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Capítulo tercero
Una gran parte de los santos padres, entre ellos San Agustín,
sufrieron el influjo de las doctrinas estoicas y platónicas, e
interpretando equivocadamente algunas expresiones de la Escritura
(Ps 103, 4; Gen 6, 2; angelofanías), atribuyeron a los ángeles cierto
cuerpo sutil, etéreo o semejante al fuego; mientras que otros, como
Eusebio de Cesarea, San Gregorio Nacianceno, el Seudo-Dionisio y
San Gregorio Magno, profesaron la pura espiritualidad de los
ángeles. SAN GREGORIO MAGNO dice : «El ángel es solamente
espíritu; el hombre, en cambio, es espíritu y cuerpo» (Moralia iv 3,
8). Durante el período de apogeo de la escolástica, la Escuela
Franciscana suponía, aun en las sustancias creadas puramente
espirituales, una composición de materia y forma (elemento
determinado y elemento determinante), mientras que SANTO
TOMÁS y su escuela consideraron las sustancias puramente
espirituales como formas subsistentes sin materia o formas
separadas; S.th. 1 50, 1-2.
Como los ángeles están elevados por su naturaleza sobre todas las
demás criaturas, por lo mismo poseen un poder mucho más
perfecto que todas ellas. Según 2 Petr 2, 11, los ángeles son
superiores en fuerzas y poder a los hombres. Sin embargo, los
ángeles carecen del poder de crear de la nada y de obrar milagros
estrictamente tales, poderes que competen únicamente a Dios.
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1. La caída e n e l pe cado
1. La caída e n e l pe cado
2. Re probación e te rna
La Iglesia celebra desde el siglo xvi una fiesta especial para honrar
a los santos ángeles custodios. El Catecismo Romano (iv 9, 4)
enseña : «La Providencia divina ha confiado a los ángeles la misión
de proteger a todo el linaje humano y asistir a cada uno de los
hombres para que no sufran perjuicios».
Según ORÍGENES (De princ. I, praef. 10), «es parte esencial de las
enseñanzas de la Iglesia que existen ángeles de Dios y poderes
buenos que le sirven a Bl para consumar la salvación de los
hombres» ; cf. ORÍGENES, Contra Celsum vlii 34.
Cristo llama al diablo «príncipe de este mundo» (Ioh 12, 31; 14,30).
San Pablo le llama «dios de este mundo» (2 Cor 4, 4). La acción
redentora de Cristo venció en principio al poderío del diablo; loh 12,
31: «Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera» ; Hebr 2,
14 : Jesús tomó carne y sangre «para destruir por la muerte al que
tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» ; cf. Col 1, l3; 2, 15;
1 Ioh 3, 8. En el juicio universal, sufrirá un completo y definitivo
quebranto el dominio del diablo; cf. 2 Petr 2, 4 ; Iuda 6.
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a) Los espíritus del mal procuran hacer daño moral a los hombres
incitándoles al pecado (tentatio seductionis); 1 Petr 5, 8: «Estad
alerta y velad, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda rondando y busca a quién devorar» ; cf. Mt 13, 25 y 39 (la
cizaña sembrada entre el trigo) ; Eph 6, 12. Ejemplos bíblicos son el
pecado de nuestros primeros padres (Gen 3, 1 ss ; Sap 2, 24; Ioh 8,
44), el fratricidio de Caín (Gen 4, 1 ss; 1 Ioh 3, 12), la traición de
Judas (Ioh 13, 2 y 27), la negación de Pedro (Lc 22, 31), la mentira
de Ananías (Act 5, 3). La tentación del diablo no fuerza al hombre a
pecar, pues éste sigue conservando su libertad natural. El enemigo
malo solamente puede tentar al hombre en la medida en que Dios
se lo permita con su divina prudencia ; cf. 1 Cor 10, 13: «Dios no
permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas».
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