| Stefano Cirillo, Roberto Berrini,
Gianni Cambiaso y Roberto Mazza
La familia
del toxicodependienteSUMARIO
Agradecimientos . .
Presentaci6n, R. Berrini, G. Cambiaso yR. Mazza... .. .
IntraducobonjS
El padre ausente de laliteratura. 2... eee
Algunos datos de una indagacién sobre la transmisin de la
carencia asistencial ......---- :
La intervenci6n sobre la dfada padre-hijo .
Bibliografias..- - . «2 « pitteieusi aero eet ea
Posfacio, L. Cancrini. .
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2591. UNA MIRADA ALA LITERATURA
LAS TOXICODEPENDENCIAS.
DESDE UNA OPTICA MULTIFACTORIAL,
Las toxicodependencias son una patologia social relativamente nue-
va. Desde mediados de los afios setenta hasta principios de los afios
ochenta el fenémeno alcanza su mayor expansién, imponiéndose con
Prepotencia incluso a la atencién de la opinién piblica. En aquel perio-
do se desarrollan las primeras investigaciones; se aprueba una ley que
sustituiré a otra, obsoleta, de unos veinte afios antes; se constituyen los
primeros servicios contra la drogadiccién o los primeros grupos operati-
Vos especializados, dentro de otros centros, en general de salud mental;
y se ponen en marcha las primeras —a menudo improvisadas— inter.
venciones preventivas. A finales de los afios setenta aparece en escena la
metadona, farmaco idealizado y demonizado, que seri motivo de gran-
des controversias. En ese momento surgen (hasta crecer desmesurada-
mente) las comunidades terapéuticas para toxicodependientes,
En aquel particular marco hist6rico-cultural, el interés por las toxi-
codependencias como fenémeno clinico por estudiar con actitud cienti-
fica empieza a tener un gradual impulso, que se estabilizard durante toda
a década siguiente, hasta la actualidad. Es evidente que esta concentra-
ci6n de estudios e investigaciones coincide con la expansién del merca-
do de la droga, en especial del de los opidceos, que precisamente en
aquellos afios tuvo su periodo de mayor florecimiento a causa de la en-
trada del crimen organizado como gestor exclusivo del trapicheo. Asi se
fue determinando, gracias también a una serie de coincidencias sociales,
esa masiva oferta de sustancias ilegales a la que correspondié una igual.
mente difusa demanda por parte del sector juvenil de la poblacién.LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
Este tiltimo aspecto ha inducido a muchos estudiosos a tratar de de-
finir cada vez con mayor precisién la fisonomia del toxicodependiente,
su personalidad, su comportamiento y su ambiente, en particular el de su
familia de pertenencia.
‘Sin embargo, hasta hoy no existen respuestas unfvocas y sintéticas
en condiciones de explicar el fendmeno de las toxicodependencias, pues
es demasiado reciente para poder encontrar un panorama de conoci-
mientos suficientemente exhaustivo tanto en el dmbito clinico como en
el epidemiolégico; la aproximacién es tanto mayor cuanto mas se inte-
gran los vértices de observaci6n de diferentes disciplinas que concurren
a dicho estudio, sobre todo si se desea responder al porqué de la enor-
me difusin del fenémeno del consumo de estupefacientes a nivel so-
cial. Lo que puede ser suficientemente explicativo para un caso indivi-
dual, o para la casuistica de un muestreo de investigacién sobre sujetos
adictos a la heroina, requiere otros instrumentos de indagaci6n para
comprender las razones que pueden implicar a millones de personas (se
calcula que en Estados Unidos al menos cincuenta millones de personas
han experimentado el uso de marihuana) en la experiencia de la droga.
Cuando en los afios 1991-1992 concentramos nuestros intereses y
nuestros esfuerzos en torno al proyecto de investigacién sobre la rela-
cidn entre toxicodependencias y familia, éramos conscientes del escaso
background cognoscitivo en este sector, ademéds de la ingenuidad de-
terminista de querer reservamos un espacio tan reducido para la inves-
tigacidn estudiando ese particular segmento que liga la adicci6n a la he-
roina y los modelos familiares, descuidando los elementos sociales que
constituyen cofactores esenciales en la génesis (0 patogénesis) del fe-
némeno. Como hemos dicho en la presentaci6n, la eleccién fue deter-
minada, més que por motivos ideoldgicos, por una serie de considera-
ciones practicas inherentes a nuestra misma formaci6n de terapeutas
interesados primordialmente en el estudio de la familia y por la especf-
fica experiencia clinica derivada de un trabajo de varios aftos con fami-
lias de toxicodependientes.
"1 obietive del grupo.era identificar estructuras y modelos organi-
zativos tipicos de las familias de aquellos sujetos que desarrollan una
dependencia de la heroina, tratando de establecer unas conexiones etio-
| Jatogénicas entre historia afectiva y sintomatologia Lo que compartia-
mos, al estudiar las vicisitudes relacionales de chicos con una grave for-
ma de patologia toxicofilica en curso, era el supuesto de que ese
particular tipo de organizacion familiar deb{a de haber obstaculizado,UNA MIRADA A LA LITERATURA 2B
inconscientemente por parte de alguien, los intentos del hijo de realizar
UN aucutico Gesarroiio adolescente y de «asumir 1a responsabilidad
adulia de si mismo» (Selvini Palazzoli, 1984). El abuso de drogas nos
parecia, pues, revelador de la extrema dificultad que toda la familia ha-
bia encontrado para afrontar las tareas caracteristicas de la fase de la
adolescencia, en el curso de la cual los padres no habian conseguido
traspasar a los hijos el sentimiento de responsabilidad de s{ mismos
como personas auténomas y diferenciadas. Frente a la «informacién»
de la adolescencia, caracterizada por nuevos comportamientos contradic-
torios, a veces transgresivos, a veces de protesta, a veces de recelo y de-
presiOn, la reaccién de estos adultos habia sido fuertemente inadecuada,
rigida y de oposicién.
Enesta fase revelaban que eran (y que lo habfan sido de manera me-
nos llamativa incluso antes, en {a infancia del hijo) del todo incapaces
de secundar con flexibilidad los intentos de diferenciacién del hijo y
de darle esa
0 «basico» (Bertini, 1988, pdg. 65).
Por tanto, podemos sentimos justificados a desplazarnos al nivel
que nos compete més directamente, que es el clinico, en sus diferentes
articulaciones.
Las investigaciones clinicas sobre
el toxicodependiente y su familia
En el dmbito de la indagacién psicol6gica y psiquidtrica sobre las
toxicodependencias podemos individualizar tres sectores principales de
observacién:
— el estudio de la personalidad del toxicémano y de su psicopatologia
basica;
— el estudio de la familia del toxicodependiente;
— el estudio de los tratamientos.UNA MIRADA A LA LITERATURA »
Aqui nos detendremos en los dos primeros puntos, que pueden su-
ministrar titiles elementos de reflexién para todos los terapeutas involu-
crados en la gestidn del toxicmano, mientras que el tercero atin se re-
siente de la falta de datos mas controlados y de un seguimiento mas
fiable.
Los estudios sobre la personalidad
El dato mas seguro referente al estudio de la personalidad del toxi-
codependiente es la ausencia de un perfil psicopatolégico tipico, mien-
tras que estd establecido que la dependencia de sustancias representa un
sintoma comin a diferentes formas de trastornos psiquicos, en cada uno
de los cuales desarrolla una funcién diferente.
Se pueden individualizar dos modalidades diversas de observacién
en los estudios relativos a la personalidad del toxicémano: la Primera
Pertenece a las experiencias hechas por los psicoanalistas en el curso de
Procesos psicoterapéuticos individuales; la segunda concierne a inda-
gaciones psiauidtricas mas 0 menos amplias de los casos examinados
(con o sin grupos de control) a través de instrumentos diagnésticos es-
tandarizados (pruebas, cuestionarios, escalas de medicién, aplicacién
de criterios diagnésticos psiquiatricos).
Las indagaciones psicoanaliticas
Las observaciones psicodindmicas tienen un carécter mas especula-
tivo, al estar basadas en muestreos restringidos, cuyos resultados no son
susceptibles de generalizaciones, sino que profundizan en la descrip-
ci6n de las caracteristicas estructurales y dindmicas del individuo. De
ello se desprende que los resultados, segtin la aproximacién teérica
adoptada, son expresados en términos de mecanismos de defensa em-
pleados por el sujeto, fuerza del Yo, andlisis del transfert 0 del contra-
tranfert, andlisis de las relaciones objetuales y de las pulsiones conec-
tadas con la fase del desarrollo a la que se estima que ha retrocedido 0
en la que se cree que ha quedado fijada la personalidad del paciente, En
cambio, tienen menos relieve (respecto de los trabajos de corte psiquid-
trico) las definiciones nosograficas: la individualizacién de una atribu-
ci6n precisa en el area de la psicopatologia.30 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
Las contribuciones del psicoanilisis en el sector de las adicciones
hasta los afios sesenta estuvieron centradas principalmente en el pro-
blema del etilismo; pocos autores documentaron experiencias clinicas
con otros tipos de toxicomanfas, haciendo entrar, de todos modos, las
explicaciones etiopatogénicas dentro de las mismas dinémicas intrapsi-
Guicas del alcoholismo. En general, tienden a reconducir las problemé-
icas del toxicodependiente a la fijacién oral, al narcisismo y a la aso-
ciacién con los trastornos maniaco-depresivos y al predominio de
instintos destructivos.
Freud se ocupé de las toxicodependencias con diversas observacio-
nes, aisladas en el contexto de su amplia obra. En sintesis, se puede de~
cir que puso el acento en las caracteristicas regresivas del comporta-
miento del toxicodependiente, al que consider6 victima de una fijacién
ten a fase oral del desarrollo y, por tanto, incapaz. de apartarse de un obje~
fo de amor que lo sustenta y le aplaca el sufrimiento de la necesidad, acau-
sa de una intensificacién constitucional de a sensibilidad erégena de la
regién labial. Si esta sensibilidad persiste, estos mismos nifios, de adul-
tos, tendrén tna fuerte propensién a beber y a fumar (Freud, 1905).
‘Mas adelante, en «Luto y melancolfa» (1915), Freud establece una
interesante conexién entre alcoholismo y estructura ciclotimica de la
personalidad, que a continuacién sera confirmada y detallada por nu-
merosos autores, incluso recientemente (Zucca Alessandrelli, 1988).
Rado, un psicoanalista que profundizé en el tema de las toxicode-
pendencias, ha hablado de «orgasmo alimentario» (1926), desarrollan-
do el concepto de oralidad como fase psicosexual de fijacién de estos
pacientes y manteniendo la analogia freudiana entre ebriedad y estado
maniaco, al que sigue inevitablemente una fase depresiva, de la que se
trata de salir instaurando otro ciclo maniaco. El obietivo de fondo de la
toxicomanfa es la constrnccién de nna barrera concreta contra xfri-
miento, Este autor es el primero en realizar, en 1958, una divisién en
tres grupos de los pacientes toxicémanos: el grupo neurdtico 0 mania-
bo-depresivo, el grupo esquizofrénico y el grupo psicopatico. Esta tri-
particién mantiene adn hoy su validez de fondo (Cancrini, 1987; Cleri-
ci, 1993; Cirillo y otros, 1993), aunque las categorias psicopatolégicas
se han hecho més complejas y articuladas.
