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«1. El hombre es a la vez obra y artífice del medio ambiente que lo rodea, el
cual le da el sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse inte-
lectual, moral social y espiritualmente. En la larga y tortuosa evolución de la raza
humana en este planeta se ha llegado a una etapa en que, gracias a la rápida
aceleración de la ciencia y la tecnología, el hombre ha adquirido el poder de
transformar, de innumerables maneras y en una escala sin precedentes, cuanto
lo rodea. Los dos aspectos del medio ambiente humano, el natural y el artificial,
(1) Vid. HERRERO DE LA FUENTE, A. A.; «La protección internacional del derecho a un medio ambiente
sano», en Blanc Altemir, A. (Ed.): La protección internacional de los Derechos Humanos a los cincuenta años
de la Declaración Universal, ed. Tecnos, Madrid, 2001, p. 93. También consultar a TORROJA MATEU, H., «El re-
conocimiento internacional del derecho al medio ambiente en el ámbito universal» en Declaración de Bizkaia
sobre el Derecho al Medio Ambiente, IVAP ed., Bilbao, 1999, pp. 408-409.
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La existencia de una creciente preocupación social sobre el estado del medio am-
biente y las alarmas científicas preconizando las graves consecuencias del desarrollo
económico sin límites, requirió la necesidad de establecer una protección del medio
ambiente a través de la adopción de instrumentos jurídicos tanto internacionales,
como regionales y nacionales.
Sin embargo, la positivización de un derecho universal a un medio ambiente ade-
cuado tropieza con una serie de obstáculos que han dado lugar a que un sector de la
doctrina niegue su existencia. La tradicional noción de soberanía de los Estados, la falta
de instrumentos jurídicamente vinculantes y la justiciabilidad de este derecho debido a
la indeterminación jurídica del objeto protegido y de la legitimación de los titulares del
mismo, así como por la ausencia de medios efectivos para su defensa y realización han
representado los principales obstáculos. No obstante, esto no ha impedido que se de-
clare la protección del medio ambiente como parte del contenido de un nuevo derecho
humano en diferentes instrumentos internacionales. Si bien es verdad que actualmente
no existe un instrumento internacional, jurídicamente vinculante, que declare el derecho
humano al medio ambiente, sí existe un consenso generalizado de la necesidad de pro-
teger el medio ambiente para la realización de los demás derechos fundamentales.
(8) Por ejemplo, el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, cuando
reconoce el derecho de todas las personas a un adecuado nivel de vida y a una mejora continua de las condi-
ciones de vida; o el artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, cuando se hace referen-
cia al derecho universal a la vida.
(9) Observación General n.º 6 del Comité de Derechos humanos sobre el Derecho a la vida (artículo 6) de
30.04.1982, 16.º período de sesiones, pfo. 5.
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En este sentido también se postula el profesor Loperena cuando dice que «el medio
ambiente adecuado no es un fruto del desarrollo social sino un prius para su existencia
(…). El medio ambiente adecuado precede lógicamente al propio Derecho: sin medio
ambiente adecuado no hay hombre, ni sociedad, ni Derecho» (10)
La primera vez que se produce un reconocimiento expreso del derecho al medio
ambiente se produce en la Declaración de Naciones Unidas sobre el Medio Humano,
de Estocolmo de 1972 (11), la cual establece, en su Principio I, que la persona tiene el
derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de «condiciones de vida sa-
tisfactorias en un medio ambiente cuya calidad le permita vivir con dignidad y bienes-
tar», y tiene la solemne obligación, como contrapartida a este derecho, «... de prote-
ger y mejorar el medio ambiente para las generaciones presentes y futuras». Este
principio manifiesta que además de los derechos de primera y de segunda genera-
ción, el hombre tiene el «derecho fundamental» a disfrutar de unas condiciones de
vida adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar
de bienestar, es decir, que le permita desarrollar los derechos de las generaciones fu-
turas. Esta idea ya se manifiesta en el Preámbulo de la Declaración, en los párrafos 1
y 2, al establecer que «los dos aspectos del medio humano, natural y artificial, son
esenciales para el bienestar del hombre y para el goce de los derechos humanos fun-
damentales, incluso el derecho a la vida», añadiendo a continuación que «la protec-
ción y mejora del medio humano es una cuestión fundamental que afecta al bienestar
de los pueblos y al desarrollo económico del mundo entero, (...) y un deber de todos
los gobiernos». A pesar de este reconocimiento expreso en un documento internacio-
nal, la Declaración no prevé los mecanismos de control necesarios para hacerlos efec-
tivos y además, se trata de un documento sin fuerza jurídica vinculante.
Diez años más tarde de la celebración de la Conferencia de Estocolmo, la Asam-
blea General de Naciones Unidas proclama la Carta Mundial de la Naturaleza (1982) (12),
donde se establece que «la Humanidad es una parte de la naturaleza y la vida depende
del funcionamiento ininterrumpido de los sistemas naturales que aseguran el suminis-
tro de energía y nutrientes» y estipula una serie de principios a tener en cuenta por el
hombre en su modo de proceder con respecto al medio ambiente. En este sentido, el
artículo 24 establece el deber de cada persona de actuar de acuerdo con las provisio-
nes de la Carta y de asegurar que los objetivos establecidos en la Carta.
