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Reseña sobre La ética protestante y el

espíritu del capitalismo, de


Max Weber

Jacobo Blancas Barroso


Filosofía Social
30/01/2017
En la primera parte del libro llamada confesión y estructura social1, weber nos
muestra el dato de que el protestantismo se encuentra presente en gran medida entre los
empresarios, capitalistas y obreros más cualificados, y atribuye este fenómeno tanto a
razones históricas como a la distribución de la riqueza, ya que es preciso para participar en
este tipo de funciones económicas un importante ingreso, bien sea para empezar o bien sea
para pagar la costosa educación. Weber interpreta en este capítulo que la reforma
protestante no fue sino un cambio de la autoridad religiosa vigente por otra aún más
estricta, por una regulación del modo de vida que “penetraba en todas las esferas de la vida
familiar con la mayor intensidad que se pueda pensar” 2. Nuestro autor se pregunta cómo
pudieron las clase burguesas adoptar esta forma tiránica de vida, y en este punto hace una
observación interesante: la preferencia de los protestantes por el estudio técnico a diferencia
de la población católica, que se decantaba más por los estudios de carácter humanístico.
“Por esto, la razón de este distinto comportamiento ha de buscarse , en lo fundamental, en
las características internas de las confesiones religiosas, y no en la situación histórico-
política exterior de éstas”3. Pero Weber arguye más adelante que sería superficial dar una
explicación de las diferencias sociales entre católicos y protestantes basándose únicamente
en el argumento de que el pueblo católico está más “alejado del mundo” debido a sus
ideales ascéticos, los cuales le llevan a despreocuparse de las actividades lucrativas. Para
esta afirmación se basa en las observaciones realizadas de las diferentes poblaciones que
profesan las mismas u otras religiones, las cuales no apoyan, de ninguna manera, esta
argumentación.
Continuando la lectura saltamos al apartado El espíritu del capitalismo, donde
Weber va a hacer una introducción del significado de la propia expresión “espíritu del
capitalismo”. Según el autor, la denominación “el espíritu del capitalismo” sólo puede ser
aplicada a una “individualidad histórica”4, es decir, a un conjunto de factores de la realidad
histórica relacionados entre sí, al que nosotros le damos conceptualmente una unidad
atendiendo a su significación para la cultura. Pero el significado completo y verdadero de
este concepto, según Weber, se alcanzará al final de esta obra, así que vamos a saltar al
siguiente concepto para no desvirtuar el hilo conductor del escrito. Weber continúa
1 Weber, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, pp. 67-68, Edición de Joaquín Abellán,
Alianza, Madrid (2016)
2 Weber, M. Ibíd. p. 70.
3 Weber, M. Op. Cit. p. 73.
4 Weber, M. Op. Cit. p. 76.
analizando la idea de “deber del trabajo”, que es “esa idea de una obligación que el
individuo siente y tiene que sentir respecto al contenido de su actividad ‘laboral’, con
independencia de en qué consista esta, con independencia especialmente de que se la
perciba como utilización de la fuerza de trabajo o de la propiedad de bienes (como ‘capital),
esta idea es la que es característica de la ‘ética social’ de la cultura capitalista.”5.
El individuo nace en esta cultura del capitalismo, y se le imponen las normas para la
actividad económica, es algo de lo que no puede escapar ya que si lo hace es suprimido, al
menos económicamente. El capitalismo, según Weber, se abastece de los individuos que
necesita para sobrevivir y los educa por medio de la “relación económica”, pero esto no
quiere decir que la imposición del “espíritu capitalista” moderno haya sido fácil, pues ha
tenido que superar muchas duras críticas, como se observa en la Edad Media y en la
antigüedad, donde estos tipos de comportamiento estaban tachados de indignos, avaros y
reprochables. Aun hoy existen grupos humanos que no han logrado adaptarse a este
“espíritu capitalista” y que lo critican. Según el autor, este espíritu capitalista se vio
obligado a sobrepasar el obstáculo del tradicionalismo y, definitivamente, no nace de la
avaricia, como se demostrará más adelante.
Siguiendo la estructura conceptual del texto, nos encontramos con la extensa
definición del concepto de profesión, entendido este término en el marco del pensamiento
luterano. La palabra “profesión” tiene, sin lugar a dudas, algo que resuena a una idea
religiosa, una tarea puesta por Dios. Weber hace un seguimiento histórico-etimológico de la
palabra y llega al descubrimiento de que los pueblo latino-católicos no presentan este
término, así como tampoco la tienen los pueblos de la antigüedad clásica. “Ninguna
expresión similar para lo que nosotros llamamos “profesión” (Beruf) –Un ámbito de trabajo
sin límites, en el sentido de una actividad vital—, mientras que sí existe en todos los
pueblos protestantes.”6
Weber encuentra que esa expresión no es tampoco una característica étnica de las
lenguas germánicas, sino que dicha palabra tiene su origen en la traducción de la Biblia, y
no en la traducción literal, sino en el “espíritu” del traductor. Weber observa cómo en la
Biblia de Lutero, en la traducción, la palabra está usada en el sentido actual, por primera
vez, en un pasaje del Eclesiástico (11, 20 y 21). Posteriormente se aceptaría la palabra con
este sentido en la lengua profana de los pueblos protestantes. La concepción de la palabra
era nueva en “valorar el cumplimiento del deber en las profesiones profanas como el
contenido más elevado que puede tener una actuación realmente moral. Esto fue la
consecuencia inevitable de la significación religiosa del trabajo diario secular y esto fue lo
5 Weber, M. Op. Cit. p. 89.
6 Weber, M. Op. Cit. p. 113.
que generó el concepto de profesión. En el concepto de ‘profesión’ se expresa, por tanto,
ese dogma central de todas las confesiones protestantes, que rechaza la diferenciación que
hacen los católicos entre praecepta y consilia dentro de los mandamientos morales
cristianos y que sólo reconoce como único medio para vivir de manera grata a Dios, no la
superioridad del ascetismo monacal sobra la moralidad intramundana, sino exclusivamente
el cumplimiento de las obligaciones intramundanas derivadas de la posición de cada uno en
la vida, cumplimiento que se convierte, así, en su ‘profesión’.” 7 En Lutero encontramos la
idea de que el único camino para agradar a Dios es el cumplimiento de los deberes
intramundanos. Esta aportación fue clave para la vida profesional del pueblo protestante.

