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La Base Antártica de Hitler : Mito y Realidad

Por Colin Summerhayes (Scott Polar Research Institute, University of Cambridge, Lensfield Road, Cambridge CB2 1ER) y
Peter Beeching (402–800 Eglinton Av. W., Toronto, M5N 1G1, Canada).

El original en ingles, en formato PDF fue publicado en: Polar Record, Volume 43, Issue 01, January 2007, pp 1-21 doi:
10.1017/S003224740600578X, Published online by Cambridge University Press 16 Jan 2007

NOTA del webmaster de Histarmar.

Cuando se estaba escribiendo este artículo, el autor pidió permiso de utilizar datos e imágenes de Histarmar, que a través
de El Snorkel también le fueron facilitadas, con la intención de que el articulo final fuera libremente publicado y leído sin
costo. Esto ocurrió en un principio, y por lo tanto coloque un link a la Universidad de Cambridge que lo publicaba. Dado que
en la actualidad esto no se puede leer a menos que se le pague a la Universidad, va contra nuestros principios y por lo
tanto he colocado la obra completa (escrita en ingles) en formato PDF en el sitio web de Histarmar, al cual se puede acce-
der AQUI.

Tambien han hecho una excelente traduccion al castellano Irai Freyre y Carlos Vairo, del Museo Maritimo Ushuaia, a quie-
nes agradecemos haber dado la posibilidad de su lectura a los lectores de habla castellana, y que aquí se presenta..

RESUMEN. Entre enero y febrero de 1939, una expedición alemana secreta visitó la Tierra de la Reina Maud –Dronning (o
Queen) Maud Land–, en la Antártida, con la aparente intención inter alia de establecer una base en aquel lugar. Entre 1943
y 1945, los británicos lanzaron una operación antártica secreta de guerra cuyo nombre clave era Tabarín. Aparentemente
tomaron parte hombres del Regimiento de Servicios Aéreos Especiales (Special Air Services Regiment, SAS), las fuerzas
británicas encubiertas que operaban tras las líneas enemigas. En julio y agosto de 1945, luego de la rendición de los ale-
manes, dos submarinos alcanzaron las costas de Argentina. ¿Habían estado en la Antártida para desembarcar un tesoro u
oficiales nazis? En el verano meridional de 1946 – 1947, la Armada de los EE. UU. pareció “invadir” la Antártida con un
gran despliegue de fuezas. La operación, de nombre clave Highjump, se clasificó como confidencial. En 1958, se detona-
ron tres armas nucleares en la región, como parte de otra operación estadounidense clasificada, de nombre clave Argus.
Dada la falta inicial de información sobre estas actividades diversas, quizá no sorprende que algunos las hayan relacionado
produciendo un patrón en el cual los gobiernos resultarían acusados de ocultar información sobre “lo realmente sucedido”.
Estos datos servirían para crear el mito de una gran base alemana en la Antártida y de los esfuerzos aliados por destruirla.
Partiendo de los saberes sobre la Antártida y de la información relativa a estas actividades publicada desde principios de la
década de 1940, se demuestra lo siguiente: los dos submarinos no pueden haber llegado a la Antártida; no existió una
base alemana secreta durante la guerra en la Tierra de la Reina Maud; las tropas de los SAS no atacaron la supuesta base
alemana; los hombres del SAS que estaban en la región en aquel momento se desempeñaban en trabajos civiles; la Ope-
ración Highjump se ideó para entrenar a la Armada de los EE. UU. para una posible guerra contra la Unión Soviética en el
Ártico, y no para atacar una supuesta base alemana en la Antártida; y la Operación Argus tuvo lugar en el océano a más de
2000 km al norte de la Tierra de la Reina Maud. Posteriormente, estas actividades se desclasificaron y ya no resulta difícil
separar la fantasía de la realidad, a pesar del hecho de que a muchos les parece tentador no hacerlo.

Introducción

Una de las expediciones antárticas menos conocidas es la de los alemanes que, a bordo de una nave llamadaSchwaben-
land, estuvieron en el continente blanco entre el 17 de diciembre de 1938 y el 12 de abril de 1939, unos meses antes del
estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta expedición visitó la parte occidental del territorio que actualmente se conoce
como la Tierra de la Reina Maud (Fig. 1).

La expedición surgió de la preocupación del gobierno alemán por el futuro de la industria ballenera nacional. En esa épo-
ca, la caza de ballenas era una actividad importante que suministraba aceite, lubricantes, glicerina (para producir la nitrogli-
cerina usada en explosivos), margarina y otros artículos de primera necesidad (Lüdecke 2004: 75; Mills 2003: 552). Alema-
nia invertía mucho en esta industria y su flota ballenera estaba integrada por cincuenta buques cazadores y siete buques
factoría, los cuales produjeron 492 532 barriles de aceite en la temporada ballenera de 1938 – 1939.La flota operaba frente
a la costa de la Tierra de la Reina Maud, que había sido descubierta por balleneros noruegos (Christensen 1935, 1939),
pero todavía no se la conocía oficialmente por dicho nombre. Este territorio se había reclamado en nombre de Noruega,
pero sin un anuncio oficial por medio de una proclama real (Mills 2003). El gobierno alemán lamentó no encontrarse en la
misma situación en lo referente al Atlántico Sur, en donde Gran Bretaña imponía su derecho de cobrar derechos altos por
las concesiones balleneras e imponía restricciones sobre esta actividad. Por lo tanto, se planificó una expedición secreta
para reclamar un área de la Antártida para Alemania y buscar allí un lugar adecuado para una base de la flota ballenera
alemana (Lüdecke 2004; Mills 2003).

La expedición fue autorizada por Herman Goering como parte del plan alemán de desarrollo económico de cuatro
años. Entre los objetivos que se admitieron públicamente se encontraba la continuación de los estudios científicos iniciados
anteriormente en ese siglo por Erich von Drygalski, aproximadamente a los 90° E, y por Wilhelm Filchner en el Mar de
Weddell.
1
Pero también tenía algunos objetivos militares secretos. En el viaje de regreso, tendría la misión de investigar si las aisla-
das islas brasileñas Trinidade y Martín Vaz, ubicadas a prácticamente 1000 km al este de Victoria en Brasil, eran adecua-
das para el desembarco de la Armada Alemana, especialmente para los submarinos (Lüdecke 2004:81). Además, según
Mills (2003: 552), Goering deseaba saber más sobre cualquier oportunidad estratégica que pudiera ofrecer el Atlántico, y
también aprender sobre el funcionamiento de los aviones a bajas temperaturas, conocimiento que demostraría ser útil du-
rante la invasión alemana a la Unión Soviética.

Se planeó una serie de expediciones. La primera, en el período 1938–1939, iba a trazar mapas de la región por aire con
fines de descubrimiento y exploración antes de presentar reclamos territoriales o decidir en dónde ubicar una base ballene-
ra. La expedición logró, en gran parte gracias al buen tiempo, sobrevolar el territorio entre los 5° O y los 15° E y pudo
utilizar fotografía aérea oblicua para trazar mapas de un área de unos 250 000 km 2 entre los 11° O y los 20° E aproxima-
damente, zona a la que denominaron NeuSchwabenland (Brunk 1986: mapa 3; Mills 2003). En esta área descubrieron una
nueva cadena montañosa de más 800 km de extensión y 3000 m de altura a unos 200 km de la costa (Ritscher 1942).

Fig. 1. La Tierra de la Reina Maud, las montañas Mühlig-Hofmann y otras, la ubicación de la base Maudheim de la Expedi-
ción Antártica Noruego Británico Sueca de 1949 – 52, y las ubicaciones de las actuales bases nacionales. Un recuadro
muestra el sitio de la Tierra de la Reina Maud en la Antártida. Las cotas se muestran a intervalos de 500 metros. El som-
breado indica las plataformas de hielo a lo largo de la costa. Los afloramientos rocosos se representan en colores plenos.
(Cortesía de Stein Tronstad, Norwegian Polar Institute).

Los noruegos no habían visto estas montañas nuevas cuando exploraron y fotografiaron el borde frente a la Tierra de la
Reina Maud desde el aire durante la expedición del Norvegia de 1929. Sin embargo, habían descubierto las Montañas Sør
Rondane 200 km tierra adentro cerca de los 26° E, el 6 de febrero de 1937 (Christensen, 1939).

Las expediciones alemanas de seguimiento planificadas para 1939–1940 y 1940–1941, que podrían haber conducido a la
construcción de una base si el reconocimiento hubiera sido exitoso, no se pudieron llevar a cabo por el estallido de la gue-
rra (Lüdecke 2004: 86–89). Los autores no pudieron hallar ningún documento alemán que indique que la actividad alemana
continuó en la Tierra de la Reina Maud después de la expedición del Schwabenland y durante la Segunda Guerra Mundial
(ver también Lüdecke 2004). De hecho, no hubo actividad alemana oficial en la Antártida hasta después de 1959, cuando
los primeros alemanes pisaron la Tierra de la Reina Maud con la expedición rusa al Oasis Schirmacher (Gernandt 1984).

Por el contrario, los británicos tuvieron presencia en la Antártida durante la guerra. Como parte de sus aspiraciones colo-
niales, Gran Bretaña reclamó el segmento de la Antártida ubicado entre las longitudes 20° y 80° O, que incluye la Península
Antártica y prácticamente todas las islas circundantes, las Shetland del Sur, Orcadas del Sur, Sandwich y Georgias del Sur,
cuyo conjunto se hizo conocido como Islas Malvinas y sus Dependencias; las Islas Malvinas eran las colonia británica más
cercana (Fuchs 1982: 20). La posesión formal de estos territorios se promulgó por Carta Patente en 1908 (enmendada en

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1917). Entre 1925 y 1947, Argentina reclamó prácticamente la misma región, al igual que Chile en 1940 (Fuchs 1982: 20–
21).

Teniendo en cuenta que, a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Argentina y Chile mantenían buenas relaciones con
Alemania, Gran Bretaña decidió, durante la guerra, que necesitaba demostrar ocupación como una de las vías para refutar
estos reclamos coincidentes. Los británicos eligieron hacer esto estableciendo bases con una dotación permanente que
pudiera ser aprovechada para obtener información sobre la actividad naviera, para negar el uso de puertos a los barcos
alemanes y para brindar apoyo a los equipos de investigación que desempeñaban tareas de descubrimiento geográfico e
investigación científica (Fuchs 1982: 22 - 54). Con el fin de impedir que los enemigos potenciales usaran las islas como
bases, se envió en principio al HMS Queen of Bermuda a Isla Decepción, en la costa oeste de la Península Antártica, en
marzo de 1941 para destruir las reservas de carbón y perforar los tanques de combustible. Argentina había colocado mar-
cas de soberanía en Isla Decepción. Pero éstas fueron destruidas en enero de 1943 por el HMS Carnarvon Castle, que izó
allí la bandera del Reino Unido (Sullivan 1957).

En 1943, Gran Bretaña comenzó a planificar la ocupación del territorio. La Armada Real montó un ejercicio militar secreto,
bajo el nombre clave Operación Tabarín, para establecer bases en la península y en las islas situadas al oeste (Fuchs
1982: 22–54; Mills 2003: 489). Según estos autores, los intereses británicos durante la guerra no alcanzaban a la Tierra de
la Reina Maud, 1000 km al este cruzando el Mar de Weddell.

El siguiente hecho bien documentado relacionado con el tema de este trabajo tuvo lugar en las primeras horas del 10 de
julio de 1945, dos meses después de la rendición alemana, cuando un submarino alemán, un U-530, entró en la base naval
argentina de Mar del Plata (NARA 1985; Blair 1998). Aparentemente el Teniente de Navío Otto Wermuth, el Capitán del U-
530, creyó que los argentinos le darían la bienvenida. Su llegada originó muchas especulaciones. Ignorando las noticias del
suicidio de Hitler el 30 de abril, muchos creyeron que ese U-530 se las había arreglado para hacer desaparecer de Alema-
nia a Hitler, Eva Braun, Martin Bormann y otros como por arte de magia y que los había desembarcado en la costa de la
Patagonia o en una ‘Nueva Berchtesgaden’ en la Antártida. El 16 de julio, se publicó un informe detallado del supuesto
vuelo de Hitler y su escondite en la Tierra de la Reina Maud, Antártida, en el periódico argentino Crítica, firmado
por Ladislas Szabo, un exiliado húngaro que vivía en Argentina (Szabo 1947: 8). Se reprodujo en los diarios más importan-
tes de todo el mundo, por ejemplo con el título “Hitler congelado en la Antártida” (Hitler’s on Ice in Antarctic) en Toronto
(Toronto Daily Star, 18 de julio de 1945). Las especulaciones arreciaron cuando el U-977, comandado por Oberleutnant
Heinz Schaeffer, apareció en Mar del Plata el 17 de agosto (Schaeffer 1952; NARA 1985; Blair 1998).

Como al final de la guerra la Argentina se sumó a los Aliados, Wermuth y Schaeffer y sus tripulaciones se convirtieron en
prisioneros de guerra y fueron interrogados por la Armada Argentina, la Armada de los EE. UU. y la Armada Real Británica
(Schaeffer 1952). El interrogatorio se centró en si Hitler y/u otros oficiales nazis de alto rango habían en realidad escapado
de Alemania en submarino. Finalmente los interrogadores se convencieron de que el arribo tardío de los submarinos al
Atlántico Sur era totalmente inofensivo. Wermuth y Schaeffer fueron liberados.

Pero eso no puso fin a las especulaciones. En su libro Hitler is alive (Hitler está vivo), publicado en 1947, Szabo afirmaba
que los dos submarinos eran parte de un convoy que había trasportado a Hitler y otros jerarcas del Tercer Reich a la Antár-
tida, en donde el Schwabenland, a las órdenes del Almirante Dönitzse, había erigido “Nueva Berchtesgaden” entre 1938 y
1939. A pesar de las negativas de Schaeffer (Schaeffer 1952), el rumor continuó propagándose (ver Mattern y Friedrich
1975: 68; Landig 1980).

Buechner y Bernhart (1989: 216) aportaron un a versión diferente: afirmaban que Hitler realmente había muerto en su
búnker de Berlín, pero que luego el U-977 había trasportado sus cenizas a la Antártida, en convoy con otros submarinos, en
route a Mar del Plata. Según estos autores, las cenizas se depositaron junto con otros tesoros nazis en seis cajas de bron-
ce forradas en plomo que el U-530 había desembarcado en la Tierra de la Reina Maud y colocado en una “cueva natural de
hielo muy especial en las Montañas Mühlig-Hofmann” (Buechner y Bernhart 1989: 188). Para otorgar un aire de autentici-
dad a este cuento, Bernhart afirmó haber sido integrante de la tripulación del U-530, a pesar de que su nombre no figura en
el manifiesto del U-530 que proporcionó la Armada Argentina (Szabo 1947: 13–14).

