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Índice
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1Antecedentes
o 1.1El primer encuentro entre europeos e incas
o 1.2Situación del Imperio incaico
o 1.3Situación de España
2Viajes exploratorios
o 2.1Los españoles en Tierra Firme
o 2.2El descubrimiento del Mar del Sur
o 2.3Primeros intentos de llegar al Perú
o 2.4Los tres socios de la Conquista
o 2.5Primer viaje de Pizarro
o 2.6Segundo viaje de Pizarro
o 2.7Capitulación de Toledo
o 2.8Tercer viaje de Pizarro
3La conquista
o 3.1Conquista de la isla de Puná
o 3.2Desembarco en Tumbes
o 3.3Los españoles en Poechos
o 3.4El orejón espía
o 3.5La fundación de San Miguel
o 3.6El miedo de los españoles
o 3.7La marcha a Cajamarca
o 3.8Pelea entre el mensajero y el embajador
o 3.9Los españoles llegan a Cajamarca
o 3.10La embajada española ante Atahualpa
o 3.11Captura de Atahualpa
o 3.12Reparto del botín
o 3.13Atahualpa ofrece un rescate
o 3.14El avance de Almagro
o 3.15Expedición a Pachacámac
o 3.16La misión al Cusco
o 3.17La muerte de Huáscar
o 3.18La llegada de Almagro
o 3.19La fundición del oro y la plata
o 3.20El reparto del tesoro
o 3.21Viaje de Hernando Pizarro a España
o 3.22El proceso de Atahualpa
o 3.23La ejecución de Atahualpa
o 3.24Empieza la marcha al Cusco
o 3.25Batalla de Jauja o Huaripampa
o 3.26Muerte de Túpac Hualpa
o 3.27Asentamiento español en Jauja
o 3.28Batalla de Vilcas o Vilcashuamán
o 3.29Continúa la marcha española
o 3.30Batalla de Vilcaconga
o 3.31Muerte de Challcuchimac
o 3.32Manco Inca se alía con los españoles
o 3.33Batalla de Anta
o 3.34Toma y saqueo del Cusco
o 3.35Proclamación de Manco Inca
o 3.36Batalla de Capi
o 3.37Segunda batalla de Jauja
o 3.38Fundación española del Cusco
o 3.39Fundación española de Jauja
o 3.40Batalla de Maracaylla
o 3.41Conquista de Quito
o 3.42La expedición de Pedro de Alvarado
o 3.43Fundación española de Quito
o 3.44Campaña de Quisquis en el norte
o 3.45Muerte de Quisquis
o 3.46El fin de Rumiñahui
4Véase también
5Notas
6Referencias
7Bibliografía
8Enlaces externos
Antecedentes[editar]
El primer encuentro entre europeos e incas[editar]
Felipe Guamán Poma de Ayala, cronista mestizo (inicios del siglo XVII), afirma que el
inca Huayna Cápac tuvo un encuentro en el Cuzco con el conquistador Pedro de
Candía(griego al servicio de España), lo cual sería el primer contacto directo de los
europeos con el Imperio inca. Ello debió ocurrir no antes de 1526. Se dice que la entrevista
fue utilizando señas, según la cual el Inca interpretó que Candía comía oro, por lo que le
brindó oro en polvo[cita requerida] y luego le permitió marcharse. Pedro de Candía se llevó
consigo a un indio huancavilca a España y lo presentó al rey, siendo luego traído de vuelta
al Tahuantinsuyo para que hiciera de intérprete. Este indio sería conocido luego
como Felipillo. El informe de Candía, según Guamán Poma, alentó a numerosos
aventureros españoles a marchar hacia el Nuevo Mundo.1 Sin embargo, se considera que
la crónica de Guamán Poma contiene datos erróneos y que este encuentro entre Candía y
Huayna Cápac no es sino una leyenda.2
Un autor moderno, José Antonio del Busto, refiere que el primer encuentro de los europeos
con el imperio incaico se habría producido en realidad entre 1524 y 1526, cuando el
portugués Alejo García, junto con un grupo de sus compatriotas atraídos por la leyenda del
“Rey blanco” o Reino de la plata, avanzó desde el Brasil recorriendo los actuales territorios
de Paraguay y Bolivia, hasta internarse en suelo del Tahuantinsuyo. Incluso, Alejo García
habría comandando una fuerza de 2.000 indios chiriguanas y guarayos, que asaltaron la
fortaleza incaica de Cuscotuyo y aniquilaron su guarnición. Dicha fortaleza marcaba el
límite oriental del imperio incaico, protegiendo la provincia de Charcas (en el Collasuyo) de
los avances de las tribus de los chiriguanas. El cronista Pedro Sarmiento de Gamboa,
cuenta, efectivamente, que durante el reinado de Huayna Cápac los chiriguanas asaltaron
dicha fortaleza, por lo que el inca mandó tropas al mando del general Yasca, que lograron
repeler a los invasores, aunque no menciona la presencia de Alejo García. Éste emprendió
luego el retorno, cargado de un rico botín e incluso informó a Martín Alfonso de Sousa,
gobernador de San Vicente de Brasil, hoy Santos, sobre la existencia de un opulento reino
hacia el oeste de su gobernación. Pero el portugués y sus compañeros acabaron siendo
asesinados por sus propios aliados indios, en la orilla izquierda del río Paraguay,
desapareciendo también su botín y las pruebas de la existencia del imperio incaico.3
Situación del Imperio incaico[editar]
Artículo principal: Guerra civil incaica
En 1527, cuando los españoles se hallaban explorando las costas norteñas del imperio
incaico, el inca Huayna Cápac y su heredero Ninan Cuyuchi murieron a causa de una rara
enfermedad,4 que algunos autores atribuyen a la viruela traída con los europeos.
Tras la anarquía posterior al deceso del Inca, Huáscar asumió el gobierno por orden de
los orejones (nobles) de Cuzco, quienes creían que su experiencia como vice-gobernante
era suficiente para asumir el mando. Huáscar, preocupado por el excesivo poder que tenía
su hermano Atahualpa en la región de Quito, donde era apoyado por los
generales Quizquiz, Rumiñahui y Challcuchima, ordenó a Atahualpa que le rindiera
vasallaje. Pero éste reaccionó organizando un ejército y declarándole la guerra. El
enfrentamiento, que habría de durar tres años, finalizó con la victoria de Atahualpa y la
captura y posterior muerte de Huáscar.56
Situación de España[editar]
En 1479 se produjo la unidad de los reinos más importantes de la península ibérica:
Castilla y Aragón, a través del matrimonio de sus respectivos reyes: Isabel I y Fernando II,
más conocidos como los Reyes Católicos. La nobleza dejó de ser señorial y se hizo
cortesana, al servicio del rey. La unidad de España se complementó con la conquista del
reino moro de Granada, en 1492. Ese mismo año ocurrió el descubrimiento de América,
que amplió el horizonte territorial al naciente Estado. En el plano económico, España entró
en un periodo de paulatina decadencia, debido a los siguientes factores:
Viajes exploratorios[editar]
Los españoles en Tierra Firme[editar]
Divisiones coloniales de Tierra Firme.
Tras los viajes descubridores de Cristóbal Colón, los españoles se fueron asentando en las
islas de las Antillas y se dedicaron a explorar las costas septentrionales de América
Central y América del Sur, territorio al que llamaron Tierra Firme.7
En 1508 la corona española dividió a Tierra Firme en dos circunscripciones, con miras a su
colonización, teniendo como eje el golfo de Urabá:8
Veragua, futura Castilla de Oro, que comprendía el territorio al oeste del golfo de
Urabá hasta el Cabo Gracias a Dios (en la frontera entre los actuales estados de
Honduras y Nicaragua). Es decir las actuales costas de Nicaragua, Costa Rica y
Panamá. Fue concedida a Diego de Nicuesa.
Nueva Andalucía, llamada también Urabá, que comprendía el territorio al este del golfo
de Urabá hasta el Cabo de la Vela, en la península de la Guajira, es decir la actual
costa atlántica de Colombia. Fue concedida al capitán Alonso de Ojeda.
Ambos conquistadores, Nicuesa y Ojeda, partieron hacia sus provincias desde la isla de La
Española (Santo Domingo), que por entonces era el centro de las operaciones de los
españoles en el Nuevo Mundo.9
Nicuesa tomó posesión de su gobernación en 1511, donde fundó Nombre de Dios, pero
hubo de enfrentar lo agreste del territorio y la hostilidad de los indígenas.
Por su parte, Ojeda desembarcó en la actual Cartagena de Indias y tras soportar un recio
combate con los indígenas, fundó el fuerte de San Sebastián. Herido gravemente, Ojeda
retornó a La Española, dejando al mando del fuerte a un entonces oscuro soldado
llamado Francisco Pizarro.10 Desde La Española, Ojeda envió refuerzos al mando del
bachiller Martín Fernández de Enciso, que partió al mando de una armadilla en la que
viajaba de polizón Vasco Núñez de Balboa, que pronto habría de tener figuración en la
empresa conquistadora. Estando en alta mar, Enciso se tropezó con un bergantín, en
donde iban Pizarro y unos cuantos sobrevivientes de la expedición de Ojeda, que habían
decidido abandonar el fuerte de San Sebastián y retornar a La Española. Pizarro, contra su
voluntad, se unió a las huestes de Enciso y juntos retornaron a Tierra Firme.11
Adentrándose más al oeste del golfo de Urabá, en territorio que legalmente pertenecía a
Nicuesa, Enciso fundó la villa de Santa María la Antigua del Darién (o simplemente La
Antigua), el primer asentamiento estable del continente americano (1510).12 Enciso,
convertido en alcalde, se hizo pronto odioso por su despotismo. Balboa se perfiló entonces
como caudillo de los descontentos y pregonó que al estar el nuevo poblado situado en
territorio de Nicuesa, Enciso no era sino un usurpador. La autoridad de Enciso mermó aún
más cuando los colonos nombraron como alcaldes a Balboa y a Martín de Zamudio.
Enciso fue remitido preso a España, donde llegó en 1512.
Por su parte, Nicuesa, enterado de estos sucesos, partió desde Nombre de Dios hacia La
Antigua, pero a la semana de su arribo fue arrestado y desposeído del mando por Balboa.
Contra su voluntad fue embarcado en 1511, rumbo a La Española, pero no se supo más
de él. Debió de morir durante el trayecto en el mar.13
El descubrimiento del Mar del Sur[editar]
Fue así como Balboa se convirtió en el único caudillo de los colonos de Tierra Firme. Fue
también el primero en recibir noticias de un fabuloso imperio situado más al sur, por el lado
donde se abría un inmenso mar. Las crónicas cuentan que, en una ocasión, estando un
grupo de españoles riñendo por una pequeña cantidad de oro, se alzó la voz de
Panquiaco, el hijo del cacique Comagre, quien les increpó:
«¿Qué es esto cristianos? ¿Por tan poca cosa reñís? Si tanta gana tenéis de oro... yo os mostraré
provincia donde podáis cumplir vuestro deseo; pero es menester para esto que seáis más en
número de los que sois, porque habéis de tener pendencia con grandes reyes, que con mucho
esfuerzo y rigor defienden sus tierras».
Y al decir esto señaló hacia el sur, añadiendo que allí había un mar
«donde navegan otras gentes con navíos o barcos... con velas y remos». (Bartolomé de las
Casas, Historia de las Indias, libro III, cap. XLI).14
Balboa tomó muy en serio la información y organizó una expedición que partió de La
Antigua con dirección al oeste. Tras cruzar el istmo en medio de una penosa travesía, el
25 de septiembre de 1513 avistó un gran mar, al que denominó Mar del Sur, que no era
otro que el Océano Pacífico. Fue este un momento crucial para la historia de la conquista
del Perú, pues a partir de entonces la meta de los españoles fue avanzar más hacia las
costas meridionales, en busca del imperio rico en oro mencionado por Panquiaco.15
Primeros intentos de llegar al Perú[editar]
Fue así como el istmo de Panamá quedó convertido de hecho en el nudo de la conquista y
colonización de América del Sur. Balboa fue nombrado Adelantado de la Mar del Sur
(1514)16 y planeó una expedición destinada a avanzar por las costas del Mar de Sur. Para
tal efecto empezó a construir una flota. Pero no llegó a cristalizar este proyecto pues
sucumbió ante las intrigas que urdieron contra él sus enemigos desde España. En efecto,
el depuesto bachiller Enciso, al arribar a España presentó su queja ante el rey,
sosteniendo que Balboa no había tenido facultad para deponerlo como alcalde. La Corona,
haciéndose eco de los reclamos de Enciso, nombró a Pedro Arias Dávila o Pedrarias como
gobernador de las nuevas tierras conquistadas. Éste arribó al mando de una expedición de
más de 2000 hombres, la más numerosa y completa que había salido de España para el
Nuevo Mundo.17
Ejecución de Vasco Núñez de Balboa.
El conquistador Diego de Almagro, natural de la villa de Almagro, uno de los tres socios de la
conquista del Perú.
Antes de emprender un segundo viaje, los tres socios formalizaron su sociedad ante un
notario de Panamá, en las mismas condiciones en que verbalmente la habían conformado.
