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Hijo de una familia importante de la ciudad de Fusignano (Rávena, Italia). En este lugar estudia
violín desde temprana edad, y en 1666 viaja a Bolonia para ejercer estudios con Leonardo
Brugnoli y Giovanni Benvenuti.
Alcanza en Roma una popularidad extraordinaria como violinista, a la par que perfecciona su
técnica compositiva. Asimismo, cuenta con la protección de la soberana Cristina de Suecia.
Para el año de 1682 se sitúa como primer violinista de la orquesta de capilla de la iglesia de San
Luis de los Franceses, institución religiosa nacional que pertenece a la comunidad francesa que
se encuentra en Roma.
Ingresa en la Congregazione dei Virtuosi di Santa Cecilia en 1684, año en que también adopta
la denominación de Arcomelo Erimanteo. Corelli para 1700 se posiciona ya como el primer
violista y director de conciertos del Palacio de la Cancillería. Su fama le permite añadirse en
1706 a la Academia de la Arcadia, lo cual es algo muy distinguido en la época, y ahí conoce a
Domenico Scarlatti. Pasados dos años conoce a Händel.
. Desde muy joven viaja a Bolonia para realizar estudios de violín con profesores
sobresalientes, dando a notar su talento. Pasa a Roma en 1675 y de inmediato gana
notoriedad, lo que le vale entrar al servicio del cardenal Pietro Ottoboni y ser recibido por la
monarca Cristina de Suecia.
Publica su primera colección de sonatas a manera de trío en 1681, mismas que se destinan a
tocarse en el ámbito eclesiástico, así como la tercera de 1689. La segunda y la cuarta de 1685 y
1694 son realizadas para cámara.
De igual forma, publica una colección de sonatas para bajo y violín en 1700 y sus famosos
concerti grossi aparecen en 1714 de forma póstuma. Su obra llega a la madurez del estilo
barroco italiano al culminar el concerto grosso y la composición de la forma sonata preclásica.
(1685) 12 sonatas en trío para dos violines, viola, violonchelo o clavecín, opus 2
Tras seguir a su señor en la campaña contra los turcos en Austria y Hungría, y visitar Flandes,
viajes éstos que le permitieron conocer otras escuelas musicales ajenas a la italiana, fue
nombrado maestro de capilla de Mantua en 1601, con la función de proveer toda la música
necesaria para los actos laicos y religiosos de la corte.
Una fecha clave en su evolución fue la del año 1607, en que recibió el encargo de componer
una ópera. El reto era importante para un compositor educado en la tradición polifónica que
hasta aquel momento había destacado en la composición de madrigales a varias voces, pues se
trataba de crear una obra según el patrón que Jacopo Peri y Giulio Caccini; ambos músicos de
la Camerata Fiorentina, habían establecido en su Euridice, una obra en un nuevo estilo, el
llamado stile rappresentativo, caracterizado por el empleo de una sola voz que declama sobre
un somero fondo instrumental. Una pieza dramático-musical, en fin, en que a cada personaje
le correspondía una sola voz.
Esto, que hoy puede parecer pueril, en la época suponía un cambio de mentalidad radical: el
abandono de la polifonía, del entramado armónico de distintas voces, por el cultivo de una
única línea melódica, la monodia acompañada. El resultado fue La favola d'Orfeo, composición
con la que Monteverdi no sólo superó el modelo de Peri y Caccini, sino que sentó las bases de
la ópera tal como hoy la conocemos.
El éxito fue inmediato y motivó nuevos encargos, como L'Arianna, ópera escrita para los
esponsales de Francisco de Gonzaga y Margarita de Saboya, de la que sólo subsiste un
estremecedor Lamento. La muerte en 1612 de su protector Vincenzo Gonzaga motivó que el
músico trocara Mantua por Venecia, donde permaneció hasta su muerte. Maestro de capilla
de la catedral de San Marcos, compuso la magistral colección Madrigali guerrieri et amorosi.
Las composiciones religiosas ocupan un lugar destacado en su quehacer durante esta larga
etapa. También las óperas: en 1637, cuando el compositor contaba ya setenta años, abrieron
sus puertas en Venecia los primeros teatros públicos de ópera y, lógicamente, se solicitaron a
Monteverdi nuevas obras.
