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B. El Gobierno Episcopal
Esta forma de gobierno es representado por los católicos, los episcopales, los
metodistas y otros.
Esta forma de gobierno reconoce el derecho que tienen los obispos de presidir en
las circunscripciones del país, y una de sus doctrinas fundamentales es que un
obispo es oficialmente superior a los otros ministros.
Por supuesto, un obispo moderno tiene bajo su cargo al llamado “clero inferior”,
dado que el poder de ordenar y el derecho de gobernar pertenecen al oficio
episcopal.
La acepción moderna del término “obispo”, aplicado a un hombre que tiene bajo su
cargo una circunscripción del país, tiene objeciones muy serias. La idea original
de dicho término ha sido casi por completo torcida.
C. El Gobierno Presbiteriano
Esta forma de gobierno es de democracia representativa, al que se ajustan las
iglesias reformadas, en especial las presbiterianas.
D. El Gobierno Congregacional
Es decir, los obispos y los ancianos, en sentido estricto, nada pueden hacer, en
relación a la iglesia, sin el consentimiento de los miembros.
Las Iglesias del Nuevo Testamento tenían el derecho de excluir a los miembros
indignos y lo ejercieron.
Notemos que aunque Pablo “juzgó” que el culpable debía excluirse de la Iglesia, él
no lo excluyó. No pretendió tener la atribución de hacerlo. El mismo señaló:
“Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Cor.5:13).
“Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos… Por lo cual os ruego
que confirméis el amor para con él” (2 Cor.2:6 – 8).
Este pasaje nos menciona el mismo caso del incestuoso de la primera carta.
Pablo no podía restaurarlo, así como primero tampoco pudo excluirlo, pero dice:
“os ruego”.
Si las Iglesias del Nuevo Testamento podían recibir, excluir y restaurar miembros,
de seguro, también podían manejar cualquier otro asunto que se les presentara.
“Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos” (2 Cor.2:6).
“Por muchos” sería “por los más”, es decir, por la mayoría. Por tanto, la mayoría es
la que debe gobernar.
Es evidente por Mat.18:15 – 17 que no hay un tribunal más alto que la iglesia.
Ahora, si el ofensor no quiere oír a la iglesia, Jesús dice que se le debe tener “por
gentil y publicano”.
Pero, ¿no podrá apelarse a una asociación, o presbiterio, o conferencia, o
convención? No, no hay apelación. ¿Podrá cualquiera de estas entidades volver
al ofensor a la comunión de la iglesia, cuando ésta por su voto lo ha calificado
como gentil y publicano? Este es un absurdo demasiado grande. ¿Qué clase de
comunión sería?
Los apóstoles convocaron. También hallamos que era un grupo de gente descrito
como “multitud”, lo que revela que era una iglesia congregacional en sus asuntos.
Este pasaje nos pone las palabras “discusión” y “contienda”. No fue un simple
intercambio de ideas, sino un debate abierto y claro.
“Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto” (Hch.
15:6).
“Después de mucha discusión” (Hch. 15:7). No se nos informa quiénes eran los
líderes de las diferentes ideas ni cuáles fueron las ponencias o los alegatos. Lo
que queda claro, es que hubo mucha discusión.
“Pedro se levantó y les dijo” (Hch. 15:7). Pedro endosa o secunda la propuesta de
la expansión por Pablo y Bernabé, relatando la manera en cómo Dios lo llevó a
predicar el Evangelio a los gentiles, argumentando que no deberán poner carga
sobre ellos como recién convertidos.
“Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió” (Hch. 15:13). Jacobo, guiado por el
Espíritu Santo, hace un resumen del relato de Pedro citando las profecías del
Antiguo Testamento (Hch.15:13 – 18).
Con esto, hace una proposición de resolución que contiene los siguientes puntos:
Que se escriba en una carta con tal resolución, diciendo que se aparten de
contaminación de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.
La culminación de este proceso fue: “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los
ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos…” (Hch.15:22).
Además, se nos dice: “Entonces les pareció bien… escribir por conducto de ellos”
(Hch. 15:22 – 24). Lo que significa que llevaban ciertos registros y tenían algunas
normas escritas de funcionamiento.
Las Iglesias del primer siglo debatieron con énfasis sobre su credo y disciplina.
Las decisiones no eran de un papa ni de un reducido número selecto. Eran por
asamblea plenaria.
Además, todas las cosas eran hechas “decentemente y con orden” (1 Cor.14:40).