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PADRE BERNABÉ DE LARRAUL

LAS MISERICORDIAS DEL SEÑOR

Autobiografía del Padre Bernabé de Larraul,


capuchino,

presentada y anotada por Rufino María Grández

PAMPLONA - CURIA PROVINCIAL DE CAPUCHINOS - 1994


Presentación

Hace un año se daba a la luz pública un conjunto de documentos autobiográficos del P.


Bernabé de Larraul, de carácter ciertamente muy delicado i. Ningún comentario adverso ha
llegado a conocimiento del editor; más bien todo parece insinuar que ha sido de agradecer el
haber tenido acceso a esta alma sencilla, profunda, verdadera. Con tal presupuesto nos parece
oportuno seguir adelante en la tarea y dar a conocer la Autobiografía que, con espíritu fraterno,
escribió el P. Bernabé a sus 76 años cumplidos.

Cómo nació la Autobiografía


Permítame el lector que, por exigencias del asunto, emplee la primera persona al exponer
el tema, cosa que, de natural, quisiera evitar. Sucede que quien esto escribe fue ministro
provincial de los capuchinos de Navarra-Cantabria-Aragón durante dos trienios consecutivos,
1978-81 y 1981-84. Esto queda atrás para la historia. No puedo remitirme a una autoridad, de la
que carezco, sino que al volver la mirada, lo hago ejerciendo en humilde medida el oficio de
historiador.
Me atreví a sugerir al P. Bernabé, desde mi cargo y servicio, que redactara con sencillez
la historia de su vida, cosa harto delicada, por cierto, y no exenta de peligro. ¿No podía yo
fomentar un narcisismo vano en un alma tan pura y fragante? Era de pensarlo, y lo pensé, y un
buen día me lancé y lo hice. Le escribí. Creí que de una vida humilde y hermosa como la del P.
Bernabé debía quedar en alguna parte constancia especial.
En 1983 visité por oficio la Viceprovincia de Ecuador, y el día 21 de febrero estuve en
San Miguel de los Bancos. Del cuaderno de viaje son estos renglones: "Le hablo al P. Bernabé de
la carta que le escribí desde Rentería o Alza. Está dispuesto a escribir lo que le sugerí. Si no lo ha
hecho, ha sido por falta de tiempo. Le sugiero que podría hacerlo ahora en Cuaresma. Me dice
que no podrá ser por los ministerios a los que tiene que atender. Lo hará en abril"
Aquel año, al final de junio, vino a la provincia. En un cuaderno de amplio tamaño traía
redactadas 15 páginas del trabajo encomendado. Dentro de su plan estaba el retirarse un tiempo
al monasterio de las Clarisas de Arizcun y allí, en silencio y oración, cumplir la tarea. Y en
aquellos días de retiro, que fueron del 7 al 13 de julio, así lo hizo. Escribió hasta la página 61,
terminando la primera parte de esta Autobiografía que corresponde a los años que pasó en su
tierra de origen (1907-1962), antes de ir a Ecuador. En el monasterio le recibió, ausente la
Abadesa, la Vicaria, Hna. María Jesús Larrea. Suyas son estas palabras:
"Me dijo que venía a pasar ocho días para hacer un retiro en nuestro
Monasterio. Si le permitíamos permanecer esos días aquí. Le dije que sí y con
mucho gusto y que contase como su casa. Agradeció muchísimo. También me dijo
que iba a celebrar las bodas de oro sacerdotales y que pensaba ir a Roma. Tenía
sumo interés por estar con el Papa aunque no fuera más que unos instantes, se
veía que algo importante llevaba entre manos...1
...La Eucaristía celebraba por la tarde con asistencia de la Comunidad. Los
1
El P. Bernabé llevaba una amplia carta para el Santo Padre, fechada en San
Miguel de los Bancos el 19 de junio de 1983.
momentos que más me impresionaron fueron la consagración, la doxología y la
acción de gracias después de la comunión; se le veía endiosado"ii.
Como verá el lector al final de la primera parte, para continuar con su historia en
Ecuador, el P. Bernabé requería una nueva reflexión, según se expresaba: "Pienso que para
proseguir lo restante de mi vida, que ha sido en la misión del Ecuador, necesito una nueva
reflexión, porque en el Ecuador me he encontrado en ambiente distinto, con personas de modo de
ser distintas. He ejercitado cargo de Pastor de almas. Mis métodos no han sido los mismos. Mi
proceder distinto, etc. - En caso de que quiera que siga escribiendo, lo tendré que hacer poco a
poco, y en la Parroquia de San Miguel Arcángel" iii. La segunda parte la escribió en Ecuador, y
según el manuscrito de noviembre de 1983 al 2 de abril de 1984. Basten estos datosiv.
Da la impresión de que la primera parte de la Autobiografía, escrita en clima de retiro,
está más trabajada y mimada que la segunda parte. Es más introspectiva para el análisis de lo que
ha ido aconteciendo dentro de sí. La segunda, en cambio, que pedía otra reflexión es más escueta
en el sondeo de los propios sentimientos y sucesos internos, como si metido en la tarea cotidiana
no hubiera podido disfrutar del ambiente, de la paz y del silencio que tuvo en Arizcun.

Para conocer al P. Bernabé


Cualquier ser humano, digno de sumo aprecio, lleva consigo un misterio, que es como un
pozo sin fondo, cualquier ser humano. Pablo lo ha experimentado en fibra propia: "¡Ni siquiera
me juzgo a mí mismo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo
justificado. Mi juez es el Señor" (1Co 4,3-4).
¿Cómo llega uno al conocimiento de otra persona? Sin altas elucubraciones, pienso que
lo más sencillo, directo y normal es dejar que esa persona nos cuente su vida, que nos diga qué
ha hecho, cómo le ha ido, qué siente, qué busca. Esto es una autobiografía. Naturalmente que el
biógrafo de sí mismo no puede entregarnos su propio yo, si al mismo tiempo no se interpreta a sí
mismo, porque cada uno de nosotros lee su propia historia desde algunas convicciones supremas,
y situándose bien que mal en un contexto determinante.
El P. Bernabé, que no es el psicólogo de sí mismo, ni tampoco el experto que hace una
radiografía evolutiva de su propio camino, describiendo, por así decir, la fenomenología del
espíritu, interpreta su vida con un código muy sencillo: las misericordias del Señor. Esta es la
perspectiva, en la que conscientemente se sitúa.
El lector humanista, además de eso, quisiera otra cosa; no lo va a encontrar. El P. Bernabé
nunca pasó por el despacho de un psicólogo. ¿Le hubiera hecho bien? Quizás, pero no lo sé.
Psicología muy sensible y débil, profundamente religiosa, con taras de infancia, abierta al mundo
sobrenatural, una psicología que halla su unidad en una clave de fe, asumida con extraordinaria
coherencia desde el principio al final.
La grandeza del P. Bernabé - que es su fe, su entereza, su coherencia, su fortaleza, su
fidelidad, su capacidad de sufrimiento por amor. - es paralela a su pequeñez, o más bien, la
grandeza está escondida detrás de la pequeñez. Su grandeza nos lleva a ese núcleo que hace lo
"indicutible" de una persona; su pequeñez nos arroja en el terreno de lo cuestionable, de lo
discutible, que en las proyecciones del P. Bernabé se dan, sin ninguna duda.
Estamos interpretando, pero volvamos sencillamente al discurso iniciado. Para conocer al
P. Bernabé, lo primero lo que él dice y cuenta de sí mismo; y aquí están sus escritos directamente
autobiográficos: el que aquí publicamos y el Itinerario aludido en nota y publicado el año
pasado. Muy junto a esto hay que poner las cartas a su director espiritual; en ellas el alma se
desnuda buscando la voluntad de Dios. Así era el P. Bernabé, o al menos así se veía.
Por orden de importancia, para conocer al P. Bernabé habría que poner ahora las cartas a
sus confidentes espirituales, y muy especialmente a la que al parecer fue la niña de sus ojos, la
Hna. Paulina Durand Pérez (1936-1994), una terciaria franciscana, a la que el P. Bernabé visitó
muchas veces en Ibarra y Quito y con la que mantuvo abundantísima correspondencia. La
hermana Paulina, amarrada tantos años al lecho por la enfermedad, sufrió a raudales, y el P.
Bernabé persistentemente apenas tenía para ella otro consejo que este: las Llagas de Cristo,
"Dentro de tus llagas escóndeme". Las cartas del P. Bernabé a la hermana Paulina probablemente
son un espejo fidelísimo de su propia espiritualidad.
Los escritos que fue redactando para la predicación -esto cuando vivía en los conventos
de la provincia, porque ya luego no escribió para predicar- es otra fuente de conocimiento. Lo
dice el adagio evangélico: De la abundancia del corazón habla la lengua (Mt 12,34).
Finalmente, para conocer al P. Bernabé, lo que otros cuentan de él, los que le alaban y los
que le "atacan", que, claro está, son incomparablemente más las alabanzas que los vituperios. Lo
que otros dicen de nosotros no es solamente el "cómo nos ven ellos", sino, al menos en parte,
"cómo en realidad somos nosotros", pues puede haber aspectos que pertenecen a nuestra
realidad, pero que se escapan de nuestra conciencia. En este caso la visión de los demás tiene que
ser limpia y desinteresada, sin prejuicios, y diría que para alcanzar mejor la verdad tiene que ser
amorosa, proclive a una buena comprensión. Para conocer al P. Bernabé no descartaremos las
rarezas y singularidades que otros han capatado en él.