Nació en Italia (su verdadero nombre era Giovanni Battista Lulli). Viajó a Francia con 11 años,
pues había llamado la atención del Caballero de Guisa, y en 1652, con veinte años, entró al
servicio de Luis XIV como bailarín de ballet y violinista. Más tarde dirigió una de las orquestas
reales y en 1662 fue nombrado director musical de la familia real. Sobresalía por entonces
como violinista, director y compositor. A los 29 años se había casado con la hija de Michel
Lambert, compositor y alto oficial de la Corte. Cortesano astuto, consiguió mantener el favor
real a lo largo de toda su vida, lo que le permitió manejar la suerte de otros compositores
franceses. Compuso ballets, como Alcidiane (1658), para la corte, que en ocasiones él mismo
interpretaba ante el rey. En colaboración con el escritor francés Molière (Jean Baptiste
Poquelin) compuso una serie de ballets cómicos como Les fâcheux (1661), Matrimonio a la
fuerza (1665) y El burgués gentilhombre (1670). Se hizo prácticamente con el monopolio de las
artes musicales en Francia y explotó la grandeza y la teatralidad de la corte de Luis XIV.
Lully falleció el 22 de marzo de 1687 en París. La importancia de Lully reside en las mejoras que
impuso. En la ópera francesa abandonó el recitativo secco y lo sustituyó por un recitativo con
acompañamiento artístico. En los ballets, introdujo danzas más rápidas que las que se
interpretaban. También estableció la forma de obertura francesa. Lully evolucionó desde su
fidelidad inicial al estilo de sus compatriotas Luigi Rossi o Francesco Cavalli hasta una perfecta
asimilación del estilo y del gusto franceses.
Lully dominó toda la vida musical en Francia en la época del Rey Sol. Fue creador de diversas
formas musicales, que organizó o ideó, como la tragedia lírica, el gran motete y la obertura a la
francesa. Su influencia sobre el conjunto de la música europea de su tiempo fue grande.
Tras su llegada a Francia en 1643, entró como ayuda de cámara al servicio de Mademoiselle de
Montpensier, que deseaba perfeccionar sus conocimientos de la lengua italiana.
A la edad de trece años, ya manifestó serias dotes para la música, y así aprendió a tocar el
violín. Luego se reveló como un excelente bailarín y entró a formar parte de la Grande Bande
des Violons du Roi, que se componía de 24 instrumentos. En 1653, Lully bailó con el rey: el
Ballet de la Nuit.
Obtiene rápidamente la dirección de una nueva formación: La Bande des Petits Violons.
Perfecto cortesano y hábil hombre de negocios, muy pronto se convirtió en el primer
compositor de la corte, y sus aires y bailes consagraron su reputación. Apoyado por Luis XIV,
llegó a ser compositor de cámara, y finalmente Superintendente Real de la Música.
Naturalizado francés en 1661, se casó algunos meses después con Madeleine Lambert, cuyo
padre era el director musical de Mademoiselle de Montpensier.
A partir de 1664, trabajó regularmente con Molière, creando el género de la comedia ballet,
sin renunciar por ello a los bailes de cortesanos.
En 1681, Lully alcanzó el cenit de su carrera, al convertirse en secretario del rey. Murió por una
gangrena en París, en 1687, a consecuencia de una herida que se hizo en el pie con su bastón
de director de orquesta, una pesada barra de hierro que servía para llevar el compás
golpeando el suelo con ella; esto le provocó una infección que acabó lentamente con su vida.
La fama de Lully se debe principalmente a su contribución a la música religiosa y escénica.
Autor prolífico, la producción de Vivaldi abarca no sólo el género concertante, sino también
abundante música de cámara, vocal y operística. Célebre sobre todo por sus cuatro conciertos
para violín y orquesta reunidos bajo el título Las cuatro estaciones, cuya fama ha eclipsado
otras de sus obras igualmente valiosas, si no más, Vivaldi es por derecho propio uno de los más
grandes compositores del período barroco, impulsor de la llamada Escuela veneciana (a la que
también pertenecieron Tommaso Albinoni y los hermanos Benedetto y Alessandro Marcello) y
equiparable, por la calidad y originalidad de su aportación, a sus contemporáneos Bach y
Haendel.
