Professional Documents
Culture Documents
Utopismo
El término socialismo aparece en los años 1830: los hombres, las fuerzas que lo
reivindican no se ponen bajo la advocación de la utopía. Lejos de ello, sin embargo,
muy pronto una santa alianza de movimientos de ideas, muy contradictorias en el
plano político, permite que la unión de los dos términos de socialismo y utopía sirva
para designar en el siglo XIX un conjunto desigual de concepciones políticas desde el
momento en que se preocupan de la cuestión social sin plantearla dentro de las
metas del liberalismo o del marxismo. Será a la utopía socialista a la que se imputará el
advenimiento del socialismo real.
Socialismo y Utopía
En su conjunto, las doctrinas socialistas del siglo XIX tienen en común la crítica del
liberalismo en tanto que es incapaz de resolver la “cuestión social” y que proponen
soluciones prácticas basadas en la doble convicción de la inmoralidad y la ineficacia
de la economía política clásica. Las doctrinas socialistas son tantas que reunirlas bajo
el único calificativo de utopías sería una impostura.
La Oda a Fourier
Para Fourier, los principios del mercantilismo y del matrimonio burgués coinciden: se
asiste a un negocio basado en el engaño donde todos son engañados, tanto los
fuertes como los débiles, los hombres como las mujeres y los niños; todos coinciden en
el disimulo y la agresividad contenida. Porque la civilización ha organizado el régimen
del amor basado en la coacción general y, por consiguiente, en la falsedad general:
porque donde hay un régimen coercitivo, sólo hay falsedad por todas partes. La
prohibición y el contrabando son inseparables tanto en el amor como en el comercio.
En este punto, como en muchos otros, su crítica supera de lejos la de Marx y Engels:
más que producto de la lucha de clases, el adulterio como toda tarea de la
civilización. Hay que sustituir el mundo civilizado por el mundo armónico, y la teoría de
las pasiones se encarga de ello: “Sólo el respeto de todas las pasiones, en la atracción
apasionada y su combinación sucesiva de atracciones, conduce al género humano a
la unidad y la armonía universal”. Bajo esta concepción la colectividad protege al
individuo, pero en última instancia el individuo no tiene nada que temer de la
colectividad; el urbanismo que inventa Fourier para el palacio de la colectividad
intenta proteger la existencia a la vez colectiva y particular. La felicidad es una
cuestión de justicia: “un mínimo de bienestar asegurado a cada individuo” y “supresión
del asalariado” son los rasgos comunes entre Fourier y los socialistas.
Anarquismo
El movimiento anarquista del siglo XIX s inscribe en una tradición muy antigua
marcada a la vez por la reivindicación de independencia del individuo que rechaza el
orden sociopolítico impuesto y por la afirmación de que los grupos humanos son
capaces de organizarse de forma autónoma según sus deseos y voluntades, al
margen de la autoridad política, posiciones adoptadas muchas veces, tanto por las
primeras comunidades cristianas como por los burgueses de la Edad Media o los
“diggers” de la Revolución Inglesa, por ejemplo.
Para la anarquía, plantear la cuestión social no es sólo recusar el estado (burgués) y su
problemática política sin perspectiva; es considerar que los individuos, los grupos
poseen por sí mismos la capacidad de engendrar otra forma de organización de la
sociedad que la del estado. Debido a esto, la constante que anima el movimiento
anarquista es la lucha antiautoritaria, sea cual sea la forma bajo la que se presente esa
autoridad.
Tras un efímero éxito, la obra de Stirner no tendrá efectos notorios en su época, pero
Nietzche, que, al parecer, no la conocía, retomará sus temas, desarrollándolos de
forma brillante.
Criticado por Marx, y empeorando hasta el punto de ser ignorado por el marxismo
ulterior, Pierre Proudhon (1809-1865) realizó demostraciones que están recargadas de
aproximaciones históricas y referencias filosóficas poco pertinentes. Dentro de sus
concepciones hay dos aspectos sobre los que no cabe la menor sospecha:
*La voluntad de estar cerca de las iniciativas propias de la clase obrera que se
organiza para luchar contra la explotación capitalista, contra la miseria y el
desposeimiento político, inscribiendo su proyecto en el marco del combate por una
mayor autonomía del proletariado.
En cuanto al poder central, para Stirner, sólo podría ser emanación de las comunas,
de las regiones y de las empresas (colectivas o mutualistas) que, administrándose por sí
mismas, no tendrían necesidad de un órgano de coordinación y de orientación,
bastándose para decidir sobre los asuntos comunes tras debates que confrontasen
ampliamente a las partes interesadas.
