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HISTORIAS DE VIDA DE HOMBRES

Y MUJERES DE SABIDURÍA DE LA
MEDICINA ANCESTRAL
HISTORIAS DE VIDA DE HOMBRES Y MUJERES DE SABIDURÍA
DE LA MEDICINA ANCESTRAL-TRADICIONAL

Dra. Margarita Guevara Alvarado


Ministra de Salud Pública

Dirección Nacional de Salud Intercultural

Diseño e Impresión: Ad grafic


adgraficquito@gmail.com

Compilador de las Historias de vida y fotografías: Edizon León

MINISTERIO DE SALUD PÚBLICA DEL ECUADOR - MSP


Av. República del Salvador 36-64 y Suecia
Tel. (02) 3814400

Kapak-Yankuam-Diciembre 2015

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Contenido
Agradecimiento............................................. 3 • Noemí Honores................................85
Presentación....................................................4 • Luis Saca Guamaní.........................96
Introducción.....................................................5 • Luzmila Mina (Mama Luz).........10
• Juan Luis Daquilema...................112
PAKARICHIK MAMA - UCHI TAKUMTIKIN • José Andrés Urco Vega...............117
• Matilde Escobar Benítez.............121
Parteras..............................................................6 • José Miguel Licue Yumbo.........125
• Luz Mayo...........................................10 • Josefina Lema...............................131
• Rosa Piedad Moncayo..................16 • José Quimbo “Shayri”.................139
• Guillermina Rodríguez..................24 • Espíritu Manuel Cocha................146
• María Carmen Llanpillaru...........30 • Rafael Carrascal............................151
• María Aurelia Quishpe................35
• Lourdes Rojano...............................44 YACHAK – UWISHIN
• Ludovina Antonia Licue Grefa...49
• Celia Shiguango..............................53 Maestros y Maestras de la Medicina y
• Herminia Antonia Tapuy...............57 Espiritualidad Ancestral-Tradicional
• Rosa Tapuy........................................61
• María Llaquilema............................64 • Sabino Gualinga............................161
• Rafaela Caiza....................................67 • Mariano Pangui.............................168
• Mercedes Chuma.........................175
HAKUK - YAKAKRATIN • José Shiguango “Don Bartolo” .....
.............................................................181
Fisioterapeutas Ancestrales-Tradicionales • Sebastián Unup............................188
(Fregadores / Sobadores / Hueseros)............71 • Glosario............................................194
• José María Tenesaca......................73
• Antonio Caizapanta........................79

HAMPIYACHAK / TSUAKRATIN

Maestros y Maestras de la Medicina An-


cestral – Tradicional.....................................83

2
AGRADECIMIENTO
A los hombres y mujeres de las nacionalidades Kichwa y Shuar y de los pueblos afroecuatoriano y
montubio que generosamente participaron y ofrecieron sus experiencias y sabidurías reflejadas en sus
testimonios de vida.

Pakarichik mama - Uchi Takumtikin - Parteras: Juan Luis Daquilema


José Andrés Urco
Luz Mayo Matilde Escobar
Rosa Moncayo Maldonado José Miguel Licue
Guillermina Rodríguez Martillo Josefina Lema
María Carmen Llapinllaru José “Shayri” Quimbo
María Aurelia Quishpe Manuel Cocha Galarza
Lourdes Rojano Rafael Carrascal.
Ludovina Licue Grefa
Celia Shiguango Yachak – Uwishin – Máximos/as Maestros/as de
Herminia Antonia Tapuy la medicina y la espiritualidad:
Rosa Tapuy
María Llaquilema Sabino Gualinga
Rafaela Caiza Mariano Pangui
Mercedes Chuma
Hakuk – Yakakratin – Sobadores: José Francisco Shiguango “Don Bartolo”
Sebastián Unup
José María Tenesaca
Antonio Caizapanta.
Hampi-Yachak – Tsuakratin - Sabios/as Curan-
deros/as:
Noemí Honores
Luis Saca Guamaní
Luzmila Mina

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PRESENTACIÓN
El Ministerio de Salud Pública del Ecuador, a través las parteras ancestrales, por dar un ejemplo, desde
de la Dirección Nacional de Salud Intercultural, su temprano madrugar, en cada gesto cotidiano,
presenta las historias de vida de hombres y mujeres ejercen su partería: desde el mantenimiento de
de sabiduría de la medicina ancestral-tradicional su huerta, a la preparación de alimentos y los
de las nacionalidades y pueblos. Éstos, son solo encuentros estrechos y amistosos con las personas
una pequeña muestra de la gran riqueza cultural de su comunidad, pues al fin y al cabo, la partería
del país, misma que se ve reflejada en los saberes ancestral es el sostenimiento de la vida misma.
de la medicina ancestral.
En el país existen tantas variaciones de sabios y
Estos testimonios trascienden el relato sobre los sabias ancestrales como nacionalidades y pueblos,
beneficios de plantas, minerales y animales y por ello, para ofrecer una mejor comprensión del
su respectiva ritualidad para mantener la salud, mundo complejo de las medicinas ancestrales-
pues hablan del devenir sabio/a de la medicina tradicionales, esta publicación ha agrupado
ancestral. Este devenir es un proceso inacabado de “forzadamente” las historias de vida en base a la
crecimiento personal, insertado en la vida cotidiana práctica o rol desempeñado dentro de la comunidad.
de nuestras mujeres y hombres de sabiduría, que No obstante, cabe aclarar que la medicina ancestral
no solo responde a un cúmulo de aprendizajes no tiene especializaciones aisladas entre sí, pues
adquiridos a lo largo de la vida, sino a intensos una sola persona puede practicar varias “ramas”
recorridos, donde la precariedad, la pobreza, la de la misma. Además, la diversidad y complejidad
orfandad y las históricas relaciones coloniales en las curaciones y diagnósticos también varían
tienden a repetirse en los relatos. Es desde la según regiones del país.
adversidad, la persistencia y la disciplina que surge
la sabiduría y los diferentes llamados, hasta adquirir El presente documento ofrece un acercamiento a
el don de la sanación. las prácticas y saberes de la medicina ancestral-
tradicional de las nacionalidades y pueblos
La práctica de la medicina ancestral impregna todos indígenas, afroecuatoriano y montubio, a fin de
los espacios y dimensiones de la vida cotidiana, fomentar el diálogo de saberes entre los sistemas
pues no se es sanadora o sanador con horario ni de medicinas desde el respeto y la horizontalidad.
con un espacio delimitado. Es así como vemos que

Ana Paulina Jiménez Aguilar


Directora Nacional de Salud Intercultural
Kapak-Yankuam-Diciembre 2015

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INTRODUCCIÓN
“Para los indios, las hierbas hablan, tienen sexo y curan. marco del reconocimiento, la justicia y la igualdad.
Son plantitas que ayudadas por la palabra humana,
arrancan las enfermedades del cuerpo, revelan misterios, La Constitución de la República del Ecuador de 2008,
enderezan destinos y provocan el amor o el olvido.” define al Estado como intercultural y plurinacional,
pero esto no ha sido suficiente para garantizar el
EDUARDO GALEANO: reconocimiento de la diversidad cultural. Para revertir
“Memorias del fuego” esa realidad, el Ministerio de Salud Pública, mediante el
Modelo de Atención Integral de Salud, toma en cuenta
En la época prehispánica, los saberes y conocimientos el rol, la importancia y los aportes que pueden hacer
sobre la medicina ancestral no sólo estaban legitimados, los agentes de medicina ancestral. Es por ello que se
sino que ocupaban un lugar fundamental en la vuelve indispensable preservar, recuperar y fortalecer
sociedad pues constituían la salud de estos pueblos. los sistemas “propios” de salud de cada uno de los 18
Éstos se encontraban fundamentados, al igual que en pueblos y 14 nacionalidades existentes en el país.
la actualidad, en los conocimientos profundos de los
hombres y mujeres sabios, inspirados en la madre Los conocimientos ancestrales coexisten cotidianamente
naturaleza. en la vida social con el conocimiento biomédico ¿Por qué
entonces no prestar la misma atención a esta forma de
Con la conquista europea, sus sistemas de salud comprender el complejo mundo de la salud ancestral?
fueron violentados, negados y perseguidos por los Para entenderla, hay que vivirla, para vivirla, hay que
colonizadores, negándoles la posibilidad de existir dentro sentirla, así como el sabio o la sabia se relaciona con
del conocimiento eurocéntrico y científico. Este hecho la naturaleza, los ancestros y la madre tierra. De esa
histórico dio lugar a lo que algunos autores denominan forma podemos crear una verdadera salud con enfoque
como la colonialidad del saber o establecimiento del intercultural.
modelo científico de conocimiento como hegemónico
y único. Para sostener esta superioridad era La siguiente investigación tiene por objetivo principal
fundamental subaltenizar y marginalizar otras formas de reconocer las trayectorias de vida de hombres y
conocimientos, lo que de alguna forma persiste hasta el mujeres de sabiduría, con larga experiencia en saberes
presente: ancestrales sobre salud en el Ecuador, anclados a sus
territorios originarios y al reconocimiento de la madre
(…) el asunto de la colonialidad del saber, esto es, el naturaleza como portadora de sabiduría. La misma se
carácter no sólo eurocéntrico sino articulado a formas centra en los relatos de vida de treinta hombres y mujeres
de dominio colonial y neocolonial de los saberes de las de sabiduría de la nacionalidad Kichwa, Shuar, pueblo
ciencias sociales y las humanidades, no tiene que ver afroecuatoriano y montubio. En total se encontraran
sólo con el pasado, con las “herencias coloniales” de las relatos de vida de 12 parteras, 11 curanderos, 2 sobadores
ciencias sociales, sino que juega un papel medular en el y 5 máximos maestros de la medicina y espiritualidad. A
dominio imperial/neocolonial del presente. (Lander, 2000; lo largo de su trayectoria se plantea un recorrido por
49). las diferentes visiones de la salud y la enfermedad de
acuerdo a sus propios marcos culturales. Estos relatos
Los saberes, los sujetos y lugares donde persisten estas ofrecen un aporte importante, narrados desde los
prácticas han sido subordinados y colocados en la protagonistas, para el reconocimiento y la articulación
periferia de la modernidad occidental, aun así, no restan de las medicinas tradicionales en el campo de la salud
los esfuerzos para materializar la interculturalidad en un pública del Ecuador.

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PAKARICHIK-MAMA

UCHI TAKUMTIKIN

PARTERAS

Historias de Vida

6
Las pakarichik mama en Kichwa o Uchi Takumtikin en Shuar son las mujeres dedicadas a la sabiduría de la partería
ancestral. Son personas que conocen ampliamente la salud sexual y la salud reproductiva de las familias, consejera
nutricional y acompañante permanente en todo el proceso de pre-parto, parto y post-parto. También atienden el cuidado
en el crecimiento de los niños y niñas.

Es común que se rece antes de un ritual de sanación o curación oraciones a santos o vírgenes y luego oraciones a la
Pachamama o a los espíritus de las cascadas, vertientes, montañas, etc. Es a través de esta relación intrínseca que se
construye una espiritualidad determinada de su cosmovisión del mundo y del cosmos. Es por ello que las mujeres y
hombres de sabiduría reconocen que las plantas, minerales y animales tienen vida, son inteligentes y tienen espíritu
propio (energía) y por ello, conversan y piden autorización o permiso cuando son arrancadas para ser usadas en el
proceso del parto.

Estos conocimientos en algunas nacionalidades tanto de la Sierra como de la Amazonía, se muestran, o se revelan a
través de visiones o sueños. En los cuales aparecen espíritus de familiares o religiosos (como vírgenes o santos) para
indicarles el camino de la medicina y enseñarles el secreto de las plantas. Si uno no dispone de los códigos culturales
propios de la cosmovisión de éstos pueblos, se vuelve muy complicado entender estos procesos cognitivos. Se vuelven
incomprensibles estos procesos de adquirir saberes para el conocimiento racional occidental.

Este proceso de transmisión y aprendizaje se complementa en algunos casos con los “pajuyos”, que es una especie de
contagio mágico, es cuando alguien que posee un don, un saber, puede a través de un ritual: kutipana, trasmitir a otra
persona. Así hay una variedad de pajus que poseen, sin embargo, las parteras cuando están enseñando esta práctica
del parto, trasmiten el paju del parto.

Son generalmente mujeres y unos pocos hombres que han entrado al mundo de la partería a través de los saberes y
conocimientos, que han recibido estos saberes y conocimientos desde su infancia por parte de sus madres, padres o
abuelas/os. Desde niñas han acompañado y ayudado a sus mayores en la práctica y oficio de hacer dar a luz. Este es
otro camino de aprender haciendo.

La primera concepción que tienen sobre esta práctica, conocimientos y saberes sobre la partería, es que el parto es
uno de los actos más naturales de la vida, es por ello que muchas parteras reciben a sus hijos/as solas. A pesar de que
en algunas nacionalidades nombran a la práctica de dar a luz como “enfermar”, el parto no es considerado como una
enfermedad, por el contrario, es un acto que marca una etapa especial en la vida de las madres. “Las parteras tienen la
facultad de hacer recobrar el equilibrio perdido de la embarazada por causas externas, o por su propio estado” (De Marco,
2002, 37).

Siendo que el parto es una acción natural y el rol de las parteras es de acompañar, de asistir en dicho proceso, de
ayudar cuando se presenten algunas complicaciones o cuando el niño se coloca mal en el vientre, entonces las parteras
ayudan a acomodarlo “manteando”, “hamaqueando” usando aceites y cremas, algunas compradas en farmacias como
el aceite de almendras o la crema donabella, otras son adquiridas en los mercados y unas tantas elaboradas por ellas
mismas, como las cremas de infundia (grasa) de gallina, o las “riñonadas” (grasa de borrego), grasa de culebras
(especialmente de boa) y hasta de oso.

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Para algunas parturientas también es un acto íntimo y por ello prefieren dar a luz únicamente con la presencia de la
partera y su compañero (marido) y/o su madre. Pero otras mujeres que responden a culturas distintas como la montubia
o la afroecuatoriana, y, en alguna que otra comunidad indígena, es un acto festivo el nacimiento de un niño y se llena
de gente al momento del alumbramiento.

“Había una tradición allá, mientras la mujer estaba en el parto, afuera era como una fiesta porque venía el niño, pelaban
gallinas y cuyes para darle a la parturienta. (Testimonio de Mama Lourdes Rojano, 2014).

Los napo-runas de la Amazonía aíslan a la parturienta con cobijas para separar de los familiares y amigos que han
venido a acompañar y dar apoyo a la mujer. Es por esto, que no es únicamente un acto biológico sino también cultural
ya que las concepciones y prácticas son distintas en cada uno de los pueblos. Lo que se evidencia en este conjunto de
historias es que las concepciones del parto, al igual que las terapias, los tratamientos y el uso de las plantas son distintos,
porque provienen de culturas, pueblos y etnias distintas, sin embargo, hay puntos de saberes que se encuentran. Así
en casi todas las concepciones del parto la condición térmica es de vital importancia, tanto en el equilibrio, como en
el cuidado de que no “les entre frío”. Es por ello que en el pueblo kichwa andino e incluso en pueblos de la amazonia,
era una práctica muy común dar a luz junto al fogón en el área de la cocina de la casa, con la finalidad de que “no se
enfríe la parturienta”.

Cuentan las mujeres parteras que en tiempos de antes, el padre tenía que hacer dieta antes o después del parto, por
lo que no podía ir a cazar, coger machete o disparar a un animal con escopeta, ni podía matar culebra alguna, ni podía
comer ají. Es decir, tanto la madre como el padre hacían dieta posterior al parto.

Hay puntos en común que se bifurcan en los significados, así, cuando entierran la placenta en pueblos como en la sierra
lo hacen en el fogón o cerca del fogón, mientras que en otras nacionalidades como las amazónicas la entierran cerca
de un árbol. Algunas mujeres parteras cuentan que esta costumbre es para que el niño adquiera ciertas propiedades
de dicho árbol, también la entierra junto a plantas frutales. De igual manera sucede con el corte del cordón umbilical en
cuanto a su tamaño del corte y las razones por las que lo hacen de esa manera. Y es justo eso lo que tratan de mostrar
estas historias, la diversidad de significados que puede tener una misma práctica cultural como es el parto.

El saber de las parteras esta siempre relacionado a la cosmovisión y al mundo simbólico que representa su cultura.
Tiene una concepción integral con la naturaleza. Si bien no toda la práctica es un conocimiento, es decir, hay partes
del parto que son saberes como el uso de las plantas, los acomodos de los niños, el diagnóstico de los síntomas, las
formas de provocar las contracciones, pero también están compuestas por rituales, costumbres, tradiciones y hasta
supersticiones, como el colocar en el agua de baño monedas para que “le siga la plata”.

A pesar que aún es posible encontrar estas prácticas culturales en las comunidades mayormente rurales, es innegable
que las transformaciones que han sufrido son evidentes. La partería ancestral ha vivido cambios por el aumento del
parto institucional o por procesos de planificación familiar que ha reducido el número de hijos que tienen en las
comunidades.

La Encuesta Demográfica y de Salud Materno Infantil 1 (ENDEMAIN) del 2004, señala que el 78.5% del total de partos

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acontecidos en el país durante el periodo 1999-2004 fueron atendidos en establecimientos de salud. Sin embargo,
cuando analizamos las estadísticas por provincia, este porcentaje varía considerablemente, principalmente en las
áreas rurales. Por ejemplo, en toda la región Amazónica, más del 30% de los partos atendidos fueron domiciliarios. En
Bolívar, Chimborazo, Cotopaxi y Esmeraldas este porcentaje es mayor al 40%. El porcentaje de mujeres que se auto-
identifican como indígenas y que tuvieron partos domiciliarios asciende al 65%. Suponemos, aunque no se cuenten con
datos precisos sobre este indicador, que estos partos fueron atendidos mayoritariamente por parteras tradicionales o
comunitarias .

En algunos casos como la comunidad de Guamote-Chimborazo, han venido construyendo puentes entre los centros
de salud u hospitales. Donde las mujeres parteras acuden a estos lugares para recibir cursos/talleres. Si bien es cierto,
aún falta trabajar para que esta relación se convierta en un intercambio y aprendizajes de doble vía, es saludable que
exista un reconocimiento institucional de estos saberes y de las mujeres que lo ejercen. Por tanto, el reto está en tratar
de armar diálogos de saberes que estén encaminados a enriquecer cada una de estas vertientes epistémicas a partir
del diálogo horizontal.

1 Ministeriode Salud Pública del Ecuador (2010) “Definición del rol de las parteras en el Sistema Nacional de Salud del Ecuador”, consultores del
Center for Human Services, CHS/Ecuador.
http://www.maternoinfantil.org/archivos/smi_D277.pdf

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Luz Mayo Comunidad: Isinche
Cantón: Pujilí
Provincia: Cotopaxi
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Panzaleo
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 74 años

Luz Mayo es una de las mujeres kichwas más representativas por su


conocimiento sobre la medicina tradicional. Ha impartido sus cono-
cimientos de partera y cuidado de las mujeres embarazadas por varias
décadas, a través de cursos y seminarios. Su experiencia le permite
combinar la medicina indígena y la occidental. Atiende en su casa en la
provincia de Cotopaxi a las decenas de personas que piden que les cuide
y acompañe durante el embarazo y luego del parto. La preparación de
infusiones, bebidas y dietas fortificantes tanto para las madres como
para los recién nacidos es una parte fundamental en el cuidado de la
medicina tradicional. Su compromiso con la vida y las tradiciones de
su pueblo le han logrado el reconocimiento de su comunidad y de las
diferentes instituciones dedicadas a la Salud Pública.

“Todos los días iba, hasta cuando cogí marido.” Aprendí el oficio de partera de mi madre y mi padre.
Desde los 12 años acompañaba a mi mamá y a los 20 ya comencé a atender sola. Mi abuelita materna ha sabido de
partos. De ella ha aprendido mi mamá. Le gustó y ya le venían a llevar y se iba a atender. Pero nunca hizo algún daño,
entonces había seguido. Bastantes ha hecho nacer.

Yo no fui a la escuela, a nuestros padres no les interesaba el estudio de nosotras las mujeres sino sólo de los hombres.
Apenas estuve tres meses en la escuela, la necesidad de alguien que cuidara a los animales, hizo que dejara el estudio
para siempre. Mis hermanos varones eran pequeños y las mayores habían ido a trabajar como empleadas domésticas.
Yo no quería separarme de mis padres y me quedé hasta que murieron.
Salía a pastar el ganado, los borregos y puercos, desde las 7 de la mañana y bajaba del cerro a las 4, todos los días. Iba
bien desayunada, jarro de dulce de cabuya (pulque), íbamos cargando en unas ollitas, dentro de canastitas de zuro o de
totora. La burra llamada Conchita cargaba el cucayo. Iba con amigas o amigos a pastar. Andábamos por estas laderas,
wakras (reses), borregos, burros sabía estar bonito, regado. Todos los días iba, hasta cuando cogí marido, hasta sábados
y domingos. Con los animales no hay descanso.

Mi mamá vendía carne de borrego. Cuando ya hubo un peón que fuera a pastar los animales, acompañaba a mi mamá al
mercado. También acompañaba a ella y a mi padre al trabajo. Como no había tractor, nos tocaba barbechar a puro azadón,
en los páramos de la hacienda. Para comer llevábamos carne de cerdo, maíz tostado. Cuando parcelaron la hacienda, en
Isinche era el señor Segundo Calero, el que tenía el poder y él manejaba. Tenía borregos, ganado, caballos. Acabando las

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cosechas cantábamos jaichiwa2 (canto de alegría por la cosecha). Y se hacía la fiesta en la que el patrón mataba una res
para dar de comer a los trabajadores. Yo prefería irme a mi casa a preparar la cena para mis padres.

No todo era trabajo y responsabilidades. Mis hermanas y yo hacíamos muñecas de trapo (robaba a mi madre pedazos de
la tela que ella compraba para hacer manteles) y las llevábamos cuando íbamos a pastar, unas alhajas muñequitas con
cabecitas de ninfa, como personas. Les hacíamos casas con pedacitos de madera y jugábamos a que eran familias con
marido, mujer y los wawitos. Las pequeñas muñecas cocinaban, o estaban lavando o haciendo algún otro trabajo. Para mí
eran muy importantes mis muñecas, las quería mucho, tanto que cuando crecí y les regalé a mis sobrinas, al verlas botadas
por ahí, preferí recuperarlas y las quemé.

El que llegó a ser mi esposo, descubrió una vez las muñecas en la ladera y se llevó dos. Más adelante, cuando me
cortejaba, me las devolvió. Yo me resistía al matrimonio, no quería a nadie. Quería irme lejos para no casarme con ese
hombre que a mis padres ya les tenía conquistados. “Yo le he querido desde que llegué, cuando le conocí, le he querido.
Con autorización, si ella va a ser mi esposa, yo llegaré. Todo va a ser en techo propio”.

Mis padres habían dado su palabra, recibido regalos. Hasta que a mí no me quedó más que aceptar. Cuando nos juntamos,
enseguida quedé embarazada.

De una me había quedado en cinta. Yo no tenía el periodo (menstruación), llegando él tuve. El primer hijo era varón. Di a
luz solita en la casa, con mi mamá. No tenía ni barriga, ni estragos tuve, faltando unos 15 días me sentó un pañito en la
cara, nada más. El parto fue fácil, como andaba con mi mami, yo le dije que no me lleve, me puse dos esteras y una cobija,
me cogí de la cama, mi mami me dio agua de hoja de babaco con linaza. Una taza sin dulce y otra con panela. Estando de
parto, la taza con panela hacía que las contracciones vinieran más fuertes. Todo comenzó cuando merendé, me acosté y
me dio un piquete en el ombligo, me levanté y me comenzó a dar ganas de orinar, orinaba a cada rato. Mi mami viene, digo
me duele la barriga, no la cintura, pero yo tenía un cuarto de hora de dolor, tenía ganas de ir al baño pero no podía, es que
ya el wawa me venía a la vagina para coronar. Así nacieron toditos mis hijos, yo no he ocupado nada. Una mujercita que
tuve, en ella sufrí, me fui a la clínica Santa Cecilia a hacerme ver, la doctorita era amiga, ella me supo enseñar bien. Ella me
dijo, venga aprenda, usted sabe muy bien. Hasta quiso enseñarme a inyectar, pero mi marido no dejó.
Hice un curso en Latacunga, estuve 4 años, era del Ministerio de Salud, investigaron cómo atendían, cómo hacían
“enfermar” (dar a luz en lenguaje popular). Yo transmití mis conocimientos como a unas 2.000 personas, de las cuales se
incorporaron 400. Estaba enseñando lo que sabía. Ahí la mayoría no sabía nada. Yo fui la que expliqué, otros dieron otras
formas de atender.

“No ha habido ninguno que se me haya muerto.” El primer parto que atendí fue con mi papi, tenía unos 13
años, wawito se había muerto adentro. Avanzamos a hacerle nacer con agua caliente de babaco con linaza. Para que
tenga fuerza, le pusimos también seis pepas de cacao, le dimos una taza, con un poco de aceite de almendras. El wawito
tenía la cabecita casi afuera, los bracitos, los piecitos. Después de tomar el agua, ahí sí el guagua se fue lejos. Le quisimos
coger y ya quiso salir el bracito, ya había estado podrido, se desmoronó. Desde entonces, no ha habido ninguno que se
me haya muerto.

2 Jaichiwa: En otros lados se llama también Haway.

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Tenía una amiga partera en Cusubamba, ella conocía mi habilidad para atender a las mujeres, me decía que yo sé bien.
Una vez que estuve con ella, atendimos a una mujer que sólo ha venido a hacerse ver y esa partera le estaba chequeando.
Le cogieron los dolores en la casa de la partera. Ella ya tenía pujos seguidito, pero le venía el dolor y cerraba las piernas.
Le dolían las piernas, “está en usted, le dije, ya está en la puerta y usted no se esfuerza”. Haciéndole abrir las piernas,
teniéndole, dio a luz. La partera de Cusubamba se quedó admirada. Con estas aguas que he dado, ningún problema ni de
que no cae la placenta, no he tenido problemas.

Para confirmar el embarazo, si tienen una bolita a la altura del ombligo, es signo de que están embarazadas. Pongo una
pomadita de belladona, se suaviza y clarito se siente. Sin embargo, les mando a hacer el eco, que vayan donde el doctor,
si no, no les atiendo.

Antes no se tomaban en cuenta los minutos para medir el pulso, pero cuando ya veían que la mujer tenía el dolor, a través
del pulso acelerado (“se vuelve loco”), sabían que el parto estaba cerca. Cuando el pulso está normal, todavía le falta
bastante. Cuando ya está el pulso apurado, es el momento. Cuando viene apurado y ya se está perdiendo es que se está
pasando el parto. Este demora porque la mujer no hace fuerza. Como tiene el dolor, mejor se cierra y no le apura para
afuera. Sufre. En ese dolor nosotros no podemos ayudar. Tiene que poner de parte la persona para que pueda librarse.

A veces comienza a molestar desde los 5 meses, cuando viene a modo de aborto. Entonces toca buscarle, igualarle
y sostenerle para arriba, para que se “dome” (se sujete). Si tenemos una chalina, le cogemos y sí le doma. Ni una ha
abortado.

Cuando el bebé está atravesado, le manteo a la madre con un poncho. La madre está acostada boca arriba, le tanteo
el vientre, le pongo la pomada y le busco para acomodarle. Hay criaturas que se meten a la pierna, es mucho cuidado
sacarle, se le amarra no muy ajustado, lo que puedan caminar hasta cuando se dome. De ahí ya le igualo y le veo
como está. En la madre (útero) es donde están bien recogiditos. Cuando el wawa está sano y bueno, está hecho bolita.
Cuando está de pie se le acomoda, manteando con el poncho, el poncho es grueso, se coge las esquinas, si toca hacer
tres, cuatro sacudidas, le vamos viendo. Le tanteo, le muevo. A una muchacha que estaba en la universidad, ha estado
hecho piedra la barriga, parecía que el ombligo ya se iba a reventar, le manteé, le puse pomada, se fue contenta, el
wawito había estado mal, de pie. Ella se ha zafado para ir a la universidad, y como va en el sacudón del carro, se ha
virado otra vez.

Cuando es varón no se hace paño (manchas en la cara), la hembra todito sienta paño, se sale el ombligo como botón.
Es ancha, hasta la cintura se vuelve ancha. Con el varón es en punta.

La misma agua de babaco con linaza, se da para que caiga la placenta. A mí nunca me ha sucedido que no salga entera
la placenta. Una señora de acá arriba vino a avisarme que no le caía la placenta, no estaba adentro, en la vagina ha
estado apegada, le tanteé, le dije que abra bien las piernas, ni le toqué y salió. Cuando no sale la placenta le soplamos
en la mollera.

Vinieron dos personas que les han dicho que la placenta va a nacer primero. Claro que sale después del bebé, es la
madre, es la ollita que cando nace el niño, sale. Mi papi y mi mami decían “viremos”, para ver si falta algún pedacito,
eso no se puede sacar aquí ni con aguas de purga. Esos si hemos virado siempre y cuando salen sanas las ollitas esas.

12
Cuando está en pedazos eso les da hemorragia, pero no me ha pasado eso.

Otra de las prácticas importantes, para provocar el parto, era lo que se decía “pajar”: se sacaba pajitas de las cuatro
esquinas del techo de la casa, se ponía la hoja de plátano que envolvía la panela y un poquito de romero, y por si
hubiera mal aire, un poquito de incienso. Eso se ponía en la candela, en el humito se hacía changar (pasar por encima),
haciendo cruz, se pasaba por ese humo, se regresaba y se cruzaba por el otro lado. Ahí salía para volver al puesto
donde iba a dar a luz. Esto ayudaba cuando estaban cargadas de frío y el frío no les permite tener pujos. Calentando
viene el dolor.
Si se corta largo el cordón de las mujeres, serán fecundas. En todos los Andes existen diferentes creencias con respecto
al ombligo.

Cuando ya nacía el bebé, cortábamos con hoja de afeitar, desinfectando con agua hervida (algunas lo hacían con sigse,
ahora cortan con tijeras). A los varoncitos les cortaba midiendo 8 dedos, largo era. Y para las mujercitas, seis deditos.
Mi papi decía que cortar muy largo el cordón de las mujeres son muy fecundas (no hacen caso a un solo hombre). Y si
los hombres tienen muy corto no tienen completo, hacen quedar mal a las mujeres, decía. Eso hay que cortar 8 dedos.
De las hembras son seis porque si se corta menos, 4 o 3, no se desarrollan, son pequeñas y tienen problemas para los
partos. Se amarraba con hilito rojo de lana, hacíamos ponchito para meterle la tripita, hasta cuando se venía a secar,
en tres días.

Para que no se infecte, la costumbre era quemar los rabitos (pedazos de totora) de las esteras y esa ceniza se le ponía
al bebé en el ombligo, para prevenir la infección. Se les ponía también riñonada de borrego y luego la faja. Era el
pupuchunbi (faja del ombligo). Le hacíamos anaquito con una tela y le cogíamos fuera del ombliguito, sin ajustar.

La placenta era enterrada en algún rincón de la casa. La lavaban, ponían en un plástico y enterraban. Otras personas
la enterraban en el fogón. Enterrar la placenta corre por cuenta del papá. De varones o hembras, igual se enterraba.
Cuando tenían sólo hembras o varones, le viraban para que tenga hombre y mujer, no sólo hembra ni sólo varón. Eso
yo no he hecho.

En mi práctica, cuando la mujer ha dado a luz, se le encadera y se le amarra con una chalina. Igual que cuando están
embarazadas, se les mantea con la chalina con la que se va a amarrar.

Se le cuelga de los pies (cuando sale la criatura, la matriz queda fuera y se le sube). Se le friega con la belladona y se le
envuelve en la chalina. Le envolvemos hasta bajo el seno, le cruzamos, le dejamos fajado todo mientras está en la cama.
Para bañarse hay que zafarle y volver a fajarle. Antes se le amarraba la cabeza mientras estaban en la cama. Mi papi me
decía que no vale dejarles zafado porque todo el cuerpo se zafa, la cabeza se parte y queda encimita el dolor. Hay que
coger enseguida la cabeza y también la cintura porque la madre (útero) está buscando al wawa, duro busca, como hacer
pelota (entuertos), porque el útero está volviendo a su tamaño normal. Entonces hay que amarrar, cogerle rapidito para
que no corretee. Hay dolor o les quiere dar vómito, hay que tener mucho cuidado.

“El baño es con arrayán, romero, ramos y pumamaqui.” En cuanto al baño, al niño se le baña al otro día.
Antes le bañábamos poniendo leche de vaca en el agua, para que sea blanquito, que no sea muy moreno, bastantes

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monedas (sucres) para que sea hombre trabajador, que le siga la plata, que no sea mañoso, que Diosito le mandó a la
tierra y la tierra él que sepa trabajar para que cargue plata. Se le bañaba con rosas blancas, con jabón de rosas. Esa
agua no se bota, hay que hacer una cochita y poner quedito la lavacara del agua. Decían que no vale echar de golpe,
porque es como estar haciendo soberbia. Todo el baño hasta cuando tenía un mes, le hacía poner en el huequito.
La madre se baña a las tres semanas. Pero la limpieza vaginal es todos los días. Yo hasta el tercer día les he hecho yo
misma. Luego ellas mismas tienen que lavarse. Para caer en cama ya llegaban bañadas. Las que no están amarradas
a los 3 días ya se bañan. El baño es con arrayán, romero, ramos y puma maqui. Más harto era el arrayan porque eso
endurece los huesos, se le cocinaba en olla grande. Después del baño tomaban ponche de leche con huevo y aguacate.
Eso tenían que tomar cada mañana como alimento para los huesos. Tomaban siquiera por 8 días. También se les
preparaba el caldo de la sinka de res (el hocico del ganado), bien cocinado a pura leña.

Algunas comían conejo con cauca de maíz (el maíz tostado, hecho hervir y molido para hacer una colada), el cuy en
cauca también o colada de haba. Coladas de dulce, con canela, y de sal. De café (desayuno) tomaban el ponche,
después tomaban jugo de remolacha, nada de agrio (durante el mes) papaya, plátano pero no licuado sino solo batido.
El plátano batir con leche hervida. “Así ha sido la dieta”.

En la merienda comían igual rara vez el fideo y el arroz. Antes era la colada de máchica de dulce, la cauca de maíz, cauca
de morocho, arroz de cebada, locro de papas o de zanahoria blanca. Carne de chancho no podían comer porque podía
darles infección. Eran buenos el cuy, gallina, borrego, conejo y res. Debían comer el huevo tibio batido, no cocinado.
Las comidas se preparaban con orégano y apio, no debían ser condimentadas. No se podía comer porque irritaba por
dentro. En la maternidad sí dan de comer col pero nosotros no damos porque irrita dentro, la col viene a enconar.
Para el sobreparto o mal parto (se presenta en casos de retención de la placenta, hemorragia, post-parto, infección
puerperal), le damos el zumo de la borraja purita con azúcar. La quinua amarga se muele un puñadito para darle en una
tacita de café, batida, cernida. Eso le hemos dado. Después una enfermerita de Ambato venía a darme viendo.

“Curando con la devoción.” Yo venero al Niñito de Isinche (imagen religiosa). A la Inmaculadita, la Crucita
de la Gloria, el Jesusito del Gran Poder, encomendando, rezando, atendemos hasta hoy. Le pido que me ayude y me
salve de toda desgracia, que el wawito salga sano, la mamá. Rezo padrenuestro, rezo a la virgencita, al niño de Isinche.
Cuando quiero irme les llamo a mi nieta, mi nieto. Con mi nietita que está en el colegio ando. Ella quiere aprender mi
saber. Una hija que vive en la fundación es partera también, ella va a diferentes encuentros.

La fiesta de Isinche comienza desde el 22 de diciembre y termina en enero. Le doy limosna, voy cuando quiero a la
capilla de la hacienda. Ahí le dejo encomendando. La Inmaculada se festeja el 8 de diciembre.

“La luna y la mujer que da a luz.” El nacimiento de los niños o niñas es igual que el de los animales, el
machito nace en la luna tierna, la hembra nace en luna llena. Siempre es así. El niño nace en la luna tierna, la niña en
luna llena. En esta fase es más clarito, ahí se ve todo, se puede trabajar hasta la noche. En la luna tierna, es oscuro, no
sirve para nada.

He hecho nacer a muchos niños y niñas, ya son padres, madres, abuelas. Ahora hay pocos partos. Los más comunes
son de mujeres jóvenes.

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Algunas tienen caderas angostas, otras con los dolores se han salido corriendo de la casa, chillando, tanto que le
ponían candado en la puerta para que no se vaya. Ya quería coronar, la bandida se levantó, lo que estaba hincada, de
repente sin decir permiso ni nada, chillando salió corriendo, en el huerto, a en labor de parto, le avanzaron a coger.
Entró y le teníamos colgada, no quería hincarse, abrazado otro hombre y ahí cayó la criatura. Se había pasado bastante.
Cuando voy a atender, estoy yo, la parturienta y una persona, sea la suegra o la mamá. Algunas veces llamo al marido,
cuando la mujer no puede sostenerse. Hay mujeres que no quieren al hombre, a la mayoría no le gusta que esté el
marido. Algunas no quieren que esté nadie, porque existe la creencia de que hay personas que tienen mala espalda, el
wawa ya quiere nacer y no puede, vuelve a entrar. Ya cuando está la placenta afuera, ahí pueden entrar. La puerta tiene
que estar cerrada porque entra frío.

“De la salud y otras curaciones.” Igual que otras parteras, también conozco prácticas de limpia y sanación.
Por ejemplo: Cuando ha cogido el cerro, cuando la persona es sangre liviana, algunos cerros son bravos y se pegan con
cualquier criatura. A hombres maduros también les coge o a alguien que se queda dormido por ahí. Curo limpiando
con cuy. El cuy brincotea. Se le pone en el agua pura, sacado el cuero para ver y ahí se ve que está cogido el cerro. En
la farmacia se compra la colonia, aceite de arco, éter. Se pone en las hierbas, santamaría, tsímbalo, marco, medio yuyo,
hojita de capulí, cogollos de eucalipto, patacón yuyo. Ese mal se cura tres veces, un martes, un viernes y otro martes, a
las 12 del día o las 5 de la tarde. O de mañana a las 6 de la mañana. No hay más que curarles así.

En el cuy puedo ver si la persona tiene golpes, todo sale ahí. Eso también me enseñó mi mamá. Una vez vino una mujer
a hacerse ver con el cuy. Con cuchillo le limpié al cuy y vi que estaba rota la mandíbula. Le mandé a hacer radiografía
y, en efecto, salió la mandíbula rota. También había estado embarazada. Al hacer el diagnóstico del cuy, vi que en la
cuya salió una bolita en la madre (útero). Le dije que parece que está embarazada, se mejoró de la mandíbula, dijo que
le duele la cintura, le hicieron el eco y dijeron que estaba embarazada. Ahí vino la mamá a decir que había sido cierto.

También curo el mal aire fuerte. A mi hija le había cogido un mal aire fuertísimo, teníamos que limpiarle con hierbas, darle
agüita, ya está mejor. Ahora también hay en las farmacias naturistas bastantes remedios para curar. Las hierbas cojo en el
cerro, puedo ir a cualquier hora a coger. En mi casa tengo, lo que me falta traigo juntando de por allá. Las plantas tienen su
espíritu, por eso hacen favores, curan. Les digo que saquen todo el mal que está ahí. Las personas de una se mejoran, en
la primera limpiada. Pero tienen que hacer tres, en la tercera se va todo. Algunas no se dejan coger, se hacen validas, estoy
cogiendo y caen al suelo. A la plantita le digo “no voy a llevar todo, no les voy a herir, regáleme unas cinco ramas, no van a
quedar desnudas, voy a coger de otras partes.

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Rosa Piedad Moncayo Comunidad: Javín
Parroquia: Ducur

Maldonado Cantón: Cañar


Provincia: Cañar
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Kañari
Idiomas: Castellano
Edad: 80 años

Desde niña, Rosa Piedad tuvo la posibilidad de estar cerca y ayudar


a un yachak con quien se inició en la medicina y el conocimiento tra-
dicional de la curación. Ya de adulta se fue interesando en el cuidado
y la atención de las mujeres embarazadas, con el pasar de los años se
ha convertido en una verdadera experta y conocedora de la atención
materna. Hasta su casa llegan personas de muchas comunidades de
la provincia para ser atendidas tanto, para limpias y, sobre todo, para
la atención del embarazo. La mayoría de veces lleva un control de la
embarazada desde los tres meses hasta el parto y posterior cuidado a
través de dietas. Los controles de embarazo los realiza en su casa y de-
ben ser continuos para saber si los bebés están bien acomodados en el
vientre materno o si existe la necesidad de una cesárea en el hospital.

“Cuando me casé aprendí a comer cosas de sal.” Me levanto a las 4 de la mañana, hago mis oraciones, preparo el
desayuno, limpio la casa y me alisto a esperar a las mujeres que llegan casi a diario para hacerse controlar el embarazo
o a pedirme agüitas medicinales. Vienen de las diferentes parroquias del cantón Cañar, de comunidades cercanas y
lejanas de Ducur, Chakarkay, San Antonio.

Vivo en el sector de Javín de la parroquia Ducur. Nací en la parroquia Gualleturo, donde me crie con mi abuelito pues
mi mamá murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre volvió a casarse y mi abuelo me llevó a vivir a su casa,
donde trabajé desde niña en los quehaceres agropecuarios. Mi abuelo me mandó a la escuela hasta cuarto grado. No
quiso que continuara porque en ese tiempo decían que no hay necesidad de poner en la escuela a las mujeres, sólo
a los varones. Nosotras, que éramos dos nietas, no quiso que terminemos la primaria, ‘basta que sepan firmar, que
sepan poner el nombre’, dijo. No obstante, a tres muchachos que había adoptado como sirvientes, sí les hizo terminar
la primaria.
En ese tiempo las actividades de las mujeres en el campo, eran cuidar el ganado y la tierra.

El abuelito tenía bastante ganado, tenía borregos y chanchos. En las sementeras, sembraba papas, coles, camotes,
en eso trabajábamos nosotros, y teníamos para la comida. Las vacas eran lecheras, entonces sacábamos la leche,
cuajábamos, había bastante leche. Un galón quedaba para el café. En ese tiempo no comíamos cosas de sal, las
mañanas comíamos leche con mote o con máchica. Cuando me casé aprendí a comer cosas de sal en la mañana. Sufría

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porque no era enseñada a comer cosas de sal.

Cuando ya tenía uso de razón era afanosa a la costura, al bordado, al tejido de sombrero. Hilábamos la lanita de los
borregos, tejíamos chompas, hacíamos centritos para ponernos debajo del vestido. Las señoras que daban a luz
envolvían a los niños en pañales bordados, nos compraban los que nosotras bordábamos. Aprendí corte, por habilidad,
no porque me enseñaron, hacía vestidos, hasta un terno hice una vez para un señor, pantalón y leva. Mi mamá había
sido hábil, ella también había sabido tejer sombreros, dedicarse a la costura. Decían que yo salí igualita a ella. Mamá
murió en el parto, yendo a nacer el hermano que me seguía a mí. Ahora comprendo que había sido parto prematuro,
se le había ido mucha sangre. Las parteras le han dicho que haga fuerza, y ella con hemorragia, la sangre era una cosa
bárbara, a los tres días se había muerto desangrada. Como mi papá se casó con otra mujer, tengo tres hermanos, dos
mujeres y un varoncito, hermanos por papá.

A los 15 años, empecé a practicar la medicina natural, gracias a un doctor naturista de Cuenca, llamado Benigno
Guamán que era entendido y curaba con el pulso (era prohibido que otras personas curaran y los doctores le habían
maleado la vista, pero él seguía curando). Llegó a mi casa, allí se hospedó, allí curaba. Un jovencito y yo le ayudábamos.
Los dos éramos agentes de él. Nosotros preparábamos el agüita para los enfermos.

El joven iba a Cuenca con personas de la comunidad, a traer las medicinas de farmacia. Del mercado, don Benigno traía
fardos de medicina natural, para bebidas, para baños. Curaba toda clase de males, entre ellos, la chiri (irritación de frío).

Sabía cuáles eran las hierbas adecuadas para eso: la canela, la raíz de valeriana, clavo de olor, raíz de cebolla, que
son plantas calientes. Las poníamos a hervir por 12 a 15 minutos. Luego, a esa cocción se le añadía flor de ñachak,
menta, tipo del cerro, pamba poleo, restregando bien, para hacer infusión. Así, los poderes medicinales de las plantas
quedaban en el agua. El joven y yo cerníamos el agua y don Benigno daba a la persona que necesitaba para esa
enfermedad. Cernidito se despachaba. Las hierbas ya utilizadas se botaban lejos de la casa.

Recuerdo que don Benigno curaba también con medicina farmacéutica, por ejemplo, cuando estaban con diarrea por
tener muchas amebas, les daba pastillas. A veces, el mal ya estaba desarrollado, y llegaban con una sangre babosa.
Él les curaba con agüitas calientes. A veces las personas son muy descuidadas, no les gusta limpiarse y vienen en un
estado avanzado de enfermedad.

Para curar el mal viento (mal aire), don Benigno traía los montes hediondos: floripondio o wantuk, santamaría, marco,
poleo macho, ruda, ruda de gallinazo, que son plantas que sirven para curar el mal viento. Él ya conocía los síntomas
del mal viento: dolores en todo el cuerpo, sobre todo en la cabeza y el estómago, fiebre, vómito, diarrea, cansancio,
mareos, escalofrío, mal dormir; la persona no tiene ganas de caminar ni de comer; tiene un ojo más chico que el otro.
Es casi como curar el mal humor, se limpia con huevo también, chicoteando a la persona con las hierbas, por atrás, por
adelante. Se le pone también timolina. Mientras limpiaba, don Benigno rezaba el credo católico.

Hay personas que limpian y no rezan, pero es con la oración que viene la curación.
Don Benigno estuvo un año curando en casa del abuelo. Cuando él se fue, yo ya había aprendido toda esa sabiduría
medicinal y me convertí en curandera. A eso se sumó la atención en los partos, en la que luego me especialicé, como
una más de las parteras o comadronas que se inscriben dentro de la medicina indígena.

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La primera vez que atendí un parto fue a una señora que por trabajar en las cosechas, bajo soles candentes, pasaba
parada todos los días en el calor, fracasó (perdió el bebé). Estaba de tres meses. Casi se muere con hemorragia y fiebre,
le había dado tabardillo (exceso de calor, insolación), por el mucho sofoco. Como ella misma tenía un huerto de plantas,
con chuño (papa deshidratada), flores de malva, borraja, usé esas plantas para curarla. Más arriba de Gualleturo había
otra señora que era como doctora. Aunque la mujer ya estaba curada, mandé a traer a la señora por si faltaba algún otro
tratamiento y ella admitió que lo había hecho muy bien. Esa fue la primera vez que curé. Entonces no había centros de
salud, había que salir a Cañar para ir al médico. La gente empezó a venir para que le curara.

Me casé a los 17 años. Mi marido, de 21 años, era de San Martín. El matrimonio no fue obstáculo para que continuara
practicando la medicina, incluso mi marido se interesó por aprender, y sabía algunas cosas.

Cuando nació mi primer hijo me ayudó en el parto la señora María Figueroa, no era que tenía práctica sino habilidad.
Después me ayudó la señora Aurora Veintimilla. Tuve ocho hijos, dos de los cuales murieron.

“Diosito me dio conocimiento.” Atiendo partos desde la mañana. Primero hago hervir agua para el aseo
personal de la parturienta. Después le doy a tomar agua de anís -en vez de café- con huevitos. Algunos traen una
gallina, yo la pongo a cocinar, entre las 10 ya está lista y les doy el caldito de gallina. Diosito me dio conocimiento.

“Entre los primeros partos que atendí, estaban los de la familia.” A una chica que era hija de mi cuñada
le habían violado. Me esconden, no me hicieron saber. Le llevaron, toda la noche han amanecido, han metido la rodilla
en la rabadilla de la chica, le matan a la criatura. Diciendo que yo he de hablar, no avisaron. Al siguiente día, viendo que
no da a luz, la mamá de la chica y otra cuñada, dizque dicen la Chocha ya “comprende” (sabe hacer dar a luz), vayan
a traerle. Y llegaron con la tía a llevarme. Otra señora de Gualleturo también “comprendía”. Fueron a buscarle a ella y
a mí, porque han visto el caso de peligro. Llegué y le encontré a la chica hiela, hiela (helada), ya no sentía nada. Como
mis cuñadas tenían una huerta de medicinas, cogí borraja, malva blanca, malva de olor, todo esto le cojo así, florcitas de
hinojo y le doy caliente, caliente. Ella ya no se levantaba, ya no tenía acción, a las últimas había estado. Le levantamos
para darle el agua caliente, para que le venga el dolor. Dándole el agüita yo ya le toqué el vientre, ya vi que la criatura
estaba muerta, por eso estaba bien helada la mamá. Llegó la otra partera, ella decía que el bebé no estaba muerto,
yo decía que estaba muerto, que por eso estaba fría la mamá. Al darle el agua caliente ya le llegaron los dolores. En
nombre de Dios. “Usted cójale de acá arriba”, le dije a la otra señora. Entonces le vi la cabecita, negro había estado, le
avancé a sacar la cabecita y como ya ella se abrigó, le dije: ‘hacé fuerza’. Ayudándole, avancé a sacarle todo el cuerpito.
La otra partera le presionaba. Con este eran tres partos.

A mi cuñada también le atendí, era un parto prematuro, tenía ocho meses. A ella por haber ido a estar en un medio
caliente, fue a estar trabajando, se le adelantó el parto.

He atendido también a mis nueras. Dos nueras vivían aquí, les hice dar a luz a ellas. Otra nuerita vivía de Gualaceo más
arriba al cerro, allá me iba a hacerle dar a luz. Otra nuera vivía en Santo Domingo, allá fui a atenderle. Después vinieron
a vivir en la parroquia Manuel J. Calle, allí le hice dar a luz dos criaturas.

Cuando se chequea a la mujer embarazada, primero se ve en el ombligo, a ver si la cabecita está bien ubicada. Cuando

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ya no se encuentra la cabeza, toca buscarle porque el bebé está atravesado o sentado. Se va levantando de un lado y del
otro, hasta ver que la cabecita está abajo. Cuando está de corona ahí es que está bien. En caso de que esté atravesado
o sentado, para acomodarle, le friego con mentol, crema, aceite de almendras o algo que suavice las manos. En el
acomodo me demoro más.

En el hospital, los doctores dicen que no es bueno hacer así, porque puede morir la criatura. Pero como yo no le hago
bruscamente, le hago suave, no ha pasado nada. Cuando está de seis a siete meses se facilita dar la vuelta, el bebé aún
está pequeño y el vientre flojito. Cuando está de ocho meses, y si es bien robusta la criatura, es más difícil porque está
más lleno adentro. Ahí le pongo a la señora, de rodillas, arrimada en los coditos, se golpea en la nalga y así se afloja.

Una señora de acá abajo tenía cruzada la criatura, le controlaba, le ponía en posición buena, nuevamente se sentía mal
y otra vez venía con el bebé cruzado. Cuando ya iba a ser el día del parto, llegó con el bebé otra vez cruzado. Pensamos
que iba a ser cesárea. Se conoce que va a ser cesárea, cuando no le baja nada, la cabecita no le encaja. Está encima del
cuello de la vagina, no le vacía nada. Lo importante es saber reconocer esto, apenas nos damos cuenta hay que mandar
al hospital, si va a ser de operación.

Algunas mujeres vienen como si fuera cólico, tienen muchos gases. Entonces, cuando necesitan, se les prepara agua
de orégano, menta o canela, todo eso es bueno para los gases. Es muy importante realizar controles a lo largo del
embarazo. Doña Rosa es muy precisa en su diagnóstico.

Cuando es varón, el vientre está hecho. También se reconoce porque el cuerpo del varón es más duro, tosquito, cuando
es mujer, el cuerpo es suavito. Mejor es palpar. Eso se puede saber a los 7 meses, además, se siente cuando es varón
porque el cuerpo está formado más pronto (a los 5 meses ya se palpa como si la cabeza fuera un limoncito). El cuerpo
de la mujer se forma más tarde, casi a los seis meses.

“Atrás tengo una piecita para hacer dar a luz.” El momento antes de dar a luz se presentan algunos
signos: sofocación, ganas de orinar, de defecar, el pulso está más agitado, la corona de la mujer está muy caliente,
hasta sudando viene la señora. Son signos de que el alumbramiento está próximo. El cuerpo de la mujer va abriéndose.
Entonces alisto los materiales: tijeras, pinzas… antes no usaba nada, era suficiente lavarse bien las manos con agua
hervida y jabón y luego desinfectar con trago.

Otras parteras acostumbraban dar los draques (copas de trago puro) a las señoras. Yo les daba agüitas de culantro,
de albahaca, para que venga a abrigarse el cuerpo de la señora y que se faciliten las contracciones. Atrás tengo una
piecita para hacer dar a luz. Cuando voy a la casa de la parturienta, barro la casa, cambio las sabanitas, (en una cama
contaminada no debe dar a luz) se hacen dos tendidos, uno para que quede ahí, el otro con un plastiquito, para el
momento del parto, luego se quita. Algunas dan a luz arrodilladas en el suelito, se tiene unos tendiditos y se tiene la
camita lista para subirle después.

