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Facultad de Artes
Ahora, esta experiencia surge, como mencionábamos, del agotamiento de una estructura
de sentido: tradicionalmente los objetos y cosas contingentes y accidentales recibían el
por qué de su existencia desde un trasfondo suprasensible, imponiéndose así cierta
dirección de sentido o modo de operar del sujeto. Lo que ocurre con la experiencia de la
Muerte de Dios es que nos enfrentamos a una ausencia de esta parte donadora de
sentido, revelando el hecho de que la pura facticidad, la contingencia o lo accidental por
sí mismo no lo tienen, desapareciendo por lo tanto los fines o volviéndose cada vez más
dependientes de cada subjetividad particular.
Con lo que se ha dicho en los párrafo anteriores, ya se intuye que la Muerte de Dios no
es tanto sinónimo de inexistencia de Dios, cuanto de ausencia de Dios. En efecto, el
dolor de la existencia, a saber, su insoportable e irrepresentable reducción a lo
inmediato, se funda sobre la necesidad de Dios, es decir, sobre el hecho de que la
contingencia no pueda auto sustentarse, por lo tanto, lo que hayamos en esta experiencia
no es la eliminación de la estructura de sentido, ya que si sufrimos es porque aún
confiamos en el modo de operar del sujeto que esta impone, sufrimos por la ausencia de
un trasfondo suprasensible que sustenta aquella estructura en la que por consiguiente
creemos.
Con todo, si fijamos la atención en el arte, notamos que el vinculo de la Muerte de Dios
con la reflexividad del arte se funda esencialmente en que el arte, en su condición
moderna, se ha esforzado en hacer fracasar los posibles consuelos de sentido, ha
trabajado conscientemente en la muerte de la estructura de significación que
mencionábamos. A medida que el arte se vuelve cada vez más reflexivo, lo que a
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Adjunto el link de la escena: https://www.youtube.com/watch?v=LZz6mFKXeXQ
intecionalizado es la desnaturalización de todas las representaciones que nos formamos
del mundo, revelando lo de construcción que hay, en ellas, y en el sentido o finalidad de
la existencia que muchas veces traen consigo.
En el comienzo del capítulo del libro que referimos de Eco, Dos hipótesis sobre la
muerte del arte, éste llama la atención acerca de un hecho singular, las descripciones e
interpretaciones de obras artísticas, a partir desde hace un tiempo y particularmente en
la situación contemporánea, tienden más a analizar y determinar una poética que a
realizar una valoración estética y el gesto importante del autor, se halla en preguntarse
por qué, ¿Es solo una pretensión o existe algo en la obra que dicta este modo de
proceder? Desde aquí su análisis gira en torno a que sí, existe algo en la obra y este algo
es el hecho de que la obra ha vivido una progresiva transformación desde un arte que
provocaba placer estético de carácter emotivo e intuitivo a uno de carácter intelectual,
que amerita la racionalización de la obra para su disfrute. Esto es, entre otras cosas,
debido a que la expresión artística se ha convertido poco a poco en una especie de
tratado de poética en forma de obra (Cf., Eco, 1983, p.250-256). Lo que evidencia el
autor aquí es la progresiva condición reflexiva del arte, la cual cada vez más vuelve al
arte sobre sí mismo, convirtiéndose éste en una herramienta problematizadora de su
propia disciplina, surgiendo más y más obras que dudan y cuestionan todas sus
dimensiones y desde todos los ángulos.
Pero como decíamos, esto no fue así desde siempre y de hecho en general cuando se
refería a arte, a lo que se trataba de aludir era a la concepción antes de la
transformación, por lo tanto, como dice Eco nuevamente (Cf., Eco, 1983, p.257), todas
estas expresiones reflexivas responderían al fenómeno de un ocaso del arte, es decir, “la
muerte del arte” y más precisamente ocaso de aquel arte. En efecto, “muerte del arte”
bajo esta concepción no significaría el final rotundo e irretornable desde el acabose de la
producción artística, sino más bien, como se explicaba, un cambio de concepción, un
nuevo modo de entender el arte, totalmente distinto al precedente, caracterizado por esta
forma reflexiva a la que se ha volcado y que además, este cambio no sería un quiebre
rotundo sino más bien, al igual que la Muerte de Dios y por las razones que para esto
expusimos, un proceso.
De este modo podemos apreciar que los conceptos de Muerte de Dios, reflexividad en la
obra de arte y Muerte del arte están profundamente vinculados. La reflexividad del arte
surge fundamentalmente por la autoconciencia progresiva y desilusión respecto a los
consuelos de sentido que conlleva la experiencia de muerte de Dios y la Muerte del arte
engloba el fenómeno de cambio de orientación de la obra de arte precisamente hacia
esta condición moderna más crítica, auto reflexiva y reflexiva en general.
Bibliografía.
ECO, U. (1983) Dos hipótesis sobre la muerte del arte en: La definición del arte.
Barcelona: Ediciones Martínez Roca, S.A.