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EL SECRETO ADMIRABLE

DEL

SANTISIMO ROSARIO
POR

S. LUIS M.ª GRIGNION DF. MONTFORT


1 RADlll IDO Dl:I t·R·\NC"I'

POR D. 11.DEFONSO NORIHiA


Y D. MA Ti AS JOVF

REVISADO\ .\NOl -\l>O

POR l·l P. NAZARIO PÉREZ. S. J.

Editorial
APOSTOLADO MARIANO
Recaredo, 44 - 41003 SEVILLA
Tel.: 954 41 68 09 Fax: 954 54 07 78
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Con licencia eclesiástica

Depósito legal: SE. 4.359-2012


ISBN: 978-84-7770-361-7
Impreso por: Impresos y Revistas, S. A. (Grupo IMPRESA)
Impreso en España I Printed in Spain
PRESENTAC/ON DE ESTA ED/C/ON

Los escritos de S. Luis M. ª Grign ion de Mon tfort no


necesitan presen tación ni recomendación alguna. Pero el
tema de este libro sí que lo precisa, por desgracia. ¡Se ha
pretendido tan to desacreditar, ridiculizar y desterrar de
la piedad popular el rezo del Santo Rosario!
Y, sin em bargo, en Lourdes, en Fátima, en Beauraing
y en Banneux -por no mencionar m ás que apariciones
aprobadas por la Iglesia- la Virgen se aparece con el Ro­
sario en las manos y recom ienda, exhorta y hasta pide que
se le o bsequie con esta práctica de devoción. ¿Qué ten ­
drá, pues, el Rosario que tanto agrada a la Virgen San tí­
sima? A un buen hijo le habría de bastar conocer el deseo
de su m adre para que se esforzara en complacerla. Pero
adem ás son los m ismos Papas los que nos recomiendan
encarecidamente esta devoción . Baste recordar a León
X/// con sus encíclicas anuales sobre este tema, a Pío X//
que casi rep itió lo m ismo, Juan X/// (que afirmaba que
desde pequeño había rezado cada día el Rosario entero),
Paulo VI, y el actual Pon tífice que va siempre con el Ro­
sario en la m ano.
Y es que el Rosario no es m ás que una síntesis de la His­
toria de la Salvación en todos aquellos misterios en que
María está al lado de Jesús participando viva y eficazm ente
en la salvación de los hombres. Y con el recuerdo de estos
m isterios la in vocamos con las palabras del Angel en la

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Anunciación-En carnación y le suplicamos reiteradamen ­
te nos proteja duran te roda la vida y en especial a la hora
de la muerte. Nos asociamos a la "Esclavita del Señor"
y la acompañamos hasta que la vemos en la gloria para
que con Jesús nos ponga la co rona que hayamos mereci­
do. ¡No es maravilloso recorrer todo s los días, en compa­
ñía de la Madre del Reden tor, el cam ino de nuestra salva­
ción!
Lee, pues, el librito que te presentamos, lector, y medí­
talo. Y que esta m editación te haga recitar con devoción ,
gozo y fruto todos los días de tu vida esta oración tan del
agrado de ti y mi Madre celestial.

P. Francisco de P. Solá S.J.


Dirtttor de la SoC"iedad Grignion de Mon(fort
BaT<·elona. 11 de fj>hrero de 1982. Festividad de
Nuestra .vitora de Lourde•.

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PROLOGO

¿Tuvo el Beato Montfort el propósito de publicar este


opúsculo, o al menos deseaba que llegara a salir a la luz
pública, en la primera oportunidad? No cabe dudar de
ello, al leer lo que viene a ser el prefacio de su li bro, las
tres rosas, puestas aparte, que ofrece a los sacerdotes, a
los pecadores y a las almas devotas, y el capullo de rosa
que reserva para los Benjamines de la familia de Cristo:
los niños.
En la primera dice: «Min i stros del Altisim o ... perm itid­
me presentaros la rosa blanca de este libro, para poner en
vuestro corazón y vuestra boca las verdades que expongo
con sencillez . Si yo creyera, que la experiencia que Dios
. .

me ha dado de la eficacia de la predicación del Santo Ro­


sario para la conversión de las almas pudiera decidiros a
predicarlo... yo os diría las conversiones maravillosas que
he logrado mediante su predicación; pero me contento con
presentaros en este opúsculo algunos ejemplos antiguos bien
comprobados. Unicamente he intercalado en vuestro ob­
sequio algunas citas latinas de buenos autores que demues­
tran lo que explico al pueblo, en francés» .
¿Por qué entonces no se ha publicado el libro hasta aho­
ra? Contestaremos ante todo y es una razón grave para
personas de fe, que la hora de Dios no había llegado.
Ocurre con los libros de los santos, como con los san­
tos mismos, que aparecen en el tiempo preciso, señalado

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por la Providencia para realizar un gran bien. El Beato
Montfort estaba predestinado a combatir el jansenismo,
al comenzar el siglo XVI II. Su lratado de la Verdadera
Devoción a la Santísima Virgen, hallado en la mitad del
siglo XIX, debía contribuir a robustecer el movimiento,
que impele a las almas a María y favorecer el respeto y
la confianza hacia tan buena Madre .

Hoy toca el turno a «El Secreto del Santísimo Rosa­


rio», porque la lucha entre la Inmaculada y Satanás y en­
tre las razas de la una y del otro, es más enconada que
nunca y va a ser más terrible todavía, siendo preciso que
nosotros, los fieles soldados de María, emp u i\emos el ar­
ma que ha de damos la victoria, es decir, el Santo Rosario.
¿Y quién nos predicará el Rosario, mejor que Mont­
fort, que fue y es todavía, en expresión de la Iglesia, el
Predicador excelente? Durante los ai\os de su vida apos­
tólica, lo implantó en todas las pa rro quias en que dio mi­
siones . Sus ejemplos, sus escritos, sus mismas imágenes,
nos excitaban ya a amar y practicar una devoción que él
estimaba sobremanera. El Beato Montfort apareció siem­
pre a los ojos de todos como el apóstol del Rosario.
Y ahora es preciso por las circunstancias que atravesa­
mos, que predique por medio de su libro tan amada de­
voción.
Montfort con su voz recia y elocuente clamará a los cris­
tianos de nuestros días: «iA las armas! ¡Tomad con una
mano la Cruz y el Rosario con la otra y combatid con va­
lor por la más noble de las causas; por el honor de Dios
y la gloria de su Madre!»
Dícese que León X I I I , impresionado por la vida y los
escritos del Beato Montfort, cuya beati ficación prepara­
ba, se sintió vehementemente movido a recomendar a la
cristiandad el rezo del Rosario . Efecto análogo ocurrirá
a los que lean con fe este libro . El Beato Montfort les ha-

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rá saborear su devoción predilecta y les inspirará el abra­
zarla con amor.
Fuera del motivo sobrenatural apuntado, contribuyó a
retardar la impresión del «Secreto Admirable», el hecho
de que el Beato al componerlo aprovechara extensamente
la obra del dominico Antonino Thomas, impresa en Reims
el año 1698 bajo el título de Rosario místico de la Santísi­
ma Virgen, o Santo Rosario ideado por Santo Domingo;
porque no solamente tomó las ideas, sino que reprodujo
literalmente numerosos pasajes de la misma obra . De ahí
que se dudara si convenía editar, al amparo del nombre
del Beato Montfort, un trabajo que era debido en parte
a otro . Sin embargo, después de larga reflexión nos he­
mos decidido a ello. ¿Por qué? Porque el libro que ofre­
cemos al público es en realidad un trabajo personal de
Montfort . El Beato autor escogió de la obra del domini­
co los paisajes que creía más a propósito para hacer bien
y los ordenó más armónicamente. Su libro presenta as­
pecto sugestivo y original: es una corona mística, de la
que cada capítulo es una rosa . El lector puede así ornar
c on cincue n t a y tres rosas maravillosas la frente de su So­
berana .
Montfort ha sacado de una obra, un poco farragosa y
abultada, un compendio suelto y conciso, sembrado de
reflexiones prácticas, enriquecido con capítulos entera­
mente nuevos del Beato Alano de la Roche, etc .
Finalmente, una razón de peso, es que gracias a la in­
fluencia de Montfort, las ideas adoptadas por él y recibi­
das del dominico A. Thomas, van a tener un tan glorioso
destino como seguramente no habría soñado su autor. Ba­
jo el nombre amado y conocido de Montfort, cundirán
esas ideas por el mundo entero para alimentar la piedad
mariana de innumerables multitudes. Si se editara «El Ro­
sario místico», la obscuridad de su autor le proporciona-

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ría un éxito dudoso, mientras que, sin la menor vacila­
ción, predecimos al «Secreto Admirable del Santo Rosa­
rio» un éxito cierto y brillante.
Si una persona cualquiera pretendiese hacer un compen­
dio del «Rosario místico», un opúsculo más sencillo y ade­
cuado para la generalidad de los fieles, nadie tendría re­
paro que oponer a ello .
Por el contrario , se alabaría el proyecto y se agradece­
ría el autor . Pues bien, es un santo el que se ha impuesto
ese sacrificio y tomado ese trabajo y hemos por lo tanto
de aplaudir su iniciativa . Publicar su «Secreto» es parti­
cipar de sus miras. Al examinar el manuscrito original,
hecho con letra segura y esmerada, se ve que está confec­
cionado con amore. El amor guiaba la pluma del Beato,
el amor a su querida Madre del cielo, que él ansiaba hon­
rar, y el amor a sus hermanos que aspira a conquistar pa­
ra su devoción favorita. P ie ns a esto, lector, al recorrer es­
tas páginas . Pide al Beato que transfunda en tu alma los
sentimientos que animaban la suya . Dile que te ayude a
saludar a M aría con el ángel Gabriel y a atraer, por esa
súplica, sobre la tierra, la gracia que te santifique y que­
brante la cabeza de la serpiente infernal .
Por el Ave María
el pecado se destruirá.
Por el Ave Maria
toda gracia nos vendrá .
San Lorenzo del Sevre, l . 0 de octubre de 1911 .
Fiesta del Santo Rosario.

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ROSA BLANCA

A LOS SACERDOTES

Ministros del Altísimo, predicadores de la verdad, cla­


rines del Evangelio, permitidme que os presente la rosa
blanca de este librito para introducir en vuestro corazón
y en vuestra boca las verdaddes que en él se exponen sen­
cillamente y sin aparato . En vuestro corazón, para que
vosotros mismos emprendáis la práctica santa del Rosa­
rio y gustéis sus frutos . En vuestra boca para que predi­
quéis a los demás la excelencia de esta santa prácti c a y
os convirtáis por este medio. Guardaos, si no lo lleváis
a mal, de mirar esta práctica como insignificante y de es­
casas con secuencias, como hace el vulgo y aun muchos
sabios orgullosos; es verdaderamente grande, sublime, d i ­
vina. El cielo es quien os la ha dado para convertir a los
pecadores más endurecidos y los herejes más obstinados.
Dios ha vinculado a ella la gracia en esta vida y l a gloria
en la otra. Los santos la han eje rc i t a d o y l o s Soberan o s
Po ntífices l a h a n a u to rizad o .
¡ Oh, c u á n fe l iz es el sacerd ot e y d i re c t o r de a l m a s a
q u ien el Espí rit u Santo ha revelado est e secreto , d e sco n o ­
ci d o d e l a m a yo r pa rt e d e los h o m bres o s ó l o con o ci do
supe r fic i a l m e n te ! Si ! og ra su conoci m i e n t o práct i co , lo re­
ci t a r á t o d o s l o s Cl í a s y lo h a r á reci ta r a l o s otro s . Di o s y
su Santísima M ad re derra m a r á n co p i o sa m e n t e la g r acia
e n su a l m a p a r a que sea in stru m en t o de su g l o r i a : y pro-

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ducirá más fruto con su palabra, aunque sencilla, en u n
mes que los demás predicadores e n muchos ai'\os.
No nos contentemos, pues, mis queridos compai'\eros,
en aconsejarle a los demás, es necesario que le practique­
mos. Bien podremos estar convencidos de la excelencia del
Santo Rosario, mas sino le practicamos, poco empei'\o se
tomará quien nos oyere en cumplir lo que aconsejamos,
porque nadie da lo que no tiene "Caepit Jesús facere et
docere". Imitemos a Jesucristo, que comenzó por hacer
aquello que ensenaba. Imitemos al Apóstol , que no co­
nocía, ni predicaba más que a Jesucristo crucificado: y
eso es lo que haréis al predicar el Santo Rosario, que se­
gún más abajo veréis, no es sólo un compuesto de Padre­
nuestros y Avemarías, sino un divino compendio de los
misterios de la vida, pasión, muerte y gloria de Jesús y
de María . Si creyera yo que la experiencia, que Dios me
ha dado de la eficacia de la predicación del Santo Rosa­
r io para convertir las almas , os podría determinar a pre­
dicarlo, a pesar de la moda contraria de los predicadores;
os diría las conversiones maravillosas, que he visto venir
con la predicación del Santo Rosario; pero me contentaré
con relatar en este compendio algunas historias antiguas
y bien probadas . Y solamente en servicio vuestro he in­
senado también algunos textos latinos de buenos autores,
que prueban lo que explico al pueblo en francés.
* *

ROSA ENCARNADA

A LOS PECADORES

A \O'>otro� pobres pecadores y pecadora'>, un peca­


dor mayor t o d a vía os o frece e s t a rosa e n rojecida con la

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Sangre de Jesucristo, para haceros florecer y para salva­
ros . Los impíos y los pecadores impenitentes claman to­
dos los días: «Coronémonos de rosas». Coronémonos de
rosas, cantemos también nosotros, coronémonos con las
rosas del Santo Rosario. ¡Ah! ¡cuán diferentes son sus ro­
sas de las nuestras! Son las rosas de ellos sus placeres car­
nales, sus vanos honores y sus riquezas perecederas, que
muy pronto se marchitarán y perecerán; mas las nuestras
(nuestros Padrenuestros y Avemarías bien dichos, juntos
con nuestras obras de penitencia) no se marchitarán ni pa­
sarán jamás y su resplandor brillará de aquí a cien mil años
como al presente; las pretendidas rosas de ellos no tienen
sino la apariencia de tales, en realidad no son otra cosa
que espinas punzantes durante la vida por los remordi­
mientos de conciencia, que los atormentarán en la hora
de la muerte (con el arrepentimiento) y los quemarán du­
rante toda la eternidad, por la rabia y la desesperación.
Si nuestras rosas tienen espinas, son espinas de Jesucristo
que El convierte en rosas. Si punzan nuestras espinas, es
sólo por algún tiempo, no punzan sino para curarnos del
p ecado y salvarn os. Coronémonos, a porfía , de estas ro­
sas del paraíso recitando diariamente el Rosario. Si sois
fieles en rezarle devotamente hasta la muerte, a pesar de
la enormidad de vuestros pecados, creedme. Percipietis
coronam inmarcesibilem, recibiréis una corona de gloria
que no se marchitará jamás. Aun cuando os halláseis en
el borde del abismo, o tuvieseis ya un pie en el infierno;
aunque hubieseis vendido vuestra alma al diablo, aún
cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un
demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis,
con tal que (lo repito y notad las palabras y los términos
de mi consejo) recéis devotamente todos los días el Santo
Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obte­
ner la contrición y el perdón de vuestros pecados.

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Ya veréis en esta obra muchas historias de grandes pe­
cadores convertidos por virtud del santo Rosario. Leedlas
para meditarlas.
• •

ROSAL MISTICO

A LAS ALMAS DEVOTAS

No llevaréis a mal, almas devotas , alumbradas por el


Espíritu Santo, que os dé un pequen.o rosal místico, baja­
do del cielo, para ser plantado en el jardín de vuestra al­
ma; en nada perjudicará las flores odoríferas de vuestra
contemplación . Es muy oloroso y enteramente divino, no
dest ruirá en lo m ás mínimo el orden de vuestro j ardín;
es muy puro, bien ordenado y lo conduce todo al orden
y a la pureza; crece hasta una altura tan prodigiosa, ad­
quiere una tan vasta extensión , si se le riega y cultiva cual
conviene, todos los días, que no sólo no estorba, antes
conserva y perfecciona todas las restantes devociones . Vo­
sotros que sois espirituales me comprendéis bien; este ro­
sal es Jesús y María en la vida, en la muerte y en la eterni­
dad. Las hojas verdes de este rosal místico representan los
misterios y gozos de Jesús y de María; las espinas, los do­
lorosos; y las flores, los gloriosos; los capullos son la in­
fancia de Jesús y de María; las rosas entreabiertas repre­
sentan a Jesús y a María en los sufrimientos; las abiertas
del todo muestran a Jesús y a María en su gloria y en su
triunfo. La rosa alegra con su hermosura: Ved aquí a Je­
sús y a María en sus misterios gozosos, pica con sus espi­
nas, ved aqu í a Jesús y María en sus misterios dolorosos;
regocija con la suavidad de su aroma; vedlos. en fi n, en

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sus misterios gloriosos. No desprecies, pues, mi planta ex­
celente y divina, plantadla en vuestra alma, adoptando Ja
resolución de rezar el Rosario. Cultivadla y regadla rezán­
dole fielmente todos los días y haciendo buenas obras y
veréis como este grano que parecía tan pequefto llegará
a ser con el tiempo un árbol grande, donde las almas pre­
destinadas y elevadas a la contemplación harán sus nidos
y morada para guardarse a la sombra de sus hojas de los
ardores del sol, para preservarse en su altura de las bes­
tias feroces de la tierra y para ser , en fin, delicadamente
alimentadas con su fruto, que no es otro que el adorable
Jesús a quien sea honor y gloria por los siglos de los si­
glos . Amén. Dios solo.
• •

CAPULLO DE ROSA

A LOS NIÑOS

A vosotros, amiguitos míos, os ofrezco un hermoso ca­


pullo de rosa; es un granito de vuestro rosario que os pa­
rece cosa tan insignificante. Mas ¡oh, qué precioso es ese
granito! ¡Qué admirable es ese capullo! ¡Cómo se desa­
rrollará si rezáis devotamente vuestra Ave María! Mucho
sería pediros que recéis el Rosario todos los días; rezad
por lo menos diariamente un tercio del Rosario con devo­
ción y será una linda corona de rosas que colocaréis en
las si enes de Jesús y de María. Creedme; y escuchad una
hermosa historia, y no la olvidéis.
Dos nii'\as, hermanitas, estaban a la puerta de su casa
rezando devotamente el Santo Rosario. Aparéceselas un a
hermosa Señora, la cual se aproxima a la más pequeña,

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que tenia de seis a siete aftos, la toma de la mano y se la
lleva. Su hermana mayor la busca llena de turbación y de­
sesperada de poderla encontrar vuelve a su casa llorando .
El padre y la madre la buscan dos días sin encontrarla .
Pasado este tiempo la encuentran a la puerta con su ros­
tro alegre y gozoso . Pregúntanle de dónde viene y contes­
ta que la Seftora a quien rezaba el Rosario la había lleva­
do a un l ugar muy hermoso y la babia dado a comer co­
s as muy buenas y había colocado en sus brazos a un Nifto
bellísimo. El padre y la madre, recién convertidos a la fe,
llamaron al Padre Jesuita que los había instruido en ella
y en la devoción del Rosario y le contaron lo que había
pasado . De sus propios labios lo hemos sabido nosotros .
Aconteció en el Pa rag uay .

Imitad, amados niftos, a estas dos fervorosas niftas, re·


zad todos los días, como ellas, el Rosario, y mereceréi
así ve r a Jesús y a Maria, s i n o en est a v i d a , después de
la muerte, d uran t e la eternidad . Amén.
Sabios e ignorantes, justos y pecadores, grandes y pe­
queftos, alaben y sal u den día y noche con el Santo Rosa­
rio a Jesús y a María.
Salutate Marian, quae multum laboravit in vobis. (Rom.
XVI). Saludad a María, que mucho ha trabajado en me­
dio de vosotros .

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EL SECRETO ADMIRABLE
DEL SANTISIMO ROSARIO

PARA CONVERTIRSE Y SALVARSE

PRIMERA DECENA

Excelencia del Santtsimo Rosario en su


origen y en su nombre

Primera Rosa

LAS ORACIO NES DEL ROSARIO

El Rosario comprende dos cosas; a saber: la oración


mental y la oración vocal. La oración mental del Santo
Rosario es la meditación de los principales misterios de
la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima
Madre. La oración vocal del Rosario consist e en decir
quince decenas de A ve Marías terminadas por un Padre
nuestro, mientras se medita y contempla las quince virtu­
des principales que Jesús y María han practicado, en los
quince misterios del Santo Rosario.
En la primera parte, que consta de cinco decenarios,
se honra y considera los cinco misterios gozosos; en la se­
gunda, l os ci nco m i sterios d o l o rosos, y en la terce ra, lo�

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cinco misterios gloriosos . De ese modo el Rosario es un
compuesto sagrado de oración mental y vocal para hon­
rar e imitar los misterios y las virtudes de la vida, muerte,
pasión y gloria de Jesucristo y de María.
• •

Segunda Rosa

ORIGEN DEL ROSARIO

El Santo Rosario, compuesto en su fondo y substancia


de la oración de Jesucristo y de la salutación angélica, a
saber el Padrenuestro y el Ave María, y la meditación de
los misterios de Jesús y Maria, es sin duda la primera ora­
ción y la devoción primera de los fieles, que desde los após­
toles y los discípulos se trasmitió de siglo en siglo hasta
nosotros ( 1 ) . No obstante, el Santo Rosario en la forma
y método que lo recitamos al presente, no fue inspirado
a la Iglesia y dado por la Santísima Virgen a Santo Do­
mingo, para convertir los herejes albigenses y los pecado­
res, hasta el año 1214, de la manera que voy a decir y se­
gún refiere el Beato A lano de la Roche en su famoso li­
bro titulado: De dignitate Psalterii ( 1 ) Viendo Santo Do-
.

( 1) Seg ún las investigaciones de los historiadores eclesiásticos, no pa­


rece que pueda hoy admitirse lo que aquí dice el B. Mon t for i sobre la
a n t igüed ad en el uso del Ave María . Hasta el siglo XII no hay tes ii m o ­
n io alguno de que se rezara el A v e Maria, si no es como antífona en
la liturgia. Antes de Santo Domingo se ci 1a n sólo cuatro o c inco casos
de fieles que rezaran el Ave Maria. El Santo fue el primero que co n st a
m andara rezar el Ave Maria en sus Constituciones y sus disc í p ulos los
primero� de q u i e n es tenemos noiicia que propagaron la d e v oción de re­
Lar series de Ave Marias, medita n do los misterios y j u m a nd o el re/O
con genunexiones, al modo que rezaba Santo Doming o, s e gú n nos lo
r epresenta el arle de su 1iempo. Con fundamento, pues, la voz de lo'
Sumos Pontífices, de acuerdo con la tradición nos señala a Sanio Do·

16
min go q ue los crímenes de los hom bres obstaculizaban la
con versión de los alb igen ses , entró en un bosq ue próxi­
mo a Tolosa y pasó en él t res d ías y t res noches en cont i ­
n u a oración y pen i t encia, no cesando d e gem ir , d e l l orar
y de m acerar su c uerpo con disciplinas para calmar l a có­
lera d e Dios; de suerte que cayó m edio m uerto . La San t í ­
si m a Virgen acom pañada de t res princesas del cielo s e l e
apareció en to nces y le d i j o : «¿Sabes t ú , mi q ueri do Do­
mingo , de q ué arm a se ha servi d o l a Santísim a Trinidad
para reformar el mu ndo? -Oh, Seño ra, respo ndió él . Vos
lo sabéis mejor que yo, porque después de vuestro Hijo
J es ucristo fu isteis el principal in strume n t o de nuestra sal­
vación». El la añad ió: «Sabe que la pieza principa l de la
b atería fue la sal u tación angéli c a , que es el fu n d a m ento
d el Nuevo Testam ento; y por tan t o si quieres ga nar pa ra
Dios esos corazones endurecidos. reza m i salterio». El San­
t o se levan tó muy consolado y abrasado de celo por el bien
d e est os pueblos, en t ró en la Cated ral; en el m i sm o mo­
mento sonaron las campanas por int ervención de los án ­
geles para reu n i r los habitantes y al pri ncipio de la predi­
cació n se levantó una espantosa tormenta; la tierra te m ­
b l ó , el so l se n u b l ó , los repet idos t r uenos y relám pagos
h i cieron est remecer y pali decer a los oyent es; y aum entó
su terror al ver u n a i m agen de la San t í s i m a Vi rgen , ex­
puesta en lugar preem i nente levantar los brazos tres veces
h acia el cielo , para pedir a Dios venganza contra el los si
no se convert ían y recurrían a la protecció n d e la San t a
M adre de Dios.
mingo como fundador del Rosario, aunque n o enseñara é l a rezarlo pre­
cisamente en series de diez A\'e Marias ,. distribu,·endo •orno ahora la
meditación de los misterios. Esta no sé fijó hast a el sigl o X\'.
Véanse sobre todo este asunto los interesantes arri.·ulos del P. Geti­
no, O.P. (en la Ciencia Tomis ta , T. XXIV y XXV). u¿Fue Santo Do·
mingo fundador del Rosario?»
(1) De la dignidad del salrerio de Maria: es de•ir del Rl,�aril'.

17
El cielo q uería por estos prodigios aumentar la nueva
devoción del Santo Rosario y hacerla más notoria . La tor­
menta cesó al fi n por las oraciones de Sant o Domingo.
Con t i nuó su d iscu rso y explicó con tanto fervor y en t u ­
siasmo la excelencia del Santo Rosario , q u e los morado­
res de Tolosa le ab razaron casi todos, ren unciando a sus
errores , viéndose en poco t iempo un gran cambio en l a
vida y cos t u m bres de la ciudad (1 ).

* *

Tercera Rosa

E L ROSA R I O Y SA NTO DOMINGO

Este milagroso establecimiento del Santo Rosario , que


guarda cierta semejanza con la manera en que Dios pro­
m u lgó su ley sobre el monte Sinaí , mani fiesta evidente­
mente la excelencia de esta di vina práctica. Santo Domin­
go, inspirado por el Espíritu Santo , predicó todo el resto
de su vida el San to Rosario con el ejem plo y la palabra ,
en las ciudades y en los campos, ante los grandes y los
pequeños , ante sabios e ignorantes , ante católicos y here­
jes. El Santo Rosario , que rezaba todos los días , era su
preparación para predicar y su acción de gracias después
d e h aber predicado . Cuando el Santo estaba, un día de
San Juan Evangelista , en N uestra Sei'lora de París, det rás
d el altar mayor, en una capil l a , rezando el San to Rosario
para prepararse a predicar , le apareció la Santísima Vir-

( 1) Ninguna de estas marav i llas refieren los aniiguos historiadores


de la Orden de Sto. Domi ngo y por eso los críticos descon fían. Téngase
en cuenta sin em bargo que Sto. Dom ingo no tuvo ningün biógrafo con ­

temporáneo. Los que narraron su vida lo hicieron dentro del cuadro ge­
neral de la historia de su Orden, donde no cabían tantos pormenores.