Al igual que el convoy fantasma, “Nueva Berchtesgaden” parece ser producto de la imaginación de Szabo (1947: 155) y
desde entonces ha sido uno de los elementos preferidos de la mitología nazi (Goodrick-Clarke 2002). Varios autores acep-
tan la existencia de la supuesta base y que hubo una conspiración para ocultar información sobre el lugar (por ejemplo,
Mattern y Friedrich 1975; Friedrich 1979; Stevens 1997, 2003; Choron fecha desconocida; Farrell 2005; y Robert 2005a
2005b, 2005c). Ampliando los dichos de Szabo (1947: 200–202), y construyendo cada uno sobre la base del anterior, van
más allá y sugieren que las fuerzas estadounidenses atacaron la base alemana durante la Operación Highjump en el ve-
rano meridional de 1946 – 1947, que esas fuerzas fueron repelidas por las armas secretas de los defensores alemanes, y
que en consecuencia las fuerzas estadounidenses tuvieron que abandonar el área antes de lo que estaba previsto. Con el
paso del tiempo, este cuento se tornó más elaborado.

Robert (2005a, 2005b, 2005c) publicó recientemente una versión distinta de estos hechos en una trilogía titulada Britain’s
secret war in Antarctica (La guerra secreta británica en la Antártida). Robert asevera que no sólo realmente hubo una base
alemana secreta en la Tierra de la Reina Maud durante la Segunda Guerra Mundial, sino que además los británicos la es-
piaron desde su propia base secreta en la Tierra de la Reina Maud. Este autor afirma que los SAS del Ejército Británico
atacaron e intentaron destruir la base alemana cerca de la Navidad de 1945. Según Robert (2005c), ese intento fue infruc-
tuoso, como también lo fueron los posteriores intentos de la estadounidense Operación Highjump, y la base alemana final-
mente fue destruida mediante la explosión secreta de tres bombas atómicas que se lanzaron sobre ésta en 1958 como
parte de las actividades del Año Geofísico Internacional. Robert (2005c) afirma que la verdad sobre la base alemana y los
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ataques que Gran Bretaña y los Estados Unidos lanzaron sobre ella fue ocultada deliberadamente por los gobiernos de los
dos países. El autor describe a este supuesto ocultamiento como “Una farsa de la historia”.

Si fueran verdaderas, las teorías de Szabo, Robert y otros que se enumeran más arriba serían fascinantes para la historia
y la ciencia. Es más, existe un elemento de verdad en todos estos cuentos. Los alemanes realmente intentaron construir
una base en la Tierra de la Reina Maud. Además, sí que hubo bases británicas secretas en la Antártida durante la Segunda
Guerra Mundial. La Operación Highjump sí que fue principalmente un ejercicio militar cuyos resultados inicialmente se clasi-
ficaron y ocultaron a los ojos de la opinión pública. Sí que se produjeron tres explosiones nucleares secretas dentro de la
región general en 1958. ¿Pero se pueden entretejer estos hechos para armar un cuento global con un hilo conductor, como
Robert, Stevens, Farrell, Friedrich, Mattern y Choron pretenden hacernos creer? ¿O son simplemente fragmentos sin
fundamento de la leyenda de la mitología nazi sobre la supervivencia de Hitler como sugiere Goodrick-Clarke (2002)?

Operación Tabarín

Robert (2005a) afirma que: “La existencia de una base antártica nazi oculta en enormes cavernas se consideró lo suficien-
temente factible como para que los británicos instalaran bases en muchas partes de la Antártida durante la guerra en res-
puesta a la amenaza”. Las fuerzas británicas eran parte de la Operación Tabarín (Robert 2005a), y “Las bases británicas
conocidas estaban principalmente en la Península Antártica… y en las islas que la rodean… aunque se levantaron algunas
en el continente”. Robert (2005c) alega que una de estas bases, de la que no existe registro, “se concentraba en investigar
la Tierra de la Reina Maud”. Esta es la base a la que nos referimos como “Maudheim-1” (ver más arriba). Robert (2005a)
sostiene que los alemanes atacaron lo que llamamos “Maudheim-1” en julio de 1945, y que los SAS acudieron al rescate,
por lo que pasó “Navidad de la Segunda Guerra Mundial… 1945 luchando contra… los nazis”. El lector notará que en la
Navidad de 1945 hacía siete meses y medio que se había terminado la guerra contra Alemania.

Podemos verificar las sugerencias de Robert comparándolas con lo que se publicó sobre la Operación Tabarín (por ejem-
plo, ver James 1949; Fuchs 1982: 22–54; Headland 1989, en imprenta; Squires 1992; Stonehouse 2002; Mills 2003). Si
bien Tabarín fue secreta en su momento, estas publicaciones posteriores aclararon sus actividades. Los miembros de la
expedición partieron de Londres en noviembre de 1943 con destino a las Islas Malvinas. Desde allí, zarparon con destino a
la Antártida el 29 de enero de 1944, dirigiéndose a Isla Decepción, en las Shetland del Sur, para instalar la Base B. Llega-
ron a la isla el 3 de febrero. Una vez que establecieron una partida costera, navegaron con rumbo a Bahía Esperanza en la
punta de la Península Antártica para establecer la Base D. Pero el mal tiempo arruinó ese plan. En cambio, instalaron la
Base A, en la Isla Goudier de Puerto Lockroy, un lugar abrigado en la costa sur de la Isla Wiencke, en el archipiélago Pal-
mer al oeste de la Península Antártica. Los dos barcos de la expedición dejaron Puerto Lockroy el 17 de febrero de 1944, y
uno regresó en marzo con víveres frescos. La Base D se instaló en Bahía Esperanza entre el 12 y el 28 de febrero de 1945.

Estas bases eran diminutas. Había 5 personas en Isla Decepción en 1944, 4 en 1945 y 4 en 1946; había 9 en Puerto Lo-
ckroy en 1944, 4 en 1945 y 4 en 1946; había 13 en Bahía Esperanza en 1945 y 8 en 1946 (Fuchs 1982: 347). Cada una
tenía una tripulación de observadores navales, radio operadores y científicos, ya que el gobierno creía que esta era una
oportunidad para continuar estudios científicos similares a los realizados por la Expedición Británica a la Tierra de Graham
en 1934–1937. Las principales actividades fueron de carácter científico y se pensaba que eran esenciales para respaldar
los reclamos territoriales británicos.

Después de la guerra, en julio de 1945, la Operación Tabarín se convirtió en una actividad civil, el Reconocimiento de las
Dependencias de las Islas Malvinas (Falkland Islands Dependencies Survey, FIDS) (Fuchs 1982: 55). El programa de traba-
jo científico continuó sin sufrir reducciones, como así también las visitas regulares a las bases para aprovisionarlas de com-
bustible y víveres, y para relevar al personal. Se crearon bases nuevas, entre las que se destacan la C (Cabo Geddes) en
enero de 1946, la E (Isla Stonington) en febrero de 1946, la F (Islas Argentinas) en enero de 1947, la G (Bahía Almirante)
en enero de 1947 y la H (Isla Signy) en marzo de 1947 (Fuchs 1982: 55–91). El patrón de instalar y regresar a visitar las
bases, que se inició en 1944, y que Robert (2005a, 2005c) consideró muy elocuente y misterioso, es simplemente lo que se
requería para la operación de las bases en la región.

No existen pruebas contundentes que respalden la aseveración del Robert (2005a, 2005b, 2005c) en cuanto a que la Ope-
ración Tabarín instalara alguna base en la costa de la Tierra de la Reina Maud. De hecho, es altamente improbable que los
británicos consideraran establecer una base allí, porque estaba dentro del área reclamada por Noruega y bastante fuera del
límite de las Dependencias de las Islas Malvinas del Reino Unido. Nuestro análisis también confirma que Robert (2005c)
estaba equivocado al afirmar que: “Gran Bretaña no envió misiones [a la Antártida] a partir del comienzo de la Operación
Highjump [a fines del verano de 1946] hasta 1948, tiempo durante el cual los Estados Unidos tuvieron a la Antártida toda
para ellos”. De hecho, en 1947, cuando la Operación Highjump estaba en actividad en la zona del Mar de Ross (ver a con-
tinuación), había cinco bases británicas civiles operando en la Antártida Occidental (Fuchs 1982).

¿Cuáles son las pruebas de que los SAS hayan operado en la región? ¿Los hombres de los SAS estuvieron en las Islas
Malvinas en octubre de 1945 como afirma Robert (2005a, 2005b, 2005c)? Una biografía del ex Comandante del 1er Regi-
miento de los SAS, Teniente Coronel B. Mayne, sugiere (equivocadamente) que él arribó a las Malvinas en setiembre de
1945 (Dillon y Bradford 1987). Una investigación posterior más cuidadosa por parte de Ross (2003) basada en el diario de
Mayne y en los documentos de la familia Mayne, muestra que Mayne llegó a las Islas Malvinas recién en enero de 1946.
Los acompañaban los Mayores J. Tonkin y M. Sadler, ambos de los SAS.

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Estos tres hombres habían sido dados de baja del Ejército cuando el Regimiento del SAS se disolvió a principios de octubre
de 1945. Avizorando un desafío en el trabajo en la Antártida, habían firmado contratos civiles por 2 años en el recientemen-
te formado FIDS. Mayne llegó a Montevideo en route a las Malvinas el 8 de diciembre de 1945; Sadler y Tonkin arribaron
un poco después. Mayne sería el subcomandante de la expedición que relevaría las bases antárticas existentes e instalaría
nuevas. La expedición dejó Montevideo hacia las Malvinas en tres grupos: el 21 de diciembre, el 26 de diciembre (con Sad-
ler) y el 30 de diciembre (con Mayne y Tonkin). Mayne y Tonkin llegaron a Puerto Argentino el 3 de enero de 1946. Partie-
ron navegando desde allí el 9 de enero y relevaron la Isla Decepción el 13 de enero y Puerto Lockroy el 17 de enero antes
de regresar a Puerto Argentino el 23 de enero. Como Mayne sufría de un dolor de espalda intenso debido a una vieja heri-
da, lo internaron en Puerto Argentino. Como no podía continuar el trabajo, partió al Reino Unido, y llegó en marzo de 1946
(Ross 2003).

Tonkin y Sadler ayudaron a instalar una nueva base científica en Isla Stonington, en Bahía Margarita, en la costa oeste de
la Península Antártica, en febrero de 1946. Sadler todavía estaba allí en el verano meridional de 1947 (Fuchs 1982: 347).

Si Robert creyó el relato de Dillon y Bradford (1987), podría haber supuesto que los hombres de los SAS podrían haber
estado entrenando en las Malvinas en octubre de 1945 para una misión antártica. Parecería altamente improbable que
hubiera otro grupo de personal del SAS en las Malvinas aproximadamente en el mismo momento que el grupo de Mayne.
De hecho, si lo hubiera habido, habría sido altamente improbable que Mayne hubiera omitido mencionarlo en su diario o
que su biógrafo no se hubiera dado cuenta.

La anécdota infundada de Robert (2005a) de que los soldados de los SAS estuvieron activos en la región en octubre de
1945 y hasta Navidad, y de que luego de su misión de Navidad de 1945, “los sobrevivientes británicos fueron desmoviliza-
dos” no coincide con los hechos. Cualquier tipo de actividad de los SAS en la región no es factible dado que el Regimiento
SAS fue disuelto en octubre de 1945, y no se reconstituyó hasta 1948.
En resumen, los autores creen que Robert está equivocado en todos los puntos. Los británicos no estaban haciendo nada
misterioso en la Antártida durante ni inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. No establecieron una base
de Guerra en la Tierra de la Reina Maud, ni tampoco enviaron al SAS a ésta desde las Islas Malvinas a fines de 1945. De
todos modos, tal operación no pudo haber sido parte de la Operación Tabarín, la cual se había traspasado de la armada al
sector civil (Oficina Colonial) en julio de 1945. Y tampoco pudo haber sido una operación de los SAS, ya que estos habían
sido disueltos en octubre de 1945.

¿Se hicieron detonar bombas atómicas sobre la Antártida?

Según Stevens (2003: 247), citando a Landig (1991), la base alemana secreta “operó hasta fines de la década de 1950,
cuando se convirtió en objeto de una prueba nuclear estadounidense en la que se detonaron en secreto tres bombas a
propósito del Año Geofísico Internacional 1957–58”. Ambos Robert (2005c) y Farrell (2005) aceptaron la afirmación de
Stevens (1997: 55, 57) de que el 27 y 30 de agosto, y el 6 de septiembre de 1958, se detonaron tres bombas nucleares
sobre la Antártida.

Realmente hubo tres explosiones nucleares secretas en la atmósfera en el hemisferio sur en 1958, pero no fueron sobre la
Antártida, y no se mantuvo el secreto. Las llevó a cabo EE. UU. como parte de la Operación Argus durante el Año Geofísico
Internacional. Sullivan (1961) describe la historia en detalle, la que fue confirmada por un representante de la Organización
del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, en Viena (L. E. de Geer, comunicación personal, 24 de
enero de 2006). Según estas fuentes, la Operación Argus fue la única serie de pruebas clandestinas en los 17 años de
historia de las pruebas atmosféricas. Tuvo lugar a 1760 km al sudoeste de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, y estuvo compuesta
de tres disparos a gran altitud de las ojivas W-25 para investigar los efectos de las explosiones nucleares fuera de la atmós-
fera, particularmente con respecto a cómo las partículas cargadas y los isótopos radiactivos liberados interactuarían con el
campo magnético de la Tierra, lo que podría interferir con el seguimiento por radar, las comunicaciones y la electrónica de
los satélites y los misiles balísticos. Las pruebas se practicaron a Alturas de 160 km el 27 de agosto (38° S, 12° O), 290 km
el 30 de agosto (50° S, 8° O) y a 750 km el 6 de septiembre (50° S, 10° O) (Sullivan 1961: Capítulo 8). La primera tuvo lugar
a 3500 km al norte de la costa de la Tierra de la Reina Maud, cerca de Tristan da Cunha, la segunda a 2280 km al norte y la
tercera a 2390 km al norte.

La confirmación independiente de que no se produjeron pruebas nucleares en la atmósfera sobre la Antártica proviene de la
Prospección Antártica Británica (British Antarctic Survey, BAS). El Director (C. Rapley, comunicación personal, 17 de enero
de 2006) declaró que: “dichas explosiones (dependiendo del tipo de arma) hubieran producido una precipitación clara y
fuerte de material radiactivo que se manifestaría como un pico de radiación beta… en núcleos. Ya se registraba un aumen-
to de la radiactividad beta a través de la Antártida a partir de 1954 en adelante debido a las pruebas estadounidenses en la
década de 1950 y especialmente las soviéticas en la década de 1960… entonces si alguien desea encontrar un pico en
1958 seguramente podrá. Sin embargo, si cualquier probable arma explotara a sólo unos cientos de kilómetros, yo espera-
ría ver un pico realmente extraordinario”. Para respaldar esta declaración, suministró una copia de un gráfico publicado por
Wolff y otros (1999) que expone los cambios de la radiactividad de los rayos beta con una profundidad de nieve parcialmen-
te compactada (conocida como profundidad “firn”) de un pozo en Coats Land, que se extiende justo al suroeste de la Tierra
de la Reina Maud, en el borde este del Mar de Weddell. El gráfico muestra picos a fines de la década de 1950, y picos
levemente más altos a principios de la de 1960, seguidos por una disminución significativa. Los picos representan sedimen-
tación, en la nieve, de la cola de la pluma de gran altitud de materiales radiactivos que ingresaron en la atmósfera superior
con cada prueba con bombas rusa y estadounidense, principalmente en el hemisferio norte o el Océano Pacífico tropical, y
que luego se propagó alrededor del mundo. Una explosión sobre la Antártida del tipo que describen Stevens (1997) y Ro-
bert (2005c) hubiera provocado un enorme pico en la radiación del núcleo analizado por Wolff y otros (1999). Su falta, con-
firmada independientemente por de Geer, y por Sullivan (1961) habla a las claras.

