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EL MAL MENOR

Se multiplican las brechas

18 DE JUNIO DE 2015
KOZACHUK, YÉSICA NOELIA
Literatura Argentina III. Escuela de Letras. FFYH. UNC.
Literatura Argentina III El mal menor – Se multiplican las brechas Kozachuk, Yésica Noelia

1 INTRODUCCIÓN
En El mal menor nos encontramos con un Cerco que fue creado para separar el mundo
de la vigilia del mundo de los sueños. El problema está en la «brecha», en ese agujero que se
abre y que permite que ciertos personajes pasen de un lado a otro. Sólo unos pocos se dan cuenta
de eso, pero no por eso es «menos real». En el presente trabajo me detendré en mostrar algunas
otras «brechas» que se abren ya que, además de la que aparece en el argumento, hay otros
huecos por donde se escapan algunos «prófugos» hacia un mundo que no les «corresponde».

2 LA BRECHA SE ABRE ENTRE LA VIGILIA Y LOS SUEÑOS


Este primer apartado es el más superficial, el más sencillo, ya que refiere a lo que ocurre
en la trama de la obra. La vida de la gente transcurre normalmente sin que ellos se den cuenta
de que pertenecen a la «vigilia» y que hay otra dimensión, la de los «sueños», que puede poner
en peligro la realidad que conocen y viven. Los que sí saben, perciben y luchan por mantener
estos espacios separados son los arcontes. Ellos pueden ver lo real en toda su magnitud, ellos
han creado el Cerco hace mucho tiempo atrás, y son ellos los que saben que hay una brecha.
Los visitantes no son problema. Sí lo son los prófugos. Y de ellos quieren proteger a la
humanidad. La obra de Feiling narra esta lucha, lucha que finalmente pierden ya que el Prófugo
es parte de la vigilia y nadie se da cuenta de ello. El problema de Inés y de Nelson es que
peleaban contra algo que tenían frente a sus ojos pero no pudieron llegar a distinguir:
«Pobrecita Inés, no soportó encontrarse con el hombre de sus sueños» (Filing, 2012: 192)

3 ¿UN PRÓFUGO DE LA REALIDAD EN LA FICCIÓN?


Pero Alberto no es el único Prófugo que pasa desapercibido. El proyecto literario de
Feiling es escribir bajo la forma de un género, en este caso, del Gótico. Lo oculto, lo encriptado,
los espacios lúgubres y húmedos, la presencia de lo erótico son rasgos de este tipo de
narraciones. El Gótico y el Terror no son exactamente lo mismo. La cuestión del gótico como
tal surgió antes; en el Siglo XVIII ya encontramos las primeras novelas góticas. Con el ascenso
del iluminismo se genera un gusto por aquello que no puede ser desencriptado por la razón. Por
eso la vida después de la muerte es un tópico recurrente. Acá está el punto en que la brecha se
abre: El mal menor no se refiere solamente a una ficción de terror. Lo real aparece también. El
«Prófugo» de la realidad que se mete en la ficción es el terror militar que vuelve en forma
fantasmagórica. En el período dictatorial, el afán por dominar lo distinto se hace evidente.

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Cuando falla el control de la razón se produce el efecto terrorífico. Feiling introduce algunas
referencias a este período de la historia de la Argentina como la frase escrita en el tractor
amarillo: «Los argentinos somos derechos y humanos» (Feiling, 2012: 36). También es
significativo el apodo que tiene la gata de Inés: es llamada «el familiar» (Feiling, 2012: 100)
En la creencia popular, el familiar es un animal que está poseído por un espíritu demoníaco que
necesita alimentarse de seres humanos para generar beneficios a su dueño. Esta leyenda fue
muy difundida en los ingenios azucareros del noreste de la Argentina. Es una referencia
indirecta a la dictadura ya que este mito vuelve a cobrar relevancia en esa época con el fin de
explicar las desapariciones. El cerco entre la ficción y la realidad tiene una brecha.

4 ENTRE LO POPULAR Y LO CULTO


En relación con el punto anterior es que nos encontramos con otro límite que no está del
todo definido. Cuando pensamos en una novela de terror, pensamos en un género popular. Pero
los géneros populares, como el terror, el gótico, bajo la máscara del entretenimiento, esconden
algo que va más allá de la superficie. Al lector desprevenido se le pasa por alto, por ejemplo, el
tema de la dictadura ya que está, de alguna manera, «encriptado». Entonces, si bien el término
«popular» hace referencia a lo que se encuentra al alcance de la mayoría, no todos logran
percibir esos «mensajes ocultos». Y no solo lo que consideramos popular en esta novela
esconde algo; también aquello que creemos «culto»: una de las citas con las que se abre la obra
pertenece a Apuleyo. Desde nuestra perspectiva actual, leer y estudiar a un autor clásico nos
parece sumamente «culto». Sin embargo, Apuleyo fue un autor muy popular dentro del mundo
latino. Entonces, con todo esto, nos encontramos frente a otra brecha abierta.

