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INDICE.
Muchos de nuestros actos, suponen experiencias jurídicas que realizamos a diario, sin apenas darnos cuenta que pertenecen al mundo de lo jurídico. (Casarnos,
solicitar una beca, o simplemente al comprar o vender algo.)
Todas esas experiencias de lo jurídico han ido proporcionándonos una cierta idea, aunque sea vaga y confusa, de lo que es el Derecho. Idea que percibimos de
manera especial al experimentar sus efectos, perjudiciales unas veces (acciones penales, multas, sanciones, etc...) y beneficiosos en otras. (Garantizador de la paz,
orden social y derechos de las personas.)
El sentimiento jurídico hace que el hombre sienta el derecho, lo acepte y esté predispuesto a cumplirlo, no de forma apasionada e irracional, sino como algo
consciente y responsable que le hace amar la justicia.
El sentimiento jurídico no es necesariamente un sentimiento del jurista, sino del ser humano, no va unido necesariamente al conocimiento técnico de la realidad
jurídica.
El sentimiento jurídico, impulsa a todos los seres humanos a rechazar las injusticias, estimula el amor a la justicia y fomenta el hábito de acatar el Derecho.
El vocablo derecho está dotado de una gran carga polisémica, la mayoría de autores entienden que las acepciones pueden reducirse a cuatro fundamentales:
1. Derecho objetivo: En este caso la palabra se utiliza como norma o conjunto de normas, o sea como ordenamiento jurídico o sistema de normas vigen -
tes.
En un determinado espacio territorial (Derecho Español, Italiano, Francés...)
En un determinado periodo en el pasado. (Romano, medieval, etc…)
Referidas a una determinada parcela: Civil, mercantil, etc...
El Derecho objetivo recibe también el nombre de Derecho positivo en cuanto que sus preceptos han sido puestos, dictados o reconocidos por el Estado.
2. Derecho subjetivo: A través de esta acepción se atribuyen a los sujetos determinados poderes o facultades jurídicas de hacer, no hacer o exigir algo.
Cuando decimos “tengo derecho a” usamos el termino derecho en sentido subjetivo, pues se expresa una facultad jurídica o un poder de actuación, que
debe estar conferido por las normas.
3. Derecho como ciencia: También se empela el término Derecho como sinónimo de ciencia, nos referimos al saber humano que se proyecta sobre la rea -
lidad jurídica. (Cuando decimos, he estudiado Derecho)
4. Derecho como valor: Esta significación lleva implícito un ideal de justicia. Suele utilizarse en expresiones de carácter negativo. La exclamación “no
tiene derecho a” se emplea cuando se atenta contra un ser inocente o ante un hecho repugnante. En estos casos, no se apela a la carencia de normas sino
más bien a la ausencia de determinados valores sociales. En este caso la palabra Derecho está expresando un juicio de valor.
Las distintas significaciones del término derecho nos permiten afirmar que estamos ante un vocablo análogo. Entre las distintas significaciones se observan
evidentes relaciones, existe una conexión lógica.
El analogado principal seria el Derecho en sentido objetivo, mientras que el resto de acepciones serían los analogados secundarios.
La acepción más propia de la palabra “derecho” es aquella que lo concibe como norma impuesta por el poder político. En las normas jurídicas se apoyan los
derechos subjetivos y la posibilidad de su defensa ante los tribunales; la Ciencia jurídica o Jurisprudencia es el estudio de las normas del Derecho positivo.
3. DIMENSIONES BASICAS DEL DERECHO. LA PLURIMENSIONALIDAD DEL FENÓMENO
JURÍDICO. [HOT6]
El Derecho se nos presenta siempre como una realidad muy compleja, por lo que algunos filósofos del derecho hablan de pluridimensionalidad del fenómeno
jurídico.
Según esta visión, un análisis de la realidad jurídica viene a demostrar que en ella se dan tres grandes dimensiones, que son complementarias:
1) la dimensión normativa
2) la dimensión histórica o fáctica
3) la dimensión valorativa.
Desde este punto de vista doctrinal el derecho se presenta como una realidad constitutivamente tridimensional que se manifiesta y actúa al mismo tiempo como
norma, como hecho y como valor.
Por este motivo, debe considerarse también desde el punto de vista de su producción en el seno del grupo social organizado, el carácter social es esencial. Sólo
donde hay sociedad hay Derecho.
El Derecho pretende regular las relaciones que se producen en el seno de la vida social y para ellos tiene que contar con la existencia de unos hechos o realidades
fácticas que constituyen el objeto de las diferentes regulaciones jurídicas. (Hechos económicos, políticos, científicos, etc...)
Pues bien, en la medida, en que el Derecho actúa y está presente en la vida humana, se manifiesta como un hecho histórico de carácter cultural. Por esta razón,
para dar una explicación completa del Derecho, tenemos que detenernos en el estudio de su dimensión histórico-fáctica.
Esta dimensión abre el análisis teórico del Derecho al tema de su eficacia social, en el sentido de si la validez del Derecho está condicionada por la
eficacia, de forma que sólo podrán ser calificadas como normas jurídicas válidas, aquellas que han alcanzado un mínimo nivel de efectividad social.
Tal y como han afirmado algunos juristas (Kelsen), la validez seria carácter esencial del Derecho o cuando menos una condición básica de su existencia.
El Derecho no es neutral, pues en el origen de toda norma jurídica está presente siempre un juicio de valor que puede considerarse uno de los elementos originarios
del Derecho.
La propia existencia del Derecho apunta hacia la presencia de unos principios o criterios de valoración que actúan como si estuvieran situados por encima del
propio Derecho La realización de estos principios o valores vienen proporcionando a los distintos Derecho históricos su propia legitimación ética. En la medida
que coinciden con el paradigma de Derecho ideal, se afirma que es una normatividad jurídica lo suficientemente justa como para que pueda ser reconocida como
genuino Derecho.
Esta dimensión ha sido plasmada tradicionalmente en la consustancial vinculación del Derecho con la justicia. Muchos filósofos del derecho entienden que la
justicia es un elemento constitutivo o esencial del Derecho y afirman que no podríamos hablar de le existencia de un Derecho que no sea justo.
El Derecho es norma, con especiales características, elaborada por los hombres, con el propósito de realizar unos valores en la vida social.
Las tres dimensiones de la realidad jurídica son igualmente importantes e imprescindibles para el conocimiento integral del derecho.
4. PRINCIPALES CONCEPCIONES DEL DERECHO A LO LARGO DE LA
HISTORIA. IUSNATURALISMO Y POSITIVISMO JURÍDICO.
No existe una concepción unánime y uniforme del Derecho sino una pluralidad de concepciones del mismo. Las más representativas son las siguientes.
Las normas y sentencias de los jueces no sólo han de ser legales sino que también han de ser justas. Se entiende que el derecho está constituido por una serie de
normas que tratan de realizar el ideal de justicia.
En cualquier caso hay que tener en cuenta que es difícil identificar de manera absoluta el Derecho con la justicia, puesto que la justicia de las leyes rara vez es total
y plena. Las leyes han de manifestarse a través de formulaciones generales, esta generalidad es incompatible con la justicia exigida en cada caso concreto. Además
la idea de justicia es variable, según los ideales a que aspira cada individuo y según las diversas situaciones sociales.
Por todo ello, la concepción valorativa más que una identificación óntica con el Derecho debe pretender e imponer ciertas exigencias a las normas y señalar
determinadas barreras al derecho.
El Derecho puesto por el poder político adquiere la condición de Derecho válido si asegura la efectividad de los derechos naturales; si no es así, no es Derecho.
El Derecho positivo solo forma parte del sistema jurídico en la medida en que es acorde con el Derecho natural, si no se da dicha concordancia el Derecho positivo
no puede considerarse Derecho válido.
Este planteamiento implica el dogma de la plenitud del Derecho, es decir admitiendo que el ordenamiento jurídico tiene siempre la posibilidad de llenar todos los
espacios vacíos por un procedimiento de autointegración. Lo utópico de esta afirmación conlleva a la concepción estatal-formalista a afirmar que todo lo que no
puede encuadrarse en la ley o resolverse por principios de autointegración es jurídicamente irrelevante. (Los conceptos de vacío legal y autointegración vienen
desarrollados en los puntos 2. y 3. de la lección 8)
La ciencia jurídica moderna tiene un marcado carácter estatalista-formalista, si bien sus argumentos para resaltar el valor del orden y la seguridad del Derecho no
han sido suficientes como para impedir la aparición de otras concepciones que defienden otros valores e ideales jurídicos.
Para caracterizar el positivismo en habitual señalar que, en relación con el Derecho, este término puede ser entendido por tres maneras distintas:
En sentido metodológico, positivismo significa conocimiento del Derecho sin juicios de valor.
Cabe entender también el positivismo jurídico como un conjunto de criterios que nos permite distinguir el Derecho de otros órdenes normativos.
También es posible entender el positivismo como una ideología favorable a conceder valor moral al cumplimiento de la ley bajo el supuesto de que hay
una obligación incondicionada de obedecer las leyes. Este último aspecto está hoy día abandonado.
El positivismo jurídico define la norma jurídica como un mandato coactivo y considera la legislación como la principal fuente de derecho. El Juez se limitará a
aplicar exactamente la voluntad del legislador, sin añadir ni quitar nada a sus palabras, a la ley.
Desde el punto de vista de H. L. A. Hart, las tesis características del positivismo son tres:
El Derecho se compone exclusivamente de reglas.
Es obra humana, y en consecuencia, es un hecho social, histórico y puramente convencional (lo cual excluye toda referencia a Derecho natural alguno).
El Derecho y la moral son realidades independientes.
La concepción estatal-formalista se muestra incapaz de resolver muchos de los interrogantes y aspiraciones que el ser humano se plantea sobre el Derecho, por este
motivo surgieron una serie de planteamientos nuevos que pueden agruparse dentro de la concepción sociológico-realista.
Esta concepción abandona el normativismo para conectar lo jurídico con la sociedad. Se busca acomodar la realidad de la sociedad a sus necesidades,
exigencias y aspiraciones, entendiendo que éstas han de ser tenidas en cuenta por el derecho.
El ideal máximo es servir a los fines y aspiraciones de la sociedad en cuyo seno se desenvuelve el derecho.
El Derecho no consiste en normas o leyes sino los hechos, los comportamientos sociales efectivos y las decisiones que toman los jueces en relación con
los casos y situaciones concretas que presenta la vida real.
Entre las concepciones sociológicas la más importante es el llamado Realismo Jurídico que ha realizado una importante crítica contra el rígido sistema mecanicista
de aplicación de la ley defendido por las teorías formalistas.
Las dificultades para llegar a la formulación de un concepto único y uniforme del Derecho son múltiples, entre las que destacan:
Dificultades que proceden del lenguaje que utilizamos para comunicarnos las realidades jurídicas como lo demuestra la polisemia del propio término
Derecho o la vaguedad y ambigüedad de muchas expresiones jurídicas.
Dificultades que emanan del contenido mismo del Derecho que se manifiesta por su realidad pluridimensional.
Dificultades que provienen de las difererentes concepciones que los individuos tienen sobre el fenómeno jurídico, es decir los diferentes puntos de vista
posiciones ideológicas que los individuos tienen sobre el fenómeno jurídico.
Por todo ello se hace difícil establecer un concepto unitario del Derecho.
Primeramente surge en todos los sectores de la vida social, un sistema de modelos de comportamiento dotados de simple fuerza fáctica, para después irse
transformando progresivamente en una normatividad racional de validez general.
Esta ordenación o reglamentación colectiva, en un principio se ve sostenida por una especie de presión que el grupo ejerce sobre cada uno de sus miembros para
que la respete. Pero termina necesitando el respaldo de la acción institucionalizada de unos órganos, que tengan la misión específica de garantizar, que las
relaciones sociales se desarrollan dentro de los límites del orden establecido.
Es imprescindible para la supervivencia de la sociedad, que existan unos códigos de directrices o reglas de conducta, que actúen como garantía de que la vida
comunitaria se va a desarrollar dentro de los cauces que se consideran mayoritariamente como adecuados.
Las normas de actuación no deben considerarse, un mero producto artificial. Son más bien, una consecuencia natural y un instrumento imprescindible para la
consolidación y desarrollo de la vida social. Han ido surgiendo para hacer frente a la necesidad de mantener un control explícito del comportamiento de sus
miembros que impida cualquier posible desviación que ponga en peligro la estabilidad y permanencia de la propia sociedad.
1.3. ¿Cómo es la sociedad? Cohesión social, medios de control social y normas de conducta
Para que exista una sociedad y perviva resulta necesario un mínimo de cohesión social. Para ello se necesita medios de control social, que controlen las conductas
atípicas.
Por medios de control social entendemos los mecanismos desarrollados en el grupo social, dirigidos al control de la conducta de sus miembros para evitar
conductas atípicas. Uno de los medios fundamentales de control social son las normas de conducta, gracias a ellas los miembros del grupo social poseen un patrón
referencial de cara a ver satisfechas sus expectativas en sus relaciones sociales.
Se puede dar en una sociedad una situación de anomia, o ausencia de normas que regulen determinados comportamientos. En la mayoría de los casos la situación
de anomia es debida a un conflicto de normas que deja un vacío normativo que regule la conducta, lo que puede llevar al individuo a realizar una acción
considerada atípica por la sociedad.
La progresiva diversificación de los campos de actividad ( moral, jurídico, económico, deportivo, urbanístico, penal, etc...) y el acelerado proceso de
especialización de las agrupaciones humanas que integran la sociedad (familiar, mercantil, docente, judicial, militar, sindical, etc...) han desembocado en una
abigarrada multiplicidad de códigos normativos.
Además hay otro tipo de factores que han contribuido al proceso de diferenciación tipológica de las normas, como son los cambios producidos por la evolución de
los valores del grupo (axiológico,) la aparición de nuevos problemas, necesidades y aspiraciones en la organización de la convivencia y la experiencia adquirida de
sus diferentes soluciones.
Entre los variados códigos de reglas, por su importancia, por el vigor que han alcanzado y por su nivel de institucionalización, han destacado estos tres: la Moral,
el Derecho y los Usos Sociales.
Estos códigos han actuado siempre en el seno de los grupos sociales y han actuado por tanto como agentes de control y organización de la vida social.
(Por los otros apuntes)
La presencia de códigos normativos depende del momento y del lugar y del grupo social que consideremos. En la actualidad es fácilmente constatable la
existencia de una gran cantidad de códigos normativos en la vida social.
Los principales sistemas normativos actualmente vigentes son las normas morales, los usos sociales y las normas jurídicas.
Si se concibe la estructura de la sociedad desde una perspectiva funcionalista, donde la función se entiende como todo resultado constatable como
consecuencia de la existencia de un elemento en la sociedad que contribuye a mantener su grado de integración, y la disfunción como la consecuencia
verificable en el grupo social que redunda en el menoscabo de su nivel de integración; evidentemente el Derecho cumple determinadas funciones en la
sociedad, en la medida en que se halla en una concreta posición en el orden social.
Los principales medios de control social son las normas, y el Derecho es una realidad, entre otras cosas, normativa, por lo tanto, la normatividad jurídica
constituye un medio de control social de especial importancia.
Además del Derecho existen otros códigos normativos como la Moral y los Usos sociales que pueden llegar a ejercer una gran influencia en las conductas
de los hombres con mayor intensidad que las normas jurídicas.
Por tanto desde un punto de vista histórico, se confirma la percepción de que Derecho, Moral y Usos Sociales son simples manifestaciones diferenciadas de un
tronco normativo común. Por este motivo, no es sorprendente el hecho de que la normatividad ética de las sociedades actuales, se presente todavía como un
trenzado en el que están entretejidas y mezcladas las normas de los distintos sectores y códigos.
Este hecho implica que aunque es posible distinguir desde un punto de vista analítico-especulativo las distintas partes (Derecho, Moral y Usos sociales,) éstas no
pueden ser separadas en la práctica sin destruir el sentido y funcionalidad que tiene cada uno de los sectores normativos en cuanto parte del todo. Pero para el
orden social, esta conexión e interdependencia de los distintos sectores de normas es vital.
Desde la perspectiva histórica, Derecho, Moral y Usos sociales aparecen como partes o sectores de la normatividad global que ha regido durante milenios la vida
de los hombres en sociedad.
La importancia que cada tipo de relación social tiene para el grupo, ha sido determinante a la hora de dotarla o no de regulación jurídica. Lo que ha decidido su
sometimiento a la regulación jurídica, a la regulación moral, o a la regulación de los usos sociales, ha sido siempre en cada caso la valoración que el grupo ha
atribuido a las relaciones sociales y a las conductas humanas correspondientes, en orden a la conservación y desarrollo de la propia vida social.
Son los grupos humanos los que determinan en cada momento que conductas y relaciones sociales tienen importancia vital para la vida social y cuales no. Por esto
no es posible diferenciar el Derecho, de la Moral o de los Usos sociales por la materia que cada uno regula.
Las relaciones existentes entre estos órdenes normativos en cada tiempo y lugar han sido percibidas y entendidas de una forma particular. Sin embargo, en la
actualidad, puede proponerse el siguiente esquema:
Una primera etapa, desde las primitivas formas humanas de organización social, pasando por la Antigüedad clásica, y llegando hasta el final del Medie -
vo, en que puede constatarse una total confusión entre ellos.
Una segunda etapa, coincidente con la Modernidad(a partir del siglo XVI) y en la que el Derecho se separa de la Moral, gracias a los acontecimientos
históricos como la progresiva secularización del saber y la acción humana, y en el ámbito de las ideas(Thomasius, Kant, Kelsen).
Una tercera etapa, principalmente después de la segunda Guerra Mundial, en la que se producen diversos intentos de conexión entre ellos pero, sin lle -
gar a la confusión de la primera etapa. Las tesis de Hart y Dworkin se inscriben en este contexto.
El comportamiento social de los miembros de las agrupaciones humanas es regulado de forma simultánea por los tres códigos básicos de normatividad (D, M y
US.) El protagonismo de cada uno de esos códigos varía en función del distinto carácter de cada comportamiento.
El hecho de la paulatina separación en nuestras sociedades de la unidad religiosa e incluso de la unidad ética, han venido impulsando la separación y
contraposición entre Moral y Derecho.
Este hecho ha favorecido la tendencia a pensar que el Derecho, debe ser también básicamente amoral. (Neutral desde el punto de vista de los códigos morales
particulares.) De lo contrario podría no cumplir la función de unir y pacificar las relaciones sociales y al contrario, ser fuente de conflictos.
Sin embargo también existen otros movimientos que en reacción a lo anterior alertan del progresivo efecto deshumanizador que la desvinculación moral está
produciendo en el Derecho.
La actual filosofía del Derecho y del Estado se cuestiona de nuevo si toda la razón de ser de las leyes se reduce al desnudo mandato del poder legítimamente
constituido o si consiste más bien en ser instrumento puesto al servicio de la dignidad moral del hombre. (Ejem: derecho a la objeción de conciencia)
El comportamiento de los hombres en sociedad, está sometido simultáneamente a las normas morales y a las normas jurídicas, por tanto la reglamentación jurídica,
debería sintonizar al máximo con las creencias y convicciones de los sujetos a los que va dirigido. Esto incluso en los casos en que se de la coexistencia social, de
varios sistemas morales que contengan postulados éticos parcialmente divergentes.
En este supuesto, parece que solo caben dos opciones políticas fundamentales.
1) Máximo respeto a la libertad del individuo-persona. El Derecho debe regular únicamente el mínimo necesario para conservar la vida social
dejando el resto a la autonomía de los individuos.
El Derecho ha de tener en cuenta que las convicciones religiosas, concepciones políticas y las ideas morales exigen un espacio libre de comportamiento al mismo
tiempo que flexibilidad y tolerancia en la regulación jurídica.
2) La beligerancia moral del Derecho, que exige que éste contribuya a implantar en la sociedad los principios de una moral que se considera
superior.
El grupo o sector más fuerte socialmente (por mayoría o por poder) es el que esta llamado a imponer jurídicamente unas determinadas convicciones morales al
resto de grupos.
El respeto del Derecho a la privacidad y autonomía moral del individuo ha de ser considerado como un postulado irrenunciable de la organización social. Pero
debe aceptarse también el principio de que en caso de conflicto, este postulado ha de ceder ante las exigencias del respeto general a las convicciones éticas de la
mayoría y a los valores fundamentales de la sociedad justamente ordenada. (Respeto a la integridad física y moral, la libre autodeterminación personal, la
generalidad de la ley, igualdad de trato y oportunidades, pluralismo ideológico, bienestar público y seguridad jurídica y política.)
Al hacer referencia el planteamiento de una complementariedad entre Moral y Derecho hay que tener en cuenta de que son dos órdenes normativos de una
naturaleza diversa. Hart y Dworkindemuestran que tal complementariedad se afirma en la existencia de una base ética del Derecho, la cual se expresa en dos
aspectos: la importancia de los llamados principios jurídicos como elementos éticos fundamentales del Derecho (conexión entre Derecho y Moral a nivel jurídico-
normativo) y la concepción de derecho shumanos como mínimo ético fundamental (los derechos humanos se conciben como valores o exigencias morales insertas
en el Derecho).
Históricamente se observa que un buen número de materias o conductas han sido reguladas alternativamente, unas veces por el Derecho y otras por los Usos. La
frontera entre unas conductas y otras no ha sido casi nunca fija.
El Derecho no es solo regla, si no orientación general de conducta a través de la influencia ejercida recíprocamente por los miembros del grupo.
El cumplimiento de esta función, dependerá del grado de persuasión que alcancen las normas, lo que dependerá la capacidad comunicativa del Derecho, ya que las
normas jurídicas no dejan de ser un conjunto de mensajes que el emisor de las normas dirige al destinatario, de esta forma el Derecho opera como instrumento de
comunicación por el cual se transmiten y se reciben deseos, órdenes, informaciones, etc...
La aptitud y la disposición positiva del destinatario del derecho para recibir los mensajes que se le dirigen, su capacidad para interiorizarlos y por tanto su modo de
cumplimiento. Depende de varios factores:
1) Necesidades y deseos que el grupo tenga.
2) Abundancia o escasez de medios naturales o técnicos para la satisfacción de esas necesidades.
3) Creencias o convicciones sociales vigentes (ética social)
4) Acción de las tradiciones.
5) Coyuntura económica y política.
Todos estos factores actúan sobre la mente y la voluntad de quienes hacen el Derecho: legisladores, funcionarios administrativos y jueces.
Las técnicas a través de los que ejerce esa función son variadas:
1) Técnicas “protectoras” o “represivas”: son aquellas que tienden a imponer deberes jurídicos positivos (obligaciones) o negativos (prohibiciones) a
los individuos con la amenaza de una pena o sanción de tipo negativo.
Son típicas del Estado liberal clásico donde el Derecho es mero garante de la autonomía y del libre juego de mercado.
2) Técnicas “organizativas”, “directivas”, “regulativas”: son aquellas mediante las cuales el Derecho organiza la estructura social y económica, define
y otorga poderes, competencias, regula la intervención política en la actividad social y económica, distribuye los recursos disponibles.
A través de estas técnicas el Derecho trata de reformar estructuras sociales y económicas, siendo un mecanismo hoy muy utilizado, en la transición del modelo de
estado liberal al social e intervencionista. Se caracteriza por un aumento de las estructuras normativo-burocráticas de carácter público.
3) Técnicas “promocionales” o de “alentamiento”: son las que pretenden disuadir para la realización de comportamientos socialmente necesarios. Se
utilizan las “leyes-incentivo” a las que se une un tipo de sanción positiva, que puede consistir en la concesión de un premio o compensación por una
determinada acción.
Estas técnicas comienzan su despliegue con el estado del bienestar. Se trataría para algunos autores de una nueva función del Derecho: la promocional y
distributiva a través de la cual, quienes disponen del aparto jurídico asignan a los miembros del grupo social los recursos económicos y no económicos de que
disponen. (Nuevo estado social, asistencial.)
El control social consiste en la regulación de la conducta de los miembros de un grupo social mediante el establecimiento de unos valores ideológicos y de unas
normas de comportamiento.
Hace falta disponer de poder, y éste se expresa a través del control que se ejerce sobre los mismos. Hay muchos medios de control social: la educación, la
ideología compartida por el grupo, la religión, la economía, la opinión pública, la cultura, el Derecho.
El control social se ejerce de muchas maneras. Una muy eficaz es la socialización, proceso por el que un ser humano interioriza durante su vida unos esquemas de
conducta de acuerdo en unas convenciones y normas del medio sociocultural al que pertenece. En la socialización están integrados las normas morales, los usos
sociales y las normas jurídicas.
La socializaciones la primera manifestación del control social que ejerce el Derecho. Hay más: la función de organización u orientación de los comportamientos es
otra manifestación de control social jurídico, y así las demás funciones. Cuando fallan esos medios de integración, aparece la otra cara del control social que se
manifiesta en la corrección de las conductas desviadas.
Hay distintas teorías que explican los comportamientos desviados:
La primera va unida a la concepción funcionalista de la sociedad. En los casos de desviación social se ha producido un fallo en el proceso de socializa-
ción, por lo que los individuos concretos no siguen las pautas marcadas. Se trata de un fallo ocasional corregido por los mecanismos jurídicos de con-
trol social. El control es coactivo y a posteriori.
La segunda considera la desviación como un fallo estructural del propio sistema social. La desviación no es algo ocasional o excepcional sino como un
defecto del diseño o estructura del sistema. Es una incompatibilidad o desproporción entre medios y fines; la sociedad ofrece a los ciudadanos unos ob-
jetivos (éxito social, medido como riqueza, status, etc.) que hay que conseguir con medios lícitos. Los objetivos se ofrecen por igual pero los medios es-
tán muy desigualmente repartidos. La conducta desviada sería una respuesta a esa no igual distribución de medios legítimos.
Otra entiende la conducta desviada como el resultado del proceso de etiquetamiento o estigmatización social, que no derivaría de la infracción de una
conducta. Esta actuación no es fruto de un proceso neutro sino que se trata de una actuación que protege el modelo social existente, al reaccionar contra
quienes se manifiestan como diferentes.
El Derecho es básicamente un sistema de control social, lo que quiere decir que el Derecho dirige y guía las conductas y que supervisa el funcionamiento de las
demás instituciones sociales para conseguir la integración, la cohesión y el equilibrio social. Utiliza tanto técnicas preventivas como promocionales. Es un
mecanismo de control social muy formalizado, ya que impone exigencias de conducta y tiene previstas sanciones para los casos de incumplimiento; determina que
conductas son sancionables, a través de que órganos y con qué procedimiento.
3. LA FUNCIÓN DE PACIFICACIÓN Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS. [HOT]
Las relaciones sociales son conflictivas. La vida social está caracterizada por exigencias de comportamiento antagónicas entre sí. Cada persona y cada grupo tiene
una multitud de deseos que satisfacer y frecuentemente entran en competencia o en conflicto entre ellos.
No hay más que dos procedimientos para zanjar los conflictos: o bien por la fuerza o bien por medio de una regulación objetiva que sea obedecida por las dos
partes en conflicto. Este último es el camino adoptado por las normas jurídicas, para evitar que la fuerza resuelva tales conflictos.
En los países con derecho codificado, como el nuestro, el Derecho afronta el conflicto no sólo desde los tribunales, resolviendo, sino que su tratamiento comienza
cuando ya es juridificado en la fase legislativa.
El conflicto puede considerarse también en su aspecto positivo, como estímulo para el desarrollo de ideas nuevas y en consecuencia nuevas normas. Todo cambio,
incluso en el ámbito jurídico, ha surgido de un conflicto. Esto hace que se denomine a esta función “de tratamiento de los conflictos declarados”, la tarea del orden
jurídico no acaba nunca, está en estado de continua reelaboración. Es así porque los intereses no reconocidos o no protegidos siguen ejerciendo presión para
obtener mañana el reconocimiento que ayer no consiguieron.
Capacidad disgregadora del Derecho: También hay que tener en cuenta que la misma legislación, puede ser impulsora de transformaciones sociales y económicas,
y que estos cambios pueden originar conflictos. Incluso, la misma resolución judicial puede llegar a ser originadora de conflictos, no solo porque puede ser
recurrida, sino porque la situación que ha creado no es más que un cambio de situación, susceptible de crear nuevos conflictos.
Según la visión jurídica, el Derecho, al tratar los conflictos, los dirime, los resuelve.
Según la visión sociológica, toda decisión, no es otra cosa que un acontecimiento que contribuye a producir otros, por tanto no es un hecho resolutivo,
sino sencillamente un cambio de situación.
La legitimación hace referencia al hecho de la aceptación o del rechazo social de una pretendida legitimidad. Los valores y normas que socialmente poseen
una legitimidad, son eficaces en el grupo y convierten al poder en un poder aceptable.
El Derecho busca así la legitimación del poder establecido a través del consenso de la ciudadanía, procurando que esta se adhiera al modelo organizativo
que se inscribe en las normas jurídicas.
Las normas se presentan no solo como reglas persuasivas, como ocurre en la función de orientación social, sino como factor de convicción que pretende
lograr la adhesión de los individuos.
El Derecho para poder zanjar los conflictos de intereses necesita, además de un criterio para resolverlos, estar apoyado por el poder político.
A la vez, el Derecho legitima el poder político, organizándolo, limitándolo, es decir, lo somete a determinadas formas, especifica una serie de competencias
y unos determinados procedimientos.
La organización jurídica del poder dota a éste de una mayor estabilidad, mayor regularidad, pero al mismo tiempo, limita su alcance, lo que le aleja de las
posibilidad de ser un poder arbitrario.
Esta función está intrincada en la función de resolución de conflictos, ya que el Derecho determina a la postre las instancias que han de decidir en caso de
conflicto. Las reglas de competencia y procedimiento tienen especial función legitimadora, el poder se convierte a través de ellas en Derecho.
Amplias partes del Derecho tienen hoy en día la función de regular la estructura interna del aparato jurídico y de conseguir su eficacia práctica por medio de
la legitimación entre los miembros de la comunidad jurídica. Es el Derecho del Estado de Derecho en su sentido específico.
5. FUNCION PROMOCIONAL DE LA JUSTICIA Y DEL BIENESTAR DE LOS
CIDUDADANOS. [HOT]
Existen otras funciones secundarias del Derecho: distributiva, organizativa, integradora, educativa y promocional. Todas ellas vienen a confluir en la más
general, que es la regulación de la vida social.
La función promocional de la justicia y del bienestar de los ciudadanos implica una posición activa del Derecho y del Estado con la intención de promover
situaciones más justas en la compleja realidad social.
El Derecho tiende, como una de sus principales funciones, a instaurar un sistema justo y que la justicia actúe e influya sobre el Derecho y la organización
social a través de las variables concepciones de los hombres.