18
gen y le dijo: « Domingo , aunque lo que tienes preparado
para predicar sea bueno, he aqu í , no obstante, un sermó n
m ucho mejor q u e y o t e traigo » . Santo Domingo recibe
de sus manos el li bro donde estaba el sermó n , lo lee, lo
saborea , lo comprende, da gracias por él a la Santísima
Vi rgen. Llega la hora del sermón , se en fervoriza y des­
pués de no haber dicho en alabanza de San Juan Evange­
lista otra cosa , sino que había merecido ser custodio de
la Reina del ciel o , dice a toda la concurrencia de grandes
y doctores que hab ían venido a o írle y que estaban habi­
tuados a discursos floridos, que no les hablaria con pala­
bras de la sabiduría humana, sino con la sencillez y la fuer-.
za del Espíritu Santo . Y efectivamente, les predicó el Santo
Rosario , explicándoles palabra por palabra, como a ni­
ños , la salutación angélica, sirviéndose de comparaciones
muy sencillas, que había leído en el papel que le diera la
Santísima Virgen . He aquí las mismas palabras del sabio
Cartagena, tomadas por él del li bro del Beato Alano de
l a Roche, titu lado De Dignitate psalterii: « Patrem sanc­
tum Dominicum si bihaec revelatione dixisse tes tatur: Tu
praedicas, fili , sed uti caveas ne potius laudem hum anam
quaeras quam animarum fruct um, audí quid mihi Pari ­
siis contigi t . Debebam inmajori ecclesia beatae Mariae
praedicare, et volebam curiose no jactant i ae causa, sed
p ropter astantium facultatem et dignitatem . Cum igitur
more meo per horam fere ante sermonem in psalterio meo
(Rosarium intelligit) quedam in capella post altare maj us
o rarem , su bito factus sum in raptum. Cernebam amicam
meam Dei Genitricem afferentem mih i libell um et dicen­
tem : « Dominice, etsi bonum est quod praedicare dispo­
suisti sermonem, tamen longe meliorem attuli». Loet us
librum capio, lego constanter, ut dixit, reperio , gratias ago,
adest hora sermonis, adest parisiensis Universitas tota, do­
minorumque n umerus magnus. Audiebant quippe et vi-

19
debant signa magna quae per me Dominus operabatur;
itaque ambonem ascendo. Festum erat sancti Joannis
Evangelitae . De eo aliud non dico nisi quod custos si ngu ­
laris esse meruit Reginae coeli. Deinde auditores sic a l lo­
quor: Domini et Magistri praestantissimi, aures reveren­
tiae vestrae solitae sunt curiosos audire sermones et aus­
cultare. At nunc ego non in doctis humanae sapientae ver­
b i s , sed in ostentione spíritus et vi rtu t i s loquarn. Tu n e ait
Cart hagena post Beatum A la nu m:
Sanctus Dominicus eis e x plic a v i t Salutat ionen angel i ­
cam comparationi bus et si mili tud i ni bus fa m i l i aribus hoc
m odo».
El Beato Alano afirma que su Padre Santo Domingo,
le dijo un día en su revelación: «Hijo mío, tu rezas, pero
para que tú no busques las alabanzas de los hombres an­
tes que la salvación de las almas, escucha lo que me suce­
dió en París. Debía predicar en la m agnífica iglesia dedi­
cada a la bienaventurada María y quería hacerlo de un
modo ingenioso, no por orgullo, sino por la influencia y
dignidad del auditorio. Según mi costumbre, oraba reci­
tando el Rosario durante la hora que precedía a mi ser­
món y tuve un rapto. Vi a mi amada Sei\ora la Madre de
Dios que trayéndome un libro me decía: « Domingo, por
bueno que sea el sermón que has decidido predicar, te trai­
go aquí otro mejor».
«Muy gozoso, cogí el libro, lo leí entero y, como María
había dicho, comprendí bien que aquello era lo que con­
venía predicar. Se lo agradecí con todo mi corazón . Lle­
gada la hora del sermón, tenía delante de mí la Universi­
dad de Parls en masa y un gran número de sei\ores. Ellos
veían y comprendían las grandes sei\ales que por media­
ción mía les hacía el Sei'ior. Subo al púlpito. Era la fiesta
de San Juan, pero de tal apóstol me contenté con decir
que mereció ser escogido para guardián de la Reina del

20
cielo; hablando así después a mi auditorio: «Señores y
Maestros ilustres , estáis acostumbrados a escuchar sermo­
nes elegantes y sabios; pero yo no quiero dirigiros las doc­
tas palabras de la sabiduría humana, sino mostraros el Es­
píritu de Dios y su virtud». Y entonces dice Cartagena,
según el Beato Alano, Santo Domingo explicó la Saluta­
ción angélica por comparaciones y semejanzas familiares>>.
El Beato Alano de la Roche , como dice el mismo Car­
tagena, refiere otras varias apariciones de Nuestro Señor
y de la Santísima Virgen a Santo Domingo para instarle
y animarle a predicar el Santo Rosario, a fin de combatir
el pecado y convertir a pecadores y herejes , dice: «Beatus
Alanus dicit sibi a Beata Virgine revelatum fuisse Chris­
t um Filium suum apparuisse post se sancto Dominico et
ipsi dixisse: « Dominice, gaudeo quod non confidas inua
sapientia, sed cum humilitate potius velis salvare animas­
quam vanis hominibus placere. Sed multi praedicatores
statim volunt contra gravissima peccata instare, ignoran­
tes quod ante gravem medicinam debet fieri proeparatio,
ne medicina sit inanis et vacua: quapropter prius homi­
nes debent in duci ad orationis devotionem et signanter ad
psalterium meum angelicum; quoniam, si omnes coepe­
rinr hoc orare, non dubium est quin perseverantibus aderit
pietas divinae clementiae. Praedica ergo psalterium
meum».
«El Beato Alano dice que la Santísima Virgen le reveló
que Jesucristo su hijo se había aparecido después que Ella
a Santo Domingo y le había dicho: « Domingo, me alegro
de ver que no te apoyas en tu sabiduría y que trabajas con
humildad por la salvación de las almas, sin preocuparte
en complacer a los hombres vanos. Muchos predicadores
quieren en seguida tronar contra los pecadores más gra­
ves, olvidando que antes de dar remedio penoso, es nece­
sario preparar el enfermo para que lo reciba y se aprove-

21
che de él. Por eso deben antes exhortar al auditorio al
amor a la oración, especialmente a mi angélico salterio;
porque si todos empiezan a rezarlo no es dudoso que la
divina clemencia estará propicia para los que perseveren.
Reza, pues, mi Rosario».
En otro lugar dice el Beato Alano: «Omnes sermoci­
nantes et proedicantes Christicolis exordium pro gratia im­
petranda a salutatione angélica faciunt. Hujus rei ratio
sumpta ets ex revelatione facto beato Dominico cui beata
Virgo dixit: «Dominice fili, nil mireris quod condonan­
do minine proficias. Enimvero aras solum a pluvia nom
irrigantur. Scitoque cum Deus renovare decrevit mundum
Salutationis angelicae pluviam proemisit; sicque ipse in
melius est reformatus.-Hortare igitur homines in con­
cionibus ad Rosarii mei recitationem, et magnos anima­
rum fructus colliges». Quod sanctus Dominicus strenue
executus uberes ex suis concionibus animarum fructus re­
tuli. Hoce in Libro miraculorum sancti Rosarii, italice
conscripto, et in Justino, discursu 143) .
Es decir: «Todos los predicadores hacen decir a los cris­
tianos la salutación angélica, al principio de sus sermones
para obtener la gracia divina. La razón de ello se encuen­
tra en una revelación hecha a Santo Domingo por la bie­
naventurada Virgen. «Hijo mío, le dijo, no te sorprendas
de que no t engan éxito tus predicaciones, porque traba­
jas en una tierra que no fue regada por la lluvia. Sabe,
que cuando Dios quiso renovar el mundo, envió de ante­
mano la lluvia de la Salutación angélica y así es como se
reformó el mundo. Exhorta, pues, en tus sermones a re­
zar el Rosario y recogerás grandes frutos para las almas».
Y habiéndolo hecho así Santo Domingo constantemente,
obtuvieron sus predicaciones notable éxito». (Esto se en­
cuentra en el Libro de los milagros del Santo Rosario, es­
crito en Italiano y el discurso 143 de Justino).

22
He tenido gusto en copiar palabra por palabra los pasa­
jes latinos de estos buenos autores en favor de los predi­
cadores y personas eruditas, que pudieran poner en duda
la maravillosa virtud del Santo Rosario. Mientras siguien­
do a Santo Domingo se predicó la devoción del Santo Ro­
sario la piedad y el fervor florecían, en las Ordenes reli­
giosas que practicaban esta devoción, y en el mundo cris­
tiano; pero desde que no se hizo tanto aprecio de ese pre­
sente venido del cielo, no se ve más que pecado y desór­
denes por todas partes .
• •

Cuarta Rosa

E L ROSARIO Y EL BEATO A LANO DE LA ROCHE

Como todas las cosas, aun las más santas, en cuanto


dependen de la voluntad de los hombres están sujetas a
cambios, no hay porque sorprenderse de que la cofradía
del San to Rosario sólo subsistiese en su primitivo fervor
alrededor de cien ai'\os después de su institución, así que
luego estuvo casi sumida en el olvido. Además, la malicia
y envidia del demonio han contribuido, sin duda, a la me­
nor estimación del Santo Rosario, para detener los torren­
tes de la gracia de Dios que esta devoción atraía al mun­
do. En efecto, la justicia divina afligió todos los reinos
de Europa el ai'\o 1349 con la peste más horrible que se
recuerda, la que desde levante se extendió a Italia, Ale­
mania, Francia, Polonia, Hungría y desoló casi todos es­
tos territorios, pues de cien hombres apenas quedaba uno
vivo; las poblaciones, las villas, las aldeas y los monaste­
rios quedaron casi desiertos durante los tres ai'\os que du­
ró la epidemia.

23
Este azote de Dios fue seguido de otros dos: la herejía
de los Flagelantes y un desgraciado cisma el año 1 3 76 .
Luego que, por la misericordia de Dios, cesaron estas
calamidades, la Santísima Virgn ordenó al Beato Alano
de la Roche, célebre Doctor y famoso predicador de la
Orden de Santo Domingo del convento de Dinan, en Bre­
taña, renovar la antigua cofradía del Santo Rosario, para
que ya esta cofradía había nacido en esta provincia, un
religioso de la misma tuviese el honor de restablecerla. Este
Beato Padre empezó a trabajar en esta gran obra el año
1 460, después que Nuestro Señor Jesucristo para deter­
minarle a predicar el Santo Rosario le manifestó un día
en la Sagrada Hostia, cuando el Beato celebraba la Santa
Misa: «¿Por qué me crucificas tú de nuevo? -¿Cómo,
Señor? le contestó el Beato Alano enteramente sorpren­
dido. Son tus pecados los que me crucifican, le respondió
Jesucristo y pre feriría ser cruci ficado otra vez que ver a
mi Padre ofendido por los pecados que has cometido. Y
me crucificas aun, porque tienes ciencia y cuanto es nece­
sario para predicar el Rosario de mi Madre y por este me­
dio instruir y desviar muchas almas del pecado; tu lo sal­
varías impidiendo grandes males y no haciéndolo eres cul­
pable de los pecados que ellos cometen». Estos cargos te­
rribles resolvieron al Beato Alano a predicar incesantemen­
te el Rosario.
La Santísima Virgen le dijo también cierto día, para ani­
marle aun más a predicar el Santo Rosario: «Fuiste un
gran pecador en tu juventud, pero he obtenido de mi Hi­
jo tu conversión , he rogado por ti y hubiese deseado, a
ser posible, padecer toda clase de trabajos para salvarte,
pues los pecadores convertidos son mi gloria; y para ha­
certe digno de predicar por todas partes mi Rosario».
Santo Domingo cuando describía a los fieles los frutos
que había conseguido en los pueblos por medio de esta

24
hermosa devoción que les predicaba continuamente, so­
lía decir: «Vides quomodo profecerim in sermone isto, id
etiam facies et tu et omnes Mariae amatores , ut sic traha­
tis omnes populos ad omnem scientiam virtutum» . «Ved
el fruto que he conseguido con la predicación del Santo
Rosario; haced lo mismo cuantos amáis a la Sant ísima Vir­
gen, para que llevéis por este Santo ejercicio del Rosario,
todos los pueblos al conocimiento de la ciencia verdade­
ra, que es la virtud.
Esto es en compendio lo que la historia nos enseña del
establecimiento del Santo Rosario y de su renovación por
el Beato Alano de la Roche.
• •

Quinto Roso

COFRADIA DEL ROSARIO

No hay, hablando con propiedad, más que una co fra­


día del Rosario compuesto de 150 Ave Marias; pe ro en
relación al fervor de las distintas personas que la practi­
can hay tres clases, a saber: el Rosario común u or d ina ­

rio , el Rosario perpetuo y el Rosario cotidiano. La co fra­


día del Rosario ordinario sólo exige que se rece una vez
por semana y la del Rosario perpetuo una vez al año; pe­
ro la del Rosario cotidiano exige rezarlo entero; es decir
las 150 Ave Marías, diariamente . Ninguno de estos Rosa­
rios implica obligación bajo pecado, ni aun venial; por­
que la promesa de rezarlo es completamente voluntaria
y de supererogación; pero no debe alistarse en la cofradía
quien no tenga voluntad de cumplir esa promesa, según
le ordena la cofradía y siem pre que pueda sin fal t a r a la s
obl ig ac io nes de su es tado Así, cuando el rezo del Rosa-
.

25
rio coincida con una acción que por nuestro estado es obli­
gatoria, debe preferirse esta acción al Rosario por santo
que sea . Cuando en la en fermedad no pueda rezarse en
todo ni en parte sin exacerbar el padecimiento , no obliga.
Cuando por legítima obediencia, olvido involuntario o ne­
cesidad apremiante no ha podido rezarse, no hay ningún
pecado , ni aun venial; y no deja por eso de participarse
de las gracias y méritos de los otros hermanos y herma­
nas que lo rez an en todo el mundo.
Cristianos; si faltáis a este rezo por pura negligencia,
sin ningún motivo formal, absolutamente hablando tam­
poco pecáis , pero perdéis la participación en las oracio­
nes , buenas obras y méritos de la cofradía y por vuestra
infidelidad en cosas pequeftas y de supererogación caeréis
insensiblemente en la infidelidad a las cosas g ra ndes y d e
o b l i gaci ón esencial; porque: Qui speruit modica pau/atim
decidet ( 1 ) : Quien desprecia las cosas pequeñas, poco a
poco caerá.
• •

Sexta Rosa

E L SALTERIO DE MARIA

D esde q ue San to Domingo estableció esta devoción has­


ta el afto 1460 e n que el Beato Alano de l a Roche la reno­
vó por ord e n del cielo, se le llama el salterio de Je s ú s y
de la Sant ísima Virgen porque contiene tantas salutacio­
n es angélicas , como salmos contiene el s al t e rio d e David ,
y los sencillos e ignorantes, que no pueden rezar el salte­
rio de David, encuentran en el Rosario un fruto igual y
aun mayor al que se consigue con el rezo de los salmos
( 1) Eccli., 19, l.

26
de David: 1. 0 Porque el salterio ang é l ico tiene un fruto
más noble, a saber: el Verbo encarnado, mientras que el
salterio de David no hace más que predecirle; 2. º Como
la verdad sobrepasa la figura y el cuerpo a la sombra, del
mismo modo el salterio de la Santísima Virgen sobrepasa
al salterio de David que sólo fue sombra de aquél; 3. 0 Por­
q ue la Santísima Trinidad es la que ha compuesto el sal­
terio de la Santísima Virgen o Rosario que se integra de
Padrenuestros y Avemarías.
El salterio o Rosario de la Sant ísima Virgen está dividi­
do en tres rosarios de cinco decenas cada uno: l. 0 para
honrar a las tres personas de la Santísima Trinidad; 2. º
para honrar la vida, muerte y gloria de Jesucristo ; 3 . º pa­
r a imitar a la Iglesia Triun fante, ayudar a la militante y
aliviar a la padeciente; 4. 0 para imitar las tres partes de
los salmos cuya primera parte es para la vía purgativa ,
l a segunda para la vía iluminativa y la tercera para la uni­
tiva; S. 0 para colmarnos de gracia durante la vida, de paz
en Ja muerte y de gloria en la et e rni d ad.

• •

Séptima Rosa

EL ROSAR IO CORONA DE ROSAS

Desde que el Beato Alano de la Roche renovó esta de­


voción, la voz pública, que es la voz de Dios, le ha dado
el no mbre de Rosario (1) que significa corona de rosas .
Es decir, que cuantas veces se reza, como es debido, el

(ll No fue sin embargo el B. Alano quien inventó este nombre de


Rosario, ya conocido antes, por el contrario él quiso que se llamara
Salterio.

27
Rosario, se coloca sobre la cabeza de Jesús y de María
una corona compuesta de IS3 rosas blancas y 16 rosas en­
carnadas del paraíso que jamás perderán ni su hermosu­
ra, ni su brillo . La Santísima Virgen aprobó y firmó este
nombre de Rosario, revelando a varios que le presenta­
ban tantas rosas agradables cuantas Ave Marías rezasen
en su honor y tantas coronas de rosas como Rosarios.
El Hermano Alfonso Rodríguez (1 ), de la Compañía de
Jesús, rezaba el Rosario con tanto ardor que veía con fre­
cuencia en cada Padre Nuestro salir de su boca una rosa
encarnada y a cada Ave María una blanca igual en her­
mosura y buen aroma y solamente distinta en el color .
Las crónicas de San Francisco cuentan que un joven re­
ligioso tenía la buena costumbre de rezar todos los días
antes de la refección la corona de la Santísima Virgen. Un
día por no sé qué casualidad faltó a ella, y estando servi­
d a la cena rogó a su superior que le permitiese rezarla an­
tes de ir a la mesa. Con este permiso se retiró a su habita­
ción; pero como tardaba mucho, el superior envió un re­
l igioso a l l a m arle ; y és t e le encontró iluminado con celes­
tes resplandores y l a Sa n t ísi ma Vi rgen con dos ángeles cer ­
ca de él. A medida q ue decía un Ave María , u n a rosa sa­
lía de su b oc a y l os ángeles cogían las rosas una tras ot ra
y las coloc aba n sobre la cabeza de la Santísima Vi rgen ,
que l es testimoniaba su co nsent i mi ento . Otros dos rel igio­
sos enviados para saber la causa del ret raso de sus com­
pañero s , v ieron este m i s t erio y no desa p a reci ó la Sant ísi­
ma Virgen h asta que term i n ó el rezo d e la coro n a .
E l Rosario es, pues , u n a g r a n corona y e l de cinco de­
cenas una guirnalda de flores o coro n i l la de rosas celestes
q u e se col oca so bre la cabeza de Jesús y Ma ría. La rosa

111 Hoy San Alfon�o.

28
es la reina de las flores, del mismo modo el Rosario es
la rosa y la primera de las devociones.

• •

Octava Rosa

MARA VILLAS DEL ROSARIO

No es posible expresar cuanto estima la Santísima Vir­


gen del Rosario sobre todas las demás devociones y cuán
magnánima es al recompensar a quienes trabajan para pre­
dicarlo, establecerlo y cultivarlo y cuán terrible es, por el
contrario, con aquellos que quieren hacerle oposición.
Santo Domingo en nada puso durante su vida tanto en­
tusiasmo como en alabar a la Santísima Virgen, predicar
sus grandezas y animar a todos a honrarla por medio del
Rosario. Esta poderosa Reina del cielo a s u vez no cesó
de derramar sobre Santo Domingo bendiciones a manos
llenas; coronó sus trabajos con mil prodigios y milagros,
nada pidió éste a Dios que no obtuviera por intercesión
de la Santísima Virgen y para colmo de favores Ella le sa­
có victorioso de la herejía de los albigenses y le hizo pa­
d re y p atriarca de una gran Orde n ¿Qué d i rí a yo d e l Bea­
.

to Alano de la Roche, reparador de esta devoción? La Sa n ­

tísima Virgen le honró varias veces c on su visita para in s ­

truirle sobre los medios de conseguir su sal v ac i ón, h acer­


s e b ue n sacerdote, pe r fecto religioso e i m i t ador de J esu­
cristo. Durante las t entaciones y persecuciones h orrible<;
de los demonios que le red u c í a n a u n a extre m ada t r i steza
y casi a l a d es es pe r ac ió n le consolaba y d i s i paba con su
,

d u l c e presencia todas e s t a s n u bes y t i n i e b l a s. Ell a le ense­


ñó el modo de rezar el Rosa r i o , s u s excelencias y sus fru-

29
tos, le favoreció con la gloriosa cualidad de nuevo esposo
y como arras d e sus castos amores le puso un anillo en
e l dedo y un collar hecho con su pelo al cuello, dándole
también un R o sario El Abad Tritemio, el docto Carta­
.

gena y el sabio Martín Navarro y otros hablan de él con


elogio. Después de haber llegado Ja cofradía del Rosario
a reunir más de 1 00 .000 almas, murió en Zunolle, Flan­
des, el 8 de septiembre del ai\o 1 47 5 .
Envidioso e l demonio d e l o s grandes frutos que e l Bea­
to Tomás de San Juan , célebre predicador del Santo Ro­
sario, con seguí a que esta práctica le redujo, po r medio
de duros tratos a estado de una larga y penosa enferme­
d ad , en la que fue desahuciado de los médicos. Una no­
che en que él se creía infaliblemente a punto de morir se
le apareció el demonio en espantosa figura; pero elevan­
do él devotamente los ojos y el corazón hacia una im age n
de la Santísima Virgen que h abía cerca de su cama, gritó
con todas sus fuerzas : <e ¡ Ayudadme, socorredme dulcísi­
ma Madre mía ! » Apenas hubo acabado estas palabras,
la imagen le tendió la mano y le apretó el brazo, dicién­
dole : « No temas Tomás , hijo mio , yo te auxilio; levánta­
te y con tinúa predicando la devoción de mi Rosario co­
mo habías empezado Yo te defenderé contra todos tus
.

enemigos». A éstas palabras de la Santísima Virgen huyó


el demonio .
La Santísima Virgen no favorece solamente a los pre­
dicadores del Rosario, también recompensa gloriosamente
a aquellos que, por su ej em pl o atraen a otros a esta
,

devoción.
A Alfonso ( 1 ), rey de León y Galicia, deseando que to­
dos sus criados honrasen a la Sant ísima Virgen con el San-

( 1 ) Al fonso I X , sin duda, aunque no hay memoria , que sepamos de


este caso, en docum entos espailoles .

30
to Rosario , le ocurrió para animarles con su ejemplo, lle­
var ostensiblemente un gran Rosario aunque sin rezarlo ,
lo que bastó a obligar a todos sus cortesanos a que reza­
ran devotamente. El rey cayó gravemente enfermo y cuan­
do le creian muerto fue transportado en espíritu al tri b u­
nal de J esucr isto , vio allí a los demonios que le acusaban de
todos los crfmenes que babia cometido y cuando iba a con­
denársele a las penas eternas, se presentó a su favor la San­
tísima Virgen delante de su divino Hijo; se trajo entonces
una balanza , se colocaron todos los pecados del rey en
un platillo y la Santisima Virgen colocó en el otro el gran
Rosario que él había llevado en su honor j untamente con
los que gracias a su ejemplo hablan rezado otras perso­
nas que pesaban más que todos sus pecados . Y después ,
mirándole con ojos compasivos, le dijo : «He obtenido de
mi Hijo, como recompensa del pequei'lo servicio que me
hiciste llevando el Rosario , la prolongación de tu vida por
algunos ai\os . Empléalos bien y haz penitencia». El rey
vuelto en sí de este éxtasis , exclamó: « ¡ Oh ! be ndito Ro­
sario de la Santlsima Virgen, por el que fui lib rado de la
condenación eterna» . Después que recobró la salud pasó
el resto de su vida con gran devoción el Santo Rosario y
lo r ezó todos lo s d ía s .

Que los devotos de la Santísima Virgen procuren ganar


cuantos fieles puedan para la cofradía del Santo Rosario,
a ejemplo de estos Santos y de este rey; co nseg uirá n en
la tierra la protección de Nuestra Sei\ora y luego la vida
eterna. Qui e/ucidant me vitam aternam habebunt: « Los
que me den a conocer tendrán la vida eterna» ( 1 ) .
• •

(1) F.ccli , 24. 3 1 .

31
Novena Rosa

LOS ENEM IGOS DEL ROSA R IO

Pero, veamos ahora qué injusticia es impedir Jos pro­


gresos de Ja cofradía del Santo Rosario y cuáles son los
castigos de Dios para los desgraciados que la han despre­
ciado y quisieron destruirla.
Como la devoción del Santo Rosario ha sido autoriza­
da por el cielo con varios prodigios y aprovada por la Igle­
sia en varias bulas de los Papas, sólo los libertinos, im­
píos y espíritus fuertes de estos tiempos se atreven a difa­
mar la cofradía del Santo Rosario o alejar de ella a los
fieles . En verdad que sus lenguas están infectadas con el
veneno del infierno y que son movidas por el espíritu ma­
ligno; porque nadie puede desaprobar la devoción del San­
to Rosario sin condenar lo más piadoso que hay en la Re­
ligión C ris t ian a , a saber: la Oración domini cal , la Saluta­
ción angélica, los misterios de la vida, muerte y gloria de
Jesucristo y de su Santísima Madre .
Estos espíritus fuertes , que no pueden sufrir que se re­
ce el Rosario, caen con frecuencia, inconscien temente en
el sentido, reprobado , de los h ereje s que tienen horror al
Rosario.
Aborrecer las cofradías es alejarse de Di os y d e la pie­
dad, puesto que Jesucristo nos asegura que se encuentra
en medio de los que se reunen en su nombre . No es ser
buen católico despreciar tantas y tan gra ndes i nd u lgenc ias
como la Iglesia concede a las cofr adías . Dis uadir a los fie­
les de que pertenezcan a la del Santo Rosario es ser ene­
m igo de la salvación de las almas que por este medio de­
j a n el part ido del pecado para abrazar la piedad . S í , San
Buenaventura dijo con razón en su salterio que morirá en
pecado y se condenará quien haya desp reciado a l a Sant í -

32
' i m a V i rgen : " Q u i negligerit il/a m moriet u r in pecccl f i.\ » .
¡ Q ué cast igos ag uardan a lo s que apart a n a o t ro ' d e l a <.
d evociones a N uest ra Señora !

* *

Décima R osa

M I LAG ROS O B T E N I DOS P O R E L ROSA R I O

E n ocasión en q ue Sant o Domingo predicaba est a de­


voción en Carcassona . un h e r eje se ded icó a poner e n ri ­
d ículo los m ilagros y los q u ince misterios del San t o R o s a ­
rio, lo que impedía la conversión de los herejes. Dios
permit i ó , para castigar a es t e i m pío que 1 5 . 000 demon ios
ent rasen e n su cuerpo ; sus parientes le llevaron a l bien a­
v e n t u rado Padre ( Santo Dom ingo ) para librarle de lo s e � ­
p í r it u s mal ignos Aq ue l se puso en oración y exh o r t ó a
.

todos los presentes a rezar con él el Rosario en alta \' O Z


y h e a h í q u e a cada A v e M aria l a San t í s i m a V i rgen h a c i a
s al ir cien demonios d e l cuerpo de este h erej e en forma de
c a rbones encendidos . Después que fue c u rado, abj u ró d e
todos sus errores, s e c onvi r t ió e i n scri bió en la cofradía
del Rosario, con o t ros m u chos compañeros ar r e pent i d o s
con este castigo y con la v i rtud del Rosario .
E l docto Cartagena, de l a Orden d e San Fr anci sco y
ot r os varios autores refieren q u e el año 1482 cuand o el
venerable Padre Diego Sprenger y s us religiosos t rabaja­
ban con gran celo para restablecer la dev oció n y la co fra­
día del Santo Rosario en l a ciudad de Colonia, dos fam o ­
sos predicadores, envidiosos d e l os grandes frutos q u e los
primeros obtenían con est a prácti ca, t rataron de d esacre ­

ditarla en sus sermones y como tenían t a lent o y p re d i c a -

33
m e n l o grandes, d i s uad i eron a m uchas personas a i n scri ­
b i rse . U no de estos pred icadores para m ejor co ns e g u i r s u
per n i ci oso i n t e n t o , preparó ex presamen l e u n sermón e n
d o m i n g o . L le g ó la h ora y el pred icador no aparec ía : s e
le es peró , b u scó y al fin se le encontró m ue r t o , sin h a ber
., i d o a u x iliado por n ad i e . Persuadido el otro predicador
de q u e es 1 e acci dente era natural , reso l v i ó suplirle para
a bolir la co frad ía del Rosario . El día y h ora del sermón
l legaron y Dios castigó al pred icador con una parálisis que
l e q u i t ó el movim iento y la palabra . E n t o n ces reconoció
'> U fal t a y la de s u compañero , rec urr i ó con el c ora z ó n a

la Santísima Vi r g e n , prometiéndole predicar por todas par­


t e s el Rosario con tanto brío como le había com bat ido y
rogándole que le devolviese para esto la salud y la pala­
b ra , lo alcanzó de la Sa n t ísi ma Vi r ge n y encon trándose
,

� ú b i tamente curado, se levantó como otro Saulo cam bia­


do de pt:rseguidor en d e fensor del San t o Rosari o . H izo
p ública reparación de su fal t a y predicó con m ucho celo
y elocuenci a las excelencias del Santo R o sa r i o .

No dudo que los espíri tus fuertes y crít icos de nuestros


días, que lean las historias de este fol leto , las pondrán en
d uda , como han hecho siempre, aunque yo no hice s i n o
t ranscribirlas de muy buenos autores contemporáneos y
e n parte de u n li bro compuesto recientemente por e l
R . P . Antonio Thomas de la Orden de Hermanos Predica­
dores , tit ulado El Rosal místico. Todo el mundo sabe qu e
hay tres clases de fe para las di ferentes historias p rofa nas
que no repugnan a la razón y están escritas por buenos
autores , una fe humana; a las historias piadosas r e feri das
por buenos autores y en modo alguno contrarias a la ra­
zón, a la fe y a las buenas costumbres, aunque a veces sean
extraordinarias, una fe piadosa . Reconozco que no hay
que ser ni muy crédulo, ni muy crítico y que debemos que­
darnos siempre en el medio para encontrar el punto de

34
v erdad y de la virt ud; pero también sé que así como la
caridad cree fácilmente todo aquello que no es cont rario
a la fe , ni a las buenas cost umbres: Charitas omnia cre­
dit, del mismo modo el orgullo conduce a negar casi t o­
das las historias bien j us t i fi cadas, con el pretexto de q ue
n o están en la Sagrada Escritura .
E s e l lazo d e Satanás , en q ue han caído los herejes que
n iegan la tradición y donde los críticos de hoy caen insen­
si blemente, no creyendo porque no comprenden , o cuan ­
do no les agrad a , sin otra razón que el orgullo y su propia
s u ficiencia.

SEG U N D A DECE N A

Excelencia del S a n t o Rosario por las


o raciones de q u e está co m p uesto

Undécima R osa

E XCELENCIA DEL CREDO

El Credo o Símbolo de los Apóstoles , que se reza so bre


la cruz del Rosaría , por ser un santo resumen y compen ­
d i o de las verdades cristianas , es una oración de gran mé­
ri t o , porque la fe es la base, el fundamento y el principio
d e todas las virtudes cristianas , de todas las virtudes eter­
nas y de todas las oracionr �¡;; ra dab les a Dios . A ccenden­
tem ad Deum credece 1 ,'Jortet. Quien se acerca a Dios ha
de empezar por crecer y c ua n to mayor sea su fe, tanta más

( 1) Heb . 1 1 , 6. Credere enim oportet accedentem ad Deum quia est .