Glover (1939) pone en tela de juicio el hecho de que algunos con-
ceptos, como la oralidad y la fragilidad narcisista, sean entendidos rigi-
damente como factores constitucionales, dando, en cambio, mayor im-
portancia al desarrollo de las relaciones objetuales infantiles en laUNA MIRADA A LA LITERATURA 31
relaci6n madre-nifio y anticipando las observaciones sucesivas de Ro-
senfeld y Olievenstein.
Rosenfeld (1965) afirma que hay una relacién entre toxicodepen-
dencia y ciclo mamaco-depresivo, pero no una identidad. Es por la de-
bilidad del Yo que el toxicémano dehe recurrir al alcohol o a la droga
para echar mano de Ia reaccién mantaca como detensa contra et sufri-
miento depresivo. {Pero cual es 1a relaci6n entre cicio maniaco-depre-
siva y toxicodependencia? La droga permite fantasfas de gratificacién
alucinatoria en funcién defensiva contra la angustia, a la manera del
nifio que, chupandose los dedos, alucina la deseada gratificacién de la
madre ausente. Por este medio se niega o destruye toda situacién perse-
cutoria y se refuerza la omnipotencia narcisista infantil, estrechamente
conectada con la exaltacién maniaca.
Por lo que se refiere, en cambio, a la depresién, Rosenfeld sostiene
que en el toxicodependiente, como en el deprimido. hay una identifica-
cién con un objeto muerto 9 entermo, Dicho objeto, en este caso, es la
droga misma, el consumo de la cual es vivido como Ia concreta incor-
poracién de este objeto y favorece su identificaciGn. Segiin el autor,
ademas de los caracteristicos aspectos maniaco-depresivos, los meca-
nismos de idealizacién, negacién, escisién y proyeccién (con la relativa
debilidad del Yo) quedan asi en primer plano en la personalidad del to-
xicodependiente.
Los autores que se han ocupado mis recientemente de pacientes to-
xicodependientes desde una 6ptica psicoanalitica son numerosos; que-
remos limitarnos a citar las observaciones «clisicas» de Olievenstein y
Bergeret y de aquellos autores, como Kohut y Kernberg, que han con-
siderado las toxicodependencias como uno de los sintamas.conectados
con la personatiaad narcisista 0 porderline, Mas recientemente, Khant-
zian (985) y Wurmser (1985) han retomado la cuestidin del significado
autoterapéutico de las toxicodependencias y de 1a incompletitud de la
formacién de a identidad. En sintesis, se podria decir que las observa-
ciones de las tiltimas décadas han desplazado en parte la atencién del
problema del control de las pulsiones de aproximacién y de Jos instin-
tos destructivos al de las relaciones de objeto y de las identificaciones
respecto de la construccion de la identidad.
Segiin Unievenstein (198 1b), el tuturo toxicodependiente entra en la
fase adolescente en una situacion de incompleutud que el autor descri-
be, utilizando una metéfora inspiraaa en las teorfas de Lacan y de Win-
nicott, como derivada de la imposibiniaad de superar la fase del desa-2 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
rrollo infantil definida como «fase del espejo». Existe un momento, va-
jadamente localizable en los primeros dos aiios de vida, en el que el
nifio comienza a salir de la situacién de simbiosis fusional con la madre
(en la que no existe ninguna diferenciacién entre el yo del nifio y el de
la madre) para percatarse de su existencia auténoma separada de la ma-
terna. Es una experiencia andloga a ver la propia imagen en el espejo: el
reflejo envia una definicién precisa de la propia imagen, como si fuera ob-
servada por otra persona. El espejo que debe cumplir esta importante
funcién de crecimiento para el nifio est representado por la mirada de
la madre («mirada de retorno»). Si los ojos de la madre suministran un
reflejo «de retorno», esto es, en respuesta a las exigencias de reconoci-
miento del nifio como individuo separado, entonces la fase es felizmen-
te superada, mientras que, si la mirada de la madre expresa una muda
solicitud invertida de reconocimiento, la individualidad es negada y el
nifio es construido ficticiamente por las proyecciones maternas.
Segiin Olievenstein, el futuro toxicodependiente ha quedado atrapa-
do en una situacién que esta a medio camino entre un estadio del espe-
jo alcanzado y un estadio del espejo imposible.
En el momento en que, frente a la dramética salida de la fase fusio-
nal en el primer movimiento de Ia diferenciacién y de la individualiza-
cin, hay un principio de flash del descubrimiento de la imagen de si
mismo, en ese preciso instante el espejo se rompe, devuelve una imagen,
pero una imagen rota, y un profundo sentimiento de incompletitud [...].
La funcién de la sustancia-droga es situarse precisamente alli, en el lu-
gar y en el puesto de la fractura del espejo, anulando este momento y
permitiendo un temporal restablecimiento de la propia integridad, en el
retomno al momento anterior a la fase del espejo, el momento de la fusién
indistinta con el yo materno (Olievenstein, 1981, pég. 213.).
Bergeret y colaboradores (1983) advierten que en el toxicémano el
deseo se reduce a una simple 1-.csidad, no entra en el campo del ima-
ginario, sino que se satisface a través del comportamiento, y esto por
dos razones estrechamente.conectadas: en su desarrollo el sujeto ha re-
gistrado unas desilusiones precoces, continuas y repetidas dentro de
sys relaciones primutivas y jundamentales, La economia psiquica de-
primida que deriva de ello es incapaz, en general, de utilizar el registro
fantasmitico y simbélico: permanece anclada a la modalidad de paso
al acto para satisfacer sus necesidades. Estas, en el toxicodependiente,
son preferentemente de naturaleza autoerética (en el sentido de quete,
UNA MIRADA A LA LITERATURA 3
tienden a excluir la presencia de otra persona) y de signo preferente-
mente agresivo; de aqui la naturaleza autoagresiva del comportamien-
to, no s6lo en el acto de drogarse, sino en toda la serie de situaciones
de riesgo que lo ven como protagonista. Seguin el autor, las formas de
adicci6n ligadas a una estructura de personalidad neurética y, por tanto,
bastante evolucionada, son las més raras, aunque no las menos graves.
Existen, ademés, toxicémanos psicéticos, en los que la droga constitu-
ye una defensa comportamental para no precipitarse en el delirio, o
bien una justificaci6n para explicar la existéncia de una locura ya evi-
dente. Pero la categoria més frecuente se caracteriza por aquellos suje-
tos que no han conseguido integrar la crisis evolutiva adolescente a
causa de una ulterior dificultad de integracién de las fases previas de la
latencia y de la infancia. Esta dificultad de integracién debe ser enten-
dida en el sentido de un ocultamiento mental del objeto al que aspiran
Jas fantasfas y las tensiones agresivas y violentas del paciente, las cua-
les permanecen suspendidas y fluctuantes «en una especie de pseudo-
latencia interminable» (Bergeret y otros, 1983, pag. 21). La imposi
lidad de acceder en el imaginario a un objeto investido de afectos
negativos comporta una relacién extremadamente evanescente con el
objeto, que permanece alejado e inutilizable, por lo que debe ser reem-
plazado por otro objeto parcial y continuamente renovable, como las
sustancias estupefacientes. La adiccién que deriva de ello (parece en-
tender Bergeret) se debe a la economia depresiva de la psique que
vuelve al objeto exigente y tirdnico. El autor concluye afirmando que no
existe una estructura psiquica profunda especffica para las toxicode-
pendencias, las cuales mantienen, por tanto, una funcién defensiva y
reguladora de los momentos de crisis en los que incurre la estructura
patolégica subyacente.
Kohut (1971, 1977, 1978) se ha dedicado sobre todo al estudio de
los recorridos evolutivos de la representacién de s{ mismo del indivi-
duo. Para Kohut, el narcisismo primario (0 sea, la situaci6n de completa
inversi6n de la libido del nifio recién nacido sobre si mismo) es progre-
sivamente afectado por la inevitable imperfeccin del cuidado materno,
EI nifio trata de adaptarse a la situacién de dependencia de la madre a
través de una hipertrofizacién de la imagen de si mismo (el yo grandio-
So) y encaminando el precedente sentimiento de autosuficiencia sobre
el objeto-yo materno idealizado y omnipotente. En la prosecucién del
desarrollo, la situacién de equilibrada frustracién obrada por las norma-
les carencias maternas permite una transformacién de la imagen pater-34 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE.
na idealizada, a través de un proceso de interiorizacién, en un conjunto
de estructuras encargadas del control de los impulsos instintivos y de la
organizacién de las propias metas ideales. Del mismo modo, el yo gran-
dioso es redimensionado dentro de limites realistas a través de la ense-
fianza de la renuncia a objetivos narcisistas. Pero si la relacién con la
madre esté intercalada por graves carencias con efecto traumdtico, la
desilusién en relacién al padre es alejada a través del mantenimiento de
la primitiva imagen idealizada y, del mismo modo, el yo grandioso se
perpettia con el objetivo de aliviar el sufrimiento del trauma sufrido. En
esta situacin el Yo del sujeto queda debilitado, es incapaz de tolerar las
frustraciones que definirian sus limites y, al mismo tiempo, se vuelve
intolerable la dependencia de un padre infalible y omnipotente, pero in-
capaz de paliar el sufrimiento. La biisqueda de un objeto inanimado e
ilusoriamente controlable como la droga, en condiciones de provocar
serenidad alejando el sentimiento de inadecuacién, representa una de
las soluciones posibles para afrontar la ineludible realidad del creci-
miento.
También Kernberg (1975, 1976), de manera no demasiado diferen-
te de Kohut, pone el acento en una relacién primaria madre-nifio que. si
es excesivamente frustrante. puede conducir a un grave wastomo ae
identidad. En particular; :sernberg subraya que la fase critica en 1a que
se produce este tino.de situacin es la descrita por Mahler como fase de
1a separacibn-individualizaci6n. También él, como Olievenstein, pone
en evidencia e] prematuro fracaso de las primeras operaciones de dis-
tanciamiento del nifio de la madre. precisamente en el momento en que
sus primeros amagos de toma de distancia le devuelven un refleio frus-
trante e invertido.
