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Trabajo y dignidad humana

La Revolución Industrial se caracterizó por la sustitución del hombre por la maquina y la precariedad de la
supervivencia de los trabajadores. El capitalismo era un sistema que había generado mucho crecimiento
económico para los poseedores del capital pero descuidando los derechos de quienes generaban la riqueza. Por
esta razón, la prioridad de la Iglesia era la cuestión social de resolver el conflicto entre el capital y el trabajo que
tenía que ver con la dignidad y los derechos del hombre de trabajo. El trabajo se había convertido en mercancía y
el trabajador no tenía la seguridad de vender su “propia mercancía” al estar amenazado por el desempleo. La
cuestión de lograr un crecimiento económico y mayor productividad convirtieron al hombre en un instrumento
de producción mientras que el capital era el fundamento, el valor eficiente y el fin de la producción.
Para la Iglesia, aumentar la producción era también combatir la desigualdad, la discriminación, la esclavitud y que
el hombre sea responsable por sí mismo de su progreso en lo material, moral y espiritual. Es decir que desarrollo
era preocuparse tanto por el crecimiento económico como por el progreso social. Además, para la Iglesia era muy
importante la necesidad de que los países más ricos ayuden a los países más pobres, la solidaridad de los que mas
tienen para los que menos tienen.
En ese momento, el subdesarrollo moral, es decir la búsqueda del poseer y la avaricia, se habían convertido en un
obstáculo para el crecimiento. Con la caída del Muro de Berlín, la “muerte” del comunismo dio paso a la
globalización en donde se reemplazó al comunismo por el consumismo. Según Juan Pablo II, las miserias del
subdesarrollo son intolerables pero el superdesarrollo es igualmente inaceptable ya que consiste en la excesiva
disponibilidad de bienes materiales para algunas categorías sociales haciendo a los hombres esclavos de la
posesión y siempre sustituyendo los bienes que poseen por otros todavía más perfectos, esto es la llamada
civilización del consumo.

En Argentina, los inmigrantes fueron la mano de obra requerida en el proceso de modernización agroexportadora
de la generación del 80. Fueron marginados políticamente negándole el acceso a la nacionalización y al voto,
marginado como arrendatario en un modelo latifundista al negarle la posibilidad de ser propietario rural y
marginado socialmente ya que vivían en conventillos. Esos inmigrantes que dieron origen al movimiento obrero
en Argentina eran sindicalistas, anarquistas, anarcosindicalistas y socialistas
El agotamiento del modelo agroexportador por la crisis del ’30 dio un paso a una etapa de crecimiento
autogenerado en una economía semindustrial dependiente. La concentración de trabajadores marginados en las
villas de emergencia sirvieron de base electoral para el peronismo que tomó del socialismo y de la Doctrina Social
de la Iglesia las medidas tendían a dignificar el trabajo pero con la perdida de la productividad industrial lo que
desencadenó en inflación-precios-salarios.
La realidad argentina no es ajena a las posibles soluciones aportadas por la Iglesia. El fracaso del modelo del
peronismo de industrialización impulsó a la política peronista a hacer más eficiente el factor trabajo. Pero luego
los gobiernos posperonistas desregularon la economía y desprotegieron a la masa asalariada. Además los
gobiernos facto con políticas de libertad absoluta y libre comercio aceleraron la caída del salario junto con la
inflación, el desempleo y la permanente devaluación que se transformó en la pérdida de la esperanza de
desarrollo, crecimiento y estabilidad económica.

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