué no pasa a verlo?
El Chapulín se contentó con la noticia y conversó con el secretario.
Hablaron largo rato y comprendió que si no pasaba nada extraordinario,
el torneo comenzaría el 29 de septiembre. “Al menos ya tengo algo en
claro. ¿Qué haré en estas dos semanas?” -pensó González y bajó a
comprar los libros de ajedrez-. “Ahora los necesitaré.”

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

La lluvia arreciaba sobre los tejados rojos de la ciudad. Oscuros


nubarrones y fuerte viento norte, hacían presagiar que el mal tiempo
continuaría en el sur de Chile. Desde la ventana de su oficina, Emigdio
Segovia veía pasar a los transeúntes, quienes manejando hábilmente sus
paraguas negros, desafiaban las inclemencias climáticas. El agua escurría
velozmente por la barrosa y descuidada calle Colón, formando una
pequeña cascada, hasta depositarse en los colectores de la calle
Amthauer. Era la emblemática esquina de la justicia osornina, donde se
aglutina el cuartel de la Policía de Investigaciones, varios juzgados de
letras y el Centro de Readaptación Social –más conocido como la
Cárcel-. Sobre el escritorio descansaba su pistola de servicio –una Colt
calibre 38- recién limpiada y debidamente enfundada, el último ejemplar
del diario La Prensa y una serie de archivos con fotografías de
delincuentes habituales. El sabueso encendió su clásico Hilton y
comenzó a revisar el expediente de un complicado caso de robo con
homicidio ocurrido hace un par de semanas en una casa de familia
acomodada de calle Manuel A. Matta, en las cercanías del Parque Schott,
el estadio de fútbol de Osorno. El atraco llevaba días sin avances
positivos, eso porque los funcionarios de la policía civil, cooperaban
activamente con las nuevas autoridades del gobierno de facto, en la lucha
contra el marxismo. “Él o los homicidas no deben ser de la ciudad, el
modus operandi es demasiado profesional” –pensó Segovia-, mientras
observaba unas fotos del lugar del crimen y repasaba los detalles. La
celebración de fiestas patrias fue tranquila -salvo un asalto menor en el
apacible sector de Ovejería- y la gente prefirió quedarse en sus casas, ya
que el tiempo estuvo muy malo y el toque de queda no permitía mayor

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

jolgorio. Ese jueves 20 de septiembre comenzó a cambiar la vida del


detective.

-¡Subprefecto Segovia, venga a mi oficina! –ordenó su superior.


-Voy jefe –respondió el detective despreocupadamente.
-Emigdio, tengo noticias para ti, no sé como lo vas a tomar.
Asiento por favor.
-¿Qué pasa señor prefecto? –pregunto intrigado el Sabueso.
-La Dirección General en Santiago ha solicitado su traslado a la
capital –le indicó el prefecto, rascándose la oreja derecha-. Debe
presentarse el lunes 24 de septiembre en el Cuartel General.
-¿Pero y por qué?
-Son órdenes superiores. Deberá cumplir una misión especial.
-¿Qué misión, si se puede saber?
-Segovia, usted sabe que las cosas cambiaron en éste país y deberá
formar parte de una nueva unidad de Investigaciones relacionada con la
lucha contra el marxismo.
El Sabueso se levantó de la silla y miró a su jefe fijamente. Su
rostro denotaba agitación y molestia:
-¿Por qué yo, si existen tantos otros que pueden hacer eso?
–señaló, haciendo ademán de encender otro cigarrillo.
-Vamos Emigdio –dijo el prefecto-, no sea modesto. Usted es el
mejor hombre en la búsqueda de personas. Además, Santiago es otra
cosa, allí puede escalar en la institución.
El sabueso aguantó sus palabras, no podía contradecir las
instrucciones superiores y a pesar de que era duro, soportó con entereza
aquel difícil momento. La misión especial significaba un serio revés para
él, debía traicionar sus principios. Era detective pero no soplón.
-Es verdad jefe, pero busco delincuentes, patos malos, no
extremistas ¿me entiende?
El prefecto miró a Segovia y sonrió diciendo:
-¿Pero acaso los extremistas no son patos malos? Ellos
traicionaron a la patria.
-Depende de como se mire. Si han cometido crímenes, robos,
homicidios y esas cosas, merecen ser tratados como delincuentes
-contestó Segovia-, pero si sólo son tipos que piensan distinto, sin usar la
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

violencia, creo que no merecen castigo. Tengo conocidos así, usted lo


sabe jefe.
-Le aconsejo que no siga relacionándose con ésa clase de gente.
Puede ser peligroso para usted –dijo el prefecto.
Segovia guardó un silencio comprometedor, casi autoacusatorio.
-Emigdio, en cierta forma lo entiendo –dijo el policía-. Ya había
formado sus lazos acá pero usted sabe que esta profesión es así. Tarde o
temprano a uno lo trasladan.
Sin ganas de continuar la mañana en el cuartel, Segovia se puso el
impermeable y acomodó el casco montando la amarilla Kawasaki T-400,
que le había facilitado Investigaciones de Chile. Desafiando la lluvia,
bajó a toda velocidad por calle Freire hasta Ramírez, y de ahí, hasta su
casa de la Población Dos en Rahue Bajo. El Sabueso no supo cuantos
semáforos pasó en rojo, pero lo cierto es que a 80 kilómetros por hora, se
tardó apenas 4 minutos en llegar hasta el otro lado del río. “Por hoy he
tenido suficiente” –dijo a su hermosa mujer, contándole el drama-. El
detective era humano y no de piedra.

* * *

La directiva de la Federación se reunió temprano por la tarde en la fecha


señalada por el Italiano, había expectación respecto de las gestiones
realizadas por los distintos personeros para llevar a cabo el Campeonato
de Chile. En los salones del club, penaban las ánimas, en ese horario,
sólo se reunía un grupo senil de ajedrecistas, todos ellos pensionados y
con todo el tiempo del mundo. No fallaban casi nunca.
-¿Cómo estamos muchachos? –comenzó la reunión Costagliola,
con su Montecristo en la mano-. ¿Va o no va el torneo?
-Contacté a todos los jugadores, incluso al osornino González –dijo
efusivamente el secretario-. ¡Todos quieren jugar ya!
-¿El Huaso Silva también? –preguntó Honorindo Madrid.
-¡Sí! No se hace problemas en viajar un viernes y regresarse el
domingo a Talca –respondió Gho.
-¡Estupendo, campeonato habemus entonces! –dijo feliz el
presidente, levantando las manos como si fuera Dios.
-¡Epa!, falta la autorización del gobierno –acotó Guzmán-. No
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

olviden eso.
-¡Mis militares queridos darán el pase! –señaló Eyzaguirre muy
sonriente y sobrio-. Yo me encargo de mover ese asunto. Tengo amigos
muy influyentes allí. Además, mi grupo de empresas es auspiciador.
Tengo arreglado lo del premio. A mediados de octubre estará el depósito
en la cuenta de la Federación.
Dando una gran bocanada de humo y evidentemente satisfecho con
el resultado de las gestiones, el Italiano penso: “Menos mal que éste
recobró la compostura y ya celebró lo suficiente, más que mal, bastante
fea la vio antes del golpe militar”. Luego llamó a Wilobaldo y le dijo:
-Gho, toma nota a lo siguiente y mañana temprano llevas el
documento al Ministerio de Defensa.
-Tomo nota Sergio.
El Secretario comenzó a escribir lo dictado por el presidente:

Santiago, 20 de septiembre de 1973. -

Sr. Ministro de Defensa Nacional


Almirante Pedro Carvajal Pradines
Presente

La Federación de Ajedrez de Chile, tiene el agrado de


informar a las autoridades del nuevo gobierno chileno, la
realización de nuestro Campeonato Nacional de Ajedrez
1973, evento que estaba programado para mediados del
presente, pero, que con motivo de la situación excepcional
producida en nuestro querido país, debió ser postergado.

El evento se desarrollará de acuerdo al siguiente


calendario, en horario de 14 a 19 horas en los salones del
Club de Ajedrez Chile, ubicado en Serrano 14 entrepiso: 1º
ronda: Sábado 29 de septiembre. 2º ronda: Domingo 30 de
septiembre. 3º ronda: Sábado 6 de octubre. 4º ronda:
Domingo 7 de octubre. 5º ronda: Viernes 12 de octubre. 6º
ronda: Sábado 13 de octubre. 7º ronda: Domingo 14 de
octubre. 8º ronda: Sábado 20 de octubre. 9º ronda:
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Domingo 21 de octubre. 10º ronda: Sábado 27 de octubre.


11º ronda: Domingo 28 de octubre.

La lista de competidores es la siguiente: Señores Juan


Belmonte, Juvenal Canobra, Galvarino Cienfuegos, Pedro
Donoso, Eugenio Larraín, David Godoy, René Letelier,
Plutarco Romo, Dimitri Sorokov, y César Velásquez, todos
de Santiago. Además jugarán los señores Carlos Silva de
Talca y Aliro González de Osorno.

El árbitro del torneo será el señor Sabino Guzmán y


existirá un premio en efectivo de 200.000 Escudos,
financiado por la Federación y el auspicio del grupo
empresarial Eyzaguirre y Cía. Ltda.

Se estima que en cada sesión de juego asistirán unas


50 a 100 personas como espectadores, lo cual no es
problema para nuestra organización ya que el local de
juego es bastante amplio y no existirían aglomeraciones.

Considerando que el ajedrez es un juego de


desarrollo intelectual y que ha prestigiado a nuestro país en
numerosas oportunidades, solicitamos vuestra autorización
para realizar el evento.

Esperando su atenta respuesta, le saluda con


atención,
Sergio Costagliola Carotti
Presidente
Federación de Ajedrez de Chile

-Le pega bastante a la diplomacia don Sergio -dijo el secretario al


Italiano, mientras caminaba a la máquina de escribir-. Ojalá respondan
luego para no atrasar más el asunto.
Acto seguido el presidente se reunió con su tesorero y revisó el
tema de los viáticos que debían cancelarle a cada jugador. “No es mucho
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

el aporte diario para sus gastos –pensó Costagliola-, pero es el premio de


ellos por clasificarse a la final. Algún día el ajedrez tendrá más dignidad
en Chile”. El Italiano llevaba esa pesada carga en su conciencia, los
maestros –salvo excepciones- no daban buena imagen y mucha gente
pensaba que el ajedrez se trataba de un juego practicado por vagos y
bohemios. Incluso una vez, hace muchos años atrás, los carabineros
habían detenido a unos taxistas por practicar “juegos de azar en plena vía
pública”. La ignorancia sobre la realidad del ajedrez en el medio, era
considerable. Tuvo que aparecer el norteamericano Robert Fischer para
enaltecer al rey de los juegos y hacer que los maestros de ajedrez reciban
honorarios acordes con su categoría y capacidad mental. Además, Bobby
había impuesto la moda de vestir elegantemente en cada partida de
torneo, casi como de gala. El Campeón Mundial, hacía que cada partida
sea una verdadera fiesta. El problema era que Fischer estaba retirado hace
un año de la arena internacional y eso le causaba gran pena al Italiano.
“Sin Fischer, el ajedrez perderá la dignidad que tanto ha costado ganar” -
solía decir.
En el intertanto, los restantes directivos, incluido Sabino Guzmán,
realizaron el sorteo de jugadores y en la ronda inaugural se deberían jugar
las partidas de Letelier contra Canobra, Belmonte con Sorokov, Donoso
con Velásquez, Silva contra Romo, Godoy con Cienfuegos y González
versus Larraín.

* * *

El Chapulín estaba inquieto, ya que hace varios días que no sabía nada de
Osorno y la llamada de Romeni lo había dejado muy preocupado. Llamó
a la conserjería del Santa Lucía y solicitó comunicación con Emigdio
Segovia.
-¿Qué te sucede, tu voz parece llorosa? –dijo González al Sabueso.
-Me mandan a Santiago, el lunes ya debo estar allá.
-¿Tan rápido?
-¡Sí!, trabajos especiales –respondió el detective.
-Déjame hasta ahí no más. Entiendo.
No había que ser adivino para saber que clase de ocupación tendría
desde ahora el detective de Investigaciones de Chile, Emigdio Segovia.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Ese brusco cambio de lugar, no era favorable para González.


-Aliro, es recomendable que ya te cambies de residencia. Es sólo
por precaución, sigues sin ingresar a la lista negra.
-¡Magnifico! –exclamó el Chapulín, evidentemente contento-. Me
cambiaré de lugar, pero necesito algo más barato, estaré mucho tiempo
acá y con el viático de la Federación, no alcanza para hotel.
-¿Qué viático? –dijo el Sabueso.
-Es que no te había contado. El 29 de este mes parte el torneo.
-Mira, llegaré el domingo a Santiago y me quedaré en una pensión
de Plaza Italia, en calle Almirante Simpson 32. Es buena, bonita y barata
–dijo Segovia-. Podrías alojarte ahí también.
-Pero, ¿es decente esa pensión?
-Más que aceptable, es una picada que tengo de años en la capital.
-Ajá, ¿y cómo se llama?
-¡Huevón!, no tiene nombre, esa es la gracia. Es una caleta
¿entiendes? Sólo tienes que llamar y decir que vas de parte mía. Me
conocen muy bien allí.
-¿Qué pasará con tu familia? –preguntó González.
Un largo silencio se hizo a través de la línea telefónica.
Evidentemente dicha pregunta causó tristeza al Sabueso.
-Estaré sin ellos un tiempo, luego veré –respondió escuetamente
Segovia.
-Perdona viejo, no quise …
-No te preocupes –dijo el subprefecto, interrumpiendo al Chapulín.
-Gracias. ¿Has sabido algo de Romeni y Peralta?
-Lo que ya sabes. Bela sigue detenido y supongo que Romeni se
contactó contigo ¿verdad?
-Sí, por supuesto –contestó González-. No vemos el domingo
entonces en tu picada. Ah, dame el número.
Aliro cogió su libreta, apuntó el número de la pensión y colgó el
teléfono. Estaba cansado de tanto hablar por ese frío medio y por tantos
tediosos días. Sin darse cuenta comenzaba a sentir nostalgia por su
Osorno, la fría y lluviosa Osorno. Para pasar las penas, pidió al bar que
enviaran algo de tomar.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

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El hombre se desplazaba sigilosamente entre la penumbra de las calles


aledañas al río Damas. Tras enfilar por Prat y observar cuidadosamente a
su alrededor, dirigió sus pasos raudos, como queriendo escapar o no ser
sorprendido, hasta el nauseabundo lugar escogido para la reunión secreta.
Un molesto ruido provenía de la vecina Compañía Cervecerías Unidas y
un intenso aroma a cebada, se mezclaba con el olor a orines y excretas.
Poco a poco se comenzaron a escuchar voces que hablaban bajito y
solicitaban la contraseña. Los baños públicos de Osorno, al final de calle
Santa Elisa, sería el último lugar donde las patrullas militares buscarían a
gente que intentaba desafiar el toque de queda impuesto por el
Emperador. Francisco Alfaro, más conocido en el mundo político como
Pancho Pistolas, dijo las palabras mágicas y entró en el repugnante sitio.
Alfaro, de piel morena curtida por el desierto calameño, de bigote amplio
como un mexicano zapatista, era el líder del Movimiento de Izquierda
Revolucionario (MIR) en la ciudad de Osorno. De origen nortino,
oriundo de la ciudad de Antofagasta, había sido enviado por las altas
cúpulas de la Unidad Popular, para organizar las fuerzas combatientes y
así consolidar el gobierno de Salvador Allende. Sin embargo los
siniestros planes de los marxistas-leninistas, se vieron frustrados por el
golpe militar ocurrido apenas 11 días atrás.

-¿Estamos todos? –preguntó Alfaro, en medio de la penumbra.


-No falta nadie –dijo la voz de Patricio Romeni-. El MIR, el
MAPU, el Partido Socialista, la Izquierda Cristiana y el Partido
Comunista, todos presentes.
-Bien, seré breve –señaló el mirista-. ¿De cuántos hombres
disponemos para la operación?
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Cada vez somos menos –dijo Miguel Hermosilla, el líder del


Partido Socialista, y uno de los ideólogos de la operación programada
para rescatar a los dirigentes detenidos-. Tenemos unos 30 hombres
dispuestos a todo.
-¿Tan pocos? ¿Y el resto, dónde está? –preguntó extrañado.
-De a poco se están bajando del avión. Las armas no llegan nunca
y les está dando temor.
-¡Son unos maricas! –dijo Pancho Pistolas muy irritado-. Les dije
que las armas llegarán.
-¿Pero cuando? –dijo Romeni-. Nosotros ya no estamos muy
convencidos de querer asaltar el regimiento. Esta espera es muy tensa.
Además, Belisario nunca ha tenido problemas con la justicia.
-¿Me estás diciendo que el MAPU dará pié atrás? –consultó un
iracundo Alfaro-. Tú eres un combatiente Romeni, estabas entusiasmado
con la idea.
Un largo silencio se produjo entre aquellos cinco hombres, el que
sólo fue interrumpido por Samuel Montecinos del Partido Comunista:
-Siempre he dicho que el MAPU no sirve para la lucha armada.
Ahora ha quedado demostrado. Pato, tú sabes lo que sucede con los
desertores y cobardes.
Un miedo indescriptible invadió a Romeni. Sabía lo que aquellas
palabras significaban. Su vida estaba sentenciada y ya había abierto la
boca. Mientras su corazón latía mayor velocidad, intentó un recurso
salvador:
-¡Muchachos cálmense!, no he dicho que no nos involucraremos.
Podemos contar con ocho hombres para el asalto- dijo nerviosamente-.
Pero las armas, ¿cuándo llegarán las armas?
-Ya es muy tarde Romeni –replicó seriamente Alfaro-. No
podemos confiar en ti. No correremos el riesgo de ser delatados.
Debemos silenciarte y a tus amigos también.
La situación era en extremo tensa. Evidentemente el descontrol se
había apoderado de aquellos hombres, el caos y la desesperación
comenzaba a cundir entre las fuerzas de la Unidad Popular. Las cosas no
resultaban como estaban pensadas.
Alfaro extrajo desde el gabán, un cortaplumas automático, la que
en menos de un segundo, ya estaba abierta con la afilada hoja. Un
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

pequeño destello se reflejó en el metal, el que suavemente se incrustó en


la piel de la víctima. El forcejeo fue breve. Romeni nada pudo hacer
frente a los otros cuatro activistas y sintió como su vida se extinguía con
lentitud, un caluroso torrente comenzó a caer por su pecho y los ojos
dejaron de ver la escasa luz. El silencio se apoderó del ambiente y el
amanecer del sábado 22 de septiembre sorprendió a Patricio Romeni
desangrado al interior de las letrinas. Su cuerpo frío como el hielo, no
daba señales de vida.

* * *

-¡Segovia! Reconoce a éste hombre –consultó el prefecto al


detective-, indicándole el cuerpo del cadáver encontrado por un indigente
apenas finalizado el toque de queda, en una primaveral, aunque algo
brumosa mañana.
-¡Sí! Se trata de Patricio Romeni, es un dirigente del MAPU –dijo
el Sabueso, examinando cuidadosamente el rostro del occiso-. Más de
una vez lo he visto por fotos en el diario. Es bastante conocido.
-¡De modo que aquí se juntaban estos infelices! –señaló el
superior-. Parece un ajuste de cuentas entre comunistas. ¡Llamen a la
Policía Militar, esto también es asunto de ellos.
-¿Por qué está tan seguro de ello señor prefecto? –preguntó
Segovia-. Tal vez fueron las fuerzas del gobierno quiénes ajusticiaron a
este hombre y lo lanzaron aquí.
-¡Imposible! Está degollado. Los militares tienen órdenes de hacer
hablar a los detenidos.
-Eso no demuestra nada. ¿Y si ya habló? –insistió el detective.
-No sea ingenuo Segovia. ¿Usted cree que el Gobierno se
arriesgará a dejar las calles llenas de cuerpos? ¿Piensa qué esto es una
carnicería?
-¿Y el cantante qué apareció muerto en Santiago? Se dice que
estaba detenido en el Estadio Chile y que fue ejecutado por los militares
–añadió el Sabueso, encendiendo el primer cigarrillo del día.
-¡Al diablo!, se dicen tantas cosas en estos días –agregó el
prefecto, sin dar crédito a las palabras de Emigdio.
Apenas pasaron cinco minutos cuando apareció el jeep del
71
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Ejército y descendieron varios efectivos armados. Los corresponsales de


La Prensa y Radio Sago, no se hicieron esperar.
Luego de empadronar el lugar y hacer las preguntas de rigor, nadie
dijo haber visto ni escuchado nada. “Los tiempos no están para andar
metido en líos judiciales y si alguien vio o escuchó, lo más probable es
que se haga el desentendido” –pensó el Sabueso.
-¡Jefe!, debo retirarme. Recuerde que viajo esta noche a Santiago a
cumplir la misión especial –dijo el moreno detective.
-Retírese don Emigdio y suerte en la capital. Espero que nos
veamos de nuevo.
La despedida fue más bien fría. En cierta forma, el prefecto
deseaba la salida de aquel hombre que, gracias a su capacidad
profesional, le hacía peligrar su cómoda estadía en Osorno. Al jefe de la
policía civil, le agradaban los parajes del sur y estaba saturado de
Santiago, de la mega ciudad, del ruido infernal, del calor quemante del
verano y el frío cordillerano del invierno. Volver a la zona central, no era
prioridad. A sus años, no podía correr riesgos.

* * *

La callejuela era estrecha, rodeada de casonas estilo barrio París y


Londres. La embajada argentina lucía imponente frente a la Avenida
Vicuña Mackenna, a escasos metros de Plaza Italia. La melodía del tango
se escuchaba armoniosamente en la habitación del Chapulín, ella
provenía de la academia de baile del famoso profesor Valero, situada a
un costado de la residencial. El lugar era acogedor, nada comparado a un
hotel del centro, pero al menos, de la calle no provenía mayor ruido y el
hospedaje tenía todas las necesidades básicas. El comercio quedaba muy
cerca. “Segovia tenía razón. Esto es una caleta muy piola” –pensó
González preocupado, ya que su amigo debería llegar pronto-. Eran cerca
de las doce del día cuando del taxi Peugeot 404 descendió Emigdio
Segovia, portando una gran maleta de cuero café, de esas antiguas y
pesadas.