Las indagaciones psiquidtricas
En la vertiente de las indagaciones psiquidtricas predomina el es-
fuerzo de caracterizar, segtin criterios nosogréficos convalidados por la
mayor parte de los estudiosos en la materia, la psicopatologia subya-
cente a las toxicodependencias, con el fin de poder distinguir mejor las
modalidades de intervenci6n y sus criterios predictivos de validez. A tal
fin las casufsticas examinadas han sido comparadas con los criterios
diagndsticos del DSM IIR, recurriendo a entrevistas estructuradas, 0
bien a coloquios no estructurados (a veces retrospectivos) con los pa-
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paUNA MIRADA A LA LITERATURA 35
cientes.”El estudio mas completo al respecto (por lo que se refiere a los
autores italianos) es el de Clerici (1993), efectuado segtin la primera de
las modalidades antes mencionadas. El tomé en consideracién una
poblacién de toxicodependientes que acudfan a un servicio subvencio-
nado, dividiendo a la poblacién en dos subgrupos, en base al tipo de tra-
tamiento, residencial o ambulatorio. Todos los sujetos eran toxicode-
pendientes de opidceos segtin el criterio individualizado por el DSM
III-R: més del 30% de los pacientes de ambos grupos eran clasificables
como afectados por un sindrome clinico que respondia a las caracteris-
ticas diagnésticas del Eje I, mientras que cerca del 60% entraba en el
Eje Il (trastornos de personalidad). Menos del 10% no presentaba nin-
guna diagnosis psiquidtrica adicional, aparte de aquella de «trastorno
por uso de sustancias». Analizando ulteriormente los datos, se ve que
cerca del 15% de los sujetos pertenecia al «espectro esquizofrénico»,
presentando una diagnosis sobre el Eje I o sobre el Eje Il de tipo psicé-
tico, 0 que requeria una diagnosis diferencial con la esquizofrenia; en-
tre el 20 y el 30% se trata de sujetos que presentaban trastomnos de per-
sonalidad (Eje I), caracterizados segtin el DSM III por «dramaticidad,
hiperemotividad ¢ imprevisibilidad», es decir, los pertenecientes al gru-
po 2: histrinico, narcisista, antisocial y borderline. Mas del 30% de los
sujetos se caracterizaban por una diagnosis que comprendia sintomas
como ansiedad, depresién, fobia, o sea, trastornos afectivos, trastomos de
ansiedad y trastornos de personalidad del grupo 3: evitacién, adicto, com-
pulsivo y pasivo-agresivo. Cerca del 5% de los sujetos presentaba diag-
nosis relativas a trastornos menos frecuentes, mientras que el 10-15%
pertenecia a la categoria «comportamiento antisocial del adulto», que
esté entre las formas que no son atribuibles a un trastorno mental, pero
requieren atencién y tratamiento.
Pozzi y colaboradores (1993) examinaron en un estudio multicén-
trico a 390 sujetos provenientes de once servicios piiblicos distribuidos
por el territorio nacional, utilizando siempre el instrumento diagnésti-
co del DSM III-R. Por lo que se refiere a la comorbilidad psiquiatrica,
114 pacientes fueron considerados afectados por un trastorno mental
del Eje I, mientras que 185 entraban en las categorias diagnésticas de los
trastomos de personalidad del Eje II. En cuanto al primer grupo de usua-
rios, la diagnosis predominante estaba representada por los trastornos
2. Al respecto, compérense los datos de nuestra casufstica en el cuadro 3.4 en la
pag. 115.36 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
afectivos (distimia, trastornos de ansiedad y cambios de humor), de los
que el ms frecuente estaba representado por la distimia, mientras que
los trastornos psicéticos estaban escasamente presentes, en el orden del
3%. Entre los trastornos de personalidad, del mismo modo, los de Ia li-
nea psicotica no alcanzaban el 3%, mientras que los mas verificados
pertenecfan al grupo 2 (histriénico, narcisista, antisocial y borderline).
Es importante advertir que existe una notable diferencia entre este
estudio y el ilustrado antes por lo que se refiere al porcentaje de pa-
cientes psicéticos, en este tiltimo caso muy inferior.
Mas cerca de los resultados de Clerici, en cambio, estan las conclu-
siones de un estudio de Tempesta y colaboradores (1986), que habia
examinado a 158 pacientes con adiccién a la heroina, durante un peri
do de ingreso hospitalario. En este caso las apreciaciones diagnésticas
efectuadas fueron de tipo clinico, sin el auxilio de entrevistas estructu-
radas y utilizando la versi6n atin no revisada del DSM III. Los pacien-
tes con trastornos psicéticos representaban casi el 9%, mientras que se
encontraban trastornos afectivos en mas del 18% de los sujetos someti-
dos a control; cerca del 15% no recibié ninguna diagnosis psiquidtrica.
Estos estudios, y otros mas realizados por autores italianos y sobre
todo estadounidenses, confirman en definitiva la nresencia casi cons-
tante de una comorbilidad nsiquidtrica en el toxicodependiente, parti-
cularmente heterogénea. tal camo ce consideraba desde hace tiempo.
En la actualidad, la investigaci6n psiquidtrica intenta establecer una po-
sible interrelaci6n prognéstica entre el tipo de trastorno mental y el pro-
ceso de las toxicodependencias, también desde la Gptica de optimizar
los tratamientos. En efecto, es importante recordar que la falta de com-
prensién y de valorizacién del trastorno sintomatico que subyace a las
toxicodependencias puede dar cuenta de un notable porcentaje de drop
outs precoces en el curso de la terapia para las toxicodependencias y,
ademés, aquellos sujetos afectados por trastornos més graves, como en
el caso de la depresién mayor o de la psicosis 0 de los trastornos graves
de personalidad, pueden facilmente incurrir en el riesgo de la cronifica-
c6n del uso de sustancias, en el momento en que escape al terapeuta que
éstas tienen un efecto «terapéutico» importante para encubrir un peligro
de desestructuracién de la personalidad, sentido por el sujeto como mu-
cho més alarmante que las consecuencias del uso mismo.
Siguiendo con el tema del encuadre diagnéstico, dedicaremos una
particular atencién al trabajo de Cancrini (1982, 1987) pnes nov hemos
confrontado més directamente con sus criterios de clasificacién. Elha in-
lasUNA MIRADA A LA LITERATURA 37
dividualizado unas tipologfas, fuera de las categorfas diagnésticas psico-
patolégicas habituales, que permiten hacer resaltar la peculiaridad del
comportamiento toxicémano y las diferencias entre las distintas configu-
raciones fenomenolégicas de las toxicodependencias. Sus resultados no
se contraponen, de todos modos, con el Iéxico v los contenidos de la diag-
nosis tradicional, es mas. son.una légica y consecnente integracién res-
pecto de una sintomatologfa. la del abuso_y la devendencia de sustancias,
relativamente reciente y, como hemos visto, poco estudiada hasta las ul-
timas décadas, que necesitaba una fisonomia més detallada (Coletti,
1994). En sus tipologias se puede encontrar también una correlacién en-
tre la evoluci6n clinica de la sintomatologfa y las relativas indicaciones
prognésticas y terapéuticas, pero siempre con la atencién puesta en la in-
tegracién entre los distintos modelos de intervencién y disciplinas: la
aproximacién psicoanalitica individual. la intervenci6n sobre la familia y
el tratamiento residencial. Mas tarde presentaremos (en el cuarto capitu-
Jo) una breve esquematizacién de sus cuatro categorias diagnésticas,
Los estudios sobre la familia
Veamos ahora con mayor detalle una breve sintesis conceptual de
los trabajos de algunos autores ya citados y de otros que se han ocupa-
do de la clinica de la familia del toxicodependiente, recordando que el
interés por este sintoma por parte de los terapeutas familiares se ha de-
sarrollado oportuna y simulténeamente con la enorme difusién de dicha
patologfa. Las direcciones tomadas por las observaciones experimenta-
les fueron diferentes, reflejando diferentes concepciones de fondo de la
familia como objeto de estudio. También en este caso se pueden distin-
guir las investigaciones planteadas segiin criterios estadisticos regulados
por instrumentos de andlisis mesurables, como pruebas y cuestionarios,
de aquellas derivadas de la praxis terapéutica y, por tanto, estrechamen-
te condicionadas por las necesidades de desarrollo correcto del proceso
de cambio. Ante todo examinaremos estas tiltimas.
Las investigaciones de los terapeutas
La mayor parte de los estudios y de las investigaciones dedicadas a
las familias que presentan un miembro toxicodependiente se han desa-38 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
rrollado en Estados Unidos a finales de los afios setenta y se han basa-
do preferentemente en la observaci6n de casos dentro de estructuras sa-
nitarias publicas, a donde los pacientes se dirigfan, en general, para in-
gerir farmacos sustitutivos (metadona 0 morfinosimilares). Aunque se
trataba de solicitudes de ayuda bastante espurias, esto ha permitido so-
meter a pruebas a un gran ntimero de pacientes y proporcionar intere-
santes notas sobre datos inherentes a su posici6n social. Entre otros: su
edad, su grado de implicacién emocional y material con las familias de
pertenencia, y también caracteristicas familiares mas generales, socio-
logica y estadisticamente relevantes y en condiciones de ser compara-
das, como datos estructurales (orden de nacimiento, amplitud del nicleo
familiar), tipolégicos (familias monoparentales, separadas o incomple-
tas por fallecimiento de un cOnyuge), etc.
En el mismo perfodo (1975-1980) aparecieron numerosos trabajos
de terapeutas familiares (que luego proseguiran en los afios ochenta) de
los cuales comienza a transparentarse la informacién de que el joven to-
xicémano no depende sélo de la droga. sino ane conserva un estatus de
dependencia del nécleo familiar mayor aue el resto de los coeténeos so-
metidos a control
En dichos estudios se avanzan algunas’ hipstesis importantes sobre
el rol que puede tener la familia en la génesis v en el mantenimiento de
la toxicodependencia en un hijo, pero también como recurso para su tra-
tamuento, Se trata de contribuciones y de autores conocidos por los es-
pecialistas, menos conocidos por el gran ptiblico de la psicologia italia-
na, también por el exiguo mimero de traducciones efectuadas.°
Con frecuencia en tales familias se asiste a una subversién de las je-
rarqufas tradicionales (Madanes, Dukes y Harbin, 1980), debilitadas por
coaliciones entre miembros de diversas generaciones (Haley, 1980),
por ejemplo hijo-madre-abuela, que obstaculizan la alianza conyugal. El
padre del toxicémano es descrito como una figura ausente y emocional-
mente distante del hijo (Harbin y Maziar, 1975) frente a una madre hi-
perinvolucrada ¢ indulgente, por momentos simbiética (Kaufman y Kauf-
man, 1979). En casi todas las investigaciones de aquellos afios prevalece
una concepcién del sintoma como funcional a la estabilidad de la pareja
conyugal. Es decir, la idea es que el sintoma funciona como regulador de
3. Para una reseiia critica de las investigaciones empfticas sobre la relaci6n entre
familia y toxicodependencia, véanse Coleman y Davis, 1978; Angel y otros, 1983; y Gi-
lliy Cairo, 1990.
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UNA MIRADA A LA LITERATURA 39
la pareja conyugal, asumiendo un rol
por el henchimiento relacional de sentimientos voluptuosos y engafio-
sos, sensaciones fuertes y clima excitante como modalidades para.col-
mar el vacio interpersonal y las carencias de verdadera intimidad y de
apoyo reciproco.on
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UNA MIRADA A LA LITERATURA 41
En particular, el autor pone en evidencia que en la familia del toxi-
codependiente, junto a una débil capacidad de servirse de las represen-
taciones mentales y de los recuerdos, y de interpretar los cambios de
humor, predomina el mito de que las dificultades psicolégicas deben
ser inmediatamente aplacadas a través de los medicamentos. La ternura
es sustituida por una hipererotizaci6n del vinculo con el padre del otro
sexo, sin celos por parte del otro padre, que es descrito como aislado, a
veces irritable y violento, pero no por la excesiva intimidad entre los
otros dos miembros de la familia, Las demandas de apoyo y de ayuda
mutua son resueltas a través de ofertas sensuales 0 excitantes: no se
asiste tanto a una carencia como a una especie de relleno contraco-
rriente. De ello resulta que el nifio es vivido y tratado como un fetiche,
a menudo objeto de admiracién veneradora. Falta una barrera eficaz
para separar las generaciones, por lo que el hijo acaba encontrandose en
una posici6n paterna, no siempre por la ausencia de“ésta figura, sino
por una no diferenciacién de los roles sexuales. Los factores trauméti-
Cos presentes en la historia familiar no serfan ni més frecuentes ni més
significativos que en la poblacién general, aunque en la familia del to-
xicodependiente se puede destacar una insuficiente elaboracién de las
temdticas de la separacion subyacentes a los eventos traumdticos.
