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Universidad Abierta para adulto Uapa

Nombre
Esmeralda dulce maría Domínguez Rodríguez

Matricula
15-2125

Asignatura
Formación ciudadana

Facilitador/a
Elson Vásquez

Nagua RD 06/4/2018
Investiga en la web en relación a la formación ciudadana en la
República Dominicana y presenta un análisis crítico sobre los
aspectos planteados. Incluye sugerencias para mejorar la educación
ciudadana.
La Educación Ciudadana ocupa un rol fundamental en aquellas sociedades en las
que se goza de libertades civiles, sociales, políticas y económicas. En éstas, los
ciudadanos son sujetos “fruto” de la democracia y asimismo “para” la democracia
por lo que es preciso aprender a vivir en ella. Asimismo, el importante déficit en la
participación política y la deserción de los compromisos sociales colectivos,
justifican el imperativo ético de la Educación Ciudadana como una necesidad
básica para el sostenimiento y fortalecimiento de la democracia.

En tanto vivimos en una sociedad, si existe un rol que compartimos todos los
seres humanos es el de “ciudadanos y ciudadanas”. Éste no sólo es común a
todas las personas, sino que es connatural a su esencia: somos seres “para” el
encuentro, que nos completamos en la vinculación con los demás, y con ese ser
comunitario que conocemos como “sociedad”. Rol indelegable que se materializa
en la conciencia de cada cual, y que necesariamente nos acompaña mientras
tengamos vida. Rol que implica una responsabilidad fundamental de cara tanto al
proyecto personal, como al proyecto comunitario, en los que se teje la democracia
como un estilo de vida.

El ciudadano de la democracia no nace sabiendo cómo debe desempeñar su rol.


Tampoco le es fácil aprenderlo de su entorno, dada la ambigüedad que caracteriza
el discurso y la práctica de sus referentes políticos y sociales. La sociedad
demanda que participe y se responsabilice de los asuntos comunitarios, pero éste
desconoce qué hacer y cómo debe participar. Aprendemos a ser ciudadanos y
ciudadanas de forma gradual, en la práctica. La ciudadanía se vive y aprende
desde el seno de la familia, en la interacción continua entre padres y hermanos.
Se desarrolla y practica en la escuela, mediante los procesos de socialización,
participación reflexión, y resolución de conflictos. Y se fortalece y ejerce en el
ámbito de la sociedad, donde encuentra su máxima realización. Familia, escuela y
sociedad, por tanto, están llamadas a ser grandes maestras en el ámbito de
ciudadanía.

Gracias a la Ordenanza 3-99, la Educación Cívica en la República Dominicana


tomó un nuevo rumbo. Mediante ella, en 1999 la Secretaría de Estado de
Educación incluyó la asignatura Educación Moral y Cívica como parte del currículo
oficial para todos los grados (1ero-12mo) de las escuelas públicas y privadas de
nuestro país. Esto implicó un importante paso de avance. Durante las cuatro
décadas anteriores la Educación Cívica quedó a merced de la formación del
hogar, o bien de las escuelas que la asumían como parte de su currículo
particular. Los intentos de incluir la Educación Ciudadana como un Eje Transversal
a partir de la Transformación Curricular del Plan Decenal (1992) no fue asumida
del todo por los docentes.

Cuarenta años sin Educación Cívica nos marcaron de manera radical. ¿Cómo
podrá un docente enseñar a sus discípulos el arte y las destrezas para ser un
“ciudadano responsable” si no fue formado para tal? De ahí que lamentablemente
nuestro pueblo aún está en una fase inicial de alfabetización moral y social en
materia de ciudadanía.

En nuestro país urge el aumento de nuestro “capital cívico”. Este capital está
compuesto por las virtudes cívicas, los conocimientos las actitudes y las
competencias de los ciudadanos y las ciudadanas. Y es la escuela la que
constituye el lugar idóneo para el desarrollo de este capital, tanto a través del
ámbito curricular como del institucional. La vida del centro educativo, como un
grupo que comparte normas y valores, es la que genera una genuina Educación
Cívica. Para el logro de las competencias ciudadanas es necesario desarrollar
prácticas innovadoras en los gobiernos estudiantiles, así como aprender a vivir en
un mundo compartido con otros. Es impensable formar en ciudadanía sin asumir
como escenario la interacción natural entre los miembros de una comunidad. La
escuela es, por tanto, un nido de cultura democrática y el contexto ideal para la
formación ciudadana.

En relación a la formación ciudadana, en su obra “La Ciudadanía a través de la


Educación” Antonio Bolívar plantea que son las virtudes cívicas y la participación
activa de los ciudadanos en su entorno comunitario las que dan vigor democrático
y sostenibilidad a las instituciones. Así, la escuela está llamada a reafirmar su
papel de primer orden para formar el “capital cívico”, compuesto por las virtudes
cívicas, los conocimientos, las actitudes y las competencias ciudadanas.