35
fuerza y mérito en si misma tendrá la oración y r a n to m á s
gloria dará a Dios .
No me detend ré a explicar las palabras del Sím bolo de
los Apóstoles , pero no puedo menos de aclarar estas t res
primeras palabras : Credo in unum Deum: « Creo en Dios»
que encierran los actos de las tres virtudes teologales : la
fe , la esperanza y la caridad tienen m aravillosa eficacia
para san t i ficar el alma y abatir los demonios. Con estas
palabras han vencido m uchos santos las tentaciones , prin­
cipalmente las que i ban contra la fe , esperanza y caridad ,
d urante su vida o en la hora de la m uert e . Estas fueron
las ú l t imas palabras que San Pedro márt i r , escribió con
el dedo sobre la arena lo mejor que pudo , cuando tenien­
do rota la cabeza por un sablazo, que le dio un herej e ,
estaba a punto d e espirar .
Como la fe es la única llave para entrar en todos los
m i sterios d e Jesús y María encerrados en el Santo Rosa­
r i o , conv iene empezarle rezando el Credo con muy devo­
ta atención y cuanto mayor y más viva sea n uest ra fe, tanto
m ás meritorio será el Rosario . Es preciso que la fe sea vi­
va y animada por la caridad : es deci r que para rezar bien
,

el Rosario es necesario estar en gracia de Dios o en busca


de esta gracia; es necesario que la fe sea fuerte y constan ­
t e ; es decir , que no hay que buscar en la práctica del San­
to Rosario solamente el gusto sensible y el consuelo espi­
ritual , o lo que es lo mism o , que no hay que dejarlo por­
que se tenga una enormidad de distracciones involunta­
rias en el espíritu , un inexplicable tedio en el alma, un pe­
sado fastidio y un sopor casi continuo en el cuerpo . No
son precisos gusto , ni consuelo , ni suspiros, fervor y lá­
gri m as , n i apli ca ci ón continua de la imaginación para re­
zar bien el Rosari o . B a st an la fe pura y la buena i nten­
ción . Sola fides sufficit.
• •

36
Duodécima Rosa

E XCELENCIA DEL P A D R E N U ESTRO

E l Padre Nuestro u oración dominical tiene la primera


excelencia en su autor, que no es hombre ni ángel , sino
el Rey de los ángeles y de los hom bres , Jesucrist o . Con­
venía , dice San Cipriano que aquel que ven ía a darnos la
vida de la gracia, como Salvador, nos en sei\e el modo de
orar, como celest ial Maestro . La sabiduría de este divino
M aestro se manifiesta bien en el orden , la d ulzura , la fuer­
za y la clari dad de esta oración divina; es corta, pero rica
en ensei\anzas , inteligible para la gente sencilla y llena de
misterios para los sabios . El Padre Nuestro encierra to­
dos los deberes que tenemos para con Dios, los actos de
todas las virtudes y la súplica de todos n uestros bienes es­
pirituales y corporales. Contiene, dice Tert u liano , el com­
pendio del Evangelio. Aventaj a , dice Tomás Kempís , a
t odos los deseos de los santos, contiene en compendio to­
das las dulces sentencias de los salmos y de los cánticos ;
pide cuanto necesitamo s , alaba a Dios de un modo exce­
lente, eleva el alma de la t ierra al cielo y la une estrecha­
mente con Dios. San Crisóstomo dice de quien no ora co­
m o el divino Maestro ha orado y en sei\ado a orar , no es
su discípulo y Dios Padre no escucha con tanto agrado
las oraciones que compuso el espíritu h umano , sino las
de su h ij o , que él nos ha ensei\ad o .
Debemos rezar la oración dominical, c o n la certeza d e
q ue el Eterno Padre la oirá favorablemente , puesto que
es la oración de su h ij o , al que siempre atiende, y noso­
t ros miembros de Cristo . ¿Cómo ha de negarse tan b uen
Padre a una súplica tan bien fundada y apoyada en los
m éritos e i ntercesión de tan digno Hijo ? San Agustín ase­
gura que el Padre Nuestro bien rezado quita los pecados

37
veniales . El j usto cae siete veces cada día . La Oración do­
m i nical contiene siete peticiones por las c u ales se pueden
remediar estas caídas y forti ficarnos contra los enem igos .
Es oración corta y fácil para que, como somos frágiles
y estamos sujetos a muchas miserias , reci bamos rápido
auxilio, rezándola frecuente y devotamente.
Salid de v uestro error almas devotas , que despreciáis
la oración , que el mismo H ijo de Dios ha compuesto y
ordenado para todos los fieles; vosotros , que sólo estimáis
las oraciones compuestas por los hombres, como si el hom­
bre, aun el más esclarecido , supiese mejor que Jesucristo
cómo debemos orar . Buscáis en los libros de los hombres
el modo de alabar y orar a Dios, como si os avergonzá­
seis del que su Hijo nos h a prescrito . Os persuadís de que
l as oraciones que están en los libros son para los sabios
y para los ricos y que el Rosario es sólo para las mujeres ,
p ara los niftos, para el puebl o , como si las alabanzas y
oraciones que leéis fueran más hermosas y agradables a
Dios que las contenidas en la Oración dominical . Es peli­
grosa tentación sentir hastío de la oración que Jesucristo
nos h abía recomendado para a ficionarse a las oraciones
compuestas por los hombres . No desaprobamos las com­
p uestas por los santos para excitar a los fieles a alabar a
Dios, pero no podemos sufrir que l as prefieran a la Ora­
ción que salió de la boca de la Sabiduría encarnada y que
dejen el manantial para correr tras los arroyos y que des­
deften el agua clara para beber la turbi a . Porque al fin
el Rosario, compuesto de la Oración dominical y de la Sa­
l utación angélica es esa agua clara y perpetua que brota
del manantial de la gracia , m ientras las otras oraciones ,
q ue h allamos en los libros, no son sino pequeftos arroyos
que se derivan de ella.
Podemos llamar dichoso a quien rezando la Oración del

38
Seftor, pese atentamente cada palabra; ahi encuentra cuan­
to necesita y cuanto pueda desear .
Cuando rezamos esta admirable Oración , cautivamos
desde el primer momento el corazón de Dios, al invocarle
con el dulce nombre de Padre: Padre Nuestro, el más tier­
n o de todos los Padres , todopoderoso en la creación , ad­
m irabilísimo en la conversación del universo , amabilísi­
m o en su Providencia, buenísimo e i n finitamente bueno
en la Redención . Dios es nuestro Padre, nosotros somos
hermanos , el cielo es nuestra patria y nuestra herencia.
¿ No nos inspirará esto al mismo tiempo , el amor a Dio s ,
el amor al prój imo y e l desprendimiento de t odo lo terre­
no? Amemos , pues a un Padre como ese , y digámosle m i l
y m i l veces: Padre nuestro que estás en los cielos. Vos que
llenáis el cielo y la tierra por la inmensidad de vuestra esen­
cia , que estáis presente en todas partes; Vos que estáis en
los santos por vuestra gloria , en los condenados por vues­
tra justicia, en los justos por vuestra paciencia que los su­
fre , haced que recordemos siempre vuestro origen celes ­
tial, que vivamos como verdaderos hijos vuestros , que ten­
damos siempre hacia Vos solamente con todo el ardor de
n uest ros deseos.
Santificado sea el tu nombre. El nombre del Seftor es
santo y temible, dice el profeta-rey, y en el cielo, según
I saías , resuenan las alabanzas con que los serafines acla­
man sin cesar la santidad del Seftor Dios de los ejércitos .
Deseamos que toda la tierra conozca y adore los atri bu­
tos de este Dios tan grande y tan santo: que sea conocido ,
a mado y adorado de los paganos, de los turcos, j udíos,
de los bárbaros y t odos los infieles; que todos los hom­
b res le sirvan y glorifiquen con fe viva, firme esperanza
y ardiente caridad y por la renuncia de todos los errores ;
en una palabra , que todos los hombres sean santos por­
que El lo es también .

39
Venga a nos el tu reino. Es decir, que reinéis en n u c ' ­
t ras almas por vuest ra gracia, durante la vida, a fin de
q ue merezcamos después de nuestra muerte reinar c on Vos
en vuestro reino , que es la soberana y eterna felicidad que
c reemos, esperamos y deseamos, esa felicidad que nos es­
t á prometida por la bondad del Padre, que nos fue ad­
q uirida por los méritos del Hijo y q ue nos es revelada p o r
las l uces del Espíritu Santo .
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Sin
duda que nada puede sustraerse a las disposiciones de la
d ivina Providencia, que tiene todo previsto y arreglado
antes del suceso , ningún obstáculo es capaz de impedirle
el fin que se ha propuest o , y cuando pedimos a Dios que
se haga su voluntad , no es q ue temamos , dice Tertuliano ,
q ue alguno se oponga eficazmente a la ejecución de sus
designios, sino que aceptamos humildemente cuanto le
p lu g o ordenar res p ecto a nosotros; que cum p limos siem­
p re y en todas las cosas su santa voluntad , manifiesta en
s us mandamientos , con tanta prontitu d , amor y constan­
cia, como los ángeles y bienaventurados le obedecen en
el cielo .
El pan nuestro de cada día dánosle hoy. Jesucristo nos
enseña a ped ir a Dios cuanto necesitamos para la vida del
c uerpo y la del alma. Por estas palabras de la Oración do­
m inical con fesamos humildemente n uestra miseri a y ren­
d imos homenaje a la Providencia, declarando q ue cree­
mos y q ueremos obtener de su bondad todos los bienes
temporales . Baj o el nombre de pan pedimos lo que es in­
d ispensable para la vida, excluyendo lo superfluo . Este pan
lo pedimos hoy, es decir, que limitamos al día nuestras
solicitudes, confiando a la Providencia el mañana. Pedi­
mos el pan de cada día, confesando así nuestras necesida­
des siempre en au m en to y mostrando la continua depen­
dencia en que estamos de la protección y socorro de Dios.

40
Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdo­
n amos a nuestros deudores. Nuestros pecados, dice San
Agustín y Tertuliano , son deudas que contraemos con Dios
y su j usticia exige el pago hasta el último céntimo . Por
tanto tenemos todas esas tristes deudas . A pesar del nú­
mero de n uestras iniquidades, acerquémonos a El con fia­
damente y digámosle con verdadero arrepentimiento : Pa­
d re n uestro que estás en los cielos , perdónanos los peca­
dos de nuestro corazón y de nuestra boca , los pecados de
acción y de omisión que nos hacen infinitamente culpa­
b les a los ojos de vuestra j usticia; porque como hijos de
un padre clemente y misericordioso perdonamos por obe­
diencia y por caridad a nuestros o fensores . Y no permi­
t áis, que por infidelidad a vuestras gracias , sucumbamos
a las tentaciones del mundo , del demonio y de la carne .
Mas líbranos del mal, que es el pecado , del mal de la pe­
na temporal y de la pena eterna que merecimos .
A sí sea. Palabra de gran consuelo que es, dice San Je­
rónimo, como el sello que Dios pone al fin de n uest ras
s úplicas para asegurarnos de que nos ha esc uchad o , co­
mo si El mismo nos respondiese : Amén ! ! ! Sea como p e ­
d í s , ciertamente lo h abéis conseguid o , pues tal es el signi­
ficado de esta palabra : Amén .
• •

Décima tercera Rosa

E XC E L E N C I A D E L P A D R E N U E S T R O

( C o nti n ua ció n )

H onramos las p er fecc i o n e s de Dios en cada palabra q ue


deci m o s de la Oración d o m i nic al . H o n r a m o s su fec u n d i -

41
d ad con el nombre de Padre. Padre, que tenéis desde la
eternidad un H ijo que es Dios como Vos mismo , eterno ,
consubstancial , que es una misma esencia, una misma po­
tencia, una misma bondad , una misma sabiduria con Vos ,
Padre e Hijo que amándoos producís al Espíritu Santo
que es Dios, tres personas adorables que son un sólo Dios .
¡ Padre Nuestro! Es decir, Padre de los hombres por la
creación , por la conservación y por la redención . Padre
misericordioso de los pecadores . Padre amigo de los j us­
tos, Padre magnifico de los bienaventurados .
Que estás. Por esta palabra admiramos la inmensidad ,
la magnitud y la plenitud de la esencia de Dios que se lla­
ma verdad , El que es: es decir , que existe esencialmente,
necesariamente y eternamente, que es el Ser de los seres ,
la causa de todos los seres ; que está en todos por su esen­
cia, presencia y potencia, sin estar encerrado en ellos . Hon ­
r amos su sublimidad , s u g l ori a y majestad en estas pala­
b ras: Que estás en los cielos, es deci r , sentado como en
vuestro trono, ejerciendo vuestra j usticia sobre todos los
h ombr es .
Adoramos s u santidad d es ean d o que su n ombre sea san­
t ificado. Reconocemos s u soberanía y la j usticia de sus
l eyes ansiando l a llegada de s u reino y q u e l e obedezcan
los hombres en l a t ierra como lo h acen los ángeles en e l
Cielo . Creemos e n s u Providencia rogándole q u e nos d é
e l pan nuestro de cada día. I n vocamos s u clemencia pi ­
d iéndole el perdón de nuestros pecados. Reconocemos s u
p o d e r al rogarle q u e no nos deje caer en la tentación. Nos
con fiamos a su bondad esperando que nos librará de mal.
E l H ij o de Dios glori ficó siem pre a su Padre por sus obras
h a venido al m u ndo para que le glori fi q uen los hombres
y les enseñó l a man era d e h o n rarle con esta oración q ue
El m i smo se dignó dictarles . Debem os, pues , rezar l a c o n

42
frecuencia, con atención y con el mismo espíritu que El
la ha compuesto .
• •

Décima cuarta Rosa

E XCELENCIA DEL PADRE NUESTRO

(Continuación)

Cuando rezamos atentamente esta divina oración , ha­


cemos tantos actos de las más elevadas virtudes cristia­
nas, cuantas palabras pronunciamos diciendo: Padre
Nuestro, que estás en los cielos, hacemos actos de fe, ado­
r ación y humildad; y deseando que su nombre sea santifi­
cado y glori ficado aparece en nosotros un celo ardiente
por su gloria.
Pidiéndole la posesión de su reino practicamos la espe­
ranza . Deseando que se cumpla su voluntad en la tierra
como en el cielo, mostramos espíritu de perfecta obedien­
cia . Al pedi rle el pan nuestro de cada día, practicamos la
pobreza de espíritu y el desasimiento de los bienes de la
tierra . Rogándole que nos perdone nuestros pecados ha­
cemos un acto de arrepentimiento . Y perdonando a los
que nos ofendieron ejercitamos la misericordia en su más
alta perfección . Pidiéndole socorro en las tentaciones , ha­
cemos actos de humildad , de prudencia y fortaleza . Es­
perando que nos libre del mal , practicamos la paciencia .
E n fi n , pidiéndole todas estas cosas no solamente para no­
sotros, sino para nuestros prójimos y para todos los fie­
les de la Iglesia, hacemos o ficio de verdaderos hijos de
Dios, le imitamos en la caridad , que alcanza a todos los
hombres y cum plimos el mandamiento de amar al
p rój i m o .

43
Detestamos todos los pecados y observamos t o d o s los
mandamientos de Dios , cuando al rezar esta oración siente
n uestro corazón de acuerdo con la lengua y no tengamos
ninguna intención contraria al se nt ido de estas divinas pa­
labras . Pues cuando reflexionamos que Dios está en el cie­
lo; es decir, infinitamente elevado sobre nosotros , por la
gran d eza de su majestad entramos en los sentimientos del
más profundo r es pet o en su presencia; y sobrecogidos de
temor huimos del orgullo, abatiéndonos hasta el anona­
damiento . Al pronunciar el nombre del Padre recordamos
que debemos la existencia a Dios, por medio de nuestros
padres y del mismo modo nuestra i n st rucció n por medio
d e lo s maestros, que representan aqu í , para nosotros, a
Dios , de quien son vivas imágenes ; y nos s entim os obli­
gados a honrarles o por mejor decir de honrar a Dios e n
sus personas y nos guardamos muy bien de despreciarlos
y afligirlo s .
Cuando deseamos q u e e l santo nombre de Dios sea glo­
rificado , estamos muy lejos de profanarl o . Cuando mira­
m os el reino de Dios, como nuestra herencia, renuncia­
mos en absoluto a los bienes de este mundo; cuando sin­
ceramente rogamos para nuestro prój imo los bienes que
deseamos para nosotros m ismos, renunciamos al odio, a
l a disención y a la envidia. Pidiendo a Dios nuestro pan
de cada día detes tamos la gula y la voluptuosidad que se
n utren de la abundancia . Rogando a Dios verdaderamen­
te que nos perdone como nosotros perdonamos a nues­
t ros deudores , reprimimos nuestra cólera y nuestra ven­
ganza, devolvemos bien por mal y amamos a nuestros ene­
m igos. Pidiendo a Dios que no nos deje caer en el pecado
al momento de la tentación , demostramos huir de la pe­
reza y que b uscamos los medios de combatir los vicios y
b u scar n uest ra sal vación . Rogando a Dios que nos l i bre
d e m al , tenemos s u j us t i c i a y somos felices porque el te-

44
mor de Dios es el principio de la sabiduría. Por e l temor
de Dios evita el hombre el pecado .
• •

Décima quinta Rosa

EXCELENCIA DEL A VE MARIA

La salutación angélica es tan sublime, tan elevada , que


el Beato Alano de la Roche ha creído que ninguna criatu­
ra pue�e comprenderla y que sólo Jesucristo , H ijo de la
Santísima Virgen, puede explicarla. Tiene origen su prin­
cipal excelencia en la Santísima Virgen , a quien se diri­
gió , de su fin que fue la Encarnación del Verbo para la
c ual se trajo del cielo y del ar c ángel San Gabriel que la
pronunció el primero .
La salutación resume en la síntesis más concisa toda la
teología cristiana sobre la Santísima Virgen . Se encuen­
tra en ella, una alabanza y una invocación . Encierra la
alabanza, cuanto forma la ver dad era g ran deza de María ;
l a invocación comprende todo lo que debemos pedirle y
lo que, de su b on dad po dem o s alcanzar. La Santísima Tri­
nidad ha revelado la p rimera parte; Santa Isabel , ilumi­
nada p or el Espíritu Santo añadió la segunda; y la I glesia
en e l p r i mer Concilio de E feso , en 430 ( l ) , h a puesto la
( 1) Dando por cierta una conjetura de S. Pedro Canisio . había lle­
gado a ser opi nión corriente en tiempo del 8 . Montfort y todavía la sos ­
t ienen no pocos, que la segun da parte del Ave María se al'ladió en el
Conci lio de Efeso. Mejor estudiada hoy la cuestión puede decirse que
s ustancialmente la fórm ula «Santa Maria. Madre de D i o s , r uega por n o ­
sotros» es todavía más a n t igua como se ve en las l i t u r gia s s i r i a c a , c o p ­
,

t a y e t io pe y en las let anías de la romana: pero como adición a l a �aluta­


.:ión angél ica n o c o n s t a que s e u saran estas p a l a b r a s h a s t a m u c h o des ­
p ués , y �ólo d esd e el siglo X V I se han acep t ado constantemen t e . ( \" . Car­
tas C r í t i c o - l i t erarias s ob r e el Ave M a r í a , por el "vl . I . Sr . Dr. D. J u a n
A yn et o . canón igo de Lé r i d a C . V I ) .
.

45
conclusión , después de condenar el error de Nestorio y de
definir que la Santísima Virgen es verdaderamente Ma­
dre de Dios. El Concilio ordenó que se invocase a la San ­
t ísima Virgen bajo esta gloriosa cualidad expresada por
estas palabras : Santa María, madre de Dios, rogad por
nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
La Santísima Virgen María fue aquella a quien se hizo
esta divina salutación para terminar el asunto más gran ­
de e importante del mundo , la Encarnación del Verbo
Eterno , la paz entre Dios y los hombres y la redención del
género human o . Embaj ador de tan dichosa nueva fue el
arcángel Gabriel, uno de los primeros príncipes de la cor­
te celestial . La Salutación angélica contiene la fe y la es­
peranza de los patriarcas , de los profetas y de los apósto­
les; es la constancia y la fuerza de los mártires, la ciencia
de los doctores, la perseverancia de los confesores y la vi ­
da de los religiosos ( B . Alano) . Es el cántico nuevo de la
ley de gracia, la alegría de los ángeles y de los hombres ,
el terror y la con fusión de los demonios .
Por la Salutación angélica, Dios s e hizo hombre y la
Virgen Madre de Dios , las almas de los j ustos salieron del
limbo, las ruinas del cielo se repararon y los t ronos va­
c íos se ocuparon de nuevo , se perdonó el pecado , se nos
dio la gracia, curáronse las en fermedades , resucitaron los
m uertos, se l lamó a los desterrados, se aplacó la Sant ísi­
ma Trinidad y obtuvieron los hombres la vida eterna .
En fin , la Salu tación angélica es el arco iris, el emblema
de la clemencia y de la gracia que Dios ha hecho al mun­
do . ( 8 . Alano ) .

* *

46
Décima sexta Rosa

BELLEZAS DE LA SALUT ACION ANGELICA

Aun cuando no hay nada tan grande como la Majestad


Divina, ni nada tan abyecto como el hombre, considera­
d o como pecador; sin embargo , esta Majestad Suprem a,
n o desdei'la n uestros homenajes; se com place cuando can­
t amos sus alabanzas . Y la salutación del ángel es uno de
los cánticos más hermosos que podemos dirigir a la glo­
ria del Altísimo . Cánticum novum cantaba tibi ( 1 ): « En­
tonaré un cántico nuevo » . Este cántico nuevo que David
predijo se cantaría a la venida del Mesías, es la salutación
del Arcángel . Hay un cántico antiguo y un cántico nue­
vo. El antiguo es el que cantaron los israelitas en recono­
cimiento de la creación, de la conservación , libertad de
su esclavitu d , paso del mar Roj o , del maná y de todos los
demás favores del cielo . El cántico nuevo es el que cantan
los cristianos en acción de gracias de la Encarnación y de
la R eden c i ó n Como éstos prodigios se realizaron por l a
.

salutación para agradecer a la Santísima Trinidad estos


be ne fi c ios inestimab les : A labamos a D io s Padre, porque
t anto amó al mundo q ue llegó a darle su único Hij o para
salvarle . Bendeci mos al H i j o porque descendió del cielo
,

a la tierra, porque se hizo hom bre y porq ue nos ha redi­


mido. Glori fi camos al Espíritu Santo porque ha formado
el cuerpo purísimo de Jesú s , que fue la víctima de n ues­
t ros pecados. Con este espíri t u de agradecimien to debe­
mos rezar la sal u t ación angélica acompai'lándola de actos
d e fe , esperanza, amor y a cc i on es de gracias por el bene­
ficio de n uestra salvac ió n . Aunque este c án t i c o nuevo se
d i rige d i rec tamente a la M adre de Dios y encierra sus elo-

()) s . 1 4 3 . 9.

47
gios, es, no obstante muy glorioso para la Santísima Tri­
nidad , porque todo el honor que rendimos a la Santísima
Virgen v uelve a Dios , causa de todas sus perfecciones y
virtudes . Dios Padre es glorificado porque hon ramos l a
m á s perfecta de s u s criatu ras . El Hijo e s glorificad o , por­
que alabamos a su purísima Madre . El Espíritu Santo es
glorifi�ado, porque admiramos las gracias de q ue fue col­
mada su Esposa.
Del mismo modo que la Santísima Virgen por su her­
moso Magníficat dedica a Dios las alabanzas y bendicio­
nes q ue le tri b u ta Santa I sabel por s u eminente dignidad
de Madre del Sei'lor, envía también inmediatamente a Dios
los elogios y bendiciones q ue le hacemos por la sal utación
angélica .
Si la salutación angélica da gloria a la Santísima Trini­
dad , es también la más perfecta alabanza que podemos
d i r i g i r a M a ri a
.

Santa Matilde, deseando saber por qué medio podría


testimoniar mejor la ternura de su devoción a la Madre
de Dios, fue arrebatada en espíritu ; y se le apareció la San­
tísima Virgen , l levando sobre sí l a Salutación angélica es­
crita en let ras de oro , y le dij o : « Sabe, hija mía, que na­
die puede honrarme con una salutación más agradable ,
q ue la que me ofreció la Beatísima Trinidad y por la cual
me elevó a la dignidad de Madre de Dios . Por la palab ra
Ave, que es el nom bre de Eva supe que Dios, con su om­
n i p o t en c i a me h abía preservado de todo p ec a do y d e las
m i serias a q ue est u vo sujeta la prim era m ujer . El nombre
de María, que sign i fica, Señora de luz, indica q u e Dios
m e llenó de sab i d u rí a y de l u z , como astro brillante, para
i l u min a r el cielo y l a t i erra . E s t a s palabras : « l lena de gra­
cia» expresan q ue el E spí ri t u Santo m e colm ó de tantas
g r ac i a s , q ue puedo com u n i carlas con abundancia a q u ie­
n es las p i d e n por m e d i a c i ó n m í a . D i c i e n d o « e l Se ñ o r e s

48
..:on ugo» se me rec uerda el gozo i n e fable q u e sem i en l a
E ncarnación d e l Verbo d i v i n o . Cuando s e m e dice: « ben ­
d i t a 1 ú eres e n t re t oda s l a s m uj eres » alabo a la di v i na m i ­
�ericordia q u e me elevó a t a n alto grado de fe lic idad . A
estas palabras: « bendito es el fruto d e t u vient re J es ú s »
I Odo el cielo se regocija de ver a J es ú s , h i j o m i o adorado
y glor i ficado por ha ber salvado a los hom bres » .

• •

Decima septima R osa

F R U TOS M A R A V I L LOSOS DEL « A V E M A R I A »

E n t re las cosas admirables q u e l a San t í s i m a V i rgen re­


veló al Beato Alano de la Roche (y sabemos q ue este g ran
d evoto de Maria con firmó con j uramento sus revelacio­
nes ) , hay ! res más notables: l a primera q u e es señal pro ­
b able e i n m ediata de eterna reprobación tener neg l i gen ­
c i a , tedio y aversión a la Sal u tación angél ica , q ue h a re­
parado al m u n d o ; la seg u n da , q u e los q u e s i e n t e n devo­
ción a esta salu tación d i v i n a , t ienen grandes probab i l i a ­
d e s de predest i n ación ; la tercera , q ue l o s que han rec i b i ­
d o d e l cielo el favor de a m a r a la San t ís i m a Vi rgen y ser­
v i rla por a fecto , deben cuidar, con el m ayor esmero de
con t i n uar amándola y sirviéndola hasta q ue Ella los colo­
q ue e n el cielo, por mediación de s u Hijo en el G rado de
gloria conven iente a sus méritos ( Alan u s . Cap . X I , pági ­
na 2) .
Todos los herejes , que son h ijos del diablo, y q ue l le­
van l as seftales evidentes de l a reprobación , t ienen horror
a l A ve María; aprenden el Padre nuestro, pero no e l A ve
María y preferirían llevar sobre sí una serpiente a ntes que
u n Rosario .

49
E n t re l o s c a t ó l i c o s , l o s q u e l l e v a n el s i g n o de la r e p r o ­
b a c i ó n n o se c u i d a n a p e n a s d e l R o sa r i o . son n eg l i g e n t e '
c.: n reza r l o o l o rezan c o n fas t i d i o y prec i p i tadamen t e . A u n ­
q u e yo no añadiera p i adoso créd i t o a l o revelado al B . A l a ­
n o de la R oc h e . m i e x p e r i e n c i a me bas t a para est a r p e r ­
s u a d i d o d e e s t a t er r i b l e y d u l c e \' erdad . Y o n o s é . n i veo
con e \' i d e n c i a c o m o e s , que una devoc i ó n apare n t e m e n t e
t a n peq u e ñ a p u ed e ser señ a l i n fa l i b l e d e e t e r n a s a l v a c i ó n
\ s u d e fec t o s i g n o d e reprobaci ó n ; y no o b s t a n t e n a d a m á '
c i e r t o . N o s o t r o s m i s m o s v e m o <, q u e l a s p e r <, o n a ' d e l a '
d oc t r i n a s n u e v a s d e n u est r o s d i a s c o n d e n a d a s p o r l a l g l e ­
'ia ( 1 ), a pesar de s u p i ed a d a p a r e n t e , d e sc u i d a n l a d e ' O ·
c i ó n d e l R o s a r i o y c o n frec u e n c i a le separan d e l c o r a z ó n
d e q u i e n e '> l e s rodean , c o n l o s pret e x t o s m á s h e r m osos d e l
m u n d o . S e g u a r d a n m u y b i e n d e c o n d e n a r a b i e r t a m e n t L'
el R o s a r i o �· el esca p u l a r i o , co m o h i c i er o n l o s ca l v i n i s t a s :
rero s u m a n e ra de con d u c i r se es t a n t o m á s per n i c i o s a
c u a n t o m á s '> u t i l . H a b l a r e m o s d e e l l o a c o n t i n u a c i ó n .

Vl i Ave M a r i a , m i R o s a r i o o m i coro n a . es m i o rac i ó n


y m i m u y s eg u r a p i e d r a d e t o q u e p a r a d i s t i n g u i r l o s q u e
' an d i r i g i d o s p o r e l e s p i ri t u d e D i o s d e l o s q u e e s t á n b aj o
l a i l u s i ó n d e l esp í ri t u m a l i g n o . H e conocido a l m a s q ue pa ­
r e c i a n \' o l a r , c o m o l a s ág u i l a s , h a s t a l a s n u b e s , por s u s u ­
b l i m e co n t e m p l a c i ó n y q u e n o o b s t a n t e , e r a n desd i c h a ­
m e n t e e n g a ñ a d a s p o r e l d e m o n i o . y s ó l o p u d e d e sc u b r i r
s u s i l u si o n e s a l ver l a s rec h azar e l A v e Maria co m o a l g o
q u e resu l t a b a p o c o para e l l a s .

El A ve Maria e s u n roc i o c e l e s t e y d i v i n o q u e , a l caer


e n e l a l m a d e un predes t i n ado l e co m u n i ca a d m i r a b l e po­
d er p a r a prod u c i r t od a c l a s e d e v i rt udes ; y c u a n t o e l a l m a
es t á m á s regada p o r es t a orac i ó n , m á s se el i m i n a s u e s p i -

50
r i t u , m a s se a b rasa su corazón y fo rt i fica c o n t r a s u �
enem igos .
El A ve Maria es un dardo penet rante e i n flamado , q u e .
u n i d o p o r u n predicador a l a p a l a b r a d e Dios q ue a n u n ­
c i a , le da fuerza para a t ravesa r , y convert i r l o s corazo n e �
m á s d u r o s , a u n c ua n d o n o tenga el orador ext raord i n a r i o
1 a len t o n a 1 u r a l para l a pred i c ac i ó n . Est a f u e la secret a a r ­
m a q ue , c o m o d e j o d i c h o , en señó la San t í s i m a V i rgen a
S a n t o Dom i ngo y al Bea t o A l a n o para con vert i r a los h e ­
rejes y a l o s pecad ores .
E s t e es el o r i g e n de la pract i c a de l o s p red icadores d e
rezar u n A ve Maria a l p r i n c i p i o de s u s p red i c a c i o n e s , se­
gún aseg u ra San A n t o n i n o .