Entre los estudiosos italianos, Pietropolli Charmet (1990) lee en el
fenémeno de las toxicodependencias el grave fracaso de nacer social-
mente en aquella fase del ciclo vital que comporta la confrontacién en-
tre las habilidades del joven y la valoracion que hacen de éstas las per-
Sonas, grupos ¢ instituciones extemas ala familia. La familia constituye
un grupo humano centrado en la tarea de la crianza y de la insercién so-
cial de los hijos, que puede ser Hevada a término gracias a una equitati-
va distribuci6n de las funciones y de los roles afectivos materno, pater-
no y del nifio. En el caso de la familia del toxicodenendiente se asiste, en
cambio, a una sobrecarga de valores maternos. aue debilita. por tanto.
Ja funcj6n tipicamente paterna de facilitar el distanciamiento de la fami-
lia a través de 1a separaci6n del hiia de la madre. a partir de la fase ado-
lescente. Seguin los estudios del autor, este fendémeno no esta necesaria
y exclusivamente determinado por una fuga de la figura paterna, sino
por la fusién de los valores paternos can los maternos. por una mater
nalizaci6n de la funcién afectiva naterna, E] hijo no ve ante si ningén
futuro, pues esté continuamente englobado en el érea matema, por su
naturaleza poco proclive a afrontar las teméticas del distanciamiento,
Sus cualidades_y capacidades uo resisten la prueba de Ja valoracién de2 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
Io real, ya que la imagen de si mismo, conformada casi exclusivamente
por la dimensién del pensamiento onirico-omnipotente tipico de la sim-
biosis madre-nifio, no esta en condiciones de prepararlo para el impac-
to con las reglas sociales. Asi, durante la fase adolescente el hijo es fé-
cilmente englobado en grupos «vacios», en los que se replica el mismo
tipo de clima afectivo y de lenguaje, mediado también por el abuso de
sustancias que permiten la permanencia en la dimensién afectiva del
crecimiento imposible.
Las investigaciones experimentales
Con una tonalidad diferente de las indagaciones ligadas a la practica
terapéutica aparecen esos estudios (no menos importantes), de matriz
preferentemente estadounidense, que tienden a la individualizacion de
aspectos limitados, pero estadisticamente probados, de las caracteris-
ticas de las familias, examinadas en general con el método del caso/con-
trol y la utilizacion de muestreos representativos e instrumentos de
indagacién, como cuestionarios o pruebas, cuyos datos son a menudo
elaborados con técnicas estadisticas.
Un estudio interesante por la tematica analizada y por la amplitud
del muestreo es el de Babst y colaboradores (1978) ame examin la fa-
mily affinity, es decir, el grado de cercanfa emocional y de confianza entre
padres € hijos en relaci6n a numerosas variables, entre otras el éxito es-
colar, la presencia de amistades con toxicodependientes, los comporta-
mientos de riesgo y el uso de drogas, sobre un muestreo de 8.553 estu-
diantes. El instrumento utilizado fue un cuestionario anénimo. Un alto
grado de family affinity ests correlacionado positivamente con el éxito
escolar y con una oportuna adquisicién de. autonomia. Lo contrario,
esto es, un clima familiar caracterizado por la distancia yel recelo entre
los distintos miembros, comporta una mayor frecuencia de comporta.
micntos de riesgo y de toxicodependencia En este caso son los coet
‘eos los que ocupan el puesto de los padres como referencia para las ne-
cesidades de sostén en los momentos de dificultad y la solucién de los
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UNA MIRADA A LA LITERATURA 8
bros de la familia v desarrollo de las toxicodependencias en los hiios,
resulta igual de evidente que los sujetos entrevistados rara vez conse-
guian establecer un nexo de causa-efecto entre la_gravedad des» tras:
tomo y los problemas vividos en su familia. Contrariamente a la mayor
parte de las observaciones que enfocan la posicién periférica de la figu-
ra paterna, el trabajo, aunque sin contradecir este dato, atribuye una im-
portancia central en la elecci6n toxicémana _a_la experiencia de 1a fuva
de la figura materna.
Otro tipo de intento de correlacién entre toxicodependencia y fami-
lia es el de Coleman y colaboradores (1986). que quiso valorar la inci-
dencia de las experiencias de pérdida (muerte o separaci6n) en el ciclo
vital del joven toxicodependiente, respecto de los sujetos sometidos a
control. También en este caso los instrumentos utilizados fueron un
cuestionario y una serie de pruebas. Los resultados ponen en evidencia
que el grupo de toxicodependientes habia tenido na mas frecuente ex-
periencia de mnerte de figuras significativas (Zamiliares 0 no) respecto
de sus coeténeos, aun viviendo el pensamiento de la muerte de manera
menos angustiosa respecto del grupo sometido a control. Del mismo
modo, resultaron frecuentes las experiencias de separacién de la fami-
lia durante Ia fase infantil vadolescente. v de huida/regreso a casa como,
prueba de una relacién conflictiva con el ambiente de pertenencia. De
particular interés es el resultado de la distribucién de un cuestionario an4-
logo a los padres de los jévenes examinados: muchos de ellos habfan
sufrido durante la infancia y la adolescencia experiencias de muerte 0
separaci6n similares a las de sus hijos, sin conseguir elaborarlas de la
manera adecuada. Parece que de ello se nuede deducir (como veremos
en el segundo capitulo) que la utilizacién por parte de los padres de un
mecanismo defensivo de minimizacién para afrontar el dolor de la pér-
dida llev6 a estos padres a hacer en parte revivir y en parte superar, mal,
las mismas situaciones dolorosas a sus hijos.
Selnow (1987) indagé con un cuestionario distribuido entre dos
grupos de mas de tres mil sujetos la importancia de la calidad de la re-
laci6n entre padres ¢ hijos y la presencia 0 no de ambos padres en rela-
cién a la eleccién toxicémana. Las preguntas inquirian, asimismo, si
también estos tltimos hacian o no uso de sustancias estupefacientes.
Los resultados pusieron en evidencia que en las familias monoparenta-
les la incidencia de ahnsa y devendencia de sustancias en el padre es
més frecuente (en particular cuando el tinico progenitor es el padre).
que en las familias en las que la relacién con los padres es vivida como44 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
intensa y gratificante es menos probable la aparicién de las toxicode-
pendencias, incluso en las familias con un tinico padre.
Otro trabajo que ha tomado en consideraci6n la calidad de la relacién
padres-hijos en cuanto al uso de drogas es el de coombs-y-Ladswerk
(1988). Los autores someticron a entrevistas y cuestionarios estructu-
rados a 443 chicos y chicas, en parte toxicodependientes (esporédica-
mente 0 no), en parte sujetos que habian hecho uso de drogas, més 0
menos recientemente, y en parte sujetos que no se habfan acercado nun-
ca a las sustancias estupefacientes. Los resultados ponen en evidencia
que el rol paterno es determinante para impedir la implicacién de los hi-
jos en la droga, mientras que parecen mas expuestos al rieso los idve-
nes que se sienten investidos por sentimientos de desconfianza por par-
te de la madre, Parece que puede interpretarse que para los hijos es
importante, en la relacion con la madre, la calidad del reflejo en la inti-
midad doméstica, mientras que del padre se espera poder emular sus
cualidades de mediacién entre el interior familiar y el exterior social. La
figura paterna resulta significativamente diferente en las familias de los
toxicémanos respecto de los no toxicémanos, incluso en la funcién de
ayuda y sostén para los problemas y las decisiones personales de los hi-
jos y por lo que se refiere a las decisiones comunes: la delesacitn cel po-
der de decisién por parte del padre dentro de la familia es directamente
proporcional a ' frecuencia del abuso de sustancias. Las madres més
‘d6neas» para proteger a sus hijos del riesgo de la droga parecen ser las
‘emocionalmente cercanas y proclives a ofrecer confianza.
Simons y Robertson (1989) encontraron en un muestreo de 343 ado-
lescentes (entre toxicémanos y sujetos sometidos a control) una neta co-
rrelaci6n entre algunos indicadores del comportamiento de los padres y la
implicacién de los hijos en grupos de iguales inadaptades y, por tanto, en
el uso de drogas. En particular, la variable de rechazo por parte de los pa-
dres resulta un poderoso factor de impulso hacia la inserci6n en grupos
jnadaptados v la utilizacién de sustancias estupefacientes. Se establece
tuna concatenaci6n causal de este tipo: el rechazo de los nacires produce
hijos aatesivos. ane son. a sit vez, rechazados por los grupos «normales»
y encuentran refugio en erunos de iguales semeiantes a ellos. Los autores
afiaden que el rechazo de los padres aliena la credibilidad de la funcién
parental como punto de referencia para los «valores a largo plazo» (la in-
versi6n en el estudio, en el trabajo, en la socializacién) y,.por tanto. a es~
tos chicos no les queda ms que la exclusiva confianza en Ios «valores a
corto plazo» oftecidos por el grupo de sus coetineos.
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UNA MIRADA A LA LITERATURA 45
En el trabajo de Shedler y Block (1990) (al que ya hemos aludido),
resultado"de una larga investigaci6n, se pueden hallar informaciones
que afectan principalmente al dificil campo de la prevencién. En 1972
fue seleccionado un muestreo de cien nifios de 3 afios, seguidos se-
guin pardmetros de indagacién psicolégica durante las fases de desarro-
Ilo, hasta que cumplieron 18 afos. En este punto se indagé la relacién
que estos chicos tenfan con la droga; de ello result6 una reparticién en
tres subgrupos diferentes: el 34%, los abstemios, nunca habia tenido
contacto con ninguna sustancia, rechazando decididamente toda oferta
de experimentacién. El 42% estaba representado por los experimenta-
dores, j6venes que tenian una actitud distanciada en relacién a la droga,
pero que habjan tenido ocasién de experimentarla esporddicamente (en
general, se trataba de drogas blandas), sobre todo para satisfacer su cu-
riosidad. El 24% de los casos estaba constituido por consumidores ha-
bituales de alguna sustancia, con evidencia més 0 menos marcada de
dependencia. La indagaci6n pone de relieve la posibilidad de prever el
resultado del encuentro de un joven con la droga, pues los consumido-
res habituales habfan manifestado nrobleméticas importantes a lo largo
de la evolucién de su desarrollo emocional. con dificultades de relacién
yenel control del comportamiento imnulsive desde los 6-7 afins, Las
razones de este proceso de crecimiento alterado son individualizadas en
el planteamiento psicopedagégico del ambito familiar, basado en la in-
capacidad de los nadres de manifestar correctamente las nrovias emo-
ciones. con 1in predominio de las expresiones de critica y de las deman-
das de prestaciones. dirieidas al hiio, unidas. de manera contradictoria.
con medidas de tipo hiperprotector. Nel estudio se desprende de mane-
ra persuasiva que la oferta de droga nor sf sola no explica la adiecién
cuya causa primordial dehe situarse en cambio, en la fracilidad de Ia
personalidad de! joven. entendida no como «vulnerabilidad» constit
cional, sino como resultado de un desarrollo relacional familiar insatis
factorio. Un elemento sorprendente de este trabajo est representado
por el hecho de que los datos de la indagacién psicol6gica ponen en evi-
dencia que, segiin muchos pardmetros, los consumidores ocasionales
pueden ser considerados més «normales» que los abstemios, los cuales,
por el contrario, tienen muchas més similitudes con los consumidores
habituales.2, LA HISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION.