A este acuerdo escrito se conoce como el Contrato de Panamá, que se suscribió el 10 de
marzo de 1526. Sin embargo, hay discrepancias en cuanto a la fecha, pues por entonces,
Pizarro todavía no regresaba a Panamá.29
En diciembre de 1525, Almagro partió de Panamá, llevando dos navíos, el Santiago y
el San Cristóbal, a bordo de los cuales iban 110 soldados, entre ellos dos grandes
adquisiciones: el piloto Bartolomé Ruiz y el artillero griego Pedro de Candía.30 Almagro se
dirigió a Chochama, al encuentro de Pizarro y sus hombres. Estos habían quedado
reducidos a 50; reunidos con los hombres traídos por Almagro, llegaron a 160.31
A principios de 1526, Pizarro y Almagro, junto con sus 160 hombres, se hicieron
nuevamente a la mar. Siguieron la ruta anterior hasta llegar al río San Juan, donde fue
enviado Almagro de regreso a Panamá en busca de refuerzos y provisiones; de otro lado,
el piloto Bartolomé Ruiz fue enviado hacia el sur a fin de que explorase esas regiones.32
Ruiz avistó la isla del Gallo, la bahía de San Mateo, Atacames y Coaque; a la altura de
esta última se tropezó con una balsa de indios tumbesinos que iban a comerciar, según
parece, a Panamá. Ruiz tomó algunas de las mercaderías: objetos de oro y plata, tejidos
de algodón, frutas y víveres, y retuvo a tres muchachos indios, que los llevó consigo para
prepararlos como intérpretes. Luego enrumbó al norte, de vuelta al río San Juan, donde le
esperaba Pizarro.33
Rutas de Bartolomé Ruiz (1526-1528).
Bartolomé Ruiz fue el primer navegante europeo que traspasó la línea ecuatorial en el
Oceano Pacífico, de norte a sur (Magallanes también lo había hecho en 1521, pero de sur
a norte),34 descendiendo uno o dos grados de la línea equinoccial (1527).32
Mientras que Almagro estaba en Panamá y Ruiz navegaba el océano, Pizarro se dedicó a
explorar el río San Juan, sus brazos y afluentes. Muchos de sus hombres murieron a
consecuencia de las enfermedades y otros fueron devorados por los caimanes.35 Cuando
regresó Ruiz, Pizarro prometió a sus hombres que, no bien llegado Almagro, partirían
hacia el sur, a la tierra donde decían venir los muchachos indios que había traído el piloto.
Cuando finalmente arribo Almagro, con 30 hombres y seis cabalgaduras, todos se
embarcaron y enrumbaron hacia el sur.36
Pasaron por la isla del Gallo y luego por la boca del río Santiago. A continuación, se
adentraron en la bahía de San Mateo. Viendo que la costa era muy segura y sin
manglares, saltaron todos a tierra, incluyendo los caballos y se dedicaron a explorar la
región. Habían arribado a la boca del río Esmeraldas, donde vieron ocho canoas grandes,
tripuladas por indígenas.37
Continuando su marcha, llegaron hasta el poblado de Atacames, donde sostuvieron un
combate o guazábara con los nativos. Allí encontraron comida y vieron que los indígenas
llevaban algunas joyas de oro.38 Ello sin embargo no contentó a los españoles, pues no
veían recompensados los sufrimientos que padecían. Nada menos que unos 180
españoles habían fallecido hasta ese momento, desde que empezaran los viajes de
Pizarro. Fue en Atacames donde se produjo la llamada “Porfía de Atacames”, entre
Almagro y Pizarro. Ella se originó cuando Almagro reprendió severamente a los soldados
que querían volver a Panamá, calificándoles de cobardes, ante lo cual reaccionó Pizarro
defendiendo a sus hombres, pues él también había sufrido con ellos. Ambos capitanes
fueron a las palabras mayores, llegando hasta a sacar sus espadas, y se hubieran batido
en duelo si no fuese porque Bartolomé Ruiz, Nicolás de Ribera y otros lograron separarlos
y avenirlos en conciliación.39
Calmados los ánimos, los expedicionarios retrocedieron hasta el río Santiago, que los
nativos llamaban Tempulla. Mientras tanto, continuaban las penalidades entre los
soldados, traducidas en enfermedades y muertes. Finalmente, buscando un lugar más
propicio, Pizarro y Almagro decidieron pasar a la isla del Gallo, donde llegaron en mayo de
1527. Se acordó que, nuevamente, Almagro debería volver con un navío a Panamá a traer
nuevos contingentes.40
Pizarro y Almagro solían tener mucho cuidado de que no llegaran a Panamá las cartas que
los soldados enviaban a sus familiares, para evitar que las quejas de estos fueran
conocidas por las autoridades. En Panamá, Almagro tuvo sin embargo dificultades pues en
un ovillo de lana que había sido enviado como obsequio a Catalina de Saavedra (la
esposa del nuevo gobernador, Pedro de los Ríos, sucesor de Pedrarias), un soldado
descontento había remitido escondida la siguiente copla:4142
"Pues señor gobernador,
mírelo bien por entero,
que allá va el recogedor
y aquí queda el carnicero".
Los 13 de la Isla del Gallo. Óleo de Juan B. Lepiani, que representa a Francisco Pizarro en la isla del
Gallo, invitando a sus soldados a cruzar la línea trazada en el suelo.
Tafur llegó a la isla del Gallo en agosto de 1527, en medio de la alegría de los hombres de
Pizarro, que veían así finalizado sus sufrimientos. Fue en ese momento cuando se produjo
la acción épica de Pizarro, de trazar con su espada una raya en las arenas de la isla
exhortando a sus hombres a decidir entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan
solo cruzaron la línea trece hombres. Estos "Trece de la Fama", o los "Trece de la isla del
Gallo", fueron:45
Pizarro y los Trece de la Fama esperaron cinco meses por los refuerzos, los cuales
llegaron de Panamá enviados por Diego de Almagro y Hernando de Luque, al mando
de Bartolomé Ruiz.48 El navío encontró a Pizarro y los suyos en la isla Gorgona, (situada
más al norte de la isla del Gallo), hambrientos y acosados por los indios.49 Ese mismo día,
Pizarro ordenó zarpar hacia el sur, dejando en la Gorgona a tres de los “Trece” que se
hallaban enfermos: Cristóbal de Peralta, Gonzalo Martín de Trujillo y Martín de Paz. Estos
quedaron al cuidado de unos indios de servicio.50
Pizarro navegando por la costa de Tumbes. Grabado que aparece en al edición española de la obra
de William H. Prescott, 1851.
El tesón indoblegable de Pizarro daría sus frutos. Los expedicionarios llegaron hasta las
playas de Tumbes (extremo norte del actual Perú), la primera ciudad incaica que
divisaban. Allí, un orejón o noble inca se les acercó en una balsa, siendo recibido
cortésmente por Pizarro. El noble invitó a Pizarro a que desembarcase para que visitara a
Chilimasa, el cacique tallán de la ciudad de Tumbes, que era tributario del Imperio Inca.
Pizarro ordenó a Alonso de Molina que desembarcara con un esclavo negro y llevara como
obsequios para el cacique un par de puercos y unas gallinas, todo lo cual causó gran
impresión entre los indígenas.51 Luego fue enviado el griego Pedro de Candía, para que
con su arcabuz demostrara a los indios el poder de las armas españolas. Los indios
acogieron hospitalariamente a Candía, dejándole que visitara los principales edificios de la
ciudad: el Templo del Sol, el Acllahuasi o casa de las escogidas y la Pucara o fortaleza,
donde el griego apreció los ricos ornamentos de oro y plata. Luego, sobre un paño Candía
trazó el plano de la ciudad, y posteriormente escribió una relación, hoy perdida. De vuelta
donde sus compañeros, relató su experiencia, afirmando que Tumbes era una gran ciudad
construida a base de piedra, todo lo cual causó asombro y alentó más a continuar en la
empresa conquistadora.5253
Pizarro ordenó continuar la exploración más hacia el sur, recorriendo las costas de los
actuales departamentos peruanos de Piura, Lambayeque y La Libertad, hasta la
desembocadura del río Santa. En algún punto de la costa piurana (posiblemente en
Sechura), se entrevistó con la cacica lugareña, de la etnia de los tallanes, a la que los
españoles dieron el nombre de Capullana, por la forma de su vestido. Durante el banquete
con el que le agasajó la Capullana, Pizarro aprovechó para tomar posesión del lugar a
nombre de la Corona de Castilla. Se dice que uno de los Trece de la Fama, Pedro de
Halcón, se enamoró locamente de la Capullana y quiso quedarse en tierra, pero sus
compañeros lo subieron a la fuerza al navío y zarparon todos.54
Ya en viaje de retorno a Panamá, Pizarro recaló nuevamente en Tumbes, donde el
soldado Alonso de Molina obtuvo permiso para quedarse entre los indios, confiado en las
muestras de hospitalidad que daban estos.55 Ya anteriormente, otros españoles habían
optado también por quedarse entre los indios: Bocanegra, que desertó en algún punto de
la costa del actual departamento de La Libertad;56 y Ginés, que se quedó en Paita (costa
de Piura).57 Los tres españoles, Molina, Bocanegra y Ginés, se reunieron probablemente
en Tumbes, con la idea de reunirse con Pizarro cuando éste regresase en su tercer viaje.
Pizarro continuó su viaje de retorno a Panamá; al pasar por la isla Gorgona, recogió a los
tres expedicionarios que había dejado recuperándose de sus males, pero se enteró de que
uno de ellos, Gonzalo Martín de Trujillo, había fallecido.58 Arribó finalmente a Panamá, con
la seguridad de haber descubierto un opulento imperio, cuya riqueza y alta civilización lo
atestiguaban los mismos nobles indígenas, que iban vestidos con primorosos y coloridos
ropajes, y que llevaban adornos de oro y plata labrados con exquisita técnica.
Capitulación de Toledo[editar]
Artículo principal: Capitulación de Toledo
Grabado que representa al conquistador español Francisco Pizarro exponiendo ante el rey Carlos I
de España las pruebas del descubrimiento del fabuloso Imperio de los incas.
Ante la negativa del gobernador De los Ríos de otorgar permiso para un nuevo viaje, los
socios Pizarro, Almagro y Luque acordaron gestionar este permiso ante la misma corte. De
mutuo acuerdo designaron a Pizarro como el procurador o mensajero que expusiera la
petición directamente al rey Carlos I de España.59 Esa elección, entre otras razones, se
debió a que, pese a ser iletrado, Pizarro tenía porte y fluidez de palabra. Almagro no quiso
acompañar a Pizarro, ya que creía que su falta de modales y el hecho de ser tuerto
podrían de alguna manera afectar negativamente al éxito de las negociaciones, decisión
de la que se arrepentiría posteriormente, ya que Pizarro lograría grandes ventajas para sí
mismo, en desmedro de sus socios, pese a que antes de partir prometió velar por los
intereses de cada uno de ellos.60
Pizarro salió de Panamá en septiembre de 1528, cruzó el istmo y llegó a Nombre de Dios,
en donde se embarcó rumbo a España, haciendo una escala en Santo Domingo (isla de La
Española). Le acompañaban el griego Pedro de Candía y el vasco Domingo de Soraluce,
así como algunos indígenas tallanes de Tumbes (entre ellos el intérprete Felipillo); llevaba
también consigo camélidos sudamericanos, primorosos tejidos de lana, objetos
de oro y plata y otras cosas que había recogido en sus viajes, para mostrarlas al soberano
español, como pruebas del descubrimiento de un gran imperio.61
Después de una travesía sin contratiempos, Pizarro desembarcó en San Lúcar de
Barrameda y arribó a Sevilla en marzo de 1529. No bien desembarcó, fue apresado por
una demanda de deudas que le entabló el bachiller Martín Fernández de Enciso, por un
asunto que se remontaba a los primeros trabajos de Pizarro en Tierra Firme. Sin embargo,
el rey Carlos I ordenó que lo pusieran inmediatamente en libertad.62
Pizarro, junto con sus acompañantes, partió hacia Toledo para entrevistarse con el
monarca. Allí se encontró con su pariente, el conquistador Hernán Cortés, ya prestigiado
por la conquista de México y próximo a recibir su título de Marqués del Valle de Oaxaca,
quien se dice que lo ayudó a vincularse con la Corte. Pizarro fue recibido por Carlos I en
Toledo, pero éste monarca, que estaba a punto de partir a Italia, dejó el asunto en manos
del Consejo de Indias.6364
Fue así como Francisco Pizarro terminó negociando con el Consejo de Indias, presidido
entonces por el conde de Osorno, García Fernández Manrique. Tanto Pizarro como el
griego Candía expusieron ante los consejeros sus razones para que el rey diera la
autorización para la conquista y población de la provincia del Perú; Candía exhibió su paño
donde había dibujado el plano de la ciudad de Tumbes.65
Terminada la larga negociación, los consejeros redactaron las cláusulas del contrato entre
la Corona y Pizarro, que la historia conoce como la Capitulación de Toledo. Ante la
ausencia del rey Carlos I, la reina consorte Isabel de Portugal firmó el documento el 26 de
julio de 1529. Estos fueron los principales acuerdos de esta Capitulación:66
Pizarro aprovechó su estancia en la península ibérica para visitar Trujillo, su ciudad natal,
donde se reunió con sus hermanos Gonzalo, Hernando y Juan, a quienes convenció para
que se sumaran a la empresa conquistadora.6970 Con ellos preparó su tercer y definitivo
viaje por la conquista del Perú. Reunió cuatro naves: tres galeones y una zabra destinada
a capitana, pero le fue difícil reunir los 150 hombres que le exigía una de las cláusulas de
la capitulación. Sin embargo, Pizarro logró burlar los controles de las autoridades y el 26
de enero de 1530, último día de plazo, se adelantó a bordo de la capitana, zarpando de
Sanlúcar. Los otros navíos, al mando de su hermano Hernando, le siguieron después,
convenciendo al factor (inspector) de la Casa Contratación de Sevilla que llevaban más de
150 hombres. En realidad llevaban menos de esa cantidad.71
Tras un viaje sin contratiempos, Pizarro arribó a Nombre de Dios, donde se encontró con
su socio Almagro que, como era de esperarse, recibió con desagrado la noticia de las
pocas prerrogativas conseguidas para él en la capitulación, en comparación a los títulos y
poderes otorgados a Pizarro. A este disgusto se sumó la actitud prepotente de Hernando
Pizarro, el más temperamental de los hermanos Pizarro. Almagro pensó incluso a
separarse de la sociedad, pero Luque logró, una vez más, reconciliar a los dos socios.7273
68
De Nombre de Dios, los tres socios y sus hombres pasaron a la ciudad de Panamá.
