You are on page 1of 17

PETER McPHEE

La Revolución Francesa,
1789-1799
Una nueva historia

T ra d u c c ió n ca stellana de
Silvia F urió

CRÍTICA
B arcelon a
IX. LA TRASCENDENCIA
DE LA REVOLUCIÓN

Una revolución que había comenzado en 1789 con ilimitadas esperanzas


en una era dorada de libertad política y cambio social había terminado en
1799 con un golpe militar. No fue posible estabilizar la revolución des­
pués del derrocamiento inicial del antiguo régimen y de la proclamación de
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en agosto
de 1789. Por el contrario, el pueblo francés tuvo que soportar una década de
inestabilidad política, de guerra civil y de conflicto armado con el resto
de Europa.
En 1889, en el centenario de la Revolución Francesa, Samuel Langhornc
Clemens — el autor, bajo el pseudónimo de Mark Twain, de I luckleherry
Finrt y de Las aventuras de Tom Saw yer— publicó Un yanqui en la curte
del rey Arturo. La vigorosa novela imagina la visita de un americano del
siglo xix a la Gran Bretaña del siglo vi como pretexto para analizar el pro­
greso humano e incluye una llamativa justificación de la Revolución
Francesa y del Terror:

Había dos «Reinos del Terror», si queremos recordarlo y reflexionar sobre


ello; uno provocó crímenes con acalorada pasión, el otro con despiadada
sangre fría; uno duró unos cuantos m eses, el otro había durado mil años;
uno causó la muerte de diez mil personas, el otro de cien millones; pero nos
estrem ecem os por los horrores del menor de los Terrores.1

Por supuesto, cualquier juicio sobre si la Revolución Francesa fue, te­


niendo en cuenta todos los factores, beneficiosa para la humanidad ha de
ser más matizado que el de Twain. No cabe duda de que los 300.000 no-

1. Mark Twain, Un yanqui en la corte del rey Arturo (Alianza Editorial, Madrid
2 0 0 0 ).
212 LA R E V O L U C IÓ N F R A N C E S A , 1789-1799 213
LA T R A S C E N D E N C IA D E LA R E V O L U C IÓ N

i
bles y clérigos considerarían aquellos días com o desastrosos en todos los suelta a una efusión sin precedentes de la palabra escrita: cientos de perió-
aspectos. También opinarían así quienes dependían de los privilegiados dicos, quizá un millar " r de obras de teatro, y miles de folletos y octavillas.
para obtener empleo o caridad, y las familias de decenas de miles de jó­ Pero esta revolución de de ideas
ideas fue
fue m muchou c h o más _______ allá,, _ya que este material
• * « __ i__ ; _
venes que perdieron la vida prematuramente en el campo de batalla o en .impreso iba acompañado de un florecimiento del arte popular revolucio­
los hospitales. ¿Murieron en vano? Demasiadas veces las discusiones "¡ nario en forma de grabados en madera y pinturas. M illones de personas
sobre las consecuencias de la revolución hañ nñí.H!. ^ . T V “” r ‘‘,v'Ui’,uu” ® í,a n o e n io r n ia u c e ,“uauuow“ ‘'“----- ' K------------- 7 * .
nerxnnales a m r * ___ ...i__ ,_____ --------------------
v, educidas — -J-.V.W
ajuicios J se acostumbraron a la idea de que una forma de gobierno sólo podía ser
personales acerca de si fue o no «algo bueno». No es lo mismo que eva­ J legítima si estaba basada eni algún tipo de soberanía
----------- ------ ,.popular. , Malcolm
luar sus consecuencias para el mundo en el que vivían los franceses. ■ ••* 1 1 ----- 1----- - — im/nlnrrciHnc
Crook calcula que unos tres m illones de hombres se vieron involucrados
¿Hasta qué punto fue «revolucionaria» la experiencia de veinticinco años í en votaciones a lo largo de la década de la revolución; efectivamente,
de Revolución e Imperio? hubo tantas elecciones (varias por año) e interminables procedimientos
Las respuestas a estas cuestiones van al corazón mismo de las insalva-1 de votación que provocaron un cierto hartazgo. La Constitución de 1793
bles y a menudo mordaces divisiones entre los historiadores. Desde la re- ; estableció disposiciones para realizar elecciones directas, pero nunca se
volución, muchos historiadores han argumentado que, para bien o para |
llevaron a cabo.
mal, aquélla alteró profundamente la mayoría de los aspectos de la vida en Los historiadores también coinciden acerca de la importancia ideoló­
Francia. Sin embargo, en las últimas décadas, algunos estudiosos insisten
que las consecuencias He i» ■ ~7 “ T ‘ “ ' “ W8W0 M gica de
gica de la
la revolución.
revoiucion. Veinticinco
vciiiuum w años «»**> de » agitación política y•- divisiones
---------.............-
Dejaron un legauu■ uc > ---------
i^uwiwv.>,1— u . j,, ---------
matnc j,, H --r- irlenlm/ias^ en C0 1 1 -
refiere a un verdadero cambio sochl F ^ 7 mmimas en lo clue se I dejaron un legado de recuerdos, buenos y malos, y de ideologías en
.................J u a , * C,al- Fran«OIS Furct>Por ejemplo, argu- * | ~flicto que han ■ perdurado hasta u— nuestros tiempos. iLa ,, revolución fue fi un
menta que hasta bien entrado el siglo x ix la sociedad fr~a “‘6“' J l“ c t 0 quc ,la“ pciuuiam,- — .. ................... ____ «Amiinicmn Cíl TPÍllismO
.........
ció nráetieamont» ¡«..oí .~
1 ------------------
, . , _ancesa permane- ^ r¡co semillero de ideologías que abarcan desde el comunismo al realismo
ció prácticamente igual que bajo el antiguo régimen . 2 Según su razona­ ¿ autoritario pasando por ei el uuiuiuuuiuuaiumu
constitucionalismo liberal jy ------------- la democracia
...
miento, hasta que Francia no pasó por su propia revolución industrial en B social. El pueblo francés permanecería ------------------ -I-»
dividido nacerca / 'o r f '
de qué sistema
la década de 1830, las pautas de trabajo y de vida cotidiana eran muy | | í político podía reconciliar mejor la autoridad, la libertad y la igualdad. ¿El
similares a las de antes de la revolución.
® : jefe del gobierno había de ser un rey, un emperador o un ejecutivo electo?
Evidentemente, estos historiadores «minimalistas» coinciden con sus ¿«Libertad» se refería a las libertades cívicas y políticas o también a la
adversarios en que la vida política francesa sufrió una profunda transfor- • libertad económica (una economía de libre empresa)? ¿Y cómo había que
mación. Por primera vez, un enorme y laborioso país se transformaba entender la «igualdad»: como igualdad ante la ley, de derechos políticos,
siguiendo pautas republicanas y democráticas. Ni siquiera la restauración de estatus social, de bienestar económ ico, de razas, de sexos? Estas cues­
ile la monarquía en 1814 fue capaz de invertir el cambio revolucionario de tiones estaban en el meollo de las divisiones sociales y políticas durante
un absolutismo monárquico a un gobierno constitucional y representati­ la revolución: hoy en día siguen sin resolver. t
vo. Por otra parte, la experiencia de años de debate político, de campañas Ninguna de las ideologías que se desarrollaron durante la revolución
electorales y nuevos derechos políticos significaba que la idea de ciuda­ podía pretender representar las opiniones de la mayoría del pueblo francés.
danía estaba ahora profundamente arraigada. Aquellas nuevas ideas se A pesar de que el bonapartismo y el jacobinismo presumían de estar fun­
habían ido extendiendo de boca en boca, a través de la palabra impresa damentados en la soberanía popular, ambos eran ambiguos acerca de la
y de la imaginería, en lo que podría describirse com o una revolución en forma que había de adoptar el gobierno democrático. La memoria de
«la cultura política». Los años de libertad después de 1788 dieron rienda Napoleón proyectaría una larga sombra del hombre fuerte que restauró el
orden y la estabilidad pero a costa de un gobierno militar y una guerra
casi continua. Retrospectivamente el período de mandato jacobino resul­
2. Fran^ois Furct, The French Revolution 1774-1884 (Oxford, 1992). ta atractivo por su énfasis en la democracia y la igualdad social y por su
m m u iu n in u iu iin n iim ii
defensa heroica de la revolución en 1793-1794, pero al mismo tiempo j una lista de nombres de los muertos en 1793 y ofrece imágenes visuales
evoca imágenes negativas del Terror y los controles sobre las libertades que hasta hoy en día han enseñado a generaciones de lugareños que el
civiles. En zonas del sur con una significativa población protestante las levantamiento por parte de los devotos campesinos fue en defensa de sus
'