5
De todos modos, es inconcebible que hubiera habido cualquier prueba atmosférica nuclear sobre la Tierra de la Reina
Maud en 1958, porque científicos noruegos, belgas, británicos y japoneses estaban viviendo en el área en las estaciones
de investigación del Año Geofísico Internacional.

Metodología

Las investigaciones exhaustivas llevadas adelante por otros autores no lograron aportar ninguna prueba documental para
respaldar las acusaciones de la prensa publicadas en 1945, ni aquellas formuladas por Szabo, Bernhart y Robert con refe-
rencia a los supuestos papeles del U-530 o el U-977 y los movimientos de los altos oficiales nazi o del tesoro al final de la
guerra (Newton 1998; Meding 1992).

Sin embargo, como se dice habitualmente, la ausencia de pruebas no es prueba de la ausencia. Quizás hubo maniobras
de encubrimiento.

Quizá fueron muy exitosas. Después de todo, queda claro que existen aspectos de las actividades alemanas, británicas y
estadounidenses en la región que, al menos inicialmente, ya sea parcial o totalmente, estuvieron en el ámbito de los secre-
tos militares o de Estado, aun cuando ya hace muchos años que se desclasificaron.

Si bien hay un aspecto indudablemente atractivo acerca de la idea de una base nazi secreta en la Antártida, ante la ausen-
cia de pruebas de su existencia uno se queda preguntándose si no tendrá entre manos ejemplos de la literatura del absurdo
como lo representan trabajos tales como el de von Daniken (1968), Chariots of the Gods: unsolved mysteries of the
past (Mensajes de los Dioses: misterios no resueltos del pasado), que entretejen el oro de los hechos con la escoria de la
especulación, la inventiva y la tergiversación. La carga de la prueba debería caer sobre las espaldas de los que hacen las
afirmaciones. No es suficiente proponer una idea y luego alegar que la hipótesis no es sólida porque se encubrieron las
pruebas.

En ciencia, como destacó Sagan (1999: 210–216), podemos partir de resultados, datos, observaciones y medidas experi-
mentales considerados como hechos reales. Después inventamos posibles explicaciones y confrontamos cada una siste-
máticamente con dichos hechos hasta que encontramos una explicación que coincida con los hechos en todo sentido hasta
donde sea posible. Así la capacitación en este enfoque brinda a los científicos lo que Sagan llama un “equipo de detección
de camelos”, que se aplica cada vez que se someten a consideración nuevas ideas.

Si la idea nueva sobrevive al examen de nuestro equipo, le otorgamos una aceptación tentativa. El equipo incluye herra-
mientas de pensamiento escéptico que son conocidas por cualquier investigador, detective o periodista de investigación
bien entrenado (Sagan 1999; Park 2001, 2003). Nos ayuda para determinar si Szabo, Robert, Stevens y los otros autores
realmente prueban o no su argumento.

Las herramientas incluyen:

1. los hechos se deben confirmar independientemente siempre que sea posible;

2. los argumentos respaldados por una autoridad son insuficientes (puede equivocarse);

3. cuando sea posible, se debe usar la cuantificación: es recomendable evitar lo vago y cualitativo;

4. si existe una cadena de argumentos, cada eslabón debe funcionar;

5. usar la navaja de Occam: cuando se presentan hipótesis en competencia para explicar los mismos hechos, usar la más
simple;

6. verificar si la hipótesis se puede falsificar. Comprobar las aseveraciones.

En este trabajo usamos esas herramientas. Entre otros enfoques, hacemos hincapié en la medición y en los análisis geo-
gráfico y ambiental como herramientas analíticas. Formulamos preguntas tales como: Dado lo que se conoce sobre el ren-
dimiento de los submarinos, y teniendo en cuenta el momento en que el U-530 y el U-977partieron de Alemania, ¿alguno
de ellos pudo haber visitado Antártida y Argentina en el mismo viaje? Dado lo que se sabe sobre el hielo marino, ¿podría
haber visitado cualquier submarino la Antártida en pleno invierno del sur (mayo a julio) de 1945? Dado lo que se sabe
sobre dónde y cuándo se produjeron las explosiones nucleares secretas, ¿podrían haber sido dirigidas contra la supuesta
base alemana? ¿En dónde estaba la supuesta base alemana y qué aspecto tenía?

También examinamos en detalle las fechas y la geografía precisas de diversas operaciones antárticas. ¿Hubo tiempo sufi-
ciente como para que el Schwabenland construyera una base en las Montañas Mühlig-Hofmann en 1939? ¿La Operación
Highjump visitó la Tierra de la Reina Maud y, si lo hizo, pasó un tiempo considerable allí? ¿Las fuerzas británicas estaban
en actividad en la Tierra de la Reina Maud durante la guerra?

6
Utilizando estos distintos medios, apuntamos a poner en evidencia la falacia del razonamiento de Szabo, Robert, Stevens,
Farrell, Bernhart, Friedrich, Mattern y otros, y a convencer al lector de que los supuestos misterios que rodean las activida-
des alemanas, británicas y estadounidenses en la Antártida en este período son el resultado de una combinación de inves-
tigación inadecuada, imaginación vívida, mera falsificación y pensamiento ilusorio.

Cuando los misterios desaparecen, también lo hacen las conspiraciones.

Pero así es como debería ser. Después de todo, como nos recuerda Sagan (1999: 210): “No se trata de si nos gusta la
conclusión que surge de una cadena de razonamientos, sino de si la conclusión se desprende de la premisa o del punto
inicial y de si esa premisa es verdadera.”

¿Visitaron la Antártida los submarinos U-530 y U-977?

Fue Szabo (1947) quien inventó la historia de que estos dos submarinos habían conducido un convoy que llevó a Hitler a la
Antártida. Lo hizo para explicar por qué les había llevado tanto tiempo a los dos submarinos llegar a Mar del Plata. Su relato
se ha reproducido ampliamente, por ejemplo por Robert (2005a), entre otros.

Los informes de los interrogatorios, y las observaciones del U-530 por parte de los interrogadores, nos dicen que el U-530
era un submarino Tipo IXC (Fig. 6, NARA 1985; Blair 1998). La denominación correcta es Tipo IXC/40. Estas naves podían
alcanzar los 19 nudos en la superficie y 7,3 sumergidos, tenían una autonomía de 22 150 km a 10 nudos, y de 100 km
sumergidos a 4 nudos, y alcanzaban una profundidad nominal de 230 m (Blair 1996, 1998; Wynn 1998; Sharpe 1997).

No existen pruebas contundentes para respaldar la propuesta de Szabo (1947: 28-29) de que el U-530 no era el “verdade-
ro” U-530, sino una embarcación mucho más grande. Buechner y Bernhart (1989: 180), Stevens (1997: 27) y Farrell (2005)
adornaron dicha suposición afirmando que el U-530 era una embarcación moderna rápida Tipo XXI capaz de desarrollar 30
nudos bajo el agua (equivalente a 55 km/hora). De hecho, los submarinos Tipo XXI sólo podían alcanzar una velocidad de
32 km/h sumergidos, lo cual equivale a 17,2 nudos. De todos modos, sólo un submarino Tipo XXI llegó a combatir (Blair
1996, 1998; Wynn 1998; Sharpe 1997).

Según los archivos del interrogatorio, el capitán del U-530 era el Teniente de Navío Otto Wermuth (NARA 1985; Blair 1998:
688). Szabo (1947: 25, 29) se refirió a él como Wermoutt, pero sugirió, porque el capitán se había desecho de los papeles
del barco antes de entrar al puerto, que este nombre podría ser un seudónimo, una idea que copiaron Mattern y Friedrich
(1975: 70–71). Una confirmación independiente de que el nombre era Wermuth surge del trabajo de Schaeffer (1952). Este
era el capitán del U-977, quien registra un encuentro con el capitán del U-530 en Washington posteriormente ese mismo
año. No existen pruebas que sugieran que el capitán del U-530 fuera un tal Wilhelm Bernhard, como asevera Robert
(2005a). Ni el nombre Wilhelm Bernhard ni otro parecido aparecen en la lista de la tripulación del U-530 suministrada por la
Armada Argentina en 1945 (Szabo 1947: 13-14). De hecho, Stevens (1997: 27) y Farrel (2005) sugieren que Bernhard(t)
era un seudónimo de un tripulante del U-530. Este es el Bernhart de Buechner and Bernhart (1989) (ver arriba).

Fig. 6. El U-530 en el puerto de Mar del Plata, Argentina. (Foto cortesía de Daniel Mesa por medio de Carlos Mey).

Según los informes del interrogatorio (NARA 1985; ver también Szabo 1947), los cuales estaban basados en las entrevistas
debido a que los documentos del barco se habían destruido, el U-530 partió de Kristiansand en Noruega el 3 de marzo de
1945, permaneció 10 días en Horton en el Fiordo de Oslo, y luego salió al mar abierto el 13 de marzo. Mattern y Friedrich
(1975: 72) y Buechner y Bernhart (1989: 184-185) sostienen que el U-530 dejó el Puerto el 2 de mayo; Robert (2005a) dice
que la fecha de partida fue el 13 de abril. Ninguno de estos autores ofrece prueba alguna para respaldar sus afirmaciones,
pero decir que el U-530 partió el mismo día que el U-977 (2 de mayo, ver a continuación) es conveniente para la idea de
que ambas naves integraban un convoy submarino secreto (Szabo 1947; Buechner y Bernhart 1989). Los archivos del
interrogatorio consignan que el U-530 operó frente a Nueva York entre el 4 y el 7 de mayo. Cuando Wermuth se enteró de
7
que Alemania había capitulado el 8 de mayo, decidió huir a la Argentina, la cual creía sería amistosa con los alemanes;
dejó el área de Nueva York el 10 de mayo y llegó a la Argentina el 10 de julio (Blair 1998; NARA 1985). Los interrogadores
no hallaron pruebas para sugerir que el U-530 hubiera depositado un tesoro o pasajeros en la Antártida ni en ningún otro
lugar en route a Mar del Plata, ni de que hubiera sido parte de un gran convoy submarino en misión secreta.

A los interrogadores les dijeron que la nave había cruzado el ecuador el 17 de junio (NARA 1985). Wermuth informó que en
principio navegaron sumergidos, luego a 7,5 nudos (13,9 km/h) en superficie de noche, y a 2 nudos (3,7 km/h) sumergidos
de día, hasta los 20° S.

Allí emergieron y aumentaron la velocidad a sólo 9 nudos, porque desarrollar una velocidad más alta hubiera consumido
demasiado combustible de reserva.
Aceptando estas velocidades como ciertas y suponiendo que el U-530 había navegado 6 horas en superficie de noche y 18
horas sumergido de día, entonces le hubiera llevado 57 días cubrir los 8500 km entre Nueva York y los 20° S. Los 3300 km
finales les hubieran llevado alrededor de 8 días, lo cual significaría una travesía total de unos 65 días, lo que es bastante
cercano a lo correcto ya que el viaje real llevó 61 días.

Según NARA (1985), el U-977 era un submarino tipo VIIC (Fig. 7). Su numeración indica que probablemente haya sido un
tipo VIIC/41. Estas naves eran capaces de desarrollar 17,7 nudos en superficie y 7,6 bajo el agua, tenían una autonomía de
14 500 km a 10 nudos (18,5 km/h), y de 125 km sumergidas a 4 nudos (7,4 km/h), y profundidad nominal hasta 250 m (Blair
1996, 1998; Wynn 1998; Sharpe 1997). Estos detalles concuerdan con información suministrada por el capitán del U-977
(Schaeffer, 1952) y por Blair (1998).

Fig. 7. El U-977 en el puerto de Mar del Plata, Argentina. Foto cortesía de Daniel Mesa por medio de Carlos Mey).

El U-977 zarpó de Kristiansand el 2 de mayo de 1945. Al producirse el cese de las hostilidades el 8 de mayo, Schaeffer, al
igual que Wermuth, decidieron intentar llegar a la Argentina antes que ser capturados. Dieciséis de sus hombres optaron
por desembarcar cerca de Bergen, Noruega, la noche del 10 de mayo. El 11 de mayo a la mañana, la nave con su tripula-
ción reducida a 32 personas se sumergió para bordear el Reino Unido utilizando un esnórquel para garantizar el suministro
de aire. Emergieron 66 días más tarde en tiempo récord, luego de sortear con seguridad la base naval británica de Gibral-
tar. Como tenían poco combustible, ya que les habían concedido sólo 80 toneladas en Oslo, tuvieron que viajar muy len-
tamente. Desde África del Norte, navegaron con rumbo sur utilizando una de las dos máquinas diesel cuando avanzaban
en la superficie de noche. Durante el día, utilizaban los motores eléctricos mientras estaban sumergidos (Schaeffer 1952).
Cruzaron el ecuador el 23 de julio, y se rindieron en Mar del Plata, Argentina, el 17 de agosto; todos los documentos del
barco estaban intactos (NARA 1985).

Al U-977 le llevó 25 días cruzar los 5200 km de océano entre el ecuador y Mar del Plata entre el 23 de julio el 17 de agosto.
Eso requiere una velocidad promedio de 4,7 nudos, u 8,7 km/h, lo que parece razonable dadas las circunstancias.

Las listas de la tripulación de las dos embarcaciones fueron suministradas por la Armada Argentina y reimpresas por Szabo
(1947: 13–14, 36) y por Mattern y Friedrich (1975: 70–72). Szabo (1947: 20, 40) se equivocó al suponer que ambos subma-
rinos debían haber tenido tripulaciones de sólo 18-27 hombres, una presunción suya que se ha repetido frecuentemente,
por ejemplo, por parte de Buechner y Bernhart (1989: 184). La tripulación típica de un submarino Tipo IXC (U-530) era de
alrededor de 54 hombres, y de un Tipo VIIC (U-977) de 44 a 52 (Blair 1996, 1998; Wynn 1998; Sharpe 1997). Estos núme-
ros son coherentes con los ya mencionados (recordemos que se habían desembarcado 16 hombres del U-977 en Norue-
ga).

Aparte de que Wermuth había destruido los documentos y el equipo militar de su barco, lo único inusual con respecto al U-
530 era que parecía trasportar más cigarrillos de lo que se podría haber esperado. Según Szabo (1947: 24) había 540 colis
de cigarillos (colis significa paquete en francés; los autores consideran que quiere decir cartones que contenía unos 200
cigarrillos en paquetes de 20). El volumen de estos cigarillos fue creciendo con los sucesivos relatos. Cuando llegamos a
Friedrich (1979: 69), los colis de Szabo han crecido a “540 barriles o latas grandes”, y el texto está acompañado por una
foto de un submarino con barriles de crudo en cubierta, lo que implícitamente indica que estos barriles están llenos de ciga-

8
rrillos. Sobre la base de los antecedentes de Friedrich como falsificador de epígrafes de fotos de hidroaviones (desarrolla-
do anteriormente), esta foto podría, por supuesto, ser de un submarino.