Para el momento del parto, cuando está el marido, él ayuda a tenerle a la señora, si no algún miembro de la familia que
esté ahí.

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Lo que yo más soy estricta es que no esté mucha gente, que se salgan todos, nos quedamos los tres nada más, la
parturienta, yo y un miembro de familia, sólo tres, nada más. Porque los indígenas quieren estar toditos. Yo soy bien
recelosa. Entonces, pido ayuda al Espíritu Santo para que me dé entendimiento, sabiduría para atender a la parturienta.
Clamo a la santísima virgen, como ella fue el modelo del parto, para que me ayude en esos momentos: “virgen santísima,
ahora es el momento que puedes ayudar”. A la señora le digo que se encomiende al Señor. “Póngase con Diosito,
clámele en estos momentos que son peligrosos”.

Cuando vienen dolores fuertes, el pujo, es que la criatura ya está aproximándose. A algunas señoras que son estrechas
de caderas se les ayuda abriéndoles el cuerpo. El trabajo se hace con las manos bien desinfectadas, algunas veces con
guantes. Hasta tanto, ya se tiene lista el agua con los materiales hervidos por 20 minutos.

Cuando sale la criatura, algunos no lloran pronto, yo tengo la práctica, y con eso doy la vida a los niños, no se ha muerto
ninguno. Diosito me dio el conocimiento: les pongo agüita fría en la cabeza, les riego en cruz en cuanto están naciendo,
porque hay niños que nacen moreteados, no lloran. Les riego en cruz en la cabecita, a lo que sienten el hielito de lo
que les riego, “en nombre de Dios padre, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo”, toman aire, se abre el tórax y entonces lloran.
Cuando lloran al nacer, dicen que son sobresalientes.

Cuando está saliendo la cabecita, con una telita, tapándole la naricita, se le limpia la cara, hay que apurarse limpiando la
flema, esa tela que les tapa la nariz. Me apuro arropándole, con franelitas, para que no se enhiele. No hay que dejar que
le dé el aire. Cuando está arropado, se corta el cordón con la tijera desinfectada. Se le baña a los tres días de nacido.
Para cortar el cordón se miden cuatro dedos. Se hacen dos nudos, uno en la base “en el asientito”, otro sobre los cuatro
dedos. La gente indígena dice que es bueno amarrar con hilo rojo. Antes yo amarraba con hilo de coser, torciéndole, lo
desinfectaba con trago y anudaba. Existe la leyenda –los mayores decían- que según el tamaño que se corta el cordón,
es el tamaño del pene, pero los médicos ahora dicen que eso no tiene nada que ver.

Para que el cordón caiga más pronto, para que no se infecte, se le rocía el asiento con alcohol, a los cinco días ya se
cae. Cuando dan a luz en el hospital les ponen una pinza y eso más bien demora y comienza a dañarse, apesta. Algunas
personas botan el cordón, otras lo entierran, otras lo guardan y dejan secar para cuando el bebé se enferma, rasparlo
y darlo como remedio. También existe la creencia de que es bueno hacerle secar y rasparle para darle a un hombre
alcohólico, para que deje el vicio del alcohol.

“Enterrar la placenta.” La placenta es enterrada lejos de la casa. Existe la creencia de que aparecen fantasmas
en el lugar donde está enterrada. Los mayores decían que no hay que botarla porque se la podían comer los perros y
eso era un peligro pues la criatura podía morirse. Acabado el parto, el papá del niño iba a enterrarla bien lejos. Cuando
el parto era de noche, la envolvía en un trapito para enterrarla al día siguiente, porque en noche oscura no se ve el sitio
exacto donde se va a dejar.

“Con los cinco baños sale del puerperio.” Después del parto es bueno que la madre tenga un buen
aseo. Yo le dejo limpia, le lavo con agua hervida, poniendo un poquito de alcohol o merthiolate. Luego se le pone la
protección. Al siguiente día, si la mujer vive cerca, yo misma voy a darle esa ducha todas las mañanas.

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A mí no me gusta que estén apestando. El baño de la señora se hace a los cinco días, con agüitas de montes, eso viene
a endurarle a la señora. Con el bañito de los vegetales, siente una buena dureza. En la zona se tienen montes adecuados
para eso: guayusa, guaviduca, aguacate, ramas de naranja, de limón, de guayaba, tallos de hierba luisa, mortiño, llantén,
nabito. Todos estos montes son preparados en infusión. Ha habido señoras que hacen hervir los montes, esa agua se
hace negra, pierde la medicina, pierde el aroma de los montecitos. Por eso yo misma voy a hacer las agüitas, para que
se bañen antes del desayuno.

Después del baño se le hace secar, se le deja sequita con la toallita, se le sube a la cama y se prepara los remedios
para la encaderada. Confortativo, resina de María, caraña, bálsamo peruano, manteca de cacao, huevo, aceite, harina
de castilla, enjundia de gallina, médula del hueso del ganado. Eso se calienta en un sartencito, cuando está derretido
todo, se bate un huevo con la harina. Cuando esos derretidos están tibios, se mezcla, se bate bien y se hace una como
tortilla (emplasto), en medio de la tortilla se pone el bálsamo peruano, eso se le aplica y se protege con el parche León
(parche de madre decían antes). Sobre eso, con una telita que dé la vuelta se le hace la envoltura, primero oprimiendo
con una chalina o una sábana, se oprime la pelvis, para que venga a unirse. Porque cuando no se le encadera se quedan
abiertos los huesos de la cadera. Cinco a seis días se le deja así, hasta el baño de los 12 días. Mientras tanto se hacen un
aseíto personal, la boca, las axilas, la vagina. Con los mismos montecitos se hacen cinco baños. Después se hace a los
20, 30 y 40 días. Con los cinco baños sale del puerperio (periodo de 40 días en que el útero vuelve a su tamaño normal).

Mientras tanto, la mujer no puede meter las manos en agua fría porque puede darle pasmo. Algunas que no tienen
quién les atienda, se ponen a lavar, a los cinco, seis días, y después quedan pelándose las manos y con comezones. “Por
eso no deben tocar agua fría ni beber cosas hielas, porque eso les destruye la dentadura.”

“Mejor legumbres que gallina.” En cuanto a la alimentación durante el puerperio, algunas mujeres comen
bastante gallina, pero yo les aconsejo legumbres y hortalizas.

Tengo experiencia porque en San Antonio le atendí a una chica familiar y justo esos días que ella estaba yendo a dar a
luz se mueren las gallinitas. Cuando ya dio a luz, la mamá andaba sufrida diciendo que la hijita iba a morir de hambre.
“No se va a morir de hambre, mejor es las legumbres que las gallinas”, le dije, y le pedí que compre acelga, habitas
tiernas, mellocos, zanahoria, brócoli, y que haga un caldito poniendo un poquito de avena tostadita. “Denle y no ha de
morir de hambre. Cocinen las habitas tiernas con los melloquitos, eso que coma en la primera hambre y luego un caldito
de habitas zanahorias y nabitos. Después de los cinco días ya puede comer papitas. El marido de la chica ha ido a Ducur
a comprar y le han dado. A las tres semanas nos encontramos arriba, en la parroquia, yo bromando digo, “yo pensé que
la Ninfita ya se ha muerto, no habiendo gallinas”. Les pregunté qué había comido. “Lo que usted dijo”, respondieron.
Y Ninfa contó que con los otros hijos había comido gallina pero se levantaba temblando, le daba asco de las gallinas
gordas. “Esta vez que me comí las habas, mellocos, zanahorias, eso me puso dura”, contó.

Algo que no deben comer es queso, eso les da secreciones, el pescado también. La leche, pueden tomar después de
los 8 días, haciendo coladita si no, les da diarrea.

Cuando la madre tenía poca leche, antes preparaban el palapichi: tostaban el maíz, le molían, hacían como arroz de
cebada. Eso lo cocinaban con leche, ponían canela y panela (que es lo que antes se acostumbraba). Decían que eso
hacía que regresara le leche. También les daban chocolate en leche, con huevos batidos.

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“¿Partos difíciles?” Dando benditas gracias ni una mujer se ha muerto en mis manos. En cambio en el
hospital se mueren. En primer lugar, porque Dios quiere, permite, en segundo lugar es porque yo sé que en el hospital
nunca amarran el vientre después de que dan a luz, eso es muy necesario.

El parto más difícil que he atendido es el de una señora que por una caída, la cabeza del bebé se había hecho para
atrás. La señora presionaba haciendo fuerza y la cabeza no se aproximaba. Diosito me dio el conocimiento, le hice una
camita flaca en el suelo, le puse una almohadita en la rabadilla. Era un caso difícil, pero era invierno, en ese tiempo el
camino era solo camellones. No podría sacarle por esos caminos. Si es de morir, morirá, pero Diosito ayudó, no murió,
le ayudé y nació la criatura.

También atendí el nacimiento de unas gemelas. Cuando nació la una era la una de la tarde, el rato que iba a sacar la
placenta, sentí un bulto. Ya eran las dos, tres, cuatro de la tarde y no nacía. Entonces, le pedí a la madre que calentara
agua para que la chica tomara. Le dimos un vaso bien caliente, para que tomara a soplos. Después le servimos caldo
de gallina bien caliente, sólo ahí vinieron las contracciones y dio a luz a la otra niña, eran las cinco de la tarde. La que
primero nació era más grandecita, peso 7 libras, la que nació al último peso 5 libras.

Hasta ahora Diosito me da fuerzas para que les auxilie a algunas. Menos pensado a una señora de Charcay le atendí, ha
bajado con negocio al Triunfo y ahí le asalta el dolor. Las compañeras de negocio le han dicho que mejor regrese. Ella,
pobre, imprevista, sin ropa de la criatura ni cambiada para ella. Coge un bus de la Sucre que viene de Guayaquil. En el
trayecto se sentaba en el piso, se agarraba de los asientos. Otra señora que venía le ha dicho “mija vas a dar a luz en
el camino, acá hay un destacamento, quédate, ellos te han de ayudar”. Se quedó con los policías y ellos llamaron a un
vecino, don Pancho Gallego, él les dijo que conocía una partera.

Le trajeron acá. Don Pancho dice: Dé atendiendo un partito, usted sabe de eso

• ¿Dónde está?
• Acá está en el carro de los policías
• Hágale entrar.

Los policías y don Pancho trajeron a la señora. Sin tiempo para una ducha, nada, solo con alcoholcito le limpié.
No pasó ni media hora y dio a luz. Lloró el bebé, al poco rato entra el policía a averiguar si ya dio a luz, yo ya estaba
cortando el cordón (umbilical).
• Felicidades mujercita -dice el policía
• No es por curiosidad que vengo a pedirte unos datos. ¿Casada sois tú? ¿Como se llama tu marido?
• Manuel Antonio Vasco
• ¿Cuál es tu nombre?
• María Tomasa Juncal Quishpe
• ¿De dónde saliste?
• Al Triunfo bajé
• ¿Dónde vives? ¿Al comienzo del caserío de acá o al final?
• En Charcay

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Ha sido para ir a traer al marido. Entre las dos de la tarde llegó el marido, ella estaba ya limpiecita, con una faldita que
le di, le lavé la pollera, para que no esté con sangre, para que tenga qué cambiarse. Al bebé le envolví con unos trapitos
para que se abrigue siquiera. Corrí donde mi sobrina para que regale pañalitos del varón, “hacé la obra de caridad, ahí
nació un wawito y no hay ropita para hacerle poner”. Ella dio la ropita. A las caridades así hicimos arropar a la criatura.

Aparte de mujeres parturientas, todos los días acude gente a mi casa, con algunos males que sé curar, gente de la
comunidad de Potrerillos, de Suscal para atrás. Entonces saco mis conocimientos de curandera, aprendidos de don
Benigno, en la niñez.

Vienen mujeres con la orina como sangre, bien calorizadas, se les hace el agüita de frescos para que tomen. Una
señora Fulgencia Guamán vino con la garganta casi podrida, desde los labios partiéndose, cruel infección. Así le hice
que primero se lave la garganta con juguito de limón y bicarbonato. Eso había hecho como le indiqué, de ahí le mandé
el agüita de frescos, malva blanca, llantén. También le hice que se ponga en la garganta, calentando con trago, la
riñonada de borrego (grasa de borrego buena para frotaciones, se calienta trago a fuego lento, ahí se pone la riñonada,
que hierva con el trago y con eso se le frota el cuerpo, también se puede poner con hoja de llantén). Con eso, en dos
viajes que vinieron a llevar el agüita, ya había estado buena. Después le encontré en Suscal y dice que ya está buenita,
“Diosito ayudando, sus remeditos me curaron, a Cañar tantos viajes que hice y no me curaron nada. En veces es mejor
las agüitas”.

Yo sé que soy una de las pocas poseedoras de estos conocimientos de sanación y partería. Y sufro porque nadie quiere
continuar con esta sabiduría. Ya tengo nietas grandes pero no se dan a esa habilidad, no llevan ese afán de aprender.
Cuando me vaya, ahí ha de terminar todo, les he de hacer falta.

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Guillermina Martillo Barrio: Las Palmas
Cantón: Samborondón
Rodríguez Provincia: Guayas
Idiomas: Castellano
Pueblo: Montubio
Edad: 62 años

Doña Guillermina es una de las más representativas parteras de la


ciudad de Guayaquil, pese al entorno urbano y la moderna atención de
los hospitales, aún mucha gente de la urbe quiere tener un parto natural
atendido de manera personalizada y con la ayuda y experiencia de una
mujer que conoce muy bien su oficio. Reconocer el momento del parto,
acompañar la gestación y eventualmente acomodar a los bebés en el
vientre materno es parte de su conocimiento. Muchas personas de su
barrio confían en Doña Guillermina y la buscan para ser atendidas y
cuidadas luego del parto.

“Yo digo que Narcisa de Jesús Martillo es mi tía.” Soy presidenta del comité del barrio Las Palmas, en la
ciudad de Guayaquil. Aprendí el oficio de partera de mi abuela Carmen García, que era de Samborondón. Los abuelos
me contaban que vinieron a Guayaquil cuando hubo una guerra con el Perú, y ellos vinieron huyendo, vivían en Nobol.
Yo digo que Narcisa de Jesús Martillo es mi tía.

Nací en Samborondón, el 19 de enero de 1952. Mis padres eran de escasos recursos económicos, eran humildes,
mi papá era pescador. Estudié en la escuela Dolores Veintimilla. Luego hice el bachillerato en el colegio María Parra
Llunes, los primeros tres años, y terminé en el colegio Guayaquil. En mi memoria está el pueblo lleno de tierra, de
lodo, no había luz. Apenas existía la calle central, mis papás vivían en la calle Eloy Alfaro. En esas callejuelas de tierra
jugábamos a la rayuela, a la pájara pinta, el “vale”, al pan quemado, a la gallinita ciega. Mi papá nos compraba unas
muñequitas de cartón, pintadas, o nos hacían muñecas de trapo. Somos 8 hermanos, mi mamá todavía vive.

Mi papá era también agricultor, él nos llevaba a trillar arroz con los pies, y nos hacía sacudir arroz. Porque esa era la
‘paña’ que ellos llamaban. Nos regalaban esas pacas “vamos a sacar arroz para después pilarlo”. Ayudábamos a pilar a
mi papá. Con unos palos, uno le daba golpe al pilón.

Mi abuela era partera, ella hizo dar a luz a mis tías. Ellas me decían, “ve, yo que anduve con mi mamá no he salido

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partera y tú has venido a aprender”. Yo nunca anduve con mi abuelita, debe ser la descendencia. Mi nuera, cuando yo
tengo partos aquí, es la que me ayuda, parece que le gusta. Ella entra y me ayuda, sin nervios ni nada. Mis hijas no se
acercan, tienen miedo. Tengo un nieto de 18 años, parece que le gustara la medicina, él también me ayuda.

Las abuelitas tomaban en cuenta a las mareas para calcular los partos. “Ya mismo que suba la marea, los dolores te
van a venir”, decían. Cuando ya venía la marea creciente, decían “ya está creciendo, ya mismo das a luz”. Ya crecía la
marea y los dolores, las contracciones venían más fuertes, más fuertes, y daban a luz.

“Cuando les venían los dolores les daban chocolate.” Cuando voy a atender un parto invoco a Dios, le
pido a papito Dios y rezo para que el parto salga bien. Que le saque bien a esa señora. Entonces siento que él está
presente en cada uno de mis actos.

Todas las mujeres quieren saber si su hijo va a ser niña o niño. Entonces, la primera pregunta que les hago es:
¿Al cuánto tiempo sentiste al niño?
Al mes.
¿El niño se te anda bastantísimo?
No, poco.
Ah, entonces es niño.
¿Por qué?
Porque si lo sintieras, a los 4, 5 meses, ya la niña comienza que te codea, que se te hace la nalguita va a ser niña. Si se
mueve más tarde es niño.
El otro método es ver cuando la barriga está chatita (algo aplastada), si le cubre hasta acá, es mujer y si está alzadita,
puntuda, digo este va a ser varón. Y me salen así (y sin hacerles eco). Y cuando les digo que es niña y quieren niño,
me dicen “por qué me dijo que era niña”, “es que yo te digo lo que yo veo, puede que te salga el varón, puede que me
haya equivocado”. “No, no, sí le creo, si dice mi mami que a usted hay que creerle porque usted siempre le había dicho
a ella, y a ella le salía lo que usted decía”.

Para dar a luz, antes las hacían arrodillar, o guindaban una soga y se prendían de ella mientras pujaban. Aún hay
personas que se arrodillan y se cogen de la soga para dar a luz. En el pueblo había más parteras, una señora que vivía
atrás del parque, Juanita Mantilla, era una viejita que atendía partos. Y una señora de apellido Poveda también atendía
partos.

Yo nací de parto normal, mi abuelita le atendió a mi mamá. Cuando empezaban los dolores, hacían su comida para
acelerar el parto, caldo de gallina, chocolate. Ni mi mamá ni mis tías aprendieron. Yo aprendí. Aparte de haber asimilado
los conocimientos de mi abuelita, el doctor Guillermo Vera, con quien yo trabajaba, me pedía que lo acompañara a
atender los partos. Le ayudaba y comencé a aprender y he atendido. Miles de niños tengo aquí en Samborondón. El
doctor Guillermo Vera atendía partos en casa. Después, cuando él no estaba, me buscaban porque veían que yo andaba
con él.

La mayoría de mujeres vienen a hacerse atender cuando ya están con contracciones. Si vienen sin contracciones,
antes les daban una taza de chocolate bien espeso, para que los dolores les vengan más rápido. “Toma esta tacita

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bien hervida de chocolate, para que te vengan los pujos”. Compraban el cacao de la misma plantación, lo tostaban y lo
molían. Y tenían la bola de cacao, la raspaban, hacían el chocolate y se lo daban.

Les hacían caminar, en la caminada ya les venían los pujos. Para acelerarlos, también se procedía a poner, en un
bracero, carbón, alhucema, comino, la mujer se ponía de pie sobre ese humo para que le vinieran las contracciones,
tenía que pasar dos veces pero siempre en cruz. A los niños les sahumereaban la ropita con alhucema, los pañales.
Cuando el niño iba a nacer ya estaban sahumereando los trapitos, todo lo que le iban a poner.

También les daban aguas de hierbabuena y ruda con un poquito de trago puro. Preparaban un litro de puro, y le ponían
pimienta de olor, hierba luisa, canela, desde un mes antes de dar a luz. Eso ayudaba a que vinieran los dolores. Les
decían; “hijita camina que ya mismo viene el niño”, hasta hojitas de guanábana le ponían.

Quien entraba el momento del parto era la mamá o la hermana, los esposos no entraban, tenían miedo. La mamá les
daba ánimo, “a ver mijita, puja, cógete de aquí, respira”, eran ayuda para ellas.

Antes decían que una niña no podía estar en el parto porque a la mujer se le asustaban los dolores. Quien casi siempre
está presente es la madre, por pedido de la propia parturienta. Cuando se ponían como histéricas que no querían pujar
ni nada, yo les decía; “salga señora que me quedo sola con su hija”, pero la parturienta reaccionaba: “ya me voy a portar
bien, ya voy a pujar”.

Hace unos 45 años, a los 18 comencé. El primer parto, con susto, primera vez que iba a atender, todavía la chica vive
aquí, se llama Fausta Torres. En ese tiempo se viajaba en lancha, médicos no había entonces le atendí, ‘voy a hacer
lo que el doctor hace’, dije. Ya estaba en labor de parto, rota el agua de fuente. Dio a luz arrodillada. Usé guantes,
esterilizamos unas tijeras. La atendí en el parto. Al día siguiente le dije al doctor que el bebé de Fausta nació en mis
manos.
La placenta vino a los 10 minutos, ‘abre la boca, respira’, le dije a la mujer, cuando vino el cordón, lo corté a 4 dedos de
distancia, le hice un amarre con gasita o con piolitas de algodón que las mismas mamás tenían herviditas, envueltitas.
Siempre las mamás decían ‘déjemelo un poquito más largo para que tenga más larguito’, para que sean aventajados
si eran niños.
En ese entonces se bañaba a los niños, apenas nacían. La placenta la quemaban en una fogata, con palos, las quemaban.
Tenían todo listo, los palitos, todo para quemarla. Decían que si no se quemaba los niños iban a ser inquietos, traviesos,
como loquitos. Una noche que atendí un parto en un aguacerón, la gente decía:
¿Dónde quemamos la placenta?

“Esperen a que amanezca.” No, tenemos que quemarla enseguida porque la señora se viene en hemorragia.
Aquí hay un espacio vacío y un techito. Ellos tenían que quemarla, no la enterraban como en otros sitios.

Con respecto a qué sucede cuando no sale la placenta completa, en mi caso, nunca tuve una placenta incompleta
porque tenía mucho cuidado para sacarla. La iba sacando, con cuidado, y por eso no tuve placentas que se me hayan
quedado pedazos.

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En otra ocasión fui con una señora que me pidió ir a ver su nuera que iba a dar a luz. Cuando voy, ya había dado a luz y
era la placenta la que aún estaba adentro. Ya estaba una hora, había que llevarla a Guayaquil. Me acordé de la abuelita,
pedí el verde con todo y cáscara, lo asaron y caliente apretó y salió la placenta.

“Baño de la madre, baño del niño.” Al recién nacido se le tenía preparada el agua tibia para bañarlo, a los
15 ó 20 minutos de nacido. Se le bañaba, se le secaba. Para los ombligos usaban aceite de canime,3 también le ponían
sebo alrededor del ombligo. En la mollera también le ponían aceite de canime para que no le diera muermo (infección).
Calentaban el aceite y, tibio le ponían con un algodón, luego se le ponía un gorrito.

Cuando los niños lloraban mucho, decían que ya está ojeado, “hay que pasarle unos montes (plantas para limpias),
al niño lo han ojeado”. También se creía que existía el pujo de los niños. Cuando los tocaban madres embarazadas
o mujeres con periodo, los niños se ponían pujones, pujaban toda la noche y se estrujaban, “ya me lo pusieron pujo,
fulano me lo tocó, me lo tropezó”. Para curar al niño, esos rituales les hacían las abuelas: cuando a un niño lo habían
puesto pujón, la mamá le ponía a la madre del bebé una batona de dormir, se lo metía por la parte de arriba del vestido
y lo sacaban por abajo, tres veces.

También decían que si el niño estaba espantado, el espanto le hacía brincar, entonces lo hacían curar del espanto con
montes.

En el proceso de encaderamiento se les colocaba a las mujeres una cataplasma de sebo de vaca, lo derretían y lo tenían
en unos pomitos. Con ese sebo se hacía la cataplasma y se les fajaba. Se les forraba toditas, se les ponía guantes,
medias, abrigo, solo la cara se les veía. Donde ellas caminaban, las mamás nunca dejaban que el aire pasara por las
rendijitas tuvieran y que les diera el frío. Hasta tarde en la noche no podían quedarse cogiendo aire. A las 3, 4 de la
tarde ya les ponían debajo de toldo. Para que no les coja frío, a las tres de la tarde el niño estaba en el toldo. El niño del
toldo en los primeros 7 días. Lo tenían dentro para que no le diera mal de siete días. Era el tétanos del ombligo, “le va
a dar el mal de siete días, les daba cólico, se ponían moraditos, nacían con las uñitas morada”. Por eso no les sacaban
durante los siete días, hasta en la naricita le ponían el aceite de canime para que no les entrara el mal de 7 días. Vendían
también un bálsamo de copaiba, que era una cosa bien espesa.

Cuando el niño no lloraba al nacer, se le nalgueaba. Me tocó una vez darle respiración boca a boca. Ahora ya hay esas
mangueritas para succionar.

Apenas dada a luz, aseaban a la mujer con agua tibia. Se bañaba a los 40 días. Era un baño especial con aguas de
montes, teatina, cabello de ángel, las mamás hervían esa agua. Luego seguían dos baños más y después ya se podían
bañar con agua corriente. Se hacían hasta tres baños, cada semana uno y después el baño con agua normal. Ponían en
una tina, la mujer se bañaba y después botaban esa agua. El baño debía ser en horas de sol, cuando estaba templado
el día. Generalmente las mamás eran quienes hervían el agua, no se bañaban con cualquier jabón, sino con jabones
prietos, una bola de jabón negro. Para tomar el baño, el agua debía estar tibia.

3 Cicatrizante para el ombligo de los recién nacidos.

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El cuidado durante cuarenta días tiene que ver con el tiempo que el útero demora en recuperar su tamaño normal. Las
contracciones que esto provoca son los entuertos. Para que les quitaran se hacían aguas de hierbas como la manzanilla
o un floreadito de ruda se les daba para los dolores de entuerto. Parece que eran coágulos de sangre que les
quedaban detenidos, tomaban esa agüita, y le echaban el puro preparado, el puro estaba preparado un mes antes con
esos montes. Hasta ahora tienen su puro preparado. Más las señoras del campo, con dos, tres meses de anticipación
ya lo tienen y se pone oscurito, para que les quite los dolores y quita hasta los entuertos.

“Mandábamos a comer bastante para que el niño baje.” Ahora que hay centros de salud, centros de
asistencia médica, las madres van a que les atiendan. Antes no acudían a nada, nunca una vacuna ni una vitamina.
Antes la vitamina era la olla, comer y comer. Mandábamos a comer bastante para que el niño baje. Si pasaban solo
sentadas o dormían, el niño no entraba al canal de parto.

Cuando las madres no tenían leche, las mamás les hacían coladas de máchica, de avena. Les daban agüita de paraguay,
para que les viniera la leche. Esas hojas de paraguay, las conseguían con los paisanitos (gente de la Sierra) que
llegaban a vender. La leche materna es la mejor leche, los niños crecen sanos.

La dieta era especial, no debían comer nada de chancho ni maní. Les daban calditos de pollo, contados los frijolitos
en esa temporada, zanahoria, coliflor, brócoli, beteraba. No les daban papas ni col porque decían que les da infección.
Calditos de gallina criolla. No había balanceados, todo era criollo. Pescuecitos rellenos, los rellenaban con pancito,
picaban cebolla blanca, el hígado y la molleja lo picaban y rellenaban. Eso lo ponían en agua y le daban ese caldito con
los pescuezos rellenos, era un caldo con yuca.

“El bebé atravesado.” Cuando el bebé está atravesado, yo puedo acomodarlo. Un caso claro es el de una
chica vecina que iba a dar a luz con cesárea. Pero ella quería dar a luz naturalmente. Por eso vino donde mí para que
le ayudara.
• No sea malita yo vengo unos días seguidito y ayúdeme a virar al niño
• A ver, a ver, te viramos al niño y si no se te vira te vas a la cesárea
• Sí, pero yo no quiero cesárea, yo le doy toda mi vida
• Vamos insistiendo, vamos a ver

Comenzamos a voltear al niño que estaba atravesado, y empezamos a darle vueltitas, vueltitas. Como a la semana, otra
vez ese niño estaba atravesado. Huy, le digo, este niño ya se te enseñó ahí, ya se te va a quedar. Ayúdeme, yo no quiero
cesárea, quiero normal, rogó la chica. Otra vez lo viramos. Y cuando se fue a la maternidad, dio a luz normal. Vino el
mismo día que estaba con las contracciones. Le digo mira ese niño otra vez esta virado, mija, te vas a la cesárea. No,
no sea malita, tóqueme la barriga, víremelo. Le viré. La misma tarde, vino el marido contento, y ella contentísima, había
dado a luz normal. Para voltear al niño, uso cremas, no uso mentol porque después me hace daño mojarme las manos,
iba sobando, dándole, dándole y se daba la vuelta, tocando la nalguita. Algunos sí se quedan en el sitio donde se los
deja, otros vuelven a sentarse o a voltearse.

Si el niño en el sexto mes está sentado, ella le vira con las manos. Antes, desde los 7 meses ya se lo podía virar, ahora
las madres jóvenes vienen con principios de aborto, y es difícil acomodarles. Antes hasta para dar a luz, a la mamás se
les sacudía, se les manteaba. Antes se los viraba fácilmente.

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Bastantes niños sentados me han tocado. Le toco los piecitos, voy bajando el piecito de ahí comienzo a maniobrar la
cabecita hasta que sale. Cuando está de pie, la cabecita es lo difícil, se queda atorada. Pero el que tiene maniobra de
cómo sacarlo, empuja, empuja, y puede arreglarlo. Viene la mandíbula, y después ya es fácil que salga lo demás. He
visto mellizos, trillizos, otros de nalga, otros de pies. El de pie ellos vienen solitos bajando el pie. El de nalga, uno tiene
que maniobrar bastante, porque vienen los pies alzados, se comienza a tocar, se ve la coyunturita del pie y se la baja
el uno, ahí él mismo ya baja el otro.

El parto más complicado fue en una ambulancia. A esa chica yo le había atendido dos partos anteriores. Tenía un
fibroma, el doctor le había dicho que el parto era peligroso, porque se podía venir el útero con todo, que no podía
quedar embarazada. Un día vino a tocar la puerta, ya iba a parir. “Yo no te voy a atender el parto porque corren peligro
tú o el niño”, le dije. Llamé a la ambulancia para llevarla al hospital. Ella ya estaba con las contracciones, le dije a mi
nuera que busque una sábana, cuando estando por la Puntilla se le viene el niño, con útero y todo y con un desangrado
terrible. Antes, tan pilas, le dije nos vamos a Guayaquil, ella no tenía plata, pusimos a cambio nuestra platita. Yo pensé
que esa mujer se me moría, una hemorragia, eran sábanas tras sábanas. El doctor dijo que estaba grave. Se le salió el
útero con todo el niño, enfundado. En la bajadita de ese puente por ahí se le vino ese niño, cuando veo ese útero afuera,
casi se nos muere. La salvaron, le pusieron como 9 pintas de sangre y la salvamos a la señora. Y al niñito. Yo me quedé
con la señora y fui a buscarle al marido. Fue el único susto de mi vida.

Las personas que más me buscan son las que menos tienen. Aunque también he atendido partos de mujeres que
tienen dinero. Una amiga tiene una mansión grande. Ella no quería ir a la clínica. Le dijo al marido que quería que yo le
atienda. Y le pidió que me pagara como a una clínica. Cuando le atendí el parto de su último hijo, me dio un sobre. Yo
te voy a dar lo que cuesta la clínica. Lo que nunca te he pagado, aquí están tus honorarios. Si yo te pago eso es porque
ahora mi marido tiene sus cuatro reales. Eran como 900 dólares.

En general preguntaban “cuánto le debo señora Guillermina, 10 sucres, 15 sucres. Pero es que no tengo para pagarte
todo, entonces págame 5 sucres”. Casi regalado.

Recuerdo una temporada que estuve de candidata para el municipio de Samborondón, quedé de concejala alterna. La
propaganda decía: ‘parto gratuito con Guillermina Martillo’.

Me venían 5, 6 mujeres en la noche. En el día 4, 5. Le decía a mi amiga, anda a ver que tengo el parto gratuito lleno,
quién me iba a devolver lo que he gastado. Hasta pañales les daba, porque a veces han venido señoras del campo que
no tenían ni con qué envolver al niño. Me han tocado partos que he tenido que abrir mis sábanas, hacerlas pedazos y
envolver a los niños. Sacar ropita de mis nietos, de mis hijos, que he guardado, camisetitas, gorritos, blusitas, buscarlos
para vestirlos, porque ha habido personas que no traen ni para un pañal. Gracias a Dios que les he ayudado, les he dado
una mano. Como 4, 5 años funcionó lo del “parto gratuito”.

Doña Guillermina es toda una dulzura, nos contó sus saberes con una suavidad que imaginamos será la misma que mues-
tra para atender un parto, con esa delicadeza única que tienen las mujeres parteras.

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María Carmen Comunidad: Santiago Paati
Parroquia: El Guismi
Yampis Cantón: El Pangui
Provincia: Zamora Chinchipe
Nacionalidad: Shuar
Idioma: shuar chicham y castellano
Edad: 56 años

Doña María Carmen conoce muy bien las propiedades y poderes de


las plantas medicinales. Tiene una huerta de donde recoge la mayoría
de remedios para sus curaciones. Atiende a muchos pacientes con
enfermedades como diarrea, várices, espanto en los niños, entre
otros. Las mujeres de su comunidad le buscan para que les acompañe
durante la gestación y el parto. Junto a su marido han atendido a
familiares y comuneras cuando los bebés están mal colocados en el
vientre materno.

“Ahora nuestra cultura se está levantando.” Cuando yo era niña no había recursos como ahora y los
abuelos no sabían nada sobre los estudios, ni para qué servían; yo solo acabé la primaria. Estuve en una escuela fiscal,
en la parroquia Wambi de Sucúa, en un caserío llamado Corazón de Jesús que es donde yo vivía.

Los profesores venían de afuera y enseñaban sólo en español, nada en lengua shuar; ahora nuestra cultura se está
levantando, antes no querían a nuestra raza. En la escuelita había una profesora muy buena que nos enseñó a hablar
castellano.

Antes cuando los alumnos no aprendían, los profesores sabían golpear duro, ahora ya no pueden tocarles a los niños
en la escuela. Yo aguanté bastante, nos golpeaban con palos porque no éramos aplicados, más no por mala gente. En
ese tiempo jugábamos a pelota, la cebolla, al hombre negro y hacer gimnasia en la escuela.

En mi casa hablamos sólo Shuar. Mi mamá no habla castellano, mi papá un poco. Cuando yo era niña, mi papá sabía ir
a cazar con sus doce perros cazadores, pues antes sólo comíamos la cacería del monte. También criábamos chanchos y
pollos y así nos mantenía mi papá. En la huerta sembrábamos yuca, papaya, plátano, guineo, papa china, pelma, camote
y caña.

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Antes de ir a la escuela, desayunábamos lo que mi papá venía cazando, alguna guatusa o yamala, y hacíamos caldo.
También tomábamos chicha de yuca. Éramos cuatro hermanos.

“Mi marido me ha atendido en todos mis partos.” En mi pueblo había unos cuatro o cinco brujos. No eran
chamanes, eran curanderos. Yo tenía un tío brujo muy bueno para curar y por eso era aprobado por el teniente político.
Él curaba dolores, desmayos, mal aire cuando tomaba aya-waska y soplaba al enfermo.

Yo aprendí a atender partos cuando ya tuve 25 años, cuando me casé yo tenía 15 y mi marido 22 años; cuando cumplí
20 vine de Sucúa con mi marido y mis 3 hijos, ahí aprendí a atender partos. Nadie me enseñó, yo sola veía como hacían
otros. Y por casualidad un día, a una señora le dijeron que no podría dar a luz, entonces me mandaron a ver y yo fui.
La criatura estaba un poco cruzada, le di un buen masaje, la arrodillé y le presioné la barriga y enseguida salió; ese fue
mi primer parto. Hace poco una joven que vive por aquí cerca iba a dar a luz, la madre no la quería atender porque era
soltera y estaba dando a luz, la muchacha ya casi se moría y no había quien la atendiera; fui yo, ese parto es el más
reciente. Aquí no hay ni una mujer embarazada, se han puesto implantes para no tener hijos, por eso yo dejé de atender
partos.

Están haciendo planificación familiar, pero no creo que sea bueno, porque ese implante que se ponen en el brazo dicen
que puede dar cáncer, y las mujeres o bien se ponen flaquitas o bien se engordan.
Cuando el bebé está atravesado y no se le puede enderezar con masajes, ahí se hamaquea. A veces las mujeres caminan
y les duele como si les fuese a venir el parto pero en realidad es que el bebé está mal ubicado. A mí me pasó que el
bebé no estaba atravesado sino sentado, pero a mi marido le enseñaron cómo hamaquearme.

Nunca me he encontrado con algún caso en que salga primero el pie. A una hermana le pasó, que primero le salió un
piecito entonces yo pensé que mi hermana se iba a morir, mi marido y yo le hamaqueamos, yo que también estaba
embarazada, y ahí le salió el otro piecito. Mi sobrino dio gracias a Dios, el bebé nació de pies, ahí es muy difícil dar a
luz, en cambio cuando sale primero la cabeza se pare rápido.

Cuando hamaqueaba a la embarazada, lo hacía con mentol chino o con enjundia de gallina. La gallina de campo tiene
bastante grasa, eso se fríe sin nada de sal y se guarda el aceite, eso es la enjundia de la gallina. La manteca de oso es
buenísima para frotar en la barriguita cuando está pariendo la mujer, o bien con la planta llamada Maikiu= Floripondio,
se le raspa el tallo y con ese líquido que sale, se le masajea la cadera y el vientre. También cuando los dolores ya son bien
seguidos, la mujer está sudando y la corona se pone bien caliente, se rompe un huevo y se bate bien con una plantita
llamada cebolla jíbara cortada en pedazos pequeños y se le da esa mezcla a la parturienta.

Cuando atiendo el parto estoy sólo yo, ni la mamá entraba porque antes la gente era bien recelosa y no querían que
nadie entre. Siempre se daba a luz cerca de la fogata.

Para saber cuándo es varón o mujer me doy cuenta en el pulso; cuando es varón el pulso se agita bastante y cuando es
mujercita es más lento.

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Cuando nace el niño, lo cojo y le corto el ombligo. Le coloco a un lado, pues yo primero le atiendo a la madre antes que
al bebé, porque la mamá a veces se desmaya y hay que darle a tomar agua con panela hasta que recobre la conciencia
y bote la placenta.

A mí me pasó al dar a luz, que salió el wawa y no salía la placenta. Ya me estaba muriendo, y me acordé que una vez
vi cómo le daban al ganado cuando no botaba la placenta. Le dije a mi vecina que me preparara, así cogió polvo de
carbón, ese que es negro que queda bajo el fogón, y lo mezcló con una copita de trago. A los cinco minutos ya boté la
placenta. Pero a las mujeres que yo he atendido les he dado agua de albahaca o pepa de aguacate. Corto la pepa en
cuatro partes y la pongo a hervir con albahaca, le echo una buena copa de trago, endulzo con panela o con miel de
caña y con eso sale la placenta.

Antes nosotros cavábamos un hueco en la tierra y enterrábamos la placenta, otros la queman o la botan. Los mayores
decían que si se la come un animal o le coge algún mal espíritu, le hace daño a la criatura.

Antes daban agua de guayusa a la madre, apenas daba a luz; de ahí se le preparaba una buena sopa de gallina de
campo; nuestros abuelos les daban de comer todo lo que podían cazar o cosechar, también les daban chicha caliente
para que tuvieran más leche. Ahora se les prohíbe comer chancho después del parto.

Para que le baje la hemorragia y endurar a la madre (útero), se les daba ajeja bien machacada y mezclando con
chicha o piri pirí, se cogía y se raspaba el tallo, ese líquido se mezclaba con chicha y se le daba de tomar. En nuestras
comunidades nunca ha habido la costumbre de fajar a la dada a luz.

Al bebé le bañamos con agua caliente, sin ninguna hierba. Los mayores tampoco usaban nada más que el agua
caliente. A la madre sí, por ejemplo mi mamá se bañaba con agua y hojas de camote, matico, guayusa, y se bañaba al
siguiente día del parto. Ahora las madres se bañan al quinto día, con montes. Cuando no sale completa la placenta les
hace sufrir peor que el mismo parto, cuando están así yo se utilizar agua caliente y con un trapo mojado en esa agua
les presiono la barriga y enseguida salen los restos.

Antes se tenía la ropa del bebé al lado de la candela, para que se seque. En esos tiempos no conocían ni los pañales.
Hay un árbol llamado kamush que es medio espinoso, cogían la corteza, la lavaban bien, la chancaban con una piedra
y eso se extendía como pañal. Se lo guindaba al lado del fogón, así usaban los abuelos.
El cordón umbilical se cortaba con caña guadua. Cortaban la caña y le afilaban como cuchillo, quedaba bien afilado.
Después se enterraba el cordón y la placenta, en cualquier lugar pero en la tierra.

Mi marido mismo me ha atendido en todos mis partos, él era medio partero, porque de mis nueve hijos yo no fui con
ninguno al hospital, sólo mi marido me atendía, él mismo hacía todo, de él yo también aprendí.

“Las curaciones.” Sé curar enfermedades de niños como el mal de ojo, el mal aire o espanto. El espanto les
da los niños porque a veces se asustan de algún ruido o de los animales que de repente ladran.

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Se sabe que el niño está espantado, por ejemplo, cuando mi nietito está espantado, canta el gallo y él grita y llora como
si sintiera algo, así me doy cuenta de que está espantado. Entonces le curo, recogiendo unos montes de matico, pamba
poleo, con hojitas de yuca le soplo el cuerpito.

El mal de ojo se cura con un monte llamado iwianch, se muelen las hojas y el zumo que sale se le ponía en los ojos y se
curaba, o si no también se usaba la leche de madre y se le ponía en los ojos.

La diarrea se cura con cáscara de guayaba, la flor y la corteza, también se usa llantén o un monte que los shuar
llamamos buscapina, se hace hervir y por medio de un canuto de papaya, se le introduce el líquido en el ano, luego le
hago un masaje en la barriga, es como un lavado estomacal.

El floripondio –maikiwa- es para contrarrestar hechizos y protege la casa. Mi cuñado me lo vendió en 5 dólares, parecía
que iba a morir pero sobrevivió y se hizo un arbolito fuerte. El floripondio protege la casa de los males que echa la gente,
como la envidia y la maldad.

Con la ortiga negra aprendí a curar las várices, primero le sobo mentol de coca y luego le ortigo las piernas y con las
mismas ramas le masajeo, le curo tres veces y ya está bien la persona. En esos casos se cobra $20. Una de mis hijas
que vive en Cuenca vino un día llena de várices, la primera vez que le curé le salió sangre ella se asustó mucho, pero a
la tercera vez que la curé ya quedó bien.

La destrancadera es una planta de la selva que se usa para los huesos quebrados, dislocaduras o fracturas. Los
muchachos siempre se fracturan por andar jugando, yo cojo la corteza. La machaco y les pongo en emplasto, así se
curan, para estos casos también sé usar el mentol de coca que es buenísimo para soldar huesos.

En los partos yo no tengo precios, no tengo más que la voluntad de la gente, yo no les cobro a las personas que no
tienen recursos. Hay un doctor que atiende en El Pangui que cobra $150 si nace varón y $100 si nace mujercita. Yo en
ningún parto he cobrado un centavo porque a veces hay mujeres que el marido las deja botadas.

“Todos estos conocimientos corren peligro de perderse.” El tabaco es muy importante en nuestra cultura.
Antiguamente para tener más poder llevaban agua de tabaco para tomar en la selva, también tomaban maikiwa, y
después volvían con más valor. Yo lo utilizo para que el paciente lo inhale por la nariz, cuando tienen la nariz tapada o
se les da cuando tienen bronquitis u otras afecciones de tipo respiratorio.

El tabaco se prepara sancochando la hoja fresca y cuando ya empieza a botar un zumo, se la quiebra con la mano y se
pone en una tacita con un poco de agua; esto se le da a inhalar por la nariz.

Para curar la bronquitis se sancocha y el zumo que bota la hoja se le da de chupar, eso les da un poco de mareo porque
es fuerte.

En mi huerta tengo la planta buscapina, es un buen remedio para la diarrea, tengo la cebolla nuestra que se llama

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cebolla jíbara, es buena para hacer dar a luz rápido. Tengo esta planta llamada achira que se les da a los “tragueros”
para que dejen de tomar. Se coge la papa que tiene adentro, se ralla y se les da de tomar con jugo; tengo maikiwa que
es para quebraduras; tengo ortiga que es para las várices, se coge la mata entera; tengo escancel que es bueno para la
diarrea, para hinchazones; tengo esta planta llamada tapira que se le da a la criatura cuando recién nace para que no
le dé bronquitis o diarrea que le puede dar porque aún es pequeñito.

Tengo este árbol llamado Kumpia, se lo utiliza como alimento; aquí tengo albahaca para hacer agüita para la diarrea o
para el parto; tengo membrillo cuyo fruto se toma hecho jugo, y las hojas se usan en agua para los niños que tienen
diarrea; tengo llantén que es también bueno para la diarrea; tengo guayaba que también es para la diarrea, se utilizan
las pepas, las hojas tiernas y la corteza; El tabaco, del cual se utiliza sólo la hoja, cuando está seca la hoja se envuelve
con periódico y se le sahúma al niño que tiene mal aire, también se fuma; tengo ají, que sólo usamos para comer; tengo
ajeja que es picante y fresca, se utiliza para el sangrado de la recién parida.

Todos estos conocimientos corren peligro de perderse porque ni mis hijas ni nadie, quiere aprender para continuar con
la tradición. Les digo que aprendan y no pueden, no tienen empeño de aprender.

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María Aurelia Comunidad: San Lucas
Cantón: Saraguro
Quishpe Provincia: Loja
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Saraguro
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 81 años

Doña Aurelia es una de las mayores conocedoras de la medicina tradicional


en la provincia de Loja. Pide permiso y hace oraciones a las plantas
con las que prepara infusiones y baños, especialmente para las mujeres
parturientas. Tiene un conocimiento heredado de su padre y abuelo. Desde
hace más de cuarenta años que atiende partos, acompaña la gestación y
el tiempo del post parto. En los controles que realiza durante el embarazo
se puede saber la posición del niño o si deben acomodarlo antes de dar a
luz; aunque si es necesario la paciente debe ir hasta un hospital para evitar
complicaciones. Ha colaborado con el Ministerio de Salud Pública para
establecer el sistema de parto culturalmente adecuado y es reconocida en
varias provincias, comunidades. Se ha ganado el respeto y reconocimiento
de muchos yachak-s y parteras en el país.

“Si en ese tiempo hubiera sabido, no habría dejado morir a mi tía.” En mi juventud yo era pobre, mis
padres sí tenían, pero ellos por coger devotos, por estar pasando misa, perdieron todo y no querían hacerme estudiar.
Mi mami pasaba en la casa, enferma, tenía problemas del ojo. Así crecimos nosotros, sufridos, trabajando con mi
hermano, criando unos ganaditos. Cuando estuve señorita me fui a trabajar cocinando, lavando, después me fui a criar
ganados en el cerro.

Cuando era niña jugábamos, mi papi daba haciendo muñecas de palo y a mi hermano unos toros de palo. Jugábamos
cogiendo barro haciendo ollas, tiestos, animalitos.
Mis papás vivían en esta parte, esto es herencia de mi padre. Aquí sembrábamos maíz, papas, melloco, oca, mashua,
arveja, trigo. Mi padre, mi abuelito me hacían ayudar. Hasta ahora siembro algunas cositas.
Somos cuatro hermanos, pero quedamos tres, la última hermana se murió. De niña yo cuidaba a mis hermanos,
cocinando, lavando.

Estudié hasta quinto grado. Mi escuela estaba en San Lucas, mi tía me iba cargando, no tenía zapatos, era una media
hora de camino. Cuando tuve 14 años se murió mi tía, por dar a luz. Yo pensaba que si en ese tiempo hubiera sabido,
no habría dejado morir a mi tía. Como teníamos ocas, mellocos, eso comíamos. Sembrábamos cebada, tostábamos y
llevábamos máchica, comíamos frejol. Llevábamos cucayo. Los profesores eran mishus y religiosas, como yo faltaba

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un poco me jalaban de la oreja, el pelo. Por eso no me gustaba ir a la escuela. Mi papi y mi mami no reclamaban, se
quedaban calladitos.

Una vez falté a la misa y las monjas me cogen el lunes y me dejan cerrando adentro, en una como cárcel. Ahí amanecí,
llorando, triste, durmiendo en el piso. Había unas monjas muy bravas. Cuando tuve 19 años terminé sexto grado. Me
fui a vivir con unas monjas en San Lucas, para aprender y acabar la escuela. Ellas ayudaban con útiles. En ese tiempo
no hablaba kichwa. Como mi abuelita vivía en Saraguro, cada 8 días le iba a visitar llevando un poco de leña, ahí, sí
hablaba en kichwa. Con mis papis también hablaba kichwa. Le quería mucho a mi abuelita, era solita. Ella me regalaba
comidita. María Juana Quishpe, era bien alta, gorda. Cuando era joven ella trabajaba sembrado haba, zanahoria blanca,
sambo, zapallo.

Cuando acabé la escuela, regresé a la casa, y empecé a preparar mis remedios para curar a la familia. Mi papá y mi
abuelo me enseñaron a prepararlos.

Todo comenzó cuando tenía 7 años, me enfermé, tenía dolor de barriga, estaba hinchada y no me calmaba. Mi abuelito
me llamó para hacer un remedio, ‘daremos esta agüita, algo tienes que estar’. En ese tiempo había espíritu y trencilla,
trajo del cerro, sacó un poquito de trencilla y me dio unas dos cucharitas, me dio vómito y diarrea, pero me hizo bien.
Estuve sentada, quietita, me hacía ver de todo, me hacía ver unas culebras. Vino la virgencita y me llamaba. Estaba
echadita cuando al lado aparecían unas culebras, una mula, unos perros, pero yo no tenía miedo, por algo he de estar
viendo, decía yo. No tuve miedo de esos animales. No conté a nadie. Ahora estoy contando. Cuando estaba enfermita
un señor gordito, con un ponchito rojo y una mochilita roja, pasaba y pasaba, y ha sido mi esposo. Cuando estuve de
23 años, veo que ha sido él.

Cuando estuve de 12 años se le hinchó el ojito a mi hermano, le cogió el viento. Una tía dice vamos donde un yachak,
vamos limpiando con el huevo, nos fuimos a Bellavista, estaba por reventar el ojo, llegamos de noche, le hicimos ver, el
señor dice ha dado un aire grande, vamos a soplar, me ayudó a mí a curar, me sopló a mí también y me dio un remedito,
ahí también tuve unas visiones. Era un verdecito chiquito en una copita. Ahí vi que todo ha sabido estar, apareció lo que
ha pasado y lo que va a pasar. Apareció la virgencita en una cuesta, jalándome de la mano. Yo pedía a la virgencita que
me ayude a curar a mi ñaño. También aparecían unas culebras, vi una señora envuelta en una culebra. Yo no tengo
miedo, también había unos muertos que estaban echados. Otra vez aparecía el que iba a ser mi esposo. Él pasaba, no
le veía la cara sino los pies. Tenía un poncho, era gordito y tenía esa mochilita. El yachak hablaba, yo no hablé de lo
que veía. Por algo ha de ser que estoy viendo esto, me decía. Pienso que era para ayudar a la gente, a los niños. Nunca
más volví a tener visiones.
Fue mi abuelo el que sabía el uso de medicinas. Él me enseñó cómo curar mal aire y otros males.

El arte de hacer dar a luz, lo aprendí de la misma partera que me hizo nacer a mí, doña Balbina, y de mi padre y mi
suegra que también practicaban la partería. Mi suegra, además, sabía diagnosticar con el huevo y la orina. De personas
mayores más he aprendido.

Mi padre me enseñó cómo debía ser la atención en los partos. Me enseñó a estregar cuando el bebé está metido, decía
que tenemos que hacer cernir (mantear).

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Doña Balbina me ayudó a estregar. Mi padre me ayudó. Había una partera que se llamaba mama Incacha, ayudaba
cada vez que tuve wawitos. Mi padre decía cómo hay que hacer, cómo está la cabeza, hay que estar viendo cómo se
acomoda. Después hubo un curso para ser enfermera, pero no pude ir porque ya tenía 5 hijos.

A los 23 años, como pasaba donde la monjas, conocí a mi esposo, en un año nos casamos. Con el íbamos a media
noche, una de la mañana, a atender partos por Vinuyacu, al barrio Ciudadela, él ayudaba bastante. Íbamos para arriba,
para abajo.
Mi padre me enseñó también que cuando las mujeres están enfermas, cuando no tienen apetito, hay que hacer agüitas
de montes. Yo lo ayudaba a preparar aguas para los nervios, por ejemplo, agua de albahaca, toronjil, pimpinela. Las
flores de penas, begonia, también eran buenas para los nervios. Para la infección, para el aire, otras plantas. Mi papá
era conocido como partero. Mis abuelitos, mis suegros y mi padre, ellos nos han enseñado a usar las hierbas de aquí.
Cuando estábamos medio lloronas, mi abuelito José María Gualán cogía estos remedios y soplaba. Decía que era
porque los wawas se asustan, están tristes, y que hay que soplarles, darles remeditos.