En la reunión mundial de Asociaciones de Derecho ambiental celebrada en Limo-
ges entre el 13 y el 15 de noviembre de 1990 se aprobó una declaración en la que se
establece que «La Conferencia recomienda que el derecho del hombre al medio am-
biente debe ser reconocido en el ámbito nacional e internacional de una manera explí-
cita y clara y los Estados tiene el deber de garantizarlo» (13). En términos parecidos se
expresa el artículo 1 del Proyecto de Carta sobre derechos y obligaciones ambientales
(10) LOPERENA ROTA, Demetrio, «Los derechos al medio ambiente adecuado y a su protección», Revista
electrónica de Derecho Ambiental, n.º 3, 1999.
(11) Vid. Declaration on the Human Environment, Report of the United Nations Conference on the Human En-
vironment, New York, 1973, UN. Doc. A/CONF. 48/14/Rev. 1, adoptada mediante Res. AGNU 2997 (XXVII) de
1972.
(12) AGNU. Res. 37/7, de 28 de octubre de 1982.
(13) La Declaración de Limoges está publicada por el Centro Internacional de Derecho Comparado del Medio
Ambiente de la Universidad de Limoges, en 1990.
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(14) La propuesta del Proyecto de Carta fue presentada al Comité Preparatorio de la Conferencia de Bergen
durante la reunión celebrada en Ginebra del 5 al 9 de marzo de 1990, pero no fue aceptada. Se adaptó pos-
teriormente por las organizaciones no gubernamentales como apéndice a la resolución que presentaron a la
Conferencia de Bergen de mayo de 1990. Vid. DÊJEANT-PONS, M., PALLEMAERTS, M., Human Rights and
the Environment, editions du Conseil de l'Europe, 2002, pp. 248-249.
(15) Doc. UNEP/GC/14/13, de 14 de abril de 1987, Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente
y el Desarrollo. En 1990, en su resolución 45/94, la Asamblea General aprobó una versión más suave de esta
formulación: «[T]oda persona tiene derecho a vivir en un medio ambiente adecuado para su salud y su bienes-
tar».
(16) Vid. Declaration on Environment and Development, Report of the UN Conference on Environment and
Development, New York, 1992, UN. Doc. A/CONF.151/26/Rev.1.
(17) Vid. LOPERENA ROTA, Demetrio, «Balance de la Conferencia de Río sobre medio ambiente y desarrollo»,
en Revista Vasca de Administración Pública, n. 35, 1993.
(18) Vid. UN Doc. A/Conf.157/24, 1993, en 32 I.L.M. 1661 (1993).
(19) Específicamente se establece lo siguiente: «El derecho al desarrollo debe realizarse de manera que satis-
faga equitativamente las necesidades en materia de desarrollo y medio ambiente de las generaciones actuales
y futuras. La Conferencia Mundial de Derechos Humanos reconoce que el vertimiento ilícito de sustancias y
desechos tóxicos y peligrosos puede constituir una amenaza grave para el derecho de todos a la vida y a la sa-
lud. Por consiguiente, la Conferencia Mundial de derechos humanos hace un llamamiento a todos los Estados
para que aprueben y apliquen rigurosamente las convenciones existentes en la materia de vertimiento de pro-
ductos y desechos tóxicos y peligrosos y cooperen en la prevención del vertimiento ilícito».
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(23) De aprobarse este Proyecto, constituiría el primer texto internacional no regional que establece de forma
explícita, la relación entre medio ambiente y derechos humanos en un derecho a un medio ambiente saluda-
ble. Naturalmente, la traducción legal de este documento dependerá, en última instancia, de la forma en que
se articule jurídicamente.
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(24) Vid. Annuaire de l’Institut de Droit International, Sesión d’Estrasbourg, vol. 67-II, París, 1998, p. 479.
(25) Los Objetivos de Desarrollo del Milenio se establecieron en la Declaración del Milenio, firmada por 189
países en septiembre de 2000. Vid. Res. A/55/2.2 Declaración del Milenio.
(26) Basándose en varias otras resoluciones relacionadas con los derechos humanos y el medio ambiente y
los derechos humanos y el cambio climático, el Consejo de Derechos Humanos, durante su 19.° periodo de
sesiones, estableció, mediante la Resolución 19/10, el mandato del Experto independiente sobre derechos
humanos y medio ambiente. Disponible en: http://daccess-dds-ny.un.org/doc/RESOLUTION/GEN/G12/131/59/
PDF/G1213159.pdf?OpenElement (consultado el 1 de agosto 2014).
(27) El Sr. John Knox fue nombrado en agosto de 2012, por un periodo de tres años, como el primer Experto
independiente sobre la cuestión de las obligaciones de derechos humanos relacionadas con el disfrute de un
medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible. Sus principales tareas de acuerdo con la Resolución
19/10, que establece el mandato se pide al Experto independiente, entre otras cosas, lo siguiente: estudiar las
obligaciones de derechos humanos relacionadas con el disfrute de un medio ambiente sin riesgos, limpio, salu-
dable y sostenible, en consulta con las partes interesadas relevantes; identificar y promover prácticas óptimas, e
intercambiar opiniones al respecto, en el desempeño de las obligaciones y los compromisos de derechos huma-
nos para fundamentar, apoyar y reforzar la formulación de políticas ambientales, especialmente en la esfera de la
protección ambiental; elaborar un compendio de prácticas óptimas; formular, en el marco de su mandato, reco-
mendaciones que puedan contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en particular el séptimo
Objetivo; y, tener en cuenta los resultados de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sosteni-
ble (Rio +20), y aportar una perspectiva de derechos humanos a los procesos de seguimiento. ibid.