Empezaron los preparativos. Durante ocho meses, de abril a diciembre de 1530, los
soldados reclutados realizaron su adiestramiento militar.74 Pizarro logró reunir tres naves a
las que proveyó con todo lo necesario para realizar la “entrada” definitiva al Perú.73
El 28 de diciembre de 1530 los expedicionarios oyeron misa en la iglesia de La Merced de
Panamá.73 Eran 180 de a pie y 37 de a caballo (datos de Jerez).75 Estaban ya listos para
embarcarse, pero tuvieron que esperar unos días más para dar cumplimiento a las
disposiciones que exigía que la expedición llevara oficiales reales.73
Pizarro partió finalmente de Panamá el 20 de enero de 1531, con dos navíos, dejando el
otro barco en el puerto al mando del capitán Cristóbal de Mena, con el encargo de seguirle
después. Como en anteriores ocasiones, Almagro se quedó en Panamá para proveer de
todo lo necesario para la expedición.75 Después de 13 días de navegación (dato de Jerez),
Pizarro llegó a la bahía de San Mateo, donde decidió avanzar por tierra.76 Los
expedicionarios caminaron bajo las inclemencias del clima tropical, la creciente de los ríos,
el hambre y las enfermedades tropicales. Encontraron algunos pueblos indios
abandonados, y en uno de ellos, Coaque, permanecieron varios meses, hallando oro, plata
y esmeraldas, en algunas cantidades apreciables. Pizarro despachó a los tres navíos con
dichas riquezas para que sirvieran de aliciente a los españoles: dos de ellos rumbo a
Panamá y uno a Nicaragua. La táctica hizo efecto: los navíos regresaron de Panamá con
treinta infantes y veintiséis jinetes, mientras que en Nicaragua el capitán Hernando de
Soto, entusiasmado al ver las muestras de oro, empezó a reclutar gente para partir rumbo
al Perú. El botín hallado en Coaque fue, pues, el comienzo de la tentación por llegar al
Perú.77
En Coaque, muchos de los soldados de Pizarro enfermaron de un extraño mal que
denominaron bubas, por los tumores que les brotaban en la piel, mal que cobró algunas
víctimas.7879
Pizarro partió de Coaque en octubre de 1531. Siguiendo al sur, empezó a recorrer la actual
costa de Ecuador. Pasó el cabo de Pasao o Pasado, habitada por indios belicosos y
caníbales.80 Recorrió luego la bahía de Caráquez, donde embarcaron a toda la gente
enferma, continuado el resto por tierra. A toda esa región los cronistas llaman Puerto Viejo
o Portoviejo.81 Pasaron luego por Tocagua, Charapotó y Mataglan; en esta última se
encontraron con Sebastián de Benalcázar, venido de Nicaragua y que estaba al mando de
30 hombres bien armados, con doce cabalgaduras, todos los cuales se sumaron a la
expedición de Pizarro (noviembre de 1531).82
Pasaron después por Picuaza, Marchan, Manta, la Punta de Santa Elena, Odón, hasta la
entrada del golfo de Guayaquil.83 El hambre y la sed siguieron castigando a los
expedicionarios, pero se hallaban ya cerca de las puertas del imperio incaico.84
La conquista[editar]
Mapa que muestra la ruta de la expedición encabezada por Pizarro durante la conquista del Imperio
incaico, desde el inicio de su Tercer Viaje, hasta la llegada al Cuzco, la capital de los incas.
La navegación de los españoles hacia Tumbes duró tres días. Estando todavía en alta
mar, Pizarro ordenó que se adelantaran las cuatro balsas que Chilimasa le había cedido
para transportar los equipajes, en las cuales iban tripulantes indios y tres españoles en
cada una de ellas. Fue entonces cuando los indios procedieron a realizar la estratagema
destinada a exterminar a los españoles. La primera balsa que llegó a tierra fue rodeada por
los indios y los tres españoles que en ella iban fueron atacados y arrastrados hasta un
bosquecillo, donde fueron descuartizados y echados sus pedazos en grandes ollas con
agua hirviente. La misma suerte iban a correr otros dos españoles que llegaban en la
segunda balsa, pero los voces de auxilio gritadas a tiempo hicieron efecto, ya que
Hernando Pizarro, con un grupo de españoles a caballo, arremetió contra los indios.
Muchos de estos murieron a manos de los españoles y otros huyeron a los bosques.92
Los españoles, que no entendían el motivo de la belicosidad de los tumbesinos, a quienes
habían considerado como aliados, encontraron a la ciudad de Tumbes completamente
arrasada y comprobaron que no era una gran ciudad de piedra, como había informado el
griego Candía, sino de adobes, lo que desilusionó a no pocos.93 Hernando de Soto con su
tropa persiguió a los tumbesinos levantados durante toda la noche y en la mañana:
cayeron sobre sus campamentos, sorprendiéndolos y matándolos. Al día siguiente
continuó la persecución. El cacique Chilimasa con las debidas garantías para su vida, se
presentó ante Hernando de Soto, quien lo llevó ante Pizarro. Interrogado por la razón de
su rebeldía, Chilimasa se limitó a negar todo y acusó a sus jefes principales de haber
tramado la conjura contra los españoles. Pizarro le pidió que entregara a esos jefes, pero
Chilimasa dijo que eso estaba ya fuera de su alcance, pues aquellos ya habían fugado de
la comarca. Superado el incidente, Chilimasa se amistó de nuevo con los españoles y no
volvió a traicionarlos.94
Con los datos proporcionados por los cronistas españoles, se puede reconstruir el contexto
en que ocurrió la destrucción de Tumbes, tal como la hallaron los españoles: este poblado
había sido arrasado por orden del inca Atahualpa, en castigo por haber apoyado
a Huáscar, en plena guerra civil incaica. Es posible también que una epidemia diezmara a
sus pobladores, tal vez la viruela traída por los españoles, la misma que acabara con la
vida del inca Huayna Cápac. Los tumbesinos fueron obligados a rendir vasallaje a
Atahualpa, quien ordenó a su curaca Chilimasa realizar una comisión especial, para
demostrar su lealtad: ganarse la confianza de los españoles, para luego, una vez en pleno
desembarco, matarlos a todos. Sin embargo, parece ser que quien llevó a cabo el plan fue
el capitán incaico dejado en Tumbes por el mismo Atahualpa, con el apoyo de algunos
jefes de Chilimasa, mientras que este se mantuvo al margen. De todos modos, el plan
fracasó.95
Fue en Tumbes donde Pizarro se enteró de la existencia de la ciudad del Cusco, a través
de una conversación que sostuvo con un indio tumbesino, según se relata en la crónica
de Pedro Pizarro:
«...pues preguntando al indio qué era, el dijo que era un pueblo grande donde residía el Señor de
todos ellos, y que había mucha tierra poblada y muchos cántaros de oro y plata, y casas chapeadas
con planchas de oro...».
Se informó también sobre la existencia de valles más fértiles. Todos estos informes
entusiasmaron a Pizarro, quien quedó muy alentado para continuar con la conquista.96
Cabe contar también que hubo un conato de rebelión entre los españoles, específicamente
en la persona de Hernando de Soto. Este, durante la correría que hizo al interior
persiguiendo a los tumbesinos rebeldes, quedó maravillado al ver el majestuoso camino
inca (el Cápac Ñan) que iba hacia el norte, a la provincia de Quito. Quiso entonces Soto,
que comandaba una nutrida hueste, independizarse de Pizarro y dirigir por su cuenta una
expedición a ese territorio, pero varios de sus hombres no quisieron seguirle, y algunos
fueron a contarle a Pizarro, por lo que el motín debió frustrarse. Pizarro hizo como que no
se enteró, pero a partir de entonces vigiló rigurosamente a Soto.97
El 16 de mayo de 1532 Pizarro abandonó Tumbes, donde dejó una guarnición española al
mando de los oficiales reales.98
Los españoles en Poechos[editar]
Las huestes de Pizarro, que sumaban unos 200 hombres, avanzaron con dirección a
Poechos, divididos en dos grupos. La vanguardia estaba al mando del mismo Francisco
Pizarro, acompañado por Hernando de Soto. La retaguardia, que constituía el grueso de
las tropas, y que estaba al mando de Hernando Pizarro, salió de Tumbes poco después,
avanzando lentamente porque en sus filas había enfermos.99
El 25 de mayo de 1532 los españoles llegaron a Poechos,100 que era una localidad
habitada por indios tallanes y gobernaba por el curaca Maizavilca, un indio rechoncho y
muy astuto. Éste recibió cordialmente a los españoles y para ganarse más la voluntad de
Pizarro, le regaló a su sobrino, un muchacho que fue bautizado como Martinillo y que se
convirtió en intérprete.101
Poco después, llegó a Poechos la retaguardia de conquistadores que venía con Hernando
Pizarro. Francisco Pizarro mandó a sus hombres a explorar la región: a Juan Pizarro y
a Sebastián de Benalcázar envió a las provincias adyacentes a Poechos; y a Hernando de
Soto le comisionó recorrer las márgenes del río Chira. Soto halló poblaciones numerosas,
con curacas o caciques muy revoltosos, a los cuales capturó y llevó a Poechos, donde
fueron obligados a jurar vasallaje al rey de España.102
Fue en Poechos donde los españoles supieron de la existencia de un gran monarca que
dominaba todo un vasto imperio, el inca Atahualpa, el cual se estaba desplazando
de Quitoa Cajamarca. Además, tuvieron detalles de la guerra que aquel rey sostuvo con su
hermano Huáscar, el cual, tras ser derrotado, se hallaba cautivo. Preocupado por la
guarnición dejada en Tumbes, Francisco comisionó a Hernando Pizarro a que volviera allá
y trajera consigo a todos sus hombres.103
Hernando Pizarro regresó por tierra, pero algunos españoles lo hicieron por mar. Por
entonces se habían levantado los curacas de la Chira y de Amotape, obligando a los
españoles de Hernando Pizarro, a atrincherarse en la huaca Chira y enviar un mensaje a
Francisco Pizarro en demanda de ayuda. Éste, al mando de 50 jinetes, se dirigió a auxiliar
a sus compañeros de armas, logrando salvarlos. Pizarro castigó severamente a los
curacas: luego de someterlos a tormento para que confesaran su conjura, trece de ellos
fueron estrangulados y quemados sus cuerpos, según lo cuenta Pedro Pizarro en su
crónica.104
El orejón espía[editar]
Enterado Maizavilca que Pizarro planeaba fundar una ciudad de cristianos cerca de su
territorio, se incomodó y se puso de acuerdo con los demás curacas tallanes sobre la
manera de deshacerse de los españoles. Enviaron mensajeros al inca Atahualpa, que se
encontraba entonces en Huamachuco celebrando su triunfo sobre Huáscar, para
informarle de la presencia en Tumbes y Piura de gente extraña, de tez blanca y con barba,
salidos del mar, que según ellos podían ser los dioses viracochas, aludiendo a una antigua
leyenda que vaticinaba la llegada de seres divinos con esas características. Querían de
esa manera que el inca se interesara y que invitara a los españoles a su encuentro.105
En efecto, Atahualpa se interesó en el asunto y envió un espía a Poechos. Pedro Pizarro,
que había quedado con Hernando Pizarro en Poechos, describe al espía como un orejón o
noble inca, al que llama Apo (que en realidad es un título, que significa “señor”). Cristóbal
de Mena lo llama simplemente “capitán del Inca” y Juan de Betanzos afirma que se
llamaba Ciquinchara y que era un orejón natural de Jaquijahuana.106
Disfrazado de un rústico vendedor de pacaes, Ciquinchara se adentró en el campamento
de los españoles sin levantar sospechas. Pero Hernando Pizarro, maliciando de su
presencia, lo empujó y le dio de puntapiés, armándose entonces un alboroto entre los
indígenas, lo que aprovechó Ciquinchara para escabullirse e ir donde el Inca, a quien dio
un informe. Particularmente, llamaron la atención del orejón tres españoles: el domador de
caballos, el barbero que con su arte “rejuvenecía a los viejos” y el herrero que forjaba
espadas. El orejón opinó ante Atahualpa, que cuando se procediese a exterminar a los
españoles, se conservaran a estos tres, pues serían de gran utilidad para los incas.107
La fundación de San Miguel[editar]
Luego de apaciguar a Chira, Pizarro se dirigió a Tangarará o Tangarala, a orillas del río
Chira, en donde se propuso fundar una villa. Se encomendó la exploración de la región al
fraile dominico Vicente de Valverde.
