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CAPÍTULO II
PERSONAS
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Universidad de Concepción. Curso de Derecho Romano 2018
1. HABER NACIDO
2. HABER NACIDO VIVO
3. TENER FORMA HUMANA
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este requisito es necesario el corte del cordón umbilical, lo que no es aceptado por
la mayor parte de la doctrina.
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Para su estudio, las causales pueden ser clasificadas "en razón del nacimiento"
y en causales "posteriores al nacimiento" las que, a su vez, se dividen en causales de
ius gentium y causales del ius civile.
Por nacimiento, eran esclavos los hijos cuya madre fuese esclava en el momento
del parto, sin atender a que el padre sea o no un hombre libre. Luego, a partir del siglo
II, bastó que la madre hubiese sido libre en cualquier momento del embarazo para que
el hijo fuese libre (favor libertatis).
La única causal del ius gentium era la prisión o cautiverio de guerra. Pero se trataba
de una guerra conforme a derecho (iustum bellum), es decir, formalmente declarada entre
comunidades políticas o Estados. Por lo tanto, los prisioneros capturados en guerra
civil o por piratas no caían en esclavitud.
Los enemigos prisioneros y las cosas tomadas al adversario formaban parte del
botín de guerra. Los prisioneros eran vendidos en pública subasta tras la orden del
comandante militar y asignados en propiedad a los compradores, entregándose la
ganancia al erario público.
Por tratarse de una causal del ius gentium, un ciudadano romano también podía
ser capturado por el enemigo y quedar en condición de esclavo, lo cual era reconocido
por el derecho romano. Para atenuar los efectos de esta condición y para ayudar a sus
ciudadanos, el derecho romano creó dos instituciones que favorecían al ciudadano
romano caído en esclavitud por prisión de guerra:
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2. La fictio legis corneliae: (Lucio Cornelio Sila, año 81 a.C.) la lex corneliae,
estableció la ficción de que el ciudadano romano que moría en cautividad
se consideraba muerto en el momento inmediatamente anterior de caer
prisionero. Es decir, se entendía que había muerto como hombre libre.
1.1. La venta trans Tiberim (venta más allá del río Tiber) de una persona por
parte de otra que legalmente pueda hacerlo (ej: los hijos de familia por sus
padres; deudores insolventes por su acreedor, los ladrones, los desertores, etc).
1.2. El soldado desertor, esto es, aquel que se ha sustraído voluntariamente al
reclutamiento militar. Se procedía a la venta trans Tiberim.
1.3. El ladrón encontrado en flagrante delito (fur manifestus), el sorprendido
in fraganti pasaba a ser addictus al robado.
3. Causales en el derecho justinianeo: las únicas vigentes eran la del hombre libre
que se hacía vender por un cómplice para repartirse el precio reclamando después su
libertad, y la última, esto es, la ingratitud del antiguo esclavo o liberto.
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Había dos formas fundamentales por las cuales la esclavitud concluía en vida del
esclavo, esto es, por disposición de la ley (en un sentido amplio) o por un acto
voluntario del dueño al que se denominaba manumisión.
Son muchos los casos, por lo tanto, es difícil mencionar todas las leyes mediante
las cuales se les otorgó libertad. No obstante, puede decirse que existieron algunas de
carácter general. Así, por ejemplo, se reconocía la libertad jurídica a aquel que, siendo
jurídicamente esclavo, había vivido de buena fe como hombre libre durante 20 años o
más. Otro ejemplo, es un senadoconsulto de 10 d.C. que ordenaba al pretor conceder la
libertad a aquel esclavo que denunciara una conspiración de homicidio en contra de su
amo o que revelera el nombre del asesino.
a) MANUMISIONES SOLEMNES
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Cabe destacar, que no es claro cuáles eran los efectos que se producían en
caso de transgresión de esta ley, pero aparentemente en caso de ser el amo menor de 20
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años, la sanción era la nulidad del acto y en el evento de ser el esclavo menor de 30
años, éste no adquiría la ciudadanía romana, quedando como latino (latinus aelianus).
Además, esta ley declaraba nula la manumisión hecha en fraude de los
acreedores, vale decir, aquella que hiciera insolvente al dueño o que aumentara su
insolvencia.