(28) Informe del Experto independiente sobre la cuestión de las obligaciones de derechos humanos rela-
cionadas con el disfrute de un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible, John H. Knox, A/
HRC/22/43, de 22 de diciembre de 2012. Disponible en línia en: http://daccess-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/
GEN/G12/189/75/PDF/G1218975.pdf?OpenElement (consultado el 1 de agosto de 2014).
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(29) Resolución I de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, «El futuro que que-
remos», recogida en su informe, A/CONF/216/16, párr. 1, refrendada por la Asamblea General en su resolución
66/288.
(30) De 4 de noviembre de 1950, 213 U.N.T.S., p. 221.
(31) No se reconoce, expresamente, un derecho humano a un medio ambiente saludable, ni en la Convención
Europea de Derechos Humanos y Libertades Fundamentales ni en la Carta Social Europea, de 18 de octubre
de 1961 ( 529 U.N.T.S. 89). Tampoco en el ámbito de la Unión Europea, la versión final del Tratado de Amster-
dam, que modifica el Tratado de la Unión Europea, ha introducido el reconocimiento de este derecho, a pesar
de las discusiones que precedieron a la adopción de este Tratado. Vid. «Foreign Ministers to Formally Approve
IGC Results: Environmentalists Cite Concerns», en International Environmental Rep., n.º 20 (BNA), 1 de octu-
bre 1997, p. 909. Vid. También, Draft Treaty of Amsterdam, European Commission Document, CONF/4001/97,
de 1997. El Tratado de Amsterdam entró en vigor el 1 de mayo de 1999.
(32) STEDH, Caso López Ostra contra España, 9 de diciembre de 1994. En este caso se invocó los artículos
3 y 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos referidos a los tratos inhumanos o degradantes y al
derecho a la vida privada y familiar así como la libertad de elección de domicilio, respectivamente. Asimismo,
la petición número 7407/76 de la Comisión Europea de Derechos Humanos, se invoca el art. 2 de la Conven-
ción en el que se recoge el derecho a la vida. Sobre este tema consultar el artículo de DÉJEANT-PONS, M.,
«Le Droit de l’Homme á l’Environnement, Droit Fondamental au Niveau Europèen dans le Cadre du Conseil de
l’Europe, et la Convention Europèenne de Sauvegarde des Droits de l’Homme et des Libertés Fondamenta-
les», Revue Juridique de l’Environnement, n. 4, 1994.
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(33) Vid. GORMLEY, W.P., Human Rights and Environment: The Need for International cooperation, Sijhoff/Ley-
den, 1976, p. 76.
(34) Recomendación 1130(1990), Doc. AREC 1130- 28/9/90- 27 E.
(35) También el Comité Europeo de Derechos Sociales ha interpretado que el derecho a la protección de la
salud recogido en el artículo 11 de la Carta Social Europea incluye el derecho a un medio ambiente saludable.
Véase la demanda N.º 30/2005, Marangopoulos Foundation for Human Rights vs. Greece, decisión sobre el
fondo (2006), párr. 195.
(36) La llamada Carta de Banjul no sólo establece derechos, sino también obligaciones para los pueblos africa-
nos. El derecho reconocido en el artículo 24 (Capítulo I), se refiere tanto a un derecho individual como colecti-
vo. La Carta de Banjul entró en vigor el 21 de octubre de 1986 y en marzo del año 2000, 52 Estados africanos
habían aceptado ser Partes en dicha Carta.
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En el ámbito del Derecho comparado, cada vez más constituciones nacionales pro-
claman el derecho al medio ambiente. A finales de 1998, 50 naciones habían recono-
cido explícitamente el derecho a un medio ambiente adecuado y saludable en sus res-
pectivas constituciones, y otras 33 reconocían un deber constitucional de defender o
proteger el medio ambiente (42).
(37) Actualmente, casi todos los países africanos son parte en la Carta de Banjul, incluyendo naciones especial-
mente influyentes en el ámbito político como Nigeria, Egipto y Sudáfrica y, además, no existen reservas formuladas
en relación con este artículo 24. El principal problema de esta disposición de la Carta Africana es que el derecho a
un medio ambiente sano no se trata de un derecho individual sino colectivo, siendo bastante difícil de delimitar.
(38) Este artículo no ha sido objeto de ninguna reserva. Este Protocolo entró en vigor el 16 de noviembre del 1999
y en marzo del 2000 contaba sólo con 18 Estados Parte, sin contar con la participación de Estados Unidos que no
ha firmado el Protocolo. Los Estados que, en marzo del 2000, habían depositado el instrumento de ratificación
eran: Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Paraguay, Perú, Surinam y Uruguay. Y
los Estados firmantes eran: Argentina, Bolivia, República Dominicana, Guatemala, Haití, Nicaragua y Venezuela.