La calidad mística del P. Bernabé


Podemos decirlo con sencillez y firmeza: El P. Bernabé es un místico, un místico de
calidad legítima. Un místico marcado por la vía de la interiorización de una parte y de otra por la
entrega incondicional a las almas. Esos fenómenos "exóticos" que con frecuencia han
acompañado a muchos místicos -abundancia de visiones, mensajes de revelación, fenómenos
corpóreos...- no han sido relevantes en el ámbito de sus vivencias, como biografía personal. No
obstante él era propenso y crédulo con respecto a las visiones y mensajes de la Virgen María
experimentados por otras personas.
Las constantes de su calidad interior mística se configuran desde esta base: -
Abnegación total de sí mismo, que la mantiene hasta la muerte.
- Oración incesante, durante el día de modo continuo, y de noche aprovechando todas las
horas que puede, hurtándolas al sueño.
- Entrega sin condiciones a lo que él estima que es el bien de las almas.
En lo que esta mística tiene de interiorización personal, he aquí lo que aparece al
descorrérsenos el telón de su intimidad.
La Virgen María -la vida mariana- ha sido como el molde psicológico y vivencial de su
espiritualidad, desde niño hasta su ancianidad.
Pero María es ámbito y mediación; María es tránsito para Cristo. Jesús es recibido desde
el foco manante del Evangelio, desde las Cartas de San Pablo, desde las santas Escrituras,
momento de revelación que, al ser acogido por un cristiano concreto, queda personalizado de
acuerdo a los impulsos del Espíritu. Predomina en el P. Bernabé la Pasión de Cristo, y a lo largo
de su vida va habiendo una especie de simbiosis entre Cristo en la Cruz y el humilde Bernabé.
Cristo, "el buen Jesús", es, como expresión del amor de Dios, ante todo el Corazón de Jesús, que
está constantemente verificando el misterio de la redención en el Altar. El Santo Sacrificio de la
Misa, realizado hoy a través de las manos de los Ungidos del Señor, los sacerdotes, es para este
humilde sacerdote un misterio inefable y sin fondo. El Sagrario le produce una fascinación
irresistible.
Pero de todo ello surge espontáneo el deseo de entrega a las almas. El dato de que tras
dos operaciones sucesivas, una en cada riñón, él, a sus 55 años se lance a las misiones, es prueba
evidentísima de que el celo de las almas le devora.
La fenomenología mística aparente y analizable del P. Bernabé son las gracias de oración:
gracias de presencia y de unión. Estos toques espirituales van esmaltando la Autobiografía, sobre
todo la primera parte. El P. Bernabé es plenamente consciente de que eso que le ocurre no es ni
estética ni poder de reconcentración, porque la propia capacidad de concentración no puede pasar
ahí. Lo dice claramente, por ejemplo, cuando explica qué son esos coloquios de oración, cuando
entra en ellos en 1938.
Sin duda dentro del alma se forman estos coloquios, en forma de conversación
entre amigos. ¿En qué consisten? En que el alma habla a Jesús y como si Jesús
responde al alma, no con palabras perceptibles, ni con locuciones interiores. Es
una forma de mutuos afectos, de confianza, abandono, etc., que pueden
extenderse por algún tiempo, a veces mucho rato. No es que el Señor haga nuevas
revelaciones o cosa parecida. Generalmente estos coloquios se encierran dentro de
las frases del Evangelio, pero tienen un sabor especial, un gusto espiritual de
mucha suavidad que enfervorizan el alma, y en algún modo la enajenan. No
depende del alma formar estos coloquios cuando ella quiera. Es difícil reproducir
estos coloquios, una vez pasan, no se sienten. ¿Misericordias del Señor?
Seguramente.
Esto es justamente la operación del Espíritu, lo que el hombre no puede lograr como
producto de sus reflexionesv.
A mi sencillo entender, el P. Bernabé, que de manera fortuita ha dejado tan abundante
material de estudio, requeriría un sabio conocedor de los caminos de Dios que nos pusiera
ordenadamente en evidencia cómo lo que se ha operado en él ha sido actuación delicada del
Espíritu. Pero cualquier lector inteligente quedará agradablemente sorprendido de los toques de
Dios que va encontrando en estas páginas.

La autobiografía y una biografía

Si el Señor me da su licencia, quisiera presentar en su momento una biografía amplia


sobre el P. Bernabé, que sería el coronamiento de lo que sobre él he estudiado. Ahora vaya esta
Autobiografía. Una "autobiografía" puede diferir bastante de una biografía. El autobiógrafo
cuenta su historia desde su propia casa, que es la verdad más estimable, por supuesto. Dice, en
resumen, cómo ha vivido y por qué ha vivido así, aludiendo, cuando el asunto lo requiere, a
personas y circunstancias que se han cruzado en su vida, frente a las cuales ha debido tomar
postura.
Si tiene o no razón, allá otros, allá el biógrafo, que emprende una labor no meramente de
narrador empírico, sino con crítica y la imparcialidad que pueda situar las cosas en amplio
contexto.
El relato del P. Bernabé suscita cuestiones, que se refieren tanto a su evolución personal,
muy condicionada por causas internas y ambientales, como a la pastoral que ha adoptado, que no
dejó de producir fricciones.
Pero había algo en él que le acompañó siempre como la sombra acompaña el cuerpo
cuando luce el sol: que era un santo; que la gente, lo mismo en esta tierra que en América, lo veía
como un "santo". Y los mismos frailes que podían reprocharle métodos y actitudes, todos, lo
veían como un hombre de Dios, como un "santo". Para algunos un santo a su estilo; mas para
todos, un "santo". Pues ¿no es bastante para justificar una vida -autobiografía o lo que sea- el
toparnos con un "santo", cuando nos vemos, pobres de nosotros, tan flojos y distantes.
Esta idea elemental, al alcance de todos, es lo que me impulsa a dar a conocer esta
autobiografía que canta las misericordias del Señor.

Criterios de edición

El P. Bernabé no puso título a su Autobiografía. Con el apoyo de las expresiones que se


hallan en la Dedicatoria (véase nota 5) y al final de la primera parte, no salimos del sentir del
autor titulando la obra Las misericordias del Señor, expresión que, por lo demás, nos evoca
espontáneamente una consigna muy querida de Santa Teresa: "Misericordias Domini in aeternum
cantabo" (Sal 89).
Vamos poniendo algunas notas al texto, notas de carácter ilustrativo y aclarativo,
sin pretender más, sin ir poniendo una especie de biografía suplementaria a pie de páginas.
También hemos pensado -con acierto o no, dígalo el lector- intercalar pequeños títulos en el
cuerpo de los capítulos, a fin de que la lectura sea más variada y rica.
Para comodidad del lector nos hemos permitido hacer algunas modificaciones en el
campo ortográfico. Al P. Bernabé le gustan los puntos suspensivos, como si se detuviese
meditativamente en sus frases. Por lo general los hemos suprimido, pues la lectura corre más
flúida. También por lo que se refiere a puntuación, mayúsculas y minúsculas nos hemos sentido
autorizados a hacer cambios (por ejemplo, el P. Bernabé siempre escribe los nombres de los
meses con mayúscula). Pero en ningún caso hemos corregido el estilo o hemos intentado cambiar
el giro de una frase.
Hemos añadido algunos títulos, para uniformar la obra, títulos que son los siguientes:
Título de la primera parte y los de los capítulos I, II, III, IV, V y XV; y capítulos I y II de la
segunda parte. En contadas ocasiones, consignadas en nota, hemos tenido que saltar alguna línea
por referencia a personas.
La copia del texto se debe al trabajo desinteresado de Mariví Gonzalo Ruiz, que
sinceramente agradecemos.
Como remate de la Autobiografía añadimos un complemento y un apéndice. Relatamos
los cuatro años finales de la vida del P. Bernabé y recogemos el funeral que se le hizo en San
Miguel de Los Bancos. Sea todo para gloria del Señor Jesús, nuestro Salvador y nuestra
esperanza.