“En Misión Andina aprendí a ver el pulso.” La primera vez que atendí un parto fue hace unos 35 años. Yo
daba agüitas de albahaca, de menta, para los nervios, florecitas, toronjil, pimpinela. Ese primer parto fue bueno, en el
cuarto ya tenían arregladito, barrido, con su estera, una cobija. Hay unos palos para poner unas chalinas para que se
cuelgue o una faja. Cuando llega la hora del parto, este se facilita y, con este método, dan a luz más rápido. Hasta ahora
no ha tenido complicaciones. A veces, cuando ya no hay cómo les lleva al hospital, algunas son estrechas o el bebé está
cruzado porque no se han hecho ver antes. Algunas llegan pidiendo que les haga dar a luz, pero nunca han venido a
hacerse ver. Entonces se las lleva al hospital.
Me he dado cuenta de que las jóvenes de ahora no pueden andar a luz en la casa, porque no están bien alimentadas,
no han caminado, no tienen fuerza para dar a luz, y hay que llevarlas al hospital y hacerles cesárea.

“El parto.” Reconozco que una mujer está embarazada, desde que tiene un mes, ella está triste, amarilla, no
tiene apetito, se ve en la cara, en los ojos que está embarazada. A las embarazadas que acuden a mi consulta, les
receto algunos remedios, para que les vuelva el apetito, les doy jugo de zanahoria, jugo de naranja y un huevo para que
tomen durante nueve mañanas. Algunas son nerviosas, entonces les doy jugo de toronjil, pimpinela y perejil con huevo,
a veces con manzanilla. Eso les hace bien. Algunas están mal por frío o por calor, si es de calor, vienen con la boca seca,
“calorizadas”.

Está calorizado el estómago, les doy linaza con goma arábiga y le mezclo con el jugo. A veces vienen temblando de frío,
entonces preparo agua de menta negra, menta blanca, manzanilla o cedrón. Le doy en una botellita. Con eso, me dicen
‘gracias mama Aurelia, me hizo bien’.

Cuando están bien, todo normal, vienen, dicen para que les estregue, aunque no tienen dificultades. Les digo que tienen
que seguir así mismo, así está bien, no tienen que estar bravas, no peleen con el marido. Para que esté bien la wawa,
para que no sea como nosotros que antes hemos peleado, y han salido los hijos bravos. Por la experiencia que tengo
de mis embarazos. En uno de mis hijos comía frutas, verduras, leche, bailaba. Así mismo es mi hijo.

Hasta los cuatro meses no se les toca. Ahí sí le ayudo. Cuando vienen de puro frío, les mando estregando con unas

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grasitas, es un preparado de enjundia de gallina criolla, médula de ganado, riñonada de borrego, grasa de burro,
manteca de cacao, belladona. (Hace unos cinco años di unos cursos para las otras compañeras). La médula voy a
comprar, frío aparte todas las mantecas y les entrevero. Les saco unos chicharroncitos. Es bueno estregar en la parte
vaginal. Desde los 4, 5 meses tienen dolor de la cintura, y les mando estregando. Se van buenitas. Después, cuando
están de 7, 8 meses vuelven. Cuando estriego es para saber la posición del niño. Eso tengo que dejar recto, ya cuando
están de 7, 8 meses. Estregando o cerniendo (manteando) en las chalinas, ahí el niño vuelve a su posición. Algunas
veces vienen con calambres, les hago hacer ejercicios, paradas, eso les suaviza. Los niños se desacomodan algunas
veces por el sufrimiento, otras por el trabajo, cuando caminan lejos con los ganados. Les digo que cuando están
embarazadas ya no se vayan. Algunas están sentadas haciendo alguna cosa, entonces la wawa está la cabeza para
arriba y no quiere dar la vuelta. Tienen que caminar, pero no trabajar.

Cuando cierno y estriego a las embarazadas en mi casa, les dejo que estén acostadas una media hora o una hora. Si
voy a la casa de ellas, les dejo que estén unas dos horas. Unas regresan a los dos, tres meses. Algunas señoritas llegan
a mi consulta, bien apretadas, para que no se note que están embarazadas. Les digo que no se fajen para que el niño
pueda desarrollarse.

Cuando el niño está sentado, es más complicado. Yo he hecho nacer a cinco niños de pie, y todo ha salido bien, no ha
muerto ninguno. Una ocasión fui a hacer nacer un niño en un lugar lejano, tenía miedo porque no había carro, en caso
de que tuviera que sacar a la mujer para ir al hospital. El bebé estaba de pie.

Cuando hago el control a las embarazadas, regularmente, de unos 7 u 8 meses, a veces el niño o niña no quiere darse la
vuelta. Entonces, poco a poco le voy dando la vuelta, el marido de la embarazada me ayuda.

Esa señora había sabido trabajar, solo un piecito salió. Le hago echar a la mujer y de ahí saco el otro pie. Pero la mano,
estaba envuelta con el cordón. Al final salió, no murió. Tuvimos que sacudir un poquito a la mamá, ahí se fue abriendo.
Cuando faltaban unas dos horas, vi los deditos del pie. Después le digo al marido que me ayude, le cogemos de los pies,
sacudimos y cernimos, salió con los pies. El rato de salir es difícil, ahí hay que hacer acostar a la mama hasta que le dé
esa fuerza, esa valentía para que pueda salir. Y salió. Nunca le he visto a esta mujer, yo no quise ir, pero me rogó. A las
seis de la tarde ya salió el wawa.

No todos los partos son iguales, algunos, a los 7 meses ya están acomodados, con la cabeza para abajo. A veces no
aparece la cabeza. Algunas están estrechas, no puede salir la cabecita. Tengo aceite de almendras, le pongo en la parte
vaginal y ahí se hace suave. Espero hasta que no mismo pueda dar a luz, algunas de toda fuerza que viene el niño, sí
pueden. Algunas veces no hay cómo, entonces les llevo al hospital.

Cuando las mujeres no tienen contracciones y ya es el tiempo de parir, les doy agua de corteza de malva blanca, cola
de caballo, linaza y goma arábiga. Hago hervir y le pongo llantén, pelo de choclo, después pico toronjil y pimpinela, bato
bien y le pongo un huevo con cáscara y todo. Le doy un gran jarro y eso le provoca las contracciones. Si no es hora, hace
que se calme, y si ya es hora, el bebé sale. A veces les doy a tomar aceite de almendras.

Algunas se desmayan, entonces pido al marido o a algún familiar, que le sople, se les coge de los pelos y se reaniman. O

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para que no se desmayen, raspo un poco de panela con flor de ruda y les da para que esté masticando. Cuando sale la
wawa le doy otra cucharita de panela con flor de ruda. Algunas madres de las parturientas piden que les dé un poquito
de mallorca, pero a mí no me gusta porque se ponen nerviosas. Algunas lo toman fuerte y pasa rápido.

Si el niño es muy grande, lo que me ayuda es darle a la madre aguas que permiten dilatar el cuello del útero. Una vez
llevé a una mujer que no podía dar a luz, a la clínica, y el doctor le hizo un corte. Yo no he hecho cortes, es suficiente la
fuerza que les dan las agüitas, hay que dar un poco de caldo de gallina, con eso se facilita el parto. Cuando se desgarra,
hago hervir matico o manzanilla, con un trapito limpio, le baño toda, acomodando la parte que está herida, todos los días
hay que hacer que se lave, eso le hace bien y no tiene problemas.

En algunos casos, están presentes varios miembros de la familia que ayudan a sostener a la parturienta, pueden ser
los papás, hermanos, cuñados, le sostienen de los brazos o tienen una cosa para que ella se cuelgue y pueda dar a luz
verticalmente. Yo ayudo al niño (algunas veces está por morir, amarramos, yo le cojo y sacudo al wawa y empieza a
llorar).

Cuando el bebé se ha tomado el líquido amniótico, se lo sacude y sale. Yo cuento con perilla para poder sacar el líquido
del bebé y que este respire normalmente.
Luego se corta el cordón umbilical, yo no puedo arrancar rapidito, sino que tiene que salir la placenta para poder cortar,
esperamos, cinco, diez minutos, yo le tengo al niño, mientras a la mamá, le damos agüitas calientes para que esté
abrigada. Cuando sale la placenta, le corto el ombligo.

Hubo un caso en que la placenta no salió rápido, a la mujer se le hinchó la barriga y tuvimos que llevarla hasta Saraguro.
Estuvimos tres horas esperando que salga la placenta, ahí estaba el niño, bien arropadito al lado de la mamá, cuando
salió la placenta todos nos tranquilizamos y nos pusimos contentos.

Después de que ha dado a luz, para que salga la placenta, le hago soplar una botellita.

Cuando ya sale la placenta, cortamos el ombligo, arreglamos primero a la mamá y a la wawita después, como esta toda
la familia ahí, le hago acostar a la mamá y al papá le digo, “gracias a Dios que me dio ese don”, agradezco a todos por
haber ayudado. Les digo que tienen que tener ese cariño, amor, felicidad. A todos les hago gozar como a un niñito.

Para cortar el cordón se mide un jeme, a veces están los abuelitos y dicen que como es varón hay que cortar bastantito
para que sean valientes, fuertes. A las mujeres, les corto cuatro dedos. Decían los mayores que para que no tenga
problema al dar a luz, había que wachar, para que no esté sufriendo como ahora, sabían decir. Antes amarrábamos con
hilo de chillo. Le tuerzo bien, le hago hervir. Le dejo que se seque y le amarro.

Luego enterramos la placenta, cuando tenemos una casa con piso de tierra, enterramos junto a la tulpa. Pero si no
tenemos, vamos a enterrar en una equina, dentro de la casa. Los mayores decían que duele la barriga cuando entierras
lejos. A mí también me preguntan, les digo que hago como mis abuelitas que decían que hay que enterrar a un lado de
la tulpa. Algunas veces veo que la placenta está bien envuelta en su membrana, entonces sale todo. A veces no sale
todo, ahí les digo que saquen con agua de zanahoria blanca, hojas amarillas, sangorache y con un poco de mallorca.

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Tiene que tomar ese ratito hasta que salga el pedazo que se ha quedado.
Para que el cuarto esté caliente, se pone agua hirviendo o se le hace tapar a la mujer con una cobija para que esté
sahumando. Algunas veces quieren con incienso. Con romero, ramos, incienso, sahumamos el cuarto porque a veces
puede morir el bebé. Los pañales tienen que estar sahumaditos para que no les coja frío.

“Si no bañamos queda inútil.” Recomiendo a las mujeres que han dado a luz, que todos los días se hagan
un baño vaginal, con agua de manzanilla, flor de geranio o matico. O también con una hierba llamada San Antonio. Se
hace hervir para lavarse dos veces al día, para que no se infecte. Yo ayudo a las que están cerca. Cuando están lejos
ya es más difícil. En cinco días el baño del pichkay, se hace de la cintura para abajo, hay que cocinar todas las plantas.
Para este fin recolectamos las hojas de zanahoria blanca, capulí, poleo, altamiso y santamaría, que ayudan a recuperar
la energía del paciente: “Pichkata armachinami warmi sinchiyachun” Hay que hacer el baño del cinco para recuperar
la energía de la mujer. Se cocinan las hojas y enfrían con agua fría hasta que este tibiecita el agua. El baño es realizado
con la ayuda de la partera.
El baño es para que la mujer se endure, si no bañamos queda inútil. Algunas son duras, apenas se empieza a bañar
ya están queriendo levantarse y andar, pero yo no dejo que se levanten sino después de 5 días. El día 12 ya el baño
completo, se hace con todas las plantas, algunas incluyen frutas. Yo solo hago con plantas de frutas. La tomada le hago
con pata de ganado, en cinco días, después del baño, en una olla chiquita le bato unos 4 huevos y le doy con Mallorca,
eso le endura. A los 40 días ya se baña todo, le pongo pata de ganado con leche, de arriba hasta abajo. Esa agua se bota
despacito, si no, no puede dormir la mamá. Igual, el agua en la que se ha bañado al niño, se bota despacito. Algunos
bebés salen con sangre, se les limpia con algodón. Ese mismo rato a algunos se les limpia con agua de manzanilla.
Después hay que bañarles con lutu yuyo, cuando está con mucho calor, para que se refresque, con sauco negro para
que no le dé el aire. Con chichira, cuando ya está de un mes, se le baña fregando.

A veces, cuando no se han cuidado puede darles una recaída, porque antes de los cinco días comen alguna cosa que
no deben comer. O si no, cogen alguna cosa fría y eso les hace recaer. Les hace temblar, se ponen amarillas.

Para recaída tengo unas plantitas, borraja azul, borraja blanca, cinco tipos de chichira (negra, blanca, con pepitas)
manojo de shirán, un manojo de kuychi kiwana, se chanca con una piedrita, le caliento. En ese zumito preparado, se
pone panela, azúcar, haciendo oler primero y después se da de tomar. Caliento unas piedritas en el fuego y ese rojo
vivo, hago oler. Esas piedras he conseguido de lo que tienen enterradas los antiguos. Yo he venido hallando de lejos,
han aparecido sin pensar nada. Eso hay que hacer poner en las brasas hasta que se colorea, esa agua cojo en un jarrito
con miel de abeja. Después del baño oliendo la chichira para que vaya endurando.

Según la costumbre de la comunidad, se piensa que la matriz viene para arriba buscando al niño, entonces le amarramos
para que se atranque. O si no la placenta viene para arriba y no quiere bajar, mi suegra, mi papi me decían que hay que
amarrar aquí arriba.

La fajada se hace después del baño del cinco, para que salga toda la sangre, algunas quieren que les amarre pero ella
no lo hace no apretado porque queda un lado frío y otro caliente. No tienen que apretar mucho porque si no se queda
sin circulación, la sangre no puede bajar. Yo no he fajado mucho.

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“Una dieta para endurar. En cuanto a la dieta, se les da caldo de gallina criolla. O si no pueden comer mote.
Se les prepara huevo tibio criollo con comino que ayuda a endurar. Borrego pueden comer, res solo a los cinco días.
Cuy no. Lo sé por mi propia experiencia: cuando estuve dada a luz, vino mi cuñado y me hizo comer cuy, casi muero.
Los mayores dicen que no hay que comer cuy ni chancho. Es mejor comer fruta, verduras, granos. Después de dar a
luz que coman coladitas de todos los granitos tostados.

Para que las madres tengan leche, les recomiendo que tomen agua de hinojo, de hoja de higo, todos los días, algunas
tienen bastante sed, entonces que aprovechen tomando estas aguas. Después de cinco días, pueden tostar maicito,
hace coladitas, que no coman el pan seco, que en la coladita pongan menta, manzanilla. Yo hambre y sed tenía cuando
estaba dada a luz, calladito me comía pan y me hacía daño.

La comida tiene que estar servida en plato de barro con cuchara de palo y tiene que estar envuelto, o si no poner
guantes. Si le coge el frío, puede dar un chirincho. La comida no tiene que ser ni muy fría ni muy caliente, si come muy
caliente le hace sudar y así queda para toda la vida, una persona sudorosa. Por eso no hay que dar muy caliente ni muy
frío.

“Rezo por quienes me han enseñado.” Cuando voy a hacer dar a luz, rezo a Padre Dios, reza por las almas
de todas las parteras que me han ayudado. Pido por mi suegra, mi papá, que fueron quienes me enseñaron. Rezo
también a la virgencita de El Cisne. Ella me ha ayudado bastante, cojo mis remedios, le digo que me ayude. Todas las
mañanas le rezo el rosario, pidiendo, hoy día qué voy a hacer, qué pasaré. A algunas mujeres les pregunto: “qué santito
has querido, tienes que rezar para que puedas dar a luz bien”.

Rezo agradeciendo por los árboles que están en los cerros. A las lagunas por el agua, les pide que le den fuerza,
valentía, para poder caminar.

De las lagunas, de los cerros viene esa fuerza, Dios ha dado todo ese universo. He ido a lagunas de Puklla, laguna de
Ramos, de Virgen Pugro, lagunas Blancas, por el cerro, y a otras como Chinchilla, esta me dio una valentía, una fuerza,
para bañarme y estar bien hasta ahora. Pude caminar sin ninguna bestia, nada. Fui a pie a esta laguna, llegué pidiendo
que sane, que ayude. Vi una laguna muy grande, no me dio miedo. Así he pedido.

“Lo que tú has dado sembrando, ahora voy a coger.” Como mi suegra hacía remedios para gangrena, aire,
recaída, peste, gripe, aprendí. Después experimenté con más remedios porque mi esposo se enfermó, hace 12 años.
Estuvo con las vértebras aplastadas y no pasaba la médula, no podía caminar. Le ayudaron en el Seguro, en el Centro
de Salud. También le dio la enfermedad de Addison, se hizo negro, era solo de nervios. Empecé a hacer unos remedios,
le di papaya pelada serenada, babaco serenado, piña pelada. Era muy nervioso, se había complicado, entonces empezó
a tomar todos los días hecho jugo tres veces al día. Ahí le ponía toronjil, pimpinela, flores de pena, que coge en baldes
grandes, hay unas rojas, blancas, las penas del cerro y las aguas de tres marías. Eso le hizo bien.

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Mi suegra veía en el huevo, en el que salen los malestares, las enfermedades. Las personas que vienen enfermas
también tienen que traer la orina. Algunas veces yo les paso aquí, otras veces les digo que se limpien de mañanita, de
tarde o media noche, ahí salen las energías que tienen y traigan. El huevo que se le ha pasado a la persona, queda bien
pesado y brillando. Para verlo les pido que lo traigan en maíz o en alguna cosa fría, en una funda.

Algunos tienen anemia, cálculos, problemas de vesícula, aire, nervios, espanto, recaída, susto, mal de ojo, sufrimiento.
Todo eso aparece en el huevo. Le parto y pongo en un vaso transparente con un poquito de agua para poder ver. Ahí
aparece todo, unos están muy encogidos, otros nerviosos, otros con mucha infección, con mucho aire, susto. Una
señora ha estado con dolor de la vesícula, ha estado por reventársele la vesícula, le dije que vaya a hacerle operar,
cuando es vesícula, la yema se hace larga o cuando hay golpe el huevo se hace una bolota. Si tienen golpe en la
cabeza, hay sangre dentro de la yema, o si tiene mucho aire hay algo negro encima de la yema. A veces es aire de
agua (cuando se pasa por una laguna) se hacen unas bolotas. Cuando está de cáncer, el huevo esta hecho puro pus.
Cuando hay infección, gangrena, es puro sangre, hecho bolitas. Donde tiene el dolor tiene que venir limpiando, no en
cualquier parte. Puede ser en el hígado. A veces en la clara se hacen unos ovillos, unas lanzas. A veces de puro frío. El
reumatismo es pura agua.

Cuando tiene cogida de cerro, toca pasarse por todo el cuerpo, entonces hay una sombra grande, negra.

El aire de agua se cura con Santamaría, ruda, ajo macho, romero, trago, perfume, tengo en una botella para soplar y un
poquito le doy de tomar. Eso les hace bien y ya se curan, a veces vienen una vez, dos o tres. A cualquier hora les soplo.
Para nervios saco al sereno el toronjil y la pimpinela, pongo picando o hago hervir, pongo el agua con las flores todo, le
pongo en una bandeja y le dejo afuera, al segundo día ya le saco. Es solo para los nervios.

Cualquier día a cualquier hora, es bueno, con tal de que cure. Algunos vienen martes y viernes. Pero a veces vienen
otros días con dolor, no aguantan, entonces tengo que ayudarles. También sé dar masajes. Con piedritas antes ayudaba
a curar a los que estaban con cuerda.
Las diferencias entre el mal aire y el espanto se ven cuando los niños espantados se hacen amarillos, llorones, rabiosos
y los ojos adentro, las cejas bajadas. De noche no pueden dormir, gritan. Con el mal aire, en cambio, algunos se quedan
tontitos, no dicen nada, están tristes.

Cuando voy a recoger las plantas, me conecta con la tierra, con el espíritu de la planta y, con una oración, la tomo:
‘Señor, lo que tú has dado sembrando, ahora voy a coger para las compañeras que necesitan’. Para limpiar también pido
al Señor para que me ayude a limpiar las malas energías.
Las plantas tienen espíritu, ahora tengo unas grandotas. Calladito llego, ‘permisito te voy a coger, me ayudas’, le digo
a la plantita. Para poder ayudar, calladito cojo. Tengo que pedirles a ellas que me ayuden. Tengo un pedacito de tierra
donde están las plantas medicinales.

La borraja azul es buena para la gripe, para la tos. El ajenjo es bueno para la infección, después de lo que se enfermó
de parto, para que saque la sangre, este le purga, se mezcla con ataco. El berro es bueno para la gripe, resfriado, para
los nervios, el más grande es para la anemia. Santamaría es buena para los samayes, para el asustado, eso es lo que

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preparo en una botellita. Este es bueno para la gangrena, para cuando esta calorizado el estómago, es el cóndor coles.
Se hace hervir con llantén, esencia de rosas, malva olorosa. Este es bueno para el calor, cuando hay mucho sol, para
tabardillo, hay que frotarle todito el cuerpo para sacar el calor. El cedrón para hacer agüita para los nervios, para que dé
valentía a los niños, les limpio con ramitas de cedrón. El chimi es bueno para infecciones, golpes. Cuando tienen dolor
de los pies, se usa ortiga negra. Cuando tiene mucha infección, no tiene apetito, el estómago está caliente, es bueno
el escancel.

El canayuyo le entrevero con escancel y con cóndor coles, saco el zumo y doy a tomar para la infección. La malva es
buena para la inteligencia de los niños. Le hago agüita y le doy a tomar a los niños y les hace bien. Esas amarilla utilizo
para la limpiada. Cepillo rojo es bueno para la limpiada. El marco, cuando la mujer que va a dar a luz tiene mucho frío en
los pies, le caliento bien y les hago pisar. También se usa con santamaría y otros montes para limpieza. Flores blancas
es bueno para infección o para gangrena. Cóndor coles, coles blanco, cóndor coles negro para cáncer, para infección
o para calor al estómago. Allá tengo para la gripe. La flor de violeta morada o blanquita para la tos. Para infección,
dolor de garganta, con el ajenjo en infusión se hacen gárgaras. Congona es buena para mal aire, para hacer baños,
para nervios. La menta negra es buena para el cólico o para el empacho. La chilca negra es buena para las heridas, le
hago hervir, con eso lavo las heridas, es para golpes. Ruda y guanto blanco y rojo son buenos para limpieza. Cuando
limpio, las plantas se mueren, se hacen negras, se secan, boto atrás de la casa. Diosito ayuda. El huevo se bota en el
baño. Pimpinela sembré por ahí. Este montecito es bueno para cuando los niños tienen Holanda, es el chulco, sacando
el zumo se les lava.

Las voces se pierden con el viento, entre ladridos de perros y sonido de motores. Mama Aurelia describe con amor los
poderes de sus plantas, esas que con respeto toma para curar. Plantitas que, en la tierra negra, crecen poderosas, para
sanar, para ayudar a los seres humanos a continuar en su viaje por este mundo.

En Saraguro se encuentran Parteras, Yachaks, Sobadores, Visionarios, Curanderos, organizados en el “Consejo de


Sanadores” que ofrecen sus servicios en las mayoría de las comunidades. Las parteras colaboraran en el Hospital de
Saraguro, en la atención del Parto Culturalmente Adecuado, el nuevo servicio que implementó el Distrito de salud número
11D08-Saraguro.

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Lourdes Rojano Comuna: Chilibulo-La Raya-
Marcopamba
Parroquia: Chilibulo
Cantón: Quito
Provincia: Pichincha
Pueblo: Kichwa-Kitu Kara
Idiomas: Castellano
Edad: 56 años

Doña Lourdes vive en la ciudad de Quito y es una de las escasas


mujeres que mantienen el conocimiento y técnicas de una partera
en sur de la ciudad. Aprendió de su abuela y de su ascendencia
indígena el uso de plantas medicinales. Si bien sabe hacer limpias,
su principal oficio es ayudar y acompañar durante el embarazo y
el parto. Recuerda que durante años esta práctica fue perseguida
pero lo siguió haciendo. Sabe acomodar a los bebés, identificar si
el embarazo está, normal o existe alguna complicación.

“Con los borregos en el páramo entraba en contacto con la naturaleza.” Yo me crie en el campo, en
Píllaro la provincia de Tungurahua, en la comunidad Chacata del Carmen, que antes se llamaba Chacata Montuctuza.
Vengo de una familia indígena, mi abuelita usaba anaco. Mi madre me contaba que me dio a luz cuando tenía 7 meses
de embarazo en un tamo, donde se acuestan los borregos. Mi madre sola, sin partera ni nada. Yo tengo mi memoria
muy fresca, recuerdo que desde que tenía 5 años, yo le ayudaba a mi madre, tenía esa fuerza de decirle que le voy a
ayudar, me iba con los borreguitos al páramo y entraba en contacto con la naturaleza. Había una cocha con muchos
peces, donde siempre tenía la visión de una paila de cuatro orejas que bailaba sobre el agua.

Yo era niña chiquitita y mi tío Pedro Quishpe, era el mayordomo de una hacienda. Siempre nos decía, “cuidado se van
a la cocha puza”, porque a toda persona que iba le cubría la neblina, y le hacía perder. Una vez iba yo con mis animales
buscando a uno que se me perdió y vi la paila que flameaba sobre la cocha. Yo quería cogerla porque pensaba que me
llevaría a algún lugar, a mí no me daba miedo, más bien me encantaba meter mis manos en el agua, ya estaba yo en el
filo de la cocha, cuando llegó mi tío en el caballo gritando, “¡No!”, para que me aleje; esa era mi visión.

Cuando iba a la escuela, el horario era de mañana y de tarde. Yo salía de mi casa a las 6 de la mañana, sin zapatos, con
mi atuendo de baile que tengo hasta ahora. Mi mamá me mandaba en el burro hasta el centro de Píllaro a mi escuela,
mi papá me pagaba el comedor. Yo llevaba cucayo, habas, mellocos y una manzana, ya que teníamos un puesto de
frutas; en el comedor, en cambio, nos daban una colada de trigo. La escuela era fiscal, llevábamos frijoles de todos los
colores para sumar, restar y dividir, eso era infalible.

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Mis profesores eran indígenas, no había médico, ni centro de salud como hay ahora, así que había un rinconcito en
donde daban agüitas para el dolor de cabeza o de barriga a los niños. Así estuve hasta el segundo año de escuela que
mi papá migró y mi mamá ya no me puso en la escuela. Para cuando tuve 7 años yo ya era experta en hacer los almá-
cigos de la cebolla blanca, para sembrar papas; mi madre era rica en tierras así que nos dedicamos a la agricultura. En
esas tierras había una cocha inmensa que tenía una piedra preciosa en la orilla, no sé por qué, a mí me daban ganas de
sentarme ahí. Mi abuelita me sabía decir “¡no vayas para allá!, se te van a podrir las manos, se te va a podrir la nariz”.
Era cierto, una prima se había ido para allá y poquito a poquito le salieron granos y se le hizo como sarna. A mí nunca
me pasó nada. Yo veía cómo mi abuelita curaba, cómo hacía su mesa ceremonial, de ella aprendí sobre el parto, a coger
el pulso, a ver un mal aire, mal de ojo y sobre las plantas.

Yo tenía una sola amiga, Lisenia, con ella jugábamos pero teníamos la mente de adultas, jugábamos yendo a hacer el
trueque como se acostumbraba antes, cogíamos frutas y nos íbamos a cambiar por habas, papa chaucha, maíz. Yo veía
cómo sufría mi madre, decía mi mami no tiene, pero yo me voy a conseguir y me iba a cambiar.

Cuando tenía 8 años, murió mi abuelita Margarita Cruz Angucho, y nos vinimos a Quito, con mi papá que entró a traba-
jar en el Consejo Provincial; fue muy duro. Vinimos a arrendar una casita en la ciudadela “La Colmena”. Entré un año
a la escuela de la armada nacional de La Colmena, pero así mismo no pude seguir porque no teníamos posibilidades.
Cerca de la casa vivía una viejita llamada Sofía, con su esposo y su hijo que era mudo; como ya nos fuimos conociendo,
yo veía que la señora cogía las plantas. Un día le pregunté qué hacía y ella me dijo que estaba cogiendo plantas porque
ella limpiaba, sabía atender el parto. De todo el centro histórico, plaza Santo Domingo, San Blas, el Ejido, El Dorado, le
buscaban bastante. A veces tenía hasta 6 partos en la noche; como ella tenía un solo hijo varón, me daba medio sucre
por acompañarla.

“Esta creo que va a salir igual a la abuela.” Cuando acompañaba a mi abuelita a los partos, me encantaba
coger al niño, mi abuelita le soplaba a la mujer en la corona y le daba un masaje en la barriga para que salga el bebé. Yo
lo cogía y le ponía un hilo rojo, de ahí me mandaba a hacer agua de rosas, de flores. Había una tradición allá, mientras
la mujer estaba en el parto, afuera era como una fiesta porque venía el niño, pelaban gallinas y cuyes para darle a la
parturienta. Además, a mi abuelita le daban una botella de trago, ese era el pago; hay gente pobre que de verdad no
tiene, ellos pagan con granos o gallinitas, la gente que más tenía daba un ternerito.

Cuando vinimos a Quito, le ayudaba a mama Sofía como le decía la gente, pero mi mamá no me quería mandar, decía
que eso era sucio y no le gustaba, hasta me pegaba, “esta creo que va a salir igual a la abuela”, decía. A mama Sofía le
pagaban con granos cocinados, con conejo, cuy o gallina. Si nacía niña le daban una botella de trago y un gallito, si na-
cía niño le daban una jaba de cerveza, así después estaban chumados la partera con el taita del wawa. Ese mismo rato
era la fiesta entre el padre y la vecindad, y mama Sofía sabía regalarme la comida para que lleve a mis 12 hermanitos;
y como había partos seguidos le daban de todo.

Con mama Sofía también aprendí el diagnóstico del cuy. Mi abuelita lo hacía pero no muy bien, no le gustaba mucho, mama
Sofía era muy completa, ella usaba el huevo, la vela, el cuy, a leer la ceniza del tabaco pero ese a mí nunca me gustó, el
diagnóstico del cuy sí me gusta, ahí soy certera.

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De mama Sofía aprendí hasta que me casé, de ahí ya sólo me dediqué a atender partos, mi hijito varón me acompañaba,
aun así a ninguno de mis hijos le gustó. En ese tiempo las parteras éramos perseguidas por el Ministerio de Salud.

“La persona debe caminar en forma de cruz dos veces.” Cuando me casé y me deslindé de La Colmena,
mi madre estaba embarazada de su último bebé, y en una noche de lluvia fuerte mi mamá ya iba a dar a luz y estaba
hasta desmayada y la wawa no coronaba; le dije a uno de mis hermanos que me ayude porque mi mamá se iba a morir,
“cógela a mi mami y sacúdela”, porque así le hacíamos a las parturientas. Nada. Vino mi papi y le sacudió, tampoco pasó
nada. Vino mi hermano mayor y la sacudió, entonces le dije: “mamá hínquese por favor”, le moví la barriga y la wawa
salió; le dio un poco de hemorragia pero le alzamos enseguida los pies y le amarramos la cabeza. Por eso cuando el
bebé se pone en mala posición los médicos le hacen cesárea pero las parteras le hacemos encajar al bebé. Le manteo
con una chalina, y al rato del parto le masajeo con la enjundia de la gallina o con la riñonada de borrego. Mi mamá tenía
vela de sebo de res, de borrego, la enjundia de la gallina, el unto es bueno hasta para el dolor de la muela.

Una vez que salió la niña, todo salió, volando, la niña y la placenta salieron seguiditas, sólo que la niña ya salió morenita
de lo que se había estado quedando sin respiración.

Cuando no vienen los pujos, nosotros usamos la hoja de colca, que es un monte del páramo, tiene una hojita que hace
los mismos efectos que el pitosín, y eso les hace pujar enseguida. Se hierve la hojita de colca, con hoja de canela, con
raíz de forastera, con pepa de chirimoya.

Mi abuelita y mama Sofía usaban la raíz de la hierba shunguil, más la hoja de colca y con eso ¡afuera! La hoja de colca es
caliente, ayuda a provocar pujos, hay mujeres que conocen y vienen diciendo, ¡es que ya me tomé la colca, no aguanto
más y eso les baja rapidito el bebé!

Cuando el parto está cerca, no hace falta hacerles el tacto porque yo les mido el pulso y ya sé. A veces viene alguna
parturienta diciendo que la han mandado del hospital porque aún no está completamente dilatada, entonces le cojo el
pulso y le digo, usted mañana recién a las 10 de la mañana ha de estar dando a luz, y a las 11 ya está el wawa afuera;
cuando los dolores van aumentando, el pulso se va a acelerando.

También se le ve que haya coronado el bebé. Mi hija es experta en ver la barriga, ella enseguida se da cuenta cuando
se cuelga el bebé en la barriga.

Cuando el bebé se desacomoda (en la barriga), le pido a la mujer que se acueste en la cama y le pongo una almohada
a un lado y otra al otro lado, de ahí le cojo con la chalina, eso le hago en su casa, no aquí. Eso le mantiene apretada la
barriga y el bebé ya no se voltea.

En el campo, generalmente el parto se realiza cerca del fogón, por el calor que genera, pero además porque cuando no
dilataba rápido, se humeaba a la madre, eso se llama “pajeo” se echa paja, palo santo, un poquito de incienso y carbón
para que la mujer esté caminando y la pelvis vaya abriéndose, entonces ahí da a luz fácilmente.

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La persona debe caminar en forma de cruz dos veces mientras se humea, eso se hace para entrar en contacto con los
ancianos y que le ayuden a dar a luz. Hay mujeres que el ratito en que ya el bebé va a coronar, les coge como fatiga y
bostezan, ahí hay que limpiarle con hierbas.

La limpia a la parturienta es distinta, se le fuma el tabaco y se cogen hierbas amargas, como pumamaqui, marco, ruda,
santamaría, zorroyuyo, colca, laurel, canayuyo, ortiga negra, con agua florida y se le soba, ahí, rápido viene el bebé.
Se sabe si es hombre o mujer cuando está embarazada, viéndole en la espalda, cuando está recta es mujer, y cuando
tiene como hundida la columna es varón.
Cuando nace el bebé se le sacude y se le da un pequeño golpe en la nalga. Pero cuando está por fallecer, se coge agua
fría con sal, como hacen los curas, y se hace la señal de la cruz. Una vez atendí un parto de una señora que estaba
embarazada de gemelas, le mandé a hacerse un eco y no se lo había hecho. Con mi hija le atendimos, la primera niña
nació muy bien pero a la segunda no le habían crecido los riñoncitos, tenía un riñón como un frijolito y nació moradita,
parecía que se iba morir, la llevaron al hospital, yo le mandé haciendo la señal de la cruz, y como en el hospital le habían
dicho que se iba a morir, los padres me vinieron a llevar para que le bautice.

“Se le entrega la placenta a la madre tierra.” La placenta se entierra al lado del fogón en donde se cocina,
sea niño o niña se enterraba ahí. Eso es en el campo, en la ciudad, se entierra en el terreno, al filo de la casa. La creencia
sobre la placenta es muy importante, por ejemplo las madres que vienen a dar a luz piden que se le entregue la placenta
a la madre tierra, porque dicen que si no le entierran, los nacidos viven enfermos, renegados, son fríos, entonces por
eso se entrega la placenta a la madre tierra; hay otras madres que me dicen que no quieren la placenta, entonces yo la
pongo en alguna maceta con flores, y se hacen unas flores bellísimas.

Cuando sale la placenta nosotros vemos que haya salido enterita, o si se quedaron partes adentro, sabemos contar
como bolitas y así le decimos cuantos hijos más Dios le va a dar. Antes era prohibido cuidarse, entonces yo les avisaba
lo que salía para que estén pendientes. A una sobrina le atendí el parto y le vi, ¡Dios mío la placenta estaba de 6 o 7
hijos! Y la mamá de ella tuvo 8 hijos entonces ¡mejor le hice hacer la ligadura!

“Atar un hilo rojo en el ombligo es costumbre de nuestros antepasados.” El cordón umbilical se corta
4 dedos cuando es mujer, cuando es hombre unos 2 dedos más, porque decían que era para que el hombre tuviera el
miembro más grande, y a la mujercita 4 dedos bien puestos para que no sea estrecha y pueda parir normal. Esto es algo
muy cierto, yo lo comprobé cuando una sobrina fue a dar a luz un hijo al hospital, y el otro hijo lo atendí yo, lo cierto
es que me contó que en el hospital los practicantes le habían cortado calculándole 2 dedos, y que tiene el pene muy
chiquitito y el otro hijito lo tiene normal.

Atar un hilo rojo en el ombligo ha sido costumbre de nuestros antepasados, los protege de malas energías, como está
en el cordón por donde se alimentó y le llegó la vida.

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Cuando ya dan a luz, se hierve agua con hierba mora, eucalipto, flores, para bañarles. Yo así les he bañado y nunca se
les ha infectado. Antes las personas decían que no debían bañarse ni la madre ni el niño, la madre debe bañarse a los
42 días que cumple la dieta, y el niño a los 15 días, entonces sí se suele infectar el ombligo, ahí se pone la ceniza de la
estera y, se acabó, se cerraba enseguida. Esa era la mejor forma de curar a los bebés.

Hay gente que hasta ahora tiene esa creencia, y les quieren mucho y les cuidan a las mujeres, las meten bajo un toldo
y sólo alzaban el toldo para pasarle las cosas, hasta que cumpla los 42 días ahí si la sacaban y la bañaban, le hacían el
caldo del nervio del toro, con gallina, con borrego, todo eso para que la mujer se restablezca y se pare.
Atar un hilo rojo en el ombligo ha sido costumbre de nuestros antepasados, los protege de malas energías, como está
en el cordón por donde se alimentó y le llegó la vida.

También hacían el ritual de la boca, al rato de dar a luz, se le baña, y la madre ya va a la camita, ahí, empieza el ritual, se
coge una aguja e hilo rojo y se llama a los niños para que vengan a ver cómo se le cose la boca; la partera va haciendo
como si le cosiera y va diciendo, “no serás bocón, no serás mentiroso, no serás hablador”. Los niños observan aterrados
que le cosen la boca pero en realidad solo es un ritual simbólico.

Las parteras daban la bienvenida al mundo al recién nacido y le daban su bendición, de ahí, procedían a hacer el ritual
de la boquita. Mi abuelita y mama Sofía le hacían a hombres y mujeres, y más aún a las niñas, les decían: “no serás
chismosa, serás hogareña, no serás mentirosa, en boca cerrada no entran problemas”, son consejos que da la partera
y pareciera que desde ese momento se queda grabado en el bebé.

“La encaderada.” Esto se hacía a los ocho días, pero sólo si el esposo quería. Antes de fajarla, primero se
hacen masajes, de ahí se pone la riñonada de borrego como emplasto y ahí sí se faja bien para que cierre las caderas
y las piernas. Lo que se hace es poner el “tungo”, que es un pañalito del bebé que se amarra en la cabeza para que
también cierre. Así queda todo su cuerpo firme.

“Las plantas.” Mi abuelita me enseñó que para coger las plantas debo primero santiguarme y pedir permiso
a las plantas. Antes, nosotros nos arrodillábamos ante todo viejito donde quiera que le viéramos, pues decían que en
los viejitos se posa Dios, entonces le pedíamos la bendición a todo viejito que encontráramos en el camino; mi abuelita
decía que igual para trabajar la tierra y sembrar debíamos pedir permiso santiguándonos, echando humito y pidiendo
la bendición para poder comer el alimento que la tierra nos da.

Las plantas se cogían desde las ocho hasta las nueve de la mañana, después a la hora de la oración que eran las cinco
de la tarde, decía ya es oración vamos a coger las plantitas. Decían que no se pueden recoger a otra hora porque se
marchitan, pierden la fuerza; en la luna llena era lo mejor.

Ahora la gente duerme en la noche, antes era la merienda a las cuatro de la tarde y a las cinco ya se estaba durmiendo.
La hora de despertarse era las tres de la mañana, para hacer el ordeño de las vacas, para ver el corral de los borregos,
para llevar a pastorear.

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Liduvina Antonia Comunidad: 24 de Mayo
Parroquia: San José de Dahuano
Licuy Grefa Cantón: Loreto
Provincia: Orellana
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Amazónico
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 65 años

Doña Ludovina es partera que se articula con el puesto de salud


de la localidad 24 de Mayo en la provincia de Orellana. Atiende
conjuntamente con los doctores del dispensario a las mujeres que
están de parto. Sabe hacer limpias a los niños y curar el espanto.
Aprendió de sus abuelos que le enseñaron el conocimiento de
medicina y espiritual desde pequeña.

Tengo 65 años. Estuve internada en la escuela María Inmaculada en Archidona, donde estudié hasta la mitad
del cuarto grado. Mi padre me pagaba el estudio pero en ese tiempo se murieron tres de mis hermanos con sarampión:
primero me dio a mí, después les pasó a ellos. Nos curamos después de unos días, hasta que por ir al baño que quedaba
a 100 metros de la casa, nos alcanzó una fuerte lluvia, y aunque nos cambiamos de ropa a mis hermanos les dio fiebre.
Debido a que el pueblo era lejos, los curanderos no pudieron hacer nada porque tenían fiebre muy alta. Les llevamos
al hospital del Tena y tampoco pudieron bajarles la fiebre, así murió primero mi hermana la más gordita, y luego del
entierro se murió mi otra hermana. Al día siguiente se murió mi hermano. Como murió mi hermana que aún estaba
lactando, a mi madre se le acumuló la leche y se le hizo un tumor en el seno, entonces se la llevaron a un tambo para
curarla, mientras a mí me llevaban todos los días al centro de salud para inyectarme.

Mi mamá era partera, a los 20 años empezó a trabajar atendiendo a las mujeres de mi comunidad. Ella se dedicó a la
partería toda la vida. A mí me daba miedo porque se decía que no había que tocar la sangre, pero mi madre me decía:
“tú tienes que aprender para que atiendas a tus hijas, a tus nueras y al resto de la comunidad”. Por eso yo acompañaba
a mi mami a las casas y mientras veía de lejos y aprendí. En el tiempo de los sucres, a mi abuelita le daban uno o
dos sucres. Nosotros nunca pedíamos nada, ni en la comunidad, siempre nos daban a voluntad; ahora los que son
conscientes nos dan 5 o 10 dólares y a veces comida.

Aprendí que, ya sea la partera o la madre o la suegra debe preparar agua de sikta con tabaco para darle a la recién

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parida, porque eso le hace botar todo, así no se queda la sangre adentro y le hace hinchar a la madre. También debían
tomar todos lo que estuvieran en el lugar del parto para que no se hinchen. Después de cuatro días le daban agua de
pitoncara (cáscara de la fruta del pitón) que le hacía vomitar. De ahí a los ocho días le hacían bañar a la madre y se
preparaba más pitoncara para tomar. También les pintaban la cara con achiote a la madre y al padre. Luego, el papá
llevaba al bebé alrededor de toda la casa, mientras con un machete se hacía sonar como campanita para que el niño
no se pierda, y reconozca el camino para ir al pueblo, el camino para ir a la chakra, el camino para ir al monte a cazar.
Así los niños saben guiarse y no lloran cuando se les lleva a otros lugares.

Durante el embarazo, el control se hace a partir de los 6 meses, porque ahí recién se puede tocar la cabecita.

Se sabe que la mujer está lista para el parto, de la siguiente manera: viene la paciente, veo que el bebé esté recto, si
la cabeza está para un lado, le masajeo con aceite de cocina y le doy la vuelta despacito hasta que quede recto, y ya
queda encajado. Para tocar la barriga de una embarazada utilizo la manteca del pollo, nada más. Mi mamá utilizaba lo
mismo, a veces mentol o manteca pero no la de boa.

Cuando ya es hora del parto, arreglamos el lugar donde va a dar a luz. Antiguamente se ponían hojas secas, unos trapos
y de ahí un banco. Los familiares están alertas afuera, adentro solo queda la partera, el marido, la mamá y la suegra.
Así hace toda la labor la parturienta hasta que la cabeza ya la tiene bien caliente, entonces ahí se le da agua de hojas
de hierba María o camotillo. Entonces ya no queda nada más que esperar a que salga el bebé porque la madre ya no
puede ni ir al baño, ni pararse; luego la hacemos arrodillar y para ver si está bajando la cabecita del bebé, entonces
es parto, pero si no le alcanzo a ver, todavía falta.
Cuando ya nace el bebé, cortamos el cordón con caña guadua, de ahí se le amarra con un hilo blanco. A la madre,
después del parto se le da agua de guayusa y de hoja de yuca.

Para cortar el cordón, yo le mido con el dedo índice y le corto. A los varones se le corta un poquito más largo; cuando
se le corta muy chiquito el ombligo les queda como brotado, pero si se les corta largo se les cae bien y más rápido.
Para que no se infecte el ombligo hay que limpiar con agua caliente, con un trapo limpio porque antes no se conocía
el alcohol. Antes decían que cuando se cae el ombligo había que sembrarlo. Se sembraba la semilla de chonta con el
pedacito de ombligo y así la chonta no crecía mucho y cargaba desde chiquita.

“Se enterraba la placenta en cualquier lugar.” Cuando salía la placenta se la enterraba detrás de la casa,
a veces envolviéndola en los trapos que se usaron para el parto, otras veces sólo la placenta y encima se hacía una
candela que se prendía durante seis días para que la placenta esté caliente y se seque más rápido el ombligo del niño.
También se decía que los dientes se les hacían más fuertes. En cualquier lugar se enterraba la placenta, lo importante
era encenderla. Se ponía al lado de una mata o un árbol. Yo siempre hice así con mis hijos.

Cuando el niño no lloraba al nacer, le dábamos vueltas y golpes suaves en la nalga. Antiguamente se le soplaba la
corona despacio para que llore.

En cuanto al baño del bebé, mi costumbre es como la de mi madre, ella no les bañaba al nacer, sólo les limpiaba y al
día siguiente se le daba un baño con agua caliente. Otras veces se les bañaba con agua de la planta chugriyuyo para
que el bebé tenga más energía, más fuerza.

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En cuanto a la parturienta, el primer día no se debe levantar porque se puede desmayar. Al día siguiente se revisa si la
mujer ya botó toda la sangre o si tiene dolor. Cuando tiene dolor es porque aún tiene sangre adentro y hay que ponerle
ceniza sobre el vientre o algo para que caliente por dentro y baje todo; después se le debe bañar, con hoja de achiote
y hoja de guanábana. Cuando están hinchadas, no tienen que mojarse y se les debe curar con aguacate.

Cuando hay peligro de presión alta se le hace vaporizaciones con la hoja de aguacate, pero eso ya es pajuyu
(conocimiento secreto). Mi madre, mi abuelo, mi padre, me dieron pajuyu para los partos, para usar con los niños. Mi
abuelo me pasó el pajuyu fregándome con las manos hacia atrás y jalando los dedos. Mientras más paju quisiera pasar
más dedos jalaba.

Mi abuelo era Yachak, sobaba y sanaba. Todo sabía mi abuelo. Se enfermó y murió a los 100 años; todavía era joven.
Dicen que cuando hay un buen curandero lo matan rápido. Los malos curanderos son los que no mueren.

“Recuerdo que también hacíamos nacer gemelos.” Mi papá me pasó pajus para ayudar, para sembrar
yuca, maíz y también otros pajus para el parto y para hacer medicinas. Mis padres me aconsejaron bien, me enseñaron
cómo hacer cada cosa. Mi madre me aconsejaba que cuando ella estaba asistiendo en un parto, yo debía ayudar y así
aprender.

Aquí en mi comunidad no había nada, ningún centro de salud todo era puro monte, no había ni casas, sólo la mía y
otra más abajo. Mi primera experiencia fue una noche que traían a una señora de lejos que estaba a punto de dar a
luz. El marido me pidió ayuda para asistir a su mujer. Yo me sentí comprometida porque no había nadie más por ahí
cerca que pudiera ayudarlos. Tuve que salir con un leño porque no había linternas y la encontré en medio camino. No
podía hacer nada ahí, así que la llevamos a mi casa y la atendí en un cuarto. En ese tiempo no había camas, sólo un
tendido en el piso. Así pasó: ya eran como las tres de la mañana y el marido me pidió que le revise la membrana. Yo
estaba asustada, me puse a rezar, a pedirle a Dios que me ayude y así se me pasó el susto. Me santigüé y me senté
para ayudarla. Primero me lavé las manos y la bebé vino enseguida. Para ese momento ya se me había pasado el susto.
La recibí. Esperé hasta que bajó la placenta y de ahí le corté el cordón umbilical: le amarré, le envolví con unos pañales,
luego lavé a la madre y así pasó. Después no pudimos dormir porque estábamos asustados todavía. Cuidamos toda la
noche a la mamá y a la bebé. Al día siguiente, pasada la mañana se fueron a su casa.

También curo el espanto limpiando con aguas, huevo, limones o ají.

Tomamos el limón y lo frotamos por todo el cuerpo, de ahí lo cortamos y lo exprimimos en alguna esquina de afuera de
la casa para que se esfume en el aire. En la limpia con huevo se le soba por todo el cuerpo y se pone en un vaso con
agua, luego se bota despacio en una esquina. También se pasa el tabaco o jengibre.

“La Asociación Guachachik Mama.” Empecé a relacionarme con la Dirección de Salud cuando asistía a
talleres, en Archidona. Los médicos nos enseñaban sobre el parto y compartíamos experiencias. Esto fue más o menos
en el año 2007 cuando empezamos a trabajar igual que los médicos. Es por eso que la casa de partos salió a nuestro
nombre. Ahora somos 40 parteras y hay más que no han entrado aún.

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Somos la asociación “Guachachik Mama” de Loreto, fundada en el año 2008 y nosotros pedimos que se creara esta
casa de partos. Nosotros asistimos los partos y el doctor del Centro de Salud está con nosotros. La paciente decide
quien le atiende en el parto, el médico o nosotras. Si la atiende el médico, nosotras le damos aguas, le llevamos a la
cama y la cuidamos.

Cuando viene una embarazada, primero va donde la obstetra y después viene donde nosotras, para que la veamos. Si
algo está mal le avisamos a la doctora. Si hay que acomodarle al bebé, lo hacemos. Aquí no hay para hacer ecografías,
si alguien necesita les mandan al Coca.

Con respecto al parto, cuando la paciente decide le atendemos en la casa, si no, le atendemos aquí. Después del parto
le preguntamos a la paciente cómo se siente, si no le duele nada y revisamos si sigue sangrando. Antes no había ni
centro de salud entonces sólo nosotras atendíamos y nunca hubo ni un niño muerto. Yo he atendido más de cien partos.
Cuando ya es la dieta, tienen que cuidarse del agua fría, no hay que comer chancho, ni mono, ni culebra, porque dicen
que si el padre mata a una culebra, el niño se tuerce y se muere.

Cuando está embarazada, la mujer puede entrar a la chakra, incluso es mejor porque las matas crecen más, como la
panza. Más bien cuando está menstruando se cree no es bueno entrar a la chakra, porque se daña el plátano, la yuca.
Existe una relación entre el parto y la luna. La doctora dice que es según cuándo se embaraza: si lo hace de día, el parto
viene en el día, si lo hace de noche, el parto viene de noche. En la luna tierna nacen más mujeres, cuando está más
cerca la luna llena nacen más varones.

Cuando el parto se adelantaba, antiguamente se los cuidaba en la casa; ahora si los dolores son antes de tiempo se las
lleva al centro de salud. Cuando mueren dentro de la barriga es muy complicado, pero antiguamente se les hacía parir
en la casa aunque el bebé naciera muerto. Cuando nacen muy pronto, tienen discapacidades y se les llama supay wawa;
se dice que esto ocurría porque del monte venía algún supay y engendraba al wawa; a la muchacha soltera no le tocaba
pero a la casada se le metía en la cama como si fuera el marido. Mi tía tuvo un supay wawa.

Cuando hay amenaza de aborto, es bueno bañarse en el río. A mí me pasó sólo cargué unas cosas pesadas y me bajó
sangre, me fui a bañar al río y cuando volví hice una agua de hoja de yuca, y me pasó. Una vez estaba con mi hija
sembrando plátano y sólo escuche un “puck”. Me acuerdo que le bajó bastante sangre. Como estábamos las dos solas
le dije que se bañara en el agua fría del río, luego le llevé a la casa, tomé unas hojas de yuca con sal y le hice tomar
eso. No le volvió a bajar sangre. Mi nieto ahora ya es muchacho joven. También hay una planta llamada buyo para
contrarrestar el aborto. Se toma la hoja y se hierve en agua, eso se bebe y se evita el aborto. Si no se puede hacer nada
más se les envía al centro de salud.

Mi hija está siguiendo mis pasos, yo le he enseñado a ser partera.

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Celia Shiguango Comunidad: Rukullakta
Parroquia: Archidona
Cantón: Archidona
Provincia: Napo
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Amazónico
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 55 años

Doña Celia Shiguango es una mujer que ha trabajado como partera


durante décadas en la provincia del Napo. Hace años formó una de
las primeras asociaciones de mujeres indígenas parteras, AMUPAKIN.
Estudió para ser enfermera pero optó por mantener su tradición y vivo
el conocimiento de sus antepasados. El poder de muchas plantas le
fue entregado y ahora realiza limpias y acompaña a las mujeres emba-
razadas durante la gestación y el parto. Hasta su casa en Archidona
llegan personas de todo el mundo buscando alivio espiritual o para
sus dolencias del cuerpo. La energía de la planta del tabaco le acom-
paña cada día para tener fuerza para sanar y mantenerse saludable.

