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[1] Este autor afirma que “Las mayores cifras suelen corresponder a los delitos contra la propiedad,
seguidos por los de contra las personas. A distancias variables se hallan los demás delitos, entre los
cuales los cometidos por los funcionarios públicos ocupan generalmente lugares remotos en la escala
decreciente la criminalidad estadística.”
[2] LÓPEZ-REY, M., Criminología. Criminalidad y Planificación de la Política Criminal, Edit.
Aguilar, Tomo II, Madrid, 1978, p.227 y p.338.
[3] HERRERO HERRERO, C., Fenomenología Criminal y Criminología Comparada, op. cit., p. 86.
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Asesinos seriales
En "Aspectos criminológicos"
La delincuencia violenta
Desafortunadamente, esta delincuencia se ha desarrollado en todos los tiempos y en el seno de
todas las culturas. Desde luego, en las más antiguas
conocidas, como la bíblica, babilónica o mesopotámica y la egipcia. En la literatura bíblica, son
conocidos algunos lugares del Génesis como el 4,10, donde se condena …
En "Casos criminales"
La delincuencia violenta
Publicado el 13 abril, 2012 por Adolfo de la Torre
Desafortunadamente, esta delincuencia se ha desarrollado en todos los tiempos y en el seno de
todas las culturas. Desde luego, en las más antiguas
conocidas, como la bíblica, babilónica o mesopotámica y la egipcia. En la literatura bíblica, son
conocidos algunos lugares del Génesis como el 4,10,
donde se condena muy duramente la muerte de Abel por Caín, el 9,6 del mismo Libro, donde se
exige la muerte (derramamiento de sangre) del que matare a otro hombre, pues el hombre ha sido hecho
a imagen de “Elohim” (el Dios único). Y, es lapidario el mandamiento del Éxodo: “No matarás”
(20,13). En el Antiguo Egipto, en el “Libro de los Muertos”, el difunto, para justificarse ante el tribunal
de Osiris, confiesa que es puro porque, entre otras muchas cosas: “No herí a hombre alguno..(..) A nadie
le hice sentir dolor. A ningún
hombre hice llorar. No cometí homicidio, ni jamás ordené a alguien que matara por mí. No
perjudiqué a la gente”.
El Derecho Penal Romano distinguía entre homicidio voluntario e involuntario. Sólo el homicidio
doloso o intencional era gravísimamente castigado por la
“Lex Cornelia”. En la Edad Media, el delito de homicidio seguía
considerándose, desde luego en los “Estados” cristianos, como delito gravísimo.
La “Declaración Universal de Derechos Humanos” (Paris, 1948) enuncia, desde el principio, que:
“Todo individuo tiene derecho a la vida…” Dándose a
entender claramente que se trata de un derecho, como de otros que son previos a cualquier
legislación positiva y que ésta, por lo tanto, no los crea,
sino que, por ser preexistentes a ella, debe reconocerlos, protegerlos y garantizarlos. Y ha de
hacerlo “…sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Por
ello su agresión grave ha de ser considerarse moral y jurídicamente como el máximo
atentado contra el hombre y, en consecuencia, habrá de reputarse y de castigarse de forma
proporcionada coincidiendo, en este aspecto, el Derecho Penal y la Criminología.
Los delitos contra la vida han sido y vienen siendo recogidos, de manera muy
similar en los diferentes ordenamientos jurídicos y de las diversas culturas.
Refiriéndonos a la legislación penal de nuestro ámbito cultural más próximo, las figuras delictivas
contra la vida humana quedan referidas, de forma básica
como delitos contra la vida de los seres humanos individualmente considerados, y con algunas
variantes de estos textos al homicidio simple, al asesinato, el auxilio ejecutivo del suicidio, y al aborto,
entre otros. Pero hay Códigos penales modernos que hacen referencia, también, a ataques contra la vida
del ser humano, llevados a cabo como crímenes contra la humanidad o contra la especie humana. El
Código Penal español vigente reconoce, tan sólo, como tipos penales autónomos, contra la vida humana
independiente o dependiente (homicidio y aborto).
La Criminología insiste en la necesidad de considerar como delitos auténticos
aquellos comportamientos que lesionan gravemente valores, bienes o intereses trascendentes para la
comunidad y, por lo tanto, para sus miembros en cuanto tales. Dentro de tales valores, bienes o intereses
está la vida del ser humano, la independiente y la dependiente. Sin ella, no hay posibilidad de existencia
humana. Si ello es así, como dice Cesar Herrero, ¿cómo permitir que ésta, sea cual fuere el momento en
que se hallare, sea aniquilada con
tanta frivolidad o, al menos, sin verdaderas causas ontológicamente justificantes?
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