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Cabe advertir que no se trata en los fenómenos que van a ocupar nuestra atención en
este capítulo de una perturbación limitada exclusivamente al curso de la actividad
pensativa, sino solamente que son destacados en este terreno, pero sin olvidar que
simultáneamente están alteradas en el mismo sentido toda lea vida psíquica, o por lo menos,
algunas de sus otras funciones como la afectividad.
Los desórdenes más frecuentes en la forma o curso del pensamiento son los
siguientes: lentitud o rapidez que pueden llevar a la inhibición y fuga, respectivamente;
perseveraciones y esteriotipias; detallismo y verbosidad (frondosidad); disgregación e
incoherencia.
Inhibición del pensamiento: las ideas emergen con gran dificultad y en escaso
número de la conciencia del enfermo, y se encadenan o asocian entre sí lenta y difícilmente.
El sujeto necesita esforzarse para vencer la pesadez o resistencia de sus ideas, y el curso del
pensamiento progresa lento, pero sin discontinuidades bruscas, como ocurre en el
“blocaje”. Además las pocas ideas (oligodeismo o aún monoideismo) que afloran a la mente
son opacas, desteñidas, sin vitalidad afectiva ni impulsiva. Esto mismo demuestra que la
afectividad, la instintividad y la psicomotilidad están enlentecidas y deprimidas en igual
sentido que el pensamiento. En efecto, la tristeza y la inhibición de la actividad motora
acompañan a este síndrome. La inhibición de las ideas es una manifestación de los estados
depresivos, y donde se la ve más típicamente es en la melancolía, pero también en estados
de embotamiento de la conciencia (confusión mental estuporosa)
Fuga del pensamiento: (Fuga de ideas) el sujeto dispone con facilidad, sin ningún
esfuerzo y prontamente de un gran número de ideas que emergen vivaces a su conciencia.
Se asocian, se atraen y se suceden vertiginosamente unas a otras. El curso del pensamiento
se determina por las simples leyes de la asociación (semejanza, simultaneidad,
espacialidad) y en especial por la similitud de las palabras (consonancias). A trechos, el hilo
asociativo se interrumpe y toma otra dirección, atraído por alguna ocurrencia interior o
alguna impresión exterior llamativa: el pensamiento es, pues, muy desviable o distraíble.
Por el hecho de que no hay en ningún momento una representación (ideas) superior
que sirva de guía o de tarea al pensamiento, no tienen vigencia las tendencias determinantes
o seleccionadoras de ésta, y cualquier elemento pensativo puede atraer a la conciencia
cualquier otro, bastando que halla alguna conexión superficial entre ambos. Esto explica
que el sujeto comience a hablar sobre un tema y pronto se desvía hacia otros sin volver a su
primitiva dirección pensativa; y también que en los grados extremos, aunque se mantenga
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la relación, entre contenidos inmediatos, no haya entre los mediatos, o sea, entre el
antecedente y el subsiguiente absolutamente ninguna relación, lo que no podría de ningún
modo acontecer si los elementos estuviesen asociados en relación, o mejor dicho, para dar
cumplimiento a una meta pensativa. Schopenhauer ha comparado la sucesión de los
contenidos en la fuga de ideas con la colocación de las piezas en el juego de dominó.
Naturalmente que en casos más acentuados, aún de “ideofugación”, cuando el lenguaje no
tiene la suficiente velocidad para seguir al pensamiento, se omite la expresión de concepto
de la cadena asociativa, y el discurso aparece inconexo, no siéndolo en la realidad: es la
pseudoincoherencia. Otras veces el sujeto no puede hablar, porque tan pronto comienza una
frase, ya sus pensamientos están ocupados en otro tema.
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personas que piensan y expresan de cada contenido no sólo los elementos esenciales, sino
también todos los accesorios. Esta es una particularidad del pensar epiléptico y se ve, en
general, en todo individuo capaz de distinguir lo principal de los detalles en su contenido
psicológico, pero también en personalidades obsesivas y en inseguros de que la omisión de
un elemento les dejaría una sensación de incompletud; finalmente también en oligofrénicos.
El detallismo hace desviarse a cada momento el pensamiento de la línea recta que conduce
a la meta del discurso; pero luego que ha agotado los detalles de cada contenido, el sujeto
vuelve al hilo que conduce al cumplimiento de la tarea pensativa.
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lugar (simbolismos). Desintegración de los conceptos con participación de los elementos en
forma alucinatoria visual constituye el pensamiento del sueño u onírico, caracterizado
además por incoherencia o inconexión lógica entre las representaciones. En la
psicopatología la incoherencia se ve en los estados oniroides, sea deliriosos o amenciales.
A esta insuficiencia se agrega otra que consiste en el hecho de que las reglas del
discurso lógico, en especial los principios de identidad y de no contradicción, han perdido
vigencia. Cosas que son simplemente parecidas o que han ocurrido simultáneamente o que
tienen alguna cualidad (particularmente afectiva) o denominación en común, son
identificadas. Las comparaciones, los símbolos, las metáforas no son para el esquizofrénico
figuras convencionales, sino la cosa misma a que aluden. El fuego no es un símbolo del
amor, sino el amor mismo. Identifican mujer y océano, porque ambos tienen “senos”.
Asimilando cosas o seres opuestos, como Dios y Demonio, hombre y mujer, pecan contra el
principio de no contradicción.
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con matices afectivos inadecuados. Todo lo dicho explica la irregularidad, el caos, la
discordancia que dominan en la vida psíquica del esquizofrénico.