“Sentí que quería ser partera.” Cuando yo tenía 6 añitos sentí que quería ser partera, pero antes eran
machistas, solo hombres, yo no sabía nada, era inocente, no sabía qué querían mis padres. ¿Debería estar yo cuidando
a mi padre? Él era chamán y lo mataron. Yo quería ser partera, el Espíritu y yo hablamos, el Espíritu dice “camina
esto. Con las plantas hablé, “yo quiero ser partera, yo quiero ser doctora obstetra”. Vino mi madre y dijo: “tú tienes tu
medicina, tú sabes, para ti no hay estudios”. Yo no quería estudiar, boté a un lado mis libros y mis cuadernos a la calle.
Solo quería educación de medicina. Pregunté a mi madre: “¿por qué mis hermanos van a estudiar lo que ellos quieren?
¿Por qué no puedo estudiar yo lo que yo quiero? Yo quiero ser doctora, estudiar obstetricia. Pero no quería tener
papeles, los papeles se mojan y se pierden, la memoria nunca se moja, nunca se pierde.

Cuando hablé con las plantas, sentí su espíritu, son como tú, son personas. Dijeron que yo debía ser partera pero no
quería saber de medicina científica; hasta pude ser enfermera, trabajaba en el hospital, pero yo peleé con los médicos.
Me gradué de enfermera, estudié en Archidona, en el año 1984. Para aprender a hablar fui a la escuela. Mi madre me
repitió: “para ti tienes tu medicina”. En la escuela yo jugaba normal, hablaba bien, aprendía mucho más, sabía mucho
más, yo les ganaba por eso me pegaban, se enojaban. Mi madre dijo: habla español, escribe tu nombre, termina tu
primaria, y terminé todo. Estuve dos años, estudiaba kichwa y español, de ahí me fui al internado de La Inmaculada.
Puro tablas de multiplicar aprendí, con pizarra, escribía, con borrador borraba, todo está grabado aquí. En el internado
aprendí a leer bien, sumar, restar. A cambio debía limpiar, arreglar, hacer las cosas.

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Yo era brava, a mí no me gustaba que me manden. A las monjas yo les pegaba, me ponían a hacer algo y les pegaba,
de ahí me expulsaron, a mí tienen que aguantar.

“El poderoso espíritu del tabaco me da visiones.” Empecé a tomar tabaco de niña. Era mucho tabaco, me
daban de tomar por la nariz, pero las abuelas me metían ají, ortiga; con el palo de la chonta con eso me pegaban. Todo
eso hacían para que retenga a los espíritus.

Los abuelos preparaban el tabaco, por una parte agradezco a mis abuelitos, a mí me dijeron: “un día tú serás curandera”;
a mí no me gustó inhalar ese tabaco, los abuelos toman y fuman tabaco, pero al ser yo niña, me pusieron como castigo,
pero nunca vomité.

La primera vez que me dieron tabaco tenía 3 añitos y me sobaban con la ortiga, primero en los oídos después las manos
y de ahí los pies. Los oídos para que aprenda a escuchar, a grabar, después las manos para no ser vaga, para trabajar
-la ortiga quita las energías vagas-, y en los pies para que siga el camino, que no me detenga. Después, todo el cuerpo
para la mala suerte, de ahí me ponía con licor de caña y me soplaban en la corona, en las manos y los pies, soplan con
pico de tucán. Todo eso hacían para que ingresaran los espíritus, me estaban coronando. Todos las abuelas mujeres y
los abuelos hombres siempre entraban, el tabaquito lo abre a uno mismo, en el ojo también tabaco, y si te emborrachas
te sientas aquí y te ortigo todo, desnudita, así. Y si te mueves te pegan o ponen ají.

Esas prácticas se hacían en cualquier lugar. Yo por eso soy así, donde quiera puedo estar libremente.

La primera vez que tomé ayahuasca fue a los 20 años. Lo hice yo sola. Yo misma preparé. Cuando era niña, siempre
veía cómo los abuelos preparaban, solo vi porque si preguntaba, venía el castigo del ají.

Yo tomé cuando me enojé con mi pareja, cuando quemó las cartas con las que yo trabajaba, yo me estaba volviendo
loca, lloraba gritando, y le dije: “te vas”. A mí el chamán espíritu me dijo bota a este hombre, es celoso, no te deja
trabajar, tú tienes tu camino. El hombre no era vago, celoso sí, él trabajaba, me quemó mis herramientas, por eso fue
castigado. La medicina me dijo “bótale a ese hombre”, y él preguntó, “¿yo soy feo?”, yo le dije, “eres guapo y trabajas
pero tú me maltratas, por esa razón yo te voy a dejar”.
En ese tiempo yo vivía en el Tena 8 años. Él era del Tena mismo, un mestizo, yo le hablé feo.

El Espíritu dijo que para yo recuperar mis visiones y mis trabajos, tengo que botarlo, “tú conseguirás todo, si eres
Pachamama, conseguirás un espíritu”. Hasta el momento no encuentro ningún espíritu, así que yo sé reír no más.

El espíritu del tabaco es muy poderoso, a mí me da visiones, me pone siempre en algo, y si no fumo siento malestar, me
siento débil para atender a alguna persona que va a venir con una enfermedad; y si me está doliendo la mano no puedo
recibir a la persona con el mismo cariño y yo también estoy enferma porque yo no estoy preparada, estoy rechazada, el
Espíritu no está conmigo, el Espíritu tiene que estar juntamente conmigo para poder curar.

Cuando nosotros estamos dentro de la casa, cualquier persona no puede entrar nomás. Cuando vienen otras personas
y tú estás colgando el tabaco y están oliendo, están jalando toda la energía. El rato que estás preparando, es mejor

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hacerlo sola o para hacer bien se hace dentro de la montaña. Ustedes no van a venir invitados a todo eso, para que
no jalen toda la energía. La soguita que le sacamos en tres días está medio seca, esa le ponemos en un pilche con
las hojitas que están caídas del tallo y le ponemos un fuerte (aguardiente de caña), con eso se hace una soplada, con
tabaquito, fumando.

El uso del tabaco para las curaciones va desde el mal aire hasta el espanto, para el cual lo utilizo soplando tabaco por
todo el cuerpo, como una manera de sacar la mala energía. También preparo tabaco líquido y lo coloco en los ojos del
niño, esto sirve para dar fuerzas.

La preparación del tabaco es todo un conocimiento, pues hay que cosechar las hojas y dejarlas secar al sol. Cuando
están listas, las envuelvo muy apretadamente para formar una especie de mazo compacto. Después hay que envolverlo
con pita y colocarlo junto al fuego para que se ahúme. Hay que tener determinados cuidados, manejar ciertos saberes
para que en este proceso no se escape la fuerza del tabaco. Tres meses son los que se necesita dejarlo sobre el humo
para que el tabaco pueda ser consumido.

Una vez que está listo, se lo corta en rodajas no muy gruesas y se lo va desmenuzando, se coloca sobre un platillo
de loza y se lo deja cerca del fuego para secarlo bien, con esto está listo para ser fumado en hojas de plátano. Para
prepararlo de manera líquida, se hace el mismo procedimiento hasta que está desmenuzado y sobre un recipiente con
agua se coloca el tabaco y se lo deja que repose por una hora aproximadamente, se cierne y está listo para ser tomado
o para ser soplado por la nariz. Para hacerlo en rapé o polvo, se lo deja secar mucho y luego se va moliendo hasta
dejarlo en polvo, se lo mezcla con chiri casi, otra hierba y está listo para ser inhalado por la nariz.

La inhalación de tabaco por la nariz es un procedimiento que se utiliza durante la toma de ayahuasca. Pero de igual
manera se lo utiliza para fines terapéuticos, dicen que cuando las personas tienen ciertos problemas respiratorios como
tos, gripe, congestión entonces aplican tabaco en polvo por las fosas nasales o también se introduce tabaco líquido de
igual manera por la nariz. Ahora utilizan unos canutos para introducir el tabaco en polvo por la nariz, antiguamente lo
hacían con el pico de un tucán.

“Soy Atacapi, la boa de 12 cabezas.” Yo soy Atacapi, la boa de 12 cabezas, el ser más importante de la
selva, el guardián de todos. Soy mujer boa, soy mujer poderosa. El espíritu Atacapi me fue entregado por un abuelo,
Machi, ese hombre era muy poderoso, vivía en la selva, en Galera y Sumaco, cambiaba de mujer cada año, tenía 32
hijos, de cada mujer 2 hijos. Cuando yo era niña mis padres decidieron que yo sea mujer de medicina. Entonces otras
personas poderosas me querían matar y mis padres exigieron otro poder, y consiguieron otro poder más, ese abuelo me
curó diciendo: “aquí está un tiburón en el ombligo y acá atrás en la espalda un candado, puerta cerrada eso estanca”.
Y los botó y ya no estarán más, dijo: “esta mujer no coge hombre kichwa, esta mujer coge hombre mestizo; es muy
caminante, buscadora de medicina”. Mi mamá y mi papá llorando decían ¿y cómo va a vivir? solo la cabeza tiene, es solo
hueso. Y el abuelo Machi dijo: “¡cómo quisiera que fuera hombre para clavarla!”. (El término se refiere a dar un poder
muy importante que solo se transmite a los yachaks).

Entonces mis padres dijeron: “¡sí dale poder!”; Y el abuelo dijo: “eso cuesta, paga para que le sople”. Y mi padre le pagó
y ¡tín tín tín tín! Mi madre no tenía que comer nada, no tener relación. Yo solo tenía un año, después mis padres me

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contaron toda la historia. Yo quería ser partera, más que todo partera. Y después dijeron: “no, tú vas a conocer más la
planta”. Y entonces andaba sólo con los abuelos aprendiendo de las plantas; y hasta eso investigaron que yo ya era
poderosa, querían matar a mi madre o bien a mi padre, y lo mataron de la noche a la mañana. Cuando mi padre murió,
yo tenía 5 años. Lloré mucho “¡llévame, padre, llévame!”. Antes de morir, él me dijo: “tú vivirás con tu madre, nunca la
irás botando”; por eso yo aún estoy con mi madre. Me fui pero regresé cuando me separé de mi ex marido, al año y
seis meses.

“El conocimiento.” Como yo era huérfana y mis abuelitos por parte de madre eran parteros, me decían tú
tienes que trabajar así, con esto tienes que ayudar, con esto tienes que trabajar, fue como estar en un estudio; mi
padrino que era shamán y mi madrina partera también me enseñaron.

Para poder aprender iba donde mis abuelitos, mi mamá me mandaba por un mes o dos meses para que le sirva y al
mismo tiempo para que aprenda.

Los abuelitos me enseñaban las plantas, me mostraban para qué servían y cómo usar. A mí me decía mi abuelita: “tú
no vas a poner tarifas ni precios, que te den lo que sea su voluntad, y si te vas a un lugar y te dan un huevo podrido
con ají, comerás, aceptarás, si te regalan un perro, una gallina, un chancho, recibirás”; hasta cierto punto fui fiel pero
ya algunos quieren abusar, unos no me pagan, otros dicen pagamos otro día, o dicen ¡ay!, tú curaste con plantas y no
te cuesta, pero mi energía y tanto esfuerzo de uno cuesta.

Las plantas hay que coger pidiendo permiso, los abuelos decían: “así no puedes fumar, tienes que pedir permiso”. Le
digo: “tabaquito, cúrame en este día esta enfermedad; después viene el ingreso con las plantitas, ellas hablan conmigo,
son sagradas, yo tengo en mi espíritu 32 plantas. Si un paciente viene con tal enfermedad sólo hay que hablar con la
planta, yo lo investigué y lo probé, así mato a la enfermedad, sólo hay que tener fe y sacar la enfermedad desde adentro.
Mi trabajo, mi espíritu, es con esas 32 plantas.

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Herminia Antonia Comunidad: San Francisco de Asís

Tapuy
Cantón: Loreto
Provincia: Orellana
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 51 años

Herminia es una mujer partera que se articula con el Centro de Salud


de Loreto. Ha colaborado con el Ministerio de Salud Pública en varios
talleres y forma parte de una asociación de mujeres que se dedican a
la medicina tradicional en su provincia. Muchas mujeres embarazadas
se hacen los controles y tienen su parto de manera tradicional o parto
vertical con apoyo de Herminia. Conoce el poder curativo de muchas
plantas amazónicas que alivian los dolores y mejoran la condición de
la mujer para tener embarazos saludables.

“Ya tienes paju para partos…” Mi mamá y mi abuelita eran parteras. Cuando era niña mi mamá me llevaba
los días que iba a atender partos. Mi abuelita Juana Tunay nos llevaba a mi madre y a mí a ver a las mujeres que iban
a dar a luz. Me aconsejaba que cuando crezca, como adulta tengo que atender partos. Tenía doce años y aprendí,
le acompañé hasta los 18. Fui a la escuela Tarqui de Archidona, después al colegio María Inmaculada de Corte y
Confección. Me sacaron de segundo curso y me dieron a mi marido, antes las mamás daban a los esposos sin conocer,
hacían casar. A los 16 años me casé.

Tengo ocho hijos, en todos los partos me atendieron mi mamá y mi suegra que también era partera. A los varoncitos les
bañé con chiri guayusa, con verbena, para que de grandes no tuvieran pereza para trabajar. A las mujeres les bañé con
guayusa. A veces es bueno para poder levantarse rápido e ir a trabajar. Todos mis partos fueron normales.
De noche y de día, venían las mujeres a hacerse atender con mi mamá y mi abuelita. Cuando murió mi abuelita, mi
mamá quedó curando. Ella me enseñó a coger guayusa, yuca, albahaca, hoja de algodón, hierba luisa que son hierbas
para usar en el parto.

Cuando atendí mi primer parto tenía 20 años. Vinieron a mi casa para llevarme y fui allá, era lejos y en el monte. Atendí
un parto normal como mi madre me enseñó. Ahí fue cuando me acordé todito lo que mi mamá me había dicho y todo
lo que había visto cuando andaba con ella desde pequeñita. La señora había estado con dolor fuerte. Como tocaba

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caminar, entonces no podían traerla cargándola. Por eso vinieron a llevarme a mí. Llegué a ver cómo estaba la señora y
enderecé la barriguita para ver cómo estaba el niño, si estaba cruzado o no. Al comienzo vi que no estaba acomodado,
después encajó y salió rapidito. Siempre enderezamos primero, luego encaja y ya nace el niño. La señora estaba en el
dormitorio. Le colocamos en vertical, siempre las nativas paren así.

Estábamos el marido, la mamá y yo para atender el parto. Se le necesita a él para que le sostenga porque ellos tienen
fuerza. Me sentía segura en ese momento, sabía bien cómo lo hacía mi mamá. Ella me había dicho que cuando sea
adulta tengo que trabajar en partos. Todos esos pensamientos se me vinieron a la mente cuando atendí mi primer parto.

La abuelita le dio a mi mamá el paju para que pudiera atender los partos. Ella ha tenido ese poder, yo veía cuando era
chiquita. Le sopló en la cabeza a mi mami con un chamán. Le dijo a mi mami que le coja la mano, le jaló los dedos y
el salían los cuyes y le sopló todo el cuerpo y le dijo: “ya tienes paju para partos”. En la cabeza y en las manos, soplan
cuando trasmiten los pajus. Así mismo me hizo mi mamá. En esa iniciación tenía que hacer dieta. No me dieron de
comer ají y sal me dieron un poquito. Así pasé en la casa.

Sabemos diferenciar si es hombre o mujer cuando se endereza, según el lado donde está la cabecita, a la izquierda o
a la derecha; cuando está a la izquierda es varón y si la cabecita está a la derecha entonces es mujer, también cuando
tiene ancha la cadera, está pálida, tiene vómito, dolor de cabeza, no come mucho, es mujercita. En cambio, cuando es
varoncito comen bien, están felices. Cuando es varón se hace paño en la cara.

A la mujer embarazada se le cuida desde los tres meses. Le visitamos y como no sabemos cuántos meses tiene, les
preguntamos, ella ahí dice cuando fue su última menstruación. Le decimos que tiene que alimentarse bien para que
tenga la fuerza para parir. Cada dos meses se le visita para ver cómo está. Se le pregunta cómo pasa en la casa, si está
mal tiene que ir al hospital para que los doctores le examinen y que tenga bien el niño. Si no quieren comer mucho
tienen que ir donde el doctor para que les de vitaminas, para que el niño salga gordito y no todo flaco y desnutrido, de
la alimentación de la madre depende la salud del niño.

Si está atravesado el bebé, desde los cuatro meses ya se le puede acomodar. A los cuatro meses ya llaman a las parteras
para ver cómo está el niño. Para acomodar al bebe en la barriga de la mamá le ponemos manteca de iguana y de gallina.
Con eso sobamos el vientre y acomodamos bonito. Se fríe la mantequita que la gallina tiene adentro y se guarda en una
botella de vidrio. A la iguana, se le coge y se le saca la mantequita, abriéndole la barriga. Adentro hay manteca y eso
se saca, se fríe y se guarda.

La manteca de iguana es mejor porque da fuerza para que crezca el bebé, nace bien y se desarrolla bien. Mi abuelita
utilizaba manteca de boa y también de pollo criollo. Ahora poco encontramos boa, se esconde; a veces en el trabajo, sabe
estar entre las yucas esperando el ratón. Es brava y hay que coger un palo largo y golpearle duro. Se le corta la cabeza y
el rabo, de la mitad del cuerpo se coge la manteca. Con esa manteca se le soba abajo y adentro, con la sobada se abre
bien la vagina y no se corta, puede dar a luz rápido. Esos son conocimientos que heredé de mi abuela y de mi madre.

“Cuando el wawa está atravesado.” Cuando el wawa está atravesado, mis abuelitas le cogían a la madre de
los pies, y le ponían boca abajo. Le sacudían y le movían para enderezar al wawa, entonces la cabecita bajaba, pero esto

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le hacían muy despacio para no afectar al niño, era un hombre el que tenía que cogerle, generalmente era el marido
mismo. También les hamaqueaban, poniéndoles en una cobija y sacudiéndoles.

Cuando la mujer está lista para dar a luz, uno de los signos es que la cabeza de las mujercitas está caliente y sudan.
Se les toca la cabeza y está caliente; la barriga queda dura, el niño está haciendo fuerza adentro. Tienen bastante pujo.
Cuando están pujando les soplamos la cabeza con agüita, ahí el niño sale rápido.
Cuando están desmayadas se les pone jengibre en la boca, como pica, entonces reaccionan rápido. Si no vienen las
contracciones se les da agua de yuca, hierba luisa, algodón y albahaca. Se mezcla estas hierbas, se hace hervir por
unos diez minutos y se les da a beber caliente para que acompañe al dolor. Eso hace venir rápido los pujos.

Mi abuelita hacía dar a luz al lado del fogón para que el bebé al nacer no quedara temblando y no le diera frío. Al lado
de la cocina se les acomodaba, cuando era con leña. Ahí cogían calor.

Cuando no pueden dar a luz rápido hay que poner algo caliente en la barriga y se les tapa con cobija. Es una especie
de vaporización. Se pone la olla caliente con hoja de aguacate con hierba luisa y chiri guayusa (guayusa del monte).
Ahí se abre la cadera, da el pujo y viene el parto.

Para hacer parir pido a Dios y a la Virgen. Dios es grande, si pasa algo, él ayuda. Nunca me abandona cuando estoy
atendiendo los partos. Siempre hago de rezar. En el corazón rezo para que no le pase nada a la señora. Rezo tres
padrenuestros y tres avemarías y con esa confianza atiendo los partos.
Cuando sale la criatura, lo primero que hacemos es limpiarle y bañarle con agua tibia. El ombligo se le cortaba con latilla
de guadua. Eso lo tenían listo para cortar. Para amarrar cogían hilo, torcían en piecitas. A los hombres se les cortaba
tres dedos y cuatro a la mujer, porque decían que si corta pequeño, se ajusta la cadera y la vagina queda pequeña y
cuando vayan a tener hijos no van a poder parir. Si se les cortaba grande a los hombres, las abuelitas decían que iban
a tener el pene muy grande y que las mujeres no les iban a querer. Que les iban a pegar.
Ahora también se amarra con hilo, tiene que ser hilo blanco. Mis abuelitos decían que es pecado amarrar con hilo
rojo, porque las mujeres podían quedar con hemorragia, hay que poner hilo blanco. Lo que sí hay que ponerles es una
pulserita con semillas rojas para que no les ojeen. Costumbres de los mayores que uno respeta.

La placenta enterramos afuera de la casa. A un ladito, con pepa de chonta, porque la chonta es dura y no muere. Tenían
un puesto específico para enterrar, como una especie de cementerio, entonces siempre las enterraban ahí las placentas
de todos los hijos. Pero no había que enterrar muy adentro porque si no, de más grandes los niños no podrían sacarse
los dientes y sufrirían.

La placenta dura quince minutos en salir. Cuando no salía rápido, recogíamos la flor de plátano, le calentábamos y
sobábamos duro. Aplastábamos y salía rápido. Las abuelas daban flor de plátano con hoja de papa de monte. También
les hacían tomar yema de huevo o les sobaban el vientre. Les golpeaban despacio en la espalda para que salga todo.
En los partos que yo he atendido, no he visto que haya quedado nada.

Después se le lavaba las partes íntimas a la mamá con agua tibia, le arreglaban y le llevaban a la cama con el niño. Le
daban agua de verbena para sacar la sangre de adentro, para limpiar el cuerpo.

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El primer baño de la madre se hacía pasando un día, con agua de hoja de achiote, se cocina las hojas y cuando está
tibia se le hace bañar para que no salga mucha sangre. Y para que no se le caiga el pelo hay que lavar con hoja de
verbena o de hierba luisa.

Al bebé que a veces sale con sangre se le baña con agua tibia. Pasando un día ya se le bañaba con agua de verbena,
con chiri guayusa. A los varoncitos, sobre todo, para que crecieran bien y que no tuvieran miedo, y fueran buenos
cazadores. A la mujercita se le bañaba con hierba luisa, con verbena o guayusa para que fueran a la chacra sin miedo.
Para que de grandes fueran guayuseras, trabajadoras, que no duerman mucho. Cuando éramos niñas nos daban
guayusa, chicha de yuca, chicha de chonta, para poder ser trabajadoras.
Cuando a las madres les daba fiebre después del parto, se les daba agua de verbena, para que no hubiera sangrado ni
dolor. Los cuidados a la madre después del parto eran rigurosos, había que cuidarles bien para que no se compliquen
después.

En la dieta no hay que comer mono ni chancho. El pollo criollo sí y también guatusa, para que el niño camine duro y se
haga fuerte. Cuando nace varón, el papá también hace dieta. El papá no tiene que trabajar, no coger machete ni hacha
ni motosierra, si no el niño se daña, se daña el cuerpo y llora. No duerme, y el niño sufre. No hay que matar culebra
porque le hace daño. Cuando el papá trabaja con motosierra, el niño se tuerce.

Si querían que el niño fuera bueno para la pesca, las abuelas raspaban diente de iguana o diente de boa, de lagarto,
uña de gavilán y le ponían en el ombligo. Tenían guardado para ponerles. Cuando crecían, esos niños eran buenos para
la caza y la pesca. También les hacían tomar y les daban en la boquita. Algunas mujeres son fuertes y van también a
pescar, bucean, cogen carachama.

Recuerdo que un parto difícil que atendí fue una vez en Coca. Me llevaron y yo no sabía que el niño estaba mal
acomodado. Le dije a la mujer que había que ir al hospital. Ella no quería y tampoco su marido. Entonces me tocó
atenderla. Pedí a Dios que me ayudara. Le hice una sobada. El marido solo la sostenía por un brazo. Mi marido ayudó. El
niño salió de nalguita. Quería salir el brazo, pero yo le empujé. Le puse manteca de gallina en la barriga y en la vagina.
Le moví y acomodé y salió normal. Se estaba ahogando con el agua de fuente. Le soplé la nariz, la boquita y vomitó
bastante. Luego empezó a respirar bien y despertó. En cinco minutos corté el ombligo, le hicimos bañar. La placenta
salió bien.

He atendido unos cien partos. ¡Son bastantes! En mi comunidad hice dar a luz a las profesoras, a mis hijas, a las
comadres y a las vecinas.

Actualmente las mujeres tienen miedo de acercarse a esta práctica. “Si se muere la mujer, qué vamos a hacer”, dicen,
en vez de aprender. Tengo una hija que quiere aprender pero no está conmigo. Ella vive en otra finca que está lejos.

Si morimos nosotros, nadie va a aprender.

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Rosa Tapuy Comunidad: Arapino
Parroquia: San José de Dahuano
Cantón: Loreto
Provincia: Orellana
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: kichwa y español
Edad: 51 años

Doña Rosa Tapuy aprendió de su suegra a atender los partos,


primero ayudaba a asistirlos entre su familia más cercana y luego
las personas de su comunidad empezaron acercarse para que les
acompañe durante la gestación. Conoce los secretos para utilizar las
plantas de la selva que ayudan durante la labor de parto y posterior
recuperación de las madres y los bebés. Actualmente atiende junto a
un pequeño grupos de mujeres parteras en el Centro de Salud de su
parroquia y también en su comunidad.

Mi papá murió cuando yo tenía seis años. Decían que había muerto en medio camino saliendo de la ciudad,
con vómito y diarrea. Le habían puesto maldad. Dicen que ha sido un chamán. Yo me quedé viviendo sola con mi
madre.

Estudié la primaria en la parroquia Cotundo. Jugábamos básquet. En la escuela ayudábamos a las monjas a trabajar en
la chacra, limpiar la yuca, y sembrar café y cacao. Esto era para pagar nuestra educación. Vendíamos y con esa plata
estudiábamos. Teníamos ganado y con eso mi mamá nos hizo estudiar hasta terminar la primaria.

Cuando era niña comíamos plátano, yuca, pescado, carne del monte y aves. Poco arroz comíamos. Como éramos
huérfanos, mi mamá nos mantenía con poca comida.

Después de la escuela, yo ayudaba en la agricultura, usando machete. Como mi mamá tenía un terrenito, con ella
pasaba trabajando hasta que me casé. En la época de los abuelos, entre compadres se conocían. La gente sabía cómo
eran las familias y veían a los que son más respetuosos. A los que tenían trabajo y que no eran malos, se conocían.
Fueron a pedir entre mayores, para el matrimonio. Después se hizo la boda. Solo el momento de casarme conocí a mi
marido. Luego de la fiesta nos juntamos. Como era huérfana me obligaron. El padrino y la madrina le dan consejos:
“tienes que vivir hasta la muerte. Tienes que criar a los hijos y darles buena educación” Daban buen consejo y hacíamos
caso. Como yo fui criada donde las monjas, ellas también me ayudaban y me daban buen consejo. Esas son las ideas
que antes se tenía. Después de casarme, junto con mi esposo trabajábamos. Hasta ahora vivo trabajando. Vivimos bien.

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Mi suegra era partera y tenía 50 años, cuando yo tenía 35 empecé a atender. Después del casamiento como tuve varios
hijos varones, ella me decía que tendré que ayudar a las nueras a dar a luz y que para eso debía aprender. Así me
enseñó, poco a poco, me daba consejos y aprendí. Antes de su muerte, yo andaba ayudándole. Así he ayudado a parir
a mi nuera, a mi comadre, a mis hijas, a las vecinas. De ahí me han conocido. Mi esposo también es yachak, curandero.
Con las comadres ayudamos, en cualquier momento vienen a ayudarme en la atención a los partos.

Para atender los partos tengo pajuyu, y me dieron poder para otras cosas también, para curar con hierbas y con
oraciones.

Se conoce que una mujer está embarazada cuando no está en menstruación, y también cuando no quiere comer. Tiene
náuseas, está flaca y pálida. Desde los cuatro meses ya se reconoce si es varón o mujer. Cuando es varón hay una raya
negra en la barriga y los pezones se ponen más oscuros. Cuando es mujercita, la mamá se pone pálida y los pezones
quedan blanquitos. La barriga cuando es mujercita es un poco aplanada. Si es varón es más puntiaguda. A veces el
varón está al lado derecho y las mujercitas a la izquierda. Se nota en la barriga. De los cuatro a los ocho meses y medio.

Para hacer los controles, le topamos el vientre con la mano. Para saber si está bien y si está recto. A veces está
atravesado o está con la cabeza para arriba y los piecitos parra abajo. Le acomodamos frotando con mentol o manteca
de gallina. Antes se usaba manteca de boa. Debíamos buscar en el monte y matar a la boa grande. El hombre le mataba
y nosotras recogíamos la manteca. Hacíamos un refrito y guardábamos en un frasquito limpio. Eso sirve para tomar
y tener fuerza. También para no tener manchas en la cara. Mi suegra me daba de tomar media cucharadita de esa
manteca y cuando yo iba a dar a luz.

Cuando la mujer tiene hinchados los pies, yo sé buscar hierbas. También para curar llagas y heridas. Para hinchazones
se hace vaporización con plantas que hay en el monte, como el wantuk y tabaco del monte. Pongo agua tibia y froto
hasta las rodillas con mentol mezclado con tabaco. Con esas plantitas curo. Rezando y pidiendo a nuestro Señor. Si está
grave curo tres veces y si no, dos veces.

Yo aconsejo a las mamacitas que tienen que comer bien y no ponerse el vestido apretado. No tienen que trabajar desde
los cuatro meses y tampoco tomar chicha fuerte ni tomar puro. Comer bien significa comer huevito, carne, pescado,
tomar chicha dulce, pero no fermentada. Deben comer papaya, muy poco ají y poca sal. Las relaciones sexuales pueden
tener hasta los siete meses. Y si pierde el apetito hay que buscar la comida que ella quiera comer.

Ahora que hemos venido a coger talleres con el Ministerio de Salud, les mandamos al hospital, para que vayan donde la
obstetra y tienen que hacer valorar. Antes como no sabíamos nada, no nos acercábamos al hospital. Tengo doce hijitos,
dos muertos. Mi suegra nunca me dio consejo para acercarme al hospital. Vivíamos en el monte y comíamos comida del
monte, eso era nuestra costumbre y nuestra idea. Ahora, cada mes se les hace el chequeo. Vienen al centro de salud.
Antes venían a mi casa y algunas aún vienen pues en mi comunidad soy la única partera.
Se sabe que es el momento del parto cuando el bebito se mueve y queda dura la barriga de la madre. La mujer siente
el dolor atrás, en la cadera y adelante. Poco a poco va avanzando el dolor. Cuando está cerca el parto y está bajando,
topamos la cabeza de la mujer, para ver si suda o tiene calor fuerte. Entonces le doy manteca de boa.

Tengo unas plantitas de monte, como el wawa pupu waska, es un bejuco y le cocino. Cuando el parto está cerca le doy

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a beber una tacita. En un ratito se para el dolor y le alivia, en media hora ya está dilatada y da a luz. A algunas mujeres
no les gusta tomar porque dicen que les vuelve locas. Pero ellas ni siquiera ayunan, deben pasar un mes (el octavo) sin
comer ají ni sal ni tomar puro. Yo tengo 12 hijos y soy tranquila (nunca enloquecí). Ahora ellas se van a la discoteca,
toman, comen ají y sal.

Nuestra costumbre es dar a luz cerca del fogón. Hay que lavarse las manos con agua tibia y ver que la mamá esté
caliente. Por eso está al lado del fogón y le tenemos tapada con cobijas. A los familiares les digo que no se acerquen,
están de estorbo, porque toman chicha fuerte y licor. Los familiares tienen que estar lejos. Yo pido que estén sólo la
mamá y el marido. Tenemos agua caliente para lavar a la mamá que está dando a luz. Apenas da a luz, tomamos avena
y maíz molido hecho morocho, eso le damos con azúcar en una taza caliente.

Cuando ya ha nacido el bebé con la ceniza hacemos un maito para ponerle en la barriga, para que el útero regrese
pronto a su tamaño. La mamá o la suegra le están ayudando. El cordón le cortamos con latilla de caña guadua y se le
lava con agua tibia. Luego le amarramos con hilo que hay que tener listo. Yo corto cuatro dedos del cordón, igual que
mi suegra. No importa que sea hombre o mujer.

La placenta enterramos atrás en el patio, cavando con pala un medio metro adentro. Si no se entierra el wawa queda
muy llorón y se enferma mucho. El marido o el papá, el suegro o la suegra van a enterrar. Antes de que dé a luz, ya
tenemos listas hojas de plátano para envolver y dejamos un saquillo o ropas viejas, envolvemos en ellos la placenta y
llevamos a enterrar. Le dejamos a la madre que esté sentada en un banco y le lavamos los pies y, la vagina con agua
calientita. La suegra o el marido deben alistar la cama.

Si se demora en salir la placenta tenemos un secreto. Primero les hacemos soplar una botella. Si no, con la puntita de
la hoja de marpindo que es una planta roja, se le mete en la lengua para provocar arcada y que con esa fuerza, caiga
la placenta. Si no tiene marpindo, se usa plátano. Se le pone en el fogón para que se caliente, se envuelve en el cordón
para que caiga rápido. Si no sale completa la placenta le damos hoja de pitón cocinada y también chipta, que es una
hierba amarga. Se le da a tomar y eso le limpia. Todas las mañanas se le lava con hoja de marpindo o de aguacate, se
debe bañar con esa agua tibia y se compone la mujer. Todo baja y quedan bien.

Para el baño cocino hoja de aguacate, de achiote, cuando el agua está lista inmediatamente le hacemos bañar. Le hago
bañar diariamente entre 8 a 10 días, de la cintura para abajo. Algunas se bañan todo el cuerpo y la cabeza también.
Al niño también le hacemos bañar con hoja de achiote y de aguacate. Se le mezcla con agua fría para que esté tibiecita.
Con eso le bañamos para que no se enferme y para que no llore mucho.

La dieta cuando da a luz es también para el marido. Durante 8 días el marido no tiene que emborracharse, no jugar, no
matar serpientes y no debe ir al monte con escopeta. Esas cosas son malas, el marido también tiene que acompañar
en la dieta. La mujer debe hacer dieta por un mes. No puede comer carne, ni tampoco pava o venado este es el más
malo, baja mucha sangre.

Nunca he atendido partos problemáticos. Yo no busco, ellas me buscan, tengo bastantes partos en la comunidad.
Cuando atendemos fuera del centro, entonces dejamos a la voluntad de las pacientas. Lo que la voluntad de ellas
quieran dar, nosotras no podemos estar diciendo cuesta tanto el parto.

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María Llaquilema Comunidad: Gramapamba
Parroquia: Guamote
Cantón: Guamote
Provincia: Chimborazo
Pueblo: Puruwá
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: mujer 50 años

La familia Llaquilema es una de las más representativas y


conocedoras de la medicina tradicional en Chimborazo. Cada
miembro se dedica a diferentes tareas como sanadores y la
madre ejerce de partera en Guamote. Conocen las hierbas y
plantas que se deben usar para limpiar el espanto en los niños
y también para ayudar a dar a luz a las mujeres embarazadas.

“Vengo de una familia dedicada al arte de sanar.” Mi abuela me enseñó cómo atender, qué dar cuando
la gente está con dolor. Yo tenía 12 años y ya acompañaba a mi abuela. Ella me enseñó cómo dar aguas de remedio.
“María, wambra, aprenderás, ya vas a ser mayor, darás ese remedito”. Cuando la abuelita falleció, aprendí con mi mamá.
También he soñado cómo atender.

Cuando era soltera no atendía todavía. Estando ya casada, atendí por primera vez, fue mi cuñada. Todo salió bien.
Recuerdo que en ese primer parto, cuando ella llegó ya había “caído el wawito”. Lo tomé en mis brazos y le corté el
cordón umbilical. Mi abuelita me había enseñado que tienen que ser cuatro dedos y me había dicho que para que no
saliera sangre, amarrara con hilo rojo. Mi mamita me enseñó que cuando son hombres se debe cortar cuatro dedos
para que el pene no sea grande ni chico. A los varones hay que cortarles cuatro dedos, a las mujeres tres. Para que no
se dañe el pupo, curo con medicinas ancestral. Cuando cae el pedazo de cordón, se hace secar y se guarda para hacer
un remedio para el dolor de barriga del niño. Un poquito de ese cordón seco se da con tripas de lobo, es bueno para
los cólicos. Algunas mamás guardan el pedazo de ombligo, otras lo botan.

Cuando la mujer está cerca de dar a luz, hay una señal. La placenta cuando está sana sale blanca, cuando está enferma
sale negra y hay que llevar a la mujer al hospital. Si está bien se le da remedios. Cuando sale la placenta hay que
envolverla en un trapo y hay que llevarla a enterrar lejos de casa. El tratamiento para la placenta es igual cuando es
niña o niño. Cuando nace el bebé hay que hacer una cama. Se le da a la madre aguas de hierbas para que salga el frío,
a veces suda bastante. Es bueno dar agua de anís para que calme el sudor. Después se da zanahoria, todo mezclado.

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A las mujeres embarazadas les limpio con el cuy cuando han cogido mal viento. A veces hay dolores de parto, pero aún
no es tiempo. Eso es mal aire. Entonces les limpio y si se va el dolor, es que no va a dar a luz todavía; si sigue el dolor
es que es el momento del parto.

Una señal de que la mujer ya va a dar a luz es cuando se ve como que se le cae el ojito. Algunas no avisan la fecha
exacta y les veo en el ojo, así se sabe que ya falta una semana. Entonces les voy controlando. “No tocarán, dijo mi
mamita”, entonces yo no le hago el tacto.

La calaguala se les da a tomar a las parturientas para provocar calor y sudoración. Se hace hervir y se les da a beber
endulzada. Hay otra planta buena para tomar, el escancel, para curar el mal aire o para resfriados, problemas del
hígado, vesícula y riñones; dolor de estómago, sistema nervioso. “Es como apronax, toma tres veces y se calma el dolor
de corazón. Cuando están con pena, con dolor, hasta da ataques, dándole este escancel se sana”.

Cuando la mujer da a luz le amarro la cintura con una faja, un poquito para que no se esté levantando, para que no baje
mucha sangre. Y también para que no esté andando de aquí para allá, si no la cintura se parte y da recaída, como rotura.
Se amarra por 8 horas, esta es la encaderada y se hace una sola vez. Y después la mujer ya está bien y puede caminar.

“El parto también depende de las energías.” Los baños se hacen con plantas y con hojas verdes; se hace
hervir y con esa agua se baña a la mujer. El baño es al cuarto día y tiene que ser caliente, que la madre no se exponga
al frío.

A la madre se le cuida primero aseándole y bañándole, para que el wawa sea bien gordo, que no sea desnutrido. Que la
madre coma natural y bastante. Cuando está desnutrida, no puede dar a luz rápido. Cuando no está bien alimentada, el
wawa no nace rápido, tiene que comer tres veces al día, frutas, jugos, aguas. Que vaya cada mes al hospital. Yo siempre
aconsejo que vayan al hospital para que todo esté normal; así no hay complicaciones, y yo puedo atender sin problemas
de que la madre o el niño se van a morir.
Donde mí llegan también mujeres que necesitan que les enderece al wawa si está atravesado. Le friego tres o cuatro
veces, con ayuda de un familiar o vecino y con una pomada para el frío. Le manteo con un poncho, bayeta o cobija.
Cuando le lanzo para cada lado, el bebé se acomoda. Cuando está mucho frío, la mujer no da a luz rápido. En cambio
cuando está caliente da a luz rápido. Hay que buscar plantas, mantecas para el frío, para que se caliente. La chilca
negra, aya zanahoria, atzera, son plantas calientes. Y se pone manteca de gallina, de cuy, de llamingo, eso es para dar
calor. Se pela la gallina, el cuy o un llamingo y se saca la manteca, se pone en un sartén y así se saca la grasa que sirve
para calentar.

Cuando la mujer no tiene pujo se le da canayuyo, se prepara un agua, y se le da a beber. También se prende candela
al lado para que caliente toda la habitación. A veces, cuando la mujer se enfría, queda sin fuerza. Hay que cobijarle con
bayetas negras de lana porque estas calientan rápido y mantienen el calor. Otras telas se enfrían rápido.

Cuando hago dar a luz, están el marido, los familiares y los vecinos dentro de la casa, ayudando. Algunas mujeres no
quieren que estén muchas personas, que sea uno nomás, a algunas les gusta que esté el marido al lado, sosteniéndoles.
Hay que respetar la palabra de la parturienta, para que se sienta cómoda y no se preocupe. A otras les gusta que estén

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bastantes. Una persona que es muy enojona no debe estar ahí porque afecta a la persona que va a dar a luz. Pero si
es alguien tranquilo puede permanecer cerca de la parturienta. Me doy cuenta de que la persona debe salir porque
cuando la mujer está dando a luz, estando cerca de salir, el wawito se queda atrancado. Entonces le pido a la persona
que salga y el wawa nace nomás.

Cuando el parto es en media luna, es mujer. Cuando es luna tierna o nueva, nace varón. También para saber si es mujer,
cuando la barriga está medio ancha se ve que es mujer. Cuando está en punta, es varón. Cuando se hace como paspa
en la cara, es mujer y si se hace la cara medio rosada, es varón.

El momento en que voy a bañar al recién nacido, pregunto el nombre al papá y la mamá, para llamarle con su nombre
a que empiece a reconocerse. Ruego a Dios, cuando hago el baño para que ese niño crezca bien, y haciendo pasar un
hilito rojo en una aguja, le digo: “serás trabajador, doctor, ingeniero, mecánico. Que no sea vago, que sea respetuoso.
Que no sea muy grosero. Que no sea hablador, que sea humilde”. Algunos respetan este ritual y hasta me hacen
“comadre”. Aquí en la comunidad no se pone precio al parto, se recibe lo que las personas quieren dar, van dejando
dos, tres hasta cinco dolaritos.

Además de atender partos, también curo otros males como la bajada del cerro. La bajada de cerro se cura dos veces.
Las dos veces se cura con cuy. En la segunda, el paciente dice que ya está sano. Para el susto es buena la alverjilla,
cuando está con pena, enfermo, triste, un curandero llega, le da agua de alverjilla y se calma, se tranquiliza. Se le da
tres veces al día. Para mal aire es buena la valeriana de cerro, se da machucando y se frota todo el cuerpo. Esta plantita
ponemos a un lado y se seca y ya no pasa nada.

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Rafaela Caiza Comuna: Compañía Alta
Parroquia: Cusubamba
Cantón: Salcedo
Provincia: Cotopaxi
Pueblo: Kichwa-Panzaleo
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: Kichwa y español
Edad: 49 años

Rafaela es una de las mujeres parteras jóvenes de su provincia. Si


bien heredó el conocimiento de su madre, empezó atender partos ya
de adulta. En su comunidad es muy reconocida como mujer de sabi-
duría y llegan personas de varios lugares de Cotopaxi para pedir que
les acompañe durante el embarazo y el parto. Ahora utiliza algunos
elementos de la medicina occidental para mejorar su trabajo tradi-
cional. Ha colaborado con el Ministerio de Salud Pública en varias
capacitaciones e intercambios de experiencias con otras personas de
sabiduría, así aprendió a curar con el cuy.

Tengo 49 años. Cuando era niña debía ir a pastar los rebaños y por eso no fui a la escuela. Al igual que muchas
niñas de mi comunidad, eso era común que las mujeres y a veces que ni los varones vayan a la escuela, pues tenían
que ayudar en la labores de la casa. Ayudar a sembrar, a cavar, cosechar y desherbar. Éramos seis hermanos y vivíamos
con nuestros padres. Me casé a los 18 años y ya casada aprendí el oficio. Mi esposo era solito, no tenía papá ni mamá,
era huérfano de camino. Sus padres habían muerto muy jóvenes. Él trabaja en obras, es albañil. A veces va al Oriente y
otras a veces trabaja en Ambato. Y yo me quedo sola. Una vez me dio mal aire por salir de noche a curar, me enfermé
y casi muero.

Mi marido, muy comprensivo, nunca me ha impedido ir a los cursos del Ministerio de Salud a los que asistía cuando
daban esos talleres. Tengo seis hijos, cuatro mujeres y dos varones. Cuando mi primera hija iba a dar a luz, yo misma
le atendí y la he ayudado en los partos de mis cinco nietos. Chiquitito fue el primero y avanzó a crecer. “Mami usted
dizque me ha hecho nacer”, me dicen los nietos y se alegran de haber llegado al mundo a manos de su abuela. A las
nueras también les he atendido. Es bueno recibir a los nietos, se teje un lazo afectivo más fuerte.

Soy partera hace treinta años. He hecho nacer muchos niños y nunca se ha muerto ninguna madre, ni tampoco ningún
bebé, dando gracias a Dios. Atiendo en las comunas: Compañía Chica, Compañía Alta y San José.

Mi madre sabía fregar y yo veía cómo trabajaba desde que era muy niña. Sabía fregar, dar aguas de linaza y agüita de
chirimoya para los fríos y las mujeres daban a luz tranquilamente. Así, yo aprendí a fregar y atender partos, dando las
aguas que daba mi madre. Una vez fui a atender a una chica y desde entonces siguieron llegando a mi casa para que

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les atendiera, porque a esa chica le atendí bien, no hubo ninguna complicación. El niño que hice nacer en el primer
parto que atendí ya es casado ahora hasta tiene hijos.

A mi nieta le gusta y quiere aprender a ver en el cuy y quiere ayudar. A mis hijas no les gusta. No quieren saber nada.
Yo les digo que aprendan, que no voy a vivir toda la vida. Pero no quieren. Cuándo yo me muera, no sé quién atienda,
espero que mi nieta aprenda y no se pierda mi saber que también era mi mamá.

Aquí en la comunidad había dos parteras, una era la señora Rafaela Valverde y la otra, la señora Lorenza. Ellas dejaron
de trabajar y ahora soy yo quien atiende los partos desde mi aprendizaje en la comunidad, sin haber hecho curso
alguno. Cuando yo ya sabía como atender me fui a los cursos del Ministerio que hacían en los centros de salud, ahí nos
enseñaban a usar guantes, alcohol, sablón y esas cosas. Me gusta ser partera, por eso aprendí. No me dejan en paz,
cada rato traen madres a sus hijas, me andan a llevar por todos lados, de aquí para allá.

“Enfermar” se dice popularmente al acto de parir. Yo ando “haciendo enfermar” a muchas mujeres no sólo de esta
comunidad sino también de otras que quedan por aquí. Mi conocimiento está avalado por la comunidad y por los
talleres organizados por el Ministerio de Salud, a los que fui invitada. Pero eso fue después, al principio nadie nos
enseñaba nada y tampoco les interesaba. Solitas aprendíamos de nuestras mamás o abuelas.

Antes, las mujeres daban a luz en la casa, en la cocina cerca del fogón. Se prendía leña para calentar el ambiente y que
pudieran dar a luz más fácilmente. Se ponía en una estera un colchoncito, antes de esos de ceibo y se le cubría con
una cobija. Yo les daba agua de linaza, chirimoya, paja blanca, una flor que se llama canayuyo para que le saque el frío,
porque si no, no pueden dar a luz, les cuenta mucho y les duele, por eso hay que cuidar que no les entre el frío. Eso era
lo primero que me enseñó mi mama.

Actualmente, acuden las mujeres embarazadas desde los seis meses para que les atienda. Les reviso y les mando a
control en el hospital, cada mes. Cuando van a dar a luz también llevo a las parturientas al hospital. Últimamente es
que les mando o les acompaño al hospital, antes como ni había entonces había que atenderles en la casa de ellas o
cuando venían a mi casa.
Pero cuando atiendo en la casa, primero le pido al Niñito de Isinche para que el niño o niña nazca sano y que la mamá
salga bien del parto. Le rezo un padrenuestro. Y una vez al año, pago una misa para el Niñito de Isinche, en Navidad,
por Pujilí para adentro. Invito a la familia, pagamos la misa y regresamos. Cuando uno cumple con eso, todo le sale bien
y entonces se puede nomás seguir curando sabiendo que no va haber problemas.

A las pacientes que acuden a mi casa, les pregunto por el embarazo. ¿Cómo se han sentido?, si están comiendo bien, si
duermen bien, si no han tenido dolores, entonces les toco la barriga y ya sé de cuántos meses está. Si el bebé está a un
lado, para enderezarlo, le friego la barriga con riñonada (grasa de borrego) y manteca de cacao y le manteo (envolver
en una sábana y girar de un lado a otro, el cuerpo de la mujer para acomodar al bebé). Ahí se endereza el bebé. Para
saber si es niño o niña, les mando a hacer el eco. Antes, cuando no había esta práctica, veía, a los 9 meses, un arco que
se hacía en el vientre y que se hinchaba el ombligo, entonces ya sabía lo que iba a ser, si varón o mujer.

Actúo sola para hacer dar a luz a las mujeres. A veces llamo a algún familiar para que me ayude, pero en general estoy
acostumbrada a atender los partos sola. A veces entra el marido de la parturienta, los familiares están en el otro cuarto

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esperando a que dé a luz. La mujer da a luz arrodillada. Viene el pujo, ella se apoya y solita da a luz. Cuando dice “me
dan ganas de pujar”, solito viene el pujo y nace el bebé. Cuando todo está bien solitos vienen los pujos y saca al wawa.
Una está sólo para acompañar y ayudar en caso de que tenga al problema la mamá o el wawa.

Antes yo no usaba guantes, ahora los uso siempre. Para recibir a la criatura tengo lista una colcha o cobija nueva para
envolverle. Le limpio la cara y el cuerpo del recién nacido y corto el cordón umbilical con tijeras. Cuando empecé ayudar
a dar a luz se cortaba con la hoja del carrizo. Antes se le ponía en agua caliente para desinfectar. No se usaba tijeras,
también se cortaba con una gillete, pero así mismo se la desinfectaba primero. En el campo, para cortar el cordón se
miden cuatro dedos, tanto si es hombre como mujer. Yo no haga diferencia para cortar. Mientras antes usaba agua de
linaza para limpiar el ombligo. Ahora limpio con sablón y amarro con una gasa. Después pido la ropa y visto al bebé.

Cuando la placenta demora en salir, le doy a tomar a la mujer aceite de linaza y sale enseguida. Si da a luz tarde o de
mañana, mando a enterrar la placenta fuera de la casa. Y si es de noche, la entierro al día siguiente. Cuando el parto ha
sido por la noche, voy asimismo al día siguiente a bañar al wawa. Cuando el ombligo cae, a los cuatro días, lo entierro
en el mismo lugar donde está la placenta. Le limpio el ombligo con sablón y le pongo aceite de almendras comprado
en Salcedo.

Durante la dieta, que dura por lo menos un mes, la madre tiene que comer hortalizas, gallina de campo, cuy, borrego,
llamingo o chivo. Se prepara haciendo un caldito con hortalizas, poniendo fideo, avena, habas o arvejas molidas.
Chancho no puede comer nunca, eso les hace daño.
Después del parto algunas mujeres tenían dolor de madre (útero) y les fajaba, para que no boten mucha sangre.
Cuando no baja mucha sangre, se prepara un emplasto con huevo batido y aceite. Las mujeres toman agua de borraja
con linaza, chirimoya, para estar bien, para que baje toda la sangre. Se toma tres veces al día. Cuando sale mucha
sangre hacen purga para bañarse. A los 8 días se levantan. La purga tiene bastantes plantas de monte.

Cuando nace el niño, le visito dos veces. Primero a los dos días para ver cómo está y a los 15 días nuevamente. Cuando
voy a verles casi siempre les bañó.

Cuando el proceso del parto es normal, atiendo en mi casa o en la casa de la parturienta. Cuando vienen las personas
casi siempre es la mamá la que acompaña a la parturienta y llegan a la casa o vienen avisar que ya está cerca parir y yo
enseguida voy a atenderla. Pero cuando hay fuertes dolores de barriga, de cabeza, hinchazón, y la mujer ya no puede
y empieza a botar sangre, enseguida hay que llevarla al hospital en ambulancia. Igualmente a una mujer de caderas
pequeñas no se le puede atender en la casa, se le traslada al hospital. Yo tengo el número del hospital y les llamo y
enseguida vienen ellos con el carro de la ambulancia. Con ellos hemos conversado que cuando hay una complicación
les llamo y ellos llegan rápido para llevarla a cualquier hora. Así yo me aseguro que la mujer y el wawa van a estar bien.

Antes las mujeres tenían muchos hijos. Como no había planificación, tenían hasta 12 o 15 hijos. Ahora se las manda
a control en el hospital y se hace la planificación. Aunque hay poco riesgo en las primerizas, todo está cambiado. Las
jóvenes de ahora no pueden dar a luz normalmente. A veces es necesario llamar una ambulancia y llevarlas al hospital.
Antes sí atendía a las primerizas, pero ahora ya no pueden pujar. A primerizas ya no atiendo mucho. Flojas son ahora.
Antes comíamos puro alimentos del campo, en cambio ahora sólo de ciudad, por eso ya no tienen ánimo. Recién llevé
dos personas, una era primeriza y otra era el tercero niño, la una sangró y otra el niño salió antes.

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Cuando el niño es demasiado grande y cuando hace mucha fuerza, se rasga la vagina de la mamá, entonces le limpio
con agua de manzanilla y sablón, no le coso, espero que se cicatrice. Lavándole con agua de matico se sana, lo que sí
hay que hacer es cuidar la herida para que no se infecte. En el hospital sí le cosen.

Cuando la madre no tiene leche se le da paico, se recoge la planta y se hace hervir. Se mezcla con huevo y con leche
y se les da a tomar. Se friega la espalda con la riñonada del borrego, toda la espalda se friega bien, hasta que queme,
luego se pone periódico y entonces sale nomás la leche. Tiene que estar arropada para que coja caloría y que salga
leche. Cuando les coge el frío porque salen en la noche o porque no se abrigan luego del baño, entonces ahí se les
corta la leche.