Poco se sabe de la infancia de Vivaldi. Hijo del violinista Giovanni Battista Vivaldi, el pequeño
Antonio se inició en el mundo de la música probablemente de la mano de su padre. Orientado
hacia la carrera eclesiástica, fue ordenado sacerdote en 1703, aunque sólo un año más tarde
se vio obligado a renunciar a celebrar misa a consecuencia de una enfermedad bronquial,
posiblemente asma.
También en 1703 ingresó como profesor de violín en el Pio Ospedale della Pietà, una
institución dedicada a la formación musical de muchachas huérfanas. Ligado durante largos
años a ella, muchas de sus composiciones fueron interpretadas por primera vez por su
orquesta femenina. En este marco vieron la luz sus primeras obras, como las Suonate da
camera Op. 1, publicadas en 1705, y los doce conciertos que conforman la colección L'estro
armonico Op. 3, publicada en Ámsterdam en 1711.
Con estas colecciones, Antonio Vivaldi alcanzó en poco tiempo renombre en todo el territorio
italiano, desde donde su nombradía se extendió al resto del continente europeo, y no sólo
como compositor, sino también, y no en menor medida, como violinista, pues fue uno de los
más grandes de su tiempo. Basta con observar las dificultades de las partes solistas de sus
conciertos o sus sonatas de cámara para advertir el nivel técnico del músico en este campo.
Conocido y solicitado, la ópera, el único género que garantizaba grandes beneficios a los
compositores de la época, atrajo también la atención de Vivaldi, a pesar de que su condición
de eclesiástico le impedía en principio abordar un espectáculo considerado en exceso
mundano y poco edificante. De hecho, sus superiores siempre recriminaron a Vivaldi su escasa
dedicación al culto y sus costumbres laxas.
Inmerso en el mundo teatral como compositor y empresario, Ottone in Villa (1713) fue la
primera de las óperas de Vivaldi de la que se tiene noticia. A ella siguieron títulos como
Orlando furioso, Armida al campo d'Egitto, Tito Manlio y L'Olimpiade, hoy día sólo
esporádicamente representadas.
En Las cuatro estaciones, Vivaldi muestra no sólo la capacidad semántica de la música sino
también su habilidad para crear climas sonoros, a la vez evocadores e intimistas. La obra
describe el ciclo anual de la naturaleza, de los hombres que la trabajan y de los animales que la
habitan. Cada uno de los cuatro conciertos desarrolla musicalmente el soneto de autor
desconocido que lo precede, en cuyos versos se dibuja un cuadrito de la estación. Así, La
primavera, siguiendo lo representado en el soneto, imita el canto de los pájaros y el temporal;
y el afán descriptivo llega hasta detalles como representar a través del violín solista al pastor
que duerme, mientras los restantes violines imitan el murmullo de las plantas y la viola los
ladridos del perro.
El verano describe primero el sopor de la naturaleza bajo la aridez del sol y después una
tormenta, ya anunciada en el primer movimiento y que alcanza el máximo de su violencia en la
parte final. El otoño parece presidido por el dios Baco; el compositor presenta la embriaguez
soporífera de un aldeano, feliz por la cosecha; luego, al alba, parte el cazador con sus cuernos y
sus perros en busca de una presa. En El invierno predominan las imágenes sonoras de la nieve
y el hielo.
La popularidad de esta obra se remonta a la época misma de su creación. Especialmente del
primero de los conciertos, La primavera, circularon enseguida en Francia copias manuscritas,
arreglos e imitaciones. Pero a fines de la década de 1730 el público veneciano empezó a
mostrar menor interés por su música, por lo que Vivaldi decidió en 1741 probar fortuna en
Viena, donde murió en la más absoluta pobreza un mes después de su llegada.
