You are on page 1of 3

Discernimiento Juvenil (desde el punto de vista educacional)

I. Cernir o cribar para seleccionar lo mejor

Querido y querida Joven compartiré con ustedes algunos criterios o elementos de


juicio para que vayan construyendo su Proyecto de Vida, tomando buenas decisiones,
con sensatez, prudencia y valentía.

Un camino que se nos ofrece para realizar opciones inteligentes y sabias es el cultivo
del arte del discernimiento. De esta palabra y concepto reflexionaré en lo que sigue.

La etimología de la palabra discernir hace referencia a cernir, a cribar, a la acción del


obrero de la construcción o el panadero que hacen pasar la arena o la harina por una
rejilla para que sólo quede lo más fino de ambos. Términos afines son distinguir,
sopesar, calibrar. Aplicado al tema que nos compete, el “discernimiento” es el hábito
o actitud que nos permite elegir de entre varias alternativas, lo más conveniente, lo
más beneficioso, el mayor bien tanto para sí mismo como para los demás.

II. La Juventud, tiempo de discernimiento.

La adolescencia y la juventud es una etapa de preparación para participar en el mundo


adulto y este proceso no es fácil asumirlo pues se le abren al joven un sin fin de
posibilidades como también un montón de obstáculos internos y externos. Las
barreras de orden subjetivo casi siempre son el miedo a equivocarse, el horror al
fracaso y el perder inútilmente el tiempo entre otras; las de orden objetivo se
presentan por no contar con los recursos económicos exigidos por las carreras o no ser
beneficiados con las becas y por lo reducido de las ofertas académicas que no
concuerdan con sus intereses. ¿Cómo apoyarlos en este tiempo de decisiones
radicales?

III. Discernir el Bien o la Motivación Trascendente.

Hay una historia que cuenta que un hombre bajó a una cantera y vio a tres obreros
picando piedras. Se acercó a ellos y les preguntó que hacían, el primero respondió
“trabajo para ganarme la vida”; el segundo dijo “hago lo que se hacer y me gusta”; y
por último el tercero le contestó “yo construyo una catedral”. Sólo el tercer hombre
señaló una motivación trascendente. Está bien ejercer un trabajo que te permita
satisfacer tus necesidades básicas, remunerado justamente y reconocido socialmente,
es lo que llamamos “motivación extrínseca”; es importante que te fascine tu labor,
que disfrutes y sientas que tienes habilidades para ello, lo que se denomina
“motivación intrínseca”; pero lo más noble es que el motivo del ejercicio de tu
profesión sea una responsabilidad social, el aportar con tu trabajo al bien común, el
dejar un legado o una huella que edifique la sociedad en la que te desenvuelves, esto
es la “motivación trascendente”

Muchachos ya es mucho avanzar y crecer en humanidad si puedo distinguir o discernir


qué fines altruistas, sociales o solidarios, me mueven a elegir una determinada
profesión. La Motivación Trascendente me sostendrá cuando el salario no esté a la
altura de mis expectativas, o lo que me encanta hacer me agote; más allá de mi
beneficio personal, hay muchos que necesitan de lo mejor de mí y esto es lo que da
sentido y nobleza a nuestro trabajo sea el que sea.
IV. Cuestionamiento necesario: ¿A qué necesidad soy sensible?

Hoy el hombre de nuestra “conciencia” baja a la cantera de nuestro corazón y nos


pregunta qué hacemos, ¿qué responderemos? ¿Estudiaré una carrera que me permita
ganar mucho dinero solamente?; ¿estudiaré lo que me permita lucir mis competencias
y habilidades solamente?

La pregunta para un buen discernimiento vocacional “trascendente”, creo que tendría


que ser:

¿Qué quiero aportar a los demás, a la sociedad y a mi país por medio de una
profesión?

Por ejemplo: Si percibo que a mi entorno le falta belleza, que la fealdad de las calles es
la tónica en mi ciudad, que los barrios hacinados producen violencia e irritabilidad en
los ciudadanos, si siento que me gustaría ser parte de un entorno saludable, amigable
y armonioso, que disfruto hermoseando mi espacio ¿no será que mi vocación
profesional “trascendente” me impulsa a estudiar arquitectura?