(39) Esta obligación de los Estados a adoptar las medidas necesarias para la realización de los derechos con-
tenidos en el Protocolo se encuentra limitada por lo dispuesto en el artículo 1, en el que se establece que se
tendrán en cuenta los recursos disponibles y el grado de desarrollo. Además, el Protocolo de San Salvador
aunque recoge un derecho al medio ambiente sano, éste se excluye del recurso ante la Corte interamericana
de derechos humanos.
(40) Celebrada en Bolivia, el 7 y 8 de diciembre de 1996. En esta Conferencia asistieron 34 Estados miem-
bros, incluyendo Estados Unidos, además de Brasil, Argentina, México y Canadá. Vid. Newsletter of the Orga-
nization of American States, vol. 2, n.º 7, enero 1997, p. 1.
(41) Vid. OEA, GT/CCDS-51/96, rev. 2, de 26 de noviembre de 1996.
(42) Vid. FLENZ, G. H. (ed.), Constitutions of the Countries of the World, 1996. También, BOYD, DAVID RICHARD,
The Environmental Rights Revolution: A Global Study of Constitutions, Human Rights, and the Environment,
Vancouver, Toronto, UBC Press, 2012.
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(43) Vid. PECCOLO, G., «Le Droit a l’Environnement dans le Constitution Italienne», Revue Juridique de l’En-
vironnement, n. 4, 1994.
(44) Vid. BOTHE, M., «Le Droit a la Protection de l’Environnement en Droit Contitutionel Allemand», Revue
Juridique de l’Environnement, n. 4, 1994.
(45) Vid. SIOUTIS, G., «Le Droit de l’Homme a l’Environnement en Gréce», Revue Juridique de l’Environne-
ment, n. 4, 1994.
(46) Vid. GÓMEZ DA SILVA, J. C., «Human Rights in the Portuguese Constitution», Revue Juridique de l’Envi-
ronnement, n. 4, 1994.
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ciones de Defensa del Medio Ambiente, las cuales pretenden desarrollar en la prác-
tica el derecho al medio ambiente reconocido constitucionalmente.
Otro reconocimiento formal de un derecho sustantivo a un medio ambiente ade-
cuado se puede encontrar en la Constitución de Brasil de 1988 (47). En el artículo 225
esta Constitución (Título VIII, relativo al orden social) se proclama el medio ambiente
como un derecho perteneciente a las generaciones presentes y futuras y por otro
lado, se establece la evaluación de impacto ambiental con carácter obligatorio.
Todos estos documentos normativos nacionales e internacionales demuestran una
evolución y una voluntad de establecer un derecho a un medio ambiente adecuado,
pero sigue el análisis de los principales obstáculos que no han permitido establecer
un consenso en la determinación y la configuración del derecho humano a un medio
ambiente sano.
(47) Vid. D’AVILA RUFINO, G., «Le Droit de l’Homme a l’Environnement dans la Constitution de 1988 du Brè-
zil», Revue Juridique de l’Environnement, n. 4, 1994
(48) Esta cuestión se contiene en el Principio 21 de la Declaración de Estocolmo establece lo siguiente: «De
conformidad con la Carta de Naciones Unidas y con los principios del Derecho internacional, los Estados tie-
nen el derecho soberano de explotar sus propios recursos en aplicación de su propia política ambiental y la
obligación de asegurarse de que las actividades que se lleven a cabo dentro de su jurisdicción o bajo su con-
trol no perjudiquen al medio de otros Estados o de zonas situadas fuera de toda jurisdicción nacional». Asimis-
mo, la Declaración de Río en su Principio 2, reproduce lo establecido en el Principio 21 de la Declaración de
Estocolmo.
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(49) Vid. MAKAREWICZ, «La protección internationale du droit à l’environnement», op. cit., p. 81.
(50) Vid. HANDL, G., «Human Rights and Protection of the Environment: A Mildly «Revisionist» View», en
CANÇADO TRINDADE (Ed.), Derechos Humanos, Desarrollo sustentable y medio ambiente, San José de Cos-
ta Rica, 1995, pp. 120-129.
(51) Vid. KISS, A., CANÇADO TRINDADE, A., «Two Major Challenges of Our Time: Human rights and the Envi-
ronment», en CANÇADO TRINDADE (Ed.), Derechos Humanos, Desarrollo sustentable y medio ambiente, op.
cit., p. 287.
(52) Al respecto, vid. LEE, J., «The Underlying Legal Theory to Support a Well-Defined Human Right to a
Healthy Environment as a Principle of Customary International Law», en Columbia Journal of Environmental
Law, vol. 25, n.º 2, 2000, pp. 254-282. Este autor establece que las consecutivas reafirmaciones, sin reservas,
de este derecho en diferentes documentos no vinculantes, constituyen la evidencia de una amplia y consisten-
te práctica de los Estados en el ámbito internacional. Esta práctica puede contribuir a la creación definitiva de
un derecho a un medio ambiente adecuado y saludable como principio de Derecho internacional consuetudi-
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(53) Sobre esta cuestión, vid. MARTÍN MATEO, Ramón, «El Ambiente como objeto del Derecho», en Derecho
y Ambiente, CEOTMA, Madrid, 1981.
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ambiental, que han ido proliferando en los últimos tiempos, a pesar de acentuar la
orientación preventiva, en realidad, legalizan el daño ambiental al regular cuánta con-
taminación o destrucción de la naturaleza puede producirse en el marco de la ley o
cómo enfrentarse a los retos del deterioro ambiental.