El mito que rodea al U-530 y al U-977 lo relata de nuevo Goodrick-Clarke (2002) en su exhaustivo análisis de la mitología
nazi. Es una lástima que el análisis cuidadoso de Goodrick-Clarke en lo que respecta al resto perpetúe las ideas de que
ambos submarinos zarparon juntos de Kiel el 2 de mayo (no lo hicieron), de que había demasiados tripulantes (la cantidad
era la normal) y de que el U-530 llevaba 500 barriles grandes de cigarrillos (no los llevaba).

Cuando se consideran las fechas, los tiempos y las velocidades, se desprende la sugerencia de que ni el U-530 ni el U-977
tuvieron tiempo de visitar la Antártida. Pero, los marinos pueden mentir, y los diarios de un barco se pueden falsificar. La
pregunta que planteamos aquí es: ¿tal visita fue físicamente posible bajo las condiciones que reinaban en el momento?

Todas las consideraciones previas omitieron destacar que junio, julio y agosto son meses de pleno invierno en el hemisfe-
rio sur. ¿Un submarino pudo haber legado a la costa de la Tierra de la Reina Maud, emergido y descargado mercadería en
la plataforma de hielo a mitad de invierno? El primer obstáculo habría sido el famoso Océano del sur propiamente dicho. El
segundo obstáculo habría sido la masa flotante de hielo de 1 a 2 metros de espesor que rodea a la Antártida en el invierno.
Datos satelitales recolectados por la NASA (Gloersen y otros, 1992) y por la India (Vyas y otros, 2004) muestran que frente
a la Tierra de la Reina Maud la masa de hielo flotante se extiende alrededor hasta 500 km de la línea costera a fines de
mayo y junio, y a 1665 km en julio, agosto y septiembre. Para alcanzar la costa y regresar en route a la Argentina, el U-530
hubiera tenido que viajar unos 1000 km bajo hielo, y el U-977 hubiera tenido que viajar unos 3300 km bajo hielo.

¿Es factible? Los submarinos efectivamente se ocultaban bajo el hielo marino para evitar ser detectados luego de atacar
barcos en la costa rusa durante la Segunda Guerra Mundial.

También atacaban barcos desde su posición debajo del hielo en el Golfo de San Lorenzo (Leary 1999). Sin embargo, no
podían recorrer grandes distancias bajo el hielo. Bajo el hielo, el problema principal para el U-977 o el U-530 habría sido el
acceso al aire fresco, como fue el caso del Nautilus del Capitán Nemo bajo el hielo antártico en Veinte mil leguas de viaje
submarino de Julio Verne. A falta de una capacidad independiente para producir aire, los submarinos diesel no son ade-
cuados para realizar operaciones bajo el hielo (Gimblett 2004). El esnórquel del U-997 habría sido inútil bajo el hielo. Para
procurar aire fresco, la nave habría tenido que abrirse camino a la fuerza hacia arriba a través del hielo para emerger por lo
menos cada 2 días, porque estas naves no contaban con depuradores de CO2 para limpiar el aire. Una vez que obtuviera
aire suficiente, teóricamente habría sido capaz de sumergirse y continuar su viaje. Considerando paradas para obtener aire,
su velocidad promedio no podría haber sido mayor a los 3 a 5 nudos bajo el hielo (J. Mason, comunicación personal, marzo
de 2006).

¿Los submarinos podían emerger a través de 1 – 2 m de masa de hielo flotante? Debido a su francobordo bajo, los subma-
rinos de la Segunda Guerra Mundial se podían dañar fácilmente con el hielo flotante. En el verano meridional de 1947–
1948, durante la Operación Highjump, el submarino USS Sennet que tenía una cubierta baja se averió por el movimiento
del hielo flotante que se produce en verano (Fig. 8), y el rompehielos Northwind lo tuvo que ayudar para salir a aguas abier-
tas (Byrd 1947: 458; US Navy 1947; Sullivan 1957; Rose 1980).

Y eso ocurrió en el verano. Las condiciones serían mucho peores en un invierno antártico, cuando los vientos feroces pro-
vocan el choque de témpanos de hielo formando enormes arrecifes de presión. La presión entre los témpanos de hielo en
invierno fue la causa del hundimiento del Endurance de Shackleton en el Mar de Weddell en 1915 (Shackleton 1919). Es
más, habría sido difícil para cualquier submarino perforar el hielo, porque dichas naves normalmente no estaban reforzadas
contra los hielos (J. Mason, comunicación personal, 2006).

La navegación también habría sido prácticamente imposible. Aun si el U-530 o el U-977 hubieran emergido a través del
hielo, ver el sol o las estrellas habría sido difícil a causa de la nubosidad. En invierno en la base Maudheim de la Expedición
NBSA en la costa de la Tierra de la Reina Maud el sol apenas se asomaba en el horizonte alrededor del mediodía en mayo,
y no aparecía en el horizonte en todo junio y julio (Hisdal 1960; Ohta 1999). La oscuridad las 24 horas y la cobertura nubo-
sa habrían aumentado enormemente el peligro de navegar entre hielos cerca de una costa de la que no se poseían buenos
mapas. Hasta ver la “costa” habría sido difícil, porque comprende el acantilado de hielo de 10 a 30 m de alto en el borde de
la plataforma de hielo, que sería más o menos invisible en la oscuridad desde la cubierta inferior de un submarino, sin olvi-
darse de que los mares helados estarían salpicados de témpanos.

Suponiendo que el U-977 hubiera alcanzado la costa, ¿con qué circunstancias se habría enfrentado la tripulación? La
temperatura promedio en invierno en la base Maudheim de la Expedición NBSA era de alrededor de −26° C (Hisdal 1960).
La velocidad promedio del viento era de 15 nudos (Hisdal 1956) o aproximadamente 28 km/h. La sensación térmica induci-
da por esa velocidad del viento combinada con una temperatura promedio de −26° C habría bajado la temperatura real a
los -40° C, sin olvidarse de que podrían producirse tormentas de nieve. Bajo estas condiciones de frío y oscuridad, los
hombres de Maudheim en los inviernos meridionales de 1950 y 1951 tenían el buen tino se mantenerse puertas adentro
todo junio, julio, agosto y la mayor parte de septiembre (Giaever 1954). Cualquier persona que desembarcara de un subma-
rino habría enfrentado las dificultades más extraordinarias para caminar 250 km atravesando el hielo penetrado por grietas
ocultas, en la oscuridad y sin ayudar para la navegación para llegar a una guarida en las montañas donde las temperaturas
habrían sido más bajas, hasta los -50° C (Ohta 1999) y peores las condiciones climáticas.

Los autores sugieren que la oscuridad las 24 horas, combinada con el ancho y peligroso cinturón de hielo marino de in-
vierno, implica que habría sido físicamente imposible que el U-530 o el U-977 hubieran llegado a cualquier parte cerca de la
costa de la Antártida en junio, julio o agosto de 1945.

Estas mismas condiciones, grandes extensiones de hielo marino, oscuridad permanente, amplia cobertura nubosa y frío
extremo también habrían confabulado contra la posibilidad de que Bernhart recuperara las cenizas de Hitler de una cueva
9
de hielo en las Montañas Mühlig-Hofmann arribando vía aérea, en junio de 1979, como aseveraron Buechner y Bernhart
(1989: 233). Mapas basados en datos satelitales de la NASA muestran claramente que en junio de 1979 el hielo marino se
extendía en modo sólido desde la costa norte de la Tierra de la Reina Maud hasta los 60° S, y al oeste cruzando el Mar de
Weddell (Gloersen y otros 1992). Eso significa que el supuesto hidroavión de Bernhart no habría podido acuatizar en el Mar
de Weddell para reabastecerse de combustible, ni aterrizar junto al supuesto buque de pesca holandés frente a la costa de
la Tierra de la Reina Maud. Este relato es pura imaginación.

No existen pruebas contundentes publicadas por parte de ninguna fuente original confiable que muestren que el U-530 o el
U-977 integraron un convoy submarino, ni de que estos (ni otro integrante del supuesto convoy) pudieron haber llegado a la
Tierra de la Reina Maud en el invierno meridional de 1945

Conclusiones

Utilizando el conocimiento de la Antártida que se ha adquirido desde fines de la década de 1930, y leyendo la gran cantidad
de informes de expediciones de las décadas de 1930, 1940 y 1950, se puede sostener con seguridad que las afirmaciones
infundadas de Szabo (1947), Mattern y Friedrich (1975), Friedrich (1979), Stevens (1997, 2003), Farrell (2005) y Choron
(fecha desconocida) sobre una supuesta base alemana secreta en la Antártida, o sobre su reaprovisionamiento por parte
de submarinos, son totalmente falaces. Eso también se aplica a la gran parte de lo que escribe Robert (2005a, 2005b,
2005c) sobre el tema de la supuesta guerra secreta de Gran Bretaña en la Antártida.

Un examen crítico y exhaustivo de todas las pruebas disponibles a la luz de lo que sabemos hoy sobre la Antártida y su
ciencia e historia indica lo siguiente:

1. Los alemanes no construyeron una base secreta en la Tierra de la Reina Maud antes, durante ni inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial.

2. Durante, e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, las actividades británicas en la Antártida tuvie-
ron lugar mucho más al oeste de la Tierra de la Reina Maud, en la Península Antártica y al oeste de ésta; los británicos no
construyeron una base secreta en la Tierra de la Reina Maud desde la cual observar las hipotéticas actividades alemanas;
ni tampoco los británicos emprendieron actividades militares de ningún tipo contra una base secreta alemana en la Tierra
de la Reina Maud.

3. Ni durante la Operación Highjump en el verano meridional de 1946 – 1947, ni durante la Expedición Antártida de los
EE. UU. de 1940 – 1941 los estadounidenses manifestaron ningún interés especial en la Tierra de la Reina Maud ni en la
posibilidad de que allí pudiera haber o hubiera habido una base alemana.

4. Cuando los estadounidenses sí aterrizaron en la Tierra de la Reina Maud, en febrero de 1955, fue para llevar ade-
lante un reconocimiento en busca de un lugar adecuado para una pista de aterrizaje; no manifestaron interés alguno en la
posibilidad de que hubiera bases alemanas allí;

5. Se llevaron a cabo tres explosiones nucleares secretas en la atmósfera al sur de Ciudad del Cabo en 1958; no
tuvieron lugar sobre la Tierra de la Reina Maud, sino en la alta atmósfera entre 160 y 750 km sobre el nivel del mar, y entre
2280 y 3500 km al norte de la Tierra de la Reina Maud.

Los datos de radiación del manto de hielo muestran que no pudo haber habido ninguna explosión nuclear en la atmósfera
sobre la Tierra de la Reina Maud en 1958;

6. La gran extensión de la masa de hielo flotante del invierno meridional habría impedido que los submarinos alema-
nes alcanzaran las costas de la Tierra de la Reina Maud entre Mayo y agosto de 1945.Además, no hay un canal a través
del cual lo submarinos pudieran haber penetrado en las montañas de la Tierra de la Reina Maud para amarrar en una hipo-
tética caverna subterránea en donde podrían haber recibido mantenimiento;

7. Las palabras de Byrd en el artículo de El Mercurio del 5 de marzo de 1947 se tradujeron mal, de un modo que se
sugiere que él estaba hablando de los peligros de los platos voladores. A lo que sí se refirió fue a la amenaza contra la
seguridad de los EE. UU. que representaban los aviones soviéticos que podían atacar a los EE. UU. surcando las regiones
polares, y a los peligros inherentes a un mundo que se achicaba rápidamente.

8. Los estadounidenses de Operación Highjump no fueron atacados por platos voladores, no perdieron cuatro aviones
como consecuencia de la oposición enemiga, y no abandonaron la Antártida precoz e inesperadamente debido a dicha
acción, sino porque el invierno se adelantó.

Utilizando la analogía de Park (2001), nuestro análisis sugiere que las historias de Szabo (1947), Mattern y Friedrich (1977),
Friedrich (1979), Landig (1980, 1991), Stevens (1997, 2003), Choron (fecha desconocida), Farrell (2005) y Robert (2005a,
2005b, 2005c) combinaron relatos no relacionados de expediciones polares, desembarcos de submarinos, choques de
aviones y experimentos nucleares a grandes altitudes. Se hilvanaron fragmentos de estos relatos para crear el mito de
guerras secretas encubiertas por uno o más gobiernos. La información que no encajaba se dejó a un lado. Los agujeros se
rellenaron con especulaciones. Los autores que siguieron se alimentaron del material de sus antecesores, adornando aquí

10
y allá. Buechner y Bernhardt (1989) se basaron en la novela de Harbison’s (1980) como fuente; Stevens (1979) se basó en
la de Landig. Se le recuerda al lector que Buechner y Bernhart (1989: 240, 242) inventaron el supuesto (pero imposible)
aterrizaje de un hidroavión en lo que habría sido un océano cubierto de hielo frente a la Tierra de la Reina Maud en la mitad
del invierno meridional en 1979, y Mattern y Friedrich (1975) y Friedrich (1979) inventaron el supuesto acuatizaje de un
hidroavión de la Expedición Antártica Alemana de 1938 – 1939 en un lago en el Oasis Schirmacher, y el descubrimiento de
cavernas y túneles por parte de su tripulación. Lamentablemente otros siguieron los pasos de esos autores sin darse cuen-
ta, repitiendo sus palabras como si fueran verdad. Dado lo que hemos podido descubrir, quizá esto sucederá menos en el
futuro. En el caso de Robert (2005a, 2005b, 2005c), se nos invita a creer en un cuento que le contó a él alguien que, según
el autor, debe permanecer en el anonimato (por lo tanto, es imposible de corroborar), y del cual no hay ninguna otra prueba.

Uno podría preguntarse cómo llegaron a publicarse estas fantasías. Zündel (alias Friedrich) publicó el trabajo de Mattern y
Friedrich (1975) y Friedrich (1979). Landig también publicó su propio material (Landig 1980, 1991), como también lo hicie-
ron Stevens (1997) y Buechner y Bernhart (1989). Robert (2005a, 2005b, 2005c) publicó en una revista científica que no
usó un proceso de revisión por colegas.

Nuestro análisis de la abundante literatura científica que describe las condiciones de la Antártida y la abundante literatura
histórica que describe las diversas expediciones sugiere que en las obras de Szabo, Buechner, Bernhart, Mattern, Friedrich,
Stevens, Farrell, Choron y Robert ha reinado la fantasía y se produjo una farsa histórica.

Para aquellos que deseen investigar más, destacamos que los archivos respectivos ahora están a disposición del público
(por ejemplo, ver Rae 1995).

La expedición antártica alemana de 1938 – 1939

La Expedición antártica alemana de 1938/39 (Fig. 2) fue conducida por el Capitán Alfred Ritscher. No fue una expedición
militar, y Ritscher no era un militar, aunque era miembro del Kriegsmarine, el alto mando naval alemán. Estaba al servicio
de la Armada en carácter de civil. Lo habían prestado para la expedición porque era uno de los exploradores polares (Árti-
co) más experimentados de Alemania, navegante y un consumado piloto aéreo. La expedición partió de Alemania el 17 de
diciembre de 1938, y desarrolló actividades a lo largo de la costa de la Tierra de la Reina Maud solamente entre el 19 de
enero y el 15 de febrero de 1939. El Schwabenland era un aeropuerto flotante de 8000 toneladas que estaba equipado para
catapultar hidroaviones. Además, contaba con grúas para recuperarlos de las aguas una vez que acuatizaban y poseía
instalaciones completas de abastecimiento de combustible y mantenimiento y reparación. Pertenecía a la aerolínea alema-
na Lufthansa, cuyas tripulaciones pilotearon y realizaron el mantenimiento de los aviones de Lufthansa durante la expedi-
ción (Ritscher 1942; Lüdecke 2004; Sullivan 1957; Mills 2003: 552–554).

