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PORTADA
PREsENTAcIÓN
BAZAR DE AsOMbROs
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
El REGREsO A EspAÑA
DE MAX AUb
YOlANDA RINAlDI
HIROshIMA
SYlvIA TIRADO BAZÁN
FIDElIDAD Al plURAl
VAlERIO MAGREllI
QUIMERA O vIDA:
NERvAl Y DUMAs
VIlMA FUENTEs
FlANNERY O’CONNOR: lA
pARÁbOlA Y lA EscRITURA
EDGAR AGUIlAR
El NAcIMIENTO DEl
MElODRAMA Y lA Hora exacta del estadillo de la bomba en Hiroshima
MUERTE DE lA TRAGEDIA
GUsTAvO OGARRIO
Sylvia Tirado Bazán
El vIANDANTE
Y lOs EscRITOREs Hace diez años largos
JORGE BUsTAMANTE GARcÍA
he muerto en Hiroshima
pero sigo teniendo siete años .
LEER
Los niños muertos dejan de crecer.
Nazim Hikmet, La niña muerta, poemas desde la cárcel
ARTE Y PENSAMIENTO:
TOMAR lA PAlAbRA
AGUsTÍN RAMOs Este año se cumplen setenta de la destrucción de dos ciudades japonesas.
JORNADA VIRTUAl
NAIEf YEhYA
Hiroshima y Nagasaki y todavía resuena en mis oídos los gritos de mi hermana
ARTEs VIsUAlEs anunciando el fin de la guerra:
GERMAINE GÓMEZ HARO
BEMOl SOsTENIDO –¡Ya terminó la guerra! ¡Ya
se acabó la guerra! –grita mi hermana Marcia al entrar
AlONsO ARREOlA
PAsO A RETIRARME a la enfermería donde estoy aislada con otras compañeras porque tenemos
ANA GARcÍA BERGUA sarampión. Casi al mismo tiempo nos sentamos en la cama y preguntamos: ¿La
CAbEZAlcUbO guerra?
JORGE MOch
PROsAIsMOs
ORlANDO ORTIZ –Sí, la guerra con Japón, los gringos les echaron una bomba, miles de personas
CINEXcUsAs murieron, destruyó completamente una ciudad y tuvieron que rendirse; la directora
LUIs TOvAR
nos adelantó la salida para festejar la paz con nuestra familia.
En ese momento entró la enfermera y la sacó del cuarto, no sin antes amenazarla
con llevarla a la Dirección.
Unos días después Miss Lolita –ella cuidaba a las chicas y a las medianas– nos
dijo:
Sin saber qué pensar de lo que dijo Miss Lolita, más asustadas que tristes pasaron
los días en una semiinconsciencia agravada por los medicamentos que nos daban
para calmar la comezón. Una noche, la enfermera escuchaba las noticias en su
radio; a pesar de que el volumen estaba muy bajo nos enteramos que el 6 de
agosto de ese año de 1945, a las 8:15 de la mañana un avión estadunidense
había lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima y tres días después otra más
potente sobre Nagasaki, carbonizando personas y edificios. Ambas ciudades
fueron destruidas. Día tras día la gente moría, algunas por las terribles
quemaduras que les produjo la bomba, otras de una diarrea interminable o por
hemorragias subcutáneas que se extendían conforme el tiempo pasaba, y
personas que aparentemente no tenían nada también morían víctimas de la
radiación.
veces el timbre y la puerta hasta que la vecina de al lado salió y me dijo con un
tono
de voz como si estuviera a punto de llorar:
Rememoro esos días y revivo el momento en que regresé al colegio y me uní a mis
compañeras y maestras para rezar el rosario por las almas de los niños que
murieron ese día. Visualizo el pasillo con grandes arcos que dejan ver el jardín en
penumbra y, más allá, la resbaladilla, el volantín, un sube y baja, y los columpios
que tanto me gustaban, los observo con deseo de estar ahí columpiándome, me
veo de rodillas aguantando el dolor que me causan los pequeños mosaicos que
forman figuras, las cuales he pisado tantas veces; mi mente divaga. No pongo
atención y no sé qué contestar cuando apenas escucho un coro que parece
decir:
Dios te salve, María… pero el recuerdo de
esos niños que murieron camino a su
escuela, unos, otros ya en su salón de clases, me regresan a la oración: llena eres
de gracia…de
pronto claramente oigo el ruido del avión que durante un mes
sobrevoló la ciudad de Hiroshima, veo a esos niños que ya no pueden jugar,
saludando al piloto que los mataría un día de agosto.
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