El reconocimiento de los derechos de la naturaleza constituye una concepción ho-
lística integral de todo modo de vida, que comprende todos los ecosistemas. A través
de esta perspectiva, la naturaleza ya no es objeto de protección, sino un sujeto de
protección con derechos que se reconocen a la naturaleza en todas sus formas de
vida: tiene el derecho de existir, persistir, mantener y regenerar sus ciclos vitales. La
contrapartida a este reconocimiento implica que los seres humanos tienen la autori-
dad legal y la responsabilidad de hacer cumplir estos derechos en representación de
la naturaleza. Esta concepción se basa en que los seres humanos forman parte de la
vida terrestre y viven dentro de los límites ecológicos.
La visión «biocentrista» surge por la gravedad del estado ambiental y la amenza
de los ecosistemas naturales. La concepción «biocéntrica» parte de la concepción de
que el ser humano es parte de la naturaleza y que la conservación de la naturaleza es,
antes que nada, un deber del ser humano: ambos, deben coexistir para el perfecto
equilibrio orgánico del planeta. Según esta argumentación, cualquier forma de vida es
importante para el equilibrio de la naturaleza, sin este equilibrio la naturaleza puede
responder con un nuevo equilibrio no propicio para la vida humana.
Al respecto, ya se cuenta con algunas experiencias que reflejan este cambio de
perspectiva jurídica. Así, al reconocer los derechos de la naturaleza en su Constitución,
Ecuador, en su legislación, Bolivia y en un creciente número de comunidades de los Es-
tados Unidos, están basando sus sistemas de protección ambiental sobre la premisa de
que la naturaleza tiene derechos inalienables, al igual que tienen los seres humanos.
Esta premisa es radical pero, a su vez, natural, surgida como reacción al esfuerzo «an-
tropogénico» de basar la protección ambiental supetitada a los intereses y/o necesida-
des humanas, reduciendo la naturaleza a una mera propiedad, bajo el dominio de la ley.
A raíz de esta otra visión de la protección ambiental, uno de los primeros casos en
los que se planteó la cuestión de los derechos de la naturaleza fue a partir del caso
del bosque californiano de los Sequoyas, en 1972, en donde el desmedido afán de lu-
cro corporativo pretendía convertir el hábitat de los enormes y milenarios árboles en
un parque de diversiones, generando una batalla legal en la que jueces y pensadores
se preguntaron si los árboles debían tener derecho a comparecer en juicio (54). Esta
misma reflexión, llevó a varios autores de alrededor del mundo a abordar esta cues-
tión. Solo para mencionar algunos: Christopher Stone en Estados Unidos (55), Godo-
fredo Stutzin (56) en Chile, o Cormac Cullinan (57) en Sudáfrica.
(54) United States Supreme Court. SIERRA CLUB v. MORTON. 405 U.S. 727 (1972). Decided April 19, 1972.
(55) En su artículo «Should Trees Have Standing? Toward Legal Rights for Natural Objects», 45 S. Cal. L. Rev.
450 (1972).
(56) En su obra: Un imperativo ecológico: reconocer los derechos de la Naturaleza. s/d
(57) En su obra: Wild Law: A Manifesto for Earth Justice, Siber Ink. 2002
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Unos años más tarde, en 1982, más de cien Estados Miembros de la Asamblea
General de las Naciones Unidas adoptaron una Carta Mundial de la Naturaleza, que
formula principios y obligaciones generales para guiar la conducta humana, las leyes y
las prácticas de protección de la Naturaleza (58). Reconociendo el valor intrínseco de
la naturaleza y que los seres humanos son parte de la naturaleza, la declaración llama
a los seres humanos para ser guiados por un código moral de conducta que no com-
prometa la «integridad de los otros ecosistemas y especies con las que conviven. La
Carta también regula las actividades humanas de acuerdo a los límites y los procesos
de la Tierra, y el patrimonio común y los principios de precaución. De acuerdo con
esta Carta «La humanidad es parte de la naturaleza y la vida depende del funciona-
miento ininterrumpido de los sistemas naturales que son fuente de energía y nutrien-
tes. Toda forma de vida es única y merece ser respetada, cualquiera que sea su utili-
dad para los seres humanos, y para los demás seres vivos reconocimiento, el ser
humano debe guiarse por un código moral de action».
Posteriormente, en el año 2000, un grupo de organizaciones y movimientos no gu-
bernamentales adoptaron la Carta de la Tierra (59), que «busca inspirar en todos los
pueblos un sentido de interdependencia global y responsabilidad compartida para el
bienestar de la familia humana, la gran comunidad de la vida y las generaciones futu-
ras.» Cuatro pilares de la sostenibilidad son: 1) El respeto y el cuidado de la comuni-
dad de la vida; 2) La integridad ecológica, 3) Justicia social y económica y; 4) Demo-
cracia, No Violencia y la Paz, y dieciséis principios fundamentales. La Carta también
reconoce el papel de los conocimientos tradicionales, culturales y espirituales de los
pueblos indígenas, la no discriminación y la libre determinación. A pesar que este do-
cumento no es jurídicamente vinculante, sus principios son considerados de relevan-
cia universal.