Actualmente se considera que el núcleo central de la justicia es el conjunto de los derecho humanos, recogidos en la Declaración Universal de 1948 en
incorporados a la mayoría de las Constituciones de nuestro entorno.
La plena realización de las exigencias de la justicia, es el camino más directo para procurar el bienestar de los ciudadanos, protegiendo eficazmente la
dignidad personal de cada uno de ellos.
El Estado liberal mantiene coactivamente lo que entiende que son los fundamentos del orden social; ofrece un marco jurídico para las relaciones económicas y,
también, procedimientos para la solución de los conflictos. Se limita a tareas negativas de vigilancia y control, sin interferir en este sistema la autonomía
individual. No se introduce mediación protectora en la contratación porque se supone que la mecánica de la sociedad (el mercado) genera por sí misma la
prosperidad de los ciudadanos y la justicia social.
El resultado es la miseria de amplísimas capas de población, lo que explica la necesidad de algún mecanismo capaz de poner coto a la pobreza y a la conflictividad
que de ella se deriva.
Ese mecanismo es el Estado social, al cual acompaña una gran transformación en las funciones que desempeña el Derecho: al Derecho represivo le siguen el
Derecho regulativo o intervencionista y el Derecho promocional.
El Derecho promocional interviene en una economía de mercado y consiste en estímulos dirigidos a alentar ciertas conductas de los sujetos de la esfera privada en
perjuicio de otras. El Estado se sirve de diversas técnicas como los incentivos, la creación de infraestructuras o la negociación con los agentes sociales de las reglas
a las que luego someterán su actividad.
El Derecho promocional, propio del Estado de bienestar, pretende conseguir con intervenciones directas, que llegue a todos el valor propio de esa forma de Estado,
la autonomía material de los individuos.
LECCIÓN 4.
DERECHO, PODER Y ESTADO.
1. EL DEBATE SOBRE LA RELACIÓN ENTRE EL DERECHO Y EL PODER
POLÍTICO. [HOT]
El tema de las relaciones entre el Derecho y el poder ha constituido una preocupación constante de la doctrina jurídica y política desde la más remota antigüedad.
Aunque se admite generalmente que entre el Derecho y el poder ha existido y existe una vinculación muy estrecha, no hay acuerdo sobre el sentido y el alcance
que debe que tener esa vinculación, por lo que este punto ha sido objeto de muy distintas interpretaciones a lo largo de la historia.
Ya en la época antigua existía una clara preocupación acerca de las relaciones entre el fenómeno del poder y el fenómeno jurídico. Las reflexiones iusfilosóficas
oscilaban entre aquellas que atribuían un fundamento divino al Derecho y las que afirmaban un origen contractual con las leyes, pero sobre todo se centraban en la
búsqueda de principios de justicia válidos para hacer frente al despotismo y la arbitrariedad de los gobernantes.
Autores como Trasímaco, Spinoza o Marx, que ofrecen una fiel interpretación, dando testimonio y denuncia de lo que realmente ocurría en las relaciones sociales
de su época: el control efectivo que ejercían sobre el derecho aquellos sujetos sociales que monopolizaban los resortes del poder.
Otros, que sustentan una línea de doctrina que propugna la tesis de la reducción del Derecho al poder.
Ya en la Atenas del siglo V a.c. Algunos sofistas como Gorgias o Calicles, afirmaron la primacía de la ley natural del más fuerte frente a las leyes establecidas en la
polis por la mayoría de los débiles en defensa de sus intereses.
En época más reciente Nietzsche proclamó que el Derecho es siempre fruto de la conquista, que no hay Derecho sin poder y que la fuerza es congénita y esencial a
todo Derecho y justicia.
Autores más actuales como Kelsen o Ross, han caracterizado el Derecho como un conjunto de normas que se definen por constituirse en organización y regulación
del empleo de la coacción, reduciéndolo en buena medida a un acto de fuerza.
Doctrina que admite algún tipo de convergencia: Derecho y poder a pesar de ser dos diferentes principios de acción, no son incompatibles, sino que están
llamados a complementarse en la función de ordenar las relaciones sociales.
El Derecho necesita del poder para existir y para ser eficaz. La propia finalidad y función de orden y seguridad que desempeña en la sociedad, exigen que el
Derecho cuente con un poder que sea capaz de imponer de forma irresistible el cumplimento de sus mandatos.
Así el Derecho no puede ser identificado con el poder ni tampoco ser reducido a un simple reflejo suyo. Por el contrario, están siempre inmersos en una
tensa relación entre el poder y sus intereses, de una parte y las exigencias insobornables de los valores (especialmente el de justicia) de otra.
Cuando el Derecho se presenta como un simple producto del poder y la fuerza, no podrá alcanzar el objetivo fundamental de hacer nacer en los miembros de
la comunidad, la idea y el sentimiento de estar obligados a obedecer sus normas. No será pues verdadero Derecho. (Rousseau)
El poder actúa solamente como garantía de los deberes que el Derecho impone, de modo que la colaboración entre el poder y el Derecho se debe únicamente
a la necesidad que el segundo tiene de ser eficaz. Es decir, surge de una exigencia funcional, no de una identidad estructural o esencial.
(Por los otros apuntes)
La visión que contempla al Derecho como una realidad contrapuesta e independiente del poder; tuvo su aceptación en la Edad Media europea (s. V al XV). La idea
central de la corriente que dominó el pensamiento filosófico medieval fue la Escolástica: El Derecho natural, fundado en una serie de principios de justicia eternos
e inmutables (por provenir del orden divino de la creación), constituye para los escolásticos el auténtico orden jurídico, mientras que las leyes humanas
promulgadas por los gobernantes solo se pueden considerar Derecho de una forma derivativa, en la medida que se deriven o no contradigan aquel Derecho natural.
Así, los mandatos del gobernante que no se ajustaban estos principios naturales no eran sino hechos de fuerza ajenos al Derecho.
El poder se convierte así únicamente en la instancia que promulga y da forma a un Derecho positivo que solo deviene tan en cuanto deriva del Derecho natural.
El poder político, que no aparece en agrupaciones humanas pequeñas, (cuando los individuos están vinculados por lazos personales,) aparece como una necesidad,
cuando los grupos humanos se hacen grandes y complejos. La existencia de un poder público organizado que actúa como gestor de los intereses y de las
finalidades comunes, dirigiendo la realización de un proyecto de vida común.-
En consecuencia el poder político, utiliza sobre todo directrices formuladas a través de normas generales y estables. Estas normas indican como deben conducirse
los hombres para convivir y lo que es bueno y lo que es malo desde el punto de vista de los valores vigentes del grupo. De este modo el poder político actúa como
coordinador de las múltiples voluntades e intereses individuales que existen en cualquier comunidad y logra al mismo tiempo, esa legitimación que los miembros
le exigen siempre para someterse voluntariamente a él.
El poder político reclama la existencia del Derecho puesto que éste es precisamente el instrumento de racionalización de los mandatos del poder. Y a su vez, el
Derecho, desde su propia estructura funcional, reclama la existencia y respaldo de un poder político capaz de garantizarle la eficacia.
Es inevitable que la normatividad jurídica apoye su efectividad en la máxima capacidad de presión que corresponde al poder político, del mismo modo que resulta
inevitable que éste pretenda siempre legitimar su propio ejercicio a través de la cobertura de la justificación jurídica.
La relación entre Derecho y poder político incluye también con frecuencia alguna dosis de tensión, puesto que si bien éste utiliza el Derecho para imponer su
orden, al intentar institucionalizar ese orden mediante legalidad jurídica, termina sometiendo su propia arbitrariedad a la eficacia estabilizadora del Derecho que
crea. Pero a su vez el Derecho, que es quien deslinda las esferas del poder político y se constituye en control reglado de ese poder, necesita que la organización
política lo defina y lo garantice mediante sus mecanismos de poder.
Se trata de la visión Positivista del Derecho, donde se vincula Derecho y Poder. El planteamiento anterior cambia radicalmente a fines del Medievo.
Derecho ya no basado en la fe sino en la razón.
Es en el Renacimiento, de la mano de pensadores políticos, cuando se comienza a pensar que las leyes derivan de la voluntad humana sin intervención
alguna de la divinidad.
Es Bodino quien fundamentalmente inicia el concepto de soberanía como relación entre Derecho y Poder. El Derecho es el principal instrumento del
dominio del poder. “La ley no es más que el mandato del soberano que hace uso de su poder”. Las leyes se contemplan, en lo sucesivo, como el principal
instrumento de dominio del poder soberano.
Otra vertiente fue el contractualismo, que provino de la Burguesía Moderna y su teoría del contrato social: define el poder mediante un pacto celebrado
entre individuos libres e iguales para terminar con las situaciones de enfrentamiento. Si el poder político (el Estado) es creado por todos los individuos y en
beneficio de todos los ciudadanos, resultará evidente que el poder no es un fin en sí mismo, sino un instrumento para la realización de fines que le
trascienden y que no pueden sino venir determinados por el cuerpo social del que es expresión.
Locke: Cada individuo autoriza a la sociedad, a su poder legislativo, para hacer leyes en su nombre, según convenga el interés público de la sociedad.
Rousseau: El Derecho se origina en la voluntad de cada uno de los contratantes y de esa manera, el hombre, al obedecer a la ley, no obedece por tanto sino a
sí mismos.
El poder político, creado y limitado por el consentimiento de los individuos, produce y respalda el Derecho garantizando su eficacia; y el Derecho, a su vez,
contemplado como un ordenamiento racional que recoge los criterios de justicia o valores compartidos por el grupo, se convierte en el instrumento de
racionalización y legitimación de los mandatos del poder político.
La cuestión política básica que plantea la modernidad radica en cómo organizar una sociedad en la que se haya eliminado el enfrentamiento y la inseguridad
y, sin embargo, se mantengan la libertad y la igualdad humanas. Para ello construyen, como hemos visto, el modelo ideal de una convivencia libre, en la que
desaparece la diferencia entre gobernados y gobernantes (soberanía popular). Así las leyes, desvinculadas de Dios e incluso de la voluntad del soberano, se
vinculan a la “voluntad general” y al “bien común” como principios fundacionales.
El que afirma la primacía del de Estado frente al Derecho. Todo ordenamiento jurídico positivo ha de ser reconducido en última instancia a la voluntad estatal
que lo sostiene. Por un lado, solo llega a ser Derecho aquella normatividad social creada e impuesta por un Estado.Por otro, las normas contienen la pretensión de
lograr que los ciudadanos realicen determinados comportamientos, es imprescindible que las normas estén respaldadas por un poder capaz de imponerse mediante
medios externos de coacción.
El que propugna la primacía del Derecho sobre el Estado. Según este postulado el Derecho es anterior al Estado, tanto desde el punto de vista cronológico,
como lógico o conceptual.
El sentimiento y la idea del Derecho son elementos constitutivos de la conciencia humana individual, cuya existencia precede a cualquier organización política.
(Donde hay hombre, hay sociedad, donde hay una sociedad, allí hay derecho, luego donde hay hombre, allí hay derecho.)
En cambio la organización política y el nacimiento del estado son bastante posteriores a la aparición del Derecho y no están conceptualmente supeditados a éste.
Los que defienden la teoría de equiparación o identidad entre ambos. Según esta concepción Derecho y Estado son manifestaciones de una única realidad.
Kelsen, el siglo pasado postuló que lo que el Estado tiene de tal, desde el punto de vista jurídico, es lo que tiene de Derecho, pues solo a la luz del derecho
podemos delimitar lo estatal.
El Estado no es más que la personificación de la totalidad del ordenamiento jurídico positivo, y el Derecho es el Estado como situación normada. (Esta
identificación solo resulta posible reduciendo unilateralmente el campo visual de la dimensión jurídica del Estado. Pero existe también una realidad sociológica del
Estado, que es la que crea, mantiene y desarrolla el Derecho.)
Cualquiera de las tres concepciones, puede ser defendible desde algún punto de vista:
Las direcciones de actuación de Derecho y Estado han de registrar una coincidencia básica, ya que ambas creaciones humanas surgen como funciones de la
actividad organizativa de la vida social.
Derecho y Estado pueden ser realidades simultáneas ya que no es posible una comunidad política sin orden jurídico ni en un orden jurídico que no esté
referido al poder y la unidad política del Estado.
Y también contrapuestas... Aunque es el Estado quien proporciona al Derecho la fuerza característica que hace de él un regla pública y eficaz, ha
correspondido al Derecho la superior función de regularizar, ordenar y dar legitimidad ética a la propia organización estatal.
Hoy día resulta difícil definir el Derecho sin hacer algún tipo de referencia al estado. Hoy Derecho y Estado son dos realidades que presentan abundantes
convergencias, tanto funcionales como estructurales, por tanto es razonable afirmar que entre ellos se dan implicaciones que no son accidentales, artificiales y
externas, sino que tienen un carácter trascendental y existencial.
2.2 El problema del control sobre los procesos de creación y aplicación de las
leyes. [HOT]
¿Monismo o pluralismo jurídico? Es decir, si el Derecho positivo es una creación exclusiva del Estado o si es producido más bien por otras instancias o centros
de poder social.(En exclusiva o conjuntamente con el Estado)
Históricamente se observa que si bien en la actualidad el Derecho es mayoritariamente de origen estatal, existen múltiples sectores del Derecho que han surgido, o
bien totalmente fuera del ámbito estatal o bien al margen de la actividad juridificadora del Estado. (Derecho Internacional, Derecho eclesial, Derecho
consuetudinario, Derecho asociativo o el Derecho consensual.)
Lo cierto es que en la creación del Derecho intervienen o participan las más diversas instancias o centros de poder social: desde los individuos y agrupaciones
sociales inferiores al Estado hasta la comunidad internacional.
Desde el punto de vista formal, puede afirmarse sin embargo que es el Estado el que da validez jurídica a toda esa normatividad social, puesto que las normas que
esos centros establecen sólo tienen valor de Derecho en la medida en que el Estado las reconoce las hace eficaces con el respaldo de su poder central.
Puede concluirse por consiguiente, que en la actualidad, el Derecho, para valer e imponerse como tal, tiene que ser reconocido, asumido y respaldado en alguna
forma por la voluntad suprema del Estado. (Actualmente, el factor de la coercibilidad es el que determina primordialmente la vigencia y eficacia del Derecho que
es proporcionada a su vez por el apoyo y respaldo de la organización estatal.)
Existe en la actualidad una profunda vinculación entre la institución estatal y el fenómeno jurídico, por lo que nos podemos preguntar si todo el Derecho es en
último término un producto del Estado. Hay que empezar por reconocer que es ésta una cuestión que engloba dos problemas distintos y desigualmente tratados por
nuestra doctrina jurídica: si el Derecho es una creación exclusiva del Estado (monismo), o si es más bien producido por otras instituciones o centros de poder
social (pluralismo jurídico).
2.2.1. Hoy se admite de forma mayoritaria la existencia en el seno de nuestras complejas sociedades de una pluralidad de agentes creadores de Derecho junto a los
aparatos del Estado. Así la sociedad (Derecho consuetudinario), ciudadanos (contratos), etc., son reconocidos como instancias creadoras de Derecho junto a los ya
clásicos poderes del Estado. Lo que diferencia al Derecho de otros órdenes normativos es su capacidad coactiva. Podemos concluir que si bien el Estado no crea
materialmente todo el Derecho, todo el Derecho (estatal) es creación formal del Estado, ya que si no es el origen material de todas las normas, sí es quien en
último extremo las reviste de su forma jurídica al incluirlas en un ordenamiento apoyado por su poder soberano.
2.2.2. Si en relación con el tema de las fuentes parece que la doctrina es pacífica a la hora de reconocer el pluralismo jurídico, no se puede decir lo mismo del
problema de la supuesta colisión de Derechos, en donde prevalece de forma hegemónica la visión del monopolio estatal de la producción jurídica.
3. LA RELACIÓN INSTITUCIONAL ENTRE EL ESTADO Y EL DERECHO: LA
VINCULACIÓN JURÍDICA DEL ESTADO. [HOT].
El Estado, como nombre y como realidad, es un modelo de organización política que no cristalizó hasta los siglos XIV-XV, tras un proceso superador del disperso
orden medieval. Uno de los rasgos característicos de ese estado fue la apropiación del proceso de creación y aplicación del Derecho
Simultáneamente, el Estado sometió a regularización legal el ejercicio de sus poderes, convirtiendo las leyes estatales en instrumento básico de ordenación de la
actividad política. Llegando así al siglo XIX a un amplio movimiento doctrinal que apostó por definir el Derecho en términos de Estado y al Estado en términos de
Derecho que condujo hasta la categoría del Estado de Derecho.
El Estado de Derecho, ha sido el resultado de un largo proceso en el que se han ido decantando los rasgos que hoy se consideran esenciales.
Primacía o imperio de la ley
Separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
Afirmación de la personalidad jurídica del Estado.
Reconocimiento y garantía de los derechos y libertades individuales.
Legalidad de las actuaciones de la Administración y control judicial de las mismas.
La característica primaria y definitoria del Estado de Derecho es la subordinación de toda la actividad estatal a la regulación jurídica.
En la actualidad se postula que para que el Estado pueda ser reconocido como verdadero Estado de Derecho, ese Estado ha de cumplir la exigencia básica de estar
vinculado y sometido a un orden jurídico estructurado en torno al reconocimiento de la dignidad de las personas y orientado a la realización de las exigencias que
dimanan de esa dignidad.
No es suficiente una mera legalidad formal, se exige al Estado de Derecho que se realice una legalidad de contenido. Y el contenido no puede ser otro que la
realización plena de la dignidad personal en la vida cívica de los hombres, puesto que son siempre los creadores y destinatarios del Estado y del Derecho.
La estrecha correlación que existe en la actualidad entre el Derecho y el Estado es el resultado de la larga evolución de ambas realidades.
3.1. La idea de Estado de Derecho proviene de la época antigua que defendían el gobierno de las leyes, como medio para evitar el despotismo y la arbitrariedad del
gobierno de los hombres. La idea de Estado de Derecho evolucionó hasta la idea de Estado Absoluto en el Antiguo Régimen, se caracterizaba por un ejercicio
prácticamente ilimitado del poder que escapaba a cualquier tipo de control político. Después de esa época vino el nuevo modelo de Estado de Derecho que
pretendía someter al Estado a las reglas del Derecho (establecer garantías jurídicas para la limitación y control de poderes públicos…”cuyo poder y
actividad vienen regulados y controlados por la ley”.
3.2. S.XIX. Al hablar de moderno Estado de Derecho nos referimos a su matriz, el liberalismo clásico. El desarrollo del modelo de Estado gira en los valores
burgueses de libertad, propiedad y seguridad. Surgió así el Estado Liberal de Derecho, con 3rasgos definitorios:
a) Reconocimiento y garantía de ciertos derechos y libertades fundamentales. Es esta una exigencia que responde a las clásicas aspiraciones burgueses de
autonomía, seguridad y libre disfrute de la propiedad privada.
b) Imperio de la Ley como expresión de la voluntad popular. Implica el sometimiento o vinculación de todos los poderes del Estado al ordenamiento jurí-
dico. Pero no hay que olvidar que en la práctica una gran cantidad de ciudadanos quedaban excluidos de su participación en la voluntad popular, me-
diante el recurso al sufragio censitario.
c) Separación de poderes legislativo, ejecutivo y judicial. En la práctica se traducía casi exclusivamente en la omnipresencia absoluta del legislador.
En la actualidad para que un Estado pueda ser reconocido como un auténtico Estado de Derecho ha de cumplir la exigencia básica de estar vinculado y sometido a
un orden jurídico estructurado en torno al reconocimiento de la dignidad de las personas humanas. No es suficiente una legalidad formal, se exige que se realice
una legalidad de contenido. En nuestros días se añaden además una serie de principios que dan lugar al Estado social y democrático de Derecho. Ideal democrático
que proviene de la expansión del sufragio universal. El término social proviene del reconocimiento en las Constituciones de los llamados derechos de segunda
generación (sociales, económicos, culturales). A este tipo de modelo de Estado se le exige una serie de prestaciones positivas para mitigar las desigualdades entre
los individuos. Salvo contadas excepciones, los derechos sociales se han quedado en simples proclamaciones de principios que cuentan, en definitiva, con una
débil protección, confiada en la práctica a la buena voluntad estatal.
El ideal de Estado de Derecho se concibió con el loable objetivo de reducir los espacios de arbitrariedad del poder político, lo que sin duda está en la base de toda
democracia.
Muchas son las voces que por diversas razones anuncian la crisis del Estado de Derecho. Como señala Habermas, la crisis radica en que “el Estado de Derecho se
presenta cada vez más amenazado por la contradicción existente entre lo que quiere ser de conformidad con la propia idea y lo que realmente es”.
LECCIÓN 5.
EL NACIMIENTO DE LAS NORMAS JURÍDICAS.
1. LA DOCTRINA TRADICIONAL SOBRE LAS FUENTES DEL DERECHO. [HOT]
El tema de las fuentes del Derecho incluye dos cuestiones netamente diferenciables, que son:
Identificación y valoración de los agentes de producción de las normas. Es decir, los sujetos o instancias que pueden ser considerados como creadores
de las mismas en cuanto que actúan como causa inmediata de su aparición en el seno de la organización social. (Fuentes materiales.)
Determinación de las principales formas o modelos normativos a través de los que se manifiestan las normas creadas por los diferentes agentes.
(Fuentes formales.)
Resulta imprescindible insistir en la distinción, al menos desde el punto de vista teórico, entre el sujeto que crea las normas jurídicas y la forma externa en que son
expresadas esas normas.
2.- FUENTES MATERIALES DEL DERECHO. LOS SUJETOS SOCIALES QUE TIENEN CAPACIDAD DE CREAR DERECHO: SU
IDENTIFICACIÓN Y LA DETERMINACIÓN DE SI PROTAGONISMO; DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA PREGUNTA POR LOS SUJETOS
CREADORES DE DERECHO [HOT]
Las fuentes materiales del Derecho constituyen la expresión de distintos modelos de legitimidad político-jurídica estimados como tales en una concreta sociedad u
organización social.
La amplia gama de posibles modelos de legitimidad han sido explicados por Max Weber, lo que el autor denominó como tipos ideales:
1. Legitimidad tradicional. En este modelo la fuente del Derecho típica es la costumbre, la cual se considera como manifestación de la sabiduría acumula-
da desde un pasado remoto sacralizado, que se perpetúa en el presente.
2. Legitimidad carismática. La validez de la norma jurídica se vincula a la voluntad de una personalidad a la que se atribuye rasgos excelsos y poderes so-
brenaturales; de forma que la fuente del Derecho viene determinada por esa voluntad de naturaleza carismática.
3. Legitimidad racional conforme a valores. Los miembros del grupo social manifiestan su adhesión al poder en razón de los valores que éste representa.
Las normas, y los fines que éstas pretenden realizar, se justifican racionalmente para una determinada sociedad, de manera que obtiene así el respaldo
de sus destinatarios. En estos casos las fuentes del Derecho son los principios y valores; y la jurisprudencia asume un papel fundamental en la determi-
nación del concreto Derecho positivo. Se da en sociedades sometidas a procesos importantes de transformación.
4. Legitimación racional conforme a la ley. La legitimidad de la norma jurídica depende de que haya sido creada según procedimientos preestablecidos
por normas pertenecientes al propio ordenamiento jurídico. Aquí la fuente del Derecho por antonomasia es la ley. Es el modelo clásico liberal conocido
como Estado de Derecho, en el cual el poder político jurídico se encuentra sometido al imperio de la ley.
A tenor de lo expuesto, resulta claro que los tipos de legitimidad imperante en los sistemas jurídicos contemporáneos son el tercero y el cuarto.
La consideración de las fuentes materiales del Derecho en un concreto sistema jurídico ha de abordarse desde la constatación de que es la naturaleza político-
jurídica del mismo la que, en último término, determina la identidad y el papel que juegan determinadas instancias o sujetos considerados como legitimados para
crear válidamente Derecho.
3.- FUENTES FORMALES DEL DERECHO: LAS FORMAS DE MANIFESTACIÓN DEL DERECHO. IDENTIFICACIÓN DE LAS FORMAS Y
DETERMINACIÓN DE SU JERARQUÍA [HOT3]
Nos encontramos ante un artificio teórico difícilmente aceptable desde una perspectiva normativista del Derecho, puesto que las formas en que se manifiestan
formalmente las normas jurídicas no son otra cosa, al fin y al cabo, que las propias normas jurídicas, como por ejemplo puede apreciarse claramente en el art. 1 del
Código Civil. En efecto, las tradicionalmente denominadas como fuentes formales del Derecho (ley, costumbre, jurisprudencia, etc.) no son más que eso, pura y
simplemente normas jurídicas.
Es evidente que la complejidad de los ordenamientos jurídicos reclama la necesidad de establecer un criterio que permita unificar todo el heterogéneo y variopinto
material normativo que lo compone. El criterio fundamental en este sentido es el de su jerarquización, es decir, la introducción de un principio de jerarquía de los
diversos tipos normativos de que está formado.
En los actuales Derechos occidentales el tipo de norma principal es la ley, producto típico de la concepción político-jurídica característica del modelo clásico de
Estado burgués (Estado de Derecho), y en el sentido de toda norma que emana del Estado.
En razón de esta concepción político-jurídica (imperante todavía), y precisamente como resultado de la consagración de la teoría de la división de poderes
(Montesquieu) como pilar básico de su estructura, se afirma, aparte del propio poder legislativo la existencia de un poder ejecutivo, cuya titularidad reside en los
Gobiernos, y cuya función principal se cifra en llevar a la práctica las normas derivadas del poder legislativo mediante la potestad reglamentaria, esto es, a través
de su potestad de dictar normas de desarrollo de las leyes en sentido estricto. También en virtud de la clásica teoría de la división de poderes, se afirma la
existencia de un poder judicial con la función de resolver los conflictos que surgen en la sociedad con motivo de la aplicación de las normas jurídicas, y que, en su
actividad aplacadora del Derecho, ostenta capacidad para dictar también normas jurídicas (jurisprudencia).
Deben reseñarse también normas de origen extra estatal. Destacan la costumbre, los principios generales del Derecho, la doctrina de los juristas, etc.
Así pues, el sistema de fuentes (de normas) se articula jerárquicamente en cuatro grandes categorías:
3.1.Fuentes (normas) constitucionales. Son las normas fundamentales y superiores de los sistemas jurídicos y, por tanto, no pueden verse válidamente
contradichas por ninguna otra.
3.2. Fuentes (normas) primarias. Son jerárquicamente inferiores a las constitucionales. En nuestro ordenamiento jurídico se incardinan en esta
categoría a las leyes, sean estatales o autonómicas, y a las que la constitución otorga fuerza o rango de ley, esto es, los decretos-leyes y los decretos
legislativos.
3.3. Fuentes (normas) secundarias. Tienen un rango jerárquico inferior a las constitucionales y a las primarias. En el vigente Derecho español, las
normas secundarias por antonomasia son los reglamentos, esto es, las dictadas por el complejo Gobierno-Administración, así como las CCAA,
provincias y municipios.
3.4. Fuentes (normas) terciarias. La validez de estas normas depende directamente de las anteriores. Como la costumbre en defecto de ley. Junto a la
costumbre con también normas en nuestro Derecho vigente los principios generales del Derecho, la jurisprudencia, los contratos y negocios jurídicos, y,
finalmente, la equidad.
La idea de fuente formal del Derecho es prácticamente la misma que la de norma jurídica, y para evitar muchos de los equívocos que se han impuesto al tratar este
tema, tal vez sería más preciso hablar directamente de norma en lugar de fuente formal.
Identificación de las principales formas típicas de manifestación del Derecho Se ha venido dando por supuesto casi siempre que la ley es un vehículo expresivo
propio del Estado, la costumbre es característico de la sociedad y sus grupos, la doctrina jurídica el específico de los juristas teóricos, los contratos el privativo de
los particulares, las decisiones jurisdiccionales el privativo de los jueces, etc...
Sin embargo, hay que reconocer que en principio, la forma existencial en que se presenta una regla jurídica no es determinante para saber cuál ha sido el sujeto
social que la ha creado, puesto que un mismo sujeto puede utilizar todas o casi todas las formas expresiva de Derecho y por consiguiente, un mismo tipo de norma
puede ser empleado por distintos sujetos sociales. ( Por ejem, el Estado no solo dicta leyes generales, sino que formula principios, reconoce costumbres, otorga
contratos, etc...)
En la actualidad puede afirmarse que son las leyes, las costumbres, los precedentes judiciales y en cierta medida la doctrina jurídica, las principales vías de
manifestación del Derecho utilizadas por los diferentes grupos humanos políticamente organizados.
La respectiva posición jerárquica que corresponde ocupar a cada una de esas fuentes dentro de los ordenamientos jurídicos. La gran importancia atribuida
tradicionalmente a esta cuestión, no radicaba en la propia significación de estas fuentes, si no que ha sido un reflejo o enmascaramiento de las discusiones a
propósito de cuál es o debe ser el sujeto social que ostente el poder jurídico-político máximo. (La disputa que se desarrolló en la Edad Media en torno a la primacía
de la ley o de la costumbre fue en gran medida un reflejo de la lucha a favor o en contra del poder central del rey – ley- y de los poderes locales de los señores
feudales y de las ciudades -costumbres y usos.-)
No puede analizarse el problema de la jerarquía de las formas de manifestación del Derecho sin tener presente el decisivo dato de la mediación política, ya que ha
sido esta mediación la que ha llevado a los autores a defender la excelencia de la ley en unos casos y en otros la primacía de la costumbre, la prioridad de la
práctica judicial o la preferencia de la doctrina jurídica.
Desde un punto de vista histórico, la importancia atribuida en cada momento a cada una de las diferentes formas de manifestación del Derecho ha variado de forma
incesante, es por tanto imposible establecer un orden jerárquico que pudiera ser generalmente aceptado.
Debe dejarse constancia, no obstante, que en esos cambios han participado siempre la costumbre, el acuerdo de los sujetos, la doctrina jurídica, la ley y el
precedente judicial y debe ser la investigación histórica quien determine la posición ocupada por cada una de las formas en cada época y ámbito cultural.
LECCIÓN 6
NATURALEZA Y ESTRUCTURA DE LAS NORMAS JURIDICAS
1. TEORIAS ACERCA DE LA NATURALEZA DE LAS NORMAS JURÍDICAS.
La doctrina dominante en la actualidad es la que define el Derecho como un conjunto sistemático de normas, de forma que para conocer lo que es el Derecho,
resulta necesario desvelar cuál es la naturaleza de éstas.