Logroño, 14 de julio de 1994.


PRIMERA PARTE

Años de infancia y formación


y las etapas de ministerios en
Híjar, Alsasua, Fuenterrabía y Rentería.
(1907-1962)vi
"In Nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti" Amen.

I
Nacimiento, Bautismo, Primera Comunión (1907-1917)

El Señor Altísimo y Dios inefable habiendo decretado en su eternidad crear al hombre, a


"imagen y semejanza suya" para hacerle partícipe de su eterna felicidad divina, quiso, que entre
las innumerables criaturas /que/ han brotado de su bondad, apareciera esta humilde criatura que
escribe estas páginas.
Vi la luz del sol en la madrugada de un 11 de junio -festividad de San Bernabé Apóstol-,
del año de 1907, gobernando el rebaño de Cristo, el santo papa Pío X.
Aquella misma tarde del día 11, según consta en la fe de Bautismo, fui lavado en las
aguas bautismales de la primera culpa de Adán y Eva, y levantado a la dignidad de "hijo de
Dios".
Según supe después, mi madre, -que el Señor la tenga en su gloria- hubiera deseado que
me llamara "Bernabé" por haber nacido en su festividad, pero mi padrino me puso su nombre:
José Antoniovii.
Mis padres fueron humildes y pobres labradores, en un pueblito llamado Larraul viiidel padre
y de la madre. Nos atenemos a informes verbales de María, con quien pudimos hablar a sus 83 años en Cizúrquil
(diciembre 1993)..
Hacia los 6 años, me pusieron en la escuela del pueblo. A los 8 años, en 1915, hacía la
Primera Comunión privada, después de haber aprendido el Catecismo de San Pío X, que por
aquel tiempo fue traducido al Euskera. A los diez -10- años hice la Comunión solemne, que
entonces estaba en uso.
Tengo presente, que en los primeros años fui más o menos piadoso. Recibía con alguna
frecuencia la Sagrada Comunión. Por llamarme José deseaba que la fiesta de San José se
celebrara con solemnidad. Recuerdo que un domingo, fuera de costumbre, estuve flojo y
distraído. El motivo fue que en casa se celebraba una fiesta familiar.
II
La crisis de 1918-1919

Por aquellos años -sería antes o después de la Comunión solemne-, un hijo del pueblo,
franciscano, celebró su Primera Misa en la iglesia parroquial. Me llamó la atención su figura: el
sayal franciscano, el cordón, el rosario colgando, las sandalias, etc. Creo que fue la semilla de mi
futura vocación. Tanto que, procuraba imitar su porte en ocasiones.
Con todo no duró mucho tiempo aquel estado de fervor y santas ilusiones. Empecé a sentir
durante la santa Misa, como una especie de malestar, como que me dolía el estómago. Más tarde
comprendí que pudo haber habido como un engaño. Lo comuniqué en casa. La determinación
fue, que dejara de asistir al Santo Sacrificio, hasta curarme. Se dio cuenta al médico del pueblo.
No tuve mejoría con las medicinas que me recetó. y la cosa quedó así. Lo cierto es, que con el
pretexto de encontrarme enfermo, lo dejé todo.
Aquí intervino el engaño del enemigo. Con el pretexto de que estaba enfermo, no hacía
nada. En ocasiones me quejaba sin tener el verdadero malestar. Caí en el engaño. Aun cuando no
dejé del todo las devociones de costumbre, a temporadas rezaba el santo rosario. Con todo se iba
disipando la devoción de mi espíritu. Luego empecé a caer en ciertas faltas de pureza. Al
principio como juego de niños. ¡El enemigo infernal es muy astuto! Más tarde recuerdo dos
faltas que en sí mismas, hubieran podido ser graves. ¿Qué conciencia tenía este pobre pecador?
La conciencia falsa de que no faltando con personas de otro sexo, no era pecado, a lo menos,
pecado grave. ¡Engaño de Satanás! Más tarde -en el Colegio Seráfico de Alsasua- tuve
conocimiento de todo ello, empezaron los remordimientos y angustias de aquella temporada de
mi vida infelizix.
¿Cuanto tiempo duró aquel estado de vida? Unos dos años -entre 1918 y 1919 -. Recuer-
do que al año de caer enfermo fui con mi abuelita a la iglesia, a cumplir con el precepto pascual.
Aquel día sentí una alegría extraordinaria. Por la tarde se nubló mi alegría; porque se había caído
al suelo una imagen de la Inmaculada de Lourdes, a la que un servidor la adornaba con flores.
Lo cierto es que continué en el mismo estilo de vida, hasta fines del año 1919. Por esa
época, a fines del año 1919, tuvimos que salir del pueblo por las circunstancias de la vida x y
trasladarnos al pueblo cercano, llamado Cizurquil, pueblo natal de mi padre.
Tengo que decir humildemente, que, en ese periodo de mi vida, me daba reparo de acudir
a la Santa Misa del domingo. ¡Así es la pobre condición de la criatura!
Finalmente, con el cambio de casa y población, me decidí a acercarme de nuevo a los
pies del Confesor. Creo que fue el día primero del año de 1920. Más tarde, aquella confesión y la
recepción de la Sagrada Comunión, me causaron seria inquietud. ¿Hasta qué punto habría sido
sincera aquella confesión y aquella Comunión?
III
En Cizúrquil, la vocación que venía sintiendo (1920)

Ya en el nuevo destino -sería en el mes de enero o a principios de febrero del año 1920-
me encontraba en la casa vecina. Me fijé en un cuadro, que representaba la impresión de las
Llagas de nuestro Seráfico Padre San Francisco. Una señora mayor de aquella casa me dice:
"Nosotros rezamos 12 padrenuestros cada día en honor de San Francisco, porque somos
terciarios".
En aquellos momentos, a un servidor le salió espontáneamente esta frase: "También un
servidor hubiera querido ser como ese". Y para mis adentros. ya no hay ninguna posibilidad.
Creo que en eso quedó todo el asunto.
Pero allá estaba la amorosa providencia del Padre, que se valió de aquella señora, para
que se realizara la vocación que desde antes venía sintiendo. Aquella señora -(ya anciana y que el
Señor la tenga en su gloria)- comunicó mi deseo a otra señora, que era tía de un Coadjutor. Este
Coadjutor, que se llamó don Tomás Arteaga, se interesó del asunto y habló con mi padre. Aunque
la situación, en la que entonces nos encontrábamos no era muy halagüeña, con todo don Tomás
Arteaga, convenció a mi padre para que se realizara mi deseo. Así pues, reanudé mis estudios,
que los tenía muy abandonados y me fuí preparando.
Don Tomás Arteaga tenía un hermano capuchino: el P. Ladislao de San Sebastián xi -de
modo que fuí dirigido al Colegio Seráfico de Alsasua ignorando un servidor la existencia de tal
Colegio, ya que tan sólo había oído hablar de los franciscanos de Aránzazu, y mi idea era
ingresar en el convento de los P.P. Franciscanos de Aránzazu pero la Divina Providencia me
dirigió al Colegio de los P.P. Capuchinos de Alsasua. El 15 de mayo de aquel año de 1920, llegó
el P. Diego de Alzo, para examinarme y fui admitido. El 4 de agosto acompañado de don Tomás
Arteaga, llegaba al convento de los P.P. Capuchinos de Alsasua.
IV
En el Colegio Seráfico de Alsasua (1920-1925):
los primeros años

Llegada y toma de hábito


Fui uno de los primeros que llegaron al Colegio. Apenas sabía hablar la lengua castellana
-alguna que otra palabra-. ¿Cuáles fueron mis sentimientos al encontrarme en aquel lugar extraño
para mí? Creo que en el fondo de mi alma sentimientos de satisfacción y de alegría. Se había
realizado mi deseo no como pensaba pero, por fin me encontraba en aquel lugar sagrado.
El 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos,
vestía el hábito seráfico con algunos compañeros míos. En aquellos años, se llevaba en el
Colegio Seráfico de Alsasua el uniforme del hábito seráfico.

