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El sentido de la vida desde el punto de vista del creyente. La forma de ver la vida y la búsqueda de propósitos
personales. La realización como ser humano cuando se considera la perspectiva divina y su impacto en la eternidad.
TÍTULO
El sentido de la vida
PROPÓSITO
Determinar el significado de las preguntas filosóficas para una persona que ha conocido y aceptado al Señor.
Examinar la posibilidad de plantear propósitos definidos de vida y encontrar la razón de la existencia. Efectuar algún
análisis objetivo sobre la población cristiana de la actualidad y cómo ha contemplado estas cuestiones a lo largo de
las edades mundiales.
PREGUNTA PRINCIPAL
¿Para qué fuimos creados? ¿Qué sentido o significado tiene esta vida a la luz de la eternidad?
PUNTOS MAYORES
¿Por qué nos hacemos estas preguntas? Nadie ha visto a ninguna forma de vida plantearse las preguntas
filosóficas básicas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? El pensamiento abstracto y
trascendental es exclusivo del ser humano. La misma construcción de la sociedad se ha dado en base al
cuestionamiento moral y ético, la contemplación del universo que nos rodea y supera, y el pensamiento
acerca de todo lo inexplicable que aquello suscita.
Qué respuestas da la conversión a Cristo. Es evidente la multitud de testimonios que dan fe de un cambio
radical en las vidas que se entregan a Cristo. Muchas personas sumidas en vicios, violencia, conflictos
familiares, conflictos laborales y egoísmos, encuentran en Cristo un cambio rotundo de costumbres y
hábitos. En este mar tormentoso del mundo, la Biblia se presenta como una isla donde naufragar, hallar
descanso y refugio, y habitar en paz. La cuestión es: una vez llegados a la isla, ¿ahora qué?
Redefiniendo el camino del cristiano. Dios ha creado a cada persona con un propósito específico. Esto es
innegable porque la Biblia lo dice y por las aptitudes innatas de cada uno. Nacemos para algo y Dios permite
los sucesos de la vida para transitar un camino de aprendizaje. Muchas predicaciones apuntan a un
evangelio antropocéntrico, y, aunque el centro del amor de Jesús son las personas, la gloria de Dios es el fin
de todo. Las decisiones que tomamos como cristianos cada día tienen como fundamento la Palabra de Dios y
el fin que Él desea para nosotros.
Nueva vida en Cristo. Una vez que nuestro corazón ha sido lavado por la Sangre de Cristo y hemos sido
perdonados y reconciliados con el Padre, tenemos todo un nuevo camino que emprender por delante.
Ahora, cada pensamiento, cada decisión, cada determinación y cada acción estarán fundamentados en una
relación estrecha, real, orgánica y dinámica con el Creador a través de su Palabra.
VERSÍCULOS
No es de extrañar observar en la Biblia personas que han cuestionado el significado de sus vidas a la luz de
las dificultades que atravesaron. Los casos son variados y diferentes, pero siempre provocan la meditación
de sus participantes. Ejemplos: Jeremías (Jr. 20:14-18), Job (Job 3:2-4).
Así, vemos que la Biblia tiene entre sus páginas a un número interesante de pensadores que trajeron la
filosofía a colación aún antes de concebirse como tal. Recordamos personalidades tales como Job (Job 7:4) y
Salomón (Ec. 1:13, 17-18).
Resulta sorprendente lo que podemos llegar a encontrar en las páginas de la Biblia si buscamos versículos
acerca de la conversión de una persona y su vida posterior. Aunque muchas veces escuchamos mensajes
enteros referentes a la prosperidad material, no resulta ser el mensaje central de la Palabra de Dios. En
cuanto a lo material, podemos encontrar muchas referencias al pueblo israelita, como en Dt. 28:8, un
versículo sumamente usado. Pero al pasar al Nuevo Testamento, la perspectiva de prosperidad se aboca más
bien al sentido espiritual. De hecho, hay versículos como Lc. 18:25.
