You are on page 1of 10

UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE INGENIERIA EN
GEOLOGIA, MINAS, PETROLEOS Y
AMBIENTAL
CARRERA DE INGENIERIA EN PETROLEOS
MATERIA: ETICA DE LA INGENIERIA
INTEGANTES: ONOFA DIEGO
ORTIZ
GIOVANNA
PAREDES
DIPSON
SALAZAR
FERNANDA
TEMA: MI VIAJE A LOURDES (ALEXIS
CARREL)
Alexis Carrel nació en Lyon en 1873,
de familia rica de comerciantes.
Habiéndose quedado huérfano de
padre, a los cinco años dejó la
ciudad de Lyon para ir a vivir en el
campo con su madre. Años después
regresará a Lyonpar hacer los
estudios secundarios y después
asistir a la Facultad de Medicina.
Precisamente en aquellos años de
estudios universitarios abandonó las
convicciones religiosas que había
recibido en familia y abrazó la
filosofía materialista y
positivista.
Sin embargo, siempre mantuvo una
profunda nostalgia de las certezas
de su infancia, sobre todo se daba
cuente de la ansiedad que le
causaban sus nuevas creencias
positivistas, pues eran incapaces de
dar una respuesta convincente a la
pregunta sobre el sentido de la vida
y la muerte. Él mismo, después de su
conversión, escribió sobre aquella
época (hablando de sí mismo en
tercera persona): “absorbido por los
estudios científicos, fascinado por
el espíritu de la crítica alemana,
[Carrel] se había convencido poco a
poco que más allá del método
positivo, no hay certeza alguna. Y
sus ideas religiosas, destruidas por
el análisis sistemático, lo habían
abandonado, dejándole el recuerdo
dulce de un sueño delicado y
hermoso. Por ello había encontrado
refugio en el escepticismo
indulgente (…) La búsqueda de las
esencias y las causas parecía vana,
sólo el estudio de los fenómenos era
interesante. El racionalismo
satisfacía totalmente su mente, pero
en el fondo de su corazón se
escondía un dolor secreto, la
sensación de ahogo en un círculo
demasiado pequeño, esto es, la
insaciable necesidad de certeza.”
En esos años, en los círculos
médicos franceses, tema común de
discusión era Lourdes y los milagros
que allí ocurrían. Había quienes
creían y quienes eran profundamente
escépticos. En 1894, el famoso
escritor Emile Zola, después de
haber estado en Lourdes y haber sido
testigo de acontecimientos
inexplicables, escribió un libro en
el que negaba rotundamente la
veracidad de las apariciones.
También Carrel, en su positivismo,
estaba convencido de que los de
Lourdes eran sólo falsos “milagros”,
que en realidad eran curaciones
fruto de la autosugestión.
Pero quería ir a ver por ti mismo y,
en 1902, decidido participar como
médico en una peregrinación, una
oportunidad que le ofrecido un
colega médico que por un
contratiempo tuvo que abandonar en
el último minuto. De este viaje de
Alexis Carrel surgió un libro que
tendría el título de “Viaje a
Lourdes”.
Nuestro protagonista viajaba de
incógnito. Pocos sabían su
identidad, pues él solamente quería
constatar lo que allí ocurría y
ayudar a los pacientes que pudiese.
En su compartimiento del tren había
una mujer, Marie Ferrand (así la
llama él en su libro, pero en
realidad su nombre real era Marie
Bailly), cuyo estado era de extrema
gravedad: tenía el vientre hinchado,
la piel traslúcida, las costillas
que le sobresalían, una bolsa de
líquido que ocupaba la región
umbilical, fiebre alta, hinchazón de
las piernas, el corazón acelerado,
etc. Se trataba de una peritonitis
tuberculosa, que le producían a la
paciente dolores terribles.
En el tren el doctor Carrel le puso
una inyección de morfina y le
preguntó: “¿Usted tiene padres?“, a
lo que ella contentó que no, habían
muerto los dos años antes de
tuberculosis. Ella era tuberculosa
desde la edad de los 15 años y los
médicos que la conocían le habían
dicho que estaba en las últimas.
Sabiendo que ya no había nada que
hacer, decidió ir a Lourdes,
convencida de que la Virgen le
concedería, si no la salud, al menos
la fuerza para morir en paz.
Al llegar a Lourdes, Carrel se
encontró con un viejo compañero de
colegio, católico practicante, del
cual solo pone en el libro las
iniciales A.B., y le preguntó:
“¿Sabes si esta mañana algún
paciente se ha curado en las
piscinas?” A lo que él respondió
negativamente, pero le contó un
prodigio que había ocurrido delante
te la gruta: Una religiosa que
caminaba con muletas llegó, se hizo
el signo de la cruz, bebió el agua
de la fuente milagrosa y de pronto
se le iluminó el rostro, tiró las
muletas y caminó ágilmente hacia la
gruta, donde se arrodilló ante la
Virgen. “¿Curada?” respondió Carrel
“Un caso interesante de
autogestión”.