• •

Décima octa va R osa

B E N D I C I O N ES D E L « A V E M A R I A »

E s 1 a d i v i n a Sal u t ac i ó n a 1 rae sobre noso1ros l a bend i ­


c i ó n a b u n d a n t e d e J es ú s y M a r ía rec o m pensan magn á n i ­
m am e n t e a q u ie n e s l e s g l o ri fi can : devuel ven cen t u p l ica­
d as l a s ben d i c i o n e s q ue rec i ben : Ego diligentes me di/i­
go . . . ut ditem diligentes me et thesauros eorum repleam
( P r o v . V I I I ) . « Am o a l o s q u e me a m a n . . . e n r i q uezco a
a q u e l l o s q u e me a m a n y c o l m o s u s t esoro s » . Es lo q ue
claman claramente J e s ús y Marí a : « Am amos a q u ienes nos
a m a n , los e n r i q uecemos y colmamos s u s tesoros » . Qui se­
m inal in benedictionibus, de benedictionibus et metet
( Co r . , I X , 6 ) . « Los q ue s i e m b ra n b e n d i c i o n e s , recogerán
ben d icio n e s» Ah ora bien , no es amar, bendecir y g lo r i fi
. ­

c a r a J es ú s y M a r í a , rezar debid amente la Salutación a n ­


gélica . E n cada A ve María s e dirán dos bendiciones a J e-

51
sús y María . Bendita t ú eres ent re todas las m ujeres y ben ­
d i t o es el fr uto de t u vientre Jes ú s . Por cada A ve Maria
rendís a María el mismo honor que Dios le hizo, saludán ­
dola con el arcángel Gabriel . ¿Quién podrá creer q ue Je­
s ú s y María que, con frec uencia hacen bien aun a aq ue­
llos q ue los maldicen , lancen maldición cont ra q uienes les
h o n ran y bendicen con el A ve María ?
La Rei na de los cielos, dicen San Bernardo y San Bue­
naven t u r a , no es m enos agradecida y cortés q ue las per ­
� o nas de m á s a l t a condición d e l m u nd o ; l e s aventaja e n
1 a l v i r t ud c o m o e n codas las demás perfecciones y no de­
j ará que la honremos respetuosamente, sin darnos el ciento
por u n o . Maria dice S. Buenaven t u ra nos saluda con la
g raci a , si la sal udamos con el A ve Maria: lpsa salu rabit
n os cum graria si salu ra verimus eam cum A ve Maria.
¿Quién podrá comprender las gracias y bendiciones que
o peran en nosotros e l s a l u d o y l as m i radas b e n i g n a s d e
l a San t í s i m a V i rgen ?
Desde el momento en q u e oyó San ta I sabel el saludo
q ue le hacía la M ad re de Dios , fue l lena del Espíri t u San -
1 0 y su nii'lo saltaba de gozo . Si nos hacemos dignos del
saludo y ben dición recíprocas de la Sant ísima V i rgen , se­
remos sin d ud a llenos de gracia y u n torren t e de consue­
los espirit uales i n u n dará n uest ras almas.
• •

Décima nona Rosa

F E L I Z P E R M UTA

Está escrito « Dad y se os dará » . Tomemos la com para­


ción del B. Alano : « ¿ Si yo os diese cada d ía ciento c i n ­
cuenta diamantes , a u n cuando fueréis mi enem igo , no m e

52
perdonaríais ? ¿No me otorgar íais como al am igo c odas
las gracias po s i b l es ? ¿Quer é is enriq ueceros con bienes de
gracia y de gloria? Saludad a la Sant ísima V i rge n , h o n ­
rad a vuestra bondadosa Madre » .
Sicut qui thesaurizat, ita et qui honorificat matrem . ( Ec­
c l i . 1 1 1 , 5). El que honra a su Madre, la Sant ísima V i rgen ,
es semejante a un hombre q ue adq uiere su tesoro .
P resentadle , al menos, cincuenta A ve Marías, diaria­
mente, cada una de las cuales cont iene q u i nce p i e d r as p r e ­
c iosas que le son más agradables que c odas las riq uezas
,

de la t ierra . ¿Qué no pod réi s esperar de su l i berali dad? Ella


es nuestra M adre y n uest ra amiga . E s la E m per a t riz del
U niverso , que nos ama más que todas las madres y rei n a s
reunidas amaron a hombre alguno, porq ue, como dice San
Agustín , l a caridad de la V i rgen M a r í a excede a c od o el
amor nat u ral de todos los h o m b res y de todos los ángeles .
N uestro Sei'tor se apareció u n d í a a San t a Gerc rudis con­
t ando monedas de oro ; ella t u vo cu riosidad de preg u n ­
t arle lo q u e contaba. « Cuen t o , r espondió Jesucristo, c u s
A v e Marías, e s l a moneda c o n que � e com p ra m i paraíso u .

E l devoto y docto Suárez , d e l a Com pai'\ ia de J es ú s e s ­


t i m aba de c a l modo la Sal u t ación angélica, q u e decía q u e
c o n gusto d a r í a t o d a s u c i e n c i a por el p recio de u n A ve
María bien dicha .
« El q ue os ama , oh d i v i n a María, le dice el Beato Ala­
no de la Roche, que escuche y guste: « E l cielo se ale g r a
y la t i erra se admi ra siem pre q u e d igo A ve María; t e n g o
a l m u ndo horrorizado, tengo el amor de Dios en mi cora­
zón , cuando digo A ve María; mis temores se desvanecen ,
se amort iguan m i s pasiones, cuando digo A ve María;
a u m enta mi devoc i ón y e ncue nt ro la com p u n c i ó n cuando
d igo A ve María; afirmase mi esperanza , acrecienta m i con ­

s uelo cuando d i g o A ve Maria; se alegra mi espírit u y se


d i si pa mi disgusto cuando digo A ve María; porque la dul-

53
zura de esta suavísima Salutación es tan grande que no
hay término apropiado para explicarla debidamente y des­
pués que hubiera uno dicho de ella maravillas , resultaría
aun tan escondida y profunda que no podríamos descu­
brirla. Es corta en palabras , pero grande en misterios; es
más dulce que la miel y más preciosa que el oro . Es preci­
so tenerla frecuentement e en el corazón para meditarla y
en la boca para decirla y repet irla devotamente .
A uscultet tui nominis amator, o María, coe/um gaudet,
omnis terra stupet cum dico A ve María; Satan fugit, in­
fernus contremiscit, cum dico A ve María; mundus viles­
cit, con in amore liquescit, cum dico A ve María; crescit
devocio, oritur compuctio, cum dico A ve María; Spes pro­
ficit, augetur coriso/atio cum dico A ve María; recreatur
animus, et in bono confortatur aeger effectus, cum dico
A ve Maria. Siquidem santa suovitas hujus benignae sa/u­
tationis, ut humanis non possit explicari verbis, sed sem­
per manet, altior et profundior quom omnis creotura in­
dagare sufflciot. Haec oratio parvo est verbis, alta miste­
riis, brevis sermone, alta virtute, super me/ dulcis, super
aurum pretiosa; ore cordis est jugiter ruminando, labiis­
que puris frequentissime legenda, oc devote repetenda.
Refiere el mismo Beato Alano en el capít ulo L X I X de
su Salterio, que una religiosa muy devota del Rosario s e
apareció después de su m uerte a una de sus hermanas y
le dijo: « Si pudiera volver a mi cuerpo para decir sola­
mente un Ave María, aun cuando fuera sin mucho fer­
vor , por tener el mérito de esa oración , sufriría con gusto
cuantos dolores padecí antes de mori r » . Hay que advertir
que había sufrido durante varios aftos crueles dolores .
Miguel de Lisie , Obispo de Salubre discípulo y colega
del Beato Alano de la Roche en el restablecimiento del San­
to Rosario , dice que la Salutación angélica es el remedio

54
de t odos los males que nos afligen , con tal que la recemos
devotamente en honor de la Santísima Vi rgen .
... ...

Vigésima Rosa

B REVE EXPL ICACION DEL « A VE M A R I A »

¿ Estáis e n la miseria del pecado? In vocad a l a divina


María, decidle: Ave, que quiere decir: os saludo con pro­
fundo respeto , oh Senora , que sois sin pecado, sin des­
gracia. Ella os librará del mal de vuest ros pecados.
¿ Estáis en las tinieblas de la ignorancia o del error? Ve­
nid a María, decidle: Ave María, es decir I luminada con
los rayos del sol de justicia y Ella os com unicará sus lu­
ces. ¿Estáis separado del camino del cielo? I nvocad a Ma­
ría que quiere deci r: Est rella del mar y Estrella polar que
g u ía nuestra navegación en este mundo y Ella os conduci ­
r á a l puerto d e eterna salvación . ¿ Estáis afligidos? Recu­
rrid a María, que quiere decir: mar amargo , que f u e llena
de amarguras en este mundo, al presen te cambiados en
mar de purísimas dulzuras en el cielo . Ella convertirá vues­
t ra tri steza en alegría y vuest ras aflicciones en consuelos .
¿ H abéis perdido la gracia? Hon rad la abundancia de gra­
cias de que Dios llenó a la Santísima Virgen . Decidle: « Lle­
na de Gracia y de t odos los dones del Espíri t u Santo» y
E lla os dará sus gracias . ¿ Estái s , por excepción , privados
de la protección de Dios? Dirigiros a María y decidle: « E l
Senor e s contigo más noble e íntimamente que e n los j us­
t os y los santos , porque eres con El una misma cosa ; pues
siendo tu Hij o , su carne es tu carne, eres con el Senor por
per fecta semejanza y por mutua caridad , porque eres su
Madre » .

55
Decidle en fi n « Toda la Trinidad Santísima está cont i ­
go , pues Tú eres su Templo precioso» y Ella o s colocará
baj o la protección y salvaguardia de Dio s . ¿ Habéis llega­
do a ser objeto de la maldición de Dios? Decid: « Eres ben ­
d ita entre todas las m ujeres y de todas las naciones por
tu pureza y gran poder; Tú cambiaste la maldición divina
en bendición » y Ella os bendicirá . ¿ Estáis ham briento del
pan de la gracia y del pan de la vida? Acercaos a la que
h a llevado el pan vivo que descendió del cielo . Decidle:
« Bendito sea el fruto de tu vientre, que concebiste sin de­
t ri mento de tu virginidad , que llevaste sin trabajo y que
diste a la vida sin dolor. Sea bendito Jesús que rescató
del cautiverio al mundo, que curó el mundo enfermo , re­
sucitó al hombre muerto , hizo volver al desterrado, j usti­
ficó al hombre criminal, salvó al hombre condenado» . Sin
d ud a tu alma será saciada del pan de la gracia en esta vi­
da y de la gloria eterna en la otra . A mén. Concluid v ues­
t ra o ración con la Iglesia y decid : « Santa María, santa en
cuerpo y alma, santa por tu abnegación singular y eterna
en el servicio de Dios, santa en calidad de Madre de Dios ,
q ue te ha dotado de una santidad eminente, como conve­
n ía a tan i n finita dignidad . Madre de Dios y también Ma­
d re nuestra, nuestra Abogada y Mediadora , Tesorera y
Dispensadora de las gracias de Dios, procúranos pronta­
mente el perdón de nuest ros pecados y nuestra reconcilia­
ción con la Majestad divina. Ruega por nosotros pecado­
res, pues tienes tanta compasión con los miserables, que
no desprecias, n i rechazas a los pecadores, sin los cuales
no serias la Madre del Salvador. Ruega por nosotros aho­
ra,· durante el tiempo de esta corta vida frágil y misera­
ble, ahora, puesto que sólo tenemos seguro el momento
presente, ahora que estamos acometidos y rodeados no­
che y día de poderosos y crueles enemigos y en la hora
de nuestra muerte tan terrible y peligrosa , en que n ues-

56
t ras fuerzas qued arán agotadas, en que n uestros e s p í ri t u s
y nuestros cuerpos estarán abatidos por e l dolor y el te­
rro r ; en la hora de n uestra muerte en que Satanás redo­
blará sus esfuerzos por nuest ra eterna perdición ; en esa
hora en que se decidirá nuestra suerte dichosa o desgra­
ciada para toda la eternidad . Ven en auxilio de t u s po ­
bres hijos; ¡ Oh Madre compasiva! abogada y refugio de
los pecadores , aleja de nosotros en la hora de la m uerte
a los demonios , enemigos y acusadores nuestros , cuyo as­
pecto horroroso nos espanta . Ven a iluminarnos en las ti­
nieblas de la muerte. Condúcenos, acampanados al Tri­
bunal de nuestro Juez, tu Hijo, intercede por nosotros para
que nos perdone y nos reciba en el número de tus escogi­
dos en la mansión de la gloria eterna. A mén . Así sea » .
¿ Quién no admirará l a excelencia del Santo Rosario
compuesto de dos partes divinas : la Oración dominical y
la Salutación angélica? ¿ Hay oraciones más gratas a Dios
y a la Sant ísima Virgen , más fáciles, más dulces y más sa­
ludables para los hombres?
Tengámoslas en el corazón y en la boca para honrar a
la Santísima Trinidad , a Jesucristo nuest ro salvador y a
su Santísima Madre. Además , al fin de cada decena es con­
veniente anadir el Gloria Patri, et c . , es decir: Gloria al
Padre, al H ijo y al Espíritu Sant o . Dios por t odos los s i ­
g los ( 1 ) . A s í sea .

( 1 l El Gloria Patri es u n a feli7 i n n o v a c i ó n en el rezo del R o sa r i o .


¿ No pod r í a a t r i b u i rse al mismo B. M o n fo r t ? ( N o t a d e l e d i t o r frances ) .
N o podemos adm itir esta suposición : pues el d o m i n ico J uan d e �tuylly.
q u e escribía en 1 240 , t e s t i fi c a q ue ya e n t o n c es se a il a d i a el u G lo r i a n a
l a s decenas del Rosa rio.
c V . .. [ n .: i d o ped i a E s pa s a » T 5 :! . p. _1 50) .

57
TERCERA DECENA

Excelencia d e l Santo Rosario e n l a


med i tación de la v i d a y p a si ó n de
N uestro Señor Jesucristo
Vigésima prima Rosa
LOS QUINCE MISTERIOS DEL ROSARIO
M isterio es una cosa sagrada y difícil de comprender .
Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, por­
q ue es Dios y hombre al mismo tiempo . Las de la Santísi­
ma Virgen son muy santas, porque es la más perfecta de
las puras criaturas . Se llaman, con razón , las obras de Je­
sucristo y de su Santa Madre, misterios, porque están re­
pletos de maravillas, de perfecciones e instrucciones pro­
fundas y sublimes, que el Espíritu Santo d escu bre a los
humildes y a las almas sencillas que le honran . También
pueden llamarse l as obras d e Jesús y María, flores admi­
rables, cuyo olor y hermosura sólo conocen quienes se
a c e rcan a ellas, las olfatean y l as abren por medio de una
a t en t a y sería meditación .
Santo Domingo ha dividido la v id a de Jesucristo y Ja
d e la Santísima Virgen en quince misterios que nos rep re ­
sentan sus virt u des y principales acciones, como quince
cuad ros cuyos t r azos deben servirnos de regla y ejemplo
para la d i recci ón de n uest ra vida ( 1 ) . Son q u ince antor-
( 1 ) No consta que San t o Dom ingo hiciera e s t a d i v i s i ó n de q u i nce
a s u n t os para los m isterios del Rosario , que no apa rece fijada hasta si­
g lo' ma\ tard e . L o q u e ,¡ puede a d m i t i r�e e� que Sa n t o Dom i ngo cmc ­
i'ló a meditar l os m i sterios de la vida de Cristo al rezar el Rosari o , como
parece por alg u n as p i n t u ras de Fra Angélico y por las i l u s t raciones del
t ra t ad i r o sobre los n ueve modos de orar del sei\or Santo Dom i n go , que
e\ muy a n t i g u o . ( V . el P. Get i n o ) . C i e n c i a To m i s t a , T. 24. ¿ Fue Santo
Do m i n g o fu ndador del R osario?

58
chas para guiarnos en este mundo, quince brillantes focos
para conocer a Jesús y Maria , para conocernos a noso­
tros mismos y para encender el fuego de su amor en nues­
t ros corazones , quince hogueras para consumirnos com­
p letamente con sus celestes llamas.
La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este ex­
celente método de orar y le ordenó predicarlo para des­
pertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor
de Jesucristo en sus corazones. También lo enseñó al Beato
A lano de la Roche. « Es una oración muy úti l , le dij o , es
un obsequio que me agrada mucho , el rezo de ciento cin­
cuenta Salutaciones angélicas . Y lo es aun más, y harán
aun mucho mejor, quienes recen las salutaciones meditan­
do la vida, pasión y gloria de Jesucristo , porque esta me­
ditación es el alma de tales oraciones» . En efecto, el Ro­
sario , sin meditar los misterios de nuestra salvación, sería
casi como un cuerpo sin alma, una excelente materia, sin
su fonna peculiar que la distingue de las demás devociones .
La primera parte del Rosario se compone de cinco mis­
terios, el primero es el de la A nunciación del Arcángel Ga­
briel a la Santís i m a Vir gen , el se g undo el de la Visitación
de la Santísima Vi r gen a Santa Isabel , el tercero es el de
l a Natividad de Jesucrist o , el cuarto el de la Presentación
del Niño Jesús en el templo y la purificación de la Santísi­
m a V i rgen , el quinto el del encuentro de J e s ú s e n e l te m ­

p l o entre los doctores . Se llaman m isterios gozosos a cau­


sa del gozo , que p r o po r ci o n ar o n a todo el u n i verso . La
S a ntí s i m a Virgen y los ángeles fueron l l e n o s de j úb i l o en
e l dichoso momento de la Encarnació n . Santa Isabel y San
J uan Bautista se colmaron de alegría con la visita de Je­
s ú s y Maria . El cielo y l a t ierra celebraron el nac i m iento
del Salvador . Simeón fue consolado y reg oc ij ad o , cua n ­
do recibió a J es ú s e n s u s brazos. L o s doctores estaban arre­
b a t ados de admi ración al oír las respuestas de Jes ú s ; y

59
¿quién podrá expresar la alegria de Maria y de José al en ­

contrar a Jesús depués de tres días de ausencia?


La segunda parte del Rosario se compone también de
cinco misterios que se llaman Misterios dolorosos, por­
que nos representan a Jesucristo abrumado de tristeza, cu­
bierto de llagas , cargado de aprobios, de dolores y de tor­
mentos. El primero de estos misterios es el d e la oración
de Jesús y su agonia en el h uerto de los Olivos, el segun­
do su Flagelación, el tercero su Coronación de espinas,
el cuarto el de la Cruz a cuestas y el quinto el de la Cruci­
fixión y muerte sobre el Calvaric .
La tercera parte del Rosario contiene otros cinco mis­
terios llamados gloriosos, porqu.! contemplamos en ellos
a Jesús y María en el triun fo y en la gloria. El primero
es el de la Resurrección de Jesucristo , el segundo su As­
censión, el tercero el de la Venida del Espiritu Santo so­
b re los Apóstoles , el cuarto la gl oriosa A sunción de la Vir­
gen y el q uinto su Coronación.
He ahí las q uince olorosas flores del Rosal místico, so­
bre las cu ales las almas piadosas se detienen como dili­
gentes abejas, para recoger el jugo admirable y p rod uc i r
l a miel d e una sólida dev o ció n .
• •

R osa vigésima segunda

LA M E D I T A C I O N D E LOS M I STE R I OS NOS


C O N FO R M A A J ES U S

E l princi pal cu idado d e l al m a cristiana e s caminar h a ­


cia la perfección . Sed fieles i m i tadores d e Dios, como h i ­
j os s uyos q ueridísimos que sois , nos dice el gran A p óstol .

Esta obligación está com p rendida en el decret o eterno de

60
n uestra predestinación como el único medio debidamen­
te ordenado para conseguir la gloria eterna . San Grego ­
rio de Nisa dice gráficamente que somos pintores. Nues­
tra alma es el lienzo sobre el cual debemos aplicar el pin­
cel , las virtudes son los colores, que deben prestarle belle­
za; y el original , que debemos copiar, es Jesucristo , ima­
gen viva, que representa perfectamente al Padre eterno .
De modo, que así como u n pintor para hacer un retrato
al natural pone el original ante sus ojos y a cada pincela­
da vuelve a mirarlo , del mismo modo el cristiano debe te­
n er siempre ante sus ojos la vida y las virtudes de Jesu­
cristo , para no decir, hacer, ni pensar nada sino confor­
me a El .
Para ayudarnos en la obra im portante de nuestra pre­
destinación , la Santísima Virgen ordenó a Santo Dom in­
go exponer a los fieles que recen el Rosario con los miste­
rios sagrados de la vida de Jesucristo, no solamente para
que le adoren y glori fiquen , sino principalmente para que
regulen su vida y sus acciones con sus virtudes . Ahora bien ,
de igual manera que los hijos llegan a im itar a sus padres ,
v iéndoles y conversando con ellos ; y aprenden su lengua
oyéndoles hablar; como un aprendiz consigue dominar su
arte viendo trabajar a su maestro , así tam bién los fieles
cofrades del Rosario considerando seria y devotamente las
virtudes de Jesucristo en los quince misterios de su vida,
se hacen semejantes a su Maestro divino , con el auxilio
de s u gracia y por la intercesión de la San t ísima Virgen .
Si Moisés ordenó al pueblo hebreo de parte de Dios mis­
mo que jamás olvidase los beneficios de que había sido
colmado , con mayor razón el H ijo de Dios puede man­
darnos que grabemos en nuestro corazón y tengamos cons­
tantemente ante n uestros ojos, los mist erios de su vida,
de su pasión y de su gloria , puesto que son beneficios con
que El nos ha favorecido y con los cuales mostró el exce-

61
so de su amor por nuestra salvación . « ¡ Oh ! vosotros los
que pasáis , deteneos y ved si hubo jamás dolor semejante
al dolor que sufro por vuestro amor . Acordaos de mi po­
breza y abatimientos, pensad en la amargura y sinsabores
que pasé por vosotros en mi pasión» ( 1 ) .
Estas palabras y muchas otras , que pudiéramos recor­
dar, nos convencen sobradamente de la obligación en que
estamos de no contentarnos con rezar vocalmente el Ro­
sario en honor de Jesucristo y de la Santísima Virgen, si­
n o ir meditando al mismo tiempo sus misterios sagrados .

• •

Rosa vigésima tercera

E L ROSAR IO, MEMOR IAL DE LA V I DA Y


M U ERTE DE J ESUS

Jesucristo, el divino esposo de nuestras almas, nuestro


d ulcísimo amigo , desea que recordemos sus beneficios y
los estimentos sobre todas las cosas . Tiene gloria acciden­
tal, como tam bién la Santisima Vi rg en y todos los santos
del cielo , cuando meditamos con afectuosa devoción los
misterios sagrados del Rosario; que son los más visibles
efectos de su amor a nosotros y los más ricos presentes
que pudo hacernos, pues por ellos gozan de la gloria , la
Santísima Virgen y todos los santos.
La Beata Angela de Foligno pidió un d ía a Nuestro Se­
ñor que le indicara con qué ejercicio pudiera honrarle más .
Y apareciéndosele en la Cruz le dij o : « Hij a m ía, contem­
p la mis ll agas » . Aprendió de este amable Salvador, que

(1) Thren , l . 1 2 . O vos ommes q u i transi t i s per v i a m , at r en d i l e e 1


• idete si e s dolor si m i l i s s i c u t dolor meus.

62
nada le es más agradable, que la meditación de sus sufri­
mientos. Después le descubrió las heridas de su cabeza y
varias circunstancias de sus tormentos y le dij o : « He su­
frido todo esto por tu salvación , ¿qué podrías hacer que
iguale mi amor por ti'?»
El Santo Sacrificio de la Misa honra infinitamente a la
Santísima Trinidad, porque representa la pasión de Jesu­
cristo y por medio de ella ofrecemos los méritos de su obe­
diencia, de sus sufrimientos y de su sangre. Toda la corte
Celestial recibe con la Santa Misa gloria accidental , y va­
rios d octores, con Santo Tomás, nos dicen , por la misma
razón , que el cielo se alegra de la Comunión de los fieles
porque el Santísimo Sacramento es un memorial de la pa­
sión y muerte de Jesucristo y por El participan los hom­
bres de estos frutos y adelantan en el neg ocio de su
salvación .
Ahora bien , el Rosario rezado con la meditación de los
misterios sagrados, es un sacri ficio de alabanzas a Dios
por el beneficio de nuestra R edención y un devoto recuer­
do de los sufrimientos, m uerte y gloria de J esucristo . Es ,
pues, cierto que el Rosario causa gloria, cierta alegría ac­
cidental a Jesucristo , a la Santísima Virgen y a todos los
bienaventurados , porque no desean más, para nuestra di­
cha eterna, que vernos ocupados en un ejer c icio tan glo­
rioso para nuestro Salvador y tan saludable para nosotros.
Nos aseg u r a el Evangelio, q ue un peca d o r q u e se c o n ­
v i erte y h ace pen i t en ci a causa a legría a t o d o s l o s ángeles .
Si es s u fi c i e n t e para a l egrar a los á n ge l e s , q u e un pec a d o r
d ej e s u s pecados y haga pen i t e n ci a , ;, q u é alegría , q u é j ü ­
b i l o será para t o d a l a c o r t e c e l e s l i a l , q u é g l o r i a para e l
m i s m o J esucri st o , vernos e n l a t i erra , m ed i t a r devot a m e n t e
y c o n a m o r s u s a ba 1 i m i e n 1 o s , s u s I O r m e n t os y s u m uert e
c r u e l e i g n o m i n i o s a ? ¡, H a y n a d a m á s e fi c a z p a r a 1 oc a r ­
nos y l l cvarnm a � i ncera pen i l e n c i a ?

63
El cristiano, que no medita los misterios del Rosario de­
muestra gran ingratitud hacia Jesucristo y la poca estima
q ue hace de cuanto el divino Salvador ha sufrido por la
salvación del mundo . Su conducta parece decir que des­
conoce la vida de Jesucristo, que pone poco cuidado en
aprender lo que ha hecho, lo que ha sufrido para salvar­
nos. Este cristiano puede temer que no habiendo conoci­
do a Jesucristo o habiéndole olvidado , lo rechace el día
del juicio con este reproche: «En verdad te digo que no
te conozco» .
Meditemos, pues, l a vida y sufrimientos del Salvador
durante el Santo Rosario, aprendamos a conocerle y a re­
conocer sus beneficios para que El nos reconozca como
hijos y amigos suyos en el día del j uicio .

• •

Rosa vigésima cuarta

LA M E DIT ACION DE LOS M I STE R I OS D E L


R O SA R I O ES U N G RAN M E D I O DE P E R FECC I O N

Los santos hacían objeto principal de s u est udio , l a vi­


d a de Jesucristo, med i t a ban sus virtudes y s u fr i m i e n t o s
y por este medio llegaron a la perfección cristiana . San
Bernardo empezó por este ejercicio q ue continuó siem pre .
« Desde el principio de mi conversi ón , d i ce , hice u n ramo
de m i rra compuesto con los dolores de m i Salvad o r , puse
este ramo sobre mi corazón , pensando en los azotes , es­
pinas y clavos de l a pasión y a p l icaba t od o mi i n genio a
meditar todos los días estos mist erios .
Este es también el ej ercicio de los sa ntos m á r t i res; nos
a d m i ramos como t r i u n faro:i de los más crueles t o r m e n -

64
1 0 ' : ¿ de d ó n d e p u d i e r a ven i r a q u e l l a ad m i r a b l e 1.: o n s t a n ­
i.: i a d e l o s m á r t i r e s , dice San Bernar d o , � i n o de l a s l l a g a '
de J es u c r i s t o acerca d e l a s c u a l e s hacian e l l m . frecu e n t e
m ed i t a c i ó n ? ¿ Dó n d e e s t a b a e l a l m a d e e s t o � generoso�
a t l e t a s c u a n d o s u s a n g re c o r r í a y s u c u e r p o era t r i t u r a d o
p o r los s u p li c i o s ? S u a l m a e s t a b a en l a s l l agas d e Je , u ­
c r i s t o y est as l l agas l o s h a c í a n i n \'enc i b l e s .
La San t í s i m a M a d re d e l Sal v ador o c u p ó t o d a s u \· i d a
e n m ed i t a r l a s v i r t udes y s u fr i m i e n t o s de s u H i j o . C u a n ­
d o oyó a l o s á n g el es e n t o n a r en su n a c i m i e n t o c a n t i c o '
d e a l eg r í a , c u a n d o v i o a l o s past ores a d o r a r l o e n e l e s t a ­
b lo , se l l e n ó de admi ración y m ed i t aba s o b re t o dos est a '
marav i l l a s . C o m p a r a b a l a s g randezas d e l V e r b o e n c a r n a ­
d o c o n s u s p r o fu n dos a ba t i m i e n t o s : la p aj a y e l pesebre
a s u trono y al seno d e s u Padre: el pode r de u n D i o s a
l a debili d ad de u n n i ñ o : su s a b i d u r í a a s u senc i l l ez .
L a San t ís i m a V i rgen d i j o a u n d ia a San t a B r í gi d a :
« C u a n d o c o n t e m p l a b a la h e rm o s u r a , la modest i a , la sa­
biduría de m i H ij o , sent íase m i alma t ra n s p o r t a d a d e ale­
gría y cuando consideraba q u e s u s m a n o s y sus p i e s ha­
b ía n de ser a t ravesados c o n c l a\' o s . \' erl l a u n t o r r e n t e d e
l ág r i m a s , p a r t i é n d o se e l c o r a z ó n de d o lo r .
Después d e l a Ascen sión de J esucr i s t o . l a Sant i s i m a V i r ­
g e n dedicó el resto de su v i d a a v i s i tar l o s l u g a res q u e e s t e
d i v i n o Salvador h a b ía sa n t i ficado c o n s u prese n c i a y c o n
s us torment os . Allí medit aba sobre el exceso d e s u c a r i ­
dad y los rigores de su p a s ión . Ese era t a m bién el ej e r c i ­
cio con t i n uo de Maria Magdalena du ran t e los t re i n t a a ñ o s
q ue vivió en Sai n t e-Baume (1 ) . E n fi n S a n J e r ó n i m o d i ­
ce que esa era la devoción de los p r i m ero s fieles . I ba n . de
todos los países del mundo , a tierra santa para grabar más
( l l La « Sainre Baumen (Sama Cue\ a l es una t1 r u r a ' i l llada en la Pr1.'­
,·enza . donde es r radidón . que pasó Sama !\!aria !\ l agdalena lo, ú l l i ­
mos al'los d e s u \' i d a .

