You are on page 1of 4

Verónica o el despido laboral por estar embarazada1

MARZO 29, 2016

Erick López Serrano

Verónica o el despido laboral por estar embarazada


Verónica1 trabajaba como ayudante de cocina en un restaurante de la Ciudad de México. Los 200
pesos de salario diario que percibía, apenas le permitían cubrir sus
necesidades básicas. Entonces con 36 años, Verónica tuvo que
enfrentar un embarazo de alto riesgo, lo que provocó que tuviera que
ausentarse algunos días de la fuente de trabajo (en un mes, por
ejemplo, le fueron extendidos seis días de “incapacidad” en una
clínica del IMSS). La situación molestó a su empleador, quien
empezó a asignarle ciertas labores incómodas (como limpiar ciertas
áreas de difícil acceso) y a verbalizar constantemente su actitud
discriminatoria (utilizando frases como “embarazada no me sirves” o
“si con trabajo puedes contigo misma, ahora con bebé menos podrás
con la chamba”2). Hasta que, finalmente, la despidió. Justo en el
momento en que Verónica tenía más necesidad de su empleo, fue separada de él solo por estar
embarazada.
Desafortunadamente, el caso de Verónica no es una excepción, al menos dos estudios dan cuenta de
ello. El Panorama de Violencia contra las Mujeres en México (basada a su vez en la Encuesta
Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares o ENDIREH 2011), realizado por el
INEGI y el INMUJERES arroja que el 91.3% de las mujeres han sufrido alguna forma de
discriminación en el trabajo; del mismo ENDIREH se desprende que el 14.9% de las mujeres
encuestadas afirmó haber padecido algún tipo de discriminación relacionada con el embarazo (ya sea
la exigencia de presentar un certificado de ingravidez para ingresar al trabajo o ser despedidas por su
estado). Por otro lado, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de
México ha documentado 160 casos entre 2013 y 2015 de mujeres que han padecido este tipo de
discriminación; de hecho, en 2014, el 48.19% de las denuncias recibidas por dicho Consejo se trataba
de mujeres despedidas por estar embarazadas.

Ahora bien, ciertamente, desde el ámbito jurídico, son cada vez más los instrumentos
existentes que tienden a generar protecciones en torno a este tipo específico de

1
Tomado de: https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?author_name=erick-lopez-serrano
discriminación. La propia Ley Federal del Trabajo prohíbe expresamente a los patrones exigir
certificados de no embarazo o despedir a sus empleadas por estar embarazadas.3 A nivel
internacional, por ejemplo, mediante la Convención Sobre la Eliminación de todas las formas
de Discriminación contra la Mujer;4 en el ámbito nacional, gracias a la Ley General de
Acceso de las Mujeres a una vida libre de violencia o a la Ley Federal para Prevenir y
Eliminar la Discriminación; y en el terreno local, con las leyes estatales que hacen eco de
leyes federales como señaladas. Esto significa, pues, que existen no pocas normas que
reconocen la desventajosa situación de mujeres como Verónica y generan ciertas
protecciones normativas. A las disposiciones legislativas, se suman criterios jurisprudenciales
que reconocen el deber para toda clase de juzgadores de aplicar la perspectiva de género e,
inclusive, ya se ha utilizado para resolver algunos casos justo de despido por embarazo.5

Sí existen, pues, estudios y encuestas oficiales que dan cuenta del problema, así como leyes
y criterios judiciales que constituyen herramientas con las cuales lidiar jurídicamente con
situaciones como la sufrida por Verónica. ¿Cuál es, entonces, el principal obstáculo para
impartir justicia en estos asuntos? Siguiendo el caso de Verónica (actualmente pendiente de
ser resuelto dentro del juicio de amparo directo 36/2016 ante el Décimo Segundo Tribunal
Colegiado en Materia del Trabajo del Primer Circuito) expongo tres dificultades clave.

a) La invisibilización institucional del problema. A pesar de que en el expediente laboral la