terribles divisiones políticas de 1793-1795 siguieron a menudo una línea ' queridos OS sacerdotes.
S ü c c r u u ic a . rv o iiiíio m w , >✓
Asimismo, el» descubrimiento __ montones de hue-
v iv u v w ......-------- de
confesional, dejando un legado de odio que en lo sucesivo garantizó el r — ir— j í„ a] n írm m Hp la iale.sia en 1860 acabó convirtién
apoyo de los protestantes a partidos d o I Y 1 ' 6 ““"“ ™ w * sos en Lucs-Vendée por el párroco de la iglesia en 1860 acabó l
cioin ------ 1 . 1 _ x____1 1C0S
________a,('os y
j de
uv izquierdas.
ií,v|Uivi uao. Un
VJU J fose en otro mito, que todavía hoy sigue vigente, el del «Belén de la Ven-
siglo después, un jornalero del campo protestante, Jean Fontane de Anduze ;_ I dée», según el cual 564 mujeres, 107 niños y muchos hombres fueron
(departamento del Gard), recordaba que, «si la mayoría de nosotros fui­ ! ÍBMiiiauuo asesinados en vu un solo día, el
un uv*v 28—de febrero de 1794. En 1804, La Roche-
------
m os republicanos, fue en memoria de nuestra hermosa revolución de sur-Yon, destruida por los ejércitos jacobinos ' en 1794
1794 fue
fue reconstruida
reconstruida
1793, cuyos principios que aún sobreviven en nuestros corazones nos í con el nombre de Napoléonville. La ciudad estaba organizada en torno a
inculcaron nuestros padres. Ante todo, fuimos hijos de la revolución» . 3 spacios abiertos: para el mercado, frente a la Prefectura, y
Por otro lado, en cambio, habría cantidad de personas para las que el de las tropas.4 N o hay quizá mejor exhibición de los valores
recuerdo de la revolución evocaba imágenes negativas de sufrimiento y que sustentaban la visión napoleónica del orden social en la Francia pos-
horror. Los numerosos nobles y la gran masa de sacerdotes de parroquia revolucionaria: no obstante, su conquista del espacio no podía borrar los
que se unieron al tercer estado en 1789 experimentaron una interminable ¡ recuerdos de su anterior papel en el corazón de la rebelión de la Vendée.
pesadilla cuando la revolución abolió los privilegios y títulos de los no- j Doscientos años después, la insurrección sigue siendo el elemento cen
bles y llevó a cabo cambios devastadores en la Iglesia. La mayoría de los tral de la identidad colectiva de los habitantes del oeste de Francia.
diputados clericales llegaron a los Estados Generales de 1789 siendo muy Sin embrago, fuera cual fuese la importancia de estos cambios para el
críticos con la monarquía y con sus propios obispos, y estaban ansiosos o, 'Ibs !ideas
J--------1!*:—
p o lítica s ”y *iub
'>■’ ic tu u u u o , los «minimalistas» armu
—___0
por participar en un proyecto de regeneración del país. Sus esperanzas tan que los elementos básicos de la vida cotidiana permanecieron prácti­
fueron barridas por programas de reforma mucho más radicales para la camente invariables: especialmente las pautas de trabajo, la posición de los
Iglesia, que culminaron en la Constitución Civil del Clero. La implicación pobres, las desigualdades sociales y el estatus inferior de las mujeres.
— tanto activa como de complicidad— del clero refractario en la contrarre­ En primer lugar, la gran masa de gente trabajadora en las ciudades y
volución y la consiguiente proscripción y descristianización durante el en el campo continuó trabajando y subsistiendo del mismo modo que lo
Terror acabaría uniendo a Iglesia y monarquía en una ideología realista había hecho antes de 1789. Muchos franceses siguieron siendo, como sus
de derechas, uno de los principales movimientos políticos de Francia de padres, propietarios o arrendatarios de pequeñas parcelas de tierra. La
los 150 años siguientes. abolición de los tributos de señorío, finalmente alcanzada con las refor­
Los recuerdos del Terror, de las levas masivas y de la guerra estaban mas de 1792-1793, y la compra de pequeñas porciones de propiedades de
grabados en los más hondo de la memoria de cada individuo y de cada la Iglesia y de los emigrados hizo posible que m illones de campesinos
comunidad. En el oeste, donde la guerra civil de la Vendée había costado terratenientes permaneciesen en sus tierras. Francia siguió siendo una
unas 400.000 vidas, hubo un rechazo general del republicanismo durante
un siglo o más. En el pueblo de Chanzeaux, por ejemplo, la iglesia cons­
truida en el siglo x ix sobre las ruinas de la vieja destaca en sus vitrales 4. Entre 300 y 500 de los 2.320 habitantes de Luc murieron en las luchas de la insurrec­
ción de la Vendée: Jean-Clémcnt Martin y Xavier Lardiére, Le Massacre des Lucs-Vendée
1794 (Vouillé, 1992). Sobre Chanzeaux, véase Lawrence Wylic, Chanzeaux: A Village in
Anjou (Cambridge, Mass., 1966). Sobre La Roche-sur-Yon, véase John M. Merriman, The
3. Peter McPhee, The Politics o f Rural Life: Political Mobilizalion in the French Margins o f City Life: Explorations on the French Urban Frontier, 1815-1851 (Oxford,
Countryside 1846-1852 (Oxford, 1992), p. 161.
1991), pp. 101-112.
sociedad eminentemente rural dominada por pequeñas granjas en cuyos un importante gravamen, un impuesto indirecto, y se volvieron a erigir
hogares se utilizaban antiguos métodos y técnicas para la propia subsis-'*• las casas de aduanas en torno a las ciudades y pueblos. N o hay duda algu-
tcncia. En las áreas urbanas gran parte del trabajo continuó llevándose a f [ na de que los momentos de poder popular y de esperanza dejaron huellas
cabo en pequeños talleres, donde los maestros artesanos trabajaban junto 1 indelebles en la memoria colectiva de los descendientes de los sans-
a tres o cuatro obreros cualificados y aprendices. Tendrían que pasar va- % culottes y en parte del campesinado. A pesar de ello, podríamos discutir
rias décadas antes de que una minoría sustancial de asalariados encontra- 1 que, para los obreros, los recuerdos agradables de 1792-1794 de poco
sen empleo en grandes talleres mecanizados como los que A-- empezaban
----1---- a ¡ consuelo iban a servir ante las frustradas expectativas de un verdadero
florecer en las nuevas ciudades industriales del norte de Inglaterra. |f cambio social. Los descendientes de los radicales de la década de 1790
En segundo lugar, fueran cuales fueren los grandes proyectos de los | tuvieron que esperar varias décadas antes de ver realizadas sus esperan­
jacobinos en 1793-1794, los desposeídos continuaron siendo una nutrida s zas: hasta 1848 para la aplicación definitiva del sufragio masculino (para
clase urbana y rural a la que en tiempos de crisis se unían los jornaleros | ¡ las mujeres habría que aguardar hasta 1944), hasta 1864 para el derecho
del campo y obreros urbanos en paro. La posición de los pobres había | , de huelga y veinte años más para el derecho a formar sindicatos hasta
sido siempre espantosa, pues dependían de la asistencia azarosa y a me- j [ la década de 1880 para una educación laica, obligatoria y gratuita, y has­
nudo poco adecuada de la Iglesia. Pero lo peor aún tenía que llegar. En ta bien entrado el siglo XX para la implantación de un impuesto sobre la
1791, la Asamblea Nacional privó a la Iglesia de la capacidad de dispen­ renta y disposiciones de bienestar social para los enfermos, los ancianos
sar caridad al abolir el diezmo y vedar las propiedades eclasiásticas. Al y los desempleados.
darse cuenta de que el gobierno local no podía ofrecer alivio a los pobres, ’ En tercer lugar, Francia siguió siendo una sociedad jerárquica y pro­
el gobierno estableció una serie de programas de trabajo y medidas provi- 1 fundamente desigual, aunque en la nueva jerarquía el mejor indicador de
sionales poco sistemáticas y nunca adecuadamente financiadas por los : mérito personal fuese la riqueza más que el apellido familiar. En el perío­
gobiernos siempre preocupados por la guerra. Después de 1794 la sitúa- í do revolucionario se libraron muchas batallas por la cuestión de qué sig­
ción de los pobres se hizo verdaderamente desesperada cuando los go­ nificaba en la práctica la palabra «igualdad», pero las campañas de los
biernos conservadores eliminaron los controles de los precios y las medi­ sans-culottes y de los campesinos más pobres por conseguir medidas
das de bienestar social de los jacobinos. A ello hay que añadir varias concretas para reducir las desigualdades económ icas fracasaron. La
malas cosechas y rigurosos inviernos. En el invierno de 1795-1796 el río , Constitución de 1793 fue la primera en asumir la responsabilidad pública
Sena se heló hasta solidificarse y, según informes, lobos hambrientps 1 del bienestar social y de la educación, pero nunca se llevó a la práctica.
merodeaban por las calles de París entre los cuerpos de los indigentes que i e También en las colonias las jerarquías prerrevolucionarias de raza se
habían muerto de inanición. Incluso después de ser restaurada en su impusieron nuevamente, con una sola excepción. En enero de 1802,
puesto com o religión estatal por parte de Napoleón, la Iglesia católica ■ 12.000 soldados franceses desembarcaron en Santo Domingo para reins-
nunca pudo recuperar sus recursos materiales para administrar consuelo a ;■ taurar el control colonial; tras dos años de sangrientas luchas nacía la pri­
las necesidades de los pobres ni siquiera de la forma limitada en que lo mera nación negra poscolonial, Haití. Sin embargo, Napoleón canceló en
había hecho antes de 1789. todas partes la abolición jacobina de la esclavitud de 1794 y en 1802 vol­
Entre los primeros partidarios de la revolución, quizá la población vió a introducir el «Código Negro» de 1685, que despojaba a los esclavos
obrera urbana fue la que más sacrificó y la que menos ganó. Los sans- de recurso legal y concedía la propiedad de sus hijos al dueño. El comer­
culottes de París, Marsella y otras ciudades constituyeron la espina dorsal cio de esclavos no quedaría definitivamente abolido hasta 1815-1818,
de la revolución pero obtuvieron muy pocos beneficios tangibles. Sus pero la esclavitud persistiría hasta 1848.
exigencias en 1793 por una redistribución de la propiedad no consiguie­ Además, en la nueva jerarquía basada en la riqueza que dominaría el
ron alcanzar resultado alguno, al contrario, en 1789 se introdujo de nuevo , país a partir de 1799, la mayoría de nobles del antiguo régimen siguió
m m n u in u ü m u m u im w i
ocupando puestos preeminentes. Según Donald Greer, 13.925 hombi das por unas treinta mil mujeres, fueron drásticamente recortadas y
pertenecientes a la nobleza mayores de 1 2 años habían emigrado; en ' edificadas en 1804 por Napoleón y finalmente abolidas por completo
tal, 1.158 nobles, hombres y mujeres, fueron ejecutados durante el Tei 1816. A pesar de las enérgicas campañas de feministas individuales en
Ahora los historiadores piensan que quizá no había más de 125.000 ng< 1 primeros años de la revolución, de la repetida intervención de las mu-