Fig. 2. El sello de la Expedición Antártica Alemana de 1938 – 1939.

Para asegurar que la expedición buscara una base ballenera en la zona correcta, la tripulación incluyó a un ballenero ave-
zado, Otto Kraul, que había trabajado en esta región (Kraul 1939). Kraul también se desempeñó como piloto de hielo y
colaboró con la elaboración de una sección sobre las condiciones del hielo del informe de la expedición (Kraul 1942). Así
como Kraul, había una dotación de científicos.

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Los resultados iniciales del Schwabenland se describieron ampliamente en la literatura científica alemana (Deutsche See-
warte 1939; Wohlthat 1939; Ritscher 1942), y también en relatos populares escritos por Kraul (1939) y Herrmann, el geógra-
fo de la expedición (Herrmann 1942). Sin embargo, con el estallido de la guerra el 1 de setiembre de 1939, el trabajo que-
dó incompleto y los resultados tuvieron mucha menos difusión internacional de la que habrían tenido en caso contrario. Aun
después de la guerra, muchas de las publicaciones relacionadas con la expedición estaban en alemán (Ritscher 1946,
1948, 1958; Brunk 1986, 1987; Lüdecke 2004), aunque había algunas referencias a la expedición en inglés (por ejemplo,
Sullivan 1957: 124-128), y el libro de Kraul (1939) se tradujo a otras lenguas. No obstante, mapas rudimentarios de las
montañas trazados por Ritscher y su tripulación se pusieron rápidamente a disposición, y aparecieron en los mapas nuevos
de la Antártida (Bayliss 1939; Bayliss and Cumpston 1939; US Hydrographic Office 1943). El científico sueco Hans Ahl-
mann leyó los informes de la expedición a principios de la década de 1940 y esto lo llevó a presentar una propuesta en
1945 para la organización de una expedición internacional que sería la Expedición antártica noruego británico sueca (Nor-
wegian/British/Swedish Antarctic Expedition, NBSA) de 1949–52 (Giaever 1954). Los mapas alemanes se utilizaron para
guiar la Expedición NBSA y, más tarde, las expediciones de países que planeaban instalar bases en la Tierra de la Reina
Maud.

Fig. 3. Hidroavión Boreas en la catapulta del Schwabenland (Cortesía de Lufthansa).

Mientras el Schwabenland recorría las costas haciendo sondeos y recolectando muestras marinas, sus dos hidroaviones
Dornier-Wal de diez toneladas, Boreas y Passat, llevaron a cabo el primer reconocimiento fotográfico aéreo sistemático de
la Tierra de la Reina Maud, que de hecho fue uno de los primeros reconocimientos de ese tipo en toda la Antártida, sobre-
volando el interior del continente entre las latitudes 69° y 74° S, y las longitudes 5° O y 18° E (Brunk 1987). Más tarde se
comprendió que, ante la falta de mediciones de referencia verificadas sobre el terreno, los mapas topográficos realizados a
partir de las fotografías aéreas eran algo imprecisos; había picos ubicados hasta 50 km fuera de su posición real y dema-
siado altos, hasta 1000 m (Giaever 1954). Los mapas se corrigieron a mediados de la década de 1950 (Ritscher 1958)
sobre la base de datos verificados sobre el terreno suministrados por la Expedición NBSA, y de nuevo en la década de
1980 por Brunk (1986, 1987), quien comparó las fotografías de la expedición con las del satélite LANDSAT para establecer
por dónde habían volado los aviones. En este trabajo, utilizamos las alturas corregidas.

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Fig. 4. El Schwabenland lanzando un hidroavión (fuente: Ritscher 1942: 48, Fig. 14).

La expedición descubrió que la mayor parte de la costa norte era un acantilado de hielo de unas decenas de metros de
altura, situado en el borde que daba al mar de una plataforma de hielo llano flotante de 100 km de ancho en el océano a
aproximadamente 70° de latitud S. La plataforma de hielo era el borde flotante de un enorme manto de hielo que se elevaba
a un ritmo constante hacia el Polo Sur y culminaba en una meseta a una altura de aproximadamente 2500 – 3000 m. La
elevación lisa del manto de hielo hacia la meseta polar se interrumpía aquí y allá por algunos nunataks y, a una cota de
aproximadamente 1500 m, por una vasta cadena de montañas rocosas orientada de este a oeste a una latitud de unos 72°
S, alrededor de 200 – 250 km tierra adentro desde el borde de la plataforma de hielo que daba al mar (Fig. 1). Los picos
rocosos cubiertos de nieve o expuestos se elevaban entre 500 y 1000 m sobre el manto de hielo, alcanzando una altura
máxima de 3148 m en Jøkulkyrka y las Montañas Mühlig-Hofmann (Mills 2003). Para su sorpresa, la expedición descubrió
cerca de la costa un área de 34 km2 de roca expuesta que contenía varios lagos pequeños sin hielo, a los que denominaron
Oasis Schirmacher, en homenaje al piloto que la descubrió (Ritscher 1942).

Fig. 5. El Boreas amarrado al borde de la plataforma de hielo. (Foto cortesía de Scherl/SV-Bilderdienst).

Sólo se realizaron tres aterrizajes, todos sobre la plataforma de hielo. En cada caso, pequeños grupos de personas des-
embarcaron de un bote de barco o de uno de los dos aviones del barco para realizar breves visitas de menos de un día
(Ritscher 1942; Fig. 5).

Antes de la expedición alemana, la mayor parte de la exploración en esa zona la habían llevado a cabo los noruegos y
había estado limitada a la costa (Christensen 1935, 1939; Royal Geographical Society 1939; Mills 2003: 535, 549). Las
montañas no se habían divisado. Cuando la expedición alemana navegó a la Antártida, Noruega decidió presentar un re-

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clamo formal por la región sobre la base de su descubrimiento previo de la mayor parte de la costa. Esto ocurrió el 14 de
enero de 1939 (Giaever 1954; Lüdecke 2004).

No obstante, según lo planeado, la expedición colocó banderas alemanas en algunos puntos estratégicos de la costa, y
arrojó en el interior banderas con la esvástica desde aeronaves como base para reclamar lo que Alemania llamaría Neu-
schwabenland. Según Giaever (1954), los alemanes lograron mantener su expedición en secreto hasta que se realizó un
anuncio oficial el 9 de marzo de 1939. Allí se indicó que habían descubierto e inspeccionado una gran zona de la Antártida
y que habían trazado mapas del área desde aeronaves.

Quizá debido al reclamo noruego, no se presentaron reclamos alemanes para anexar el territorio. De hecho, el adveni-
miento de los reclamos noruegos parece haber encaminado a los alemanes en otra dirección porque, poco después de que
el Schwabenland regresara a Alemania, se analizaron planes para regresar a la Antártida durante el verano meridional de
1939 – 1940 para visitar el sector pacífico entre los 80° y 130° O (Lüdecke 2004: 86). En ese entonces, ningún país había
reclamado la costa en esa zona.

Operación Highjump

Varios autores sostienen, sin contar con pruebas de respaldo, que los EE. UU. enviaron la Operación Highjump a la Antárti-
da en 1946-1947 para erradicar la base alemana secreta de la Tierra de la Reina Maud (por ejemplo, Szabo 1947: 200,
201; Mattern y Friedrich 1975: 96; Buechner y Bernhart 1989; Stevens 1997, 2003). Por ejemplo, Buechner y Bernhart
(1989: 229, 231) sugieren que el interrogatorio de las tripulaciones del U-530 y del U-977 en 1945 habían revelado que los
alemanes habían construido enormes complejos subterráneos en la Antártida para la fabricación de aeronaves y otras ar-
mas de avanzada. Entonces los EE. UU. habían organizado Highjump para ubicar y destruir esta operación secreta. Mat-
tern y Friedrich (1975: 96) afirman que el Almirante Byrd dijo que el objetivo de Highjump era “aplastar la última resistencia
desesperada de Adolf Hitler en caso de que lo encontráramos en su Neuberchtesgaden dentro de la Schwabenland en la
región de la Tierra de la Reina Maud, o destruirlo”. No se cita la fuente de este textual. Remitiéndose a Stevens (1997: 52),
Farrell (2005) nos dice: “Equipada para una estadía de ocho meses, la expedición rodeó el territorio de Neuschwabenland
reclamado por Alemania; el Almirante Byrd apostó las naves de la armada frente a la costa, y luego avanzaron las tropas
terrestres y el reconocimiento aéreo desde el polo hacia el territorio alemán. Supuestamente, la ‘base’ alemana se encontró
rápidamente, se sobrevoló, y ya sea una bandera estadounidense, o una bomba, dependiendo de la versión del relato, se
arrojó sobre la posición”.

Parte de la Fuerza de Tareas 68 en Balboa, Panama, Diciembre de 1946

El problema de todos estos relatos es que relacionan los interrogatorios de los submarinos alemanes que tuvieron lugar
entre mediados y fines de 1945 al aparente interés repentino de los Estados Unidos por la Antártida a mediados de 1946,
sin considerar otras posibles razones para dicho interés estadounidense, ni los intereses antárticos de larga data del famo-
so explorador polar estadounidense, el Contraalmirante Richard Byrd.

La Operación Highjump fue la más importante expedición a la Antártida que se haya realizado; estuvo integrada por algo
más de 4700 hombres, con 33 aeronaves, en 13 barcos incluyendo el rompehielos guardacostas Northwind, un portaavio-
nes (USS Philippine Sea) y un submarino (USS Sennet) (Byrd 1947; US Navy 1947; Sullivan 1957; Bertrand 1967, 1971;

14
Rose 1980; Mills 2003). Autorizada el 26 de agosto de 1946 por el Almirante Chester Nimitz, fue una operación de la Arma-
da de los Estados Unidos que se llevó a cabo en el verano meridional de 1946 – 1947 bajo el comando del Contraalmirante
Richard H. Cruzen, con el Contraalmirante (R) Byrd como el Oficial Responsable del Proyecto (Armada de los Estados
Unidos 1947). Los objetivos de Highjump (Armada de los Estados Unidos 1947) eran:

(a) entrenar personal y probar equipos en condiciones de frío;

(b) consolidar y extender la soberanía de los Estados Unidos sobre el área viable más grande del continente antártico (Esto
se negó públicamente como un objetivo aun antes de que finalizara la expedición);

(c) determinar la factibilidad de establecer, mantener y utilizar bases en la Antártida e investigar posibles emplazamientos
para bases;

(d) desarrollar técnicas para instalar, mantener y utilizar bases aéreas sobre hielo, prestando particular atención a la poste-
rior aplicabilidad de dichas técnicas para operaciones en el interior de Groenlandia, en donde las condiciones son compa-
rables a las de la Antártida;

(e) ampliar el conocimiento existente sobre las condiciones hidrográficas, geográficas, geológicas, meteorológicas y de
propagación electromagnética en el área;

(f) complementar los objetivos de la expedición Nanook. (La operación Nanook fue una menor equivalente conducida frente
a Groenlandia oriental.)

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Highjump fue principalmente una operación militar, y no una expedición científica. Fue una de una serie de operaciones
militares diseñadas para entrenar a la armada en operaciones polares. Los planificadores militares estadounidenses consi-
deraban que el entrenamiento polar era un imperativo estratégico porque veían a la Unión Soviética como una amenaza, y
creían que era probable una guerra ártica. El objetivo estratégico general se confirma en los libros de Sullivan (1957) y
Rose (1980) y en artículos de Bertrand (1967, 1971). Rose (1980: 34) afirma que desde el punto de vista de los EE. UU. en
1946: “la maduración de la guerra fría con el antiguo aliado soviético era evidente”; “la hostilidad soviética parecía dominar
todos los sucesos, definir todos los acontecimientos”. No es casualidad que el 12 de marzo de 1947, mientras la fuerza de
tareas de Highjump todavía estaba en el mar, el presidente Truman haya proclamado lo que se conoció como la Doctrina
Truman, para ayudar a impedir la expansión del comunismo. Evidentemente, la Operación Highjump fue un ejercicio tem-
prano de la Guerra Fría que se avecinaba, diseñado para potenciar la capacidad de la armada para combatir en el polo. Le
siguió a la Operación Frostbite en el Estrecho de Davis en el otoño e invierno boreales de 1945 – 46 (Rose 1980) y a la
Operación Nanook en el período de julio a septiembre de 1946 (Sullivan 1957; Rose 1980). Frostbite y Nanook fueron ejer-
cicios relativamente menores. Cuando se decidió que era necesario realizar ejercicios de entrenamiento naval polar de
envergadura, se eligió hacerlo en la Antártida, donde las condiciones serían similares a las de Groenlandia y otras partes
del Ártico, con el fin de evitar un incidente diplomático por sostener un ejercicio naval de envergadura en áreas relativamen-
te cercanas a la URSS. A Highjump le siguió otro ejercicio antártico, Operación Molino de Viento (Operation Windmill), inte-
grada por dos barcos, en el verano meridional de 1947 - 1948 (Armada de los Estados Unidos, 1948).

Fig. 8. El USS Sennet entre los hielos durante la Operación Highjump. (Foto disponible en http://www.south-
pole.com/sennet.htm).

Los objetivos militares estratégicos de Highjump tuvieron una amplia difusión en aquel momento. En un artículo reproduci-
do en periódicos destacados (New York Times 9 de febrero de 1947; Montreal Daily Star 8 de febrero de 1947), Cruzen
apuntó que Highjump demostraba que la Armada era capaz de suministrar “provisiones trasportadas por mar” a tropas que
operaran “bajo las más rigurosas condiciones polares” desde “bases árticas remotas”. Y agregó: “Si la defensa de los Esta-
dos Unidos dependiera de los polos –como bien podría suceder en el futuro– una fuerza aérea y marítima capacitada y
experimentada representa una formidable combinación defensiva. Aquí se sentaron las bases de dicha unidad de enverga-
dura para cualquiera de los Polos” (New York Times 2 de marzo de 1947).

Highjump no era una operación secreta como Tabarín. Viajaron 11 periodistas a bordo de los barcos de Highjump. Entre
ellos, se destacaban el corresponsal de guerra estadounidense Lee Van Atta (quien no era, como aseguraron Goodrick-
Clarke (2002), chileno) y el periodista científico del New York Times, Walter Sullivan. Entre el 2 de diciembre de 1946 y el
22 de marzo de 1947, los 11 periodistas transmitieron 2011 mensajes que sumaron un total de 478 338 palabras a Radio
Washington, para que las retransmitieran a sus empleadores (Armada de los Estados Unidos, 1947). Algunos integrantes
de la expedición escribieron libros sobre sus experiencias (Byrd 1947; Sullivan 1957). Dada la tremenda magnitud de la
cobertura periodística, fue desorientador que Choron (fecha desconocida) afirmara: “se divulgó muy poca información adi-
cional a los medios acerca de la misión, aunque la mayoría de los periodistas sospechaban de su verdadero propósito dada
la enorme cantidad de armamento involucrado”.