Por otra parte, esta ley establecía que los esclavos manumitidos que
hubieran cometido delitos graves durante su esclavitud, eran declarados dediticios,
dejándolos en una situación jurídica y social muy desfavorable, pues no se les reconocía
la ciudadanía de ningún pueblo. Además, no podían acercarse a una distancia inferior a
100 millas de Roma.
Justiniano derogó la ley Fufia Caninia y mantuvo la ley Aelia Sentia en lo
referente a la edad del amo y la prohibición de manumitir en fraude de los acreedores.
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Deberes de patronato
De manera excepcional existían dos formas mediante las cuales el liberto podía
equipararse jurídicamente al ingenuo.
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estaba condicionada, entre otros factores, a que el individuo fuese ciudadano romano.
En la época monárquica, la ciudadanía es de fundamental importancia y continúa
siéndolo para el derecho público en las épocas siguientes, sin perjuicio de la evolución
experimentada respecto al derecho de ciudadanía, que cada vez se le fue otorgando a
grupos más amplios, hasta concedérsela a todos los habitantes libres del Imperio el año
212 de nuestra era, por una Constitución del Emperador Antonino Caracalla.
De lo anterior se desprende que los no ciudadanos se encontraban en una
situación de inferioridad, pero el ordenamiento jurídico romano estableció distintas
atenuantes, partiendo de la base que se distinguen diversas categorías de extranjeros.
En efecto, durante la primera época de Roma la distinción entre ciudadanos y no
ciudadanos era tajante, o se estaba en una condición o en la otra, además la ciudadanía
estaba muy restringida. Pero posteriormente fue concediéndose la ciudadanía romana
con mayor facilidad, puesto que las condiciones políticas y económicas exigieron que
hubiera un mayor número de ciudadanos romanos. Por este motivo, muy pronto, los
romanos estimaron necesario otorgar derechos limitados, bajo el ius civile, a sus vecinos
inmediatos: los latinos. Asimismo, un status similar fue otorgado, más tarde, para el
creciente número de colonias que los romanos iban estableciendo a medida que su
dominio se expandía.
A este status intermedio entre la condición de ciudadano romano y el de
peregrino se le llamó latinidad, a pesar de que para el final de la República hacía tiempo
que había dejado de tener cualquier significación geográfica o étnica. En todo caso, la
latinidad no era lo máximo a que un no romano podía aspirar. En efecto, a pesar de que
las concesiones de ciudadanía eran escasas hasta los últimos años de la República, los
romanos cedieron después. Finalmente, en el siglo III de nuestra era, la distinción entre
ciudadanos y no ciudadanos pierde prácticamente su importancia, pues el emperador
Antonino Caracalla en una constitución (Constitución Antoniniana) del año 212 d. C.
concede la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio, aunque, en
opinión de varios romanistas, excluyó a los latinos junianos y a los dedictitios de esta
concesión.
Aquí se sigue el sistema del ius sanguinis y no el lugar de nacimiento (ius soli), es
decir, era la nacionalidad de los padres la que confería la ciudadanía romana, pero en
todo caso había que precisar, si existía o no iusta nupcia al momento de la concepción.
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1.- Por todas las causales de caída en esclavitud (capitis deminutio máxima).
2.- En el antiguo derecho, perdían la ciudadanía romana quienes en virtud de un
plebiscito o lex eran enviados a habitar una colonia fundada fuera del Lacio,
adquiriendo el status de latini coloniarii (deductio in coloniam Latinam).
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3.- Por el efecto de ciertas condenas, como la interdicción o prohibición del agua y el
fuego (interdictio aquae et ignis). En la época imperial, las penas de deportatio in insulam y
de trabajos forzados y perpetuos en obras públicas, implican pérdida de la ciudadanía
romana, quedando el condenado en condición de dedictitio.
4.- Por Dicatio, esto es, cuando el civis abandonaba por su voluntad la patria para
hacerse ciudadano de una ciudad extranjera.
Los principales derechos dentro del ámbito del Derecho privado son los
siguientes:
1. Ius Connubii: es el derecho que tenían los ciudadanos romanos para contraer
justa nupcia, esto es, legítimo matrimonio romano, único aceptado por el ius
civile capaz de crear entre padre e hijos el poder paternal o patria potestad y el
vínculo o parentesco agnaticio.
2. Ius Commercium: es la facultad de adquirir y transferir la propiedad quiritaria de
las cosas y de realizar actos y contratos de orden patrimonial dentro del ius civile
romano y así obligarse y obligar civilmente, además de poder otorgar testamento
y ser instituido como heredero o legatario (testamenti factio activa y pasiva).