-Tengo malas noticias de Osorno –dijo el Sabueso instalado en una


de las mesas del comedor, mientras se servía un café con leche-.
72
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Asesinaron al Pato Romeni.


-¿Cuándo y cómo? –preguntó González, abriendo los ojos.
-Apareció muerto ayer en la mañana en los baños públicos de
Santa Elisa.
El Chapulín, encendió un cigarrillo, hace varios días que había
comenzado a fumar con mayor frecuencia que lo habitual
-¿Se sabe algo de su muerte?
-Lo degollaron, se cree que fue gente de su propio bando. ¿Sabes
algo al respecto? –devolvió la insidiosa pregunta el detective.
Aliro guardó un corto silencio, no podía revelar lo que había
contado Romeni, pero intuyó que a su camarada lo ajusticiaron por lo del
asalto al regimiento.
-Hablé con él días atrás y me contó lo que tú sabes. Eso es todo.
El instinto detectivesco de Segovia intuyó que González mentía:
-¿Seguro, no hay algo más? ¿Entonces por qué lo mataron? ¿No
tendrá algo qué ver en esto la detención de Belisario Peralta?
El Chapulín comenzaba a ponerse nervioso, Segovia hacía muchas
preguntas y él tenía las respuestas pero no podía darlas. En su interior
presentía que un nudo comenzaba a rodearlo. Sí decía lo que sabía, todo
el rigor de la ley caería sobre él y sus amigos y lo más probable era que
terminara preso y quizá que más. Si guardaba silencio, tenía una
esperanza, pero Belisario no correría la misma suerte.
-Emigdio, amigo mío, yo no se nada, te lo juro. Es lamentable la
muerte de Romeni.
El detective no quedó muy convencido y cambió de tema:
-Seré tú analista en el campeonato entonces. ¿Tienes material para
estudiar?
-Claro, algo compré unos días atrás –respondió el Chapulín-. Y los
libros que tenías en casa, ¿los trajiste?
-Peso extra. Los dejé allá y creo que se los regalaré a algún
muchacho promisorio del club. Son libros de la Asociación y si se
quedan en la sede, seguro se los roban.

* * *

Un gigantesco afiche titulado “La Junta Militar de Gobierno Ordena


73
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

UBICAR Y DETENER a las Siguientes Personas” con las fotografías de


Carlos Altamirano, Oscar Garretón, Miguel Enriquez, Eugenio Santos,
Alejandro Villalobos, Miria Contreras, Luis Maira, Luis Corvalán, Mario
Palestro, Luis Espinoza, Pedro Vuskovic, Víctor Toro y Luis Valente,
adornaba la oficina del general Seferino Contreras. Dichos hombres eran
importantes personeros de la Unidad Popular implicados en la llamada
“Conjura Roja” y en los escándalos económicos. Uno de los más
buscados era el ex diputado y líder del MAPU, Oscar Guillermo Carretón
Purcell y se presumía que era uno de los artífices del robo del banco de
datos del Gabinete Central de Identificación. El afiche había sido impreso
por la Dirección General de Investigaciones.
-¡Romo! ¿Qué significa esto? –preguntó enojado el general a su
agente, extendiéndole un documento
-¿Qué cosa jefe? –devolvió la interrogación el sorprendido Guatón.
-¡Ya no te hagas! ¿Qué hace tu nombre en esa lista?
-¿Mi nombre? –dijo y miró el papel.
Se trataba de la carta de Costagliola al Ministro de Defensa, la cual
había llegado a manos de la DINA para análisis.
-Es que participaré en el torneo, estoy clasificado y hay doscientos
de los grandes en juego- señaló Romo mirando a Contreras-. Además
esto se juega los fines de semana.
-No hay tiempo para estupideces Romo, lo sabes.
-Pero si es necesario puedo dejar las partidas a medias. Usted sabe
que el ajedrez es importante para mí. Jefe, usted también debería
aprender a jugar, son estrategias de guerra.
-En la Escuela Militar nos enseñaron, pero nunca aprendí bien. De
acuerdo, puedes participar, pero ya sabes. Si te necesitamos, debes acudir
con nosotros.
-Gracias don Seferino –respondió sonrientemente Plutarco Romo.
El general comenzó a revisar la lista de nombres.
-¿Conoces a Dimitri Sorokov? ¿No será uno de los rusos de
Codelco?
-Lo conozco bien. Es profesor de Física y trabaja en la Universidad
Técnica del Estado, aquí en Santiago –respondió el agente-. Él llegó a
Chile en 1966.
-¡Pero es ruso y no me gusta! Debe estar en conexión con éstos
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

mal nacidos de las fotos –dijo Contreras, apuntando al afiche recién


instalado.
-Jefe, es inofensivo, en la Federación nunca lo escuché hablar de
política. Además se nacionalizó chileno el año pasado.
-Igual deberás vigilarlo de cerca. ¿Y éste de apellido cubano?
-Cienfuegos –dijo Romo-. Es inofensivo, estudia sociología en la
Católica.
-Con mayor razón, esas carreras son marxistas –acotó Contreras.
-Si le tranquiliza, tiene un tío que es oficial del Ejército, se llama
Lautaro Cienfuegos.
-Lo conozco de lejos, aunque eso no garantiza nada. También ojo
con él. Aquí hay un nombre de Osorno. Aliro González, me suena este
apellido.
-Me pilló general. Ese es un jugador nuevo, lo vigilaré, debo
averiguar quien cresta es.
-¿Y los otros, son problema? –preguntó el superior.
-Negativo. Son sólo maestros de ajedrez. Los ubico bien.
Evidentemente Plutarco Romo conocía su trabajo y pensaba que
sus colegas ajedrecistas no eran problema para las fuerzas del
Emperador.
-Entonces damos la autorización, eso sí, con las providencias de
siempre.
-Pero jefe, no hace falta. ¿Para qué enviar cuatro guardias armados
a cuidar a tan poca gente? –dijo Romo.
-La norma es igual para todos y se cumplirá –acotó Contreras-.
Gracias, puede retirarse.
El general llamó a la secretaria y comenzó a dictar la respuesta a
aquel documento.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

11

El cielo estaba despejado y la temperatura era más que agradable. El


verde del sur se manifestaba en todo su esplendor en las suaves lomas de
los cerros de Ovejería. Cien metros cuesta abajo, se desplazaba
lentamente un tren de carga y una larga estela de humo de carbón de
piedra contaminaba el aire, haciéndolo a ratos irrespirable. En la altura y
con disimulo, cinco hombres oteaban el lugar buscando las mejores
posiciones. Pancho Pistolas encendió un cigarrillo y apuntó su índice más
allá de la vía férrea:
-La única forma de acceder al regimiento es por su parte trasera,
por el sector del estero. Ahí siempre hay pocos guardias.
-Pero el ataque debe ser por distintos flancos –acotó Hermosilla-,
de lo contrario no habría posibilidad alguna de éxito.
-Obvio. Otro grupo de hombres deberá descender por el lado del
hospital. El factor sorpresa es la clave –dijo el mirista-. Además,
calculadamente debemos intentar ingresar por la entrada principal con las
armas pesadas cuando los milicos estén repeliendo el ataque de la parte
trasera. Usaremos ametralladoras, granadas y bazucas. De acuerdo al
último reporte, las armas vienen en varios vehículos, ellas las enviaron
desde el puerto de San Antonio. Irán llegando lentamente.
-¿Cuándo? –preguntó Daniel Zambrano del Partido Socialista-.
Estamos impacientes.
-Tranquilos. Es mejor que no lo sepan aún. Les avisaré un par de
días antes de su arribo –replicó Pancho Pistolas-. Es por seguridad, ya
saben como es esto. No quiero nuevos mártires aquí.
-Treinta hombres es muy poco para una operación de ésta
envergadura –señaló Montecinos-. Debemos reclutar a más gente.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-No se preocupen, llegarán fuerzas desde Valdivia y Puerto Montt.


-Lamentablemente las circunstancias nos obligaron a sacar de la
operación a la gente del MAPU –señaló Alfaro-. Quisiera saber quién
convenció a Romeni para desistir del ataque.
-¿Dónde están detenidos nuestros dirigentes? –consultó Miguel
Hermosilla.
-De acuerdo al reporte de mi informante al interior, ellos están en
los cobertizos, al lado del recinto de vehículos –replicó el mirista.
El pequeño grupo de extremistas –al mando de Francisco Alfaro-
continuó debatiendo y examinando el lugar. Se aprestaban a una
operación importante, que ya llevaba bastante retraso. Al cabo de media
hora decidieron retirarse, no podían exponerse a ser encontrados por las
fuerzas militares.

* * *

El Italiano se acomodó en su sillón de la oficina de la Federación y


comenzó a leer el documento recién llegado. Detrás de él, estaba la foto
de su ídolo Bobby Fischer.
Santiago, septiembre 24 de 1973.-

Sr. Sergio Costagliola Carotti


Presidente de la Federación de Ajedrez de Chile
Presente:

Con relación a vuestra propuesta del día 20 de


septiembre pasado, el gobierno de Chile se permite exponer
a usted lo siguiente:

1.- Considerando que las condiciones en que se planea


llevar adelante la competencia, no interfieren con el toque
de queda y se realizará en un recinto cerrado, este
ministerio autoriza la realización del campeonato de
ajedrez, en el horario y fechas propuestas.

2.- No obstante lo anterior, teniendo en cuenta que el juego


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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

del ajedrez, es una actividad muy practicada en los países


de ideas comunistas, el campeonato se deberá jugar con las
más estrictas medidas de seguridad impuestas por la Junta
de Gobierno Militar. En virtud de lo anterior, en cada
jornada, existirán cuatro efectivos militares armados,
custodiando el evento.

3.- El gobierno de Chile no puede arriesgarse a que se


formen grupos de personas en torno a ideas socialistas y
marxistas y por esa razón, solicita a la entidad que usted
dirige, acatar nuestras instrucciones y colaborar al máximo
con las fuerzas de seguridad. Ante cualquier hecho extraño
o sospechoso, el Gobierno tiene la facultad de cancelar la
competencia en el momento que considere oportuno.

4.- En nombre de la Junta de Gobierno Militar, le deseo


éxito en la actividad emprendida y espero que ésta se
desarrolle sin problemas.

Saluda atentamente a usted.

Almirante Pedro Carvajal Pradines


Ministro de Defensa Nacional

-¡Wilobaldo! –exclamó el presidente, con una sonrisa muy


hilarante-, nos van a enviar dos parejas de alfiles.
-¿Qué cosa? ¿Cómo así? –dijo el secretario.
-Lo que oyes. El torneo está autorizado pero mandarán cuatro
milicos a cuidarnos todas las tardes. ¿No te parece que son muy
considerados?
-¡Exagerados querrás decir! –replicó Gho.
Costagliola pidió un café a la fuente de soda El Enroque y
prosiguió el diálogo:
-Avisa a todos los jugadores que el campeonato parte el sábado 29
en forma definitiva. Indícales que no pueden hablar nada de política ni
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

del golpe de Estado frente a los militares. Cualquier cosa que digan
respecto a eso, podría ser mal interpretado.
“Militares con metralleta en el Club de Ajedrez Chile, es una falta
de respeto. El ajedrez es un juego de guerra pero sin guerra. Armas de
verdad custodiando a los maestros. ¡Qué ridículo! ¿Custodiando qué?”
–se repetía una y otra vez el Italiano, mientras bebía el cafecito que le
llevaron del pequeño y pintoresco local existente al interior del club, el
que era propiedad de la señora Ruth, una esforzada mujer, viuda de un
ajedrecista fallecido en extrañas circunstancias-. “Ojalá no se metan en la
biblioteca. Capaz que quemen todo lo que en la tapa diga ruso o Unión
Soviética.”

* * *

-Me toca una partida muy difícil –le dijo Galvarino a su polola
Pérsida-. Mi rival es don David Godoy, fue campeón de Chile en 1968.
Con blancas juega siempre el peón rey.
-Pero mi amor, yo no entiendo nada de lo que dices, ¿para qué me
comentas? –protestó fuertemente su agraciada compañera.
La pareja se encontraba en la habitación del Comandante, rodeado
de libros, revistas y el infaltable tablero y piezas de ajedrez. “Las mujeres
entienden muy poco de esto y debo preparar mi partida” –se dijo
Galvarino un tanto molesto con la interrupción.
-Está bien, no te hablaré del asunto y me paquetearé más tarde
–contestó.
-¡Paquetearte! ¿Qué es eso? Yo te veo el paquete super bien –
replicó Pérsida, con una sonrisa muy sugerente y acercando sus labios al
rostro de Galvarino.
-Eso significa preparar una variante de antemano. Es aprovechar
los conocimientos sobre el juego del rival y así estudiar las primeras
movidas para tratar de sorprenderlo. ¿Captas?
-Bien, bien. ¿Y por qué mejor no te paqueteas con otra cosa?
Tienes tiempo de sobra para estudiar tus jugadas.
Galvarino no era tonto y captó el mensaje. Aprovechando que no
había nadie más en casa, cerró las cortinas, preparó una piscola, encendió
un Monza, puso música suave y se entregó a la pasión.
79
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

* * *

-¿Tú sabes lo qué juega Larraín contra el peón rey? –consultó el


Chapulín a Segovia en la habitación de calle Simpson.
-Parece que juega la Defensa Francesa, pero no estoy seguro
–respondió el detective.
-Es complicado jugar a este nivel sin saber que aperturas juegan
tus rivales –acotó González muy preocupado-. Como detective deberías
saberlo.
Ambos amigos se encontraban haciendo un análisis de las posibles
variantes de apertura que usaban cada uno de los rivales. Anotaban todo
con detalle y revisaban los libros recién adquiridos por el Chapulín.
Evidentemente su condición de provinciano y debutante en estas lides, le
hacía la tarea muy dura.
-En cada jornada anotaré las partidas del torneo, para saber lo que
juegan –dijo el Sabueso-. Por ahora, limítate a jugar lo que más sabes y
recurre a tus artimañas de siempre.
-¡Seguro! No tengo otra forma de jugar –acotó Aliro-. También
debes averiguar, que les molesta a ellos, si son nerviosos o curaos, no sé,
lo que sea. Esa es tu pega.
-Bueno –dijo el detective-. Por el momento conocemos bien el
juego de Silva y Cienfuegos. Como mueven con blancas y negras.
Al Chapulín no sólo le preocupaba el torneo de ajedrez. También
la muerte de Romeni, abría un cúmulo de preguntas, por lo que suponía
que el asalto armado planeado por los socialistas seguía vigente. Sin
embargo, sus pensamientos también estaban puestos en la suerte que
estaba corriendo ese 26 de septiembre, la Selección Chilena de Fútbol,
quien enfrentaba en Moscú, al poderoso equipo de la Unión Soviética, en
partido válido por las Eliminatorias del Campeonato Mundial de Fútbol
Alemania 1974. Los medios de comunicación no informaban mucho
acerca del partido y se pensaba que, por la situación política que estaba
viviendo Chile, los deportistas podían tener algún tipo de consecuencias
negativas, al menos eso decía el régimen del Emperador.
-Si la selección no pierde, seguro que vamos al mundial
–comentaba Aliro a su amigo Segovia-. Los rusos no se atreverán a venir
a jugar la revancha.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¿Y si pierden? ¿Qué pasa? –preguntó el detective.


La pasión de multitudes no era del interés del Sabueso. Le gustaba
el rudo deporte de los puños y estaba entusiasmado con la emergente
campaña de un joven osornino llamado Martín Vargas, al que había visto
dejar fuera de combate en el primer asalto a un par de fieros peloduros.
-Si ganan los rusos, habría un tercer partido en cancha neutral, en
caso que no vengan a jugar acá –respondió González, mientras movía las
piezas sobre el tablero de ajedrez.
Había sido un día pesado para el Sabueso, a quien ya le asignaron
en el Cuartel General de calle Mackenna -al que le dicen “La Pesca”,
porque allí llevan los tiras a los detenidos cuando son capturados- la
misión de colaborar con la búsqueda de los dirigentes comunistas y
marxistas más peligrosos. Para Segovia, La Pesca le resultaba más que
familiar. Esta se ubicaba entre calles Teatinos y Amunátegui, en uno de
los sectores más peligrosos de Santiago, cerca de la vieja Cárcel Pública
y los Tercer, Cuarto y Quinto Juzgados del Crimen -al igual que su
querido cuartel de Osorno-. No había descanso para el detective,
recientemente se había encontrado en el mineral de Lota un arsenal con
bombas y explosivos de diferente poder. La Policía de Investigaciones
tuvo una activa participación en el hallazgo, por lo cual había recibido las
felicitaciones correspondientes, especialmente el inspector René Marurí,
a cargo de las pesquisas. El descubrimiento del arsenal, hacía suponer
una operación de envergadura en distintas partes del país, por ello, el
trabajo conjunto de militares, carabineros y detectives era múltiple. En el
operativo habían sido arrestados trece elementos subversivos. “Las
fuerzas especiales deberán hacerlos hablar” –pensó Emigdio.

* * *

La actividad en las oficinas de la DINA era incesante. El trabajo


mancomunado de las policías y fuerzas militares era fructífero. Día a día
caían una infinidad de personas vinculadas con la Unidad Popular,
muchos por hechos violentos debidamente comprobados y otros sólo por
pensar distinto al régimen. Los medios de comunicación daban cuenta del
hallazgo de armamento y munición en diferentes partes. Plutarco Romo
no tenía tiempo para preparar el torneo y estaba resignado a jugar “a
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

capela”. Su juego inicial era bastante complicado, con negras ante Carlos
Silva, campeón nacional de los años 1969 y 1971. Su jefe, Seferino
Contreras, era implacable, había mucha gente que interrogar. “Deben
revelar la información que sepan cueste lo que cueste, sin importar la
forma que usen para que hablen”. El Guatón apelaba a diferentes
técnicas, entre ellas, “El Teléfono”, “El Pau de Arará”, “El Submarino”,
“La Parrilla”, golpes eléctricos y los simulacros de falsas ejecuciones,
para conseguir los objetivos propuestos por sus superiores. Precisamente
no gozaba con lo que hacía, pero era su trabajo y lo ejecutaba muy bien.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

12

La sonrisa del Chapulín era amplia, estaba feliz con las noticias del
diario; la selección de fútbol de Chile había logrado un valioso empate 0
a 0 contra el poderoso cuadro de la Unión Soviética en Moscú, en partido
disputado en el Estadio Lenin ante unos 60 mil espectadores. La
información era bien escueta y señalaba que el equipo nacional apenas
había cruzado la mitad de la cancha, la dupla de centrales Figueroa y
Quintano estuvo impecable, que el arbitraje de un juez brasileño -el señor
Armando Marques- fue bastante favorable al conjunto sudamericano y
que Chile estuvo formado como sigue: Juan Olivares, Juan Machuca,
Alberto Quintano, Elías Figueroa, Antonio Arias, Guillermo Páez, Juan
Rodríguez, Sergio Ahumada, Francisco Valdés, Leonardo Véliz (Julio
Crisosto) y Carlos Caszely. “Este resultado seguramente se tomará como
un triunfo político, por parte de la Junta” –pensó González- “pero que
importa, se puede decir que vamos al mundial de Alemania.”
Faltando un día para el inicio del gran torneo, González disfrutaba
de un abundante almuerzo en el restaurante La Baquedano, enclavado en
la Plaza Italia, donde comienza el parque Bustamante y muy cerca de su
pensión. Las ansias por comenzar a jugar eran grandes y poco a poco fue
olvidando su soledad. Estaba tranquilo con las noticias del Sabueso, él no
era un hombre importante para las fuerzas del Emperador y ese miedo
inicial tras el golpe militar, cada día se disipaba más y más.
Mientras se servía el postre, un hombre de refinados modales se
acercó y le entregó un poema en una servilleta de papel. El Chapulín no
entendía de qué se trataba y tras leerla lo comprendió todo. El atlético
varón lo miraba fijamente al rostro y con una leve sonrisa le guiñó un
ojo: Se trataba de una declaración de amor. “Lo único que me faltaba,
pinché con un maricón” –se dijo, respondiendo gentilmente:
83
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¡Conmigo no! No soy de tú clase. ¡Déjame solo!


El hombre se retiró con rostro apenado, no sin antes decir:
-Disculpa, es que tienes unos ojos maravillosos, tu mirada es
encantadora. ¡Adiós darling!
Más que sonrojado, Aliro llamó al mozo y pidió cancelar la cuenta.
-Perdone amigo, debí advertirle antes. Pensé que sabía que este
barrio está lleno de gays –dijo el garzón, pasándole el detalle a pagar.
-¡Ahora lo dice! ¡Qué sabía yo que los colas frecuentaban este
lugar! –y pasó el dinero justo.
El hombrecillo contó los billetes y puso cara de enojado cuando
vio que no había nada para él: “Por huevón no me dieron propina”
–pensó.
González se fue muy rápido del local. Nunca le había sucedido
nada parecido y se sentía avergonzado. Decidió volver a su lugar de
residencia y seguir preparando el juego del día inaugural. Ya había tenido
suficiente y no había nada más que hacer. “¿Y por qué debo
avergonzarme? Yo no soy uno de esos” –se dijo y procuró tranquilizarse
y olvidarse del incómodo momento-. Antes, compró en el quiosco de la
esquina, un ejemplar de la revista de crucigramas, elemento primordial
para abordar la competencia ajedrecistica.