bles en la década de 1780, muchos menos de lo que antes se pensó. Fui fcres trabajadoras en las acciones colectivas en París y su presencia en
consiguiente, prácticamente todas las familias nobles se vieron direc­ ¿ibes y sociedades, la inmensa mayoría de políticos de cualquier signo
tamente afectadas por la emigración, el encarcelamiento o la ejecuci «oponía firmemente a conceder derechos políticos a las mujeres. Durante
A pesar de todo, queda claro que la revolución no fue un holocausto de dTerror, el periódico del gobierno, La Feuille du salut public, preguntaba:
la nobleza. A quellos nobles que esquivaron los problemas políticos y
conservaron intactas sus tierras durante la revolución pudieron continuar Mujeres, ¿queréis ser republicanas? Amad, respetad y enseñad las leyes
desempeñando un papel económico y político preponderante en el siglo xa.' que conminan a vuestros maridos y a vuestros hijos a ejercer sus derechos
De los 281 hombres que Napoleón nombró como «prefectos» para admi­ ... nunca asistáis a las asambleas populares con el deseo de hablar allí.
nistrar sus provincias, el 41 por ciento procedían de antiguas familias
nobles. En 1830, dos terceras partes de los 387 hombres más ricos de tivamente, la fuerza que representaba el desafío político de las mtije-
Francia eran nobles, y en 1846, el 25 por ciento de los diputados del Par­ Ks puede calcularse por los frecuentes y violentos ataques que sobre
lamento eran nobles de familias del antiguo régimen. se desencadenaban. Todos los políticos desde los monárquicos hasta
El 28 Pluvioso del año VIII (16 de febrero de 1800), sólo tres meses león habrían estado de acuerdo con el jacobino Amar, del Comité de
después de su subida al poder, Napoleón hizo público un nuevo decreto ¡uridad General, que justificaba la prohibición y disolución de la orna
administrativo que reducía drásticamente el gobierno local a un sello de ación de mujeres militantes, Ciudadanas Republicanas Revoluciona
goma. A partir de aquel momento, los consejos tuvieron que limitarse al ante la Convención el 30 de octubre de 1793 describiendo asi a los
manejo de las finanzas comunales y de los recursos en el marco de una hombres
rígida fórmula de administración. Los alcaldes y los tenientes de alcalde
de ciudades con más de 5.000 habitantes habían de ser nombrados direc­ fuertes, robustos, provistos de una gran energía, audacia y coraje ... desti­
tamente por el primer Cónsul, mientras que los demás podían ser nombra­ nados a la agricultura, al com ercio, a la navegación, a los viajes, a la
dos por el prefecto del departamento. De este modo los prefectos tenían guerra ... tan sólo él parece apto para el pensamiento serio y profundo ...
el poder de los intendants prerrevolucionarios, y los consejos locaies, ele­ la mujeres no están hechas para pensamientos superiores ni reflexiones
serias ... más expuestas al error y al júbilo, cosa que sería desastrosa en la
gidos por veinte años teniendo en cuenta requisitos de propiedad, eran
vida pública.5 t
obviamente menos democráticos y tenían menos trabas que antes. Tam­
bién los jueces volvieron a ser nombrados en vez de ser elegidos.
Por último, los «minimalistas» argumentan que el estatus inferior de Las ambigüedades en las actitudes de los hombres respecto a las mujeres
la mujer apenas experimentó cambio alguno, al contrario, se afianzó. Las Aspiradas en arraigados supuestos acerca de la «naturaleza de las mu­
mujeres habían sido siempre el eje de la frágil economía familiar y, como res»— son también evidentes en la iconografía revolucionaria: la imagen
tal, dotaron a la revolución de una extraordinaria fuerza y esperanza rotectora de la Virgen María del antiguo régimen dio paso a la Marianne
durante los primeros años. Sin embargo, como mujeres, parece que obtu­
vieron muy pocos beneficios: sólo el derecho a heredar en términos de § 5. La Feuille du salut public, noviembre de 1793. Sobre la participación de las muje­
igualdad con sus hermanos varones y de firmar contratos legales, si estaban res en la revolución, véase Rose, Tribunes and Amazons; Landes, Women and the Public
solteras, sobrevivió al Imperio. Las leyes liberales de divorcio de 1792, Sphere, cap. 6, Conclusión; Hufton, The Prospect before !ler, cap. 12.
SfH
de la república, ahora vistiendo un atuendo clásico y el gorro de la liber­ f Estos historiadores «maximalistas» aducen que la revolución fue un
tad, pero aun así una alegoría femenina vigilando protectora aunque vttiunfo para la burguesía y para los campesinos terratenientes. Por otro
sivamente a los hombres activos. Lynn Hunt argumenta que a pesar, íbdo, la revolución transformó las estructuras institucionales de Francia;
a causa, del desafío político de las mujeres radicales, la transición del ab­ ¡fesmás, el significado mismo de la propia «Francia». Condujo también a
solutismo — bajo el que todos eran súbditos del rey— a una fraternidad cambios perdurables en la naturaleza de la Iglesia y de la familia,
republicana de ciudadanos varones reforzó la posición política subor í La revolución representó un abrupto cambio en las estructuras de
nada de las mujeres. | identidad cultural e institucional. Francia en 1789 era una sociedad en la
La implicación de esta visión «minimalista» de la trascendencia de 1»| | que las personas expresaban lealtad casi exclusivamente a su propia re-
revolución es que los pocos cambios que implantó en la política y socie-|| fgión: la unidad de Francia se debía tan sólo a la pretcnsión de la rnonar-
dad francesa no merecieron el sacrificio realizado. El terrible legado del» quiade que aquél era su territorio y los habitantes sus súbditos. La mayor
revolución, según Simón Schama, fue la violenta e ingenua certeza de ® parte de la gente no hablaba francés en la vida diaria y recurría a las élites
que «relacionó el desencanto social con el cambio político»; el gran enw | délas ciudades de provincias como Toulouse, Rennes y Grenoble para que
de Luis XVI fue pedir a las masas sus cahiers de doléances en un mo­ e les defendiesen contra las crecientes exigencias de la corona en lo relativo
mento de hambruna y de inestabilidad política. A partir de aquel mome P * impuestos y reclutamientos. La fuerza de las lealtades locales estaba
to la revolución estaba «condenada a la autodestrucción a causa de sus afianzada por prácticas económicas que trataban de solventar las necesi-
desmesuradas expectativas». Para Schama, el único cambio social signi­ [ dades de los hogares intercambiando productos principalmente dentro de
ficativo fue la muerte de inocentes a manos de demagogos sin escrúpulos" I los mercados locales. Desde el siglo xn, el coste que la monarquía había
y de turbas enloquecidas . 5 'ífg f tenido que pagar por el establecimiento de un control territorial sobre
Otros historiadores, com o Albert Soboul y Gwynne Lewis insisten ea'’ Francia había sido la aceptación de un mosaico de privilegios locales y re­
que la revolución fue profundamente transformadora. Aunque recono-5 gionales, exenciones y derechos. En vísperas de la revolución, todos y cada
cen que se produjeron importantes continuidades en la sociedad francfr - I uno de los aspectos de las institucion
sa, aseguran que los «minimalistas» han ignorado otras consecuencias I glistración, en las costumbres y medidas, en las leyes, en los impuestos y
fundamentales. Para Soboul, la perspectiva «minimalista» surgió de una j ' en la Iglesia— estaban marcados por exenciones regionales y privilegios.
antipatía política hacia las posibilidades de la transformación revolucio*| No sólo se beneficiaban de privilegios legales y contributivos el clero, la
naria: «los vanos intentos por negar a la Revolución Francesa — aquel nobleza y ciertas organizaciones corporativas com o los gremios, sino
peligroso antecedente— su realidad histórica». Para Soboul, la revolu­ que las provincias tenían también sus propios códigos legales, grados de
ción fue profundamente revolucionaria en sus resultados a corto y a autogobierno, niveles de contribución, y sistemas de moneda, pesos y
plazo: «Una clásica revolución burguesa, su intransigente abolición del medidas. *
sistema feudal y del régimen señorial hacen de ella el punto de partid*; En 1789-1791 los revolucionarios remodclaron los distintos aspectos
hacia la sociedad capitalista y el sistema representativo liberal en la histo-* de la vida pública e institucional de acuerdo con los principios de racio­
ría de Francia» . 7 nalidad, uniformidad y eficiencia. Un sistema administrativo de departa­
mentos, distritos, cantones y comunas respaldaba esta demoledora refor­
ma. Aquellos 83 departamentos (hoy 96), a partir de entonces, iban a ser
administrados exactamente del mismo modo: tendrían una idéntica es­
tructura de responsabilidades, de personal, y de poder. Las fronteras dio­
cesanas coincidían con los límites de los departamentos, y las catedrales
solían ubicarse en las capitales de los departamentos. La uniformidad de
222 LA T R A S C E N D E N C IA D E LA R E V O L U C IÓ N 223
LA R E V O L U C IÓ N F R A N C E S A , 1789-1799