La villa de San Miguel de Tangarará, fue fundada el 15 de agosto de 1532 (según el
cálculo hecho por el historiador José Antonio del Busto).108n 1 Se eligió ese lugar pues era
muy fértil y se hallaba regularmente poblada de indios; estaba a la margen derecha del río
Chira, a unas 6 leguas de un lugar llamado Amotape y a 40 km del mar.109 Luego de la
ceremonia se inscribieron como vecinos 46 conquistadores. Como su teniente de
gobernador fue nombrado el contador Antonio Navarro y como alcaldes ordinarios al
asturiano Gonzalo Farfán de los Godos y al castellano Blas de Atienza. Francisco Pizarro
hizo el primer reparto de tierras y siervos indios entre los españoles que quisieron
afincarse en la villa. Este primer reparto incluyó además de Piura, Tumbes, el más
codiciado repartimiento, que le fue concedido a Hernando de Soto.110
San Miguel de Tangarará, actual ciudad de Piura, fue la primera ciudad española fundada
en el Perú y en todo el hemisferio sur. Tiempo después, en 1588, su sede fue trasladada a
donde se halla actualmente, en Tacalá, en el valle del río Piura.111
El miedo de los españoles[editar]
Los españoles siguieron recibiendo noticias sobre la riqueza y la inmensidad del imperio
incaico. Así, supieron de la existencia, más al sur, en la costa, de Chincha, gran emporio
comercial, marítimo y terrestre; y de la fabulosa ciudad del Cuzco, que se hallaba más
adentro, en la sierra, capital del imperio. Sabían también que el inca Atahualpa, luego de
vencer a su hermano Huáscar, se hallaba en Cajamarca, a doce o quince jornadas de San
Miguel, a donde se llegaba cruzando una inmensa cordillera. El miedo cundió en algunos
españoles, que querían regresar a Panamá. Cierto día se halló en la puerta de la iglesia de
San Miguel un papel clavado donde estaba escrita una copla contra Pizarro. Se acusó de
ser su autor a Juan de la Torre, uno de los trece de la fama, quien, sometido a tortura,
confesó su responsabilidad, siendo condenado a muerte. Pero Pizarro le conmutó la pena
y lo desterró, siendo embarcado en un navío mercante. Algunos años después se
comprobó su inocencia y retornó al Perú.112
La marcha a Cajamarca[editar]
Hernando de Soto, fue uno de los embajadores españoles que se entrevistaron con el inca
Atahualpa en Pultumarca o los Baños del Inca, cerca de Cajamarca.
Por su parte, Ciquinchara, un tanto asombrado de escuchar que un indio tallán hablara con
tanto atrevimiento, replicó así: que si Atahualpa no estaba en Cajamarca era porque sus
casas habían sido reservadas para aposentar a los cristianos; que Atahualpa se hallaba en
el campo porque esa era su costumbre desde que estaba en guerra con Huáscar; que
cuando el Inca ayunaba no dejaban que hablara con nadie más sino con su padre el Sol.
Muy diplomáticamente, Pizarro, zanjó la discusión, dando a entender que no tenía por qué
dudar de la intención pacífica de Atahualpa.129
Los españoles llegan a Cajamarca[editar]
Atahualpa Inga está en la ciudad de Cajamarca en su trono usno. Grabado de Felipe Guamán Poma
de Ayala en Primer Nueva coronica y buen gobierno.
Entrados en Cajamarca, Francisco Pizarro envió a Hernando de Soto con veinte jinetes y
el intérprete Felipillo, como embajada para decirle a Atahualpa «que él venía de parte de
Dios y del Rey a los predicar y tenerlos por amigos, y otras cosas de paz y amistad, y que
se viniese a ver con él.» Soto se hallaba ya a medio camino, cuando Pizarro, viendo desde
lo alto de una de las “torres” de Cajamarca el impresionante campamento del Inca, temió
que sus hombres pudieran sufrir una emboscada y envió a su hermano Hernando
Pizarro con otros veinte encabalgados más y el intérprete Martinillo.133
Tras cruzar el campamento inca, Soto primero, y luego Hernando Pizarro, llegaron ante el
palacete del Inca, situada en medio de un pradillo, custodiado por unos 400 guerreros
incas. A través de los intérpretes, los españoles inquirieron la presencia del Inca, pero éste
demoró en salir, a tal punto que inquietó a Pizarro, quien ofuscado, ordenó a Martinillo:
«¡Decidle al perro que salga...!»134
Al fin se animó a salir Atahualpa hasta la puerta de su palacete, sentándose sobre un
banco colorado, tras una cortina que únicamente dejaba ver su silueta. Los españoles le
transmitieron la invitación de Pizarro de que fuera a Cajamarca. Atahualpa no respondió de
inmediato, lo que nuevamente molestó a Hernando Pizarro. Hasta que finalmente
Atahualpa ordenó correr la cortina y se dejó ver. Los españoles conocieron así por primera
vez al Señor del Tahuantinsuyo: era un indio de unos 35 años, de cabellos largosn 2 y
vestido con traje multicolor. En su cabeza llevaba una borla colorada, la mascapaicha, el
símbolo de su poder. Y tenía una mirada feroz.135
El inca invitó a los españoles el acja o licor de maíz, y brindó con ellos. Envalentonado
Soto, se quiso lucir con su caballo; picó espuelas y se dirigió sobre el inca, como si fuera a
atropellarlo, pero frenó a poca distancia. El inca ni se inmutó y respondió a la embajada
comunicando que podían quedarse los españoles en Cajamarca, que él no podía ir en ese
momento porque estaba terminando su ayuno. Y que iría al día siguiente, no sin advertir a
los españoles que debían pagarle por todo lo que habían tomado desde la bahía de San
Mateo hasta allí.136
El Inca, una vez que se fueron los españoles, ordenó que veinte mil soldados imperiales se
apostasen en las afueras de Cajamarca, para capturar a los españoles: estaba seguro que
al ver tanta gente, los españoles se rendirían.
Captura de Atahualpa[editar]
Artículo principal: Captura de Atahualpa
Pizarro dispuso que el griego Pedro de Candía se colocase en lo más alto de la fortalecilla
o tambo real, en el centro de la plaza, con dos o tres infantes y dos falconetes o cañones
pequeños, adjuntándoles además dos trompetas. A los de caballo los dividió en dos
fracciones, al mando de Hernando de Soto y de Hernando Pizarro, respectivamente. La
infantería también fue dividida en dos fracciones, una al mando de Francisco Pizarro y la
otra al mando de Juan Pizarro. Todos debían estar escondidos en los edificios que
rodeaban la plaza, esperando la llegada del Inca y hasta escuchar la señal de ataque. Esta
sería un arcabuzazo disparado por uno de los que estaban con Pizarro, y el sonoro grito
de ¡Santiago!. Si por alguna razón el disparo no fuera oido por Candia, se agitaría un
pañuelo blanco como señal para que el griego disparara su falconete e hiciera sonar las
trompetas (los trompeteros eran Juan de Segovia y Pedro de Alconchel). La orden era
causar estragos entre los indios y capturar al Inca.141
Los cronistas fijan las cuatro de la tarde como la hora en que Atahualpa ingresó a la plaza
de Cajamarca, pensado que su ejercio de 20.000 hombres sería suficiente para que los
españoles se retiraran sin luchar, sus hombres no estaban armados. Miguel de
Estete dice: «A la hora de las cuatro comienzan a caminar por su calzada delante, derecho
a donde nosotros estábamos; y a las cinco o poco más, llegó a la puerta de la ciudad». El
Inca comenzó su entrada en Cajamarca, antecedida por su vanguardia de cuatrocientos
hombres, ingresó a la plaza con toda su gente, en una «litera muy rica, los cabos de los
maderos cubiertos de plata...; la cual traían ochenta señores en hombros; todos vestidos
de una librea azul muy rica; y él vestido su persona muy ricamente con su corona en la
cabeza y al cuello un collar de esmeraldas grandes; y sentado en la litera en una silla muy
pequeña con un cojín muy rico». Por su parte, Jerez señala: «Entre estos venía Atahualpa
en una litera aforrada de plumas de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas
de oro y plata». Detrás del Inca venían otras dos literas, donde iban dos personajes
importantes del Imperio: uno de ellos era el Chinchay Cápac, el gran señor de Chincha, y
el otro probablemente era el Chimú Cápac o gran señor de los chimúes (otros dicen que
era el señor de Cajamarca). Los guerreros incas que ingresaron al recinto se calcula en
número de 6.000 a 7.000 y ocupaban media plaza.142
Francisco Pizarro envió ante el Inca al fraile dominico, fray Vicente de Valverde, al
soldado Hernando de Aldana y al intérprete Martinillo. Ante el Inca, el fraile Valverde hizo
el requerimiento formal a Atahualpa de abrazar la fe católica y someterse al dominio del
rey de España, al mismo tiempo que le entregaba un breviario o un Evangelio de la Biblia.
El diálogo que siguió es narrado de forma diferente por los testigos. Según algunos
cronistas, la reacción del Inca fue de sorpresa, curiosidad, indignación y desdén.
Atahualpa abrió y revisó el evangelio minuciosamente. Al no encontrarle significado
alguno, lo tiró al suelo, mostrando singular desprecio. La reacción posterior de Atahualpa
fue decirle a Valverde que los españoles devolviesen todo lo que habían tomado de sus
tierras sin su consentimiento, reclamándoles en especial las ropas que habían tomado de
sus almacenes; que nadie tenía autoridad para decirle al Hijo del Sol lo que tenía que
hacer y que él haría su voluntad; y finalmente, que los extranjeros «se fuesen por bellacos
y ladrones»; en caso contrario los mataría.143
Lleno de miedo, el fraile Valverde corrió donde Pizarro, seguido de Aldana y el indio
intérprete, al tiempo que gritaba al jefe español: «¡Qué hace vuestra merced, que Atabalipa
está hecho un Lucifer!». Luego, Valverde le contó que el “perro” (idólatra) había arrojado el
evangelio a tierra, por lo que prometió la absolución a todo aquel que saliera a
combatirlo.144
A una señal de Francisco Pizarro se puso en marcha lo planificado. Candía disparó su
falconete, tocaron las trompetas y salieron los jinetes al mando de Hernando de Soto y de
Hernando Pizarro. Los caballos fueron los que causaron más pánico a los indígenas, que
no atinaron a defenderse y solo pensaron en huir de la plaza; tal era la desesperación, que
formaron pirámides humanas para llegar a lo alto del muro que circundaba la plaza,
muriendo muchos asfixiados por la aglomeración. Hasta que finalmente, debido a la
tremenda presión, el muro se derrumbó, y por encima de los muertos aplastados, los
sobrevivientes huyeron por la campiña. Tras ellos se lanzaron los jinetes españoles, dando
alcance y matando a todos los que pudieron.145
Mientras tanto, en la plaza de Cajamarca, Francisco Pizarro buscaba el anda del Inca,
mientras que Juan Pizarro y los suyos cercaban al Señor de Chincha y lo mataban en su
litera.142 Los españoles arremetieron especialmente contra los nobles y curacas, que se
distinguían por sus libreas (uniformes) con escaques de color morado.146 «Otros capitanes
murieron, que por ser gran número no se hace caso de ellos, porque todos los que venían
en guarda de Atahualpa eran grandes señores.» (Jerez). Entre esos capitanes del Inca
que cayeron ese día figuraba Ciquinchara, el mismo que había oficiado de embajador ante
los españoles durante el trayecto entre Piura y Cajamarca.147
Pintura que representa a Francisco Pizarro en el momento en que captura a Atahualpa, evitando su
muerte a manos de un soldado español.
Igual suerte hubiera corrido Atahualpa, de no ser por la intervención de Francisco Pizarro.