Si me conmueve el sufrimiento tanto físico como mental de la gente, de los niños, de


los ancianos, si brota de manera espontánea el acercarme a ellos para aliviar su dolor
en lo posible ¿no será que mi vocación profesional trascendente, me invita a estudiar
algo que tenga relación con la medicina, la psicología o la asistencia social?

Mi propuesta de discernimiento es no preguntarte primero dónde tendré más


seguridad económica, ni donde la pasaré mejor; sino a qué necesidades sociales soy
más sensible, qué problemas humanos o medio ambientales me conmueven y
siento que puedo dar solución. Aquí se complementan e integran el bien intrínseco de
toda profesión (me gusta lo que hago) con el bien trascendente de la misma (lo que
me gusta mejora el mundo).

Se trata de un discernimiento más “entrañable” o afectivo, que sólo intelectual, es


decir se busca descubrir las necesidades que “remueven mis entrañas, conmueven mi
corazón y mueven mi razón a darles satisfacción con agrado y eficiencia”.

V. Sin embargo sentir no lo es todo.

Es verdad que empatizar con las necesidades sociales y sentir que puedo darles
solución es un criterio fundamental para ir discerniendo mi Proyecto de Vida
Profesional. Sin embargo no menos importante es verificar con qué medios o recursos
personales cuento para responder a una determinada necesidad. A estos medios los
llamamos habilidades, destrezas o capacidades. Serán de gran ayuda los test
psicológicos o vocacionales; pero sobre todo el grado de autoconocimiento que hayas
adquirido, junto con el diálogo sereno y confiado con un adulto significativo: tus
padres, tutores, profesor Jefe o el que te despierte confianza, y especialmente el que
tiene el compromiso de apoyarte siempre, el Orientador de tu Colegio. Te
confrontarás con ellos, les expresaras tus dudas y temores, para que poco a poco
vayas dibujando el tipo de profesional que deseas ser.

VI. Piensa bien de ti mismo.


Es preocupante que nuestros hijos y adolescentes tengan más conciencia de lo que
hacen mal, que de lo que hacen bien. Por criticar continuamente sus errores y
reprocharles el incumplimiento de sus deberes, les vamos deteriorando su
autoestima. La consecuencia de este mal trato, es que se replieguen en sí mismos y se
vuelvan pasivos o arrogantes ante el mundo adulto. Urge recordarles entonces,
especialmente nosotros sus padres, profesores, sacerdotes o figuras de autoridad, lo
que ellos son en verdad.

Jóvenes ustedes no son un problema sino una solución. Don Bosco, gran educador de
las generaciones jóvenes, decía “Me basta saber que son jóvenes para amarlos”. Si se
vieran como Dios los ve, ustedes mismos se arrodillarían ante su propia imagen, así de
maravillosos y grandes los ve Dios. Son generosos por naturaleza, su alma no conoce la
mezquindad; su corazón es compasivo ante el sufrimiento ajeno; la alegría de vivir y
servir son su marca y sello; son soñadores, aventureros y valientes; amigos leales y
apasionados seguidores de lo que creen que es justo, bello y noble.

El Papa Francisco ha dicho. “La Iglesia ama la juventud como el árbol viejo ama la
primavera…” Ustedes jóvenes renuevan a la Iglesia, la hacen reverdecer, impiden que
se convierta en una institución esclerotizada, con su presencia entusiasta y
entusiasmante, energizan y oxigenan nuestras comunidades.

Joven, Dios no ha sido tacaño en sus dones contigo, discierne con lucidez los muchos
talentos, capacidades, virtudes y poderes que Él te ha confiado, para el bien tuyo y la
humanidad. No seas sordo ni ciego al llamado interior y exterior de forjar una sociedad
más fraterna y solidaria. Por favor piensa bien de ti mismo, y desde tu bondad original,
discierne en qué profesión muchos podrán alcanzar bienestar y felicidad y tú por
añadidura, plenitud humana.

Autor: Patricio Gámez Alvarez

Orientador

You might also like