Una de las primeras impresiones: confianza en la Virgen


Una de las primeras impresiones que conservo es esta: A fines de agosto llegó de
vacaciones el Prefecto de disciplina del Colegio, el P. Zacarías de Gulina. Al pasar por las mesas
del refectorio, saludando a los nuevos aspirantes, a un servidor le dijo algo de la Santísima
Virgen María, como que confiara en Ella, -que apenas entendí-. A pesar de ello, aquella frase se
me quedó grabada en el alma. Me infundió un aliento especial.

Los Ejercicios espirituales de cada año


Otra de las impresiones espirituales y agradables que conservo de los primeros años del
Colegio Seráfico de Alsasua, es el retiro de los Ejercicios que tenía lugar al principio del curso, y
que duraba tres días para terminar en la fiesta del 8 de septiembre, Natividad de la Niña María.
A través de los días de retiro, o Ejercicios espirituales de cada año, fui descubriendo la
culpabilidad de las faltas cometidas anteriormente, en particular en el lapso de los dos años, de
los que he hablado anteriormente. De ahí nacía en mi conciencia la necesidad de hacer la confe-
sión general de la vida pasada. Y como cada año descubría mejor la dicha culpabilidad y las cir-
cunstancias, cada año, durante los días de retiro repetía la confesión general.
En el momento de la confesión me parece que me quedaba en paz y tranquilo pero al año
siguiente descubría nuevas circunstancias, o me parecía que no había declarado bien los pecados.
sea como fuere, nunca quedaba satisfecho. Recuerdo, que al entrar en el Quinto curso quise
repetir durante los Santos Ejercicios la Confesión general con el P. Evangelista de Autol, pero me
lo prohibió.

De nuevo recuerdos sobre la Virgen


Volviendo a los primeros años del Colegio, debo decir, que tuvimos por Director
espiritual, al P. José María de Oyarzun, que todavía se encuentra en vida a sus 92 o 93 añosxii.
Dicho Padre, dejó en muchos de nosotros un recuerdo inolvidable. Tenía una gracia
especial para preparar las fiestas de la santísima Virgen, de Navidad, etc. Sabía dar un encanto
especial a dichas fiestas. Sabía infundir fervor e ilusión en los ánimos de los colegiales para
prepararlos a dichas festividades. Recuerdo, con qué ilusión adornaba él mismo la capilla del
Colegio para las festividades de la Presentación de la Niña María en el Templo de Jerusalén, la
Asunción de la Santísima Virgen a los cielos que se unía con la llegada de los novicios profesos
desde Sangüesa. Por estos medios fue entrando en mi alma la devoción a la Virgen María.

Esclavo de María
En el tercer curso, fui inscrito, como esclavo de María en el cuadro de la Dolorosa, en la
festividad de la presentación del Niño Dios en el Templo, 2 de febreroxiii. Por entonces cayó en
mis manos el libro de la "Verdadera Devoción a la Santísima Virgen" de San Luis María de
Montfort, que luego fue mi libro predilecto. Pero en aquel entonces no estaba capacitado para
comprender su contenido y apreciarlo. No recuerdo bien: sería en el tercer curso o en el curso
cuarto más probablemente en el tercer curso. Por aquel tiempo se acostumbraba bajar a la iglesia
en los meses de marzo y junio, para asistir a la Santa Misa por la mañana, y durante la Santa
Misa se hacía el ejercicio del mes de San José y del mes del Sagrado Corazón de Jesús. En el
altar mayor se colocaba un cuadro del Corazón de Jesús. Un servidor era acólito. Recuerdo que
me entretenía durante la Santa Misa en contemplar la figura del Divino Corazón. ¡Era tan
atrayente aquella mirada de amor y dulzura, que no me cansaba de estar mirándola! Quizás fue el
principio de mi devoción al Corazón amantísimo de Jesús que más tarde se fue desarrollando.
V
En el Colegio Seráfico de Alsasua (1920-1925): años sucesivos

Fervores sensibles en cuarto curso


Creo que en los primeros años del Colegio, no hubo cosa especial en mi vida espiritual,
fuera de lo que dejo escrito. Era por el mes de mayo y un servidor estaba en el cuarto curso.
Empecé a sentir unos fervores sensibles, extraordinarios, pero no sabré explicarlos cómo eran.
Sea con motivo de aquellos fervores, sea por otros motivos de la gracia divina - sin duda -
empecé a sentir deseos de una vida más buena, o más perfecta, en lo que entonces entendía un
servidor.

Quinto curso: "Historia de un alma"


Sobre todo, esto que digo tuvo realidad a principios del quinto curso, año de 1924. Era el
mes de octubre. Por aquel entonces empecé a tener preocupaciones o ciertos pequeños problemas
espirituales. Recuerdo todavía el lugar; era en un paseo. Quise descubrir al P. Vigilante del curso
mi interior o mis preocupaciones. Recuerdo cómo me dijo: ¿Por qué no lee la vida de Santa
Teresita? Santa Teresita del Niño Jesús fue canonizada al año siguiente, en el mes de mayo de
1925. Así pues, me prestó la "Historia de un alma" -Autobiografía de su vida-. Empecé a leer en
los tiempos libres. Pronto descubrí un tesoro en aquella Autobiografía. Se adaptaba admi-
rablemente a mis sentimientos, a mis aspiraciones. ¡Qué ratos tan deliciosos aquellos, leyendo la
"Historia de un alma"! Pero no era solamente pasar un rato agradable leyendo. Aspiraba a la
imitación. También entonces me encantaba la lectura de la "Verdadera Devoción a la Sma
Virgen" de San Luis María de Montfort.
Yo creo que estas dos obras abrieron un nuevo horizonte en mi vida espiritual. Por la
consagración a la Virgen María fui descubriendo el misterio de la Eucaristía. Empecé a dialogar
con Jesús en mis comuniones. El Sagrario empezó a tener para mí una atracción. Como era
sacristán de la capilla del Colegio, tenía oportunidad para hacer alguna que otra visita al
Prisionero del Sagrario.

Ofrecimiento como víctima de holocausto al Amor Misericordioso


En estas condiciones llegó para mí el tiempo de marchar al Noviciado.
Anteriormente he omitido un detalle, referente a la "Historia de un alma". Santa Teresita del
Niño Jesús se ofreció como víctima de amor, al Amor Misericordioso de Dios, dos años antes de
su muerte. Me sentí impulsado a imitarle en su Ofrecimiento de víctima. Consulté con el
Director espiritual y tuve aprobación. Así pues, compuse o escribí una fórmula e hice el Acto de
Consagración el 19 de junio de 1925, que en aquel año ese día cayó la festividad del Sagrado
Corazón de Jesús. Sin duda, en aquel entonces no penetraba un servidor todo el alcance que
encierra el ofrecerse como víctima. De todos modos tuvo su importancia para mí. Luego, en años
posteriores, por consejo del Director espiritual renovaba los primeros viernes de mes.
ACTO DE OFRECIMIENTO DE MI MISMO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO AL AMOR MISERI-
CORDIOSO DEL CORAZON DE JESÚSxiv

¡Oh María! que en todo tiempo sois mi querida Madre y mi esperanza, mi guía y mi
suplemento, yo pobre esclavito vuestro, deseo ofrecerme en vuestros brazos, oh tierna Madre
mía, como víctima de Amor al Corazón misericordioso de Jesús, Oh Madre seais vos quien me
consagre, y Vos misma quien presente esta consagración a Jesús, así lo espero y en vos me
abandono, pues vuestro soy María.
Oh Corazón de mi Jesús, quién soy yo, para presentarme ante vuestra majestad, ¡ah! soy
el gusanillo en quien habéis fijado vuestros divinos ojos, soy un reflejo de vuestra misericordia
sin fin ¡oh sí! yo me arrojo en el océano de misericordia de vuestro dulce Corazón, ahí
contemplo mi porvenir y en vos están cifradas todas mis esperanzas. Sí, después de haber pecado
y de haberme separado de Vos ¿adónde he de acudir, sino a Vos, que me tendéis vuestros brazos
perdonándome amorosamente e invitándome a entrar en vuestro mismo Corazón. Sí, por Vos
solo quiero vivir, solo por vuestro amor trabajar y por vuestro amor sufrir, dulce Jesús mío; Vos,
por mi amor habitáis en una blanca hostia, permaneciendo noche y día en el Sagrario.
¡Oh Amor Misericordioso! ¡Con qué gemidos tan indecibles oráis continuamente a
vuestro Eterno Padre por nosotros desde la prisión del Sagrario! ¡Oh cuánto deseáis la salvación
de las almas! Por ellas os anonadasteis haciéndoos hombre, vivisteis oculto y humillado y
moristeis desamparado, a tales extremos os condujo el amor infinito que nos teníais; y finalmente
por los hombres vivís ahora en el Sagrario; todo os habéis entregado al hombre, y Bien mío, ¿no
podréis también encontrar almas que del todo se entreguen a Vuestro Amor misericordioso?
Sí, Jesús mío, yo miserable pecador y débil niño, lleno de toda clase de miserias, yo
deseo ofrecerme al Amor de vuestro Corazón misericordioso y me ofrezco COMO VÍCTIMA EN
MANOS DE MARIA A VUESTRO AMOR MISERICORDIOSO, suplicándoos que me abraséis y me
consumáis en el ardiente horno de vuestro dulcísimo Corazón. Amén.
19 de junio de 1925.
Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús
Renovado al terminar el Noviciado
Fray Bernabé
Ave María
VI
Noviciado

