por haber orquestado el Plan Camelot, protestar ante la oeA y la onu, y denun-
ciar a Hugo Nutini como responsable de actos injuriosos para la soberanía y la
dignidad de la República de Chile” (Selser, 1966:156-157) . El Proyecto Camelot marcó un punto de inflexión que desencadenó un pro- ceso de reflexividad en torno a las implicaciones éticas y políticas del ejercicio de las ciencias sociales (Sjoberg, 1969). La crisis provocada por Camelot sirvió de base para la adopción por parte de los miembros de la American Anthro- pological Association de la primera declaración en 1967 sobre los problemas éticos de las investigaciones antropológicas. La crisis política y su reacción en Chile, Latinoamérica y Estados Unidos llevó a los investigadores a examinar críticamente sus procedimientos y las implicaciones sociales de sus estudios (Fluehr-Lobban, 2003). Después del affaire Camelot, el financiamiento externo de las actividades aca- démicas y científicas comenzó a ser percibido de otra forma. En 1970, el director de la escuela de sociología de la Universidad Católica, Raúl Urzúa, publicó un texto que entrega indicios de la situación que prevalecía en el ambiente de las ciencias sociales chilenas tras la anulación del Plan Camelot. Según Raúl Urzúa, uno de los protagonistas de la desactivación del proyecto, la universidad se encon- traba “sometida a presiones que la estaban conduciendo a cambios mayores en su estructura interna” (Urzúa, 1970:88). En esos años el financiamiento y la coopera- ción técnica que provenía de fundaciones filantrópicas comenzaban a tener mayor impacto sobre las instituciones locales de investigación. Bajo esta configuración, un riesgo aparecía en el horizonte de las ciencias sociales locales; para Urzúa el problema residía en el hecho de que la cooperación científica internacional podía “profundizar la dependencia cultural” de los países beneficiados (ibíd.:98). A par- tir del escándalo que generó el Plan Camelot se impuso la idea de la dependencia científica entre los intelectuales locales. Este período de la historia de Chile reveló ser, paradójicamente, uno de los más activos en el campo de la investigación pro- ducida por los centros de investigación locales (Beigel, 2010).
La irrupción de los institutos de investigación privados
Entre septiembre de 1973 y septiembre de 1974, más de un millar de profesores
fueron expulsados de las universidades de Chile y Católica de Chile (Lladser, 1989). Fueron cerrados decenas de departamentos e institutos de investigación. La situación fue similar en la Universidad Técnica del Estado, la Universidad de Concepción y la Universidad del Norte (Garretón y Pozo, 1984). Los centros de estudios privados que aparecen en este período son en gran parte una reacción