3. Ius Actionem: es el derecho de poder recurrir al procedimiento judicial romano
mediante acciones y de defenderse en caso de ser demandado (excepciones).
Vale decir, derecho de actuar en un proceso como demandante o demandado.
En todo caso, es necesario destacar que, por lo general, atendidas las
características del procedimiento civil romano, los ciudadanos romanos optaban
por utilizar el procedimiento previsto para los juicios entre extranjeros.
Fuera de estos derechos, algunos autores destacan el ius nominen, esto es, el
derecho al nombre. Sin perjuicio de que muchos consideran que más que un derecho es
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uno de los caracteres distintivos del ciudadano romano, esto es, ser designado por los
tria nomina.
Lo primero que habría que destacar es que al menos hasta la fundación de la Liga
Latina (493 a.C.), quien no era ciudadano romano era extranjero (peregrinus), pero en
virtud de este acuerdo surgió una categoría intermedia, la de los latinos. De allí, que de
acuerdo al status de ciudadanía los hombres libres se dividen en ciudadanos y no
ciudadanos, y estos últimos en latinos y peregrinos.
a) LOS LATINOS
Según algunos autores la latinidad era una especie de ciudadanía limitada, pero, en
todo caso para estudiar su situación es necesario distinguir tres clases o categorías de
latinos:
2.Latinos Coloniarii, o latinos de las colonias. Eran los ciudadanos romanos y los
latinos veteres, que Roma enviaba a algún lugar del Imperio a formar colonias
con la finalidad de afianzar sus territorios. Estos latinos no tenían derechos en el
ámbito del derecho público, salvo en sus ciudades o bien, en el caso de los que
habían sido ciudadanos romanos o latinos veteres, cuando se encontraban en
Roma. Por su parte dentro del ámbito del derecho privado tenían sólo el ius
commercium, aunque algunos autores señalan que también tenían el ius connubium.
Los latinos coloniarii desaparecen como consecuencia de la constitución de
Antonino Caracalla.
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3.Los Latinos Junianos. Como sabemos son los manumitidos por medios no
solemnes y a los cuales la ley Junia Norbana les otorgó la libertad jurídica.
Además, tienen esta condición aquellos manumitidos por quien no es su
propietario quiritario, y los manumitidos menores de 30 años en contravención a
la ley Aelia Sentia. En cuanto a su situación jurídica, los latinos junianos, dentro
de la órbita del Derecho Público, no gozaban de ningún derecho. Por su parte,
en el ámbito del Derecho Privado gozaban únicamente del ius commercium, pero
sólo en forma limitada pues únicamente podían adquirir y transferir la propiedad
por acto entre vivos, pero no podían disponer de ella por acto por causa de
muerte. Vale decir, carecen de testamenti factio activa, por lo cual a su muerte, los
bienes que les pertenecieron en vida pasan al que los manumitió o a sus
herederos. Por este motivo, respecto de ellos se dice que viven como hombres
libres, pero mueren como esclavos. Tampoco podían adquirir por acto por causa
de muerte, vale decir, no pueden recibir herencias ni legados.
Son los hombres libres que viven dentro del mundo romano, sin ser ciudadanos
ni latinos. Se trataba de los habitantes de ciudades que han celebrado tratados de alianza
con Roma o que habiendo sido sometidas por ella se convirtieron posteriormente en
provincias romanas.
En principio, los peregrinos no gozaban en el ámbito del Derecho Romano de
ninguno de los derechos que se otorgaban a los ciudadanos, tanto en el ámbito del
derecho público como en el ámbito del derecho privado. Con el tiempo su condición
jurídica fue mejorando gracias a concesiones especiales de distintos emperadores,
reconociéndoles de forma particular, en ciertos casos, el ius connubii y el ius commercium.
Por otra parte, dentro de los peregrinos existían los llamados peregrinos
dediticios, esto es, los que no pertenecían a ciudad alguna, dado que ellas
desaparecieron al ser vencidas por Roma, no reconociéndoles su derecho propio. Su
condición jurídica era notoriamente inferior a la de los peregrinos alicuius civitatis, pues
participaban únicamente del ius Gentium y no podían acercarse a menos de 100 millas de
Roma. Recordemos que, según algunos autores, fueron excluídos de la Constitución de
Caracalla, no adquiriendo la ciudadanía.