Sucedía que los españoles no podían derribar la litera del Inca, a pesar de que mataban a
los portadores, pues cuando estos caían, otros cargadores de refresco se apresuraban a
reemplazarlos. Así estuvieron forcejeando gran tiempo; un español quiso herir al Inca de
un cuchillazo, pero Francisco Pizarro se interpuso a tiempo, gritando que «nadie hiera al
indio so pena de la vida... »; se dice que en ese forcejeo, el mismo Pizarro sufrió una
herida en la mano. Al fin cayó el anda y el Inca fue capturado, siendo llevado preso a un
edificio, llamado Amaru Huasi.148
Jerez calcula en 2.000 los muertos en Cajamarca, todos nativos, quienes durante la media
hora que duró la masacre no se defendieron (muchos murieron aplastados por sus
compañeros en el intento de huida), por lo que a dicha carnicería es equivocado llamarla
“batalla”.149
Al caer la noche de aquel 16 de noviembre de 1532, se extinguía para siempre el
Tahuantinsuyo; el Inca estaba cautivo y con su prisión llegaba a su fin la independencia del
estado inca.
Reparto del botín[editar]
Tras la victoria en Cajamarca los vencedores se repartieron el botín de guerra en
Pultumarca o los Baños del Inca. El soldado cronista Estete dice: «... todas esas cosas de
tiendas y ropas de lana y algodón eran en tan gran cantidad que a mi parecer fueran
menester muchos navíos en que cupieran». Otro cronista dice: «...el oro y la plata y otras
cosas de valor se recogió todo y se llevó a Cajamarca y se puso en poder del Tesorero de
Su Majestad.» Jerez nos dice: «el oro y plata en piezas monstruosas y platos grandes y
pequeños, y cántaros y ollas o braseros y copones grandes y otras piezas diversas.
Atahualpa dijo que todo esto era vajilla de su servicio, y que sus indios que habían huido
habían llevado otra mucha cantidad». Fueron los primeros trofeos de importancia que
tomaron los españoles.
Los metales preciosos llegaron a sumar ochenta mil pesos en oro y siete mil marcos en
plata; también encontraron catorce esmeraldas.150 A su vez, Francisco López de Gomara
señala que «ningún soldado se enriqueció tanto en tan poco tiempo y sin riesgo» aunque
agrega «nunca se jugó de esa manera, pues hubo muchos que perdieron su parte a los
dados.»
Era tanto el botín, que los españoles, al volver a Cajamarca, decidieron solo llevarse las
piezas de oro y plata, dejando todo lo demás. Para tal fin, comenzaron a tomar prisioneros
entre los indios, pero, ante su asombro, vieron que estos se ofrecían voluntariamente para
realizar la labor de cargueros, llevando a sumar miles. Todos ellos se reunieron en la plaza
de Cajamarca; allí, Francisco Pizarro les habló por medio de un intérprete, diciéndoles que
el Inca se hallaba vivo, pero que era su prisionero. Luego, viendo que los indios eran
pacíficos, ordenó que los liberaran. Sucedía que todos esos indios eran quechuas,
partidarios de Huáscar, y por lo tanto, enemigos de Atahualpa, y como tales, se hallaban
agradecidos con los españoles, a quienes veían como aliados. De entre ellos Pizarro
escogió a los más fuertes para que sirvieran de cargadores; también separó a las indias
más jóvenes y bellas, destinadas a ser las sirvientas de los españoles.151
Atahualpa ofrece un rescate[editar]
El Cuarto del Rescate (Cajamarca), habitación donde supuestamente estuvo prisionero Atahualpa.
Estando en prisión Atahualpa, recibía en visita a los curacas que le traían obsequios, en
oro y plata. El Inca se dio cuenta entonces de que esos metales preciosos tenían para los
españoles otro valor, diferente, al que él y su pueblo le daban. También se dio cuenta y se
convenció que la única forma de salvarse era ofreciéndoles gran cantidad de oro y plata. Y
así lo hizo. Le propuso a Francisco Pizarro que le daría, a cambio de su libertad, una sala
llena, hasta donde alcanzaba su mano alzada, con diversas piezas de oro: cántaros, ollas,
tejuelos, etc.; y dos veces la misma sala llena de objetos de plata. La sala, conocida ahora
como el Cuarto del Rescate, medía 22 pies de largo y 17 de ancho (datos de Jerez).
Atahualpa prometió que cumpliría en reunir toda esa cantidad de metales preciosos en un
plazo de dos meses. Pizarro se apresuró a confirmar la promesa por escrito en un acta
ante escribano.152
Pizarro comenzó a tomar una serie de providencias; reforzó la seguridad de Cajamarca,
con obras civiles, en las cuales trabajaron «muchos indios huascaristas». La vigilancia se
hizo permanente, por rondas, de 50 soldados de a caballo, durante el día y gran parte de
la noche. Durante las madrugadas, era de 150 de a caballo, amén de los espías,
informantes y vigías de pie; indios y españoles.124
El primer cargamento de oro ofrecido por Atahualpa llegó del sur y lo trajo un hermano del
Inca, «trájole unas hermanas y mujeres de Atahualpa, y trajo muchas vasillas de oro;
cántaros y ollas y otras piezas y mucha plata, y dijo que por el camino venía más; que
como es tan larga la jornada, cansan los indios que lo traen y no pueden llegar tan aína;
que cada día entrará más oro y plata de los que quedan más atrás». «Y así, entran
algunos días veinte mil, y otras veces treinta mil, y otras cincuenta, y otras sesenta mil
pesos de oro en cántaros y ollas grandes de tres arrobas y de a dos, y cántaros y ollas
grandes de plata y otras muchas vasijas». Pizarro iba acumulando esas piezas en uno de
los aposentos donde estaba Atahualpa, «hasta que cumpla su promesa».
Sin embargo, los soldados españoles comenzaron a murmurar que, al ritmo que iba la
recolección, no se llenarían los cuartos o galpones en el plazo fijado. Al darse cuenta de
esos comentarios, Atahualpa propuso a Pizarro que, para agilizar el acarreo del oro y la
plata, enviara a sus soldados, tanto al santuario de Pachacámac, que se encontraba a
«diez jornadas al sur», como a la ciudad del Cusco, capital del Imperio, lugares que
estaban repletos de esas riquezas. Pizarro aceptó la propuesta.153
El avance de Almagro[editar]
Mientras ocurrían los sucesos de Cajamarca, arribaron al puerto de Manta (actual
Ecuador) seis navíos. El 20 de enero de 1533, Pizarro recibió mensajeros enviados desde
San Miguel de Tangarará, avisándole de tal arribo. Tres de las naves mayores venían de
Panamá, al mando de Diego de Almagro, con 120 hombres. Las otras tres carabelas
llegaron de Nicaragua, con 30 hombres más. En total desembarcaron 150 hombres,
además de 84 caballos, refuerzo apreciable para la empresa de la conquista. El cacique de
Tumbes entró en rebeldía, más no levantó a su gente.
Se iniciaba una nueva etapa de la conquista, que fue más de consolidación del triunfo que
habían tenido en la plaza de Cajamarca y de reparto del primer botín de guerra. A
Francisco Pizarro debió preocuparle no sólo la presión de sus hombres para el reparto del
oro y la plata, sino la presión que debían estar recibiendo sus socios en Panamá y
Nicaragua para el pago de los fletes y demás pertrechos, para demostrar el éxito de su
empresa y poder así reclutar más gente para la empresa, gente que por otro lado debía
necesitar con suma urgencia, dada la escasez de hombres con que contaban.124
Expedición a Pachacámac[editar]
Siguiendo el consejo de Atahualpa para apresurar la recolecta del oro y la plata, Pizarro
envió a un grupo de españoles a Pachacámac, en la costa del valle de Lima; se trataba de
un célebre santuario de origen preinca, sede de un oráculo de prestigio, donde iban en
peregrinación los indios.154 La expedición a Pachacámac estuvo al mando de Hernando
Pizarro; lo conformaban 14 jinetes, 9 infantes y un número indeterminado de cargueros
indígenas. Entre los expedicionarios se hallaba Miguel de Estete, quien escribiría
una Relación de este viaje. Para que les sirvieran de guías, Atahualpa entregó a los
españoles al gran sacerdote de Pachacámac y otros cuatro sacerdotes menores; también
fueron en la expedición cuatro orejones o nobles incaicos.155 Atahualpa no sentía ningún
respeto por el dios Pachacámac, pues, en una ocasión, no acertó en uno de sus oráculos
consultados con respecto a su persona, durante la guerra contra Huáscar.156
Lámina gruesa de oro que revestía un muro inca. Museo del oro. Lima-Perú.
Atahualpa fue hallado culpable de idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia
e incesto y fue condenado a morir quemado en la hoguera. La sentencia se dio el 26 de
julio de 1533 y para ese mismo día se programó la ejecución de la misma. Atahualpa
rechazó todas las acusaciones y solicitó hablar en privado con Pizarro, pero este se
negó.190
La ejecución de Atahualpa[editar]
Fue el historiador peruano Rafael Loredo quien fijó la fecha en el 26 de julio, basándose en
un documento que halló en el Archivo de Indias de Sevilla en 1954,194 donde se dice lo
siguiente:
“Y en dicho pueblo de Caxamalca en treinta y un días del dicho mes de julio en presencia de los
dichos oficiales de S.M. manifestó Francisco Pizarro mil ciento ochenta y cinco pesos en piezas
labradas de indios que dijo que se le había dado el cacique Atahualpa y manifestóles después de la
muerte de dicho Atahualpa cinco días”.
Lo que, haciendo cuentas, nos da la fecha de 26 de julio de 1533. El historiador Del Busto
apoya esta fecha.194
Muerto Atahualpa, terminó la dinastía de los Incas, que gobernaron el Imperio más grande
de la América precolombina (aunque Atahualpa no fuera reconocido por las panacas
reales cusqueñas, los españoles si lo consideraron Inca). Para guardar las apariencias, y
tener un seguro hasta la toma del Cuzco, Francisco Pizarro, decidió nombrar otro Inca (o
Sapa Inca), título que recayó en otro de los hijos del inca Huayna Cápac: Túpac Hualpa,
que los cronistas españoles nombran como Toparpa, un gobernante títere, que reconoció
vasallaje al rey de España.
Empieza la marcha al Cusco[editar]
Grabado que personifica el retrato del Marqués Pizarro como Gobernador de la Nueva Castilla
posteriormente llamada Perú o Pirú
A pesar de tener casi dominado el norte del Imperio incaico, de tener de rehenes a varios
curacas y haber asesinado al Inca y contar con el apoyo de muchos indios huascaristas y
de las diversas etnias o naciones esperanzadas en ser liberadas del yugo inca, los
españoles aún no habían consolidado la conquista. Sabían los españoles que el camino
que iba al Cusco, la capital del Imperio incaico, estaba amenazado por las tropas
atahualpistas o quiteñas, cuyo caudillo era Quisquis, que se hallaba en el Cusco.
Pizarro decidió partir de Cajamarca, rumbo al sur, con dirección al Cusco. Previamente,
envió una comitiva de 10 soldados a San Miguel con la finalidad que esperasen en ese
lugar al primer navío procedente de Panamá o de Nicaragua. Con lo desembarcado,
deberían reunirse con él en el trayecto.
La hueste española salió de Cajamarca el lunes 11 de agosto de 1533, muy de mañana.
Eran aproximadamente 400 españoles y un número desconocido pero grande de
guerreros indios aliados de los españoles, así como cargueros nativos, mayormente indios
cajamarcas, que transportaban el oro y la plata. Iba también, como prisionero, el general
Challcuchimac, todavía con las secuelas de las torturas que había sufrido en Cajamarca,
pero que aún era temido por su calidad de caudillo militar.
En la vanguardia iba Túpac Hualpa o Toparpa, el inca coronado por los españoles,
acompañado por un gran séquito de cortesanos, todos alegres porque iban a recuperar el
Cuzco. Detrás avanzaban los infantes españoles, luego seguían los cargueros indios,
vigilados por los negros esclavos y los indios nicaraguas; al final iban los jinetes
españoles.195
En el primer día de viaje, luego de avanzar algunas leguas, acamparon cerca del río
Cajamarca. Fue allí donde se enteraron de la muerte de Huari Tito, hermano de Túpac
Hualpa, quien había salido a verificar el buen estado de los puentes y caminos. Los
autores del crimen fueron los quiteños partidarios de Atahualpa.196
Llegaron a Cajabamba el 14 de agosto y a Huamachuco el 17 de agosto. Esta última era
una ciudad de piedra, cuyo trazo recordaba a Cajamarca; se trataba de la capital de un
gran señorío y centro religioso donde se rendía culto al dios Catequil. Aún se recordaba la
profanación cometida tiempo atrás por Atahualpa, que había derribado el ídolo y asesinado
a su anciano sacerdote; por ellos, los huamachucos eran huascaristas y recibieron a los
españoles como libertadores.197 Luego de reponer fuerzas por dos días, Pizarro continuó
la marcha al sur, enviando previamente una avanzada al mando de Diego de Almagro.
Ambos se encuentran en Huaylas, el 31 de agosto de 1533, donde descansaron una
semana.198
El 8 de septiembre, los españoles continuaron la marcha al sur a través del
llamado callejón de Huaylas. Pasaron por Andamarca, Corongo, Yungay, Huaraz y
Recuay.
El 1 de octubre los españoles llegaron a Cajatambo. Ahí, Pizarro reforzó su vanguardia y
retaguardia, ante el temor de levantamientos y ataques de los naturales, preocupándole el
hecho de que los pueblos por donde pasaban siempre estaban abandonados.