Según Bakunin, bajo cualquiera de las formas que se presente el estado (y lo que
implica) no puede más que oponerse al libre desarrollo de la humanidad. El
anarquismo encuentra un punto de sujeción más conforme a sus objetivos en la
acción que Bakunin emprende en los sindicatos obreros. En Italia, en Cataluña y en
Francia, especialmente, la concepción proudhoniana readaptada a las circunstancias
se encuentra en el origen de pujantes acciones encaminadas a obtener, en cada
empresa, en cada profesión, unas mejores condiciones de trabajo y de salarios, a
aumentar la combatividad de los trabajadores y a reunir en bolsas de trabajo a la
clase obrera con el fin de asegurar la emnacipaicón y la formación de cada uno de
ellos, constituyendo una fuerza capaz de intervenir globalmente en la lucha
económica.
Estado Contemporáneo
Los textos de Marx y engels son sorprendentes debido a la diversidad de los temas
tratados, los niveles de intervención y de técnicas de argumentación, así como el
profundo equívoco del proyecto en su conjunto, puesto que se trata nada menos que
de la elaboración de una nueva concepción global del mundo, de la sociedad y del
hombre, que intenta contribuir, mediante investigaciones teóricas, a la lucha
revolucionaria del movimiento obrero.
En 1840 Federico Guillermo IV sube al trono de Prusia, y los últimos discípulos liberales
de Hegel son expulsados de las universidades, y se forma una corriente (asediada por
la censura), llamada “Hegeliana de Izquierda”, de la que forma parte Marx, entre otras
personalidades. Al poco tiempo, Marx comienza a cambiar su opinión y pensamiento,
lo que lo lleva a replantearse y a analizar los “Principios de la Filosofía del Derecho”, y
escribe su Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” en 1943,
quien instituye el Estado-Funcionario como la instancia suprema de decisión en la que
se ampara una minoría de la población burguesa, industrial, comerciante y propietaria
de tierras para mantener su explotación económica y su dominación política. Con
respecto a esto, Marx extrae una conciencia metodológica decisiva y concluye en
que el Hegelianismo no ha conseguido interpretar correctamente la sociedad
moderna, no ha tenido en cuenta la dinámica de la misma.
Estos enunciados de Marx darán lugar a interpretaciones sobre las que habrá que
volver. No dejará de tener la mayor de las desconfianzas hacia los sistemas
especulativos qaue disertan sobre el Ser, Dios (aunque sea para negarlos) o la
persona. A él le interesan el destino del hombre en sociedad y las posibilidades de su
libertad y expansión. Para él, desde ese momento, la posición materialista consiste, no
en hacer declaraciones abstractas, sino tomar primeramente en consideración las
prácticas sociales y las relaciones sociales en su materialidad, en tanto que producen
la existencia social histórica, específica para cada sociedad en una época dada.
La importancia que Marx concede a los dinamismos materiales de las sociedades,
unida a la voluntad de ir más allá de las teorías abstractas del estado, lo lleva en dos
direcciones:
En los textos de Marx y de Engels coexisten dos concepciones: una que se deriva de
la filosofía de la historia y conduce a una visión necesarista del desarrollo (acción de
una clase progresista o revolucionaria que, durante un cierto tiempo es el sujeto de la
historia) y la que tiene como fundamental el análisis de las condiciones materiales del
existencia en una sociedad dada e insiste en el poder creador de los agentes
históricos.
Adam Smith se dio cuenta perfectamente de que el trabajo es una mercancía que
se compra; el salario de un día de trabajo equivale a las mercancías que permiten al
trabajador reconstituir su fuerza de trabajo y mantener a su familia: pero lo que no vio
es que en la jornada de trabajo efectuada, sólo una parte del trabajo gastado es
pagada por el salario así acumulado, mientras que el resto, que produce igualmente
valor, es “regalado” al capitalista por el trabajador.
Marx llama trabajo extra a esta parte no pagada, PLUSVALIA a la cantidad de valor
arrebatado y Ganancia al beneficio que los propietarios de los medios de producción
extraen de esta extorsión. 5
Acreditan la idea, tenaz desde entonces y de la que lo menos que puede decirse es
que está poco matizada, de que todo lo que no concuerda con su concepción,
calificada de científica, pertenece al orden de la aproximación y de utopía.