* * *

La bota del oficial de ejército se descargaba una y otra vez contra el


rostro y extremidades del detenido. Éste, sólo se limitaba a esbozar una
leve sonrisa, mientras que su cuerpo indefenso, recibía estoicamente la
golpiza. El oficial no daba tregua en su tarea y seguía implacable el brutal
castigo, cegado por el odio.
-¡Contesta hijo de puta! ¿Dónde hay más armas? ¿No tienes lengua
acaso?
Sin embargo, pese a todo, el detenido –al que habían trasladado
desde Lota- seguía en silencio, sin quejarse ni pedir clemencia. Su rostro
ya desfigurado y sangrante miraba fijamente al militar.
El torturador se desesperó y desenfundó su arma apuntando a la
sien del mirista. Sin embargo, no disparó, lo golpeó con la culata, gritó y
lo increpó, hasta que éste cayó desvanecido al suelo.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¡Párate maricón o te levanto a balazos! -dijo el militar


evidentemente cansado y desconcertado, mirando a su alrededor.
-¡No se agite oficial! –dijo Plutarco Romo-. Con golpes no logrará
nada. Hay otras formas de hacer hablar a estos comunistas. Paciencia,
ahora déjenlo en paz.
-¿Y por qué usted me da órdenes? ¿Quién se cree qué es?
-Me llamo Plutarco Romo y trabajo para el Ejército, estoy bajo el
mando del general Seferino Contreras.
-¿Contreras? Si claro, entiendo. Usted trabaja en la Casa Grande –
contestó el uniformado en tono más bajo, como asumiendo su
inferioridad de rango.
-Efectivamente. ¿Sabe?, mí general dice que este recinto no es el
más adecuado para prisioneros detenidos por tenencia de armas y con
claros fines terroristas. Hay que enviarlos a un centro especial. Allí
disponemos de todo para lograr sacarles información.
-¡Si es así, qué venga aquí y me lo diga personalmente! Yo soy el
oficial a cargo del Estadio Chile. Usted es sólo goma de él.
-Puede ser. Se lo comunicaré, pero aténgase a las consecuencias. Él
tiene muy mal genio. ¿Lo sabía?
En medio de la conversación apareció un soldado raso avisando al
oficial la llegada de un importante hombre del Ejército. Se trataba del
jefe de Plutarco.
-¡¿Qué sucede caballeros?! –dijo Contreras mirando a Romo y al
otro uniformado.
-Le explicaba al oficial, que a los detenidos por las armas hay que
sacarlos de aquí –se adelantó el Guatón, observando al otro uniformado y
cerrándole un ojo.
-¡Sí mi general! –exclamó el militar-. El señor Romo me contaba
los detalles. ¿Adónde llevarán a éstos hombres?
-El lugar se llama Palacio de la Risa. Se trata de un recinto
especial, recién acondicionado, con todas las comodidades para este tipo
de gentuza. ¿Usted entiende verdad?
-Por supuesto señor. Aquí sólo traemos a los sospechosos y
militantes menos violentos –contestó el oficial a cargo del recinto.
-¡Rápido! Suban al camión a éstas mierdas revolucionarias.
¡Huevones!, no los traten como señoritas –gritó el oficial, recobrando su
85
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

tono autoritario.
-¡Romo, me acompaña al centro de reclusión! –fue la orden de su
superior.
El Guatón miró la hora y con tono de fastidia contestó:
-Pero mi general, usted me prometió que el sábado y domingo en
la tarde, tengo libre. Recuerde que debo representar al glorioso Ejército
de Chile en el torneo de ajedrez.
Contreras lo había olvidado por completo, pero su palabra era su
palabra. A regañadientes autorizó la salida del agente.
-Apenas termine se va al interrogatorio. ¡Apúrese o llegará
atrasado! –dijo haciéndole la típica señal con el pulgar en alto, como
deseándole suerte.
-Ya voy atrasado general –respondió Romo y se fue raudo al Club
Chile-. Estaba a unos cuatro kilómetros en línea recta, derecho por la
Alameda Bernardo O’Higgins.

* * *

-¡Queso de Ovalle, queso de Ovalle! ¡De Ovalle hay que llevar, de


Ovalle hay que llevar! –gritaba a todo pulmón el vendedor de queso de
cabra instalado en la esquina de la Alameda con Serrano.
-¡El diarioooo, el diarioooo! –exclamaba un niño de no más de
quince años.
Un mar de gente circulaba por una de las esquinas más saturadas
de la capital de Chile, donde se reúnen todo tipo de vendedores
ambulantes, fruteros y suplementeros en sus pintorescos puestos de
diarios y revistas. El ruido incesante del transporte colectivo y la
congestión vehícular –en especial taxis- en espera de los semáforos o el
pito del carabinero dirigiendo el tránsito, es muy habitual. El edificio de
los Ferrocarriles del Estado con la fuente de soda Indianápolis o el Red
Bar, estaban atestados de gente, enfrente, se alzaba la oficina de
Crediclán, donde los capitalinos hacían sus trámites para optar a un
flamante automóvil. Demasiada contaminación acústica, mucha gente,
enorme ajetreo. Entrando por Serrano y separado por 24 peldaños, con
dos pequeños descansos, se ubicaba en el entrepiso, la sede de la
Federación de Ajedrez de Chile, que ese día sábado estaba colmada de
86
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

aficionados al noble juego. Del centenar de personas, destacaban


claramente cuatro, eran los efectivos militares, que con sendas
metralletas, vigilaban todo, al acecho, con los ojos y oídos bien abiertos,
como queriendo descubrir algo que perjudique al gobierno de la Junta
Militar.
Los jugadores de ajedrez se paseaban nerviosos en espera del
inicio del juego o el discurso de bienvenida del Italiano. Había ansiedad y
el público se impacientaba. Un cerrado aplauso premió las sentidas
palabras del presidente y a continuación el árbitro, el señor Sabino
Guzmán, dio la orden de partir. El tic-tac del reloj comenzaba a sonar y
las primeras movidas no tardaron en llegar. Seis mesas con los mejores
trebejos y relojes, estaban encerradas en medio de elegantes cordeles, que
hacían semejar el espacio a un circo romano, en donde doce gladiadores
dejarían todo en el tablero en busca de la victoria y la fama. El juego del
ajedrez se mostraba en su grado máximo, cada uno de ellos luchaba por
enaltecer su ego. El salón principal del Club Chile, estaba ornamentado
de gala. La lucha por el título de campeón chileno, había comenzado.
Resulta curioso e inexplicable a la vez, ¿cómo es posible
concentrarse en semejante lugar?, tan cerca de un bullicio infernal
proveniente del exterior, más aun, si necesariamente hay que dejar las
ventanas abiertas para que el humo de los cigarrillos no haga irrespirable
el aire. Sólo los jugadores pueden explicarlo.
El talquino Carlos Silva –a quien apodan el Huaso- estaba
tranquilo, era un hombre curtido en estas lides y esperaba la llegada del
debutante Plutarco Romo, así se dio maña para examinar las primeras
movidas de los restantes juegos. Le llamó la atención la partida de Godoy
contra Cienfuegos, en donde el jugador que se parecía al Che Guevara
había jugado una extraña variante de la Defensa Caro-Kann.
“¿Qué hace ésa dama negra en la casilla 3TD y en apenas cuatro
movidas?” –se preguntó Silva-. No le costó mucho darse cuenta de la
secuencia, la mala ubicación de la dama estaba compensada por la
tenencia de la pareja de alfiles y además momentáneamente, las blancas
no podían enrocar. No había duda, Godoy cayó en un paquete teórico que
ahora él recordaba bien. La extraña disposición, se la había visto jugar a
Carmona el mes pasado en el torneo de Osorno, y la bautizaron como
Variante Temuco, en honor a la ciudad de su creador. “Obvio,
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Cienfuegos jugó ese torneo y copió la interesante idea” –dijo el Huaso,


justo en el momento en que un agitado y regordete jugador ocupaba la
mesa de su partida.
“La partida va como lo habíamos planeado” –pensó el Sabueso al
observar el juego de González contra Larraín-. “Las negras entraron en la
Defensa Francesa” –exclamó sonriente.
Efectivamente, las movidas iniciales decantaron en una variante
Winawer –línea de juego muy antigua- y las blancas estaban en terreno
conocido. El Chapulín no tardó mucho en extraer su revista de puzzles y
comenzó su habitual forma de jugar. Eugenio Larraín lo miraba con
asombro y su concentración comenzó a flaquear. Ya nervioso insinuó un
reclamo al árbitro, pero este no fue atendido, ya que el reglamento no
dice nada contrario. González, el debutante y desconocido González, era
el amo del momento.
El Torturador, emulando al juego del maestro armenio Petrosian,
planteó con las negras una cerrada defensa al Gambito de Dama de Silva.
Sin embargo, algo había en su mente que no lo dejaba pensar con
detenimiento, su corazón latía demasiado rápido y sus manos cogían las
piezas antes que su mente escudriñara todas las posibles variantes. La
agitada mañana, le estaba pasando la cuenta y frente a un jugador de la
talla del talquino poco pudo hacer, abandonando la contienda en apenas
veinte jugadas.
-¡Qué manera de jugar tan mal! –dijo Julio Salas Romo a su primo
Plutarco-. Así no te he enseñado. ¡Más encima llegas retrasado!
El ex campeón chileno estaba de espectador viendo la actuación de
su antiguo alumno y sólo se limitó a mover la cabeza en señal de
incredulidad. Luego, ambos se fueron a la sala de análisis a desmenuzar
la corta partida.
El maestro Godoy estaba desconcertado y había perdido el hilo de
la partida. Jamás pensó que Cienfuegos jugara semejante línea de
apertura, él esperaba lo de siempre. Su sorpresa fue total y eso influyó
notablemente en su juego, tanto así que en pleno medio juego debió
entregar una calidad –torre a cambio de un caballo- y entró a un final sin
esperanzas, perdiendo finalmente el juego merced de la impecable
técnica del campeón universitario.
-Esperaba su típica Defensa Rusa -dijo Godoy al Comandante.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Galvarino muy feliz y encendiendo uno de sus Monza contestó


escuetamente:
-Por ahora no maestro, es muy peligroso –exhalando una gran
bocanada de humo.
-¿Peligroso, pero si la Rusa es una defensa muy segura? –consultó
don David.
-Ya lo entenderá señor Godoy –dijo Cienfuegos y se retiró
estrechándole la mano.
Lentamente el público comenzó a concentrarse en torno a la mesa
del Chapulín. El sureño no se inmutaba y mientras resolvía el
crucigrama, jugaba con precisión ante un molesto Larraín, Este además,
estaba apurado de tiempo y dejaba el tablero regado de trampas.
González, no caía en ninguna de ellas.
-¡¿Por qué no deja de sacar el puzzle, eso me desconcentra?! –gritó
enojado don Eugenio.
-Haberme dicho antes caballero –dijo Aliro y guardó la revista.
“Ya logré mi objetivo, éste tipo es mío” –pensó. Su triquiñuela,
había dado resultados y la balanza se inclinó definitivamente a favor de
las blancas. Los capitalinos no salían de su asombro, nunca habían visto
una situación parecida y un tímido aplauso premió al Chapulín.
Los directivos de la Federación estaban felices, el inicio del torneo
había sido un éxito. Las restantes partidas de la jornada inaugural habían
concluido con la victoria de Letelier contra Canobra y las tablas entre
Belmonte versus Sorokov y Donoso con Velásquez. Al día siguiente
nuevamente una dura jornada aguardaba a los gladiadores de las 64
casillas.

El domingo 30 de septiembre, la primavera ya demostraba su esplendor


en la capital. La mañana estaba tranquila, ideal para un paseo antes de la
partida de ajedrez de la tarde. El Chapulín no pudo contar con la asesoría
de su analista –el Sabueso- y preparó el juego contra César Velásquez, un
maestro de estilo muy agudo, incisivo y peligroso “pero no tanto como
los cuatro milicos que nos cuidaron ayer” –pensó González.
Por la tarde, nuevamente se reunieron los maestros para disputar la
segunda ronda. Esta vez nadie llegó atrasado. La afición seguía con
interés el duelo de Galvarino Cienfuegos contra Carlos Silva. Por su
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

parte, González jugaba muy tranquilo frente a Velásquez, planteando una


sólida Defensa Siciliana. “Un empate no es mal resultado para un
debutante” –pensaba, cuando de pronto, vio una combinación que le
permitía lograr el jaque perpetuo-. No lo pensó mucho y la ejecutó.
Evidentemente su rival la había pasado por alto y la partida raudamente
finalizó en tablas.
El Sabueso se paseaba por todas las mesas observando las acciones
cual perfecto espía, trabajo que en realidad no le costaba hacer. Como
medida de precaución, Emigdio solicitó al Chapulín evitar todo contacto
entre ellos en el local de juego. A los ojos de los otros jugadores, ambos
no se conocían.
El Guatón Romo luchaba tenazmente por alcanzar la igualdad
frente a Canobra pero su intento fue en vano y acabó perdiendo
nuevamente. Aprovechando que le sobraba tiempo, enfiló sus pasos a la
fuente de soda el Enroque y se engulló un sándwich de queso y jamón,
sentándose junto a González, que degustaba un café.
-Hola amigo ¿cómo le ha ido? –preguntó tímidamente queriendo
entrar en confianza.
-No está mal para mí. ¿Y a usted? –contestó el calvo.
-Llevo dos ceros en la tabla. ¿Eres de Osorno verdad?
-Sí, claro. ¿Tú que haces? –devolvió la pregunta González,
tuteándolo de inmediato.
Plutarco se incomodó, no estaba acostumbrado a que le
preguntaran. En su trabajo él hacía las preguntas. Dando una gran
mascada y con la boca llena respondió:
-Negocios, me dedico a los negocios.
-Entiendo, pero ¿qué clase de negocios? –dijo el Chapulín.
La señora Ruth, que siempre observaba a sus clientes y a los que
conocía muy bien, escuchaba de cerca la conversación, no era primera
vez que oía a ese hombre decir que se dedicaba a los negocios, aunque
nadie sabía exactamente donde operaba la supuesta empresa.
-Compra y venta de materias primas y ese tipo de cosas. ¿Cuál es
su ocupación González? –consultó Romo, tratando de asumir el mando
de la conversación.
-Soy independiente, me dedico al negocio del combustible.
-¿Viajas todos los fines de semana o estás acá hasta que finalice el
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

torneo? –trató de indagar el agente.


El Chapulín comenzó a ponerse nervioso, Romo hacía demasiadas
preguntas y muy personales. Optó por poner punto final a la charla:
-Aveces. Permiso señor, voy a ver las partidas
Cuando volvió al salón principal, mucha gente estaba agolpada en
la mesa del Comandante, quien tenía en embarazosa posición a Silva.
-Está mate en tres –susurró el Sabueso disimuladamente al oído a
González-. No tiene como sacárselo.
Segovia tenía razón y Silva abandonó la contienda. Galvarino
Cienfuegos volvía a vencer y se alzaba como uno de los punteros junto al
Maestro Internacional y campeón defensor, René Letelier.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

13

-¡Romo!, ¿cómo le fue con el interrogatorio en Palacio? –fue la


pregunta de Contreras a su subordinado-. ¿Confesaron algo?
Plutarco descolgó el teléfono y se reportó en la oficina del general.
Un cuadro recién instalado con la fotografía de los cuatro jerarcas
que conformaban la Junta de Gobierno Militar, se alzaba tras el escritorio
del jefe de la DINA, quién en actitud expectante aguardaba la llegada del
agente Romo.
-Afirmativo jefe. Los extremistas hablaron, nuestras técnicas son
infalibles.
Acto seguido encendió su pipa. Había sido una mañana fructífera
para el ajedrecista del Ejército.
-Al grano hombre y apague eso que me molesta –respondió
Seferino con su característico tono de enojo-. No le he dado permiso para
que contamine mi oficina con su humo.
-Verdad, lo había olvidado. Es que estoy contento -dijo Romo,
apagando rápidamente el fino tabaco y prosiguió:
-Debemos poner atención en las ciudades de San Antonio, Osorno
y Punta Arenas. Los marxistas confesaron todo. El armamento
encontrado en Lota tenía como destino esas localidades.
-El puerto de San Antonio y la base aérea y naval de Punta Arenas
tiene lógica, pero Osorno, ¿qué hay de importancia allí? –dijo
pensativamente el general, tratando de hilvanar sus ideas.
-No lo sé jefe, en Osorno que yo sepa no existen objetivos
militares importantes, sólo un regimiento y un aeropuerto chico,
irrelevante, no hay aviones de la FACH, pero en Puerto Montt sí.
-¿Seguro que dijeron la verdad esos huevones?

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¿Cómo saberlo?, pero existe una pista y debemos seguirla. Hay


que informar esto de inmediato.
-¡No me diga lo que tengo que hacer! Que avisen a las
guarniciones de esas ciudades y al alto mando. Hay que redoblar la
vigilancia.
-Investigaré lo de Osorno don Seferino, algo traman allí.
-Bien, hágalo y que sea pronto –fue la orden de Contreras mientras
se sentaba junto a su escritorio.
-Entendido. Hasta luego general.
-¡Romo, espere un segundo! –gritó el superior antes que el agente
cruzara la puerta-. No me ha contado como le ha ido en el torneo.
El rostro de Plutarco se sonrojó: “Tenía que preguntarme de algo
que no quiero hablar. ¿Para qué se mete en mi vida privada?”
-La verdad, no muy bien. No he podido conseguir punto alguno.
-¡Qué! ¿Cero punto? ¿Es broma acaso? Contreras se levantó
furioso del asiento y como un energúmeno se acercó al agente.
-No jefe, no es broma. Me han tocado rivales difíciles y además
cuesta concentrarme.
-Se lo dije y no se queje ahora. No me gustaría que un hombre del
Ejército haga un papelón.
-Juego y trabajo don Seferino, el ajedrez es un asunto complicado,
pero me superaré. Descuide.
-De acuerdo, pero si no consigue pronto una victoria, no hay más
permiso para torneos. ¿Está claro? Retírese.
Plutarco se alejó cabizbajo. “Nunca se conforma con nada. Trato
de hacer lo mejor por la patria y más encima me reprime por un simple
torneo de ajedrez”. Le dieron ganas de dar un portazo en la oficina del
general pero se aguantó.

* * *

Pancho Pistolas estaba iracundo y en extremo nervioso, su dura mirada


se clavaba en los rostros de sus correligionarios, veía como día a día sus
planes de rescatar a los dirigentes comunistas se retrasaba más y más. El
arsenal descubierto en Lota alteraba notablemente el escenario y corría el
riesgo de que el operativo sea abortado. “Si mis compinches detenidos
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

hablan, en muy poco tiempo tendremos a muchos efectivos militares


detrás de nuestros pasos y todo habrá acabado” –se reiteraba
constantemente el dirigente revolucionario.
En actitud desafiante y tratando de llevar una vida normal, se
reunió con los militantes de la Unidad Popular en el restaurante Puro
Chile y como si nada, degustaban una exquisita cazuela de ave -la
especialidad de la casa del local osornino.
El socialista Hermosilla rompió el hielo:
-¿Cuánto se retrasará la operación?
-Por lo menos un par de semanas. Con el armamento que poseemos
es imposible atacar el objetivo –respondió Alfaro.
-¿Vale la pena seguir en esto? –acotó Samuel Montecinos.
Alfaro no se inmutó y en tono moderado respondió:
-Un combatiente nunca se rinde. Hay que rescatar a nuestros
camaradas. Esperaremos lo que sea necesario.
-Pero Pancho, no hay nada concreto y es probable que los
muchachos ya no estén en el Arauco –recalcó Hermosilla.
-Siguen allí, eso te lo aseguro. Recuerda que tengo un hombre de
confianza dentro.
-Yo creo que es necesario juntarse en pleno y decidir este asunto
concensuadamente –insistió Montecinos.
-¡Claro, y que aparezcan los milicos y nos rajan o todos por armar
grupos! Imposible –encaró Alfaro-. Es más, en este sucucho ya
arriesgamos. Recuerden que tenemos una misión que cumplir por orden
de la cúpula. Hay que luchar contra la insurrección fascista y devolver el
poder al pueblo.
Un breve silencio se apoderó de aquellos hombres. Sus ideologías
no los podían hacer cambiar de actitud, debían seguir con los planes tal
cual ordenaba su líder. La conversación prosiguió disimuladamente y se
acordó esperar más días, hasta conseguir armamento de otra fuente y
reclutar nuevos hombres. La operación sería cancelada si ha fines de
octubre no se contaba con los elementos necesarios para su ejecución.
No obstante lo anterior, la sensación era que los plazos se
acortaban y contra más tiempo dejaran pasar, la operación tenía menos
probabilidad de éxito, más aún si conseguir armamento de calidad y en
forma clandestina, cada día era extremadamente difícil.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

* * *

Los días pasaban demasiado lentos para Aliro González, aunque se


comunicaba frecuentemente con su gente de Osorno, sentía la necesidad
de volver allí a ver en terreno la marcha de su empresa, más aún si el
abastecimiento de combustible comenzó a normalizarse y el negocio a
prosperar. Con mucho tiempo de ocio y con el valioso, pero limitado,
apoyo del Sabueso, preparaba los duelos ajedrecísticos del fin de semana
venidero; el sábado 6 de octubre conduciría las blancas contra el ruso
Sorokov y al día siguiente contra el fortísimo René Letelier.
Por su parte, Emigdio Segovia llegaba tardísimo a la pensión de
Plaza Italia, la búsqueda de dirigentes marxistas y peligrosos para el
régimen, era ardua; más de las veces evitó todo contacto con el ajedrez,
aunque en su interior, le hubiese gustado asesorar mejor a su amigo, el
Chapulín. Entre las diversas pesquisas, un comando combinado de
efectivos del Ejército y la Policía de Investigaciones, había dado con el
paradero de un arsenal de uniformes militares que estaba en mano de
elementos extremistas y éstos, al verse acorralados, optaron por dejarlos
abandonados al interior de una iglesia en Las Condes. Los detectives
presumían que el vestuario sería usado en el llamado “Plan Zeta” y que
este provenía de la fábrica “El As”, la cual confeccionaba ropa militar y
que en las postrimerías del gobierno de Allende, había caído en manos de
los comunistas. Junto con el vestuario también se encontró la pista para
allanar un arsenal de armamento en Buín, consistente en ametralladoras,
lanzacohetes, morteros, explosivos, pistolas y rifles.
De acuerdo con los reportes de su amigo, el ruso jugaba la Defensa
Siciliana contra el peón rey, razón por la cual González estudiaba una
receta especial para sorprenderlo. Decidió además que para esta partida,
la revista Estadio sería su fiel compañera e incluso eligió un número
atrasado que daba cuenta de la conquista de la Copa Libertadores por
parte de Independiente de Avellaneda a manos del Colo-Colo de Chile.
“No creo que el ruso entienda mucho de fútbol, pero si logro distraerlo,
bien venido sea” –pensaba el Chapulín. Para el juego contra Letelier, no
tenía nada claro y decidió que se la jugaría toda en alguna treta
psicológica.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

