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Steve Ellner - Los gobiernos que enfrentan el intervencionismo extranjero, un

debate muy lejos de ser abstracto o irrelevante


Rebelión

Las fuerzas de reacción han logrado una hegemonía contundente a nivel


gubernamental, sin paralelo desde los días de Metternich: en la mayor parte de
Europa, América Latina, los EE UU, las Islas Filipinas, Australia, etc. Como
resultado, las opciones para los gobiernos de izquierda son más limitadas que
hace una década. Cuando Chávez era presidente, contaba con el apoyo
gubernamental del resto de América Latina casi en su totalidad. Ahora, con
Maduro, la situación es lo contrario.

Los gobiernos progresistas ahora se ven en la necesidad de seguir una política


más pragmática, y de aprovecharse de los aliados y semi-aliados, cuando es
posible. En este contexto, creo que la izquierda debe ocupar un terreno medio
entre dos extremos: uno es lo que llamo “el utopianismo de la izquierda” y el
otro “el ultra-pragmatismo”. El “utopianismo de la izquierda” se caracteriza
por una mentalidad purista que ignora los contextos. Esta posición no conduce
a nada y por cierto fue rechazada por Marx en sus escritos polémicos en
oposición a los socialistas utópicos. Para los “utopistas de la izquierda”, la
política es “todo o nada”. No están interesados en determinar el grado de
gravedad de los errores cometidos por los gobiernos progresistas y condenan a
todos como “vendidos”. Un ejemplo de la falla de esta línea de pensamiento
es lo siguiente: la crítica a las políticas “populistas” de los gobiernos
progresistas por suministrar dádivas a los grupos no-privilegiados a costa del
desarrollo económico no puede recibir el mismo peso que las críticas a la
privatización de las industrias estratégicas llevada a cabo por la derecha.

“El utopianismo de la izquierda” en la segunda década del siglo 21 se


manifiesta en la posición que condena a Rusia y a China por sus intenciones
imperiales y, en efecto, los coloca en el mismo saco con los EE UU. Como
Rusia y China ya no son socialistas, y ni siquiera democráticas, y tienen
ambiciones globales, entonces lógicamente ellos tienen que ser países
imperialistas y no pueden ser menos destructivos y peligrosos que los EE UU.
Pero el hecho es que ninguno de esos dos países se comporta como las
potencias europeas antes de la Primera Guerra Mundial descritas por Lenin, ni
tampoco como los EE UU desde 1946. Además, ni Rusia ni China tienen
bases militares en todas partes del mundo, y ambas proveen apoyo político y
económico a los gobiernos progresistas como Venezuela. Aunque los
acuerdos bilaterales económicos de China y Rusia pueden favorecer sus
propios intereses, no vienen con condiciones que promueven la dependencia y
las políticas anti-populares, como es el caso del FMI, el Banco Mundial y el
gobierno de Washington. En contraste, los EE UU tiene vínculos estrechos
con gobiernos conservadores, reaccionarios y represivos como el de Arabia
Saudita, Egipto y Colombia, y abiertamente promueve la salida de gobiernos
que considera contrarios a sus intereses nacionales (como ha hecho en Libia,
Iraq, Afganistán y Venezuela). Por cierto, bajo el gobierno de Donald Trump,
el argumento referente a la necesidad de defender los “intereses nacionales”
de los EE UU ha sido una justificación para la intervención extranjera cada
vez más pronunciada.

Otra manifestación del “utopianismo de la izquierda” y el purismo es la


condena total a los gobiernos progresistas que enfrentan una campaña de
desestabilización promovida por Washington. Esta posición, a menudo
correctamente, apunta a los aspectos negativos de esos gobiernos incluyendo
el pragmatismo excesivo (u “oportunismo”), el populismo crudo, y la
corrupción, pero termina colocándolos en la misma categoría que los partidos
estrechamente aliados con Washington. En el proceso, la posición del
“utopianismo de la izquierda” ignora los aspectos positivos. Además, el
“utopianismo de la izquierda” no reconoce que los errores cometidos por los
gobiernos progresistas son, en gran parte, sobre-reacciones a las acciones
ilegales y semi-legales de una oposición con recursos inmensos provenientes
de la burguesía local y las potencias extranjeras.

