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UNA LECTURA POLÍTICA DE EDIPO REY: EL JUEGO
DE LAS TENSIONES QUE SE COMPLEMENTAN
Resumo
Abstract
The intention of the present work consists of thinking the political dimen-
sion of Sophocles’s tragedy. Actually, it is a question of rethinking the approach
that Michel Foucault brings to the matter at the second conference of the The
Truth and the Juridical Forms, where the tragedy takes shape interpretive
from a new slope with regard to the habitual philological or psychoanalytic
treatment. In effect, both seem to be the dominant logoi in the hermeneutic
task: the canonical treatment that the philology has done of the tragedy in
general and the contribution of the Psychoanalysis.
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A. Introducción
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no sea aún el momento, «pero después saldrá a la luz que es tebano por
su linaje y no se complacerá de tal suerte» (Edipo, 453-454).
Foucault considera que todo está dicho y Edipo claramente acusado
por la dupla Apolo-Tiresias; pero la verdad no se instala aún, no hace
plenamente visible y su presencia se enmascara en una ausencia peculiar.
«Tenemos toda la verdad, pero en la forma prescriptita y profética que es
característica del oráculo y el adivino»(13).
La investigación de la verdad tomará nuevos rumbos, se inscribirá
en otro registro, más humano si se quiere. Sólo desde ese nuevo registro
la verdad podrá salir definitivamente a la luz, hacerse presente y ocupar
el escenario de la pieza con su presencia contundente.
El coro también se rehúsa a aceptar las palabras de Tiresias, des-
conociendo también él la dupla Tiresias-Apolo, como garantía de verdad.
Así se expresa: «De terrible manera, ciertamente, de terrible manera
me perturba el sabio adivino, ya lo crea, ya lo niegue» (Edipo, 484-485).
Edipo y Creonte discuten fuertemente en torno a las acusaciones del
rey. Creonte trata infructuosamente de convencer a Edipo de las acusa-
ciones de complot en su contra, lo cual podría llevarlo a dos situaciones
extremas decididas por el rey: el destierro o la muerte. La larga discusión
continúa hasta que Yocasta, para apaciguar la coyuntura, hace su aparición
y comenta los vaticinios, según los cuales, Layo debía ser asesinado por
su propio hijo. Previamente Edipo le comenta lo que Tiresias ha vertido
como verdad, traído por Creonte en franca connivencia: «He hecho venir
a un desvergonzado adivino» (705). Yocasta refuerza el velamiento de la
verdad, sumándose al descrédito de la palabra oracular. La presencia de
Yocasta tensiona el develamiento, lo retarda, lo aplaza porque su versión
del hecho contraría las palabras del adivino. La reina tranquiliza a un
encolerizado Edipo con las siguientes palabras: «Tú, ahora, liberándote a
ti mismo de lo que dices, escúchame y aprende que nadie que sea mortal
tiene parte en el arte adivinatorio. La prueba de esto te la mostraré en
pocas palabras» (Edipo, 708-711). Yocasta se suma a la hybris de Edipo.
Supone que ninguno de los asuntos de los mortales está afectado por
el arte adivinatorio, con lo cual vuelve a reforzar el desconocimiento de
Tiresias como doble-sombra de Apolo.
Si la verdad tuvo con la presencia de Tiresias un momento de mayor
presencia en la pieza, presencia aún velada, presencia-ausencia en el
marco de una lógica que nos tiene acostumbrados a su ambigüedad
intrínseca, el nuevo momento trágico representa un retroceso en el largo
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los pájaros que claman en el cielo, según cuyos indicios tenía yo que dar
muerte a mi propio padre? Pero él, habiendo muerto, está oculto bajo la
tierra y yo estoy aquí, sin haberle tocado con arma alguna, a no ser que
se haya consumido por nostalgia de mí» (Edipo, 964-970).
No obstante, la paz no llega; ahora es la presencia de Mérope, esposa
de Pólibo, la que desvela a Edipo, a partir de un oráculo que Apolo Loxias
le hiciera saber: «Loxias afirmó, hace tiempo, que yo había de unirme con
mi propia madre y coger en mis manos la sangre de mi padre. Por este
motivo habito desde hace años muy lejos de Corinto» (Edipo, 994-997).