La Biblia es clara al enunciar el propósito que Dios tiene al crearnos y usarnos. Tenemos ejemplos de esto en
Sal. 138:8; Ro. 8:28; Ef. 1:11, 3:11; 2 Tim. 1:9. El sentido de la vida nunca se podrá asociar a ninguna filosofía
postulada por el ser humano, aunque muchas de estas se hayan acercado más o menos a la verdad. Lograr
empeñar la verdad de la Biblia en nuestro corazón que no se trata de un principio, sino de una Persona (Jn.
14:6), hará un cambio radical. El “¿ahora qué?” cobrará un total significado si atamos nuestro corazón a la
personalidad de Dios y buscamos en la intimidad de su mirada las profundidades de la sabiduría (Col. 2:3).
De repente, todo lo material de este mundo se vuelve insignificante y pasajero, tal como lo descubrió
Salomón, el hombre más sabio que ha existido.
La Biblia hace hincapié una y otra vez sobre la vida nueva en Cristo. El carácter y actividades del cristiano se
califican por ser radicalmente opuestos a lo que el mundo es. Tantos versículos hacen referencia en este
aspecto que no bastarían varios mensajes para ocuparlos, pero algunos nos darán la luz suficiente: 1 P. 3:8-9,
15-17; Col. 3:5-17
EJEMPLO
La elección de David
La procedencia de David y su infancia suele estar oculta, y para muchos creyentes suele ser una novedad. La
historia de 1 S. 16:1-13 nos muestra la elección de un nuevo rey para Israel, en reemplazo del indómito Saúl.
Samuel recibió la indicación de Dios de dirigirse a Belén, a la casa de Isaí, donde uno de sus hijos recibiría el
nuevo mandato. Samuel quedó perplejo al ver que ninguno de los hijos presentes de Isaí fue elegido por
Dios, por lo que indagó por algún otro hijo. Sabemos, por la historia, que David no estaba presente, y al ser
llamado fue ungido como rey por Samuel. La pregunta es: ¿por qué no estaba allí? Según el versículo 4, los
ancianos estaban aterrorizados por la presencia del profeta de Dios, y por alguna razón, no invitaron a David
a tal evento. ¿Por qué esconder a este muchacho? David mismo explica en sencillas palabras la extraña
situación en el Salmo 51, versículo 5: “He aquí que he sido criado en iniquidad y en pecado mi madre me
concibió.” Más allá de la interpretación teológica del pecado innato del ser humano, en su expresión literal,
significa exactamente eso: David fue concebido en un acto de pecado, tanto por su padre con otra mujer, o
su madre con otro hombre. Una de las evidencias más contundentes al respecto, es que la madre de David
no se menciona jamás en la Biblia, cosa extremadamente inusual al hablar de un varón fiel de Dios, como
Moisés (Éx. 6:20, Jocabed) o Samuel (1 S. 1:1-20). Que David viviera con su padre no era extraño, como en el
caso de Jefté (Jue. 11:1-2). La infancia de David no luce muy bien; de hecho, hace una clara referencia en Sal.
69:8, 21. Si bien no se cita ningún conflicto con su padre, en 1 S. 17:28-29 se ve una áspera relación con sus
hermanos. Sal. 69:3 ilustra una profunda agonía emocional, esperando la respuesta de Dios. Además de
haber recibido burlas, también recibió juicio por parte de los ancianos, según Sal. 69:12 (ref. Pr. 31:23; Dt.
21:19; 22:15). Estos pueden ser los mismos ancianos que dejaron fuera a David de la visita de Samuel. Cabe
la pregunta aquí de David, acerca del propósito de su vida, en base a la vida de aflicción que venía llevando.