las estructuras administrativas se reflejaba también en la imposición ¡principal forma de redistribución de la riqueza o excedente era el pago
un sistema nacional de pesos, medidas y moneda basado en las nueva :1«tributo» o «excedentes» de diversa índole al Estado, la Iglesia y a los
medidas decimales. Por ejemplo, el departamento del Lot-et-Garonne lo re s en forma de impuestos, arbitrios o diezmos. Hacia 1800 las pre­

el suroeste abarcaba un área en la que antes de 1789 existían más gones de los órdenes privilegiados estaban irremediablemente muer-
sesenta y cinco formas diferentes de medir la longitud y veintiséis mi tas: ahora el Estado obtenía la riqueza directamente de los productores a
das para pesar el grano: ahora había sólo una forma nacional de medit ivés de estructuras económicas (rentas, mercado y trabajo). Siguiendo
Estas mejoras evidentes para los negocios y el comercio se acentu; [drazonamiento de Eric Wolf, ahora solamente el Estado podía recaudar el
con la abolición de los peajes que se pagaban a las ciudades y a los nobles f § N ° de los imPuestos>reclutar hombres y reclamar obediencia, estable,
y la supresión de las aduanas internas. Antes de 1789, por ejemplo, unco- I S oendo su creciente Poder y preeminencia como agente de control so c ia l"
merciante que transportase una carga de madera desde la Lorena hasta El poder emocional del Estado-nación llevó con frecuencia a los revo­
I
Séte en el Mediterráneo tenía que atravesar treinta y cuatro distintas lucionarios de París a proclamar que solamente el francés era la «lengua
barreras de peaje en veintiún lugares diferentes. A partir de entonces los déla libertad» y que las lenguas minoritarias eran parte del arcaico anti­
gobiernos legislaron en base a un libre comercio dentro de un mercado, guo régimen que habían derrocado. De hecho, las actitudes populares
nacional. respecto a la revolución entre las minorías étnicas que en total constituían
Desde 1789, todos los ciudadanos franceses, fuera cual fuese su ex­ - lamayor parte de la población variaban desde el entusiasmo hasta la más
tracción social y su residencia, serían juzgados según un único y uniforme rotunda hostilidad en todo el territorio y durante todo el período. Pero la
código legal, y obligados a pagar impuestos proporcionales a su riqueza, revolución y el imperio tuvieron en todas partes un profundo impacto un
especialmente sobre sus propiedades en tierras. Éste es uno de los signifi­ la identidad colectiva, en la francisation (afrancesamiento) de los chula
cados clave de la palabra «fraternidad» y «unidad nacional». Los años danos de una nueva sociedad, tanto porque participaban en elecciones y
de la revolución y del imperio intensificaron la unidad administrativa de referendums dentro de un contexto nacional com o porque, durante los
Francia, sustentada por una nueva cultura política de ciudadanía y por la años de las guerras revolucionarias, m illones de jóvenes fueron reelu
veneración de héroes nacionales sacados de la antigüedad o de la propia | lados para luchar por la patrie, para defender a la revolución y a la repii
lucha revolucionaria. La revolución no sólo supuso un punto de inflexión blica. En el año III, el general K.léber pidió que su compatriota alsaciano
en la uniformidad de las instituciones estatales, sino que por primera vez Ney le acompañase al Ejército del Rin «para que ... por lo menos pueda
se entendía el estado com o representante de una entidad enwcional, «la hablar enseguida con alguien que sepa mi lengua». El propio Napoleón,
nación», basada en la ciudadanía. Por esta razón los historiadores consi­ * que no tenía gran soltura en francés, quizá pensaba en ellos cuando dijo
deran que la Revolución Francesa actuó com o semillero del nacionalismo bromeando: «Dejad que estos hombres valientes hablen su dialecto alsa­
moderno, un ejemplo clásico del concepto de Benedict Anderson de ciano; siempre pelean en francés» . 1 0 *
«comunidad imaginada» como base de la identidad nacional. 8 En sus memorias, el eminente noble catalán Jaubert de Passa recorda­
La unidad nacional no sólo se alcanzó a expensas de los privilegios ba con nostalgia los años anteriores a 1789 cuando «ignoraba por com­
inherentes a los órdenes sociales, puestos y localidades, sino que también pleto el francés e ... incluso sentía una alegre repulsión por esta lengua».
asumió que todos los individuos eran ahora en primer lugar y ante todo Dos parientes cercanos de Jaubert habían sido guillotinados por cola­
ciudadanos franceses, miembros de la nueva nación. Antes de 1789, la borar con los ejércitos españoles en 1793-1794. Ahora, en 1830, escribía

9. Eric Wolf, Europe and the People without History (Berkeley, Calif., 1982), cap. 3.
8. Benedict Anderson, Imagined Communities: Refleclions on the Origin and Spreai 10. Martyn Lyons, «Politics and Patois: The Linguistic Policy o f the French Revolu­
ofNationalism (Londres, 1983). tion», Australian Journal o f French Studies, 18 (1981), pp. 264-281.
sus memorias en perfecto francés." Tanto si los hablantes de lenguas mi­ Sin embargo, a pesar de las dificultades económicas que padecieron
noritarias eran entusiastas com o si eran hostiles a los cambios revolucio­ los empresarios y comerciantes de estas ciudades, hubo otras donde las
narios, los años posteriores a 1789 representaron una aceleración del pro­ i' industrias del algodón, del hierro y del carbón se vieron favorecidas
ceso de francisation, por el que acabaron sientiéndose ciudadanos de la durante el período napoleónico por el papel de Francia en el sistema con­
nación francesa y al mismo tiempo bretones, catalanes o vascos. Sin em­ tinental y por la protección contra los importadores británicos. Una de
bargo, este cambio de identidad no debería exagerarse. Esta «doble iden­ ellas era la pequeña ciudad textil normanda de Elbeuf. Allí la burguesía
tidad» se limitaba a la aceptación de las instituciones nacionales y al fabricante había sido muy precisa en sus quejas en ios cahiers de 1789,
vocabulario de una nueva política francesa. Hay pocas evidencias de que I tronando contra:
las culturas populares y las lenguas minoritarias sufriesen erosión alguna f
por ello. El francés siguió siendo la lengua cotidiana de una minoría de per- ¡ la ineficaz administración de hacienda ... estas limitaciones, estos impedi­
mentos al comercio: barreras que alcanzan hasta el mismo corazón del
sonas y Francia una gran tierra de gran diversidad cultural y lingüística.
reino; interminables obstáculos a la circulación de mercancías ... los
El argumento fundamental para la perspectiva «minimalista» acerca de 3
representantes de las industrias de fabricación y las Cámaras de Comer­
la trascendencia de la revolución es que, como victoria del campesinado cio totalmente ignorados y despreciados; una indiferencia por parte del
terrateniente y a causa de las décadas perdidas de comercio con ultramar gobierno hacia los fabricantes ...
debido a la prolongada guerra, aquellos años retardaron el desarrollo de
1 P
una economía capitalista o de mercado. Del mismo modo podría argüirse La «indiferencia» que tanto dolía a aquellos hombres se refería al tratado
que muchos de aquellos burgueses a los que Soboul considera vencedo­ de 1786 de libre comercio con Gran Bretaña que los había dejado a mer­
■i
res de la revolución de hecho sufrieron mientras duró. ced de una competencia barata. Después de 1789, aquellos industriales
Ciertamente hubo muchos burgueses para los que la revolución y el í en ciernes alcanzaron sus objetivos, incluyendo el nuevo reconocimiento
imperio fueron períodos económicamente difíciles. Éste fue concreta- i de su propia importancia: en el año V, se les pidió por primera vez la opi­
mente el caso de las grandes ciudades costeras donde la incertidumbre nión sobre una serie de tratados comerciales, y en el año IX el papel ase­
causada por las guerras y bloqueos y la temporal abolición de la escla- ¡j sor de la Cámara de Comercio quedó formalmente institucionalizado.
vitud (1794-1802) asestaron un duro golpe al comercio con ultramar: : Aunque Elbeuf experimentó el duro golpe de los bloqueos comerciales y
hacia 1815, el comercio externo francés era tan sólo la mitad del volumen la escasez de alimentos, las décadas posteriores a 1789 marcan una
de 1789 y no recuperó los niveles prerrevolucionarios hasta 1830. Entre ; importante fase en la mecanización y concentración de la industria textil
1790 y 1806, el deterioro del comercio provocó una caída de la población J en la ciudad más que en el trabajo rural a destajo. Hacia 1815 la pobla­
de Marsella de 120.000 a 99.000, de la de Nantes de unos 90.000 a | ción había aumentado un 50 por ciento y el número de empresas se había
77.000 y de la Burdeos de 110.000 a 92.000. En el Languedoc, las ciuda- jj duplicado. El poder político estaba ahora totalmente concentrado en
des textiles de Lodéve, Carcasona y Sommieres habían ya sufrido una manos de aquellos fabricantes locales . 1 2
crisis en la década de 1780, en gran parte debido a la competencia indus­ La esencia del capitalismo es una producción orientada al mercado
trial inglesa, y los decenios de guerra proporcionaron tan sólo una tregua ■ por grandes y pequeños empresarios en la ciudad y en el campo para ob-
temporal a través de los suministros del ejército antes de que se hundie­ : i tener beneficios. Aunque muchos empresarios, especialmente en los puer-
sen por completo. ; tos de mar, sufrieron verdaderamente durante la revolución, en un sentido