La norma jurídica es una realidad multidimensional que puede ser definida desde varias perspectivas diferentes:
Dimensión lingüística: el enunciado o proposición gramatical de carácter prescriptivo mediante el que es formulada la norma.
Dimensión de mensaje directivo de conductas: el contenido jurídico del enunciado.
Dimensión de proposición normativa que se concreta a través de la labor reconstructiva de la ciencia y de los operadores jurídicos.
Sin embargo, los estudiosos del tema vienen recluyendo el problema de la naturaleza del Derecho en el debate sobre si es o no un mandato de una voluntad
legisladora.
En los demás aspectos, las divergencias son frecuentes e incluso profundas. Desde el momento en que el inglés Bentham proclamara en el S. XVIII que, “el
Derecho es el ropaje externo de que se reviste la voluntad del legislador,” hasta los últimos desarrollos del análisis lingüístico y de la teoría lógica proposicional en
el campo del Derecho, las explicaciones de corte imperativista han experimentado transformaciones importantes.
Ahora bien, el imperativismo originario, se ha mostrado receptivo también a las críticas que le han sido formuladas. Por ejemplo, las basadas en la constatación de
que el Estado no es el único creador del Derecho o de que éste se compone de múltiples tipos o clases de normas, algunas de las cuales no tienen carga imperativa
(Normas que establecen facultades, normas que atribuyen competencias...) o bien no son debidas a la voluntad estatal. (Normas contractuales, consetudinarias,
Derecho internacional...)
Doctrina de Olivecrona
Partiendo de la idea de que la producción jurídica es autoobligatoria (vincula tanto a quienes la elaboran como a quienes va dirigida), concibe a las normas
jurídicas como imperativos personales: mandatos dirigidos a un conjunto de destinatarios que tienen como finalidad dar instrucciones sobre la conducta a seguir.
El “elemento último” de la normatividad, que Austin asentaba en la condición de mandato emitido por el soberano, se desplaza en Olivecrona, por tanto, al hecho
de su cumplimiento efectivo por el destinatario.
Inconvenientes:
Intentar resolver el problema de la validez objetiva de las normas (su vinculatoriedad) recurriendo al dato de la eficacia (que las normas sean cumplidas u ob-
servadas en vida práctica) con todos los problemas de constatación que ello plantea.
Algunas normas no tienen como objetivo la prescripción directa de conductas (p. ej., las que conceden derechos, las que establecen criterios de interpretación
de las normas,…) y por tanto, no participarían de esta naturaleza imperativa.
Doctrina de Hart
Hart, tomando en consideración las distintas funciones que las normas jurídicas desempeñan, distingue entre:
Normas primarias: Aquellas que exigen determinados comportamientos (normas de conducta, dirigidas a los ciudadanos, que imponen deberes).
Normas secundarias: Confieren potestades o derechos tanto a los particulares como a los funcionarios y entre los que distingue tres tipos: las reglas de
reconocimiento, las reglas de adjudicación y las reglas de cambio, según se refieran a la creación, modificación o extinción de las normas primarias.
De la unión de las reglas primarias y secundarias surgiría el ordenamiento jurídico, formando parte del mismo, con la misma naturaleza de auténticas normas
jurídicas, tanto las normas prescriptivas y prohibitivas como las procedimentales, interpretativas, de organización, etc.
En suma, Hart no niega que existan normas de naturaleza imperativa, sino que simplemente considera que el imperativo no es el modelo de toda norma jurídica.
1.2. Tesis antiimperativas.
La concepción antiimperativista del Derecho estaba ya presente en la explicación de la ley que dio el intelectualismo clásico, que postulaban que el elemento
esencial de la ley es siempre el juicio de la razón, que dictamina que actos deben ser realizados por ser justos y buenos y qué otros actos no deben ser realizados
por ser injustos o malos. Cuando el legislador manda o prohíbe unas conductas, lo hace porque así lo exige la bondad o maldad que naturalmente tienen las
mismas.
A principios de S. XX el jurista austriaco H. Kelsen defendió con gran brillantez la tesis de que la norma jurídica no puede ser definida como un
imperativo o mandato. Su doctrina se ha convertido en la teoría antiimperativista por antonomasia.
Según Kelsen, el mandato, en cuanto orden de una voluntad, es un hecho psicológico que pertenece al mundo del ser, mientras que las normas jurídicas pertenecen
al mundo del deber-ser. La norma es más bien, según Kelsen, un juicio hipotético en el que se afirma que una determinada consecuencia jurídica (la sanción) debe
ser aplicada bajo la condición de que se dé un determinado requisito o hipótesis (acto ilícito.)
La fórmula lógica representativa de toda regla o norma jurídica en sentido descriptivo es: “Si es A, entonces debe ser B.” Por ejemplo, si alguien comete
homicidio, será castigado, a la pena de reclusión. Así, esta norma no ha de ser interpretada como un mandato o prescripción de no cometer homicidio, sino de
como un juicio hipotético acerca de las consecuencias que deben producirse en el supuesto de que tenga lugar un homicidio.
Mas tarde Kelsen, a mediados del S.XX, matizó su doctrina, afirmando que la norma jurídica puede presentarse bajo la forma de un imperativo, al reconocer que la
función de los órganos legislativos, judiciales o administrativos que crean y aplican las normas jurídicas, no es la de conocer o describir estas normas sino
prescribir o autorizar una conducta determinada.
Ha habido otros planteamientos antiimperativistas además del kelnesiano. Por ejemplo la doctrina que define las normas jurídicas como juicios de
valor acerca del comportamiento de los sujetos ante determinadas situaciones o hechos sociales. El Derecho no seria mas que un conjunto e juicios de
valoración jurídica.
Es el juicio valorativo contenido en la norma el uqe hace que ciertas conductas que, sin la norma, serían lícitas, estén prohibidas. Y es ese mismo juicio el que hace
que otras conductas, neutras en si mismas, sean impuestas como obligatorias. Por tanto dentro de esta concepción, cuando se dice que un hecho es el objeto de un
juicio de valoración jurídica, lo que se está afirmando es que ese hecho es la condición para el nacimiento de una obligación jurídica.
También la doctrina que concibe la norma jurídica como una proposición alternativa que indica a los destinatarios las posibles opciones de actuación
que se le ofrecen, sin imponerles directamente en forma obligatoria ninguna conducta determinada.
Esta proposición, representable con la fórmula del tipo “o haces X(=conducta deseada) o te sucederá S (=sanción) “ se limita a poner ante el sujeto un concreto y
limitado juego de posibilidades entre las que puede elegir a su arbitrio.
Existen además otras doctrinas, que sin ser formalmente beligerantes antiimperativistas, pueden ser consideradas explicaciones alternativas al
antiimperativismo. Por ejemplo, las que definen el Derecho como conjunto de reglas que permiten predecir las decisiones judiciales o las que lo ven
ante todo como organización natural de los grupos humanos, como medida de determinación de lo justo concreto, etc...
Sin embargo,todas estas doctrinas, marginan la dimensión mas característica e importante del Derecho: el ser regla de conducta que determina los
comportamientos que el sujeto debe realizar o evitar, sino alguna otra misión diferente.
Si se analiza en detalle la función y el sentido que suelen asignar a las normas jurídicas los diferentes proyectos de regularización de las relaciones sociales,
resulta casi inevitable llegar a la conclusión de que la gran mayoría de ellas son o contienen siempre imperativos que se dirigen a los destinatarios para provocar en
ellos la idea de que una determinada línea de proceder debe ser seguida.
Sin embargo, cuando la norma jurídica manda, prohíbe o permite unas determinadas conductas frente a otras, lo hace porque, en base al dictamen valorativo de la
razón, considera que eso es lo más justo y razonable. La propia norma jurídica resultaría ininteligible, si el imperativo o mandato que contiene no se apoyara en la
base de una valoración ética de la razón.
Los mandatos que proceden de las normas jurídicas, tienen dos características diferenciadoras de los simples mandatos:
No proceden de una voluntad cualquiera, sino que han de ser emitidos por una voluntad legitimada para establecer la norma.
Se caracterizan por convertirse en reglas estables de conducta para todos aquellos que le están sometidos.
Debe concluirse por tanto, que la norma jurídica, si bien se caracteriza ante todo por su naturaleza imperativa, no es un desnudo imperativo; es un mandato
emanado de la voluntad representativa de la comunidad, que presupone un juicio valorativo y que se objetiva en reglas de conducta estables y generales.
Las normas jurídicas son mandatos u órdenes, mediante los que se prescriben las conductas, que han de realizar obligatoriamente aquellos sujetos, que
se encuentran en la situación o circunstancia típica regulada por tales normas.
El mensaje directivo de las normas jurídicas se encuentra polarizado, en torno a tres núcleos centrales:
Una condición o supuesto al que se supedita el nacimiento del deber.
El deber de realizar la conducta que se prescribe.
La conducta (positiva o negativa) que tiene que llevar a cabo el destinatario de la norma.
2.2 El supuesto jurídico. [HOT]
El deber que la norma jurídica impone, depende siempre de que se den o no se den ciertas circunstancias o supuestos que la propia norma jurídica especifica.
(Unas veces de forma exhaustiva, completa y explícita y otras veces de manera implícita.) Es decir, el deber está subordinado a la presencia de una realidad que se
identifica con la expresión “supuesto de jurídico” y que se designa habitualmente como “supuesto de hecho.”
Por ejemplo, cuando el ordenamiento jurídico establece que el propietario de un edificio ruinoso ha de responder de los daños causados por la ruina del mismo, no
le impone un deber absoluto e incondicionado, sino una obligación de responsabilidad civil que surge solo en el supuesto (hipótesis) de:
Esa ruina sea imputable al propietario. (No hubiera puesto la debida diligencia en hacer las reparaciones necesarias)
El supuesto jurídico (o “supuesto de hecho”) es, pues, toda aquella realidad que ha sido incorporada a una norma jurídica como condición para que nazca el deber
de realizar una determinada conducta.
Por ejemplo: el art. 1500 del código civil dice: “el comprador está obligado a pagar el precio de la cosa vendida en el tiempo y lugar fijados por el contrato”
Supuesto: si se ha producido el hecho de compra
Deber: quien compra
Consecuencia: está obligado a pagar el precio de lo comprado.
En este juicio, el deber contenido en la expresión “está obligado a” sería el elemento estructurador de la norma como tal.
El nexo lógico-lingüístico es pues, el que determina la especificidad de la estructura lógica común a todas las normas jurídicas, que son por naturaleza
prescriptivas.
Si se quiere ser fiel a la concepción de la norma jurídica como juicio hipotético, ha de reconocerse que el elemento central de su estructura lógica es
precisamente el vínculo de deber-ser mediante el que la aparición de un determinado efecto se vincula a la existencia de un determinado supuesto.
2.4. La consecuencia. [HOT].
La mayoría de autores que se han ocupado del tema sostienen que el contenido fundamental de toda norma jurídica es la determinación o imposición de la
conducta que han de realizar los sujetos obligados en cada caso
1. La imposición de deberes es la “consecuencia” o efecto característico de las normas jurídicas. La imposición de la conducta que han de realizar los
sujetos obligados en cada caso. Ahora bien, como normalmente la imposición de deberes va acompañada del reconocimiento o atribución de unos
derechos correlativos, es frecuente que los partidarios de esta doctrina admitan que el reconocimiento de derechos forma parte también de esa
consecuencia.
2. La sanción: Otros autores han señalado que la consecuencia jurídica típica de las normas de Derecho es la sanción. La tesis se basa en que la
imposición de deberes no es la característica propia del derecho, (se produce en toda norma de conducta ya sea moral, jurídica o usual) si no que el
elemento diferenciador, es la forma en que se imponen estos deberes. La forma de imponerse, consiste en asignar determinadas sanciones a la
realización de las conductas consideradas ilícitas por la propia norma.
3. Atribución de facultades o competencias: Otras autores señalan el hecho de que en el ordenamiento jurídico no solo existen normas que imponen
deberes, sino que hay otras como las que conceden facultades o atribuyen competencias, éstas serian las consecuencias jurídicas de estas normas.
No obstante, el deber es siempre el contenido nuclear de todas o al menos de la mayor parte de las normas jurídicas, con independencia de que, a su vez, el
contenido de ese deber sea una conducta, una sanción o un procedimiento. Al margen de que los sujetos obligados sean simples ciudadanos o los órganos estatales.
Al ser las normas jurídicas elementos estructurales primarios del Derecho, parece evidente que éstas han de participar en los diferentes rasgos que, la doctrina
señala como propios del Derecho. Así las normas jurídicas estarían definidas por la positividad, la validez, la vigencia, la imperatividad, la certeza, la justicia, la
obligatoriedad, la coactividad, la legalidad, la objetividad, la generalidad y la abstracción.
Sin embargo, en muchos casos, la forma en que dichos caracteres se presentan en las normas jurídicas, no es idéntica a como se presentan en el
Derecho, por lo que se hace necesario matizar esta cuestión.
La positividad, la imperatividad, la certeza, la obligatoriedad, la coactividad y la objetividad, son caracteres que Derecho y las respectivas normas
jurídicas comparten en pie de igualdad.
En cambio la validez, la vigencia, la justicia, la legalidad, la generalidad y la abstracción, afectan al Derecho y las normas jurídicas de forma diferente.
Por ejemplo, una norma jurídica puede no tener validez o vigencia a pesar de pertenecer a un ordenamiento que es válido y que está vigente.
Puede así mismo ser injusta a pesar de que el ordenamiento de que forma parte cumpla con las exigencias de la justicia.
Puede así mismo no realizar la generalidad y la legalidad pues junto a las normas legales hay otras muchas que no lo son (consetudinarias, estatutarias)
y junto a las normas generales y abstractas hay otras que son particulares o individualizadas (ejem: contenidas en resoluciones judiciales)
En cualquier caso, la pregunta por los caracteres de las normas jurídicas puede ser contestada en forma genérica mediante la afirmación de que son los
mismos que acompañan la existencia de los ordenamientos jurídicos de los que esas normas forman parte.
Lo que caracteriza a las normas jurídicas, el dato que les otorga juridicidad y permite diferenciarlas de otros tipos normativos (morales, sociales, etc.) es su
pertenencia a un sistema que es jurídico (formar parte del ordenamiento jurídico).
Caracteres de las normas jurídicas:
Generalidad: Las normas jurídicas se dirigen y vinculan a toda una categoría o clase de sujetos. Para lograrlo, las normas crean una serie de tipos jurí-
dicos estableciendo, al mismo tiempo, los derechos y obligaciones que, en cada momento les corresponden, de forma que, cuando cualquier sujeto con-
creto realiza las conductas que caracterizan a los tipos descritos le serán de aplicación los efectos previstos en dichas normas. Con este rasgo de las nor-
mas jurídicas, se intenta realizar uno de los fines fundamentales al que debe tender todo Derecho, el valor igualdad.
Abstracción: Las normas jurídicas contemplan o regulan determinadas categorías o clases de conductas acciones (matar, robar, comprar, arrendar, etc.)
atribuyendo al hecho de su realización unas determinadas consecuencias jurídicas.
Normatividad: Las normas jurídicas tienen un carácter normativo, ya que prescriben las actuaciones que deben ser realizadas por los ciudadanos.
Validez: Para poder cumplir esta función normativa, es necesario que las normas jurídicas tengan fuerza para surtir efectos, o que es lo mismo, sean vá-
lidas.
En primer lugar, las normas serán válidas cuando hayan sido elaboradas o creadas por los órganos o autoridades a los que el ordenamiento
jurídico ha conferido legitimidad y capacidad para su creación y siguiendo los procedimientos formalmente establecidos para ello (validez
en sentido formal).
En segundo lugar, su contenido debe estar en consonancia con el de las normas jerárquicamente superiores que contengan los principios re-
guladores y los valores fundamentales inspiradores de Derecho como conjunto, del ordenamiento (validez en sentido material).
Por tanto generalidad, abstracción, normatividad y validez son los principales rasgos o caracteres de las normas jurídicas que, junto a la pertinencia a un sistema
jurídico (lo que les otorga el rasgo de la juridicidad), permiten su diferenciación con otros tipos de normas que, aunque destinadas a la regulación de las conductas
humanas, pertenecen a otros órdenes normativos reguladores de los actos de los hombres.
LECCIÓN 7
LA DIVERSIDAD DE LAS NORMAS JURÍDICAS
Aunque se pueden citar varias razones que justifican la pluralidad de normas (origen, contenido, jerarquía, ámbito temporal y espacial, etc...) sobresalen dos
razones principales:
1. Por su origen: Dependiendo de cuales sean las fuentes materiales del Derecho los tipos de normas que se originan son diferentes. (Creada por el
parlamento: Ley que a su vez es orgánica o ordinaria según el quorum exigido, Creada por un ministro: orden ministerial)
Lo mismo sucede con las fuentes formales pues existen diversos de creación y manifestación de normas jurídicas.
2. Por la diversidad del objeto o materia regulada: Los hechos, las conductas o las situaciones sociales que regula el Derecho son múltiples, se refieren
a materias distintas y situaciones muy diferentes.
Son muy diferentes las normas de Derecho civil que las normas de Derecho administrativo y estas a su vez se diferencian de las que regulan las relaciones
laborales, etc...
Dada esta diversidad de normas jurídicas, las respuestas y soluciones ofrecidas al problema de la clasificación, han sido muy dispares y varían según el punto de
vista desde el que se contempla la realidad jurídica.
La mayoría de autores, siguen una serie de criterios, por su claridad, sencillez y fácil comprensión, clasificando las normas jurídicas por los siguientes criterios:
Por su origen.
Por razón de jerarquía formal o lugar que ocupan en el ordenamiento jurídico.
Por el grado de imperatividad.
Desde el punto de vista de la violación y de las sanciones.
Punto de vista del ámbito espacial, temporal, material y personal de su validez.
Por su finalidad o función.
2. Normas consetudinarias: aquellas cuyo origen está en la costumbre. La repetición reiterada de determinadas conductas ha generado las llamadas
costumbres jurídicas, que en épocas pasadas y determinadas culturas han tenido gran importancia.
Nuestro código civil, las recoge como fuente de derecho, si bien han de estar de acuerdo con la ley. No es admisible la costumbre “contra legem.”
3. Normas jurisprudenciales: Normas que provienen de la actividad judicial llevada a cabo por algunos tribunales.
Tienen dos manifestaciones:
a) La doctrina emanada del T. Supremo. Según recoge nuestro código civil, el ordenamiento jurídico, se complementará con la doctrina que de
modo reiterado establezca nuestro tribunal supremo.
b) También se contempla como norma jurídica la sentencia de un tribunal, en cuanto que es un mandato por el que se regulan las relaciones
entre las partes afectadas por la sentencia.
4. Normas negociales o contractuales: Son las contenidas en las cláusulas de los contratos o negocios jurídicos, puesto que lo establecido en ellas por las
partes, les obliga jurídicamente desde que los acuerdos tienen carácter jurídico.
2.2 Por razón de la jerarquía formal o el lugar que ocupan en el ordenamiento jurídico.
Desde este punto de vista, las normas pueden ser primarias o secundarias.
1. Primarias: son aquellas que ocupan la escala más alta o importante dentro del ordenamiento jurídico. Se sitúan en el más alto rango jerárquico. Desde
el punto de vista formal es la Constitución la norma primaria de cada Estado.
2. Secundarias: son aquellas que ocupan una escala inferior en la jerarquía normativa. Se consideran secundarias las restantes normas del Ordenamiento
Jurídico (leyes, decretos, ordenes ministeriales, reglamentos...) excepto la constitución.
Siguiendo la doctrina ampliamente extendida de clasificación jerárquica de las normas, podemos hacer la siguiente clasificación en el Derecho Español:
En la cúspide del ordenamiento estatal está la Constitución, que ocupa el mayor rango. Es la norma suprema que contiene los principios y valores
básicos, se protegen los derechos y libertades fundamentales, se determina la forma del estado y se regulan las funciones de los distintos órganos del
mismo.
En tercer lugar estarían los decretos, los reglamentos, las órdenes ministeriales y disposiciones generales de la Administración que desarrollan
generalmente las leyes, determinan y concretan su contenido para ser aplicadas a los sectores sociales y los diferentes individuos.
Son promulgadas por Órganos del Poder Ejecutivo de cualquier ámbito de la Administración.
Finalmente los actos administrativos y resoluciones judiciales. Son normas concretas, individualizadas resultantes de la aplicación de otras normas.
Son dictadas por órganos de la Administración del Estado y por Órganos del Poder Judicial (jueces y magistrados.)
Desde el punto de vista de su relación con la voluntad de los particulares, las normas pueden ser:
1. Taxativas: llamadas también necesarias o de “ius cogens.” Son aquellas que obligan siempre a los destinatarios, independientemente de su voluntad,
por lo que los obligados tienen necesariamente que actuar conforme a lo prescrito en la norma, no pudiendo decidir la realización de una conducta
diferente.
Las normas taxativas imponen siempre una prescripción (mandato o prohibición) insoslayable, que ha de cumplirse de manera incondicional.
Ejem: Cuando el código civil dice “la adopción se constituye por resolución judicial...” quiere decirse que si no se produce la aprobación de un juez, la adopción
no tiene lugar.
2. Dispositivas: Son aquellas que pueden dejar de aplicarse a una situación jurídica concreta por voluntad expresa de las partes.
Debido a la naturaleza especial de determinadas materias, a veces el ordenamiento jurídico prefiere que sea la voluntad de los sujetos la que establezca normas
particulares para regular sus propias conductas.
Pero cuando los individuos no manifiesten libremente la voluntad de establecer normas particulares para la realización de sus propios actos, entonces, el
ordenamiento jurídico. Por razones de seguridad y certeza, establece una regulación subsidiaria mediante normas de tipo supletorio, denominadas dispositivas.
Ejem: Tradicionalmente se deja a voluntad de las partes el modelo de régimen económico del matrimonio. No obstante el código civil establece que “a falta de
capitulaciones o cuando estas sean ineficaces, el régimen será el de la sociedad de gananciales.”
Desde el punto de vista de la violación de las normas y sus sanciones, el jurista ruso N. Korkounov, inspirándose en la jurisprudencia romana, ha clasificado las
normas en cuatro grupos:
1. “Leges plus quam perfectae”: Son aquellas cuya sanción consiste en la nulidad de los actos que las vulnera, recayendo además otro tipo de sanción
sobre el infractor, especialmente para resarcir de los daños que hubiera podido ocasionar.
Ejem: el código civil dice: “No pueden contraer matrimonio los que estén ligados con vínculo matrimonial.” La sanción en este precepto supone la nulidad del
segundo matrimonio celebrado y además quien lo haya realizado será castigado por el delito de bigamia.
2. “Leges perfectae”: Son aquellas cuya violación produce únicamente el efecto de nulidad del acto sin que se sobreañada sanción alguna para el
infractor de la norma.
Ejem: el código civil dice que el matrimonio habrá de realizarse “ante el juez, Alcalde o funcionario señalado por el Código.” Será por tanto nulo el matrimonio no
realizado ante el juez o funcionario señalado para celebrarse, sin que se produzca a mayores infracción o consecuencia desagradable para el infractor.
3. “Leges minus quam perfectae”: Son aquellas que no establecen la nulidad de los actos contrarios a las mismas, no impiden que los actos de violación
de las normas produzcan efectos jurídicos. Sin embargo si establecen determinadas sanciones, castigos o efectos desfavorables sobre el infractor.
Ejem: El recargo que sufre un empresario que no paga el IVA dentro del plazo establecido por Hacienda.
4. “Leges impefectae”: Son todas aquellas normas cuya infracción no solamente no producen la nulidad del acto, sino que tampoco imponen sanciones al
infractor.
Ejem: Son normas del ámbito del Derecho público y del Derecho internacional. Muchos autores no las aceptan como normas jurídicas y prefieren referirse a ellas
como normas de carácter moral.
1.1. Normas Internacionales. Son aquellas que tienen validez formal en varios Estados. Por ejemplo los Pactos Internacionales de Derechos Humanos
que están vigentes y obligan a todos aquellos estados donde han sido ratificados.
1.2. Normas nacionales. Su vigencia se circunscribe al Estado que las ha promulgado. Dentro del ordenamiento jurídico español, se distinguen:
a) Estatales o generales, cuya validez se extiende a todo el territorio estatal, entendido en sentido amplio: territorio, costas, espacio aéreo,
embajadas....
b) Autonómicas, aquellas emanadas de las CCAA y que se aplican solamente en el ámbito territorial de competencia de cada autonomía.
c) Locales, aquellas normas de ámbito de validez provincial o municipal dentro del Estado.
2. Por el ámbito de validez temporal (periodo de tiempo durante el cual tiene vigencia la norma)
Dado que los problemas concretos de una sociedad cambian constantemente, se hace necesario adaptar las normas a las necesidades y valores imperantes en cada
momento. Es inimaginable que las normas jurídicas perduren eternamente. Desde este punto de vista, las normas pueden ser:
2.1. Normas de vigencia determinada. Son aquellas que desde el momento de su publicación, incorporan en la propia norma la duración de su
obligatoriedad, estableciendo el periodo de tiempo durante el cual permanecen vigentes.
2.2. Normas de vigencia indeterminada. Cuando no contienen en el propio texto un tiempo de vigencia temporal, surtirán efectos por tiempo
indefinido, mientras subsistan las situaciones de hecho que pretenden regular.
Perderán su vigencia cuando sean derogadas expresamente o tácitamente por otras normas o cuando al no ser aplicadas se conviertan en normas en desuso.
3. Por el ámbito material de validez (materia o contenido regulado) según la tipología de materias que regulan, pueden clasificarse en:
3.1. Normas de Derecho público: Son aquellas que regulan las relaciones de los súbditos con el Estado: Derecho constitucional, Derecho
administrativo, Derecho penal, Derecho procesal, Derecho internacional, Derecho tributario.
3.2. Normas de Derecho privado: Aquellas que regulan relaciones entre particulares: Derecho civil, Derecho mercantil.
3.3. Normas situadas en categorías intermedias, ya que presentan caracteres que no son excluyentes: Derecho del trabajo, Derecho de la Seguridad
Social, Derecho de la economía, Derecho turístico, etc...
4. Por el ámbito personal de validez. Desde el punto de vista del sujeto pasivo, los destinatarios de las normas, (los sujetos activos serian los órganos
creadores de la norma referidos en las fuentes del Derecho) pueden ser:
4.1. Genéricas. Aquellas en las que el sujeto pasivo es una clase o categoría de personas, los individuos integrantes de un colectivo determinado.
En este sentido las normas crean tipos jurídicos: los españoles, los agricultores, los mayores de edad, los jubilados, el vendedor, el padre de familia, etc... A cada
uno de estos tipos jurídicos la norma les asigna unas determinadas obligaciones o derechos.
4.2. Particulares. Son aquellas que obligan solo a determinadas personas, como sucede entre las partes vinculadas por un contrato o negocio jurídico o
en el otorgamiento de un testamento, por ejem.
4.3. Individuales. Son aquellas que obligan o facultan a una o varias personas de modo individual, como es el caso de las resoluciones administrativas
o las sentencias.
Un sector de la doctrina, niega a este tipo la consideración de normas jurídicas argumentando su inutilidad, dado que existe un principio jurídico en virtud del cual
es lícito todo aquello que no esté prohibido expresamente. Sin su existencia, dichas conductas estarían igualmente permitidas.
2. Negativas o prohibitivas: Son aquellas que prohíben determinados comportamientos ya sean de acción u omisión.
1. Normas de conducta o comportamiento: Son aquellas que regulan una conducta de acción u omisión. Su objetivo es regular los comportamientos de
los individuos y las actividades de los grupos y entidades sociales en general. Son normas que tienen por si mismas un sentido pleno por establecer
determinados preceptos e imputar a las violaciones de las conductas prescritas sanciones correctoras.
2. Normas de organización o complementarias: Son aquellas que adquieren un significado pleno cuando se las relaciona con otras normas a las cuales
complementan. Estipulan las condiciones y determinan los medios para la eficacia de las primeras, poseen un carácter instrumental.
Se clasifican en:
2.1. Normas de vigencia. Aquellas que se refieren a la iniciación, duración o extinción de la validez u obligatoriedad de una norma.
2.2. Declarativas, explicativas o definitorias. Aquellas que explican o definen los términos empleados en otros preceptos.
Con frecuencia las normas se presentan con contenido impreciso, términos oscuros , expresiones ambiguas o lenguaje muy tecnificado, que requieren una
definición de sus conceptos. En estos casos el Derecho subsana estos defectos mediante otras normas que aclaran, precisan o puntualizan el sentido de la anterior.
Ejem: El código civil dice “el padre y la madre aunque no ostenten patria potestad, están obligados a velar por los hijos menores y a prestarles alimentos” ¿Que
entendemos por alimentos? Mas adelante el código dice: “Se entiende por alimentos todo lo que es imprescindible para el sustento, habitación, vestido y asistencia
médica...”
2.3. Normas permisivas. Son aquellas que establecen algunos casos de excepción respecto de las obligaciones impuestas por otras normas. Es decir,
suprimen excepcionalmente la vigencia de una norma prescriptiva previa de carácter más general.
2.4. Normas interpretativas. Son determinadas normas cuya finalidad consiste en la interpretación del contenido o el sentido en que se utilizan los
términos de otras normas.
Sin embargo es infrecuente que la ley sea interpretada con otra ley por quien la dicta. Suelen ser los operadores jurídicos (los jueces) los que interpretan las normas
perfilando su auténtico significado.
2.5. Normas sancionadoras. El supuesto jurídico de estas normas es la inobservancia de los deberes impuestos por la disposición sancionadora. La
existencia de estas normas se deduce de la existencia de las normas de conducta.
En el código penal no encontramos normas que digan se prohíbe matar, robar, falsificar,... sino que lo que encontramos son normas que establecen las penas en que
incurren los que cometen homicidios, robos, falsificaciones, etc...
Las normas de conducta o de primer grado deben sobreentenderse por la existencia de las normas sancionadoras.
Las normas por muy diferentes que sean, guardan entre si una conexión formal, están perfectamente articuladas y estructuradas a pesar de las distintas fuentes de
procedencia y sus múltiples y variadas categorías.
El ordenamiento es un sistema, cuyas partes están relacionadas entre si correspondiendo a una determinada lógica interna de tal modo que entre las normas no se
produzca colisión o contradicción ofreciendo un todo coherente.
La multiplicidad de normas pertenecientes a un ordenamiento jurídico no constituye un simple agregado inorgánico, sino que están perfectamente ordenadas
formando un todo unitario y conexo.
Las normas se sitúan dentro del ordenamiento jurídico en el lugar jerárquico que a cada una le corresponde y desempeñan dentro del sistema normativo la función
y finalidad que se les asigna.