65
p ro fu n damente en sus corazones el amor y el recuerdo del
Salvador de los hom bres con la v i s t a de los ob j etos y l u ­
gares por E l consagrados con s u n a c i m i en t o , trabajo s , s u ­
fri m ientos y m u ert e .
Todos l o s cristianos t ienen una sola fe , adoran a un so­
lo Dios, esperan una m i sma felicidad en el cielo; sólo co­
n ocen un mediador q u e es Jesucri s t o ; todos deben i m i t a r
e s t e modelo d i v i n o y p a r a ello considerar l o s m isterios d e
s u v i d a , s u s v i r t u des y su glori a . E s un er ror i m agi n a rse
q ue la medi tación de las verdades de la fe y de los m i s t e ­
r i os de la v i d a de J esucri s t o , e s s ó l o p a r a los sacerdot e s .
re l i g i osos y aq uellos que s e han ret irado fuera d e l m u n ­
d o . Si l o s religiosos y eclesiásticos est án o b l igados a m e ­
d i tar acerca de l a s grandes verdades de n u estra san t a R e ­
l igión p a r a responder dignamente a s u vocación ; los se­
g l a res están igualmente obligados a causa de los peligros
q u e tienen diaria m e n t e , de perderse . De be n , pues, armarse
con el frec u e n t e recuerdo d e la v i d a , de las v i r t udes y s u ­
frim ien tos del Salvador, q u e nos represen tan los q u ince
m i sterios del San to Rosario .
• •

Vigésima quinta Rosa

R I Q U EZAS DE SANT I F I CAC J O N E N C E R RADAS


E N LAS O R A C I O N E S Y M E D ITAC I O N E S
DEL ROSA R I O

J amás podrá nadie comprender e l tesoro admirable d e


sant i ficación , q u e encierran las oraciones y misterios d e
l a v i d a y m uerte de N uest ro Señor Jesucristo e s , para to­
do s los que la practican , manantial de maravillosos fru ­
t o s . H o y s e q u ieren cosas q u e espan ten , q u e conm uevan ,

66
q u e p r o d uzcan en el a l m a i m presiones p r o fu n d a � . Y ¿ 4 1 1 C:
h a y e n el m u n d o más c o n m o v e d o r q u e l a h i s t o r i a m a r a v i ­
l l osa d e n uest ro Reden t o r , desarro l l a d a e n q u i nce c u a d r o �
q ue n o s rec uerd a n la s gr a n de s escen as d e l a v i d a , m u e r t e
y g l o ri a del Sa l v ado r d e l m u n do? ¿ Q u é oraciones son m ás
e xcelentes y s u b l i mes q u e l a Orac i ó n d o m i n i c a l y el A ve
d e l á n gel ? E n e l l a s se encierran t o d o s n u est ros d e s e o s y
n e c e s i da d e s . La m ed i tación de l o s m i st e r i o s y o r a c i o n e s
d e l Rosario es la m ás fác i l de las o r a c i one s , p o r q u e la d i ­
versi dad de v i r t udes y estados d e J es u c r i s t o , q u e en e l l o s
se est ud i a n , recrea y fo rt i fi c a m a r a v i l l o s a m e n t e e l e s p í r i ­
t u e i m p i d e l a s d i s t racci o n es . L o s s a b i o s e n c u e n t ran e n es­
t as fórm ulas la doct r i n a más p ro fu nda y l os pequeños l a s
i n st rucciones m á s famil iares . E s preciso pasar p o r esta s en ­

c i l la m ed i tac i ó n para elevarse al grado más s u b l i m e de con­


t e m plación . Tal es l a o p i n ió n de Santo Tomás de A q u i n o
y e l c o n sej o q u e nos d a c u a n d o d i c e q u e es necesario ej er­
ci tarse d e antem a n o , como en un campo de batal l a , en
l a a d q u i s i c i ó n de todas las virtudes, de l a s q u e son mode­
los pe r fe ctos los m i sterios d e l Rosario; porque es ahí, d i ­
c e e l sabio Cayetano , donde adquirimos la unión ínt i m a
c o n D i o s , s i n la c u a l la c o n t e m p lación es sólo u n a i l u s i ó n
c a paz d e sed ucir las almas . Si los falsos i l u m i n ados de
n uestros d ías o q u i et is ta s h u bieran segu ido este consej o ,
,

n o h ub i e ran tenido tan vergonzosas caídas , n i causado tan­


tos escándalos a pretexto de la devoción . Es u n a engaño­
sa i l u sión del demonio creer que puedan componerse o r a ­
c io nes más subli mes que el Pater y e l A ve.
H abituándose a estas d i v in as oraciones , que son el sos­
t é n , la fuerza y l a guardia del alma, reconozco que no es
n ecesario rezarlas siempre vocalmente , ya que la oración
i n terior en cierto modo es más perfecta que la voca l ; pero
o s aseguro que es m u y peligroso , por no decir pernicioso ,
abandonar voluntariamente el rezo del Rosario bajo el p r e -

67
t exto de una unión más per fect a con Dios . El alma s ut i l ­
mente orgu llosa, engañada por el demon io, h ace todo
c uanto p uede i n teriormente para elevarse al grado subli­
me de las oraciones de los sa ntos, desprecia y d ej a po r
esto sus antiguos rezos , buenos en su sen t i r para la gene­
ralidad de las almas . Se h ace sorda a las oraciones y sa l u ­
t ación de u n ángel y aun a l a oración q ue un D i o s ha he­
c h o , pract icado y recomendad o . Sic orabitis; Pater nos­
ter; oraréis así, y de este modo va cayendo de i l usi ó n en
i l usión , d e pr e c i p ici o en preci pici o . Creed m e , a m ad o c o ­
frade del Rosari o , ¿ q u eréi s llegar a un alto g rado de o r a ­
ción s i n a fec t ac i ó n y s i n caer en las ilusiones del dem o­
n io , tan frecuentes en las p e r s onas de orac i ó n ? . rezad di a ­
riamen t e , si podéi s , e l Rosario o al menos una parte de
él ( 1 ).
¡, Habéis llegado a él por la gracia d e Dios? Si queréi s
en él conservaros y crecer en la h u m ildad conservad la
p ráctica del Rosari o , porq ue u n alma que rece el Rosario
t odos los días, jamás será formalmente h erética, n i enga­
ñ ad a por el demonio; es una a fi rm ación q ue rubricaría
con mi sangre . Si, no obstante , Dios en su i n fi n i t a m i seri­
cord i a , os at rae en medio del Rosario , tan poderosamen­
te como a algunos sant o s , dejaos arrast rar por su at racti ­
v o , dej ad a Dios actuar y orar en vosotros y recitad e l Ro­
sario a su modo y que esto os baste en aq uel día. Pero
sí sólo estáis en la c on t e m plació n act iva u oración ordi­
naria de q u ietud , de presencia de Dios y de a fecto, t e n ­
d réis m e n o s exc usa para dejar el Rosario y rezándolo , le­
jos de ret roceder en la o ración y la v i rt u d , os será marav i ­
l losa a y u d a y la verdadera escala de J acob , de quince es-

( 1) Quicumque jus1us vel peccalor recurril ad Eam cum devo1a re­


veren1ia, nullo m odo decipi tur vel devorabi1ur ab i n fernali daemone» .
1 S1 a . Ca 1 harina Siniensis. Revela1iones).

68
calones, por los cuales iréis de v i r t ud en v i r t u d , de luz e n
l u z , y llegaréis fáci lmente , s i n engañ o s , hasta la ple n i t u d
de la edad d e J e s u c r i s to
.

• •

Vigésima sexta Rosa

E L ROSA R I O , O R AC I O N SU B L I M E

G uardaos d e imitar l a obst i n ación d e aq ue l l a devo t a d e


Roma d e q uien tanto h ablan las m arav i llas del Rosa r i o .
E ra u n a perso na tan devota y ta n fervorosa que con fu n ­
día c o n su san ta v i d a a los religiosos m ás austeros de l a
I glesia de Dios . Deseaba con sultar a Santo Domingo y ha­
biéndose co n fesado con él, l e i m puso por pen i t encia re­
zar solamente un Rosario y como consejo reza rlo t od o �
l o s d ía s . S e excusó dicien d o , que e l l a ten ía t odos sus ej er­
c icios reglados, que llevaba cilic i o , que tom aba disci pl in a
varias veces p o r semana, q ue h acia t a n t o s a y un o s y no sé
cuantas pen itencias . Santo Domingo la insta reiteradamen­
t e a seguir su consejo , pero e l l a no q u iere; se ret i r a del
con fesionario como escandalizada del proceder de su n u e­
vo di rect o r , que quería persuadirla de u n a d e v oció n q ue
n o le agradaba . He ahí que est ando en oración y arreba­
tada en éxtas i s , vio s u alma obl igada a comparecer ante
el S upremo J uez. San M iguel alza la balanza , pone sus
pen itencias y ot ras oraciones en u n platillo y en el otro
sus pecados e imperfecciones; el platillo de las buenas
obras no puede cont rarrestar al otro; ella alarmada pide
m isericordia , se dirige a la Santísima Virgen s u abogada ,
la cual deja caer en el platillo de las buenas o bras el ún ico
Rosario q ue por penitencia había rezado , y fu e tanto su
peso que cont rarrestó al de los pecados, siendo al m ismo
t i e m po reprendida por la Santísima Virgen p o r no haber

69
seguido el consejo de su servidor Domingo de rezar el S a n -
10 Rosario todos los días . Cuando volvió en s i , fu e a arro­
j a rse a los pies de Sa n t o Dom i ngo , le contó lo ocurrido ,
p i d ióle perdón por su i n cred u li d ad , p r o met ió rezar e l
Rosario t odos los d ía s y llegó p or este medio a l a perfec­
ción crist iana , a la gloria etern a . ¡ Aprended de aq u í , per­
s o nas de oració n , la fuerza , el precio y l a i m por ta nci a de
e s t a devoción del San t o Rosario con la meditación de s u s
m i s terios !
Nadie más elevada en la oración q u e Santa Magdalena
que era t ransportada al cielo, por los ángeles , siete veces
al día , que había estado en la escuela de J esucristo y de
su Santísima Madre y, sin embargo , cuando pidió a Dios
un buen medio para adelantar en su amor y llegar a la más
alta per fecció n , el arcángel San M iguel vino de parte de
Dios a decirle que no sabía de otro q u e c o n s i de r ar , por
medio de u n a cruz, q u e co locó delan t e de s u cueva , l o s
m i st erios dolorosos que ella h a b í a presenciado .
Que el ejemplo de San Francisco de Sales , el gran d i ­
rector de l a s almas espirituales de s u tiempo , o s est i m u le
a pertenecer a tan santa co frad ía, pues a pesar de ser san ­
t o , h izo voto de rezar el Rosario com plet o , t o dos los días
de su vid a .
S a n Carlos Borromeo l o rezaba tam bién todos l o s días
y recomendaba encarecidamente esta devoción a sus
sacerdotes y eclesiásticos en los sem inarios y a todo s u
pueblo .
El Beato Pío V ( 1 ), uno de los Papas más eminentes
que gobernaron la Iglesia, rezaba todos los d ías del Rosa­
rio . Santo Tomás de Vil lan ueva , Arzobispo d e Valencia,
San Ignacio, San Francisco Javier, San Franci sco de Bor­
j a , Santa Teresa d e J esús , San Felipe de Neri y muchos

( 1) Hoy San Pío V .

70
ot ros g r a n d e s h o m bres, q u e no c i t o , han ejerci tado est a
d evoci ó n . Seg u i d s u s eje m p lo s , v uest ros di rectores esta­
rán m ás descansados y si les i n fo rmaran de los frut os que
p u d ie ra i s s acar , se a p resurarían a a n i m a ros a e l l o .

• •

Vigésimo séptimo R oso

B E N E F I C I OS D E L ROSA R I O

P a ra a n i m aros a u n más est a devoción d e las a l m as gra n ­


des , a ñ ado q u e el Rosario rezado c o n la med i t ac i ó n de
l o s m i s t er i o s : 1 . º nos eleva i n se n s i b lemente a l perfecto co·
n o c i m i e n t o de J esucri sto , 2 . 0 p u ri fi ca n uest ras a l m a s del
p e ca d o , 3 . 0 nos per m i t e vencer a n uest ros enemigo s . 4. "
n o s fac i l i t a la prác t i c a de las v i r t udes, 5 . 0 nos abrasa e n
a mo r de J esucris t o , 6 . º n o s proporc i o n a con q u e pagar
t od a s n u est ras deudas con Dios y con los h o m bres ; y en
fi n , n o s consi g u e de Dios toda c l a se de g racia s .
El conocimiento de Jesucristo e s l a ciencia d e los cris­
tianos y la ciencia de la salvación ; se remonta, dice San
Pablo , sobre todas las ciencias humanas en precio y en
excelencia: 1 . 0 por la dignidad de su objeto que es un hom­
bre de Dios en presencia del cual todo el universo no es
tan siquiera una gota de rocío o un granito de arena: 2. 0
por su utilidad ; las ciencias humanas nos llenan solamen­
te del viento y humo del orgul lo : 3 . 0 por su necesidad ;
porque no podemos salvarnos, sino tenemos el conoci­
miento de Jesucristo y el q ue ignore todas las demás cien­
cias se salvará, con tal que esté iluminado con la ciencia
de Jesucristo . ¡ Dichoso Rosario, que nos proporciona la
ciencia y conocimiento de Jesucristo , haciéndonos medi­
tar su vida, su muerte, su pasión y su gloria ! La reina de

71
Saba , adm irando la ciencia de Salomón, exclamaba� « Di ­
chosos tus criados y sirvientes, que están siempre en tu
p resencia y oyen los oráculos de tu sabiduría»; pero más
d ichosos son los fieles que meditan atentamente la vida,
las virtudes, los sufrimientos y la gloria del Salvador , por­
que adqu ieren de este modo el perfecto conocimiento en
q ue consiste la vida eterna . Hoec est vita aeterna ( 1 ) . La
Santísima Virgen reveló al B. Alano que, tan pronto co­
mo Santo Domingo predicó el Rosario , los pecadores em­
pedernidos se convinieron y lloraron amargamente sus crí­
menes, los mismos niños hicieron penitencias increíbles
y el fervor fue tan grande por doquiera que se predicó el
Rosario , que los pecadores cambiaron de vida y edi fica­
ron a todo el mundo con sus penitencias y enmienda de
vida. Si sentís vuestra conciencia cargada con algún peca­
d o , coged el Rosario , rezad una parte en honor de algu­
n os misterios de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y
estad persuadidos de que mientras rezáis estos misterios ,
E l , en el cielo , mostrará sus llagas sagradas a su Padre,
El abogará por vosotros y os obtendrá la contrición y el
perdón de vuestros pecados . El dijo un día al B . Alano:
« Si esos miserables pecadores rezasen frecuentemente mi
R osario , participarían de los méritos de mi pasión y co­
mo su Abogado, calmaría la divina j usticia» . Esta vida
es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que com­
batir a enemigos de carne y sang re, pero sí a las potencias
mismas del in fierno . ¡ Qué mej ores armas podemos tomar
para combatirlos que la Oración dominical que nuestro
gran Capitán nos ha enseñado; la Salutación angéli c a que
ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y re­
novado al mundo; la meditación de la vida y de la pasión
de Jesucristo, que son pensamientos que debemos tener

72
h abit ualmente presentes , como manda San Pedro , para
defendernos de los m ismos enemigos que El ha vencido
y que nos atacan diariamente ! « Desde que el demonio,
dice el Cardenal H ugo, fue vencido por la humildad y la
p asión de Jesucristo , apenas puede atacar a un alma que
media estos misterios o si la ataca es derrotado vergonzo­
samente» . /nduite vos armaturam Dei» . (Eph . VI, 11). Per­
trechaos, pues, con estas armas de Dios, con el Santo Ro­
sario , y quebrantaréis la cabeza del demonio y viviréis tran­
quilos contra todas sus tentaciones . De ahí resulta que aun
el Rosario m aterial es tan terrible al diablo , que los San­
tos se han servido de él para encadenarle y arrojarle del
c uerpo de los posesos, según atestiguan varias historias .
A un hombre, dice el B. Alano , que había probado inú­
t ilmente toda clase de devociones , para li brarse del espí­
ritu maligno que le poseía, aconsejaron que pusiera al cue­
llo su Rosario , con lo que se alivió, habiendo experimen­
tado que cuando le quitaba era atrozmente atormentado
por el demon i o , por lo cual resolvió llevarlo noche y d í a ,
l o que alejaba a l demo n i o para siem pre por n o po der so ­
p ort ar tan terrible cad en a . El B . Alano asegura que li bró
un gran número de posesos poniéndoles u n Rosario al
cuello .
A l R . P . J uan Amat , de la Ord en de Santo Do mi ngo .

predicando la cuaresma en un lugar del reino de A ragón ,


le t r ajeron u n a j oven posesa , y desp ués de haberla exorc i ­
zado varías veces i n ú t i lmente, le puso a l c u e l l o su Rosa­
rio , comenzando ella a dar gritos y a u ll i dos espan t o s o s ,
d iciendo : « Quitad m e, quit adme estos granos q ue me a t o r ­
m e n ta n » Por fin , el Padre , compadecido de ella , le q u i t ó
.

el R o sar i o d e l cu e l l o
.

La noche siguiente, cuando el R . Padre estaba desca n­


sando en su lec h o , los m ismos demonios que poseían a
la joven , v i n ieron a él fu riosos para apoderarse de su p e r -

73
sana, pero con su Rosario , que tenía fuertemente cogido
e n la mano , a pesar de los esfuerzos que hicieron para qui­
társelo, los golpeó y arrojó, diciendo: « Santa María, Nues­
t ra Seftora del Rosario , amparadme» .
Cuando a l a mai'lana siguiente iba a l a iglesia, encontró
a la desgraciada joven aun posesa; uno de los demonios
que estaban en ella, empezó a decir, burlándose del Pa­
d re: « ¡ Ah ! hermano, si no hubieras tenido tu Rosario ya
te habríamos arreglado. Entonces el Padre arroja de n ue­
vo su Rosario al cuello de la joven , diciendo: « Por los sa­
cratísimos nombres de Jesús y María, su santa Madre, y
por la virtud del Santísimo Rosario , os mando, espíritus
malignos, salir de este cuerpo inmed iatamente»; en el ac­
to tuvieron que obedecer y quedó libre la joven. Estas his­
corias ponen de relieve la fuerza del Santo Rosario para
vencer toda clase de tentaciones de los demonios y toda
clase de p ec ados porque las c u en tas bendi tas del Rosario
l o s ponen en fuga .
• •

Vigésima octava Rosa

S A L U DABLES EFECTOS QUE PRODUCE EL


MED ITA R LA PASION

S a n Agustín aseg ura q u e no hay ejercicio tan virt uoso


y útil para la salvación com o pensar con frecuencia en los
s u frimientos de Nuestro Sei'lor . El Beato Alberto el Gran­
de, mae s tro de Santo Tomás, supo por revelación q ue el
solo rec uerdo o la meditación de l a pasión de J esucristo
es más meritorio para el cristiano que ayunar du rante u n
a ñ o todos l o s viernes a pan y agua o tomar disci p l i n a au n
de sangre t od a s las semanas o rezar todos los d ías el salle-

74
r i o , ¿ C uál no será el méri to del Rosario conmemorando
como conmemora toda la vida y pasión de Nuestro Señor?
La Santísim a V i r g e n reveló al Beato Alano de la Ro­
che, que después del santo sacri ficio de la Misa, que es
la primera y más viva memoria de la pasión de J esucris­
to , no había devoción más excel e nte y meritoria que el Ro­
sario, que es como una segunda memoria y r e p r e s en t a ­

ción de la vida y pasión de Jesucristo .


El R . P . Dorland refiere que la Santísima Virgen , dij o
u n día al venerable Domingo (cartujo), devoto d e l Rosa­
rio , que residía en Tréveris el año 148 1 : « Cuantas veces
rezan los fieles , en estado de gracia , el Santo Rosario con
la meditación de los misterios de la vida y p as i ó n de Jesu­
crist o , obtienen plena y completa rem isión de sus
pecados» .
Tam bién dijo la Santísima Virgen al Beato Alano: « Sa­
bed , que aun cuando hay gran cantidad de indulgencias
concedidas a m i Rosario , yo añadiré muchas más por ca­
da parte de él , en favor de aquellos que la recen sin peca­
d o mortal , de rodillas, devotamente; y a q u ienes perseve­
raren en la devoción del San to Rosario , en estas condi ­
c i ones y meditaciones , les conseguiré en premio de este
servicio , plena remisión de la pena y de la culpa de t odos
s us pecados al fi n de su vida . . Y que no te parezca esto
.

increíble; es fácil para m í , p ues que soy la Madre del Rey


d e los cielos, que me llama llena de gracia, y como llena
de gracia, haré también amplia e fusión de ella a m i s hijos
q ueridos » .
Santo Dom i n go estaba t a n persuadido d e la e ficacia y
méritos del Santo Rosar i o , que no ponía otra penit enci a
a los que con fesaba, como ya hemos visto en la h i storia
de la dama romana a quien p uso por penitencia un solo
R osari o . Los con feso res , deberían t a m b i én , para seg u i r

75
la dirección de este gran Santo, mandar a los penitentes
rezar el Rosario con la reflexión de los misterios sagra­
dos, prefiriendo esa a otras penitencias de menor mérito
y que no son tan agradables a Dios, ni tan saludables pa­
ra avanzar en el camino de la virtud , ni tan eficaces para
impedir la caída en el pecado; además de que rezando el
Rosario, se ganan muchísimas indulgencias que no están
concedidas a otras muchas devociones .
« Ciertamente, dice el Abad Blosio , este Rosario con l a
meditación d e l a vida y pasión, resulta m u y agradable a
Jesucristo y la Santísima Virgen y muy eficaz para obte­
ner lo que se desea . Podemos rezarlo tanto por nosotros
como por aquellos que nos fueron encomendados y por
toda la Iglesia . Recurramos, pues, a la devoción del San­
'
to Rosario en todas nuestras necesidades y o bt e n d rem os
i n faliblemente lo que pid am os a D io s para n uestra
salvación » .
• •

Vigésima nona Rosa

E L ROSA R I O SA L V A D O R DE LAS A L M A S

N o hay n a d a más divi no , en opi nión de S a n Dio n i si a ,


nada más noble, n i más ag radable a Dios q u e cooperar
a la salvación de las a lmas y derribar las máquinas del de­
monio que intenta perderlas; este fue el motivo por el cual
descendió el H ij o de Dios a la t i er ra Derrocó en efecto
.

el i m perio de Sa tanás con la fundación de la Iglesia, pero


este tirano rehizo e n parte sus fuerzas y en los s i g los X I ,
X I I y X I I I ej e rc í a cruel v i o len c i a sobre las almas con la
h erej i a de los A l b igense s , por los o d i o s , d i se n s i on e s y vi­
c i o s a b o m i n a b l es q u e h a c í a rein ar en el m u n d o .

76
¿Qué remedio cabía contra este desorden , como no fue­
ra el de abatir las fuerzas de Satanás'? . . . La Santísima Vir­
gen , protectora de la Iglesia, dio como medio eficaz para
apaciguar la cólera de su Hijo, para extirpar la herej ía y
reformar las costumbres de los cristianos, la cofradía del
Santo Rosario, que, según los hechos demostraron , reno­
v ó la caridad , la frecuencia de sacramentos de los prime­
ros siglos de la Ig l es i a y reformó las costumbres de los
cristianos.
El Papa León X dice en su bula que esta cofradía fue
fundada en honor de Dios y de la Santísima Virgen , co­
mo un muro para contener las desgracias que iban a caer
sobre la Iglesia.
Gregorio XI I I dice que el Rosario fue inspirado como
favor especial de la Santísima V ir gen para abrirnos más
fácilmente e l cie lo .

Paulo I l l y el B . Pío V d e c la ran que el Rosario fue es­


tablecido y dado a los fieles para procurarles con más fa­
cilidad el descanso y consuelo e sp iri tual ¿Qu i é n d espr e ­.

ciará el ingreso en una co frad ía instituida con tan nobles


fines?
El P. Domi ng o , cartuj o , muy devoto del Santo Rosa­
rio, v io un d ía el cielo abierto y a toda la corte celest ial ,
o rdenada admirablemente , oyendo can tar el Rosario con
arrebatadora melod ía, honrando en cada dece na u n m i s ­
t erio de la vida, de la pasión o de la gloria de J esucris t o
y d e la San t ísima Vi rgen y advirtió q u e cuando pron un ­
c iaban el nom bre sagrado de María hacían una incli na­
ción de cabeza y al de J esús h ac ían todos una gen u flexión
y daban gracias a Dios por los grandes beneficios conce­
didos al cielo y a la tierra por el San t o R o s ar i o q u e l a co­
fra de s rezan e n l a t i e r r a y ro gab an por l o s q u e p r a c t i c a n
e s t a devoc i ó n . V i o t a m b i é n i n n u m e r a b l e s c o r o n a s de b e ­
l l í s i m a s y o l o r o s a s fl o res p r e p a r a d a s p a r a l o s q u e r e z a n

77
devotamente el Santo Rosario y que cuantas veces lo re­
cen se hacen una corona con la que serán engalanados en
el cielo . La visión de este devoto cartujo está en confor­
midad con la que tuvo el discípulo amado cuando vio una
multitud innumerable de ángeles y santos que alababan
y bend ec í an a Jesucristo por cuanto ha hecho y sufrido
en el mundo por nuestra salvación; y ¿no es esto lo que
hacen los cofrades del Rosario?
No hay que figurarse que el Rosario es sólo para las
m ujeres, los niños y los ignorantes; es también para hom­
bres y para los más grandes hombres. Tan pronto como
Santo Domingo dio cuenta al Papa Inocencio I I I de la or­
den que había recibido del cielo para establecer esta co­
fradía, el Santo Padre la aprobó , exhortó a Santo Domin­
go a predicarla y quiso ser asociado a ella ( 1 ) . Los mis­
mos cardenales la abrazaron con gran fervor, de suerte
q ue López adelanta estas palabras: Nul/us sexus, nulla
aetas, nulla conditio ab oratione Rosarii substraxit se. Nin ­
gún sexo, ni n g u n a edad , ninguna condición , puede sus­
t raerse a la devoción del Rosario .
Así se ven en esta cofradía toda clase de personas: du­
q ues, príncipes, reyes , lo mismo que Prelados, Cardena­
les, Soberanos Pontífices cuya enumeración sería muy lar­
ga para este c om pe n d i o , y si ingresas , querido lector, en
esta cofrad ía, tendrás parte de su d evoc i ó n , en sus gra­
cias sobre la tierra y en su gloria en el cielo . Cum quibus
( 1) :-.l ie gan m uchos crít icos que h u b i era cofradías del Rosario ante­
ri ore s al B . A lan o de l a Roche, y s i asi fuera no podrían admitirse las
q ue según se dice fundó Santo Do m i n go y aprobó Inocencio 1 1 1 . Probó
sin embargo el P. Mamachi la existencia de Cofradías de Nuest ra Seilo­
r a en los c o n v e nt o s domin icos de llalia, ya en el siglo X I I I , que según
las práct icas que usaban p o día n muy bien ser del Rosario, a unque no
llevaran este nombre. Tal vez sería así también la de Palencia, cuya fu n ­
dación s e at ribuye a Santo Dom i ngo.
( V . u E n c i c l o pedia Espasa » V . Rosa r i o ) .

78
consortium vobis erit devotionis, erit et communio
dignitatis.
• •

Trigésima Rosa

P R I V I LEGIOS DE LA COFRADIA
DEL ROSA R IO ( 1 )

S i los privilegios, las gracias y las indulgencias hacen


recomendable a una cofradía, puede afirmarse que la del
Rosario es la más recomendable que tiene la Iglesia, puesto
que es la más favorecida y enriquecida con indulgencias ;
y desde su institución apenas hay Papa que no haya abierto
los tesoros de la Iglesia para grati ficarla.
Como el ejemplo persuade mejor que las palabras y los
beneficios, los soberanos Pont ífices no han podido expre­
sar mejor, la estima en que tenían esta santa cofradía, que
asociándose a ella.
H e aquí un peq uei'lo resumen de las indulgencias con­
cedidas a la cofrad ía del Santo Rosario, con fi rm adas de
n uevo por nuest ro Padre Santo el Papa Inocencia XI el
d ía 3 1 de j ulio de 1 679 , recibida y autorizada su pu blica­
ción por M. el Arzobispo de París el 25 de septiembre del
mismo año:
1 . º En el día de i ngreso en la cofradía : indulgencia
plenaria.
2. 0 En la hora de la muert e : ind ulgencia plenaria .
3.º Por el rezo de cada una de las t res partes del Ro­
sario: diez años y diez cuarentenas .
(1) León X I I I ha modi ficado el ca r a l o g o de las indulgencias .
Le conservamos aqu i como rec uerdo. Véa n se al fi n de esre l i bro l a �
i n d u lgenci a s acr uales .