* * *

La jornada sabatina se desarrollaba con absoluta tranquilidad y el juego


de González marchaba tal cual estaba programado, las negras jugaron la
Siciliana a lo que el Chapulín planteó la variante Alapin –el legado de un
viejo jugador ruso-. Por su parte, Galvarino Cienfuegos sorprendió por
completo al Guatón Romo –quien falló en la elección de la apertura- y
tenía ventaja casi decisiva. Romo esperaba la variante Moscú por parte de
Cienfuegos, pero éste, hábilmente planteó una fría Defensa India de
Dama. En lo que iba de torneo, nadie acertaba con las aperturas del
Comandante.
El Sabueso llegó un tanto retrasado pero, con su ojo de lince, tomó
disimuladamente nota de todas las jugadas iniciales de los restantes
competidores, sin duda cumplía muy bien su rol de segundo.
En medio de la partida, Sorokov solicitó un café en El Enroque y
cuando González reflexionada su movida, lo consumía lentamente
emitiendo un fuerte ruido que intentaba desconcentrar al Chapulín. “Si
quiere jugar con fuego, fuego tendrá. Aquí la guerra psicológica la hago
yo” –se dijo Aliro- y de inmediato efectuó su movida extrayendo un
caramelo Costa, el que desenvolvió estruendosamente, tanto así que los
restantes competidores protestaron y pidieron silencio, al igual que el
señor Guzmán.
-Disculpe maestro no fue mi intención –replicó González con la
boca llena y haciendo sonar el dulce.
El Chapulín logró el objetivo propuesto ya que desde ese
momento, el ruso comenzó a jugar con ciertos titubeos. “Reconozco que
mis tácticas son poco ortodoxas, pero Lasker llegó a ser Campeón del
Mundo usándolas” –pensaba.
Mientras González esperaba la movida del rival, de improviso se
acercó a la mesa, el portero del Club Chile, don Luis Ampuero, quien al
oído le dice:
-Tiene una llamada telefónica amigo.
-¿Sabe de quién es? –constestó asombrado, ya que no esperaba
llamada alguna.
-No, no se identificó.
-Bien, gracias don Lucho.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

González se levantó de su mesa, tras pedir el permiso de cortesía a


su rival -en otra parte de su juego psicológico- y acudió al teléfono.
-¡Aló!, ¿con quién hablo? -preguntó Aliro.
-Señor González, usted habla con Antonio Quevedo, dirigente del
MAPU.
-¡Antonio!, ¿pero cómo?, pensé que estaba detenido o tal vez
muerto.
Sin tratarlo mucho, González había estado con Quevedo en varios
encuentros nacionales del MAPU y por lo tanto reconoció su voz, era él.
-No González, estoy bien escondido, gracias a Dios. Leí por el
diario que estaba jugando el torneo y supuse que lo encontraría en el club
de ajedrez. Por lo visto no me equivoqué. Necesito hablar con usted
González.
-Yo también lo andaba tratando de ubicar. Desde el golpe que
estoy acá y he perdido contacto con los compañeros de Osorno. ¿Dónde
puedo verlo?
-Imposible, no puedo revelar mi paradero. Supongo que es
complicado para usted hablar ahora.
-Por supuesto, aquí estamos custodiados por militares –dijo el
Chapulín muy bajito, sintiéndose observado por los cascos verdes-.
¿Dónde lo puedo llamar entonces?
-Yo lo llamaré a usted, deme la hora y el número.
Aliro le indicó el número de la pensión y quedaron de hablar
después de las 22:00 horas.
El sorpresivo llamado no dejó de incomodar a González, quien ya
casi se había olvidado de su relación con el MAPU, pero no podía hacer
oídos sordos, era un militante y su pasión política lo hizo volver a la
realidad. Eran tiempos muy duros para la Unidad Popular.
La jornada de ajedrez finalizó sin contratiempos. Galvarino
Cienfuegos infringió una nueva derrota a Plutarco Romo y lo dejó muy
solitario en el fondo, en tanto que González se impuso a un
desconcertado Sorokov.

* * *

Eran las diez de la noche con siete minutos cuando sonó el teléfono de la
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

pensión. González estaba más de diez minutos esperando la llamada. La


lejana voz era la de Quevedo.
-¿Hay moros en la costa? –preguntó el alto dirigente del MAPU.
-Está todo bajo control aquí, vamos al grano –respondió el
Chapulín.
-Bien. González, necesitamos que viaje a Osorno y haga un
informe acerca del paradero de la dirigencia y además que investigue la
muerte de Romeni.
-Dicen que al Pato lo asesinaron los miristas –acotó González
encendiendo un Hilton.
-Eso comentan y que además fue por que se opuso a la liberación
por la fuerza de nuestro cabecilla.
-Lo que sé, es que el Bela está detenido en el regimiento y que se
encuentra con vida. Además hablé con Romeni un par de días antes de
que lo mataran y efectivamente me contó de los planes de atacar el
regimiento.
-¿Y usted que opina de la idea bélica? –dijo Quevedo.
-No me gusta el plan, no va con nuestro estilo, no somos
guerrilleros. Usted sabe eso Quevedo.
-Es verdad, pero en tiempos de emergencia, a veces hay que tomar
acciones drásticas. Lo que me informan es que el ataque no se ha
cancelado, sólo retrasado.
-El ataque es suicida, no hay oportunidad –replicó Aliro.
-Aunque quisiéramos desistirnos, ya estamos en esto, así lo decidió
la cúpula. Usted es tan cómplice como yo, aunque no tome un arma.
Las palabras del jefe máximo del MAPU, calaron hondo en el
Chapulín. Las cartas estaban tiradas y el corazón se imponía a la razón.
-Volviendo al tema del viaje a Osorno, ¿lo hará? –apuntó Quevedo.
-Igual pensaba viajar, pero eso sí, lo haré después del fin de
semana largo del 12 de octubre. Llámeme al club de ajedrez el 20 de
octubre, antes no tendré informe alguno, ¿entendido?
-¿No será demasiado allá? Supongo que así como usted, tampoco
tengo elección. Otra cosa, no hable de esto con nadie. Gracias González.
-No me agradezca nada, hay compañeros que la están pasando mal
y no es necesario que me repita eso de no hablar con nadie. Entiendo que
para usted es mejor que lo den por muerto.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Atinó Aliro. Adiós.

Apenas terminado de hablar por teléfono, apareció el Sabueso que venía


de regreso del cuartel. En su calidad de detective civil, tenía un
salvoconducto para romper el toque de queda.
-¿Con quién hablabas?
-Con mi gente en Osorno, creo que viajaré a ver como están las
cosas.
Al policía, la actitud de González le pareció sospechosa, intuyó
que no se trataba de una simple llamada a su gente de confianza.
-¿Todo bien allá?
-Casi todo, pero es bueno que me aparezca por un par de días,
después de la ronda siete.
-Ten cuidado con tus pasos amigo.
-Descuida Sabueso, sé lo que hago.
Ambos se encontraban muy cansados y se retiraron a sus
respectivas habitaciones.

* * *

-¿Le molesta si fumo? –preguntó el Chapulín al maestro Letelier.


-No hombre en absoluto, fume con toda confianza.
-Bueno si es así, entonces mejor guardo este cigarrillo para otra
ocasión.
Aliro había preparado un cigarrillo especial con un delgado
alambre que atravesaba el tabaco por el medio del cilindro. Este truco,
era original de Emanuel Lasker y consistía en que la ceniza, a medida que
el tabaco se consumía, quedaba atrapada en el metal, de esta manera, el
rival se distraía pensando en que esta podía caer en cualquier momento
sobre el tablero, soltando así la atención en la partida. Gracias a trucos
como este y otros más, el alemán llegó a la cúspide del ajedrez mundial a
comienzos del siglo XX.
-Como guste y ya que usted fuma, prenderé este puro que me
regaló Fidel en mi último viaje al torneo de Cuba. Fidel juega bastante
ajedrez, ¿lo sabía? –comentó don René a González.
El Chapulín se sonrojó, había caído en su propia trampa. Recién
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

entendió que al alma-mater del ajedrez chileno, no se le podían usar


triquiñuelas baratas, dicha estrategia era muy poco para intentar vencer a
un hombre que se había paseado por los más selectos tableros del mundo
y enfrentado a todos los campeones mundiales después de Capablanca.
Desde el punto de vista ajedrecístico, González al lado de él, no era
nadie. Quedó tan tocado que sintió deseos de pedirles disculpas.
La partida fue dura, pero la gran técnica del Maestro Internacional
se impuso y Aliro perdió el invicto. En la mesa contigua, Juvenal
Canobra firmaba un meritorio empate ante Cienfuegos, el que una vez
más sorprendió en la apertura al jugar la casi desconocida Defensa
Brasileña. El mundo del ajedrez criollo estaba anonadado con el nuevo
estilo del Comandante. Nada de su antiguo y conocido repertorio de
aperturas estaba en uso, lo que llevó a varios a comparar su estrategia de
torneo, con la que usó Fischer para vencer a Spassky en el mundial de
1972.
El hombre más feliz de la jornada era Plutarco Romo quien había
vencido a Eugenio Larraín y escapaba de la cola. “Mi general va a estar
muy orgulloso de mí. Comenzó la recuperación de Romito” –se dijo muy
sonriente y partió a comerse una empanada de queso donde la señora
Ruth.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

14

El helicóptero de la FACH despegó suavemente desde la losa del


aeropuerto Los Cerrillos, en su interior, junto al piloto, cuatro integrantes
de la DINA emprendían viaje rumbo al sur de Chile.
-Mi general ¿por qué no me dijo nada acerca de la ida a Osorno?
–consultó el agente Romo a Seferino Contreras.
-Razones tácticas. El elemento sorpresa es importante aquí.
Debemos averiguar que está pasando en esa ciudad. En todo caso vamos
sólo por el día –contestó el uniformado.
-¿Llegaremos al regimiento me imagino?, para no perder tiempo
digo yo.
-Así es Romo –dijo Contreras fuertemente, para ser escuchado en
aquel infernal ruido de las aspas del aparato volador-. Y cuénteme una
cosa, ¿qué ha indagado acerca de ese tal González?
-No mucho –se apresuró a contestar el Guatón-. Es un hombre de
pocas palabras. Al parecer administra una estación de servicio allá en
Osorno.
-¿Eso no más sabe?
-Nada más. Tampoco lo he visto juntarse con nadie.
-Bastante pobre su trabajo Romo. ¿Y de los demás? El ruso ese,
¿cuánto es que se llama?
-Dimitri Sorokov –dijo Plutarco-. Ya le señalé, el tipo está limpio.
Yo creo que con los militares en el club de ajedrez, la gente prefiere no
hablar nada confidencial y su presencia no nos ayuda a averiguar cosas
importantes.
-Allí seguirán, tal cual dice el reglamento –contestó secamente el
general-. ¿Y cómo te fue el fin de semana?

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Bien, gané una por fin. Claro que perdí con el sobrino del mayor
Cienfuegos. ¿Se acuerda de él?
-Te dije que apenas conozco a ese militar.
Al cabo de una hora de viaje, el helicóptero arribó a Carriel Sur
para reabastecimiento de combustible y luego de otra hora, se posó en el
patio del Regimiento de Ingenieros Nº 4 Arauco de Osorno. Con la
cabeza gacha los cuatro tripulantes corrieron raudamente hasta el
despacho del coronel a cargo de la guarnición. Un fuerte aguacero
empapaba toda la ciudad.
La reunión fue más bien breve, pero muy fructífera. Los agentes de
la DINA se informaron acerca de los detenidos que estaban recluidos en
el recinto militar y a la vez comunicaron las novedades de la capital.
Todo el aparato de seguridad interna se puso en marcha. Tras abordar un
vehículo institucional, la comitiva enfiló sus pasos al cuartel de la Policía
de Investigaciones. Necesitaban nuevos nombres de integrantes de las
fuerzas de la Unidad Popular y posibles contactos con los terroristas
detenidos en Lota. Tras revisar los nombres de la gente importante de las
colectividades del sur, el silencio fue interrumpido:
-¡Aliro González! –exclamó Plutarco Romo-. Ese es el jugador de
ajedrez, pertenece al MAPU, el muy comunista.
-Así es –dijo el prefecto a cargo del cuartel osornino-. Su nombre
político es Juan Carlos Morales.
-¿Y por qué no lo incluyen en la lista negra entonces? preguntó
Contreras.
-No tenemos ninguna prueba de su participación en hechos
violentos. Es un tipo tranquilo, pero comunista al fin y al cabo.
-¡Entonces lo agarramos y punto! –dijo Plutarco-. Y tan suelto de
cuerpo que anda paseándose por Santiago.
-No tan rápido Romo –señaló Contreras-. Recuerde que el que
nada hace, nada teme.
-Eso es correcto pero póngase en su lugar –señaló el agente
Heredia.
Rubén Heredia era uno de los agentes de la DINA que acompañaba
a Contreras y Romo, al que trajeron por destacarse en hilvanar ideas
dispersas. Su actuar era como el de los grandes investigadores de las
novelas policiacas.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Mi teoría es la siguiente: Si el tipo sabe que es un dirigente


político importante, y así como están las cosas, es muy probable que lo
apresen, entonces no andaría tan tranquilo por las calles haciendo una
vida normal ¿verdad?
-¡Verdad! –respondieron todos al unísono.
-Si anda tranquilo –prosiguió-, significa que tiene un contacto y
sabe que su nombre no está en el listado. Alguien cercano al régimen le
informa. Debemos saber quien es el soplón.
-Brillante Heredia, muy brillante.
-¡Pero claro! –gritó el prefecto-. El detective Emigdio Segovia es
miembro de la Asociación de Ajedrez de Osorno y por lo tanto conoce a
González.
-¿Y dónde está ese hombre? –consultó el general.
-Hace poco lo trasladaron a Santiago, es muy bueno para ubicar
personas. Lo asignaron al Cuartel General.
-¿Tiene una foto de él? –preguntó Romo.
-Claro. Buscaré su ficha de datos.
El policía llamó por citófono a su secretaria y pidió los
antecedentes, al igual que ordenó traer café. Sin duda el tenor de la
conversación estaba acelerando el ritmo cardiaco de todos y un buen café
ayudaría a calmar la tensión.
Tras observar la fotografía, el Sabueso fue inmediatamente
reconocido por Plutarco.
-¡Yo he divisado a ese hombre! –dijo secamente el Guatón-. Está
siguiendo el torneo en Santiago, aunque nunca lo he visto hablar con
González.
-Bueno hasta el momento son sólo sospechas –dijo el prefecto-. No
creo que uno de nuestros hombres se preste para este tipo de doble juego.
-Hay que vigilar los pasos de Segovia –dijo Contreras-. Le sugiero
avise inmediatamente a Santiago a sus superiores.
-Así lo haré –dijo el detective.
-¿Entonces podemos detener a González? –preguntó Romo.
-Aún no –acotó Seferino-. Sólo deberás vigilarlo de cerca, saber
con quien se junta, donde vive, que hace, en fin, todo acerca de él. Sin
pruebas no podemos arrestarlo. ¿Acaso quiere que en todo el mundo se
ande diciendo que en Chile no se respetan los derechos humanos?
103
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Todos los restantes hombres se miraron extrañados.


-Pero aplicamos el asunto de los Consejos de Guerra y listo –acotó
Heredia.
-Puede ser, pero en este caso es mejor esperar, posiblemente esté
involucrada gente que se supone es del lado nuestro –aseveró Contreras-.
Si logramos desbaratar una red de espionaje, asestaremos un duro golpe
al marxismo.

* * *

El Sabueso se reportó muy temprano por la mañana ante su superior en la


Dirección General de la Policía de Investigaciones. Sin embargo esta vez,
el ambiente era distinto, en la oficina ubicada en el tercer piso del vetusto
edificio, junto con el alto jerarca de la institución, se encontraba una
persona que Emigdio no conocía y que tenía aspecto de uniformado, pero
de civil.
Segovia intuyó que algo no andaba bien y quiso encender un
Hilton.
-Evite fumar por favor señor Segovia –dijo el Director General de
Investigaciones-. Nuestra visita aborrece el humo del cigarrillo.
-Esta bién –dijo el Sabueso, en actitud sumisa, pero a la vez con
sorpresa.
-Le presento a Seferino Contreras, él es el jefe máximo de la
policía de inteligencia del Ejército y desea hacerles algunas preguntas.
Le pido que conteste con la verdad, nada de trucos detective Segovia.
Una sensación de pánico invadió al Sabueso: “Si digo la verdad
quedo mejor parado que mintiendo, igual saldría pillado si oculto algo.
Contestaré sólo lo que no me pueda comprometer” –se dijo-.
Intuitivamente comprendió que el Chapulín, algo tenía que ver en esto.
Era obvio, en Osorno sabían de su relación con él.
-¿Conoce usted a Aliro González, un alto dirigente del MAPU
osornino? –preguntó el general.
-Afirmativo, lo conozco hace algunos años –contestó muy seguro
el detective.
-¿Qué relación tiene con él, cercana, lejana, íntima?
104
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Amistad, nos conocemos a causa del ajedrez, él es jugador, al


igual que yo.
-¿Sabe donde se encuentra el señor González actualmente?
-Está, acá en Santiago.
-¿Qué hace él en la capital?
-Está jugando el Campeonato de Ajedrez de Chile en el recinto de
la Federación –señaló Emigdio-. ¿A qué se debe tantas preguntas?
-¡No conteste con preguntas y limítese a responder solamente!
–exclamó furioso el general Contreras-. Si sabe que está jugando el
torneo, ¿significa que lo ve frecuentemente?
-Así es, me gusta ver el torneo los fines de semana, si dispongo de
ratos libres, claro.
-¿Desde cuándo González está en Santiago?
-De antes del golpe militar.
-¿Sabe qué González es un alto jerarca del MAPU?
-Si lo sé –dijo Segovia muy seguro-. Es bien conocido en Osorno.
-¿Sabe que González no integra la lista negra?
-Por supuesto, es parte de mi trabajo saber quienes integran dicha
lista –señaló el Sabueso-. ¿Qué clase de policía cree que soy?
-Un detective que ayuda a los comunistas –acotó el Director
General de Investigaciones-. Segovia, díganos con franqueza, ¿informó
usted al señor González que no está en la lista de los buscados? No nos
cuadra que ande tan suelto de cuerpo por las calles, a menos claro está,
que tenga un contacto que le informe sobre su situación. Pensamos que
ese contacto es usted.
Emigdio guardó un largo silencio. Su jefe de Osorno ya se lo había
dicho. Seguir en contacto con elementos de la Unidad Popular era
peligroso. Ahora se sentía atrapado, pero aquí debería mentir
-No he hablado ese tema con él. González no es lo que ustedes
piensan, no es delincuente.
-Eso ya lo sabemos –acotó el superior-. González está muy limpio,
al menos penalmente. Pero investigaremos en que pasos anda y usted
Segovia, ha incurrido en falta grave al no informarnos que se relaciona
con esa clase de gente.
-¿Dónde se hospeda detective Segovia? Diga la verdad, mentir no
servirá de nada.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Emigdio reveló los datos y al cabo de unos minutos todo se aclaró.


Investigaciones y la DINA habían concluido que González y él, se
hospedaban en la misma parte.
-Segovia, queda arrestado por asociación ilícita y traición a la
institución –informó el Director General.
-¡Pero esto es ridículo! Me acaban de decir que González es una
blanca paloma. Además nunca he cometido falta al reglamento. Quiero a
mi abogado –protestó airadamente el Sabueso.
-Se ve patético Segovia. Abogado, eso sólo ocurre en las películas.
Usted sabe como es esto, diez años impecables y al primer error, viene el
castigo. Así es el sistema, ¿o acaso esperaba una medalla por su
numerito? Por si no lo sabe, estamos en guerra contra el marxismo-
leninismo y en estos momentos usted es peligroso para nuestro bando
–agregó el general.
-¿Pero y….?
-No se preocupe, nosotros nos encargaremos de sus cosas y
avisaremos a su familia. Tendrá un trato justo mientras esto se aclara
–dijo el Director General.
Sin saberlo, el Sabueso había sido víctima de su buen trabajo al
colaborar activamente en la detención de los extremistas de Lota. Sus
temores de que nada bueno podría suceder en Santiago, se estaban
cumpliendo.

* * *

Cuando transcurrieron dos noches sin que el Sabueso diera señales de


vida en la pensión, el Chapulín se inquietó y comenzó a preocuparse.
“Tal vez está en alguna misión secreta, pero si así fuera, me hubiese
avisado, indagaré con la recepcionista” –se dijo.
-Ayer vinieron dos hombres de negro y se llevaron sus
pertenencias. También cancelaron lo adeudado. Tengo la impresión de
que don Emigdio, no regresará por acá –acotó la dueña de la pensión.
-¿Cómo eran esos hombres?
-Tenían un aspecto muy parecido al señor Segovia, parece que eran
detectives porque mostraron una credencial.
El temor se apoderó nuevamente de González, su sexto sentido le
106
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

decía que Segovia había caído detenido. Pensó llamar a Investigaciones,


pero inmediatamente desechó la idea, eso era peligroso. Sin muchas
ganas, se abocó a los últimos preparativos para las partidas que debía
comenzar a jugar al día siguiente. El futuro se veía un tanto complicado
para él, ya que además debería partir la semana siguiente a Osorno para
cumplir las órdenes de Antonio Quevedo. Igualmente pensó en como
enfrentar este nuevo escenario, pero su convicción de que no ha cometido
ilícito alguno, lo instó a seguir haciendo su vida normal.

* * *

A pesar de sus preocupaciones, y sin que tuviera noticia alguna del


detective, Aliro jugó bastante bien al ajedrez, venciendo a Belmonte, el
viernes, empatando con Donoso el sábado, y ganando otro juego el
domingo frente a Juvenal Canobra.
Por otra parte, Galvarino Cienfuegos había cosechado dos
victorias, ante Larraín y Sorokov, perdiendo con Velásquez.
Al término de la séptima ronda, ambos se encontraron en la fuente
de soda El Enroque y comentaron las acciones:
-Oye Cienfuegos –dijo Aliro-, sabrán estos milicos algo de ajedrez,
tienen cara de aburridos.
-No lo sé, pero prefiero no correr riesgos. No hago nada que pueda
llamar su atención –respondió Galvarino, mientras se tomaba una Fanta.
-¿Pero qué riesgos, si aquí nadie habla de política ni del régimen?
-Yo veo más allá, ha sido un duro trabajo para mí.
-Mal no te ha ido, pero hay algo que no entiendo –señaló
González.
-¿Qué no entiendes?
-Cambiastes todo tu arsenal de aperturas. ¿Por qué?
-Ya te dije, no asumo riesgos.
-¡Qué exagerado eres!, ¿crees que te pueden vincular con los
extremistas porque juegas líneas que tienen que ver con los rusos?
-Y si así fuera, igual me han dado resultado mis ideas “exageradas”
como tú dices –respondió el Comandante-. No te has puesto en el caso de
que alguien nos espíe y que no tenga uniforme. He visto a un tipo venir
siempre y anotar todas las primeras movidas, aunque por estos días no ha
107
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

aparecido. ¿No será un agente encubierto?