11. Pcter McPhcc, «A Case-Study of Intcrnal Colonizaron: The Francisation of Nor­ 12. JefTrcy Kaplow, E lbeuf during the Revolutionary Periud: History and Social
thern Catalonia», Review: A Journal o f Ihe French Braudel Cenler, 3 (1980), pp. 399-428. Slructure (Baltimore, 1964), pp. 193-209, y caps. 3, 5

J L -.
más general, ésta aceleró cambios fundamentales para la naturaleza de la L, piedades eclesiásticas fueron subastadas lo más pronto que se pudo, y la
economía francesa, cambios que facilitarían las prácticas capitalistas» ¡ansiosa burguesía local pagó el 40 por ciento más de su valor estimado.
Desde 1789 hubo una serie de cambios institucionales, legales y sociales ? Además, a pesar de que la mayoría de nobles conservaron intactas sus
que crearon el ambiente propicio en el que prosperaría la industria y la fierras (Robert Forster calcula que aproximadamente una quinta parte de
agricultura capitalista. La ley de libre empresa y libre comercio (laissez las propiedades de los nobles fueron requisadas y vendidas), su método
faire, laissez passer) de la revolución garantizó a los fabricantes, granje­ de explotación del suelo tuvo que cambiar radicalmente. La abolición
ros y comerciantes el poder dedicarse a la economía de mercado sabiendo final de los tributos feudales en 1793 hizo que los ingresos que los nobles
que podían comerciar sin los impedimentos de las aduanas internas y los obtenían de sus propiedades procedieran a partir de entonces de los alqui­
peajes, ni los diferentes sistemas de medidas y una infinidad de códigos leres que imponían a los arrendatarios y aparceros o de la explotación
legales. La posición de los empresarios se vio fortalecida por la ley de Le directa de las tierras de los nobles por parte de capataces que contrataban
Chapelier de junio de 1791, que declaraba ilegales las asociaciones de jornaleros. Ahora la base de la riqueza rural era el uso eficiente de los
trabajadores, y por el restablecimiento por parte de Napoleón del livret, recursos agrícolas más que el control sobre las personas.
una práctica del antiguo régimen que exigía que los trabajadores lleva­ Los campesinos que eran dueños de sus tierras fueron los beneficiarios
sen una cartilla en la que se detallaba su historia laboral y su conducta. directos y más sustanciales de la revolución. Tras la abolición de los tribu­
El cambio económ ico en el campo pudo verse acelerado por la venta ios feudales y del diezmo eclesiástico, ambos normalmente pagados en
de tierras. Las investigaciones sobre la repercusión e incidencia social de especie, los granjeros se vieron en una posición inmejorable para cuneen
aquellas ventas durante la revolución son poco sistemáticas, pero no hay trarse en el uso de las tierras para cultivos más productivos. Por ejemplo,
duda de que fue significativa en muchas zonas. Un cálculo estimado con­ en el campo de los alrededores de Bayeux, el suelo duro y húmedo l'ue
cluiría que un 2 0 por ciento de las tierras cambió de manos a consecuencia rápidamente convertido en pasto una vez concluida la exigencia de la Igle­
de la expropiación de la Iglesia y de los emigrados. En 1786, por ejemplo, sia de obtener un diezmo fijo en grano. En Gabian, los campesinos empe­
la familia Thomassin de Puiseux-Pontoise (justo al norte de Menucourt) zaron a extender sus viñedos a campos antes utilizados para el cultivo de
poseía 3,86 hectáreas y arrendaba 180 más al señor marqués de Girardin. cereales. A consecuencia de la venta de tierras, las propiedades de los
Más tarde compraron grandes extensiones de propiedades nacionalizadas campesinos aumentaron aproximadamente de un tercio a dos quintas par
arrebatadas durante la revolución a la abadía de St.-Martin-de-Pontoise,a tes del total de las tierras de Francia (por ejemplo, del 31 al 42 por ciento
las Hermanas de la Caridad y a otros ocho propietarios eclesiásticos: en en el departamento de Nord estudiado por Georges Lefebvre), y ya no es­
1822 eran dueños de 150,64 hectáreas, el 27,5 por ciento de las tierras del taban sujetas a diezmos ni a los tributos de señorío. El peso de tales exac­
municipio, incluyendo gran parte de las propiedades del marqués. Estas ciones variaba enormemente, pero en el oeste de Francia era habitual que
tierras se utilizaron para el cultivo comercial de cereales y, finalmente, se el peso total alcanzase el 20-25 por ciento del producto de los canjpesinos
dedicaron a la remolacha azucarera y a una destilería de azúcar. 1 3 ! propietarios (por no mencionar la corvée, ios monopolios señoriales y los
Las tierras de la Iglesia solían ser de primera calidad, se vendían en pagos irregulares). Ahora los productores consevaban una parte extra de
grandes lotes mediante subasta y las compraban burgueses urbanos y su producción que a menudo era directamente consumida por una pobla­
rurales — y muchos nobles—- con capital para así expandir las propieda­ ción mejor alimentada: en 1792, sólo uno de cada siete reclutas del empo­
des ya existentes. En Angers y alrededores, por ejemplo, las extensas pro­ brecido pueblo de montaña de Pont-de-Montvert (Lozére) media más de
1,60 metros; en 1830 ésta era la estatura media de los reclutas. 14
13. Albert Soboul, «Concentrations agraire en pays de grande culture: Puiseux-
Pontoise (Seine-et-Oise) et la proprictéThomassin», en Soboul, Problemaspaysans déla 14. Patrice Higonnet, Pont-de-Montverl: Social Structure and Politics in a French
Révolulion, 1789-1848 (Paris, 1976), cap. 11. Village. 1700-1914 (Cambridge, Mass., 1971), p. 97.
Las reformas y las guerras del período revolucionario tuvieron efectos freno contra la destitución. No obstante, el historiador ruso Anatoli Ado
dispares en las economías rurales. En el extremo norte del país, en Mon- esgrime que las coacciones hacia una transición más rápida al capitalis­
tigny y su región de Cambrésis, este período vio el desmoronamiento de la mo agrario en la Francia posrevolucionaria no provenían tanto de la conso­
característica economía textil rural. El tratado de libre comercio con lidación de la propiedad de los pequeños campesinos como de la supervi­
Inglaterra en 1786 supuso un fuerte revés para la industria textil; ahora las vencia de las grandes propiedades arrendadas en alquileres a corto plazo o
guerras revolucionarias e imperiales de 1792-1815, que barrieron una y por aparceros. Evidentemente, en algunas zonas cercanas a las ciudades
otra vez la región, destruirían también el mercado del lino. Cuando las o con buenos medios de transporte la retención de una mayor parte del
vastas tierras de la Iglesia se vendieron como propiedad nacional después producto incrementaba el margen de seguridad de los medianos y gran­
de 1790, los tejedores comerciantes se apresuraron a comprarlas como un des terratenientes y facilitaba la visión de los riesgos de una espccializa-
refugio de la industria que se desmoronaba por momentos. Así pues, hacia ción de mercado. De este modo la revolución pudo haber acelerado tam­
1815 el campo era nuevamente tan rural como lo había sido un siglo antes, bién la expansión del capitalismo en el campo . 1 6
y la reconstrucción de la industria textil se centró en las ciudades. En cam­ No todos los sectores de la población rural se beneficiaron del mismo
bio, en el departamento del Aude, en el sur, el fin de las exacciones seño­ modo. Napoleón se sirvió del amplio apoyo que le brindaron quienes
riales y de la Iglesia, junto con la caída de la industria textil, animó a los valoraban tanto la imposición del orden social com o la garantía de los
campesinos a regresar al vino como cultivo comercial. En los treinta años logros revolucionarios. Así, por ejemplo, la familia Chartier de Gonesse,
posteriores a 1789, los cálculos de los viñedos, proporcionados por los al­ justo al norte de París, habían sido terratenientes pero se aprovecharon de
caldes de la zona, en el departamento mostraron un aumento del 75 por la venta de las tierras de la iglesia en 1791 para adquirir grandes ex­
ciento, de 29.300 a 51.100 hectáreas. El volumen de vino producido llegó a tensiones. Uno de los miembros de esta familia fue alcalde en 1802, dan­
triplicarse hasta 900.000 hectolitros en el transcurso de aquellos años. do comienzo a una ascendencia en el cargo que duraría hasta 1940. Apar­
Esta primera revolución del cultivo vinícola «desde abajo» constituye te de aquellos que pudieron beneficiarse de la desenfrenada inflación de
una importante prueba para el debate en curso acerca del alcance y natu­ 1795-1797 para librarse de los arriendos o para comprar tierras, los terra­
raleza del cambio económ ico aportado por la revolución. Haciéndose eco tenientes y aparceros experimentaron con la revolución unas limitadas
de la famosa afirmación de Georges Lefebvre de que el campesinado mejoras materiales. No obstante, como cualquier otro grupo de la comu­
«destruyó el régimen feudal, pero consolidó la estructura agraria de Fran nidad rural, se habían visto afectados por las banalités (monopolios de
cia», Peter Jones concluye que «los sumamente pobres, es decir el cam­ molinos, panaderías y prensas de vino y aceite) y las corvées (trabajo no
pesinado sin tierras o prácticamente sin ellas, casi siempre reclamaban la remunerado) y, junto con los jornaleros, habían sido los más vulnerables
total restauración de los derechos colectivos...» y que «la revolución es­ a los a menudo arbitrarios tribunales de justicia señoriales. El exhaus­
timuló el “peso muerto” o el sector de subsistencia de la economía tivo estudio de John Markoff sobre los orígenes y curso de la revolución
rural» . 1 5 La inexactitud de semejante argumento para un análisis marxista campesina le lleva a concluir que los «revisionistas» anglófonos, es­
de la revolución com o momento decisivo en la transformación del feuda­ pecialmente Alfred Cobban, William Doyle y George Taylor, están fun­
lismo al capitalismo resulta evidente. damentalmente equivocados al minimizar o malinterpretar el alcance de
Obviamente, hay muchas evidencias de que los sectores más pobres la iniciativa política campesina y la trascendencia de la abolición del feu­
de las comunidades rurales se aferraban a los derechos colectivos como dalismo.