Weber continúa la obra con el capítulo de “la idea de profesión en el protestantismo


ascético”. Históricamente, el protestantismo ascético ha sido representado por,
fundamentalmente, cuatro movimientos, a saber: el calvinismo (sobre todo en la forma que
adquirió a lo largo del siglo XVII), el pietismo, el metodismo y las sectas nacidas del
movimiento baptista. “El movimiento ascético denominado puritanismo en el sentido más
amplio de esta palabra polisémica atacaba ciertamente los fundamentos del anglicanismo en
la masa de sus seguidores y, concretamente, en sus consecuentes defensores, pero también
aquí las diferencias se fueron agudizando tan solo poco a poco”8.
Durante los siglos XVI y XVII la fe que más convulsión y guerras político-
culturales produjo fue el calvinismo, el cual recordemos que tenía como dogma principal la
doctrina de la predestinación.
Para Calvino es indudable el hecho de que sólo una parte de los hombres está
llamada a salvarse, y no tiene sentido la aplicación de criterios de justificación terrenal a las
disposiciones de Dios, pues este es libre, no se encuentra sometido a ninguna ley. “Sus
designios sólo podemos conocerlos y llegar a entenderlos en la medida en que él ha
considerado bueno comunicarlos”9. Según esta doctrina calvinista, la gracia de Dios no
podría ser perdida por aquellos a los que Dios eligió dársela desde un principio, y tampoco
podría ser alcanzada por aquellos a quienes él se la negó. Esta doctrina, claramente, tuvo
una repercusión importante en los individuos, sobre todo en la generación de un
sentimiento interno de soledad. “Este aislamiento interior del hombre contiene, por una
parte, la base para la posición absolutamente negativa del puritanismo respecto a todos los
elementos de carácter sensible-sentimental en la cultura y en la religiosidad subjetiva –
porque son inútiles para la salvación y fomentan las ilusiones sentimentales y las