trabajadora manifestó que había sido obligada desde el inicio de la relación de trabajo a
firmar una hoja en blanco (al ser cuestionada sobre la renuncia reconoció la firma que la
calzaba “pero no lo demás”) y que se acreditaron las dificultades de salud que tuvo que
enfrentar la empleada (cuyo embarazo, incluso, tuvo que ser interrumpido semanas después
del despido), la Junta Especial de Conciliación y Arbitraje del Distrito Federal que conoció del
asunto hizo una valoración tradicional del documento, enfocado solo en analizar si la firma
fue puesta por la trabajadora. Así, su análisis no solo ignoró aplicar la perspectiva de género,
sino que asumió un piso parejo para las partes en donde la trabajadora habría abandonado
su empleo justo cuando más lo necesitaba. Durante el desahogo del juicio quedó demostrado
que el patrón dio de alta ante el IMSS a la empleada con un salario inferior al reconocido por
ambas partes y que a otra empleada con la misma categoría (una testigo presentada por el
propio patrón) le pagaba un sueldo inferior (una falta al principio del principio“a igual trabajo
igual, igual salario”), además de que el único documento aportado como prueba fue la
renuncia; sin embargo, este sospechoso entorno tampoco le dijo nada al juzgador, quien de
manera mecánica se limitó a revisar el documento exhibido cerrando los ojos a todo el
contexto probatorio y socio-laboral que lo rodea.
b) Los costos. El litigio laboral se prolongó por casi tres años. En el ámbito laboral, los
abogados de los trabajadores suelen cobrar un porcentaje de lo que se obtenga en un juicio,
esquema que permite que los empleados recién despedidos puedan encarar un
procedimiento jurisdiccional. Sin embargo, casos como el de Verónica, con laudos
absolutorios que se dedican a repetir patrones decisorios, en los que los resultados suelen
ser formalistas, representan más gastos que ingresos para los representantes. En el juicio
laboral se reclamó la reparación del daño, pero incluso nuestra Suprema Corte ha
considerado que ese reclamo debe hacerse por vía civil, lo que duplicaría los costos ya sea
para los abogados (en caso de que quisieran seguir dos procedimientos) o para la propia
afectada (quien difícilmente podría sufragar los gastos que implicarían dos juicios). A ello
debe sumarse que si bien es cierto que las Procuradurías de la Defensa del Trabajo ofrecen
servicios gratuitos, éstas se limitan a realizar reclamos y planteamientos de formato (ya sea
por cargas de trabajo, ignorancia o política) y casi nunca formulan estrategias que se salgan
de lo habitual.

c) La enseñanza y la capacitación. ¿Podría esperarse que en los cientos de escuelas que


enseñan derecho en el país y que han proliferado en los últimos años se impartan
conocimientos jurídicos con perspectiva de género? Si se toma en cuenta que en general la
calidad educativa no abunda, difícilmente puede esperarse lo contrario en este tema
concreto. Por otro lado, las Juntas de Conciliación y Arbitraje son más un órgano de control
político que uno jurisdiccional, y su sujeción al poder ejecutivo no permite que en sus
agendas se encuentre presente el respeto a los derechos humanos, tema sobre el cual poca
conciencia y capacitación existe, especialmente en relación a la protección reforzada que las
mujeres deberían de gozar.

Es cierto: existen ya múltiples herramientas jurídicas que teóricamente podrían facilitar la


defensa de los derechos de las mujeres en el trabajo. Sin embargo, a la hora de aterrizar ese
andamiaje legal en la práctica es fácil percibir que estamos aún muy lejos de hacerlo una
realidad. Mientras charlaba con Verónica sobre la posibilidad de escribir este artículo y de
exponer su caso, ella me contaba que había presenciado recientemente, en otro centro de
trabajo, que una compañera suya se encontraba padeciendo el mismo tipo de discriminación
que ella había sufrido. “Eso no es justo”, me comentaba. No lo es, efectivamente. Pero para
que situaciones como éstas dejen de quedar impunes, litigantes y juzgadores tendríamos
que ser un poco más responsables y creativos, justo como Verónica lo es.

Erick López Serrano. Antiguo apoderado legal de Verónica. Twitter: @eLoseRR


1 Verónica ha preferido que sus apellidos no se mencionen.
2 Como lo refiere la doctora en sociología Norma M. Frías, “las mujeres en riesgo de maternidad
son socialmente concebidas como individuos con incapacidad temporal, con limitaciones para
desempeñar ciertas actividades por poner en riesgo el embarazo y el producto, y más vulnerables a
los malestares y enfermedades […] Otras razones [de la discriminación por embarazo] están ligadas
a la maximización de beneficios al querer evitar el ausentismo laboral por complicaciones asociadas
con el embarazo o atención médica rutinaria, reticencia a pagar las prestaciones de maternidad y a
otorgar los permisos que marca la legislación (como la lactancia), e incluso a negativas a formar a
un/a sustituto/a”.
3 Artículo 133.- Queda prohibido a los patrones o a sus representantes:
[…] XIV. Exigir la presentación de certificados médicos de no embarazo
para el ingreso, permanencia o ascenso en el empleo; y
XV. Despedir a una trabajadora o coaccionarla directa o indirectamente
para que renuncie por estar embarazada, por cambio de estado civil o por
tener el cuidado de hijos menores.
4 Artículo 11 […] 2. A fin de impedir la discriminación contra la mujer por
razones de matrimonio o maternidad y asegurar la efectividad de su
derecho a trabajar, los Estados Partes tomarán medidas adecuadas para:
a) Prohibir, bajo pena de sanciones, el despido por motivo de embarazo o
licencia de maternidad y la discriminación en los despidos sobre la base
del estado civil.
5 Véase, por ejemplo, la tesis de rubro “DESPIDO INJUSTIFICADO POR
MOTIVO DE EMBARAZO. SI EL PATRÓN SE EXCEPCIONA Y
PRESENTA LA RENUNCIA DE LA TRABAJADORA, A ÉL
CORRESPONDE DEMOSTRAR TAL EXTREMO Y A LA JUNTA
RESOLVER DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO, Y NO SOLO
CONSIDERAR LO QUE A ELLA LE PERJUDICA”.

You might also like