15. Jones, Peasantry, pp. 255-259; Georges Lefebvre, «La Révolution frimcjaisc ct les 16. Anatoli Ado, Paysans en Révolution (París, 1996), 6, Conclusión; McPhee, Revo-
paysans», Études sur la Révolution franfaise (París, 1954), p. 257. lution and Environment, cap. 7.
Los beneficios directos que la población rural, especialmente los municipio según las asignaciones presupuestarias, y no su antiguo señor
campesinos terratenientes, extrajo de la revolución no fueron solamente dotado de poder feudal, el arbitrario administrador del producto de su
a expensas de la Iglesia y de la nobleza. En muchos aspectos las ciudades sudor. 17
provinciales, centros de las instituciones del antiguo régimen, eran pará­
sitos del campo. En ciudades com o Bayeux, Dijon y Angers los ingresos Estos «principios subversivos» eran habitualmente utilizados por los
procedentes de los tributos feudales y del diezmo los gastaban el cabil­ administradores para justificar su incapacidad para controlar «la torpe
do catedralicio, las órdenes religiosas y los nobles residentes en la con­ avaricia de los campesinos» al apoderarse y desbrozar las inmensas áreas
tratación de criados domésticos, compras a maestros artesanos, especial­ de vacants o «tierras baldías» que pasaron a ser tierras comunales duran­
mente artículos de lujo, y en proporcionar caridad. Como consecuencia te la revolución. En este punto da comienzo la leyenda negra de la revo­
directa de la revolución, el campo se liberó en gran medida de este con­ lución campesina, de que el período revolucionario fue un auténtico de­
trol por parte de las ciudades, manteniendo con ellas tan sólo relaciones sastre para el entorno natural hasta el resurgimiento de una autoridad
de mercado y administración. Esto fue lo que tanto exasperó al conjun­ efectiva bajo Napoleón y la restauración. No hay duda alguna de que se
to de desposeídos en estas ciudades y que causó el empobrecimiento de produjo un desbrozo masivo durante el período revolucionario: en el de­
aquellos que directa o indirectamente dependían de las élites nobles o partamento sureño del Aude, por ejemplo, se desbrozó y limpió el 20 por
eclesiásticas. Por ejemplo, antes de la revolución, el obispo de Mende, al ciento de la superficie de las tierras. Sin embargo, esto no hizo más que
sur del M acizo Central, daba cada año pan a los pobres por valor de acelerar las presiones medioambientales desencadenadas en I7(>0 poi Ion
10 .0 0 0 libras, procedentes del diezmo recaudado en el campo; después decretos de Luis XV animando al desbrozo. En las décadas posteriores .1
de 1789, el campesinado consumía aquella parte de su producto y los 1750, se calcula que se desbrozaron unas 600.000 arpents (250.000 lu í
indigentes de la ciudad se encontraban en una situación mucho más táreas) de suelo francés, un 3 por ciento del total del suelo. Pero tampoco
precaria. fueron solamente los campesinos quienes destruyeron más bosque:, de
Las ganancias del campesinado fueron más allá de los beneficios tan­ los que plantaron: la pérdida de la mitad de la flota francesa en la batalla
gibles. La abolición del señorío favoreció un cambio revolucionario en deTrafalgar acabaría destruyendo unos 80.000 robles de más de 150 años.
las relaciones sociales rurales, expresadas en la conducta política después No obstante, el régimen napoleónico permitió que se promulgase una
de 1789. La autoridad social que muchos nobles conservaban en la comu­ serie de leyes que favorecían la reorganización del personal de la admi­
nidad rural estaba ahora basada en la estima personal y el poder económi­ nistración forestal y el restablecimiento de una política de bosques cen­
co directo sobre los subordinados más que en las pretensiones de defe­ tralizada en una línea muy similar a la de Colbert de 1669. Estas leyes
rencia debidas a un orden social superior. Tampoco se aceptó dócilmente representaban una inversión del liberalismo de los primeros años de la re­
a nivel local el refuerzo del poder de los notables impuesto por Napoleón: volución, cuando los propietarios de bosques privados fueron autorizados
com o el prefecto del Aisne, en el noreste, le escribió en 1811: «los princi­ de forma explícita a utilizar sus recursos a su antojo. Los bosques perte­
pios subversivos de todo orden público tan arraigados en el pueblo duran­ necientes a los municipios fueron sometidos a los mismos controles que
te la revolución no son fáciles de eliminar». En 1822, durante la prolon­ los bosques estatales. Sin embargo, al crear un sistema de controles centra­
gada pelea con el alcalde, que había heredado las propiedades de los lizado y obligatorio sobre los recursos forestales, el Estado se granjeó dé­
nobles en Rennes-les-Bains (departamento del Aude), los lugareños cadas de resentimiento por sus intentos de acabar con el uso colectivo
informaron al Prefecto de que ellos: de los bosques.

consideraban al M. de Fleury sólo como su alcalde, que no puede ostentar


ningún poder especial, siendo únicamente responsable de los gastos del 17. McPhee, Révolulion and Environment, p. 168.
Hay pruebas, por lo tanto, de que la revolución creó los fundamentos restaurantes o «casas de salud» de París databan de antes de la revolu­
institucionales sobre los que se desarrolló el capitalsimo. No obstante, ción: desde la década de 1760 se anunciaban com o lugares para «restau­
¿hasta qué punto representó también el acceso al poder de una nueva clase? rar» el apetito con pequeñas raciones y proporcionaban pequeños espa­
A primera vista, la persistente preminencia económica de la vieja nobleza cios privados para mayor intimidad. Sin embargo, durante la revolución
es significativa: un elemento fundamental de la visión «minimalista» de la empezaron a servir comidas completas en comedores para la clase media,
revolución parece innegable. A pesar de la pérdida de los derechos de una función que ya nunca perderían. La más punzante articulación de un
señorío y de tierras, en el caso de los emigrados, los nobles permanecie­ mundo de «esferas separadas» para hombres y mujeres de la clase media
ron en la cúspide de la posesión de tierras y la posesión de tierras siguió se puso de manifiesto a través de un acusado contraste entre la indumen­
siendo la mayor fuente de riqueza en Francia. Según un estudio recopilado taria masculina y la femenina. Los colores sobrios y el diseño liso del
en 1802, en la mitad del país la mayoría de los terratenientes más ricos eran atuendo burgués masculino representaban un mundo de esfuerzo y serie­
nobles, y dominaban algunas de las regiones agrícolas más ricas, como la dad; los trajes de sus esposas habían de ser ultrafemcninos, mostrando a
cuenca de París, el valle del Ródano, Borgoña, Picardía, Normandía, y través del tejido la riqueza del esposo . 18
partes de Bretaña. Muchos nobles fueron lo suficientemente pragmáticos como para reti­
Sin embargo, los acaudalados supervivientes de la élite de terratenien­ rarse de la vida pública y aceptar, aunque a regañadientes, los cambios
tes del antiguo régimen eran ahora sólo una parte de una élite mucho más institucionales de la revolución. No obstante, a pesar de la importancia
amplia que incluía a todos los ricos, fuera cual fuese su extracción social, que aún conservaba la nobleza más rica, sus pérdidas habían sido consi­
y abarcaba a los burgueses de la agricultura, negocios y administración. derables. La opinión de Robert Forster, si bien basada en un estudio ca­
La rápida expansión de la burocracia después de 1789 derribó barreras en suístico disperso y lleno de contrastes, es que, en términos reales, los
el reclutamiento y ofreció oportunidades a los jóvenes burgueses capa­ ingresos de una familia media noble de provincias descendieron de 8 . 0 0 0
ces. Más que en las décadas de 1780 y 1790, la clase gobernante a princi­ a 5.200 francos. Los tributos señoriales habían representado tan sólo un
pios del siglo xix unió a los que se encontraban en la cima del poder eco­ 5 por ciento de los ingresos de los nobles cerca de Burdeos, mientras que
nómico, social y político. David Garrioch describe a la burguesía parisina inmediatamente hacia el norte, en Aunis y Saintongc, alcanzaban hasta
que surgió de la revolución como mucho más poderosa y orgullosa. Era el 60 por ciento. Mientras que muchas familias nobles sobrevivieron con
una amalgama de los viejos «notables» de parroquia del antiguo régimen sus tierras intactas, unas 12.500 — la mitad del total de familias— perdie­
y de los nuevos hombres que habían aprovechado las oportunidades que ron algunas tierras y unas pocas lo perdieron prácticamente todo. En
la venta de las tierras de la Iglesia les brindó, la disponibilidad de contra­ total, aproximadamente una quinta parte de las tierras de la nobleza cam­
tos con el ejército, y las nuevas libertades que la abolición de los gremios biaron de manos. Hasta cierto punto, la pérdida de tierras y tributos fue
les ofreció. compensada por un aumento en los alquileres a los arrendatarios y apar­
Aquellos que tomaron la iniciativa en la creación de la nueva Francia ceros, pero los nobles ya no podían eludir el pagar los mismos impuestos
después de 1789 fueron los burgueses, ya fueran profesionales, adminis­ que los demás. Mientras que el 5 por ciento como máximo de las riquezas
trativos, comerciales, terratenientes o fabricantes. Para ellos la revolu­ de la nobleza se las llevaba el Estado antes de 1789, a partir de entonces el
ción representó los cambios necesarios en las estructuras políticas y en impuesto uniforme sobre las tierras recaudaba aproximadamente el 16 por
los valores sociales dominantes para que se reconociese su importancia ciento del producto anual estimado de la tierra.
en la vida de la nación. La revolución fue su triunfo. Los valores cultura­
les de la Francia posrevolucionaria se caracterizarían por ser una amalga­
18. Rebccca Spang, The lnveníion o f llie Restauran! (Cambridge, Mass., 2000); Amy
ma de valores burgueses y aristocráticos en una cultura de «notables». Trubeck, Haute Cuisine: llow the Frettch ¡nvented the Culinary Profcssion (l’hiladelphia.
Esto quedó reflejado en infinidad de maneras. Por ejemplo, los primeros 2000); Ribciro, Fashion in the Frencli Révolution, p. 141.
iiiilU
Por otro lado, nada podía compensar a los nobles por la perdida de los mente a las de un ciudadano rico con un ciudadano pobre, no eran ya las
derechos judiciales y de poder — desde los tribunales señoriales hasta de un campesino con su señor; y todo ello debido a la velocidad con que
los parlamentos— o la incalculable pérdida de prestigio y deferencia cau­ los lugareños empezaron a litigar con el «ciudadano Bruny» después de
sada por la práctica de la igualdad legal. El noble emigrado regresó a un 1789. En las décadas posteriores a 1800, libraron una prolongada y victo­
mundo transformado, de litigios'con acreedores y campesinos, de erosión riosa batalla con Bruny por tratar de ignorar los antiguos derechos colee