5 ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES


Otra de las fronteras difusas se visibiliza en torno a la religión. Según la tradición hasídica,
en cada generación hay treinta y seis hombres justos que evitan la ruina del mundo. Acá aparece
la primera discrepancia: en la novela de Feiling son doce los arcontes. Aunque, como dice
Nelson, ese cuento judío tiene algo de verdad (Feiling, 2014: 97). El tarotista afirma no creer
en Dios ya que, según explica, los arcontes siempre fueron perseguidos por la Iglesia Católica.
Entonces, nos encontramos con una clara división entre el catolicismo y los arcontes. Pero, en
este asunto también tenemos un Prófugo. Una mujer, más específicamente. Se trata de Mrs.
Murdoch, que, «a diferencia de otros arcontes, de Nelson Floreal y Doña Adela, y en particular

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del difunto Betty, era persona religiosa» (Feiling, 2012: 119). Paradójicamente, el mundo de
los arcontes también tiene brechas.

6 EN LA BRECHA DE LO FEMENINO/MASCULINO
En El mal menor vemos personajes tanto masculinos como femeninos. Si leemos con
cuidado nos encontramos con que la división no es tan taxativa. El caso del arconte Betty es
paradigmático. Los arcontes, como le explicó Nelson a Alberto son, generalmente, mujeres.
Betty es un travesti y por eso se nos hace sencilla marcar esta brecha en el género sexual. Pero
no es la única, ni la más significativa. Como venimos viendo a lo largo de este análisis, por lo
general hay mucho más que lo que vemos en la superficie. En este caso, los «Prófugos del
género» podrían ser otros dos. El primero, Nelson, quien asume una función asignada, como
dijimos, a las mujeres. La segunda es Inés. Ella es una mujer independiente, divorciada, que
trabaja en «Picante». Ella tiene características que, en la época, son pertinentes para los
hombres, no para las mujeres que, arquetípicamente, son amas de casa, madres de familia,
educadoras de sus hijos, etc. Inés se corre de este perfil. Lo femenino y lo masculino, entonces,
no queda del todo separado. En este aspecto hay que remarcar también que la realidad vuelve a
inmiscuirse en la ficción, dado que en la década del ’90 hay una redisposición en torno a la idea
de lo femenino y lo masculino, sobre todo a partir de la ley de divorcio de 1987.

7 LA FICCIÓN FRENTE A UNA LECTURA EN CLAVE PSICOLÓGICA


Como última brecha, podemos mencionar aquella que deja entrar a la ficción ideas
provenientes de la Psicología. Los visitantes y prófugos contribuyen a crear ese efecto
terrorífico, esa sensación de que hay fantasmas por doquier. Como dice Piglia en el prólogo,
«el apasionado lector asiste así con lúcida emoción a las apariciones del horror que deambula
por las calles y las casas de ciudades diversas, en un relato de suspenso que se expande, como
en un sueño, de Buenos Aires a La Habana, de Londres a Nueva York» (Piglia, en Feiling,
2014: 11). Pero no se trata solo de una narración de miedo. La Vigilia opuesta al mundo de los
Sueños, y la intromisión del segundo en el primero, nos acerca directamente a la psicología de
Jung, para quien toda la realidad es una mirada psíquica. La psiquis hace salir lo que uno
reprime, oculta, a modo de proyecciones. Como vemos con Nelson Floreal, cuando el sueño se
hace muy fuerte aparecen los visitantes y luego el Prófugo puede atravesar la brecha. Entonces
podemos preguntarnos si existe realmente otra dimensión material o si, en definitiva, estos

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personajes no son más que las proyecciones de los personajes. Además, Jung señala que la
persona es, por un lado luz, y por otro lado, sombra. La sombra es ese lado oscuro que se
reprime, pero que de alguna manera resurge. En El mal menor podemos pensar que ese Prófugo
es la sombra de Inés, pero, según Jung, debe ser del mismo sexo del que sueña. Entonces, quien
encajaría en la proyección de la sombra de Inés es su madre. Sin embargo, me pregunto si,
dentro de este análisis de fronteras poco claras, de brechas que se abren en distintos niveles, no
se abre acá otro agujero. Como trabajamos en el apartado anterior, Inés se corre de lo netamente
femenino; por lo tanto, creo que no sería del todo errado suponer que el Prófugo puede ser, en
definitiva, su sombra.

8 CONCLUSIÓN
Como hemos visto a lo largo de este trabajo, las lecturas posibles son múltiples, en diversas
direcciones y con distintas conclusiones según la óptica con la que se perciba. Una lectura
desprevenida, literal, relajada y superficial, puede resultar entretenida – de hecho creo que
Feiling logra una obra atrapante que se lee de «un tirón» – pero podemos perder de vista ciertos
los aspectos más profundos y muy enriquecedores de esta novela. No por pertenecer a un género
popular, «menor», debemos creer que se trata de un texto mediocre; por el contrario, dejando
de lado prejuicios deberíamos leerlo sacándole esa máscara y viendo mucho más allá, debemos
cerrar la brecha entre nuestros prejuicios y la obra.

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