NUDOS METODOLOGICOS E HIPOTESIS DE TRABAJO
LOS OBJETIVOS DEL GRUPO
ENTRE INTERVENCION OPERATIVA E INVESTIGACION
Durante el primer afio de actividad, el grupo trabajé y reflexioné so-
bre la casuistica vista por cada uno en los afios precedentes y sobre los
casos que cada uno tenja en tratamiento en aquel momento, que consti-
tuyeron la fuente primordial para la recogida de informaciones. Dado
que todos los participantes actuaban en servicios contra la drogadiccién,
se trataba de una cantidad muy elevada de casos. Ellos no eran, empero,
facilmente comparables, pues habfan sido tratados en diferentes contex-
tos (territoriales y estructurales) y con un tipo de intervencién diversifi-
cada (psicoterapia familiar 0 individual, asesoramiento al sujeto o a un
familiar, apoyo, oferta de informaciones, etc.), as{ que también los pro-
cedimientos utilizados para la recogida de los datos se diferenciaban.
Cada uno de los participantes habia experimentado dificultades al
hacerse cargo del toxicodependiente, en los intentos de comprometer a
as familias que se «resistfan», en los juegos institucionales (en particu-
lar, las dificiles relaciones en los equipos interdisciplinarios). Obvia-
mente muchos habfan estructurado una serie de hipétesis etiopatogéni-
cas (no siempre convergentes) sobre el
existe no tanto un exceso de atencién materna (los padres fracasan en
Tas funciones de destete, «mimando» demasiado a su hijo), sino més bien
una falta de atencién que crea en el hijo un pattern de apego patolégi- ty
co. Ademis de indagar las modalidades de asistencia de la madre, este
modelo evidencia en particular el efecto insuficiente de la figura pater- &
na, no s6lo descrita en su perifericidad (subrayada por todos los estu- re
dios), sino comprendida a través de la reconstrueci6n de su historia car- lis
gada de sufrimiento, pues el padre del futuro toxicodependiente fue, a ries
su vez, privado de la aportacién del padre en su infancia y adolescencia.
Esta posicién esti de acuerdo con el estudio de Coleman, Kaplan y
Downing resumido en el primer capitulo, que destaca la relevancia de rios
la dificultad para elaborar y superar el duelo como elemento peculiar see
de las familias de los toxicémanos. También los ya citados autores dela | om
escuela psicoanalitica —como Bergeret, Kohut, Kernberg y ons” | im
por lo demas, han apreciado la presencia de factores traumiticos en una ack
relacion primaria excesivamente cargada de afectos agresivos como liy
SES awna
no
LAHISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 3
elemento fundamental para entender la compleja estructura defensiva
del paciente toxicodependiente.
Ademés de esta orientacién general, las premisas te6ricas que han
conformado nuestra investigacién tenfan en cuenta las més recientes
evoluciones tedricas del equipo del Nuevo Centro. Ellas tuvieron preci-
sas repercusiones sobre nuestro trabajo, por lo cual las resumimos en el
siguiente pardgrafo.
Los fundamentos te6ricos del equipo del
‘Nuevo Centro para el Estudio de la Familia
Nuestro grupo de trabajo, al estar coordinado por Stefano Cirillo,
que es uno de los miembros del equipo del Nuevo Centro, estaba, por asi
decir, «en conexién directa» con las evoluciones teéricas y metodolégi-
cas de dicho equipo, que han influido de manera determinante en nues-
tra investigaci6n. Naturalmente, no se trata de una influencia en sentido
tinico, sino més bien de un proceso de 6smosis, pues las ideas elabora-
das en este grupo de trabajo, a través de la mediaci6n de Cirillo, han
contribuido, a su vez, a influir en el trabajo del grupo de Selvini Palaz-
zoli: véase, por ejemplo, el texto de Cirillo y otros, 1994.
Aqui nos urge subrayar, en particular, algunos desarrollos te6ricos
del equipo del Nuevo Centro producidos después de la publicacién del
tiltimo volumen de 1988.
1. La atencién més explicita al alcance trigeneracional del modelo
etiopatogénico.
Cuando se publicé Los juegos psicdticos en la familia, al trazar el
esquema diacrénico para las psicosis de la adolescencia y para la ano-
rexia mental, la atencién habia sido enfocada sobre el estancamiento 0
las «tablas» de la pareja conyugal como punto de partida (cuya arbitra-
riedad se reconocfa) del proceso.' Actualmente, por el contrario, se atri-
1. Se entiende por juego de estancamiento o «tablas» aquel en que «dos adversa-
rigs, como los dos jugadores de una partida de ajedrez, parecen destinados a enfrentar-
se eternamente en una situacién sin salida: su relacién no conoce verdaderas crisis, ni
cescenas catérticas, ni separaciones liberadoras. Uno de los dos exhibe una serie de apa-
rentes movimientos de ataque, de provocaciones, de triunfos aparentes; siempre parece
que estuviera a punto de llevar la mejor parte, pero el otro, tranquila ¢ invariablemente
ssaca a relucir un movimiento que vuelve a dejar en cero el marcador> (Selvini Palazzo-
iy otros, 1988, pigs. 172-173).s4 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
buye un peso cada vez mayor, en el inicio del proceso patogénico, a los
componentes insatisfactorios de la relacién que cada uno de los padres
ha tenido con su familia de origen en la infancia y en la adolescencia.
Esta ampliaci6n de la perspectiva esta conectada con el esfuerzo de
pasar de un nivel de descripcién del juego de estancamiento a un nivel
de comprensién: las vicisitudes de cada uno de los dos cényuges en la
propia familia, con el bagaje, por un lado, de las necesidades insatisfe-
chas y, por el otro, de las modalidades aprendidas para la gratificacién
de otras necesidades, condicionan tanto la eleccién de la pareja como las
modalidades interactivas que darn origen al estancamiento.
2. De ello se desprende que la recuperacién de la dimensi6n indivi-
dual (ya afirmada en el volumen de 1988) ahora es Ilevada adelante no
s6lo por lo que se refiere al hic et nunc (necesidades, motivaciones, es-
trategias de cada miembro de Ia familia visto como «jugador»), sino
también por lo que concierne a la historia evolutiva de cada persona,
indagada también en los aspectos de las heridas sufridas durante su cre-
cimiento y de los dafios padecidos en el curso del desarrollo (Cirillo,
1994). Desde este punto de vista, asumen relevancia central también al-
gunos conceptos, hasta aqui patrimonio exclusivo de la cultura psicodi-
ndmica, como los de trauma y de carencia.
3. A ellos se liga el nuevo énfasis sobre los mecanismos de desco-
nocimiento y de deformacién de la realidad, de los que era precursor en
Los juegos psicdticos en la familia el fenémeno del embrollo de los
afectos (es decir, la relacién pseudoprivilegiada entre el futuro paciente
y un padre). En la actualidad también en otros émbitos y relaciones de
la vida familiar se hallan ejemplos posibles de este mecanismo general
de ocultamiento de los aspectos negativos de la vida familiar (por ejem-
plo, 1a minimizacién de la carencia y 1a no elaboracién de los traumas)
y de los consiguientes mecanismos de idealizaci6n (Selvini, 1993).
4, Por iltimo, el esfuerzo de descubrir, durante la terapia, los procesos
que han tenido un alcance traumético, conduce a un andlisis mas cuidado-
so de las distintas dfadas que componen la complejidad de la familia, y no
s6lo de la triada cényuges-hijo paciente. Hasta ahora, de las tres dfadas que
forman dicha trfada, s6lo una, la pareja conyugal, ha sido estudiada de
manera profunda por la orientacién sistémica relacional. Las otras dos, es
decir, la formada por cada uno de los padres y por el hijo paciente, han
sido escasamente indagadas, a diferencia de cuanto ha sucedido en el mo-
vimiento psicoanalitico, que se ha dedicado particularmente al estudio de
la relacién madre-hijo. Esta laguna est4 conectada probablemente con el
Ser
deg
suji
sideLA HISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 5s
rechazo de la perspectiva temporal, tipico de la fase del purismo sistémi-
co, a causa del cual se ha descuidado el estudio de las fases de desarrollo
infantil y adolescente anteriores a la explosién del sintoma, y la patologia
familiar ha sido vista exclusivamente en una dimensién sincronica. Es una
excepcién, en Los juegos psicéticos en la familia, la descripcién de la in-
fancia de la futura anoréxica, en la cual se traza la evolucién de la diada
madre-hija (y en filigrana la evolucién especular de la dfada padre-hija)
segtin dos modalidades opuestas que llevardn a dos diversos tipos de ano-
rexia, denominados A y B. Segiin el ejemplo de este estudio, en nuestra
investigaci6n nos hemos esforzado por sondear tanto el desarrollo de la
relaci6n entre cada uno de los padres y el hijo, como aquel —en las fa-
milias de origen— entre el futuro padre y cada uno de sus padres.
Esta reciente modelizacién del equipo del Nuevo Centro, y andloga-
mente también la de nuestra investigacién, sigue atin mutilada por lo
que se refiere a la dimensin de la relaci6n entre los hermanos, que
también es objeto de atencién en la titima literatura sistémica (Kahn y
Lewis, 1988). Tal dimensién est, por supuesto, presente en nuestro
quehacer clinico, pero atin est ausente en nuestro esfuerzo de sistema-
tizacién. Esperamos poder colmar pronto esta laguna.
LOS PRIMEROS PASOS DE LA INVESTIGACION
Para empezar nuestro trabajo de investigacién comenzamos a utili-
zar los datos que emergian de los coloquios y de las consultas familia-
res desarrolladas en el arco de los tiltimos afios por cada uno de los
miembros del grupo con pacientes toxicodependientes varones y con sus
familiares, en diferentes contextos de trabajo, independientemente del
programa terapéutico posteriormente empleado (psicoterapia, trata-
miento sanitario, envio a una comunidad, etc.). La eleccién de un mues-
treo s6lo de varones estaba motivada por dos razones. La primera de
orden estadistico, pues los toxicodependientes varones representan tam-
bién en nuestra casufstica el 80% del total.La segunda, de orden meto-
2. La composicién de nuestro muestreo refleja los datos proporcionados por el
Servicio Antidroga de! Ministerio del Interior, que indican que el porcentaje de toxico-
dependientes de sexo femenino es equivalente a cerca del 20% del total, tanto entre los
sujetos en tratamiento en estructuras piiblicas y privadas como entre aquellos que han
sido sefialados al juez de primera instancia por los 6rganos policiales (Ravenna, 1993).56 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
dolégico: trabajar s6lo sobre una casufstica masculina facilitaba nuestro
trabajo, evitando una nueva complicacién determinada por el aumento
de las variables en juego.