En definitiva, todas las múltiples normas, están armónicamente estructuradas e integradas dentro del sistema que llamamos ordenamiento jurídico.
LECCIÓN 8
LA CONCEPCIÓN SITEMÁTICA DEL DERECHO: EL ORDENAMIENTO JURÍDICO.
- Hablamos de Derecho haciendo referencia a un amplio conjunto de normas jurídicas que está vigente dentro de un espacio jurídico-político unitario y que
tiene una básica unidad estructural y funcional. Esta realidad suele ser designada también como “ordenamiento jurídico.”
- La realidad tan compleja y diferenciada de normas que comprenden el Derecho no forman un simple conglomerado, sino que se integran en una totalidad
que actúa unitariamente, dando sentido y operatividad a tales normas.
- La multitud de preceptos jurídicos de diverso origen, diverso rango y contenido dispar, actúan de forma articulada, como una totalidad sistemática. La idea
de que los Derechos estatales constituyen realidades orgánicamamente sistemáticas que operan según una articulación compleja y profunda, hizo que varios
autores empezaran de designar y definir esos Derechos desde el concepto de ordenamiento jurídico.
- La interdependencia y complementariedad operativa de las diferentes normas de un determinado ordenamiento jurídico son una exigencia del propio
carácter normativo del Derecho ya que la funcionalidad social de las normas jurídicas ( misión de establecer los cauces por los que han de trancurrir las
conductas de los ciudadanos) exigen una estrecha coordinación e interdependencia.
- Ejem: cuando el código civil dice “podrán celebrar contrato de compra y venta todas las personas a quienes este código autoriza a obligarse” resulta
evidente que el contenido normativo de este artículo, está vinculado a todas aquellas otras disposiciones que regulan el efecto y alcance de la personalidad
jurídica.
- Existen una serie de factores que contribuyen a unificar la de por si naturaleza dispersa (razón de época de elaboración, extensión, jerarquía, materia...) de la
multiplicidad de normas que componen los distintos ordenamientos jurídicos históricos.
Los principales agentes de unificación funcional de las diferentes normas integradas en cada uno de los Derecho estatales son cuatro:
1. La coincidencia espacio-temporal. Lo supone el hecho de que las normas jurídicas proyectan su propia acción reguladora sobre las conductas de unos
sujetos que conviven dentro de un mismo territorio e una época determinada.
2. La vinculación a un ideario político. Todas las normas jurídicas que pertenecen a un mismo ordenamiento se ven sometidas a la presión unificadora del
conjunto de principios estructuradores de la organización social en la que las normas jurídicas actúan como elemento regularizador. Se trata de una
coherencia ético-política interna, una especie de espíritu o alma del Derecho de cada pueblo en un momento dado.
3. La referencia a una única autoridad jurídica suprema. Esta referencia imprime a las reglas jurídicas un sentido unitario de acción, puesto que esa
autoridad central fija los objetivos comunes y respalda con su poder el efectivo cumplimiento de cada una de las normas.
Se admite que es la voluntad del Estado el agente unificador de las normas que componen el ordenamiento al actuar como fuente última de validez y garante
supremo de la eficacia de todos y cada uno de los preceptos jurídicos.
4. El vinculo de recíproca derivación o dependencia jerárquica . Partiendo de las normas jurídicas inferiores y ascendiendo gradualmente hacia las normas
superiores, termina llegándose a una norma suprema que ya no depende ni deriva de ninguna otra regla superior a ella. Esta norma suprema se designa
como norma fundamental y actúa como fundamento y origen de la unidad de todas las normas que integran un Derecho estatal dado.
Así pues, normas muy dispares como son las leyes, las costumbres, los reglamentos, los contratos, los testamentos, resoluciones administrativas, etc... constituyen
una estructura jurídica unitaria porque todas ellas tienen el fundamento de validez en un solo y mismo centro de referencia.
La tesis de la plenitud, tuvo su máximo apogeo en la etapa de las grandes codificaciones como consecuencia de una profunda fe en la racionalidad y perfección de
los códigos y como vía adecuada para garantizar el postulado fundamental de la seguridad jurídica.
Este principio fue incorporado a la mayoría de los ordenamientos jurídicos estatales de forma indirecta a través de un precepto en el que se imponía a los jueces del
deber inexcusable de pronunciarse jurídicamente sobre cualquier asunto litigioso que se les presentara. (Principio que se mantiene en la disposición 1.7 del Código
civil español.)
Sin embargo la ideología de la plenitud se fue debilitando, ya que el dinamismo de la vida social desbordaba una y otra vez, los límites de la malla de disposiciones
de los códigos, empujando a los juristas a dudar de la solidez de sus convicciones sobre la plenitud del Derecho
Así surgieron dos teorías, la del espacio jurídico vacío y la de la normas general exclusiva. Con estas teorías se pretendía defender el principio de certeza y
seguridad jurídica así como impedir la arbitrariedad judicial en la vida jurídica. Sin embargo la poco satisfactoria explicación de ambas teorías llevó a cambiar el
concepto de la plenitud y se empezó a hablar de simple plenitud potencial o funcional.
Teoría del espacio jurídico vacío. El campo de la actividad humana puede verse dividido en dos sectores: aquel en que la actividad está vinculada por
normas jurídicas y aquel en que dicha actividad es libre. El primero se califica como espacio jurídico lleno y el segundo como espacio jurídico vacío.
Así cuando una conducta no está regulada por ninguna norma, es porque no pertenece al sector jurídicamente vinculado, sino al libre. (Al espacio vacío.) Así pues
dentro de los ordenamientos jurídicos no existen descubiertos o lagunas, lo único que ocurre es que hay conductas que no caen dentro de los límites de la
ordenación jurídica.
Esta situación no debe considerarse un vacío de ordenamiento si no como una situación fuera del radio de acción de dicho ordenamiento.
Teoría de la norma general exclusiva: según esta teoría, toda actividad social está regulada por alguna norma jurídica. Los comportamientos que no
quedan comprendidos en la regulación de normas jurídicas particulares caen por eso mismo bajo la regulación excluyente establecida por otra norma: la
norma general exclusiva.
Esta teoría pasa por alto las existencia de reglas generales inclusivas que se dan en la mayoría de los códigos, en el sentido de que en caso de no existir una norma
específica aplicable al supuesto que se plantea, los jueces deberán recurrir a las normas que regulan casos similares o materias análogas.
En cambio con esta teoría si coincide el planteamiento de Kelsen de que existe una regla jurídica negativa que establece que “nadie puede ser obligado a observar
una conducta no prescrita legalmente” En este caso la norma general exclusiva sería la declaración de lo no prescrito como jurídicamente lícito, es decir libre de
disposición.
Doctrina de la plenitud potencial o funcional: consiste en la proclamación de que la plenitud de los ordenamientos jurídicos equivale a afirmar que éstos cuentan
siempre con la posibilidad de encontrar en su propio seno alguna vía o mecanismo de regulación que permite dar una adecuada solución jurídica a cada uno de los
supuestos fácticos que pueda plantear el desarrollo de la vida social.
La aparición de situaciones o relaciones sociales que no están específicamente reguladas en el correspondiente ordenamiento jurídico ha de contemplarse como
habitual debido a que el legislador no puede predecir ni abarcar la variadísima casuística que genera el dinamismo social.
Por otro lado, el hecho de que los propios ordenamientos estatales impongan a los jueces el deber general de resolver todos los conflictos que le sean planteados y
regulen al mismo tiempo el orden de prelación de los medios o instrumentos jurídicos que han de aplicar parece reconocer la aceptación de que esos ordenamientos
reconocen su propia falta de plenitud estática.
Por tanto si se entendiera, plenitud en el sentido de que siempre ha de haber alguna norma específica que regule una situación dada, habría que reconocer que
ningún ordenamiento jurídico llega a ser completo de forma permanente.
a) Propia: cuando la superación de las lagunas existentes se consigue mediante la aplicación de alguna norma que pertenece a otro ordenamiento
totalmente distinto de aquel en el que la laguna se ha producido.
En este caso se busca la aplicación de normas existentes en otros ordenamientos jurídicos coetáneos, particularmente si tienen algún tipo de superioridad o
prelación normativa sobre el que presenta el vacío. Ejem: Declaraciones o pactos internacionales, recomendaciones comunitarias, resoluciones de tribunales
europeos...)
b) Impropia: cuando se recurre a normas que aún perteneciendo al propio ordenamiento, están, sin embargo, integradas en un sector o campo que es
distinto del aquel en el que se produce la laguna.
Puede ocurrir que la norma utilizada proceda de otro ámbito normativo del ordenamiento. Ejem: utilización de normas extraídas del Derecho consetudinario o de
las decisiones y directrices jurisprudenciales.
Puede ser que la laguna sea superada mediante la aplicación de normas del mismo ámbito pero distinto sector normativo. Ejem: Cuando una laguna de Derecho
mercantil se supera mediante el recurso a alguna norma de Derecho civil.
2. La autointegración: cuando se intenta superar una laguna mediante la aplicación de normas o principios pertenecientes al propio orden jurídico en que
la laguna se ha producido y sin tener que recurrir a ordenamientos jurídicos extraños.
Esto se logra o bien recurriendo a la analogía o bien a los principios generales del Derecho, vías reconocidas de forma explícita en los ordenamientos.
a) La analogía: resolución de casos no directamente regulados mediante la aplicación de normas del propio ordenamiento que regulan otros casos
semejantes.
Para que pueda usarse la analogía, es imprescindible que en el supuesto no regulado se dé la misma conexión de lógica jurídica “ratio legis” que llevó al
legislador a regular el supuesto específicamente contemplado en la norma existente.
b) Los principios generales del Derecho: son los criterios o directrices fundamentales del orden jurídico vigente, que se encuentran (aparentes u
ocultos) en las normas, en las instituciones, en los principios político-legislativos constitucionales y en la tradición jurídica nacional.
Pueden ser “expresos” cuando están formulados en normas positivas legales o constitucionales, de carácter muy general, y tienen por tanto el doble carácter de
principios ademas de normas positivas.
Pueden ser también “inexpresos” cuando no están visibles en las normas y han de ser descubiertos por los operadores jurídicos a través de un proceso de
abstracción para obtener el espíritu que está encarnado en estos principios.
No cabe aquí disponer que se aplique la más “justa” por la dificultad que implica su aplicación, ya que históricamente el significado y contenido de la justicia, han
sido objeto de interminables debates doctrinales.
Frente a esta situación de incertidumbre, la jurisprudencia y la ciencia del derecho han elaborado varias reglas de solución entre las que destacan las siguientes:
Esta regla sintoniza con la concepción legalista-estatista del Derecho Entendiendo el Derecho como creación del legislador estatal, es lógico pensar que la
disposición posterior ha de anular la anterior ya que se presume que con su formulación el legislador tiene la voluntad expresa de modificar la precedente. Viene
además impuesta por el carácter dinámico y progresivo del Derecho pues una regla de signo contrario lo condenaría al inmovilismo.
Esta regla está presente en todos los ordenamientos jurídicos actuales, el principio de jerarquía resuelve aplicando aquella jerárquicamente superior.
Las regulaciones específicas parecen llevar en sí mismas la finalidad de sustraer, a la regulación general la materia a la que se refieren, incluso en el supuesto de
que la regulación general sea cronológicamente posterior. Es un designio del propio ordenamiento que, al crear o mantener una determinada regulación especial,
opta por segregar ese ámbito de la regulación general.
La doctrina mayoritaria ha entendido tradicionalmente que estas tres reglas son suficientes para resolver todos los supuestos de contraposición de las disposiciones
jurídicas, pero a veces la situación de contradicción se vuelve especialmente compleja.
a) Contradicción de primer grado o simple: cuando las solución que corresponde a las diversas reglas concurrentes es coincidente. En este caso la solución
es relativamente sencilla aplicando alguna de las reglas de solución de contradicciones.
b) Contradicción de segundo grado, cuando la solución exigida por cada una de las normas concurrentes es distinta, entonces se produce un doble
conflicto, no solo entre disposiciones jurídicas, sino entre las reglas de resolución de las posibles contradicciones.
En este caso la doctrina ha ido estableciendo a través de la práctica jurídica unos criterios que aunque carecen de autoridad firme, vienen siendo utilizados como
directrices predominantes y son:
En cualquier caso, existe la posibilidad de que se den situaciones extremas, especialmente complejas, en las que la solución del conflicto ha de quedar en manos
del correspondiente operador jurídico, especialmente del juez, quien habrá de resolver en base a consideraciones de justicia y oportunidad y dentro de las
posibilidades operativas que le aporte el sistema dentro del cual está actuando.
En cualquier ordenamiento jurídico, todas sus normas están unidas por una estrecha relación funcional que excluye la posibilidad de que se den entre ellas
desajustes o enfrentamientos insalvables, de modo que todo Ordenamiento Jurídico Debe ser entendido y explicado como un sistema normativo unitario.
Esta tesis del carácter sistemático del Derecho fue desarrollada de forma explícita a partir del siglo XIX en que se empezó a caracterizar el Derecho como
ordenamiento y como sistema, es decir como conjunto de normas dispuestas según un determinado orden interno.
En general, cuando la doctrina proclama el carácter sistemático del Derecho lo que intenta es poner de relieve la ausencia de contradicciones normativas
propiamente dichas. Ese carácter queda reducido al terreno de la unidad sistemática funcional.
Dado que resulta inevitable que los órganos legitimados para crear Derecho pongan en circulación normas que contradicen total o parcialmente a otras normas, la
afirmación de que el Derecho es o constituye un sistema, equivale solo, a proclamar que sus normas están relacionadas por vínculos de coherencia funcional, de
modo que el propio Derecho cuenta con mecanismos adecuados para neutralizar la inicial incompatibilidad de esas normas.
Así, lo que ser afirma realmente cuando se proclama el carácter sistemático del Derecho es:
Que no pueden existir contradicciones efectivas de las normas. (Contenido negativo del carácter sistemático del Derecho)
Ha de darse una relación mutua de complementariedad entre normas. (Contenido positivo de ese carácter sistemático.)
Contribuyendo armónicamente todas las normas al logro de los objetivos sociales que intenta realizar cada Derecho.
LECCIÓN 9
PRINCIPIO, REGLA Y LEY.
1. Principios como normas: Los principios señalan aquellas conductas que se consideran valiosas y por tanto deben ser realizadas.
Por eso constituyen un tipo de normas, ya que nos ofrecen indicaciones sobre cual ha de ser el comportamiento adecuado y las normas siempre orientan la acción
prescribiendo o prohibiendo algo.
Podemos definir las normas como “el conjunto de principios o reglas de actuación que regulan la vida colectiva y son uno de los instrumentos de control social
que tiene en sus manos la organización de la sociedad” Según esta definición, las normas se clasifican en los principios orientadores y las reglas.
2. Principios como no-normas. Algunos autores no consideran los principios como normas.
Algunos autores discrepan con identificar los principios como aquellas normas que tienen el carácter de ser más fundamentales, generales o vagas porque estas
características son graduales y no permiten establecer una diferenciación rigurosa con el resto de normas.
Para otros, los principios son los pensamientos directores de una regulación determinada. Todavía no son normas de aplicación, pero se pueden transformar en
normas en cualquier momento.
El principio constituye la base, el criterio o la justificación del mandato susceptible de aplicación. Es el fundamento inicial de la regulación, mientras que la norma
sería el mandato propiamente dicho, es la concreción del principio.
Se consideren normas o no, los principios cumplen un importante papel dentro del razonamiento jurídico. Al ser enunciados genéricos, se utilizan con mucha
frecuencia en las argumentaciones jurídicas. Tienen mayor poder explicativo y mayor alcance justificatorio que el resto de normas que implican un mayor grado de
concepción.
Resumiendo, el derecho como agente regulador de las relaciones sociales, está integrado por normas y que un tipo específico de éstas son los principios, que
cumplen una función concreta de orientación y guía dentro de ese ordenamiento jurídico, siendo más genéricos y abiertos.
Pueden definirse como una concreción de las indicaciones contenidas en los principios. La regla supone un paso más a la hora de concretar ese contenido y los
principios, a su vez, una concreción de los valores.
3. LEY. [HOT]
A la hora de estudiar la manera de entender la ley dentro del sistema jurídico, surgen dos teorías:
El monismo parlamentario: mantiene que la ley es la norma suprema del ordenamiento jurídico. Responde a la fórmula ley = Constitución. Identifica
la ley sólo con la Constitución o norma fundamental de un ordenamiento.
No suele utilizarse el término de ley de manera tan restrictiva, excepto cuando se habla de ley fundamental.
Con estos caracteres, podemos dar una definición de ley desde los dos ámbitos: amplio y restringido.
Concepto amplio de ley: toda norma escrita de carácter general procedente del estado y elaborada a través de un procedimiento.
Concepto restringido de ley: toda norma escrita procedente de manera exclusiva del poder legislativo. (Parlamento.)
Tensión entre la norma escrita y la no escrita (consuetudinaria.) Se produce en un momento inicial en que reinaba el régimen consuetudinario en la
mayoría de pueblos primitivos. La costumbre regía la vida colectiva de los pueblos.
Pero llegado un momento, el monarca quiere afirmar progresivamente su poder dictando normas escritas. La tensión se resuelve a finales del S. XVIII con el
triunfo completo de la ley de producción estatal.
La segunda tensión se produce cuando las cámaras representativas se enfrentan a la corona intentando apropiarse de la capacidad creadora de las
normas escritas. A partir del S. XVIII, con el triunfo del iusnaturalismo racionalista, se revitaliza la función de la ley como principal fuente de derecho
intentando frenar el poder absoluto, sometiendo al monarca a la ley. Sin embargo el triunfo será para el monarca y la norma escrita se convierte en un
instrumento de ese poder para someter a los ciudadanos.
Posteriormente, aparece el estado constitucional con las revoluciones atlánticas que dan origen a la independencia americana y el triunfo del liberalismo en
Europa, consagrándose la ley como expresión de la voluntad general y convirtiéndose en paradigma de las normas escritas a la vez que se invierte el predominio
monárquico frente al parlamento.
La ley llega a su consagración máxima con el movimiento codicista. Se entiende que todo el derecho queda recogido en estos cuerpos normativos que no dejan
espacio para otras fuentes. Se pretendía reunir definitivamente el ordenamiento existente y aplicable. Se valora la firmeza y estabilidad del contenido escrito de la
ley y se considera como el mejor mecanismo para la consecución de la paz y seguridad en la sociedad. El estado aparece como monopolio de creación jurídica.
El dinamismo social y los problemas concretos que genera, van por delante de la normatividad existente, por lo que se ha empezado a dar más importancia a otras
fuentes del derecho
El legislador se ve obligado a una continua adaptación de los textos legales a las distintas situaciones que se modifican casi diariamente, así como las nuevas
realidades que aparecen. Aparecen dos nuevos caracteres en la norma escrita: complejidad y diversidad.
El constante nacimiento y modificación de normas, dificultan la realización del ideal de seguridad jurídica. Se hace imposible el conocimiento de todos los textos
que surgen y se publican.
Estos hechos han conducido al desprestigio de la ley en la actualidad.
Crisis del sistema estatal-legislativo: La aparición de normas supraestatales ( normas internacionales), normas emanadas de organismos infraestatales
( normativas autonómicas, locales..) o incluso extraestatales (convenios colectivos, reglamentos de régimen interno de sociedades...) ha debilitado la
concepción estatista de la ley.
Crisis de las características liberales de la ley : La sobre abundancia de leyes van en detrimento de la certeza y seguridad jurídicas ya que no es posible
conocerlas todas.
Además, se cuida menos la construcción de leyes propiciándose normas mas ambiguas y farragosas y por tanto menos racionales.
La ley también ha perdido sus características de generalidad y abstracción, porque en la sociedad actual, se da una pluralidad de valores a los que la ley debe dar
cabida.
Este panorama ha llevado a una situación de desconfianza en la norma escrita y un retomar de los grandes principios, la aplicación de la equidad, las decisiones
judiciales, etc... como instrumentos que ayudan a regular la vida social de formas más flexible.
En cualquier caso, la ley sigue conservando una situación de privilegio con respecto al resto de fuentes jurídicas debido a cuatro razones principales:
El interés de los juristas para que se mantenga su posición en la toma de decisiones político-jurídicas. A los juristas les vale con remitirse a la ley para
argumentar su posición, que excluye cualquier otro punto de vista.
La efectividad de la ley como instrumento de regulación de conductas. La ley es un mecanismo sencillo para determinar que comportamientos deben
realizarse y cuales evitarse y además genera en la población una conciencia de obligación para la realización de esta conducta que otras fuentes del derecho
no generan.
Su carácter escrito y público sigue garantizando cierta realización de la seguridad jurídica. Su publicación y posibilidad de ser consultadas facilitan un grado
de seguridad que no dan otras fuentes.
Es una ley la que fundamenta y organiza las fuentes de los ordenamientos jurídicos concretos. Todo sistema jurídico actual está fundamentado en la
Constitución que al fin ya al cabo es una ley.
La constitución ha reemplazado el principio de supremacía de la ley en el estado liberal, al concebirse como el cimiento del sistema jurídico.
Este hecho permite contemplar que en el Estado Constitucional, la ley queda sometida a la Constitución, perdiendo ésta (la ley) su preeminencia. Sin embargo la
Constitución también puede ser contemplada como una exaltación de la ley por encima de todo sistema jurídico, haciendo la ley más relevante.
LECCIÓN 10
PERSONA, PERSONALIAD, CAPACIDAD JURÍDICA Y CAPACIDAD DE OBRAR.
Fueron los juristas romanos los que por primera vez incorporaron el vocablo a la terminología jurídica (abandonando el término “hombre”,) e iniciando así su
delimitación conceptual. El término fue posteriormente aceptado por los autores cristianos de la patrística y de la escolástica, depurándolo y reformulándolo
parcialmente. Posteriormente la delimitación del concepto fue objeto de sucesivas revisiones que han dado lugar a que la doctrina se haya dividido entre dos
caracterizaciones básicas de la personalidad jurídica: la que lo ve como una realidad natural y la que la define como un producto plenamente artificial. Un tercer
punto de vista sería la creación o reconstrucción técnica basada en los elementos centrales de la personalidad natural.
a) Doctrina del carácter natural de la personalidad jurídica: sigue la orientación originaria de la tradición romano-cristiana que establece una estricta
correspondencia entre la titularidad de la personalidad humana y la titularidad de la personalidad jurídica.
Durante muchos siglos se mantuvo la convicción generalizada de que la personalidad jurídica era un atributo propio de todos los seres humanos, algo así como una
simple transposición de la personalidad humana al ámbito del derecho.
Según esta doctrina, el derecho ha de contar con el hecho de que la dignidad moral y la dimensión social del hombre actúan como exigencia de reconocimiento de
la personalidad jurídica. El derecho se limita a atribuir personalidad jurídica a quienes ya la tienen por ser titulares de la personalidad humana.
b) Doctrina del carácter artificial. Existen tres hechos históricos que actúan en contra de la doctrina natural del personalidad jurídica:
▪ No todos los hombres han tenido personalidad jurídica.
▪ La personalidad jurídica no ha sido siempre igual en todos los hombres.
▪ Han existido personas jurídicas que no son personas humanas en sentido propio, como las sociedades o que ni siquiera están constituidas
por personas como las fundaciones.
Estos hechos hicieron que cobrara fuerza la doctrina del carácter artificial de la personalidad jurídica, que dice que ésta no es mas que una creación o construcción
técnica del propio derecho y solo tiene justificación en el ámbito del respectivo ordenamiento jurídico
c) Doctrina de la personalidad jurídica como como reconstrucción técnica basada en la personalidad natural: Por un lado, es cierto que es el
derecho el que dota a la sociedad y sus miembros de la respectiva dimensión jurídica, pero por otro el propio derecho es una realidad cuya existencia
viene exigida por la vida social, y así resulta que, en última estancia, la personalidad jurídica es algo así como el modo de existencia que corresponde a
los hombres en cuanto miembros de la sociedad.
De esta forma, el derecho no tiene entera libertad de maniobra a la hora configurar o atribuir la personalidad jurídica de los seres humanos, su iniciativa está
supeditada siempre a los datos que ofrece la propia realidad social.
Resulta razonable concluir que la personalidad jurídica es una especie de adaptación o reconstrucción que el derecho históricamente ha ido realizando a partir de
los elementos que le ofrecían la personalidad moral y social de los hombres por un lado y de las necesidades de la vida social por otra.
Todas las doctrinas coinciden en cualquier caso en señalar que la personalidad jurídica es un atributo o cualidad que hace posible que aquellos sujetos que lo
poseen puedan intervenir en el desarrollo de las relaciones sociales, de forma que su intervención de origen a la aparición de unos determinados efectos o
consecuencias jurídicas.
a) Personas jurídicas individuales. El hombre en su significado genérico de persona humana individual es la encarnación y prototipo de la persona
jurídica.
Si embargo, en todas las épocas históricas han existido sujetos de derecho que no son personas humanas individuales e incluso épocas en que algunos individuos
humanos se han visto privados de personalidad jurídica. Por tanto, no se puede reducir el significado y alcance de personalidad jurídica al de la personalidad
humana.
El pensamiento jurídico moderno, recibiendo la herencia de la doctrina humanista que iniciaron los romanos, que fue continuada por la filosofía cristiana y
convertida finalmente en dogma por el individualismo kantiano y fichteano, establece que la personalidad es un dato primario y radical en el hombre, por ser este
un ser con dignidad, siendo el único ser terrenal que tiene la cualidad de ser dominador y artífice de su propia vida, “señor de sus actos,” sin que sea la naturaleza
que hay en él la que le conduzca. Por tanto para el derecho asume que todo hombre es personalidad jurídica.
El derecho en cualquier caso establece los límites concretos que tiene la personalidad jurídica de cada hombre en cada caso. Mientras todos los hombres son
titulares de una idéntica capacidad jurídica mínima pasiva, su capacidad jurídica activa es muy diferente, por efecto de circunstancias como la edad, la
nacionalidad, el estado civil o la salud.
Por ejemplo, habrá sujetos que podrán firmar un contrato de trabajo pero no podrán participar votando en las elecciones de diputados y senadores.
La capacidad jurídica, puede llegar a considerarse inexistente, haciéndoselo necesario recurrir al mecanismo de representación, una vía jurídica que hace posible
que sean otros sujetos jurídicos los que ejerciten los derechos o cumplan las obligaciones de quienes no pueden hacerlo por sí mismos.
b) Personas jurídicas colectivas. El derecho ha llevado a cabo una extensión de la personalidad jurídica hacia algunas realidades sociales que no son
reductibles a simples personas individuales.
Las realidades sociales susceptibles de recibir personalidad jurídica son muy variables y dependen de la iniciativa de la respectiva tradición jurídica. El
denominador común es la existencia de un sustrato pre-jurídico al que se dota de personalidad que esta constituido por:
1. Un conjunto de personas físicas.
2. Un conjunto de bienes orientados a la consecución de una determinada finalidad social.
3. Un conjunto de personas y bienes.
Son una creación del respectivo ordenamiento jurídico, que responden a la necesidad de los seres humanos de conseguir ciertos fines sociales que superan las
posibilidades de acción de individuos aislados. Fines económicos, políticos, culturales, religiosos, recreativos, etc... que requieren el concurso de una pluralidad de
personas o de un gran cúmulo de bienes.
En todos los casos, es necesario el reconocimiento del derecho para que se produzca la existencia de personas jurídicas colectivas.
Contenido: es la capacidad jurídica en su doble vertiente de capacidad pasiva y capacidad activa (se desarrolla en el punto 3.)
Según las doctrinas de la ficción y formalista, aunque la capacidad jurídica de las personas jurídicas colectivas no esta limitada a priori y de manera general, si ha
de encontrarse sujeta a las limitaciones derivadas de la finalidad que legitima su existencia.
Según la doctrina realista la capacidad seria ilimitada, equiparable a la de las personalidad jurídicas individuales.
◦ Asociaciones o sociedades: conjunto de personas físicas que actúan con una concordancia unitaria de voluntades en orden a conseguir
unos fines predeterminados. Puede estar en ellas el elemento patrimonial y el finalista, pero prevalece el personal.
El patrimonio y los fines son elementos accesorios e instrumentales aunque se clasifican en función de ellos: lucrativas, benéficas, deportivas, culturales, políticas,
religiosas, científicas, etc...
◦ Fundaciones: el elemento esencial es el conjunto de bienes patrimoniales cuyo aprovechamiento se destina a la consecución de una
determinada finalidad social. El elemento personal desempeña una función en este caso complementaria.
◦ Corporaciones (instituciones): se caracterizan por aunar el elemento personal y el elemento finalista de los objetivos o funciones que
les corresponde realizar. Su constitución se debe más al designio del propio ordenamiento jurídico que a la libre iniciativa de los
sujetos que la integran.
Actúan como mecanismos de regulación y control del desempeño de determinadas funciones sociales especialmente importantes, un ejemplo serian los colegios
profesionales españoles, de abogados, médicos, arquitectos, veterinarios, etc...
También se pueden clasificar atendiendo al núcleo de derechos que les corresponden en función de los fines que persiguen:
◦ Públicas: Aquellas que pueden ejercitar en sus relaciones con otras personas el derecho de mando (ius imperii) adoptando una posición
de superioridad.
También pueden ser aquellas que intentan lograr uno objetivos de interés general de la sociedad.
◦ Privadas: No disponen de derecho de mando y adoptan posiciones de igualdad en sus relaciones con otros sujetos jurídicos. También
son aquellas que persiguen fines de interés privado.
Dichas posibilidades se concretan en dos capacidades básicas: la capacidad jurídica activa y la pasiva, que se conjugan para dotar de plenitud a la personalidad
jurídica, de forma que cuando alguna de ellas falta, el titular tiene una una personalidad jurídica disminuida o incompleta. (Quienes carecen de capacidad
suficiente para ejercitar los derechos por si mismos: menores de edad, incapacitados o declarados en quiebra.)
Quien carece de capacidad jurídica pasiva no es persona jurídica. La capacidad jurídica pasiva es un atributo excluido de la libre disposición del titular de la
personalidad jurídica, siendo radicalmente indivisible.
Gracias a la capacidad jurídica pasiva, los sujetos jurídicos cuentan con la posibilidad de asumir la titularidad de determinados derechos y obligaciones, adquirir y
poseer como propios bienes patrimoniales, afrontar las responsabilidades que pueden corresponderle como derecho y ser centro de apropiación o atribución de los
efectos que producen las relaciones jurídicas en que intervienen.
La capacidad jurídica pasiva desempeña una función centralizadora de la participación del sujeto en los diversos ámbitos de las relaciones sociales, especialmente
la unicidad de la propia personalidad jurídica y en la unidad de los bienes que integran su patrimonio personal.
