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La evolución de la escultura.

A lo largo de los siglos, la plástica griega evolucionó desde los primeros intentos de
representación figurada de la época arcaica en busca de la consecución de la belleza y
de la expresión del movimiento hasta llegar, ya en los inicios del siglo IV a. de C. a un
momento en que se hizo más interesante la plasmación del sentimiento humano que de
un arquetipo de belleza; con ello quedaba abierta la puerta al barroquismo y exacerbado
realismo de la etapa helenística.

La escultura arcaica.
En el período arcaico, que se extiende desde el siglo VII hasta el
año 480, fueron ejecutadas las primeras muestras de la escultura
griega, que ofrecen un marcado carácter religioso a la vez que una
acusada influencia de la plástica egipcia.

La escultura clásica.
El estilo severo (Primera mitad del siglo V a. de C.)
En las primeras décadas del siglo V, los avances
hacia el naturalismo y la idealización progresaron con
gran rapidez, aunque las figuras continuaron
manteniendo algunos recuerdos arcaicos que,
paulatinamente, fueron desapareciendo. Los
frontones del templo de Egina, realizados entre los
años 490 y 480, en los que parece quedar resuelto ya
el problema de la adaptación de las figuras al marco
arquitectónico (acuérdate la figura de guerrero
tumbado que se coloca en el ángulo del frontón), y los
excelentes frontones del templo de Zeus en Olimpia,
revelan claramente estos decididos avances de la
plástica griega aplicada a la arquitectura; Poseidón de Cabo Artemisión.

La segunda mitad del siglo V.


Ya en la etapa clásica, en la que el concepto griego de la belleza quedó definido como
una mirada a la realidad, pero idealizándola en busca de
un arquetipo a repetir en sus creaciones, el primer gran
artista fue Mirón, activo en los últimos años de la primera
mitad del siglo V. Excelente broncista, dedicó especial
atención a la plasmación del movimiento de la figura
humana, como queda patente en el Discóbolo, donde el
artista procuró captar el momento en que el atleta
concentra sur energías en el instante supremo de lanzar
el disco. El movimiento está bastante bien conseguido,
pero la carencia de expresión y la plenitud del estudio anatómico son recuerdos todavía
arcaizantes.

El siglo IV.
La crisis política y religiosa que se desató en Grecia en los años de
transición del siglo V al IV quedó bien reflejada en la escultura. No
tanto por su creciente independencia de la arquitectura, a la que había
estado tan ligada durante la etapa clásica por excelencia, sino porque
los escultores tendieron cada vez más a presentar a sus dioses como
hombres. Cierto es que ya aparecían bajo apariencia humana en las
creaciones de Policleto y Fidias, pero siempre se abstenían de revelar
sus sentimientos. Ahora, en cambio, Apolo, Ares, Afrodita,... van a
actuar, a revelar sus pasiones como si de vulgares hombres se tratara.
Por otra parte, la visión unitaria que las esculturas venían ofreciendo
desde la etapa arcaica daría paso a la multiplicidad de puntos de vista,
así como a un sentido pictórico que sustituye al acusado plasticismo
anterior. Hermes de Olimpia. Praxíteles

La escultura helenística.
Durante el periodo helenístico, el mundo griego conoció en su
cultura y en su arte los nuevos aportes resultantes de la expansión
por otros territorios. De la hegemonía artística de Atenas se pasó a
un abanico de escuelas localizadas en Pérgamo, Rodas,
Alejandría... La escultura helenística supuso una mayor
acentuación de la vena realista y dinámica ya anticipada en las
creaciones del siglo IV y que ahora alcanzaría los límites del
barroquismo. Se buscó la imitación de la realidad en todos los
aspectos, llegando incluso a privar a los dioses de su simbolismo
religioso para transformarlos en simples seres humanos: tal es el
caso de Afrodita, que dejó de ser la diosa del amor para convertirse
en símbolo de la sexualidad y el erotismo.
Victoria de Samotracia
La escuela de Atenas.
En Atenas dominó la sencillez, el reposo
y la constante inspiración en los
modelos del pasado; abundaron los
retratos de los personajes más ilustres,
así como repeticiones del tema de
Afrodita, entre las que se cuentan la
Afrodita acurrucada de Doidalsas de
Bitinia y la célebre Afrodita de Milo,
realizadas entre los siglos II y I antes de C. No faltaron los temas infantiles, como el
Espinario y el Niño de la Oca, obra ésta del escultor Boethos. Ya en el siglo I a. de C.
destaca la labor de Apolonio, hijo de Néstor, que firmó el conocido Torso del
Belvedere, cuya exuberante musculatura impresionaría siglos más tarde a Miguel Ángel;
otra obra destacada es el Púgil sentado.

La escuela de Alejandría.

En Alejandría se llegó a la fusión de elementos griegos y egipcios en diferentes


representaciones de las divinidades. Pero lo más importante, aparte del gran realismo
de los retratos, son las figuras de seres deformes y de variados tipos raciales. También
es interesante la gran atención concedida a lo alegórico bajo forma humana, de lo que
es buen ejemplo la representación del río Nilo como un anciano de largas barbas sobre
cuyo cuerpo juguetean varios pequeñuelos. Precisamente en esta escuela tuvo lugar la
creación del paisaje helenístico de tipo romántico e idílico y con marcado sentido
pictórico, que luego desarrollarían los romanos.

La escuela de Rodas.

Por último, la escuela de Rodas llevó a cabo una escultura llena de grandiosidad y
barroquismo. Así lo testimonian obras exentas como la Victoria de Samotracia, que se
supone realizada hacia el año 195 a. de C. por Pitócritos; o grupos de composición más
compleja como el del Castigo de Dirce, más conocido como el Toro Farnesio, que fue
realizado por Apolonio y Tauriscos de Tralles en torno
al año 100 a. de C., desde el punto de vista
compositivo está concebido como una gran pirámide
ideal en cuya base se concede gran atención al
paisaje. Pero la escultura helenística por antonomasia
es el grupo del Laocoonte y sus hijos de los Museos
Vaticanos, realizado más o menos hacia el año 50 a.
de C., ya en época romana, por Agesandros,
Polidoros y Atenodoros; es una sorprendente
representación tanto del dolor físico como moral,
describe el castigo que el sacerdote Laocoonte recibió
de los dioses por oponerse a la entrada del caballo en
Troya una vez que que estos habían decidido ya la
caída de la ciudad. Laoconte y sus hijos. Escuela de Rodas.

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