En 2009, Polly Higgins, abogado y activista del Reino Unido, comenzó una cam-
paña pidiendo a las Naciones Unidas la adopción de una ley que reconociera la des-
trucción masiva de los ecosistemas como un crimen contra la paz internacional, es
decir, como un delito de ‘ecocidio’ (60). El ecocidio se define como: «La extensa des-
trucción, daño o pérdida de ecosistema (s) de un territorio determinado, ya sea por la
acción humana o por otras causas, a tal grado que el goce pacífico de los habitantes
de ese territorio ha sido severamente disminuido» (61). Fundado sobre el deber de
cuidar al planeta, este crimen contra la paz sería de responsabilidad objetiva y erga
omnes (obligatorio para todos). Incluso aquellos Estados que no están inscritos a la
Corte Penal Internacional (CPI), las que promueven actividades de minería, extracción
de combustibles fósiles (por ejemplo, las arenas bituminosas en Alberta, Canadá) y la
deforestación podrían clasificarse como actividades del ecocidio. La visión de la cam-
paña de «Erradicación del ecocidio» defiende una ley del ecocidio que se aplicaría ple-
namente en 2020.
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Así, más de 10 países ya han reconocido una forma de ecocidio en sus leyes na-
cionales, incluyendo Georgia, Kirguistán, Rusia y Vietnam. En 2011, Polly y el Grupo
Hamilton organizó un simulacro de juicio en el Tribunal Supremo del Reino Unido
para probar el delito propuesto de ecocidio (62). Esto fue seguido por un proceso de
Justicia Restaurativa (63) en 2012 entre una empresa ficticia y las víctimas inclu-
yendo a la Tierra (la voz de la Fundación Gaia), los pueblos indígenas y las generacio-
nes futuras. En Europa, más de 112.000 personas (a partir de enero de 2014) firma-
ron una petición por la Iniciativa Ciudadana Europea para una Directiva europea
ecocidio (64).
En 2014, una coalición, incluyendo End Ecocide en Europa, la Red Europea de
Fiscales de Medio Ambiente, el Globo de la UE y la Cruz Verde Internacional, lanza-
ron una campaña en el Parlamento Europeo pidiendo el establecimiento de un Tribu-
nal Penal del Medio Ambiente y la Salud, tanto en el Europeo e internacional, con
sanciones legales por daños al medio ambiente. Una vez que se reconozca el delito
de ecocidio, dicho tribunal podría permitir su aplicación, en todo caso la Carta de
Bruselas, que permitiría crear este Tribunal, está abierta a la firma desde septiembre
de 2014 (65).
Además de esta iniciativa del «ecocidio», el 22 de abril de 2010, día mundial de la
madre tierra, los participantes en la Conferencia Mundial de los pueblos sobre el cam-
bio climático y los derechos de la naturaleza elaboraron y adoptaron la Declaración
Universal sobre los derechos de la Madre Tierra. En esta Declaración se reconoce a la
Madre Tierra como un ser vivo con derechos, como el derechos a la vida, a la existen-
cia y a continuar sus ciclos vitales y procesos libres de cualquier intromisión humana.
En 2012 la Conferencia de las Naciones Unidas Rio+20 reconoció la necesidad de vivir
en armonía con la naturaleza y en el párrafo 39 de la Resolución de la Asamblea Gene-
ral de las Naciones Unidas, «El Futuro que Queremos» hace referencia a que algunos
países reconocen los Derechos de la Naturaleza.
También, en 2011 Peter Roderick, un abogado también del Reino Unido, propuso
un proyecto de Declaración de las Naciones Unidas sobre los límites del Planeta (66),
con el fin de reconocer y respetar los procesos del sistema terrestre que sostienen
toda la vida, y promover la responsabilidad de salvaguardar estos procesos de daño
grave o irreversible. La Declaración se basa en la investigación realizada por Rocks-
tröm et al, publicado en la revista Nature 2009 (67), que sostiene que hay 9 procesos
de la Tierra-críticos del sistema y los umbrales asociados, en los que tenemos que vi-
vir con el fin de evitar daños irreversibles a nuestro planeta Tierra. Según la investiga-
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En este preámbulo se observa el rescate del origen en el que todo tenía su lugar y
en el que seres humanos y naturaleza convivían en armonía. Este texto refleja un diá-
logo desde el pasado en el presente, que se expresa en la afirmación de que desde
tiempos inmemoriales se respetaba la pluralidad y la diversidad. Primero se refiere al
entorno natural y el territorio, así como a la Madre Tierra y en ese contexto original sur-
gieron los distintos pueblos indígenas. Ese pasado armónico fue roto por la colonia,
que implementó el racismo y alteró el orden en el que vivían los pueblos indígenas.
Bolivia incluso ha legislado sobre la cuestión. Si bien la Ley del Medio Ambiente
N.º 1333 de 27 de abril de 1992 (69) constituye el precedente normativo más inmediato
que reconocía, por primera vez, el derecho al ambiente sano en favor de las personas y
seres vivos en la legislación boliviana, no es hasta 2010 que Bolivia aprueba el primer
(69) BOLIVIA, Gaceta Oficial. Ley del Medio Ambiente. Ley 1333. 27 de abril de 1992.