En 1 S. 16:11-13 vemos el proceso de unción de David. En la historia, si no conocemos los detalles previos,
podemos encontrar una contradicción. En el versículo 7, Dios exhorta a Samuel a no mirar la apariencia ya
que Él sólo mira el corazón. Sin embargo, en el versículo 12 David es retratado como un joven rubio,
hermoso de ojos y de buen parecer. Esto podría parecer una razón suficiente para elegir a un rey apuesto,
pero a los efectos de la cultura David no cuadraba con la sociedad. Por la región que habitaban los judíos y
su procedencia genética, era algo extremadamente improbable encontrar a un judío rubio. Hoy en día sería
igualmente difícil encontrar a un chino pelirrojo. La aparición del cabello rubio y los ojos claros en la
población judía no se daría sino hasta miles de años después. Desde el año 70, la destrucción de Jerusalén
por mano del general romano Tito, hasta 1948, la restauración de la nación israelita como tal, los judíos
estuvieron dispersos, lo que se conoce como diáspora, en varias partes del mundo, siendo las principales
España y Alemania. En Europa central y del este siempre habitó la sociedad normanda, cuyos rasgos son de
tez clara, rubios y de ojos claros. Por lo tanto, para David no fue un lujo o algo sobresaliente ser rubio, sino
más bien objeto de burla y un recordatorio de su procedencia. Pero algo grandioso ocurrió en su vida: fue
elegido por Dios como rey de toda la nación. Rey de una nación que lo escondió, que se avergonzaba de él,
que lo apartó de la sociedad, sin embargo, Samuel “lo ungió en medio de sus hermanos” (1 S. 16:13). La
Biblia no dice que desde ese momento David haya sido reconocido con gracia y favor, o que fuera el hijo
predilecto, futuro rey de Israel. Por el contrario, David siguió recibiendo un animoso desprecio en los años
posteriores. Pero David recibió algo mayor que lo acompañaría toda su vida: “desde aquel día en adelante el
Espíritu de Jehová vino sobre David.” (1 S. 16:13).
La vida que llevó David de ahora en adelante, será una vida de juventud privada. Si observamos el capítulo
siguiente, el 17, David da testimonio del poder de Dios que obraba en su vida. Hay un comparativo total con
la condición espiritual de Sansón, el cual había recibido la misma fuerza a través del Espíritu de Dios. La vida
que eligieron vivir ambos se diferencia radicalmente por la relación que tuvieron con quien les había dado
ese Espíritu. Sansón se mostró a sí mismo como un hombre fuerte y listo, entregándose a los placeres de
este mundo, mientras que David había logrado tal intimidad en lo secreto con Dios que llegó a recibir
revelaciones profundas y futuras de la venida de Cristo, su muerte y crucifixión. Sansón vivió mofándose de
otros, trayendo el odio de las personas hacia sí mismo y, lo peor de todo, es que le entregó su corazón al
pecado (Jue. 16:15-17). Cuando David habla de su corazón, podemos observar frases como “tú diste alegría a
mi corazón” (Sal. 4:7), “te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón” (Sal. 9:1), “mi corazón se alegrará en tu
salvación” (Sal. 13:5), “tú has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba, y
nada inicuo hallaste” (Sal. 17:3), “sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de
ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío” (Sal. 19:14).
La Palabra de Dios dice que David fue un varón conforme al corazón de Dios que cumplió toda su voluntad
(Hch. 13:22). A cada paso de su vida, David encontraba gozo, plenitud y satisfacción en la comunión con Dios
y en la meditación en sus mandamientos. Por esto él fue el autor de la mayoría de los salmos. El sentido de
la vida para David no fue determinarse por su pasado, ni definirse por sus riquezas, sino en hacer la voluntad
de Jehová (Sal. 119:103, 19:9-10). Comprendió que los reinos de este mundo y sus deseos pasan, pero sólo
permanece quien hace la voluntad del Padre (1 Jn. 2:17); el que aprende a morir para que Cristo viva y se
manifieste (Gá. 2:20), y toda buena obra que hagamos sea Dios a través de nosotros (Ef. 2:10).
RESUMEN
Historia: 1 S. 16:1-13