La posibilidad de adquirir o conservar la capacidad jurídica pasiva, incluso cuando se haya perdido o no se haya conseguido todavía la capacidad jurídica activa,
contribuye a evitar la proliferación de situaciones no deseadas por la mayoría de sociedades como seria la radical indefensión de los no nacidos, los menores,
incapacitados, desviación del patrimonio hereditario fuera de la línea de sucesión, etc...
Esta capacidad, se caracteriza por facultar al sujeto para la realización de un determinado acto (o conjunto de actos) que va a producir efectos directos sobre la
posición jurídica del propio sujeto de un lado, y por otro, de los sujetos con los que se está relacionando.
A diferencia de la pasiva, la capacidad jurídica activa es divisible: puede tenerse capacidad para realizar una clase de actos jurídicos y carecer al mismo tiempo de
capacidad para la realización de otros (capacidad limitada) o bien puede tenerse capacidad jurídica plena cuando se ostenta capacidad para realizar cualquier tipo
de acto jurídico.
Otra característica es la existencia de unos factores o circunstancias que sistemáticamente delimitan la capacidad jurídica activa. Factores que posibilitan,
dificultan o impiden la iniciativa de autogobierno jurídico del sujeto. Entre ellos destacan el estado civil, la nacionalidad o condiciones vitales como enfermedades
o deficiencias de carácter físico o psíquico.
El alcance de la capacidad jurídica activa, viene determinado por ciertas condiciones objetivas fijadas con carácter general por el respectivo ordenamiento jurídico.
Los titulares pueden influir indirectamente en el alcance de dicha capacidad adoptando decisiones sobre la posición y estado que van a tener dentro de la
organización jurídica, siempre que puedan decidirlo libremente.
LECCIÓN 11
DERECHO SUBJETIVO Y DEBER JURÍDICO.
1. EL DERECHO SUBJETIVO: NATURALEZA Y CONTENIDO. [HOT]
1.1 Naturaleza.
Las principales doctrinas sobre la naturaleza del derecho subjetivo son:
1) La teoría de la voluntad. (Savigny) Según esta doctrina, el derecho subjetivo es un poder atribuido a la voluntad del sujeto, una esfera de autonomía
que el ordenamiento jurídico pone a disposición del individuo (junto con la protección correspondiente.)
Esta iniciativa de la voluntad individual puede manifestarse o bien provocando el nacimiento, cambio o desaparición de derechos propios, o bien exigiendo de otro
sujeto algún comportamiento previsto de la norma que ampara el propio derecho.
Críticas a esta doctrina suponen la existencia de sujetos incapaces, que teniendo plena titularidad de sobre ciertos derechos subjetivos, no poseen una voluntad
psicológica efectiva para ejercitarlos. También hay derechos sin sujeto que subsiten al margen de la voluntad e incluso del conocimiento del titular e incluso
existen derechos subjetivos que subsisten al margen de la voluntad e incluso a pesar de la voluntad de su titular (derechos a los que el titular no puede renunciar en
ningún caso.)
2) La teoría del interés. [HOT](R. Ihering) Entiende que el derecho subjetivo debe caracterizarse como un interés jurídicamente protegido. Aquel interés
respaldado por una protección jurídica cuya efectividad depende de la iniciativa del propio titular.
El derecho subjetivo así tendría dos elementos básicos: el interés del sujeto (interno y sustantivo) y el procedimiento jurídico de defensa (externo y formal.) Si un
derecho no cuenta con el correspondiente procedimiento de protección, cualquier interés seguirá siendo importante, pero no podrá caracterizarse como subjetivo.
Incoherencias de esta teoría: existen individuos que no tienen interés o incluso les interesa no ejercitar algún derecho subjetivo. Ejem: derecho a defender a la
patria o derecho al trabajo. Existen además intereses que contando con el respaldo del ordenamiento jurídico, no constituyen derechos subjetivos, como son el
interés ciudadano por un desarrollo económico progresivo, o el buen funcionamiento de los servicios públicos.
3) Teoría de la posición jurídica. (Kelsen) Según esta teoría, el derecho subjetivo, no es en última instancia, más que la posibilidad, que ciertas normas
reconocen al sujeto de poner en funcionamiento, los mecanismos previstos en ellas, para lograr que otros sujetos cumplan los deberes jurídicos que les
incumben.
No se trata pues, de una realidad distinta del propio derecho objetivo, según esta explicación, el derecho subjetivo, no es más que una especie de lugar que ocupa el
sujeto dentro de la estructura de los ordenamientos jurídicos, cuando las normas ponen en sus manos, la posibilidad de desencadenar el proceso, que conducirá a la
realización de las consecuencias previstas en las propias normas.
El número de facultades y su densidad varían de unos derechos a otros, por ejemplo el derecho de propiedad atribuye varias facultades: aprovechamiento de sus
frutos, ventra, permuta, donación, préstamo, hipoteca, renuncia, etc... mientras que el derecho de uso, solo otorga la posibilidad de utilizar libremente un objeto
con el único fin de conseguir los fines para que dicho objeto está diseñado.
Las posibilidades de acción, siempre contienen estos tres tipos básicos de sectores:
a) Uso y disfrute: el derecho subjetivo atribuye a su titular la posibilidad de realizar pacífica y libremente las acciones que ese derecho le garantiza. Un
ámbito de actuación que está a su servicio y dentro del cual puede moverse libremente, forma parte del contenido del derecho subjetivo.
b) Disposición: pone al alcance del titular de adoptar decisiones definitivas sobre su ejercicio, su conservación, su modificación o su extinción, dentro de
los límites que la estructura del derecho o la correspondiente regulación jurídica impongan.
Algunos derechos subjetivos, como los personalísimos, o aquellos que expresamente excepcionados por el ordenamiento jurídico, no son disponibles.
c) Pretensión: los derechos subjetivos otorgan al titular la posibilidad de ejercitar una serie de pretensiones orientadas a provocar la intervención de otros
sujetos en su propio proceso de realización.
Aunque los tres sectores, están casi siempre presentes en todos los derechos subjetivos, sin embargo no todos los sectores son igualmente visibles en todos ellos.
Por ejemplo en los derechos relativos como el derecho de crédito, destaca más el sector de la pretensión, mientras que en derechos absolutos como el de propiedad
se percibirá mejor el sector de uso y disfrute y potencialmente el de disposición.
Otras doctrinas tienden a delimitar el contenido del derecho subjetivo a través de la consideración de dos elementos que lo definirían en última instancia:
• La licitud de la actuación: acotar la esfera de la libertad en la que el sujeto puede actuar para la satisfacción de sus propios intereses, de modo que su
acción esté tutelada por el ordenamiento jurídico.
• La pretensión jurídica: atribución al sujeto de la posibilidad de hacer que, en el supuesto de que el pacífico disfrute de esas esfera de libertad se vea
perturbado o amenazado, entre en funcionamiento la tutela del ordenamiento jurídico.
2. TIPOLOGÍA BÁSICA DEL DERECHO SUBJETIVO.
Las principales manifestaciones (clases) del derecho subjetivo, se encuadran en los siguientes bloques:
¿Es el derecho subjetivo independiente del derecho objetivo, o es una simple proyección o reflejo de las normas jurídicas?
Punto de vista histórico. El derecho subjetivo tras su incorporación a la teoría jurídica al final de la edad media, de la mano del teólogo nominalista G. de Occam,
logró que el humanismo individualista y el contractualismo político lo convirtieran finalmente en eje sobre el que debería girar el derecho objetivo. El derecho
subjetivo tenía la misión de garantizar el pacífico disfrute de los derechos que habían acompañado a los hombres en su viaje desde el estado de naturaleza hasta el
de ciudadanía.
Así continuó pensándose durante varios siglos con ayuda del talante racionalista de ascendencia iusnaturalista que siguió imperando en la visión de los grandes
juristas durante décadas.
La supremacía del derecho subjetivo empezó a declinar con el positivismo estadista, dentro de una perspectiva dominada por la objetividad y que reducía la
esencia de lo jurídico a la norma impuesta por el legislador de forma coactiva.
En este contexto apenas tenía cabida la concepción del derecho subjetivo, como un poder o facultad que tiene naturalmente los ciudadanos y que el derecho
objetivo ha de asumir y proteger. Ahora se entiende que los derecho subjetivos, solo son disponibilidades de acción que atribuye el derecho a los ciudadanos
cuando lo considera oportuno, en el peor de los casos, una mera apariencia o ficción ideológica sin contenido real propio. El derecho objetivo pasa a ser la única
realidad jurídica sustantiva.
Así pues las dos grandes formas de ver la relación entre derecho subjetivo y derecho objetivo, son dos contrapuestas: la personalista y la legalista.
1. Versión personalista. (iusnaturalista) El núcleo original de los derechos subjetivos está constituido por una realidad que forma parte del equipamiento
existencial de la persona en cuanto sujeto jurídico. Los derechos subjetivos preexisten a las leyes políticas que regulan su ejercicio, de tal manera que a
las layes solo les corresponde garantizar su protección. (Teoría del interés y teoría de la voluntad por ejemplo.)
2. Versión legalista (positivista.) Los derechos subjetivos sólo existen en tanto en cuanto han sido reconocidos, creados, por los ordenamientos jurídicos
de las respectivas sociedades.
No puede darse una única solución a la relación entre derecho subjetivo y derecho objetivo, la visión varía más bien dependiendo del tipo de derechos de que se
trate:
Derechos subjetivos personales fundamentales: tienen una clara dependencia axiológica (es un valor de) e incluso ontológica (forma parte del ser)
respecto del derecho objetivo, por eso se imponen como previos a los diversos ordenamientos jurídicos estatales y supraestatales, condicionando la
propia configuración de ambos.
Derechos subjetivos ordinarios que parecen existir como tales en la medida que han sido incluidos en los respectivos ordenamiento jurídico Puede
entenderse que toda su realidad jurídica se agota en la correspondiente regulación legal.
En la base de estos derechos ordinarios estaría presente siempre alguna realidad subjetiva que actúa como núcleo de la estructura normativa que les da el derecho
objetivo.
4.1. Caracterización.
• A menudo se explica el deber jurídico según un modelo o esquema similar al del deber moral, es decir, como un vínculo que liga la voluntad de los
destinatarios en virtud de la exigencia contenida en los mandatos que expresan y transmiten las normas jurídicas. Sin embargo este vínculo acaba
dificultando explicar en que consiste ese deber, por acabar incluyéndolo en el seno de la obligatoriedad moral.
• La doctrina actual intenta explicar el deber jurídico como específicamente distinto de cualquier otro deber, si bien en sus elementos constitutivos figura la
pertenencia al campo general del deber ético. Por tanto el deber jurídico tendrá también una implicación psicológica de la voluntad del sujeto obligado.
• Y, así, merced a la capacidad de presión que le proporciona su pertenencia a un ordenamiento jurídico cada una de las normas perfila y predetermina la
conducta social de los ciudadanos de un modo tal que hace surgir en éstos las obligación o vinculación de su voluntad racional.
• Es precisamente la conciencia de esa vinculación la que hace que la mayoría de los sujetos obligados actúe, en la mayoría de ocasiones, dentro del camino
que marcan las normas jurídicas.
• Ahora bien, el derecho no es solo un conjunto de normas que por ser éticas, se dirigen a los destinatarios en cuanto que son seres racionales y libres.
• El derecho es también una normatividad social general, que se compromete con la protección de la vida colectiva y la realización de los intereses
comunes. De donde se deduce que, el deber jurídico tiene carácter objetivo y está orientado a la protección de los intereses de la colectividad (sujetos
distintos del obligado,) debiendo ir en consecuencia, acompañado siempre de la posibilidad que su cumplimiento se exija de forma coactiva.
• Esto no supone que únicamente existe deber jurídico cuando lo impone una norma que lleva aparejada la previsión de ser aplicada coactivamente. No
puede reducirse el deber jurídico a la presencia de la coacción. Sin embargo recurrir a la coacción es un carácter constitutivo del derecho por lo que no
podrá considerarse norma jurídica, aquella regla de conducta que no sea coactiva. En esta medida, la existencia misma del deber jurídico, depende
también de la posibilidad de que entre en juego la coacción.
• Además de la personalidad psicológica del individuo sobre el que recae el deber jurídico, éste tiene también una personalidad jurídica (el comprador, el
arrendatario, el testigo, el padre, el hijo...) en consecuencia, corresponde al derecho que el sujeto ajuste su conducta a lo preceptuado en la norma, sin
preocuparse de las motivaciones que están detrás de tal conducta. El deber jurídico queda debidamente satisfecho, tanto si el sujeto lo acata con la
convicción de que su conducta es la más adecuada y justa, como si lo cumple a regañadientes, por estar en desacuerdo con la norma que lo impone, a
diferencia de los deberes impuestos por las normas morales.
• Afirmar la existencia de un deber jurídico que es utilizado, entendido y vivido por la mayoría de los ciudadanos, implica asignarle la existencia de una
vinculación interna de la voluntad del sujeto obligado y la correlativa presión proveniente de la norma, es decir, un núcleo coincidente parcialmente con el
de los deberes morales. Ahora bien, fuera de esta coincidencia estructural de base, el deber jurídico presenta otros rasgos diferenciales que le distancian
considerablemente de los deberes morales.
4.2. Fundamento.
• El deber jurídico no puede sustentarse sobre la obligación estrictamente moral de cumplir las normas impuestas por el legislador legítimo.
• Además hay que tener en cuenta que el fundamento del deber jurídico, esta directamente vinculado al debate sobre el origen de la validez de las normas
jurídicas, que a su vez está supeditada a la respectiva concepción del derecho.
• Por tanto, podría haber tantas visiones sobre el fundamento del deber jurídico, como doctrinas acerca de la naturaleza del derecho y fundamento de su
validez. Se hace necesaria una explicación con autonomía teórica sobre el fundamento del deber jurídico.
• La función que desempeñan las normas jurídicas en la regularización de la vida social de los hombres, exige que las directrices de conducta establecidas
por esas normas sean éticamente obligatorias. La función que el derecho cumple en la organización social es, pues, la raíz de su obligatoriedad.
• La fuerza vinculante que que posee el deber jurídico, hunde sus raíces en la propia conciencia ética del hombre en cuanto ciudadano. Es decir, brota de la
consciencia que tiene el individuo de su inevitable pertenencia al grupo, de las insustituibles ventajas vitales que este hecho le reporta y del consiguiente
compromiso de fidelidad que, como sujeto moralmente responsable ante si mismo, está obligado a asumir.
Esta explicación genérica del deber jurídico, no sirve para identificar la base de sustentación de cada uno de los deberes jurídicos particulares. Para avanzar en esta
dirección, hay que empezar por distinguir la existencia de dos grandes grupos de deberes jurídicos:
Fundamentales: son los deberes jurídicos de humanidad, aquellos que cada ciudadano tiene para con todos los otros seres humanos. Su existencia y
alcance no dependen sustancialmente de la regulación que tengan en los ordenamientos jurídicos históricos.
Ejem: las normas que regulan la integridad de las personas o los ataques a la vida, son de obligado cumplimiento para todos los ciudadanos en cualquier
lugar y circunstancia
Ordinarios: Son deberes cuya existencia y alcance están vinculados a la respectiva regulación de esos ordenamientos. Estos deberes tienen su raíz y
están configurados definitivamente en las normas jurídicas que los imponen.
Para conocer el peculiar contenido y alcance de los deberes ordinarios se hace necesario recurrir al examen de todas y cada una de las normas que inciden en su
regulación.
Más tarde, con el desarrollo cristiano de la doctrina estoica, se generalizó la convicción de que la obligación que tienen los súbditos de cumplir el Derecho Natural
y las leyes positivas humanas era una obligación interna o de conciencia.
Así que, tanto por razón del contenido como por razón del fundamento, se daba plena coincidencia entre los deberes relativos a la ley moral y los relativos a las
leyes jurídicas. Esta misa visión fue asumida también por la mayoría de los autores del iusnaturalismo racionalista.
Tesis de la neutralidad moral. La doctrina del deber jurídico como deber de conciencia entra en crisis con las doctrinas de Tomasio y Kant que abogan
por una separación del derecho frente a la moral. El deber jurídico pasó a ser configurado como una obligación amoral meramente objetiva. Mientras que
las reglas morales obligan en el fuero interno, las reglas de justicia imponen deberes externos y coactivos.
Enseguida varios autores, incluidos algunos discípulos de Kant, emprendieron una crítica de la neutralidad moral, (Laun) propugnando que que la existencia de
cualquier verdadero deber queda siempre supeditada a la aceptación autónoma de la voluntad del individuo, incluida la del deber jurídico. Para estos autores, toda
regla de conducta ha de ser aceptada por los individuos, de lo contrario no es verdadera norma, si no simple voluntad respaldada por la fuerza del poder, en ultima
estancia simples hechos de fuerza.
Sin la aceptación en conciencia de las reglas por los individuos, el derecho positivo no es mas que la expresión del poder que domina la sociedad y los deberes
jurídicos, simples imposiciones de ese poder sobre la débil voluntad de los ciudadanos.
Sin embargo, esta visión, de la subordinación del deber a la aceptación de los individuos, imposibilitaría la existencia de un ordenamiento jurídico general, la cual
choca frontalmente con la existencia de un derecho que por definición y ha diferencia de la moral ha de ser común e igual para todos los ciudadanos.
Tesis de la rigurosa independencia del derecho frente a la Moral. Estas tesis se han impuesto de nuevo en épocas recientes con vigor (Kelsen), hasta el
punto de reducir el contenido del deber jurídico a un simple sometimiento a la coacción. Es decir, a un simple estar sometido a las sanciones que las
normas jurídicas han previsto para el supuesto de que no se realice la conducta que ellas establecen.
Según estas tesis, el derecho no impone obligaciones propiamente dichas, sino que se limita a colocar a los destinatarios ante la posibilidad de sufrir un daño en el
supuesto de que no realicen las conductas prescritas. Alguien tiene un deber jurídico cuando una conducta suya está prevista en el derecho como condición para
la aplicación de una sanción por los órganos del Estado.
En cualquier caso, ambas visiones reconocen algún tipo de relación entre derecho subjetivo y deber jurídico. Hecho que confirma la tesis del carácter bilateral del
derecho en cuanto a regulador de conductas que, dentro dentro del contexto referencial jurídico, deben realizar los ciudadanos cuando sus actuaciones interfieren
en los intereses de otros ciudadanos o la propia organización estatal.
La relación entre el derecho subjetivo y el deber jurídico deriva del vínculo de dependencia en que ambos están respecto de la norma jurídica. Es ésta la que define
en última instancia, no sólo el sentido y el alcance de los derechos y deberes jurídicos, sino también, tal vez, su propia existencia como tales.
La relación bidireccional entre deber y derecho a través de la norma, no es única, sino que cambia de unos sectores de los ordenamientos jurídicos a otros. En los
ámbitos del derecho que cumplen fundamentalmente la función de amparar el disfrute de los derechos, la cara más visible de la norma es el derecho subjetivo,
mientras que los ámbitos que se orientan a la delimitación de deberes sobre el comportamiento de los ciudadanos, las normas reflejan con mayor claridad la
presencia del deber jurídico.
Las normas que establecen deberes tienen un efecto restrictivo sobre las posibilidades de actuación jurídicamente lícita de los sujetos, ya que la conducta debida
que prescriben, convierte, a todas las demás posibles formas de actuación que quisiera decidir el sujeto obligado, en acciones ilícitas. Como consecuencia, el
destinatario del deber carece del Derecho a actuar de otra manera, aunque puede actuar de otra manera y atenerse a las consecuencias que acarrea la acción no
conforme a Derecho.
Por consiguiente, las normas que establecen deberes no sólo obligan a que se realice una conducta o a que no se realice, sino que producen el efecto de delimitar el
ámbito de lo permitido jurídicamente. Lo que se puede enunciar siguiendo a E. García Máynez conforme a los siguientes principios:
Principio de inclusión: Todo lo que está jurídicamente ordenado está jurídicamente permitido. De lo que se deduce en aplicación de este principio, que
no solo se debe realizar el pago al acreedor o a su representante sino que también está permitido hacerlo a estos y sólo a estos.
Principio de libertad: Lo que estando jurídicamente permitido no está jurídicamente ordenado, puede libremente hacerse u omitirse. El deudor puede
ceder sus bienes a los acreedores en pago de sus deudas (o puede elegir cualquier otra forma para satisfacer el pago).
Principio de contradicción: La conducta jurídicamente regulada puede hallarse, simultáneamente, prohibida y permitida.
Principio de exclusión del término medio: Si una conducta está jurídicamente regulada, o está prohibida, o está permitida (tertium non datum). P. ej.
Una Ley debe permitir o prohibir un hecho, pero no puede “medio permitirlo” o “medio prohibirlo”.
Principio de identidad: Lo que está jurídicamente prohibido está jurídicamente prohibido; lo que está jurídicamente permitido está jurídicamente per-
mitido.
El significado de este principio remite al principio general de identidad que establece que todo objeto es idéntico a sí mismo, y su significado impide entender
como prohibido lo permitido y como permitido lo prohibido.
Como puede observarse, la relación entre el derecho subjetivo y el deber jurídico es lo suficientemente compleja como para constituir el núcleo fundamental de
estudio de una disciplina filosófico-jurídica específica, la ontología formal del Derecho, o la teoría formal del Derecho, cuyo objeto es el análisis de las diversas
clases de regulación jurídica de la conducta.
LECCIÓN 12
OTROS CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES.
1. LA SITUACIÒN JURÍDICA.
La situación, en general, es un elemento condicionante de la vida de los hombres. Por un lado, éstos se encuentran en situaciones que ellos mismos han contribuido
a originar, por otro lado, hay situaciones en que el hombre está, con independencia de su voluntad, por voluntades que vienen del exterior y que se presentan como
inevitables.
Este condicionamiento que acompaña al hombre en su existencia personal y social, se da también en la vida jurídica, la situación jurídica es uno de los aspectos
básicos condicionantes de la existencia jurídica de los sujetos.
Desde un punto de vista técnico, las situaciones jurídicas son las posiciones que ocupa cada uno de los sujetos que intervienen en las diversas relaciones jurídicas.
Son las distintas circunstancias de existencia jurídica personal, conforme a las que el sujeto realiza o está en disposición de realizar, varias formas de conducta, que
constituyen el activo (derechos) y el pasivo (deberes) de su haber jurídico.
Las relaciones jurídicas se establecen normalmente entre dos sujetos, uno tiene el deber de comportarse de determinada manera y el otro tiene el poder de exigir
del anterior que realice el comportamiento debido. Este hecho da lugar a dos tipos de situaciones:
Normalmente, esta caracterización de las relaciones jurídicas, no suele darse en estado puro sino que cada situación jurídica suele dar lugar a su vez a deberes y
derechos correlativos.
Así por ejemplo, en una relación como la compraventa, el que está en situación de vendedor tiene la obligación de entregar el bien objeto de compraventa, pero al
mismo tiempo el derecho de exigir que el comprador le pague el precio estipulado.
Relación jurídica y derecho subjetivo: no debe incluirse el derecho subjetivo entre las situaciones jurídicas activas especialmente relevantes o privilegiadas. De
hecho, el derecho subjetivo no es una situación jurídica, por el contrario, es un efecto de dicha situación, en cuanto que es siempre la situación en que está un
sujeto dentro de la trama de una determinada relación jurídica la que atribuye a ese sujeto el derecho o derechos que le es posible ejercitar en esa relación.
a) Las de carácter fundamental y genérico. Aquellas en que el sujeto se encuentra situado sin la intervención de su libertad jurídica de elección. Definen
o determinan el estado jurídico de las personas: nacido, mayor de edad, nacional, apátrida, incapacitado, etc...
Brindan la posibilidad de ir entrando en otras muchas nuevas que le permiten perfilar y desarrollar las capacidades que le corresponden en cada caso como sujeto
jurídico concreto.
b) De carácter particular, serian derivadas y secundarias de las anteriores y nacen de la iniciativa del propio sujeto.
El hecho jurídico: constituye el elemento más simple en que se puede descomponer la materia que el Derecho regula. Son fenómenos o
acontecimientos naturales cuya presencia en la trama de las relacione jurídicas no se origina en una decisión voluntaria de los sujetos que intervienen en
ella.
En cuanto “hechos” son, simples acontecimientos que suceden u ocurren y que llegan a ser jurídicos en la medida en que están incorporados a alguna estructura de
normatividad jurídica. Si no lo están, son simples hechos naturales.
Ejem: La caída de un árbol es un hecho natural. Si el mismo árbol, cae encima de algún bien o sujeto aparte del dueño, esa caída se convierte en un hecho jurídico.
Y esto ocurre porque las normas jurídicas han regulado esa situación como desencadenante de responsabilidad jurídica para el dueño del árbol.
Otras veces es el propio paso del tiempo (hecho natural) el que hace que nazcan derechos y obligaciones, o que se extingan, lo que convierte al transcurrir del
tiempo en un hecho jurídico importante.
Hechos naturales que siempre tienen dimensión jurídica. Es lo que ocurre, con el nacimiento y la muerte por ejemplo. Son hechos biológicos que implican de
forma inmediata determinados efectos jurídicos como son la aparición y extinción de la personalidad jurídica con sus correspondientes derechos y deberes.
La condición básica en cualquier hecho jurídico, es que ese hecho ha de producirse sin la intervención libre y voluntaria de un sujeto, de lo contrario, se convierte
en acto jurídico.
El acto jurídico. Se definen porque su existencia surge de la decisión humana y por ser actuaciones o conductas que los individuos realizan, de tal
modo que provocan la aparición de ciertos efectos, sobre el flujo de las relaciones jurídicas.
Una característica imprescindible del acto jurídico es que el sujeto actúe dentro de unos límites mínimos de consciencia y libre decisión de la voluntad. La acción
de alguien, que es obligado físicamente a hacerla (aún teniendo plena consciencia de la acción,) no tiene relevancia jurídica.
La segunda característica, es que el acto jurídico requiere que la intervención del sujeto, tenga una manifestación externa perceptible y además activa, es decir,
que su comportamiento u actuación haya sido o llegue a ser causa de la aparición de una determinada consecuencia jurídica.
La simple intención que no llega a manifestarse externamente, no será considerada acto jurídico, ni tendrá relevancia alguna para la valoración jurídica de otros
actos con los que pudiera estar relacionada. (Es un elemento diferenciador del Derecho con la Moral.)
La conducta o actuación no tiene por que ser positiva, puede ser causa de resultado jurídico el comportamiento consistente en no-hacer (negativo.) Pagar o no
pagar una deuda, hacer o no hacer testamento son ejemplos de actos igualmente activos desde un punto de vista jurídico. Existen varios elementos que sirven para
clasificar los actos jurídicos:
◦ Actos válidos, actos nulos, anulables e inexistentes.
a) Actos válidos: son actos jurídicos normales, los que se ajustan a las exigencias prefijadas en las normas que los regulan, de modo que
producen los efectos jurídicos que tales normas tienen previstos.
b) Actos nulos: aquellos que carecen de validez de forma radical y absoluta, por incumplir alguno de los requisitos esenciales establecidos por
el ordenamiento.
c) A. anulables: aquellos que sin ser radicalmente nulos, tienen una validez viciada por el incumplimiento de alguna exigencia no esencial, de
modo que, si no es oportunamente subsanado el vicio que les afecta, pueden ser considerados y declarados nulos.
Son solo actos jurídicos en apariencia ya que contienen en si mismos la posibilidad de que alguien exija que se reconozca y declare esa circunstancia.
d) Actos Inexistentes: los que no se han producido nunca como tales actos jurídicos. Se diferencian de los nulos en que éstos, aunque están
jurídicamente vacíos han llegado a existir en el mundo jurídico en toda su apariencia.
En cambio, con los inexistentes, lo que ocurre en realidad es que ni siquiera han concurrido los elementos mínimamente necesarios para que sea posible afirmar
que hay acto jurídico.
a) Actos jurídicos simples (actos jurídicos en sentido estricto.) Su eficacia jurídica depende exclusivamente de las disposiciones contenidas
en las normas, sin que las pretensiones o deseos personales de los sujetos condicionen su eficacia.
Así cuando un acreedor dirige un requerimiento de pago a un deudor suyo, suele pretender que pague la deuda de inmediato, sin embargo, con independencia de lo
que el acreedor haya querido o no, las normas aplicables a la relación de ambos, establecen que ese acto, tiene además el efecto de que el deudor tendrá que pagar,
no solo el principal de la deuda, sino también los intereses de mora.
b) Negocios jurídicos (declaraciones de voluntad.) En estos actos, es precisamente la voluntad declarada de los sujetos que intervienen en su
realización la que perfila y constituye en última instancia las respectivas consecuencias jurídicas (dentro de los límites y según las
posibilidades que el derecho establece en cada caso.)
Los negocios jurídicos están muy presentes en el ámbito del derecho privado y se llegan a identificar muchos tipos diferentes: unilaterales, bilaterales, solemnes,
informales, causales, abstractos, onerosos, gratuitos, típicos, atípicos...
En la actualidad y después de un largo periodo de abandono por parte de la doctrina (en favor de otras categorías, como Derecho subjetivo, deber jurídico o
negocio jurídico,) se ha registrado una vuelta al concepto de relación jurídica, al considerarse que es la categoría central y fundamental del o.j., al ser un concepto
que forma parte de la idea misma del Derecho.
La relación jurídica no es más que la propia relación social cuyo desarrollo ha sido reglamentado por el Derecho.
Savigny en el S. XIX estableció la tesis de que en la relación jurídica convergen dos aspectos o elementos básicos que la configuran:
La relación social preexistente (elemento material)
La idea de Derecho que regula esa relación (elemento formal)
Sin embargo la doctrina posterior, no fue capaz de mantener el equilibrio entre los dos elementos estructurales señalados por Savigny. Así, mientras unas
tendencias afirman que la relación jurídica, es ante todo una relación social cuya importancia, empuja al Derecho a reconocerla y regularla, otras doctrinas la
definen como un simple reflejo de las normas, como el nexo que existe entre las normas cuando establecen las condiciones de aplicación de las sanciones previstas
por el ordenamiento. En cualquier caso, son dos los requisitos necesarios para que se dé una relación jurídica.
Sin embargo, hay más requisitos y así los elementos básicos de toda relación jurídica son:
1. Los sujetos que establecen el vínculo en que consiste la relación jurídica y que son al mismo tiempo titulares de derechos y deberes correlativos.
Su número puede variar, pero siempre deben ser al menos dos y deben ser titulares de personalidad jurídica.
En la actualidad no puede considerarse relación jurídica la que en apariencia se produce entre el hombre y los animales, las plantas o las cosas inertes. Si bien,
dado que el hombre tiene deberes para con los animales, podría pensarse que éste hecho implica la existencia en éstos de unos derechos correlativos, por lo que
podrían llegar a ser reconocidos como titulares de personalidad jurídica.