7 Weber, M. Op. Cit. p. 118.


8 Weber, M. Op. Cit. p. 140.
9 Weber, M. Op. Cit. p. 150.
supersticiones que divinizarán a las criaturas— y, consiguientemente, respecto al rechazo
fundamental de la cultura de los sentidos”10.
La práctica de la confesión privada, contra la que Calvino tenía reservas,
desapareció en los territorios en los que el calvinismo se vio más desarrollado. Se podría
decir que la relación del practicante calvinista con su Dios se genera desde un completo
aislamiento interior, a pesar, como dice Weber11, de la pertenencia a la iglesia verdadera
para salvarse. Nuestro autor apunta12que parece un enigma cómo la patente superioridad en
lo referido a la organización social calvinista podía estar vinculada a la separación interior
del individuo de sus lazos con el mundo. Weber explica a este respecto que dicha
superioridad resulta del “carácter concreto que tuvo que adoptar el ‘amor al prójimo’
cristiano bajo la presión del aislamiento interior del individuo a causa del concepto
calvinista de Dios”13. Las actividades sociales del calvinista (entendidas estas en el sentido
menos complejo de la expresión, como el mero hecho de participar en la vida pública
mediante el trabajo, la iglesia, la familia, etc.) están orientadas simplemente a la mayor
glorificación de Dios. Esta misma cualidad la tendría el trabajo profesional. Esto en el
calvinismo se convirtió en una parte característica de su sistema ético.
Es en este punto donde Weber sitúa el origen del carácter utilitario de la ética
calvinista, pero vamos a seguir el guión del texto y procederemos a analizar el tema de la
doctrina de la predestinación.
¿Cómo actuaban en consecuencia los practicantes de esta religión ante la doctrina de
la predestinación? ¿Cuáles eran sus reacciones, teniendo en cuenta que en esa época la vida
del más allá era más importante y valiosa que la del más acá? Las respuestas a estas
preguntas son bastante intuitivas: se preguntaban si eran los elegidos y cómo podrían hacer
para tener algún tipo de certeza de ello. Pero Calvino rechazaba la idea de que se pudiera
conocer esto a través de las actuaciones y comportamientos de uno mismo o de los demás.
Aunque esta fuera la opinión de Calvino, no era lo que sostenían los hombres ordinarios,
para los que el tener o no esa certeza de saber si uno está salvado se convirtió en una
cuestión absolutamente principal y predominante.
“Esta cuestión no sólo ocupó un lugar central en la evolución del pietismo, nacido
sobre el suelo de la Iglesia reformada, pues esta cuestión tuvo para él en cierto sentido un
carácter constitutivo, sino que cuando más adelante entremos a considerar la enorme
significación política y social de la doctrina y de la práctica de la Eucaristía, hablaremos del

10 Weber, M. Op. Cit. p. 153.


11 Weber, M. Op. Cit. p. 155.
12 Weber, M. Op. Cit. p. 156.
13 Weber, M. Op. Cit. p. 157.
papel que desempeñó también fuera del pietismo, durante todo el siglo XVII, la cuestión de
si se podría determinar el estado de gracia del individuo, por ejemplo, para la cuestión de
ser admitido en la Eucaristía, es decir, para la cuestión del culto, una cuestión central y
decisiva para la valoración social de los participantes”14

Según Weber15, hasta que la doctrina de la predestinación no dejó de tener tanta


vigencia, los consejos pastorales acerca de la incansable cuestión de saber si uno estaba en
estado de gracia eran los siguientes: por un lado debía de convertirse en deber el creerse
elegido, y había que rechazar cualquier duda como una tentación del demonio. Por otra
parte, para conseguir esa certeza, se recomendaba encarecidamente el trabajo profesional
inagotable, pues éste y sólo éste disiparía cualquier duda religiosa y nos daría la certeza de
estar en estado de gracia. El calvinista se hace así mismo su certeza sobre la salvación, pero
este hacerse no consiste, como en el catolicismo, en una acumulación de acciones
meritorias, sino en un autocontrol sistémico que, en cada instante, situaría al individuo ante
la alternativa de ser elegido o reprobado. Como apunta Weber16, con esta observación
estaríamos llegando a uno de los puntos más importantes de las consideraciones que
aparecen en esta obra. Weber hace una distinción entre el católico y el protestante que
vamos a citar textualmente por su interés: “el católico medieval vive, desde un punto de
vista moral, va ‘al día’ en cierta medida. Cumple a conciencia los deberes tradicionales.
Pero las ‘buenas obras’ que van más allá son, normalmente, una serie de acciones aisladas,
sin ningún plan, que él realiza para compensar determinados pecados o por influencia de la
actuación pastoral o, al final de su vida, en cierto sentido como una prima de seguro. El
Dios del calvinismo, por el contrario, exige de los suyos y produce en ellos no ‘buenas
obras’, sino una ‘vida santa’, es decir, una santificación por las obras elevada a sistema!”17.
Vemos lo intrusiva que resulta esta doctrina en la vida del practicante, pues modifica
radicalmente su conducta y la planifica y sistematiza completamente, de ahí posiblemente
el nombre de “metodistas”. “Sólo una vida dirigida por una reflexión constante puede valer
como superación del status naturalis”18. Podría decirse que al luteranismo le falta ese
impulso psicológico (debido a su doctrina de la gracia) para la sistematización de la vida
que conduciría a la racionalización metódica de la misma (como en el calvinismo).
En el pietismo, el elemento ascético se mantuvo por encima del sentimental, y se
impusieron dos ideas, principalmente, que son de vital importancia para esclarecer el punto