El Chapulín dedujo que se refería a Segovia pero prefirió guardar
el secreto.
-Sí, tienes razón, pero tal vez, es el segundo de algún otro jugador.
-Puede ser –acotó Galvarino-, en todo caso, igual no corro riesgos.
-¿Sabes? –dijo Aliro-, ese tal Romo me da mala espina, el otro día
me quiso sacar información.
-¡El Guatón!, nada que ver amigo, es de Las Condes y se dedica al
tema de las importaciones y exportaciones.
-Algo de eso me dijo, pero no creo mucho. ¿No le ha ido muy bien
en el torneo ah?
-Apenas lleva un punto y medio compartiendo la cola junto a
Canobra.
Ambos compañeros de armas ajedrecísticas siguieron charlando
animadamente, se veían contentos ya que Cienfuegos ocupaba la punta
en solitario con cinco puntos y medio, seguido de cerca por Letelier y el
Chapulín con cinco puntos. Así como estaban las cosas, ambos estaban
dando la gran sorpresa en la competencia.

108
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

15

El cuerpo del Chapulín estaba exhausto, tras 15 horas arriba del Vía Sur,
concluyó que la elección de viajar a Osorno en bus, no fue la más
acertada. Su cabeza estaba apunto de estallar y aunque, aveces le gustaba
fumar, no lograba entender como era posible que permitiesen el tabaco al
interior de las máquinas. La mañana estaba soleada y tras el arribo a la
plazuela Yungay, Aliro prefirió caminar las cinco cuadras que separaban
ese tradicional lugar, de su departamento. Necesitaba estirar las piernas y
respirar el aire puro del sur del país.
Ya en terreno conocido, se dio un duchazo y sin avisarle a nadie,
enfiló rumbo a su negocio de calle Manuel Bulnes. No pisaba aquel lugar
hacia más de un mes y todo se encontraba en el mismo sitio. Tras breve
reunión con su gente de confianza, se enteró de lo que ya sabía; el
negocio estaba repuntando, aunque el combustible subía y subía todas las
semanas, pero al menos, el abastecimiento se había normalizado. Desde
su oficina comenzó a ejecutar la acción que le había motivado el viaje y
acordó reunirse a las cuatro de la tarde, en una de las casas escondite,
ubicada en la población García Hurtado de Mendoza del populoso sector
de Rahue Alto, con algunos compañeros que le reportarían información
sobre el paradero de los camaradas que estaban más complicados.
Igualmente se enteró con más detalle, acerca del crimen de Patricio
Romeni e intentó afanosa pero infructuosamente, contactarse con los
líderes de los otros partidos, en especial con Pancho Pistolas y Miguel
Hermosilla. Según le habían informado, ambos no estaban detenidos y
planeaban una acción bélica para liberar a los camaradas privados de
libertad por el régimen. Para González no había duda, a Romeni lo
asesinaron por oponerse a las medidas de fuerza.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

La reunión de la tarde fue provechosa, pudo verificar que las casas


de seguridad no habían sido descubiertas por los militares y que las bajas
de la colectividad eran mínimas, salvo un par de integrantes que se
desconocía su paradero y de Belisario Peralta que estaba detenido en el
regimiento, tal cual ya le había señalado el Sabueso y ratificado el
difunto Romeni. Llegaron a la conclusión que la situación en Osorno no
era caótica y que lo más probable era que los desaparecidos hayan optado
por escapar, aunque era preocupante que no se reportaran. Así como
estaban dadas las cosas, el MAPU no se debería sumar al suicida
proyecto de las otras fuerzas de la Unidad Popular. González dio a
conocer las expresas instrucciones de Quevedo, que en el fondo era,
apoyar la lucha armada, cosa a la que se oponía y donde no participaría,
aunque eso significaría tener que abandonar la colectividad. El Chapulín,
era intelectual, ideólogo, pero no violentista. Los ánimos estaban bastante
caldeados y primó la idea del jefe nacional de la colectividad y por tanto
decidieron que cada uno era libre de plegarse o no a las fuerzas
combatientes. Las desconfianzas comenzaron de inmediato, se corría el
riesgo de la existencia de un delator al interior del grupo. Aliro habló
muy duro y les dijo que eso era algo muy improbable, que cada uno
actuara en conciencia y bajo su propia responsabilidad. Él como uno de
los líderes, no podía ir en contra de la voluntad de los adherentes, pero
que lo mínimo y correcto era avisarle, de alguna manera, a Belisario
respecto de los planes a seguir.
Luego de la reunión, González ya tenía muy claro el panorama, al
MAPU osornino le faltaba una cabeza visible que ordenara y dirigiera.
Él ya no tenía demasiado interés en continuar como dirigente en la
actividad política, menos ahora que el MAPU era parte de la Unidad
Popular y por lo tanto, se les combatía a muerte por parte del gobierno
militar. Estaba consiente que su postura era cómoda, tal vez debería dar
la batalla, pero sentía que no era el momento, las fuerzas del tirano eran
muy superiores y la guerrilla nunca había estado en sus planes. No
obstante lo anterior, tenía una misión que cumplir y le reportaría a
Quevedo un completo informe de la situación local.
La estadía del Chapulín en Osorno fue muy breve y tras apenas
quedarse una noche, abordó al día siguiente, el tren de regreso a
Santiago. El torneo de ajedrez seguía en pié y le aguardaban dos nuevas y
110
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

duras partidas.

* * *

-¿A sí qué González estuvo en la zona? –preguntó Francisco


Alfaro a Samuel Montecinos, mientras extendía un bosquejo del
regimiento Arauco.
-Efectivamente Pancho, y me enteré que nos trató de ubicar.
-Seguramente quería convencernos que depusiéramos las armas.
Es un cobarde igual que Romeni –acotó Miguel Hermosilla.
-¿Creen que González nos pueda delatar? –consultó Pancho
Pistolas.
-Por lo que me contaron, él no revelará nuestros planes. La
instrucción de Antonio Quevedo es apoyar la acción bélica. Claro que
González no tomará parte –dijo Montecinos.
-No confío en ese tipo, ya mostró la hilacha –dijo Alfaro-. Creo
que lo mejor sería sacarlo de circulación.
-Tu idea es mala, ¿para qué seguir tiñendo de sangre?, ya nos
cargamos a uno –exclamó Hermosilla.
-Pero no es necesario que nosotros hagamos el trabajo –señaló
Pancho Pistolas-. Es cuestión de ubicarlo y encargar la pega a nuestros
colegas del norte.
-A estas alturas ya no vale la pena, él no sabe cuando atacaremos
y no va a vender a sus amiguitos. Además el armamento está por llegar y
muy pronto atacaremos al enemigo –agregó Montecinos.
-Puede ser. Al respecto hay que tener mucho cuidado, recuerden
que según nuestros soplones, la semana pasada vinieron agentes de
seguridad desde Santiago. Debemos tener absoluta certeza que los
dirigentes siguen detenidos en el regimiento –señaló Hermosilla.
-Es imposible que sorprendan a nuestro hombre en la unidad
militar –acotó Alfaro, muy seguro-. Antes de actuar corroboraremos la
información.
Pancho Pistolas comenzó a dar las indicaciones de cómo sería el
ataque, para ello utilizó el plano del sector de la unidad militar.
-La idea es provocar el desorden al interior del recinto utilizando
111
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

un distractor. Una vez logrado el efecto, nuestros hombres intentarán


entrar a la unidad por cinco puntos, exactamente como se ve en el plano
–dijo Alfaro, marcando las posibles entradas con su lápiz.
-¿Será suficiente con los 50 combatientes que tenemos? –consultó
Montecinos.
-Si actuamos coordinadamente, es suficiente –respondió el mirista-
. Recuerden que es gente preparada para la guerra de guerrillas.
-Correcto. El plan me parece perfecto –señaló Hermosilla-.
Necesitamos robarnos un vehículo entonces.
-Exactamente, preocuren que sea uno más o menos cerrado, una
furgoneta o algo así –acotó Alfaro.

* * *

Los días se hacían interminables para el Sabueso en el frío calabozo del


Cuartel General de Investigaciones. Su condición de detective le
proporcionaba un trato digno, pero a la vez absurdo. Su detención era por
supuesta vinculación con gente de la Unidad Popular y proporcionar
información reservada. En su interior, sabía que las sospechas de la
superioridad eran verdad, pero en el fondo, el Chapulín no había
cometido acto contrario a la ley. Los continuos interrogatorios no lo
amedrentaban y no confesaría nada que no sea verídico. Sabía que tarde o
temprano deberían liberarlo, “claro, al menos que González me haya
mentido y esté metido en algo turbio. Si eso es cierto, estoy perdido”
–pensaba.
Segovia tenía la urgente necesidad de hablar con Aliro, pero en su
condición era imposible hacerlo, ya que con ello el panorama se
complicaría. Había que permanecer en silencio.

* * *

-¿Agente Romo, cómo le ha ido en el seguimiento de González?


–preguntó el general Contreras en la comodidad de su despacho.
-El ajedrecista viajó a Osorno mi general. Sin embargo, allá los
ineptos de Investigaciones perdieron la pista –contestó Plutarco muy
apesadumbrado.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¡Pero qué gente más estúpida! ¿Por qué no encargaste el trabajo a


los militares? –respondió airado el general.
-Pensé que gente de civil pasaba más piola.
-O sea, sabemos que nuestro hombre viajó al sur y ¿nada más?
-¡Si!, pero sé que ya está de vuelta. Hace un rato llamé al teléfono
que reportó el detective Segovia y me dijeron que había llegado esta
mañana –señaló el Torturador.
-Claro pero ¿qué hizo en Osorno? –dijo Contreras-. Seguramente
se reunió con sus compañeros a planear algún tipo de atentado. Hay que
apretar más a Segovia y a los otros comunistas detenidos.
-Pero mi general, a éstos infelices les hemos “sacado la cresta” y
nunca han mencionado a González ni ha Juan Carlos Morales –dijo
Plutarco.
-Hay que insistir y no perder de vista a González –agregó
Contreras.

* * *

Aliro estaba un poco triste, no había rastro alguno del Sabueso. Su sexto
sentido decía que algo malo había sucedido. Además, la recepcionista de
la pensión le informó que una persona, la que no se identificó, había
consultado por él. “Si preguntaron por mí, significa que Emigdio está en
peligro y entonces me están siguiendo. Si es así, ¿por qué no me
detienen?” –se dijo-. Su cabeza daba mil vueltas imaginado teorías. “No
saco nada con irme a otro lugar. Las fuerzas de seguridad intuyen que
algo pasará en Osorno”, fue su conclusión.
Un poco cansado, fue a almorzar a La Terraza –uno de los tantos
locales de comida del sector Plaza Italia- y tras una reparadora siesta, se
abocó a ultimar los detalles de sus partidas contra David Godoy y Carlos
Silva, ambos rivales muy fuertes y ex campeones chilenos. Como se
suponía que con Quevedo sólo hablaría por teléfono, no era necesario
escribir un informe de la situación de Osorno.

* * *

Galvarino Cienfuegos llegó muy temprano el sábado 20 de octubre al


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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

local de la Federación, al frente tendría a un hombre de veinte mil


batallas, el decano de todos, don René Letelier. Una victoria sobre ese
hombre lo encumbraba en lo alto y a la vez dejaba a su rival en el
camino. Ganarle a Letelier no era sencillo y por eso preparó una extraña
defensa contra el eterno peón dama del maestro.
Antes de comenzar el juego, ingresaron al local los directivos
máximos del ajedrez chileno. Los hombres se veían demasiado contentos,
en especial Cristian Eyzaguirre, quien ya había cumplido con su promesa
de entregar un aporte para el premio del torneo. “Los negocios marchan
viento en popa” –le decía al Italiano- sin poder ocultar su satisfacción por
los acontecimientos que estaban sucediendo en Chile.
-Estás ebrio Cristian –dijo Costagliola-. Si sigues armando
escándalo deberás abandonar la sede. Ve y tómate un café en El Enroque.
-Pero Sergio, si no es para tanto –respondió el empresario, dando
una palmada en la espalda al presidente.
-¡Silencio! –exclamó Sabino Guzmán-. Ya vamos a comenzar a
jugar.
La ronda se inició en calma. De costumbre Plutarco Romo llegó
atrasado y sudando. El Chapulín entraba en una línea cómoda contra
Godoy y el Comandante sorprendió a Letelier con su variante preparada
de antemano, alcanzando ligera ventaja. En una mesa contigua, Donoso y
Silva acordaban el empate, casi sin lucha, y así el profesor de los jóvenes
talentos, seguía invicto.
Al final del día, un aplauso premiaba la hermosa combinación con
que Cienfuegos derrotaba a Letelier y luego las miradas se centraron en
el tablero de González, quien con blancas, vencía en un difícil final de
torres a Godoy. Así las cosas en la parte alta seguían igual, claro que
ahora con más ventaja respecto del tercer lugar. Atrás, Romo se hundía a
pesar de haber conseguido un empate frente a Belmonte.

Eyzaguirre, ya compuesto, conversaba alegremente con el Guatón Romo,


mientras tomaban un cortado en el boliche de la Federación:
-He ganado mucha plata últimamente –decía Cristián-. Con la
llegada de los milicos, se acabaron las huelgas en la empresa y la
producción ha aumentado al igual que los precios. Tengo pensado
ampliar el giro.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Pero que bien, mi negocio igual ha repuntado –contestó Romo.


-¡Entonces podríamos conversar más seriamente! Tal vez logremos
un buen negocio para ambos.
Plutarco se sonrojó, la conversación ya se estaba saliendo de
control. La sorpresiva llegada de González y Cienfuegos vino a salvarlo
de una situación incomoda.
-¿Qué se sirve señor González? –dijo efusivamente el director-. La
casa invita.
-Nada gracias. Ya me invitó mi amigo Cienfuegos –respondió el
Chapulín.
-Sólo trataba de ser amable con las visitas –dijo Eyzaguirre.
-¿Cómo está maestro González? –preguntó Romo-. Se le ve bien,
puro ganar el hombre.
-Muy bien, muy bien. Espero seguir igual –fue su breve respuesta.
No había caso, Romo entendió que González era impenetrable y no
podía sacarle información importante.
González se alejó con Galvarino, y éste relataba los pormenores de
su espectacular victoria contra Letelier.
-De seguir así, nos va corresponder disputar el título –dijo
González-. Claro que esta vez no las embarraré con lo del Cubo mágico y
te venceré.
-¡Bendito cubo! Gracias a él, estoy donde ahora estoy –señaló
Cienfuegos.
-¿No has visto al tipo ese que anotaba las jugadas
misteriosamente? –preguntó Aliro, muy bajito.
-Ya van dos fines de semana que no viene para acá, que raro, se
veía como bien entusiasta –respondió Galvarino-. ¿Por qué tanta
preocupación por él? ¿Lo conoces acaso?
-Estoy como atorado y necesito hablar con alguien. ¡Si conozco a
ese hombre!, es mi especie de segundo –señaló González-. Se me perdió
su rastro.
Galvarino sabía desde que fue a Osorno, que González era
mapucista y entabló una conversación franca con su nuevo amigo. Él
también era de ideas izquierdistas.
-¿De modo que ustedes andaban juntos? –preguntó el Comandante.
-Efectivamente. Temo que lo hayan detenido.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Es peligroso este asunto pero trataré de ayudarte –dijo


Cienfuegos-. Vámonos o nos va a sorprender el toque.

* * *

De regreso a su pensión, el Chapulín esperó pacientemente la llamada de


Antonio Quevedo y le reportó toda la información que recogió en
Osorno.
-Entiendo su postura González y no lo puedo obligar a tomar las
armas –señaló Quevedo-. Sólo le voy a pedir una cosa. No haga nada que
impida nuestros planes ¿entiende? Boca cerrada y nada le pasará, de lo
contrario, no respondo por usted. Tengo mucha presión sobre mí.
-Ese tema ya fue discutido con nuestra gente. No soy soplón señor
Quevedo –dijo González y colgó el teléfono.
La suerte estaba echada. No había marcha atrás. La situación se
tornaba dramática.

* * *

Al día siguiente, el rendimiento del Chapulín no fue óptimo y apenas


pasó de las tablas contra Carlos Silva. De todas maneras, el hecho de
jugar con negras ante tan calificado rival, no significaba un mal
resultado. Sus pensamientos estaban en las palabras del líder del MAPU
y en los violentos hechos que pronto remecerían a Osorno. Lo
complicado del tema ajedrecístico, era que a esas alturas de la
competencia, no podía seguir perdiendo puntos ya que el puntero,
Galvarino Cienfuegos, derrotó en forma aplastante a Juan Belmonte,
escapándose así a un punto de su más cercano perseguidor, es decir, el
propio González.
El asunto en las postrimerías de las posiciones no presentó
variación y Plutarco Romo fue presa fácil de Pedro Donoso, un rocoso
jugador y próximo rival del puntero. Esa era la oportunidad que Aliro
esperaba, que su amigo no pueda vencer al sólido Pedro, porque él, daba
por descontado que le ganaría al Torturador -su siguiente rival-. “En
ajedrez no hay que confiarse, pero la lógica es la lógica” –pensaba.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

16

El sol del medio día se clavaba como una daga en la precordillera


capitalina, anunciando que pronto llegaría el verano. Galvarino y Pérsida,
caminaban con sus manos entrelazadas, disfrutando del aire limpio y el
canto de los pájaros.
-Mi amor, necesito pedirte un favor muy grande –dijo el
Comandante a su polola.
-Hoy no cariño, estoy indispuesta –respondió Pérsida, con una
amplia sonrisa y en tono de broma.
-Mujer, estoy hablando en serio, no es lo que te imaginas.
-Lo sé tontito, sólo bromeaba. ¿Qué puedo hacer por ti?
-Necesito que el sábado me acompañes al torneo de ajedrez, pero
debes ir vestida para la ocasión –respondió Cienfuegos.
-¡Pero tú sabes que me aburren los torneos, son una lata!
-Pasemos a tomar algo al restaurante de la esquina y te explico,
¿ya?
Ambos se sentaron en una de las mesas del Tavelli, al lado de la
ventana y solicitaron un refresco. En el local penaban las ánimas.
-Pérsida, lo que sucede es que en la partida del sábado,
prácticamente me juego el título, me corresponde enfrentarme a un tipo
que no pierde casi nunca. Es un juego muy difícil el que tengo por
delante.
-¿Y qué pito toco yo en eso, si apenas sé mover la torre? –preguntó
Pérsida sorprendida.
-Pues mucho, quiero que me acompañes y vayas vestida en forma
provocativa; con mini falda y polera muy escotada.
-¿Qué, estás loco? ¡Cómo se te ocurre que iré vestida así! Esos
viejos aburridos me mirarían con cara de degenerados.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-No mi amor, la cosa no es como tú crees. Se trata que mi rival se


distraiga mirándote y no preste atención al juego –dijo Galvarino-. Sólo
debes permanecer sentada al lado de la mesa y con las piernas cruzadas
cerca del tipo. Creo que es la única forma de poder ganarle.
-¡Galvarino, soy una mujer inteligente, no sólo un cuerpo para
observar! –dijo Pérsida indignada.
-Querida, por supuesto que eres la más inteligente del mundo y que
no es muy digno de mi parte lo que te estoy pidiendo, pero en el juego
todo es válido. Es mi oportunidad y debo aprovecharla. Te prometo que
si me ayudas, dejaré de jugar un tiempo y tendremos todo el verano para
nosotros.
Pérsida lo miró y supo entender la insólita propuesta de su pololo.
Le tomó las manos y dijo muy orgullosa:
-Está bien, pero conste que lo hago porque te quiero mucho. Te
cobraré la palabra después. ¡Qué quede claro, primera y única vez que
haré algo semejante! ¿Sabes Galvarino?, eso de que no estés asistiendo a
clases, te está haciendo alucinar mucho.
-No es mi culpa que la carrera la hayan cerrado los milicos.
¿Crees que no me da lata andar de vago?
-¡No digas eso!, ya pronto las cosas tendrán que mejorarse.
Entiendo lo que sientes, toda esta situación nos ha cambiado la vida, mi
amor.

* * *

El cantar de los gallos anunciaba el amanecer en la tranquila ciudad de


Osorno. El sol comenzaba tímidamente a asomarse en el este, indicando
que el cielo estaría despejado.
El trajín en el regimiento Arauco era el habitual, con excepción del
brusco cambio de escenario ocurrido en medio de la negrura de la noche.
Faltaban pocos minutos para el supuesto toque de diana, que anunciaba el
inicio de la jornada en el recinto militar.
Un ligero zumbido invadió el ambiente y la detonación remeció
todo el lugar. Una elegante Citroneta, apostada algunos minutos después
de levantado el toque de queda, en la esquina de García Hurtado de
Mendoza con Bernardo O´Higgins, pareció no llamar la atención de los
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

guardias de turno. En su interior una carga de explosivos, despertó a todo


el barrio, destruyendo otro viejo vehículo y parte de la reja de una de las
casas de los oficiales de Ejército que habitan ese sector residencial. La
confusión reinó al interior de la unidad militar y algunos efectivos se
trasladaron al lugar de los hechos.
En el intertanto, los integrantes de la guerrilla del MIR y otras
colectividades, distribuidos en cuatro grupos, iniciaron el asalto a la
guarnición militar. El tan ansiado plan de liberación de los compañeros
detenidos, se había iniciado. El ataque con granadas, lanzacohetes de
fabricación soviética y metralletas de alto poder fue violento. Las huestes
militares no opusieron gran resistencia y muy pronto, más de 50
terroristas barrían con todo a su paso en dirección al recinto de los
calabozos. Un camión Ford de carga para 3.000 kilos, ingresó
raudamente por la puerta principal lanzado explosivos y ametrallando a
los escasos efectivos que intentaron oponer resistencia.
-Algo no funciona bien en esto –dijo Pancho Pistolas a uno de sus
secuaces-. Ha sido demasiado fácil llegar hasta aquí.
El fuego cruzado de la metralla aumentó en intensidad y las bajas
comenzaron a sumarse en ambos bandos, mientras que el sol iluminaba
más y más.
-¡Los compañeros no están aquí! –exclamó Hermosilla.
-¡Es una trampa, nos han emboscado! –respondió Montecinos,
mientras disparaba con habilidad su arma.
-Malditos, sabían de nuestros planes. ¡Retirada, retirada! –fue la
orden de Alfaro.
Sin embargo, la instrucción fue tardía y de improviso más de 200
soldados acorralaron a los violentistas. Un intenso tiroteo se sucedió y
gran mayoría de los insurgentes fueron abatidos. Indudablemente que la
fuerza militar era superior. Un rocket impactó al Ford, destruyéndolo por
completo e hiriendo a los dos miristas que se encontraban en su interior.
-¡Alto, alto, no disparen, nos rendimos! –gritó Alfaro.
-¡Quietos infelices, no se muevan! –fue la orden de los oficiales-.
Arrojen sus armas y salgan con las manos en alto.
-¡Está bien, pero no disparen!
En rápida acción los sobrevivientes del combate fueron apresados
y sometidos a estricta vigilancia. El plan de defensa ideado para la
119
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

contingencia, había resultado. Los violentistas desconocían que en


Santiago, los cabecillas del MIR detenidos en Lota, habían hablado por
última vez, y a esa hora, habían cobrado mejor vida.
-¡Rojos culiados, los estábamos esperando! –dijo sonriente el
coronel a cargo del regimiento-. Sus amigos no están aquí.
La ira se apoderó de Pancho Pistolas. No comprendía como fueron
engañados de una manera tan sencilla. Tratando de desahogarse, dio un
escupitajo en la cara del oficial diciendo:
-¡Milico concha de tu m…!
No alcanzó a completar el garabato ya que recibió violento
culatazo en la nuca, quedando aturdido.
-Ya conversarás con gente violenta, maricón –dijo suavemente el
oficial.