También sé diagnosticar con el cuy. Mis compañeras me enseñaron en un curso. La gente trae su propio cuy que puede
ser cualquiera, macho o hembra, pequeñito. Este diagnóstico me permite ver cómo está la sangre, qué tiene el paciente,
si voy a poder atender yo misma. Mando a tomar aguas frescas, que se froten con las hierbas y que tomen.

Si el paciente está mal, le mando al doctor. Cuando están con flema les mando al hospital del Seguro. Si el mal es de
campo, cuando están con mal aire o están con bastante sangre, está cocinado, eso atiendo yo misma. Se le pasa el
cuy por el cuerpo desnudo, limpio y en el cuerpo del cuy sale todo lo que tiene la persona. Le pelo al cuy y le abro el
pecho para ver si tiene alguna enfermedad adentro. Luego de usado, el cuy se da a comer a los perros. A ellos no les
pasa nada. Un caso que atendí, recuerdo, es el de dos chicas que tenían problemas con la rabadilla. Vinieron suchas
(cojas) porque habían paleado en una construcción, haciendo mucha fuerza. Viendo con el cuy, les mandé fajar y ya
están mejor. Antes no avanzaban ni a caminar. Les traté con riñonada de borrego (la gente trae de Salcedo) para que se
froten, les fajaron para que ajuste bien la cadera. Les fregaron. Les mandé llantén, murruchini y linaza, para que tomen
y se laven por dentro. Ya están mejor.

“Pasar el cuy.” A una mujer embarazada sí se le puede pasar el cuy. En el cuy se ve si el wawa está bien o
no está bien y si la madre está bien. Siempre vienen mujeres embarazadas, si el niño está atravesado y el doctor dice
que está mal, vienen a que le haga mantear. Le veo, le enderezo y queda bien. Cuando está mal le mando al hospital.
Cuando el niño nace, sale a veces con el cordón enredado en el cuello, (“sogueado”), se le zafa rapidito porque si no
se ahoga. Cuando el niño no sale con mucho ánimo, le golpeo en la espaldita. Según el color, si está morado, negrito,
enseguida les mando al hospital, porque eso quiere decir que puede estar grave.

Cuando llega alguien con una inflamación, problema de vías urinarias, le mando al hospital de Cusubamba, al de
Salcedo o al de Latacunga. Llamo y enseguida viene la ambulancia, para llevar al paciente.

Cuando una partera está con la menstruación sí puede atender. Aunque desde que hacen planificación, atiendo ahora
pocos partos. En estos días han venido siete embarazadas. Mucha gente llega donde mí. Antes cualquiera atendía
nomás, ahora tiene que atender una persona capacitada, yo tengo dos carnés. Yo no les cobro por atenderles, ellas me
dan lo que tienen la voluntad de darme. Una no atiende por cobrar sino por ayudar a la persona.

Cuando no estoy atendiendo partos, me dedico a preparar el terreno, no ve que mi marido sale a trabajar afuera,
entonces yo tengo que atender la tierra, a los animalitos y a mis nietitos que me dejan encargando mis hijas, porque
ellas trabajan.

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HAKUK

YAKAKRATIN

FISIOTERAPEUTAS
ANCESTRALES
TRADICIONALES
( Fregadores - Sobadores - Hueseros )

Historias de Vida

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Son conocidos como “Hakuk” o también “hakudur” en kichwa y Yakakratin en shuar, y son los encargados
de atender los problemas relacionados con fracturas, distensiones musculares, luxaciones, lisiaduras, golpes, etc. Ellos
tienen el saber que ha sido transmitido por un fregador mayor, para diagnosticar el tipo de lesiones y luego poder
aplicar la curación. Pueden reducir fracturas, ubicar articulaciones en la posición correcta, soldar huesos, etc. Son
conocidos como fregadores o sobadores y también hueseros. Son los fisioterapeutas o los quiroprácticos ancestrales-
tradicionales.

Son personas muy importantes en la comunidad porque las fracturas y lisiaduras son muy frecuentes en las
comunidades. Sin embargo, son pocos los fregadores que van quedando, pues los hijos o parientes de éstos ya no
quieren seguir con la tradición y además han salido a la ciudad para entrar en la universidad y no se ven ejerciendo
esta profesión, la cual no genera recursos financieros. Los fregadores o sobadores tienen que trabajar la tierra para su
sobrevivencia material.

Tienen un buen conocimiento de las plantas y trabajan mucho con la condición térmica, cuidando sobretodo
que no entre frío en las partes afectadas. También en la actualidad toman prestado algunos artefactos de la ciencia
médica occidental, sobre todo las radiografías. A pesar que saben dónde y cómo está la fractura, cuando sospechan
que pudieran haber complicaciones, solicitan que se hagan una radiografía. Son especialistas en fabricar sus propias
medicinas como cremas o mentoles, aunque en la actualidad compran mucho de lo que necesitan para curar. Hay
muchas mantecas que se han ido perdiendo en la actualidad, como la manteca de oso que es muy buena para el frío o
la manteca de culebra para sacar el frío. También trabajan con los ciclos de la luna, de hecho manifiestan que en luna
nueva duele mucho y en otras lunas se demora en “soldar” los huesos.

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José María Comunidad: Romerillo Alto
Parroquia: Chorocopte

Tenesaca Cantón: Cañar


Provincia: Cañar
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Kañari
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 73 años

Don José María nació en la Comunidad Romerillo Alto que pertenece a


la parroquia Chorocopte. Como todos los pobladores de la parroquia,
es una persona luchadora y trabajadora. La mayoría de la población
se dedica al trabajo del campo, siendo su principal fuente económica
la agricultura con la siembra de papas, habas, arveja, hortalizas, entre
otros productos. Es el único fregador que existe en la actualidad y lleva
muchos años en este oficio. A pesar de su edad aun ejerce con vigor su
profesión de sobador.

“Ese maestro llegó a quererme y me enseñó el oficio.” Nací en la parroquia Chorocopte. Mi niñez ha sido
muy triste. Mi padre falleció cuando yo tenía 3 años. Mi madre se quedó con cuatro hijos, en la calle. No teníamos dónde
vivir. Vivíamos pidiendo posada. Así nos criamos yo y mis hermanos, sirviendo a los dueños de los terrenos, cuidando
borregos, chanchos, burros, ganado (reses), mal vestidos, mal comidos. Mi hermana se casó y se fue, yo se quedó a cargo
de mi madre.

Mientras cuidábamos los animales, los juegos no faltaban. Eran juegos en el cerro, arriba en los pajonales, con unos
granitos, las chimblas, los pega pegas, jugábamos con las guambras a ponerles en la cabeza, y a ponerles la machiquita
en las cabezas. Esos eran nuestros juegos.
Hasta que un día me cansé de andar con los animales. Me fui sin decir nada. Salí de la casa y se marché a Guayaquil,
a los 13 años. Estuve una semana sin trabajar. La siguiente semana estuve con unos amigos que se llamaban Gregorio
y Lino Cungachi. Les seguí a ellos y conseguí trabajo con un maestro que se llamaba Rafael Analuisa, de Ambato. Ese
maestro llegó a quererme y me enseñó el oficio. Trabajaba como oficial de albañil, ganando 70 sucres a la semana. Estuve
un año y me fue bien. El maestro mismo me dijo, “anda vos, coge el bailejito, intenta las champeadas en las enlucidas”.
Maestro bendito, ha de estar en el reino de los cielos. Me enseñó a ser albañil.

Cuando ya ganaba 150 sucres a la semana reuní dinero y fui a ver a mi mamá. Compré unos pedazos de tierra, construí

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una casa de barro para que vivieran mi mamá y mi abuelita. En ese tiempo hacía casas de lodo, en una de esas casitas
dejé a mi mamacita. Me fui de nuevo a trabajar. Cuando hice la casita tenía 15 años, venía, dejaba comprando panela,
maíz, trigo, habas, cebada, arveja, para mi mamá y mi abuelita, iba trabajaba, venía; iba, trabajaba y venía. Ya tenía 18
años y mi oficio era el de albañil. Era despierto pero no sabía leer ni escribir porque nunca fui a la escuela. Un día que
venía a visitar a mi mamá, en el puente de Pukuwayku, me cogieron y me llevaron al cuartel, en Cuenca. Ahí aprendí a
leer, para mí era un orgullo saber leer, servir a la patria y venir con la memoria en mi cabeza. Viniendo del cuartel, me
casé.

“Tampoco aprendí kichwa, criado en la ciudad hablaba solo castellano.” Por eso hasta ahora el kichwa no
hablo mucho, pero en letra sé muy bien. Cuando me casé, mi suegra bendita había tenido un libro pequeñito en kichwa,
me regaló, “vos que sois hábil, así hacía mi papá, sabía ir a rezar en los velorios y traía maravillas para hacernos comer”.
Cogí ese libro, nadie me enseñó y me di en el kichwa solito. Sólo los ritmos me faltaban. Me gustaba bastante ir a los
velorios para sacar el ritmo porque los cánticos de los libros tienen ritmos de cumbias, taconazos, sanjuanitos. En ese
tiempo, tenía 20 años, me llamaba la atención, por un lado, amar a Dios, acompañar a los difuntitos, dar gracias a los
difuntitos, que Dios les perdone los pecados, que les lleve a la gloria y descanso. Así aprendí a leer en kichwa. Hasta el
momento me gusta bastante. Donde fallecen me llevan a todas partes. A veces vengo de un velorio y paso a otro.
Tengo dos hijos varones y cuatro mujeres. Uno de mis nietos, huérfano, está en último año de colegio, mi hija Narcisa de
Jesús es enfermera, ya tiene su título. Para poder pagar los estudios de mi nieto, tengo mis vaquitas. A ellas tengo que
afanar lo mismo que a mi mujer. De aquí salgo a las 4 de la mañana, me voy al páramo. Tengo un ganado ya seco, en unas
12 hectáreas que nos dieron en la comunidad. Allá mudo a los becerros secos, regreso al otro cerro, ayudo a sacar la
leche a mi hija, a veces hay 70, 80 litritos, todo eso es para el estudio de mi nieto. Hay comerciantes que van a comprar en
el sitio, en el cerro Nuestra Lucha, en Tushin Quinuales. De ahí paso al cerro que está más cerca, el cerro de los Gálvez,
es sagrado. Antes en Tushin Quinuales robaban el ganado, ahora ya no. Ahora es sagrado. No hay nada, es tranquilo.

“Adquirí mi práctica con los animales.” Aprendí a enderezar huesos y curar golpes a los 15 años. Me llaman
“médico muscular”, no sólo sobador o huesero. Soy el único en la comunidad. Mi práctica la adquirí con los animales.

Éramos un par de jóvenes. Un día nos mandaron los dueños de la posada a traer unas tres mulas de paja (antes no
había gas, no había luz eléctrica, se utilizaba kerex para aclarar la noche, se usaba paja, leña, caca de ganado seco, las
mayorcitas recogían, tenían amontonado, prendían para que esté quemando y dejaban parando la ollita de barro con el
mote, al siguiente día estaba listo). Por eso íbamos a traer paja. En el camino, estando trayendo la paja, con el peso, la
yegua se cayó, nosotros queriendo hacer levantar a la brava, se quebró el brazo. La yegua se levantó pero ya no podía
caminar. Entonces veo que se ha salido el nudo del codillo (articulación) para un lado. Bajamos la paja, quitamos la
albarda. Le dije a mi amigo que meta el hombro en el pescuezo para yo poner el nudo en el sitio. ¿De dónde me dio
Diosito el conocimiento? ¿Cómo? Parecía un juego. El amigo metió el hombro en el pescuezo de la yegua, yo amarré el
brazo con la soga y jalé para abajo, era como un juego, apreté el nudo, entró el nudo, le hice sacar la faja a mi compañero,
y le puse amarrando bien. Llegamos a la casa con dos mulas de paja. Fuimos a ver a los ocho días y la yegua estaba sana
y buena. No quedó ni cojeando, nada.

Después a un vecino le ha cuerneado el wakra (toro), le ha sacado el nudo. El amigo que estaba conmigo, dice “el José
María vino poniendo el nudo del brazo de la yegua, él ya es médico”. Animal y persona es distinto, le cojo y tanteando

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el nudo, sintiendo, hice lo mismo que a la yegua, y el nudito llegó a su puesto. Esta fue la primera persona, de ahí seguí
curando, ya no tenía miedo, a cualquier persona curaba. En ese tiempo no había nada, sólo remedios caseros, hoja de
eucalipto, hoja de capulí. Después me di cuenta de que valía la hoja de matico que hay por allá atrás. Se dobla la hojita
tierna, en la mano, el eucalipto tiene bastante vitamina, cuando se dobla sale vitamina y se pega en el cuerpo como si
fuera un mentol, y eso le jalaba el golpe, con eso enduraba. Después de poner la hoja le vendaba. Calentaba la hoja de
matico y ponía calientito en los brazos, esa le jalaba el golpe también, algunas hojitas, en la llamita de la paja, calentaba.
Bien calientita se ponía en cualquier parte del cuerpo. No era fácil conseguir matico, algunos iban al cerro donde tienen
hierba, rogaba que den trayendo, ahí traían.

Después vinieron unas cajas de mentol chino pequeñitas. Nadie me dio consejos, era mi propio conocimiento. Porque
ya sabía que la caja que decía “mentol chino frotando alivia”, es buena para los golpes. Compré por si acaso. Usé y me
quedó bien y seguí comprando. Después salió el Yodosalil, Guayacol, Cruz roja, Cruz blanca, Cruz azul. Luego hacía un
ungüento con varias de esas pomadas y con eso curaba. Cuando venían con infecciones, había que comprar trago y
sobar, esa es una buena cosa para las infecciones.

También aprendí solo a entablillar. Igualmente, con un animal fue mi primera práctica. Una vez un borrego se había roto
la pata. En ese tiempo había carrizos. Vi que el wakra le había pisado en la patita y le había quebrado.

El dueño de la casa era bravo, insultando contra mí, diciendo que yo hice por algún motivo. Entonces cojo y veo qué
puedo hacer, agarro la patita, le compongo, cojo los carrizos y amarro con un trapo y se sanó. Después había una persona
de Malal que se trizó la pierna, ahí aprendí a ponerle por dentro, primeramente con la venda de tela o franela. Ahora ya
no hay nada, antes las costureras cosían las polleras, tenían cualquier cantidad de pedazos, compraba esos retazos para
hacer vendas. Entonces, cogí un cartón, le puse bonito, y con la tela le apreté, le amarré, le ponía remeditos. Y se sanó.
Otro caso es el del doctor Fernando Buñay, hermano de la doctora Buñay (la dueña de la farmacia donde compro los
remedios), conocidos desde la juventud. El doctor Fernando Buñay es dentista, éramos muy amigos. Un día el doctor
Fernando se ha caído y se ha zafado el nudo de la mano. Se estaba yendo a la clínica.

• Doctor, yo sé curar, le dije.


• Vos qué vas a saber, protestó el doctor.
• A ver, comprobemos si sabe, intervino la doctora.
• Pero no me harás doler, dice el doctor, aceptando que le cure.
Bromando, porque tengo mucha confianza con ellos, le dije:
• Doctor de dónde tanta mariconada. Traiga mentol chino para sobarle. Pero no esté viendo la mano, viendo si
aparece taita diosito.
• Doctora, téngale, le pedí a la doctora. Yo le agarré, le torcí de lado a lado, hasta hacerle gritar, el nudo volvió al
puesto. El hombre gritó, pero quedó bien.

Había otro curandero llamado Nicolás Guamán. Por curar a un Lázaro, un llashaco (persona que padece lepra), le
denunciaron y le llevaron preso. Él aclaró que no era el único que curaba sino un joven de otra parte, también. Nosotros
somos médicos musculares pero no curamos a los llashacos. Nicolás Guamán fue preso a Azogues por curar a un
llashaco. A mí no me hizo un mal sino un bien, porque me hice más conocido. Pero él se tituló. No ser titulado era un

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problema porque decían que pueden denunciarle y mandarle a la cárcel.

Un hecho fortuito contribuyó para que consiguiera un certificado de sanador. Fue en un congreso de la CONAIE en Santo
Domingo, al que asistí porque era presidente de la comuna La Capilla, era asociado a las organizaciones campesinas,
CONAIE y Ecuarunari.

Un carro que iba al congreso había tenido un accidente. Llegaron algunos accidentados, dolido el brazo, la pierna, la
costilla. A algunos les curé y me dieron un certificado. Con eso ya tenía para defenderme.

Un caso anecdótico en el que sirvió el certificado, fue cuando una persona de Malal vino con la pierna rota.

Bandeado el hueso, como era una persona adulta era difícil de curar (con adultos es duro que se curen las fracturas,
los wawitos de menos de 10 años, enseguida se prende). Era Mariano Tenesaca, le trajeron unos amigos lo que habían
encontrado tirado en el cerro. La señora llegó a las 10 de la noche, el enfermito ponía las manos por el dolor, yo no me
responsabilicé para curarle, mientras no autorizara su familia. Apenas le hice unos herviditos. La señora pidió que le
curara. Le presté un cuartito en mi casa y ahí se quedó. Debía permanecer al menos un mes. La señora tenía que venir
a atenderle. “Yo le voy a curar, una comidita le puedo brindar. Pero mis hijas y mi mujer no pueden atender al señor”, le
dije. Pero a los seis días le llevaron a la casa. Yo les dije que le lleven nomás pero sin mi responsabilidad. Con el traqueteo
del carro y todo, el hombrecito se ha puesto de nuevo mal, tenía mucho dolor. La señora fue a la comisaría a denunciar
que le he cobrado 300 dólares y que el hombre seguía mal. Yo había cobrado sólo 100. Cuando llegué a la comisaría,
me acusaron: “el señor no ha curado nada, que devuelva la plata”. Pidieron certificación de curar. Y llevé el certificado
de la CONAIE.

A mí nadie me ha enseñado, no he estado en una escuela, pero bendito Dios, ahora porque he sabido usar mi cabeza y
trabajar como hombre, he comprado tierritas, por lo menos tengo donde meter la cabeza, pero no tengo por qué robar
a ustedes. “Señor comisario, esta la razón, yo no he ido a traerle, ni me he comprometido a curar en la casa de ellos.
Fueron gente extraña a dejarle en mi casa, le dije que cuidara al esposo y no le cuidó, a los seis días vinieron a llevarle.
Me pagaron 100 dólares”. Eso me pasó con esa señora de Malal. Es la única denuncia que he tenido.

El caso más difícil que le ha tocado curar ha sido uno de la clavícula, uno de la columna. Una señora llamada María
Justicia Huachulca, otra Luisa Nabos. El carro en que viajaba la señora Justicia se volcó y ella se zafó algunos nudos
y las costillas. Para poder colocarle los nudos, tiene que extender el brazo. Para rotura de las costillas, no puedo meter
la mano. Ahí lo que se hace es desnudarles, darles una botella o poma y que sople, así solito se compone, y uno desde
afuera les friega.
La columna es de suerte. La señora Luisa Nabos vino con la columna movida pero no bandeada, cuando está bandeado
ya no hay remedio. Donde se arrancó el líquido, ahí no hay remedio. Le habían llevado donde el panteonero, él le ha
cogido diciendo que es la columna, a la altura de la nalga, le había mandado vendando bien. La Justicia ya estaba con
el brazo duro. La otra vino con las últimas. Avancé a revisarle y tuve que meter la mano por la barriga y con la otra mano
buscar dónde estaba el hueso, avancé a aplastarle duro, y entró, estaba salida la vértebra. Enseguida se puso bien.
Mientras que vienen más enfermos, uno va más practicando. El cuello se puede curar cuando hay cimbrón, cuando es
la cabeza, ya no.

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“La luna y los huesos.” Cuando el hueso no está fracturado, sino tiene un golpe fuerte, duele mucho. Entonces
hay que poner un remedio para que quede bien. Algunas personas no vuelven, aunque no ha acabado de curarles.
Entonces, en la luna nueva les duele bastante. En el primer día de luna nueva, y el quinto (cinco días después de la luna
nueva) alguna enfermedad mal curada, se puede revisar para que se cure.
Cuando alguien viene a hacerse atender con cualquier parte del cuerpo hinchada, porque han pasado algunos días sin
hacerse ver, entonces tiene que hacerse una radiografía, para saber dónde está la fractura. Mi hija enfermera me ayuda
en algunas cosas, entre ellas, a ver las radiografías.

Vivo con la virgencita de la Nube, esté donde esté, con ella ando. Al levantarme, lo primero que hago es rezarle el rosario,
las cincuenta avemarías, el Dios te salve reina y madre. A Diosito le rezo el credo. Antes de curar entro en mi espíritu y
digo: “virgencita de la Nube guárdame, dame esta acción más, ayúdame virgencita”. Durante el año voy a San Francisco,
Azogues, pago una misita, doy una limosnita. Voy donde la virgen del Cisne. Adentro tengo una virgencita del Cisne y una
linda virgencita de la Nube. Para mi hijo mandé comprando una virgencita de un metro, ella vive allá en Estados Unidos.
Allá tiene una tremenda fiesta, tienen una gran adoración a la virgencita de la Nube que se le festeja el 1 de enero. Allá
mando estampitas, llaves, llaveros, todas esas cositas.

En mis oraciones pido a Dios por los wawitos que no tienen padre y madre, son huérfanos y están abandonados; por los
que están cruzando otra nación sin ninguna esperanza y no tienen dinero; por los que están en los terremotos y en las
necesidades más grandes y no tienen el pan del día. Para eso pido a mi diosito para que a los vivos no les falte él y por
los muertos para que Diosito les perdone los pecados y les lleve a la gloria y descanso. Por la humanidad se pide.
Mientras en el cerro Narrío sale el sol y el frío disminuye, llega un paciente joven que se ha caído y tiene la rodilla
hinchada. No puede caminar, entra en brazos de sus familiares que le han traído en una camioneta. Su cara muestra el
dolor que siente. Le hago sentar en una silla, coloco la pierna extendida en otra. Le han vendado apretado y el dolor y
la hinchazón se extienden hasta el pie. Mando a preparar agua de manzanilla para limpiarle la pierna. Mando a comprar
bicarbonato, este es muy bueno para lavar.

En medio de mi terreno donde crecen plantas de ruda, romero, borraja, frutilla, mastuerzo, manzanilla, ortiga, santamaría,
oreja de burro; con el aire fresco de la mañana y entre graznidos de sus gansos y las hijas recogiendo las zanahorias y
arreglando la tierra, donde están sembrados jícama y camote, masajeo la pierna del joven. Después de haberle limpiado
con el agua tibia de manzanilla y el bicarbonato, tomo la mezcla de varios mentoles y me concentro en el movimiento de
sus manos, firme, certero. En silencio, concentrado, visualizando el mal, para sanar.

Demoro una media hora y le digo al paciente que tiene que volver algunas veces hasta que quede bien. Pido una chalina
para arroparle, no es para amarrar muy fuerte. Recomiendo que no ajusten demasiado las vendas.

Para las fracturas uso contrarotura, es como una vela, un sebo que venden en las farmacias. Uso manteca de oso (que
compro en el mercado), uno varios mentoles poquito, poquito, entrevero para que suelde rápido. Yodosalil, Sikura, mentol
Chino, manteca de oso (para el frío es la mejor), de culebra (para sacar el frío también). Se lava con agua de bicarbonato
y manzanilla y se pone el linimento.

En casos leves utilizo sólo mentol. Cuando es más grave utilizo Yodosalil. Empleo el panalgesic, que tiene mentol, que

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da sensación de frescura y pronto alivio para dolores de cabeza, musculares, reumáticos, neuralgias, pruritos, picaduras,
estados gripales.

El Yodosalil uso para dolores de cabeza, de cuello y espalda, dislocaciones, ciática, golpes. Es antiflogístico, antirreumático.
Trabajo con la doctora Buñay que le facilita todos los productos.

Llevo muchos años curando, ayudando a la gente a sentirse bien con su cuerpo, con sus huesos y sus músculos. No
obstante, me siento triste porque creo que nadie seguirá mi práctica. Mi hijo que vive en Estados Unidos sabe algo y
atiende un poco. Me duele que ninguno de mis hijos se dedique a este oficio. A mis nietos les digo que aprendan pero no
quieren. Les digo que por lo menos uno aprenda, porque este es un ejemplo muy bueno, acaso toda la vida voy a durar,
me voy a acabar y este conocimiento se va a perder.

En mi huerto cultivo malva blanca, fresa, santamaría para el espanto, manzanilla para agüitas medicinales. Toronjil para
aliviar el sentimiento de rabia. Jícama para inflamaciones fuertes, para el chuchaqui, comer ruda. Tilo para cólicos.
Romero para el mal aire. Borraja para la gripe, mezclada con trago.

Generosos, él y su familia invitan a los visitantes y les brindan los alimentos de su tierra, papas, cebolla, huevos de campo. A
lo lejos, el páramo se cierra entre nubes, esperando la visita de don José María, a las cuatro de la mañana.

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Antonio Caizapanta Comunidad: Gramapamba
Parroquia: Guamote
Cantón: Guamote
Provincia: Chimborazo
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Puruwa
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 64 años

Don Antonio es un sobador muy reconocido en la comunidad de


Gramapamba, donde acuden los moradores de su comunidad y de
afuera, además es un curandero y atiende partos. Su aprendizaje
viene de los mayores y ha venido cultivando esos saberes y
conocimientos tradicionales/ancestrales. Su hijo mayor es quien
está heredando todo este saber y es quien le acompaña en las
curaciones.

“Cuando crecí pedí a Dios un trabajo.” Cuando era chiquito quedé de tres meses, mi madre murió y me crie
con mi padre hasta los 8 años. Él falleció de una enfermedad de los pulmones. Los vecinos de la comunidad vinieron a
dar la bendición y oraciones. Llegaron muchas personas. Yo andaba jugando afuera mientras paso todo eso. Llevaron
a enterrar a mi padre en el cementerio que quedaba lejos, cerca de Cebadas (Chimborazo).

Yo no tenía papá, ni mamá. Me quedé con mi madrastra, pero ella sólo un mes estuvo con nosotros. Mi hermano se
fue a la costa. Ese rato había cebada, papas, chochos, quinua, habas, nabos, pero nosotros no teníamos qué comer.
Mi hermano se casó. Me acerqué donde mi hermana que vivía con su marido. Ella me daba máchica, escondido de la
suegra y del marido para que no le hable o le pegue, me daba comida.

Cuando crecí pedí a Dios un trabajo y que me cuide, que me dé platita. La casa estaba vacía. Yo no tenía zapatos, ni
ropa. Solo tenía un pantalón tejido con hilo de lana de borrego. Como no había nada que comer, me fui a Guano a
trabajar en una hacienda. Mi cuñado me dio unos zapatos rotos. Los llevé y les parché, aguantaron un mes. Ahí trabajé,
tuve dinero y mi cuñado me compró zapatos y ropa. Cuando regresé a la casa, estaba vacía. Fui a la casa de mi cuñado,
haciendo mandados. Me acordaba de cuando mi papá nos llevaba a mí y a mi hermano a pasear, poniéndome ponchito,
me daba mucha tristeza estar solito por los recuerdos.

A los 12 años me fui a Pifo a trabajar en una hacienda. Rogué al señor que me diera trabajo. Había un señor llamado
Benjamín que jugaba fútbol y fui a ver cómo jugaba. Una vez se había torcido el pie y me pidió que le curara. Le fregué y

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amarré con una faja y se sanó. En dos días ya estaba bien. Me quedé en esa hacienda sin salir casi tres años. Entonces
ya curaba. Si la gente tenía fiebre, vómito, dolor de cabeza yo les curaba. En sueños tuve revelaciones de cómo curar, así
fui aprendiendo y perfeccionándome. Atendía a lisiados y fracturados. A Dios le pedía, “dame trabajo, yo quiero curar,
yo quiero salvar a los hombres, mujeres, niños, mayores”. Pidiendo siempre, me llegaban pacientes y cuando tocaba
dormir tarde, dormía tarde. Y de noche, soñé cómo tenía que dar remedio, aguas. Un señor bonito, puesto un poncho
blanco, sombrero de lana de borrego, me avisaba: “coge, con eso has de sanar, has de tener trabajo, ha de venir gente”.

Entonces comprendí, pensaba mucho, tenía insomnio. Hasta ahora paso despierto, pensando qué puedo coger para
curar. Y conocí la manzanilla, taraxaco, alverjilla, chullilla, toronjil, hierba luisa. Eso machacaba y hacía remedio. Para
fiebre cogía verbena, borraja, llantén. Con eso curaba.

Una vez, arriba, en el páramo, en mi comunidad, iba montado en caballo. Se nubló totalmente. Me perdí. Era de noche.
Llovía muy duro. Le saqué el freno y la montura al caballo. Hice una camita de paja y me tapé con un caucho que tenía.
Tuve que quedarme a dormir. Amanecí al lado de la laguna. El páramo se llama Chuzalongo. Ahí soñé. Se me presentó
una mujer soltera, me encontró y me preguntó qué estaba haciendo ahí. “Vamos conmigo”, dijo, “vamos a pastar”. Yo
le dije que estaba yendo a dar vuelta al ganado en otro páramo. Ella insistió, “vamos conmigo, ven a comer”. Esa fue
una señal para yo curar.

Eran casi las 2 de la mañana y vi muy claro. En el mismo llano, la luna estaba alumbrando. Le puse la montura al caballo
y regresé a la casa. Vino una persona a hacerme levantar, me silbó largo. “Qué estás aquí durmiendo”, preguntó. ¿Quién
viene?, pregunté, creyendo que estaba en la casa, calientito estaba dentro de la paja, ni me había mojado. Pero era un
sueño y el hombre del sueño me habló. Desde entonces aprendí a curar y he ido mejorando la práctica. Ningún sanador
me ha enseñado.
“Mi papi cuenta que tiene revelaciones, y que ahí le dicen cómo curar. En sueños se le ha aparecido un mayorcito que
le ha dicho: “Antonio, te estás dedicando a esto, machuca esto, envuélvele en manticas y haz esto”. Sólo en sueños, si
un paciente va a llegar, él ya sueña como curar. Aquí duerme conmigo, y al despertar cuenta que ha soñado que está
atendiendo, limpiando. La visión le dice que haga agua de wantuk para mal aire, por ejemplo.

Es fregador también. Cuando la persona se rompe algo, se mueve el hueso, él le pone en el mismo puesto. Dos, tres
fregadas, y queda sano. Le entablillamos. Mi papá les friega con pomadas de ortiga negra (buena para hinchazón),
manzanilla (calmante, antinflamatoria, antiespasmódica, emoliente), borraja (diurética, antinflamatoria, calma los nervios),
chilca (colerín, gripe, antinflamatoria, hígado). “Todo está puesto en esta pomada. Son casi 12 cosas. Yo mismo hago”.
(Testimonio del Hijo).

“La enseñanza de Julio Quishpe.” Yo andaba con un señor Julio Quishpe que era curandero. A mi hermano
le dijo que quería que yo le acompañe a curar. Una vez dijo que vaya a ver fósforos y me pidió que les prenda. Él vio
en los fósforos y me dijo que debo aprender para sanar, “yo ya soy mayor, tú vas a quedar con esta sabiduría, vas a ser
curandera”.

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Me enseñó algunas cosas, entre ellas, enterrar lejos, en el cerro, las plantas con las que he curado. Me llevó a medio
kilómetro para comer tonguita (fiambre, kukayu). Mientras estaba comiendo la tonguita, me dijo “como yo, tienes que
servir al paciente, tienes que comprender bien las enfermedades para saber curar bien”.

Mi hermano me dijo que no vaya a aprender a curar, que me he de contagiar con las enfermedades de los pacientes, yo
no le hice caso. Pero el curandero me enseñaba la receta para que no se me peguen las enfermedades de los enfermos:
“para curar, debes usar este remedio: coger la planta, las florcitas, ruda, santamaría, ortiga negra, valeriana, tsímbalo;
haz agua con eso, machacándole primero, con eso te frotas el cuerpo para que no te contamines con las enfermedades
de los pacientes. Más que yo has de saber”, me dijo.

Después me fui a Guayaquil, trabajé como cargador, un mes, dos meses, yendo, viniendo, como era huérfano. Cuando
falleció Julio Quishpe, casi lloré, le agradezco que me dejó esa herencia. Poco me enseñó él, pero hasta ahora con el
pensamiento, aunque no sé leer, en la cabeza llevo la sabiduría.

Yo tenía una wambra (joven) con la que quería casarme. El maestro Quishpe me dijo “no te cases con ella, no conoces
todavía a la mujer con la que vas a casarte”. Era cierto, mi mujer no me conocía todavía. De Guayaquil me fui a Quito,
mi mujer también fue a trabajar allá. Ahí me encontré con ella, en Pifo. Nos casamos, ella también era huérfana. Ese fue
mi destino. Hasta ahora le digo que con este trabajito que me ha dado Dios, tengo todo para vivir.

Cuando llegamos a la comunidad mi mujer ya estaba embarazada de mi primer hijo. Le dije que voy a curar y comencé.
Hace unos 18 años, limpié a un vecino. Era mayor. Esa fue la primera limpia, se sanó muy bien. Para limpiar yo pedí
a Diosito, me arrodillé, puse las manos, antes de salir de la casa. Llegué a la casa del vecino, le dije: “tío José, coja
valeriana, ortiga negra y santamaría, y prepare un litro de agua. Traiga en una copita para soplarle al cuy y a usted”. Le
limpié con el cuy. El señor agradeció y hasta lavar al cuy, ya empezó a sanarse. No he usado trago en mis curaciones.

Desde entonces, decidí continuar con este oficio de curar a la gente. La segunda vez, fui a atender a otro paciente. Tenía
mal aire del cerro. En el cuerpo del cuy vi todo con sangre, eso era que le había cogido el cerro. Le pregunté dónde
había dormido, (Julio Quishpe me enseñó que cuando se está botado del cerro vea en el cuy, que le bañe al cuy, él me
hizo comprender eso). El paciente ha ido a ordeñar a las vacas, ha dormido en la loma, unos 15 minutos para arriba, y
estaba botado del cerro. Ha llegado mal. Con el cuy le diagnostiqué y le curé.

Testimonio del hijo

“Hijo, quédate con esta herencia.” Mi padre me ha dicho, “porque eres mi primer hijo”. Y con él he aprendido a curar.

Cuando alguien se cae y queda golpeada la rodilla, con sangre, hecho chichón, quedan los coágulos, hacemos agua de
calaguala, tomando, esta va por las venas y se sana.

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En las heridas, machacando, ponemos manteca de animalitos, de llamingo, burro, mula, caballo, se diluye, se machaca con
las plantas y se cura. Yo ya sé curar, acompaño a mi papi. Escribo todo y paso a computadora, tengo hecho un libro. Mi
papi y mi mami atienden en Guamote. Yo me quedo aquí y a veces les acompaño. Mi papi cura también a los cholos no
sólo a los indígenas. También hemos ido a La Troncal y curamos.

Los pacientes no vienen sólo con mal aire sino con dolores como el de muela, hinchazón, se machaca bien la valeriana y se
pone en la muela que le molesta para que le pase el dolor o se pone escancel. A muchos les llevan al hospital, al dentista,
y no les curan. Entonces vienen donde mi papá.
Cuando está hinchado, no se cura la sangre, no sale, sacada la muela se hincha bastante, limpiamos con un cuy, para ver
dónde no está regulando la sangre, es como radiografía, en el cuy sale todo, lavamos la sangre en el cuy y eso hace sanar
al paciente. Frotamos con agua de valeriana y ortiga negra, santamaría, según sea por frío o por calor, por mala comida. Le
ponemos manzanilla para desinflamar.

Tengo 37 años. Desde los 17 empecé a andar con mi papá para aprender. Ahora, asisto a talleres y sigo aprendiendo. De
mi mamá también aprendo. Quiero aprender a ser partero, yo que soy varón puedo ir en moto rápido para atender, porque
mi mami es mujer y no puede ir rápido. Si ella fallece, quién queda. Si me enseña, yo puedo quedar.

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HAMPI - YACHAK

TSUAKRATIN

MAESTROS/AS
DE LA MEDICINA
ANCESTRAL-TRADICIONAL

Historias de Vida

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Una de las definiciones que se puede dar a estos maestros y maestras de la medicina ancestral-tradicional es que son personas
que han aprendido desde muy niños en el seno familiar a conocer el poder de las plantas y sus usos. Trabajan mucho con el
espíritu de las plantas, de los minerales y de los animales, es por eso que tienen tiempos y lugares especiales para escoger las
plantas y los ingredientes necesarios, así como para curar y sanar ciertas enfermedades.

Al igual que el resto de conocimientos este es un aprendizaje a partir de la práctica, la experiencia y la vivencia. Generalmente
se desarrolla por una continuidad familiar y generacional. La mayor parte de personas de sabiduría han aprendido de sus
padres, abuelas, suegras, además de haber acompañado a otros sanadores de mayor experiencia como asistentes.

Son ellas/os los que conocen muy bien la condición térmica de las plantas, se manejan mucho con este saber para sus
curaciones, por ello las plantas se clasifican en calientes y frías. Esta concepción es común tanto en los pueblos indígenas como
montubios y afroecuatorianos.

Para poder curar es muy importante que el o la paciente cuente con toda confianza lo que le sucede. La conversación es una
pieza clave para el diagnóstico, es por eso, es necesaria contar con la plena confianza, ya que todo lo que cuente determinará
el origen de la enfermedad y posterior tratamiento: “El diálogo entre el curandero y el enfermo presupone una total confianza
de parte de este último ya que tendrá que informar detalladamente al curandero sobre aspectos íntimos de su vida privada: celos,
conflictos familiares, peleas con vecinos, envidias, amenazas recibidas, descuidos.” (Balladelli, 1988; 19).

Para estos/as sanadores la vida tiene una concepción integral, es decir, todos los aspectos de la vida afectan la salud, por lo que
la misma es entendida como un sistema. Es por ello, que cuando hay un flujo de malas energías por comportamientos como
envidia o celos, estos se relacionan directamente con su enfermedad.
Por tanto, el rol de los/as curanderas/os no es únicamente administrar plantas, sino entender el rol que juega el individuo en
la comunidad, el comportamiento del paciente frente a su campo energético en sus relaciones sociales. Son consejeros/as de
vida.
Manejan mucho el campo de las energías, es por ello, que son expertos en el asunto de las limpias. Lo hacen con hierbas,
huevo, velas, cuy, tabaco y plantas. Saben que las enfermedades provienen de un desequilibrio energético, por tanto, hay que
restaurar esa armonía o equilibrio.

En la actualidad, desde la institucionalidad de salud hasta la misma comunidad, ha surgido la preocupación sobre los llamados
charlatanes. No obstante, la legitimidad de cada hombre y mujer de sabiduría recae principalmente en la comunidad. “Nadie
puede improvisarse curandero: para poder ser considerado por la comunidad antes de todo tendrá que demostrar efectividad de
sus curaciones. Generalmente los primeros pacientes serán los familiares, luego los vecinos, los familiares de los vecinos, gente
de otros sectores poblacionales cercanos, enfermos de otras comunas y en fin de otras provincias del País.” (Balladelli, 1988; 21).

Hampi-yachak (kichwa) tsuakratin (shuar) o los/las maestros/as de la medicina ancestral-tradicional, son los hombres y muje-
res que al poseer un don especial tienen la sabiduría y los conocimientos específicos para hacer que las personas se recuperen
y puedan alcanzar la salud humana en su integralidad. En el mundo kichwa andino se traduce como allichik o alli-tukuchik que
equivale a la recuperación integral de la salud, desde los aspectos físicos, pasando por los emocionales, mentales, sociales,
hasta llegar a los espirituales.

En este sentido, los Hampi Yachak (Kichwa) o los Tsuakratin (Shuar) al tener ese don, les permite dialogar e interceder con los
dioses, con los espíritus y con los poderes de la naturaleza para propiciar la salud. Ellos y ellas son Hampi Yachak o Tsukratin
cuya sabiduría y conocimientos está orientada exclusivamente a fomentar el bien de las personas y de la comunidad. Por esta
cualidad son personajes muy importantes de la medicina ancestral y de la cultura de las diferentes nacionalidades y pueblos.

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Noemí Honores Parroquia: Samborondón
Cantón: Guayaquil
Provincia: Guayas
Idioma: Castellano
Pueblo: Montubio
Edad: 56 años

Doña Noemí es una representante del pueblo montubio que vive en la


provincia del Guayas. Mantiene vivo el conocimiento de prácticas de
sanación espiritual y muchas enfermedades del cuerpo. Conservar estas
prácticas en las ciudades y específicamente en los barrios populares de
Guayaquil, no es tarea fácil. Ha colaborado con el Ministerio de Salud
para promover la medicina ancestral pero ha sufrido el maltrato y exclusión
de los médicos de los puestos de salud. Actualmente trabaja desde su casa,
donde personas de todo el país llegan para buscar alivio a sus enfermedades.
El tabaco combinado con la fuerza espiritual y propiedades curativas de
las plantas medicinales le permite a Doña Noemí tener la sabiduría para
identificar las enfermedades y los remedios y preparaciones precisas para
cada enfermedad. Noemí pertenece a la Asociación de Sanadores Hombres
y Mujeres “Luz del Guayas”.

Yo nací en la provincia de El Oro, en una comunidad llamada Bellavista. Mi mamá vino a Guayaquil cuando yo
tenía 2 años de edad. Vinimos porque mi abuelita enfermó, y nos trasladamos a vivir donde una tía, en el sector de la
19 y Brasil. Mi mamá, era lavandera. Éramos 2 hermanas, mi mamá se hizo de otro compromiso y tuvimos un hermano.
Con el tiempo, mi mamá se separó y nos trasladamos a la 17 y Medardo Ángel Silva. Terminé la secundaria y mi mamá
se comprometió nuevamente. Entonces, a la edad de catorce años, me empleé en una casa, que quedaba cerca de la
ciudadela Huancavilca.

Yo me crie sin padre, y no tengo su apellido. El viene de una familia de dinero. Cuando falleció, su familia me llamó para
que vaya al sepelio. Yo estaba en Ibarra y tuve que trasladarme a Machala. Fui con dos compañeras. En Machala tenía
dos compañeras más. Las cuatro me acompañaron.

Fuimos al cementerio Bellavista. Llegaron unos señores bien mayores. Y mi tío, hermano de mi papá, les dijo: “Ella es la
hija de Adela”. ¿La nieta de Betsabé? Preguntaron. “Sí”, respondió mi tío. Y el señor, dirigiéndose a mis compañeras les
dijo: “¿Saben que la abuela de esta señora era una gran curandera, aquí en el pueblo?”. Mis compañeras me quedaron
mirando, y le dijeron: “nosotros conocemos la vida de ella”. Y más tarde, me decían: “Sin querer, el comentario que
hacían era sobre las curaciones”.

Soy madre soltera. Tengo tres hijos. Mi hija de 32 años, mi varón, que tiene 27 y mi pequeña. Ninguno de ellos ha

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continuado con la curación. Mi hija mayor, un poco. Pero no los veo practicando. Son muy retirados de esto. Incluso
cuando me ven fumando me dicen “mami ese humo molesta, se está metiendo en la casa”. Por eso yo me separé a vivir
acá, porque iba gente a la casa y a ellos no les gustaba.

Eso me apena porque siento que terminándome yo, no tengo un descendiente que continúe la tradición. Mis clientes
me piden que le enseñe a mis hijas, pero yo veo que no. Tengo 3 nietos. El mayor se está graduando del colegio y va a
estudiar ingeniería en sistemas; la segunda está en primer año de colegio, y tengo una pequeñita de cuatro años. A lo
mejor, Dios me conceda el milagro de poder enseñar a alguien.

A los catorce años visitaba a mi familia en El Oro, a mi tío Fernando Honores, que sabía curar del susto, del ojo. Yo llegaba
a su casa, conversábamos y me pedía ayuda. Ahí comencé a consumir cigarro. Lo mío venía de herencia porque mi abuela
era curandera en Bellavista, curaba incluso a los militares con dolores de estómago, diarrea, con dolores del cuerpo o
fiebre. Les hacía limpias y era partera. Se llamaba Betsabé Sánchez Castro. Mi mamá siempre pensó que ser curandera
era malo, no quería que continuemos la tradición de mi abuela. De mi familia de padre nadie curaba. Sólo mi abuela y mi
tío maternos. El aprendizaje de mi abuela pasó por mi tío hasta nosotros.

Cuando me quedaba con mi tío, me decía “hija, ayúdeme con esto”, me hacía preparar las hierbas que había en
nuestra comunidad, la ruda, la rosa de muerto, la hoja del aire, la hierba de espanto. Mi tío decía: “recójame las hierbas,
póngame en una bandeja, que voy a limpiar un bebé”; me enseñó mirar la tierra, a pedir permiso a la naturaleza para
sacar las hierbas. Me preguntaba: “¿Estás menstruando?” porque si estaba menstruando no podía recoger las hierbas,
creía que las plantas se marchitaban.

También me decía que las recoja siempre a la salida del sol o al anochecer, para evitar que se marchiten las plantas. Y
para regarlas de igual forma.

Siempre se trabajaba con plantas frescas; él me indicaba que cuando la persona tiene una mala energía en el cuerpo,
los montes frescos son los que recogen esa energía. Al pasar por el cuerpo se van marchitando y sacando la suciedad
del cuerpo. Las plantas secas se pueden usar para tomas de agua, porque el monte seco tiene más profundas sus
cualidades y activos.
Al curar siempre se reza, porque uno ofrece esta oración a Dios para sanar. Rezábamos un credo y un avemaría. Mi
tío no tenía un altar como yo tengo. Él era creyente, pero no se encomendaba a nadie en especial. Se encomendaba
a la Virgen de la comunidad: cerca de Bellavista existe una imagen de la Virgen de Fátima. Todos los creyentes de la
comunidad se encomiendan a ella.

Mi tío curaba de susto, de ojo, de aire. Recuerdo que le dije: “tío voy a ir a visitarlo para que me enseñe”, porque él tenía
ese arte para bajar el “padrejón”. “Bajar el padrejón”, que en la mujer se llama “la madre”, es el encaje, la coronación.
Cuando está desparramado, uno lo vuelve a colocar en el ombligo. Eso se hace sobando.

Y él me dijo, “cuál arte, mija, no es ningún arte”, y me puso una paciente, una señora embarazada que tenía un frío de
mar. Me dijo, haciéndome tocar su ombligo, “debería estar aquí, y no está”. Yo la sobé y la sobé; y luego él me dijo, está
perfecta. Luego, como él fumaba, yo le digo: “tío, yo me voy a fumar un cigarro”, y mi tío me dijo: “fúmatelo, porque si tú

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tienes el don para esto, tú vas a dominar al cigarro, no él a ti. Porque si él te domina, entonces no debes fumar nunca”.
Y fumé. El cigarro sirve para sacar el aire. Cuando tenemos el problema de los niños con su mollerita, que se ponen
pujones, siempre se les da el aire, se calienta sus gorritos y pañales.

También se utilizan sábanas o mantas para este tratamiento. De igual manera, se llama mantear. Uno acomoda a la
paciente, en primer lugar, y luego con la sábana se aprieta y se cierra; porque cuando está descolocado el padrejón en
el hombre, o la madre en la mujer, se abren las caderas, se abren los lomos. Entonces hay que apretar y cerrar con la
sábana.

Mi tío siempre me decía, en las mujeres es la “madre”, pero en el hombre es un “padrejón”. En el hombre no se encaja
un proceso de fecundación, entonces se sube como una bola de aire y eso es lo que molesta, por eso es que se debe
bajarlo.

Mi tío sobaba con mentol y cuando la persona ya se iba, le mandaba amarrado en el ombligo un algodón con aceite de
Canime. Decía que eso era para el frío.
Cuando ya tenía más experiencia, ayudaba a mi tío. Él tenía 4, 6, 8 pacientes, entonces yo me encargaba de limpiar a
algunos. Y seguía el aprendizaje con él. Aprendía nuevas cosas siempre.

Cuando ya curaba sola, recurrí a él en algunos casos graves. Por ejemplo, un día vino una señora con el cuerpo lleno
de sarna, y que ningún médico, ni el dermatólogo podía curar. Entonces mi tío me ayudó, me hizo recoger la planta
zaragoza y 3 hojas de campana. Se pone a hervir en 2 litros de agua, se agregan 4 litros de agua fría y se baña con esa
agua, y con jabón negro. Además, se le prohibieron algunos alimentos, como el maní, y el chancho, y luego se le hizo
una purga, con la ruda de gallinazo y miel de abeja, para que vote por fuera y por dentro. Toda esta receta me dio mi
tío. El caso era grave, porque era un hongo que la señora tenía de años, impregnado en la carne.

En los baños con hierbas, el paciente debía restregarse con las hojas de campana. Y tenía que bañarse 9 días seguidos,
para que el hongo muera completamente. Hay que ordenarles bien las aguas a los pacientes, porque muchos cometen
errores, y luego no ven resultados.

Recuerdo a mi tío como un señor solo, que nunca tuvo compromisos, no tuvo hijos. Un hombre mayor, porque murió a
los setenta y pico de años. Un hombre muy bueno. En la comunidad, incluso las hermanas de la iglesia, lo reconocían
como un buen curandero. En su velorio todo el mundo decía que habían perdido un gran curandero y un buen amigo.
Era muy querido y reconocido por curar. Era el único curandero del lugar.

Mi primera curación fue a los 16 años, en Guayaquil. Lo recuerdo claramente, fueron las evacuaciones de un bebé con
mucha diarrea. Estaba todo moreteado, porque le habían puesto unas inyecciones, y tenían que esperar a la siguiente
inyección en la noche, pero el niño no mejoró, seguía con una diarrea incontenible.

A esas horas yo no tenía nada en la casa; así que lo primero que hice fue pedir aunque sea un pasador (cuerda para
amarrar los zapatos). Lo medí con el pasador y al niño se le cortó la diarrea.

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Yo mido con cinta (métrica), la cinta es algo que va midiendo su cuerpo, y a medida que lo va midiendo, lo va cerrando,
y sacándole la mala energía. Esta persona tenía dos dedos abiertos, pero cuando ya pasa, ya se une, el cuerpo queda
normal. Era un susto pasado.

Cuando se mide con la cinta, se hace una oración. Si me traen un paciente, hay que medirle el pecho, estómago, pierna
y espalda. Si al medir el pecho hacemos la oración y la cinta quedó ahí, él no tiene ojo, ni susto, ni nada. Pero si la cinta
queda muy abierta, estamos hablando de un ojo, estamos hablando de dos dedos de apertura.

Pero si vienen y me dicen “mi niño está flaquito, no se engorda, está como secándose, lo llevo al médico y no se mejora,
está desparasitado y todo”. Entonces lo medimos con la cinta, y cuando la cinta le cruza el dedo abierto, cuando le
queda arriba, ese es un susto pasado.

Ese bebé llegó por la referencia de mi hermana. Ella era amiga de estas personas, y les dijo: “mi tío cura, pero vive en
Bellavista, eso está muy lejos, pero mi hermana siempre le visita, a lo mejor ella le pueda pasar un huevito, aunque sea”.
Y yo le dije tráigamelo, y se lo curé, porque al día siguiente ya amaneció sin diarrea.

Ellos ya venían del médico, con unos exámenes. Además, hay que saber reconocer la caca. Uno inmediatamente lo
primero que hace es abrir el pañal. Si la caca es amarilla, como cortadillo, entonces hay un susto. Cuando es de frío, o
algo enconoso que comió, es de coloración verdosa, oscura. Peor si le dicen que llegan de un médico y que le pusieron
una inyección, pero en vez de curarse, más le destapó la diarrea. Cuando es ojo, si se inyecta, se destapa peor la diarrea,
o se hincha el estómago enseguida. Aparte de las heces, otro síntoma por el que se reconoce el ojo son las vistas, se
ponen brillosas, como la clara de huevo.

Esa primera vez tenía un poquito de temor, porque cuando iba donde mi tío, era otra persona la que curaba, pero ahora
me tocaba a mí, sola, sumergirme en ese conocimiento. Después de curarle me sentí más segura, me dije a mí misma:
“estoy ayudando”, porque lo principal es ayudar, pensar que ese ser nos necesita, que estuvo a punto de irse. Y yo voy
al lugar que me llaman, a la hora que me llaman.

Después de que curo este niño, yo converso con mi tío; le cuento, “mire tío, me pasó esto, curé a un niño”. Y él
claramente me dijo: “Tu abuelita era así, yo también, mírame. Es un don que nosotros tenemos, esto ya nos viene por
herencia. Dios nos ha dado una mano para curar”. De ahí para adelante entendí que yo iba a ser curandera.

Entonces comencé a trabajar poco a poco. Tenía 16 años; no se tiene mucho trabajo, porque no todo el mundo está
enfermo a cada rato. Si me han requerido en el día, me llaman el día anterior; o si me requieren ese momento, me llaman
por teléfono, pero yo siempre he curado.

Desde los 19 años ya comencé a trabajar más como curandera; ya tenía un grupo de clientes, comencé a profundizar
más en el tema. La gente recomendaba mis servicios de boca a boca.

Entonces trabajaba en una empresa hasta las 4 de la tarde y luego me dedicaba a mi labor. Durante 13 años trabajé en
la empresa. Hasta que un día me descubrieron todos mis implementos para trabajar en los casilleros del trabajo, porque

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yo iba a comprar los implementos en mi hora libre, en la iglesia San José, que queda cerca de la plaza sur (cerca de la
ría). Ahí hasta ahora existen muchos negocios de venta de velas, cigarros, montes, aceites y demás.