De este modo, fueron examinados retrospectivamente mas de un
centenar de casos, contactados en centros puiblicos, privados o subven-
cionados, con el objetivo de trazar el posible recorrido procesal de un
toxicodependiente en relacién al desarrollo evolutivo de las relaciones
familiares.
Discutimos en grupo muchos de estos casos, resumiendo las histo-
rias de los pacientes en relacién a la evoluci6n de las vicisitudes fami-
liares, examinando algunas partes de sesiones grabadas o analizando
sus transcripciones. Nos criticamos también entre nosotros y a veces
disputamos sobre el afiejo problema del terapeuta-investigador: «Es
mos forzando los datos para encontrar lo que nos proponfamos buscar?
LY la familia esté adaptando su guién a las mallas de nuestra investiga-
cién? {Esté satisfaciendo la curiosidad de los terapeutas? {Qué relacién
existe entre la indagacién que estamos efectuando y nuestra tarea de co-
laborar en el cambio de la familia?». Ademas, puesto que veniamos de
formaciones diversas y de orientaciones teéricas diferentes, aunque
dentro del vasto mundo de la terapia familiar, era inevitable que refle-
xiondramos sobre las premisas de los terapeutas, sobre el constructivis-
mo y sobre los significados y el sentido de la terapia y de la narracién
(Fruggeri, 1991).
Luego nos esforzamos por completar algunas historias de los pa-
cientes y de sus familias, buscando aquellos datos que algunos de noso-
tros no habfamos recogido, y comenzamos a sentir curiosidad ante frag-
mentos de hipstesis sobre las relaciones diddicas (por ejemplo, relativas
ala relacién madre-hijo en la infancia) que residuos de «purismo sisté-
mico» demasiado dogmitico habjan escondido durante afios. Algunos
especificos segmentos de nuestras hipétesis se vieron confirmados: en
cualquier caso, todos fueron «sometidos a prueba» con las nuevas fa-
milias que asumiamos en tratamiento, con el objetivo de verificarlos 0
invalidarlos. Pero, al tener que recapacitar sobre todas las terapias efec-
tuadas precedentemente, sobre todas las familias vistas durante afios y
sobre qué peculiaridades suyas recordabamos, nos encontramos frente
a muchos vacios.
Era més fécil reflexionar sobre las terapias en curso, aunque no po-
dfamos dejar de lado el temor de que prefijarnos un objetivo de investi-
gacion podia modificar nuestras estrategias terapéuticas y nuestros mo-
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estLAHISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 7
delos operativos, que habfan sido ya adquiridos y, de un modo u otro,
estaban activos y en funcionamiento. En efecto, para someter a prueba
Nuestras nuevas hipstesis debfamos esforzarnos por preguntar a los pa-
cientes y a sus familiares cosas que habitualmente no preguntébamos 0
que, en todo caso, no preguntébamos con tanta abundancia de detalles,
Quiz debiamos cambiar nuestra manera de pensar, nuestras «premi-
sas». Condicion ésta bastante fatigosa para quien desde hacia afios ha-
bia estructurado un modo propio de actuacién.
La primera innovacién fue la convocatoria casi sistematica por sub-
sistemas, a través de sesiones alternadas de padres, abuelos, hijos 0 sélo
del paciente, La segunda fue ofrecer a los padres (y veremos cémo) una
serie de encuentros individuales, con el objetivo explicito de obtener de
ellos informaciones detalladas sobre los hijos, sobre su crianza, su de-
sarrollo y su adaptaci6n a las distintas fases evolutivas, Muy pronto se
evidenci6 un proceso recursivo, en el que de las nuevas estrategias para
la recogida de informaciones emergian, de manera del todo esponténea,
nuevas estrategias terapéuticas.
La primera hipétesis:
gel fuauro toxicodependiente es un «nifio de mamé»?
Elaboramos el primer esbozo de hip6tesis en analogia con el modelo
selviniano de la psicosis de la adolescencia (Selvini Palazzoli y otros,
1988). La idea era que el futuro toxicodenendiente habia sido en la in.
fancia mania de mam» (a causa de una hiperinversién por parte de
ella como inconsciente comnensacién de la insatisfaccién experimentada
en la relaci6n con el.marido) y que su crisis era la consecuencia de una
especie de traicién, de «media vuelta» por parte de la madre, en ausencia
de una posibilidad de compensaci6n realizable con un significativo «paso
al padre», a su vez demasiado empefiado en la gestién de una relacién
conyugal estancada o bien del todo desinteresado por el hijo, al estar em-
Pefiado en otros dmbitos o relaciones exteriores a la familia,
a primera verificacién que nos impusimos llevar a cabo fue, pues,
sil futuro paciente habfa estado 0 no, en la infancia, muy apegado a la
madre y si habja sido fuertemente correspondido 0 no.
Ademés, establecimos buscar en esa fase también las razones de
esta posible designacién de un hiio especifico como «paladin» de la
madre: nor tanto. verificamos (como se ha dicho en la introduccin)58 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE.
toda una serie de datos relativos al orden de nacimiento del paciente en
la fratrfa, es decir, si en 1n mimero significativo de casos era el primo-
génito o, en cualauier caso. el primervar6n.. cl iiltimo en nacer, o el
definido como el ms inteligente, el mas enfermizo o el mas sensible.
Aqui introdujimos la primera pauta hipotética que elaboramos, con
la indicacién de las verificaciones que cada uno de nosotros habria de-
bido efectuar tanto en las historias clinicas de los casos seguidos y da-
dos de alta, como en las sesiones de los casos en curso (cuadro 2.1).
El examen minucioso de las historias familiares invalidé muy pron-
to esta hindtesis de partida. es decir. que el toxicodependiente habia dis-
frutado, durante la infancia_de una relacién privilegiada con la madre.
Por el contrario el camportamiento del toxicodependiente, a menu-
do valorado (como hemos visto en el primer capitulo) de manera re-
ductiva como resultado de una excesiva tutela y cobertura materna aca-
so frente a la falta de un contacto fiable con la ley paterna, nos parecié
denunciar una prematura carencia de atencién materna adecuada a las
exigencias del nifio. Esta fue la primera tesela que introducir en nuestro
modelo etiopatogénico.
Altratarse de una primera novedad, sea respecto de los estudios lle-
vados a cabo por investigadores y terapeutas estadounidenses sobre
los modelos familiares en las familias con hijos toxicodependientes
(Harbin y Maziar, 1975; Klagsburn y Davis, 1977; Haley, 1980; Stanton,
Todd, 1982), sea respecto de las representaciones sociales mas comu-
nes que se tienen de la relacién que liga al toxicodependiente con sus
padres, nos preguntamos el porqué de esta diferente interpretacién. Las
madres de los toxicodependientes en la literatura habfan sido siempre
descritas como hiperimplicadas e indulgentes (Stanton, 1979), por mo-
mentos simbiéticas (Kaufman y Kaufman, 1979), respecto de los padres
vistos en posiciones marginales, distantes y descalificadas (Cancrini,
1982, 1987; Olievenstein, 1981).
En efecto, si hacemos una fotografia de la realidad de los servicios,
de las asociaciones de voluntariado y también de los contextos privados
que se ocupan de toxicodependientes, por lo general vemos precisa-
mente a estas madres (es decir, a aquellas descritas con mas frecuencia
por la literatura): dolientes, intensamente ligadas a la suerte de su hiio.
listas para prodigarse y sacrificarse de mil maneras. estando en contac
to con los terapeutas o entrando en liza para manifestarse 0 para militar
en las comunidades). Si Inego las tomamos a cargo nos cuesta creer que
no han estado siempre igual de nresentes v disponibles, que no han sidga
LA HISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 9
Cuadro 2.1, Hipétesis etiopatogénica de las toxicodependencias en los varones
eae eae al los Varnes,
Primer estadio El toxicodependiente en la infancia es un «nifio de mamé».
(Verificar en la propia casuistica si el futuro toxicodepen-
diente es: hijo inico, hijo menor, tinico varén, enfermizo des-
de nifio, el hijo més inteligente o el hijo més sensible.)
Segundo estadio Tipo A: en la adolescencia el «nifio de mamé» trata de eman-
ciparse y 1a madre se opone a su intento.
Tipo B: el «nifio de mama» no puede acceder fisiol6gica-
‘mente al padre en la adolescencia.
(Verificar en la propia casuistica si el padre del toxicode-
Pendiente es: manifiestamente patolégico —por ejemplo,
alcohélico, loco, etc.—, fallecido, ausente o desde siempre
en conflicto con el hijo.)
Tercer estadio Aparecen comportamientos de oposiciGn y/o negativos ain
no sintomaticos,
Cuarto estadio Tipo A: el futuro toxicodependiente trata de desplazarse ha-
cia el padre, que lo rechaza.
Tipo B: la madre traiciona al futuro toxicodependiente con
otto hijo, 0 con el marido, o con algiin otro.
Tipo C: el futuro toxicodependiente se desplaza hacia el pa-
dre.
Quinto estadio Tipo A: explosién de las toxicodependencias.
Tipo B: explosién de las toxicodependencias,
Tipo C: traicién del padre.
Sexto estadio Tipo C: explosién de las toxicodependencias,
Elementos que falsificarfan las hip6tesis: a) apego infantil al padre; b) el futuro toxico-
dlependiente ha sido criado por otros, institucionalizado o «cenicientor (descuidado por
la madre desde la infancia)
afectuosas con el hijo también durante los afios de su crianza_frente_a
unos padres ausentes o periféricos, Poco autorizados y afectivamente
distantes. Tampoco sus hijos, interrogados en coloquios individuales,
nos inducen a dudar de tales percepciones.
Sin embargo, otros datos recogidos durante el trabajo de investi iga-
cién no han confirmado tales «evidencias». Buscando més a fondo, y
entrevistando a otros miembros de la familia (hermanos, abuelos) 90 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE.
también a los padres en sesiones individuales, han surgido perspectivas
bastante diversas: chicos criados, en general, por los abuelos 0 por pa-
rientes, madres poco presentes en la infancia de los hijos y consideradas
poco adecuadas para desarrollar las funciones de asistencia por sus pro-
pios padres 0 suegros (Jos abuelos del futuro paciente), padres que en el
pasado nunca habjan ni sofiado hacer precisas criticas a mujeres ya des-
garradas por los sentimientos de culpa y que ahora en una sesién afi
maban, cdndidamente: «Siempre ha estado poco con su hijo.