\ U i i i i U 111 u 11111 n 111111


de la mística de la nobleza, y a la necesidad de gobernar un Estado como tivos en sus bosques: en palabras de Thomas Sheppard, «no trataban con
si fuera un negocio. Lucy de La Tour du Pin, que había huido a Estados su señor sino simplemente con otro ciudadano francés».'"
Unidos en la década de 1790, contemplaba retrospectivamente en 1820 la Una razón del entusiasmo con que los habitantes de Lourmarin ivspiil
abolición del feudalismo durante la revolución. Aseguraba que: daron la revolución — aunque estuvieron temporalmente divididos diir:m
te la revuelta «federalista» de 1793— era que un 80 por ciento de ellos
Este decreto arruinó a mi suegro y nuestra familia nunca recuperó su for­
era protestante. Recuerdos orales de anteriores atrocidades religiosa:,
tuna ... Fue una verdadera orgía de iniquidades ... Desde entonces, nos
hemos visto obligados a buscar un m odo de ganarnos la vida, unas veces
contra ellos todavía seguían vivos en su comunidad. La construcción de
vendiendo algunas de las pocas propiedades que nos quedan, otras acep­ una iglesia protestante en 1805 sería el recordatorio tangible del si|>,niti
tando trabajos remunerados ... Y así, pulgada a pulgada, durante largo cado de la revolución paralas minorías religiosas. También pata los levo
tiempo hem os ido descendiendo gradualmente hasta el fondo de un abis­ lucionarios, la libertad religiosa ejemplificaba sus logros: en umi vcimóii
mo del que no saldremos en nuestra generación. de 1790 del juego «serpientes y escaleras», la emancipación de lo:. |mlloh
se representaba a los niños como una de las escaleras que conducían .i la
La pérdida de los tributos feudales, de las rentas y de los peajes (uno nueva Francia. Para los protestantes y judíos, la legislación de 17H‘> I l'< I
de ellos proporcionaba 1 2 . 0 0 0 francos al año) fue enorme: la marquesa representaba la emancipación legal, la igualdad civil y la libertad d<- cul
calculaba que su familia había perdido 58.000 francos de sus ingresos to. Sólo más tarde algunos de ellos lamentarían que el precio de la enmil
anuales originales de 80.000 francos. 1 9 cipación hubiera sido la presión para asimilarse a un amplio concepto de
Incluso los nobles que lograron sobrevivir a la revolución con todas «francesismo» subordinando su identidad religiosa.
sus tierras intactas, en sus relaciones con los demás experimentaron un La revolución marca el fin de la práctica casi universal entre los católi­
considerable cambio. En Lourmarin, un pueblo de la Provenza, Jean- cos franceses de ir a la iglesia los domingos. Como muchos sacerdotes se
Baptiste Jéróme de Bruny, antiguo miembro del Parlamento de Aix, con­ negaron a aceptar las reformas de la Iglesia de 1790, miles de pueblos se
servó sus inmensas propiedades pero se convirtió en el mayor contribu­ encontraron sin sacerdote y sin educación eclesiástica. Una vez declarada
yente, sus impuestos ascendían a un 14 por ciento de todas las tasas que la guerra en 1792, el respaldo que el papa dio a los ejércitos contrarrevo­
pagaba la comunidad. Sus tributos señoriales (la tasque de una octava lucionarios hizo que la Iglesia fuera objeto de sospecha, e incluso de
parte de la cosecha de grano y de aceite de oliva), monopolios, y otros odio, por parte de los revolucionarios. La Iglesia católica fue devastada
impuestos habían desaparecido. El valor anual estimado de su señorío en plena guerra y durante el Terror de 1793-1794. Las frecuentes renun­
había llegado a alcanzar las 16.000 libras, pero hacia 1791 la renta impo­ cias diezmaron las filas del clero constitucional, dejando una tierra casi
nible procedente de sus tierras se calculaba en sólo 4.696 libras, una caí­ desprovista de sacerdotes: en efecto, miles de parroquias carecieron de
da del 71 por ciento. Sus relaciones con el pueblo se equipararon rápida­ sacerdote durante una década después de 1791. Entre las 3.000 muelles

19. Felice Harcourt (ed.), Escape from the Terror: The Journal o f Madame la Tour du
Pin (Londres, 1979), pp. 93-94, 243-244. Esta mujer noble es la heroína de la conclusión 20. Sheppard, Lourmarin, p. 211 y cap. 8. El propio Sheppard prefiere hacer hincapié-
de Schama: Citizens, pp. 861-866. en las continuidades de la vida cotidiana en Lourmarin.

j
violentas de clérigos en aquellos años, com o mínimo 920 sacerdotes fue­ Creo que será difícil contener al campo nuevamente en los estrechos cau­
ron ejecutados públicamente acusados de ser contrarrevolucionarios, y ces de la sociedad si no es devolviéndoles sus iglesias y la libertad de
probablemente entre 30.000 y 40.000 (un 25 por ciento) emigraron. El practicar la religión en la que fueron criados y alimentados.21