En la empresa yo empecé de obrera. Luego me ascendieron a jefe de cocina, y al final ya me quedé en el equipo de
jefes, a cargo de las compras. Y yo guardaba en los casilleros mis materiales, hasta que el jefe me descubrió. Alguien
dijo que yo guardaba cosas raras en los casilleros, y él me dijo que no podía llevar más esas “brujerías” al trabajo. Yo
le dije que no eran brujerías, que yo curaba niños y hacía limpias. Se armó un escándalo, por la “brujería”. Nunca más
volví a llevar mis materiales a la oficina. Me las arreglaba comprando al final del día, en lugar de hacerlo en mi hora libre.

Para seguir aprendiendo he recurrido a varias personas. Cuando comencé a practicar más, conocí a otras personas que
trabajaban en lo mismo, conversábamos, ellos me daban sus ideas, yo les daba las mías. Y así, me metí más al campo,
para seguir aprendiendo, me abrí a más conocimiento, a ver qué hierbas más se pueden usar, porque no sólo es el
sistema de que “esta hierba es esto y esta hierba lo otro”. Incluso fui a estudiar y aprendí más manejo de plantas de la
Sierra. Viajé a Riobamba, donde se manejan muchísimas plantas.

Y hasta hoy, que estoy por cumplir 54 años, y he logrado arreglar este lugar como mi consultorio, para brindar una
mejor atención. No es lo mismo trabajar en la comunidad, como mi tío hacía, en piso de tierra y en casa de caña. Como
acá estamos en la gran ciudad, si usted le da un banco viejito, la gente no quiere ni sentarse. Entonces se debe atender
con buena imagen. He logrado tener mi consultorio, pero me ha costado.

“Sólo las plantas curan ese susto.” Hay dos clases de susto: el que da cuando uno se cae, y el segundo,
que da cuando entra una mala energía y el paciente siente que vio algo. Los médicos lo interpretan como los nervios
alterados. Pero hay algo sobrenatural, la medicina no es suficiente. Sólo las plantas curan ese susto.

Cuando viene una persona, sé que necesita una limpia principalmente porque yo la rastreo por medio de la cinta o
del tabaco. Cuando tienen ojo y susto también se les hace limpias. Puede tener otras situaciones como malestares
al cuerpo, dolor de cabeza. Si la cinta no sale abierta, entonces recurro al cigarro. Paso un cigarro por el cuerpo del
paciente y luego lo fumo y ahí se ve. En un lado se ve la persona, en el otro se ven las enfermedades. Si un lado se
quema y se pone negro, entonces necesita la limpia. Si la ceniza sale gris o blanca, no necesita, y yo le digo que se
retire, que busque un médico. Hay muchas personas que nos buscan a los que curamos no porque lleguen enfermos,
sino por conocer, por curiosear. Entonces, yo paso el tabaco por todo el cuerpo, lo fumo, y por la ceniza puedo ver si el
paciente necesita una limpia.

Yo trabajo con huevos, velas, pimiento, cigarro, limones. Cogemos al paciente, le sacamos la ropa, y primero pedimos
permiso a Dios, le paramos y le colocamos la mano en la cabeza. Comenzamos con el huevo. Le pasamos y le limpiamos
todo su cuerpo, rezando y limpiando, la cabeza, los ojos, hasta los pies. Rezamos el credo y el avemaría. Luego le
pasamos los tres cigarros, en la misma forma, rezando y limpiando. Igualmente hacemos con la vela, con el pimiento.
Esto es para hacer el diagnóstico.

Muchos no quieren ver lo que ha pasado, me piden botar el huevo, otros quieren partirlo y mirar qué pasa, pero
personalmente creo que es mejor botarlo. Porque al partirlo abre nuevamente ese canal de energía; pienso que si yo

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lo limpio, ya eso va jalando esa suciedad, es mejor que se vaya cerrado. Aunque en los niños puede ser útil partirlo,
porque si se lo parte y se lo pone en agua (3 dedos), se puede ver si tienen alguna enfermedad del estómago. Si hay
un pozo séptico, se bota al pozo séptico. Si no, se lo mete en una funda negra y se lo vota a la basura. En la ciudad se
bota por el inodoro y se baja la válvula.

Con la vela, si sale entera, se la puede prender y ofrendar al santo de nuestra devoción. Pero si la vela sale destrozada,
entonces, no se debe usar, se debe botar a la basura. La vela se parte porque absorbió lo del cuerpo de la persona.
Sólo hay un cambio, cuando una persona viene como aguada, porque le ha chocado un medicamento, y se pasó la
cinta y el tabaco y se ve que está terminada, entonces se le pone boca abajo, se le abren las nalgas, se ve el recto, que
conecta con la corona, se pasa un huevo y se bota. Esto se hace, sea hombre o mujer, adulto o niño. Y si es un huevo
criollo es mucho mejor, el huevo criollo es un secreto.

Después de que termina la limpia, se agarran todas las cosas, se colocan en una bolsa negra y se botan. La persona
no puede mojarse, ni tomar cosas heladas, ni salir al sereno. Tiene que llegar a su casa, tomarse una agüita -de ruda
de castilla, de manzanilla o anís– para que la limpia tenga su efecto. Yo al paciente siempre le digo: “Si llegas con
decaimiento del cuerpo, no te asustes, es normal, porque se te removió toda esa mala energía, y ahorita está, peleando
lo bueno con lo malo”. Ellos me dicen: “llegué que me moría, con dolor de los brazos, piernas, con todo el cuerpo mal…,
me tomé el agua que usted me mandó y me vino un sudor fuerte, tuve que cambiar la sábana”. Y les ha pasado.

Al paciente se le sopla aguardiente puro en la espalda; el puro es compuesto, con montes. Tiene ruda de castilla, san
pedro, ruda de gallinazo, palo de ajo, y un poquito de zaragoza, tienen que ser todos amargos. Hierbas amargas para
limpiar. Esto se deja fermentar por un mes. Es un ajenjo fermentado, y el puro. Se fermenta en el sereno, en un lugar
donde nadie lo vea ni lo toque. Se lo deja tapado, para que no coja el sol que puede destruirlo. Y así coge el aire del
día y de la noche.

Al preparar el puro compuesto, se reza, se pide a Dios que ese compuesto sea bendecido para curar a los pacientes y
se reza un credo. El puro compuesto se sopla en los costados y la espalda, en forma de cruz. También se sopla tabaco,
pero para soplarlo tiene que traducir la candela para adentro y el pucho para afuera. Se le va soplando por todas las
partes. Luego se lo traslada al baño. Hay personas que se hacen un enjuague, hay otras que dicen “hasta ahí”; y hay
personas que piden el baño de hierbas. Otros dicen “trabajo en una oficina y mi jefe me va a oler, y ese monte huele
fuerte; hágamelo sólo de limones, hágalo sólo de naranja”.

El limón y el pimiento se pasan enteros. El pimiento verde absorbe la mala energía y se destroza, se hace pedazos. El
limón es como el huevo, sirve para limpiar. Primero se limpia con el huevo, el tabaco y la vela. Pero si usted ve que el
paciente requiere las dos cosas más, entonces se le pasa el pimiento y el limón. Hay personas que vienen con fiebre,
entonces se les pasa el limón. Todo esto aprendí con mi tío.

Luego de terminar la limpia, se vuelve a medir; o se vuelve a fumar. Es como volver al sistema para ver qué pasa, cómo
queda, y si tiene que volver, o se le hacen dos limpias más.

Los días de limpia pueden ser los martes y viernes. Son muy buenos. Pero si se requiere curar en otro día, yo lo hago;

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a veces los niños vienen ojeados lunes o jueves, y tengo que curarlos. Hay muchas personas que buscan la limpia los
martes y los viernes. Pero yo me llevo lo mío, al decir, si alguien ha sido ojeado con coraje el lunes a la mañana, yo no
le puedo decir “venga mañana”, tengo que curarle ese rato. Los martes y viernes son días importantes para curar; así
ha sido siempre la tradición. A mi tío esos días era cuando más gente le llegaba. Pero, en cambio, en una enfermedad,
supongamos, de un momento a otro, usted se cayó de un andamio y se asustó. Si se cayó miércoles, yo no puedo dejarle
sin curar hasta el viernes. Tengo que curarle ese rato.

“Sustos, espantos y mal de ojo.” Hay muchas cosas que parecen mentira, pero son realidad; algo insólito
e inexplicable, a veces. Tengo un niño que se cayó de su litera de 2 metros de altura, y cayó sentado. Fue en la tarde.
Y la abuela del niño viene y me dice que se le salía la caca, que parado se le salía. Habían llamado al médico y todo.
Entonces me dice “¿puedo traer a mi nieto para que me lo revise?”. Se le había hundido el rabito al niño. Así que me lo
trajeron y yo lo clavé de cabeza al suelo y lo arreglé. Estaba asustado, pero lo primero que yo hice fue cerrarlo, atacar
la parte grave, que era la diarrea. Había que cortarle la diarrea y luego se podía limpiarlo y sobarlo. Lo sobé con todo y
el puro compuesto.

Cuando se sale el rabito, los pies le quedan desiguales; entonces hay que clavarlo de cabeza, zamarrearlo para unirlo
de nuevo. Se da tres golpes y luego se acuesta al niño y se lo faja. Y al final de la espalda, justo donde comienza el
rabito, en ese hueco, se le pone un algodón remojado en aceite de comida y se le hace dormir fajado. Así se cura. He
tenido varios niños con este mal, es algo que le puede pasar no sólo a los niños, sino a cualquier persona. Había una
señora de La Florida, que es de Riobamba y tiene un negocio de papas, que tuvo 7 años abierta la cadera; decía que
sentía que algo se le brotaba cuando evacuaba. Yo la traje a mi casa, le dije “María, vamos te cierro”. Y la cerré, todita.

A la persona grande, se le acuesta en camilla. Y al unirle los pies, uno se da cuenta de que están desiguales. Entonces
ahí se necesita la fuerza de un hombre; ese hombre le coge a persona por las axilas, y uno le da un templón fuerte
en las piernas, y le une los pies; luego le vira bocabajo y le jala con la sábana. Y la persona siente adentro, cuando le
cierran. Me ha dicho una paciente “uno siente como que se ventosea”. Luego se faja a la paciente, y también se le
pone el algodón con aceite; porque cuando un hueso de cualquier parte del cuerpo se abre, entra el frío. Entonces para
restaurar ese huesito frío, se debe poner un aceite caliente, en el adulto es por uno o dos meses, en el niño, entre 8 y
10 días.

Cuando me pasó a mí, que me caí agarrando una sábila, me golpeé y quedé abiertas las caderas. Y el sobador de acá
en la Florida me sobó de una forma distinta. Él simplemente me cerró las caderas apretándomelas, y me dijo “ya estás
bien”. Cuando llegué a mi casa, yo mismo me puse el algodón con aceite arriba del recto. Me lo ponía con calzón faja,
durante mes y medio; todos los días me lo cambiaba. Más me lo ponía a la noche, pero todos los días; porque cuando
uno ha estado abierto, luego tiene que andar fajado un buen tiempo.

Hay varios tipos sustos: el susto de caída, el susto de agua (accidentes en los ríos o el mar), y también el susto de muerto
(que las personas sienten que la persona fallecida les toca, les jala). Los tres sustos se curan de una forma distinta.

El susto de agua se cura de la siguiente manera: se fuma un tabaco, la ceniza que cae se mezcla con la ruda de
gallinazo machacada, como un emplasto. Todo eso se coloca en el cuerpo, pero antes de sobar la ruda con ceniza, se

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tiene que pasar el huevo y la vela. El emplasto se puede hacer con las 2 rudas, es mejor (la una es la hedionda, y la
otra es la de castilla). Y si tiene el “espanto blanco” que es un monte verde con blanco, también le pone y se frota. Pero
para los casos del susto de agua, usted tiene que tener hervido el palo santo y el romero, para que el paciente se dé un
enjuague después de ponerse la ceniza. Un buen baño de palo santo y romero. El espanto de agua se cura con agua; no
se sopla el puro compuesto; se pasan el huevo y la vela, se hace el sobado, y por la espalda se sopla el agua, no puro.

El espanto de mar y el de río es el mismo, porque es de agua. Para curar, yo uso el agua de iglesia, agua bendita. El
pueblo afro, el pueblo kichwa, los montubios, tenemos formas distintas de curar. Yo pertenezco al pueblo montubio; yo
nací y mi familia es de El Oro. Son montubios de Bellavista.

El espanto de muerto se cura con sahumada a la persona. Igual viene la limpia, pero es con otras hierbas: se usa la ruda
de gallinazo, la rosa de muerto, la hoja de achiote y la hoja de tabaco. Todo se entrevera, se le pone el puro compuesto
(ahí sí) y se lo limpia. Se le sopla con este puro y luego se lo sahúma. Se pone en una olla, carbón, estopa de coco, palo
santo, romero y alhucema. Ese humo hace que la persona bote todas las malas energías. El paciente tiene que cruzar
sobre el humo, en forma de cruz, tres veces.

Para sahumar depende del caso. Si estoy sahumando para limpiar el local, yo vengo con el sahumerio desde la entrada.
Si quiero que se reparta para toda la casa, entonces le pongo en el medio, para que las energías del sahumerio lleguen
a todo el lugar.

Si es un espanto de muerto, se limpia desde adentro hacia afuera, para sacar el espanto de toda la casa. Se bota lo que
está al fondo hacia la calle.

A los que tienen espanto de muerto les curo acá, igual salen curados. Atrás, en los baños que tengo, ahí les sahúmo.
Pero él en su casa, también tiene que sahumar. Porque se supone que el espanto está en el lugar donde duerme, en el
lugar donde se sienta. Yo cumplo con mandarlo a sahumar, y él continúa el sahumerio en su casa.

Y yo tengo que sahumar acá, en mi local, después de que vienen los pacientes, porque derraman la mala energía.
Sahumar es limpiar las malas energías.

El mal de ojo da porque nosotros somos muchas veces receptores. Nuestro cuerpo mismo recepta lo que la otra
persona nos mira. El mal de ojo no viene en el aire, si viniera en el aire todo el mundo vendría con mal aire para que los
atienda. Esto depende de la persona. En la noche, por ejemplo, usted sale al patio y hay mal aires que viran la boca. Si
al lado de su casa hay una persona con problemas, usted salió, y cogió esa mala vibra. O una persona lo mira mal y esa
persona es mala, es la que le deja clavado el mal de ojo.

Mal aire y mal de ojo son distintos. El mal de ojo se relaciona con personas, con las miradas. Mal aire usted recibe del
ambiente. Supóngase que algo malo han botado los del barrio afuera. Y mi hija pequeña pasa por ahí, ahí le puede dar
mal aire.

Pero para todo hay que revisar, ver los síntomas. En el caso del susto como que se negrean los ojos. En el mal aire se

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ponen vidriosos.

Y como el mal aire y el mal de ojo son distintos, se curan de distinta forma. Para el mal aire se trabaja con la hoja del
aire, hoja de campana y hoja de achiote. Yo limpio con esas hojas y le mando a la casa a que se amarre una hoja de aire
en la cabeza, y que no salga a la calle. En el mal de ojo se cura con la ruda de gallinazo, y lo limpio acá directamente,
no le mando a la casa a ponerse hojas. Siempre rezando, rezar es lo primordial.

“Ofrendas y agradecimientos.” Yo hago ofrendas al Divino Niño. Voy a la iglesia, rezo. Pido por todos
los pacientes que se han curado, por todos los que tienen que venir. Damos un dinero en el ánfora, como ofrenda,
y hacemos una misa. La misa de acción de gracias por milagro recibido. Voy al Divino Niño, al hermano Gregorio, a
Cuenca, al Señor de Andacocha.

A veces no se puede ir al templo de quien uno venera. Entonces uno le da la ofrenda donde está otro santo, o en un
hospital, por ejemplo. Yo soy devota de María Lionza, ella es una virgen venezolana. Acá no hay iglesias con su imagen,
entonces yo veo un enfermo en un hospital, y le doy una ofrenda, le regalo, diez, quince dólares. Pero me imagino que
le estoy dando a María Lionza.

Nosotros vamos a misa cada domingo, y damos diezmo cada semana. Y cada fin de mes hacemos la misa de acción de
gracias por milagro recibido, y regalamos en el hospital. Pero todas las semanas diezmamos en la iglesia. Me refiero a
nosotras porque tengo un grupo de compañeras, con las que vamos los fines de semana a la iglesia. Yo soy devota de
los domingos.

Nosotros le pedimos al Señor de Andacocha que nos ayude, entonces tenemos que ir por ley a visitarle. Vamos cada
tres, o cuatro meses.

Para curar uso unos medallones bendecidos en la iglesia y, además, una compañera me los cura, porque uno mismo
no puede curarlos. Ella los cura con otras hierbas que ella prepara. Además tengo objetos minerales y vegetales
protectores en toda mi casa.

“Para mí el sueño es una revelación.” Yo me operé el día 22 de enero, de vesícula y apéndice. Y en el mes
de octubre del año anterior, antes de operarme, teníamos un compañero que estaba bien enfermo. Fuimos todos a
visitarlo, le hicimos una limpia, y la preocupación cuando volvimos era que el médico lo viera, porque estaba anémico.

Entonces, unos días después yo soñé. Y en el sueño vi unas mujeres, unas paisanas de la Sierra, cuencanas, de las de
pollera, que habían apilado unos montones de tierra. Y las veía a las tres. Yo llego con otra mujer, y una de ellas me
habla. Y yo sentí que ella predijo mi enfermedad. Ella me decía: “tienes que limpiarte, pero tú te vas a limpiar de esta
manera”, y yo la veía con unos cigarros inmensos, no como los que yo conocía acá, y me limpiaban. Y me pasaba el
tabaco. Y abría esa tierra y enterraba los cigarros, en otro enterró unos montes, en el otro un poco de cosas. Y en el
sueño me dijo, “cuídate mucho porque vas a caer en una cama y vas a estar muy enferma. Y no comas de nadie”.

Cuando desperté, le conté a una amiga. Y mi compañera me dijo, “vas a caer enferma. Para mí son seres que te están

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viendo, son seres que tú tienes atrás y no te das cuenta, que te hicieron una reunión para advertirte lo que te va a pasar”.

Y así fue, 3 o 4 meses después, el 22 de enero yo terminé, operada y en el hospital. Así he experimentado en sueños.

Y sueño con cierta frecuencia. Hoy mismo, eran como las cinco de la mañana, yo sé que no estaba dormida. Y se me
imaginó como que yo vi una pantera negra, que cruzaba por acá atrás, por mi baño. Y entonces yo abro los ojos, y me
despierto y digo, “¿pero cómo, si está la pared y todo de cemento?”. Y me senté en la cama.

Sueño con personas curando, y son personas que yo no conozco, que nunca en mi vida las he visto, pero coincide que
son de la Sierra. He visto mujeres con los niños amarrados a la espalda, y con faldas largas. Esas personas me limpian o
yo les veo que ellos limpian. Pongo atención a los montes, a los cigarros, a cómo los usan, cómo usan el resto de cosas.
Yo lo veo y lo incorporo. Porque para mí el sueño es una revelación que me hace Dios o un algún ser para que yo tenga
más amplitud en mis curaciones, porque yo veo clarito cómo curan.

A mi abuela no la he visto. A mi tío sí lo he visto varias veces. Lo he visto curando, vivo, él no está muerto en mis sueños.
A veces lo veo en su casa, que era en una fuente de río, como un estero. Y muchas veces íbamos a conversar allá. Allá
lo veo a mi tío. Cuando he contado el sueño de que lo veo en su casa, me dicen que le dé una misa, porque mi tío me
está llamando desde el lugar donde vivía, donde no he vuelto.

Entonces le doy a mi tío una misa, porque los seres quieren misa y hay que darles. Cuando le sueño conversando en
el río, me cuenta la situación de mi tía abuela, la mamá de él. Me dice que algo malo le hicieron a ella, porque ella de
un momento a otro enfermó y murió. Y él siente que fue porque algún curandero quiso hacerle algo a él, y en lugar de
dañarlo a él, le dejó mal a la mamá. En el sueño yo le digo que no, que no fue así, que no se sienta mal. Él se sentía mal
en vida por la muerte de mi tía abuela, creía que fue por tener mucha clientela, entre ellos curanderos, porque por La
Avanzada, más allá de Bellavista, había muchos curanderos y él les limpiaba.

Varias veces he sentido la presencia de mi tío cuando estoy curando. Y además lo invoco. A veces, cuando me quedo
solita, al final del día, cuando ya voy a limpiar o a sahumar, y ya se fueron todos, entonces lo llamo para que esté
conmigo, y converso.
“Lo que sea su voluntad.” Gente de todo tipo viene a hacerse limpias; pobres, muy pobres, gente de dinero.
Y de la provincia de El Oro, del mercado Montebello, de la Florida, vienen indígenas, vienen manabas.

Como vivimos en una comunidad que no tiene medios, muchas veces me toca poner a mí los huevos para el tratamiento.
Hay muchas personas sin recursos, muchos niños que vienen del subcentro de salud cercano. A veces las personas me
dicen, “le voy a dar dos dólares”. “No hay problema” les digo. A veces piden “no tengo para el huevo, regáleme usted”,
y yo les doy.

En nuestro medio no se puede poner un precio, porque si uno dice “son 4, son 5 o son 10”, enseguida la gente viene
con la policía. Entonces hay que decir “lo que sea su voluntad” y si la voluntad es dar un dólar, lo cojo, qué puedo hacer.
Pero yo no tengo una tarifa.

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Casualmente tuvimos una reunión con todos los ancestrales, para ver cómo salimos adelante, cómo el gobierno nos
apoya, si podemos poner una tarifa, y hemos conseguido que se abra esa puerta con el subcentro de salud de La Flor
3, para que ellos manden a los niños para hacerles la limpia, a verles primero si tiene mal de ojo, para que no haya esos
tropiezos con los médicos. Pero vienen muy poco del subcentro. Los que más vienen son de por aquí. Parece que los
subcentros han hecho caso omiso en mandar los niños acá.

Gracias al esfuerzo personal de la doctora que está en el departamento intercultural ya muchos años, es que nos han
recogido a todos los ancestrales y nos han llevado allá. Ella ha sido mal vista por sus propios compañeros. Delante de
la Ministra y del Presidente, las personas de la oficina de la doctora están todos sonrientes: “sí, que el ancestral venga
y haga el ritual”. Pero cuando ya se marchan, a ella le quedan viendo mal, porque ella es la única que se ha interesado
por hacer proyectos de desarrollo para nosotros. Si no fuera por ella, nosotros ya no podríamos estar acá.

Con la doctora hemos ido a muchos lugares a dar charlas; a La Prosperina, la Gallegos Lara, Pancho Jácome, Monte
Sinaí, Flor 1, 2, 3, y ella ha ido con nosotros, da una charla y luego nos pide que expliquemos de qué se tratan las
curaciones.

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Luis Saca Guamaní Comunidad: Chanchaló
Parroquia: Mulliquindil (Santa Ana)
Cantón: Salcedo
Provincia: Cotopaxi
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-Panzaleo
Idioma: kichwa y castellano
Edad: 54 años

Segundo Luis Saca es oriundo de la provincia de Cotopaxi. Desde


muy joven practica la medicina ancestral. Con el legado de su abuela
que era sanadora y, a través de sueños y revelaciones, adquirió el
conocimiento para empezar con las sanciones y curaciones a través
de limpias y utilización de plantas medicinales. Actualmente vive en
Salcedo y cuenta con el reconocimiento de su comunidad como una
persona de conocimiento, denominado Yachak, que en lengua kichwa
quiere decir “el que conoce”. Impulsó la creación de la Asociación
de Yachaks de su provincia para proteger y promover el conocimiento
y medicina tradicional. Ha colaborado con el Ministerio de Salud
Pública y con la Dirección de Salud Intercultural, en varios eventos y
seminarios nacionales sobre medicina ancestral en el Ecuador.

“En ese tiempo nos llegaba la pobreza.” Nací en la comunidad de Palama, el 15 de enero de 1960, tengo
55 años. Desde que formé mi hogar, vivo en la comunidad de Chanchaló. Antes había sólo haciendas, en una de ellas,
la hacienda de Chanchaló, trabajaba mi abuelita. En ese tiempo trataban mal a las mujeres. El dueño quiso abusar de
mi tía abuela y mi abuelita no le dejó. Entonces se fueron de Chanchaló y llegaron a vivir en Palama. Yo crecí con pie
llucho, con anaco de bayeta. En ese tiempo, nos llegaba la pobreza, los que tenían plata se ponían alpargatas con suela
de llantas. Después del anaco vino el pantalón con tirantes, pantalón de ‘maniloco’ y después el pantalón normal.

Cuando crecí fui a la escuela Rumiñahui, en Palama. Terminé sexto grado. Íbamos a clases hasta medio día, al regreso,
cuando no había qué comer, buscábamos sitios donde estaban cortando cebada o cosechando papas y nos íbamos a
chugchir. Mi padre y mi madre trabajaban en caves de papas en Quito, en Machachi. Al mes de estar lejos, regresaban a
la casa. Nosotros crecimos una lástima, cogíamos nabo de las haciendas y comíamos con arroz de cebada. No teníamos
para comprar dulce, entonces cogíamos chawar mishki y comíamos haciendo chapo.

Hice la conscripción en el batallón Cotopaxi, en Amaguaña, después fui al cuartel, en Cotocollao. Recuerdo que los
sábados, en el cuartel, era día social, práctico para los guantes (boxeo). El soldado que tenía rencor salía a pelear. Yo
salía de mañanita, trotaba, hacía barras, piscina, para ganar energía, porque de repente vayan a garrotearme. Soplaba
los guantes antes de enfrentarme para ganar.

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Cuando era pequeño cantaba en la escuela, en kichwa y castellano. De casado, salía con mi mujer a cantar y ganaba
trofeos. En radio Latacunga pasaban nuestra música. Cuando no estoy trabajando me gusta escuchar la música de
Byron Caicedo, música de acordeones.

“Uno no puede curar si no está coronado.” Mis hermanos y yo nos criamos con nuestra abuelita. Ella sabía
curar mal aire y el empacho por frío.

Como los wawas se vestían con anaco tenían mucho frío, comían comida fría, a cualquier hora porque todo el mundo
salía al trabajo; entonces venían con la barriguita hinchada y con dolor. Mi difunta abuelita decía que eso es empacho.
En ese tiempo cocinaban con candela, la abuelita cogía la ceniza calientita y le limpiaba la barriga con un trapito,
“¡fuera, fuera empacho, fuera ajito, fuera ajito!”, decía. Y se quitaba el empacho. También curaba con plantita de tama,
de trinitaria y raíz de cebolla. Hervía en agüita, tapaba y, cuando estaba tibia, le daba de tomar. Cuando habían cogido
mal viento, mal de ojo, limpiaba con hierbas, cogía chilca marco, ruda, santamaría, arriba teníamos esas plantitas.
Madrugaba a coger, eso se coge de mañanita. “Vamos wawa para que aprendas”, indicaba. Mamita abuela llegaba,
se hincaba, rezaba y decía “buenos días plantita, buenos días yura, buenos días campo, shamuy, vengo a pedir”,
santiguándose, besando a la madre tierra. A mí me gusta decir siempre así, “Wambras de mi vida, no es sólo de muchar
a las longas, sino a nuestra madre tierra hay que muchar, una madrugada salga, coja un puñado de tierra y diga
‘mamacita de mi vida, de esto soy y acá he de volver, mi fuerza mi poder, jamás desmayen”.

Cuando los niños se orinaban en la cama, mi abuela recogía ramas de marco, saludando, muy temprano en la mañana.
Por la tarde, calentaba bien la hierba y ponía sobre el pecho y en la cintura. Con eso el wawa se componía.

Mi abuelita era buena gente. Desde que tenía seis años, yo la acompañaba, “vos tienes que aprender”, me decía. Yo le
ayudaba, igualando las hierbas, cogíamos grama, flor de pensamiento, tronco de valeriana. En algunas casas nos daban
maíz, y ya teníamos para comer tostado. Hasta los 19 años, cuando fui al cuartel, ayudaba a mi abuelita con las limpias.
A veces la abuelita me pedía: “ayuda limpiando wawa de mi vida, ya tienes que endurar”, y daba espacio para que
limpie. Cuando íbamos a bañarnos en las vertientes, ella decía: “ve hijo, pidiendo a Dios, pidiendo a Pachamama, a
pukyu mama, a pukyu taita, buenos pukyus tendrás carajo. Guapante mamita, pukyu de mi vida. Ambos nos metíamos
en la vertiente de Guapante. Mi abuelita llevaba ortiga, “para que seas un buen yachak siempre tienes que usar la
ortiga”, decía. Me ortigaba repitiendo: “Llucshi vaguería, mal pensamiento, llucshi malas ideas. Que seas bueno hasta
viejo”. Limpiaba bonito: “que seas uno de los principios de los buenos. Si eres bueno desde wawa, un buen viejo has de
ser”. Después me purificaba con las flores. Así florece la vida, florece la memoria, el corazón, floreteaba bonito. Y todo
eso nunca dejaba botando ahí, ella traía a la casa, me hacía secar y quemaba.

Cuando íbamos a bañarnos, mi abuelita llevaba cebadita, maicito, y decía: “verás hijo, aquí las avecitas necesitan comer
y cuando vienes a bañarte hay que dejar pagando para que ellas lleguen, coman y estén alegres. Los pajaritos no tienen
terreno, no tienen casa, no tienen donde vivir, pero ellos viven feliz de la vida con lo que traemos”.

Mi abuelita tenía un mate, con eso sabía hacer coronar, rezando, pidiendo energía, fuerza a las almas, ponía doce
mates de agua en la cabeza, doce mates atrás, doce mates de derecha y doce de izquierda. Coronado bien, uno ya se
va concentrando bastante. La bendita vertiente da la fuerza y el pensamiento lo que sea más positivo. Uno no puede
curar si no está coronado.

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Siempre voy a las vertientes a agradecer, a hacer mis pagos. Viajo a diferentes vertientes, entre ellas una de güitig, que
queda cerca de Lasso. Allá llevo flores, frutas, granos, lenteja, como decía mi abuelita, “dando esto, billete nunca falta”.
Y es verdad que nunca ha faltado. Con lágrimas regreso, agradeciendo a Dios por la vida que me ha dado, porque me
ha cuidado durante los 55 años que tengo. A veces voy con mis hijos varones.

Una vez fuimos a una vertiente del lago San Pablo. Cuando la luna está llena, luna grande, es bonito ir a la vertiente con
frutas, con flores. Cuando estábamos allí, llegó una gran comisión a ver qué estábamos haciendo. “Aquí no estamos
haciendo ningún mal. Venga quien venga, aquí yo respondo, ustedes quietitos hinquen, sienten y listo, no pasa nada
hijitos”, les dije. Aquí no va a pasar nada. Había venido un comisario, el teniente político, el presidente. Se admiraron
esos hombres porque nunca la gente viene a hacer esto.

Así viniendo a hacer, fortuna fuera. Aquí lo que vienen es a corretear, saltar, chillar como diablos, a hacer tonteras. Esas
cosas ahora no permitimos, por eso venimos a ver.

Yo estoy dando cucayito a mi vertiente. Cada año vengo. Bendita madre de mi vida, me ha dado fuerza, poder,
inteligencia y ahorita eso hay que agradecer, hijitos. He traído papitas para que coman, granos, frutitas que madre
tierra ha producido, para que el zumo ella absorba. Ustedes coman, tomen esto, manzanita, naranjita, hagan una minga,
vengan a comer.

Ellos, incrédulos, afirmaron que nunca hacen eso quienes van a la vertiente: “usted sí ha sido de verdad”. Yo decía: “Bendita
madre, te agradezco de todo corazón, porque esta gente abrió los ojos y con tu santa bendición, yo le doy un beso mamacita
diciendo gracias porque les abriste la mente”.

Próximamente me voy a ir con mis hijos a la cascada de Pedregal, que queda más arriba de Machachi, en toda esa agua
de hielo que baja del Cotopaxi, haré que se bañen. “Tienen que chupar” (recibir golpe de fuete).
Siempre sueño cuáles son las vertientes o cascadas a las que tengo que ir. Sueño con un hombre de pelo largo que
me dice: “tienes que venir, arrepentirte, bañarte para sacar las malas energías”. Cuando voy a limpiarme con mis hijos,
llevo ortiga, para que sean buenos jóvenes, buenos hijos, buenos casados, responsables de los hijos, de la casa, de la
mujer. Para que lideren bien, que sean buenos yachaks, toca ortigar bien y dar tres fuetazos. Entonces quedan bien
purificados.

En cuanto a mi propia purificación y descarga de energías, voy a las vertientes, para limpiarme con hierbas y bañarme.
Cuando sé que algo he hecho mal, debo arrepentirme y voy a pedirle que me dé más energía. Me limpio con la ortiga
que he llevado y no debo dejarla en el lugar. La vertiente es sagrada, no hay que arrancar las hierbas que están allí, son
sagradas. Yo llevo, me ortigo y eso traigo, pongo en un costal aparte, va para abono orgánico. Cuando voy a la vertiente,
de todo corazón, en el momento que me estoy bañando, viene un águila, que me observa como si fuera un guardián.
Entonces, me concentro y digo: “‘padre lindo, madre linda, madre tierra de mi vida, bendita vertiente, jamás en la vida
me gusta hacer daño, porque yo vengo a agradecer, dejar un poco y usted me ayuda a sacar esa mala energía de la que
estoy cargado”. Si es posible hay que llorar, hincar, rezar, tomar esa agüita. Eso purifica por dentro y limpia por encima.
Mi abuelita me decía nunca debe faltar el agua. Por eso tengo esta pila con el agua. Yo tenía una vertiente, Chakalá.
Buena y poderosa. Al mismo tiempo cha es como una mecha y kalá es concentración.

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También sueño con cuáles son los objetos de mi altar que debo ir a purificar. De ley me hace soñar, piedras, chontas,
tengo que ir cargando porque dice que traiga, llegado el año, todo tengo que bañar. Entonces, regreso bien bañado,
bien purificado, y puedo seguir trabajando por un tiempo largo.

En sueños, la vertiente de Guapante me habla. Guapante es pukyu de varón, es hombre, él dice que las piedras que
tengo son de poder, traiga, bañe, utilice… mi abuelita tenía un uchu rumi, eso calentaba en la vertiente Chakalá de
Chanchaló. Yo me fui, me bañé, llegué. En el sueño venía un yumbo, un wambrito a soplar con la chonta. No me dejaba
dormir. Yo estaba con miedo, pero le decía “sóplame así, sóplame”. Ese yumbo de arriba me ha venido siguiendo de la
vertiente. Yo le soplé trago y le dije que se vaya a su puesto. Así pude seguir durmiendo.
Hace unos cuatro meses me fui a cavar en la vertiente porque el agüita estaba dejando de salir. Ahora está de nuevo
saliendo. Para que no se seque, una distancia de 500 metros por lo menos deben dejar. Cultivar, cuidar, ver, para que
no se pierda el agua.

Con mis colegas también voy a la vertiente a pedir que no se seque el agua. Hacemos rituales. Hubo un tiempo en que
no llovía, estaba seco. Fuimos a la laguna de Yambo, los curanderos limpiaban con flores, concentrándose en la laguna,
en el cielo. Ese mismo momento llovió. Es deber de los yachaks, estamos para velar por todos.

“Un líder debe ser bien llevado.” Cuando acompañaba a mi abuelita, siempre iba muy atento. Cuando me
casé, ella le dijo a mi esposa, que era de Chanchaló, “warmiku, no tratarás mal a tu marido, dejarás nomás que cure,
porque el wambra sabe de las hierbas, desde chiquito aprendió a curar, él es yachak, sabe limpiar, es entendido, ojalá
siga mi profesión”. Mi mujer me abandonó porque pensó que le había hecho brujería para que se casara conmigo. Para
no perderla, yo estaba animado a dejar la curandería. Andaba limpiando poco. Pero la quería y me fui siguiéndola hasta
Chanchaló. La gente de Palama iba para que le limpiara. Entonces le dije a mi mujer: “bendito Dios mujercita, no soy
brujo sino que se limpiar, no me impidas”. Y mi esposa me apoyó.

A los dos años de casado, fui dirigente de la comuna, la gente me tenía respeto, eran acogidos conmigo. He sido
presidente, secretario, tesorero, síndico, dirigente en la organización de segundo grado, tengo todos los papeles en
orden, estoy avalado por la comunidad, por el movimiento indígena.

Un líder debe ser bien llevado y estar en buen contacto con la directiva y con la comunidad. Yo siempre he sido atento.
En Salcedo me tenían mucho respeto, los curas, los abogados, me respetaban, bien apuntalado era yo. Luchaba por la
gente del campo, estaba al frente de todo.

A los chulqueros iba a pedirles que devuelvan los papeles. Defendía a los curanderos, cuando había denuncias.
Muchos trabajaban con San Gonzalo, para hacer el mal. Una noche hice una reunión con los curanderos, “vean
hermanos esto es para vida, tarde o temprano han de descubrir”. Sacaban sal, papel de la vela, todo eso yo he dicho es
trampa. Les decía, “hijitos no hagan esas cosas, porque tarde o temprano ha de llegar a saber la gente, las autoridades”.
A algunos les decía, “no vale san Gonzalo, no vale sacar sal, eso es engaño, eso es negocio”. Dicen que está la pisada
en el cementerio, dicen que está la pisada en Quito, en el Señor de la Justicia, que ahí está el nombre.

En el año 90, cuando bajé a la organización, dije a los compañeros que se reúnan, se organicen. Llamaron a Alberto
Taxo y él vio todo pero después se fue a los Estados Unidos. Entonces llamé a los Yachaks para formar la Asociación
de Yachaks de Cotopaxi.

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En 1995 hicimos vida jurídica. Algunos trabajaban con madre Lolita, con espiritismo, eso también era tremenda mentira.
Ahí yo decía: “En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, fuera Satanás, carajo, aquí tiene que ser gente sana,
gente buena”. Yo sabía matar ese mal espíritu y cuando con esa energía mataba ese mal espíritu, confesaban todos
diciendo cómo trabajaban, sacando la sal. Todo era un engaño, decían que estaba curando el cerro.

Cuando estaba en la organización, en la casa campesina, me propuse entrar a curar a fondo, porque no quería olvidar
lo que mi abuelita me había enseñado. Y comencé. La primera persona que curé era un wambrito que tenía espanto
y mal aire. Yo recogí santamaría -a la hierba bendita no hay que cortar por cortar, porque siempre hay que decir,
primeramente, ‘mamacita te vengo a saludar (ruda, santamaría, eucalipto, chilco, marco, todos tienen espíritu), buenos
días mamacita, vengo a pedirte de favor, porque viene un wawa que está enfermo, yo quiero limpiar y sanar, cómo
puedo coger.... Mi abuelita siempre me decía, “cogerás santiguando y luego saludando y de ahí, a limpiar”.

Mis hijos también me han ayudado en las curaciones. Mi hijo mayor trabajó conmigo unos 10 años. Ahora que está
casado, él comenzó a atender por su cuenta. Según cómo van creciendo, siguen entrando los wawas. Yo trabajo con
mis hijos, cuando no está mi hijo, mi hija me ayuda. En el campo también trabajo, sembramos papas, maíz, tenemos
vacas, chanchos, cuyes, conejos.

Se reconoce el mal aire, cuando el wawa no está tranquilo, está batallando (fastidiado), no sabe qué le duele, la cabeza,
la barriga, está con fiebre. Se le tantea el corazón que está palpitando rápido “tas, tas, tas, tas”. Ahí se ve que está con
mal aire. O se ve en la orina que es muy amarilla, eso quiere decir que está con fiebre. Inmediatamente se hace una
limpia. Entonces hay que darle agüitas. Se usa la grama, pensamiento, valeriana. Para niños o para mayores es igual. A
ese wawito le curé con la hierbita, calentando con un poco de trago. Con ruda, ortiga, eucalipto, santamaría, chilco, le
limpié, diciendo “llucshi, llucshi” al mal viento, la mala energía. A los wawas no se les hace asustar soplándoles el trago,
se le calienta en la boca, se pone en la mano y se le escobilla en la cabecita.

El síntoma del mal de ojo es que está decaído porque ha sido topado en la oscuridad, el ojo se sale. Ahí se dice “esto
es de nosotros mismo, no es del médico, vamos a hacer una buena limpia”, y entonces, el paciente se siente sano. La
gente sabe dónde es bueno y llega. El mal de ojo se cura soplando trago caliente y con la yerba caliente se le dice
“llucshi, llucshi, llucshi, llucshi”, limpiando desde la cabeza hasta la punta de la uña, con ruda, ortiga, santamaría chilco
y eucalipto. La gente, apenas acabo de limpiarle, se siente bien y se va agradecida. Entonces, le recomiendo coger
alverjilla, grama y flor de pensamiento para que hagan una infusión y tomen.

El diagnóstico con el cuy aprendí también de mi abuelita. El cliente tiene que traer un cuy wawito blanco, tiene que
ser de 8 a 10 días de parido. Si es blanco aparece toda la enfermedad. Se le coge de las manos y de las patas, se pasa
por todo el cuerpo, cabeza con la cabeza, espalda con la espalda, pecho con el pecho, piernas con la pierna, limpiando
en orden. Acabamos de limpiar. Cogemos agüita y le hacemos ahogar un poquito para no cortarle vivo. Cogemos el
cuerito, le cortamos para diagnosticar y ver qué dolores nomás tiene la persona. Luego de eso, se manda anotando los
remedios para que tome, y si toca limpiar, limpiamos. Con eso se sana, se mejora. También curo mal aire, mal de ojo,
espanto, empacho…

Todo lo que es acerca de la medicina ancestral, se cura, pero si hay asunto de riñones, de pulmones, de corazón, eso
tiene que ver el médico.

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Uno no puede curar una diabetes. Pueden prevenir tomando agua de remedio, tomando tomate de árbol con pepinillo.
Yo tengo diabetes, cuando una persona tiene diabetes le duele el hombro, la nuca, le da bastante sed, agarra el sueño,
viene como desmayos y la orina, toma agua y pasa todito. Gracias a Dios hay la grama, la chukirawa, el sangorache, esa
agüita se toma y se vive tranquilo. Se puede controlar tranquilamente. Otra persona tiene que hacerme el diagnóstico.
Para estar más seguro, me hago exámenes de sangre, y veo cuánto tengo de glucosa, colesterol, triglicéridos. Con
agüitas, tranquilamente me mantengo.

Antes de limpiar, tomo siempre una copita de trago, tomo otra a medio día y una a la tarde. Como parte de la limpia,
tengo hierbas dulces para purificar, para que endulcen la vida. Yo no utilizo colonias. Tengo mis preparados que el
paciente puede absorber, todo con hierbas dulces, canela, hierbaluisa, menta. Le pongo un poco de aceite Johnson,
para que suavice.

Cuando la gente se modernizó, pensó que la atención toda era con el médico, que cura más rápido. Pero aquí no,
primero acuden a verse con el cuy, no van directo al médico, se hacen ver en el cuy, en la orina, en el pulso.

Cuando se detecta alguna enfermedad difícil, yo sé que el paciente tiene que ir al médico. Si viene una persona con un
tumor, cuando se está limpiando en el cuy, aparece una bola en la barriga del animal, entonces se le dice “esto no es
de nosotros, es de médico. Lo que tiene que hacer es ir a Solca. Si está duro el tumor ya está maduro”.

Desde la puerta les digo:


Esta persona está bien grave, al grave para qué le traen, ya está casi muerto.
Queremos que nos haga algo.

No respondo hijo porque el corazón ya no palpita, ya va a quedar ahí.

Cuando la persona tiene cáncer de riñón, de pulmón, el ojo está medio verde, medio con sangre, es seguro que tiene
cáncer de pulmón. Les he dicho, tienes cáncer de pulmón, si vives has de vivir unos tres mesecitos, mejor anda,
reparte los terrenitos, deja una cuadra por lo menos a tu mujercita, que quede ella con eso. Anda tranquilo, bien,
deja arreglando todo, si te adelantas, yo he de seguir atrás. Dicen que por estar con San Gonzalo está así. Pero yo les
recrimino: “pedazo de brutos, cómo han de creer esa tontera. No mijo, vos tienes cáncer al pulmón. Vean el cuy, como
está todito hueco, hueco, poros, poros, ya estás con cáncer, hijito. Llorando se va el hombre, diciendo “papito, si así
dices…”. Sí hijo, pero si has regalado la plata a los doctores, haz devolver. Nombrando a mi persona, devuelven. Antes
de que denuncien, devuelven la plata.

El diagnóstico con el cuy se hace martes y viernes hasta la 1 de la tarde. Pasadas las 2 de la tarde, ya no se puede ver
en el cuy. Martes y viernes son días precisos. No obstante, sí se puede curar otro día. Cuando la gente está mal, hay que
hacer a cualquier hora, pero tiene que ser por la mañana. En la tarde no, porque la vista se va perdiendo.
Se puede diagnosticar tanto con el cuy como con la vela. La vela sí se puede ver cualquier rato. Para hacerlo, se necesita
mucha concentración, tanto con la persona, como con la vela. Se pasa el cuerpo de la vela en el cuerpo de la persona,
cuando ya está limpio el cuerpo, le pido al paciente que lance su aliento tres veces sobre la vela para que salga todo de
adentro, el espíritu. El pie de la vela es el cuerpo de la persona. Es el espíritu. La luz es como espejo. Entonces hay que
decirle todo lo que aparece en la santa vela. Ahora hay bastantes traiciones, en el espíritu de la vela aparecen cachos,

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‘sabe qué, usted tiene moza…’ en la candelita de la vela se ve cuando son locos, esta se alza se baja, entonces se avisa
al paciente cómo está. ‘Será por mal pensamiento, porque me han brujeado, será porque tengo carro, tengo terreno’,
dicen. Brujería sí existe. Hay gente mala que hace trabajos con muñecos, les ponen alfileres, hacen maldades. Pero yo
jamás he hecho eso.

“Me fui con hierbitas, con flores, a bañarme en luna llena.” Cuando cumplí 50 años, fui a Yambo para
que me coronaran. En mí dije, ya cumplí años, que Dios te pague. Hasta 50 años ya me ha acompañado la fuerza que
la naturaleza me ha dado. Me fui con hierbitas, con flores, a bañarme en luna llena. Estando bañándome apareció una
piedrita, de poder ha de ser, dije, no ha de ser de gana. Traje a la casa. Como era de noche, no vi, pero al día siguiente,
limpiándole, vi que tenía la forma de una cara. Dijo porque tienes una buena cabeza, te doy la cabeza. Un buen regalo
de Yambo, mamitica.

Cada uno de los objetos que uso para curar tiene su historia. Algunas piedritas son encontradas, otras regaladas hace
mucho tiempo. Una piedra con forma de corazón es encontrada. Yo mismo no puedo aclarar por qué aparecen, es
como si la piedra me dijera: “eres corazón y tienes que ser de corazón”. Las piedras me dan mensajes para el camino,
verdadero camino largo, buen camino, una raya en la piedra indica que mis hijos tienen que seguir lo que yo aprendí.
Esto es hereditario, mis hijos también van a ser curanderos. También tengo objetos de cerámica. Una vasija encontrada
en Quito, donde una señora me llamó para curar a su hijo que desvariaba que una chica le acompañaba. Esta chica
le ha estado llevando al abismo y casi se muere. Habían hecho un entierro de gallina, de muchas cosas. Fui a curar el
lugar y encontré la vasija enterrada, la recogí y ahora esta pieza forma parte de mis instrumentos de curación, ocupa
un lugar importante en mi altar.

A los objetos, como a las personas se les limpia con hierbas, pidiéndoles porque tienen poder, para que este no
desmaye, sino que esté al frente. Se le limpia, se le pone agua en la vertiente, se “floretea” (baña con flores) para que
florezca la vida y para que dé más energía y más fuerza.

La chonta no es de gana que se tiene, es un bastón de mando, como cuando nombran el prioste para la fiesta. Es el
arma más poderosa, puede pasar 300 años dentro del agua que no se pudre, tiene fuerza, poder. Mi abuelita también
tenía su chonta. Este es el bastón de mando, es una energía también, hay que respetar. Por eso está guardado. Tengo
un avecita, una reliquia, que me pongo cuando curo, para que las enfermedades no se me peguen. Fue encontrada en
un desmonte de terreno. Otra reliquia fue encontrada como por arte de magia en una plaza y la compré. Me amarro
la cabeza con una wipala, es una defensa: inteligencia, conocimiento para poder dar buenos remedios y hacer una
buena cura. Ahí está el hombre completo. Con esto tiene una defensa y no se pega el mal. Estas son mis herramientas,
yo no tengo pistola ni carabina. Tengo estas herramientas que son sagradas, son mis herramientas de trabajo, para
concentrar y purificar.

“Los verdaderos curanderos.” Los rasgos de una persona que sabe curar de verdad: Único así como
uno, si es humilde, tranquilo, el piso de terrenito de la madre tierra, así debe ser. Cuando son bien pintados, bien
adornados, alfombrados, tienen rótulos, son como cualquier negocio. Jamás deben tener rótulos. Esto no es negocio,
no es competencia. Es una ayuda a la persona, a vivir bien, a vivir feliz.

Cuando curaba mi abuelita, le daban cebada, maíz, máchica. Era suficiente, nos íbamos contentos, cogiendo los

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productos. No había una tarifa, era lo que voluntariamente daba la persona, un real, dos reales. Para mí, no es una
carrera de resistencia. Hay que tener la conciencia limpia, el espíritu limpio, el corazón limpio. Hacer lo que el corazón
le guíe. También hay que saber aconsejar a los hijos para que sean buenos hijos, buenos padres. Y si hace falta, dar con
el fuete, “eso también es remedio, para que no sean resabiados ni andariegos. Ahí se asientan bien”. El fuete siempre
está a mi lado.

Un sanador no debe hacer malas cosas. Debe hacer todo lo positivo, no es obligatorio hacer fiestas, pero es bueno
hacer la fiesta para agradecer a Dios. Yo mismo doy maíz, papas, cuando soy prioste. Sí vale hacer fiesta, baile, con una
buena banda, porque estamos agradeciendo y compartiendo los alimentos con la gente. Para ser inteligente y sano es
importante saber que en el campo tenemos cuy, gallina, huevos, papas, cebolla, tenemos todo para comer. Ahora no
quieren vivir en el campo, quiere comer lo fácil, vivir lo fácil, vienen a vivir en la ciudad a hacer arroz con huevo frito…
entonces quién tiene la culpa de estar mal.

“Las invocaciones.” Siempre invoco a padre Dios, tengo a mi lado al Señor de la Justicia. Los invoco a él, a
San José y al Niñito Dios. Siempre digo: “Padre lindo ayúdame en este día, protégeme, que salga todo el mal, para que
todos los enfermos salgan curados, satisfechos y contentos”. Entonces, rezo el padrenuestro para comenzar la curación.
También llamo a los elementos, al agua, las vertientes, las lagunas para sacar el mal de las personas, diciendo llukshi,
llukshi. Comienzo en kichwa y agradezco por la tarde en kichwa: “yupaychani mamita, Dios se lo pay, kay puncha
sumakta ñukaman poderta kushkamanta, sea blanco, sea runa, shamushkamanta ashtamun sumakta agradecipami.
Kikin Pachamamita de mi vida, ñukamun kay punchakaman, fuerza poderta kushkanki, kay rumi mama agradecipami,
yupaychani, alli tuta. Rinillami ñuka wasimun. Puñuringawa.

A veces acude gente de Riobamba, de Salasaca, entonces hago la curación en kichwa. Cuando concurren los mishus
(gente mestiza), me toca hablar castellano.

“Azufre para Satanás.” Entre las experiencias más fuertes de curaciones que he tenido, está la de un señor
loco, que se desnudaba. Era tremendo. Se había ido a emborrachar y se había dormido en una quebrada. Cuando le
llevaron al hospital, le dijeron que había que operarle. Le habían hecho exámenes en Ambato y le dijeron que tenía que
operarse en Quito. Una señora le dijo a la esposa que podía ser alguna cosa de mal. Entonces, le limpiaron con una vela
y le trajeron a hacer ver conmigo. Yo vi claramente, su corazón sonaba tas, tas, tas y se alocaba. Entonces, dije que el
hombre estaba loco porque había sido violado por el demonio. Cuando estaban llevándole a Quito en una ambulancia,
le sacaron y le trajeron huyendo, a donde mí. El hombre defecaba sangre, estaba como loco.

Había que ir al hueco donde había dormido y echar de ahí al demonio. Había que pagar al diablo, esta paga se hace
con un cuycito negro para que el diablo suelte el espíritu. “Suéltale, carajo a ese espíritu”, se le ordena, se le fuetea,
y se le da el animalito. Fui con mi esposa y mi cuñado y les pedí que me ayudaran haciendo bulla, porque el satánico
venía chillando horriblemente. Llevé ruda, puro y azufre para echarle en la cara. Ellos, finalmente, no me ayudaron. Yo
solo enfrenté a Satanás. “Suéltale maldito, fuera Satanás”, no se debe decir diablo porque si decimos diablo, estamos
queriendo al diablo, si se dice fuera Satanás, entonces le tratamos mal al Satanás y él se muere de iras. Le soplé y le
metí la cueriza, ahí estaba, se iba y corría, venía y corría. Yo había ido con una gorra y parecía que esta se me paraba,
con todos los pelos. Le eché el azufre a la cara y el diablo se fue. El señor hasta ahora vive, la mujer más bien murió.