Sugerencias para mejorar la educación ciudadana


La Educación para la ciudadanía del siglo XXI requiere reenfocar las prácticas
pedagógicas tradicionales para dar paso a la reflexión como punto de partida. Es
preciso que ésta permita al educando ingresar al mundo de la razón, y a través de
ella llegar a la ciencia, la tecnología y el trabajo. La educación debe tener como
objetivo primordial el enseñar a pensar, privilegiando el discernimiento, la
capacidad de juzgar los hechos y la toma de postura ante los acontecimientos.
Igualmente, precisa fomentar los valores de cooperación y solidaridad, con el fin
de contribuir a la construcción de la paz y al desarrollo de los pueblos.
La experiencia lograda en nuestro país con la implementación de la metodología
de Proyecto Ciudadano ha sido muy fecunda. Mediante esta experiencia,
auspiciada por el Consorcio de Educación Cívica, los jóvenes aprenden a
identificar e investigar sobre problemas en su comunidad, analizan las políticas
públicas relacionadas al problema, presentan propuestas de modificación a estas
políticas y elaboran planes de acción. En este proceso van desarrollando
sensibilidad ante los problemas de su entorno inmediato, pensamiento crítico para
el análisis de la situación, creatividad para la solución de dichos problemas,
destrezas de investigación, habilidades y valores para el trabajo en equipo, y
finalmente, compromiso con una participación activa y responsable en la sociedad.
En otras palabras, se forman en una ética solidaria, que se concretiza en el
servicio a su comunidad inmediata.

En el proceso de auto-evaluación una vez finalizado el Proyecto Ciudadano, los


jóvenes valoran la riqueza que les significó haber trabajado en equipo para la
solución de un problema comunitario. Por otra parte, el nivel de concienciación y
sensibilización que logran con esta metodología son muy elevados. Refieren,
asimismo, que una vez finalizada su presentación ante el tribunal, ellos no son la
misma persona que cuando iniciaron la investigación. Igualmente, valoran la
metodología como una herramienta que les permite entender y sentir que aún a su
corta edad pueden incidir en cambios significativos para su entorno… En otras
palabras, que aún en su juventud, su “voz” y su “participación” tienen peso en la
vida ciudadana. Obviamente, este programa les cambia la vida, tanto a ellos y
ellas en tanto “personas”, como a toda la comunidad, en tanto se beneficia de
mejores ciudadanos y ciudadanas.

2. Analiza la situación social y democracia que se vive en América


Latina y El Caribe. Mediante un croquis, presenta los países que
viven en democracia en América Latina.
En los últimos treinta años América Latina ha experimentado la transición y la
consolidación democrática. Se han producido grandes avances para garantizar el
derecho universal al voto, elecciones libres y transparentes y el acceso y la
permanencia en el poder de los cargos elegidos; sin embargo, estos elementos no
son suficientes para garantizar la solidez de los regímenes democráticos. Los
acontecimientos recientes de Honduras son emblemáticos del riesgo de un
retroceso autoritario y cómo éste puede materializarse de manera repentina.

La democracia en América Latina presenta elementos de debilidad relacionados


con la incapacidad del Estado de extender los derechos humanos fundamentales
a toda la población, requisito fundamental para convertir a los habitantes de un
estado en ciudadanos a todo efecto y para garantizar la cohesión social, la
participación, el sentido de pertenencia de la población hacia el Estado y el apoyo
estable de la población a esa democracia, es decir, como elemento legitimador.

Pese a las diferencias entre todos los países de América Latina, algunas
características comunes explican la debilidad democrática; la desigualdad es la
más relevante, pues los mayores niveles de concentración de la riqueza mundial
se encuentran en esa región. Las implicaciones son muy relevantes, pues la
desigualdad que caracteriza a los países latinoamericanos se relaciona con la
subsistencia de bolsas de pobreza e indigencia que chocan con los valores
medios de riqueza de los países, siendo la mayoría de ellos de renta media y, en
algunos casos, alta.

Se trata de una pobreza y de una desigualdad multidimensional, que a la escasez


económica agregan la falta de acceso a las necesidades y a los servicios básicos,
la falta de oportunidad, la exclusión social y la discriminación. La discriminación
social afecta a una pluralidad de grupos sociales (pobres, indígenas, campesinos,
mujeres), creando así una masa enorme de excluidos.

La desigualdad afecta también, de manera directa, a las dinámicas políticas y la


posibilidad de acceso al poder por la población. De hecho, la concentración de la
riqueza y del poder implica el uso de instrumentos que permiten a los grupos
privilegiados reproducir el statu quo. Esos instrumentos están representados
principalmente por la violencia y la corrupción, fenómenos que alcanzan niveles
elevadísimos en la región.

La inseguridad social es una de las mayores preocupaciones de la población


latinoamericana, que además desconfía de la capacidad del Estado de
desempeñar su función clave de protección.

Por otro lado, la corrupción debilita la cohesión social y reduce la posibilidad de


construir un pacto social sólido entre la población. La desigualdad, a través de
múltiples canales, impide la creación y consolidación de una base social bastante
amplia capaz de sustentar el desarrollo de democracias sólidas y efectivas.

Opinión
La transición democrática en América Latina ha hecho progresos importantes a lo
largo de las últimas dos décadas. Sin embargo, en toda la región subsisten
marcados conflictos sociales. En este artículo se analiza el papel de la
desigualdad en la debilidad de las democracias del subcontinente latinoamericano.

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