Caído en el olvido tras su muerte, el redescubrimiento de Vivaldi no tuvo lugar hasta el siglo
XX, merced a la música de Bach, quien había trascrito doce conciertos vivaldianos a diferentes
instrumentos. El interés por el músico alemán fue precisamente el que abrió el camino hacia el
conocimiento de un artista habilidoso en extremo, prolífico como pocos y uno de los artífices
de la evolución del concierto solista tal y como hoy lo conocemos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, apenas dos décadas después de iniciarse la recuperación y
divulgación de su obra, Vivaldi se convirtió en uno de los autores más interpretados en el
mundo. A pesar del triste final del compositor y del largo período de olvido, la obra de Vivaldi
contribuyó, a través de Bach, a sentar las bases de lo que sería la música de los maestros del
clasicismo, sobre todo en Francia, y a consolidar la estructura del concierto solista.
Originarios de Chaumes en Brie, la familia Couperin constituyó una de las familias musicales
francesas más numerosas de los siglos XVII y XVIII. El padre de François Couperin, Charles
Couperin (1639-1679), era el hermano menor de Louis Couperin y le sucedió como titular del
órgano de la iglesia parisina de San Gervasio (Saint-Gervais). Igualmente, fue profesor de clave
de la duquesa de Orleans.
Couperin aprendió de su padre y de su tío François Couperin l'Ancien (el Viejo). No tuvo una
educación formal. Sus conocimientos generales y sus escritos son de un estilo y una ortografía
que dejan mucho que desear. El padre transmitió el puesto de organista, hasta que el hijo
pudiera hacerse cargo, a Michel-Richard Delalande.
Muchas de las piezas para teclado de Couperin tienen títulos evocativos y pintorescos, y
expresan un estado de ánimo a través de las elecciones tonales, armonías atrevidas y decididas
disonancias. Se han comparado con pequeños poemas sinfónicos. Los títulos parecen anticipar
la música programática, mientras que la escritura elegante, refinada y formal ofrece un
modelo ejemplar del Barroco francés, definido por el estilo galante. Señala McLeish que "Sus
ordres son deliciosos esbozos que se presentan como los antecesores de las piezas de piano, a
modo de "postales ilustradas" de Albéniz, o de los Preludios de Debussy".
Couperin desarrolló en su madurez un estilo muy personal, hecho de una poesía discreta, una
atmósfera elegíaca y de una técnica que no se deja jamás dominar por el virtuosismo o los
efectos.
Durante su vida tuvo gran fama, pero, al menos en Francia, cesó con su muerte. Perduró, sin
embargo, en Alemania, gracias al interés que Johann Sebastian Bach mostró por su música.
Parece ser que los dos compositores intercambiaron cartas, pero esta correspondencia se ha
perdido.
Influyó en la música para piano de Johannes Brahms, quien interpretó la música de Couperin
en público y contribuyó a la primera edición completa de las Pièces de clavecin, realizada por
Friedrich Chrysander en la década de 1880. Richard Strauss orquestó algunas de las piezas para
clavicémbalo. Maurice Ravel le homenajeó en Le Tombeau de Couperin ("La muerte de
Couperin").
Como señala el experto en música antigua (renacentista y barroca), Jordi Savall, Couperin fue
el "músico poeta par excellence". Creía en "la habilidad de la Música (con M mayúscula) para
expresarse a sí misma en sa prose et ses vers" (su prosa y poesía). Creía que si se penetra en la
poesía de la música, se descubre que es "plus belle encore que la beauté" (más bella que la
propia belleza).
Su formación culminó en el convento de San Miguel de Lüneburg, donde estudió a los grandes
maestros del pasado, entre ellos Heinrich Schütz, al tiempo que se familiarizaba con las nuevas
formas instrumentales francesas que podía escuchar en la corte.
A partir de estos años, los primeros del siglo XVIII, Bach estaba ya preparado para iniciar su
carrera como compositor e intérprete. Una carrera que puede dividirse en varias etapas, según
las ciudades en las que el músico ejerció: Arnstadt (1703-1707), Mühlhausen (1707-1708),
Weimar (1708-1717), Köthen (1717-1723) y Leipzig (1723-1750).
Si en las dos primeras poblaciones, sobre todo en Mühlhausen, sus proyectos chocaron con la
oposición de ciertos estamentos de la ciudad y las propias condiciones locales, en Weimar
encontró el medio adecuado para el desarrollo de su talento. Nombrado organista de la corte
ducal, Bach centró su labor en esta ciudad sobre todo en la composición de piezas para su
instrumento músico: la mayor parte de sus corales, preludios, tocatas y fugas para órgano
datan de este período, al que también pertenecen sus primeras cantatas de iglesia
importantes.
