Professional Documents
Culture Documents
FICHA
Para el Introductor
Nada más abierta la primera página del Nuevo Testamento en la Biblia nos encontramos
con el Evangelio según San Mateo, y su nombre resuena continuamente en las lecturas
sagradas de la Iglesia. El nombre de Mateo nos es muy familiar y muy querido. ¿Quién era
Mateo? ¿Cómo es y qué nos enseña el Evangelio que lleva su nombre?
Es casi seguro que Mateo escribió un primer evangelio en hebreo o arameo dirigido a la
comunidad judía. Y se ha dicho, quizá con mucho tino, que lo pudo hacer con
conocimiento, y tal vez por encargo, de los otros Apóstoles; porque Mateo, publicano
acostumbrado a papeles y cuentas, era el más capaz de un trabajo semejante, visto muy útil
desde un principio. Ese evangelio arameo de Mateo se perdió. Y el Evangelio que
poseemos hoy es la suma de aquel arameo perdido, más el Evangelio de Marcos del que
toma muchas cosas, más aquella otra fuente llamada Q.
Más que simple traductor de Mateo, el redactor del Evangelio actual lo escribió en
griego, con mucha fidelidad al arameo original y a Marcos, a la vez que con mucha
libertad. Fue en torno al año 70, más bien algo más tarde.
En su división, este Evangelio es de una armonía impecable: conserva como ningún otro
las palabras de Jesús, encuadradas en los grandes discursos del Sermón de la Montaña, de
las parábolas a la orilla del lago, de la comunidad eclesial y de la escatología o fin del
mundo, después de la controversia con los escribas y fariseos.
Los hechos del Señor los distribuye metódicamente, agrupando los milagros, el
ministerio en Galilea y el viaje a Jerusalén.
Todo sigue el orden de la catequesis de los Apóstoles, iniciada por Pedro: Bautismo en
el Jordán, todo lo que hizo el Señor en Galilea y en la subida a Jerusalén, y la Pasión y
Resurrección. Le pone a todo un prólogo bellísimo con hechos de la Infancia de Jesús, y lo
acaba con un epílogo sobre la misión última de los Apóstoles a evangelizar el mundo
entero.
Usa después de cada sección unas fórmulas que llaman la atención: Jesús, “acabados
estos discursos”, “después se retiró”, “entonces se puso”…, y otras expresiones semejantes.
No indican tiempo, sino paso literario de una sección a otra de su libro. Pero hacen ver una
cosa muy interesante: que este Evangelio, aunque es mensaje y enseñanza, es también
historia, ya que del Jesús de la fe se pasa con mucha naturalidad al Jesús de Nazaret que
vivió entre nosotros.
Que va dirigido a los judeocristianos está fuera de toda duda. Como la sinagoga había
roto del todo con la Iglesia naciente, los cristianos necesitaban un arma con la cual
responder a los ataques de sus adversarios. No es el de Mateo un Evangelio “contra” los
judíos, sino un Evangelio “para” los cristianos a fin de que sepan hablar con los que no
quisieron entrar en el Reino aunque habían sido llamados.
Primero, en la Persona de Jesús como “Hijo de Dios”, declarado así por el Padre en el
Jordán: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias”; por Pedro en su
confesión de Cesarea de Filipo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; por el Padre
de nuevo en la Transfiguración: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”; y por el
centurión pagano al morir el Señor: “Verdaderamente, éste era hijo de Dios” (Mateo 3,17;
16,16; 17,5; 27,54)
Todo el Evangelio de Jesucristo según Mateo se resume en estas dos palabras claves y
señeras: “Mesías” y “Reino”. Jesús es el Cristo prometido en todo el Antiguo Testamento,
y es el instaurador del Reino de los Cielos, o Reino de Dios en la tierra, al que dirige por
sus Pastores sin dejarlo de su mano fuerte, aunque misteriosa y escondida: “Y he aquí que
yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20)
El Evangelio según San Mateo ha representado desde el principio tanto, y tanto sigue
representando hoy entre nosotros, que se le llamado, muy acertadamente, el “Evangelio de
la Iglesia”.