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muerte del pater, las personas sometidas a su potestad, que dependían directamente de
él, esto es, sin la intermediación de otro (por ejemplo: un nieto cuyo padre murió antes
que el pater), se hacen sui iuris. Pero cada varón, además, se hace pater e inicia una nueva
familia propio iure autónoma.
En lo referente al Ius Publicum no existe diferencia entre un alieni iuris y un sui iuris.
En cambio, en relación el Ius Privatum, en principio y especialmente respecto del ius
comercium, sólo los sui iuris tienen plena capacidad jurídica. En cambio, los alieni iuris
tienen su capacidad restringida como consecuencia del sometimiento en que se
encontraban respecto al pater familias, pero para mayor precisión distinguiremos según
los distintos derechos comprendidos dentro de este ámbito.
En lo que respecta al ius connubii, como sabemos derecho privativo del
ciudadano romano y de aquellos a quienes expresamente se haya conferido, en
principio lo posee el varón mayor de catorce y la mujer mayor de doce, pero en caso de
pretender contraer matrimonio, los alieni iuris requieren además la autorización del pater
familias.
En lo referente al ius actionem, en principio los alieni iuris carecen de capacidad
para intervenir en juicios como demandantes o demandados, pero con el tiempo,
tratándose de los alieni iuris varones, se fueron estableciendo una serie de excepciones
como consecuencia del reconocimiento de la capacidad obligacional y el
establecimiento de los peculios.
Respecto al ius commercium, podemos decir, en suma, que el pater obtenía las
ganancias o beneficios de los actos celebrados por los alieni iuris, pero no se hacía
responsable de las deudas que éste pudiera contraer. Como ello era claramente injusto, se
introdujeron los cambios que más adelante explicaremos en orden a subsanar tales
injusticias.
En lo que respecta a la facultad de testar, los alieni iuris no pueden otorgar
testamento por carecer de patrimonio, pero pueden adquirir herencias y legados con la
autorización de su padre, pero lo adquirido pasa a manos del pater, sin perjuicio de las
excepciones que surgen como consecuencia del reconocimiento de los peculios,
especialmente del peculio adventicio.
En todo caso la situación de los alieni iuris, en especial de los varones que se
encontraban en la condición de hijos de familia, sufrió con el tiempo cambios
relevantes. A estos cambios contribuyeron la introducción tanto de los peculios como
de las actiones adjetitia qualitatis. En todo este proceso la jurisprudencia romana y los
pretores, a través del derecho honorario, jugaron un rol destacado.
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3) Actio excercitoria
Tenía por finalidad hacer responsable al pater de las deudas contraídas por
un hijo o esclavo a quien el pater o amo había colocado al frente de un negocio
marítimo como armador (exercitor navis) o al frente de una nave como capitán (magister
navis).
4) Actio institoria
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1. LA EDAD
Los infantes propiamente tales son aquellos que no han cumplido siete años, en
un primer momento se utilizaba esta expresión para referirse aquellos que aún no
sabían hablar (qui fari non potest), pero que debe entenderse como los incapaces de tener
conciencia de sus actos.
El infante es absolutamente incapaz de realizar por sí mismos actos jurídicos, sus
declaraciones carecen de eficacia dado que no comprenden y no tienen conciencia de
sus actos. Ello no significa que no tengan capacidad de goce. En efecto, puede haber
adquirido el dominio de un bien (si es sui iuris) pero no pueden disponer de ese
derecho, pues carecen de capacidad de ejercicio, debiendo nombrárseles un tutor que
será quien suplirá su incapacidad en cuanto al ejercicio de sus derechos. Por otra parte,
no responden por actos delictivos.
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Por su parte, los impúberes infantiae maiores (entre los siete años y los catorce o
doce) podían realizar actos patrimoniales con la autorización o aprobación (auctoritas
interpositio) del tutor y, aún sin tal consentimiento, cuando eran para ellos ventajosos.
Con anterioridad al siglo II a.C., el ciudadano romano varón sui iuris y púber tenía
capacidad plena de obrar, pero muy pronto se percibió que el fijar la plenitud de la
capacidad a tan temprana edad, es decir a los catorce años, resultaba perjudicial, pues
normalmente era víctima de engaños producto de su propia inexperiencia.