Impresiones del comienzo del Noviciado


Entré en el Noviciado de Sangüesa con otros 18 compañeros el 27 de julio de 1925.
Anteriormente nos habían preparado con algunas pláticas o conferencias.
Tengo la impresión de que los primeros días fueron para mí de bastante molestia por los
fuertes calores. la cama dura etc. Luego me acostumbré. Después de una semana de Ejercicios
Espirituales, recibimos el santo hábito de la Orden Capuchina el 14 de agosto. No tengo recuerdo
especial de cómo fueron aquellos días de Retiro.
Pero, hojeando el cuaderno de notas espirituales que conservo de aquellos años, aparece
esta nota referente a los Ejercicios hechos para la toma de hábito: "Muchas veces he sentido la
voz de Jesús en mi interior: Por ninguna cosa te tienes que inquietarte ni turbarte ni dejarte
impresionar, sino arrojarte en los brazos de Jesús y esperar en El". ¿Lo hago así? El inquietarse y
turbarse por los acontecimientos de la vida es señal de soberbia y falta de abandono" Sin duda
estos sentimientos fueron fruto de algunas meditaciones y pláticas de los Ejercicios.

Por encima de lecturas y pláticas del Maestro


Por lo demás, el recuerdo que tengo del noviciado es este: Por encima de todas las lectu-
ras en común y pláticas del Maestro de Novicios, los libros que continuaron influyendo en mi
alma, fueron la "Verdadera Devoción de la Santísima Virgen" y la "Historia de un alma". En
estos libros encontraba con preferencia el alimento espiritual de mi alma.

El Oficio Divino
Al principio el Rezo del Oficio Divino me resultaba árido. Los salmos no me decían gran
cosa. Más tarde, habiendo escuchado un comentario sobre las excelencias de los Salmos, cambió
la disposición de mi alma. Desde entonces empecé a fijarme en el sentido de los Salmos y
encontré alimento espiritual para el alma.

La meditación; los dolores místicos de Jesús


De ordinario la primera meditación del coro de 5 1/4 a 6 era fatigosa y sin mayor prove-
cho humanamente. Sería seguramente por el sueño. El Maestro de Novicios, que fue el P.
Antonio de Iroz, nos aconsejaba hacer una hora de oración en la celda de 10 a 11 de la mañana.
Esa hora de oración fue para mí de provecho espiritual, porque recibía luces especiales y con-
suelos sobrenaturales.
Anteriormente, a mediados del año 1925, la meditación de la pasión del Señor empezó a
influir en mi alma. En el Noviciado recibía luces especiales cuando hacía en particular el Vía
Crucis por las tardes. Sé que me impresionaban los pasos dolorosos de Jesús.
También en el quinto curso de Alsasua, empecé a sentir interés por la salvación de las
almas. En el Noviciado se acentuó ese mismo interés, deseando contribuir de algún modo a la
salvación de las almas y conversión de los pecadores.
Sería por el mes de junio, mediante alguna lectura especial, empecé a comprender los
dolores místicos de Jesús, que en años posteriores influyeron en mi alma. Puedo decir, que el año
del noviciado con todas las austeridades de entonces, fue un año de gratos recuerdos.
VII
Filosofía, 1926-1928

P. Antonino de Caparroso, director espiritual


En aquel tiempo, año 1926, el Colegio de Filosofía residía en Fuenterrabía. El paso del
noviciado para empezar el estudio de la Filosofía, en cuanto la vida espiritual, creo que fue una
continuación en los ideales del noviciado. Sí hubo cambio para mí entre el P. Maestro del
noviciado y el P. Director del Colegio de Filosofía.
El P. Antonio de Iroz era de carácter amable y solía acomodarse al modo de ser de cada
unoxv. No así el P. Antonino de Caparroso, de carácter seco y de pocas palabras, etc. No se
acomodaba con mi manera de ser. A pesar de ello, me confié a su dirección. Pueda ser que al
principio tuviera dificultades para comunicarme con él. Pero el P. Antonino era un Director
experto. Creo que pronto me comprendió. Lo cierto es que me dirigió muchos años. Puedo decir
hasta su muerte, acaecida el 31 de julio de 1954xvi.

La nota característica, Jesús Crucificado


¿En qué consistió la nota característica de mi vida espiritual durante el estudio de la
Filosofía? Paso a paso se fue acentuando en mí la devoción a la Pasión del Señor, de modo
particular a Jesús Crucificado. La devoción de la Pasión se fue relacionando con la salvación de
las almas.
Algunas lecturas y meditaciones acerca de la Pasión influyeron bastante en mí.
Comprendía con bastante claridad los dolores místicos de Jesús en relación con las almas. Y la
contemplación de Jesús afligido y dolorido llevaba la atención de mi alma, de modo que todo lo
demás se me hacía árido. Creo que el P. Antonino me comprendió y me ayudó.
Experiencia en la enfermería ante una imagen de Cristo crucificado (27 diciembre 1927)
A mi pobre entender me absorbió, se puede decir, constantemente en el segundo curso de
Filosofía. En el año de 1927, pasada la festividad de la Inmaculada, caí enfermo con sarampión,
por lo visto no había pasado anteriormente. Pasados los primeros días de fiebre, se dirigió mi
mirada y atención a Jesús crucificado. Había en la enfermería un Santo Cristo. ¡Cuánto me decía
aquella figura tan amable! ¡Cómo llevaba tras de sí toda mi atención! El día de Navidad hubo
quien celebró la Santa Misa en la enfermeria. Sé que estuve llorando. Sería después de la Santa
Comunión con algo relacionado con el Niño de Belén. A la tarde de aquel día el enfermero me
leyó algo relacionado con el Niño de Belén. Me llamó la atención la frase: "El Niño Dios se
dejaba gobernar en todo por su Santa Madre, la Virgen María, cuando Ella le colocaba en el
pesebre, le tomaba en sus brazos, etc."
Con todo mi atención constante estaba en Jesús clavado en la cruz. Era el día 27,
festividad del discípulo predilecto de Jesús San Juan Evangelista. Aquella mañana se me
presentó en mi consideración a Jesús cargado con la cruz, camino del Calvario. No sé lo que vi
en mi interior. El buen Jesús encorvado bajo el peso de la cruz se me presentó su inmenso amor a
los hombres.. Yo decía en mi interior: ¡Ah, Jesús tiene que reinar en las almas! ¡Es preciso que
venga su reinado de amor! ¡Ha hecho tanto por las almas! Más o menos estos eran los
sentimientos que en aquellos momentos embargaban mi alma. Tales sentimientos e impresiones
quedaron grabados para toda la vida.
Después de haberme restablecido de la enfermedad y haber vuelto a la vida normal, todo
me parecía árido y sin sentido. Lo único que me atraía era la imagen de Jesús Crucificado y la
necesidad de tenerle presente.

