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Cuenta la leyenda
de un Jesús estaba solo,
triste y moría poco a poco
con el tiempo,
permanecía frágil,
sin amigos solamente
existía su soledad y
su ansiosa compañía.
Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios
(Jn. 6,69). Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa
como comunión y donación de todo lo que eres. ¡Aumenta nuestra fe!
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle
nuestro SÍ unido al tuyo. Contigo ya podemos decir: Padre nuestro. Siguiéndote a ti, camino,
verdad y vida, queremos penetrar en el aparente silencio y ausencia de Dios, abriendo las nubes
del Cielo para escuchar la voz del Padre que nos dice: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia: Escuchadlo (Mt. 17,5). […]
3. Meditación (Encuentro)
En este Sagrario, Él esta en un nuevo Calvario, solo y abandonado. Sin embargo, Él no quiere que
impidamos sus sufrimientos, sino que lo glorifiquemos en este suplicio. Pensémoslo un poco:
nuestro corazón, eminentemente humano, vería con más gusto a la Verónica tapándole la boca
que iba a escupir a su Señor con una fuerte bofetada, antes que con su velo enjugue las salivas
arrojadas a su rostro. O tal vez, enardecería ante la Magdalena arrancando de la mano del verdugo
la lanza con que iba a herir a su Señor, que echada a los pies de la cruz. Y no hubiera cuadrado
mejor, si entre los golpes de los crucificadores y las manos del Hijo se hubieran interpuesto la de la
Madre? A pesar de ello, esa no fue su misión en el Calvario. Él quiso y quiere de nosotros que nos
pongamos allí, estemos muy de cerca, pegados a Él y hacer lo mismo que aquellos que estuvieron
hasta el final con Él: darle gloria cuando nuestros hermanos le dan pasión.
La Eucaristía es un amor mucho mayor, infinitamente mayor que el mayor amor entre los
hombres. Eucaristía es dar la vida por los amigos y por los enemigos, no una vez sino innumerables
veces. ¡Este sí que es el mayor amor perpetuado en una locura!
4. Acción (Respuesta)
En este momento nos disponemos escribir lo que deseamos decirle a Él, que esta aquí mirándonos
y escuchándonos, con el mayor Amor que puede haber. (Música de fondo)
Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor
me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y
purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los
eres para mi. Que te ame yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus
benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón
arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana. Déjame reclinar mi cabeza en tu
sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
Por sólo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Amén.