Tampoco es válido cualquier tipo de vínculo relacional para que exista relación jurídica, como ocurre en el caso de los vínculos de compañerismo, amistad u amor.
2. El objeto o contenido. Es la razón o motivo que impulsa a los sujetos a establecer o mantener el vínculo recíproco que les une.
3. La vinculación correlativa. Es el elemento central de toda relación jurídica. Desde el momento en que dos personas se relacionan jurídicamente, cada
una de ellas ocupa una posición a la que corresponden determinados derechos o deberes, de manera que, cuando la relación atribuye un derecho a uno
de los sujetos, impone a la vez al otro un deber correlativo.
En ocasiones el vínculo es de sentido único, como en el caso del crédito: deber que va del deudor al acreedor y derecho que va del acreedor al deudor.
En otras ocasiones el vínculo es recíproco, como en el caso de la compra-venta: el comprador tiene derecho a percibir la cosa comprada y al mismo tiempo del
deber de pagar su precio en las condiciones pactadas, mientras que el vendedor tiene la obligación de hacer entrega de la cosa vendida y al mismo tiempo el
derecho a recibir el precio correspondiente.
4. El hecho condicionante. La presencia de una relación jurídica desvela siempre la de un hecho jurídico que actúa como factor desencadenante de su
existencia, de tal suerte que, sin ese hecho, no existiría la relación.
El hecho puede ser natural o un acto humano voluntario. Por ejemplo, el nacimiento de un niño da lugar a una relación materno-filial, o el matrimonio da lugar a
una relación conyugal.
5. La norma. Este elemento es el más decisivo, ya que las simples relaciones sociales, si no son normativizadas, no llegan a ser jurídicas.
Sin embargo, no puede llegar a considerarse la norma como presupuesto de la relación, ni elemento estructural de la misma, ya que la norma es previa a la propia
relación jurídica como tal, por lo que no puede formar parte integrante de esta.
Las normas no están dentro de la relación, sino que, convierten la relación en jurídica, con independencia que la acción creadora recaiga sobre alguna relación
fáctica existente ya en la trama de la vida social.
Según el carácter de estos elementos y su incidencia sobre el sesgo de la relación, se da la existencia de distintos tipos de relación jurídica:
Una primera clasificación seria la de relaciones jurídicas personales (de los sujetos,) relaciones jurídicas reales (en razón de realidades físicas objetivas)
y relaciones jurídicas de obligación (las mutuas prestaciones de los sujetos.)
Relaciones jurídicas de Derecho Público y relaciones jurídicas de Derecho Privado. Es la clasificación típica y central de la mayoría de autores, por la
cual según el carácter de los intervinientes, sería relación jurídica de Derecho publico aquella en la que uno de los sujetos está investido de autoridad
pública, mientras que relaciones típicamente privadas serían todas las demás.
Sin embargo a veces es difícil de fundamentar, por ejemplo como cuando se dan relaciones jurídicas en las que a pesar de intervenir un sujeto investido de
autoridad pública, son a todas luces privadas, como sería el caso de una prestación de servicios ordinarios a la Administración Pública.
Por eso muchos autores consideran más razonable afirmar que lo que distingue las relaciones de Derecho público y las de Derecho privado son las posiciones
jurídicas que corresponden a los diversos sujetos por razón de la propia relación que establecen y no al carácter de los sujetos que intervienen en las relaciones.
Así puede afirmarse que son relaciones de Derecho público son aquellas en que al menos uno de los sujetos ocupa una posición con función de dirección o mando,
de tal modo que la propia relación se ve afectada por el desequilibrio de las respectivas posiciones.
Son relaciones de Derecho privado aquellas otras, en que los sujetos que intervienen (con independencia de su propio carácter,) lo hacen desde posiciones situados
en plano de igualdad relacional.
4. LA INSTITUCIÓN JURÍDICA.
El concepto “institución” es ampliamente utilizado en los distintos sectores normativos y especialmente en el campo del Derecho Privado ( institución de la
propiedad, de la herencia, de la familia) aunque también en el Derecho Público (institución parlamentaria, instituciones de las Comunidades Europeas, etc...)
Sin embargo, no es fácil definir de forma precisa esta categoría, que se enfrenta a dos tradiciones doctrinales divergentes:
a) La que proviene de los juristas romanos y Justiniano. Según la tradición romanista la “institución” aparece vinculada a la enseñanza del Derecho.
Juristas prestigiosos como Marciano, Paulo, Gayo y Ulpiano utilizaron sus propios libros de instituciones, además el emperador Justiniano proyectó la
famosa compilación que serviría de base a una profunda transformación de los estudios jurídicos.
Siglos después el concepto fue asumido por los civilistas, que asimilaron las instituciones a ciertas realidades jurídicas complejas (proceso, propiedad,
obligaciones, herencia...) que constituyen unidades o bloques básicos de actuación dentro del respectivo sistema de relaciones.
Finalmente, se ha generalizado la caracterización de las instituciones jurídicas como núcleos o figuras estables que vienen delimitadas por el conjunto de normas
que regulan el modo en que han de ser realizadas las respectivas relaciones.
b) La introducida por el institucionalismo contemporáneo. Iniciada por M. Hauriou, cambió radicalmente la perspectiva del análisis, dejando de lado el
enfoque jurídico normativo de corte estatista y dándole un enfoque sociológico.
Los institucionalistas entienden que una institución jurídica es una realidad o ente social complejo que está dotado de organización interna, de modo que la
actividad de sus miembros se realiza según el orden exigido por la idea directriz que la aglutina.
Cuando el Derecho estatal sanciona la existencia de una institución jurídica, no hace más que ceder a la presión de la propia fuerza social y jurídica que posee ya la
realidad institucional.
Por otra parte, la institución coloca a los individuos en situación de marginar su propio egoísmo individual y de actuar dentro de la subordinación al poder que
exige toda organización institucional en pos de conseguir el bien común que representa la idea en torno a la que se agrupan.
Dentro del género institución, hay que distinguir:
1. La institución-persona: tiene su elemento fundamentador en la participación de todos los miembros de la idea directriz.
2. La institución-cosa: se inspira prioritariamente en la búsqueda de los objetivos que permiten realizar los intereses comunes.
En ambos casos, sucede que los individuos agrupados en torno a la idea directriz pasan a ocupar una posición jurídica distinta de la individual que tenían antes de
adquirir la cualidad de miembros de la institución, ocupan una nueva situación jurídica objetiva y tienen un nuevo estatus dentro del correspondiente sistema de
Derecho.
¿La ilicitud proviene de la propia norma o de planteamientos previos a la elaboración de la normas? Esta cuestión nos lleva al análisis de lo que es el Derecho y la
dicotomía histórica entre iusnaturalismo y iuspositivismo.
El iusnaturalismo define el concepto de Derecho según parámetros que están fuera del propio ordenamiento jurídico positivo. Se considera que la
licitud de una conducta depende del concepto del bien y la ilicitud se determina como un mal.
De esta forma el Derecho opera como un instrumento represivo del ilícito (considerado como un mal) atribuyendo una sanción que suponga un castigo o un mal
para el sujeto culpable.
El hecho que no todas las acciones moralmente malas deben ser reguladas por el Derecho y que el Derecho pueda establecer sus propios males que no tienen por
que coincidir con los morales, ha desembocado en dos conceptos:
Mala in se: comportamientos moralmente inadmisibles sancionados por la norma jurídica mediante la imposición de una sanción.
Mala prohibita: comportamientos moralmente irrelevantes pero que por estar prohibidos por el derecho se establecen como obligatorios y su
transgresión acarrea la imposición de una sanción.
La teoría positivista. Fue desarrollada por Kelsen que en su intento de construir una “teoría pura del Derecho,” desecha cualquier referencia extrajurídica.
Kelsen rechaza los términos “contrario” “violatorio” o “lesión” del Derecho para definir lo ilícito. Según Kelsen es impensable concebir lo ilícito como lesivo del
Derecho, cuando precisamente, con la comisión de una conducta antijurídica se pone en marcha todo el mecanismo jurídico.
En la ilicitud, no pueden entrar consideraciones referidas a un derecho más allá de las propias normas, como podrían ser el Derecho natural, consideraciones
morales, políticas o religiosas. No existen mala in se de carácter jurídico. El ilícito es tal porque lleva aparejada una sanción jurídica, estando fuera del alcance de
otras referencias.
Kelsen: “ una acción u omisión es un acto ilícito o delito, porque se le ha conectado un acto coactivo como su consecuencia. No se trata de ninguna propiedad
inmanente y tampoco de ninguna relación con alguna norma meta-jurídica, natural o divina, es decir, de ninguna relación con un mundo trascendente al derecho
positivo, la que hace de determinada conducta humana un acto ilícito o delito; sino exclusiva y únicamente, el que sea convertida, por el orden jurídico positivo,
en condición de un acto coactivo, de decir, en condición de una sanción.”
La finalidad del ordenamiento jurídico es la de ser efectivo pues su función última es organizar la convivencia del grupo de modo pacífico. Para ello deberá
arbitrar los mecanismos necesarios para asegurar y garantizar su cumplimiento y eso lo lleva a cabo por medio de las sanciones.
La sanción no es un efecto primario de las normas jurídicas. Estas se caracterizan por la imposición de deberes y la correlativa atribución de derechos. Sólo en el
caso de que falle esta estructura, se impondría la sanción. Las sanciones además ejercen una función retributiva y ejemplarizante.
Otros códigos normativos (moral, usos sociales, normas religiosas, reglas del juego..) están respaldados también por sanciones, sin embargo las sanciones
jurídicas, se distinguen por su especial rigor y grado de formalización: están socialmente organizadas, pueden recurrir al uso de la fuerza y disponen de órganos
específicos de imposición. Han llegado a un grado máximo de institucionalización.
La seguridad jurídica presente en todo Estado de Derecho, hace imprescindible que el sistema haga público todo lo que atañe a la imposición de sanciones, basada
en los siguientes puntos:
1. Qué es lo que se castiga. Qué tipo de conductas serán objeto de sanción.
2. Cómo se castiga. Qué tipo de sanciones se prevén para las conductas antijurídicas.
3. Quién castiga. Establecer las personas o autoridades competentes para imponer castigos.
4. De qué forma se castigará. Que se conozcan los procedimientos que regularán la imposición de castigos, así como los recursos que pueden ejercitarse
frente a las sanciones.
5. Dónde se castiga. El Derecho tiene previstas las sedes en las que se imponen y cumplen las sanciones.
Hay que diferenciar entre coactividad y sanción jurídica. La coactividad es la posibilidad de aplicación de la fuerza física por parte de la organización social, pero
no pueden identificarse ambos, pues hay actuaciones jurídicas de carácter coactivo que no tienen carácter sancionador. Ejem: El internamiento por la fuerza de un
loco furioso en un centro de salud.
La sanción jurídica se define como las medidas que un ordenamiento jurídico cualquiera establece al fin de reforzar el respeto de sus propias normas y en su caso
remediar los efectos de su incumplimiento.
5.3. Tipos de sanciones jurídicas.
Un criterio de clasificación es atendiendo a las distintas ramas del derecho. Así habría penales, civiles, administrativas, internacionales, etc... Sin embargo, hay
formas sancionadoras generales, aplicables a toda clase de preceptos, independientemente de su materia, como serían la nulidad y la multa.
Otra clasificación sería la de sanciones negativas y positivas. Según esta doctrina, la sanción es la consecuencia agradable o desagradable que el propio
ordenamiento jurídico atribuye a la observancia o inobservancia respectivamente de las normas. Se incluyen ademas de las consecuencias negativas que acarrean
el incumplimiento de la norma, las medidas que intentan promover un determinado comportamiento en la sociedad. Así se distinguen:
Sanciones negativas. Aquellas medidas que tienden a contrarrestar el incumplimiento de una norma jurídica, se clasifican en:
◦ Retributivas: destacan las de carácter penal (delitos o faltas) con la consecuente privación de libertades, derechos y bienes de las personas. Y las
de carácter administrativo (multas.)
◦ Reparadoras: son típicas del Derecho Privado, en cuanto se basan en el principio de satisfacción y resarcimiento por un daño causado, ya que el
Estado obliga a la parte incumplidora a hacer lo convenido o en su caso a indemnizar.
Sanciones positivas. Aquellas medidas que tienden a través de una acción directa a promover el cumplimiento o la ejecución de una norma. Se
clasifican en:
◦ Retributivas: Establecimiento de premios, recompensas, condecoraciones, honores, etc...
◦ Reparadoras: Compensaciones diversas por trabajos, esfuerzos, gastos, etc... Ejem: los beneficios fiscales a empresas por motivo de trabajadores
bajo ciertas condiciones.
Este tipo de sanciones han aumentado considerablemente en el Estado social de Derecho en el que éste asume una función promocional.
LECCIÓN 13
EL PROCESO DE CREACIÓN Y APLICACIÓN DE DERECHO.
1. CONCEPTO Y TIPOS DE APLICACIÓN DEL DERECHO. [HOT]
Toda norma jurídica contiene o es un plan de conducta para los sujetos a los que va destinada. Cuando el comportamiento de los sujetos se ajusta al plan
establecido en la norma podremos decir que se está produciendo la aplicación de esa norma.
Cuando se habla de “aplicación del Derecho” o “aplicación de las normas” se alude a la realización de actos jurídicos individuales conformes con normas jurídicas
generales. Al aplicar el Derecho ser procede a encajar los determinadas situaciones o conductas (elementos fácticos) dentro del marco normativo de los preceptos
jurídicos generales y abstractos.
Por otro lado, la aplicación del Derecho ofrece dos manifestaciones básicas:
1. Cumplimiento. En la mayoría de las ocasiones las normas jurídicas son fielmente cumplidas de forma voluntaria por los sujetos a los que van dirigidas,
de forma que someten su conducta a la regulación establecida en las mismas.
2. Ejecución: a veces el Derecho no puede lograr su propia eficacia sin la intervención de los órganos jurídicos estatales ya que el obligado no sabe, no
puede o no quiere darle cumplimiento. Son las autoridades y órganos competentes los que concretan la regla de conducta contenida en los preceptos
generales sobre los casos concretos de la vida real, llegando a imponer a los obligados (incluso por la fuerza, si es necesario) la conducta considerada
como exigida.
La aplicación judicial ha captado la primacía y la representatividad del cumplimiento no espontáneo del Derecho (inducido por el aparato coactivo del Estado.)
Tienen su propio ciclo vital, en el que destacan tres fases: el nacimiento o aparición, la realización o acción efectiva sobre el sistema de las relaciones sociales y la
desaparición o pérdida definitiva de su virtualidad normadora.
A continuación vamos a desarrollar los problemas que plantea el proceso de creación y aplicación del D, que se encuadran dentro de las dos primeras fases arriba
mencionadas.
Son dos las teorías doctrinales principales: las que afirman la diferencia y separación entre la actividad que crea el Derecho y la actividad que aplica ese Derecho a
los casos particulares de la vida social a través de las resoluciones de los órganos jurisdiccionales. Y por otro lado las doctrinas que niegan dicha diferencia y
separación.
Al mismo tiempo, con el fin de garantizar la seguridad jurídica, exigía a los jueces que se limitaran a aplicar, con estricta fidelidad, el Derecho contenido en las
leyes, absteniéndose de cualquier tipo de actuación discrecional o arbitraria.
La doctrina concibe el Derecho como unidad sistemática perfecta y cerrada que cuenta con una adecuada solución para todos los casos que puedan plantearse
(unidad, plenitud y coherencia del ordenamiento) por tanto resulta lógico afirmar que los jueces deberán limitarse a la labor interpretativa estrictamente
imprescindible para encajar los hechos jurídicos singulares en la previa regulación de las normas generales.
Esta doctrina ha dominado el pensamiento jurídico occidental durante la mayor parte de los dos últimos siglos y ha sido identificada con varios nombres: “doctrina
lógico-deductiva” “doctrina del positivismo formalista” y “doctrina del silogismo.”
Así, según la visión tradicional del liberalismo jurídico-político, creación y aplicación del Derecho son fases o funciones de la vida jurídica, distintas y que están
tajantemente separadas:
La actividad legislativa: se centra en la producción de normas destinadas a prever la resolución de problemas y situaciones conflictivas de la vida
social.
Arranca de los problemas sociales para llegar a la formulación de las normas jurídicas.
La actividad jurisdiccional: se limita a la efectiva aplicación de esas normas sobre los problemas o situaciones conflictivas reales.
Parte de las normas jurídicas existentes para llegar a la regulación justa de los problemas concretos de la vida social.
La doctrina de la separación exigía a los jueces que fueran totalmente fieles al método axiomático-deductivo, propio de las ciencias físicas y matemáticas, pensado
como único método capaz de garantizar la certeza y seguridad del nuevo Derecho. Y les exigía, en consecuencia, que ajustaran el proceso de interpretación por los
cauces del silogismo deductivo.
Se trata de una visión mecanicista, en la que los jueces han de desarrollar una operación lógica mediante la que se subsumen* los hechos o conductas juzgados
(premisa menor) en las normas jurídicas aplicables (premisa mayor) de modo que por derivación lógica parece la conclusión o sentencia.
Según se pensaba, puesto que las normas están generalmente dadas con un contenido definido y estable, al juez le bastaría determinar cual es el tipo jurídico al que
pertenecería el caso que se le plantea (arrendamiento, robo, etc...) para descubrir cuál era la norma que había de resolver ese caso y en consecuencia, saber cual era
la resolución que debía dictar.
*Considerar algo como parte de un conjunto más amplio o como caso particular sometido a un principio o norma general
[Ejemplo:
En una zona de la ciudad conocida por la concurrencia de muchos jóvenes por la existencia de varias discotecas, aparece en una calle una joven herida con arma de
fuego, cuando llega la Policía un joven que la acompaña, refiere que unos tipos pasaron por ahí a bordo de un vehículo deportivo negro a gran velocidad y
dispararon hiriendo a la joven. Refiere que pudo ver que uno de los sujetos tenía amarrado un pañuelo rojo en la cabeza. Partiendo de ese testimonio el
departamento de investigaciones de la policía llegó a la siguiente conclusión: “El autor o autores de esas lesiones son delincuentes abordo de un carro deportivo
negro. La banda de “Los negros” es reconocida por hacer disturbios en la vía pública, portar armas y se movilizan en autos deportivos por tanto ellos son los
responsables de este hecho delictivo.
Premisa Menor
La premisa menor la encontramos en el hecho de que se realizaron disparos que causaron heridas a una personas, y que partiendo de las declaraciones que refiere
el testigo pasaron unos jóvenes quienes realizaron los disparos a bordo de un vehículo.
Conclusión
La conclusión a la que debe arribarse es que los señalados jóvenes que integran la banda “los negros” es responsable por haber disparado y causado las heridas a la
joven, y por vía de consecuencias aplicarles las disposiciones, que tipifican y condenan dichos hechos.
Elabore un argumento con estructura silogística en el que se establezca si el argumento del órgano investigativo es válido desde el punto de vista de la lógica
formal.
Realmente, si analizamos lo señalado por la lógica formal que establece que deben analizarse las premisas desde el punto de vista de que pueda establecerse con
certeza que las misma sean ciertas, de ahí, que partiendo del hecho de que la joven fue encontrada herida en una calle, sin que nadie haya visto quien realizó los
disparos, difícilmente podría establecerse con certeza quien pudo haber sido el responsable, de lo podemos inferir claramente que el órgano investigativo está
construyendo de un argumento sin tomar en cuenta el conocimiento necesario que debe tener de la situación a los fines de construir y seleccionar las premisas
correctas y entonces hacer la adecuación lógica del plano fáctico planteado con el derecho que ha sido conculcado. indistintamente de que no sea la lógica la
condición fundamental en el argumento realizado por dicho órgano requerido, debió ordenarlo de modo pudiera sostenerse su validez tanto en el contexto lógico
como material, es decir que pueda demostrarse no solo que se violó la ley, sino también quienes son los responsables del ilícito penal, por que, con lo único que
cuenta el investigador es con un testigo referencial, que no es suficiente prueba , habría que demostrar una serie de situaciones en torno al hecho que aun no han
sido establecida como hecho cierto tales como: realizar pruebas de balísticas para determinar si los restos del proyectil (si los hubiere) son compatibles con las
armas que pudiesen ser encontradas a los referidos jóvenes ( bajo el supuesto de que se le pudieran encontrar), y además tendría que demostrase que el auto fue
real y efectivamente el utilizado, puesto que por el hecho de que fuera un auto deportivo y que usaran pañuelos rojos no los convierte en culpables, y los indicados
jóvenes se movilizan en autos de esa forma como puede hacerlo cualquier otra persona, y es prácticamente imposible demostrar que se trata de uno de los carros
propiedad de la “banda” pues no se tienen datos, ni especificaciones que sirvan para individualizarlo, y así una serie de condiciones que no se cumplen para
demostrar que ha partido el órgano investigativo de premisa que se correspondan con la lógica formal que debe contener un argumento para surta efectos
persuasivo, en el sentido de que pueda quedar establecido como cierto que ha sido la banda de los negros la responsable del delito.
Premisa mayor: la podemos encontrar en el hecho de que en términos legales, y conforme lo establece nuestra legislación Procesal Penal el Órgano Investigativo
no cuenta con los elementos de pruebas suficientes para establecer la responsabilidad de los indicados jóvenes.
Premisa menor:el Órgano Investigativo está partiendo de informaciones referenciales ya que cualquiera puede andar en autos deportivos y usar pañuelos rojos.
Conclusión: El argumento del órgano investigativo no es válido en razón de que está sustentado en por lo menos una premisa falsa, pues si bien no es falso que la
ley castiga los golpes y las heridas, (309) CPD también es cierto que debe demostrarse inequívocamente que ese hecho lo cometió una determinada persona para
poder sindicarle la comisión del ilícito penal.]
Además fue desmentida la tesis de que el razonamiento que debe llevar a cabo el juez para dictar sentencia, consiste en una operación deductiva.
Así, se llegó a una profunda relativización del postulado de la separación entre la actividad creadora y la actividad aplicadora del Derecho. Así mismo, se llegó
también al reconocimiento de que la actividad que realizan los jueces implica casi siempre una intervención inmediata y directa (aunque subordinada) en el
proceso general de creación de la normatividad jurídica.
La teoría de la implicación concibe el orden jurídico como una estructura de niveles o escalones normativos que están unidos entre si por un nexo de derivación
progresiva. Según esta teoría, desarrollada por Kelsen (criticó de forma sistemática y coherente la tesis de la radical separación entre creación y aplicación de las
normas jurídicas,) los diversos elementos integrantes de un ordenamiento jurídico constituyen una unidad dinámica, en cuanto que están unidos por una relación de
producción o derivación.
Es precisamente esta relación la que permite referir todas las normas vigentes a un único centro jurídico: la norma fundamental. En consecuencia, ha de
reconocerse que el tránsito de un escalón normativo a otro, se debe siempre a una actividad en la que están simultáneamente presentes un componente de
aplicación de una norma anterior y un componente de producción o creación de una norma nueva. La creación de todas las normas que nacen bajo el techo
supremo de la norma fundamental, es también un acto de aplicación del procedimiento creador y del contenido regulativo previstos en alguna norma superior.
Según Kelsen: “no hay diferencia esencial entre la preparación de una sentencia judicial o un acto administrativo conforme a la ley y la elaboración de una ley
conforme a la constitución.”
Hace una lectura sesgada del funcionamiento real de los diversos poderes que intervienen en la creación y aplicación del Derecho, ya que en realidad
son actividades cualitativamente distintas, tanto por su capacidad de iniciativa, como por el alcance, la fuerza y la eficacia de su acción.
Deforma la dimensión del conocimiento jurídico desarrollado en cada una de las dos actividades. En la creación, el conocimiento jurídico práctico se
aplica a detectar y traducir en principios y normas jurídicas las aspiraciones, intereses y valores políticos predominantes en la sociedad. Mientras que en
la aplicación, ese conocimiento se vuelca ante todo en la aplicación de las directrices jurídicas vigentes a la realidad social concreta.
En realidad, entre la actividad creadora y la actividad aplicadora del Derecho, no se da ni una separación absoluta ni una unificación total, sino más bien una cierta
continuidad matizadas por la presencia de unas diferencias cualitativas que radican en la distinta función social que cumplen y en el diverso ámbito de la realidad
jurídica en que actúan.
Hay unos órganos que tienen la misión de crear nuevas normas jurídicas; son los órganos legisladores en sentido amplio. Hay otros órganos que tienen la función
de valorar las conductas de diferentes sujetos jurídicos con la medida del Derecho ya establecido: son los órganos jurisdiccionales. La fusión incontrolada de
ambas funciones acarrearía el riesgo de volver a etapas históricas ya superadas.
LECCIÓN 14
LA NECESIDAD DE INTERPRETACIÓN DE LAS NORMAS.
1. CONCEPTO DE LA INTERPRETACIÓN JURÍDICA. [HOT]
Interpretar el Derecho es buscar el sentido y alcance directivo que tienen las normas jurídicas.
Cualquiera que intente saber en un momento determinado qué es lo que puede (o tiene que) hacer jurídicamente necesitará averiguar (tanto si es un particular como
un juez) qué es lo que le permiten (o imponen) las correspondientes normas jurídicas que son de aplicación a su caso. Necesitará hacer la interpretación jurídica de
la desnuda literalidad de esas normas.
La interpretación jurídica es una actividad constante y a la vez compleja en la vida del Derecho. El interprete del Derecho necesitará averiguar, primero, cuales son
las normas generales que corresponde aplicar en la situación concreta que tiene ante el. Y para lograrlo, necesitará determinar no sólo el sentido general de esas
normas, sino también la calificación jurídica provisional del supuesto fáctico (los hechos) al que van a ser aplicadas.
Las dos actividades, aunque distintas, no son independientes. No debe entenderse que “primero” se determina la norma aplicable y “después” se constatan los
hechos y se les califica jurídicamente. La tarea es mucho mas compleja e intrincada, pues existe una recíproca interrelación entre ambas operaciones.
No podrá determinarse la norma aplicable a un supuesto, si no se tiene ya en alguna forma la calificación jurídica del mismo. Y, a su vez, no podrá calificarse
jurídicamente un supuesto, si no se sabe ya de alguna forma cuáles son las normas jurídicas aplicables.
Por otro lado, la actividad interpretativa ha de tener en cuenta las consecuencias derivadas del carácter histórico y por tanto circunstanciado del Derecho. Como las
normas se elaboran bajo el estímulo de unas ciertas necesidades y para lograr determinados objetivos sociales, su sentido y alcance pueden experimentar
variaciones por el simple paso del tiempo, por los cambios en la propia estructura social y por los cambios del propio sistema jurídico.
De ahí que el interprete debe tener presente que las normas no son proposiciones de naturaleza científica (que pueden considerarse como verdaderos o falsos,) si
no de enunciados prescriptivos destinados a producir determinados efectos en la vida social, que han de ser analizados atendiendo a criterios de justicia,
adecuación al fin y correspondencia entre la situación típica a la que se refiere la norma y la situación real en la que va a aplicarse.
No es de extrañar, por tanto, que hayan proliferado abundantes teorías acerca de la interpretación y de los mejores métodos para llevarla a cabo.
A lo largo de la historia, se ha venido afirmando que la interpretación jurídica es sólo útil en aquellas ocasiones en que los textos legales registran alguna
oscuridad, silencio o insuficiencia en relación con los casos que se someten a la decisión de los jueces. Llegando incluso a afirmarse que es una actividad
innecesaria, peligrosa e incluso perniciosa para el Derecho.
Actualmente, en cambio, se tiene la percepción de que todo el ciclo vital del Derecho constituye un continuo proceso de interpretación. La función constitutiva de
todo Derecho es la de actuar como regulador de las relaciones sociales, esta función supone un tránsito, desde la generalidad y abstracción de las normas generales,
hasta la concreción de los hechos particulares, que implica necesariamente una acción interpretativa.
La interpretación jurídica es una actividad que han de desarrollar constantemente todos los sujetos que intervienen en el largo proceso de la realización del
Derecho.
Interpreta en primer lugar, el creador de las normas generales y abstractas en cuanto que éstas surgen en aplicación de normas o principios de rango superior.
Interpreta el destinatario que cumple o incumple esas normas, el funcionario o agente que vigila y exige el cumplimiento. El abogado cuando asesora a sus clientes
o cuando esgrime en juicio la fuerza de dichas normas y la relevancia jurídica que ha de ser atribuida a los hechos sometidos a litigio. E interpreta también el juez
que pronuncia sentencia y el órgano administrativo que dicta resoluciones.
La explicación de la problemática propia de la interpretación jurídica suele vincularse de forma prioritaria (incluso exclusiva) a la interpretación de las leyes. Este
hecho, sin embargo, debe observarse desde la perspectiva del interés que siempre ha existido, por reforzar o debilitar la preeminencia jurídica del legislador estatal
frente a los jueces y el Derecho social.
Sin embargo, ha de reconocerse que la necesidad de interpretación afecta a todos los sectores o tipos de normación jurídica. Las normas jurídicas por ser generales
y abstractas, se expresan de forma genérica e indeterminada, con alcance regulativo amplio y poco preciso, mientras que las relaciones sociales son siempre
particulares y concretas. Siempre será necesario encontrar, dentro de la norma general, la correspondiente regla particular, será preciso transformar los términos
abstractos en preceptos concretos, es decir, será necesario “traducir” o “interpretar.”
El Derecho no puede prescindir de la interpretación, por tanto la interpretación no afecta solo a las normas imprecisas. Cualquier texto normativo, incluso el mas
claro y mejor formulado, necesitará ser desentrañado en su sentido. Ningún texto hará innecesaria la interpretación.
La interpretación ha llegado a constituirse en uno de los problemas más conflictivos de la teoría jurídica.
Actualmente se piensa que la intervención de los jueces aporta siempre algún elemento jurídico nuevo por producirse en un terreno (el de las normas y los hechos)
que tiene un alto grado de elasticidad, movilidad y ambigüedad.
Ni la ley es siempre una regla clara y completa de conducta, ni los casos planteados son datos incontrovertibles, ni el juez es un autómata que transforma
mecánicamente las normas y hechos en sentencias.
Resulta inevitable que los jueces (y resto de operadores jurídicos) se vean en la necesidad de aclarar y precisar aspectos que no aparecen explicitados ni en las
normas generales ni en los hechos jurídicos.
La tarea de los jueces presupone la existencia de un marco de referencia que se estructura en torno a dos elementos:
a) La existencia previa (por exigencia del principio de legalidad) de una regulación general y pública.
b) La aparición de un hecho particular nuevo que reclama la intervención de esa regulación.