En el año 191 a.C., la Lex Laetoria (o Plaetoria) de Circunscriptionem adolescencium
introduce un juicio público en contra de aquellos que, en relaciones patrimoniales con
púberes menores de 25, fraudulentamente hubiesen obtenido ventajas de su
inexperiencia. De esta forma, surge un nuevo límite de edad. Por ello se pasó a
denominar menores adultos a los púberes menores de veinticinco años. Así, esta ley les
confiere a estos menores una actio privada para dejar sin efecto el acto llevado a cabo
con mayores de edad, si éste les acarreaba alguna desventaja patrimonial (circunscriptio).
Sobre esta base, el pretor completó la protección de los menores, en primer lugar,
concediendo al menor demandado en juicio una excepción o defensa, que algunos
autores denominan exceptio legis Laetoria (o Plaetoria) con la cual obtenía el rechazo de la
acción intentada en su contra.
Luego, a finales de la República, el menor adulto, dentro del año siguiente a la
conclusión del negocio jurídico (tres años en el derecho justinianeo) podía, alegando
haber sido perjudicado a causa de su inexperiencia, exigir al pretor la restitutio in integrum,
vale decir, ser puesto en la misma situación jurídica en que se encontraba antes de la
celebración del negocio jurídico, lo que equivale prácticamente a la rescisión o nulidad
del negocio mismo.
2. ENFERMEDAD MENTAL
Los casos de enfermedades mentales reconocidos por los romanos fueron los dos
siguientes:
a) El furioso, que es quien tiene alteradas las facultades mentales.
b) El mente captus, que es el deficiente mental.
La diferencia entre ambos casos se refiere a los llamados intervalos lúcidos, los
que se admitían que pudieran existir respecto al furioso, pero no respecto al mentecato.
Se consideraba que el acto jurídico realizado por el furioso en un intervalo lúcido, era
válido.
3. PRODIGALIDAD
Una situación parecida a la del enfermo mental es la del pródigo, que era aquella
persona que dilapida sus bienes sin motivo justificado, sin tasa ni medida. De forma se
arriesgaba de caer en la pobreza, lo que determinaba que se le pudiera declarar
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4. ENFERMEDAD FÍSICA
5. FALTA DE HONORABILIDAD
6. EL SEXO
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7. LA RELIGIÓN
En el Derecho Romano pagano, vale decir aquel que llega hasta el siglo IV d.C.
(Constantino) no se establecieron diferencias de capacidad entre las personas por
razones de religión. El Estado Romano pagano en general fue tolerante y sólo entró en
grave conflicto con el cristianismo, particularmente por el carácter de religión universal
y única, especialmente a medida que aumentaban sus adeptos. Pero nunca se
establecieron normas que disminuyeran la capacidad jurídica de los cristianos, a pesar
de las persecuciones. En este sentido Bonfante señala que la lucha contra el
cristianismo era a intervalos y estaba inspirada más bien por preocupaciones sociales y
políticas.
La situación cambió cuando se impuso el cristianismo como religión oficial, pues
se dictaron normas que disminuían en ciertos casos la capacidad de los judíos, los
herejes, los paganos, los que no podían ejercer cargos públicos, ni ser testigos en actos
jurídicos, ni poseer esclavos cristianos, imponiéndose en ciertos casos la incapacidad de
adquirir por sucesión por causa de muerte. Además, los judíos no podían unirse en
matrimonio con mujeres cristianas.
8. CUASI ESCLAVITUD
Se trata de ciertas categorías de personas que ocupaban una posición que semeja a
la de los esclavos. Así, algunos la estudian como situaciones afines a la esclavitud. Los
casos eran múltiples y de efectos diversos, podemos señalar en otros a los siguientes:
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patrimonio. En este sentido, Kaser nos enseña que la antigua tutela romana tenía un
carácter al mismo tiempo altruista y egoísta, el tutor conserva y cuida el patrimonio
pupilar, primeramente, para el pupilo, pero eventualmente también, para sí mismo. En
épocas posteriores, la atención pasó a centrarse en la protección del incapaz, a través de
la defensa de sus bienes.
a) LAS TUTELAS
La tutela romana era un poder, como la patria potestas, pero destaca que las facultades
del tutor fueron, desde un principio, más limitadas que las del pater. A modo de
ejemplo, carecía del ius vitate necisque (derecho de vida y muerte) y el pupilo era un sui
iuris, siendo su patrimonio distinto que el del tutor.