79
4. º Por cada vez que pronuncien devotamente los san ­
t os nombres de Jesús y María : siete días de indulgencia .
S . º A los que devotamente asistan a la procesión del
Santo Rosario : siete años y siete cuarentenas .
6 . 0 A los que, verdaderamente arrepent idos y con fe­
sados visiten la capilla del Rosario en la iglesia en que es­
té establecida, los primeros domingos de cada mes y las
fiestas de Nuestro Señor y de la Santísima Virgen : indul­
gencia plenaria .
7 . 0 A l o s q u e asist an a l a Salve: cien d í a s d e
indulgencia .
8 . 0 A los que devotamente y para dar ejemplo llevan
sin reserva el Santo Rosario : cien d ías de indulgencia.
9 . 0 A los cofrades enfermos que, no pudiendo ir a la
iglesia y habiendo con fesado y comulgado , recen durante
el día el Santo Rosario, o al menos una parte: i n dulgen­
cia plenaria el d ía sei'talado para ganarl a .
10. 0 Los Sumos Pontí fices, por su gran libertad ha­
cia los cofrades del Rosario , les han dado la facultad de
g an ar las indulgencias de las estaciones de Roma , visitan­
do cinco altares , rezando ante cada uno de ellos cinco ve­
ces el Padre Nuestro y A ve Moría por la prosperidad de
la iglesia, donde está establecida la cofradía, rezarán vein­
t icinco veces el Padre Nuestro y A ve María ante este altar.
Gran favor ciertamente para los co frades del Rosario ,
p ues la visita de las iglesias de las estaciones de Roma lle­
va aparejados consigo indulgencias plenarias, li bra r almas
d el purgatorio y m uchas ot ras grandes rem i s iones q u e los
c o fr a des pueden ganar sin trabaj o , sin gast o s , sin salir d e

s u paí s ; y a u n si l a cofradía n o est á establecida en el l ugar

q ue habitan los co frades, pueden ganar d ic h as i n d u lgen­


c ias , visitando cinco altares de otra iglesia c u al q u i e r a se­
,

gún concesión de León X .


H e aqui los d i a s e n q u e pueden ganarlas , deter m i nado�

80
� fijo� p a ra l o s q ue habitan fue ra de Rom a , por Dec n . ! t o
de la Sagrada C ong r e g ac i ó n de I n d u l g e n c i a s , apro bado
por n u e s t r o San t o Padre el Papa el 7 d e m a rzo de 1 6 7 8 ,
q u e o r d e n ó sea i n v i o l a blement e observado .
Todos los d o m i ngos de Advien t o ; l o s t res d ías de l a �
c u a t r o Témporas; l a vi gil i a d e Navidad , e n l a s M i s a s d e
m ed i a n oc h e , d e l a a u ro ra y d e l d ía ; l a s fi e s t a s d e S a n Es ­
t e ban , S an J u a n Ev a nge l i s t a S a n t o s I n ocen t e s , c i r c u n c i
, ­

sió n y R e y e s ; lo s d o m i ng o s de Se p t u a g é s i m a Sexagési m a .
,

Q u i n c u ag é s i m a , y des de e l m iérco l e s de C e n i z a t od o s l o s
d ias hasta e l d om i n go d e Cu asi m od o i n c l u si v e ; l o s t res d ia s
d e Roga t i v a s , el d í a de l a Ascen sió n , la v i g i l i a d e Pen l c­
costés y t odos l o s d ías de la o c t a v a y los t res d ía s de l a �
c u a t r o Tém poras de sept i e m b re .
Amados co frades del Rosari o , h a y a u n m u c h a s m ás i n ­
d u lgencias . Si q u eréis ver l o , leed e l s u m a r i o d e l a s i n d u l ­
gencias conced ida s a l o s c o frades d e l R o sario . A l l í veréi s
l o s n o m b res de l os P a pas , el año y o t r o s part i c u l a res q ue
no es posi ble consignar en es t e re s u men .

• •

81
C U A R TA DECENA

Excelencia del Santo Rosario


demostrada por las maravillas q u e
Dios h a hecho e n su favor

Trigésima primera Rosa

B LANCA DE CASTI L LA - ALFONSO V I I I

Santo Domingo, a l visitar a D . ª Blanca , reina d e Fran­


cia, que en los doce años que llevaba de casada no había
t enido hijos, y estaba afligida sobremanera; le aconsejó
que rezara el Rosario todos los días para lograr del cielo
l a gracia de tener descendencia , cosa que efectivamente
h izo la reina, siendo oída su petición el año 1 2 1 3 , en que
nació su primogénito que fue llamado Felipe . Pero habién­
dole arrebatado la muerte, más que nunca acudió a la San ­
t ísima Virgen , dist ribuyendo gran cantidad de Rosarios
en la Corte y en varias ciudades del reino para que Dios
l a colmase con una completa bendició n ; Jo que sucedió
el año 1 2 1 5 , en que vino al mundo San Luis , gloria de
Francia y modelo de reyes cristianos .
Alfonso V I I I , rey de Aragón ( 1 ) y de Castilla, fue, a
c ausa de sus pecados, castigado por Dios de varias mane­
ras, viéndose obl igado a retirarse en una ciudad de uno
de sus aliados . Encontrándose Santo Domingo en la mis­
ma el día de Navidad , predicó, según su costumbre, el Ro­
sario y las gracias que se obtienen de Dios por esta devo­
ción, y dijo, entre otras cosas, que los q ue Je rezan devo-
( 1) Así en el texto ; pero sin duda es errata: debe decir de León .

82
t amente obtend rán la victoria sobre sus enemigos y r e c o ­
brarán todo lo perdi d o . El rey ad v i r t i ó bien estas pal a ­
b ras y e n v i ó a preguntar a Santo Dom i ngo si e r a c i e r t o
cuanto había predicado . E l S a n t o respondió que no h a ­
b í a q ue d udar y l e prometió que si q uería practicar est a
devoción y apuntarse en la co frad ía, vería los efecto s . Re­
solvióse el rey a rezar todos los d ías el Rosario , continuan­
do así d urante u n año y el m ismo d ía de Navidad , des ­
p ués que lo h ubo rezad o , apareciósele la Santísima Vir­
gen y le dijo : « A l fonso , hace un año q ue me si rves devo­
tamente con el Rosario , vengo a recompensarte . Sabe que
he o btenido de m i H ijo el perdón de t odos t u s pecados ;
h e aquí el Rosario que yo te doy , llévalo siempre contigo
y jamás podrán perjudicarte tus enemigos» . Desapareció ,
dejando al rey m u y consolado; volvió llevando en la ma­
no el Rosario y viendo a la rein a le cont ó lleno de gozo
el favor que acababa de reci b i r de la Santísima V i rgen ,
t ocóle los ojos con el Rosario y recobró la vista que había
perdid o . Algún tiempo después, habiendo el rey reunido
algunas tropas, con ayuda de sus aliados atacó osadamente
a s us enemigos , les obligó a devolver las t i erras , a reparar
sus dominios, los arrojó de ellos enteramente y fue tan
a fortunado en la guerra que de todas partes iban solda­
dos para combatir bajo su mando , porque las victorias
parecían seguir por t odas partes sus batallas. No debe sor­
prendernos, porque no entraba jamás en batalla sino des­
p ués de h aber rezado un Rosario de rodillas; hacía ingre­
sar en la cofradía a toda la corte y obligaba a sus o ficiales
y sirvientes a ser devotos del Rosario . La reina se obligó
igualmente y los dos perseveraron en el servicio de la San­
t ís i m a Virgen , viviendo piadosamente .

• •

83
Trigésima segunda Rosa

DON PERO ( 1 )

( B . Alano, c . L I I I )

Santo Domingo tenía u n primo llamado Don Pero o Pe­


dro, que llevaba una vida muy disoluta. Habiendo oído
q ue el Santo predicaba las maravillas del Rosario y que
m uchos se convert ían y cambiaban de vida por este me­
dio, dij o : « Había perdido la esperanza de m i salvación ,
pero hay que tener valor, es preciso que yo oiga a ese hom­
b re de Dios» . Asistió, pues , un día al sermón de Santo
Dom i ngo . El Santo al verle redobló su ardor en atacar to­
dos los vicios y rogó a Dios desde lo íntimo de su cora­
zón , que abriese los ojos de su primo para que conociera
el estado m iserable de su alma. Oon Pero se asustó , des­
de luego, pero no se resolvió a convertirse ; volvió otro d ía
al sermón y el Santo viendo que este corazón endurecido
no se convertiría sin algo extraordinario, gritó en alta voz :
« Señor Jesús, haced ver a todo este auditorio el estado
en que se encuentra el que acaba de entrar en vuestra ca­
sa» . Entonces todo el pueblo vio a Don Pero rodeado de
una m ultitud de diablos en forma de bestias horribles que
le tenían atado con cadenas de hierro; huyeron todos, unos
por aquí , otros por allá , y fue para él espantoso verse ob­
j eto del horror de todo el m undo . Santo Domingo hizo
que todos se detuvieran y dijo a Don Pero : « Conoced ,
d esgraciado , el deplorable estado en q ue os encontráis;
arrojaos a los pies de la Santísima Virgen . Tomad este Ro-

( 1 ) El original dice D . Pérez, con mani fiesto error en la traducción .


Tal vez el B. Alano, cuyo texto no hemos podido ver , diga « Dom i n u s
PereZ» e l se n o r Pérez .

84
sari o , rezadle con devoción y arrepentimiento de vuestros
pecados y resolveos a cambiar de vida» . Se puso de rodi­
l la s , rezó el Rosario y se sintió movido a con fesarse , le
que h izo con gran contrición . El Santo le ordenó que re­
zase todos los días el Santo Rosario y él prometió hacerlo
y se inscri bió en la cofradía; su cara que antes había asus­
t ado a todos, al sali r de la iglesia aparecía brillante como
l a de un ángel . Perseveró en la devoción al Santo Rosa­
rio, llevó una vida arreglada y murió dichosamente .

• •

Trigésima tercera Rosa

U N ALBIGESE POSESO

P redicando Santo Domingo el Rosario , cerca de Car­


casona, le llevaron un hereje albigense poseso ; exorcisóle
e l Santo en presencia de una gran muchedum b re ; se c ree
q ue le escuchaban más de doce m i l hombres . Los demo­
n ios q ue poseían a este miserable estaban obligados a res­
ponder, a su pesar , a las p regunatas del Santo q ue les h i ­
zo decir:
1 .0 Que eran quince m i l los que había en el cuerpo
de aquel miserable, porque había atacado los q uince mis­
terios del Rosario ;
2.0 Que con el Rosario que él predicaba llevaba el te­
rror y el espanto a todo el i n fierno y que era el hombre
q ue m ás odiaban en todo el mundo a causa de las almas
que les quitaba con la devoción del Rosario;
3.0 Revelaron otra porción de particularidades . Ha­
biendo arrojado Santo Domi ngo su Rosario al cuello del
p oseso les preguntó q ue de todos los Santos del cielo cuál

85
t em ían más y cuál debía ser más amado y hon rado por
los hombres . A esta pregunta p ro rr u m pie r on en gritos tan
espantosos que la mayor parte del auditorio cayó e n t ie ­
r ra sobrecogido de espanto . Entonces los espíritus malig­
nos, para no responder , lloraban y lamentábanse de un
m odo tan lastimero y conmovedor que m uchos de los asis­
tentes, movidos por natural pied ad lloraban tam bién . De­
cían por boca del poseso con voz lastimera: Domingo , Do­
mingo, ten piedad de nosotros que te prometemos no per­
j udicarte jamás. Tú q u e te compadeces de los pecadores
y de los miserables . ¡ Ay ! ¡ Tanto como s u fri m o s ! ¿ Por q ué
te complaces en aumentar nuestras penas? ¡ Conténtate con
las penas que sufrimos ! ¡ M isericord i a ! ¡ m isericordia !
¡ misericordia !
E l San to , sin inm utarse por las tiernas palabras de es­
tos desgraciados espíritus, les respondió que no cesaría de
at o r m en t a r los hasta q ue h u b ieran respondido a la pregun­
ta. Dijeron los demonios que contestaría n , pero en secre­
to y al oído y no delante de todo el m undo . Insistió el San­
t o , recomendándoles que hablasen muy alto . Los diablos
n o q uisieron decir palabra a pesar del encargo que les h i ­
zo y entonces el Santo , puesto de rodillas , h i zo a la Sant í­
sima Virgen esta oración : «0 excellentissima Virgo Ma­
ria, per virtutem psalterii et Rosarii tui, compelle h o s h u ­
m an i gen e ris h ost es q uest io ni mece satisfacere .- ¡ Oh ! Ex­
celent ísima V i rgen M a ria , por la virtud del Santo Rosa­
rio ordena a es t os en em igos del género humano que con­
testen a mi pregunta» .
Hecha esta oración , una llama ardiente sale de las ore­
j as, nariz y boca del poseso y hace temblar a todos, pero
a nadie hace mal . Entonces los diablos exclamaron: « Do­
mingo , te rogamos por la pasión de Jesucristo y p o r los
m éritos de su Santa Madre y los de todos los santos , que
nos permitas salir de este cuerpo sin decir nada, porque

86
los ángeles cuando tú quieras te lo revelarán . Nosot ros so­
mos embusteros . ¿ Por qué quieres creernos? No nos ator­
m entes más , ten piedad de nosotros . - Desgraciados sois
e indignos de ser escuchados » , dice Santo Domingo y arro­
dillándose h izo esta oración a Ja Santísima Virgen : «0 Ma­
ter sapientiae dignissima et de cuj us salutatione quomodo
illa fieri debeat j am adoct us est populus; pro sal ute po­
puli circumstantis rogo coge hosce t uos adversarios, ut ple­
n am et sinceram veritatem palam hic profiteant ur . - ¡ Oh !
dignísima Madre d e l a sabiduría, ruego por este p ueblo
q ue está presente y ya instruido en el modo de decir bien
la Salutación angélica . Obligad a vuestros enemigos a con­
fesar en público la verdad pura y si ncera acerca de este
punto» . A penas había terminado esta oración cuando vio
cerca de él a la Santísima Virgen rodeada de una multitud
de ángeles que con una varilla de oro que tenía en la ma­
no golpeaba al demonio, diciéndole: « Contesta la pregunta
de mi servidor Domingo » . (Hay que advertir que el pue­
blo no veía ni oía a la Santísima Virgen , sino solamente
a Santo Domingo ) . Entonces los demonios comenzaron
a gritar diciendo : « ¡ Oh ! n uestra enemiga , n uestra r u i n a ,
nuestra con fusión , ¿por qué vinisteis expresamente del cie­
lo para atormentarnos tan duramente? Será preciso que,
a nuestro pesar digamos, ¡ oh Abogada de Jos pecadores ,
que los sacáis del infierno y los colocáis en el seguro ca­
mino del Paraíso ! , ¿será preciso que con fesemos ante
t odos lo que ha de ser causa de n uestra confusión y de
nuestra ruina? ¡ Desgracia, desgracia para nosotros ! , Jos
príncipes de las tinieblas . Oíd , pues , cristianos: Esta Ma­
dre de Jesucristo es todopoderosa y puede impedir que sus
siervos caigan en el i n fiern o ; es Ella q uien como un Sol
disipa las tinieblas de nuestras astutas maquinaciones , es
E lla q uien descubre n uestras minas , rompe nuest ros la­
zos y dej a inútiles y sin efecto todas n uestras tentaciones .

87
Nos vemos obligados a confesar que ninguno de los q u e
perseveren en su servicio s e condenará c o n nosotros; uno
solo de sus suspiros, ofrecido a la Santísima Trinidad , vale·
más que todas las oraciones, los votos y los deseos de to­
dos los santo s . La tememos más que a todos los biena­
venturados reunidos y nada podemos contra sus leales ser­
v id ores. M uchos cristianos que la invocan al morir y que
deberían condenarse, según nuestras leyes ordinarias , se
salvan por su intercesión . ¡ Ah ! si esta Mariquita (así es
como su rabia les impulsaba a llamarla) no se hubiera
opuesto a n uestro esfuerzo y a nuestros designios, hace
mucho tiempo que tendríamos derribada y destruida la
Iglesia y caídos todos sus elementos en el error e in fideli­
dad . Protestamos además por la extorsión que con Ella se
nos hace, pues ninguno que persevere en la devoción al Ro­
sario se condena, y consigue para sus devotos servidores
una verdadera contrición de sus pecados y con ésta el per­
dón y la indulgencia» . Entonces Santo Domingo hizo re­
zar el Rosario a todo el puebl o , muy lenta y devotamente
y a cada A ve María que el Santo y el pueblo rezaban (co­
sa sorprendente), salían del cuerpo de este desgraciado una
g ran multitud de demonios en forma de carbones encen­
didos. Y cuando salieron todos los demonios y el hereje
se vio completamente libre, la Santísima Virgen dio , aun­
que i nvisiblemente, su bendición a todo el pueblo que con
ello percibió muy sensi blemente gran alegría . Este mila­
gro fue causa de la conversión de gran número de herejes
q ue se inscribieron en la cofradía del Santo Rosari o .

• •

88
Trigésima cuarta Rosa

SIMON DE MONTFORT. -ALANO DE LANV ALLA Y ,


OTERO ( B . Alano, I I p . , c . X V I I )

¿ Quién podrá contar l a s victorias q u e Simón , Conde


Montfort , ganó a los Albigenses bajo la protección de
N uestra Señora del Rosario? : fueron tan notables que ja­
más ha visto el mundo cosa parecida . Con quinientos hom­
bres desbarató un ejército de diez mil herejes . Otra vez
con treinta venció a tres mil . Después con mil i n fantes y
q uinientos de caballería h izo pedazos el ejército del rey
de Aragón, compuesto de cien mil hombres, perdiendo so­
lamente ocho soldados de infantería y uno de caballería .
¡ De c uántos peligros libró la Sant ísima V irgen a Alano
de Lanvallay, caballero bretón que combatía por la fe con­
tra la Albigenses ! Un día que se hallaba rodeado por to­
d as partes de enemigos , la Santísima Virgen lanzó contra
ellos ciento cincuenta piedras y le libró de sus manos. Otro
día en que había nau fragado su navío y cuando estaba ya
próximo a sumergirse, esta buenísima Madre h izo emer­
ger ciento cincuenta colinas , por encima de las cuales lle­
gó a Bretaña; y en memoria de los mi lagros que había he­
cho en su favor , la Santísima Virgen , en recompensa del
Rosario que diariamente le rezaba, fu ndó en Dinan un
convento para religiosos de Santo Dom i ngo y después de
hacerse él m ismo religioso , m urió san tamente en Orleán s .
Igualmente Otero , soldado bret ón d e Vaucouleurs . h i ­
z o h uir compañías enteras d e herejes y d e ladrones con
su Rosario y espada al brazo . Sus enem igos , después de
vencidos le aseguraron haber visto su e sp ada des l u m bran­
d o ; y alguna vez un esc udo en su brazo q u e tenía graba­
das las i m ágenes de J esucri s t o , ta San t ís i m a V i rgen y l o s

89
Santos; y que al mismo tiempo que le hacía invisible, le
daba fuerza para atacar .
En cierta ocasión, con diez compail.ias venció a veinte mil
herejes sin perder ninguno de sus soldados, lo que impre­
sionó de tal modo al general del ejército enemigo, que fue
en busca de Otero, abjuró sus herejías y declaró que le ha­
bía visto cubierto de armas de fuego durante el combate.
• •

Trigésima quinta Rosa

E L CARDENAL PEDRO
(B. Alano, I V p . , c. LXX)

El B. Alano refiere que un Cardenal llamado Pedro ,


del título de Santa María del Tiber , i n st ruido por Santo
Domingo , su intimo amigo , en la devoción del Santo Ro­
sario , se interesó por ella de tal modo que fue su panegi ­
rista y la inculcaba a todos cuantos podía. El Cardenal
fue enviado como legado a Tierra Santa entre los cristia­
nos cruzados que combatían a los sarracenos e h izo tales
prosélitos en el ejército cristiano, que practicando todos
t al devoción para conseguir el auxilio del cielo en un com­
bate con sólo tres mil triun faron sobre cien mil .
Ya hemos visto que los demonios temen i n finitamente
e l Rosario . Dice San Bernardo que la Salutación angélica
les quebranta y hace est remecer a todo el i n fi erno . El Bea t o
Alano aseg ura haber conocido varias personas entrega­
d as al diablo en cuerpo y alma, y que h abían ren unciado
al bautismo y a Jesucristo ; pero que después de abrazar
la devoción del San to Rosario, fueron li bertadas de su ti­
ran ía.
• •

90
Trigésima sexta Rosa

U N A M U J ER DE A M BERES L I B E RTADA
D E LAS C A DENAS DEL DEM O N I O

E n e l ai\o 1 578 u n a mujer de Amberes s e entregó a l de­


monio, fi rmando el act a de ent rega, con s u sangre . Al­
gún tiempo después se arrepintió y como sint iera gran de­
seo de reparar el mal q ue había hecho, buscó u n con feso r
prudente y caritativo para conocer el medio de l i b rarse del
poder del diablo . Encontró efecti vamente un sabio y vir­
t uoso sacerdote que le aconsejó buscase al Padre Henry ,
director de la cofradía del Santo Rosario del convent o de
Santo Domingo, para que la inscribiese en la cofradía y
la confesara; y así se lo pidió, pero en vez del Padre en­
contró al demonio bajo la forma de u n religioso que la
reprendió severamente y l e dijo que ninguna gracia podía
esperar de Dios, ni había modo de revocar lo que había
firmado; lo cual la afligió m ucho . Pero no perdió por com ­
p leto la esperanza en la misericordia del Sei\or y volvió
a buscar al Padre, encont rando n uevamente al diablo, que
l a rechazó como en la ocasión anterior , mas repitiendo
por tercera vez el intento permitió el Sei\or que encont ra­
s e al Padre Henry a quien buscaba y q ue la recibió con
caridad , exhortándola a confiar en la bondad de Dios y
h acer una buena confesión ; la admitió en la cofradía y
le ordenó que con frecuencia rezase el Santo Rosario . Y
un día d u rante la Misa que el Padre celebraba a intención
de la mencionada m ujer, la Sant ísima Virgen obligó al d ia­
b lo a devolverle la céd ula fi r m a d a ; q u edando de ese mo­
do l i bertada po r la autoridad de María y la devoción al
R osario .

• *

91
Trigésima séptima Rosa

U N MONASTERIO TRANSFORMADO POR EL


ROSARIO

U n sei\or que tenia muchos hijos, accediendo a la vo­


cació n religiosa de una de las hij as , la ingresó en un mo­
n asterio que se encontraba a la sazón completamente de­
sarreglado, pues las religiosas sólo respiraban vanidad y
frivolidad . El confesor , hombre fervoroso y devoto del
Santo Rosario, deseando dirigir a esta joven rel i g i o s a a
la práctica de vida más perfecta , le ordenó rezar todos los
días e l Rosario en honor de la Santlsima Virgen , medi­
t ando la vida, pasión y gloria de Jesucristo. Le agradó a
ella mucho esta d ev oci ó n y poco a poco fue aborreciendo
el desarreglo de sus hermanas y em peza ro n a gustarle el
silencio y l a o ración , a pesar del desprecio y burlas de las
otras rel i g i o sa s que interpretaban su fervor como gazmo­
,

i'lerfa. Habiendo ido por aquellos días a visitar el monas­


terio un santo Abad, tuvo una cxtrafta visión mientras ora­
ba; l e pareció ver una religiosa en oración en su celda an ­
te una Sei'lora de admirable hermosu ra , acompai\ada de
un coro de ángeles , los cuales con flechas encendidas arro­
j aban la m ultitud de demonios que pretendían entrar; y
estos espíritus malignos h u ían a las celdas de las demás
religiosas , en figura de sucios animales , para excitarlas al
pecado en que m uchas de ellas consent ían .
Conoció el A bad por esta visión el mal espíri tu de este
monasterio y creyó morir de pena, l lamó a la joven reli­
giosa y la exhortó a la perseveranci a . Reflexionando so­
bre la excelencia del Santo Rosario, resolvió reformar es­
t as rel igiosas con tal devoci ó n ; adq uirió para ello hermo­
sos rosarios que regaló a t od as las religiosas , persuadién ­
d olas de q u e le rezasen todos los días y promet iéndoles

92
si así lo hacían no violentarlas para que se reformasen .
Recibieron complacidas los Rosarios y prometieron rezarle
con esa condición . ¡ Cosa admirable ! : poco a poco deja­
ron sus vanidades , se dieron al recogimiento y al silencio
y en menos de un año, pidieron ellas mismas la reforma .
El Rosario pudo e n sus corazones más de l o que hubiera
conseguido el Abad con sus exhortaciones y autoridad .
• •

Trigésima octava Rosa

L A DEVOCION DE U N OBISPO ESPA Ñ O L


A L SANTO ROSA R I O

U na condesa española, instruida p o r Santo Dom i ngo


en la devoción del Rosario, lo rezaba diariamente con ma­
ravilloso adelanto en la virtud . Como aspiraba a la vida
de perfección , pidió cierto d ía a un Prelado y célebre pre­
d icador algunas prácticas de perfección . Este Prelado le
dijo, que antes era preciso le declarase el estado de su al­
ma y sus ejercicios de piedad , contestando ella q ue el prin­
cipal era el Rosario que rezaba todos los días, meditando
l os misterios gozosos , dolorosos y gloriosos con gran fru­
to espiritual para su alma . El O b ispo, entusiasmado al oír
explicar las raras instrucciones encerradas en los misterios ,
le dij o : « Hace veinte años que soy doctor en teología, he
leído m uchas y excelentes prácticas de devoción ; pero no
he conocido nada más fructí fero , ni más con forme al cris­
t ianism o . Quiero imitaros; predicaré el Rosario » . Y a s í
lo hi z o y con t a l éxi to, que al poco t iempo pudo ver u n
,

g ran cambio d e costum bres en s u s diócesis , muchas con­


versiones, restit uciones y desprendimientos c ari t a t i v o s : el
l i bert inaj e , el lujo y el j uego , cesaron ; c o m en z a r o n a flo-

93
recer, l a paz en las familias, la devoción y la caridad. Cam­
b io tanto más admirable cuanto que este Obispo había tra­
bajado mucho para conseguirlo y hasta entonces ineficaz­
mente .
Para inculcar mejor la devoción al Rosario, llevaba
siempre uno muy hermoso y enscftándole al auditorio, de­
cía: Sabed, hermanos míos, que el R osari o de la Santísi­
ma Virgen es tan excelente que yo que soy vuestro Obis­
po, doctor en teología y en ambos derechos, me glorio de
l levarlo siempre como el más ilustre signo de mi episco­
p ado y doctorado .