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(70) BOLIVIA, Gaceta Oficial. Ley de derechos de la Madre Tierra. Ley N.º 071, 21 de diciembre de 2010.
(71) BOLIVIA, Estado Plurinacional de. Gaceta Oficial. Ley marco de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para
Vivir Bien. 15 de Octubre 2012.
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(72) El texto constitucional ecuatoriano contiene tres artículos en los que establece los siguientes derechos
para la Naturaleza: Art. 71.—La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene dere-
cho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales,
estructura, funciones y procesos evolutivos… Art. 72.—La naturaleza tiene derecho a la restauración. Esta
restauración será independiente de la obligación que tienen el Estado y las personas naturales o jurídicas
de indemnizar a los individuos y colectivos que dependan de los sistemas naturales afectados. En los casos
de impacto ambiental grave o permanente, incluidos los ocasionados por la explotación de los recursos na-
turales no renovables, el Estado establecerá los mecanismos más eficaces para alcanzar la restauración, y
adoptará las medidas adecuadas para eliminar o mitigar las consecuencias ambientales nocivas. Art. 73.—El
Estado aplicará medidas de precaución y restricción para las actividades que puedan conducir a la extinción
de especies, la destrucción de ecosistemas o la alteración permanente de los ciclos naturales. Se prohíbe la
introducción de organismos y material orgánico e inorgánico que puedan alterar de manera definitiva el pa-
trimonio genético nacional.
(73) Resolución aprobada por la Asamblea General el 22 de abril de 2009, n. 63/278. Día Internacio-
nal de la Madre Tierra. Disponible en línea en: http://www.un.org/en/ga/search/view_doc.asp?symbol=A/
RES/63/278&Lang=S:, (consultado el 21 de diciembre 2013).
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ordenanzas por los Derechos de la Naturaleza. Una de las más relevantes es la orde-
nanza de la ciudad Pittsburgh en la que se prohíbe las empresas de perforación de
gas natural en la ciudad. Esta ordenanza eleva los derechos de las personas, la comu-
nidad y la naturaleza sobre los «derechos» corporativos y se convierte así en la pri-
mera ciudad de los EE.UU. en reconocer los derechos jurídicamente vinculantes de la
naturaleza. Al reconocer los derechos de la naturaleza, se protege eficazmente los
ecosistemas y las comunidades frente a las empresas y a otros niveles de gobierno,
que puedan autorizar dicha perforación y se autoriza a los residentes de Pittsburgh a
ejercer esos derechos en nombre de los ecosistemas amenazados (74).
Los movimientos sociales, especialmente los indígenas, han sido los promotores
de la perspectiva «biocentrista», basada en la cosmovisión, valores y demandas del
reconocimiento jurídico de los derechos de la naturaleza. No obstante, resulta del
todo necesario analizar la efectividad de estos derechos más allá del reconocimiento
jurídico formal. En este sentido, la práctica ha abarcado no solo la protección de la na-
turaleza en sí, sino también la protección de bienes inmateriales y espirituales, que
garantizan su preservación, como la protección de sitios sagrados o de los conoci-
mientos ancestrales.
El primer caso en que se tuvo conocimiento de aplicación judicial de los dere-
chos de la naturaleza se dio en el año 2011. La Acción de Protección, resuelta en se-
gunda instancia por la Sala Penal de la Corte Provincial de Loja (75), fue presentada
por Richard Frederick Wheeler y Eleanos Geer Huddle en contra del Gobierno Pro-
vincial de Loja «a favor de la Naturaleza particularmente a favor del río Vilcabamba»
por los trabajos de ampliación de la carretera Vilcabamba-Quinara. En su demanda
se refieren, además, a los daños que sufrió su propiedad y las vecinas. La Sala con-
cedió el recurso, acceptando que «la acción de protección resulta la única vía idó-
nea y eficaz para poner fin y remediar de manera inmediata un daño ambiental foca-
lizado» y aplicando el principio de precaución, dicen los jueces «...hasta tanto se
demuestre objetivamente que no existe la probabilidad o el peligro cierto de que las
tareas que se realicen en una determinada zona produzcan contaminación o conlle-
ven daño ambiental, es deber de los Jueces constitucionales propender de inme-
diato al resguardo y hacer efectiva la tutela judicial de los derechos de la Naturaleza,
efectuando lo que fuera necesario para evitar que sea contaminada, o remediar. Nó-
tese que consideramos incluso que en relación al medio ambiente no se trabaja
sólo con la certeza de daño sino que se apunta a la probabilidad...» (76).
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(80) Consultar el documento ‘Justice for the Earth Community: Defending the Rights of Nature and Holding
Corporations to Account’, Gaia Learning Centre, September 2011.
(81) Supreme Court OF Belize, A.D. 2009 Claim No. 45 OF 2009 Admiralty the Attorney General of Belize Clai-
mant between and Ms Westerhaven Schiffahrts GMBH & CO KG 1rst Defendant Reider Shipping BV 2nd De-
fendant; y también consultar Court of Appeal of Belize, A.D. 2011 Civil Appeal No. 19, 2010, between: Ms Wes-
terhaven Schiffahrts GMBH & CO KG Redier Shipping BV vs. The Attorney General of Belize respondent.