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“La limpia para que desaparezca todo el mal.” La persona que va a ser limpiada, se saca la ropa y recibe
las bendiciones, el rezo: “Bendito Dios, bendita madre, para que salga todo ese mal, abra su corazón para que salga el
mal y entre el bien. En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo. Agradezco hasta hoy que me has dado el don
de la sabiduría, muchas gracias padre santo, Wayra mama de mi vida, Pacha mama de mi vida, Yaku mama de mi vida,
Inti taita de mi vida, Hatun hawa pacha de mi vida… mal pensamiento, mala energía, debilidad, saladez, desgracias,
mala suerte, mal hechizo, malos pensamientos, desde punta de pelo hasta chaki que salga. Shunku, sombrita, benditas
hierbas de mi vida. Ayúdame a limpiar a purificar, sacar todo ese mal, todo lo que ella tenga en su mal pensamiento.
Usted tiene que tener fe en dios, fe en uno y tiene que ser fuerte, madrecita.

“Shunku, shunku, shunku. Lluchsi, llucshi. Sombra, sombra, sombra, llucshi, carajo. Sombra, sombra, sombra, llukshi,
carajo. Que sus ojos tengan una buena vista, que su corazón piense cosas buenas, que su pensamiento sea preciso y
original. Shunku, todo ese mal espíritu que desaparezca para que tengas ánimo para trabajar, para estudiar, para ser
una profesional, para ser una buena doctora, una buena líder, para hacer todo, tiene que tener una buena mentalidad”.

Tomo los brazos, las manos de la paciente y le sacudo, le doblo, le estiro. Doblo su cuello a cada lado para sacar
contracturas. Aprieto el pecho y la espalda, acomodo los huesos.

Tomo el manojo de hierbas, ortiga, eucalipto, ruda, chilca, “para que salga toda esa porquería”. Mi ayudante sopla trago
en las hierbas que están frente a la paciente y prende fuego con una vela. Yo acerco al fuego los brazos de la paciente
e invoco: “Bendito fuego eterno quema todo ese mal, quema toda esa mala suerte, esa saladez. Shunku, pacha mama,
yaku mama, wayra mamita de mi vida. Llukshi, llukshi. Shunku, shunku, shunku. Llukshi”.

Apago el fuego y sacudo las hierbas en el cuerpo de la paciente: “Llucshi, llucshi, wayra mama, yaku mama. Shunku,
shunku, shunku, shunku. Shunku, shunku, shunku, shunku”.

Sacudo las hierbas por todo el cuerpo, invocando al viento, al agua, a la tierra. Pidiendo que salga el mal. Primero por
delante, luego por atrás. La paciente escupe tres veces en el manojo de hierbas y luego mi ayudante se lo lleva para
botarlo.

Tomo dos velas encendidas en mis manos y se las doy a la paciente: “Bendito espíritu bueno, bendita luz, alumbre su
pensamiento. Sus ojos, su corazón, que tenga siempre su energía positiva. Siempre que salga con pie derecho, siempre
que santigüe con mano derecha siempre que siga un buen camino, cuidará, cuidará, como esta luz quede su espíritu
purificado y limpiado”.

Enciendo dos velas más y coloco sus lanzas de chonta de poder, una en el hombro izquierdo y otra en el hombro
derecho de la paciente. Con las velas encendidas en la mano derecha, soplo el cuello de la botella de trago varias veces.
Tomo un bocado y soplo con el fuego hacia el cuerpo de la paciente. Lo hago por tres veces. Soplo el trago y llamo:
“shunku, carajo. Saca todo ese mal, que se desaparezca”. De frente, de espaldas, de costado. “Llukshi, carajo”. Brazos,
manos. Luego froto agua florida por el cuerpo y le pongo en las manos para que ella misma se frote. “Bonitamente, para
que no falte dinero, que no falte trabajo, que le siga suerte, fortuna, trabajo”. Y el ritual está terminado.

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Luz América Barrio: Luchar y Vencer
Parroquia: Ximena
Castillo León Cantón: Guayaquil
Provincia: Guayas
Idioma: Castellano
Pueblo: Afroecuatoriano
Edad: 53 años

Mama Luz es de las más reconocidas sanadoras y practicantes de la


medicina ancestral-tradicional afroecuatoriana. Hasta su casa en
Guayaquil llegan personas de todo el país para hacerse una limpia o
baños medicinales con las plantas que Mama Luz prepara. Tiene un
profundo respeto por las plantas y el tabaco que son sus principales
aliados al momento de sanar. Heredó el conocimiento y la vocación
de su familia, y en el camino de la sabiduría ha ido aprendiendo y
adoptando saberes formas de sanar y aliviar a sus pacientes.

Nací en Esmeraldas y a los 3 días de nacida, mi mamá, que se había separado de mi padre, me llevó a
Guayaquil. Como mi madre debía trabajar, me dejó con su hermana que nunca había tenido hijos. Se fue a trabajar con
la familia Icaza y luego se marchó a Colombia. Yo me crie con mi tía que tenía un restaurante. Cuando mi madre regresó
de Colombia, había aprendido a curar. Ella ya sabía curar pero no había practicado. Cuando yo tenía 10 años ella volvió.
Entonces mi tía me preguntó si quería conocer a mi madre. Mi mamá, como cualquier madre, trató de ganarse mi
cariño.

Un día le pregunté a mi mami, a la que me crió, a qué se dedicaba mi mamá verdadera y ella me dijo que se dedicaba
a fumar cigarro, a curar personas. Un día fue a curar el restaurante. Ahí me di cuenta de cómo eran los cigarros con los
que curaba. Cuando estaba curando el negocio ella estaba fumando el cigarro. Y yo le digo, enséñeme a fumar cigarro,
yo quiero fumar cigarro. Ella respondió “no, porque tú no estás en la edad”. Yo insistí. Ella me dijo “¿quieres fumar
cigarro? Toma”. Y me dio 5 cigarros. Los curó. Me senté en el suelo y me puse a fumar y yo misma, en mi conocimiento,
a los 10 años, iba diciendo lo que decía el cigarro. Mi mamá verdadera y la otra, las dos me miraban, se miraban, la una
le dijo a la otra, ‘todo lo que ella está diciendo sale en el cigarro, aquí salen caminos, aquí salen unos pensamientos,
aquí sale la cara de un hombre’. Y mi mami dijo ‘esta va a ser curandera’.

Yo ya no quería estudiar, quería dedicarse a la curandería. Y llegué hasta quinto año de colegio. Entonces ya sabía que
toda cosa, por muy insignificante que sea, tiene su oración.

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Eso lo aprendí yo, se me vino. De sí. Porque no es que mi mamá era una mujer dedicada a enseñarme, no le gustaba
enseñar, pero mi curiosidad era más grande, entonces yo veía cómo ella hasta preparaba las botellas para hacer parir
a las mujeres y yo vi los montes. Y los fui a comprar de una señora, que yo le hice parir –primero Dios y después de
Dios-. Compré todos los montes, le preparé y la señora tuvo dos partos de gemelos.

Mi primer trabajo fue la señora, después hice un trabajo de matrimonio y como a los 13, 14 años, ya fumaba cigarro al
revés y al derecho, ya manejaba las oraciones. No me atrevía a curar, solo hacia hechizos, amarrar, desamarrar. A los 18
años, aprendí a curar, a sacar daños, a ver en el huevo. Todas las cosas que yo sé, es por mí misma, no porque nadie
me ha enseñado. Mis cosas que yo tengo en la mente, son mías, hay cosas que yo misma experimento, voy al mercado
y veo ese monte, digo si ese monte está aquí, tiene que servir para algo. Yo mismo lo cojo, experimento, preparo, tomo,
lo pruebo, y si me hace bien está apta para curar a las personas.

Para curar a una persona que tenía daño fuerte, (toda persona que tiene daño, es porque otra persona se lo hace) le
di agua de zorrilla, con palo de cáncer, eso no se encuentra en Guayaquil, sino en las montañas, adentro, en el Oriente,
en Esmeraldas. El palo de cáncer se cocina con las hojas de zorrilla, se hace hervir, se lo licua y se toma una copita en
ayunas. Eso es bueno para curar el cáncer, cuando no es maligno. Y para quitarle todo lo malo que tiene, uno compra
el amargo Andrés y cardo santo. Con eso se limpia, con eso se cura.

Para curar a una persona primero hay que sortearla hacer un diagnóstico. De acuerdo a lo que salga en el sorteo, digo
“esto hay que hacer, usted tiene daño, de acuerdo a eso le curo, doy las tomas. Hay enfermedad mala. Quien le pone
los daños y quien hace maldad, son diablos”.

Cuando son enfermedades de Dios, se emplean cosas naturales, manteca de tigre, de venado, se coge y se hace una
crema para que se pongan en el ano y la parte de atrás. Se les da agua de guayusa, con cardo santo, amargo Andrés,
escancel, llantén y sábila.

Yo sé la medicina natural bastante. Yo no necesito ir a un médico. Yo misma me curo. Si tengo colesterol, cojo mis
grosellas, cojo mi hoja de fruta de pan, las cocino, las licuo, las cierno y las meto en la refrigeradora. A veces uno siente
malestares, mareo, náusea, eructa grasa, comienza a orinar como grasa, y comienza a darles uno como agitamiento,
es el colesterol elevado. Una vez que tome agüita de grosella, y si le hizo bien, es el colesterol. Tomando esta mezcla,
bota toda esa grasa.
Cuando se le seca la boca, la garganta, es azúcar que tiene, le da sequía, es diabético. Para el azúcar les he dado que
tomen el agua de orégano de mata, 3 hojas por 9 días. Deben tomar las hojas, lavarlas, licuarlas sin agua (porque eso
bota agua), cernir y tomar por 9 días, en ayunas. Eso es para las personas diabéticas. Se deja descansar tres días y
nuevamente se hace el tratamiento.

También curo el mal aire. Se sabe que es mal aire cuando el paciente tiene las orejas blanditas y frías, parecen gelatina, lo
mismo niños que mayores. Lo primero que hago es tocarle las orejas y si ve que están normales, no es mal aire. Entonces lo
que hago es coger el huevo, vela y limón, y lo sobo. Quiebro el huevo y veo. Si tiene ojo, yo puedo verlo, es ojo porque salen
dos velas grandes y otras en el medio. Si no le salen las dos velas, a los lados, no tiene ojo. Puede tener susto o espanto.

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Explico que el mal aire es mal aire de muerto. Que el ojo es cuando una persona le puede ojear de amor, de odio, de
pasión, de envidia. El espanto es diferente, porque hay espanto seco y espanto de agua.

El primero es cuando estuvo andando y se espantó porque vio una culebra o vio algo que le asustó. El espanto de agua
es cuando usted se estuvo bañando en un río y vio algún animal, quiso nadar rápido y del susto usted traga agua, ese
es el espanto de agua. Ese es difícil curarlo así nomás. Ese hay que curarlo con agua y con montes. Se cura con ruda
de gallinazo, ruda de castillo, altamisa, rosa de muerto, escancel, sálvate ahí, ortiga, se desmigaja todos esos montes, se
le pone agua florida, agua bendita, puro (guanchaca). Ahí lo soba, rezando sus oraciones. Después pone una lavacara
de agua llena y usted pone una persona allá y otra acá, lo hace que vea el agua, con la cara para bajo. La otra persona
tiene que estar preparada para cogerlo. Y usted lo lanza. Son tres veces que se le hace, pasándole en cruz, que vea el
agua, usted le baña con la misma agua, y le da a tomar, para que se cure el espanto de agua. Yo curo a cualquier hora.

Cuando es un espanto de una persona adulta, puede salvarle pasando por la tina de agua tres veces, mirando el agua.
Con esa agua se baña pero uno lo ha limpiado primero con el monte. Esa agua puede botar en cualquier parte.

El espanto seco se cura con los montes mismos, lo único que no lleva es agua.

El mal aire se cura con un monte que se llama chivo, se desmigaja con ruda de gallinazo y con rosas de muerto y agua
florida. Siempre con rezos. Estos son secretos, aparte de padrenuestros, credo, avemaría, el bendito, van las oraciones
propias.

Cuando es ojo (le han ojeado), se mide el ancho con una cinta y se coge con un imperdible. También se puede medir
con la hoja de coco. Se hace nudo o se pone un imperdible. Se reza y se mide la espalda también porque el ojo entra
por los pies y sube por la espalda.
Se hace tres nudos, y se va rezando, y sobando, va rezando todo, va limpiando y atrás también. Nuevamente lo mide y si
tenía cuatro, al limpiarle, tiene dos. Nuevamente sigue midiendo. Cuando acabo de pasarle la cinta, el ojo está cerrado.
Tiene que limpiarle tres veces. Cuando a usted lo están curando siente que le comienza a doler y después siente las
coyunturas porque el daño está saliendo. Cuando le duelen los tobillos es porque el daño está saliendo.

Los síntomas del ojo se presentan como infección, diarrea, vómito, dolor del cuerpo. Hay ojos que son bien bravos, que
lo ojean a uno de braveza, de maldad. Uno tiene que meter montes más fuertes, coger la cresta del gallo (cualquier
gallo), cortarle un pedazo y lo santigua con la cresta. Coge bastante ají picante y lo mete a quemar con la cresta del
gallo para que esa persona que le ha ojeado de maldad, haya los ojos le ardan.

También curo con cuy. Limpia a la persona, primero le rocía puro y lo va sobando. Después lo sopla y ahí coge el
cuy y con una gillette le abre la piel, en la parte de la barriga. Sostengo el cuy con las manos, durante cinco minutos
y, mientras voy rezando, teniéndolo de las patas, voy sobando a la persona desde la cabeza hasta los pies, rezo las
oraciones de Dios y mis propias oraciones para esta curación.

Cuando termino de rezar pongo el cuy en la barriga de la persona y después en la cabeza. Si el cuy muere, la persona
tiene daño fuerte. Si no se muere es porque no tiene daño fuerte. Le corto el pescuezo y con la sangre que brota le rocío.

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Aparte tengo que tener agua con tres clavos de acero, cocinada con manzanilla, altamisa, Gálvez, cardo santo y amargo,
Andrés, en una lavacara. La persona se baña con agua de la llave, con jabón azul de canela y después se baña con esa
agua de hierbas. Se baña, entonces, con jabón de estrancadera (hierba amarga para baños de limpieza). Se enjuaga y
luego vienen los líquidos de limpieza, agua florida, vencedor, rechaza daño. El paciente se va a su casa, tranquilo, pero
tiene que venir al día siguiente o después de 3 a 4 días. Antes de irse tiene que pasar para verlo en el cigarro, para
saber cómo evolucionó la curación. Se le abre al cuy para detectar el daño que tiene la persona, si es enfermedad de
Dios 4 , cuando es enfermedad de Dios el cuy muere lentamente, cuando es daño muere instantáneamente. Al cuy no
se le abre completamente, solo se le corta la piel para que bote sangre y limpiarle a la persona con la sangre. Ese cuy
se manda a botar lejos.

Lo del cuy lo aprendí viendo a una señora manaba que curaba. Vivía frente a mi casa, yo le ayudaba a fumar. Yo tenía
19 años y le pedí permiso para fumar ahí porque mi mami, la que me crió, no quería que yo siguiera en esto. A ella la
vi una sola vez y aprendí. Se me vino enseguida como tenía que hacer. No le pregunté nada, solo la vi por curiosidad,
estaba limpiando, pasando el cuy por el cuerpo, no vi cómo estaba cortado el cuy ni nada, lo demás me lo ingenié yo.
“Tiene que ser así”, me dije. Porque todo el mal que tiene la persona le explota al cuy, de ley tiene que abrir un poco
para desfogar y que el animalito pueda sacar.

Cuando no se puede con los montes ni puede con las tomas, puede con el cuy, siempre. Al final usted coge ruda, le
echa alcohol, soba a la persona con la ruda de castillo, le echa alcohol, le pone esa ruda en medio y le escupe en cruz.
Después prende esa ruda y ese humo la persona tiene que absorber. Se pasa en cruz. Eso se limpia la última vez. Se
cierra con una oración.

“Los baños amargos sacan todo lo malo.” Hay baños de suerte, baños amargos, dulces, agrios y de fin de
año. Para los amargos, se pone limones partidos en cruz, cigarros, caña agria. Para los baños agrios se utiliza toronja
partida en cruz, naranja lima y jabón negro se pone a cocinar. Se añade plantas y hojas de sábila, altamisa, ortiga, ruda,
sálvate, teatina, campanas, santamaría, amargo Andrés, cardo santo. Entre las hierbas para baños dulces, están la hoja
de la plata, vara de la justicia, menta, albahaca, yerbabuena, hierba luisa, manzanilla, toronjil, congona, lazo de amor,
querendona, la poderosa, millonaria.

Los baños amargos son para sacar todo lo malo. Lo agrio es para que todas las cosas negativas que ha cogido, las bote.
Baño dulce para que se endulce todo hasta su alma. Ese baño se puede hacer cada tres o seis meses, según cómo esté.
A veces cuando coge cosas negativas de otras personas, de ley tiene que bañarse.

4 Los curanderos dividen las enfermedades en dos grupos: enfermedades de Dios y enfermedades de daño. Las primeras son males “naturales”, producidas
por los factores no mágicos, comprensibles por la influencia de las fuerzas de la naturaleza. Las enfermedades de daño, por el contrario, tienen siempre
origen sobrenatural y son atribuidas a distintos elementos, de acuerdo con variables sociológicas. Las enfermedades de Dios son, para los curanderos, del
dominio de los doctores del Hospital, a quienes envían los pacientes que la padecen.
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtual/libros/psicologia/manual_psiquiatr%C3%ADa/cap-33.htm

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Cuando se va al río, recomienda llevar tres limones partidos en cruz, un pedazo de jabón negro y una vela. “Eso el
curandero se lo da ya rezado, curado, si el río está corriendo para un lado, usted se pone con la espalda para donde
corre. Primero los tres limones, se soba con ellos y los tira para atrás. Coge la vela, se la soba todo en cruz y la bota para
atrás, que el agua se la lleve. Y con el jabón negro se baña. Una vez que se ha enjabonado tres veces, se zambulle tres
veces en el mismo lugar, se enjuaga bien y sale. Este baño es para que todo lo malo se vaya.

“El amor por el cigarro y por ser curandera.” Tengo una profunda relación con el cigarro. En él veo para
diagnosticar qué tipo de daño tiene la persona.

Cuando fumo siento como que estoy en otro mundo, como que es algo mío, siento un amor por el cigarro y un amor por
ser curandera. Siento satisfacción, alegría. Sé que hay una persona atrás mío que me transmite muchas cosas y que la
que está aquí no soy yo sino esa otra persona y la llevo a donde voy. Me siento tan profesional, porque sí lo soy y doy
gracias a Dios que me ha dado ese don para curar. Y tengo mucha satisfacción cuando una persona se cura. Cuando
me dice “estoy bien”. Digo gracias Señor por darme tu poder. Y hago todas las cosas que tengo que hacer. Esa persona
que está conmigo se llama Changó5. Yo lo invoqué. Y tiene más de 10 años conmigo, lo llamo cuando es apropiado,
viene, se mete en mí y yo voy leyendo el cigarro con los ojos cerrados.

La primera vez noté que vino, me dio escalofrío, me dio de todo pero tampoco me tumbó, sino que en mi mente me
decía “yo soy Changó, aquí estoy contigo, soy cubana y siempre me tendrás al lado tuyo”. Cuando tengo cosas difíciles
le invoco en mi mente y salgo de ellas. Es un espíritu que me acompaña mucho. Eso lo vine a saber cuándo tenía unos
25 años. Desde ahí yo ando con él. Antes caminaba solamente con la fuerza de Dios. Este el único espíritu, y un hueso
de mi madre, de la coyuntura del dedo. Me acompaña a donde voy. Lo tengo ahí.

Para limpiar se usan tres cigarros, 1, 3, 6. Para una persona que está rebelde, fuerte, difícil de curar, mama Luz reza con
tres, seis, nueve, doce cigarros. De los doce no se puede pasar. Coge nuevamente, uno, tres, seis, siete, para dominar.

Fumar en el agua es bueno, con el tabaco tumbas todos los trabajos todos los hechizos. Porque si te hacen trabajo en
agua, tú lo estás tumbando también.
Siempre estoy presta a limpiar no solo a personas en su propia casa sino que voy a limpiar las casas de quien lo solicita.

Las casas primero se limpian con cloro, creolina, se pone amoniaco, se enjuaga y se coge el agua de monte que uno
lleva preparado, montes de limpieza de casa son la escoba, cigarros grandes, rompe hechizo en palo, rompe hechizo
en planta, destrancadera, dominio, chivo, hojas del aire. Una vez que termina de limpiar, baldeando, aparte uno lleva
los riegos para romper todas las cosas, el riego destrancadera, contra envidia, de ahí se coloca esencias tumba trabajo,
rompe batalla, rompe cadenas, siete poderes, siete potencias, 33 esencias, yo puedo y rechazar. Todos esos líquidos se
entrevera y después de limpiar con los riegos y el agua. Al final, se le echa el agua florida, el agua de todas las esencias,

5 Changó, dios africano del trueno y el rayo, del fuego, de la guerra, de la danza, de toda la música y de la belleza masculina. Representa la necesidad y la

alegría de vivir, la intensidad de la vida, la belleza, la pasión, la inteligencia y las riquezas. Sincretizado con Santa Bárbara.

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se escurre un poco y se deja ahí. Se sahúma con incienso, mirra, estoraque, siete poderes de sahumerio, bastante
canela y trigo en grano. Cuando hay un mal espíritu, se coge la hoja del espíritu, se la hace pedazos y se sahúma, se
le pone estopa de coco seca, para toda la casa. Son tres limpiezas, hoy día una, después de dos días la segunda y una
tercera. Después vienen los dulces, y después la limpia de florecimiento que lleva manzana, uva, naranja, durazno,
girasoles, rosas, claveles, ilusiones.

Compro los ingredientes y esencias en el mercado central de Guayaquil. Encargo que me traigan de Esmeraldas amargo
Andrés y cardo santo. El lavado negro también se utiliza para limpiar la casa. Agua florida compro por pomas y por litros,
al igual que el vencedor, la colonia limpieza. Compro el agua florida, la preparo con otras esencias y líquidos y con eso
limpio. Sabiendo el daño que tiene la persona, según eso mezclo y se lo doy. Solo las hierbas compro en el mercado.

Para preparar cremas compro azufre, concha, limón, miel de abeja y los dejo encima del techo de un día para otro.
Luego saco la crema para las personas que tienen barros, espinillas, sarna. Se le pone brillantina sólida. Esa es una
cosa que yo saqué de mi mente.

Muy poco utilizo las grasas. Uso manteca de culebra para las torceduras, manteca de perico ligero para las personas
que tienen hemorroides, se coge y se derrite y eso calientito se pone en la parte donde tiene la hemorroides, eso se
pringa, para que se vaya hundiendo poco a poco, después cojo un ladrillo y lo pongo a calentar y cuando ya está tibio
lo coloco en la hemorroide, después de la manteca. Eso poco a poco se va hundiendo. Mientras tanto, la persona no
puede tomar cosas heladas.

Cuando la persona tiene alguna enfermedad porque le han hecho el daño, usa cuero de culebra, coge alcohol imperial
y lo revuelve con alcohol industrial y hace la crema, lo cura con el líquido de la culebra, le da tomas y lo limpia. Con la
misma mordida del perro usted se cura. Algunas personas dicen que sienten como que algo se desgarra por dentro,
dicen que como que las libero de algo.

Cuando se han liberado, cuando están limpias, les doy objetos para protección, anillo de siete metales, esclava de siete
metales, plantas curadas con imanes, patas de venado, manojos de ajo macho, sábilas. Tengo la pata de venado que
esta curada, con mis oraciones. Solamente a base de oraciones, se hace cuchillo de chonta y se los pone cruzados con
una correa larga, eso es para evitar cualquier mal espíritu. Se pone en la entrada de la puerta, en una pared en el medio
de la casa. También se pone espejos, siempre en una casa debe haber espejos, ahuyentan los malos espíritus.

La sábila como protección debe estar a la entrada, siempre adentro. Tiene que ser curada, para proteger la casa de la
envidia, de la maldad de los ladrones, de todo.

Entre las plantas que utilizo para curar están las plantas del aire que son para curar dolores de cabeza. Las plantas
calientes son altamisa, cedrón, ruda, hoja de achiote, Gálvez, saltamontes, teatina, son también las amargas. Esas son
para baños. Entre las frescas están la cola de caballo, llantén, linaza, boldo, pelusa de choclo, santamaría, hoja de
campana, también son para baños. Para limpiar por dentro, chanca piedra, la guayusa es buena con sálvame, teatina
se sirve en ayunas para que el hombre tome para ser potente. Entre las plantas dulces están, lazo de amor, vara de la
justicia, hinojo, manzanilla, menta, hoja de la plata, albahaca, hierbabuena. Hojas de viento son para dolores de cabeza.

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“El encuentro con el Hermano Gregorio.” El santo más cercano a mí es el hermano Gregorio y la Rosa de
Guadalupe. Se me presentó el Hermano Gregorio, cuando estaba enferma de úlcera, que él me operó, en una etapa
de mi vida muy fuerte. Una señora fue y dijo que había que operarme. Mi marido dijo que no había dinero. “Allá donde
van a operarle no cuesta tanto, solo cuesta 5 dólares. Lleve un vestido blanco, una cobija blanca y unas zapatillas.
Allí le dicen si es de operación”. Me dijeron que tenía úlcera y que era de operación. Yo no creía porque nunca había
sido devota del Hermano Gregorio. Cuando estaba acostada, en un sitio donde había otras mujeres, le pusieron unos
algodones muy perfumados. Todas las mujeres estaban acostadas y solo yo estaba sentada. Entonces llega la señora
y dice, “todas se sientan para rezar”. Una vez que ya rezamos, dicen ’se acuestan todas’. Me ponen ese algodón y me
quedo profundamente dormida. En el sueño lo veo al hermano Gregorio, se para al lado de mi cama y me dice: ‘mujer
de poca fe, tú no crees en mí pero yo sí tengo que creer en ti’. Y me dice, ‘vas a operarte, es una úlcera que tienes, no
es cancerosa, pero te voy a operar’. Yo en el sueño le decía pero quién me va a operar. No te va a quedar cicatriz, no
te va a quedar nada’. En mi mente, en el sueño dije, ¡qué me va a operar y no me va a dejar cicatriz!, ¡estar creyendo
en santos! Y él me dijo: ‘por qué me dices que yo no te voy a operar, por qué dices creer en santos si yo no soy un
santo todavía. Pues ahora vas a sentir en carne propia, lo que es una operación’. Lo sentí, sentí que me abrieron y sentí
un líquido fuertísimo, me limpiaron y estaban presentes unos santos. Y ahí yo era así cogida del cuello de alguien, me
cosían, en carne viva yo sentía. Cuando me levanto, me veo un esparadrapo, me saco el esparadrapo, era un dolor que
no me aguantaba. Pero como yo era incrédula de este santo, me levanto y me voy al baño, sin zapatos. Me senté. A lo
que me levanto, la sangre chorreaba. Tuvieron que dejarme otro día internada y me cosieron de nuevo, ahí sentí más
fuerte. Desde entonces, empecé a creer. Él mismo es el que opera, los santos son los enfermeros, los ayudantes. Así se
presenta él en blanquito, con su librito y el portafolio.

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Juan Luis Comunidad: San Miguel de
Pumachaca

Daquilema Parroquia: Cebadas


Cantón: Guamote
Provincia: Chimborazo
Nacionalidad: Kichwa-Puruwa
Idiomas: Kichwa y español
Edad: 72 años

Juan Luis es uno de los sanadores más reconocidos en su provincia.


Realiza limpias con el cuy para identificar enfermedades. Sabe
preparar remedios naturales con plantas medicinales. En los últimos
años atiende partos en su casa. Ha colaborado con el Ministerio de
Salud y se ha capacitado tanto en atención de pacientes con medicina
tradicional y también con la medicina occidental. Junto a su casa
tiene una huerta con plantas medicinales y cría cuyes para atender a
los pacientes. A veces camina por el bosque cercano a su comunidad
para encontrar un árbol fuerte a quien le hace oraciones y pide que lo
acompañe espiritualmente con su fuerza para sanar.

Yo no conocí a mi madre, mi papá finadito dijo que he quedado con 8 meses. Mi abuelita me había criado.
Poquito me recuerdo cuando era chiquito. Me contó mi papá que ha muerto un día o noche, cuando era pequeño.
Yo no vivía antes por acá, vivía arriba, en otro lugar. Cuando me recuerdo tenía una chocita de paja. De pequeño yo
andaba con mi finada abuelita pastando los borregos. De más grande, recuerdo, mi papá tenía 60 borregos, pastaba en
la hacienda. Cada año sabíamos llevar todos los comuneros a hacer abono donde se siembran papas. Yo andaba con
él, tres o cuatro meses, vivíamos en el cerro. De ahí, como ellos andaban cargando los burritos y las llamas, sabía llevar
máchica nomás, no llevaba cocinado. Meses sufriendo, así andaban los mayores.

De más grande, yo solito pastaba. Después había una compañía que sembraba piretro, cerca de Tixán; escondido me
fui a trabajar. Cuando era joven, bajé a la costa a trabajar en corte de caña, siembra de arroz, cosecha de maíz, cosecha
de arroz y piña. Me casé en 1979, tenía 19 años, mi finadita mujer 17 años. En ese tiempo no había escuela, no había
letra. La comunidad era muy pobre, triste. Estando trabajando, en 1981, Roldós fue presidente. El abrió la alfabetización.
Hasta 1985 yo no conocía letra, llegó la alfabetización, ahí aprendí en la escuela. En 1987 me eligieron en la iglesia
como catequista. En cuatro meses conocí la letra. Me hicieron secretario de la comunidad. En 1991 me fui a estudiar
en Riobamba, seis años, la Biblia, teología. Leonidas Proaño había dejado abriendo un centro de formación de estudios
teológicos. En 2002 terminé el estudio. En 1998 entré al colegio a distancia y terminé en 2002.

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En 1987 fui elegido en la comunidad, eran 7 compañeros para salud. Me llevaron al Ministerio de Salud a estudiar.
Yo tenía afán de estudiar y de saber. Aprendí, del taita Espíritu, me ha dado a conocer, él es como doctor. Él también
estudió en el centro de formación. Algunos no quieren estudiar, tienen pereza, yo tenía afán de estudiar, de aprender.
En 2003 me escogió la fundación CARE Alemania. Ahí también estudié seis años. Enseñaban diagnóstico, cómo curar,
qué medicina es ancestral, más enseñaban sobre ancestral. Con esos estudios aprendí.

Un año estudié en el Instituto Misael Acosta sobre salud, diagnóstico, cómo curar, medicina ancestral. Con ese estudio aprendí,
los abuelos no eran sanadores. En 2007 me entregaron un puesto en el Centro de Salud, una casita. Hasta el momento. En 1987,
con el MSP, aprendí. Lo que sé es diagnóstico, limpia con cuyes, huevo, plantas. En CARE enseñaban diagnóstico, cómo limpiar,
habían contratado al compañero Inti Paxi, él enseñaba, cómo limpiar, cómo sale, qué nomás sale, cómo se ve la energía.

“Diagnóstico y oración.” Empecé a curar en 2001. La primera enfermedad curé dentro de la familia, espanto,
mal aire, gripe.

Se sabe que el niño tiene espanto, cuando está durmiendo, despierta y llora, en la tarde llora, el ojito está medio caído.
El espanto se cura con manchariyuyo, santamaría, eucalipto. Se le pasa por todo el cuerpo. Tengo un frasco de siete
esencias, que se sopla en todo el cuerpo, de atrás y de adelante, debe reposar 2 o 3 días.

Mientras curo llamo a los cerros, wakas, piedras, rezando padrenuestro, avemarías, cuando está enfermo le pongo
las plantitas en la cabeza, y comienzo a orar: “Yo quiero limpiar, que sanen los cerros, wakas, piedras, Inga Pirca,
Machi Rumi, Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi, Dios Kaypacha Tukuy, vida, planta allpamamapi, espíritu, vida, fuerza,
kikin… padrenuestro que estás en los cielos santificado sea tu nombre… danos hoy… Dios te salve María llena eres
de gracia… Santa María madre de Dios, ruega por nosotros… Inga Pirca, Fujan, Chimborazo, Tungurahua, Cotopaxi,
Yaku… lugar sagrado. Conversando, conversando, limpio.

Luego aprendí que las plantas no hay que botar por donde quiera. Yo llevo la mata más grande, eucalipto o pino, y cavo
hondo para enterrar. Las plantas absorben la enfermedad y la persona se sana. Manchariyuyo es una planta templada,
igual santamaría, es templada.

La diferencia entre el espanto y el mal de ojo, está en que cuando los chiquitos se espantan, en una semana, cuatro,
cinco días, sale una materia en los ojos, con la limpia. Cuando damos remedio, plantas medicinales les hago tomar y
se sanan nomás.

Mal de ojo curo con un poquito de ruda y eneldo. Estas hierbas no son para tomar, sino para limpiar. Se da a tomar
otras plantitas, que hay en el campo, taraxaco, chankapiedra, culantro de pozo, eso hago tomar, unas tres, cuatro veces.
También llamo a los cerros y soplo siete esencias.

A veces el espanto o el mal de ojo sí se curan con cuy. Cuando está medio cuerpo mal, diagnostico y sale como
radiografía. Los cuyes hay que coger, no directo con la mano, sino con guantes, para que la energía de las manos no se
transmita al animal porque si coge directo, puede pasarle la enfermedad si uno está enfermo, limpio. Sale el mal aire,
mala energía, el cuerpo del cuy sale con sangre, manchas. De dentro, abriendo la tripita, el hígado tiene hiel cuando se

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está enojado, es fuerte, casi cerca de reventar. Para ver el estómago, se ve el estómago del cuy. Cuando está tomado
pastilla, sale igualito. En el pulmón se ve, cuando no circula la sangre, se ve como una manteca. Por usar mucha azúcar
se ha sabido hacer como un cedazo. Se ataja la sangre y eso se ve en el cuy. Cuando está con problema de corazón,
por estar tristes, tiene coraje, se ve que ha entrado sangre en el corazón del cuy, por eso se pone mal. Algunos tienen
nervios, entonces, en el cuerpo del cuy sale también.

Al cuy se le limpia con agua, en un balde viejito se le lava. Para diagnosticar, utilizo cuy de 15 días, porque los adultos
ya tienen enfermedad, el color no importa, ni que sea macho o hembra. A veces utilizo cuy blanco para que el cuerpo
se sane pronto. Para que salga rápido el mal aire se necesita cuy negro. Luego de limpiar, entierro el cuy bajo del árbol.
Porque la enfermedad puede llegar a mi casa. Si le doy al perro, como él comió, puede estar con la enfermedad y puede
contagiar en la casa.

Primero se sopla 3 veces con siete esencias. Cualquier día puedo curar, cuando vienen los pacientes. Después llamo
martes y viernes. La gente pide con qué prefiere que le limpie, pueden ser plantas, huevo de campo o cuy. En el caso
del huevo, uno mismo coge (con un trapito, pañuelo o bayeta), le entrega a la persona enferma, ella se limpia con su
propia mano, en la parte que está doliendo, puede ser la cabeza, la pierna. Se limpia, me entrega el huevo y veo. El
huevo es para diagnosticar. Le parto en un vaso con agua. En tres a cuatro minutos, toma formas que son las que
van a decir lo que tiene, aparece sangre, el color de la yema, si sube la clara, si aparece una nube encima del agua, si
aparece como burbuja. Es para el mal aire, mala energía que ha cogido. Sale como burbuja cuando le tienen envidia.
Se sopla, se hace humear con sahumerios para calmar. Ese huevo se entierra también, en un bosque, en las raíces de
algún árbol. Se entierra en diferentes plantas, le damos como una ofrenda, esa planta ya recibe. Hay que buscar otra
para enterrar lo demás.

Cada uno o dos años, a las 5 o 6 de la mañana, voy al cerro para orar. A veces se coge un árbol. Ahí también se ora,
eso da más sabiduría, más ayuda. Cuando voy a las vertientes tomo el agüita, hago la oración a la madre tierra, ahí
comemos, ahí vivimos, morimos. Muriendo a la tierra volverás. Como somos de tierra y vivimos en el campo, le rezo para
que me bendiga y me reciba cuando tenga que irme.

“La luna y los males.” No puedo curar cáncer, cuando la persona está con cáncer, también se ve en el cuy,
está un pedazo como podrido. Se ve clarito, dónde está el cáncer. Se ve como carne podrida. No hay cura dicen.
A veces, los paciente vienen a mi casa, algunas voy a la casa de ellos, vienen lisiados, tronchado la pierna, el brazo. Es
bueno curar eso en luna tierna. En luna tierna y medio madura, suele doler.

Para coger las plantas, voy a las 5 de la tarde y a las 7 de la mañana, ahí sí tienen el aroma para la enfermedad. Se pide
permiso a la Pachamama. Cuando está luna madura, el verano, ha sido de coger las plantas porque tienen aroma más
fuerte. Ahorita, ya está pegando el sol y ya no se puede coger. En luna madura para hacer jarabes, cogemos llantén,
chankapiedra, achicoria, culantro de pozo, amapola del cerro. Se seca la planta y se guarda. Con eso preparo las
agüitas, con miel de abeja. Le hago tomar medio vaso, un cuarto de vaso.

Utilizamos unto, hígado de vaca, le seco y hago caldito para tomar, es proteína y es bueno.

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“Para curar las torceduras es buena la época de luna tierna.” Nadie me enseñó. Yo mismo aprendí.
Cuando era joven y manejaba machete, no podía mover la articulación. Comencé a darme masajes. Mi esposa se había
lisiado la mano, entonces le fregué, le vendé.

Para poder curar los huesos uso plantas cálidas, para hacer una pomada: eucalipto, chilca, matico, pongo aceite de
oliva, mantequilla, manteca de cuy, manteca de gallina, manteca de borrego. Mezclo en una paila, le frío, saco caliente
para poner. Cuando está con reumas, para lisiaduras, las plantas calientes son más propicias. No tiene que entrar agua
fría. Algunos mayores tienen reumatismo en las rodillas, tienen nuditos, eso sale como burbujas en el cuy.

Cuando se troncha la mano, le cojo, le masajeo, le enderezo. Solo con masaje. Entonces chequeo la mano buena con
la lisiada. Le pongo plantas calientes, le doy masaje. Cuando se zafa todito y está como colgado, le pongo plantas
calientes, le doy masaje. Con eso se sana en 15 días o un mes. Los huesos de los niños son más suaves, se pegan
rápido. Los huesos de los mayores están más duros, hay que esperar un mes. Cuando se ha quebrado el brazo, le pongo
un cartón, una manera de entablillar, le amarro y se sana nomás.

El precio. Una vez me fui al Oriente, ahí me conversaron unos compañeros de Ibarra que cada limpia cuesta en el Oriente
200 dólares. Cuando esta lisiado, yo cobro, 3, 4, 5. La limpia cobro 10 dólares. Según la amistad, no cobro mucho.

También sé atender partos, yo mismo aprendí. En la fundación CARE Alemania aprendí con la compañera Ana, cómo
atender, cómo es el parto.
Como las mujeres trabajan en el campo, los chiquitos se hacen a un lado, yo les enderezo, les hago masaje con siete
esencias, le hago virar y se tranquilizan. A veces el chiquito, puede coger mala energía, la mamá siente dolor, entonces
se le hace el masaje y las mamitas se calman.

Se ve si es varón cuando la barriga está hecha pelotita. Cuando es mujer está hecho planchita. En el rato del parto, le
chequeo si se siente golpes, cuando está en 145, ya es hora de dar a luz. En 10, 15 minutos ya nace el wawa.

El rato del parto, como las mujeres, en el campo, lavan con agua fría, se bañan con agua fría, se enfrían, entonces hay
que darles agua de canela, ishpingo, clavo de olor, anís estrellado, para que se calienten, para que suden. También les
doy canayuyo en agua, para acelerar el parto. Cuando no vienen los pujos se usa pluma de gallina, se le pone en la
boca, le dan ganas de vomitar y eso da fuerza.

Para preparar el sitio, tiendo una bayeta o una cobija, se le hace caminar por la casa, bien arropadita, se prende fuego
para humear, se pone sahumerio. Cuando llega el momento, se pone de rodillas. Empieza a salir el bebé, le cojo, le
limpio la carita para que no coja el agua de la fuente, le limpio la cara con un pañito limpio. Demora 15 minutos a media
hora para que salga la placenta. Cuando ha salido, los familiares la entierran en una parte lejana. Yo les digo el lugar
donde hay que enterrar. Cuando sale la placenta, a veces se queda un pedazo, puede haber hemorragia, entonces hay
que llamar una ambulancia, para llevarla al hospital.

Corto el ombligo del bebé, le baño con hierbas dulces, con flores. La mujer se baña a los dos días, con hierbas dulces.
El cordón, se corta tres dedos a los varones, los mayores decían que si corta pasando de cuatro dedos, crece el pene.

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A las mujeres se les corta a cuatro a porque los mayores dicen que cuando se corta ombligo pequeño, no podrá dar a
luz, cuando es más larguito es más fácil dar a luz.

Cuando corto el cordón, amarro con hilo rojo o verde, o blanco, de coser ropa, de poncho o bayeta. Los dueños de la
casa son los que dan de tal o cual color. Esos utilizo metiendo en alcohol, para que no contagie enfermedades, se limpia
con agua tibia, a los 8 días cae y eso hay que guardar. Las mamás guardan hasta cuando sus hijos son grandes, lo
tienen bien guardadito, amarrado con hilo de 12 colores, adornando bien bonito. Dicen que cuando se casan, se entrega
el ombligo, el hombre a la esposa, la mujer, al marido.

En el campo se faja a las mujeres después de dar a luz. Siente dolor del corazón, se le amarra para que no sienta. Se
amarra la cabeza también, con un pañuelo o una bufanda. Cuando no se amarra se desmayan las mamitas. Se les faja
la cintura y la cadera, para que se iguale y para que quede normal, para que después puedan trabajar, cargar. En el
campo como cargamos hierba y otras cosas.

Al niño también se le faja, cuando está bien fajado, tendrá fuerza en el trabajo, igual al hombre y a la mujer, antes
fajaban hasta un año, ahora un mes, dos, tres.

En la dieta, se le da verduras, carne de borrego, gallina. Cuy no, ni chancho, porque es muy caluroso. Eso, las recién
dadas a luz no pueden comer. Tiene que estar con esa dieta un mes, y en reposo. No puede tener relaciones sexuales
durante los 40 días. Después ya puede andar normalmente.

Algunas mujeres dan a luz en luna tierna, otras en luna mediana, otras en cuarto de luna. Cuando nace en luna tierna
el bebé es mujer, cuando nace en luna media, unos 15 días después, es varón. En luna llena también es varón. Cuando
nace en el mes de junio es fuerte para cualquier trabajo, cualquier profesión. Cuando nace en el mes de diciembre es
malcriado, resabiado.

Antes se cogía aguja con un hilo de color rojo, se simulaba coserle la boca, para decir que no hay que ser muy hablador,
muy bocón, mentiroso.

He atendido unos 30 partos. La primera vez fue en 1995. Ahora es un poco delicado el parto porque con la mala
alimentación, el cuerpo no tiene fuerza completa, está débil, en el parto hay que hacer fuerza. Los mayores utilizaban
granos puros, se alimentaban bien, entonces para el trabajo, para el parto, estaban bien. Solamente reposaban 15 días.

Hasta el momento no he tenido problemas en atender los partos. A veces llamo a los doctores y ellos chequean. Si el
parto es normal, atiendo solo, y si hay complicaciones, llamo a la ambulancia.

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José Andrés Comunidad: Yanaturo
Parroquia: Zumbahua

Urco Vega Cantón: Pujilí


Provincia: Cotopaxi
Pueblo: Kichwa-Panzaleo
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 56 años

Es un hombre de medicina ancestral. Nacido el 24 de julio de 1959,


tiene 56 años. Su lengua materna es el kichwa. Cuando murió su padre,
quedaron tres hermanos y él no tuvo la oportunidad de estudiar. Vivía
sólo cuidando borregos, caballos, chivos. Andaba en la hierba, sin
zapatos, “una lástima, una desdicha”. Sin embargo, aprendió a curar
a través de los sueños y luego fue perfeccionándose y fortaleciéndose
en las cascadas y cerros.

Mi madre me mandó a vivir con su abuela, con quien me crie. Mi madre era partera y sabía limpiar el espanto,
con huevo. Yo he intentado hacer de la misma forma, acompañaba a mi mamá, y veía cómo limpiaba con cuy, con
huevo, con santamaría. Yo conocía, cogía ajenjo y otras hierbas.

Una vez, estando en el páramo, cuidando los ganados -tocaba mi pingullo, tocaba el tambor con emoción-, vino
una especie de neblina y quedé como “dolido”. Aparecieron unas personas que me llevaron, arriba, al cerro. Estuve
encerrado una noche completa, me daban de comer una fritada, pero no era de res ni de borrego sino de perro, me
daban culebra, sapo. Y me dijeron que no podía comer carne de chancho. Tenía 16 años. Esta gente estaba haciéndome
conocer cómo iba a trabajar en las curaciones. Allí me dieron el conocimiento, “así tienes que limpiar”, me indicaron, y
me dieron unas piedras. Después me quedé como dormido.

El perrito llamado Pinocho, con el que pastaba, vino a la casa a avisar que se había perdido. Al ver que no aparecía, mi
abuelita me buscó, sin resultado. Cuando regresé, estuve alocado, “le han pegado el mal”, dijo mi abuela. Entonces, me
llevaron donde un compadre para hacerme una limpia. “Este tiene que salir limpiador de cuy, limpiador de huevo”, dijo
el compadre. “Agradezca que no le hayan llevado de una sola. A mi mamá, a mis tíos, les llevó”.

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Yo me preguntaba cómo iba a trabajar. Pasaron cuatro años, tenía recelo, miedo de limpiar. A los 20 años intenté
diagnosticar con el cuy, limpiar con el huevo, viendo en la vela. Una vez que fui al páramo, el rato menos pensado, como
candela, como chispa, la tempestad, el tronido me prendió la cara. Fue una revelación. Entonces, supe que estaba listo.
Nadie me enseñó, debajo del cerro enseñaban. Solito, de por sí aprendí. Gracias a que mis abuelos tenían borregos que
yo fui a pastar en el cerro, cuando estaba andando en el páramo, en los pajonales, a cuatro horas de camino, me llegó el
conocimiento para curar. Poco a poco, empecé a trabajar y me ha ido bien con mis diagnósticos y sus limpias. Gracias a
Dios, nadie ha venido a reclamar. Todo aprendí en el cerro. Mi sabiduría, mi entendimiento me llegaron en revelaciones.
Desde que aprendí, curo en su casa, no he salido a ningún lado. Primero limpiaba a mi familia, para ver cómo se
encontraba y luego empecé a tener otros pacientes. La primera paciente fue una mujer. Le limpié con el cuy, para ver
qué tipo de enfermedad tenía, si era golpe o derrame de sangre o mal aire. Todo eso le curé. Desde entonces seguí
trabajando. Además, soy partero, he hecho dar a luz a siete mujeres.

“Las chontas para curar el espanto.” Cuando fui llevado debajo del cerro, usaba un palo para pastar. El
palo se me perdió y en el cerro me dijeron que tengo que localizarlo. Buscándolo, encontré una chonta que es de
Moraspungo, de Rosalvera. En el sueño se me reveló dónde localizar la chonta. Entre unos pambiles, encontré mi
bordón. De ahí le traje y le llevé donde los Tsa´chilas para ver si era bueno o no. No es por tener nomás. El Tsa´chila me
dijo que la chonta es buena, que sirve para curar el mal aire, para el espanto. Desde entonces, cuando la persona llega
con mal aire, empleo la chonta, la raspo, con ese polvo hago agüita y le doy ese remedio al paciente. Siempre trabajo
con las chontas, con las lajas (pelo de caballo tejido), para defender al paciente de los espíritus, para curar el espanto.

En la revelación, era una señora la que se me presentó. Una piedra es una mujer, una señora. Cuando venía alcoholizado,
venía limpiando a los familiares, en sueños, la señora me dijo “usted tiene que usar la chonta”. Después, en otro sueño
me dijo: “usted tiene que localizar cerda de caballo, para hacer como la cadena y con eso limpiar”. Compré la cerda de
caballo y la uso con la chonta. Voy a trabajar puesto la cerda de caballo, con la chonta. Preparo con pepa de zambo,
zapallo, melón.

Cuando iba a la montaña, a cortar leña, apareció una piedra que se me había presentado en sueños, “¿por qué no me
llevas?”, le pregunté. Era una piedra rústica, dura, que encontré en una cascada, en la montaña grande, por Arcos. Era
grande, así que alquilé una mula para poder transportarla, esta avanzó un km. y se murió. Pagué la mula con 4 quintales
de cebada y dos de papas. Rogué a algunos compañeros que me ayudaran a bajar la piedra. Después de tres horas de
caminar, llegamos con la piedra, con 20 personas avancé a traerla. Recuerdo que al caer la tarde, vimos que un cóndor
venía siguiéndonos. La piedra grande se llama Magdalena, es la hembra. La piedra macho se llama Luis. Sus nombres
me llegaron en sueños. Y el sueño reveló que debía envolver a la piedra con una faja que no haya sido utilizada, recién
tejida, nueva.

En cuanto a la lectura de la vela, se limpia con ésta el cuerpo de la persona y con eso se diagnostica. Por ejemplo, una
pérdida. Se limpia el cuerpo con una vela. Llamo al espíritu en nombre del señor, pidiendo ayuda para orientar cuál es
el problema. Llamo tres veces con una campana, le pongo a un lado y ahí tengo que orientar. Entonces veo si puedo
sanar. Cuando el paciente no cree en la vela, le pido que traiga un cuy para limpiarle. Con el cuy es más claro. Hay que
hacer, según lo que quiera el paciente. Cuando ya he curado con el cuy, le doy de comer al perro, este no se enferma.
Antes, alguna gente que limpiaba con el cuy, le ponía a secar, a los tres días lo asaba y se lo comía, y no pasaba nada.

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En este diagnóstico, se ve si tiene mal aire, dónde tiene el golpe, en dónde está localizada la enfermedad. Si, por
ejemplo, el ojo está mal, si le sale pus, entonces es de operación, y pido que lleven a la persona al hospital. Cuando está
sangrando totalmente por dentro, yo no voy a llamar, a soplar, a sanar, yo no puedo atajarle, tiene que ir al hospital. Un
paciente de 18 años, Jaime Pilataxi, que vino hecho loco, le habían llevado hasta donde el padre, para que le sane pero
no pasó nada. Le trajeron donde mí. Yo le amarré aquí con la laja y le diagnostiqué bien, y quedó bien, ahora ya está
con la mujer.

Luego de diagnosticar con el cuy, ya sé lo que voy a necesitar: raíz de paja, raíz de canayuyu, raíz de taraxaco. Cocino
cebada machacada, pongo todo el remedio. Para el mal aire o pasmo necesito cortar pelo de choclo y pelo de uno
mismo, sacar a quemarle y poner ahí. Es bueno dar sangre de perro negro, cortarle la orejita y hacerle tomar con leche
de humano y ahí se salva. Cuando la sangre está congelada, ya no es bueno tener acá al paciente y se le manda al
centro de salud o al hospital.

“Hago secar las hierbas y las entierro.” El espanto se reconoce a la vista, se ve el ojo amarillento. La
diferencia entre mal aire y espanto: el mal aire, no se puede curar rápido porque está vencido, ya le han chupado, ya
le han jalado. El espanto, cuatro pepitas de santamaría, poner en agua fría y batir y dar de tomar. O se limpia con cuy.
A veces están llenos de enfermedades, puede estar congelándose la sangre, puede morir rápido. A los pacientes les
mando a tomar aguas de remedio.

Cuando una mujer está con espanto (y si está menstruando), se le cura por encima de la ropa. Se le manda agüita de
linaza o llantén, pepa de melón, jugo de melón. Cuando el espanto está bien “vencido” se cogen cuatro papas, se licua,
se cierne, y ese líquido se le da de tomar rápido, entonces ahí se planta el espanto.
Después de la curación, entierro las hierbas. Antes botaban en el camino, esa limpieza no valía, pues contagiaba a la
persona que pasaba por ahí. Por ejemplo, si pasa una niña de 8 años, se contagia y le culpan al que ha hecho la limpia.
Hasta a un adulto, cuando no tiene el corazón sano, duro, le contamina. También se contagian los animales y el yachak
que ha botado las hierbas en el camino, tiene que hacerse cargo de todo. Yo hago secar las hierbas y las entierro, no
es bueno quemar, (en el sueño me dijeron que no debía quemar, lo mejor es enterrar). En el terreno de mi casa hago
secar lo utilizado y lo entierro.

Para curar pido permiso al Illiniza, a la virgen, a las piedras Magdalena y Luis, pido y oro a papito Dios. Dios es más, él
cura. Tengo también una imagen de la virgen de la Inmaculada Concepción, ella me ayuda a través de revelaciones.
Aquí está todo para el trabajo. Aquí necesitamos limpiar con santamaría, ruda, romero, ajenjo, chilca, todo para defender
nuestra salud. Soplo el trago, soplo el instrumento y toco la campana, invocando: “Pachamama, Madre Tierra, Allpa
Pacha, Tukuylla”. La fuerza para curar viene del cerro, hay que ceremoniar rapidito para tener fuerza. Cuando me siento
débil, el paciente no ha de sanar. Para tomar fuerza, salgo al patio, e invoco a Taita Dios, Pachamama tukuy urkukuna,
urkumama, urkuyaya, tukuyta shamuy, yaku punakay. Entonces luego, el cuerpo viene a ponerse duro y ahí sí vamos
trabajando.