El 2 de octubre los españoles partieron de Cajatambo, llegando al día siguiente a Oyón, a
4.890 msnm. El 4 de octubre continuaron la marcha, virando hacia el camino que cruza la
cordillera de Huayhuash. Avistaron la laguna de Chinchaycocha, bordeándola por su lado
occidental y avistaron el río Mantaro.199 En el camino, Francisco Pizarro se enteró, por
informantes, que los generales atahualpistas o quiteños Yncorabaliba, Yguaparro y Mortay,
venían reclutando gente de guerra en Bombón (Pumpu); y que conocían los movimientos
de los españoles por noticias enviadas por Challcuchimac. Pizarro ordenó entonces que se
vigilara rigurosamente a este.200 El cronista Sancho de la Hoz, dice que el motivo de los
quiteños era que «querían guerra con los cristianos, porque veían la tierra ganada por los
españoles y querían gobernarla ellos».
Los españoles prosiguieron a Bombón, pueblo que ocuparon el 7 de octubre. Pizarro
redobló la vigilancia, pues temió un ataque de los quiteños. Por la noche se enteró que a
cinco leguas de Jauja se habían reunido los quiteños y otros indios de guerra, cuyo plan
era replegarse al Cusco y unirse a Quisquis, no sin antes dejar arrasada toda la localidad
jaujina para que los españoles no encontraran nada para aprovisionarse. Pizarro no quiso
perder tiempo y se adelantó rumbo a Jauja (9 de octubre). Llevaba a Challcuchimac
encadenado, tal vez con el propósito de usarlo como rehén.200
Los españoles llegaron a Chacamarca, donde hallaron 70.000 pesos en oro, parte del
rescate de Atahualpa, que se había quedado allí tras la muerte del Inca. Pizarro dejó el oro
al cuidado de dos jinetes y continuó su marcha. Todo el paisaje era silencioso. No se veían
ni espías. Al atardecer del 10 de octubre los españoles arribaron a Tarma, sin encontrar
resistencia. Allí pasaron la noche, padeciendo hambre, sed, lluvia y granizo. Al amanecer
reemprendieron la marcha hacia Jauja.201
Batalla de Jauja o Huaripampa[editar]
A dos leguas de Jauja, Pizarro dividió su ejército. Ya cerca, se dio cuenta que el pueblo
estaba íntegro; más aún, tuvieron un recibimiento cordial de parte de los indígenas,
«celebrando su venida, porque con ella pensaban que saldrían de la esclavitud en que les
tenía gente extranjera». El valle de Jauja era tan hermoso, que los españoles no pudieron
reprimir su admiración.202
Pero Pizarro no solo encontró en Jauja a gente amistosa, sino también a las tropas
quiteñas o atahualpistas de los generales Yurac Huallpa e Ihua Paru, en pie de guerra. El
enfrentamiento resultó una atroz matanza de indios; los españoles y los indios auxiliares,
emboscaron a las tropas quiteñas, haciendo una gran matanza. Los mismos lugareños,
enemigos de los quiteños, ayudaron a los españoles a exterminar a estos, indicándoles
donde se escondían. A este encuentro bélico se le conoce como la batalla de Jauja o de
Huaripampa.203
Esas tropas quiteñas habían sido enviadas por los generales Yncorabaliba, Yguaparro y
Mortay, que se encontraban con el grueso de su ejército a 6 leguas de Jauja y en
permanente contacto con el ejército de Quisquis, que se hallaba acantonado en el Cusco.
Enterado Francisco Pizarro, envió a un grupo de sus soldados para hacerles frente, más
los quiteños los hicieron retroceder. Pizarro, ante esto, pretendió atacarlos por sorpresa;
pero fue engañado y cuando quiso continuar hacia el Cusco, se dio cuenta que los puentes
estratégicos habían sido cortados.
Muerte de Túpac Hualpa[editar]
En Jauja murió misteriosamente Túpac Hualpa. Se dice que ya se hallaba enfermo desde
la partida de Cajamarca y que en Jauja empeoró: de pronto perdió el conocimiento y cayó
desvanecido. El rumor que corrió fue que Challcuchimac lo había envenenado, dándole un
bebebizo de acción letal retardada en Cajamarca. Pero por lo pronto Pizarro obvió esta
sospecha y convocó a Challcuchimac y otros nobles incas colaboracionistas que viajaban
con él, para que propusieran un nuevo Inca. En esta reunión y frente al enemigo común,
nuevamente se notaron las diferencias entre huascaristas y atahualpistas, lo que fue
explotado hábilmente por Francisco Pizarro. Challcuchimac, propuso a Aticoc, hijo quiteño
de Atahualpa, mientras que los nobles cusqueños propusieron a un hermano del Inca
muerto, pero de origen cusqueño. Como estaban cerca del Cusco, Pizarro, hábilmente, se
decidió por el Inca de origen cusqueño.
Mientras los nobles incas buscaban a ese inca cusqueño, Pizarro enviaba expediciones a
la costa, con la finalidad de encontrar lugares idóneos para instalar puertos marítimos, y
esperando los resultados, se quedó en Jauja. Entre tanto, envió otra tropilla con rumbo al
Cusco, a fin de que fueran reponiendo los puentes que estuvieran cortados.
Asentamiento español en Jauja[editar]
Pizarro se percató que se había alejado mucho de San Miguel de Tangarará, la primera
ciudad que fundara en el Perú, sin dejar en el camino acantonamientos para conservar lo
ganado. Atraído por la comarca en que ahora se hallaba, que era abundante de
mantenimientos y muy poblada de nativos amistosos (los huancas), decidió hacer en ella
la segunda población de españoles. Fue en ese entonces cuando se originó la frase “país
de Jauja”, para indicar un lugar pródigo en riquezas. Se entiende que los huancas se
mostraran demasiado serviciales con los españoles, pues los vieron como aliados para
luchar contra los quiteños, sus jurados enemigos.
Pizarro informó a su gente de su proyecto, recibiendo buena acogida. Unos ochenta
españoles pidieron ser admitidos como vecinos y se ofrecieron a guardar el oro y la plata
de sus compañeros, mientras estos continuaban su marcha al Cusco. Se empezaban a
realizar los preparativos para la fundación, cuando Pizarro recibió noticias alarmantes de
parte de sus aliados huancas: los quiteños asolaban los campos, destruían sus cosechas y
cada vez eran más numerosos. De modo que pospuso la fundación y decidió continuar la
marcha.
Dejando una pequeña guarnición al mando del tesorero Alonso de Riquelme, Pizarro partió
con el resto de su ejército, continuado el viaje al Cusco. Era el 27 de octubre de 1533;
había permanecido 15 días en Jauja. El capitán Hernando de Soto se le había adelantado,
al mando de una avanzada de jinetes.204
Batalla de Vilcas o Vilcashuamán[editar]
Los españoles, en su viaje por todo el valle del Mantaro, continuaron recibiendo el apoyo
de los huancas, alianza que sería de vital importancia para la conquista. Llegaron al pueblo
de Panarai (Paucaray) el 30 de octubre de 1533, encontrándolo destruido, aunque
pudieron hallar algo de comida. Continuando el viaje, el 31 de octubre de 1533 llegaron al
pueblo de Tarcos (Parcos), donde los recibió un cacique que les agasajó con comida y
bebida, y les informó acerca del paso de Hernando de Soto, que se preparaba para luchar
contra los quiteños atrincherados en las cercanías. Continuando la marcha, Pizarro llegó a
un pueblo semidestruido (posiblemente el actual Tambillo de Illahuasi), donde recibió una
carta de Hernando de Soto, que le refería el combate que sostuvo en Vilcas, cinco leguas
más adelante. Era el 3 de noviembre.205
Efectivamente, Hernando de Soto, que iba de avanzada con un grupo de jinetes españoles
y un nutrido ejército de indios jaujas y huancas aliados, había llegado a Vilcas
(hoy Vilcashuamán), sede de una imponente ciudadela incaica, guarnecida por los
soldados quiteños al mando de Apo Maila, pero que en ese momento se hallaban en el
campo, dedicados a un gran chaku o cacería. Solo se hallaban en Vilcas las mujeres, que
fueron tomadas cautivas por Soto. Enterado Apo Maila de la presencia de los españoles,
retornó apresuradamente a defender la fortaleza. Se trabó entonces un recio combate,
entre el 27 y 28 de octubre de 1533. Los españoles y sus aliados indígenas se vieron
rodeados por fuerzas numerosas, pero pudieron resistir firmemente. Apo Maila cayó en la
lucha y sus tropas, desmoralizadas, se retiraron, perseguidos por los jinetes españoles. No
obstante, las fuerzas quiteñas se rehicieron y contraatacaron. Para apaciguar a los
sitiadores, Soto entabló negociaciones y entregó a las mujeres que había capturado en la
ciudadela. Poco después, Quisquis ordenó a sus tropas retirarse más al sur, ya que el
grueso de las tropas españolas, con Pizarro a la cabeza, se acercaba a Vilcas. Los
españoles tuvieron varios heridos y un caballo muerto.206
Algo que también contribuyó a debilitar los ataques de los quiteños, en este tramo del viaje
hacia el Cusco, fue el hecho que tuvieran los españoles como rehén al general
Challcuchimac, hombre muy querido por sus tropas. Temían la represalia de Pizarro y la
muerte del valiente general atahualpista.
Continúa la marcha española[editar]
Pizarro llegó a Vilcas el 4 de noviembre y se cercioró que Soto había partido de allí hacía
dos días. Al día siguiente, Pizarro prosiguió la marcha. A la altura de Curamba notó que
había galgas o piedras grandes acomodadas en lo alto de los cerros, con claro propósito
bélico, lo que le dio un mal presentimiento. Temiendo que Soto hubiera sido atacado
nuevamente, envió a Diego de Almagro en su auxilio, con treinta jinetes.207
El 6 de noviembre, Pizarro entró en Andahuaylas (Andabailla, para los españoles), sin ser
molestado, donde pasó la noche. Al día siguiente continuaron hasta Airamba, en donde
encontraron dos caballos muertos, lo que preocupó a Pizarro sobre la suerte de Hernando
de Soto y su gente. Pero enseguida recibió otra carta de Soto, donde éste le informaba
que se encontraba en el camino al Cusco, que estaba bloqueado, pero que no había
tropas indias enemigas y que los caballos habían muerto de «tanto calentarse y enfriarse».
No mencionaba a Almagro, señal que no se habían encontrado todavía.208
Abandonando Andahuaylas, Pizarro continuó su viaje pasando por Curahuasi y estando
cerca de un gran río (el Apurímac), recibió una tercera carta de Soto, con la noticia de que
se hallaba acorralado en Vilcaconga por un crecido número de indios guerreros. La carta
se interrumpía bruscamente y el mensajero indio no supo dar noticia de lo que había
ocurrido con posteridad, pues salió a traer el mensaje muy entrada la noche. Esto hizo
temer a Pizarro que Soto y su tropa habían sido ya exterminados.208
Batalla de Vilcaconga[editar]
Grabado que representa a la hueste española de Pizarro viajando por la agreste cordillera de los
Andes.
Lo que había pasado era que Hernando de Soto y su gente quisieron adelantarse en llegar
al Cusco, para apoderarse de sus riquezas y no compartir con el resto de los españoles.
Pero luego de vadear un río, al que había cortado los puentes, se encontró con tropas
indias enemigas, que le trabaron batalla en la empinada cuesta de Vilcaconga (8 de
noviembre de 1533). Estas tropas pertenecían al ejército de Quisquis, y tenían como
aliados a los indios tarmas; su jefe era Yurac Huallpa.209 Los tarmas estaban aliados con
Quisquis debido a que anteriormente habían sufrido una grave afrenta de parte de Soto:
sus embajadores a los que enviaron para solicitar alianza con los españoles fueron
mutilados, pues Soto no confió en ellos y temió un engaño.210211
Los quiteños se habían dado cuenta que ya los españoles estaban cansados, de igual
manera que sus caballos y perros, por lo que, de propia voluntad, a veces sin órdenes de
Quisquis, atacaban a los españoles. Eso fue lo que pasó luego del vadeo del río, al subir la
cuesta, fueron atacados por los indios, que presionaron con tanta fuerza que mataron a
cinco jinetes españoles. «A cinco cristianos cuyos caballos no pudieron subir a lo alto,
cargó tanto la muchedumbre, que a dos de ellos les fue imposible apearse y los mataron
encima de sus caballos…»; «les abrieron a todos la cabeza por medio, con sus hachas y
porras». Los cinco españoles muertos eran: Hernando de Toro (de Trujillo); Francisco
Martín, el narigudo; el sastre Rodas; el vasco Gaspar de Marquina y Miguel Ruiz.212
Luego de este ataque, los quiteños se fueron a una colina cercana, esperando el
enfrentamiento franco, «casi concertado, esperando siempre un arreglo amistoso»,
costumbre de la guerra andina; mientras que Hernando de Soto recurría al engaño, al fingir
que se refugiaba en un llano, aparentando huir, mientras que una parte de la tropa
imperial, los perseguía a hondazos, hasta que una vez que los hubieron alejado lo
suficiente del grueso de las tropas incas, sobreparó la caballería y arremetió contra ellos,
aniquilándolos. Cuando el grueso del ejército quiteño vio esto, se retiró, pero acamparon
muy cerca los dos ejércitos, que se oían las voces.
