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No existe límite respecto al sentido que una acción puede llegar a poseer. Todo depende
de la contextura de las conexiones percibidas en que está colocada; el alcance de la
imaginación para realizar conexiones es inagotable. La ventaja que tiene la actividad del
hombre al apropiarse y encontrar sentidos, hace de su educación algo diferente de la
manufactura de un instrumento o del adiestramiento de un animal. Este último aumenta
la eficacia, pero no desarrolla significación. La importancia educativa final de
ocupaciones tales como el juego y el trabajo, según la hemos considerado en el último
capítulo, es que ofrece los instrumentos más directos para esa extensión de significado.
Con cada aumento de la capacidad para colocar nuestras actividades en sus conexiones
de tiempo y espacio, nuestras acciones ganan en contenido significativo.
Naturalmente, si la geografla y la historia se enseñan como estudios ya hechos que una
persona emprende simplemente porque se la ha enviado a la escuela, ocurre fácilmente
que aquélla aprende un gran número de afirmaciones sobre cosas remotas y ajenas a la
experiencia cotidiana. La actividad se divide y se construyen dos mundos separados que
ocupan la actividad en periodos divididos. No tiene lugar ninguna transmutación; no se
amplía la experiencia ordinaria con significados obteniendo sus conexiones; no se
anima lo que se estudia ni se hace real poniéndolo en actividad inmediata, No se deja a
la experiencia inmediata ni aun como era, restringida, pero vital. Por el contenido,
pierde algo de su movimiento y sensibilidad para las sugestiones. Es abrumada y
arrinconada por una carga de información no asimilada. Pierde su capacidad de reacción
flexible y su disposición alerta para obtener más significados. El mero amontonamiento
de información aparte de los intereses directos de la vida petrifica al espíritu; desaparece
la elasticidad.
La misión de los educadores consiste en proporcionar un ambiente de modo que este
trascender de la experiencia pueda ser recompensado fructuosamente y se mantenga
continuamente activo.
La tarea de la educación, una vez más, consiste en procurar que estas actividades se
realicen de tal modo y en tales condiciones que consigan que dichas condiciones sean lo
más perceptibles que se pueda. "Aprender geografía" es ganar en capacidad para
percibir las conexiones espaciales, naturales de un acto ordinario; "aprender historia" es
esencialmente ganar en capacidad, para reconocer sus conexiones humanas.
El examen de los materiales y el método utilizado harán ver claramente que la
diferencia entre la penetración de esta información en la experiencia viva y su mera
acumulación en montones aislados depende de que estos estudios sean fieles a la
interdependencia del hombre y la naturaleza, que es la que ofrece su justificación a estos
estudios. En ninguna otra parte, sin embargo, existe mayor peligro de que se acepte la
materia de estudio como un material educativo apropiado simplemente porque ha
llegado a ser habitual enseñarla y aprenderla.
Ningún otro método puede encontrarse al menos que se tenga constantemente en cuenta
que el centro de gravedad se halla en el aspecto cultural o humano de la materia. Desde
este centro, todo material llega a ser apropiado en cuanto es necesario para ayudar a
apreciar la significación de las actividades y relaciones humanas.
El verdadero punto de partida es una situación presente con sus problemas.
Constituye la naturaleza de una experiencia poseer implicaciones que van más allá
de lo que al principio se observa conscientemente en ella. Llevando a la conciencia estas
conexiones o implicaciones se aumenta el sentido de la experiencia. Toda, experiencia,
por trivial que sea en su primera aparición, es capaz de asumir una riqueza infinita de
significado al extender su esfera de conexiones percibidas. La comunicación normal con
los demás es el modo más rápido de efectuar este desarrollo, porque enlaza los
resultados netos de la experiencia del grupo y aun de la raza con la experiencia del
individuo. Por comunicación normal se entiende aquélla en que existe un interés
conjunto, un interés normal, de modo que uno se halla dispuesto a dar y otro a tomar.
Esto contrasta con el contar o firmar cosas simplemente para impresionarlas sobre otro,
meramente para comprobar cuánto ha retenido o puede reproducir literalmente.
La geografía y la historia son los dos grandes recursos escolares para producir la
ampliación del sentido de una experiencia personal directa. Las ocupaciones activas
descritas en el capítulo anterior trascienden en espacio y tiempo respecto a la naturaleza
y al hombre. A menos que se enseñen por razones externas o como meros modos de
destreza, su principal valor educativo está en que proporcionan los caminos más
directos o interesantes para penetrar en el mundo más amplio de los significados
aprendidos en la historia y en la geografía. En tanto que la historia hace explícitas las
implicaciones humanas y la geografía las conexiones naturales, estas materias son dos
fases del mismo todo vivo, puesto que la vida de los hombres en asociaciones transcurre
en la naturaleza, no como un asiento accidental, sino como el material y el medio de
desarrollo.