* * *

Aliro González se despertó agitado, tuvo una mala noche tras enterarse
por Televisión Nacional de Chile, acerca de los sangrientos sucesos
acaecidos en Osorno. Sus temores eran fundados y la masacre de los
miembros de la Unidad Popular, era el corolario lógico de tan suicida
acción. Se sintió, de cierta manera, agradecido de no haberse involucrado
en los hechos de sangre, pero a la vez, sentía tremenda pena por los
compañeros aniquilados y la suerte de los detenidos. No quedaba
demasiada esperanza para ellos.
Bajó al comedor y desayunó las clásicas tostadas con mantequilla
y un café con leche –el menú de la pensión no presentaba otra opción-.
La semana estaba resultando bastante aburrida y la búsqueda de
información sobre el paradero del Sabueso, no resultó fructífera. Sin
embargo, la fuerte noticia cambió su estado de ánimo. Antes de sumirse
en el tedio de terminar de preparar los juegos del fin de semana, estimó
prudente comprar el diario y conocer con más detalles, las alterativas del
enfrentamiento. Se enteró que los líderes del movimiento armado se
encontraban detenidos y varios compañeros mapucistas resultaron
muertos o gravemente heridos.

120
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

* * *

La sala de interrogatorios era lo bastante estrecha y asfixiante, como para


desesperar a los detenidos. En su interior, Emigdio Segovia fumaba su
clásico Hilton y trataba de calmar, una vez más, sus nervios.
-¡¿Qué significa esto Segovia?! –consultó su interrogador, en tono
severo y arrojando sobre la mesa un ejemplar de El Mercurio, que
anunciaba con grandes titulares el enfrentamiento ocurrido en Osorno.
-No sé que me habla –contestó el detective.
-¿No sabe?, pues yo le contestaré –dijo el Director General de
Investigaciones-. Sucede que una cédula extremista atacó el regimiento
Arauco de Osorno. Andaban en busca de sus compañeros detenidos. Sin
embargo, nosotros nos adelantamos a sus planes ya que los terroristas
detenidos hace algún tiempo, a los cuales usted ayudó a ubicar, abrieron
el pico y nos contaron todo.
-Sigo sin entender. ¿Qué tengo que ver yo con todo eso? –dijo el
Sabueso.
-Su amigo González, viajó a Osorno la semana pasada. ¿No le
parece demasiada coincidencia que algunos días después se concretara el
ataque extremista?
-Yo sabía del viaje, pero me dijo que atendería sus negocios. Eso
es todo.
-Si claro y nosotros somos el Viejo Pascuero –exclamó su superior,
en tono burlón-. No sea ingenuo Segovia. Su amiguito viajó a coordinar
la acción bélica.
-González nunca haría una cosa así.
-Está hasta el cuello detective Segovia, mejor dicho ex detective.
-No tiene ninguna prueba en mi contra –reclamó Segovia.
-Eso ya lo veremos. Haremos hablar a esos hombres cueste lo que
cueste –dijo el director-. ¡Enciérrenlo nuevamente! Dos detectives
con cara de pocos amigos, esposaron al detective y lo condujeron a su
celda. “Es imposible que el Chapulín me haya traicionado, pero sé que
algo me ocultó –se dijo muy apesadumbrado-. Esto no tiene buen
aspecto.”

* * *
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El gentío al interior del Club Chile era enorme. Correspondía jugarse la


penúltima ronda del torneo y la expectación aumentaba a medida que se
acercaba la hora de inicio de las partidas. Un repentino silencio se
produjo cuando hizo su entrada al local, el puntero del certamen. En
realidad, nadie miró al Comandante, sino que los ojos de los espectadores
se concentraron en Pérsida, quien vestía provocativamente y caminaba
tomada de la mano del ajedrecista. No era común ver mujeres en los
clubes de ajedrez, y menos si son agraciadas.
-Buenas tardes –dijo Cienfuegos al maestro Donoso-. Le presento a
mi polola, Pérsida.
-Mis respetos señorita –contestó el maestro, dando una ligera
mirada a la mujer que se sentó en una de las sillas destinadas a los
espectadores de esa mesa, justo en diagonal al rival de Galvarino.
-Hola –dijo Pérsida-. Buena suerte a ambos.
En una mesa cercana, Aliro esperaba impaciente a su rival y de
paso miraba las piernas de la compañera de Cienfuegos. “Tiene buen
cuero la mina, es de gustos refinados éste cabro” –se dijo, volviéndole a
la mente, el recuerdo de su querida Brenda.
La jornada ajedrecística se inició para diez maestros. Los minutos
pasaban y el rival de González seguía sin aparecer por el local de juego.
Muy pronto el público se agolpó en la mesa de Cienfuegos, pero daban la
impresión de no estar muy atentos a la partida.
La táctica del Comandante parecía resultar, ya que la presencia de
su polola, causó gran alboroto. “Ojalá que el Pedro se distraiga” –se decía
constantemente.
El juego se encaminó por los derroteros posicionales de la Defensa
India del rey, variante cerrada, en donde las negras –al mando de
Cienfuegos- no podían montar el tradicional ataque de este sistema de
apertura.
Entre tanto, Aliro llamó al árbitro:
-Mi rival no llegó y se le acabó el tiempo de espera. Exijo la
victoria.
-Efectivamente, señor González, ha transcurrido más de una hora.
Usted gana la partida.
“Es una lata ganar así, pero a estas alturas, el punto me viene de
122
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

perillas” –se dijo González


-¿Qué le habrá sucedido al Torturador? –preguntó el Italiano al
Chapulín.
-No lo sé, tal vez consideró que no tenía posibilidades conmigo
–respondió sonriendo-. Evidentemente bromeaba.

* * *

-¡Contesta hijo de puta! –gritó el agente a Pancho Pistolas-.


¿Quiénes están detrás de este asunto?
El interrogatorio de los detenidos de Osorno era brutal en el
Palacio de la Risa. Muy temprano por la mañana, habían llegado desde el
sur y las fuerzas de la DINA buscaban información acerca de todos los
involucrados. No cabe dudas, habían dado un duro golpe al enemigo
marxista.
La sesión era agotadora bajo la estricta supervisión de Plutarco
Romo -quien seguía las órdenes del general Contreras-. Por su rango, el
Guatón no tomaba contacto físico con los detenidos, pero daba las
instrucciones y determinaba cuales técnicas usar para hacer hablar a los
terroristas. El día pasó muy rápido para él y obviamente su superior
jerárquico, no lo autorizó para ir al torneo. Había cosas más importantes
que resolver.
-Ya les dije todo lo que sé –contestó Alfaro a duras penas-.
¡Huevón, no sigas!, ya nos tienen a todos.
Su rostro ensangrentado y semi deformado, acusaba una severa
golpiza.
-¡Queremos más gente culiado! –replicó el agente de seguridad.

* * *

La tensión aumentaba a pasos agigantados en la Federación de Ajedrez.


Pérsida dabas señales de fastidio, ante la excesiva demora en el juego de
su amado Galvarino. La lucha era sin cuartel, hasta que finalmente se
acordó el empate, todos los esfuerzos del Comandante por vencer a
Donoso, fueron infructuosos. Su rival, absolutamente concentrado,
detuvo cada una de las amenazas y conservó su orgullo de no caer
123
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

vencido. La presencia de Pérsida y sus provocativas miradas, no causaron


ningún efecto en el contendor de Galvarino. Donoso, no era la persona
adecuada para dejarse seducir por el truco de la minifalda y polera
escotada.
Con tal resultado, Aliro respiró aliviado, si lograba vencer a
Cienfuegos en el juego del día siguiente, ganaría el título y los doscientos
mil Escudos. Por un instante soñó y volvió a ser feliz. En todo caso, el
dinero era lo que menos le importaba, alcanzar el Olimpo del ajedrez
chileno, era lo relevante.

124
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

17

La ansiedad consumía al Comandante y éste no podía conciliar el sueño.


Su juventud le estaba pasando la cuenta y a pesar de contar con medio
punto de ventaja sobre González, sus nervios eran incontrolables.
Cienfuegos estaba sufriendo el denominado pánico escénico, algo muy
habitual en los deportistas que no están acostumbrados a disputar finales.
En el calor de la noche, Galvarino no sabía como enfrentar la
partida decisiva, en donde sólo necesitaba obtener un empate. “Si abro
con el peón rey, podría correr muchos riesgos; pero si inicio con mi
Inglesa de siempre, podría ser castigado por jugar demasiado pasivo”
–pensaba Galvarino-. Finalmente decidió que lo mejor era comenzar la
partida con el movimiento de caballo rey a tres alfil.
Muy temprano por la mañana, Cienfuegos se dio una larga ducha y
sirvió abundante desayuno, ya que la ronda final se iniciaría a la una de la
tarde, una hora antes de lo normal, para así dejar paso a la ceremonia de
entrega de premios. Él decidió que no almorzaría. Acto seguido, planchó
su mejor traje y alisó su corbata azul, la misma con que había enfrentado
a González en la famosa partida de Osorno. “Esta vez llevo las blancas y
no puedo perder” –dijo a su polola antes de partir.

* * *

Aliro González estaba relajado, podía salir campeón, pero la


responsabilidad era de su rival. El segundo puesto era interesante pero
nada perdía con jugar a ganar. “Empatar sin lucha no va conmigo y sería
una falta de respeto a la afición. Ellos esperan una gran partida” -se dijo
así mismo.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El Chapulín no tenía claro lo que el Comandante jugaría pero, a


cualquier jugada de apertura, pensaba tirar toda la carne a la parrilla.
“Ahora los papeles están invertidos y mi situación es peor que en la
partida de Osorno. A Galvarino le cuesta jugar en situaciones de presión.
Esa es mi oportunidad y debo aprovecharla” –era el lógico pensamiento
de González, mientras daba un paseo por el parque Forestal-. Debido a lo
avanzado de la hora decidió comer algo rápido en el centro de la ciudad y
entrar un rato a orar a La Catedral. “De vez en cuando es bueno refrescar
el espíritu” –dijo a un mendigo apostado en la entrada, al tanto que le
daba un billete de 10 escudos.

Los pasos del Comandante y el Chapulín se dirigieron hasta la


Federación de Ajedrez para cruzarse en la escalera de entrada:
-Que tal viejo –dijo Cienfuegos-. ¿Nervioso el hombre?
-Igual que tú no más. Que sea una linda partida amigo –respondió.
-¿Qué sorpresa traes para hoy?
-Eso dependerá de lo que tú juegues en la primera movida
–constestó González.
-Me refiero a sí usarás algunos de tus trucos.
-Para vencerte no necesito trucos. ¿Y tu mina? –señaló Aliro
sonriente.
-Pérsida no quiso acompañarme, se aburre y además me siento mal
por lo que hice ayer. Pobrecita.
-Es temprano aún. ¿Un cafecito?
-Bueno, vamos a El Enroque –dijo Galvarino aceptando la
invitación de su rival.
El Club Chile estaba repleto y la expectación en la afición era
enorme. La mesa principal estaba rodeada de gente, a la espera de que los
dos titanes del tablero hagan sus mejores movidas.
-¿Qué pasará con el Torturador que no llega? –preguntó David
Godoy a Sabino Guzmán.
-No lo sé. Ayer no dio señales de vida.
La ronda final comenzó y como de costumbre había un lugar
vacío; el de Plutarco Romo –que casi siempre llegaba atrasado.
Galvarino abrió con su caballo de rey y González planteó igual
jugada. Pronto el juego se encausó por derroteros agradables para el
126
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

calvo jugador. Cienfuegos se mostraba visiblemente nervioso y su


posición comenzó a deteriorarse.
El Chapulín mostraba absoluta concentración. Esta vez no había
ningún elemento distractor y sólo miraba el tablero. Quería ganar. “Esto
me gusta. Galvarino no está haciendo nada para ganar. Arriesgaré un
poco más” –pensó.
Cienfuegos encendió un Monza y ofreció uno a su rival.
-Gracias, pero fumo sólo cuando me siento perdido o incómodo
–respondió.
Las palabras de González calaron hondo en el Comandante. La
guerra psicológica la estaba perdiendo. Tras profunda calada al tabaco,
volvió su atención sobre la superficie cuadricula. Cienfuegos debía luchar
por el tan ansiado empate.

* * *

El trabajo era intenso en el Palacio de la Risa. Tanto Alfaro, Hermosilla


y Montecinos, eran duramente torturados en busca de información
relevante para la DINA.
-Le aplicaremos golpes eléctricos –dijo Plutarco Romo-. Ya me
tienen cansados. Por culpa de estos huevones no pude terminar el torneo.
-No se queje tanto Romo, además parece que usted era el último
del campeonato –contestó otro de los agentes.
-Pero tenía posibilidades de salir de allí –dijo el Guatón.
-¡Todo listo! Apliquen corriente –exclamó otro agente.
-¡Contesten mierdas! ¿Quiénes idearon el ataque?
El castigo era brutal y pronto los detenidos vieron como sus
fuerzas ya no daban más. Alfaro estaba agobiado y con el
convencimiento absoluto que la gente del MAPU los habría delatado,
exclamó tratando de salvar su pellejo:
-¡Está bien, está bien! No sigan, lo confesaré todo.
-Así me gusta –dijo Romo-. ¿Qué me tienes que contar?
-El ataque a la unidad militar fue idea del MAPU, específicamente
de Antonio Quevedo, Patricio Romeni y Aliro González. Ellos pidieron a
las tropas de la Unidad Popular apoyar el movimiento para liberar a los
detenidos políticos. Nosotros hicimos los contactos para conseguir
127
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

armamento. Las armas ya estaban asignadas a Osorno antes del golpe.


Fue pensado así para tener con que defendernos ante la inminencia de un
pronunciamiento militar –dijo Alfaro con parsimonia y a duras penas.
-Y si Romeni estaba tras esto, entonces ¿por qué apareció
asesinado? –preguntó Plutarco.
-No se nada sobre eso.
-Calla Alfaro -dijo Hermosilla-. No lo hagamos más difícil. A
Romeni lo matamos nosotros porque se quiso salir del operativo y ante el
temor que nos delatara, le dimos el bajo.
-¿Dijo González, Aliro González? –recalcó Romo.
-Exactamente. Una semana antes del ataque, González viajó a
Osorno a coordinar los últimos detalles y además reveló la llegada exacta
del armamento –contestó Montecinos.
El interrogatorio siguió y las mentiras también. Los tres prisioneros
pensaron que podrían salvar sus vidas.

-Mi general, tengo muy buenas noticias –dijo Plutarco a Contreras,


en rápida llamada telefónica al cuartel de la DINA.
-Dime rápido hombre. ¿Hablaron los violentistas?
-Hasta por los codos. González es el ideólogo del ataque. Ahora es
nuestro.
-¿Quedó todo grabado? –dijo Seferino.
-Todo jefe. ¿Ya puedo ir a por él?
-No sea tonto Romo. ¿Cómo se le ocurre que lo va a apresar?
¿Quiere que todo el mundo del ajedrez sepa que usted es un agente de
seguridad del Estado chileno?
-Puchas, es que yo quería ver como termina el torneo y la cara que
podrá el maricón de González.
-¡Pelotudo Romo, pelotudo! –gritó el general por el auricular-.
Llame al club de ajedrez y diga a los militares que arresten a González y
que lo traigan a nuestro cuartel.
-Entendido mi general. ¿Qué hacemos con éstos otros giles?
-Ya no nos sirven. Que se siga el conducto regular. ¿Es necesario
que se lo recuerde? –dijo Contreras.
-¡No! –contestó Romo un poco triste-. “No quisiera estar en el
pellejo de éstos tipos” –pensó.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-También avise a Investigaciones. El destino de Segovia es un


campo de concentración.
El agente Romo marcó el 31400 y pidió a don Luis Ampuero,
hablar con el militar a cargo de la custodia. Por supuesto, Plutarco no se
identificó.
-Arresten a Aliro González. Es el tipo pelado que está jugando con
el barbudo de apellido Cienfuegos.

* * *

La posición sobre el tablero era muy cómoda para el Chapulín, con sólido
peón de ventaja, sólo debía imponer la técnica en el final de alfiles de
igual color y luego celebrar el título. “Si esto fuera una partida informal,
ganarla sería juego de niños” –pensaba-. Sin embargo, la situación era
distinta, en una partida de torneo, la tensión nerviosa es máxima y aveces
ganar lo fácil, se torna muy difícil.
-Cienfuegos no tiene por donde sacar el empate –comentó
Eyzaguirre al secretario Who.
-Cierto, el peladito será el campeón –respondió muy bajito, casi
imperceptible-. Una sorpresa ¿verdad?
González estaba dando un golpe a la cátedra. En unas diez o
quince movidas más, podría ser el nuevo campeón de Chile.
“No tengo nada de nada, estoy perdido –se dijo a sí mismo el
Comandante-. Seguiré, tal vez haya otro milagro.”
Y el milagro se produjo. En medio del gentío, cuatro militares
armados con metralleta dan la orden:
-¡Señor González! Queda usted detenido. Acompáñenos.
-Pero debe haber un error –protestó el Chapulín-. ¡Yo no he hecho
nada!
-¡Mira huevón! eso se lo tendrás que decir a la Policía Militar. Se
te acusa de terrorismo, comunista hijo de puta.
El caos fue total y los alegatos no se hicieron esperar. Primera vez
que ocurría algo así en la historia del campeonato de Chile.
-¡Cómo se lo van a llevar ahora! –señaló el arbitro Guzmán-. Está
disputando la partida decisiva. ¿No pueden esperar que termine?
-¡No sea imbécil señor! Éste hombre está detenido. ¿No se da
129
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

cuenta acaso? –dijo el militar bajo su casco verde, al tiempo que con la
culata de su arma de fuego, tiraba todas las piezas del tablero-. Su gesto
indicaba que la partida se había acabado para González.
-Si pues, no sea impertinente con los militares –señaló Cristian
Eyzaguirre-. González es upeliento.
-¡Vamos andando carajo! Y al que proteste, también lo llevaremos
por defender a estos comunistas –agregó.
Raudos bajaron tres efectivos y González rumbo a un jeep que
esperaba en calle Serrano, en tanto que otro efectivo se quedó
custodiando el lugar.
La tristeza, desolación y el desconcierto se apoderaron de los
dirigentes, jugadores, jueces y público.
-Rápido, a mi oficina –dijo Costagliola.
Los directivos y jueces se reunieron en privado a debatir la
situación. Había que darle un corte al torneo.
-El reglamento es claro –dijo el empresario del Partido Nacional-.
Hay que otorgarle el punto a Cienfuegos, es el nuevo campeón.
-Epa, no tan rápido –señaló el Italiano-. Esto es algo circunstancial.
Yo optaría por suspender la partida y reanudarla cuando se aclare lo de
González.
-Pero señor presidente, y si González queda preso por quizás
cuanto tiempo o no aparece nunca más ¿esperaremos eternamente? –dijo
el director.
-Según el reglamento, hay que dejar que el reloj de González corra
hasta que expire su tiempo de reflexión y tan sólo allí, podremos declarar
campeón a Cienfuegos –dijo Sabino Guzmán-. Esa es mi postura como
arbitro principal. Esa es la única verdad caballeros.
Tras breve votación, la postura del árbitro fue la elegida y se
procedió a la entrega de premios. El ambiente no era el indicado para
tales ceremonias y un tenue aplauso acompañó a Galvarino Cienfuegos
cuando recibió la copa y el cheque por los 200.000 Escudos.
-Este premio no lo merezco –dijo a la asamblea-. Estaba perdido en
la partida final. González debe tenerlo.
-No es culpa suya que su rival sea terrorista –dijo Eyzaguirre-.
Nosotros sólo aplicamos el reglamento. Vamos hombre acéptelo.
Posteriormente, se subieron al estrado a recibir sus trofeos, el sub
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

campeón René Letelier y Pedro Donoso por el tercer lugar –el único que
no perdió partida alguna.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

18

Tras un breve paso por el cuartel de la DINA, González fue subido, con
la vista vendada, a una camioneta Chevrolet y trasladado al sector sur-
oriente de Santiago, al temido Palacio de la Risa.
El Palacio era uno de los peores centros de tortura de las fuerzas
del Emperador y allí destinaban a todos los detenidos considerados como
peligrosos para la naciente dictadura. Aplastado en una celda–ataúd, el
Chapulín pasó sus primeras horas, sin la posibilidad de alimentarse ni
vaciar sus esfínteres. Comenzaba un auténtico infierno para él.
La mañana del lunes pasó sin novedad hasta el momento de su
desencierro. Sin poder ver, con las manos y pies engrillados, fue llevado
a la sala especial para ser interrogado. Las baldosas rojas le daban un
toque especial al lugar, llenando el ambiente como si fuera la antesala de
la casa de Lucifer. Gritos, preguntas, groserías, quejas y aullidos de
dolor, se podían escuchar. La venda era una efectiva arma de los
interrogadores y con ella se protegían para no revelar su identidad. Esta
técnica, dejaba un pequeño espacio para que el detenido pudiera ver, al
menos el suelo, de modo que aprendiera a reconocer el lugar, sólo por los
detalles de este.
En un rincón de la habitación, el Guatón Romo daba indicaciones a
los torturadores, había que hacer cantar al ajedrecista.
Fueron varias las horas en que González soportó estoicamente los
golpes, las torturas, el agua, la electricidad, las preguntas, las burlas y los
vejámenes. Su aplomo era irreprochable y sólo se limitó a responder las
cosas conocidas, aquellas que no podía desmentir, como su viaje a
Osorno, la militancia en el MAPU, su conexión con Romeni, Alfaro,
Hermosilla y los otros, además de su amistad con Emigdio Segovia.
-¡No estás cooperando mal nacido! –contestó el agente,
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

propinándole violento golpe en las costillas-. ¿Por qué no simplificas las


cosas?
-Ya dije todo lo que sé, están equivocados conmigo -respondió
quejumbroso y soportando el intenso dolor de sus costillas-. Aunque me
apliquen la más dura de sus torturas, no podrán sacarme nada, porque no
tengo idea de lo que me preguntan.
-¡No te hagas el qué no sabes carajo! –insistió uno de los
flageladores.
González lo tenía claro, debía mantener siempre la misma línea, si
entraba en contradicciones estaría acabado. No podía decir nada que lo
vinculara con el ataque al regimiento. Decir que él sabía, pero que no
estaba de acuerdo, significaba su muerte segura. Estaba obligado a mentir
y con eso conservar la vida, al menos por un momento más.
-Este maricón me está cansando –dijo un militar.
-Yo conozco a este tipo pero ahora tengo mis dudas –señaló
Plutarco-. Creo que sería bueno dejarlo tranquilo un tiempo. Me gustaría
hablar con él pero no puedo arriesgarme a que me identifique.
-¿Y en que topas?, lo haces hablar y luego desaparece –dijo el
militar.
-No, nosotros no disponemos de la vida de los detenidos
–respondió el Torturador-. Además ese no es mi estilo. Te repito, ahora
tengo dudas.
-Igual se pueden hacer cosas, estamos en guerra. No lo olvides.
-Eso dicen, pero aun así, yo no doy las órdenes en esta materia
–contestó Plutarco-. Prefiero estar con mi conciencia tranquila. Sólo hago
mi trabajo y nada más.
-Plutarco, te estás poniendo sentimental –contestaron-. Eso no es
bueno para esta pega. ¿Qué tal si le contamos a los de arriba?
-No me vengas con estupideces, mejor llamen al médico para que
constate la salud del preso.
Al instante apareció un galeno con delantal blanco, ligeramente
manchado con sangre. Abrió su maletín, se puso el estetoscopio y tras
breve examen diagnosticó:
-Este hombre tiene varias costillas rotas, pero aparentemente sus
signos vitales están bien. Necesita reposo y no puede seguir soportando
apremios.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Gracias doctor –dijo Plutarco-. Devuélvanlo a los dormitorios.