Atracción del Evangelio y de San Francisco


Por este tiempo -no podría fijar la fecha exacta- empecé a gustar con atracción especial la
palabra del Santo Evangelio, y ver en ella - en la palabra del Santo Evangelio - una norma segura
a seguir. Por este tiempo también o algo antes, empezó a llamarme la atención la persona y la
figura espiritual del Seráfico Padre San Francisco. hasta entonces no me había llamado mayor-
mente la atención la persona del Seráfico Padre. ¿En qué forma me llamaba la atención? Sentía
una veneración especial hacia su persona, veía en él a un hombre entregado totalmente a Cristo
etc. Estoy seguro que influyó en mi ánimo esa veneración especial hacia el Seráfico Padre San
Francisco el haber escuchado la lectura de Los ideales de San Francisco del P. Hilarinoxviiobra
destacada del P. Hilarino ha sido un verdadero manual clásico de espiritualidad franciscana. Véase: HILARINO DE
LUCERNA, Capuchino, Los ideales de S. Francisco de Asís. Traducida de la segunda edición alemana por el R. P.
Policarpo de Iráizoz. Pamplona, Imprenta de los PP. Capuchinos 1926. Tomo I, 299 pp.; tomo II, 299 pp.. Desde
entonces siento como una emulación hacia el Seráfico Padre como un deseo íntimo de penetrar el
secreto del arcano de su santidad tan sublime y envidiable porque veo algo especial que no veo
en otros santos que la Iglesia venera como tales.
VIII
En el Colegio de Estella, 1928-1930

El paso al Colegio de Estella; dirección espiritual del P. Antonino


En el verano de 1928 el primer curso de Teología y el tercero de Filosofía fueron
trasladados al nuevo Colegio de Estella. Creo que nos trasladamos a principios de agosto de
aquel año de 1928.
Tengo la impresión de que en los primeros días me encontré con ciertas dificultades
espirituales, con cierta aridez, a pesar de sentir la necesidad de no perder de vista a Cristo
Crucificado, pero esta presencia era con dificultad.
Creo que sentía también el vacío de la dirección hasta que habiendo expuesto mi caso al
nuevo Director del Colegio, el P. Ricardo de Lizaso, me puse de nuevo bajo la dirección del P.
Antonino Caparroso por correspondencia epistolar y continué - se puede decir - hasta la muerte
del P. Antonino.

Dos vivencias distintas


Por este tiempo tuve una impresión o luz interior bastante fuerte de mi bajeza y miseria,
hasta parecerme como una ilusión todo lo pasado. ¿Cuánto tiempo duró aquella impresión? No
sabría decirlo.
Por el mes de mayo de 1929 me dio la tontera de empezar a hablar como charlatán y lo
fue impulsado por algún compañero. Pero no duró más de 3 o 4 días. Me di cuenta de que no
estaba en mi ambiente y volví a mi silencio acostumbrado.

Sentimientos ante la profesión perpetua (septiembre 1929)


Al principio del primer curso de Teología me llegó el tiempo de pronunciar los votos
solemnes de mi profesión religiosa, que fue el 8 de septiembre de 1929 - Natividad de la Niña
María - después de una semana de retiro. Como cosa particular recuerdo, que todavía de vez en
cuando me remordían las faltas de la vida pasada ya sea por descubrir nuevos detalles o por lo
que fuera y sentía la necesidad de renovar todos en una confesión general. ¿Sería que el Señor
me pedía una purificación total de mi vida pasada? Sea como fuera, pasaron algunos años hasta
quedarme en plena paz, de que me había acusado de todas las faltas y ofensas contra Dios en mi
vida pasada.

Los Salmos
Recuerdo que en ocasiones meditaba en los Salmos y encontraba luces especiales. En la
Semana Santa de 1930 me dediqué a meditar en los Salmos que dicen relación con la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo.
Habiendo terminado el primer curso de Teología en Estella, llegamos aquel verano a
Pamplona.
IX
En el Colegio de Pamplona, 1930-1933

La Pasión del Señor


En los años que permanecí en el Colegio de Teología, revivió de modo especial en mi
alma la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. No que no tuviera presente anteriormente en el
Colegio de Estella e influyera en mi ánimo, sino que se me presentaba Cristo crucificado con
mayor viveza, por decirlo así, y siempre relacionado con la salvación de las almas.

La "Mística Ciudad de Dios" de la Madre Agreda


Desde el Noviciado había oído hablar - sobre todo al P. Maestro de Novicios - de la obra
de la Vble. María de Jesús de Agreda: "La Mística Ciudad de Dios". Fue en Pamplona que conse-
guí dicha Obra, después de haber consultado con el Director del Colegio. Tengo que decir que la
lectura y la meditación de la "Mística Ciudad de Dios" ha hecho o producido muchos y
admirables efectos en mi alma. Ha sido y es aún hoy, una de las obras predilectas, en las que
encuentra mi alma su alimento y sabor espiritual. Más de una elevación ha producido en mi
pobre alma la meditación de esta Obra.
Y veo que no ha sido un servidor el primero, ni mucho menos. Otros grandes místicos y
santos se han alimentado espiritualmente en la "Mística Ciudad de Dios", como el Beato Diego
José de Cádiz, el apóstol enamorado del Corazón de Jesús, Agustín Cardaveraz. Sor Angeles
Sorazuxviii etc., etc.
Y eso a pesar de todas las críticas que han hecho contra esa "Obra admirable" muchos.
Más de uno la ha criticado por no conocerla a fondo, sino ligeramente o por oídas. Otros con
prejuicios falsos etc.
Así pues, digo que la "Mística Ciudad de Dios" escrita en verdad a la luz del Espíritu
Santo, me ha encantado siempre, desde el decreto eterno de la Santísima Trinidad de dar una
naturaleza distinta al Unigénito del Padre, es decir, la naturaleza humana, como Rey glorioso de
la Creación y divinización del hombre, y después, prevista la desobediencia del primer hombre y
su ruina, la Obra todavía más admirable de la Redención humana.
Al principio no la leía y meditaba de seguida. Con la impaciencia de conocer más a fondo
algunos misterios, saltaba los capítulos. Como es de suponer, quería detenerme en el misterio de
la Eucaristía y la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

Jesús en Getsemaní (19 agosto 1932)


En el año de 1932, en la fecha de 19 de agosto, estaba leyendo el relato de la oración de
Jesús en el Huerto de Getsemaní. Llegué al punto donde Jesús, postrado en tierra, oraba al Padre:
"Padre, si es posible no me hagas beber este cáliz". Dice la Madre Agreda que Jesús pedía al
Padre que no le hiciera morir por lo réprobos, sino tan sólo por los predestinados, puesto que el
morir por los réprobos le era amarguísimo, ya que no habían quererse aprovechar de su Pasión
tan dolorosa y costosa, y les había de ser mayor tormento en el Abismo eterno. Pero, estando
decretado como lo estaba, que por todos los hombres ofreciera su vida en la cruz, por tanto que
se lograra la salvación de todos los hombres. Esta frase: "Jesús a toda costa quería salvar a todos
los hombres", en aquel momento impresionó grandemente mi alma y aquella impresión me duró
algunos días. Para decir la verdad, esa frase quedó grabada en mí; y durante mi vida he tratado de
renovarla con frecuencia, sobre todo los viernes del año. En algunas circunstancias ha causado
hondas impresiones en mi alma la oración del Huerto relacionada con la salvación de las almas.
Así pues, la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, de modo particular la figura divina de
Cristo Crucificado, era la idea dominante de mi alma, que en ocasiones todo lo demás me
causaba vacío y se me presentaba sin sentido. Por lo mismo, al contemplar al buen Jesús clavado
en la cruz, lleno de dolores y de amor hacia los hombres, esa contemplación me impulsaba a una
vida de austeridad y sacrificio para acompañar en alguna forma al buen Jesús y contribuir a la
salvación de las almas.
No quiero decir con esto que este gustar interiormente a Jesús doliente y afligido fuera de
todos los días. Había días en que sentía aridez y disgusto en la vida espiritual.
Elevación en la fiesta de la Inmaculada (1932)
En otras ocasiones tenía elevaciones de otros misterios. Recuerdo sería la víspera de la
Inmaculada Concepción de la Virgen María de 1932. Habiendo asistido al rezo de Maitines en el
coro, el conjunto del Oficio -antífonas, salmos y lecturas del Oficio - me causaron un estado de
elevación espiritual en el alma, que me duró, a lo menos, durante toda la festividad de la
Inmaculada Concepción.

Oración entre las clases de la mañana


También encontraba de ordinario un consuelo especial en el cuarto de hora de silencio
que aquel tiempo se solía tener después de la Primera Clase. Me gustaba recordar, paseando por
la huerta, el beneficio de la Sagrada Comunión que a la mañana había recibido, y me sentía
unido al buen Jesús.
Otro fenómeno de aquel tiempo es que los tres cuartos de hora en la clase antes de Sexta
y Nona me eran de mucho sufrimiento ordinariamente. Se me hacía interminable la hora; pero al
propio tiempo era feliz de poder ofrecer aquel sufrimiento. A todo esto hay que añadir algunas
humillaciones que me proporcionaba mi buen Jesús, dada la miseria de mi propia naturaleza.