En 1717 Johann Sebastian Bach abandonó su puesto en Weimar a raíz de haber sido nombrado
maestro de capilla de la corte del príncipe Leopold de Anhalt, en Köthen, uno de los períodos
más fértiles en la vida del compositor, durante el cual vieron la luz algunas de sus partituras
más célebres, sobre todo en el campo de la música orquestal e instrumental: los dos
conciertos para violín, los seis Conciertos de Brandemburgo, el primer libro de El clave bien
temperado, las seis sonatas y partitas para violín solo y las seis suites para violoncelo solo.
Durante los últimos veintisiete años de su vida fue Kantor de la iglesia de Santo Tomás de
Leipzig, cargo éste que comportaba también la dirección de los actos musicales que se
celebraban en la ciudad. A esta etapa pertenecen sus obras corales más impresionantes, como
sus dos Pasiones, la monumental Misa en si menor y el Oratorio de Navidad. En los últimos
años de su existencia su producción musical descendió considerablemente debido a unas
cataratas que lo dejaron prácticamente ciego.
Casado en dos ocasiones, con su prima Maria Barbara Bach la primera y con Anna Magdalena
Wilcken la segunda, Bach tuvo veinte hijos, entre los cuales descollaron como compositores
Wilhelm Friedemann Bach, Carl Philipp Emanuel Bach, Johann Christoph Friedrich Bach y
Johann Christian Bach.
Pese a que tras la muerte del maestro su música, considerada en exceso intelectual, cayó en
un relativo olvido, compositores de la talla de Mozart o Beethoven siempre reconocieron su
valor. Recuperada por la generación romántica, desde entonces la obra de Johann Sebastian
Bach ocupa un puesto de privilegio en el repertorio. La razón es sencilla: al magisterio que
convierte sus composiciones en un modelo imperecedero de perfección técnica, se une una
expresividad que las hace siempre actuales.
Oponiéndose a los deseos de su padre, quien pretendía que siguiera los estudios de derecho,
la carrera de Haendel como músico comenzó en su Halle natal, donde tuvo como profesor al
entonces célebre Friedrich Wilhelm Zachau, organista de la Liebfrauenkirche; fue tal su
aprovechamiento que en 1702 fue nombrado organista de la catedral de su localidad y, un año
más tarde, violinista de la Ópera de la corte de Hamburgo, donde entabló contacto con
Reinhard Keiser, un compositor que le introdujo en los secretos de la composición para el
teatro.
En Hamburgo, precisamente, estrenó Haendel en 1705 su primera ópera, Almira, que fue bien
acogida por el público. Un año más tarde el músico emprendió un viaje a Italia que había de
tener especial importancia, ya que le dio la oportunidad de familiarizarse con el estilo italiano
e introducir algunas de sus características en su propio estilo, forjado en la tradición
contrapuntística alemana. Las óperas Rodrigo y Agrippina y el oratorio La Resurrezione datan
de esa época.
En 1710, de regreso en Alemania, Georg Friedrich Haendel fue nombrado maestro de capilla
de la corte del Elector de Hannover, puesto que abandonó al final de ese mismo año para
trasladarse a Inglaterra, donde pronto se dio a conocer como autor de óperas italianas. El
extraordinario triunfo de la segunda de su autoría, Rinaldo, le decidió a afincarse en Londres a
partir de 1712.
Dos años más tarde, su antiguo patrón, el Elector de Hannover, fue coronado rey de Inglaterra
con el nombre de Jorge I, y el compositor reanudó su relación con él, interrumpida tras el
abandono de sus funciones en la ciudad alemana. Fueron años éstos de gran prosperidad para
Haendel: sus óperas triunfaron en los escenarios londinenses sin que los trabajos de autores
rivales como Bononcini y Porpora pudieran hacerles sombra.
Sin embargo, a partir de la década de 1730, la situación cambió de modo radical: a raíz de las
intrigas políticas, las disputas con los divos (entre ellos el castrato Senesino), la bancarrota de
su compañía teatral y la aparición de otras compañías nuevas, parte del público que hasta
entonces lo había aplaudido le volvió la espalda.