Desde los inicios de la década de los 80, los países latinoamericanos, y Venezuela no escapa a esta realidad, vienen enfrentando el problema de la deuda externa, con los consiguientes efectos de una mayor contracción económica, disminución del ingreso, elevadas tasas de inflación y desempleo, tensiones políticas y desajustes sociales. Desde comienzos de la presente década los países latinoamericanos han estado viviendo bajo la carga de una inmensa deuda externa, cuyo servicio ha agravado la contracción económica y la disminución del ingreso, ha acelerado la inflación y elevado el desempleo, todo ello acompañado por graves tensiones tanto políticas como sociales. La deuda pública se refiere a aquellas operaciones de crédito público que originan, de manera directa o indirecta, obligaciones para la nación con prestamistas no residentes. Se considera deuda directa si proviene de contratos suscritos u obligaciones emitidas por la República, e indirecta si está conformada por compromisos contratados directamente por los institutos autónomos o empresas del Estado. Venezuela tiene que, inevitablemente, plantearse más temprano que tarde el problema del endeudamiento externo, dada la inviabilidad económica del actual esquema de refinanciamiento. Sin embargo, la revisión del manejo de este problema y la formulación de una estrategia que permita superarlo, exige examinar el contexto global en el que el gobierno y los negociadores van a actuar. El gobierno debe tomar medidas que le garanticen de nuevo el acceso al financiamiento externo, para financiar importaciones y exportaciones, este financiamiento es clave para que la economía logre reactivarse .La política económica de este gobierno a llevado a Venezuela, que cuente con 300 mil millones de barriles de petróleo en el subsuelo a ser un país con un severo problema de liquidez que se está traduciendo en uno de solvencia. Venezuela tampoco acumuló suficientes recursos en el tanque de dólares que tiene a mano el Banco Central para cancelar deuda e importaciones. Al contrario, las reservas internacionales no tienen mayor fortaleza lo que ha obligado a un fuerte recorte de las compras al exterior que se traduce en empresas paralizadas por falta de materia prima y una elevada escasez de productos básicos. Es innegable que la economía venezolana se encuentra, hoy en día, con una realidad que, lejos de generar unas bases sólidas que le permitan construir una independencia de la renta petrolera y consecuentemente soportar con cierto grado de autonomía y soberanía la actual crisis de carácter societal por la que está atravesando el país, la disminución a nivel internacional del precio del petróleo y sus consecuentes efectos negativos sobre la dinámica económica, está demostrando, una vez más, que en muy poco ha cambiado la estructura económica de Venezuela y que lamentablemente, en algunos aspectos, se han profundizado los problemas estructurales que han estado presentes desde hace más de tres décadas. Para mí el gobierno debe crear un sistema que permita obtener más divisas para mejorar la capacidad de la deuda externa y también debe incrementar las importaciones y dar un giro al modelo económico. La mejor solución para el bien de Venezuela y de los venezolanos, consiste en tratar de ir pagando la mencionada Deuda Externa desde ya. Pero únicamente en forma de trueque, con acciones de empresas o bienes, propiedad de la nación, tratando de negociarlas con los bancos acreedores hacerle con grandes compañías trasnacionales, que pudieran o quisieran comprar las acreencias de toda nuestra Deuda Externa a los mencionados bancos, para negociarla directamente con nosotros a cambio de acciones de nuestra industria Pesada hasta en un 49% de las mismas. Así cambiaríamos a los acreedores banqueros, cobradores de altos intereses, por socios internacionalmente fuertes, que juntos multiplicaríamos la producción de las mismas empresas en poco tiempo, ya que su colocación no será problema para ellos. Estas negociaciones llevarían automáticamente al total saneamiento económico de dichas industrias.