Año Santo de la Redención (1933): dudas ante la ordenación sacerdotal


Era el año 1933, Año Santo de la Redención. ¡Y qué poco nos hablaban entonces de la
importancia del Año de la Redención, como sucede también hoy, 1983, sobre todo en los lugares
que ahora me encuentro!
Llegó, pues, el año 1933, año en el que me tocaba recibir con mis compañeros la
Ordenación sacerdotal.
Fue por el mes de febrero de aquel año que empecé a tener reparos sobre mi ordenación
sacerdotal. Se me presentaba mi indignidad e incapacidad. Me hacía fuerza la consideración de
que el Seráfico Padre, a pesa de su santidad, no se atrevió a recibir las Ordenes sagradas del
sacerdocio. Estas consideraciones prevalecieron en mi ánimo y decidí retirarme de la dignidad
sacerdotal. No se ocultaba que ese paso suponía más de una humillación para míxix. Decidí
quedarme en el estado de hermano lego. Para asegurarme, escribí a mi Director Espiritual, P.
Antonino de Caparroso, exponiéndole las razones dichas y otras. Me contestó en sentido
negativo, diciéndole que mis razones no le eran convincentes y que un sacerdote puede dar
mucha gloria a Dios. Con todo - me decía- puede consultar con otros padres de su confianza. Así
pues, consulté con mi confesor ordinario y luego con el P, Provincial de entonces, el P. Carmelo
de Iturgoyen. Me aconsejaron que siguiera adelante y que dejara en manos de Dios el asunto que
me preocupabaxxrecibir su carta y le voy a exponer mi parecer en este asunto de su vocación al Sacerdocio. [...]
En cuanto a su vocación para Hno. Lego, para ser humilde, etc. debo decirle que esto lo puede conseguir muy bien
siendo sacerdote, con otras ventajas espirituales que no las tienen los Hnos. Legos: el rezo del Oficio Divino, los
estudios continuos de Teología y Escritura, y el poder ofrecer al Eterno Padre el Santo sacrificio de la misa por los
pobres pecadores. ¿Qué valen sus oraciones y humillaciones con la oración y humillación de Jesús en la Sta. Misa?
No me parece pues que debe cambiar de estado, y así no piense sino en prepararse para recibir dignamente las
Ordenes. Si otra cosa fuera la voluntad del Señor ya la manifestará, mientras tanto siga adelante y con mucho ánimo,
que Dios le ayudará. De aquí al 21 récele todos los días a la Santísima Virgen de los Dolores las siete avemarías con
esa intención, yo también lo haré y de no recibir aviso en contra, prepárese y reciba las Ordenes. No me parece mal
que manifieste su deseos al P. Provincial, pues es un Padre muy experimentado y muy sabio en estas cosas de
Teología"..

Ordenación sacerdotal (1933)


A pesar de ello no me aquietaba del todo. Pedía al Señor que me impidera ordenarme con
alguna enfermedad u otra cosa.
Sucedió, pues, que caí con gripe en el mes de marzo. Conmigo cayeron algunos más. Se
pasó pronto la gripe, pero me vino una complicación: un flemón en la pierna, a consecuencia, sin
duda, de los fríos pasados.
De esa suerte me fue imposible ordenarme con mis compañeros el 15 de abril, Sábado
Santo en aquel añoxxi. Paso a paso me fui reponiendo. En el mes de mayo ya empezaba a pasear
en la huerta. Me sometí a las disposiciones del Señor. Los superiores resolvieron que recibiera
las Ordenes sagradas en el mes de junio en la diócesis de Vitoria.
Así pues, el 18 de junio, aquel año la Infraoctava del Corpus Christi, recibía el sacerdocio
de Cristo del que entonces era Obispo de Vitoria, Mons. Mateo Múgicaxxii. En la víspera, a la
noche, tuve un temblor que me duró algún tiempo, y creo que no era por temor o miedo. No sé
cual fue su causa.
X
Primera Misa en el convento de Pamplona

El viernes 23 de junio de aquel año coincidió con la festividad del Corazón sacratísimo
de Jesús. Fue el día de mi Primera Misaxxiii. No recuerdo que tuviera emociones especiales.
Después de pasar algunos días en Pamplona, fui destinado con otro compañero al convento de
Sangüesa.
Recuerdo que en los primeros días después de mi ordenación sacerdotal me bullía en la
mente la idea de que era preciso fuera víctima con la Víctima Divina. En Alsasua, al terminar el
quinto curso, había hecho mi ofrecimiento al Amor Misericordioso, a imitación de Santa Teresita
del Niño Jesús. En esta ocasión compuse otra fórmula de ofrecimiento, renovando aquella
primera, pero relacionada con el santo sacrificio de la Misa.
En los dos meses y medio que pasé en Sangüesa no tengo recuerdos especiales. Allí
encontré a mi antiguo Maestro de Novicios, al P. Antonio de Iroz. En aquellos meses mi vida fue
más bien de recogimiento y oración.
XI
En el convento de Híjar, 1933-1934

Trasladado al convento de Híjar (Aragón) con otros tres compañeros de curso para la
elocuencia sagrada, creo que mi vida fue parecida a la que llevé en Sangüesa, después de mi
ordenación sacerdotal. Me enviaban con alguna frecuencia a celebrar la Santa Misa en alguna
capilla - creo estar dedicada a la Santísima Virgen del Carmen - a bastante distancia del
convento. Creo que en este tiempo recorría todos los días las estaciones del Vía Crucis, hallando
siempre en su meditación el alimento espiritual de mi alma.
En el mes de enero de 1934 se me renovó de nuevo el flemón de la pierna, esta vez con
más gravedad, pues me tuvieron que sajar una y otra vez, pero sin mayor resultado.
Recuerdo que al principio permanecía en el espíritu suave de la devoción. Más tarde me
encontré en un estado de mucha dificultad. Hubo días en los que se me hacía como imposible
rezar una sola Avemaría. Durante todo el día no acertaba terminar un solo rosario. Al principio
no me permitían rezar el Oficio Divino, más tarde sí. Creo que encontraba un pequeño consuelo
en su recitación.
Finalmente me tuvieron que trasladar al convento de San Antonio de Zaragoza. En Zara-
goza un doctor, cuyó nombre no recuerdo, acertó con mi enfermedad y me curé en poco tiempo.
Era el mes de mayo de 1934. El día 31 de este mes empecé de nuevo a celebrar la Santa Misa.
Estuve en Zaragoza hasta el día 17 de julio. En esta fecha llegué a Pamplona. Después de
unos días finalmente a Alsasua.
i
Véase: Rufino María GRÁNDEZ, capuchino, El corazón del Padre Bernabé. Documentos autobiográficos del Padre
Bernabé de Larraul, capuchino, presentados y anotados por Rufino María Grández. Burlada, Curia provincial de
capuchinos 1993. 140 págs. El libro, tras una presentación e introducción, contiene tres partes: La primera es el Itinerario
espiritual, especie de síntesis del camino espiritual recorrido durante su vida, con un "complemento" de párrafos de cartas
que manifiestan el estado de su alma en la cumbre de sus días. La segunda son cuatro cartas dirigidas a su director espiritual
el año 1941 en las cuales le da cuenta minuciosísima de su comportamiento dentro de cada y en el ministerio, con las breves
respuestas del director. La tercera, con el título de "Documentos de vida apostólica", contiene diversas cartas escritas desde
Ecuador a los superiores de su provincia religiosa de Navarra-Cantabria-Aragón. Se cierra la obra con dos apéndices
referentes a papeles de archivo.

ii
Testimonio escrito de Hna. María Jesús Larrea (17 julio 1983).
iii
Autobiografía, fin de la primera parte, véase abajo.