Su amigo le preguntó “¿Y con qué
curación te convencerías de la
existencia de los milagros?” El
respondió que la curación imprevista
de una enfermedad orgánica, como una
pierna cortada que vuelve a crecer,
un cáncer que desaparece, una
deformidad congénita que de pronto
desparece, etc. “Entonces sí que
creería, si se me concediese ver un
fenómeno de tal magnitud,
sacrificaría todas mis teorías e
hipótesis, pero no tengo miedo de
llegar a ese punto… Hay una chica,
Marie Ferrand, que he tenido que
atender muchas veces durante el
viajes y cuya vida peligra, tiene
una peritonitis tuberculosa y su
estado es crítico, temo que se me
muera entre los brazos. Si ella se
curase, sería un verdadero milagro,
yo creería todo y me haría
sacerdote” Ahí quedó la
conversación.
En la sala de la Inmaculada,
reservada a los enfermos más graves,
habían puesto a Marie esperando
poderla meter en las piscinas. El
doctor Carrel se acercó a su
camilla, la examinó y vio que su
corazón no podía más, se acercaba el
final. Le puso una inyección de
cafeína y dijo a los médicos
presentes: “Es una peritonitis
pulmonar en el último estadio. Ella
es hija de padres muertos de
tuberculosis cuando eran jóvenes y
ella ha sido tísica desde los 15
años. Puede vivir todavía algún día,
pero se acerca su fin”. Otro médico
del lugar confirmó el diagnóstico y
las pocas esperanzas de vida. No fue
posible meterla en las piscinas,
solamente le lavaron el vientre con
el agua de allí y la llevaron ante
la gruta, con un aspecto que ya era
cadavérico. Eran las 14’30.
De pronto a Carrel le pareció que el
rostro estaba más normal, menos
lívido. Le parecía una alucinación,
siguió observándola. La examinó y la
respiración se estaba regularizando,
parecía que mejoraba. Pero lo gordo
vino entonces: Alexis Carrel vio
como la sábana que la cubría se
deshinchaba por el vientre. En media
hora toda la hinchazón de la
paciente había desaparecido y el
médico no podía da crédito a sus
ojos.
Se acercó a ella, observó la
respiración y comprobó que el
corazón latía ya sin aceleración. Le
preguntó “¿Cómo se siente?”, a lo
que ella contestó: “Muy bien, siento
poca fuerza, pero creo que estoy
curada”. Carrel escribió sobre este
momento, en tercera persona: “El
médico no podía hablar, ni pensar.
El hecho que estaba ocurriendo era
contrario a cualquier previsión. Se
levantó, cruzó las filas de los
peregrinos que rezaban y se fue.
Eran casi las 16. Había ocurrido lo
inesperado, el milagro”
Marie Ferrand, curada, fue llevada
al hospital dirigido por el doctor
Boissaire, un científico que
defendía la veracidad de Lourdes.
Carrel la visitó varias veces esa
tarde con otros médicos y constató
que la curación era completa. Llegó
la noche y nuestro protagonista se
acercó a la Basílica, donde vio a su
amigo A.B., quien le dijo: “¿Te
convences ahora, filósofo incrédulo?
Ahora te tendrás que meter a cura”
Carrel se quedó solo en la basílica
y pronunció aquella oración que se
ha hecho famosa: “Dulce Virgen que
socorres a los infelices, protégeme.
Creo en ti (…) Tu nombre es más
dulce que el sol de la mañana. Toma
a este pecador inquieto de corazón
atormentado que se consume en la
búsqueda de quimeras.”
El médico positivista, convertido en
creyente, no se hizo sacerdote, sino
que siguió dedicando toda su vida a
la ciencia. Se trasaladó a Estados
Unidos y colaboró con la Universidad
de Chicago y el Rokefeller
Institute. Recibió el Premio Nobel
de medicina en 1912 por el
descubrimiento de un específico
punto de sutura que permitió el
transplante de vasos sanguíneos y
órganos. En su ancianidad, fue
acusado de colaboracionismo con el
gobierno pronazi de Vichy lo
derrumbó, dicen que esta fue la
causa del infarto que lo condujo el
5 de noviembre de 1944 a la muerte.
A él se debe la famosa frase: “Poca
observación y mucho razonamiento
conducen al error, mucha observación
y poco razonamiento conducen a la
verdad”

You might also like