Esta orientación llevó, por lo demás, a que pudieran ser tutores no sólo, como al
principio, los paterfamilias, sino también los filiusfamilias (hermanos del impúber) y
posteriormente, aun las madres y abuelas, respecto de sus descendientes, siempre que
renunciaran a volver a casarse. En todo caso, en los primeros tiempos no podía ser
tutor una mujer.
Según la forma de ser designado el tutor, esto es, según el llamamiento o delación, la
tutela puede ser:
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paterno, los hijos del hermano; en su defecto, uno de los gentiles. En el derecho
justinianeo se incluyó a los cognados.
Capacidad y excusas
Entendida la tutela como una carga o deber y no como un derecho, podemos decir
que, por regla general, no estaba permitido ceder ni rechazar la tutela, pudiendo su
ejercicio ser forzado por el magistrado. Sin perjuicio de lo anterior y precisamente para
proteger adecuadamente a los impúberes es que se establecen exigencias en cuanto a la
capacidad de quienes debían ser llamados a desempeñar la tutela.
En efecto, no todos eran aptos para desempeñar este cargo. Sólo los jurídicamente
capaces se entendía que lo eran y además estaban obligados a desempeñarla, salvo en
casos determinados o por motivos de excusa. En este sentido, son incapaces: los
esclavos, los latinos junianos, los impúberes, los furiosos, los pródigos, los infames, los
mudos, los sordos y, finalmente, las mujeres. Esto último sin perjuicio de que hubo
algunas constituciones imperiales que autorizaron el desempeño de la tutela por parte
de ciertas mujeres (madre y abuela) particularmente cuando quedaban viudas.
Ahora, tratándose de personas capaces, existían, empero, ciertas causales de excusa,
tales como el desempeño de otras tutelas, tener muchos hijos, residencia alejada,
enfermedad, edad avanzada, servicio militar, cargos públicos, etcétera, de forma tal que,
si el magistrado las hallaba fundadas, debía eximir de ser tutor a quien las alegaba.
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Las funciones del tutor son esencialmente patrimoniales. El poder sobre los bienes
pupilares es muy amplio y en la administración de ellos radica la principal función
patrimonial del tutor. Ahora, para precisar como obraba el tutor, se debía distinguir
según la edad del pupilo.
1) Situación del pupilo menor de siete años: en este caso el tutor debía actuar
por sí solo, mediante la negotiorum gestio (la gestión de los negocios). En el ámbito
patrimonial, el impúber menor de siete años adolece de una absoluta incapacidad
de ejercicio y no puede celebrar ningún acto jurídico, es el tutor quien debe
actuar en sustitución, vale decir, el acto lo concluye el tutor, pero en interés del
pupilo. El tutor podía actuar en nombre del pupilo, esto es, manifestando que
actúa por él, o bien en nombre propio, silenciando el hecho de tratarse de un
acto que interesa al pupilo. En este último caso, el tutor actuaba a nombre
propio, pero por cuenta del pupilo. Es este un caso especial de representación
indirecta. Es decir, el tutor se convertía en sujeto activo o pasivo de las
obligaciones y titular de los derechos reales, pero con el cargo de posteriormente
traspasar el crédito o la deuda y esos derechos reales al patrimonio del pupilo.
Vale decir, los efectos de negocio celebrados por el tutor se radican en su
patrimonio, pero luego debe traspasarlos al patrimonio del pupilo, lo cual
requiere de un nuevo acto.
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1) La accusatio suspecti tutoris, que era una acción penal pública por medio de la
cual se lograba la destitución del tutor y se designaba otro. Se iniciaba por la
denuncia de cualquiera ante la sospecha de la comisión del delito de malversación
dolosa o gravemente culposo contra el patrimonio del pupilo. La condena del tutor
lleva consigo su infamia y acarrea la remoción en el cargo. Esta acción podía ser
ejercida por cualquiera.
2) La actio de rationibus distrahendis, acción de carácter privado penal por
medio de la cual se multaba al tutor con el doble del valor de los bienes defraudados
al pupilo.
3) La actio tutelae. Surge a fine de la República. Esta acción, con un ámbito de
aplicación muy elástico, permitía obtener del tutor o de sus herederos una
indemnización por los daños y perjuicios ocasionados por su mala gestión.