Asimismo, los jueces han de realizar, al menos, cuatro actividades parcialmente separadas:
1. Localización de las normas jurídicas aplicables.
2. Comprobación de los hechos.
3. Calificación jurídica de tales hechos.
4. Resolución conforme a derecho.
Todas estas actividades forman parte del complejo proceso de interpretación, sin embargo vamos a extendernos en la consideración específica de las normas y los
hechos.
La búsqueda de la norma que puede o debe aplicarse al caso concreto planteado, lejos de ser una labor simple, supone la realización de una amplia y compleja
gama de actividades cognoscitivas y valorativas:
Puede ocurrir que sean varias las normas aplicables a la resolución de un conflicto, y que los efectos que seguirán a la aplicación de unas u otras pueden
ser distintos, incluso contrarios.
Casi ninguna norma general se acopla completamente al caso concreto debatido, por ser su formulación genérica y abstracta. Se hace necesario que el
aplicador realice alguna operación o maniobra de aproximación y acoplamiento con el fin de delimitar el sentido en que la norma ha de ser aplicada en
cada caso.
La elección de la norma no puede llevarse a cabo sin determinar al mismo tiempo el contenido directivo que tiene, tanto en si misma como en relación al caso
planteado. Debido a la generalidad de las normas, resulta con frecuencia difícil decidir si el caso planteado se corresponde o no con caso-marco (supuesto típico)
contemplado en tales normas.
Resulta siempre imprescindible, emitir un juicio sobre la efectiva adecuación entre el caso y la norma. Y ese juicio no está contenido en las leyes, ha de ser
formulado por el juez. Además el alcance de cada norma depende también de su posición dentro del ordenamiento jurídico vigente, por lo que se hace necesario
conocer las lineas orientadoras básicas de un Derecho para poder determinar el sentido correcto de cualquiera de sus normas.
Ninguno de ambos sectores está investido del poder necesario para que su interpretación determine el efectivo sentido directivo de la norma.
Cuando un juez, emite un dictamen jurídico en una charla con un amigo, está realizando una interpretación privada que no tiene más valor que el que corresponde
a la calidad de los conocimientos que sobre la materia tenga dicho juez.
Cuando esa misma persona, está desempeñando su función judicial, la interpretación que hace, es la que determina el sentido con que van a ser aplicadas las
normas en la resolución del caso. Al ser realizada por el juez, es pública y está investida de poder de imposición.
b) La interpretación pública. Si cuenta con el poder jurídico necesario para que determine el efectivo sentido directivo de las normas.
Los sujetos que las realizan (legisladores, órganos administrativos, jueces, funcionarios públicos...) actúan en los procesos de creación y aplicación de las normas
como órganos del Estado.
Están investidos por el poder de decidir en cada caso lo que es Derecho.
La doctrina distingue entre la interpretación de los creadores de las normas generales (legislativa) y la de los encargados de aplicar esas normas a los casos
singulares que se presentan en el desarrollo de la vida jurídica. (Interpretación jurisdiccional)
6. En relación a la importancia o funcionalidad que se atribuye a la interpretación en el proceso de realización del Derecho, hay tres teorías:
a) La interpretación como actividad innecesaria, peligrosa y perniciosa para el Derecho.
Esta tesis ya aparece en época de Justiniano que prohibió interpretar los libros de Pandectas y aparece en épocas modernas con autores que se basan en los
principios de certeza jurídica y supremacía de la ley y los que pensaban que el Derecho se reduce a la ley siendo ésta una regulación completa y perfecta.
Montesquieu: “No se puede buscar interpretaciones de la ley, cuando se trate del honor, de la vida o de los bienes de un ciudadano.”
b) Interpretación como elemento positivo que resulta a veces imprescindible para su propia aplicación y eficacia.
Esta doctrina, reconoce que con frecuencia, los textos legales se muestran oscuros, insuficientes o silencian aspectos en relación con los casos que se someten a los
jueces. Sólo en estos casos se hace inevitable la intervención de algún tipo de actividad interpretativa.
c) La interpretación como núcleo constitutivo central de la realidad jurídica.
Según esta teoría, todo el ciclo vital del Derecho constituye un continuo proceso de interpretación. Es la tesis de quienes entienden el Derecho como una
sistemática construcción jerárquica y derivativa y de quienes lo explican dentro de una visión hermenéutica* totalizante.
*Hermenéutica: arte de interpretar textos.
Los diferentes tipos de interpretación jurídica, no solo sirven para clasificar los tipos de interpretación, sino que sirven para responder a su vez a la pregunta por el
sentido y alcance directivos de las normas jurídicas
Por otro lado, se sumó el peso de las preferencias ideológicas que han matizado siempre los intentos doctrinales de dar respuesta al reto de saber que es o donde
está el Derecho aplicable como regulación específica de los casos concretos.
Dado que cada método nació como respuesta a las necesidades, características y posibilidades de una determinada época, no debe olvidarse su correspondiente
vinculación a dichas circunstancias y condiciones, teóricas y políticas en que surgió.
La expresión: “métodos de interpretación jurídica” alude a los distintos procedimientos que pueden ser utilizados por el interprete para conocer y concretar el
contenido normativo de las reglas de Derechos.
En cambio “criterios o reglas de interpretación jurídica” hace referencia a las pautas o directrices particulares que utiliza el interprete para descubrir ese contenido
normativo.
Son nueve los métodos o maneras sistemáticas de realizar la interpretación:
1. El literal (gramatical.) La actividad del interprete ha de atenerse al significado gramatical, al sentido que dichas palabras tienen en el lenguaje
común. Lo que la ley literalmente dice es lo que debe ser estrictamente cumplido, lo que la ley no dice, no puede suponerse incluido en ella, ni
inducirse de ella.
La sumisión ante la letra de la ley, no tiene en cuenta que en realidad, las palabras y frases tienen más de un sentido en el lenguaje habitual y que en definitiva, lo
que importa es el espíritu que anima a la ley, que debe ser encontrado no solo a través de la letra, sino más allá de ella.
Esta doctrina en realidad defiende la no-interpretación de la ley y se corresponde con estadios primitivos del Derecho ya superados.
2. Histórico o genético. Según esta teoría el verdadero significado o alcance de las normas solo puede descubrirse a través de un minucioso examen
del camino recorrido por esas normas hasta el momento en que entran a formar parte del ordenamiento.
Es pues su proceso de elaboración y los antecedentes, los que pueden desvelar el genuino sentido de la norma.
Hoy día este método se considera un interesante método auxiliar de eficacia complementaria.
3. Lógico o de conceptos. La defensa de este método tiene como presupuesto la afirmación de que todas las normas del ordenamiento están unidas
por una red de conexiones lógicas.
Propugna, aplicar un método lógico-deductivo mediante el cual, analizando esas conexiones, sea posible obtener la conclusión normativa que corresponda al caso
planteado.
La crítica viene del hecho que este procedimiento logicista y abstracto, no responde ni al modo de ser, ni a la función específica del Derecho en el sentido de
aportar, a través de las normas, soluciones justas a problemas que no son puras abstracciones, sino necesidades vitales y concretas que surgen de las relaciones
sociales.
4. El sistemático. Según esta teoría, dado que las normas jurídicas están siempre integradas en algún ordenamiento, la concreción de su significado y
alcance directivo deberá determinarse en última instancia atendiendo a la función reguladora que dichas normas tienen asignada dentro del sistema.
Esta conclusión resulta obvia en su dimensión negativa, ya que no sería razonable aceptar interpretaciones que se opongan al sentido general del ordenamiento. En
su dimensión positiva parce también suficientemente fundada, ya que cada norma no es más que un elemento parcial del plan global de regulación contenido en el
ordenamiento
5. El objetivo o funcional. Según este método, el intérprete ha de buscar la voluntad objetiva inmanente de la propia ley. Las leyes, una vez
promulgadas y en vigor, han de ser interpretadas en base a su propia conexión de sentido. Esta conexión de sentido es la proporcionada por la
propia norma en si misma y en cuanto elemento de un sistema jurídico dado, así como por las diferentes circunstancias y por los principios
jurídicos predominantes en el contexto social que actúa cada interprete.
6. El libre. Los defensores de este método parten de la base que cualquier litigio jurídico representa un problema peculiar para el que no se encuentra
todavía disponible en la ley la disposición específica aplicable. Tampoco es posible inferir esa disposición de los preceptos legales con absoluta
seguridad de una conclusión lógica forzosa.
En consecuencia, el intérprete debe elegir aquella disposición que le parezca más correcta y adecuada, de forma libre, al margen incluso de las disposiciones del
Derecho legal o estatal. Esta doctrina, da la misma importancia al Derecho creado por el criterio jurídico de los miembros de la comunidad jurídica, por la ciencia
jurídica y por la jurisprudencia.
Todos estos sectores constituyen el Derecho total, la normación jurídica total de una comunidad, en que se plasma la aspiración de esa comunidad a la justicia.
7. Teleológico o finalista. La defensa de este método está vinculado al postulado de que el objetivo básico de la interpretación solo se logra a través
del conocimiento de los fines o metas de los propios preceptos, puesto que tales fines son el factor que ha motivado la formulación de las leyes y
además son la referencia que las explica y les da sentido.
8. Valorativo. Según este método, sólo es posible encontrar el sentido genuino de las normas cuando éstas son interpretadas a la luz del sistema
concreto de valores sobre los que se asientan.
Esta teoría ofrece dos versiones:
a) La que se limita a la consideración de los valores incorporados a las propias normas: la interpretación y aplicación de las normas ha de
hacerse a través de la ponderación de las ideas, principios y objetivos que informan el texto legal.
b) La que incluye la referencia a los valores informantes del sistema social dado: hay criterios de valoración , que son reconocidos de forma
predominante en una determinada época o en una determinada comunidad o área cultural y que encuentran su expresión en las normas
consuetudinarias, en la ética social, en las instituciones, en las formas comunes de vida, etc...
Estos valores o principios, con frecuencia no recogidos por las leyes son precisamente los que permiten llegar a la interpretación correcta de las normas.
9. Hermenéutico. Los defensores de este método postulan que sean tomados en cuenta todos los múltiples factores que convergen en el acto
interpretativo, de modo que la ponderada consideración de todos ellos, ayude a lograr la comprensión global del sentido y eficacia directiva que
corresponde a la norma en cada situación concreta.
El texto, la tradición jurídica, la realidad social reglada, los intereses, valores o principios que impulsan y rigen la vida social, los efectos que va a producir su
aplicación y el propio marco cultural y profesional del intérprete han de ser igualmente sometidos a consideración dentro de un examen totalizador.
Según esta teoría, ninguno de los tradicionales métodos de interpretación, es capaz por si solo, de desvelar el sentido de un texto normativo aunque si ayuda a
descubrirlo.
Las doctrinas actuales consideran que los tradicionales métodos de interpretación no son autónomos, auto-suficientes ni excluyentes, su sentido es actuar como
criterios o instrumentos complementarios que el interpretador tiene a su disposición para desempeñar su función específica.
La funcionalidad concreta y el peso de cada uno de los criterios interpretativos, dependerá fundamentalmente del carácter o naturaleza de las normas jurídicas que
van a ser interpretadas. Ha de tenerse en cuenta que según cuál sea el sector del ordenamiento que se trata de interpretar, predominarán unos u otros criterios y será
un tipo u otro de interpretación el que se lleve a cabo.
La aplicación de uno u otro criterio interpretativo a cada una de las parcelas del ordenamiento jurídico, es de gran importancia puesto que no todos los medios de
interpretación son igualmente adecuados para todos los supuestos.
LECCIÓN 15
DETERMINACIÓN DEL DERECHO JUSTO. EL PAPEL DE LOS VALORES JURÍDICOS.
1. EL PROBLEMA DE LA JUSTIFICACIÓN ÉTICA DE LAS LEYES.
El hombre ha sentido siempre la inquietud e incluso necesidad de cuestionarse si las leyes vigentes en su ámbito espacio-temporal debían limitarse ser un mero
producto de la voluntad del legislador o de quien ejerciera el poder, o si por el contrario debían someterse a algún criterio superior a la voluntad humana.
La experiencia cotidiana en sociedad, demuestra que el Derecho positivo es cambiante, a medida que la sociedad se hace más compleja, las normas necesitan
adaptarse cada vez más a las nuevas circunstancias y, por ello, su permanencia en el tiempo es cada vez más breve.
Llevado por esta experiencia, el ser humano se ha preocupado por encontrar unos valores éticos que sirvan para justificar y fundamentar al Derecho y que
constituyan un límite a la voluntad del legislador. Este hecho ha sido contante en la historia jurídica de todas las sociedades.
La Grecia clásica. Se distingue una época anterior a la clásica, con varios autores agrupados con el nombre genérico de presocráticos, caracterizados
todos ellos por un criterio jurídico meta-empírico, que se encuentra por encima de los hombres y sus mandatos. Tenemos dos ejemplos: los pitagóricos
que entienden la justicia como una serie de relaciones aritméticas (aplicando la idea de proporción matemática,) en esa justicia objetiva es donde se
asienta el derecho. Y Heráclito, que mantiene las leyes se basan en una ley Divina, que posteriormente denomina naturaleza y más tarde logos.
En el periodo clásico, los filósofos continúan con esta reflexión, sosteniendo que el Derecho humano tiene su origen y fundamento en alguna instancia superior a
las sociedades a las que pertenece el ser humano.
Así Sócrates, mantiene que ese derecho se funda en un orden divino. Platón defiende la existencia de un orden jurídico trascendente, un Derecho ideal que debe
ser reflejo del Derecho de los hombres. Aristóteles diferencia entre lo justo-natural y lo justo legal, entendiendo que el primero es justo porque se mantiene como
tal en cualquier parte, independientemente de la voluntad humana, por estar por encima de ella.
En el mundo helénico-romano adquiere predominancia la corriente estoica que elabora la teoría de un Derecho natural fundado en la razón que rige el
Universo. Este Derecho natural subraya la idea de dignidad humana y establece una comunidad universal de todos los hombres que son libres e iguales;
este ordenamiento debe ser el orientador de las leyes humanas.
En la patrística (S. Agustín) y la escolástica (Sto. Tomás) el logos se trasnforma en ley eterna que es la razón o voluntad de Dios que manda
conservar el orden natural y prohíbe que se perturbe (S. Agustín.)
Esta ley eterna se manifiesta de una manera especial en el ser humano que es capaz de reconocerla a través de su razón: en esto consiste la ley natural y ésta debe
ser recogida por los hombres en la ley humana.
El racionalismo no hace descansar el Derecho en Dios; lo explica como una construcción humana derivada de su naturaleza racional. Dentro del
concepto de naturaleza humana, se otorga un papel importante a elementos como el egoísmo y el instinto de conservación, la sociabilidad o la
indefensión
El positivismo, triunfa en el S. XIX que acaba con la tendencia a buscar una fundamentación metaempírica de los ordenamientos y considera que el
Derecho sólo puede basarse en métodos empíricos.
No se puede hablar de un Derecho superior al positivo, solo es Derecho aquel promulgado por el Estado, triunfa el legalismo estatista a ultranza. A finales de este
siglo y transcurso del XX reaparece la idea de un Derecho natural, bien a través de movimientos neoescolásticos o bien a través de un replanteamiento de
iusnaturalismo.
Todos los intentos de justificar las leyes han tenido el común denominador de la búsqueda metódica por encontrar unos criterios que dirijan la creación y
transformación del Derecho en aras de la realización de la Justicia en nuestras sociedades.
Son dos los rasgos esenciales de los criterios éticos de valoración de las leyes políticas:
La idealidad, porque si queremos que sirvan de elemento fundamentador del Derecho deben encontrase por encima de los ordenamientos históricos y
constituirse en modelo de los mismos.
La racionalidad, porque la misma existencia del Derecho implica una actividad racional de elección entre opciones diversas. Las normas siempre
imponen un modelo de conducta, dicho modelo ha sido elegido entre varios, muchas veces contrapuestos entre si. Esta elección implica una actuación
razonable, fundada en motivos que justifican la decisión.
La búsqueda permanente de criterios éticos de valoración de las leyes ha desembocado en la afirmación de la existencia de unos criterios ideales y racionales que
pueden utilizarse como unidades de medida del grado de justicia existente en las normas jurídicas positivas. La discrepancia surge a la hora de concretar las
soluciones y definir claramente cuáles son esos criterios y como pueden conocerse.
El iusnaturalismo acoge todas aquellas corrientes que defienden la existencia de un orden objetivo superior que tiene dos características: es permanente y
universal.
En este orden objetivo, el ser humano puede descubrir los criterios que guíen su conducta y en consecuencia deben orientar también las normas jurídicas que
regulan las relaciones sociales.
Iusnaturalismo en sentido amplio: incluye todas las teorías que ponen el fundamento de los ordenamientos jurídico-positivos en unos criterios situados
fuera de ellos sin más.
Iusnaturalismo en sentido estricto: hace referencia a aquellas corrientes que entienden que esos criterios orientadores constituyen un ordenamiento
jurídico que tendríamos que clasificar como superior, pues sirve de elemento valorativo, legitimador y fundante del positivo. Si el legislador desea que
las normas sean auténtico Derecho y tengan validez, debe plasmar en ellas el contenido de ese Derecho natural
IUSNATURALISMO
Sentido Completo El fundamento del ordenamiento jurídico se encuentra en unos criterios situados
fuera de ellos.
Sentido Estricto. El fundamento de los ordenamientos jurídicos se encuentra en otro ordenamiento
jurídico superior al positivo.
Las posturas iusnaturalistas defienden la existencia de un dualismo jurídico, existen dos derechos:
El Derecho natural: ordenamiento ideal que debe servir de referencia y fundamento del derecho histórico concreto.
El Derecho positivo: ordenamiento existente en las comunidades históricas y que debe ser fiel imagen o representación del anterior.
Si se considera la postura iusnaturalista en que solo es auténtico Derecho el Derecho positivo en la medida que recoge los criterios naturales y que en caso de
apartarse de ellos, deja de constituirse en ordenamiento jurídico, podemos pensar que realmente se está defendiendo la existencia de un único Derecho: el natural,
con lo que no hablaríamos de dualismo, si no de monismo.
NATURALEZA
Creación divina Manifestación de la voluntad de Dios.
Cosmos Leyes que gobiernan el mundo físico.
Razón. Cualidad que permite establecer de manera autónoma normas.
Los detractores de esta doctrina, critican el derecho natural por carecer de una característica fundamental de todo derecho: carece de positividad. Los defensores
relativizan la esencialidad de esta carencia y lo ven como un hecho accidental que no niega su condición de Derecho, además si se considera que el Derecho
natural ha sido recogido en los ordenamientos concretos, se puede mantener que tiene vigencia histórica.
El positivismo es una corriente intelectual del S. XIX, caracterizada por centrarse en los datos empíricos: el conocimiento se funda en la experiencia. Se de en un
momento de triunfo de las ciencias de la naturaleza, que defienden un mundo basado en una rígida causalidad física. Se niega la metafísica y todo lo relacionado
con ella.
Las doctrinas iuspositivistas legitiman el Derecho positivo en los factores empíricos que constituyen la estructura de la sociedad. Encuentra justificación dentro del
mismo sistema al que pertenece. Se mantiene una legitimación interna a diferencia del iusnaturalismo.
La única normatividad jurídica que se admite es la que se pueda conocer de una manera inmediata. Se rechaza la naturaleza meta-empírica del Derecho natural.
Se sostiene una clara postura monista: solo existe un Derecho, que es el positivo, que se caracteriza:
a) El Derecho se ve como un sistema de normas coactivas.
b) Se otorga primacía a la Ley como fuente del Derecho.
c) Se concibe el ordenamiento jurídico como un sistema cerrado y auto-suficiente, donde se dan las notas de plenitud y coherencia.
POSITIVISMO
Derecho: sistema de normas coactivas.
Primacía de la Ley
Ordenamiento jurídico pleno y coherente.
La ciencia jurídica contemporánea, se ve influenciada por dos escuelas:
La escuela histórica del Derecho: El Derecho es un producto de la historia, solo existe el Derecho histórico concreto que debe constituir el objeto de
estudio científico del Derecho Igualmente la justicia solo se puede deducir de la historia y sus distintas culturas.
La característica de esta escuela, frente al positivismo en general, es que da preeminencia a la costumbre frente a la ley como fuente jurídica.
La escuela analítica inglesa: la característica principal del Derecho es su estructura imperativa. Se considera al soberano como única fuente del
Derecho y a la norma jurídica como instrumento de ese poder normativo.
Según Kelsen, la pureza del método jurídico debe alcanzarse al margen de las dos tendencias que se enfrentan a el:
a) La tendencia ético-política que realiza el estudio de las normas jurídicas centrándose en si su contenido es justo o no.
b) La tendencia sociológica que relaciona hechos con normas, explicaciones causales con preceptos. Se centra en el estudio de los hechos, que
pertenecen al campo del ser, de la naturaleza, mientras que el Derecho pertenece al campo del deber ser, de las normas.
El Derecho debe ocuparse exclusivamente del fenómeno jurídico en cuanto norma. El Derecho no es otra cosa que su forma normativa con una estructura
determinada.
Kelsen: “La Teoría pura del Derecho (…) quiere liberar a la ciencia jurídica de todos los elementos que le son extraños (…). La jurisprudencia se ha confundido
con la psicología y la sociología, con la ética y la teoría política.”
La solución iuspositivista al problema de justificación de las leyes tiene la virtud de centrarlo en la propia experiencia humana, en el campo de lo probable. Sus
principales críticos, consideran insuficiente el hecho de reducir lo jurídico a meros datos de historicidad y positividad.
b) Concepción positivista. Defiende que la Justicia no es un elemento esencial del Derecho, si no que está vinculada a los juicios de moral. Cuando se
determina que una disposición es justa o injusta, se está llevando a cabo una valoración moral y subjetiva.
Una norma es jurídica porque reúne unos determinados requisitos formales (proceder de un órgano competente, haber sido publicada..) independientemente de su
contenido.
Mantener lo contrario sería tanto como dejar en manos de la consideración de los particulares lo que es Derecho y lo que no lo es, de tal manera que la seguridad
jurídica y la certeza se verían afectadas seriamente, lo que redundaría en perjuicio del bien común.
Lo que es o no justo, viene determinado por la ley: Justicia es lo que define la ley como tal. Se identifica Derecho con Justicia, pero es el Derecho quien determina
a la justicia y no al revés.
c) Concepción ecléctica. Considera que la Justicia es el valor fundamental cuya consecución debe perseguir el Derecho.
Como ningún ordenamiento puede cumplir plenamente las exigencias del ideal de Justicia, de ninguno se puede predicar que sea radicalmente justo. Pueden existir
normas injustas si que por ello pierdan su esencia de normas jurídicas.
Lo que las caracteriza son los requisitos formales, ahora bien, lo que si debe intentar cualquier Derecho es tender hacia el ideal de Justicia.
Compagina las tesis isupositivistas e iusnaturalistas.
Posturas Doctrinas
La Justicia es el criterio orientador
IUSNATURALISMO
esencial del Derecho.
Relaciones La Justicia no es elemento esencial
IUSPOSITIVISMO
Derecho-Justicia del Derecho.
La Justicia es el valor fundamental
ECLECTICISMO
del Derecho.
El concepto de Justicia.
Como ocurre con el resto de valores, es difícil delimitar el concepto de Justicia y más aún encontrar una definición mayoritariamente aceptada.
Desde el punto de vista histórico, deben estudiarse las concepciones de Platón y Aristóteles, que han trascendido a su propia época y constituyen la teoría clásica
de la Justicia.
Platón. En “La República” ya recoge las grandes concepciones que se van a dar de la Justicia a lo largo de la historia, que son:
a) La postura positivista, engloba las posiciones de los que defienden que la justicia es la voluntad del más fuerte. Pero esa voluntad aparece
expresada en las leyes.
b) La postura formal, ve la justicia como la actitud de dar a cada uno lo que le corresponde. Ulpiano lo define: “es la constante y perpetua voluntad
de dar a cada uno lo suyo”
El problema histórico ha sido determinar qué era “lo suyo” de cada cual, qué es lo que corresponde a cada miembro de la sociedad.
c) La postura material. Refleja la posición personal de Platón cuando define la Justicia como la plenitud y armonía de las virtudes en los individuos y
en la sociedad, el es bien supremo y solo se llega a su conocimiento a través de la contemplación.
Aristóteles. Diferencia dos clases de Justicia (clasificación que se ha mantenido vigente hasta nuestros días:)
a) Justicia general (universal) coincide con la virtud de la Justicia, la virtud total. Es el concepto ético de Justicia.
b) Justicia particular. Es un concepto político de Justicia y se produce en las relaciones intersubjetivas en la sociedad.
Su objetivo es la igualdad, sin embargo, considera que tratar idénticamente todos los casos puede llevar a la injusticia, puesto que los casos desiguales hay que
tratarlos desigualmente. Lo que lleva a subdividir la justicia particular en dos clases:
▪ La distributiva o proporcional. Es el criterio para repartir o distribuir los honores o bienes en que han de participar los ciudadanos en
proporción a los méritos que ostenten. Impera en las relaciones entre la sociedad y sus miembros.
▪ La correctiva o sinalagmática. No toma en consideración los méritos de las personas sino el simple valor de las cosas. Se busca la estricta
igualdad. Es el criterio que debe imperar en las relaciones contractuales y entre particulares.
Aristóteles, también hace una distinción entre los justo natural y lo justo legal.
a) Justo natural, es aquello que es considerado como justo en cualquier lugar y cultura, con independencia de la voluntad de los hombres. En todas partes
tiene la misma fuerza, no depende de nuestra aprobación o desaprobación.
b) Justo legal, depende de lo establecido por cada ley, es variable.
Lo que denominamos justo legal, debe ser enderezado por la equidad, puesto que toda ley es general y por ello, es deficiente cuando se aplica a casos concretos
que presentan particularidades no previstas en la norma.
La equidad es una rectificación de la ley en la parte en que ésta es deficiente por su carácter general.
En la última mitad del siglo XX ha sido prolífica en pensadores que han reflexionado sobre la justicia. Nos centramos en la defendida por Kelsen.
Kelsen en su ensayo ¿Qué es la Justicia? La define desde dos puntos de vista:
a) Como una característica posible y no necesaria de un orden social.
b) Secundariamente como una virtud humana, pues se actúa justamente cuando la conducta coincide con ese orden social justo.
Pero, ¿cuándo consideramos un orden social justo? Responde primeramente afirmando que lo es cuando regula las conductas de manera que permite a todos
alcanzar la felicidad. Lo que lleva a preguntar ¿qué es la felicidad? Entendiendo por tal un sentimiento subjetivo, no puede existir un orden justo porque la
felicidad de uno entrará en contraposición con la de los demás.
Aparece así el conflicto de intereses y surge la justicia como problema: un interés solo encuentra satisfacción a costa de otro. Se hace necesario decidir cual de
ellos se considera más valioso y digno de protección, por lo que se traslada la problemática al conflicto de valores.
Según Kelsen, el conflicto de valores no puede resolverse de manera racional, es el lado emocional de nuestra conciencia quien resuelve el conflicto. La jerarquía
de valores tendrá siempre un carácter subjetivo y por tanto relativo.
2. El bien común. Sería el de todos y cada uno de sus miembros. Aunque en ocasiones hay que dar prioridad a la esfera colectiva frente a la individual
para conseguir la supervivencia del grupo social, no es posible conseguir el bien de una colectividad si sus miembros se encuentran insatisfechos y sin
posibilidades de realización personal.
El bien común se alcanza cuando los miembros de la sociedad gozan de la posibilidad de acceder a los medios necesarios para satisfacer sus necesidades y para el
desarrollo de su personalidad. La justicia es también condición necesaria para el bien común.
3. La seguridad jurídica. Es un valor que surge vinculado al concepto de Estado de Derecho. Es el Estado fuente de seguridad al afianzar el monopolio
de la coacción y actuar a través de normas jurídicas.
Para algunos autores se trata de un carácter esencial del Derecho en vez de un valor.
Se diferencian dos dimensiones de seguridad jurídica: la certeza del orden jurídico y la confianza en el orden jurídico.
Los elementos básicos constitutivos de la seguridad jurídica son:
a) La generalidad: que las normas sean aplicables a la gran mayoría de ciudadanos y casos.
b) La publicidad: que se publiquen en medios que favorezcan el conocimiento por parte de los miembros de la sociedad.
c) La claridad: inteligibles para todos.
d) Estabilidad: que se mantengan en vigor durante un tiempo razonable.
e) La irretroactividad: que no se apliquen a casos y situaciones anteriores a la entrada en vigor de la norma.
f) La plenitud: que no dejen casos o situaciones sin cobertura legal.
La seguridad jurídica se considera una condición de otros valores, solo a través de la creación de un entorno de paz y de certeza sirve para fundamentar derechos y
principios de organización.
3.3. Valores jurídicos individuales.
Son los que afectan a los intereses de los individuos y se han convertido en los ejes en trono a los que se ha centrado la reivindicación de los derechos humanos.
Intrínsecamente constituyen exigencias de la existencia humana.
Estos valores son:
1. La dignidad personal. Implica la garantía negativa de que la persona no va a ser objeto de ofensas y humillaciones y además implica la garantía
positiva del pleno desarrollo de su personalidad. Es decir, el reconocimiento de la total autodisponibilidad de las posibilidades de actuación y de la
autodeterminación nacida de la proyección histórica de la razón humana.
La dignidad personal se manifiesta también en la autoconciencia que es una cierta preeminencia moral por ser el hombre un ser capaz de tener conciencia de su
propio modo de ser dentro del mundo.
Buena parte de la doctrina, defiende que la dignidad es el valor básico fundamentador del resto de valores individuales y de los derechos humanos, que explica las
necesidades de la persona en el ámbito moral.
Se constituye como un principio material de Justicia, como un límite del Derecho positivo a la luz del cual se interpretan los demás. A pesar de todo se hace difícil
determinar en que consiste este valor y cuál es su contenido.
3. La igualdad personal. Muchos autores lo consideran un artificio normativo pues la realidad demuestra que las diferencia existentes entre los hombres
son múltiples, profundas y constantes.
Sin embargo basados en la dignidad, se puede declarar que todos los seres humanos son básicamente iguales y así deben ser tratados en cuanto miembros de la
sociedad.
Se reconocen dos manifestaciones de la igualdad:
La igualdad formal que sería el principio de igualdad ante la ley. Reconoce que todos los ciudadanos deben ser tratados igual por el Derecho. Se
concreta en los siguientes postulados:
a) Generalidad de la ley: las normas y los tribunales deben ser idénticos para todos.
b) Equiparación ante la ley, se contempla la irrelevancia de determinadas diferencias: trato igual de circunstancias o de situaciones que son
diferentes.
c) Diferenciación ante la ley, se atiende a diferencias esenciales: situaciones o circunstancias aparentemente semejantes deben ser tratadas de
manera diferente.