antiguo primer estado se vio pues más directamente afectado que la no­
bleza: el número de nobles emigrados (16.431) era aproximadamente el Una Iglesia católica reconciliada seria uno de los puntales del nuevo régi­
15 por ciento del segundo estado. La adopción de nombres revoluciona­ men napoleónico, el restablecimiento de la autoridad familiar sería el
rios para las personas y para las comunidades fue temporal, pero expresa­ otro. La simpatía del nuevo régimen por los derechos del padre y de la
ba una corrosiva antipatía hacia el estatus de autoridad eclesiástica. propiedad privada como base del orden social se puso de manifiesto en
En 1789, la gran masa de párrocos apoyó las reivindicaciones del ter­ los intentos por modificar los cambios revolucionarios de la transmisión
cer estado mientras exigía con vehemencia el monopolio católico de la de la propiedad mediante testamento. El derecho de primogenitura en las
moralidad y del culto. En cambio, la Iglesia católica emergió de la revo­ familias nobles había sido abolido el 15 de marzo de 1790 en un intento
lución sin sus vastas propiedades, internamente dividida entre aquellos de socavar el poder económ ico y social de las grandes familias. A conti­
que aceptaron la revolución y los que huyeron al exilio durante años, y nuación, en una ley de herencias aprobada por la Convención Nacional
con varios miles de clérigos muertos prematuramente. La revolución ha­ el 7 de marzo de 1793, este principio se extendió a todos los testamentos,
bía creado un estado laico, y aunque la restauración proclamara que el obligando a que todos los hijos heredasen por igual, disposición que a
catolicism o era la religión estatal, un importante legado de la revolución finales de aquel mismo año se hizo extensiva a ios hijos nacidos fuera del
fue la creación de una escala de valores entre los funcionarios según la matrimonio. El régimen napoleónico trató de modificar lo que consideraba
cual su primordial lealtad era para el ideal de un Estado laico que trascen­ una amenaza a la autoridad paterna, así como a las propiedades de tierras
día los intereses particulares. La Iglesia católica ya no podría reclamar económicamente viables. El 4 Germinal VIII (25 de marzo de 1800) se
nunca más sus niveles prerrevolucionarios de obediencia y aceptación aprobó una ley que introducía una «parte disponible» que un padre podía
entre el pueblo. Por consiguiente, la mayoría de sacerdotes — y muchos dejar a su hijo favorito aumentando así su herencia. Esta disposición
feligreses devotos— se opondría implacablemente al republicanismo y al quedó englobada más tarde en el Código Civil napoleónico del mes de
laicism o. Ni tampoco lograría recuperar su antiguo m onopolio de la marzo de 1804, que puso fin a las reclamaciones de los hijos nacidos fue­
moralidad: por ejemplo, Napoleón prosiguió con la abolición revolucio­ ra del matrimonio: a partir de entonces se inscribirían en los registros de
naria de las leyes contra la homosexualidad, aunque la policía continuaba nacimiento como «nacido de padre desconocido» y sin derecho a iniciar
hostigando a los homosexuales con otros cargos, como el de «escándalo reclamaciones de paternidad.
contra la decencia moral». Sin embargo, ningún gobierno — ni siquiera la restauración— interfi­
A pesar de ello, los seglares — especialmente las mujeres— demostra­ rió con el principio de igualdad de herencia. Si un hijo tenía que heredar
ron su compromiso religioso en amplias zonas del campo; y también de ¡ las propiedades familiares, los demás tenían que renunciar a su parte o
las mujeres surgió una corriente cada vez mayor de reclutas para las órde­ 3 recibir compensación por otros medios. El hecho de poder transmitir sus
nes religiosas en el siglo xix. El impacto devastador de la Revolución propiedades en cualquier momento dotaba a los padres de una importante
Francesa en las estructuras constitucionales de la Iglesia católica y la ini­ medida de control sobre su prole. Sin embargo, no podían amenazar con
ciativa que las mujeres tomaron de reconstruir la Iglesia «desde abajo» desheredar a un hijo, por ejemplo, por una elección matrimonial. En cual­
después de 1794 cimentó las bases para unas relaciones menos autorita­ quier caso, la consecuencia social de esta legislación fue la de concentrar
rias entre el clero y el laicado en el siglo xix. En palabras de un ciudada­
no de Sens al Abbé Grégoire en enero de 1795:
21. Suzanne Desan, Reclaiming the Sacred (Ithaca, NY, 1990), p. 225.
la atención en los derechos de los hijos y en la propiedad familiar, espe- cado. Por un lado, el código estaba basado en el supuesto revolucionario
cialmentc en Normandía y en el sur, donde la ley prerrevolucionaria de una sociedad laica de ciudadanos iguales ante la ley: el «talento» se
había concedido plena libertad leulnmciilniin a lo» padre», lín ¡iiiiuiueiü' v&i?. i?. 'a. prrtrruua rvrjat. ; "í'.tci “Ti ‘i íso ia 'a. pro­
bles hogares después de 1790, los derechos de las hijas se convirtieron en piedad privada individual era muestra de dicho talento. Por otro lado. e.
un asunto familiar — al igual que la ley de divorcio atribuía poderes a las ejercicio del talento se convertiría en el dominio del hombre: las mujeres
esposas— y éste es el cambio más significativo en el estatus de las muje­ casadas no tenían ya derecho a firmar contratos legales independiente­
res en aquellos años. Un estudio de 83 casos judiciales de Caen sobre tes­ mente. Estaban sometidas como antes de 1789 a la autoridad del padre, y
tamentos impugnados entre hermanos entre 1790 y 1796 muestra que después a la del marido. En lo sucesivo, las esposas tan sólo podrían so
45 los ganaron las hermanas. La ciudadana Montfreulle declaró en los tri­ licitar el divorcio si la amante del marido entraba en el hogar conyugal.
bunales en 1795: «Me casaron en 1773 ‘por un ramo de rosas’, para usar En cambio, el simple acto de adulterio por parte de la esposa bastaba para
la expresión normanda. Así era cómo casaban entonces a las muchachas. que el marido pudiera presentar una demanda, y la mujer adúltera podía
La avaricia se respiraba en el aire y a menudo se sacrificaba a las hijas por incluso ser encarcelada durante dos años. Esta ideología de la autoridad
la felicidad de un hijo » . 2 2 Puede que las mujeres no obtuvieran derechos patriarcal se extendía a los hijos, pues los padres estaban autorizados a ir
políticos con la revolución, y tan sólo derechos legales limitados, pero los clamar la detención de los hijos durante un mes si eran menores de 1 6 arto:.,
efectos de la nueva ley de herencias y la abolición del señorío depararon a y durante seis meses, si tenían entre 16 y 2 1 años.
la mujer una mejor alimentación y una posición más fuerte dentro de la Sin embargo, a pesar del conservadurismo del Código, ningún llano ,
familia. Otra consecuencia de esta legislación fue la repentina caída de adulto vivo en 1804 tenía duda alguna de que habían pasado por un
las tasas de natalidad, del 38,8 por mil en 1789 al 32,9 en 1804, pues los levantamiento revolucionario. A pesar de que los historiadores «mínima
padres trataban de limitar el tamaño de su familia y con ello la probabili­ listas» insisten en que estaban equivocados, un examen de las consecurn
dad de que la hacienda familiar se viera subdividida. cias sociales, políticas y económicas de la revolución nos indica que lio
Aunque no hay duda de que la revolución afianzó el poder político a era una ilusión. La vida ya no podía volver a ser la misma. Como ivvo
manos de los hombres, la causa primordial fue el malestar, y luego la lución por la libertad, igualdad y fraternidad, serviría de inspiración a
rabia, que muchos clubes políticos de mujeres en París y en las provincias otras tan distintas com o las luchas por la independencia nacional del Ihlei
provocaron en los hombres. Napoleón también trató de estabilizar esto en latinoamericano, Simón Bolívar (que asistió a la coronación ele Ñapo
el Código Civil de 1804. El Código había de ser la piedra angular de la león en 1804), a uno de los primeros nacionalistas indios de la década de
administración de la sociedad civil del régimen y trataba tantb de garanti­ 1830, Ram Mohán Roy, e incluso a los estudiantes chinos de la plaza
zar los principios revolucionarios básicos com o de consolidar un orden de Tiananmen en 1989.
social basado en la riqueza y el patriarcado. La imposición autoritaria de El mejor indicador de los resultados de la revolución es cpmparar los
Napoleón del orden público quedó equilibrada por el imperio de la ley y cahiers de doléances de 1789 con la naturaleza de la política y sociedad
la tolerancia religiosa en el seno de una fluida jerarquía social de «talen­ francesa en 1795 o 1804. Por último, los cambios sociales que acarreó la
to». En palabras del propio Napoleón, fue «la gran gloria de mí reinado». revolución perduraron porque correspondían a algunas de las más pro­
El Código es extraordinario por la yuxtaposición de los principios fundas reivindicaciones de la burguesía y del campesinado en sus cuader­
básicos de la revolución con la consolidación de la jerarquía y el patriar­ nos: la soberanía popular (aun sin alcanzar la plena democracia), la igual­
dad civil, las profesiones abiertas al «talento», y la abolición del sistema
de señorío. A pesar del resentimiento popular manifestado en relación a
22. Suzanne Desan, «War between Brothers and Sisters: Inhcritance Law and Gcndcr las guerras, al reclutamiento y a la reforma de la Iglesia en muchas regio­
Politics in Revolutionary France», French Hisíorical Studies, 20 ( 1997), p. 628. nes, especialmente en 1795-1799, nunca hubo la menor posibilidad de
que las masas apoyasen un retorno al antiguo régimen. Al mismo tiempo,
las frustradas aspiraciones de la clase trabajadora en 1795, y la potencia
de la tradición revolucionaria que habían creado, hicieron que el nuevo MAPAS
régimen no se instalara sin oposición, como muestran las revoluciones de
1830, 1848, y 1870-1871.
Este libro empezó en el pequeño pueblecito de Menucourt, al norte de
París, y allí es donde debería terminar. Aunque hoy en día Menucourt
haya sido prácticamente absorbido por la extensión de los barrios perifé­
ricos de Cergy-Pontoise, entonces estaba lo bastante lejos de París como
para evitar verse directamente implicado en los alborotos de la capital.
Mientras que el resto de su familia emigró, Chassepot de Beaumont y
su esposa se quedaron en el castillo de Menucourt, aceptando la pérdida
de sus tributos señoriales y prerrogativas, pero conservando intactas sus
tierras. Fueron encarcelados como «sospechosos» en Pontoise a finales
de 1793, pero la voluntad del municipio de responder en favor de su bue­
na conducta fue fundamental para su liberación poco después. Chassepot
murió en 1803, a la edad de 90 años. Sin embargo, la revolución había
cambiado drásticamente la vida en Menucourt. Ya no se pagaban tributos
señoriales, los gastos de la Iglesia se recaudaban de la contribución gene­
ral, y los habitantes de Menucourt ya no pagaban el diezmo a un priorato
de Evecquemont. N o obstante, aun siendo una revolución por la igualdad
civil, no había alterado fundamentalmente la posición vulnerable de la
mayoría asalariada de la población. Igual que antes de 1789, gran parte
de los hogares de Menucourt sobrevivían trabajando com o jornaleros,
extrayendo piedra en las canteras, cortando madera y labrando pequeñas
parcelas. En palabras de tres de sus descendientes, que escribieron la his­
toria de este pueblo para el bicentenario de la revolución en 1989: «Los
jornaleros tendrían que esperar casi dos siglos y vivir otras revoluciones
— políticas, industriales y, sobre todo, culturales— para que las desigualda­
des se redujesen significativamente y para que la libertad tuviese autén­
tico sentido » . 2 3

23. Denise, Mauricc, and Robert Bréant, Menucourt (Menucourt, 1989).

You might also like