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VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA GLOBALIZACIÓN

Jeffrey Sachs

A pesar de que la globalización ha sido muy benéfica para muchos países


pobres, muchos otros se están quedando atrás en la miseria.

La cumbre de países ricos del G-8 convocará en Génova, Italia, a mediados de


julio, tanto a las personas que protestan contra la globalización como a la
Policía antimotines. Los manifestantes y los líderes del G-8 se acusarán
mutuamente de no entender las realidades de la globalización. Los líderes del
G-8 dirán que la globalización no sólo es inevitable, sino buena para el
desarrollo. Los manifestantes dirán que la brecha entre ricos y pobres
está creciendo. Ambos grupos hablan de verdades a medias.

Los líderes del G-8 señalan que el libre comercio es vital para que un país
pobre logre el crecimiento sostenido, pues un país pobre que está
desconectado de los mercados mundiales no se desarrollará. Pero hay
una realidad más amplia. El libre comercio, aunque es una condición necesaria
para el crecimiento, está lejos de ser suficiente. La globalización ayuda a que
parte del mundo en desarrollo crezca, pero deja a cientos de millones,
incluso miles de millones, atrás, incluyendo a muchas de las personas más
pobres del mundo. Al pretender que la globalización ayuda a todos, los países
del G-8 están generando una imagen irreal, una que invita a reacciones
violentas.

Volverse parte de los sistemas globales de producción de las compañías


multinacionales es la forma en la que los países pobres logran el
crecimiento más rápido. Estas empresas crean trabajos en países con
salarios bajos, ya sea a través de inversiones directas o encontrando
proveedores en esos países que fabriquen los productos de acuerdo a sus
especificaciones y luego los exporten a los mercados mundiales, con
frecuencia de vuelta al país de origen de la firma multinacional.

Este proceso de producción ayuda a los países ricos al permitirles tener


productos de bajo costo y a los países pobres al generar trabajos,
experiencia con tecnologías avanzadas e inversión.

El mayor problema de la globalización es que gran parte del mundo en


desarrollo no participa en el proceso. En América, la inversión externa
directa está fuertemente concentrada en México, algunas partes de América
Central y el Caribe, es decir, países cercanos a Estados Unidos (EEUU). Los
países sudamericanos lejos de EEUU reciben mucha menos inversión de este
tipo. Como resultado, México ha crecido velozmente en los últimos años,
beneficiándose de un rápido incremento de los ingresos, los trabajos y las
exportaciones a EEUU, mientras Sudamérica ha crecido más lento o de hecho
decrecido.

La situación es similar en Europa y en Asia del Este. Las compañías


multinacionales europeas invierten mucho en países con salarios bajos,
como Polonia, Hungría y la República Checa, los cuales están en la frontera
con Europa Occidental, pero no invierten mucho en Rumania, Ucrania o
Rusia, que están más lejos. Invierten en países norteafricanos como Túnez y
Egipto, pero no mucho al sur del Sahara. Japón prefiere invertir sobre todo en
la vecina Asia del Este en lugar de la distante India.

Las naciones en desarrollo que son vecinas de las ricas tienen, por tanto,
grandes ventajas sobre otros países en desarrollo. Sus ventajas naturales,
como menores costos de transporte a los mercados más importantes, son
aumentadas por las políticas de comercio de los países ricos. Entonces, los
exportadores mexicanos tienen acceso preferencial al mercado estadounidense
como parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y esto le da a
México todavía otra ventaja en comparación con los lejanos países de América
del Sur. De manera similar, Polonia tiene ventajas de comercio e inversión
sobre Rusia, pues Polonia pronto se convertirá en un miembro de la Unión
Europea, con acceso garantizado a los mercados de Europa Occidental.

Así, hay grandes ganadores en el mundo en desarrollo gracias a la


globalización, pero muchos países no son beneficiarios. De hecho, los
estándares de vida de muchos países han caído por completo. Uno de los
problemas es que en un mundo en el que la gente y el capital tienen gran
movilidad, los trabajadores experimentados se mudan de las regiones
remotas a las zonas más favorecidas del mundo. Entonces, aunque África
sufre una profunda crisis de salud, miles de doctores africanos emigran a
EEUU, Europa y el Medio Oriente en busca de estándares de vida aceptables.
En este caso, la globalización puede empeorar la crisis de África.

En las regiones pobres y remotas del mundo (África meridional, los países
andinos de América Latina, el Asia Central que no tiene salida al mar y algunas
secciones del sudeste de Asia) la crisis económica se está intensificando.
Algunas regiones están sucumbiendo ante las enfermedades y el colapso
económico. El diálogo sensato entre quienes apoyan y quienes están en contra
de la globalización debe empezar con reconocer que, a pesar de que la
globalización ha sido muy benéfica para muchos países pobres, muchos
otros se están quedando atrás en la miseria, la cual se está quizá
intensificando en parte debido a la globalización.

Cuando se reúnan los miembros del G-8, deben enfrentar las duras realidades
de África, la región andina y otras partes del mundo. Deberían brindar una
cancelación de deuda para los más necesitados de estos países y miles
de millones de dólares para la lucha contra las enfermedades, sobre todo
el sida, la malaria, la tuberculosis y otras exterminadoras. Deberían crear
mecanismos para ayudar a que los más pobres entre los pobres también
se beneficien con las nuevas tecnologías.

Si el G-8 le muestra al mundo que sus miembros entienden las realidades de la


globalización, buenas y malas, y que están listos para apoyar a aquellos que se
están quedando aun más atrás, empezarían a cerrar la creciente y peligrosa
grieta que separa a quienes apoyan y a quienes se oponen a la globalización.
Al hacerlo, lograrían que el mundo se acercara a la aplicación de soluciones
reales.

Jeffrey D. Sachs es profesor Galen L. Stone de Economía y director del Centro de Desarrollo
Internacional de la Universidad de Harvard. Reproducido de El Observador, 8 Julio 2001,
Montevideo.

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