• •

Trigésima nona Rosa

SANTIFICACI O N DE UNA PARROQU IA


POR EL ROSARIO

El rector de una parroquia de Dinamarca, contaba fre­


cuentemente para mayor gloria de Dios y con gran gozo
de su alma, que había obtenido en su parroquia un resul­
tado análogo al de este Obispo en su diócesis . « Había pre­
dicado, decía, sin éxito alguno las materias más atrayen­
tes y más provechosas sin ver fruto alguno . Al fin me re­
solví a predicar el Santo Rosari o , expliqué su excelencia
y su práctica, y puedo asegurar que después de mi pueblo
h ubo gustado esta devoción , he visto un cambio evidente
en seis meses: tan cierto es que esta divina oración t iene
especial poder para mover los corazones e inspi rarles ho­
rror al pecado y amor a la virtud» .
La Santísima Virgen dijo u n día a l Beato Alano : Como
Dios ha escogido la Salutación angélica para la Encarna­
ción de su Verbo y para la redención de los hombres : así

94
los que deseen reformar las costumbres de los pueblos y
regenerarlos en Jesucristo , deben honrarme y dirigirme la
misma salutación . Yo soy, ai'ladió , el camino por el cual
vino Dios a los hombres y es necesario que obtengan de
Jesucristo la gracia y las virtudes, por mi mediació n .
Yo, que esto escribo , aprendí por experiencia propia la
fuerza de esta oración para convertir los corazones más
endurecidos . He encontrado algunos en los que las más
terribles verdades predicadas en una misión, no habían he­
cho impresión alguna; y no obstante, habiendo adquiri­
do, por consejo m ío , la costumbre de rezar diariamente
el Santo Rosario , se convirtieron y se dieron a Dios.
He podido observar la enorme diferencia de costumbres
e ntre pueblos y pueblos de las parroquias donde di misio­
nes , pues mientras unos por haber abandonado la prácti­
ca del Rosario habían vuelto a caer en las malas cost um­
bres , otros por haberla conservado, conservaban también
la gracia de Dios y adelantaban todos los días en la vida
cristiana.
• •

Cuadragésima Rosa

A DM I RABLE EFECTOS DE L ROSA R I O

El B . Alano de l a Roche, e l P . J uan Dum on t e l P . Tho­


,

mas, las crónicas de Sa n t o Domingo y otros autores , q u e


fueron m uchos de ellos test i g os oculares , refieren u n gran
número de conversiones m i lagros as de pe c a do res y peca­
d o ras , q ue des pu é s de vei n t e , t reinta o cuarenta años en
el mayor desorden , nada había podido convert irles y se
convirt ieron por esta maravillosa devoción . Por temor a

95
extenderme demasiado, no los referiré. Tampoco he de
referirme a las que yo mismo he visto; todas las omito por
diversas razones .
Caros lectores, si practicáis y predicáis esta devoción ,
aprenderéis por propia experiencia, mejor que en libro al­
guno, y experimentaréis felizmente el efecto de las pro­
mesas hechas por la Santísima Virgen a Santo Domingo
y al Beato Alano de la Roche y a cuantos hagan florecer
esta devoción que le es tan grata, que instruye a los pue­
blos en las virtudes de su Hijo y en las suyas , inicia en
la oración mental y conduce a la imitación de Jesucrist o ,
a la frecuencia d e los Sacramentos, a l a práctica sólida
de las virtudes y toda clase de buenas obras; a ganar pre­
ciosas indulgencias que los pueblos ignoran porque los pre­
dicadores de esta devoción apenas han hablado de ellas ,
contentándose con hacer un sermón del Rosario, a la mo­
derna, aunque sólo cause muchas veces admi ración y nin­
g una instrucción . En fi n , me contento con deciros con el
B. Alano de la Roche que el Rosario es manantial y depó­
sito de toda clase de bienes .
1 . º Peccatoribus praestat prenitentiam ;
2 . º Sitientibus stillat satietatem ;
3 . º Alligatis adducit absolutionem ;
4 . 0 Lugentibus largitur lretitiam ;
S . 0 Tentalis tradit tranquilitatem ;
6 . º Egenis expellit egestatem ;
7 . 0 Religiosis red di t reformationem ;
8 . 0 lgnorantibus induit intelligentiam ;
9 . 0 Vivis vincit vanitatem ;
1 0. º Mortuis mittit misericordiam per modum suffragii.
1 . 0 Los pecadores obtienen el perdón ;
2 . 0 Las almas sedientas se sacian ;
3 . º Los que están atados ven sus lazos deshechos;

96
4 . " Lo� q u e lloran hallan alegría;
5 . ' ' Los q ue son tentados , la t ranq u i l idad ;
6 . '' Los pobres son socorridos;
7 . Los religiosos son reform ados ;
'1

8 . " Los ignorantes instru idos ;


9 . " Los vivos t r i u n fan de la vanidad ;
1 0 . " Y los m uertos son a l i v i ados por medi o de s u fr a ­
g ios.
« Vo lo » , dijo u n día la Sant í s i m a V irgen al B. Alano .
« U t psaltre mei i n vita et in morte, et post mort em , h a ­
beant benedict i o nem , gratiae plen i t u d i nem a c l i benatem .
immun esque sin! a caecitate, obduratione, inopia ac servi ­
t ut e : Quiero que lo� devotos de mi Rosario tengan la gra­
cia y bendición de mi H ij o durante s u v i d a , en l a hora de
s u m uerte y después de ést a , que se vean l i bres de t oda
c l ase de esclav i t udes y que sean reyes, con la corona so­
b re su cabeza, el cetro en la mano y tengan la gloria eter­
na» . Así sea .
* *

QU I NTA DECENA
De cómo d e b e rezarse el ROSARIO

Cuadragésima primera Rosa

P U R EZA DEL A L M A
No e s la duración, sino e l fervor d e nuest ras oraciones
lo q u e agrada a Dios y le gana el corazón. Una sola A ve
María bien dicha tiene más mérito que ciento cincuenta
mal dichas . Casi todos los católicos rezan el Rosario, al
menos una parte o algunas decenas de A v e Marias. ¡, Por

97
q u é , pues, hay tan pocos que se enmienden de s u s peca­
do s y adelanten en la virtud, sino porque no hacen l a s ora­
ciones como es debido? Veamos , pues, el modo de rezar
para agradar a Dios y h acernos santos.
1 . 0 Es preci so que la persona que reza el Santo R o s a ­
r io se halle en est ado de gracia o al menos resuelta a sal i r
del pecad o , pues la teología n o s ensei'la q u e l a s oraciones
y b uenas o bras hechas en pecad o mo r t a l son o b ras m uer­
tas que no pueden ser agradables a Dios, ni merecer la
vida eterna . En est e sen tido est á escrito : Non est speciosa
/aus in ore peccatoris. ( Eccl . , X V ) .
La alabanza , la salutación angélica, ni a u n la oración
ensei'lada por Jesucristo son agradables a Dios cuando sa­
len de la boca de un pecador im penitente : Populus hic /a­
biis me honora/, cor autem eorum longe est a me. (Mar,
V I I , 6) .
Esas per so n as q u e i ngresa n en mis c o fradías , dice Je­
sucristo, y rezan todos los d ías el Rosario o una parte de
é l , sin contrición alguna de sus pecados, me honran c on
los labios, pero su corazón está muy lejos de m í .
He dich o : « O a l menos con la resolución d e salir d e l pe­
cado » : 1. º porque si fuera necesario estar absolutamente
en gracia de Dios para hacer oraciones que le fuesen agra­
dables , se seguiría que los que están en pecado mortal no
deberían rezar, a pesar de que tienen más necesidad de
ello que los j u stos; y p o r tanto, no debería aconsej arse
n unca a un pecador que rezase el Rosario, ni una parte
de él, porque le sería inútil, lo cual es un e rr o r condenado
por la I g l e si a 2. 0 porque, si con voluntad de permanecer
.

en el pecado y s in intención alguna de salir de él , se ins­


cri b i ese en una cofradía de la Santísima Virgen o r ez as e
el Rosario o una parte de él u otra oración , se haría del
n úmero de los falsos devotos de la Santísima Virgen y de
los devotos presuntuosos e impenitentes que bajo el man-

98
t o de la Santísima Virgen , con el escapulario sobre su c u e r ­
po y el Rosario en la mano , gritan : Santísima V i rgen Ma­
ría, yo os saludo; y no obstante cruci fican y desgarran
c r uelmente a Jesucristo con sus pecados y caen para su
desgraci a desde las más santas cofradías de la Santísima
Virgen a las llamas del in fierno . Aconsejamos el Santo Ro­
sario a todo el m undo : a los j ustos para perseverar y cre­
cer en gracia de Dios y a los pecadores para sali r de sus
pecados . Pero no agrada n i p uede agradar a Dios que ex­
h ortemos a un pecador a h acer el manto de protección de
l a Santísima Virgen , un manto de condenac ión para ocul­
tar sus crímenes y cambiar el Rosar i o , que es el remedio
de todos los males en veneno mortal y funesto . Corruptio
optimi pessima. Es necesario ser ángel de pureza , dice el
sabio Cardenal H ugo , para acercarse a la Sant ísima Vir­
gen y rezar la Salutación angélica. Ella hizo q ue , un im­
púdico q ue rezaba por regla general diariamente el Rosa­
r i o , pudiera ver hermosos frutos en u n vaso manchado
de inmundicias, y sintiéndose él horrorizado , le dijo la Se­
ñora: « He ahí como me sirves : me presentas rosas bellísi­
mas en un vaso sucio y corrompido . Juzga si pueden re­
s ultarme agradables » .

• •

Cuadragésima segunda Rosa

ES NECESARIO REZAR CON ATENCION

No basta para rezar bien , expresar n uestra súplica con


la más hermosa de las oraciones que es el Ro s ario , sino
que es preciso hacerlo con gran atención, porque Dios oye

99
la voz del corazón más bien que la de la boca . Orar con
dist racciones voluntarias serla gran irreverencia q ue ha­
r ía n uestros Rosarios in fructuosos y nos l lenaría de peca­
dos. ¿Cómo osaremos pedir a Dios que nos oiga, si no
nos oímos nosotros m ismos y si mientras suplicamos a esta
imponente majestad ante quien todo tiembla , nos dist rae­
mos voluntariamente a correr tras de una mariposa? Es
alejar de sí la bendición de este gran Seftor, convirtiéndo­
la en la maldición lanzada contra los que hacen la obra
de Dios con negligencia : Maledictus qui facit opus Dei
fraudulenter. (Jeremías, X L VI I I , 1 0) . Ciertamente que no
podéis rezar el Rosario sin tener alguna distracción invo-
1 untaria y aun es di fícil decir un A ve María sin que la ima­
ginación siem pre inquieta os quite algo de vuestra aten­
ción ; pero sí podéis rezar sin distracciones voluntarias y
para disminuirlas y fijar la atención deben ponerse todos
l o s medios . A tal e fecto poneos en la presencia de Dios ,
c reed que Dios y su Santísima Mad re os miran , que el án­
gel bueno a vuestra diestra recoge vuestras A ve Marías co­
mo otras tantas rosas, si son bien rezadas, para hacer una
corona a Jesús y María y que , por el contrario , el demo­
nio está a vuestra izquierda y merodea alrededor para de­
vorar vuestras A ve Marías y anotarlas en su libro de muer­
te, c uando no son dichas con atenció n , devoción y mo­
destia . Sobre todo , no dejéis de ofrecer los decenarios en
honor de los m isterios y de representaros en la imagina­
ción a Nuestro Señor y a su Santísima Madre en el misterio
que consideráis .
S e lee e n l a vida del Beato Herman o , d e l a Orden de
los P remonstratenses, que cuando rezaba el Rosario con
atención y devoción , meditando sus misterios , se le apa­
recia la Santísima Virgen radiante de luz, de hermosura
y de majestad . Pero habiéndose después enfriado su de­
voció n , rezaba el Rosario a la fuerza y sin atención , apa-

1 00
reciéndosele entonces con el sem blante alterado, triste y
severo. Como Hermano se sorprendiera de tal cambio, dí­
jole la Santísima Virgen : « Me presento a tus ojos como
estoy en tu alma, pues tú me t ratas solamente como una
persona vil y despreciable . ¿Que fue de aquellos tiempos
en que me saludabas con respeto y atención, meditando
mis misterios y admirando mis grandezas? »
• •

Cuadragésima tercera Rosa

HAY QUE COM BATIR VIGOROSAMENTE LAS


DISTRACCIONES

Así como no existe oración más meritoria para el alma


y más gloriosa para Jesús y María que el Rosario bien re­
zado , no hay tampoco nada más difícil que rezarlo bien ,
con perseverante atención , principalmente por las distrac­
ciones que vienen como naturalmente de la frecuente re­
petición de la m isma súplica. Cuando se reza el oficio de
la Virgen Santísima, los siete salmos o cualquiera otra ora­
ción que no sea el Rosario , el cambio o diversidad de tér­
minos de que se componen tales oraciones , detienen la
imaginación y recrean el espíritu, dando el alma consi­
guientemente facilidad para rezarlas bien . Pero en el Ro­
sario, como son siempre los mismos Padrenuestros y Ave­
marías y combinados de igual modo, es bien difícil no can­
sarse, no dormirse y no dejarlo para seguir otros rezos más
recreativos y menos molestos . Esto es lo que hace que se
necesite in finitamente más devoción para perseverar en el
rezo del Santo Rosario que en ninguna otra oración , aun­
que fuere ésta el salterio de David . Y aumenta esta di fi ­
cultad , nuestra imaginación, tan inquieta que n i u n solo

101
momento está en reposo ; y la malicia del demonio tan in­
fatigable para distraemos e impedir nuestra oración . ¿Qué
no hará contra nosotros este espíritu malo, mientras no­
sotros rezamos el Rosario contra él? Aumenta nuestra apa­
tía y negligencia naturales, antes de empezar nuestra ora­
ción , aumenta nuestro tedio , nuestras distracciones y nues­
tro decaimiento; mientras rezamos nos deprime de varios
modos y cuando lo hemos concluido con trabajo y dis­
t racciones se mofará de nosotros, diciéndonos : « No has
hecho nada meritorio, tu Rosario nada vale, mejor te fuera
t rabajar y ocuparte en tus negocios; pierdes el tiempo en
rezar tantas oraciones vocales sin atención ; media hora
de meditación o una buena lectura valdría mucho más .
M añana, que no tendrás tanto sueño , rezarás con más
atención, dej a el resto de tu Rosario para mañana» . De
este modo el diablo con sus artificios, consigue que se
abandone el Rosario más o menos por completo o siquie­
ra que se dude y se difiera .
No lo creais, amados cofrades del Rosario, y tened va­
lor; pues aunque durante todo el Rosario, haya estado
vuestra imaginación llena de ideas extravagantes, si las ha­
béis procurado desechar lo mejor posible, desde el mo­
mento en que os apercibisteis de ello, vuestro Rosario es
mucho mejor, porque es más meritorio y tanto más meri­
torio cuanto más difícil; y es tanto más difícil cuanto re­
sulta naturalmente menos agradable al alma estar lleno
de las enojosas mosquitas y hormigas de las distracciones
que recorren nuestra imaginación, a pesar de nuestra vo­
luntad, no dejando así el alma tiempo para gustar lo que
dice y reposar en paz.
Si es preciso que luchéis , durante todo el Rosario con­
tra las distracciones, combatid valientemente con las ar­
m as en la mano; es decir, continuando el Rosario, aun­
que sin gusto, ni consuelo sensible; es un terrible pero sa-

102
ludable combate para el alma fiel; si rendís vuestras ar­
mas, es decir, si dejáis el Rosario , estáis vencidos y en lo
sucesivo el demonio vencedor de vuestra firmeza no os de­
j ará en paz y en el día del j uicio os reprochará vuestra pu­
silanimidad . Qui fidelis est in minimo et in majori fidelis
erit. ( Luc . XVI, 1 0) : « El que es infiel en las cosas peque­
flas, lo será también en las grandes» . El que es fiel en re­
chazar las pequeflas distracciones en la parte menos esen­
cial de sus oraciones , será también fiel en las cosas gran­
des . Nada , en efecto , más cierto que este principio , pues
el Espíritu Santo es quien lo ha dicho . Valor , pues, bue­
nos servidores y fieles siervos de Jesucristo y de la Santísi ­
ma Virgen , que habéis tomado la resolución de rezar el
Rosario diariamente. Que la multitud de moscas , yo lla­
mo así las distracciones que os hacen la guerra mientras
rezái s , no sea capaz de obligaros indignamente a dej ar la
compañía de Jesús y María en la que estáis al rezar el Ro­
sario . (Pondré después los modos de d i s mi n u i r las dist rac­
ciones) .
* *

Cuadragésima cuarta Rosa

COMO DEBE R EZARSE E L ROSA R I O . - EJEMPLO

Después de invocar al Espíritu Santo , para rezar bien


el Santo Rosario poneos un momento en la presencia de
Dios y ofreced los decenarios, del modo que veréis más
adelante.
Antes de empezar la decena, deteneos un momento, más
o menos prolongado, según el tiempo de que dispongáis,
para considerar el misterio que celebréis en la decena y
pedid siempre por ese m isterio y por la intercesión de la

1 03
Santísima Virgen , una de las virtudes que más sobresal­
gan en el misterio o aq uella de que o encontréis más nece­
sitados . Tened cuidado, sobre todo con las dos faltas que
- ordinariamente cometen todos los que rezan el Santo Ro­
sario . La primera es no formar intención alguna al rezar
el Rosario, de manera que si les preguntáis por qué lo re­
zan , no sabrían responderos. Por eso debéis tener siem­
pre presente al rezar el Rosario alguna gracia que pedir ,
alguna virtud que deseáis practicar o algún pecado de que
queréis veros libres . La segunda falta que comúnmente se
comete al rezar el Rosario , es no tener otra intención des­
pués de empezado , sino es la de acabarle pronto . Esto pro­
viene de considerar el Rosario como algo oneroso , que pe­
sa mucho cuando no se ha rezado, sobre todo si se ha he­
cho ya de ello algo así como un deber de conciencia o cuan­
do se nos ha impuesto por penitencia o como a nuestro
pesar . Da compasión el ver cómo reza el Rosario , la ma­
yor parte de las gentes; lo dicen con precipitación vertigi­
nosa y aun omiten parte de las palabras . No osarían cum­
plimentar de tal modo el último de los hombres , y no obs­
t ante se llega a creer que Jesús y María estarán con ello
muy honrados . . . ¿Después de esto , cabe asombrarse si las
más santas oraciones de la Religión Cristiana quedan sin
fruto alguno ; y de que después de rezar mil y diez mil Ro­
sarios no sea uno más santo?
Detén, querido cofrade del Rosario, tu precipitación na­
tural al rezarlo y haz algunas pausas en medio del Padre
Nuestro y del A ve María que señalo a continuació n con
una cruz: Padrenuestro que estás en los cielos t santifica­
do sea el tu nombre t venga a nos el tu reino t hágase tu
voluntad t así en la tierra como en el cielo t .
El pan nuestro de cada día t dánosle hoy t perdónanos
n uestras deudas t como nosotros perdonamos a nuestros

1 04
deudores t no nos dejes caer en la tentación t m á s líbra­
nos del mal . Amén .
Dios te salve, María, llena eres de gracia t el Sei'lor es
contigo t bendita tú eres entre todas las mujeres t y ben­
dito es el fruto de tu vientre , Jesús . Santa María, Madre
de Dios , t ruega por nosotros pecadores ahora t y en la
hora de nuestra muerte . Amén . .
Os costará trabajo al principio hacer estas paradas por
la mala costumbre contraída de rezar precipitadamente,
pero un decenario dicho con pausa os será más meritorio
que miles de Rosarios sin detención, sin reflexionar .
El B . Alano de la Roche y otros autores , entre ellos Be­
larmino , cuentan que un buen sacerdote aconsejó a tres
hermanas, penitentes suyas , que rezasen diaria y devota­
mente el Rosario , durante un ai'lo , sin faltar ningún día ,

para tejer un hermoso vestido de gloria a la Santísima Vir­


gen ; y que éste era un secreto que el cielo le había comu­
nicado . Hiciéronlo así las tres hermanas durante un ai'lo
y el día de la Puri ficación, al atardecer, estando ya retira­
das , entró en su habitación la Santísima Virgen , acompa­
i'lada de Santa Catalina y. de Santa I nés, lle vando la San­
tísima Virgen un vestido resplandeciente de luz, sobre el
cual se leía, escrito por todas partes con caracteres de oro :
A ve María, gratia plena. La Santísima Virgen aproximó­
se a la cama de l a primogénita y le dij o . «Yo te saludo ,
hij a mía, que tan bien y tan frecuen t emente me saludas­
t e . Vengo a agredecerte los hermosos vest idos que me
hiciste» .
Diéronle también las gracias las dos santas v í rge n es que
la acompai'laban y las tres desaparecieron .
Una hora después , la Santísima Virgen volvió con sus
d os compañeras a la misma habitación , vestida con un t ra­
je verde, pero sin or o y sin luminosi dad , acercóse al lecho
de la segunda hermana y le dio gracias por el t raje q u e

1 05
le había hecho rezando su Rosario; pero como ella había
visto a la Santísima Virgen aparecerse a su hermana ma­
yor con mucha mayor bri l l a ntez, pidióle la razón de ello .

«Es, respondió María, que me hizo mejor vestido , rezan­


do el Rosario mejor que tú» .
Una hora más t a rde, aproximadamente, aparecióse la
Santísima Virgen por tercera vez a la más joven de las her­
manas, vestida con un harapo, sucio y roto, diciéndole :
« ¡ Oh ! hija mía, así me vestiste ; yo te lo agradezco » .
La joven , cubierta de con fusión , exclamó: « ¡ Oh ! Se­
il ora mía, perdón os pido por haberos vestido tan m al ,
dadme tiempo para haceros u n hermoso traje rezando bien
el Rosario » . Desaparecida la visión , contó la afligida jo­
ven a su con fesor cuánto la había ocurrido, y ést e la ani­
mó a rezar d u r ante un afto el Rosario con más perfección
que nunca, cosa que ella hizo . Al cabo del afio , el mismo
día de la Purificación , la Santísima V irgen , también acom­
paftada de Santa Ca ta lina y Santa Inés, que l levaban co­
ronas , y vestida con hermosísimo traje se les apareció al
atardecer y les dijo: « Estad seguras, hij a s mías, del reino
de los cielos, donde entraréis mailana con gran alegría» .
A lo que respondieron las tres : « Preparado está nuestro
corazón, am adísima Maestra, nuestro corazón está pre­
p a rado » . La visió n desapareció . Aquella misma noche se
sintieron enfermas , llamaron a su confesor, recibieron los
últimos Sacramentos y dieron las gracias a su Director por
la santa práctica que les había enseftado.
Después de Completas se les apareció de nuevo la Sa n ­

t í s i m a Virge n acompailada de un gran n úmero de vírge­


nes, e hizo vestirse con túnicas blancas , a las tres herma­
nas que, luego de esto, murieron mientras cantaban los
ángeles : « Venid, esposas de Jesucristo, recibid las coro­
nas que os están preparadas desde le eternidad » .
Aprended varias verdades, d e esta historia: 1 . º cuán i m -

1 06
portante es tener buenos directores que inspiren santas
prácticas de piedad y particularmente el Santo Rosario;
2. 0 la importancia de rezar el Santo Rosario con atención
y devoción; 3. 0 cuán benigna y misericordiosa es la San­
tísima Virgen con los que se arrepienten del pasado y pro­
ponen enmendarse; 4 . 0 cuán liberal es en recompensar du­
rante la vida, en la hora de la muerte y en la eternidad
los pequeños servicios que con fidelidad se le hacen.

• •

Cuadragésima quinta Rosa

HAY QUE R EZAR EL ROSARIO CON MODESTIA

Ai\ado que es preciso rezar el Santo Rosario con mo­


destia; es decir, en cuanto se pueda de rodillas, con las
m anos j u ntas y entre ellas el Rosario . No obstante , en ca­
so de enfermedad puede rezarse en la cama; de viaje, puede
rezarse caminando y si por alguna enfermedad no se pue­
de es tar de rodillas, puede rezarse en pie o sentado . Pue­
de también rezarse trabaj ando , cuando no es posible de­
jar el trabaj o , para satisfacer los deberes de la p rofes ión ,

porque el trabajo manual no siempre es contrario a la ora­


ción vocal . Con fieso que nuestra alma, por su limitación ,
cuando está atenta al trabajo de las manos , lo está menos
a las operaciones del espíritu, tales como la oración ; pe­
ro, sin embargo , de imponerlo la necesidad , tiene también
su precio esta oración, ante la Santísima Virgen que re­
compensa más el buen deseo del corazón que el acto exte­
rior . Os aconsejo dividir el Rosario en tres partes y tres
t iem p os di ferentes del día; es preferible dividirlo así a re­
zarlo todo de una vez .
Si no podéis encontrar t iempo suficiente para rezar el

1 07
tercio seguido, rezad una decena aquí y la otra allá y po­
dréis arreglaros de modo que, a pesar de vuestras ocupa­
ciones y negocios, antes de acostaros, hayáis rezado el Ro­
sario completo . Imitad en eso la fidelidad de San Fran­
cisco de Sales; quien hallándose cierto día muy cansado
por las visitas que habla hecho y siendo ya muy cerca de
las doce de la noche recordó que le faltaba por rezar al­
gunas decenas del Rosario e inmediatamente se puso de
rodillas y las rezó antes de acostarse, a pesar de todas las
respetuosas reconvenciones que su capellán , viéndole tan
cansado, le hizo para que aplazase hasta la maflana si­
guiente lo que quedaba por rezar. Imitad la fidelidad , m o­
destia y devoción de aquel santo religioso , q ue según re­
fieren las crónicas de San Francisco , tenla por costumbre
antes de almorzar , rezar un Rosario con mucha devoción
y modestia , como más arriba contamos.
• •

Cuadragésima sexta Rosa

R EZAD EL ROSA R IO EN COM U N I DAD


Y A DOS COROS

De cuantos modos hay de rezar el Rosario, el más glo­


rioso para Dios y saludable para el alma, como también
el más terrible para el diablo, es salmodiar o rezarle pú­
blicamente a dos coro s .
Dios, s e complace e n l a s asamb leas . Todos los santos
y bienaven turados reu nidos en el ciel o , le cantan incesan­
temente alabanzas . Los j ustos de la tierra, reunidos en va­
rias com u nidades, le r uegan colectivamente d ía y noche .
N uestro Señor acon sej ó expresamente tal práctica a sus
Apó stoles y discípulos , prometiéndoles q ue cuantas veces

1 08
se reuniesen por lo menos dos o tres, en su nombre, se
encontraría en medio de ellos, para rogar en su nombre
y rezar la misma oración . ¡ Qué dicha estar en compadía
de Jesús! Sin embargo, para poseerle basta reunirse a re­
zar el Rosario .
¡ Estar en compai\ia de Jesucristo! He ahí la razón por
la que los primeros cristianos se reunían tan a menudo ,
a despecho de las persecuciones de los emperadores , que
les prohibían congregarse. Preferían exponerse a la muer­
te, que faltar a sus asambleas en las que estaban ciertos
de tener en su compaftia a Jesús .
Este modo de oración es más saludable al alma: 1 . 0 por­
que el espíritu está ordinariamente más atento en la ora­
ción pública que en la oración en privado ; 2 . 0 cuando se
reza en comunidad las oraciones de cada individuo se ha­
cen comunes a toda la asamblea y no forman todas jun­
tas más que una sola oración ; de suerte que si algún par­
ticular no reza tan bien , otro que lo hace mej o r compen­
s a su falta; el fuerte sostiene al débil, el fervoroso enarde­
ce al tibio, el rico enriquece al pobre, el m alo pasa entre
los buenos . ¿Cómo ven der una medida de cizai'la? Unica­
mente mezc lándola con cuatro o cinco fanegas de trigo
buen o ; 3 . 0 una persona que reza el Rosario sola, tiene so­
l amente el mérito de u n Rosario ; pero si lo reza con trein­
ta p ers o n as ad qu iere el mérito de treinta Rosario s . Tales
,

son las leyes de la oración pública . ¡ Q ué gananci a ! ¡ Q ué


ve ntaj a ! ; 4 . 0 U rbano V I I I , muy satisfecho de la devoción
del Rosario que se rezaba a dos coros en m uchos l ugares
de Roma, especialmente en el convento de la Minerva, con­
cedió cien días de indulgencias cuantas veces se rezara a
d o s coro s : Toties, quoties. E sto s son los térm i nos de s u
bre ve q ue e m p i e z a : A d perpetuam rei memoriam, ai'lo
1 626 . A s í q u e todas l as veces q u e se reza en c o m u n i d a d
se g a n a n c i e n d í a s de i n d ulgenci a ; 5 . º Esta o r a c i ó n p ú b l i -

109
ca es más poderosa para apaciguar la ira de Dios y alcan­
zar su misericordia. que la oración particular. y la Igle­
sia dirigida por el Espíritu Santo , se sirvió de esa forma
de oración en los tiempos de miserias y calamidades pú­
blicas . El Papa Gregorio XIII declara en su bula, que es
forzoso creer piadosamente que las oraciones públicas y
las procesiones de los cofrades del Santo Rosario hablan
contribuido mucho a obtener de Dios la gran victoria que
los cristianos ganaron en el golfo de Lepanto, sobre la ar­
mada de los turcos el primer domingo de octubre del afto
1 57 1 . Luis el Justo , de feliz memoria, sitiando la Roche­
lle , donde tenfan los herejes revolucionarios sus fuertes ,
escribía a la Reina, su madre, para que se hiciesen oracio­
nes públicas por la prosperidad de su ejército . La Reina
resolvió organizar Rosarios públicos en la iglesia de los
Hermanos Predicadores del barrio de San Honorato de
París, lo que cumplió con el mayor esmero el seftor Arzo ­
bispo . Se empezó esta devoción el 20 de mayo de 1628 .
As ist i ero n la Reina madre y la Reina Regente, así como
el Duque de Orleáns, los eminentísimos seftores Cardena­
les de la Rochefoucault y Berulle, muchos Prelados, toda
la corte y una multitud innumerable de pueblos. Mr. el
Arzobispo lefa en alta voz las meditaciones sobre los mis­
terios del Rosario y empezaba a continuación el Padre
n uestro y el A ve María de cada decena, q ue l os relig i os os
y asistentes contestaban , llevando después del Rosario en
p rocesión la imagen de la Santísima Virgen , cantando sus
letanías . Continuóse esta devoción todos los sábados con
a d m ir abl e fervor y bendici ón evidente del cielo , pues el
Rey triun fó sobre los ingleses en la isla de Re y entró vic­
toriosamente en la Rochelle el día de Todos los Santos del
m ismo afto ; lo que demuestra la fuerza de la oración pú­
blica .
E n fin , el Rosario rezado e n com unidad e s mucho más

1 10
terrible para el dominio, pues se constituye por tal medio
un cuerpo de ejército para atacarle. Triunfa, algunas v e­
ces con facilidad, de la oración particular, pero si ésta se
une a las de los demás, entonces con gran dificultad po­
drá conseguir su propósito. Es fácil romper una varita ,
pero si la unís a otra y hacéis un haz , no podréis romper­
lo Vis unita. fit fortior Los soldados se unen en cuerpo
.

de ejército para combatir a sus enemigos, los malos se unen


con frecuencia para sus excesos y sus bailes, los mismos
demonios se unen para perdernos; ¿por qué, pues, los cris­
tianos no h an de unirse para estar en compaftía de Jesu­
cristo, para apaciguar la ira de Dios, para alcanzar su gra­
cia y su misericordia y para vencer y abatir más podero­
samente a los demonios?
Amados cofrades del Rosario, sea que viváis en la ciu­
dad o en el campo, cerca de la iglesia parroquial o de una
capilla, id a ella al menos todas las tardes, con permiso del
seftor Rector de dicha parroquia y en compaftía de cuan­
tos lo deseen y rezad el Rosario a dos coros; haced lo mis­
mo en vuestra casa o en la de un particular cualquiera del
p u eb l o si no tenéis la comodidad de la iglesia o c ap i lla
, .