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Naturalmente, el tutor tenía, a su vez, una actio tutelae contraria para reclamar al
pupilo los créditos que resultaron a su favor en la gestión de la tutela. Esto es, exigir el
desembolso de los gastos que hubiera realizado con ocasión de la tutela.
Esta institución, proveniente del antiguo Derecho Romano, en el cual la mujer sui
iuris carecía de una plena capacidad jurídica, fue decayendo como consecuencia de la
progresiva liberalización de ella en la vida social, hasta desaparecer entre los siglos IV y
V de nuestra era. Al respecto, el profesor Joan Miquel señala que la historia de la tutela
de las mujeres se presenta en un progresivo debilitamiento, hasta llegar a su
desaparición. Así, en una primera época la función del tutor consiste básicamente en
prestar su auctoritas a los negocios que la mujer quiera celebrar, ya en la época clásica se
circunscribe a negocios del ius civile, ampliándose la facultad de la mujer de elegir su
propio tutor y liberando, la legislación matrimonial de Augusto, de la tutela a la ingenua
que tenga tres o más hijos y a la liberta con cuatro o más hijo. De esta forma, la tutela
mulierum se convierte en el derecho clásico en una mera formalidad y, finalmente, ya en
el período postclásico desaparece sin dejar huella.
En términos generales, la tutela mulieris podía ser de cualquiera de los tres tipos ya
estudiados para los impúberes (testamentaria, legítima, dativa). Para la tutela legítima se
llamaba al agnado más próximo, pero una lex Claudia (44-49 d.C), abolió la tutela de los
agnados, dejando vigente, sin embargo, la del patrono y del manumisor.
Cuando el magistrado designaba al tutor (tutela dativa) lo hacía guiado por las leyes
Atilia y Iulia et Titia, como en el caso de los impúberes.
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Dado que la mujer era púber, pues, en caso contrario estaríamos ante la tutela del
impúber, las funciones del tutor se limitaban a la auctoritas, al contar la pupila con
facultades para poder llevar a cabo el acto jurídico. Por lo tanto, era innecesaria la
negotiorum gestio. La auctoritas era requerida únicamente para negocios ius civilis, tales como
la enajenación de res mancipi, la aceptación de herencias, la acceptilatio, la manumisión,
la celebración de una in iure cessio, etc. En realidad, ya en la época clásica, la auctoritas
interpositio terminó por convertirse en una mera formalidad, llegando incluso a
permitirse a la mujer la facultad de pedir al magistrado compeler al tutor a prestar su
autorización. Ello explica que no procedieran la actio tutelae ni las demás acciones
tutelares entre mujer y tutor.
La ley de las XII Tablas determinaba que la administración del patrimonio era,
tratándose de furiosos, confiada a los agnados y, a falta de éstos, a los gentiles. Sólo
posteriormente el nombramiento de los curadores fue permitido al Pretor, al praefectus
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urbis en Roma y a los gobernadores en provincias. La actuación del curador era siempre
una gestio negotiorum. Sus facultades sobre los bienes eran muy amplias. Por otra parte, el
derecho clásico consideraba suspendida la curatela durante los intervalos lúcidos del
demente. La jurisprudencia asimiló el mentecato o idiota al furioso. En todo caso, sólo
el furioso, o propiamente loco, podía tener intervalos lúcidos.
La función del curator furiosi es esencialmente patrimonial, aunque también tiene
el deber de velar por la persona del demente, sin perjuicio que normalmente ello es
encargado a los parientes más próximos.
Condición previa para dar lugar a esta curatela es una interdicción decretada por el
magistrado. Como la prodigalidad no se manifiesta por una causa natural, como la
locura, el estado de prodigalidad empezaba por un decreto del magistrado, y cesaba en
virtud de otro decreto del mismo. De manera algo imprecisa, la idea sobre el pródigo es
la de una persona que gasta injustificadamente, sin tasa ni medida y más allá de sus
posibilidades económicas.
La ley de las XII tablas, definía al pródigo como la persona con descendencia que
malgasta los bienes heredados ab intestato de sus ascendientes agnaticios. Similarmente a
lo que acontecía con el furioso, la curatela se daba a los agnados y gentiles.
La primitiva figura se fue ensanchando, abarcando a los que dilapidaban cualquier
tipo de fortuna, tuvieran o no hijos. Se admitió también la confirmación del curador
testamentario y en su ausencia el magistrado designaba un curador dativo.
