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Junto con las partes interesadas o la gestión de riesgos, el contexto es uno de los requisitos
novedosos introducidos con la revisión de la Norma ISO 14001, sin olvidar los matices incluidos
en el capítulo de planificación operacional.
En anteriores artículos ya he hablado de otras novedades que la versión 2015 de la Norma ISO
14001 ha introducido en el universo del sistema de gestión ambiental como son las partes
interesadas, el papel del liderazgo, los objetivos ambientales o la comunicación, tanto interna
como externa.
Sin embargo, ahora le llega el turno a otros dos requisitos que adquieren relevancia o se
matizan, en el caso de uno de ellos, en la norma ISO 14001:2015: la comprensión del contexto
y la planificación operacional. Para ello voy a tomar como referencia la publicación “ISO
14001:2015. Los ejes de la revisión”.
Dentro de la Norma ISO 14001:2015 la identificación de los elementos externo e internos que
forman el contexto, así como los matices incluidos en la planificación operacional, son
esenciales para garantizar la eficacia de las acciones emprendidas.
De esta forma, ya no sólo es importante la gestión interna sino que hay que fijar la vista en el
exterior ya que todas estas situaciones que suceden fuera de la empresa afectan a la
consecución de los resultados, a la realización de procesos y a la labor de alcanzar las metas
que se ha marcado.
Algunos ejemplos que se pueden tener en cuenta para definir el contexto pueden ser:
el contexto cultural;
la legislación aplicable;
el entorno competitivo;
el marco financiero;
etc.
Dentro del contexto interno se pueden valorar las actividades realizadas, el conocimiento
disponible, la dirección estratégica, la cultura y las personas.
A la hora de definir el contexto no debemos dejarnos llevar y no dedicar la atención que este
aspecto requiere ya que disponer de una imagen completa, llena de matices, con información
objetiva y actualizada es clave para establecer, implementar, mantener y mejorar el sistema de
gestión ambiental implantado.
De esta forma, la organización debe definir las pautas de control operacional que considere
necesarias para cada proceso, no perdiendo de vista en ningún momento todos aquellos
criterios que se han establecido para garantizar un buen desempeño ambiental.
Partiendo de este punto, debe asegurarse de que las operaciones y procesos asociados se
realizan de forma controlada para alcanzar los objetivos ambientales, gestionar los aspectos
ambientales significativos y los riesgos asociados con amenazas y oportunidades, y cumplir con
los objetivos marcados dentro de la política ambiental.
Todo ello sin olvidar la necesidad de controlar los cambios planificados y, cuando no es posible
preverlos, examinar sus consecuencias ya que la gestión del cambio eficaz se convierte, en este
punto y a lo largo de todo el documento, en una de las bases para garantizar que se alcancen
los resultados previstos de forma continuada en el tiempo.
La gran novedad en este apartado se encuentra en la inclusión del enfoque de ciclo de vida que
aporta relevancia a la necesidad de que los objetivos de desempeño ambiental no se limiten a
un solo aspecto o proceso que realiza la empresa, sino que abarquen toda la vida del producto,
desde su creación a su destrucción, pasando por su uso, es decir, el ciclo de vida, desde que
nace hasta que muere.