Asi, comenzamos a reflexionar sobre el hecho de que observar la hi-
perasistencia de la madre con el hijo después del descubrimento_de la
adicci6n no nos autorizaba a.concluir que dicho comportamiento hubiera
sido igual antes de tal descubrimiento. De este modo, se abrié camino
lentamente en nosotros la conciencia de que nos encontrabamos frente a
una realidad muy conocida por los psicoanalistas: que los hechos relata-
dos rara vez se corresponden con los acontecimientos reales, Redescu=
brimos términos como «ocultamiento de los hechos», «desconacimien-
to» 0 «minimizacién» respecto de situaciones trauméticas y luctuosas
que habfan tenido en la historia evolutiva de toda la familia una impor-
tancia mucho mayor que la deducible por los vrimeros relatos de.los pro-
tagonistas. Este fue el momento en que, empezando a mirar con ojos di-
versos los casos que estabamos tratando, se suscitaron en nosotros otras
dudas y curiosidades que superaban los limites del «estilo de asistencia»
y del «modelo relacional de la pareja», empuidindonos hacia el conoci-
‘miento de las vicisitudes individuales pasadas ‘en las familias de origen)
gue podian haber llevado a estas madres a ser «incomnetentes» v a estos
padres a estar «ausentes». Asi, durante un afio pasamos en resefia todos
Jos casos ya vistos y aquellos en tratamiento en busca de los significa-
dos que las distintas historias de los padres de los pacientes con las res-
pectivas familias de origen tenfan en todo el proceso evolutivo familiar.
La transmision intergeneracional de la carencia
El resultado fue retroceder un peldafio en nuestra «pauta estadial»,
poniendo en el primer puesto ya no la crisis de la pareja; sino la telaci6n
de los padres con las respectivas familias de origen.
Nuestra hipétesis, en este punto, era que habja un sutil hilo conduc
tor ane ligaba las dificultades vividas por los padres desde su infancia y
la repercusién de estas vivencias ensla formaci6n de ta pareja y en elpose
LA HISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 61
posterior estilo de asistencia de los hijos con el tipo de sintomatologia
desarrollada en eThiuo.
{Pero cémo explicar el dato, que acabamos de referir, que ve cémo
la casi totalidad de los toxicodependientes niegan haber sido tratados
por su madre, en la infancia, de modo inadecuado? Nos parecié, como
decfamos, que se podfa considerar Ja existencia de una contribucién en-
cubridora (y, por tanto, reforzadora de la confusi6n del hijo respecto de
las propias percepciones) puesta en ejecucién por parte de ambos pa-
dres y a veces por el ambiente familiar extenso. ;De qué manera puede
ocurrir esto? Nuestra impresién, madurada y confirmada con la suce-
sin de la experiencia clinica, es que en estas familias existe un meca-
nismo interactivo dominante. que impregna la comunicacién familiar,
al que nosotros hemos auerido denominar minimizacién (una moda-
lidad particular de desconocimiento de la realidad), y que no consiste
en negar o esconder el desarrollo de los acontecimientos «reales», sino en
amortiguar la relevancia emocional que los acompana. sobre todo cuan-
do se trata del dolor ligado a eventos de alcance traumético. Se puede
hablar, ms precisamente, de una minimizaci6n del dao sufrido a tra-
vés de mecanismos psicodindmicos de escisién ¢ idealizacién, con un
efecto de desconexién entre hechos y reacciones emocionales (Fromm-
Reichmann, 1950).
Por este motivo los toxicodependientes (segiin un funcionamien-
to omnipotente y denegatorio) niegan siempre haber sufrido expe-
riencias traumaticas en el seno de la familia y estan dispuestos a
arrogarse todas las responsabilidades del problema: porque no consi-
guen acceder a la percepcién y tolerar, tanto desde un punto de vista
cognitivo como afectivo, que exista una conexién entre la gravedad
de su sintomatologia actual y el sufrimiento de haber sido atendidos de
manera incompleta o inepta. Asi, formulamos una nueva hipstesis pe-
gtin 1a enal los padres del toxicodenendiente transmiten intergeneba-
cionalmente_una cultura afectiva v relacional adauirida en la relacion
con los respectivos padres cargada de vicisitudes carenciales y trau-
maticas, pero impensables como tales, no elaboradas ¢ inexpresadas,
que es un grave obstéculo para una adecuada asuncién del rol pa-
rental
El padre de un toxicodependiente de veinte afios declaré esponté-
neamente en el curso de una sesin: «Tuve una infancia malisima, pero
esto no tuvo ninguna influencia sobre mi vida».a LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
La madre, a su vez, en otra ocasi6n, cont6: «Mi madre me metié en tied
un internado desde los 6 afios hasta tercero de bachillerato:* jfuui muy fe- cae
liz en él! Los mios venfan a verme cada uno 0 dos meses...». |
| mantenc
El padre de Marco, toxicodependiente de 27 afios, después de una cui- | nio de I
dadosa reconstrucci6n de la historia familiar donde era muy evidente su cusncks;
fallida asuncién de rol, a causa de la delegaci6n a la suegra de las tareas pe
de atencién de los hijos, con el consenso de su mujer, que desempefiaba Elin
totalmente el papel paterno (una familia que funcionaba a todos los efec- de la cai
tos como las situaciones con padre tinico descritas por Minuchin en I v6 anu
slums), coment6: «;Pero no es lo que sucede en el 90% de las fami- mera (sc
Tias?». con esta
sintomét
Una madre, que durante numerosas sesiones hacia gala de una gran ears
satisfacci6n por la crianza recibida, un dfa revel6 que se habfa casado eee
porque estaba cansada de vivir con su abuela materna y tena deseos de einen
formar su propia familia. Le preguntamos por qué vivia con su abuela. Sos
Respondié: «Fui confiada a mi abuela a los 10 afios, junto con mi her- -
mano, porque mis padres siempre discutfan... Luego un dia mi madre ‘cisoieugs
acuchill6 a mi padre, por unos celos estpidos... él acabé en el hospital __ Dura
y los servicios sociales me alejaron de ellos. Pero luego todo se norma- cién ent
liz6 entre mi madre y él». Para exp
ja pater
Estos ejemplos llevan a considerar cémo las resistencias que se en- partners
cuentran en el proceso terapéutico no pueden ser consideradas sdlo Por |i
como un mecanismo colectivo de inercia al cambio, sino que deben cadas en
ser comprendidas como el resultado de la cobertura de eventos luctuo- un gran 1
* sos y situaciones traumaticas dificilmente aceptables. cultades
afectivas
Por desgracia, diversos modelos de intervencién en relacién a los
toxicodependientes resultan isomorfos, segtin una expresién de Ugazio chas, ger
(1989), a las mismas premisas que han creado la patologfa: insistiendo cin afec
en el concepto de responsabilizacién del paciente y en los dafios que su que estas
comportamiento provoca en la familia, apuntando el {ndice sobre la fal- te de sus
ta de valores de la sociedad e interpretando la fragilidad de cardcter del cuidados
sol inc
+ Para una mejor comprensién de este libro, téngase presente que el sistema esco- de Jos cas
lar italiano est4 formado por el parvulario (aprox. de 3 a 5 afios), la enseftanza basica (0 ficiente.s
primaria: aprox. de 6 a 11 ailos) y la enseiianza media (0 secundaria), subdividida a su
vez en media inferior (u obligatoria: aprox. de 12 a 14 afios) y media superior (consti- | ahr
tuida por el «gimnasio»: aprox. de 15 a 16 afios, y el liceo: aprox. de 17 a 18 afios). (NV. aadiee
del t.) nevaro (19:c0-
alo
asu
isti-
W.
LAHISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION a
toxicodependiente como un dato constitucional, se corre el riesgo de
concurrir a agravar los mecanismos de desconocimiento que permiten
mantener inalterado el mito social de la buena familia, sin dar testimo-
nio de las carencias sufridas por el paciente y aumentando en conse-
cuencia su dificultad de integracién entre impulsos reactivos y agresi-
vos y conservacién de vinculos ideales.
El intento de confirmar o invalidar esta hip6tesis de la minimizacion
de la carencia sufrida en la infancia por cada uno de los padres nos Ile-
6 a numerosas confirmaciones, por lo cual la.conectamos con la pri-
mera (sobre la deficiencia de la tuncion paterna, en particular:materna’,
con esta formulacién;/«Para acceder a la comprensién de la elecrian
sintomitica es preciso tener en consideracién un escenario relacional de
alcance trigeneracional; en efecto, cada padre de toxicodependiente
Presenta en los vinculos con la familia de origen vivencias traumaticas,
a menudo encubiestas, cuyas repercusiones emocionales son puntual-
mente minimizadas “on elefecto.de transmitir la carencia a la genera-
cién sucesivay, /
‘Durante muchos meses trabajamos sobre la especificidad de la rela-
ci6n entre los padres del toxicodependiente y sus familias de origen,
Para explicar como se Ilegaba a la constitucién de una particular pare-
Ja paterna, y con qué expectativas y premisas se habian unido los dos
partners?
Por lo que se refiere a las madres, éstas estan en su mayoria enuis-
cadas en una relacién incomoda-¥ muy tensa con su propia madre. En
un gran ntimero de los casos se pudo hacer emerger una serie de
cultades de relacién durante la crianza, en la que alounas necesidades
atectivas profundas de la nifia no habfan sido comprendidas y satisfe-
chas generando en ella una neresidad de denendencia, de comvensa-
cion afectiva v de reconocimiento. No eran infrecuentes los casos en
que estas nifias convertidas en mujeres habfan abdicado prematuramen-
te de sus funciones de erianza, confiando enteramente a su hijo a los
cuidados de su propia madre. La persistencia de dicho vinculo sin te-
solver induce a estas muieres a establecer con el partner, en la mavoria
de los casos. una relacién conyugal en esencia deficiente. débil « insu.
ficiemte. aneds Ingar no tanto a un estancamiento de la pareia cuanto.
3. Sobre el tema especifico de la formacién de la pareja en relacién a las influen-
cias de las experiencias vividasen la familias de origen remitimos a ls trabajos de Ca.
nevaro (1988), Andolfi (1988) y Carli (1995).o UA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
més a menudo, a una triada natovénica transgeneracional (que com-
prende al hijo, a la madre y a la abuela materna). En efecto, resultaba
que en la primera infancia del hijo ellas estaban con frecuencia empe-
fiadas en conflictos emocionales con la madre y, en consecuencia, habian
desarrollado las funciones de atencién de su hijo en un clima de escasa
serenidad interior, de manera s6lo aparentemente adecuada (socialmen-
te adecuada, podriamos decir, respecto del juicio exterior de testigos ex-
ternos), pero en realidad emocionalmente distante y afectivamente
deficiente. Uno de los miembros del grupo. Vinci, habia denominado
brillantemente esta modalidad |e crianza «cuidado remedado»,, y la ha-
bia descrito de manera muy eficaz en un trabajo suyo (1991). Volvere-
mos detalladamente sobre'estos temas en ¢] proximo capitulo.
La prematura adultizacién del padre
Analizando la casuistica en examen apreciamos facilmente que los
padres eran, a menudo. obieto de criticas nor parte de sus esnosas por lo
que concernia a su relaci6n con el hijo. En efecto, eran descritos por és-
las Como poco presentes 0 poco comunicativos con e! hiio, Era facil ob-
servar que, asf, la madre desplazaba la mayor responsabilidad de la adic-
cién del hijo al cényuge, que siempre lo habfa desvalorizado frente a los
demas, nunca habfa jugado con él, acaso le habfa comprado muchas co-
sas, pero le habia «dado poco» en términos atectivos y de tiempo.
Estos padres eran a menudo representados como sunerficiales, edu-
cativamente ausentes, autoritarios. emocionalmente distantes del hijo,
otras veces alcohdlicos. «viejos» en su manera de pensar y de vivir las
relaciones familiares, pero el comin denominador.aue encontramos, y
que las madres confirmaban siempre, era su dedicacién_al trabajo.