La incapacidad del pródigo se fue atenuando, permitiéndole celebrar actos y
contratos que mejoraran su situación, pero no empeorarla. El curador no tiene derecho
alguno sobre la persona del sometido a curatela, su poder de protección se reduce a la
administración del patrimonio, obrando por medio de la negotiorum gestium.
En una primera época, alcanzada la pubertad, el sui iuris era plenamente capaz para
realizar cualquier tipo de negocios, vale decir, tenía plena capacidad de ejercicio. Pero, a
fines del siglo II a.C., en una sociedad de más frecuentes intercambios comerciales,
surgió la idea de que los sui iuris jóvenes debían ser protegidos de quienes pudieran
aprovecharse de su inexperiencia.
En efecto, como ya vimos, la lex Plaetoria introdujo una acción pública,
denominada actio legis plaetoria, contra los que hubieran usado de artimañas para
beneficiarse, sin llegar necesariamente a constituir dolo, en los tratos patrimoniales con
menores de 25 años. Por su parte, el pretor concedió más tarde al menor una exceptio
legis Plaetoriae para oponerse a la acción que intentara el acreedor por incumplimiento de
una obligación. Luego, el pretor comenzó a otorgar la in integrum restitutio a los menores
que hubieran celebrado un negocio desventajoso.
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1. LA MUERTE NATURAL
Hasta ahora nos hemos referido a la llamada muerte real, esto es, a aquélla muerte
natural que efectivamente consta. Pero, además, hoy en día, se acepta la existencia de la
llamada muerte presunta, que consiste en la declaración judicial de que una persona
presuntamente ha muerto, pero cuya muerte física no se ha acreditado efectivamente,
invocándose principalmente el hecho de que ha estado largamente ausente y que no se
ha tenido noticias de ella, ignorándose si vive o no.
En los textos jurídicos romanos no existen mayores disposiciones relativas a
presunciones de muerte en caso de ausencia prolongada, por lo cual algunos entienden
que no habrían conocido esta institución.
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Terminología
Categorías.
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A) UNIVERSITATES PERSONARUM
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B) UNIVERSITATES RERUM
1) El Fisco. A comienzos del Imperio apareció el fiscus caesaris, que no debe ser
confundido con el aerarium o tesoro del populus Romanus. El fiscus (cesto o
canasta) es un patrimonio especial del Príncipe, que en una primera época se
identifica con el patrimonio personal del emperador, pero con el paso del
tiempo, después de la división de las provincias en senatoriales e imperiales y de
la concesión al emperador de otros ingresos económicos, toma la condición de
un patrimonio siempre público. Se forma por lo aportado con carácter de
tributo por los habitantes de las provincias asignadas a su cargo. El emperador
disponía de este patrimonio con total independencia del populus y del Senado.
Conviene destacar que poco a poco, entran a formar parte del fiscus todas las
rentas estatales, transformándose en la única caja del Estado y destinado a
proveer objetivos públicos. Así, se dice que el fiscus llegó a absorver al aerarium.
2) LAS FUNDACIONES. Se dice que para los juristas romanos fue siempre
desconocida la idea de fundación, esto es, la personificación de un patrimonio
destinado a un fin. Consideraban que el patrimonio era concedido a una entidad
jurídica (persona física o jurídica) con la obligación de destinarlo y gestionarlo
para realizar un fin determinado. Su aparición se relaciona a las “piae causae”, esto
es, instituciones de beneficencia y de culto, como, por ejemplo, las fundaciones
de caridad establecidas por los emperadores Nerva y Trajano. Hoy en día, las
fundaciones son personas jurídicas de Derecho Privado que se constituyen
sobre la base de un aporte de bienes, que deja un fundador, con fines de
beneficencia pública.
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derecho romano consideró como una persona jurídica. Cabe destacar, que a
veces podía transcurrir un tiempo muy largo entre el fallecimiento del causante y
la aceptación por parte del heredero. Para solucionar los problemas que podían
presentarse, valiéndose de una ficción, el derecho romano reconoció la categoría
de persona a los bienes que la integran. Representaba a la persona del causante,
pudiendo adquirir derechos y contraer obligaciones. Se entrega su
administración a un curador. No debe confundirse la herencia yacente con la
herencia vacante, que es aquella en que no hay herederos. En el caso de ser
declarada vacante la herencia, los bienes eran de propiedad del erario en una
primera época y luego del Fisco.
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