La llegada inesperada de Diego de Almagro, con 40 a caballo, anunciada por la trompeta
de Pedro de Alconchel, hizo que los indios se retiraran, sin presentar batalla. Esa es la
versión española; según la versión de Titu Cusi Yupanqui, Quisquis ordenó la retirada,
porque fue informado de que Manco Inca, el noble inca del bando cusqueño o huascarista
(es decir, enemigo de los quiteños o atahualpistas), marchaba contra él a combatirlo, lo
que comprometía seriamente su retaguardia. Manco Inca guardaba también el propósito
de aliarse con los españoles, y justamente iba ya al encuentro de estos.213
Superada la adversidad, Hernando de Soto y Diego de Almagro continuaron juntos el viaje
hacia el Cuzco, cuando fueron informados de la presencia de una tropa enviada por
Quisquis, por lo que optaron por atrincherarse en un pueblo, en donde esperaron a
Francisco Pizarro.
Muerte de Challcuchimac[editar]
Conocedor de los ataques que había sufrido su avanzada encabezada por Soto, Francisco
Pizarro sospechó que todos sus movimientos eran espiados y que Challcuchimac era el
que enviaba dichos informes a las tropas quiteñas. Continuando el camino y estando ya
cerca del Cusco, Diego de Almagro se presentó en el campamento de Pizarro y
continuaron hasta donde se encontraba Hernando de Soto. Unidos así, siguieron ese
mismo día a Jaquijahuana (Sacsahuana), donde acamparon (12 de noviembre de 1533).210
En el trayecto, ocurrió un hecho de mucha trascendencia: los belicosos indios cañaris, con
su caudillo Chilche, ofrecieron su apoyo a los españoles, quienes gustosos aceptaron.
Esta etnia, procedente del actual territorio de Ecuador, habían formado parte de las
huestes de Quisquis, pero debido a un desacuerdo con este jefe, se plegaron en masa a
los españoles.214
Diego de Almagro y Hernando de Soto, convencieron a Francisco Pizarro, de que los
ataques de los indios en Vilcashuamán y en Vilcaconga eran producto de la «infidencia de
Challcuchimac», pues de otro modo no se entendía que el enemigo conociera el
movimiento de los españoles al detalle. Pizarro sabía que, en realidad, había sido la
indisciplina de Soto la que había propiciado la muerte de los españoles en Vilcaconga, al
querer adelantarse a tomar el Cusco, pero disimuló, pues Soto era jefe de una numerosa
hueste y no convenía en esos instantes crear divisionismo entre ellos.215216
Los jefes españoles acordaron condenar a Challcuchimac a morir en la hoguera. Por
intermedio de un intérprete, el cura Valverde trató de persuadir al capitán incaico a que se
hiciera cristiano, diciéndole que los que se bautizaban y creían en Jesucristo iban a la
gloria del paraíso, y los que no creían en él, iban al infierno. Mas Challcuchimac se negó a
ser cristiano, diciendo que no sabía qué cosa fuese esa ley y comenzó a invocar a su
dios Pachacámac para que, por intermedio del capitán Quisquis, viniera a socorrerlo.217
Chalcuchimac murió quemado vivo en la plaza de Jaquijahuana, negándose en todo
momento a bautizarse como cristiano (12 de noviembre de 1533). Un cronista asevera que
«toda la gente de la tierra se alegró infinito de su muerte, porque era muy aborrecido de
todos por conocer lo cruel que era». Pizarro prometió que atraparía y haría lo mismo con
Quisquis, el otro general atahualpista que continuaba en rebeldía.218 Al día siguiente fue
anunciada la visita de un príncipe quechua o cusqueño al campamento español, lo cual
tomó por sorpresa a Pizarro.219
Manco Inca se alía con los españoles[editar]
Dibujo de Guamán Poma de Ayala, que representa al inca Manco Inca Yupanquisentado en su trono
o usno.
No hay duda que en el Cuzco era la ciudad principal de todo el Tahuantinsuyo. Al ser
tomada por los españoles, mermó significativamente la resistencia nativa, no sólo porque
allí se encontraba toda la organización del imperio, sino por el significado que tenía para
los ejércitos incas ver su capital tomada y dominada por los españoles.
Hay en dicha ciudad otros muchos aposentos y grandezas; pasan por ambos lados dos ríos que
nacen una legua (5,5 kilómetros) más arriba del y desde allí hasta que llegan a la ciudad y dos
leguas (11 kilómetros) más abajo, todos van enlosados para que el agua corra limpia y clara y
aunque crezca no se desborde; tienen sus puentes por lo que se entra a la ciudad...
El saqueo de Coricancha (Templo del Sol del Cuzco), por parte de los conquistadores españoles.
Cuadro del pintor peruano Teófilo Castillo.
Era costumbre inca que cada curaca tuviera en el Cusco su alojamiento, porque tenía que
venir a la ciudad imperial para entregar sus tributos al Inca, a las fiestas (principalmente,
al Inti Raymi) y a toda convocatoria que se le hiciera desde el «Ombligo del mundo». Pero,
además, el auqui del curaca (su hermano o uno de sus hijos) siempre estaba en el Cusco,
disfrutando de los favores de la corte del Inca. Su permanencia era la garantía del vínculo
entre el Estado cuzqueño y los dominios del curaca. Era una especie de rehén. Si Pizarro
no optaba por darle el mando imperial a Manco Inca, los auquis y los curacas que estaban
en esos momentos en el Cusco, podían romper ese vínculo y actuar a su manera. Tal vez,
podrían haberse unido a las tropas rebeldes de Quisquis u organizar de otro modo la
resistencia.
Los nobles del Cusco, no se daban cuenta aún de que Francisco Pizarro, estaba
manipulando el gobierno del Imperio, al nombrar como Inca, primero a Túpac Hualpa y
luego a Manco Inca, manteniéndolos como rehenes, incluso. Bien pudieron haber
nombrado los curacas del Cusco al nuevo Inca de entre las panacas reales, y manejar el
gobierno con más independencia, para organizar mejor la resistencia inca; pero, la guerra
civil, ya había llegado a la capital del imperio también. Pero lo cierto es que ni huascaristas
ni atahualpistas, lo hicieron, con lo que se perdió la oportunidad de unir nuevamente al
Imperio y ofrecer a los españoles, una resistencia más organizada y efectiva.
El otro concepto que podría explicar la aislada resistencia, sería el modo de combatir de
ambos ejércitos: mientras los incas ofrecían batalla en campo abierto de manera franca;
los españoles apelaban a argucias para derrotarlos incluso antes de presentar batalla.
Manco Inca fue proclamado Sapa Inca, pero a la vez vasallo de la corona española. Los
españoles lo llamaron Manco II, pues se enteraron que el primer inca se llamaba también
Manco (Manco Cápac). Francisco Pizarro hizo legalizar el vasallaje de Manco Inca un día
domingo saliendo de misa a la que había asistido junto con él. Los hizo salir a la plaza al
Inca, y le ordenó a su secretario Sancho de la Hoz que leyera la «demanda y
requerimiento.» Pizarro siguió el protocolo español tradicional para estos casos; al final
Pizarro abrazó a Manco Inca y éste retribuyó el gesto, ofreciéndole chicha en un vaso de
oro.
Batalla de Capi[editar]
Pizarro, entre tanto, al no ser hostilizado cuando tomó el Cusco, organizó otro ejército con
gente de Manco Inca que logró reunir «cinco mil guerreros». Pizarro ordenó a Hernando de
Soto, que apoyara a dicha tropa india con 50 de a caballo, saliendo del Cusco para
presentar batalla a Quisquis a 5 leguas de la ciudad, en donde estaba su campamento. En
la localidad de Capi, se enfrentaron ambos ejércitos, de donde salió victoriosa la tropa
combinada de Manco Inca y los españoles, pero sin poder redondear su triunfo. Luego de
esta batalla, regresaron al Cusco. El general Paullu Inca, que comandaba las tropas de
Manco Inca, persiguió al ejército de Quisquis, siendo derrotados en esa persecución; en el
Cusco se recibió la noticia «que les habían muerto mil indios». Entre tanto Manco Inca
solicitó a los curacas «gente de guerra», y en menos de diez días, tenía en el Cusco un
ejército de 10 mil guerreros.
Segunda batalla de Jauja[editar]
Llegado el verano y las copiosas lluvias estivales, no se organizó ninguna campaña contra
las tropas de Quisquis. En febrero de 1534, el ejército de Manco Inca, que a la sazón
contaba con 25 mil soldados y los 50 de a caballo de Hernando de Soto, se puso en
movimiento, persiguiendo a Quisquis, por la ruta de Vilcashuamán. Llegando a
Vilcashuamán, el ejército de Manco Inca, descansó; allí fueron noticiados de que el ejército
de Quisquis marchaba sobre Jauja. Esto preocupó sobremanera a la tropa española,
porque en Jauja, se encontraba la guarnición que había dejado Francisco Pizarro, durante
su avance sobre el Cusco. No pudiendo cruzar el río Pampas en balsas, demoraron 20
días en rehacer el puente destruido por Quisquis.
Mientras tanto, en Jauja se producía una cruenta batalla, entre el capitán Gabriel de Rojas
y Córdova y el general Quisquis. El primero tenía a su mando 40 españoles, 20 de ellos
jinetes, y estaba apoyado por 3.000 indígenas aliados (huancas), especialmente jaujinos,
enemigos mortales de los quiteños. Los españoles alinearon también en su bando a los
indios yanaconas, que por primera vez participaban como soldados. La alianza indo-
española surtió efecto y las tropas de Quisquis tuvieron que retirarse sin lograr tomar
Jauja.224
Por su parte, los jinetes de Hernando de Soto más 4.000 guerreros del ejército de Paullu
Inca, se apresuraron a ir en auxilio de los españoles de Jauja. Manco Inca y el resto de su
ejército, regresó al Cusco.
Fundación española del Cusco[editar]
Detalle de una galería de retratos de los soberanos incas del lado izquierdo que fue publicada en
1744 en la obra Relación del Viaje a a la América Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de
Ulloa fueron sus autores.
Detalle de una galería de retratos de los soberanos españoles del lado derecho que fue publicada
en 1744 en la obra Relación del Viaje a a la América Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de
Ulloa fueron sus autores.
Grabado de la historia de Prescott que representa una de las batallas libradas en Riobamba entre
españoles y nativos.
Siguiendo más al norte, Almagro llegó a San Miguel de Tangarará (Piura), donde se enteró
que el capitán Sebastián de Benalcázar (que había quedado allí al frente de la guarnición
española), había partido rumbo a Quito, al frente de 200 hombres, atraído por las
inmensas riquezas que, según se decía, poseía esa región.
Benalcázar emprendió así, por su cuenta la conquista de Quito, donde se hallaba en pie de
guerra el general atahualpista Rumiñahui, que había levantado un numeroso y aguerrido
ejército de quiteños. Los cañaris, que hasta entonces formaban parte de la confederación
quiteña, se aliaron con los españoles, y juntos marcharon contra Rumiñahui. Se libró la
sangrienta batalla de Tiocajas o Teocaxas. En ella se revelaron los cañaris como
excelentes guerreros, convirtiéndose así en valiosos auxiliares de los españoles. Las
tropas hispano-cañaris lograron romper el cerco de los quiteños y maniobrando con la
caballería, atacaron al enemigo por la retaguardia, derrotándole. Rumiñahui se fortificó en
Riobamba, donde los españoles y cañaris le atacaron; aunque estos en un primer
momento fueron rechazados, luego contraatacaron dando un rodeo y capturaron la ciudad.