Mientras el Chapulín perdía el conocimiento Plutarco se dijo:
“Pensar que este doctor hizo un juramento cuando se tituló y ahora su
trabajo consiste en determinar si un detenido puede seguir soportando
castigo. Debería atender personas enfermas.”

* * *

-¡Por el título de campeón hijo, salud! –dijo don Maximiliano


Cienfuegos, alzando la copa lleno de felicidad.
-¡Salud por el campeón! –respondieron al unísono, la madre de
Galvarino, Pérsida y un par de invitados especiales.
El Champagne burbujeaba en las copas y un delicioso “picoteo”
acompañaba el alucinante trago. El ambiente en casa del Comandante era
acogedor, sin embargo éste no demostraba felicidad.
-Pero mi amor, ¿por qué no brindas, es en tu honor? –señaló
Pérsida a su amado.
-No hay nada que celebrar. No merezco la corona –acotó
Galvarino-. Gané el título por secretaría.
-Pero, no es culpa tuya, tú no buscaste esa situación –dijo
Maximiliano-. Además estuviste en punta todo el torneo.
-¿Y de qué me sirvió? Estaba perdido en la partida con González y
eso era perder el título.
-Olvídalo hombre –dijo Angelina-. El asunto ya pasó.
-Difícil olvidar sabiendo que un amigo está en peligro. Si González
no estuviera preso, tal vez estaría celebrando con ustedes –dijo el
Comandante.
El campeón miraba el trofeo y leía las informaciones del diario. La
redacción de la noticia confirmaba sus creencias, todo indicaba que había
ganado el título injustamente. “Me esforcé, estudié, me la jugué, eso debe
dejarme tranquilo, pero no es suficiente con eso, no fui capaz de ganar
sin ayuda externa. Soy consecuente con mis creencias y valores. Si fuera
cara de palo estaría mal, muy mal” –reflexionaba.

* * *

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Los hombres fuertes de la Federación se reunieron temprano en el local


de calle Serrano, era el penúltimo día de octubre y buscaban una
explicación ante lo sucedido, pero también estaban preocupados por la
suerte del maestro Aliro González.
-La forma en que procedieron los militares fue muy irrespetuosa
–dijo el Italiano fumando su Montecristo-. ¿Les costaba mucho esperar a
qué finalice el torneo?
-¿Y que querías, qué lo trataran con guante blanco? –acotó el
director Eyzaguirre-. ¡Así se debe tratar a los comunistas!
-¡Déjate de leseras Cristián! Tú siempre con lo mismo, ese odio a
todo lo que tenga que ver con la Unidad Popular –le encaró Honorindo
Madrid-. Tienes que aprender a ser tolerante.
-Es que ustedes no pasaron por lo que yo pasé.
-Ya pues –dijo Costagliola-. No nos salgamos del tema principal.
Hay que enviar un reclamo formal al Ministerio de Defensa. ¿Qué se
creen estos militares?
-¿Y qué vas a reclamar?, si gritas muy fuerte te van a llevar
detenido a ti también –dijo Wilobaldo Gho-. Recuerda lo que decía la
carta que nos enviaron cuando autorizaron el evento.
-Es que tengo la tincada que González no es culpable. Me pareció
un tipo muy correcto –dijo el presidente.
-No estés tan seguro. Además eso ya no es problema de nosotros
–señaló Eyzaguirre.
-Cierto –acotó Sabino Guzmán, mientras encendía un cigarrillo-.
Hay que convenir eso sí, que el señor González era bien mañoso para
jugar.
-González es uno de los nuestros y me preocupa su situación
personal –señaló el Italiano, dando una gran bocanada de humo-. Ustedes
saben lo que sucede con los detenidos por política. Dicen que los fusilan
y quizás que más.
-¡Puras mentiras! Eso es invento de los comunistas –exclamó
Eyzaguirre.
-Eyzaguirre, tú eres influyente con el nuevo gobierno –acotó
Madrid-. ¿Por qué no tratas de averiguar que pasa con González y apelar
por él?
-¡Miren huevones!, me están pidiendo demasiado –gritó exaltado
135
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

el empresario-. Puedo tratar de saber que pasa con él, pero apelar para
que lo traten bien, ¡ni cagando!
-Una moción de orden señores. El reclamo formal lo hará la
Federación y abogaremos por su causa –dijo Costagliola-. Cristián
averiguará sobre su paradero, si es que ya no está muerto. ¿Entendido?

***

El general Contreras se encontraba recostado en el confortable sillón de


su despacho en la DINA, era un día caluroso y bebía una gaseosa. Un lote
de carpetas, expedientes y archivos se le habían acumulado desde el
agitado fin de semana. La gran foto de la Junta de Gobierno Militar –que
estaba en la pared tras él- parecía ignorar el tenso momento que vivía la
nación. Seferino tomó el citófono y se contactó con el agente Romo:
-¡Ven a mi oficina de inmediato! –fue la orden.
-¡Subo enseguida jefe! –respondió.
Tras la llegada de Plutarco, don Seferino levantó la vista y sin
siquiera saludarlo le señaló:
-¿Te lo tenías calladito ah?
-¿De qué me habla mi general? –preguntó el Guatón.
-En El Mercurio sale que fuiste el colista del torneo de ajedrez –
respondió el superior, apuntando su dedo índice contra el diario
extendido en el cuerpo deportivo, donde salía información del fútbol y
una pequeña crónica del torneo, con la foto de Cienfuegos.
“Ya comenzó de nuevo con el temita, viejo explotador” –pensó
Plutarco. Evidentemente el asunto le incomodaba pero igual dio sus
descargos.
-Admito que no jugué bien, pero usted debe comprender que
dediqué poco tiempo al campeonato y que mi deber patrio me impidió
representar mejor al Ejército.
-¿Te das cuenta? –ganó el sobrino de un oficial de los nuestros.
-¿Y qué? Nunca un militar ha ganado algún torneo de ajedrez en
Chile.
-Es verdad Romo, no se altere. Estoy payaseándolo. En realidad lo
llamaba para saber como le fue con el interrogatorio de los detenidos, en
especial González –replicó Contreras.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¿Con González?, la verdad es que el tipo no ha confesado nada de


nada –respondió el Guatón.
-¡Cómo qué nada! ¿Hicieron bien el trabajo?
-Claro que si jefe, le aplicamos “El Submarino”, incluso hasta “La
Parrilla” y dice que no sabe, que no ha visto, que no tiene idea que le
preguntan. Sólo ha reconocido lo que es obvio.
“El Submarino” es una forma de flagelo que consiste en sumergir
de cabeza al prisionero y sostenido por una polea, a un tambor con agua o
incluso excrementos, encontrándose éste, desnudo y amarrados de pies y
manos. Por su parte, “La Parrilla”, el detenido es tendido húmedo en una
cama metálica, con la vista cubierta y amarrado de pies y manos a los
extremos del catre para luego propinarle descargas eléctricas en los
genitales, sienes y pecho por al menos 30 segundos.
-Es imposible que un hombre resista tales tormentos –acotó
Contreras.
-Este compadre es muy duro –agregó Romo-, como que comienzo
a dudar que realmente esté involucrado.
-Los comunistas son chuecos agente Romo y yo creo que se hace
el que no sabe –dijo el general.
Plutarco se rascó la barbilla y recalcó:
-El problema es que el Palacio está lleno de nuevos detenidos y
hay que entrevistarlos a todos. No podemos seguir parados con
González. Ya le aplicamos lo mejor de nuestro repertorio.
-¿Y qué sugieres? –preguntó el superior.
-Hay que desocupar un poco el lugar. Propongo que llevemos a
algunos detenidos al Paraíso, entre ellos a nuestro amigo Aliro González.
-¿Al Paraíso, y por qué tan buen trato? –consultó con sarcasmo
Seferino Contreras.
-Un hombre que resiste a tales sufrimientos, merece un premio
–respondió Plutarco con ligera sonrisa. ¿No le parece?
-¿No te estarás encariñando con él?
-Para nada, veamos que pasa y después ustedes deciden que hacer
con él –fue la respuesta del ajedrecista torturador.
-¡De acuerdo! Mándelo a ese campo de concentración junto con los
otros. ¡Qué en el trayecto intenten algo más, tal vez así hablen!
-¡Bien jefe! –avisaré al oficial y civiles a cargo del campo.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

19

El fuerte ruido del motor despertó al Chapulín. Un intenso movimiento


oscilante estremecía el camión militar; en su interior, se aplastaban una
decena de hombres con la vista vendada. El dolor en sus costillas lo hizo
recordar su anterior paso por el Palacio de la Risa. Allí había sido
brutalmente torturado y vejado tras ser capturado en medio de la partida
de ajedrez. El hedor dentro del móvil militar era insoportable, trató de
incorporarse y llevarse las manos a su cara, pero fue imposible, ellas
estaban atadas a la espalda.
-¿Adónde me llevan? -preguntó González en la oscuridad-. ¿Hay
alguien más aquí?
-¡Cállate huevón o te matamos altiro! –respondió una voz
prepotentemente.
-No diga nada amigo, estamos camino al Paraíso nos dijeron los
milicos –respondió otra voz-. Vamos como diez revolucionarios en este
camión.
-¡Ustedes maricones de mierda! ¿Qué se creen, no escucharon
acaso que se callaran? –gritó otro uniformado.
“Camino al paraíso, cagamos pila” –se dijo el Chapulín,
relacionando el paraíso con una muerte segura.
De pronto el camión se detuvo y se abrió la puerta de la carrocería.
El aire era muy frió, por lo cual el Chapulín dedujo que estaba de noche.
-¡Abajo todos los comunistas rechuchas e su madre! -exclamó un
militar-. Les daremos una oportunidad de salvar sus vidas. Les vamos a
quitar las vendas y desataremos sus manos, luego echarán a correr. El que
se salva se salva.
Los militares sacaron las vendas plásticas y lentamente
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

bajaron 11 detenidos. El miedo se apoderó de González. Estaba claro,


apenas comenzaran a correr, los soldados los ametrallarían
traicioneramente por la espalda. Era una forma elegante de fusilarlos.
Después informarían que “los prisioneros intentaron escapar
aprovechando un desperfecto mecánico del vehículo.”
-Putas compadrito, nos van a matar a retoditos –dijo otro detenido
a González-. Ni siquiera sé por qué me van a cagar.
-Amigo, nosotros pensamos diferente. Para ellos eso es motivo
suficiente –contestó el Chapulín.
-¡Ya mierda, se fueron corriendo los huevones! –gritó el oficial a
cargo del pelotón.
Los prisioneros arrancaron raudos por la oscuridad de la noche sin
tener idea de su ubicación. Un débil rayo de luna iluminaba una especie
de pampa, a lo lejos se podía ver un pequeño cerro y luces.
-¡Corre huevón, corre! –escuchó decir a alguien.
La carrera fue interrumpida por una ráfaga de metralla y varios
gritos ensordecedores.
“No me han dado, tienen mala puntería o no me quieren dar”
–pensó González, mientras miraba para atrás-. Ya había avanzado 30
metros.
-¡Alto o tiramos a matar! –dijo un militar-. Las manos en alto y
vuelvan al camión.
Las risas burlonas de los militares eran estruendosas.
-Estos huevones se cagaron del susto- dijo uno-. Mira como
vienen. Están todos meados.
Dos de aquellos detenidos no escucharon la voz de alto y
continuaron su loca carrera. Unos cuantos metros más allá fueron
acribillados a balazos.
-Giles sordos no merecen vivir y menos si son comunistas- dijo el
oficial con su ametralladora todavía humeante.
-Ustedes son testigos señores, que no se diga que los asesinamos a
sangre fría –señaló otro.
-¿Qué hacemos con los cuerpos? –preguntó un soldado a su
superior.
-Súbanlos al camión y arrójenlos en el Sanjón de la Aguada,
camino al Paraíso –respondió el oficial.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

La tortura psicológica era parte de las técnicas de represión,


acababan de ser víctimas de una de ellas.
-Ustedes son de lo peor, pura basura, revolucionarios al “peo”
–dijo el militar-. Deberían aprender de huevones como Fidel Castro o el
Che Guevara, ellos si que son revolucionarios de verdad. Si fuera por mí,
ya los habría matado hace rato. No sé para que los llevan al Paraíso.

El Paraíso, era un campo de concentración especial, de los llamados de


tránsito, para mantener en secreto a los prisioneros mientras se decidía
que hacer con ellos. Era el destino provisorio de los desaparecidos, de los
negados a las familias, de los ignorados por los medios de comunicación
cercanos al régimen.
El campo, ubicado en Santiago, al sur de la comuna de San
Miguel, era un viejo seminario en donde las condiciones para los
detenidos eran mejores que en el Palacio de la Risa. Ello suponía fin a las
torturas e interrogatorios, el poder volver a ver y conversar, comer más
abundante y fumar, entre otras cosas. Sin embargo, nadie sabía cuanto
tiempo podía durar ese paraíso. “En realidad, los soldados no nos
mintieron cuando dijeron que estabamos camino al paraíso” –se dijo el
Chapulín.

El hacinamiento en el campo de concentración era notorio, más de 20


detenidos por pieza, desde cuyas ventanas se podía ver casi todo el
edificio, el cual tenía forma de L. La rutina diaria era marcada en el
recinto, no había mucho que hacer allí. Habían pasado cuatro días desde
su detención y el Chapulín no podía creer que aún estuviera con vida. Lo
culpaban de ser el gestor del ataque al regimiento de Osorno, idea que él
sabía pero, a la que siempre se opuso. El cansancio lo atrapó y cayó
rendido sobre un traposo camastro.

* * *

La suave música del grupo Bread y el tema Sweet Surrender, con la


melodiosa voz de David Gates, envolvía el ambiente. El Comandante,
tendido en su cama, fumaba en exceso luego del incidente del torneo de
ajedrez. El nuevo campeón chileno se encontraba deprimido y con un
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

conflicto interno. Su mirada parecía extraviada, lejana y vaga. Sus


pensamientos estaban puestos en los sucesos que estremecían al país
desde casi dos meses.
-Pero mijito ¿qué le pasa que anda con esa cara? –preguntó
Angelina Marambio-. ¿Por qué no baja a comer?
-No mamá, no tengo hambre, más rato bajo –contestó-. Ahora
necesito pensar.
-Galvarino, mírate, estás quedando en los huesos y fumas como
chimenea. Cuéntame ¿qué sucede?
Cienfuegos la miró y la abrazo fuertemente:
-Estoy super complicado mamá, siento que mi vida carece de
sentido, estoy sin rumbo.
-Pero no diga eso Galvarino, ganastes el torneo, ¿no era acaso lo
que más querías?
-Si por supuesto, pero es que el campeonato me lo dieron por
secretaría, es otro el vencedor, ya se lo dije antes.
-Tú no tienes la culpa que ese hombre se metiera en cosas turbias
–acotó su madre.
-Aliro González es un buen hombre, nos hicimos bien amigos, él
no ha cometido ningún crimen.
-No pongas las manos al fuego por él. Apenas lo conoces.
El Comandante se quebró y contó todos los pormenores de su
drama interior. Se le habían acumulado una serie de hechos que lo hacían
replantear su vida.
-Me siento mal mamá. González ahora está preso, tal vez ya lo
asesinaron y pienso que no he hecho nada por ayudarlo. He visto como la
vida pasa, hay muchos compatriotas que están sufriendo injustamente,
González es uno de ellos. Debo hacer algo por él.
-¿Qué harás, no hay nada que hacer? –acotó su progenitora.
-Te das cuenta, tú igual no haces nada. Sufro mucho. Siento que he
perdido el tiempo. No estoy haciendo nada útil. Ya no voy a clases y sólo
soy un jugador de ajedrez, el campeón de papel.
-No es culpa tuya que la carrera la hayan cerrado y tú eres el
campeón oficial, hijo.
-El campeón es González, me ha tenido ganado dos veces, en
Osorno y ahora. Es más, ni siquiera debería haber jugado la final. El
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Chapulín es el dueño del trofeo y cheque.


Galvarino volvió a quedar solo. “¿Qué tiene ese hombre que no me
deja vivir en paz con mi conciencia y al cuál no he podido superar?”, era
la pregunta que el Comandante se hacía a cada instante. “Debo dar con su
paradero y arreglar las cosas, hacer justicia a mi manera. González
merece todo mi respeto y debo darle la oportunidad” –pensaba.

* * *

Aparte de meditar, no había mucho más que hacer en el campo de


concentración, todas las conversaciones con la gente que llegaba
comenzaban con preguntas tales como “¿Cuál es tú nombre?, ¿A qué te
dedicas?, ¿Por qué te trajeron?”. Casi todos alegaban inocencia y
declaraban ser partidarios del desaparecido presidente Salvador Allende.
-¿Aliro González es tú nombre? –le preguntó un detenido llamado
Ernesto Gamboa-. ¡Tú eres el ajedrecista acusado de terrorismo!
-Ajedrecista sí, pero no terrorista, ¿de dónde sacastes eso?
-Aquí en La Tercera, mira lo que dice –contestó Gamboa.
El Chapulín tomó el ejemplar del matutino del día anterior y leyó:

“Detienen a terrorista durante torneo de ajedrez


Un abrupto final tuvo el Campeonato de Ajedrez de
Chile el día 28 de octubre pasado. Mientras se desarrollaba
la partida decisiva entre el representante de Santiago,
Galvarino Cienfuegos y el jugador de Osorno, Aliro
González, contingente militar procedió a arrestar al osornino
acusado de idear un complot para atacar al Regimiento de
Ingenieros Nº 4 de Osorno, hecho que cobró la vida de varios
militares y un número indeterminado de extremistas
revolucionarios.
De acuerdo con lo informado por el gobierno de Chile,
fueron sus propios compañeros quienes delataron a González
–un activista del MAPU- el que, si bien es cierto, no
participó en el ataque, fue su gestor intelectual.
Como hecho anecdótico quedó el título de campeón, el
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

cual cayó en la persona de Cienfuegos, el que ganó la


partida ante la ausencia de su rival. Las posiciones finales de
esta nueva versión del campeonato chileno de ajedrez fueron
las siguientes: 1º) Galvarino Cienfuegos, 9,0 puntos; 2º)
René Letelier, 8,0 puntos; 3º - 5º) Pedro Donoso, Carlos
Silva y Aliro González, 7,5 puntos; 6º) David Godoy, 5,5
puntos; 7º - 10º) César Velázquez, Juan Belmonte, Dimitri
Sorokov y Eugenio Larraín, 4,0 puntos; 11º) Juvenal
Canobra, 3,0 puntos; 12º) Plutarco Romo, 2,0 puntos.”