La igualdad material supone el equilibrio de bienes y situaciones económicas y sociales. En aplicación de este criterio, se exige la igualdad de los
individuos en el acceso a los bienes y servicios de la sociedad
La lista de valores, no es cerrada y exhaustiva, los señalados son los más esenciales y representativos de nuestro ámbito cultural, pero podrían haberse tomado más
en consideración.
LECCIÓN 16
EL PROTAGONISMO ACTUAL DE LOS DERECHOS HUMANOS.
1. APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE DERECHOS HUMANOS.
La expresión “derechos humanos” ha tenido un gran impulso a mediados del siglo XX gracias a la influencia de la Declaración Universal de 1948, siendo hoy muy
utilizado en el debate político, reuniones científicas, actividades culturales, movimientos sociales, religiosos, etc...
Sin embargo no hay un concepto comúnmente aceptado de derechos humanos, sino que varia el contenido conceptual del termino, según cuales sean la posición e
intereses de quien lo usa.
En general cuando se pronuncia el nombre “derechos humanos” se pretende designar el conjunto de facultades o poderes que le corresponden a cada uno de los
miembros de la especie humana en razón de su propia humanidad (por el simple hecho de ser hombres.) Son aquellos derechos que todos los individuos tienen,
con independencia de que les hayan sido reconocidos o no por los respectivos ordenamientos jurídicos históricos.
Los actuales derechos humanos conservan la inspiración básica de la doctrina clásica de los derechos que tienen todos los hombres como dotación originaria de su
propia naturaleza. Se entienden también como derechos subjetivos originarios que poseen todos los ciudadanos y que constituyen una barrera frente a cualquier
posible intromisión arbitraria de los gobernantes.
Precisamente, este es el motivo de que su fuerza no puede provenir del poder político ni del Derecho, puesto que éstas son dos instancias pueden ser potenciales
enemigos contra los que los derechos humanos pretenden actuar como barreras de protección.
La consistencia y vigor de los derechos humanos no dependen del reconocimiento que les otorgan las declaraciones que los proclaman, sino que son previos y
superiores a tales declaraciones, poseen una juridicidad originaria, es decir, en algún sentido, natural, pre-social y pre-política.
Los “derechos humanos” son unos derechos cuyo reconocimiento y protección no puede depender de la arbitraria decisión del gobernante de turno, siendo esta
idea común a todos los colectivos e individuos que usan el término actualmente.
La determinación de las bases doctrinales por las que se sustenta la proclamación de los derechos humanos como facultades o poderes que han de serle
reconocidos a todos los hombres por los respectivos ordenamientos jurídicos es una tarea muy complicada.
En el seno de la UNESCO, cuando se trató de dar fundamentación teórica a la Declaración Universal, a pesar del acuerdo en la necesidad de proclamarlos e
incluso del acuerdo en la determinación de los derechos que debían ser proclamados, hubo de renunciarse al intento de establecer los valores y principios que
podían ser generalmente aceptados.
Muchos estudiosos, ante esta complicación, han optado por soslayar el problema de la fundamentación teórica, centrando su atención en estudiar cómo, cuando y
con que alcance han llegado a ser incorporados a los textos positivos.
Sin embargo las justificaciones orientadas a poner de manifiesto las bases históricas y sociológicas de los derechos humanos, aunque son útiles para aclarar las
implicaciones y el sentido del reconocimiento de estos derechos, se muestran incapaces de resolver el problema que se plantea cuando se formula la pregunta sobre
el fundamento de los derechos humanos.
No podemos detenernos en los simples datos que explican la existencia de los derechos humanos, se hace imprescindible encontrar las razones que avalan su
exigibilidad teórica. Se necesitan argumentaciones capaces de llevar a la mayoría de los hombres a aceptar que los derechos básicos de la persona vienen
impuestos por exigencias de la propia racionalidad humana.
2.2. Las posturas que niegan la necesidad e incluso posibilidad de la fundamentación racional.
Algunos estudiosos han llegado a la conclusión de que es imposible encontrar una respuesta con validez absoluta sobre la fundamentación racional de los derechos
humanos. Algunos incluso afirman que ese fundamento no existe y por tanto consideran vano buscar teles fundamentos y se centran en analizar los distintos
factores que pueden contribuir a una mejor y mas amplia realización efectiva de los derechos.
Ha sido el pensador italiano N. Bobbio el representante de los pensadores de la idea de que no es posible encontrar un fundamento absoluto de los derechos
humanos, que llegó a reforzar con la afirmación de que el problema del fundamento de los derechos del hombre ha tenido su solución en su reconocimiento legal
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la asamblea General de las Naciones Unidas en 1948.
Sin embargo esta doctrina tiene su revisión crítica fundamentada en los siguientes hechos:
No se puede tener la total seguridad de que no es posible encontrar una fundamentación que tenga validez absoluta, si no que hay suficientes razones
para pensar lo contrario.
La fuerza de un simple hecho legislativo desaparece en el mismo momento en que aparece otro hecho legislativo contrario del mismo nivel de jerarquía
y generalidad.
Así pues, el manifiesto carácter histórico del reconocimiento de los derechos humanos no impide, desarrollar una argumentación demostrativa de la ineludible
necesidad moral de su proclamación y garantía en los ordenamiento de todas las sociedades humanas políticamente organizadas.
3. DIVERSAS FUNDAMENTACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS.
3.1. Doctrinas iusnaturalistas. [HOT]
La fundamentación iusnaturalista de los derechos humanos, se caracteriza por construirse en torno a la idea de la naturaleza racional y moral de los seres humanos,
señalando ésta como raíz explicativa y justificadora de la existencia y reconocimiento de tales derechos.
La naturaleza racional, contiene en sí misma un dinamismo operativo que aporta al sujeto posibilidades y poderes de actuación en el seno de la organización social.
Es decir, son derechos primarios que corresponden de forma natural a cada sujeto.
Así que, según la concepción iusnaturalista, los derechos humanos forman parte de cada sujeto, como exigencia de su peculiar modo de ser humano, de forma que
los hombres tienen la evidencia racional de que estos derechos le son debidos por imposición de su propia naturaleza y no por cualquier tipo de concesión positiva
de la sociedad políticamente organizada de la que forman parte.
La teoría, de raíz medieval, de los derechos “naturales” y primarios fue el primer origen de los que con el tiempo, terminaron siendo designados como derechos
humanos. Sin embargo, no todos los considerados actualmente derechos humanos fueron derechos personales originarios, “naturales” en sentido propio.
Sólo se considerarán derechos humanos aquellos que corresponden a los hombres bajo todas las circunstancias y situaciones y que, en consecuencia, no pueden ser
negados nunca.
Fue en la edad moderna donde se intensificó la preocupación por el reconocimiento de las prerrogativas que corresponden a los miembros de la sociedad por el
hecho de ser hombres. En esta época se ampliaron el número de derechos naturales y se modificó su caracterización, adquiriendo una creciente configuración
individualista y antiestatista, hasta el punto que un sector del iusnaturalismo cristiano escolástico reconociera a los infieles un derecho natural que les ponía a salvo
del derecho de conquista defendido por otros sectores.
A pesar de los distintos planteamientos de las distintas tendencias del iusnaturalismo, muchos autores afirman que la fundamentación iusnaturalista es la única
posibilidad de todo intento racional de justificación de los derechos humanos, especialmente cuando se pretende encontrarles una base de apoyo que, desde un
punto de vista lógico-ontológico, preceda a los ordenamientos jurídicos históricos.
El origen histórico de lo que hoy llamamos derechos humanos, está en las teorías que proceden de la escuela del Derecho natural racionalista: su aparición se
centra en los siglos XVII y XVIII. Estas doctrinas son aceptadas generalmente como las de mayor tradición histórica.
Con los teóricos de la escuela racionalista se produce un cambio importantísimo en la concepción del Derecho natural. Hasta entonces el iusnaturalismo medieval
tenía una base profundamente teológica y a partir de entonces adquirió una base racional: Se dio un vuelco en la concepción del propio término “derecho” que
servía de base a esta especulación. Hasta entonces el “derecho” significaba fundamentalmente “Derecho objetivo”, es decir; el Derecho como regla de conducta, y
ahora pasa a primer plano el derecho como “derecho subjetivo”, facultad inherente al ser humano que le posibilita para hacer o poseer algo justamente.
Casi todos los autores encuadrados en la escuela racionalista parten de considerar la existencia de dos estados por la que atraviesa la historia de la humanidad:
Status naturalis: El hombre ya posee por naturaleza una serie de derechos que generalmente se concretan en el derecho a la vida, a la libertad y a la pro-
piedad, derechos anteriores y superiores a cualquier Derecho positivo y que implican el reconocimiento de los mismos por parte del Estado. A estos de-
rechos es a lo que se denominó derechos naturales, sustituyendo al viejo Derecho natural en sentido objetivo y ontológico. El estado en sus actuaciones
viene limitado por la existencia de estos derechos, de cuyo reconocimiento derivará la legitimación de dichas actuaciones
Status civilis.
Conviene resaltar la importancia que tuvo el pensamiento racionalista en la elaboración de las primeras declaraciones de derechos (Locke y Rosseau) ya que en
todas ellas el reconocimiento del Derecho justo, o del ideal de justicia, pasa por la incorporación de los derechos naturales del hombre, derechos que derivan de
unos valores que residen en la propia naturaleza humana, autoevidentes, universales y cognoscibles por la razón.
Las declaraciones a las que se hace referencia son:
Declaración de Derechos del buen Pueblo de Virginia (12 de Junio 1776): “todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y
tienen ciertos derechos innatos”
Declaración de Independencia de los Estados Unidos (4 de Julio 1776): “todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de cier-
tos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
La francesa,que en 1791 dio lugar a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano : “Los representantes del pueblo francés, constituidos
en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de los males políticos
y de la corrupción de los gobiernos, han decidido exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre”.
Críticasde E. Fernández a la fundamentación iusnaturalista:
a) El empleo del término derechos al referirse a derechos naturales, ya que desde un punto de vista técnico-jurídico sólo cabe hablar de derechos cuando
estos se han incorporado al Derecho positivo; con anterioridad solo podemos hablar de valores, intereses, deseos humanos, por muy fundamentales o
importantes que estos sean.
b) La crítica se centra en el propio concepto de naturaleza humana del que se hacen derivar los derechos naturales, ya que de la naturaleza humana se pue-
den derivar unos valores y los contrarios, como se ha puesto de manifiesto a lo largo de la historia.
c) La consideración de los derechos naturales como inmutables e invariables no resiste a la perspectiva histórica. Estos han variado, se han modificado y
siguen haciéndolo con el paso del tiempo.
d) El ejercicio de estos derechos y sus garantías no se hacen efectivos en tanto en cuanto no estén recogidas y amparadas por el ordenamiento jurídico.
3.2. Doctrinas iuspositivistas. [HOT2]
Hay múltiples orientaciones y planteamientos dentro de la corriente iuspositivista, sin embargo el rasgo característico de las actitudes positivistas es que el
fundamento de la validez de los derechos humanos se encuentra siempre en los factores empíricos que constituyen el tejido de la propia organización social.
El fundamento ha de buscarse, dentro del propio tejido de las realidades y circunstancias culturales en las que nacen y se realizan los derechos humanos. Esta tesis
central ha recibido sin embargo diferentes matizaciones dentro del positivismo según sus distintas tendencias.
Positivismo legalista. Según esta visión, los individuos son titulares de derechos fundamentales en tanto en cuanto, el ordenamiento jurídico del Estado
del que forman parte, se los ha reconocido.
No hay más derechos que los reconocidos en las leyes. El fundamento de los derechos humanos está en la ley que los protege y reconoce.
Positivismo historicista. La titularidad de los derechos que tienen los ciudadanos se basa en la respectiva tradición jurídica nacional, no en abstractos
principios de razón que los afirman como derechos originarios de la naturaleza.
Sólo hay derechos históricos, aquellos que tienen los ciudadanos por su condición de miembros de una determinada comunidad jurídica en la que tradicionalmente
son reconocidos tales derechos.
Positivismo sociologista. El reconocimiento y garantía de los derechos humanos tienen fundamentación en su efectiva incorporación a las prácticas
habituales de la vida social, a través de varios mecanismos:
◦ Su aceptación generalizada por parte de la opinión pública y la consiguiente presión que dicha opinión pública ejerce sobre los gobiernos de los
estados y las diferentes organizaciones internacionales.
◦ A través de la reiterada experiencia de su evidente contribución a la mejora de las condiciones de vida de la mayoría de los hombres.
Algunos autores señalan que fundamentar los derechos humanos en base al cálculo de las consecuencias útiles que aportan a la sociedad, hace que dichos derechos
queden a expensas de las metas que se fije la sociedad en cada caso, convirtiéndose dicho fundamento en poco seguro para los derechos humanos que son
inherentes a la individualidad personal.
Estas doctrinas buscan el fundamento de los derechos humanos en unos valores o principios (jurídicos o morales) que tienen validez, independientemente de las
regulaciones jurídicas positivas.
Estos valores cumplen la función de actuar como guías de las legislaciones políticas y su efectiva corrección o justicia. Determinan como deben actuar esas
legislaciones en relación con el reconocimiento y la protección de los derechos humanos.
Parte de la doctrina axiológica fundamenta los derechos humanos en valores éticos trascendentes, objetivos e independientes de la naturaleza humana y que por
tanto se encuentran muy alejadas de la doctrina iusnaturalista. Sin embargo, otra parte de la doctrina parece estar mucho más cerca del iusnaturalismo al
fundamentar los derechos humanos sobre la exigibilidad de las necesidades existenciales básicas comunes a todos los hombres por igual.
Es significativo que en las modernas teorías no hay ya una apelación a la naturaleza humana, sino al concepto de dignidad que es considerado el valor de
referencia de todo derecho fundamental.
Pérez-Luño en su concepto de derechos fundamentales se puede observar como las ideas de dignidad, libertad e igualdad aparecen como criterios de valoración del
ser humano, a partir de los cuales surge el deber por parte de los poderes públicos de su reconocimiento y garantías. Estos valores no tienen el carácter absolutos,
sino que deberán especificarse en cada momento histórico, teniendo en cuenta la evolución del ser humano y de los valores en que subyacen, lo que determinará la
aparición de nuevas necesidades que por su importancia deban estar reconocidas y protegidas de un modo especial.
Este último dato no significa que sean las necesidades las que determinan el fundamento de los derechos humanos, sino en los valores que subyacen a las mismas.
Dentro de esta misma línea de fundamentación encontramos la doctrina de E.Fernández, que él califica de fundamentación ética o axiológica. Observaremos como
los puntos de coincidencia son muchos con la doctrina anterior: El profesor Pérez-Luño se incluye dentro de las doctrinas iusnaturalistas deontológicas, ya que,
como él mismo indica “…sólo desde un enfoque iusnaturalista tiene sentido plantear la fundamentación de los derechos humanos, iusnaturalismo en su acepción
deontológica, funcional y abierta”. Pues bien, la postura de E. Fernández puede, asimismo, encuadrarse en esta línea, como por otro lado él mismo manifiesta: “no
tengo ningún impedimento en considerarme iusnaturalista en un sentido deontológico”.
Cualquier justificación ética supone la afirmación de que el origen y fundamento de los derechos humanos es previa a toda consideración jurídica y de aquí que
E.Fernández entienda por fundamentación ética o axiológica de los derechos humanos.
Todas las categorías de derechos que se derivan de los valores antes señalados van íntimamente unidas.
Todavía no podemos preguntarnos quién determina y cómo se concretan esos valores que pasarán a ser protegidos por unos derechos.
Frente a todo esto, tan sólo cabe desconfiar, y no para negar los derechos, sino para buscar una defensa frente a sus interpretaciones más peligrosas.
4. LA RECEPCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN LAS CONSTITUCIONES ESTATALES: LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES. [HOT2]
Ya en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 se proclamaba: “toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada,
ni la separación de poderes establecida, carece de constitución.”
Desde entonces, se viene reconociendo el carácter fundamental que corresponde a los derechos humanos dentro de los sistemas constitucionalistas de organización
política. De modo que las declaraciones de derechos constituyen el primer elemento de la estructura interna de las nuevas constituciones.
La expresión “derechos fundamentales” se desarrolló en la cuna de la concepción estatista de los derechos públicos subjetivos, designando así aquellos derechos
que les han sido reconocidos a los ciudadanos por las respectivas constituciones y leyes fundamentales. Posteriormente su uso fue derivando del concepto
originario, pasando a designar también aquellos derechos que por su importancia, son básicos en la vida de todos los hombres, y por ese camino, ha llegado a ser
utilizada como sinónimo del término “derechos humanos.”
Por tanto, por “derechos fundamentales” pueden entenderse dos significados distintos:
El correspondiente a su uso original de derechos reconocidos por las leyes fundamentales del respectivo ordenamiento jurídico.
El de los derechos básicos que tienen todos los individuos por exigencia de la propia dignidad personal que les es naturalmente inherente.
Sin embargo, no es apropiado confundir los derechos proclamados como fundamentales en las constituciones estatales, con los derechos que tienen los individuos
por el mero hecho de ser hombres. La razón es que esta identificación implica socavar la capacidad legitimadora de las luchas por su reconocimiento y garantía
frente a cualquier posible desconocimiento o violación.
El nombre “derechos fundamentales” debe reservarse únicamente para mencionar a aquellos derechos básicos de la persona que han sido expresamente
reconocidos por las leyes fundamentales del Estado. Por el contrario el termino “derechos humanos” debe emplearse para designar a todos los que pertenecen a los
sujetos en razón de su pertenencia a la categoría de las personas humanas.
En el siglo XIX no existe una distinción significativa entre la ley y los derechos. Un paso importante se da con respecto a la situación anterior, en que el Estado absoluto se situaba al
margen y por encima de la ley, cuando el Estado que surge de la Revolución francesa, y que se califica de liberal está dentro y sometido a la ley, lo cual supone un mínimo de garantía
para el súbdito frente a la arbitrariedad estatal. Sin embargo, sigue prevaleciendo la ley como expresión de la voluntad estatal, ya que los derechos carecen de auténtica significación
jurídica autónoma. Se corresponde con un periodo en el que todavía predomina la ideología jurídica autónoma. Se corresponde con un periodo en el que todavía predomina la ideología
jurídica positivista, que reducía los derechos a las leyes y éstas tenían un carácter omnipotente imperando el criterio de legalidad como criterio exclusivo de identificación del Derecho
válido, con independencia de su valoración como Derecho justo.
Faltaba la elaboración por parte de la doctrina de una teoría jurídica de los derechos subjetivos, dentro de los que se encuadran los derechos fundamentales. Intento
que llevó a cabo la ciencia iuspublicista alemana a través de una teoría de los denominados derechos públicos subjetivos, encuadrada en una teoría general de los
derechos que tomaba como punto de partida al Estado.
Los derechos que protegía el Estado liberal eran los de corte individualista, reivindicados por la burguesía ascendente: derecho a la vida, a la libertad, a la
seguridad y a la propiedad y establecidos sobre una economía de corte liberal, lo que dio lugar a un Estado absentista, garante del libre juego de los ciudadanos,
receloso de imponer a éstos una concepción determinada de lo que les resultaba preferible, y que se limitaba a establecer las normas coaccionadores que pondrán
en funcionamiento sólo cuando se violen los derechos de los otros.
El derecho real fue el de “un reconocimiento meramente formal de los derechos del hombre sin preocuparse por las realidades concretas que rodean cada vida
individual”. La constitución, no aparecía con un contenido mínimo material, sino que se limitaba a ofrecer el marco, el procedimiento mediante el cual se
elaboraban las normas y se producía la alternancia en el poder, sin establecer límites con un contenido material. El papel de los derechos fundamentales se
limitaba, a la articulación técnico-jurídica de los límites al poder; en término de autovinculación: la sujeción de la actuación del Estado a su sistema jurídico.
Al contrario que el Estado liberal, caracterizado, por su carácter pasivo y abstencionista, el nuevo modelo de estado tendrá una función activa e intervencionista en
la vida social promoviendo el welfarestate o Estado de Bienestar, procurando la realización de las condiciones materiales en un plano de igualdad para todos los
ciudadanos.
El núcleo central de derechos sobre los que debe incidir el Estado social es sobre los derechos económico-sociales y culturales, lo que se denominan de segunda
generación, y por tanto su actuación no puede limitarse a garantizar la libertad negativa, los límites al poder político, como venía haciéndose en el Estado liberal.
Al contrario, debe desarrollar una actividad encaminada a proporcionar o distribuir la riqueza de acuerdo con las necesidades de la sociedad en su conjunto,
promover la redistribución de la riqueza de la manera más justa posible.
Esta situación lleva a que sean los órganos de la administración los encargados de atender y resolver todo lo concerniente a las necesidades que impone el régimen de bienestar social,
dada la lentitud y falta de especialización del Parlamento.
Se trata del paso hacia el constitucionalismo rígido en el que la constitución no sólo tiene, como anteriormente, la función formal del establecimiento de las formas de producción
legislativa, sino que ahora “se imponen también a través de ella prohibiciones y obligaciones de contenido, correlativas unas a los derechos humanos de libertad y las otras a los
derechos sociales…”, lo que implica que una norma puede ser formalmente válida, puesto que se ha elaborado con los requisitos que el propio ordenamiento establece, pero
sustancialmente sea inválida por contraposición a las normas constitucionales. Estamos, por tanto, en presencia de límites de contenido material para normas o conductas estatales que
afectan a la justicia del Derecho, como sería el caso de normas que fuera contra los principios de igualdad o de los derechos fundamentales.
El constitucionalismo actual supone una afirmación mayor sobre las garantías jurídicas que rodean a dichos derechos, con el consiguiente detrimento de la
importancia de la ley.
Los principios de justicia son, en cuanto valores incorporados a la constitución, principios objetivos a los que deben tender los poderes públicos, son exigencias de
justicia general que deben estar por encima de las voluntades individuales, incluso por encima del acuerdo de las mayorías. Esto redefine completamente el
concepto de democracia, que pasa igualmente del ámbito formal al material.
La realización y la garantía de los derechos fundamentales más que operar como fuentes legitimadoras de los actos de gobierno, se convierten en deslegitimadores
de esos actos, y sigue Ferrajoli:
“Representan no una autolimitación siempre revocable del poder soberano, sino al contrario, un sistema de límites y de vínculos supraordenados a él. Por tanto, no se trata de derechos del
Estado “para el Estado” o “en interés del Estado”, sino de derechos hacia y si es necesario contra el Estado, o sea, contra los poderes públicos aunque sean democráticos o de mayoría”.
LECCIÓN 17
LA DIVERSIFICACIÓN SISTEMÁTICA DEL CONOCIMIENTO JURÍDICO.
1. PANORAMA DE LOS SABERES JURÍDICOS EN LA ACTUALIDAD.
El panorama actual de los saberes jurídicos está definido por la presencia de cuatro grandes grupos o bloques:
El saber jurídico vulgar: se corresponde con los conocimientos que tienen sobre el Derecho la mayoría de ciudadanos gracias a su propia experiencia y
a la información que recibe del entorno social.
El saber jurídico técnico-práctico: esta formado por los conocimientos relativos a las diferentes técnicas y procedimientos de los procesos de creación y
aplicación del Derecho. Es un conocimiento de reglas de operatividad jurídica utilizado por los diferentes profesionales del Derecho denominados
“operadores jurídicos.”
El saber jurídico científico. (Se desarrolla en el apartado 3 de esta lección)
El saber jurídico filosófico. (Se desarrolla en el apartado 4 de esta lección)
Podría incluirse a mayores en esta clasificación el saber jurídico teológico ya que la normatividad social y jurídica fue durante mucho tiempo analizada e
interpretada dentro del modelo hermenéutico de las concepciones religiosas. La vinculación incluso confusión del Derecho con la religión sigue siendo un
principio vigente en algunas culturas y organizaciones sociales, por lo que la visión teológica es básica para la adecuada comprensión del Derecho.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que existe un amplio intercambio entre el conocimiento práctico del Derecho, el pensamiento jurídico científico y la
reflexión jurídico-filosófica que permite lograr la integración del saber jurídico. No son mas que tramos o fases del saber jurídico que se desarrollan desde
perspectivas distintas y parciales y que como tales, se constituyen en reflexiones mutuamente complementarias.
Cabe destacar otros núcleos científicos de gran interés y más reciente aparición como son el análisis económico del Derecho, la antropología jurídica, etnografía
jurídica, lingüística jurídica, psicología jurídica y la política jurídica (ciencia de la legislación.)
2. El sector de las ciencias jurídicas normativo-sistémicas. El conocimiento de estas ciencias se centra en el contenido o alcance normativo de las
reglas de Derecho, tanto dentro de las perspectiva general como en la que corresponde a cada una de ellas.
Estas ciencias centran su análisis a las normas jurídicas vigentes, en cuanto que están vigentes y sólo mientras lo estén. Además son ciencias que se distinguen por
constituir un campo de conocimiento en el que el grado de diversificación y complejidad interna ha crecido exponencialmente con el paso de los años. Baste como
prueba la gran cantidad de asignaturas incluidas en los planes de estudio de las facultades de Derecho: D. constitucional, administrativo, civil, mercantil, penal,
laboral, etc... o la presencia de otras menos específicas como Teoría general del Derecho o Derecho comparado.
3. El sector de las ciencias jurídicas lógico-sistemáticas. El estudio del procedimiento lógico más adecuado, para desarrollar los procesos cognitivos que
puedan llevar en cada caso, a la correcta solución jurídica de los conflictos planteados, ha sido desde siempre motivo de estudio de los juristas.
Los tratados sobre metodología del Derecho, los estudios sobre argumentación jurídica o las recientes investigaciones sobre la informática jurídica, intentan dotar
de principios y reglas lógicas que guíen a los operadores jurídicos en la realización de su trabajo.
Aunque no ha podido demostrarse la independencia de la lógica que guía a los juristas ni cual sea la estructura interna de este sector del conocimiento jurídico
científico, su tratamiento científico ha de incluir el estudio de dos núcleos temáticos diferenciados:
a) La problemática en relación con el razonamiento de los juristas y la argumentación jurídica. (Abordados por la Interpretación jurídica y la
Metodología del Derecho.)
b) La investigación sobre la estructura lógica de las normas y las posibilidades de formalización y cálculo de los razonamientos jurídicos.
(Estudiados por la Lógica deóntica.)
La reflexión filosófico-jurídica surgió de la propia actividad de los juristas prácticos y de los científicos del Derecho como búsqueda de algunas respuestas que
dicha actividad no podía proporcionar. El saber iusfilosófico es un tipo de conocimiento jurídico necesario para cubrir aspectos que no cubren las ciencias jurídicas
particulares. En especial para fijar la noción universal del Derecho y los conceptos jurídicos fundamentales, así como determinar los supremos criterios de
valoración en términos de justicia de los datos que ofrece la experiencia jurídica.
Es el saber que debe aclarar y resolver los temas que sobrepasan la capacidad de explicación del conocimiento jurídico práctico y del conocimiento jurídico
científico.
La principal característica del conocimiento filosófico del Derecho es proporcionar una explicación fundamental y global del fenómeno jurídico como entidad
permanente y universal. Trasciende la realidad jurídica positiva para pasar a considerar aspectos e implicaciones estructurales y esenciales de esa realidad.
El conocimiento filosófico del Derecho opera en niveles máximos de generalidad y abstracción y ha experimentado una permanente evolución interna que suele
estar influenciada por la evolución del pensamiento filosófico general.
Así, después de estar largo tiempo mezclado y confundido en el seno de la filosofía política o de la filosofía ética y posteriormente experimentar un gran desarrollo
en los sistemas de la ciencia como Derecho Natural, este saber, experimentó una época de crisis durante el siglo XIX hasta quedar prácticamente reducido a una
especie de teoría general de las distintas ciencias jurídicas sectoriales. Finalmente ha recuperado de nuevo la vocación de análisis y crítica meta-positiva
ocupándose ante todo de encontrar contestación adecuada a las tres preguntas básicas:
Cuáles son los límites del conocimiento jurídico. (Pregunta epistemológica.)
Qué tipo de ser es el Derecho.(Pregunta ontológica)
Cuáles son los valores que han de guiar la creación y aplicación del Derecho.(Pregunta deontológica.)
El conocimiento filosófico del derecho, para no caer en la mera retórica, no debe perder de vista la referencia a la realidad empírica del Derecho. El desarrollo de
la filosofía jurídica no puede desvincularse de la tensión que la une al Derecho positivo en cada momento de la historia y por tanto el enfoque, sus planteamientos
y conclusiones estarán influenciados por el desarrollo de las ciencias jurídicas en cada época.
Teoría fundamental del Derecho. El de la naturaleza o modo de ser del Derecho. (Teoría del Derecho) Esta teoría tiene la misión de determinar
racionalmente “lo que el Derecho es” y si bien existe consenso en cuanto a la función básica, las discrepancias son grandes a la hora de definir el
alcance y contenido que ha de tener dicho estudio.
¿Esencia ideal? ¿Realidad empírica? ¿Realidad total? ¿Los conceptos? ¿Los enunciados? El alcance y sentido efectivo de cada planteamiento da lugar a muy
diferentes teorías del Derecho.
Teoría del Derecho justo. El de la idealidad o deber-ser del Derecho. Desarrollado por la teoría del Derecho justo o teoría de la Justicia. También aquí
existe consenso en que la función de la filosofía jurídica radica en su desarrollo como valoración ética, incluso se afirma que el problema de la justicia
de las leyes es el tema central de la filosofía del Derecho. Sin embargo, son abundantes las discrepancias a la hora de especificar el enfoque, alcance y
sentido que ha de darse a esta investigación.
No es difícil imaginar, por poner un ejemplo, las distancias que separan a un iusnaturalista orientado hacia el conocimiento del contenido del Derecho natural que
es en si mismo justo y que ha de actuar como modelo y unidad de medida del Derecho positivo, de un filósofo del Derecho identificado con la dialéctica marxista.
Estas tres teorías generales representan en la actualidad el bloque completo del conocimiento jurídico filosófico, habiéndose cada una de ellas de ocupar a su vez
de explicar múltiples cuestiones concretas que quedan fuera del campo de acción del las diversas ciencias jurídicas.
Por otro lado, las distintas teorías no son independientes unas de otras, sino que mantienen una estrecha vinculación de enfoque y método de forma que las
respuestas que se dan en una de ellas, estén asentadas en alguna de las soluciones ofrecidas en las otras.