Cuando posteriormente copié a máquina los dos cuadernos manuscritos antepuse una "presentación"
iv

detalladísima (folios 2-9), contando al por menudo más detalles. Véase la copia en el Archivo de la
Curia provincial de capuchinos.
v
Véase igualmente lo que se dice en El corazón del Padre Bernabé, p. 73, cuando él explica a sus
director espiritual lo que son los "coloquios de acción de gracias" después de la celebración de la
Eucaristía.
vi
En el frontispicio del cuaderno, antes del capítulo primero de la primera de la primera parte, el P.
Bernabé escribe: "I H S / Dedicatoria: Al M.R.P. Rufino Grández, Ministro Provincial de la Provincia
Capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón, dedico estas humildes páginas creyendo que satisfago su
deseo de que ponga por escrito las misericordias que el Señor, Padre de bondad, ha querido ejercer con
una insignificante criatura suya, durante los años de su existencia hasta el presente. Día 12 de mayo de
1983, festividad de la Ascensión de N. S. Jesucristo a los cielos".
vii
De los datos que figuran en la partida de bautismo, recogemos esta información: Nace en el
pueblecito de Larraul (Guipúzcoa), en el caserío de Andresqueta, hijo de Bartolomé Sarasola, de
Cizúrquil (Guipúzcoa), y de Ignacia Uruláin, de San Sebastián, expósita; siendo sus abuelos paternos
Manuel Antonio Sarasola, de Cizúrquil, y Francisca Antonia Alcorta, de Usúrbil (Guipúzcoa); no
constando ascendencia de parte de la madre. Es bautizado el mismo día del nacimiento en la parroquia
de San Esteban de Larraul por don Mariano Jesús Múgica, y recibe el nombre de José Antonio; fueron
padrinos José Antonio Sarasola, de Cizúrquil, y Petra Arruti, de Régil (Guipuzcoa) y testigos Concep-
ción Irazusta y Rufina Treku, de Larraul. - Fue confirmado en el vecino pueblo de Asteasu el 19 de
abril de 1909.
viii
El P. Bernabé, José Antonio Sarasola Uruláin, era el primogénito de 7 hermanos, a saber, por orden de
antigüedad: Manuela, religiosa asuncionista; María, que en 1944 contrajo matrimonio con Gregorio
Zubizarreta, hoy difunto, la única de los hermanos que contrajo matrimonio; Francisco, fallecido a los 26
años; Epifanía, fallecida a los 60 años; Ramona, religiosa mercedaria de la Caridad, fallecida un año antes
del P. Bernabé; y Gregorio. El padre murió en el asilo de las Hermanitas de los Pobres en San Sebastián; la
piadosa madre en el centro psiquiátrico de Santa Agueda en Mondragón, sin que podamos precisar detalles

ix
Para interpretar este estado de conciencia, nos remitimos a lo que escribíamos en El corazón del Padre
Bernabé, p. 35, nota 19: "Esta situación espiritual hay que entenderla a la luz de lo que se dice en el
capítulo siguiente: "Cada año, durante los Ejercicios, veía con más claridad la gravedad de aquellas faltas,
que cuando cometí no me daba cuenta bien, ser verdaderas ofensas del Señor..." A este propósito puede ser
oportuno un testimonio que anota Fr. Xabier Etxenique en sus páginas antes citadas (nota 17). "Solía
preguntarle yo en muchas ocasiones sobre la Vida Religiosa. Entonces comenzaba una larga explicación
sobre Espiritualidad de la Vida Religiosa, sobre todo poniendo especialmente gran énfasis en la relación
estrechísima entre el bautismo y la Consagración Religiosa. Cómo ésta era una manera perfectísima de
guardar fielmente la pureza del alma que habíamos recibido en el Santo Bautismo. El daba muchísima
importancia a conservar intacta esa blancura, esa pureza del alma. En cierta ocasión me dijo él no tener
conciencia de haber manchado en nada esa pureza" (pp. 12-13)".
x
Las circunstancias de la vida, según pudimos oír de labios de su hermana María, viuda, fueron que por
falta de control del padre en el juego y la bebida fueron despachados por el propietarios del caserío
"Aresqueta".
xi
El P. Ladislao de San Sebastián (Juan Guillermo Arteaga), que fallecido el 19/VIII/1938 en Antequera a
los 60 años, había sido profesor "en el Colegio de Euskal-Echea (Argentina), hasta el regreso a la provincia
en 1920. Fue un elocuente predicador vascongado, que arrastraba a las multitudes. Sentía especial devoción
por la Santísima Virgen" (Crispín de Riezu, Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de Navarra-
Cantabria-Aragón, Pamplona [1958] p. 234).
xii
El P. José María de Oyarzun falleció el 23 de marzo de 1985, a los 96 años. Véase la semblanza del
mismo escrita por Florencio Huarte en: Bol. Of. 40 (1985) 113-119.
xiii
Recordemos que solo a partir de tercer curso se podía ser "esclavo de María".
xiv
Este texto no pertenece a la Autobiografía, pero lo incluimos aquí, dado que se acaba de citar, y porque es
algo central y definitivo en la vida del P. Bernabé. Escribió la consagración en una hojita tamaño de media
cuartilla, que conservó a lo largo de toda su vida. Se halla reproducida en sus dimensiones en Historia de
un pobrecillo, pp. 21-22.
xv
Este elogio del P. Antonio de Iroz (1872-1948), religioso insigne de nuestra provincia, dos veces
provincial, se corresponde con la semblanza trazada en el Boletín Oficial a la hora de su muerte: cf. Bol.Of.
3 (1948) 204-205. Allí se dice, entre otras cosas: "En 1904 fue nombrado Maestro de Novicios, a la edad de
32 años. Este cargo, que había de volver a desempeñar posteriormente varios trienios, fue el que imprió, por
decirlo así, su fisonomía propia a la vida del P. Antonio: fidelidad inflexible a los ideales capuchinos,
vivificada por una bondad espontánea nunca desmentida" (p. 204).
xvi
Sobre la figura y personalidad del P. Antonino de Caparroso (1880-1954) nos remitimos a los datos
consignados en El corazón del Padre Bernabé, 55-57.
xvii
El P. Hilarino de Lucerna (*1867), capuchino suizo, nombrado obispo en 1938 (Hilarino felder) compuso
entre otras obras esta de Los ideales de San Francisco (1923), traducida al castellano por un religioso de
nuestra provincia, que había estudiado en Suiza, el P. Policarpo de Iráizoz, y fue hermosamente impresa en
la imprenta de los capuchinos en Pamplona. Esta

xviii
Sobre La Mística Ciudad de Dios de la Vble. Madre María de Jesús de Agreda, monja concepcionista
(1602-1665), ha hablado ampliamente el P. Bernabé a su director espiritual (mayo 1941), véase: El corazón
del Padre Bernabé, pp.78-80, con las notas referentes al Bto. Diego José de Cádiz, capuchino (1743-1801)
y al jesuita de Hernani (Guipúzcoa) Agustín Cardaveraz (1703-1770). La Madre Angeles Sorazu (1873-
1921), nacida en Zumaya, es también monja concepcionista en Valladolid. La Autobiografía Espiritual la ha
publicado recientemente (1990) el franciscano Luis de Villasante.
xix
Había que repetir el noviciado para pasar al estado de hermano lego, como le ocurrió, por ejemplo a su
compañero de curso, Fr. Eduardo de Salinas, al final de los estudios de Estella; suspendido y no solo una
vez en algunas asignaturas "se resolvió a pasar a la condición de hermano lego y así el día 19 de julio
(1930) salió para Sangüesa a repetir otra vez el Noviciado" (Libro de calificaciones escolares).
xx
El año 1933 no encontramos en la correspondencia del P. Antonino de Caparroso a Fr. Bernabé de
Larraul ninguna carta que dé respuesta a esta consulta; no existe otra que al escrita el 23/X/33, cuando el P.
Bernabé era ya sacerdote. Acaso el P. Bernabé, en el momento de escribir sus recuerdos (1983), sin tener
delante el epistolario, que no estaba en sus manos -una en su memorias las vivencias de varios años. Antes
de recibir la Tonsura y las cuatro Ordenes Menores, conferidas el 21 de marzo de 1931, surgieron en su
espíritu serias dudas sobre si no era la voluntad de Dios que pasara al estado de hermano lego. El 3 de
marzo le escribía su director espiritual: "Amado Fr. Bernabé: El Señor le dé su paz. Acabo de

xxi
"15 abril 1933. Sábado Santo. Se han ordenado de presbíteros y subdiáconos a las 8 de la mañana en la
capilla del seminario. Fr. Bernabé no ha podido ordenarse de presbítero, pues hace más de una semana que
guarda cama por causa de linfagitis" (Crónica del convento de Pamplona, p. 109).
xxii
"17 junio 1933. A la tarde ha salido el P. Director con Fr. Bernabé de Larraul solo para Vitoria... Fr.
Bernabé se ordenará mañana de presbítero" (Crónica del convento de Pamplona, p. 112).
xxiii
"23 junio 1933. Sagrado Corazón. El P. Bernabé de Larraul celebra su Primera Misa rezada y le predica
el P. Fernando de Pamplona, el único que queda en el convento sin salir a predicar" (Crónica del convento
de Pamplona, p. 113).

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