-Los diarios no siempre dicen la verdad compañero -replicó el


Chapulín-. No soy terrorista como allí señalan.
-Te creo hermanito, aquí nadie es asesino ni ha hecho nada, eso
dicen todos –respondió Gamboa.
-Así será, pero te digo la verdad.
Aunque ya no tenía mayor importancia, el hecho de conocer que
apenas remató en el quinto puesto en el torneo de ajedrez, igual lo sumió
aún más en su tristeza.
-Oye amigo –le dijo Gamboa-, en el otro pabellón hay un tipo que
también es ajedrecista y dicen que es de los buenos porque nadie le
puede ganar.
-¿Y aquí se puede tener tablero? –preguntó González.
-Lo que pasa es que él es un preso especial, dicen que es “Rati”
–señaló el nuevo amigo del Chapulín.
-¿Detective? ¿Cuándo llegó acá?
-Hace como dos semanas. ¿Por qué tantas preguntas?
-¡Debo ver a ese hombre, creo saber quien es! –dijo Aliro.
-No es fácil aquí entablar conversación con los detenidos de otras
secciones. Veré que puedo hacer.
González intuyó que aquel preso, era su amigo el Sabueso, las
coincidencias eran demasiadas. “Al menos está vivo” –se dijo.
Al rato volvió Gamboa y dijo al Chapulín:
-Amigo, venga rápido, le presentaré al detective.
Se encaminaron por un pasillo hasta alcanzar una ventana y vio
que en la otra ventana, veinticinco o treinta metros más allá, estaba el
rostro de Emigdio Segovia.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-¡Sabueso, amigo mío! –gritó González.


-¡Cállate huevón!, aquí no se puede hablar a gritos –dijo Gamboa
tomándolo del brazo y tirándolo hacía atrás-. Nosotros conversaremos
por ti.
El Chapulín no entendió mucho al principio, pero luego captó que
los prisioneros se comunicaban por medio del alfabeto de los sordos
mudos. Así supo que Segovia estaba bien y que no la había pasado tan
mal.
-Dígale que me inculpan de un plan en que yo no he tenido
participación y que no lo he traicionado, sólo oculté algunas cosas.

Segovia contaba con algunas influencias y finalmente lograron conversar


cara a cara. El Chapulín tenía sentimientos de culpa, pero Emigdio logró
entender la posición del ajedrecista.
-No te amargues el pepino –dijo-. Yo también sabía el riesgo en
que me metía al estar en demasiado contacto contigo.
-Viejo, tenemos que salir de esta –señaló Aliro.
-Tranquilo, tranquilo, al menos ya estamos aquí. Todo esto se va a
aclarar –respondió Segovia, aunque en un tono no muy convincente.
-Ojalá huevón, pero no tengo mucha fe. Si hay alguien aquí que no
tiene nada que ver en el cuento, ese eres tú Emigdio.
-Lo sé. ¿Una partida de ajedrez? –propuso el Sabueso-. No me
vengas a decir que no tienes tiempo –agregó sonriente.
-Claro que sí, aunque sea de las últimas de mi vida –respondió el
Chapulín.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

20

No le costó mucho tiempo al Comandante decidirse a tomar el toro por


las astas y buscar soluciones al problema que no lo dejaba vivir en paz.
Sin preguntarle a nadie, ni siquiera a su querida polola Pérsida, tomó el
teléfono y llamó al Comando de Telecomunicaciones del Ejército –lugar
de trabajo de su tío Lautaro.
-Buenas tardes, necesito comunicarme urgente con el mayor
Lautaro Cienfuegos –dijo Galvarino.
Su corazón palpitaba a mil, sabía que no sería fácil entablar
comunicación con su padrino. Había pasado bastante tiempo desde la
última vez que conversó con él. Luego vino el pronunciamiento militar y
se perdió el contacto. Sin embargo, nada perdía con intentarlo.
-Buenas tardes, lo comunicaré con su secretaria -respondieron al
otro lado de la línea telefónica.
Mientras se producía una tensa espera, Galvarino encendió un
nuevo cigarrillo. Había mucha ansiedad en él.
-El mayor Cienfuegos está muy ocupado –dijo una suave voz-.
¿Quién lo llama?
-Soy su sobrino y ahijado, Galvarino Cienfuegos –respondió, al
tanto que dio una gran calada al cigarrillo.
-Don Galvarino, ahora el mayor no lo puede atender. ¿Me puede
dar su número para devolverle el llamado?
“Estas secretarias, siempre se dan atribuciones que no le
corresponden, si les doy el número, no me devolverán la llamada. Debo
insistir” –se dijo ya bastante molesto.
-Señorita, usted no entiende, soy el ahijado de don Lautaro, es
decir, él es mi padrino. ¿Por qué no le pregunta si me puede contestar la
llamada?
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Pero señor entiéndame –dijo la insinuante voz femenina.


-La entiendo, créame, pero es urgente, muy urgente ¡de vida o
muerte! –respodió el campeón.
-Está bien, lo interrumpiré, pero si me despiden será culpa suya.
-No le meta tanto color, mi padrino es muy buena persona.
Al cabo de unos minutos la inconfundible voz del mayor
Cienfuegos se escuchó por el auricular.
-¡Mi sobrino favorito, el campeón de ajedrez! ¡Pero qué sorpresa
hombre! –dijo el oficial.
“Al menos es un buen comienzo –pensó Galvarino-, parece que
está de buen humor.”
-¡Tío Lautaro, qué bueno que me pudo contestar! Sé que es un
hombre muy ocupado, sobre todo en estos días difíciles.
-Así es hijo pero ¿en qué te puedo ayudar?
-Padrino, sé que puede ser muy complicado para usted lo que
pediré. No tengo a quién más recurrir –dijo secamente el Comandante.
-¿Acaso el tacaño de mi hermano no quiere pasarte plata?
–preguntó, dando una gran carcajada.
-No, nada que ver tío, yo me gano mi propia platita. Supongo que
leyó el diario y supo que gané el torneo y doscientos de los grandes
–acotó el ahijado, aplastando el cigarrillo contra el cenicero.
-Por supuesto que me enteré y lo felicito mijo. Por lo que vi, hubo
un lío al final.
-Justamente, de eso quería hablarle.
Galvarino le contó los pormenores y le solicitó ayuda para conocer
el paradero de González
-Me complicas muchacho, yo no tengo nada que ver con el asunto
de los detenidos políticos. Eso me puede traer algún tipo de problemas.
-Ya lo sé. Se trata de un favor especial. Necesito saber que pasa
con él. Se lo agradecería mucho, es muy importante para mí.
-Está bien, veré si puedo ayudarte, pero no te prometo nada
–respondió el militar-. El asunto está muy duro.
-Otra cosa tío. Si averigua donde está, necesito que me consiga una
orden para visitarlo –dijo Galvarino.
-Pides mucho, pero dame un par de días. Adiós y saludos a tus
padres.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Mis padres no saben de esta llamada. Adiós y gracias. Sé que no


me fallará.
Galvarino colgó el teléfono y se dijo: “Ojalá resulte. Mi tío es muy
paleteado.”

* * *

La vida en el Paraíso seguía sin novedad, mientras algunos detenidos


eran sacados del campo, otros llegaban. La espera para los que estaban
bastante tiempo allí se hacía interminable. El personal especial hacía su
trabajo sin molestar demasiado a los presos.
-¡Pórtense bien conchas de su madre o los mandamos de vuelta al
Palacio de la Risa! –decían los militares.
El Sabueso había bajado bastante de peso, no estaba ni parecido a
como era cuando desapareció abruptamente de la pensión del barrio Plaza
Italia. Por su parte, González se recuperaba lentamente de sus heridas, en
la enfermería le habían tratado la lesión de las costillas. El ajedrez, era la
única entretención y al cabo de unos días se hicieron muy populares entre
la población penal. Segovia logró que lo dejaran en el mismo pabellón
que Aliro.
Bajo la atenta mirada del bonachón Gamboa, los dos ajedrecistas
desmenuzaban la partida final entre el Chapulín y Cienfuegos. Tenían la
convicción que el juego estaba ganado por el calvo osornino.
-¿Te das cuenta huevón? –decía González-, en la “tranquilidad” se
ven todas las ganadoras.
-Se podría hacer retroceder el tiempo y dejar que termines el juego
–respodió el detective.
-Me gustaría retroceder una serie de cosas más amigo.
-¡Qué ganas de fumar! ¿Quién cresta tendrá cigarrillos por aquí?
–se quejó el Sabueso.
-¿Y si haces alguna movida con los guardias? –señaló González-.
Tú eres casi como de ellos.
-Ojalá así sea. Veré si se puede hacer algo.
-¿Cigarrillos? –preguntó Gamboa-. Yo no fumo pero soy movido
compañeros.
-Buena Ernesto, confiamos en ti.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

De un salto felino, Gamboa se puso de pié y partió a buscar el


escaso tabaco.

* * *

-Mira esta carta que llegó de la Federación de Ajedrez –dijo


Seferino Contreras a Plutarco-. Están preguntando por González y
solicitan un trato humanitario. ¿Qué se creen éstos?
Plutarco leyó la misiva y señaló:
-El viejo Costagliola se siente responsable por la suerte de
González. No le gustó que a uno de sus “pollos” se lo hayan llevado de
su propio corral y delante de él.
-Yo insisto que González es un elemento peligroso para el
gobierno y que está metido hasta las patas en el asalto a la guarnición
militar de Osorno –señaló el general.
-No estoy tan seguro, tal vez en realidad no tenga nada que ver
–respondió Romo-. En todo caso, aunque fuera así, sigue siendo
comunista y por lo tanto peligroso. Jefe, usted debe decidir que hacer con
él.
-La cosa no es tan fácil, no me mando solo como tú crees. Por
sobre mí hay una cabeza que sabe todo lo que pasa –dijo Contreras-. Voy
a sugerir que lo mejor que se puede hacer con González es perderle la
pista y así desentendernos del asunto. Un dolor de cabeza menos.
¿Entiendes?
-Muy claro don Seferino. ¿Y qué pasará con el detective Segovia,
el amiguito de González? –preguntó el Guatón.
-Un buen escarmiento no le vendría nada de mal. Es un hombre
que trabajó para el gobierno y colaboró con pesquisas de extremistas –
acotó el general-. Sugeriré que lo deporten a la Patagonia, a la isla
Dawson.
-¡Al Polo Sur! Es como la Siberia chilena. Allí se juntará con todos
los hombres de gobierno de la Unidad Popular –exclamó Plutarco muerto
de la risa.

* * *

148
Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

Galvarino trataba de dar con una defensa a su posición de la inconclusa


partida contra el Chapulín. Por más que lo intentaba y pensaba, no había
forma de evitar la derrota. Consultó con los mejores libros sobre finales
pero no había nada que hacer. Apachurró el Monza en el cenicero cuando
escuchó el grito de la señora Angelina:
-¡Hijo, tu tío Lautaro está en el teléfono!
El ritmo cardiaco del Comandante se revolucionó. En realidad no
esperaba que tan rápido su padrino devolviera la llamada. Se incorporó
con ágil movimiento desde su escritorio de trabajo y raudo se encaminó
al living.
-No tengo mucho tiempo Galvarino –dijo el mayor Cienfuegos con
voz agitada-. Debes venir hoy mismo al Comando de
Telecomunicaciones. Te presentas en la guardia, das mi nombre, dejas tu
identidad y pasas a conversar a la oficina. Lo tengo todo coordinado.
González está bien por ahora, pero todo puede cambiar, nunca se sabe.
Acá te espera un salvoconducto para que lo puedas visitar en el Paraíso.
-¿El Paraíso? ¿Qué es eso? ¿Dónde está? –consultó Galvarino.
-Acá conversamos sobrino. Ven rápido, te espero.
-Bien, gracias tío.
“González aún vive y lo podré ver. Gracias a Dios –se dijo el
Comandante, apoyado en la mesita del teléfono-. Creo que necesito una
copa.”
-¿Algún problema mijito? –preguntó doña Angélica, que se había
quedado husmeando por allí cerca.
-No, mamá, no pasa nada. Todo está bien
-Te conozco muchacho, algo estás tramando.

* * *

Tras la entrevista con Lautaro Cienfuegos, el Comandante emprendió


rumbo al campo de concentración secreto. De acuerdo con lo conversado
con el mayor del Ejército, estaban haciendo una gran excepción con él.
Disponía sólo de una hora para ver a su amigo.
-¿Desde cuándo qué se pueden visitar a los prisioneros? -preguntó
en la entrada del recinto uno de los guardias a su superior, entregándole
la credencial de Galvarino.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

El uniformado la miró diciendo:


-Tiene el visto bueno de la Casa Grande, déjalo pasar –contestó-.
El señor es sobrino de un mayor del Comando de Telecomunicaciones.
-Entiendo, es de los nuestros –dijo el soldado.

Galvarino fue conducido por un largo pasillo, en el que se podían ver


muchas puertas. Un indeterminado número de hombres lo miraban con
recelo. Era evidente que por el trato que le daban, él no era un detenido
político como los demás. Tras atravesar un patio de tierra y algunos
arbustos, finalmente llegó a una especie de sala donde estaban varios
hombres sentados, con cara de tedio. Al lado de una ventana, dos de
aspecto demacrado, jugaban al ajedrez.
-¡Ese tipo es Aliro González! –dijo el soldado que oficiaba de
gendarme-. Tiene una hora, ni un minuto más. ¿Entendido?
El Chapulín lucía un aspecto muy distinto a como lo vio en la
última partida, apenas habían transcurrido siete días. “¿Pero qué han
hecho con él?” –se preguntó. Ojeroso, sin afeitar y con su calva ya no tan
calva, González lo reconoció de inmediato.
-¡Cienfuegos! ¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó.
Galvarino se llenó de lágrimas y abrazó apretadamente a su colega
ajedrecista.
El otro jugador era Gamboa quien, con prudencia innata, los dejó
solos diciendo:
-Permiso, deben tener mucho que conversar.
-Gracias Ernesto, él es Galvarino, el hombre del que te he hablado.
-Usted es un compañero amigo, se nota a mares. Gracias por
acompañarlo.
-Te creía muerto González, he pensado mucho en lo que pasó.
-Estoy vivo, pero aquí es como estar muerto –contestó sin soltarle
las manos.
-Soy un privilegiado, se supone que sólo el gobierno sabe de tu
paradero. ¿Cómo te han tratado?
-Como ves. Al menos aún me tienen con vida –dijo Aliro-. Pero,
¿por qué viniste?
-No he podido conciliar el sueño amigo. Tú eres inocente de lo que
te acusan. Lo puedo intuir.
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

-Nunca me ha gustado la vía armada. Sabía del operativo pero si


habría la boca ya estaría muerto hace rato.
-Debió haber sido muy difícil estar en tu pellejo –acotó
Cienfuegos.
-Lo era, lo era. Oye, ¿qué traes allí? –preguntó González, mirando
una bolsa de papel que el Comandante traía.
-Esto es tuyo, a ti te pertenece –contestó, pasándole el trofeo del
campeonato de Chile-. Esto también es tuyo –agregó, extrayendo el
cheque por los doscientos mil Escudos del primer premio.
-No puedo aceptarlo. Tú lo ganaste reglamentariamente-. Además,
¿de qué me sirven aquí? –acotó.
-¡Al diablo con el reglamento! El campeón moral eres tú González.
Me has tenido vencido dos veces –dijo secamente y al tanto que le
ofreció un cigarrillo.
-Gracias. Respeto tú decisión, sé que soy el campeón moral pero
debemos resolver este asunto en el tablero. Propongo que reanudemos la
partida en la posición del arresto y veamos que pasa.
-Va a pasar que ganarás –dijo Cienfuegos-. Mis análisis indican
que estoy perdido.
-Los que hicimos con el detective Segovia apuntan a lo mismo.
¿Te acuerdas de mi segundo?
-¿El tipo que anotaba las aperturas en el club y que desapareció?
–preguntó el Comandante.
-El mismo. Hasta ayer estuvo aquí. Pasó varias semanas detenido.
-¿Y que Sucedió con él?
-Se rumorea que lo trasladaron a un centro de los llamados legales.
-¿Cómo así? –preguntó Cienfuegos.
-Legales, es decir, está en un paradero reconocido públicamente y
con conocimiento de su familia.
-O sea, que está bien.
-Digamos que sí.
Ambos ajedrecistas dispusieron las piezas y comenzaron a disputar
la reanudación de la partida. El curso de los acontecimientos no marcaba
novedad para ellos, las negras seguían siendo las dominadoras de las
acciones. De pronto la partida fue interrumpida por la voz de un
gendarme:
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-¡Todavía no transcurre una hora! –protestó Galvarino.


-¡Usted cállese! González, debes presentarte de inmediato en la
dirección. ¡Acompáñame huevón!
-Voy y vuelvo –señaló el Chapulín. Debe ser algo de rutina.
-Se me va a acabar mi hora –respondió con disgusto el
Comandante.
Los minutos pasaron y González no volvía. Acabado el plazo llegó
el guardia a buscar a Galvarino:
-Tiempo amigo, es hora de retirarse.
-Pero ¿y qué pasó con González? –preguntó Cienfuegos-. Hace
más de media hora que se fue.
-No sé que me habla –respondió escuetamente el uniformado.
Camino a la salida se acercó Ernesto Gamboa:
-Amigo, treinta minutos es mucho tiempo. Me temo lo peor.
-¡Cierra la boca mierda! –increpó el guardia a Gamboa-. ¿Quieres
que te agarre a patadas?
-Si aparece, dile que lo suyo está ahí mismo junto con las piezas y
el tablero. Gamboa, eres buen tipo –dijo Cienfuegos.

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Epílogo

Los días pasaban velozmente y el paradero de Aliro González se hizo un


misterio. Galvarino reflexionaba mucho sobre el asunto, la depresión en
que había caído -producto de todo lo sucedido antes- aumentaba más y
más. A menudo se decía: “No es posible que en las tres ocasiones el
Chapulín no haya podido saborear el triunfo jugando contra mí y con
tamaña ventaja”. Su mente no lo dejaba en paz: “Estoy con los míos, en
el calor de mi casa, con buena comida, polola y sin pasar penas, en
cambio González y tantos otros, la pasan mal” –se repetía una y otra vez-
. “No es correcto que un grupo de personas se adueñe del poder y quiera
eliminar a toda la gente que tiene ideas distintas a ellos. Eso es como
poner en jaque a la libertad de expresión. No puedo seguir indiferente
ante ello. La mitad del país se encuentra indefensa frente a la represión.”
El Comandante no perdía oportunidad tratando de averiguar el
destino del Chapulín. Pasaron días, semanas y meses, golpeó todas las
puertas, recurrió a los hospitales, cárceles, agrupaciones religiosas,
grupos de derechos humanos, cementerios y, en más de una ocasión, a su
tío Lautaro. El resultado fue siempre el mismo: Nadie sabía el paradero
de Aliro González. Era como si lo hubiese tragado la tierra.
A tres meses de finalizado el torneo, Galvarino recibió la
invitación de la Federación para representar al país, en el campeonato
sudamericano de Punta del Este en Uruguay. Tras el triste encuentro con
González, el campeón no había estudiado ajedrez y tampoco tenía interés
en volver a jugarlo en el corto plazo. “Mientras no cure mis heridas, es
imposible hacerlo” –se dijo-. La depresión impedía todo contacto con las
piezas y tablero, por ello rechazó la invitación. “Don René Letelier
representará mejor al país” –dijo al Italiano en escueta carta.
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Aprovechando sus conocimientos de sociología y recordando su


paso por la universidad, comenzó a releer nuevamente todos los textos de
los grandes pensadores griegos, así como otros más contemporáneos,
entre ellos Rousseau, Nieztche y Marx. Con mucho tiempo para meditar
y ordenar sus ideas más profundas, accedió en forma clandestina a
literatura comunista y prohibida por el régimen del Emperador.
A escondidas de los familiares más cercanos, Galvarino tomó
contacto con sus viejos compañeros de la intervenida facultad, allí
existían muchos alumnos vinculados a organizaciones que apoyaban al
presidente Allende. Varios de ellos estaban detenidos, otros
desaparecidos y los restantes trabajando secretamente en movimientos
que intentaban oponer resistencia al gobierno de facto. La ideología de
Cienfuegos era conocida antes del golpe militar, por tanto, no costó
demasiado que fuera acogido como simpatizante en dichas agrupaciones.
La relación con Pérsida se fue deteriorando. Ella tomó distancia a
medida que veía como Galvarino le prestaba menor atención y sentía que
ya no era necesaria en su vida. “Creo que estoy sobrando” –la escuchó
decir en una de sus últimas conversaciones-. Pérsida intuía un profundo
cambio en Galvarino pero no pudo encararlo directamente y prefirió dar
un paso al costado.
Galvarino pronto aprendió lo fundamental sobre el uso de
armamento y material bélico ligero. Aunque las armas no lo atraían,
entendió que esa era la única forma para combatir al Emperador, ya que
estaba claro que el uso de la razón, era imposible. Su decisión final
estaba tomada: Debía hacer honor a su apodo e ideales. Seguiría los
pasos de Ernesto “Che” Guevara De la Cerna.

* * *

La búsqueda de Aliro González fue infructuosa y Galvarino tuvo el


convencimiento que estaba muerto. “La posibilidad que aún viva, es
remota y debo vengar su sufrimiento así como el de muchos
compatriotas” -pensaba.
El nuevo camino emprendido por Galvarino fue dificultoso y debió
sortear muchas pruebas. “Soplones hay en todas partes y la desconfianza
abunda” –escuchó decir en forma majadera a los líderes de la oposición
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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

al régimen. Él era un hombre inteligente y supo demostrar que sus


pensamientos y actos eran consecuentes como para pasar de simpatizante
a militante. “Llegó la hora del juego verdadero“ -se dijo, cuando pasó la
prueba final-. Una peligrosa partida de ajedrez jugada con fuego,
comenzaba en la vida del Comandante.

Osorno, 23 de noviembre de 2004 al 13 de julio de 2005.-

FIN

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Penumbra

Poeta, astro físico,


crea otro universo
donde ….
no seamos esclavos
de luz y oscuridad

MAURICIO OTERO A.

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Jaque a la razón Germán Bielefeldt V.

J A Q U E M A T E
(O palabras dichas en el manoteo)

Jaque a la razón, es un homenaje a todos los ajedrecistas, esa gran masa


de esforzados e incomprendidos hombres que, dejando de lado sus
distintas ideologías y credos, forman un colectivo en pos de una sola
causa, gens una sumus (somos una familia) -Federación Internacional de
Ajedrez- y a todas aquellas personas que han sido víctimas de la
represión y el terrorismo de Estado en el mundo entero.

Si los hombres resolvieran sus diferencias sociales, políticas, religiosas,


raciales y militares, por medio de una partida de ajedrez, la humanidad
sería más hermosa, con una real esperanza de vida para las generaciones
futuras.

Germán Bielefeldt V.

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