Otra vez la verdad se tensiona en dos planos diferentes: la verdad
del oráculo, esto es la verdad que sutura la relación entre aletheia y arkhe,
inscrita en el universo apolíneo, y la verdad que, por momentos, aparece
desdibujada y velada, mientras que por otros, se muestra a punto de
develarse; verdad que traen los mortales, enmarcados en los distintos
momentos que la pieza trágica dibuja en su rompecabezas.
En realidad, la verdad no emerge como acontecimiento porque Edipo
no puede instalarse en el primer registro de la verdad. Va a necesitar
que el doblete de aquella aletheia, inscrito en el relato de los mortales
que animan la pieza, muestre su coincidencia con el registro divino.
Esa dualidad de planos, que no es otra que la fractura metafísica que
distancia a los hombres de los dioses, es recogida por Michel Foucault
desde la díada saber-poder: «Puede decirse, pues, que toda la obra es
una manera de desplazar la enunciación de la verdad de un discurso
profético y prescriptito de otro retrospectivo: ya no es más una profecía,
es un testimonio»(15).
Esta coincidencia de planos se da en la forma del testimonio del
mensajero y luego del pastor llegado de Corinto. El mensajero, como
dijimos, cree tranquilizarlo con las noticias traídas, hasta que él mismo,
ante la angustia de Edipo por su presunta madre corintia, le dice que
Mérope no es su madre porque él mismo lo recogió abandonado por sus
verdaderos padres, atravesados los pies en los desfiladeros selvosos
del Citerón.
C. La hora de la verdad
Ahora sí que la verdad, ese preciado objeto del deseo, está cerca,
en un definitivo juego que hace de la metáfora lumínica un eje interpre-
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Notas
(1)
Michel Foucault problematiza en esa obra propia de su etapa genealógica las relaciones entre
verdad y poder. Analiza los mecanismos de producción de verdad, en el marco de una verdad
ficcionada, histórica, en diálogo permanente con las condiciones históricas que la posibilitaron. El
recorrido arranca precisamente en la tragedia de Sófocles para ver el modo de producción de verdad
en la Grecia Arcaica y poner el corpus trágico en un fondo de lectura por la apropiación del poder.
(2)
FOUCAULT, M., La verdad y las formas jurídicas, p. 37.
(3)
En el Antiedipo, Deleuze y Guattari cuestionan las bases a-históricas de la triangulación edípica
para pensarla desde un juego político de coacción del deseo. Un dispositivo histórico y por ende
ficcional de encorsetar el deseo al interior de la familia, en una especie de pequeño drama burgués,
que territorializa el deseo a un espacio limitado y controlable, evitando su peligrosa dispersión.
(4)
FOUCAULT, M., op. cit., p. 37.
(5)
Para ilustrar los viejos procedimientos arcaicos, Foucault se remonta a Homero, a Ilíada, a la
disputa entre Menelao y Antíloco, en ocasión de los juegos tras la muerte de Patroclo, donde es la
prueba lo que termina imponiendo la verdad. Menelao exige una prueba-desafío de su adversario
y éste, al no poder cumplirla, pone sobre la mesa la evidencia de la verdad.
(6)
FOUCAULT, M., op. cit., p. 39.
(7)
La expresión foucaultiana se refiere a la dimensión político-instrumental del pensamiento que
opera como una caja de herramientas para interpretar y modificar la realidad.
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(8)
GERNET, L. Antropología de la Grecia Antigua.
(9)
COLLI, Giorgio, El nacimiento de la filosofía.
(10)
DETIENNE, M. Los maestros de verdad en la Grecia Arcaica, cap. II, La memoria del poeta;
cap. V, La ambigüedad de la palabra.
(11)
FOUCAULT, M. op. cit., p. 43.
(12)
COLOMBANI, M. C. Hesíodo. Una Introducción crítica. Cap. El adivino.
(13)
FOUCAULT, M. op. cit., p. 43.
(14)
FOUCAULT, M., op. cit., p. 46
(15)
FOUCAULT, M. op. cit., p. 48.
(16)
FOUCAULT, M., op. cit., p. 48.
Bibliografía
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