Otra victoria española se produjo en Pancallo, cerca de Ambato.228
Es muy célebre un episodio de esta guerra, que cuenta que, estando Rumiñahui a punto
de ganar a las tropas españolas y cañaris, erupcionó el volcán Tungurahua (julio de 1534),
lo que causó que parte de su ejército, temiendo la ira divina, se desmoralizara y se retirara,
pudiendo así los españoles contraatacar y hacerse del triunfo.229230
Los quiteños se retiraron más hacia el norte. Rumiñahui, viendo que era imposible
defender la ciudad de Quito, la abandonó, llevándose sus riquezas y matando a las acllas
o vírgenes del sol, para evitar que cayeran en poder de los hispanos. Benalcázar ingresó a
Quito, encontrándola incendiada.231232
Rumiñahui, con los últimos restos de sus diezmadas tropas, puso todavía alguna
resistencia en Yurbo, hasta que se adentró en la selva y no se supo de él por algún
tiempo.231
Tras la retirada de Rumiñahui, Almagro y Benalcázar se encontraron cerca de Riobamba,
donde fundaron, en las llanuras de Cicalpa, cerca de la laguna de Colta, la ciudad de
Santiago de Quito (antecedente de la actual Quito), el 15 de agosto de 1534.233 Pero antes
de consolidar la conquista, los dos capitanes españoles se pusieron de acuerdo para
enfrentar otro peligro que se cernía: la presencia del adelantado Pedro de Alvarado, que
pretendía arrebatarles sus conquistas.231
La expedición de Pedro de Alvarado[editar]
Poco después de la firma del pacto con Alvarado, Almagro fundó la villa de San Francisco
de Quito, el 28 de agosto de 1534. Esta fundación se realizó en la llanura de Cicalpa, en el
mismo sitio donde poco antes fundara la ciudad de Santiago de Quito. Sentó el acta
respectiva el escribano Gonzalo Díaz. Se nombró a los funcionarios del cabildo y se
designó a Sebastián de Benalcázar como teniente de gobernador. Sin embargo, se trataba
solo de disposiciones nominales, ya que la conquista aún no se había definido.241
Benalcázar se quedó en Quito, mientras que Diego de Almagro y Pedro de Alvarado,
iniciaron su marcha hacia el sur, rumbo al Perú, al encuentro de Pizarro.242
Benalcázar se encargó de asentar la conquista española de Quito, lo que le llevó algunos
meses. Finalmente, el 6 de diciembre de 1534, ingresaba, por segunda vez, en el centro
de la ciudad incaica de Quitu, fundando, sobre los escombros que dejara Rumiñahui, la
villa de San Francisco de Quito, actual ciudad de Quito.243
Campaña de Quisquis en el norte[editar]
Mientras que Almagro y Alvarado avanzaban al sur, Quisquis, que había escapado de la
persecución de Hernando de Soto y Manco Inca, reorganizaba sus fuerzas y marchaba
hacia la región de Quito. Planeaba recuperar esta ciudad. Actuando con habilidad,
Quisquis logró separar a las fuerzas de Almagro y Alvarado, y se abalanzó sobre este
último. Pero Alvarado, hábil militar fogueado en la conquista de México, pasó a la ofensiva
y capturó al general Socta Urco, jefe de la vanguardia de Quisquis.244
Envalentonado, Alvarado prosiguió su avance hacia el sur, sin esperar a Almagro, que se
había quedado rezagado. En una pelea que entabló con Quisquis perdió a 14 españoles.
Por su parte, Almagro enfrentaba a un lugarteniente de Quisquis, Huayna Palcón (un noble
de sangre inca), sin lograr desalojarlo de las posiciones que ocupaba.244
En otro ocasión, Quisquis atacó a los españoles cuando subían por una cuesta luego de
cruzar un río, logrando matar a 53 de ellos y a un buen número de caballos. Fue la primera
batalla en la que murieron un número crecido de españoles, si se compara con el número
total de la hueste hispana. Sin embargo, unos 4.000 hombres de Quisquis desertaron y se
pasaron al bando español (posiblemente eran los cargadores, reclutados a la fuerza). A
partir de entonces, Quisquis sufrió grandes derrotas, hasta que finalmente, los últimos
restos de sus tropas fueron desechas por Benalcázar en la segunda batalla de
Riobamba.245
Muerte de Quisquis[editar]
Quisquis, junto con Huayna Palcón, se replegó hacia la selva para planear la estrategia a
seguir en la lucha contra los invasores hispanos. Quisquis quería desarrollar una lucha de
guerrillas hasta rehacer sus fuerzas, a lo que Huayna Palcón se opuso. Éste, al parecer,
deseaba un entendimiento con los españoles. En medio de la acalorada discusión que se
desató, Huayna Palcón cogió una lanza y atravesó el pecho de Quisquis, matándolo.240
Así terminó la vida el indómito general de Atahualpa que en todo momento se mantuvo fiel
a su señor. Se sabe que, al igual que Challcuchimac, era cusqueño, de origen plebeyo, y
que por sus hazañas militares mereció su ascenso a la nobleza de privilegio. Su nombre
quechua significa “langosta” y dícese que lo adoptó pues al igual que el sonido de las
langostas atemorizaba a sus enemigos. Cabe señalar que del famoso trío de generales
atahualpistas –Rumiñahui, Quisquis y Challcuchimac–, solo el primero era quiteño; sin
embargo, hay que destacar que todos ellos condujeron tropas quiteñas en apoyo de
Atahualpa, enfrentando al bando cusqueño u huascarista, durante la guerra civil incaica.
El fin de Rumiñahui[editar]
Rumiñahui intentó reorganizar la resistencia indígena y recuperar Quito, pero fracasó ante
la poderosa alianza forjada entre españoles e indios. Si bien los españoles eran solo unos
cientos, sus aliados indígenas eran miles; estos últimos fueron sin duda los que inclinaron
la balanza a favor de los invasores europeos. No solo eran los cañaris los que apoyaban a
los españoles, sino también los cusqueños, traídos por Almagro, que clamaban venganza
contra los quiteños por las masacres que estos habían cometido en el Cusco durante la
guerra civil incaica. Los cusqueños pensaban que los españoles les ayudaban a recuperar
la comarca de Quito; pronto se darían cuenta de su error. El indómito Rumiñahui fue
finalmente reducido y capturado junto con algunos de sus capitanes, siendo ejecutado en
Quito, en junio de 1535. Posiblemente fue ahorcado,230 aunque una leyenda muy popular
dice que fue quemado vivo en la actual Plaza Grande de Quito.
Con la muerte de Quisquis y Rumiñahui, se cerró todo un ciclo de la conquista española
del Perú. En resumen, esta etapa se vio marcada por la resistencia que los quiteños u
atahualpistas, al mando de Quisquis y Rumiñahui, dieron a los españoles, mientras que
estos eran apoyados por los cusqueños o huascaristas, así como por diversas etnias del
imperio incaico, como los cañaris y los huancas. En la siguiente etapa, serían
los incas propiamente dicho, es decir, los de la etnia del Cusco, quienes, al mando de
Manco Inca, emprenderían una guerra de Reconquista, enfrentando a los españoles y a
sus aliados indígenas.
Véase también[editar]
Incas de Vilcabamba
Conquista de México
Notas[editar]
1. Volver arriba↑ Anteriormente se mencionaba como fecha probable de la fundación de San
Miguel el 29 de setiembre de 1532, por ser la fiesta de San Miguel Arcángel, siguiendo la
versión del Inca Garcilaso de la Vega; otra fecha hipotética, adoptada para la celebración
del IV Centenario de la fundación de Piura, es el 15 de julio de 1532; pero ninguna de estas
fechas calzan con el itinerario seguido por Pizarro y su hueste, según el relato de las
crónicas.
2. Volver arriba↑ Atahualpa tenía largos sus cabellos con el fin de ocultar su oreja mutilada
(atentado que sufrió durante la guerra civil inca), pero esa no era la costumbre usual de los
incas, que solían llevar el cabello corto.
3. Volver arriba↑ Aunque para el mundo occidental se trataban de sumas desmedidas, en el
mundo andino o prehispánico, el oro y la plata no tenían valor comercial, sino solo valor
ritual. Se sabe que no existía moneda en el imperio incaico, en donde se presume se
usaba trueque. Cfr.: Los Incas. Alfred Métraux. 1975.
4. Volver arriba↑ Villanueva dice al respecto:
"...el precio del caballo antes del repartimiento 2.500 pesos; después del repartimiento
3.300. Inflación: 32%. Su precio en el mercado subió una cuarta más que el día anterior.
Una botija de vino de tres azumbres (un poco más de 6 litros), que costaba 40 pesos, se
empezó a vender a 60 pesos. Inflación: 50%. Un par de borceguíes (nota: botas hasta
más arriba de la rodilla que usaban los conquistadores) pasó de 30 a 40 pesos. Inflación:
33%. Un par de calzas (ropa interior; calzoncillo largo, bien ceñido a muslos y piernas),
de 30 a 40 pesos. Inflación: 33%. La capa subió de de 100 a 120 pesos. Inflación: 20%.
Una espada de 40 a 50 pesos. Inflación: 25%.
Sacando la media de lo expuesto por Villanueva Sotomayor, tenemos que al día siguiente
del reparto, hubo una inflación promedio del 32,17%.
6. Volver arriba↑ Esta Cusi Rimay Ocllo, prima y prometida de Atahualpa, era casi una niña,
de una hermosura peculiar. Después sería bautizada como Angelina Yupanqui y fue la
concubina de Pizarro, llegando finalmente a ser esposa del cronista Juan de Betanzos.
7. Volver arriba↑ Según una cosmovisión indígena, una persona al ser quemada quedaba
anulaba para la vida después de la muerte, ya que creían que la muerte era un tránsito
entre ésta y la otra vida, y que necesitaban sus cuerpos para ello; el fuego destruía ese
cuerpo.
Referencias[editar]
1. Volver arriba↑ Guamán Poma de Ayala, Nueva crónica y buen gobierno, Tomo 1. Biblioteca
Ayacucho. Caracas, 1980. En Formato PDF
Archivado el 14 de octubre de 2014 en la Wayback Machine., pp.353-356.
2. Volver arriba↑ «Historia de la antropología indigenista: México y Perú Anthropos Editorial,
1994».
3. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 15.
4. Volver arriba↑ Rostworowski, 1999, p. 171.
5. Volver arriba↑ Rostworowski, 1999, pp. 170-197.
6. Volver arriba↑ Espinoza Soriano, 1997, pp. 104-110.
7. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 1.
8. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 77-78.
9. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 78.
10. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 79.
11. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 79-82.
12. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 82-83.
13. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 84.
14. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 7.
15. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 8.
16. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 86.
17. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 89.
18. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 103.
19. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 13.
20. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 12.
21. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 3.
22. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, pp. 4-7.
23. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 18.
24. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 5.
25. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2011, p. 20.
26. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 153-156.
27. ↑ Saltar a:a b Vargas Ugarte, 1981, p. 11.
28. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, pp. 11-12.
29. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, pp. 5-6.
30. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 169.
31. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 170.
32. ↑ Saltar a:a b Vargas Ugarte, 1981, p. 12.
33. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 181-182.
34. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 183.
35. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 185.
36. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 186.
37. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 187.
38. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 189-190.
39. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 191-192.
40. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 193-194.
41. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 15.
42. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 194-195.
43. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 197.
44. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 195.
45. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 199.
46. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 200.
47. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2011, p. 26.
48. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, pp. 18-19.
49. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 200-201.
50. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 204.
51. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 206-208.
52. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 209-210.
53. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 71.
54. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 211-217.
55. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 221.
56. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 213-212.
57. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 218-219.
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59. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 229-231.
60. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 73.
61. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 232.
62. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 236.
63. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 238-239.
64. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 78.
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66. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 241-242.
67. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 27.
68. ↑ Saltar a:a b Prescott, 1851, p. 80.
69. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 79.
70. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 244-246.
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73. ↑ Saltar a:a b c d Vargas Ugarte, 1981, p. 32.
74. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 266.
75. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2000, p. 273.
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79. ↑ Saltar a:a b Vargas Ugarte, 1981, p. 33.
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Perú 13 (3 edición). Lima: PEISA. p. 2081. ISBN 9972-40-149-9.
112. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 387-389.
113. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 390.
114. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 44.
115. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 390-391.
116. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 392-393.
117. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 393.
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120. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 403-405.
121. ↑ Saltar a:a b Vargas Ugarte, 1981, p. 45.
122. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, p. 404.
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124. ↑ Saltar a:a b c d e Villanueva Sotomayor.
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128. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 419-420, citando a Jerez.
129. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2000, pp. 420-421.
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132. Volver arriba↑ Antonio de Herrera y Tordesillas: Hechos de los castellanos, Década
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134. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 21-22.
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140. Volver arriba↑ Pedro Pizarro: Relación del descubrimiento y la conquista de los
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141. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 37-38.
142. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, pp. 50-51.
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147. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 60.
148. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 66-67.
149. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 53.
150. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 77.
151. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 79-81.
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154. ↑ Saltar a:a b Tauro del Pino, Alberto (2001). «PACHACÁMAC». Enciclopedia
Ilustrada del Perú 12 (3 edición). Lima: PEISA. p. 1894. ISBN 9972-40-149-9.
155. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 93.
156. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 89, citando a Pedro Pizarro.
157. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 94.
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172. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 111-110.
173. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 114.
174. ↑ Saltar a:a b Vargas Ugarte, 1981, p. 62.
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176. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 114-115.
177. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, p. 126.
178. Volver arriba↑ Teodoro Hampe (7 de febrero de 1982). «Recensión. La hueste
perulera». Dominical de El Comercio.
179. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 63.
180. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 151-152, citando a Cristóbal de Mena.
181. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 133.
182. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, p. 146.
183. Volver arriba↑ Vargas Ugarte, 1981, p. 67.
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185. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 142-144.
186. ↑ Saltar a:a b c d Vargas Ugarte, 1981, p. 66.
187. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 161-162.
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192. Volver arriba↑ Prescott, 1851, p. 118.
193. Volver arriba↑ Rostworowski, 1999, pp. 195-196.
194. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, p. 175.
195. Volver arriba↑ Busto Duthurburu, 2001, pp. 196-197.
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200. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, p. 203.
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206. Volver arriba↑ Vega, 1969, pp. 72-73.
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208. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, p. 216.
209. Volver arriba↑ Vega, 1969, p. 75.
210. ↑ Saltar a:a b Busto Duthurburu, 2001, p. 218.
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