Es una santa práctica que Dios, por su misericordia esta­


bleció en los lugares en que di misiones, para conservar y
aumentar el fruto e impedir el pecad o. En esas villas y al­
deas antes de establecer el Rosario sólo bailes, excesos, di­
soluciones, inmodestias, juramentos, querellas y divisiones ,
se veían; únicamente se escuchaban canciones deshonestas,
y palabras de doble sentido . Al presente no se oyen más
que los cánticos y salmodia del Padre nuestro y A ve Ma­
ría, sólo se ven santas compaftías de veinte, treinta, ciento
y más personas que cantan como religiosos alabanzas a Dios
en una hora determinada. Hay también lugares en que dia­
riamente se reza el Rosario en comunidad en tres tiempos
del día . ¡ Qué bendición del cielo ! Como por todas partes

1 1 1
hay réprobos, no dudéis que hay en los lugares donde vi­
vís algunos malos que se desdeftarán de venir a vuestro Ro­
sario, que ridiculizarán quizás y aun harán cuanto puedan
con sus malas palabras y ejemplos, para impediros conti­
nuar este santo ejercicio; pero tened entendido, que como
tales desgraciados han de estar para siempre separados de
Dios y de su paraíso en el infierno; es preciso que, aqui
anticipadamente, en la tierra se separen de Jesucristo y de
sus servidores y siervas.
"' "'

Cuadragésima séptima Rosa

REZAD DIARIAMENTE EL ROSARIO CON FE,


H U M I LDAD Y CONFIA NZA

N ECESIDAD DE LA ORACION

Separaos de los malos, pueblo de Di o s , a l m as pr ed e sti ­

nadas , y para es cap ar y salvaros de en medio de los que


se condenan por su i mpiedad , indevoción y o ci o si d ad , sin
perder tiempo, rezad con frecuencia el Santo Rosario, con
fe, con humildad , con fianza y perseverancia . Quien p i en­
se seriamente en el mandato de Jesucristo de que o rem o s
c o nsta n tem e nte , seg ú n s u ej empl o , por las inmensas ne­
cesidades que tenemos de l a oración a causa de nues t ras
tinieblas, ignorancias y debilidades , y de la m ultitud de
n ues t ro s enemigos, no se contentará, ci er t a m e n te , con re­
zar e l Rosario una vez al año , según ordena la cofradía
del Rosario perpetuo, n i todas las semanas como la del
R osario ord i n ario p re sc r i b e , sino q ue l o rezará todos los
d ía s , sin fal tar uno, como la co frad ía del Rosario cotidia-

1 12
no seña l a , cual si tuviera por única obligac i ó n , la de sal­
varse .
Oportet: es preci so , es necesario semper orare, orar
siempre, et non deficere, no cesar de ora r . Son est as pala­
bras et ernas de J esucristo , que es forzoso creer y pract i ­
car, bajo pena d e condenación . Explicad las como queráis ,
con tal que no las expliquéis a la moda, a fi n de no pract i ­
carlas a l a m od a . J esucristo nos dio s u verdadera explica­
ción en los ejemplos que nos h a dejad o : Exemplum dedi
vobis ut quamadmodum ego feci, ita et vosfaciatis ( J uan ,
X I I I , 1 5 ) . Erat pernoctans in oratione Dei ( L uc . , V I , 1 2 ) .
Como s i e l d í a n o l e bastase , em pleaba l a noche en l a ora­
ción . Con frecuencia repet ía a sus Apóstoles estas dos pa­
l ab ras : Vigilate et orate: Velad y o rad ; la carne es déb i l ,
l a tentación próxima y cont i n u a . S i no oráis constante­
mente , caeréis . Como q u iera que creyeron que lo que
N uest ro Señor les decía era sólo de consej o , interpreta­
ron equivocadamente estas palabras y por eso cayeron en
la tentación y en el pecad o , aun estando en compañía d e
J esucristo . Si qu ieres viv i r , amado cofrade, a la m o d a y
darte a la moda; es dec i r , si t ransiges con caer de vez e n
c uando en pecado mortal , pensando confesarte después ,
si evitar los pecados groseros y escandal osos y conservas
l as apariencias de la hom bría de bien , no son necesarias
tantas oraciones, ni que reces tantos Rosarios; una peq ue­
ña oración por la m añana y por la tarde, unos cuantos
Rosarios más que t e sean impuestos en penitencia y algu­
nas decenas de A ve Marías dichas en el Rosario de cinco
m i steri o s , a paso de carga y c uando te vinieren en gana ,
son b astante para aparecer ante el mundo como cristia­
no. Si hicieras m enos te acercarías al li bertin aj e , si hicie­
ras más te aprox i marías a la excepción , a la gazmoftería ;
pero si como verdadero cristiano que d esea de veras sal ­
v arse y caminar por el sendero de los santos , q u ieres no

1 13
c aer de ningún modo en pecado mortal , romper todas la!>
l i gadu ras y apagar todos los dardos encendidos del dia­
blo , es necesario que reces siempre como enseñó Jesucris­
to. Por tanto, es necesario , al menos , que reces diariamen­
te el Rosario u otras oraciones eq uivalentes . Y digo , al
menos, porque ese será el fruto que consegui rás rezando
el Rosario todos los días: evitar todos los pecados morta­
les y vencer todas l as tentaciones, en medio de los t orren­
t es de iniquidad del mundo que arrastran con frecuencia
a los m ás seguros; en medio de las espesas ti nieblas que
ciegan con frecuencia a los m ás il uminados, en medio de
los espíritus malignos , q ue más diest ros que nunca y con
m enos tiempo para tentar , lo h acen con mayor habilidad
y éxito .
¡ Oh ! q u e maravilla de la gracia del Santo Rosario , s i
escapáis del m u nd o , del demonio, de la carne y del peca­
d o y os salváis en el cie lo . Yo o s pregunto si c u and o sólo
hacíais un poco de oració n , como se hace en el mundo
y del modo que ordinariamente se hace, podíais evitar fal­
tas groseras y grandes pecados que por vuest ra ceguera
os parecían pequeños . Abrid , pues , los ojos y para vivir
y morir santamente, sin pecado s, al menos mortales , orad
siempre , rezad todos los días el Rosario , como lo hacían
en otro tiempo los cofrades al establecerse la cofradía. La
Santísima Virgen , al dárselo a Santo Domingo , le ordenó
q ue le rezase e hiciera rezar t odos los días; y el Sant o no
recibía en la cofradía a ninguno como no estuviera resuelto
a rezarle diariamente. Si , ahora, no se exige en la cofra­
día del Rosario o rdinario , más que un Rosario por sema­
n a es porque el fervor se h a apagado y se ha en friado la
c aridad . De aquí se deduce que puede decirse de q uien re­
za m al : Non fuit ab initio sic.
Es preciso también advertir tres cosas . La primera, que
si deseáis inscribiros en la cofradia del Rosario cotidiano

1 14
y participar de las orac iones y méri tos de los q ue están
en ella, no basta ser inscrito en l a cofradía del Rosa r i o
ordinario o tom ar solamente la resol ución d e rezar el R o ­
sario todos l o s días, es preciso además d a r su n o m b r e a
los que tienen potestad para i n scribiros ; y es conveniente
con fesar y comulgar en la ocasión de ser reci bidos cofra­
des por esta i ntención . La razón de la mencio nada adver­
tencia consiste en que el Rosario ordinario no envuelve
e l cotidian o , pero el Rosario cotidiano i m p l ica el ordi n a ­
ri o . L o segundo q u e debe tenerse e n cuenta es : que n o hay
absolutamente hablando ningún pecad o , n i aun venial , en
dejar el Rosario diario , n i el semanal , n i el an ual . Y lo
tercero , que cuando la e n fermedad , obediencia legí t i m a ,
necesi dad u olvido i n v o l u n tario son causa d e que no po­
d áis rezar el Rosari o , no dej áis por eso de tener su mérito
y no perdéis la participación en los Rosarios de los ot ros
cofrades; y por tanto n o es necesario en absoluto que al
día siguiente recéis dos Rosarios para suplir al q ue h a béi s
faltado sin culpa vuest r a , según yo supongo . S i , no obs­
tante, la en fermedad os permitiera rezar una parte del Ro­
sario , debéis rezarla . Beati qui stant coram te semper ( 1) ;
beati qui habitan/ in domo tua Domine, in saecula saecu­
lorum laudabunt te (2). Bienavent u rados , oh Jesús Señor
n uestro, los co frades del Rosario cotidiano , que todos lo s
d las están alrededor v uestro y en vuestra casita de Naza­
ret , alrededor de vuestra cruz sobre el Cal vario y alrede­
dor de v uest ro trono en los cielos; para meditar y con­
templar vuestros misterios, gozosos, dolorosos y glorio­
sos. ¡ Oh , qué felices son en la tierra por las gracias espe­
ciales que l es comunicáis y qué dichosos serán en el cielo
d onde os alabarán de modo especial por los siglos de los
siglos !
( 1 ) 3 Reyes, 1 0, 8 .
( 2) s . 8 3 , 5 .

1 15
Además es preciso rezar el Rosario con fe , según las p a ­
l abras de J esucristo: Credite quia accipietis et fiel vobis
( 3 ) : Creed que recibiréis de Dios lo que le pidiereis ; y os
escuchará . Os dirá: Sicut credisti, fiat tibi (4): Hágase co­
mo has creído . Si quis indiget sapientia, postulet a Deo
postulet autem in fide nihil ha!sitans (Sant . I , 5 , 6): Si al­
guno necesita sabiduría, que la pida a Dios, con fe , sin
descon fiar, rezando el Rosario y se le dará .
Es tam bién necesario rezar con humildad , como el pu­
blicano que estaba con las dos rodillas en tierra y no con
una rodilla en el aire o sobre un banco , como los munda­
nos; estaba al fin de la iglesia y no en el santuario como
el fariseo; tenía los ojos bajos hacia el suelo , sin osar a
mirar al cielo , y no con la cabeza levantada, mirando aqu í
y allí como e l fariseo ; y golpeaba s u pecho con fesándose
pecador y pidiendo perdón ; Propitius esto miki peccatori
( luc . , X V I , 1 3 ) , y no como el fariseo que se vanagloria­
ba de sus buenas obras, despreciando a los demás en sus
oraciones . Guardaos de la orgullosa oración del fariseo
que le volvía más endurecido y maldito ; pero imitad la
h umildad del publicano en su oración , que le obtuvo la
remisión de sus pecados . Tened cuidado en no tender a
lo extraordinario y de no pedir y desear conocimientos ex­
t raordinarios, visiones , revelaciones y otras gracias mila­
grosas que algunas veces se han comunicado a ciertos san­
tos en el rezo del Rosario . Sola fides sufficit: la fe sola
es suficiente en la actualidad , puesto que el Evangelio y
todas las devociones y prácticas de piedad son enteramente
eficaces . No omitáis jamás la más m ínima parte el Rosa­
rio en vuestros desalientos, sequedades y decaimientos in­
t eriores; eso sería sei'lal de orgullo e infidelidad ; sino co-
C 3 J Mat . 8.
14) Mat . 8 .

1 16
mo bravo cam peón de Jesús y María , sin ver , sent i r , n i
gustar nada, rezad e n medio d e t oda vuest ra sequedad e l
Padre Nuestro y e l A ve María, pensando lo mejor q u e po­
dáis en los m i sterios . No deseei s los bom bones y golosi ­
n as de los niños para comer v uest ro pan cot i d i ano y para
im i t ar con más perfección a J esucristo en su ago n í a , pro­
l ongad vuestro Rosario cuando tengáis m ás trabajo para
rezarlo : Factus in agonia prolixius orabat ( Luc . , X X I I ,
43) para que pueda aplicarse a vosotros l o dicho de Jesu ­
c risto c uando est aba en la agon ía de la orazi ó n : Oraba
l argo tiempo .
En fin , orad con mucha confianza fundada en la bon­
dad y l i beralidad i n finita de Dios y sobre las promesas de
J esucristo . Dios es un manantial de agua viva que afluye
al corazón de los que oran . Jesucristo es el pecho del Pa­
d re Eterno , lleno de gracia y de verdad ; el mayor deseo
del Padre Eterno con relación a nosotros es comunicar­
nos las aguas sal udables de su gracia y misericordia ; y ex­
clama: Omnes sitientes venite ad aquas ( I s . , L V ) : Venid
a beber de mis aguas por la oración; y cuando no se le
p i d e se lamenta de q ue se le abandon a ; Me dereliquerant
fontem aqutz viva! (Jer . , X X V ) .
Se proporciona un g ran placer a Jesucristo pidiéndole
s us gracias; y m ayor satisfacción todavía que procura a
las m adres naturales dar a sus hijos el néctar de sus pe­
chos. La oración es el canal de la gracia de Dios y a modo
de pecho maternal de J esucristo . Si no se acude a ella co­
m o deben hacerlo todos los hij os de Dios, J esucristo se
q ueja amorosamente: Usque modo non petistis quidquam,
petite et accipietis, qua!rite et in venietis, pulsate el apa­
rietur vobis; hasta ahora nada me habéis pedido: pedid­
me y os daré , buscadme y me encontraréis , llamad a mi
p uerta q ue yo os abriré . Y para animaros más a rogarle
con confianza , empeña su palabra de que el Eterno Pa-

1 17
d re nos concederá cuanto le pidamos en su nombre : en
el nombre de Jesús .

* *

Cuadragésima octava Rosa

P E RSEVEREMOS EN NUESTRA DEVOC I O N


A L ROSA R I O

Pero a nuestra con fianza unamos en quinto lugar la per­


severancia en la oración . Sólo el que persevere en pedir ,
buscar y llamar, recibirá, encontrará y entrará . No basta
pedir a Dios una gracia durante un mes, un ai'lo , diez años ,
veinte; no hay que enojarse, et non deficere, es preciso
pedir hasta la m uerte y estar resuelto a obtener lo que se
p i d e para la salvación o a morir, y aun es p reciso unir a
la muerte la perseverancia en la oración y la confianza en
Dios y decir: Etiam si occidet me sperabo in eum ( 1 ) : Aun
cuando quisiera darme la muerte, esperaría en El y de El
lo que pido. La li beralidad de los ricos y grandes del mun­
do muéstrase previniendo por sus beneficios lo que nece­
sitan los demás , aun antes que se los pidan ; pero Dios,
por el contrario, muestra su magni ficencia en hacer bus­
car durante mucho tiempo y pedir las gracias que quiere
conceder y cuanto más preciosa es la gracia que desea otor­
gar más tiempo difiere su concesión :
l . 0 Para aumentarla de ese modo ;
2 . 0 Para que quien l a reciba l a tenga e n gran estima;
3. º Para que tenga cuidado de no perderla después de
recibida; porque no se estima mucho lo que en un mo­
mento y con poco trabajo se consigue.

( 1 ) Sic. Pero Job, 1 3 , I S , dice Etiam si occiderit me, in ips sperabo.

1 18
Perseverad , pues, amados cofrades del Rosar i o , p i d i e n ­
do a Dios por el Santo Rosario todas vuest ras necesida­
d es e s p i r it ua l e s y corporales y particularmen c e la divina
Sabiduría, que es u n tesoro i n fi n i t o Thesaurus est infini­
.

tus (Sab . , V I I , 1 4) y t a rd e o temprano la obtendréis i n fa­


liblemente, con tal que no lo dejéis, ni pe r d ái s ánimos d u ­
rante vuestra carrera. Grandis enim tibi restat via. ( 1 1 1 Re­
yes , X I X) . Porque aun os falta mucho camino por reco­
r re r , muchos malos tiempos que atravesar , muchas d i fi­
cultades que remover, muchos enemigos que vencer , an­
t es de reunir tesoros b ast a n tes para la eternidad , muchos
Padre Nuestros y A ve Marías p ara adquirir el Paraíso y
ganar la corona h er m os í s i m a que espera todo fiel co frade
d el Rosario. Nemo accipiat coronam tuam: Cuidad q ue
o t r o más fiel que v os en rezar bien y d i ari me n t e su Rosa­
rio no os la quite. Coronam tuam: era v uest ra , Dios os
l a hab ía preparado y la ten íais casi ganada con vuest r o s
Rosarios bien rezados, y p o r haberos detenido en tan her­
m oso camino por donde caminábais tan d epr i sa , Curre­
batis bene (G alat , V ) , otro q u e os adelantó , l legó el pri­
.

mero , o t ro más diligente y más fie l , adquirió y pagó con


s us Rosarios y bue n as obras lo preciso para comprar esta
corona. Quid vos impedivit? (Galat . , V) . ¿Quién o s ha i m­
pedido tener la corona del Santo Rosario? ¡ Ah ! los ene­
migos del Santo Rosano, que son mucho s . Creedme, so­
lamente alcanzarán esa corona los esforzados que l a arre­
b at an violentamente, Violenti rapiunt (Mat . , XI) . No son
estas coronas para los medrosos que temen l as b u r l a s y
amenazas del mundo , ni tampoco para los perezosos y hol­
gazanes que rezan el Rosario con negligencia o a la fuer ­
za o por rutina y con i ntervalos, según su fantasía; no son
estas coronas para los cobardes que se descorazonan y de­
ponen las armas cuando ven a todo el infierno desenca­
denado contra su Rosario . S i q ueréi s , amados co frades

119
d el Rosario, entrar al servicio de Jesús y María rezando
diariamente el Rosario, preparad vuestra alma para la ten ­
tación : A ccedens ad servitutem Dei, prrepara animam
tuam ad tentacionem (Eccli . , I I , 1 ) . Los herejes, los liber­
tinos, los hombres de bien del mundo, los semidevotos y
falsos profetas de acuerdo con vuestra corrompida natu­
raleza y el infierno todo , os presentarán terribles comba­
t es para obligaros a abandonar esa práctica . Para preve­
niros contra los ataques no tanto de los herejes y libert i ­
n os declarados, como d e l a gente buena, según e l mundo ,
y aun de las personas devotas a quien esta práctica no agra­
da voy a trasladar aquí solamente una pequei'la parte de
lo que a diario dicen y piensan : Quid vult seminiverbius
il/e? Venite, opprimamus eum, contrarius est enim, etc. :
¿ Qué quiere decir este gran rezador de Rosarios? ¿Qué
es lo que musita a todas horas? ¡ qué holgazanería ! no ha­
ce otra cosa que rezar Rosario s , mejor le fuera trabaj a r ,
sin divertirse con tantas santurronerías . ¡ Verdaderamen­
te que sí ! . .. No hay más que rezar el rosario y las alon­
dras caerán tostadas del cielo; el Rosario nos traerá algo
b ueno para cenar . Dijo Dios: Ayúdate y te ayudaré, ¿pa­
ra qué atolondrarse con tantas oraciones? Brevis oratio
penetrar C<J!los; bastan un Padre Nuestro y un Ave María
bien dichos, Dios no nos impuso el Rosario; es bueno
cuando se tiene tiempo , pero no tendremos menos facili­
dad de salvamos por eso . ¡ Cuántos santos hay que no lo
rezaron nunca ! Hay gentes que juzgan a todo el mundo
por su medida , indiscretos que todo lo llevan al extremo ,
h ay escrupulosos que encuentran pecado donde no le hay
y dicen que todos los que no recen el Rosario se condena­
rán . Rezar el Rosario es bueno para mujercillas i g nora n ­
tes que no saben leer; ¡ rezar el Rosario ! ¿no es mejor re­
zar el Oficio de la Santísima Virgen o los siete salmos? ,
¿hay nada tan hermoso como esos salmos dictados por

1 20
el Espíritu Santo? ¿Os habituásteis a rezar el Rosario to­
dos los d ías? humo de paj a que poco durará . ¿No sería
mejor echarse encima menos carga y ser más constante?
Vaya, querido amigo , creedme, haced bien vuestra ora­
ción por la mai\ana y por la noche, trabajad por Dios,
durante el día, Dios no os pide más; si no tuvieseis, como
tenéis , que ganaros la vida, pudiera pasar que os distraje­
seis en rezar el Rosario; podéis rezarlo los domingos y fies­
t as a vuestra elección , pero no en los días laborales ; te­
néis que trabajar. ¡A qué un Rosario tan grande como el
de las m ujeres ! Yo los he visto de una decena, que vale
tanto como el de quince decenarios . ¡ Qué! ¡ llevar el Ro­
sario en la cintura ! , ¡ qué gazmoi\ería ! ; os aconsejo po­
nerlo al cuc:llo como hacen los espai\oles. Esos son gran­
des rezadores de Rosarios ; llevan uno grande en una ma­
no, y en la otra un pui\al para dar un golpe traido r . De­
j ad , dejad esas devociones exteriores , la verdadera devo­
ción está en el corazón, etc.
M uchas personas hábiles y grandes doctores, pero es­
píritus fuertes y orgullosos no os aconsejarán quizá el San­
to Rosario; os llev arán más bien a rezar los siete s a l mos
penitenciales o algunas ot ras oraciones . Si algún con fe­
sor os puso de penitencia rezar un Rosario durante quin­
ce días o un mes, os basta con fesaros con uno de esos se­
ñores para que os cambie la penitencia en ot ras oracio­
nes , ayunos, misas o sermones . Aun si consultáis so bre
lo mismo algunas personas de oración, de las que hay en
el mundo, como no conocen por experiencia la exceiencia
del Rosario , no solamente no lo aconsej arán a nadie , si­
no que disuadirán de ello a los demás , para aplicarlos a
la contemplación , como si el Rosario y la contemplación
fuesen incompati bles y como si tantos santos que fuero n
devotos del Rosario no hubieran llegado a l a más sublime
contem plación .

1 21
Vuestros enemigos domésticos os atacan tanto más
cruelmente cuanto más unidos estéis con ellos . Quiero de­
cir: las potencias de vuestra alma y los sentidos de vues­
tro cuerpo , las distracciones del espíritu, el tedio de la vo­
luntad , las sequedades del corazón , los decaimientos y en­
fermedades del cuerpo, todo esto, de concierto co n los es­
píritus malignos que se mezclan con ellos, os gritará: deja
tu Rosario, es él quien te da dolor de cabeza; deja tu Ro­
sario que no hay obligación ninguna de rezarle, baj o p e­
na de pecado; al menos reza sólo una parte, tus penas son
una sei'lal de que Dios no quiere que le reces , ya le rezarás
mai'lana que estarás mejor dispuesto, etc .
En fin , amado hermano, el Rosario cotidiano tiene tan­
tos enemigos, que considero como uno de los más insig­
nes favores de Dios la gracia de perseverar en su devo­
ción hasta la muerte.
Perseverad tam bién , y tendréis la corona admirable pre­
p ar ada en el cielo a v uestra fidelidad : Esto fidelis usque
ad mortem et dabo tibi coronam ( A po c . , 2, 10).
• •

Cuadragésima nona Rosa

O BSERVACIONES SO B R E LAS I N D U LGE N C I AS

Al fin de qu e , al rezar el Rosario, ganéis las indulgencias


concedidas a los cofrades del Santo Rosario, es convenien­
te hacer algunas observaciones sobre las indulgenci as .
L a ind ulgencia, e n general , e s u n a rem isión o modera­
ción de las penas tem porales , debidas por los pecados ac­
t uales , por la apli cación de l as sati s facciones sobreabun ­
d antes de Jesucristo, de la Santísima V i rgen y de todos
los santos, q u e están encerradas en los tesoros de la Iglesi a .

1 22
La indulgencia plenaria es una remisión de todas las pe­
nas debidas por el pecado ; la no plenar ia, como de cien ­
t o , mil ailos , más o menos, es la remisión de tantas pe­
nas, como hubiéramos podido expiar d u rante ciento o mil
años, si h ubiéramos hecho d urante ese tiempo en propor­
ción las penitencias enumeradas en los antiguos cánones
de la Iglesia . Ahora bien , estos cánones , ordenaban p ara
u n solo pecado mortal , siete y algunas veces diez y h as t a
q uince años de penitenci a , de suerte que una persona que
h aya cometido veinte pecados mortales , debía hacer , por
lo menos, siete veces veinte años de penitencia y así suce­
sivamente . Para que los cofrades del Rosario ganen las
indulgencias , es peciso : 1 . º que estén verdaderamente arre­
pentidos , y q ue hayan confesado y comulgado , como d i ­
c e n l a s bulas de l a s indulgencias ; 2 . º q u e no tengan afec­
to alguno a l pecado venial, porque subsistiendo el afecto
al pecado , subsiste la culpa, y subsistiendo la culpa , no
se perdona la pena; 3. 0 es preciso q ue hagan las oracio­
nes y b uenas obras que señalan las bulas; y cuando , se­
gún l a int en c i ó n de los Papas, se puede ganar una i n d u l ­
g encia no plenari a , de c i e n anos , p o r ej e m p l o , sin ganar
l a plenaria , no siempre es necesario para ganar l a parcia l
h aber confesado y comulgado, como ocurre c o n l as i n ­
d ulgencias otorgadas a l rezo d e l Ros a r i o , a l a s procesio­
n es , a los Rosarios benditos, etc . No d espe rd i cieis est as
i n dulgencias . Flammin y u n g ran n úmero de autores re­
fieren q ue una distinguida señorita llamada Alejandra, mi­
l a g rosa m ente con verti d a , e i n scrita en l a c o fradía del R o ­
sario por Santo Domingo, se le apareció después de m uerta
y l e d i j o que estaba condenada a setecientos años de pur­
gatorio por varios pecados que había cometido y hecho
cometer a varios con sus vanidades m undanas , rogándole
la aliviase e h iciese que l a aliviasen con sus oraciones los
cofrades del Rosario; como efec t i vamente lo h i zo el San-

1 23
t o . Quince días después se reapareció a Santo Domingo
más brillante que un sol , pues en tan corto tiempo había
sido libertada por las oraciones que los cofrades del Ro­
sario hicieron por ella. Le advirtió también al Santo, que
venia de parte de las almas del Purgatorio para exhortar­
le a continuar predicando el Rosario y hacer de modo que
sus parientes les hicieran participes de sus Rosarios , por
lo cual ell as les recompen sarí a n abundantemente , cuan­
do llegaran a la gloria .
• •

Quincuagésima Rosa

Para facilitar el ejercicio del Santo Rosario he aquí va­


rios m�odos para rezarlo santamente, con la meditació n
de los misterios gozosos , dolorosos y gloriosos de Jesús
y María . Os detendréis en el que más os agrade y aun po­
déis vosotros mismos formar particularmente otro , como
han hecho muchos santos personajes .

• •

1 24
I N D I C E

P6p .

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . 5
R osa blanca: A los sacerdotes . . . . . . .. ... . . . ... 9
Rosa encarnada: A los pecadores . . . . . . . . . . . . . . 10
R osal místico: A las almas devotas . . .. . . . . . . . . 12
Capullo de rosa: A los nii'los . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Primera decena

E XCELENCIA DEL SANT I S I M O ROSA R I O


EN SU O R I GEN Y SU N O M B R E

l . • Rosa: Las oraciones d e l Rosario . . . . . . . . . . 15


2 ª · Origen del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
3 ª · E l Rosario y S an t o Domingo . . . . . . . . . . . . 18
4 ª · El Rosario y el Beato Alano de la Roche . 23
5 ª · Co fr a d í a del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
6.ª : E l sa l ter i o d e Maria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
7.ª: El Rosario corona de rosas . . . . . . . . . . . . . . 27
8 • · Maravillas del Rosar i o . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
9.ª : L o s enemigos d e l Rosario . . . . . . . . . . . . . . . 32
1 O. • : M i l agros o b t e n i d o s por el Rosa rio . . . . . . . 33

1 25
Segunda decena

E XCELENCIA DEL SANTO ROSARIO POR LAS


ORACIONES DE QUE ESTA COM P U ESTO

1 1 . • Rosa: Excelencia del Credo . . . . . . . . . . . . . . 35


1 2 . ª : Excelencia del P ad r e Nuestro . . . . . . . . . . . . 37
1 3: ª : Id .- íd . (continuación) . . . . . . . . . . . . .... . 41
1 4. ª : Id . - íd . (continuación) . . . . . . . . . . . . .... . 43
1 5 . ª: Excelencia del Ave María . . . . . . . . . . .... . 45
1 6. ª: Bellezas d e l a Sa l utació n Ang él i c a . . . . . . . . 47
1 7. ª : Frutos maravillosos del « Ave María» .... . 49
1 8. ª : Bendiciones del «Ave María» . . . . . . . .... . 51
1 9. • : Feliz permuta . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . .
. . 52
20. ª : Breve expl i c ac ió n del « Ave Maria» . . .... . 55

Tercera decena

E XCELENCIA DEL SANTO ROSAR I O EN LA


MEDIT ACION DE LA V I DA Y PASION DE
NUESTRO SE Ñ OR JESUCRISTO

2 1 . ª Rosa: Los q uince misterios del Rosario . . . . 58


2 2 . ª : L a meditación d e los misterios nos con forma
a J esús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
2 3 . ª : El Rosario , memorial de la vida y m uerte
de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
24. • : L a meditación de los m isterios del Rosario
es un g r a n medio de p e r fec ció n . . . . . . . . . . . . . 64
2 5 . ª : Ri q u e z as de san t i ficación encerradas en las
oraciones y medit aciones d el Rosario . . . . . . . . 66
26. • : El Rosario , oración sublime . . . . . . . . . . . . . 69
2 7 . ª : Beneficios del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . i1

1 26
2 8 . ª : Saludables efectos que produce el meditar
la Pasión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 4
29. • : El Rosario salvador de las almas . . . . . . . . . 7 6
30. • : Privilegios de la Cofradía del Rosario 79

Cuarta decena

EXCELENCIA DEL SANTO ROSARIO


DEMOSTRADA POR LAS MARAVI LLAS QU E
DIOS HA HECHO EN SU FAVOR

3 1 . • Rosa: Blanca de Castilla-Alfonso VIII . . . . . 82


3 2 . ª : Don Pero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . 84
3 3 . ª : Un albigense poseso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
3 4. ª : S im ón de M o ntfo r t . -Alano de Lanvallay
3 5 . • : El Cardenal Pedro . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. .
89
3 6 . • : Una m ujer de Amberes libertada de las cade-
nas del demonio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. 90
3 7 . ª : Un monasterio transformado por el Rosario
3 8 . ª : La devoción de un Obispo español al Santo
Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
3 9 . ª : Santificación de una parroquia por el Rosario
40 . • : Admi rables efectos del Rosario . . . . . . . . . . 92

Quinta decena

D E COMO DE BE REZA R S E EL ROSA R I O

41.ª Rosa: Pureza del alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93


4 2 . ª : Es necesario rezar con atención . . . . . . . . . . 94
4 3 . ª : Hay que com bat ir vigorosamente las dis­
t racciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 5
.

4 4 . ª : Cómo debe rezarse el Rosari o . - Eje m p l o . 9 7


4 5 . ª : H ay q u e rezar el R os ario con modestia . . . 9 9

127
46. • : Rezad el Rosario en comunidad y a dos coros
4 7. • : Rezad diariamente el Rosario con fe, humil-
dad y confianza .- Necesidad de la oración . lO 1 .

4 8 . ª : Perseveremos en nuestra devoción al Rosario


49 . ª : Observaciones sobre las indulgencias . 1 03 . . . .

50. ª : . . . . . . . . . . . 1 07
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

METODOS DEVOTOS
DE RECITAR EL SANTO ROSAR IO Y ATRAE R
SOBRE SI LA G RACIA DE LOS M I STER IOS
DE LA V I DA, P A S I O N Y G L O R I A
DE J ESUS Y MARIA

Primer método: Ofrecimiento del Rosario . . . . . . 1 08


O frecimiento particular de las decenas :
Misterios gozosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 2
M isterios dolorosos . . . . 1 18 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

M isterios gloriosos . . . .
1 22 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

A DI C I O N I M PORTANTE
A L CATA LOGO D E I N D U L G E NC I A S

N uest ro Santísimo Padre e l Pa pa P i o XI ha concedido i n d u lgencia


ple naria cadavez que se rece el Rosario, delante del Santísimo Sacra­
m ento .

A . M . D. G .

1 28

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