El informe oficial de la operación (Armada de los Estados Unidos 1947) se publicó en tres volúmenes que comprenden la
narrativa y 24 anexos extensos sobre cuestiones operativas tales como Aviación, Operaciones de Buques, Comunicacio-
nes, Navegación, Manejo de Carga, Raciones y Personal. En su mayor parte, se ocupa de las minucias de las operaciones
cotidianas en el hielo. Quizás porque inicialmente fue clasificada Confidencial (y lo fue), y por lo tanto no estuvo disponible
para el público general, algunos escritores pensaron que el gobierno de los Estados Unidos tenía algo que ocultar. El infor-
me nunca se clasificó como Secreto ni Ultra Secreto.

Comparando el informe de la Armada con el trabajo de Byrd de 1947 publicado en National Geographic Magazine (Byrd
1947), resulta claro que el informe no contiene nada sustancial que no se haya publicado en esa revista, o más tarde por
Bertrand (1967, 1971). No surgen pruebas de supresión de información al comparar el artículo de Byrd, los informes de los
servicios de los EE. UU., los muchos informes de periodistas y los libros y artículos de Sullivan, Rose y Bertrand menciona-
dos anteriormente. Llegamos a la conclusión de que no existen pruebas de ningún ocultamiento. En ninguna parte de estos
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artículos se considera en absoluto una posible amenaza de ningún tipo que emanara de los supuestos vestigos del Tercer
Reich. La única amenaza mencionada era la soviética.

Si la supuesta base alemana había sido el objetivo de la Operación Highjump, se debería haber enfocado en la Tierra de la
Reina Maud, pero en cambio se centraba en la base Little America de Byrd en la Plataforma del Mar de Ross del otro lado
del continente. Desde allí, su aeronave exploró la región entre el Mar de Ross y el Polo Sur, y las fuerzas de tareas navales
equipadas con aeronaves anfibias desplegadas para explorar las costas hacia el este, a través del sector del Océano Pací-
fico, y hacia el oeste, a través del sector del Océano Índico (Armada de los Estados Unidos 1947; Byrd 1947; Bertrand
1967, 1971; Rose 1980). Se esperaba que tanto las fuerzas de tareas del este como del oeste arribaran a la Tierra de la
Reina Maud antes de regresar a casa. No se esperaba que ninguna de ellas aterrizara en el continente. Sabiendo que los
barcos de Highjump se dirigieron primero al Mar de Ross, es asombroso que Buechner y Bernhart (1989: 230) afirmen
(refiriéndose a la operación) que “Este formidable grupo fondeó cerca del territorio de ‘Neuschwabenland’ reclamado por los
alemanes… y luego se dividió en tres fuerzas de tareas separadas”.

Un mapa publicado por Byrd (1947), Sullivan, (1957: 199) y Bertrand (1967: 8) muestra el recorrido de las aeronaves, y el
informe de la Armada de los EE. UU. (1947) muestra los itinerarios de los barcos y las fechas. Resulta claro que la Armada
de los EE. UU. no sobrevoló prácticamente ninguna parte del territorio del que los alemanes habían confeccionado mapas
en 1938 – 1939. Debido a que los barcos de las fuerzas de tareas orientales y occidentales tenían poco tiempo (por las
razones que se exponen más adelante), sólo pudieron llevar a cabo un reconocimiento somero de la Tierra de la Reina
Maud, que se encontraba en el extremo más lejano de su alcance. Los barcos del grupo del oeste se acercaron a la Tierra
de la Reina Maud desde el este. El 22 de febrero de 1947, con tiempo perfecto, una de sus aeronaves sobrevoló el extremo
oriental de la Tierra de la Reina Maud. “Se confeccionaron mapas de la costa de los 34 a los 15° E” y “se descubrió una
cadena montañosa de 3900 metros, que poseía acumulado detrás, y glaciares dispersos que se internaban en el mar a
través de sus pasos.” (US Navy 1947). Eran las mismas montañas que habían descubierto los noruegos en 1937 (Christen-
sen 1939). En su extremo occidental, este vuelo sólo alcanzó el borde este más lejano del Macizo de Wohlthat, descubierto
por los alemanes (ver Fig. 1). Los barcos del grupo oriental se acercaron a la costa oeste de la Tierra de la Reina Maud
desde el oeste. El 1 de marzo de 1947, sus aeronaves se acercaron a la costa entre el meridiano de Greenwich (0°) y los 5°
E (Byrd 1947), pero “el tiempo estaba extremadamente malo sobre el continente, nublado desde la superficie hasta los
4570 metros, lo que impedía la exploración terrestre” (US Navy 1947). Dada la falta de oportunidades de realizar reconoci-
mientos y la presión del tiempo, los barcos del grupo oriental zarparon de regreso a casa el 3 de marzo sin sobrevolar la
Tierra de la Reina Maud (US Navy 1947).

Sobre la base de la suposición equivocada de que la Operación Highjump planeaba trabajar en la Antártida seis meses,
Mattern y Friedrich (1975), Buechner y Bernhart (1989), Stevens (2003), Farrell (2003) y Robert (2005c) consideraron que la
expedición se había cancelado “prematuramente”, y que los estadounidenses estaban ocultando las razones. Pero nunca
hubo un plan para pasar 6 meses en la Antártida. Debido a los trabajos necesarios para preparar los barcos para el mar en
el breve tiempo disponible después de la Operación Nanook, los barcos no partieron de los EE. UU. hasta el 2 de diciembre
de 1946 (US Navy 1947, Byrd 1947), cuando el verano meridional ya estaba bastante avanzado. Uno de sus dos rompehie-
los, el USS Burton Island, no estaba alistado y se sumó mucho más tarde. Al acercarse a la Antártida, sufrieron una demora
inesperada al encontrarse con un cinturón de hielo flotante de 1000 km de ancho (Sullivan 1957). Al no contar con el Burton
Island, había sólo un rompehielos disponible, el Northwind, y el avance fue mucho más lento de lo planeado. Aunque el
grupo oriental estaba en posición y comenzó volar aeronaves sobre el continente a fines de diciembre de 1946, el grupo
central no logró alcanzar la Plataforma de Hielo del Mar de Ross para descargar provisiones y equipo hasta el 15 de enero
de 1947. No permanecieron mucho tiempo. Como el invierno se estaba adelantando, tuvieron que retirarse antes de lo que
habían calculado, el 23 de febrero de 1947, con el fin de evitar sufrir daños en los cascos de acero de los buques, que no
estaban reforzados contra los hielos (US Navy 1947; Byrd 1947; Sullivan 1957; Bertrand 1967; Rose 1980). El Burton Is-
land llegó a tiempo para asistir con la partida.

La demora en salir de los EE. UU., la ausencia del segundo rompehielos, el hecho de que la masa de hielo flotante era
más ancha de lo esperado y el rápido avance del invierno significaron que la cantidad de tiempo que Highjump permaneció
en la Antártida no fue mucho más extensa que la que estuvo la Expedición Antártica Alemana en 1938 – 1939. Bajo esas
circunstancias, se realizó mucho menos trabajo científico del deseado (Byrd, 1947). De todos modos, se cumplió la mayor
parte de los objetivos militares de la expedición, a pesar de que una aeronave del grupo oriental chocó contra el manto de
hielo durante una tormenta de nieve el 30 de diciembre de 1946, lo que causó la pérdida de varios tripulantes (Byrd 1947,
Armada de los EE. UU. 1947). Esta colisión se produjo del otro lado del continente con respecto a la Tierra de la Reina
Maud.

17
Buques de la US Navy en la Antártida

La idea de que la expedición se planeó para atacar una supuesta base alemana en la Tierra de la Reina Maud es totalmen-
te infundada. Las citas textuales atribuidas a Byrd que sugieren lo contrario se inventaron.

Los estadounidenses no mostraron ningún interés particular por la Tierra de la Reina Maud. No hicieron ningún esfuerzo, ni
tenían ningún plan, para aterrizar allí. No hicieron ningún esfuerzo en especial para reconocerla desde el aire. Habrían
pasado más tiempo sobrevolándola si las condiciones climáticas hubieran sido mejores y si hubieran tenido tiempo. Pero
como se acercaba el invierno, y tenían otras tareas que atender, no se resistieron a dar la vuelta y alejarse de esta zona
supuestamente codiciada, como hasta Szabo (1947:208) comprendió.

Aunque los estadounidenses no demostraron interés en la supuesta base alemana, estaban interesados en las actividades
alemanas en la Tierra de la Reina Maud, pero por una razón completamente distinta: el proceso de reclamo del territorio. La
Expedición Alemana de 1938 – 1939, y su intención de reclamar territorio (Neuschwabenland), estimuló al gobierno de los
EE. UU. a emprender sus propias expediciones a la Antártida por primera vez en un siglo, para respaldar eventuales recla-
mos territoriales estadounidenses (Dewing y Kelsey 1955; Sullivan 1957: 137–170; Bertrand 1971; Rose 1980; ver también
Mills 2003: 121–122). El 25 de noviembre de 1939, se estableció el Servicio Antártico de los Estados Unidos (US Antarctic
Service) para mantener estaciones permanentes o semipermanentes en el continente antártico, y para satisfacer los requi-
sitos de descubrimiento y asentamiento que serían necesarios para respaldar posibles reclamos territoriales. La primera
expedición del Servicio atracó en la Bahía de las Ballenas el 12 de enero de 1940 para construir la base Little America III en
la Plataforma de Hielo de Ross. También se la conoce como West Base (Base Oeste), en contraste con East Base (Base
Este), que se levantó en la Isla Stonington en la costa oeste de la Península Antártica. Ambas llevaron a cabo un amplio
programa de levantamiento terrestre y aéreo, e investigaciones científicas. West Base se cerró el 1 de febrero de 1941, y
East Base el 22 de marzo de 1941. La expedición no visitó la Tierra de la Reina Maud, ni planeó hacerlo, lo que sugiere que
los EE. UU. no tenían interés en las hipotéticas actividades alemanas en la Tierra de la Reina Maud. Se debe tener en
cuenta que esto sucedió antes de que Szabo iniciara la historia sobre la base alemana.

Asimismo, no se demostró interés en la Tierra de la Reina Maud por parte de la Operación Molino de Viento (1947 – 48),
cuyos dos barcos desembarcaron partidas de brigadas topográficas desde el helicóptero para suministrar datos de control
desde tierra para la ubicación de las fotografías aéreas tomadas por Highjump el año anterior (Armada de los EE. UU.
1948; Bertrand 1971; Mills 2003). La única oportunidad en que los EE. UU. tocaron tierra en la Tierra de la Reina Maud fue
en febrero de 1955, cuando el rompehielos USS Atka desembarcó partidas costeras para hacer un reconocimiento en bus-
ca de terreno adecuado para una pista de aterrizaje para las aeronaves que pudieran tener dificultades en route de los EE.
UU. al Polo Sur durante las operaciones planeadas para el Año Geofísico Internacional (Sullivan 1957, 1961). Las partidas
bajaron a tierra dos veces, por un día cada una, cerca de la base Maudheim de la Expedición NBSA, y permanecieron cer-
ca del borde que da al mar de la plataforma de hielo. La naturaleza fugaz de la visita confirma que no tenían interés en
investigar ninguna hipotética base alemana en la Tierra de la Reina Maud.

Agradecimientos

Deseamos agradecer a: Cornelia Lüdecke (Alemania, por su asesoramiento respecto de la Expedición Antártica Alemana,
por aportar fotografías y por la edición); Bob Headland (Scott Polar Research Institute, por historia antártica general y edi-
ción); Peter Clarkson (Scott Polar Research Institute, por su asesoramiento sobre ciencia e historia antárticas generales);
Mark Gilbert y Shirley Sawtell (Scott Polar Research Institute, por sus asistencia bibliotecaria);Gordon Smith (Gales, por su
asesoramiento general naval con respecto a la Segunda Guerra Mundial); Christel Converse (EE. UU., por su asistencia

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con documentos); Malcolm Crick (UNSCEAR, por datos sobre explosiones nucleares); Lars-Erik de Geer (UNSCEAR, por
datos sobre explosiones nucleares); Alfonso Juarez (Inter American Press, Miami, por datos periodísticos); Berry Lyons
(Byrd Polar Research Center, EE. UU., por su asistencia general); Laura Kissel (Byrd Polar Research Center, EE. UU., por
brindar informacion sobre Highjump); Lynn Lay (Byrd Polar Research Center, EE. UU., por verificar documentos); Capitán
Jerry Mason (Canadá; por datos sobre submarinos); Holger Meding (Alemania; por asesoramiento sobre submarinos); Ma-
nuel Prutschi (Canadá, por información sobre Ernst Christof Friedrich Zündel); Jorge Guzmán (Norueba y Chile, por traduc-
ciones); Rachel Cox (British Antarctic Survey, por sus búsquedas en archivos); Anders Liljegren (Suecia, por documentos);
SteinTronstad (Norwegian Polar Institute, por la Fig. 1); Don Manning (Scot Polar Research Institute por fotografías), Carlos
Mey (Argentina, Histarmar) y Daniel Mesa (Argentina, www.elsnorkel.com) por suministrar fotografías de submarinos; y
Sandra Valenzuela (Biblioteca Nacional de Chile, Santiago, por su ayuda en la revisión de documentos). Pedimos disculpas
si, sin darnos cuenta, olvidamos agradecer a alguien que nos haya ayudado de algún modo.

La supuesta base alemana

Ninguno de los documentos alemanes menciona intención alguna de establecer una base durante la expedición de 1938 –
1939, así como tampoco que se haya hecho algún intento de hacerlo en aquel momento o posteriormente (Deutsche See-
warte 1939; Wohlthat 1939; Ritscher 1942, 1946, 1948, 1958; Kraul 1939, 1942; Herrmann 1942; Lüdecke 2004). Es más,
las afirmaciones de Szabo (1947), Mattern y Friedrich (1975), Friedrich (1979), Stevens (1997, 2003), Farrell (2005) y Ro-
bert (2005c) acerca de que la expedición estableció una base alemana secreta en la Tierra de la Reina Maud parecerían
ser puramente especulativas porque difieren entre sí con respecto a la ubicación de la supuesta base, y con respecto al
momento y modo de su construcción, porque uno de ellos inventó las pruebas, y porque ninguno es capaz de citar fuentes
de literatura original para respaldar sus aseveraciones. Por ejemplo (por orden de fecha):

1. Szabo (1947: 185) conjeturó que el Oasis Schirmacher libre de hielo, ubicado en proximidades de la costa cerca de los
12° de longitud E del lado este de Tierra de la Reina Maud (Fig. 1), hubiera sido un refugio ideal. También asegura que la
Expedición Antártica Alemana estableció una base costera inicial, la cual luego usaron los barcos alemanes que participa-
ron en incursiones en el Atlántico Sur, y que allí se almacenaba material llevado por submarinos para la construcción de
una base en el interior (Szabo 1947: 161–163).

2. Mattern y Friedrich (1975: 72) sugirieron que la supuesta base alemana estaba emplazada en una amplia área con cen-
tro en los 75° S y 40° E (eso es bastante al este de la zona mostrada en el mapa de la Fig. 1).