Al extremo contrario es el “ultra-pragmatismo” que se abstiene a criticar a los


gobiernos que enfrentan al imperialismo norteamericano. Esta posición tiene
varias vertientes. Una se basa en lo que se llama “realpolitik” o el realismo en
la política extranjera. Alega que los gobiernos progresistas de los países del
tercer mundo y los relativamente pequeños son impotentes frente a las
realidades globales, específicamente la presión proveniente de las
superpotencias hegemónicas, o sea los EE UU y los países de Europa
Occidental. La única estrategia viable es el cultivo de relaciones amistosas con
una superpotencia emergente, específicamente Rusia y China. Frente las
exigencias globales, las políticas domésticas de los países vulnerables son de
consideración secundaria. Otra versión del “ultra-pragmatismo” es la noción
que los izquierdistas de los EE UU y otros países del norte deben abstenerse
de formular críticas de cualquier tipo a los gobiernos progresistas que están
siendo amenazados por el imperialismo. Como los izquierdistas del norte no
son ciudadanos de esas naciones, no tienen derecho de criticarlos. Además,
como esos gobiernos están siendo sitiados, cualquier crítica de ellos mina el
esfuerzo de defender la soberanía nacional.

Rechazo la posición ultra-pragmática por varias razones. Lo más importante


es que los gobiernos progresistas en América Latina en el siglo 21 han
cometido graves errores en un contexto democrático, que son temas de mucha
trascendencia para la izquierda en todos los países democráticos, tanto en el
norte como el sur. Aunque esos errores a menudo son sobre-reacciones a las
campañas desestabilizadoras llevadas a cabo por las fuerzas de reacción, sin
embargo, los errores tienen que ser analizados y las lecciones asimiladas. Este
proceso de aprendizaje no es académico o superfluo, sino es un imperativo de
gran importancia. No es suficiente para la izquierda rechazar las políticas
populistas con el único argumento que impiden el desarrollo económico. Las
razones por las cuales los gobiernos han recurrido a las políticas populistas
tienen que ser consideradas, conjuntamente con alternativas realistas. En
breve, hay una necesidad urgente del análisis objetivo serio de las situaciones
complejas que enfrenta la izquierda en el poder, y el proceso de revisión no
puede ser exclusivo de los ciudadanos de cada país respetivo.

Además, el ultra-pragmatismo de la izquierda ignora el hecho de que los


izquierdistas, a través de la historia, siempre han sido caracterizados por la
motivación idealista. Las posiciones principistas que asumen, y su
comportamiento ejemplar y sacrificios, los distinguen de aquellos ubicados en
otra parte del espectro político, e históricamente, han sido su punto fuerte. Por
eso, hay una razón “pragmática” por la cual la izquierda no puede pasar por
alto, o minimizar la gravedad, de la corrupción y el comportamiento
oportunista en general. Cualquier vacilación en este sentido desacredita la
izquierda y la despoja de una de sus banderas más importantes: la honestidad.

Finalmente, la izquierda no puede perder de vista el hecho que China y Rusia


son aliados coyunturales. Los comunistas ortodoxos tienden a tener más
simpatía para China que para Rusia. Pero en ambas naciones, su sistema
económico no es conducente a la solidaridad internacional (en contraste con
los esfuerzos del gobierno cubano en el transcurso del último medio siglo) y
su sistema político no es un modelo para emular. A veces, parece que los
“ultra-pragmatistas” ignoran estas consideraciones.

El Presidente Maduro y la dirigencia chavista en general no sirven como


fuente de inspiración internacional como fue el caso de Chávez. Sin embargo,
contrario al pensamiento de los “utopistas izquierdistas”, los rasgos positivos
del gobierno de Maduro deben ser señalados, no solamente porque
contrarrestan la cobertura engañosa de los medios comerciales de
comunicación, sino porque realzan la efectividad de la muy necesaria
solidaridad internacional. Estas consideraciones “pragmáticas” tienen que ser
tomadas muy en cuenta en cualquier discusión sobre el anti-imperialismo en
el siglo veintiuno.

Originalmente publicado en ingles: https://zcomm.org/znetarticle/support-for-


governments-under-imperialist-siege/ Traducido al español con la ayuda de
José Gregorio Tovar.

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