Cuanto mejores trabajadores, hébiles, capaces ¢ industriosos eran des-
critos, més eran presentados como «pasivos y periféricos» con el hijo,
de algtin modo ausentes de Ia escena de la vida familiar.
Inicialmente pensamos que su actitud era tipica de quien abdica de
la funcién paterna en favor de una relacién «pseudoprivilegiada» ma-
dre-hijo. Pero la palabra «ausente» asumi6 muy pronto otro significado,
pues dicha ausencia no se evidencié sélo dentro de la relacién triddica
madre-hijo-padre, sino que aparecié en buena parte determinada por
peculiares caracteristicas de los padres. Asf, formulamos una hivétesis
especifica en condiciones de parler exnlicar en parte las razones de la
(futur
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LAHISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 6s
fuga paterna: el hecho de ane éstos hubieran experimentado una rela-
ci6n deficiente_can cus nronios nadres. sin tener plena conciencia.no
obstante del daiiaxecibida
En particular, encontramos un gran ntimero de situaciones en las
ue los padres habfan sido obligados a precoces adultizaciones. pues el
padre (abuelo paterno del futuro toxicodenendiente) estaba ausente (en
muchos casos, como ya hemos dicho, por haber fallecido en plena ju-
ventud) 0 era manifiestamente inadecnado. Estas situaciones carencia-
les y su conexa minimizaci6n contribufan a explicarnos por qué, frente
a visibles situaciones de carencia en la relaci6n de atencién madre-hijo
(futuro toxicodependiente), estos padres estaban absolutamente impasi-
bilitados para reconocer v nara testimoniar la nrivacién de las reales
exigencias de crecimiento del hiio: en efecto, como ofuscados por la ex-
Periencia luctuosa o carencial vivida en la propia familia de origen y
minimizada, persistian en idealizar la relaci6n con los padres, replican-
do el comportamiento de atencién paterno recibido y apareciendo cie-
g0s frente a la visible privacién de la relacién madre-hijo toxicémano,
tan evidente en nuestra observacién. Por anélogos motivos, los com-
Portamientos de estos padres —privados de la propia adolescencia—
parecfan inadecuados durante el.nroceso de individualizacién adoles-
cente de sus hiios.
Asi, en linea con las tesis de Bowlby (1988) sobre la transmisién
intergeneracional del trauma, y aquellas més especfficas sobre las carac-
teristicas de las familias toxicodependientes de Coleman y colaborado-
es (1986), leemos la privacién sufrida por el hijo toxicodependiente
como el efecto de un paso de situaciones luctuosas y traumiticas, falsea-
das 0 no correctamente elaboradas, de una generacién a la otra. La idea
de Cancrini sobre la funci6n autoterapéutica desempefiada por la heroi-
na nos parecia, por iiltimo, extremadamente pertinente para explicar el
surgimiento de un sintoma tan violento, cargado de mudas protestas y,
Por eso, perturbador de los sentimientos que, en parte, lo determinaban
(Cancrini y Mazzoni, citado en Malagoli Togliatti y Telfner, 1991).
Asi, empezamos a trazar una primera propuesta simplificada de es-
tadiacién. basada en datos concretos y que habriamos debido someter
ulteriormente a los procedimientos de verificacién/negacién.
En sintesis:
@) el padre se distancia de la propia familia de origen demasiado
Prematuramente y de manera s6lo aparente;cy LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE.
b) la madre no se distancia nunca, permaneciendo dependiente de
Ia relacién con la propia madre sea desde el punto de vista objetivo, sea
desde el punto de vista emocional;
c) las dificultades de distanciamiento de los padres crean una union
matrimonial fundada en el intento de replicar y resolver las tematicas
referentes a las respectivas familias de origen;
d) el nacimiento de un hijo representa la posibilidad de redefinir el
rol padre-hijo en relaci6n a la propia familia de origen. La madre, en
posici6n de dependencia de la propia madre, atiende a su hijo de mane~
ra incierta y «remedada», mientras que el padre est afectivamente fuera
de rol, expropiado por los abuelos maternos;
e) la adolescencia del hijo es una informacién traumatizadora para
Jos padres, por lo que el adolescente no es reconocido en sus tensiones
evolutivas;
{f) eluso de droga se convierte en una autoterapia, para afrontar las
desilusiones y los rigores de una infancia Ilena de privaciones y de un
modelo de crecimento no querido, y ala vez en un vehiculo de protesta
respecto de las numerosas exigencias reivindicativas no vividas cons-
cientemente a causa de los mecanismos de ocultamiento.
UN EJEMPLO DE PROCESO EVOLUTIVO FAMILIAR
‘Antes de continuar adelante, con la articulacién de este primer esque-
ma recopilatorio en tres diferentes recorridos (que veremos en el proximo
capitulo), estimamos titil para el lector reproducir por extenso un caso
ejemplificativo tomado de entre aquellos examinados en la investigaci6n.
Creemos que dicho caso (ya publicado en un articulo anterior nuestro, en
1993, y aqut ligeramente modificado) sintetiza perfectamente el recorri-
do hist6rico-evolutivo de la familia «tipo» del toxicodependiente tal como
se iba delineando en nuestra investigacién, pues en él aparece de manera
bastante evidente la conexién causal entre la evolucién del proceso hist6-
rico-familiar, los aspectos trauméticos y carenciales que lo caracterizan y
Ja explosién sintomatica en un hijo, prescindiendo de datos estructurales
como la pertenencia social y el nivel sociocultural de la familia.
Cuando Adriano se presenta a la consulta tiene 24 ajios, ha inte-
rumpido sus estudios superiores en el cuarto curso de un instituto para pe-
ritos agrarios y esta empleado en la empresa agricola de la familia: Vive
dca
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Vive
LAHISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION or
con su padre, propietario de la empresa, la madre, ama de casa, y la her-
mana de 30 afios, eterna estudiante de filosofia muy implicada en la mé-
nage familiar.
Adriano tiene sus primeras experiencias con las drogas a los 14 afios,
fumando hachis; a los 16 afios «esnifa> por primera vez cocaina y un
aiio después heroina, pero atin esporddicamente. Entre los 17 y los 18 afios
empieza a inyectarsela.
Las familias de origen y la transmisién intergeneracional
de la carencia
EI padre de Adriano, Guido, nace en una familia de clase media de
la campifia milanesa, Ultimo de tres hijos, de los que la primera era pri-
vilegiada por el padre y la segunda por la madre, sufre en la infancia por
la falta de una gufa paterna, educativa y afectiva, En efecto, es hijo de
un hombre prepotente que abusaba del alcohol, autoritario con la mujer
la que siempre traicioné, al punto que a su muerte Guido descubre que
tiene una hermanastra concebida por su padre con otra mujer. Guido es
criado por los abuelos maternos, pues la madre trabaja. Las relaciones
con la madre son tranquilas, pero afectivamente insatisfactorias, La
suya es una juventud dura, totalmente dedicada a la redencién: estudia,
se diploma y pone en marcha una pequeiia actividad agricola, que con
mucha habilidad transforma muy pronto en una empresa fuerte y muy
rentable. La madre, empero, no est4 en condiciones de reconocer su
éxito.
La madre de Adriano, Elide, no ha conocido a su padre, puesto que los.
padres se separaron enseguida a causa del comportamiento violento de
éste con su esposa (el padre atin vive, pero no tiene ningtin contacto con
Figura 2.1. La familia de Adriano.6 LA FAMILIA DEL TOXICODEPENDIENTE
Elide), Su madre, una mujer enérgica, gran trabajadora, apenas se ocupé
de ella en la infancia: Elide fue criada por la abuela materna y por la tia,
que vivian con ellas. Atin recuerda cuando de chiquilla corrfa donde la
madre, en la media hora de pausa que ésta tenia en el trabajo, para poder |
hablar con ella, aunque fuera un momento. Primogénita, tiene una her-
mana algunos afios menor. La tia, que s6lo le Hlevaba diez afios, era com-
petitiva y dcida con ella. La abuela y la tfa mandaban sobre ella y su ma-
dre. Describe una infancia bastante feliz, pero una adolescencia
borrascosa en la que sentia mucho la necesidad de «una regla paterna»
en una casa invadida de figuras femeninas. Vivaracha y exuberante, dis-
tinta de su hermana, mucho més apacible, con la que desde siempre ha
sido bastante protectora, adoraba estudiar, pero no le fue permitido ir
més all de tercero de bachillerato. En la adolescencia fue intolerante
con su madre por su actitud critica hacia ella, pero sobre todo porque
nunca renuncié a su trabajo, a pesar de que era pesado, para dedicarse
més a ella. Desde chiquilla le imploraba que lo hiciera, pero sin resulta
do (jlo recuerda con mucha amargura después de treinta y cinco afios!).
Esper6 con ansiedad el momento del distanciamiento de la familia de
origen, mientras se las apafiaba con modestos trabajos en los que siem-
pre fue muy apreciada.
La eleccién conyugal compensatoria
Guido y Elide se conocen desde muy jévenes, estén de novios du- | ‘
rante cinco aflos y se casan en 1962. Con el primer beso Elide casi se
desmaya. Ella recuerda las grandes expectativas hacia el matrimonio
como si fuera hoy (y han pasado muchos afios): habfa contado a su ma-
rido su infelicidad de chica sin padre y Ia hostilidad con las mujeres de
la casa, con quienes «daba una palmada y se producfa una crisis». Gui-
do la entendfa y habfa prometido recompensarla, siendo para ella «pa-
dre, amigo y amante>. |
El, por su parte, recuperaba con Elide una familia que lo confirma- |
tba en su imagen positiva de s{ mismo. Habfa clegido una mujer a la que
«salvar», con una situaci6n dificil incluso desde el punto de vista eco- U
némico. Le habfa impuesto que no trabajara, pese a que hacia poco que
habia ganado una oposicién piiblica. De inmediato la relacién de Guido
‘con su suegra es buena, como nunca lo habfa sido con su propia madre.
‘También Elide establece una excelente relaci6n con su syegra, y las dos Relaci
mujeres se convierten en amigas y confidentes, al punto que Elide sufti-
1 muchisimo con la muerte de ella, ocurrida en la época de los primeros *
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LA HISTORIA DE NUESTRA INVESTIGACION 6
Las expectativas de los dos partners hacia la nueva unién se ven,
empero, rpidamente decepcionadas.
Guido traiciona a su mujer poco después del matrimonio y seguiré
haciéndolo durante muchos afios, de manera tan manifiesta y ostentosa
(casi siempre dejéndose descubrir) que parece increible. Con todo, la pa-
reja resiste, en un conflicto abierto que pronto involucra también a los
dos nifios.
Elide se encuentra en una situacién de profunda soledad por las conti-
nuas ausencias de su marido, a causa «del trabajo y de las mujeres» (night
clubs, amigos...) y de fuerte decepcién. Sin embargo, no acepta rescindir
el vinculo, aun pagando un alto precio; a menudo tiene crisis depresivas.
‘Tampoco el marido tiene intencién alguna de separarse: él minimiza sus
« mueve Adria- en las que se siente engullido y que le provocan un gran dolor, pero. no —
sresion on de abriga ninguna expectativa de poder recibir otra cosa desu familia: al me-
vaio; mds bien,
nos nada més de lo que ha tenido.