Su hipótesis requería que la base hubiera sido atacada en 1947 por los aviones estadounidenses de Operación Highjump, y
por lo tanto tenía que estar ubicada dentro del área sobrevolada por esas naves para que su versión tuviera coherencia
interna. Esa ubicación se contradice con la afirmación de los autores de que la supuesta base estaba en la zona inspec-
cionada por la Expedición Antártica Alemana, la cual no avanzó más al este que aproximadamente 15° E.

3. Como parte de su intento por demostrar que los alemanes construyeron una base en la zona, Friedrich (1979) falsificó
pruebas fotográficas para utilizar como respaldo de la afirmación de que una de las aeronaves alemanas de reconocimiento
aterrizó en uno de los lagos del Oasis Schirmacher. La fotografía que aparece en la p. 65 del trabajo de Friedrich con el
epígrafe “Hidroavión anclado en una de las lagunas de aguas cálidas” es una copia de una fotografía tomada al borde del
hielo marino y expuesta por Herrmann (1942; 164–165) con el epígrafe “Das erste deutsche Flugzeug ist am Rande des
Südpolkontinents gelandet”, que significa: “Aterriza el primer avión alemán en el borde del continente del Polo Sur”. Mattern
y Friedrich (1975: 189) intentan un enfoque similar empleando una fotografía con el epígrafe “Hidroavión alemán en el oasis
sin hielo con lagos de aguas cálidas”. La fotografía muestra el hidroavión amarrado en el borde de una extensión llana de
hielo, la cual tiene una altura equivalente a la parte más alta del fuselaje de la aeronave, y hombres de pie sobre dicha
plataforma mirando hacia abajo. Dado lo que se sabe tanto sobre la plataforma de hielo costera como sobre el Oasis
Schirmacher (ver, por ejemplo, Borman y Fritzsche 1995), queda claro que la imagen muestra la plataforma de hielo llana y
gruesa contigua al océano, y no un lago del oasis. De hecho, Schõn (2004: 57) aporta una fotografía casi idéntica, que se
sabe muestra el borde de la plataforma de hielo, y otro ejemplo adicional se presenta en la Fig. 5. Los diarios de las aero-
naves de la expedición alemana confirman nuestra interpretación (Ritscher 1942: 263–264). Ninguno de los lagos era lo
suficientemente grande como para acuatizar. Eso decepcionó a Ritscher, quien sobrevoló el oasis y observó que ofrecía
condiciones favorables para levantar una base logística para futuras actividades de investigación antártica (Borman y
Fritzsche 1995: prólogo).

4. Landig (1980) ubicó la base cerca de la longitud 12° E en el macizo Wohlthat (Fig. 1) entre las Montañas Conrad en el
oeste y el pico Ritscher en el este, tierra adentro desde el Oasis Schirmacher, y al este de las Montañas Mühlig-Hofmann.

5. Buechner y Bernhart (1989: 188) afirman que en 1945 hombres del U-530 visitaron una cueva natural de hielo muy es-
pecial que había sido descubierta en las Montañas Mühlig-Hofmann por la expedición de Ritscher de 1938–1939, cuya
entrada había sido reforzada con paredes de acero y escaleras por parte de una expedición posterior en 1943. Si bien uno
podría suponer que estos autores sabían de lo que hablaban, ya que uno de ellos (Bernhart) sostenía que había prestado
servicio en un submarino (U-530) que había trasportado el tesoro a esta cueva en 1945, y que lo había recuperado en
1979, el lector debe tener en cuenta que se contradicen con su afirmación de que Ritscher descubrió las cuevas al escribir
que “Partidas costeras de las primeras expediciones de submarinos habían descubierto una o más cuevas naturales de
hielo en las Montañas Mühlig-Hofmann” (Buechner and Bernhart 1989: 147).

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6. Stevens (1997: 48) sostiene que la base estaba ubicada en los 71° 30 S, 14° 51 O, es decir, cerca de las Montañas
Wohlthat y el Oasis Schirmacher, y a unos 240 km de las Montañas Mühlig-Hofmann. Como se puede apreciar en la Fig. 1,
este lugar está ubicado en las suaves laderas abiertas del manto de hielo aproximadamente a mitad de camino entre el
Oasis Schirmacher y el macizo Wohlthat. Con respecto al momento, Stevens (2003: 246) cita un informe que señala: “du-
rante la guerra se realizaron reiterados viajes en las inmediaciones y en ese momento se estableció allí una base perma-
nente”. Como respaldo, cita novelas alemanas de Landig (1980, 1991) que, indica, describen “esta y otras bases alemanas
secretas de la posguerra en la Antártida” (Stevens 2003: 246).

7. Tras consignar que “Se rumoreaba que el puesto de avanzada nazi… había existido entre las Montañas Mühlig-
Hofmann”, Robert (2005a, 2005c) continúa y afirma que estaba ubicado dentro de los 320 km del lugar donde los británicos
construyeron su propia base secreta de guerra. Entonces ésta debe encontrarse primero. Según Robert (2005a), los britá-
nicos le dieron el nombre “Maudheim” a la base. Nos referimos a esta supuesta base británica de guerra como “Maudheim-
1” para evitar confundirla con la base de la Expedición NBSA de 1949 – 1952, la cual también se denominó Maudheim
(ubicada en la Fig. 1; y ver Giaever 1954; Swithinbank 1999). Robert (2005a) declara que: “La base Maudheim [es decir,
“Maudheim-1” como se mencionó anteriormente], cerca de la cadena montañosa Mühlig-Hoffmann en Montañas Mühlig-
Hofmann en la Tierra de la Reina Maud… era tan secreta que nunca se le dio un nombre, ni siquiera una coordenada en los
mapas oficiales”. No obstante, él confirmó la ubicación durante una comunicación personal con uno de nosotros (emitido el
26 de octubre de 2005) de la siguiente manera: “se supone que las coordenadas de la expedición 1945/46 son las mismas
que las de la expedición conjunta británico sueco noruega de 1949/52” (es decir, Maudheim en la Fig. 1).

Así, Robert supone que la supuesta “Maudheim-1” de guerra y la verdadera Maudheim de la Expedición NBSA estaban en
el mismo lugar. Eso difícil de creer, ya que la Expedición NBSA encontró por casualidad su sitio en febrero de 1950, y no
existen pruebas de que hayan encontrado ningún rastro de ocupación previa en la zona (Giaver 1954; Swithinbank 1999).
De todos modos, la supuesta base alemana no puede estar al mismo tiempo en las Montañas Mühlig-Hofmann y dentro de
los 320 km de Maudheim, ya que las Montañas Mühlig-Hofmann están por lo menos a 440 km al este de Maudheim entre
las longitudes 7,5° E y 0° E (Fig. 1). El lector debe juzgar la fiabilidad del testimonio anecdótico de Robert, cuya fuente es
“un relato brindado por un oficial de guerra de los SAS” (Robert 2005a, 2005b).

8. Con respecto al momento, Robert (2005a) afirma que: “al mes de que habían comenzado las hostilidades en Europa, los
alemanes regresaron a Neuschwabenland para finalizar lo que habían empezado; muchos sugirieron que se estaba cons-
truyendo una base".

Resulta claro que hay casi tantas opiniones sobre la ubicación de la supuesta base como autores que escriben sobre ella.
Del mismo modo, mientras varios autores parecen estar de acuerdo en que dicha construcción pudo haber sido iniciada por
Ritscher (a principios de 1939), existen opiniones divergentes en cuanto a cuándo continuó la construcción (por ejemplo, a
fines de 1939, a un mes del comienzo de las hostilidades en Europa, “en 1943”, o a lo largo de toda la guerra). Según
Buechner y Bernhart (1989: 145), la idea de que los submarinos cubrían el trayecto entre Alemania y Neuschwabenland
llevando carga y partidas costeras a la base “no se ha verificado”.

Varios de los autores respaldan sus aseveraciones apelando a una o dos afirmaciones que se le atribuyen al Almirante
Dönitz. En la primera cita, Buechner y Bernhart (1989: 154) nos dicen que, en 1943, Dönitz dijo: “La flota alemana de sub-
marinos se enorgullece de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La sobre la tierra, una
fortaleza inexpugnable”. Prácticamente la misma cita aparece en Szabo (1947: 128), Barton (1960), Mattern y Friedrich
(1975: 44), Beuchner y Bernhar (1989: 172), Stevens (1997: 2), Robert (2005b) y Farrell (2005); cada autor parece haber
copiado a alguno de sus antecesores. En la segunda cita, Robert (2005b) nos dice que: “Dönitz hizo una declaración en
1946, supuestamente mientras lo enjuiciaban en Nuremberg, en la que alardeaba de una ‘fortaleza invulnerable, un oasis
paradisíaco en medio de los hielos eterno’”. Farrel (2005) usó esta misma cita, tomándola de Stevens (1997: 2) quien, a su
vez, la tomó de Mattern (1974). Ninguno de estos autores cita ninguna fuente original publicada de las citas, de modo que
todavía está por verse si Dönitz hizo o no las declaraciones que se le atribuyen. Aun si las hizo, pudo haberse referido
tanto al Ártico como a la Antártida.

¿Cuán factible es la idea de que entre sus muchas otras tareas el Schwabenland y su tripulación hayan contado con el
tiempo necesario para construir una base ya sea en la costa o 250 km tierra adentro en las Montañas Mühlig-Hofmann? A
la Expedición NBSA le llevó 18 días construir su primer refugio en su base Maudheim en febrero de 1950 (Giaever 1954).
Utilizaron excavadoras tipo “Wessel” con tractores para mover los equipos. A la partida de Amundsen al polo sur le llevó 14
días construir su refugio en la base Framheim en enero de 1911 (Amundsen 1912). Emplearon trineos, y 80 perros. En
cambio, el Schwabenland estuvo alejado de la costa tan sólo un mes. Los diarios del barco y otras publicaciones muestran
que pasó la mayoría del tiempo yendo y viniendo, y lanzando y recuperando hidroaviones, y el resto del tiempo recogiendo
muestra marinas (Ritscher 1942; Hermann 1942). Hubiera habido muy poco tiempo para que desembarcara los pertrechos
y el equipo necesario para construir una base ya sea en la costa o tierra adentro. De hecho, antes de que el primer avión
volara tierra adentro, los alemanes ni siquiera sabían que había una cadena montañosa en la que construir una base. La
suya fue una travesía de descubrimiento en la que levantaron mapas a medida que avanzaban. Y sin un mapa no es posi-
ble planear construir una base.

Como no existen pruebas de que el barco trasportara equipo motorizado o perros, la construcción de una base en las mon-
tañas hubiera implicado que la tripulación hiciera lo mismo que Scott y Shackleton y que, una vez que hubieran ubicado las
montañas por medio de las fotos aéreas, hubieran caminado hacia ellas surcando un terreno que no figuraba en los mapas,
peligroso y repleto de grietas remolcando sus provisiones y equipo. Scott y Shackleton avanzaron aproximadamente 24 km
diarios con buen tiempo en sus caminatas por el Polo Sur (Solomon 2001: Fig. 43), y con frecuencia contaban con el bene-
ficio de depósitos de provisiones instalados anteriormente.

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Los autores calculan que, en circunstancias óptimas, y sin cargas pesadas, dada su inexperiencia, a la tripulación alemana
le hubiera llevado por lo menos 10 días llegar a las montañas y otros 10 de regreso, lo que les habría dejado menos de 10
días para construir una base de montaña. Si también hubieran tenido que trasportar el equipo pesado, el ejercicio les habría
llevado mucho más tiempo. Nada de esto parece probable, y menos porque hasta la finalización del reconocimiento aéreo
no habría habido mapas para guiarlos. De todos modos, los únicos trineos de la expedición parecen haber sido aquellos
que cada aeronave llevaba para casos de accidente (Ritscher 1942). La tripulación hubiera tenido más probabilidades de
construir un refugio cerca de la costa, pero en los informes oficiales o extraoficiales de la expedición no hay signos de que
hayan llevado materiales para realizar esta tarea.

Nuestro análisis no sólo descarta la posibilidad de que las aeronaves no hayan meramente llevado a cabo sus obligaciones
de reconocimiento, sino también de que hayan actuado como trasporte llevando gente y equipos a las montañas. Las aero-
naves no eran grandes y, como mucho, podrían haber trasportado una carga de 10 personas. Fotografías de los informes
de la expedición, de Lufthansa y de archivos de periódicos alemanes muestran claramente que los hidroaviones de la ex-
pedición no estaban equipados para aterrizar en superficies sólidas. Se sabía que un Dornier-Wal había despegado de un
témpano de hielo, cuando Amundsen y Ellsworth y sus colegas quedaron varados cerca del Polo Norte entre mayo y junio
de 1925 (Amundsen 1927). Pero eso fue en una emergencia, después de que la aeronave de Amundsen había encontrado
los canales de navegación cerrados al tratar de acuatizar.

Es extremadamente improbable que el Boreas o el Passat hayan aterrizado en un área de hielos tierra adentro entre las
montañas de la que no poseían mapas, y no existen pruebas ni en los informes escritos ni en fotografías de que lo hayan
hecho.

Los autores llegan a la conclusión de que el tiempo, la falta de mapas y las condiciones de los hielos (grietas ocultas) hu-
bieran atentado contra cualquier intento de construir una base en las montañas durante el breve tiempo que la expedición
estuvo en el área, y que lo máximo que se podría haber logrado hubiera sido la construcción de un refugio costero de algún
tipo, de lo cual no hay ninguna prueba en absoluto. Nuestra conclusión es concordante con los documentos alemanes (por
ejemplo, Deutsche Seewarte 1939; Ritscher 1942; Hermann 1942; Lüdecke 2004), los cuales dejan en claro que la tarea
desarrollada en 1939 fue la de reconocimiento. Asimismo, la afirmación de que los alemanes regresaron en el verano meri-
dional de 1939/40 o más tarde para continuar trabajando en la hipotética base no encuentra respaldo en la literatura históri-
ca o científica alemana.

Dejando de lado la ubicación y el momento, es necesario considerar la escala de la operación.

Szabo (1947: 162, 163, 173) conjetura que el refugio habría sido inmenso, y que albergaría a varios cientos si no algunos
miles de personas que, si Alemania perdía la guerra, podrían continuar fabricando nuevas armas poderosas para un even-
tual resurgimiento. Buechner y Bernhart (1989: 156) afirman que “a mediados de 1940, llegaban en submarinos gran canti-
dad de víveres, vestimenta, combustible y todo otro artículo imaginable necesario para instalar el refugio de Hitler. Incluían
materiales de construcción, tractores, armas, aparatos de destilación, maquinarias, equipos de radio, personal, ingenieros y
científicos. En los siguientes cuatro años se construyeron refugios y se excavó una montaña”. Stevens (1997: 39) indica
que la base era una instalación permanente muy grande, construida en túneles excavados en la roca sólida, abastecida por
un submarino y un plato volador. Robert (2005a, 2005b), citando al supuesto último sobreviviente de una incursión de la
SAS británicos sobre la base, nos dice que ésta estaba en una “enorme caverna subterránea que” aparentemente “contaba
con calefacción geotérmica”. “En la enorme caverna había lagos subterráneos… Los nazis habían instalado una inmensa
base en las cavernas y hasta habían construido muelles para submarinos, y supuestamente se individualizó uno”. Tam-
bién: “se había documentado la presencia de hangares para extraños aviones y una abundancia de excavaciones…La
energía que estaban utilizando los nazis provenía de la actividad volcánica, la que les daba el calor para el vapor y también
colaboraba con la producción de electricidad... nos abrumó la cantidad de personal que se escurría como si fueran hormi-
gas… se estaban levantando... inmensas construcciones... los nazis, aparentemente, hacía mucho tiempo que estaban
Antártida”.