(82) Consultar el documento de la Organización para la recuperación, conservación, dignificación y administra-
ción de los lugares sagrados Mayas (NIM Q’ATB’AL TZIJ KECH AJQ’IJAB’OXLAJUJ AJPOP), de 18 de enero de
2008, Conferencia Nacional de Ministros de la Espiritualidad Maya de Guatemala -Oxlajuj Ajpop. Disponible en:
http://sacrednaturalsites.org/es/items/nim-qatbal-tzij-kech-ajqijab-oxlajuj-ajpop/?COLLCC=1422104073 (consul-
tado 23 junio 2014).
(83) Ver «Statement of Common African Customary Laws for the Protection of Sacred Sites», 28 april 2012, Nanyu-
ki Custodian Meeting, Kenya. Disponible en línea en: http://sacrednaturalsites.org/es/items/statement-of-the-com-
mon-african-customary-laws-for-the-protection-of-sacred-sites/?COLLCC=1400401888 (consultado 23 junio 2014).
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ción reconoce que los sitios sagrados naturales y territorios son lugares de importancia
ecológica, espiritual y cultural, donde las leyes y los límites del ecosistema deben ser
respetados. La Declaración proporciona una importante orientación sobre cómo los si-
tios sagrados naturales deben ser respetados como áreas prohibidas para cualquier ac-
tividad, con excepción de las prácticas espirituales necesarias, y que los sistemas de
gobierno tradicionales de las comunidades depositarias deben ser reconocidos.
A parte de estos casos, es meritorio mencionar que el 17 de enero de 2014 se ins-
tauró el primer Tribunal Ético Permanente por los Derechos de la Naturaleza y de la Ma-
dre Tierra, gracias a la Alianza Mundial para los Derechos de la Naturaleza. Su sesión in-
augural, a la que asistiron más de 400 personas, se celebró en Quito, Ecuador, el país
en el que se reconocieron, por primera vez, estos derechos a nivel Constitucional. El Tri-
bunal, presidido por Vandana Shiva, celebró esta primera audiencia preliminar para de-
terminar la admisibilidad de numerosos casos relativos a los derechos de la naturaleza,
incluidos los afectados por la minería y la agricultura comercial. La vocación de este Tri-
bunal es impulsar el establecimiento de un futuro Tribunal permanente que contribuya al
desarrollo de la normativa que reconoce los derechos de la naturaleza. El Tribunal cele-
brará sus sesiones en distintos lugares del mundo, por ejemplo, en las negociaciones
sobre cambio climático (COP 20) en Lima en diciembre de 2014 (84).
Está iniciativa surgió y fue la expresión de la acción coordinada de un amplio con-
junto de movimientos y organizaciones sociales de distintas partes del mundo, todos
movilizados por la voluntad de denunciar las agresiones que sufre la naturaleza y que
viene sufriendo desde los últimos, sistemáticamente y cada vez con más intensidad,
en nombre del «progreso». Este Tribunal, pionero en la búsqueda de construir cami-
nos de justicia global frente a los delitos contra la vida en sus fuentes, se constituyó
como una plataforma permanente para escuchar y juzgar casos de violación a los de-
rechos de la Madre Tierra sucedidos alrededor del mundo.
Los primeros miembros del Tribunal Ético por los Derechos de la Naturaleza y la
Madre Tierra fueron: Alberto Acosta, economista y ex presidente de la Asamblea
Constituyente del Ecuador; Blanca Chancoso, lideresa kichwa y educadora de Cotaca-
chi, Ecuador; Cormac Cullinan, abogado y autor (Ley Salvaje, Wild Law), Earth Demo-
cracy Coop, Cape Town, South Africa; Tom Goldtooth, Dine’/Dakota director de Indige-
nous Environmental Network de Minnesota, EEUU; Julio César Trujillo, abogado
constitucionalista representante de Yasunidos, Ecuador; Elsie Monge, activista de De-
rechos Humanos y Presidenta de CEDHU y FIDH, Ecuador; Atossa Soltani, fundadora
y directora de Amazon Watch, EEUU; Enrique Viale, abogado ambientalista y activista
de Argentina; y Tantoo Cardinal, actriz (Danza con Lobos) y activista contra las arenas
bituminosas, Canadá. En la primera sesión del Tribunal Ético Permanente de los Dere-
chos de la Naturaleza participaron representantes de Australia, Suiza, Sudáfrica, Esta-
dos Unidos, España, Canadá, India, Rumania, Bolivia, Argentina e Inglaterra, Colom-
bia, Alemania, Francia, así como de Ecuador.
(84) Para más información: «La Explotación Petrolera en el Parque Nacional Yasuní y los Derechos de
la Naturaleza», de Carlos Larrea, disponible en http://therightsofnature.org/wp-content/uploads/ITTDere-
chosNaturaleza.pdf (consultado 23 junio 2014). De Alberto Acosta, disponible en http://therightsofnature.
org/alberto-acosta-yasuni-itt-case/, (consultado 23 junio 2014) y también consultar la siguiente informa-
ción en línea, visitada el 23 junio 2014, en: https://www.youtube.com/watch?v=LrD7CdQMA6g y http://
derechosdelanaturaleza.org/.
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IV. Conclusiones
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V. Referencias bibliográficas
(85) MARTÍN MATEO, RAMON, La revolución ambiental pendiente, Universidad de Alicante, 1999.
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