You are on page 1of 2

El autoconocimiento a partir de las historias de otros

El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince nos cuenta de primera mano la relación que el escritor
tenía con su padre, desde pequeño hasta el fallecimiento de su progenitor, un escrito lleno de
sentimientos y memorias que tocan algunas de las fibras más íntimas del alma.

Por otra parte, La Cabaña escrito por Paul Young, ofrece la historia de un padre que pierde a su hija,
situación contraria a la tratada anteriormente. Con una demarcada orientación espiritual esta obra nos
trae grandes reflexiones sobre el amor, la fe y la religión.

En este breve artículo analizaremos y compararemos a dos personajes, uno de cada obra a través de tres
situaciones vividas en los libros por estos. Por parte de la obra de Faciolince miraremos el papel del hijo
que pierde a su padre, y en el caso de La Cabaña vamos a ver a el padre que pierde a su hija, Héctor Abad
hijo y Mackenzie Allen Phillips, respectivamente.

Como primera situación tenemos el hecho de la muerte de un ser querido. En principio ambos personajes
comparten un gran afecto por el ser querido que han perdido, lo que va a causar un rechazo y una
condena a Dios por la pérdida de su familiar, el más típico reflejo de la impotencia humana, y la necesidad
de hallar un responsable del dolor y la tristeza que sienten.

Naturalmente en principio, esa rabia va dirigida al “autor material” de los hechos, más, sin embargo, la
incapacidad de obtener “justicia” en ambos casos, va a causar la redirección de dicho rencor hacia Dios,
manifestado de diferentes maneras, en el caso de Héctor se genera una apatía que desencadena en
ateísmo, por parte de Mackenzie causará un notable deterioro en la relación con Dios, debilitando sus
experiencias de fe.

Este tipo de obras permiten el análisis de las pasiones del hombre no solo desde lo narrado por los
autores sino por dos vías más, la identificación y la interpretación. En el caso de la identificación el lector
encuentra semejanzas con las situaciones, pasiones, dolores de los personajes literarios y su propia vida.
Le permite darse cuenta de esa mentira romántica de creer que es quién es por creación propia, le
desmiente la idea de ser un sujeto original y le permite ver que en realidad hace parte de una
construcción social compleja, en donde los ejemplos y las experiencias ajenas además de las diferentes
relaciones que mantiene con los demás lo van desarrollando como sujeto único, pues la individualidad
del sujeto es innegable, pero de ahí a considerar que cada uno es original hay un trecho muy largo por
recorrer.

La interpretación, por otra parte, consiste en la interiorización de la obra, espacio en el que el lector saca
conclusiones personales que pueden ser incluso diferentes al mensaje implícito que había dejado el autor
en las letras plasmadas. Las experiencias de cada quién hacen que el texto tenga un matiz u otro, por
ejemplo, analicemos una segunda situación que permita evidenciar lo dicho acerca de la interpretación
del texto.

En las páginas de La Cabaña en determinado momento Mackenzie se ve en una situación en donde tiene
la oportunidad de decidir si perdona o no al asesino de su hija, tras negarse en principio, termina
accediendo reconociendo lo doloroso y difícil que es. Por otra parte, Abad en sus letras condena a los
asesinos de su padre, por arrebatarle sin justa causa a la persona que más amaba en el mundo, si bien
no lo hace de una manera violenta, se siente la ausencia de un verdadero perdón. Ahora bien, pese a
estar en dos situaciones similares no podemos decir que son iguales, el texto de Young al ser mucho más
espiritual lo que permite ver es que el personaje consigue perdonar porque encuentra soporte en Dios,
es toda una experiencia divina y de fe, mientras que Abad desde un lado meramente humano no
encuentra tan clara la senda del perdón. Es muy diferente que el texto sea leído por una persona que
haya perdido un hijo de forma violenta a otro que lo haya perdido por causas naturales, al igual con la
pérdida de un padre, y mucho más la lectura de aquel que no ha sufrido perdida alguna. En mi caso, que
se halla en el último, encuentro en los textos dos maneras de tomar los problemas de la vida, no solo la
muerte, sino cualquier situación cotidiana que signifique un problema para mí, guardando las
proporciones claramente. Tengo la posibilidad de hacer un ejercicio de fe y tomar las cosas de la mejor
manera posible entendiendo que tal vez tras de todo lo que sucede hay un trasfondo espiritual que no
es tan claro a primera vista, o puedo verlo como una cuestión meramente humana y atender las
desgracias con resignación y la mayor fortaleza posible.

Es tan solo un ejemplo de lo que cada uno puede abstraer de las ideas de los autores, dónde algunos ven
la posibilidad del perdón otros pueden ver un llamado de atención para no sucumbir a la debilidad, en
donde hay amor otro puede ver dolor, en la felicidad se puede ver tristeza, en los defectos se pueden
encontrar oportunidades. Todo esto hace parte de la llamada verdad novelesca, todo ese trasfondo
humanístico tras las letras que desgraciadamente se ha ido dejando a un lado por la banalidad y falsedad
de la sociedad, los libros nos permiten encontrarnos con nosotros mismos, afrontar nuestros miedos y
ver surgir nuestras pasiones en otros, lo que nos motiva, el sentido de la vida lo llamará Viktor Frankl, la
novela es una herramienta con la que contamos para hacer viajes introspectivos, que nos permiten
conocernos a través de los demás.

Sin embargo, no todas las lecturas permiten altos niveles de autoconocimiento, si bien se puede abstraer
algo de todo (como por ejemplo si la lectura es muy vacía se aprende que hay cosas que realmente no
merecen nuestro tiempo, o la importancia de hacer las cosas bien, etc. Recalco que es una cuestión muy
personal) hay textos que nos permiten una mejor interiorización, para explicar esto trataré la tercera y
última situación.

Como ya hemos dicho anteriormente los personajes perdieron a un ser querido, esto desemboco en
problemáticas con Dios, conflictos consigo mismos en el marco del perdón, pero ahora miraremos la
reacción respecto a los demás, específicamente frente a la familia la cual se entiende también sufre la
perdida. Acá el escenario es bastante distinto para cada sujeto, por una parte, Abad se une a su familia,
en especial a su madre, la impotencia que sienten hacen que encuentren refugio el uno en el otro, pues
entienden perfectamente los sentimientos del otro. Pero para Mackenzie no será tan fácil, al sentirse
responsable por la muerte de su hija el peso de la culpa va a hacer que se vuelva frío, alejado y que
descuide incluso la relación con su otra hija, que para una mayor complejidad de la situación también se
siente culpable por la defunción de su hermana, causando brechas difíciles de tratar en la familia y al
interior del hogar.

Las situaciones precedentes son tan solo un ejemplo de la gran complejidad que esconden las páginas
de estos libros, todo depende de la interiorización que realice el lector de las obras. Encuentro pues, dos
obras de lo que llamaría filosofía de la vida, son textos riquísimos en contenido no superando las 300
páginas y demostrando que para ser profundo no hay que ser confuso ni usar términos técnicos; de
manera sencilla y humilde estos dos autores nos ponen de presente vidas de otros, haciendo de estas
lecturas ejercicio teológicos, puesto que son textos que nos hacen pensar en nuestra espiritualidad,
nuestras creencias, nuestras relaciones con otros. Encuentro en este tipo de literatura lo que un budista
podría encontrar en la meditación, un espacio personal en dónde examino mi alma y busco que hay ahí
que aún no he visto o no conozco de mí.

Por Nicolás Portilla Vargas, estudiante de derecho de la Universidad Santo Tomás, cuarto
semestre, para la cátedra de Cultura Teológica.

You might also like