¿Tienen alguna credibilidad estos relatos?

Enfoquémonos en el relato de Robert, cuya fuente era un supuesto hombre de los SAS a quien, según afirmó Robert en
una comunicación personal con uno de nosotros (emitida el 26 de octubre de 2005), no tiene autorización para nombrar
porque él (Robert) trabaja para el Ministerio de Defensa del Reino Unido. Al lector puede resultarle extraño que, si bien
Robert (2005a) dice que: “el último sobreviviente me relató lo siguiente”, dijo a uno de nosotros en una comunicación per-
sonal referida al tema anterior que “el relato del Oficial de los SAS me lo contó un pariente cercano (ahora fallecido)”.

Quizá su cuento podría parecer un poco más creíble si existiera alguna evidencia geológica de actividad geotérmica en
esta parte de la Antártida. Pero no hay ninguna. La idea de que había alguna actividad de este tipo proviene de Herrmann,
el geógrafo de la expedición alemana, quien pensó que los lagos sin hielo del Oasis Schirmacher debían de ser calentados
geotérmicamente por emanaciones volcánicas del interior de la Tierra. Herrmann (1942: 164) conjeturó que se extendía una
falla en la corteza terrestre bajando por la mitad del Atlántico atravesando los volcanes Jan Mayen, las Azores, Ascensión,
Tristan da Cunha y Bouvetøya, y supuso que continuaba hacia el sur cruzando la Tierra de la Reina Maud más o menos a
través del Oasis Schirmacher y se conectaba con el Monte Erebus del otro lado de la Antártida. En parte tenía razón y se le
debe reconocer el crédito por esta perspicacia temprana. Los volcanes del Atlántico central realmente se extienden a lo
largo de una fisura en la corteza terrestre entre dos placas tectónicas: la Americana y la Africana. Esta es, por supuesto, la
zona central de fallas del Arrecife del Medio Atlántico. Posee volcanes activos y también cuenta con abundantes chimeneas
hidrotermales de agua caliente (German y otros 1996). Lamentablemente para la teoría de Herrmann, el Arrecife del Medio
Atlántico se detiene en un cruce en el sistema de arrecifes en mitad del océano a una latitud aproximada de 54° S, cerca de
21
la isla de Bouvetøya (ver German y otros 1996: Fig.10.1; Times Atlas 2000: 32–33, plate 122). El sistema de arrecifes en
mitad del océano no llega más al sur que los 60° S en esta zona, lo cual significa que sus volcanes y fluidos hidrotermales
están todos más de 1200 km al norte de la Tierra de la Reina Maud. Además, si bien existen volcanes en la Antártida, por
ejemplo el Monte Erebus en el Mar de Ross y en la Isla Decepción frente a la Península Antártica, no se ha registrado acti-
vidad volcánica o geotérmica en la Tierra de la Reina Maud (Tingey 1991). Por lo tanto, aquellos que siguen la teoría geo-
térmica de Herrmann (por ejemplo, Friedrich 1979; Stevens 1979, 2003; Farrell, 2005) están equivocados.

Friedrich (1979: 71), posteriormente copiado por Robert (2005b), supuso que la falla volcánica de Herrmann estaba aso-
ciada con una profunda fosa submarina que constituiría una excelente ruta en las profundidades del mar para que los sub-
marinos entraran en la Antártida. Como esta línea volcánica no corre a través de la Tierra de la Reina Maud, tampoco
puede hacerlo la fosa. No obstante, es probable que existan canales trazados en el lecho marino debajo de las plataformas
de hielo por los glaciares o aguas de deshielo cuando el nivel del mar era más bajo en el pico de la última era de hielo unos
20 0000 años atrás. Dichos canales están bien registrados en los mapas de los mares de Ross y Weddell, pero no tan
bien en el resto debido a la dificultad de realizar sondeos debajo de las plataformas de hielo (Anderson 1991, 1999; Bentley
1991). Como se menciona anteriormente, las plataformas de hielo son extensiones del manto de hielo hacia el mar. Son
bastante gruesas: La que está debajo de la base Maudheim de la Expedición NBSA tiene alrededor de 200 m de espesor
(Giaever 1954; Giaever and Schytt 1963; Swithinbank 1999). Y aumentan de grosor hacia la tierra, mientras que, por deba-
jo, el lecho marino se eleva hacia la costa. Finalmente, el lecho marino que se eleva y la plataforma de hielo que se hunde
se encuentran cerca de la costa en la denominada “línea de tierra”. Los canales del lecho marino se llenan de hielo cuando
se extienden más allá de la línea de tierra ingresando en el continente, así que no ofrecen rutas para submarinos. De todos
modos, los submarinos no pudieron haber penetrado por debajo de las plataformas de hielo para alcanzar la costa sumer-
gida de la Tierra de la Reina Maud porque la línea de tierra normalmente está entre los 300 y 100 m de profundidad, más
allá de los 250 m de alcance de profundidad de los submarinos de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, semejante
descenso hubiera sido extremadamente imprudente ya que no se contaba con mapas de la forma del lecho marino ni de la
cara inferior de la plataforma de hielo. No sólo no hay forma de que un submarino ingrese, sino que además parece alta-
mente improbable (dado todo lo que sabemos sobre las ubicaciones privilegiadas de los refugios de submarinos a lo largo
de las costas europeas) que los alemanes hubieran deseado complicarse a tal punto de llevar sus submarinos hasta lagos
ubicados en las montañas a uno 200 km tierra adentro con respecto al mar.

En efecto, existen lagos debajo del manto de hielo, pero no en cuevas. Existen espejos de agua en las depresiones de la
roca debajo de enormes acumulaciones de hielo de más de dos kilómetros de espesor. Se forman en el límite entre la roca
y el hielo a causa de la combinación del lento calentamiento de la Tierra por debajo y la presión de la masa de hielo por
arriba (Hansom y Gordon 1998; Stonehouse 2002; Bell y otros 2006). No existe espacio de aire sobre estos lagos; no se
podría vivir allí abajo.

Descartadas las enormes cavernas con lagos subterráneos y fuentes geotérmicas, de todo lo cual no existen pruebas, el
relato de Robert del hombre de los SAS parece ser meramente de ficción. En este contexto, parecería que las aseveracio-
nes de Szabo sobre una posible base fueran puro invento, una base endeble sobre la que otros construyeron un castillo de
naipes.

Por último, vale la pena reflexionar sobre el hecho de que la Tierra de la Reina Maud ha sido visitada en innumerables
oportunidades por más de 1000 científicos, ninguno de los cuales informó haber descubierto ningún indicio de una base
alemana de guerra. A la Expedición NBSA de 1949–1952 le siguió el Año Geofísico Internacional de 1957–1958, durante el
cual Noruega y Bélgica tuvieron bases en la Tierra de la Reina Maud. Desde entonces, la cantidad de bases en esa zona
se cuadruplicó (Fig. 1). Existe un tráfico aéreo considerable y Landsat (Brink 1987) trazó mapas de toda la región. Si bien
algunos podrían argüir que a esta altura la supuesta base estaría enterrada en la nieve, se debe recordar que el interior de
la Antártida es prácticamente un desierto. Las precipitaciones son más altas cerca de la costa, no en las montañas en don-
de el viento impide la acumulación y donde se supone que estuvo ubicada la base (ver, por ejemplo, Ohta 1999).

El Almirante Byrd y los ovnis

Mattern y Friedrich (1975: 98) y Farrell (2005) sugieren, sin ofrecer ninguna prueba de respaldo, que Byrd sobrevoló la base
alemana durante la Operación Highjump, y que en represalia cuatro de sus aeronaves fueron derribadas por armas secre-
tas alemanas. Según un mapa de Mattern y Friedrich (1975: 92), los aviones se “perdieron” aproximadamente a los 73° S y
23° E, lo que se encuentra lejos al este de las Montañas Mühlig-Hoffman.“Este sólo hecho –afirma Farrell– hecha una cu-
riosa luz sobre la totalidad del ejercicio Highjump, ya que de algún modo cambió todo el carácter de la expedición de Byrd.
En un lapso de 48 horas, el Almirante Byrd había dado orden de cancelar la expedición y alistarse para abandonar la Antár-
tida. La duración de la misión había estado más cerca de las ocho semanas que de los ocho meses. No se comunicó nin-
guna razón oficial de la retirada repentina” (Farrell 2005). Según Buechner y Bernhart (1989: 231), la afirmación de que
muchos de los hombres de Byrd se “perdieron”, y de que por lo menos cuatro de sus aeronaves habían “desaparecido” en
circunstancias misteriosas que involucraban extrañas aeronaves “enemigas”, se hizo en mayo de 1948 en un periódico
europeo llamado Brisant, que estos autores no pudieron rastrear.Otra de sus fuentes para respaldar la afirmación es una
novela de 1980 llamada Genesis de W. A. Harbison (Harbison 1980).

Mattern y Friedrich (1975: 100) y Choron (fecha desconocida) afirman que la base alemana fue defendida por poderosas
armas secretas que incluyeron “platos voladores”. Goodrick-Clarke proporciona el contexto:

“Ya en la década de 1950, comenzaron a circular rumores en ciertos círculos alemanes nacionalistas de que los platos
voladores de la posguerra eran en realidad superarmas alemanas que se habían desarrollado y probado durante el Tercer
22
Reich. Al momento de la rendición alemana en mayo de 1945, supuestamente esta tecnología se envió por barco para
asegurarla en el Ártico, Sudamérica y la Antártida.

La abundancia de avistamientos de ovnis se atribuyó entonces a una presencia nazi oculta en regiones remotas e inaccesi-
bles del mundo. Hacia fines de la década de 1970, los escritores neonazis aseguraban que ‘Las últimas huestes’, una pode-
rosa fuerza militar nazi de ovnis de tecnología de punta, dominaban una vasta extensión de la Antártida.” (Goodrick-Clarke
2002)

Las pruebas documentales (US Navy 1947; Byrd 1947; Sullivan 1957; Rose 1980) muestran que: Byrd confinó su vuelo
personal a la región del Mar de Ross y al Polo Sur, a unos 2000 km de la Tierra de la Reina Maud; que no se produjo aterri-
zaje de fuerzas armadas estadounidenses en ninguna parte cerca de la Tierra de la Reina Maud; y que la única aeronave
que se perdió durante Highjump se estrelló a los 71° 22’ S, 99° 20’ O, del otro lado de la Antártida con respecto a la Tierra
de la Reina Maud.

A la historia del plato volador se le dio algo de crédito en los círculos de ovnilogía debido a algo que se alega dijo Byrd en
un artículo de un periódico. El artículo, firmado por Lee Van Atta, uno de los periodistas estadounidenses que cubrió la
Operación Highjump, aparece en la edición del 5 de marzo de 1947 de El Mercurio, de Santigo, Chile (El Mercurio 5 de
marzo 1947: 23). Mattern y Friedrich (1975: 99) sostienen que Byrd dijo en ese artículo que “en caso de una nueva guerra,
la parte continental de los Estados Unidos serían atacados por objetos voladores que podrían volar de polo a polo a veloci-
dades increíbles”.Otros, como Robert (2005a 2005c), Choron (fecha desconocida) y Farrell (2005 citando a Stevens 1997:
53), repitieron esa afirmación sin examinar la fuente. De hecho, Farrell (2005) incorpora en el Capítulo 14 de su libro una
copia del texto en español junto con la traducción incorrecta al inglés.

El texto en español de El Mercurio dice lo siguiente:

“El Almirante Richard E. Byrd advirtió hoy que es imperativo para los Estados Unidos de América el iniciar medidas de de-
fensa contra la posibilidad de una invasión del país de parte de aviones hostiles provenientes de las regiones polares. El
Almirante explicó que no quiere asustar a nadie, pero es una verdad amarga que, en el caso de una nueva guerra, los Es-
tados Unidos podrían ser atacados por aviones que pueden volar sobre uno o los dos polos. Esta declaración se hizo como
parte de una recapitulación de su propia experiencia polar, en una entrevista exclusiva con International News Servi-
ce. Refiriéndose a la expedición de reciente finalización, Byrd dijo que el resultado más importante de sus observaciones y
descubrimientos es el efecto potencial que tienen con respecto a la seguridad de los Estados Unidos. La velocidad fantásti-
ca a la que el mundo se está reduciendo – recordó el Almirante– es una de las lecciones más importantes aprendidas en su
reciente exploración antártica. Debo advertir a mis compatriotas que terminó aquel tiempo en el que podíamos refugiarnos
en nuestro aislamiento y confiar en la certeza de que las distancias, los océanos, y los polos eran una garantía de seguri-
dad.”

Si se compara este texto con las frases de Mattern y Friedrich (1975) y otros (“objetos volantes que podían volar de un polo
al otro a velocidades increíbles”), queda claro que su frase es, por lo menos, una mala traducción del original y, en el peor
de los casos, una traducción equivocada a propósito. En este contexto, es necesario apuntar, como se destacó anterior-
mente en el presente trabajo, que Mattern y Friedrich (1975) falsificaron pruebas del aterrizaje de un hidroavión en el Oasis
Schirmacher.

Eso impone la pregunta de ¿cuándo se hizo por primera vez una asociación entre platos voladores y la Operación
Highjump? Parecería improbable que haya sido antes del 14 de junio de 1947, cuando comenzó la locura de los platos
voladores en los Estados Unidos luego del choque cerca de la ciudad de Roswell, Nuevo México, de lo que algunos creye-
ron era un plato volador y otros creen eran los instrumentos de un globo sonda (Sturrock 1999; Park 2001). Según
Goodrick-Clarke (2002), la primera asociación entre platos voladores posguerra y fugitivos nazis en el hemisferio sur la hizo
M. X. Barton (1960, 1968), quien sugirió que los alemanes estaban reuniendo estos discos en fábricas subterráneas situa-
das en América del Sur, Sudáfrica y posiblemente la Antártida (aunque Barton se centra mayormente en la Patagonia). Sin
embargo, el primer enlace realmente claro viene de Mattern y Friedrich en 1975. El lector habrá tomado nota de que los
libros de Friedrich (1979) y Mattern y Friedrich (1975) fueron escritos por Ernst Zündel, cuyos segundo y tercer nombres
son Christof Friedrich. Con respecto a la historia del plato volador, Goodrick-Clarke (2002) apunta que: “Durante la década
de 1970, Wilhelm Landig y Ernst Zündel, ambos editores y autores neonazis, mezclaron estos relatos, insinuaciones y su-
gerencias y obtuvieron un poderoso y elaborado mito del resurgimiento nazi”.

Los autores llegan a la conclusión de que la idea de que los alemanes se defendieron con platos voladores desde una base
secreta en la Tierra de la Reina Maud en el momento de la Operación Highjump es pura fantasía.

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