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Boullée quería originalmente ser pintor, pero, siguiendo los deseos de su padre, recurrió a la
arquitectura. Él estudió con J.-F. Blondel y Germain Boffrand y con J.-L. Legeay y había abierto su
propio estudio a la edad de 19 años. Diseñó varias mansiones de la ciudad parisina en los años 1760
y '70, especialmente el Hôtel de Brunoy (1774-1779). A pesar del innovador neoclasicismo de sus
obras ejecutadas, Boullée logró una influencia verdaderamente duradera como maestro y teórico. A
través de su atelier pasaron maestros como Alexandre-Théodore Brongniart, Jean-François-Thérèse
Chalgrin, Jean-Nicolas-Louis Durand y Louis-Michel Thibault. En total, enseñó durante más de 50
años.
En sus importantes diseños teóricos para monumentos públicos, Boullée buscaba inspirar
sentimientos elevados en el espectador mediante formas arquitectónicas que sugerían la sublimidad,
la inmensidad y la maravilla del mundo natural, así como la inteligencia divina subyacente a su
creación. Al mismo tiempo, fue fuertemente influenciado por el entusiasmo indiscriminado por la
antigüedad, y especialmente por los monumentos egipcios, sentidos por sus contemporáneos.
Para dar vida a las formas geométricas, Boullée dependía de los efectos llamativos y originales de la
luz y la sombra. También hizo hincapié en el potencial de misterio en la construcción, a menudo
enterrando parte de una estructura. Este enfoque "poético" de la arquitectura, que de alguna manera
prefigura el movimiento romántico del siglo XIX, también se puede ver en el amplio uso del
simbolismo de Boullée. Por ejemplo, su Palais Municipal descansa sobre cuatro casas de guardia
tipo pedestal, lo que demuestra que la sociedad cuenta con el respaldo de la ley.
Su obra está asociada a las formas geométricas abstractas, basadas en formas clásicas lógicamente,
y con una ornamentación que hoy en día calificaríamos como minimalista. Eliminación de todo lo
innecesario, obras de grandes dimensiones o a gran escala y que repiten ciertas formas geométricas
(como cientos de columnas en hileras).
Boullée era un apasionado de los diseños grandiosos. De hecho su tratado está lleno de obras
imposibles, ya que disponía en él varios edificios públicos de unas dimensiones desorbitadas e
impracticables para la época.
Quizás por ello la otra palabra asociada a su nombre sea “megalomaníaco”. Lo que es innegable es
su gusto por elementos en apariencia opuestos, y su utilización innovadora de las luces y sombras.