14 Weber, M. Op. Cit. p. 162.


15 Weber, M. Op. Cit. p. 163.
16 Weber, M. Op. Cit. p. 169.
17 Weber, M. Op. Cit. p. 172.
18 Weber, M. Op. Cit. p. 173.
de vista de esta obra: por un lado, la idea de que el “signo del estado de gracia está
constituido por desarrollo metódico de la propia santidad hacia una perfección y una
consolidación cada vez mayores y a controlar por ley” 19, y en segundo lugar “que la
providencia de Dios es la que actúa en los así perfeccionados, dándoles él una señal con su
paciente perseverancia y su reflexión metódica.”20
En el pietismo se daba la idead e que la Unitas fratum residía en la misión y en el
trabajo profesional. “Además, una parte esencial de la concepción de la vida en Zinzendorf
era la racionalización práctica de la vida desde el punto de vista de la utilidad. Esta era para
él, como para otros representantes del pietismo, consecuencia, por un lado, de un rechazo
radical de las especulaciones filosóficas, peligrosas para la fe, y de la consiguiente
predilección por el conocimiento empírico; por otro lado, era consecuencia del sentido
práctico del misionero profesional”21
En el calvinismo se considera reprobable desde un punto de vista moral el recrearse
en la riqueza, es decir, disfrutar de las consecuencias de ocio que la riqueza trae consifo,
pues esto desvía al individuo de su aspiración a tener una vida santa. “No es el ocio y el
disfrute, sino la actividad, la que sirve para aumentar la gloria de Dios, según su voluntad
inequívocamente revelada. Así que el primero y el más grave de los pecados es el
desaprovechamiento del tiempo”22. Podría decirse, de algún modo, que cada hora perdida
sería una hora que no se dedica al trabajo de la gloria de Dios. Según Weber 23 la
contemplación inactiva no tendría valor, pues a Dios le agradaría menos que el
cumplimiento activo de su voluntad por medio del trabajo profesional. “Las pocas ganas de
trabajo son síntoma de que se carece de estado de gracia”24.
Los ricos, por su parte, también deberían de trabajar aunque no les haga falta para
mantenerse y comer, pues el mandato de Dios ha de ser cumplido por todo el mundo, ya sea
rico o pobre. “Si Dios muestra un camino en el que podéis ganar legalmente más que por
otro camino sin daño para vuestra alma ni para la de otros y lo rechazáis y seguís el camino
que reporta menos ganancias, o estáis oponiendo a uno de los fines de vuestra profesión
(calling), os estáis negando a ser administradores (stewart) de Dios y a aceptar sus dones,
para poder utilizarlos para él cuando él lo exija.” 25Acabando ya el texto nos damos cuenta
de a qué se refería nuestro autor cuando al principio de la obra hablaba acerca del “espíritu
del capitalismo” y el por qué de la relación entre el capitalismo y la ética protestante. El

19 Weber, M. Op. Cit. p. 198.


20 Weber, M. Op. Cit. p. 198.
21 Weber, M. Op. Cit. p. 204.
22 Weber, M. Op. Cit. p. 234.
23 Weber, M. Op. Cit. p. 236.
24 Weber, M. Op. Cit. p. 240.
25 Weber, M. Op. Cit. p. 248.
trabajo es, por tanto, el medio para alcanzar el conocimiento de estar en estado de gracia, y
esto claramente incrementa las posibilidades de triunfo en las actividades capitalistas y
tiene una clara repercusión social.
Bibliografía
- Weber, M. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Edición de Joaquín Abellán,
Alianza, Madrid (2016)

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