Es mi costumbre salir a las 12 de la noche para pedir a Dios, llamar a su cerro de poder, de esencia. Pido y soplo. Pido a
la virgen. Llamo a Magdalena, a Luis, les solicito que curen a los pacientes, saco mi piedra, soplo una agüita preparada.
Saco otra piedra, le fumo el cigarrillo y le pido que ayude al paciente. Ahí viene la energía, la fuerza, el poder. Luego
paso las piedras con ruda. Y cuando todo está listo voy a mi cuarto. Allí tengo mis documentos, un diploma del hospital

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de Zumbawa, por mi experiencia. Uno de la Cruz Roja. Pertenezco a la asociación de curanderos Pampa Hampi Yachak.

Por la curación cobro entre 10 y 15 dólares, a lo mucho, 30. En el sueño también me dijeron que cuando algunos
compañeros no tienen, no les cobre. Si el paciente tiene y no paga, no le hago la limpieza. Pero hay mucha gente que,
en la enfermedad, no viene llena de riqueza, viene con tristeza, pobreza. Para limpiar no se puede pedir al que no tiene.
Entonces hay que acolitarle. Algunos cobran por cobrar, tienen finca, carro. Uno es pobre porque cobra poco.

Mi secreto es sagrado. Llamo a los espíritus, para que me ayuden, para que curen, para salir bien en mi trabajo. Viernes
y martes son los propios días, dicen algunos, pero cuando viene un enfermo el miércoles, yo igual le curo porque
necesita. Hay que colaborarle, no importa el día, el asunto es sanar.

Andrés también es músico, toca pingullo y tambor. Cuando suena su pingullo, parecería que trae la música del viento, de
ese cerro que le dio la sabiduría para curar. La melodía se expande y llena el espíritu de la gente que se siente curada
también con la música, con la fuerza del soplo andino que envuelve los cuerpos y las almas, en las fiestas, en la danza del
pueblo.

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Matilde Barrio: Cooperativa Mélida de Toral.
Isla Trinitaria

Escobar Parroquia: Ximena


Cantón: Guayaquil
Provincia: Guayas
Pueblo: Afroecuatoriano
Idioma: Español
Edad: 55 años

Doña Matilde es una de las personas que guarda la tradición y


conocimiento espiritual y medicinal de la cultura Afroecuatoriana.
Aprendió a curar en la provincia de Esmeraldas y actualmente
vive en la ciudad de Guayaquil. El mal de ojo, el espanto en
niños o la tristeza son males que pueden ser diagnosticados y
curados a través de sus prácticas. Su poder de curación hace
que hasta su domicilio lleguen personas diariamente buscando
alivio.

“Es un don que tenemos las Escobares.” Vivo en el barrio Cooperativa Mélida de Toral, soy esmeraldeña,
llegué a Guayaquil hace 26 años. De niña, en Esmeraldas, lo que hacía era incursionar en los estudios, ayudar a mi
madre, una mujer humilde que trabajaba lavando ropa, ella fue padre y madre para los 10 hermanos. Como toda niña,
disfruté de hacer travesuras, jugaba a las escondidas, a la bodita. La bodita consistía en hacer comida, nos reuníamos
entre 5 niñas, una llevaba el arroz, otra el verde, otra el aceite, bajábamos las ollitas a escondidas y nos poníamos a
jugar. Esa fue mi infancia, una infancia sana, en la que no había preocupación, no existía el temor que existe hoy en día.

Estuve hasta tercer año de colegio, fui una alumna muy querida, allegada con mis compañeras, carismática, porque
eso es un don que tenemos las Escobares de ser carismáticas, amigables, tratar bien para que nos traten bien. De
Esmeraldas me vine a Guayaquil, con el padre de mis hijos, porque él era músico, era parte de la orquesta Santa
María y su plana mayor. Necesitaban de sus servicios. De ahí él se vino, y como cuando uno está de a buenas con su
compromiso, donde va el compromiso tiene que estar la mujer. Por eso llegué. Primero llegué donde una hermana,
de ahí salí a arrendar, un cuñado me habló de esta invasión. Cuando uno necesita no ve la lejura ni lo feo, sino que
pensaba gracias a Dios estoy aquí en agüita pero no pago arriendo. Mi marido tocaba el bajo, después se hizo mariachi,
ya falleció. Yo me quedé con los hijos.

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El contacto con el arte de curar viene desde que era muy niña, frente a mi casa, en Esmeraldas, había una señora que
sabía curar. En ese tiempo, por respeto, fuera familia o no, los niños y niñas llamábamos tío o tía a las personas mayores.
Así llamaba yo a la señora que sobaba, que se llamaba Julianita. Yo siempre estaba muy atenta a lo que hacía tía
Julianita. Iba a curiosear, veía cómo ella cogía una cinta y medía a los niños, después les rezaba en la coronita, después
volvía a medirles, si se abre la cinta, el niño está con ojo (ojeado), si la cinta pasa tiene susto. Aprendí solo mirando,
pero no practicaba.

Cuando me casé y tuve hijos, si se enfermaban, les llevaba al médico, pero los medicamentos no hacían nada. Entonces,
decidí curarles yo misma, poniendo en práctica lo que había visto desde niña. Por ejemplo, cuando el niño estaba
ojeado, le daba fiebre o vómitos. Por medio de mis hijos desarrollé el conocimiento. Empecé a practicar. Tuve 8 hijos,
tengo 3 muertos y 5 vivos. Mis primeros niños los tuve con mi abuela, los demás los tuve con mi hermana la mayor, ella
es partera, vive en Esmeraldas.

“Para curar no hay día ni horario.” La primera vez que curé fue a un niño con ojo, lo medí y vi que la cinta
(métrica) se abría, entonces era ojo, y si llega al mismo lugar donde uno lo mide después de rezarle, no hay ojo. Lo
que hago la primera vez es sobarle (pasarle por todo el cuerpo el líquido de mi botella curada, que contiene muchos
montes). Cuando no cargo cinta, y hay una emergencia, le sobo con el huevo, le paso por todo el cuerpo, rezo tres
credos, en medio vaso de agua suelto el huevo, si suben unas velitas, hay ojo, si el huevo queda planito no tiene nada.

Yo tengo una botella curada con montes: ruda, albahaca, monte de ojo, una hojita especial que aquí no se consigue.
Cuando alguien viene con susto, ojo, saco de mi botella, hacemos un envase, le revuelvo con agüita florida y eso le paso
en el cuerpo; el susto de una sola sobada, lo cierro. El ojo se soba tres días y el vaho de muerto (mal aire) también
tres días. Para curar el ojo no hay horario ni día. Se cura cualquier día. Tengo el líquido en un recipiente, voy mojando
la mano y le voy pasando, la espalda, lo santiguo, le hago una oración en el ombligo, el padrenuestro. Por ese día no
puede bañarse. Eso no tiene dieta. El ojo da cuando la persona va caminando y se impacta al ver a una persona que
tiene ojo bravo, le queda viendo fijamente y siente un decaimiento, a veces le duele la cabeza, a otros les da fiebre,
vómito. Pueden ser niños o mayores. A veces les ponen cinta roja, pulserita a los niños, para que no les ojeen. Hay
personas a las que les ojean continuamente, yo le paso tres limones en el cuerpo a la persona y se los quemo, para que
no les anden ojeando seguido. Esto no lo aprendí, Dios me reveló. Yo converso con Dios, le digo “señor, este niño, tanto
que le ojean, qué le puedo hacer, ayúdame, para que esta persona no sufra demasiado con estas malas vibras. Yo me
acuesto, me quedo dormida, en el sueño veo lo que debo hacer. Desde niña sueño. Yo tenía como 9 años y tuve una
premonición de un hermano que se alejaba de la casa. Y en verdad, mi hermano se nos alejó como 10 años, después
de 10 años regresó, veía que regresaba rico, llegaba con un tarro grande de leche, llenito de sucres. Y tal como soñaba
cuando se fue y cuando llegó. Desde ahí siempre sueño.

Yo misma tuvo una experiencia de ojo fuerte en su juventud. Cuando estaba embarazada de mi hijo, tuve una experiencia
en Limones. Fui a una fiesta donde tocaba mi marido, con un “blue jean” con correa, una blusa sin espalda. ¿Usted cree
que bailé? Yo no bailé. Llegué a la tarima donde estaban ellos tocando, y me agarró un terrible dolor de barriga, fui al
baño y no podía levantarme. A la media hora vinieron a verme y digo no aguanto el dolor, tenía diarrea y vómito. No
sabía qué me pasaba si yo salí de la casa buena. Al llegar al baile, hubo una chica que me celó con un joven, ella me
mandó un ojo bravo. Encontré una señora que fue mujer de mi papá, ella sobaba en Limones, ‘huy, dice le han puesto
un ojo bravísimo a esta niñita’. Ella medio me sobó, porque no encontraba monte, no tenía nada a mano, y dijo que
apenas llegue a Esmeraldas, busquen a alguien porque a esta muchacha la matan. Me trajeron directamente de la playa

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ahí donde mi tía. ‘¡¡Uy hijita!! Si el viaje es más largo, no llegas con vida’. Llegué demacradita, me sobó solo por fuera, no
me dio nada de tomar. Así me pasó, por eso sé que el ojo sí existe, hay personas que tienen ojo bravo, como hay otras
que tienen ojo suave. Cuando se asustan, unos son leves, otros son fuertes.

Para curar el vaho de muerto (como llaman en Guayaquil al mal aire), que se provoca cuando alguien ha muerto y llevan
a los niños pequeños y se quedan hasta tarde donde están velando al cadáver, tengo el remedio preciso: hay una mata
que se llama ruda de gallinazo, el chivo y la flor de muerto, una flor amarilla, con eso se hace una infusión, se le pone
un pedacito de palo santo y una pizquita de romero. Con eso se hace un baño, en una tina, se le va bañando y rezando.
Todo se va con rezo, el susto, el mal aire, el ojo.

Los síntomas del mal aire: al niño se le ponen los ojos bien demacrados, hundidos, y las orejitas, se les toca y están
bien aguaditas y se le ponen friecitas. En cambio sí está con ojo, hay que medirle con la cinta o se le pasa el huevo, ahí
se da cuenta de que tiene ojo. Otra forma de detectar mal aire se le unen los piecitos, si se le ve un dedo más grande
que el otro, está con susto o mal aire. Yo lo detecto midiendo con cinta y con huevo. También existe el susto de agua,
cuando los niños se asustan en alguna piscina o los llevan al río o a veces al descuido les echan agua.

El susto del agua se lo saca con agua mismo. Por ejemplo, cuando se ha asustado en el río se le lleva al río, pero yo
como aquí no tengo río, lleno mi tina de agua y hago que la persona se descuide, y en el instante en que le lanzo en
un balde pequeño, le tiro el agua, y con el susto que le provoco, y le rezo, ahí le quito el susto de agua. Es igual para
grandes o chicos, se cura de la misma manera. Cada quien tiene su manera, cura las mismas cosas pero de diferentes
modos. Cuando es susto porque a veces va caminando, le ladró un perro, que se cayeron de la cama, que oyen que el
vecino gritó y se impactan los niños, ahí se le pasa con la botella curada. Cuando es adulto también puede asustarse.
Me traen la persona, le mido, con la cinta, la doblo, le rezo dos padrenuestros y un credo. Cuando le mido, le pongo la
cinta y la cinta me pasa, ahí está con susto. Pero cuando la cinta no alcanza a cerrarse, está con ojo. Si abre la cinta
aquí, yo le mido, tiene dos o tres dedos, a veces es bastante, cinco, seis dedos, ahí es un ojo bien fuerte. Entonces uso
el limón. Son tres días de curación.

Aunque no todos los días llega gente, bastantes me conocen, acuden pacientes que no son de mi sector, sino de la
Alborada, Los Sauces y otros barrios de Guayaquil. A veces no llegan más pacientes porque el lugar donde vivo es
peligro por la delincuencia. Entonces me llaman y acudo a los domicilios, a curar. La que siempre fue curiosa es mi
abuela materna. Ella era partera pero eso a mí no me gustó.

Lo que sí he hecho es limpiar a mujeres embarazadas. Hay mujeres embarazadas a las que las han ojeado, entonces se
las soba normalmente. Yo tengo una manera de sobar a las personas, yo no doy toma. En cambio hay otras personas
que dan toma de los montes. Yo tengo fe que con la oración que le hago y con la sobada que le doy por fuera, con eso
la persona se alienta. Yo no doy toma, porque hay personas que pueden tomar otras que no. Yo le invoco y pido a Dios
que siempre la persona a la que le pongo la mano, con la sabiduría de él y lo que yo sé, esa persona se sana. Siempre
primero Dios antes de poner mi mano.

“La botella curada, esta botellita salva vidas.” Mi abuelita Agripina Quiñónez, siempre tenía su botellita
curada. A distancia, yo veía lo que ella hacía, tenía que estar alejada porque a ella no le gustaba que estén mirando
cuando preparaba. De mi abuelita aprendí, tengo ruda en el jardín, lavo la botella, le pongo albahaca, hoja de ojo,
zaragoza, azufre, romero y palosanto con aguardiente y le dejo que fermente. Se va secando y se le va poniendo el

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aguardiente, se cambia los montes cada seis meses cada año, depende de cómo boten el jugo.

Los mayores usaban la botella curada cuando las mujeres tenían dolor de la madre, les daban un canelazo y le
echaban lo de la botella, para calentar el estómago, cuando la mujer estaba parida.

Hay algunas que dicen botella curada pero la tienen para tomar, le ponen ruda, pasas, frutas, y otras cosas para tomar.
La mía es para curar. Siempre le pongo los mismos montes, se secan, se les saca y se les vuelve a poner. En cualquier
sitio puede estar. Tiene que ser una botella oscura. Esta botellita salva vidas.

Cuando yo me enfermo, tiene que curarme otra persona. Yo misma no puedo curarme. Mi nieta me auxilia. Un día
amanecí con dolor de espalda, mi nieta me dijo “¿Usted no estará ojeada?” Y me sobó, en verdad estaba con ojo, me
alivió el dolor de espalda, y me quedé profundamente dormida.

Mi familia ha heredado una enfermedad, riñones poliquísticos, por parte de los genes de mi padre. Yo le dije señor,
tú me diste la vida, en tus manos estoy, pero lo único que te pido es que me sanes mis riñones, porque es uno de los
órganos que es la vida de uno. Me puse bien mal, demacrada que parecía un muerto. Un día me fui a una sesión del
colegio de mi hija, fui toda cubierta con hojas de almendra, con mentol. Eso alivia, refresca. Me las cubrí con la ropa y
me fui. Allá me encontré una amiga y me dio un remedio natural.

• ¿Qué le pasa hermana Matilde, que la veo demacrada?


• Estoy mal con los riñones
• ¿Qué has tomado?
• Nada, solo las pastillas que me ha dado el médico
• Consíguete la sandía, trigo y perejil, pon la sandía en la nevera, el trigo lo dejas remojando de un día para otro y
el perejil lo picas bien finito.

Al otro día me levanté, licué la sandía, el trigo y el perejil. Se toma, pero sin lavarse los dientes. Hice un novenario (tomar
durante 9 días). Ahora estoy bien.

A veces pasan cosas en mi barrio que yo ya he visto en mis sueños. En mayo mataron a un chico que fue compromiso
de una nieta mía. Un mes antes soñé que en la esquina lo mataban que le pegaban los tiros. Y ahí lo mataron. No me
asusta, más bien me levanto y agradezco a Dios porque me está haciendo ver las cosas. Las recibo como señales de
que Dios quiere que ponga más empeño o que trate más a esa persona que vive alejada.

Los sueños míos son así, yo estoy dormida, y veo que las cosas están pasando en el momento. Por ejemplo, en este
momento cierro los ojos, tengo mi aura limpiecita, rosadita, veo un ambiente rosadito. No veo nada oscuro, nada negro.
Así es que yo sueño.

Me siento algo tranquila porque mi nieta me acompaña en las curaciones y siento que le gusta, por lo tanto, me alivia
que mis saberes y conocimientos sigan trasmitiéndose y no se pierdan.

Doña Matilde nos despide con algo de tristeza y nostalgia, sus ojos se pierden en el infinito agradeciendo que hayamos
venido a conversar hasta su casa. Su humildad y su fuerza conmueven, y pensamos que su aura de curandera está intacta.

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José Miguel Comunidad: Challwa Yaku
Parroquia: Archidona

Licue Yumbo Cantón: Archidona


Provincia: Napo
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: Kichwa y español
Edad: 66 años

José Miguel Licue es uno de los más reconocidos sanadores del Napo.
Hasta su casa llegan pacientes de varias provincias, principalmente
amazónicas. Mantiene un amplio conocimiento sobre las plantas de la
selva y también trabaja como partero. A lo largo de su vida ha logrado
tener mucho poder y sabiduría para sanar muchas enfermedades
espirituales y del cuerpo. Además sabe curar la picadura de varios
tipos de serpientes. Mantiene vivo el conocimiento y larga tradición
de una familia Kichwa Naporuna que transmite el conocimiento a
través de generaciones.

“Yo era un tipo al que le interesaba la sabiduría.” Mis bisabuelos habían tenido 12 hijos y una sola hija,
todos yachaks. Yo era obediente con mi padre, ayudaba en todo lo que él quería, siempre preguntaba ¿A dónde voy?
¿Qué hago? ¿Para qué sirve? ¿Eso sirve para medicina? ¿Es bueno o malo? Así preguntaba, yo era un tipo al que le
interesaba la sabiduría; entonces mi padre al verme buen hijo me dio un paso. Estudié; la primaria y la secundaria. Me
gradué en carpintería en Archidona. En la escuela, lo que sea que dijeran, solo había que oír y obedecer.

A mi padre le dieron un poder para vivir, una olla que adentro tiene un secreto, mayam, el yachak lo hace con su
sabiduría. Este polvo se lo ponen para pescar o cazar, para tener sueños, para tener mucha energía. Los que lo usaban
y morían hacían explotar la tumba y salían a la vida otra vez, de esa familia vengo yo. A mi padre se lo entregaron
cuando cumplió 30 años y se casó con mi madre, su primera criatura fue varón, a los 4 años de edad ya hacía travesuras,
soplando y haciendo cosas mágicas, el niño iba a desarrollar con bastante energía mental y sabiduría pero a los 5 años
murió. Entonces, mis padres, 3 años después tuvieron otro varón que aún vive, Ricardo Licue Yumbo se llama, él no
tiene mucho poder, él es, como quien dice “simple”; entonces mi mamá ha sufrido hasta que yo nazca. Cuando tenía
3 meses de embarazo, llegó un “cocaba”, amigo de mi padre, desde el Perú, a pedir una ayuda para conseguir trabajo
porque mi padre era capataz de una hacienda.

Mi madre lloraba de mañana y de noche, todos los días, y el cocaba le preguntó a mi padre por qué lloraba su mujer,

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así le contó la pena que tenían al haber perdido a su hijo tan especial. Así el cocaba le pidió a mi padre que prepare
aya-waska y consiga “tabacoyuyo”, quiero tomar y descubrir dijo. Así le vio a mi madre y dijo que estaba embarazada,
y que por todo lo que ella había llorado por su hijo perdido, haría que el espíritu de ese mismo niño volviera a nacer de
su vientre, “él debe nacer porque no es humano, él es la semilla de un árbol que dio flores y frutos”, dijo. Así, mi padre
le pidió que sea el padrino, y cuando yo estaba de 3 días de nacido él vino, y preguntó ¿con qué le han bañado?”, le
dijeron que con agua y él se había quedado pensativo y por último dijo que mañana tomaría nuevamente aya-waska y
así limpió a mi madre, y le enseño cómo cuidarme, y me coronó entregándome la energía cofán, por medio de un año
de baños y preparados con plantas medicinales.

Luego de ese año de preparación, yo era muy ágil y amable con todos, me gustaba jugar con las plantas, ir al río, no
estaba mucho con la gente, más quería pasar en la montaña pues era como si me llamaran las plantas medicinales.
Así, a los 5 años de la muerte de mi hermano mayor, luego de pasar por un caserío, me llamó, una sacha warmi que se
parecía a mi madre y ella me internó en la selva, ahí estuve durante tres días y tres noches, buscamos el wantuk, ese
que le llaman floripondio, y aya-waska, y me dieron de tomar. La sacha warmi dijo que aunque me pregunten, no hable.
Me llevó a una cascada y entramos a una pequeña cueva, ahí había unos señores como “gringos”; me dieron un mate
con pitón sisa, y me dijeron: “toma esto para ir de cacería a la selva”. Después me dieron consejos de conocimientos, no
robar, no pelear, no discutir, “porque eres ‘sasi runa’, si tú vives bien nunca te faltará un vaso de agua, y si tú trabajas
bien, la comida no faltará”. Agradezco el poder que me dieron para vivir y amar. Hasta los 12 años me trataron con
tabaco, wantuk y aya-waska. Un día me llevaron una mujer enferma, la limpié con hojas de mal aire y soplando guayusa
para que se cure. Mi padre y mi abuelo me hablaron diciendo que debía ir a otros lugares, y que así aprendería otras
técnicas.

“La sacha warmi de la niñez es mi guía.” La curación se hace solamente cuando uno está en aya-waska.
Se diagnostica y se cura al mismo tiempo, mientras se está en aya-waska.

Luego de curar a aquella mujer a los 12 años, tuve que hacer mi primer recorrido con un grupo de misioneros, me
habían escogido y así pasé 12 años con los misioneros recorriendo y curando. A los 25 años le enseñé a mi hermano
menor el poder de curar y sanar. Después de eso me casé con mi mujer y me dio su apoyo. Mis 10 hijos, cada uno tiene
su rama, uno con huevo, otro con yagé, otro con tabaco-yuyu. Y mi hija mujer es partera, es su habilidad, yo le enseñé
a medir, a determinar el sexo, si está mal ubicado y qué necesita la embarazada.

La sacha warmi de la niñez es mi guía, me persigue toda la vida diciéndome qué hacer y cómo hacer. A veces no se
necesita ni aya-waska, solo con pasarle el tabaco por donde duele, ya está, si no, ayune tres días. Para la tuberculosis
era ayuno de un año; cuando yo empecé; a trabajar lo hice de seis meses, luego rebajé a la mitad, algo más fácil;
después hice de un mes y medio y ya después busqué, por medio del estudio, la forma para que en tres días de ayuno
ya esté uno sano; ahora toda la gente confía en mí.

Para hacer el ayuno llamamos al espíritu de poder para que recoja la valentía y la energía positiva, pues la negativa es
la que lo está matando, entonces, para que no sufra el espíritu no se come huevo, ni ají, ni se puede ir a bañar en aguas
frías, el baño debe ser con agua tibia y con hojas medicinales, por tres días y ya. Yo me compacté con Jesús del Gran
Poder, pues es Dios quien guía nuestros cuerpos para sanar.

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En mis collares tengo huesos que son de anaconda chiquita, y a ellas cuando uno las ve, dan ganas de cogerlas, así
mismo jala y atrae la energía; y los colmillos de lagarto, de jaguar, de tigre que me trajeron de Asia son para defender
y atacar como jefe que soy, así se utilizan como amuleto.

El ayuno de seis meses se hacía porque la gente no sabía cómo curar de una forma más rápida. No se come maduro
rojo, ni huevo, ni donde vaya a comer otra persona, no se puede dormir con nadie, sea casado o soltero, no bañarse en
agua fría, no comer frío, cosa que uno quedaba hecho fantasma.

Si la energía está muy alta en la persona, se debe evitar comer animales bravos, como el venado o el saíno.

“La medicina me mostró el camino.” En estos ayunos se toma aya-waska todo el tiempo, a las personas
con las que hago de seis días y de tres días, les doy todos los días.

Siempre doy gracias a Dios porque es él quien me ha dado la mano, yo lo llamo cuando lo necesito y él viene, al igual
que mi padre y mi madre, vienen cuando los necesito; vienen a verme y a darme su fuerza. Y ahí la aya-waska me coge
como madre y me tambalea todito el cuerpo.

Yo he tomado el wantuk, un vaso de jugo, y después de dos días y dos noches, uno muere para vigilar el mundo. Ahí
he visto a Dios, lo he visto hasta el ombligo, de ahí para arriba son puras nubes, y le pregunté ¿a qué vine a sembrar
en este mundo? ¿Qué camino debo seguir? ¿En dónde debo vivir? Y me dijo, “regrésate a donde tú vivías”, y aquí es
donde estoy.

Cuando yo tomo aya-waska no lo hago por la comunidad sino por la persona que viene a pedir mi ayuda, pero también
puedo ver lo que está por pasar en la comunidad, por eso la aya-waska es un bejuco sagrado. Tomé hace dos días, hoy
por la noche voy a tomar y mañana también. Cuando hay necesidad, se toma, y es mucho mejor; pero cuando no hay
necesidad, es como un mal sueño.

Hay algunos tipos de aya-waska, muku aya-waska, kinu aya-waska, yana aya-waska, yaku aya-waska, cielo aya-waska;
éstos son los más fuertes y originales, de ahí suelen hacer injertos para mezclar dos tipos. Después se mezcla con
otra planta, el wantuk, y de ahí con otra más si se quiere, puede ser chale, almarcha, y Amaru, así se cocina para una
persona, unas 2 horas, y si es bastante son 4 o 5 horas. Así, se combina por ejemplo la muku aya-waska con hojas de
chale, si quieres ver el poder de dos hermanos, ponlos juntos a ver qué visión tienes.

Yo utilizo toda clase, por lo general; depende del tipo de visión que se desea obtener, a veces es líquida, a veces espesa.

Cada cual tiene su práctica y técnica, hay personas que no toman aya-waska. Había un hombre que no tomaba aya-
waska sino que sólo le hacía tomar al paciente.

Para protegerse de las malas energías, la persona debe limpiarse y recargarse con energía de varios yachaks. Las
protecciones hay que descubrirlas, hay una planta para hacer el sígueme-sígueme, para atraer amistades y energías,
solamente con ese limpiamos y basta.

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Entre las plantas para curar, hay una que se llama pichichi cuando está hinchado o cortado un brazo se pone y se
amarra, en tres días ya está sana la persona y curada la herida.

“Los partos.” A algunas mujeres he operado. Por ejemplo, en caso de que haya mal aire, hay un poco de
coagulación de la sangre, entonces el movimiento no tiene esa agilidad, está como dormido, se le da de tomar tibio una
planta babosa, y otra olorosa que se llama amaryopanga y así se arreglan los problemas de la sangre. El aceite de boa
es bueno para movilizar (acomodar) al bebé y agilizar el parto. No hay en el comercio (mercado), es prohibido, hay que
buscar por ahí. Yo mismo hago, matamos a la boa y la hacemos freír. Se la pone toda, sólo hay que sacarle una materia
sucia del centro y las tripas y ahí queda la manteca, como la del cerdo, eso se enfría y se toma.

Cuando se necesita abrir (dilatar) la vagina para que salga el wawa, hay que coger una planta que se llama tilón tilón,
funciona muy bien.

Para hacerles dar a luz a las mujeres, se coge uno de esos palos que parecen gancho, o de garabato, que sea fuerte, y
dos bejucos de karawashka o balsakar, se amarran al palo, justo en donde hace curva el gancho, entonces el marido
sostiene el palo y la mujer se agarra a los bejucos y deja llevar su peso hacia atrás. Así puede estar media hora o todo
el día haciendo labor de parto y ahí el wawa sale.

Para cortarle el cordón al recién nacido, sacábamos un pedazo del bambú, pues no teníamos ni cuchillo -de dónde
vamos a sacar aquí-; antiguamente con el machete se hacían dos cortes en el bambú, y salía bien filudo, de ahí se
sacaban unas tiritas pequeñitas y con eso se cortaba y de ahí se amarraba con pita. Con pita también hacían la ropa.

Luego se le ponía ushpa, ceniza fina del fogón, calientita, se le coloca encima de la pelvis cuando empieza a salir
sangre. El cordón umbilical sea hombre o mujer se corta del mismo tamaño, para ambos es igual.

Para que salga la placenta, cuando la mujer ya tiene la frente caliente es cuando ya está cerca de salir; se coge una
botella vacía y se le hace soplar hasta que provoque una ligera presión en el vientre. Muchas personas usan caca de cuy
o huevo para que tengan ganas de vomitar y ahí hacen una ligera fuerza, con las arcadas, y la placenta sale enseguida.

Cuando ya salió el wawa, unos cinco minutos después, se debe -siendo o no yachak-, soplarle con fuerza en la coronilla
y atajar la energía que ingresó al cuerpo con la mano y sostenerla, presionándola contra su coronilla, y ahí sí darle la
botella para que sople con fuerza y saque la placenta, eso podemos hacer todos, es cuestión de practicar.

Cuando ya sale la placenta, la mujer debe sentarse en un banquito, hasta que pase un poco la hemorragia. Así pasa, va
bajando, va bajando. La mujer que la cuida debe preguntar todo el tiempo ¿Cómo está?, ¿Cómo se siente la parida? si
le está bajando bien, si no hay desmayo, hay que estar conversando, y ver que esté normal. Hay maridos que no saben
ni qué hacer, yo agradezco a mi padre por haberme enseñado a sostener y atender en esos momentos. Y entonces se
manda a ver una planta llamada mandipanga, si no hay, coger uchupanga que son hojas anchas, rápido se coge ceniza
caliente, se pone, se envuelve y se amarra como maito, se ve que a la mujer ya le esté bajando poquito y se pone encima,
el calor parece que va a quemar, tiene que hacer fuerza desde adentro y ahí baja nuevamente la sangre, la idea es que
no quede nada adentro, así cuando baje el calor duele nuevamente, entonces hay que tener listos dos o tres más. A

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veces a las mujeres les viene desmayo de golpe y la hemorragia, entonces para eso también se puede poner una botella
con agua caliente, es la misma cosa.

La placenta se coge, se envuelve con trapo o con hojas para que no haya sangre, de ahí se ve la parte donde nace el
sol, se cava un hueco grande y se pone una cruz. Los mayores decían que se debía enterrar la placenta porque si se
votaba, mucha enfermedad caía en el niño, así, que por eso se debía tratar a la placenta como al cuerpo humano, es un
secreto para evitar que el wawa muera pronto.

Para hacer los baños, tanto del niño como de la mamá, se utiliza agua caliente y con un trapo se le limpia bien, ese
debe ser su primer encuentro con el agua, no echarle encima.

Las plantas medicinales para esa agua, se usan de acuerdo a cómo la mama quiera que sea su hijo, se puede usar
verbena, azamariapanga, tuyupanga, cedro, tunkchu, gadúa, wachamsko.

Para el baño de la madre es mejor las hierbas amargas, para que se tome y se bañe. Como ellas siempre sufren en el
parto, se les da estas hierbas para que salga el mal aire y la energía negativa, así se vuelve duro el cuerpo para que la
madre no quede débil.

Para el seno cogían choclo, lo molían y lo cocinaba con leche o la papaya pintona, se cocina con leche de ganado fresca.

En el post-parto se usa el musgo de cualquier clase, se coge fresco, se cocina y se cierne, esto se da 3 veces, pasando
un cuarto de hora. Sirve hasta para la tuberculosis.

He atendido unos 70 partos y he operado a 18 madres. Cuando se atraviesa el wawa ya no afloja, no mismo baja y la
madre está que pasa un día y pasa otro y no puede y siente que ya muere, entonces hay que operar. Yo opero, con mi
sabiduría, con mi Dios, con mi alma y mi energía.

“El primer nombre es el del mundo de la naturaleza.” Cuando un niño nace, hay que fijarse bien cómo es
el día o noche que lo recibió, si era lluvioso o con rayos, despejado, estrellado, luna tierna, luna negra, luna menguante.
El primer nombre es el nombre del mundo de la naturaleza, éste deber ser un nombre de rocas o plantas Jatun Sisa,
Sumak Sisa, Jatun Rumi. Después se pone el nombre del mundo de los hombres.

Mi nombre de la naturaleza es Sasi Runa, que significa hombre secreto, desde chiquito, mi padre decía que así tenía
que ser. Así mismo hay otros como yachak, yachachik, el maestro, el que viene a sembrar; Malki, el que reparte su
sabiduría; Takpu, Mullury, Caminante, andador, volador que anda alto; Ullary, el que cura y defiende; Pajta, el que sabe
servir, el responsable; Curaca, el que cura; Pajuyu, el que tiene don mágico; Banku, el jefe; Sisary, el que corona, el
discípulo; Sasi, el que tiene el poder secreto.

Cuando ya son personas con mucha experiencia ganada, pasan a ser por ejemplo: Sasi Rucu. Yo soy Sasi Rucu Yachak,
asimismo los hay Sacha Mama Yachak o Sacha Runa Yachak o Sacha Manta Rucu, que tiene mucho conocimiento de
la selva, el nombre varía de acuerdo al área de su estudio en la vida.

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Ese conocimiento se alcanza, se trata primero de aprender, después conocer, realizar, amar, querer, ser amable y
armonioso con el trabajo. Por último, digo más sabe uno que está en los asuntos de la aya-waska que esos estudiantes
de las universidades.

“La trasmisión del pajuyo para curar picaduras de culebra.” Una vez estaba andando por el campo con
un yachak, él cogió una hoja que se llama curarinra, para curar a una persona a la que le había picado una culebra.
Masticaba y escupía donde estaba mordido de culebra y chupaba varias veces hasta que saliera la sangre mala.
Enseguida cogió unas 12 hojas de curarina y se la dio de tragar, así no sube el veneno que es negro y feo. Antes de
chupar, se pincha con alfileres o agujas para que salga la parte con más veneno o si no se le puede pasar a uno.

La boa no pica, hay otra culebra que hace cáncer, se llama “achiote”, anda en el agua y en la tierra, si la picadura es
en el pie, el veneno pasa directo a la nalga. Allí solo quema y arde, es en la mordedura donde se debe chupar, antes de
que llegue el huesito de la nalga hay que proceder a chupar y contrarrestar el veneno.
A cualquier persona le puede picar la serpiente. Pero para eso existe curarina, hay tres clases, grande y pequeña,
conócele, mastícale y trágale primero tres veces, dos hojas, tres hojas, luego otra vez mastícale, y cuando ya te viene
bastante saliva, porque es agrio, ahí sopla tu saliva sobre la camiseta, el pantalón y la culebra queda fría. Es como si no
pudiera acercarse así, uno se protege contra las culebras.

Un tío mío, Francisco Antonio Grefa Aguiña sabía de otras hierbas como pitalala, de shinshin, de saramachacue. Él me
transmitió el pajuyu con tabaco para curar picaduras de culebra, me golpeó y me sopló.

Hubo un tiempo en que los médicos me pidieron que salga de la comunidad pues estaba demasiado lejos y la gente
enferma tenía dificultad de en llegar para que les cure, por eso me pidieron que me acerca para que la gente llegue
con más facilidad a curarse.

Todo fue porque un joven llegó al hospital, y llevaba ahí cuatro días y no dejaba el vómito y la diarrea, entonces ya no
había más medicamento que pudieran darle para que mejorara, entonces lo mandaron a su casa diciéndole que no
tenía cura. La prima del chico contactó a una comadre y ella vino a pedirme que lo vaya ver, llegué, tomé aya-waska,
le limpié, y le medí la energía, cómo estaba su sangre, luego lo cargué soplándole en la corona, y al día siguiente ese
muchacho sano y bueno, así le dije que al cuarto día vaya al doctor para que lo revisen, y allí asombrados le dijeron que
estaba sano y le preguntaron quién lo había curado. Así fue que me contactaron los médicos. A partir de ese entonces
trabaja colaborando con los médicos del subcentro de salud.

Con su cuerpo semidesnudo colgando su collar que utiliza para curar nos despidió haciéndonos una invitación para tomar
medicina. Y con una sonrisa nos dice que le gustó conversar con nosotros.

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Josefina Lema Comunidad: Mojandita de
Avelino Dávila
Parroquia: Eugenio Espejo
Cantón: Otavalo
Provincia: Imbabura
Nacionalidad: Kichwa-Otavalo
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 50 años

Mama Josefina es una curandera muy reconocida en su


comunidad y en la región, hasta hace poco era una líder que
se había formado desde muy pequeña en las organizaciones
indígenas, dueña de un carácter y una fortaleza única, que le
ha permitido salir adelante a pesar de las adversidades de su
vida. Le gusta y sabe mucho sobre la preparación de remedios,
y es una de las mejores curanderas en el diagnóstico del cuy y
ceremonias de limpia.

Tengo 50 años. Mi papá era albañil y trabajaba en Quito, mi mamá trabajaba en la agricultura y con los
animalitos. Regresando del trabajo mi papá se quedaba a tomar en la cantina, allí dejaba lo que ganaba de su trabajo.
Pasábamos mal, teníamos mucho dolor por eso. Cuando estaba en edad de ir a la escuela, no pude prepararme porque
no había condiciones económicas para que yo estudie. En ese tiempo no era necesario que las mujeres se preparen,
en la comunidad nos limitaban, las mujeres teníamos que estar en la casa, con los animales. Cuando tuve 10 años, yo
andaba en el páramo pastando borregos y chanchos. Otras chicas sí iban a la escuela. Mi tío Pedro Lema que era líder
indígena, me dijo que podía participar en el movimiento indígena, él decía que algunas mujeres habían terminado el
colegio y que participaban activamente en la organización; entonces él me puso en una escuela., pero las mismas
compañeras me hicieron desanimar, me mezquinaron el espacio, ya no había asientos, ellas me empujaban, me hacían
caer, todo esto porque yo era mucho mayor que ellas, por haber ingresado tarde a la escuela.

En ese tiempo también había mestizos en la comunidad y en la escuela. Desde pequeñita yo era brava, tenía coraje por
todo. El hijo del cantinero estaba en esa escuela, yo le conocía, él comenzó a molestarme, me dio iras y yo le empujé,
cayó a una cocha de agua de la lluvia, Pensé que los mestizos me iban a pegar; tuve miedo de que hablaran a mi
mami, y no quise volver a la escuela. Era un tiempo duro para los indígenas, como no volví a la escuela, un día vino
el profesor para llevarme a clases con mis compañeros, pero yo le dije que no, estaba desgranando maíz, les dije que
estaba ocupada, y no volví. Hasta ahora me reclaman por no haberme preparado.

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Cuando crecí, a los 12 años, mi tío me llevó otra vez para que entrara a la organización. Le agradezco porque él conocía
bien el movimiento, la participación de las mujeres y me llevó, quería que yo me superara. Empecé a ir a las reuniones
de las comunidades, en ese tiempo nos reuníamos en secreto porque éramos perseguidos por las autoridades de la
parroquia, y los curas. No les gustaba que los indígenas nos reuniéramos, así que cuando entrábamos a las reuniones
nos pegaban, el teniente político maltrataba a los líderes. Mi tío decía que le acompañara, para que avise si le llevaban
preso o le pasaba algo.

En ese tiempo conocí a Blanquita Chancoso, que estaba jovencita. Ella ya había terminado el bachillerato, hablaba bien
kichwa y español (en ese tiempo no sabíamos hablar español); la otra compañera era Francisca de la Cruz; Nina Pacari
también iba a esas reuniones, conocerlas me animó “cuando sea grande seré como ellas”, me dije. “Sí, voy a ser como
Blanca Chancoso, voy a avanzar a dar discursos como ella”.

Cuando estaba de 17 años, vino el programa de alfabetización de Jaime Roldós, ahí entré, junto con jóvenes y adultos,
estuve un año, hubo compañeros que me ayudaron mucho para que termine. Terminé la primaria, aprendí a leer y
escribir y aprendí a hablar en español.

“Ese proceso fue como escuela de pueblo.” Desde los 12 años estuve en muchos espacios comunitarios,
a los 14 ya fui vicepresidenta de mi comuna. Me desenvolvía rápido, entré al el grupo de danza del conjunto Peguche,
con ellos empecé a viajar a las provincias, por 8 años fui parte del grupo, y fui aprendiendo, enfrentando cosas buenas
y malas.

En el conjunto Peguche tuve un enamorado, me quedé embarazada pero él no respondió, entonces fui madre soltera. En
la comunidad muchas familias me atacaron, “por estar andando, buscando chicos, está avergonzando a la comunidad”,
decían.

Así más rabia cogí y me preparé más. Seguí en la organización, en el grupo Peguche aprendí disciplina, era estricto
el horario; en la organización aprendí sobre seguridad, porque en ese tiempo había demasiada persecución de las
autoridades. Ese proceso fue como escuela de pueblo, aprendí bastante. Después me casé, tengo muchas historias,
siempre de aprendizaje.

En la comunidad, la costumbre es que si es madre soltera, tiene que casarse con un hombre viudo, pero yo me encontré
con un joven que me dijo que no me case con ese señor viejo, que mejor me case con él, yo acepté. Nos casamos por
lo civil y por la iglesia, con el viví por 10 años, cargando a mis tres hijos. Mi esposo tomó mi espacio en el movimiento
y yo anduve 10 años siguiéndole. Cuando los hijos entraron a la escuela, me di cuenta de que iba a hacer falta plata,
comida. Ahí comenzamos a pelear, le dije que iba a trabajar, aunque fuera de empleada doméstica, estaba decidida;
pero él dijo que si he decidido eso, se iba a separar. En vez de trabajar para ayudar a afrontar las deudas me fue
botando, además estaba enferma en ese tiempo.

Desde que se fue mi esposo, fue un alivio para poder seguir adelante, para hacer muchas cosas que no había podido
hacer por estar atrás del marido. Pero antes casi un año anduvimos mal, la comunidad decidió que nos diéramos un
plazo de un año para reflexionar para ver si se arreglaban las cosas. Aguanté ese año, sin avisar ni a mi familia, pero

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en ese tiempo él se perdió seis meses, había estado viviendo con otra mujer, él ya había decidido irse definitivamente.
Gracias a eso, con más fuerza y venganza me puse a trabajar, con mi propio esfuerzo, mi propia decisión, con mi
libertad. Ya tenía plata, comida. Empecé a trabajar haciendo manillas (pulseras). Yo tenía hilos de muchos colores, de
ese que regalan los tejedores, con ese hilo bordaba las manillas, en ese tiempo solo la CONAIE tenía la bandera wipala,
una vez vi la bandera en la CONAIE y copié los colores y empecé hacer pulseras con los colores de la wipala y eso se
puso de moda y con eso me defendía.

Mi plan era resolver todos los problemas en seis meses. En la comunidad de Asama me fui a una reunión de mujeres,
en ese tiempo se vendían manillas, una compañera me enseñó cómo trabajarlas. Vine con la idea de hacer manillas de
wipala, con mis hijitos trabajábamos día y noche, algunas personas conocidas me ayudaron bastante, me pagaban por
adelantado para que les teja las manillas. Para el congreso de la ECUARUNARI, calculé cuántas manillas hacer, en un
mes hice 500 pulseras y con eso compré ropa a mis hijos, empezamos a comer mejor, las cosas iban mejorando.

También aprendí el trabajo de mi madre en la agricultura, el arado. El terreno estaba lleno de chilca y kikuyo, mis hijos
también trabajaban, limpiábamos la tierra y sembramos granos. Mi suegra me ayudaba, dándome granos y comida, en
el terreno que recibí como herencia, vinieron otros compañeros a ayudar a arar y a sembrar. En un año saqué muchos
granos, seguí sembrando y saqué para semillas. En ese año de reflexión saqué bastantes resultados. Al ver que yo
avanzaba día a día, mes a mes, me dieron espacio en la organización provincial, en la federación y me eligieron para ir
a trabajar en ECUARUNARI. Comenzamos a pelear contra la dolarización y el Tratado de Libre Comercio (TLC), ahí me
pagaban 50 dólares y yo seguía vendiendo las manillas.

“Mi destino ha sido la dirigencia de salud.” Siempre he sido dirigente de salud. Mi abuelita curaba, yo
no tuve la oportunidad de estar sentada, viendo, para aprender. En el primer matrimonio fui presidenta de la Unión de
la Parroquia Eugenio Espejo, fui dirigente por seis años. Cuando fui a ECUARUNARI, también fui dirigente de salud
regional, trabajé con taitas y mamas de todos los saberes: parteras, fregadores, yachaks, hierbateros, limpiadores con
cuy. Con ellos trabajé 3 años, dirigí ese grupo de taitas a nivel de comunas, taitas de Cuenca, Chimborazo, Cotopaxi.
Ellos hacían talleres y yo participaba, así aprendí. Cuando murió mi abuelita, la comuna se quedó sin curadora, luego
estuvo mi tía que también murió.

En la ECUARUNARI participé en la escuela de formación “Dolores Cacuango”, ahí entré en la especialidad de salud.
Estuvimos tres años formándonos. Había que escoger la especialidad para formar autoridades, para educación, construir
el proyecto, identidad, cultura y medicina. Yo elegí la especialidad de identidad, cultura y medicina. Vinieron unos taitas,
unas mamas, indicaron apenas unas dos, tres cosas, más aprendí en el intercambio de taitas y mamas de diferentes
provincias, eso me ha ayudado bastante, con ellos hacíamos prácticas, cogí todo, aproveché, y en la práctica he podido
aprender y crecer. Ahora yo también enseño a diferentes grupos de mujeres.

Cuando terminé la escuela de formación, hace unos 15 años, porque yo comencé a curar a los 35. Con miedo al principio,
en la Escuela de Formación, hicimos la práctica. No me ha gustado trabajar el diagnóstico con otros materiales (huevo y
las velas), me interesó desde el inicio el diagnóstico y curación con cuy, antes de eso pensé que iba a ser sólo líder. Un
día fui donde Taita Shayri Quimbo de Peguche, él sabe ver el futuro y me dijo: “usted tiene el sueño de ser curadora o
instructora de grupos de formación, usted tiene ese don. El resto va a quedar atrás. Si queda de curadora o de trabajo de

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diagnóstico, usted decide”. Como ya no me gustaba ser dirigente me regresé a mi casa sabiendo que iba a dedicarme
a ser sanadora.

En la comunidad nadie curaba ni el espanto, ni mal viento, ni mal de ojo, entonces decidí que iba a ser curandera,
primero fui partera, andaba ayudando a las mujeres que daban a luz, noche y día ayudaba en eso. Cuando salió el
programa de salud intercultural, vino la formación occidental, sobre cómo ser partera, estuve unos 3 años trabajando
como partera, pero las parteras tenían que ir a trabajar en el hospital de Otavalo y yo no quería, entonces me decidí por
la curandería.

“Me gusta preparar los remedios.” Con respecto a los partos, aprendí a hacer emplastos para el útero, para
que no les dé cáncer a las mujeres, usaba flor de rábano, flor de col, hoja de sacha col (col de palo) hierba de pija,
hierba de cáncer que hay en el cerro, arriba, flor de mora, toda clase de flores de frutas, flor de ñachak, de pakunga, de
uvilla; se coge un tantito de esas flores para machacar en piedra, después molemos aliños de dulce, canela, ishpinku,
con eso mezclamos las flores. Para hacer el emplasto, ponemos huevo de ganso, de pato o de gallina de campo, solo la
yema.

Para que no pase el calor, ponemos manteca de oveja o de gallina, manteca de cacao; se mezcla con la médula de res;
no se pone manteca de chancho ni de cuy, porque es muy irritante, con eso freímos, le ponemos la yema de huevo
y hacemos una masa para el emplasto, en ese emplasto se mezcla media cucharita de linkamachi que también se
puede poner para que la mujer no tenga hijos, para completar el emplasto, ponemos hoja de aguacate tierna, haciendo
huecos, como harnero, antes poníamos lana de oveja negra, haciendo una especie de tamal, ahora ponemos gasa,
amarramos esto al vientre de las mujeres, desde que tienen el primer hijo, para que no tengan problemas de pospartos
o entuertos, también sirve para prevenir el cáncer de útero, se pone por un mes, mínimo 25 días.

Cuando la madre (útero) está hinchada, le tanteamos y le amarramos, al tercer día, después de hacerle bañar con
taraxaco, hierba mora, ortiga, flor de chagrillo, le hacemos tomar purga de aguas frescas, con ataco negro, escancel,
cola de caballo, hierba de gallina, churuyuyu, para que salga toda la sangre, para limpiar, para que no tenga recaída
le hacemos tomar hierbas calientes, el cuerpo queda aliviado, fresco. Este emplasto tiene que tenerlo puesto todo el
día, es fácil que se acostumbren porque no les incomoda. Cada tres días le calentamos y ponemos de nuevo, con esta
práctica, mis tías que tienen muchos hijos, no tienen ningún problema, trabajan, son fuertes, viven bien; este es un
remedio de antes.

Cuando ha salido la placenta la cogemos, cortamos el cordón, cavamos en la tulpa y enterramos. Ahora ya no hay
cocinas de leña, se lleva a donde hay tulpas. Para que no le coja el frío a la mujer ni al niño, enterramos debajo de la
piedra de la tulpa, así se mantiene caliente, esta ha sido la tradición de muchos años atrás.

Me gusta preparar ese remedio, recoger toda clase de plantas, para secreciones, para inflamación del útero. Ahora
tenemos personal que trabaja como parteras, como curanderas y mandamos a las mujeres a donde las necesitan.
Tenemos la compañera Margarita Morales que trabaja en la Jambi Wasi de Carabuela, es de confianza, nosotros
hacemos el emplasto y el paciente lleva para que ella le ponga a la parturienta.

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Ahora estoy trabajando el tema del diagnóstico del cuy, ceremonias, eventos, capacitación de grupos.

“Decidí especializarme en el diagnóstico del cuy.” Este diagnóstico aprendí participando con muchas
mamas y taitas. Viajé a Bolivia, Perú y Colombia donde existen otras formas de diagnóstico. En Huaquillas, los médicos
tradicionales también trabajan con cuy, yo he ido aprendiendo y recogiendo todas estas prácticas y de todas ellas hice
una sola.

En este tema hemos trabajado en coordinación con médicos particulares occidentales. A veces detectan el mal, curan,
pero el paciente sigue enfermo, entonces los médicos (desde Colombia hasta Loja hemos trabajado con hospitales,
centros de salud) que no atinan, porque son enfermedades ancestrales, recomiendan que vengan acá, y yo detecto mal
viento, espanto, mal aire, brujería. Aquí encuentro muchas enfermedades, problemas, les limpio y reviso. Apenas cojo
el cuy, si se pone a chillar, le digo a la persona que tiene un problema grave. El cuy chilla porque no quiere que limpie
un cuerpo tan enfermo.

Otras veces, cuando estamos limpiando, el cuy se orina en el cuerpo de la persona y sabemos que no se va a curar
rápido. Eso significa que el tratamiento va a ser largo y difícil. Cuando cae la lana del cuy mientras se le soba, quiere
decir que la enfermedad está avanzada, y sabemos que va a demorar la curación. Cuando comienza el cuy a botar
sangre por la nariz, sabemos que la persona tiene un problema grave en la cabeza. A veces, el cuy saca por la boca
caca, olor de caca de gente, olores fuertes, entonces sabemos que tiene algún mal. Sabemos que ha comido algo que
le ha hecho daño.

El diagnóstico podemos hacer cualquier día, con cuy de cualquier color. Se usa el cuy macho para hombre y hembra
para mujer. Y también de acuerdo a la edad, para gente mayor se usa cuy viejo, cuando son jóvenes se emplea cuy
maltón.

Los pacientes quieren que se les limpie los días martes y viernes, esos días purificamos, sahumamos, prendemos fuego,
limpiamos con piedras. A los pacientes les gusta que se les cure el martes y viernes pero no siempre puede ser así,
porque a veces vienen de lejos y no vale decirles que vengan otro día para curarles, entonces se les diagnóstica ese día,
que si cae martes o viernes mejor, pero sino cualquier día e inmediatamente se les cura. Después de diagnosticar, a
veces salen brujerías, envidias y todo eso hay que curar. Pero desde los mayores y abuelos nos dijeron que los mejores
días para curar son los martes y viernes.

Luego que se le pasa el cuy por todo el cuerpo del paciente, se le saca la piel y se ve en el cuero que tienen la persona,
cuando está intoxicado por grasas, con mala circulación de la sangre, eso sale en el cuero mismo, es lo primero que se
ve. En caso de intoxicación, la grasa del cuy se deslíe, en caso de problemas de circulación, salen las venitas negras,
llenas de sangre, cuando tiene sarna o algo así, aparecen granitos. Cualquier enfermedad de la piel, se va a ver en la
piel del cuy.

Llegado al cuerpo revisamos golpes, dolores. Algunos pacientes tienen problemas de cabeza. Se revisa desde la cabeza
a los pies. Después se revisa adentro, se ve la sangre, y se pueden ver las enfermedades, cuando está con anemia, en
el cuy la sangre sale mezclada con agua, cuando tiene grasa o azúcar, salen granitos, cuando está sanito sale como

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algodón. Cuando está con diabetes, la sangre sale coagulada, en el cáncer, la sangre sale solo como agua. Cuando le
mandamos a hacer exámenes, es leucemia. En problemas del corazón, del hígado, estos órganos del cuy comienzan a
secarse, se ve ahí mismo la afectación que tienen los órganos del cuy.

Después abrimos la barriga, zafamos el hígado, sacamos las tripitas, estamos pendientes para ver el riñón, puede estar
partido, quemado, cortado. Después vemos el pulmón, se ve intoxicado, le ha entrado el frío, se ha secado la sangre.
Si toma mucho trago, comen mucho ají, fuman tabaco, se afecta el pulmón. Cuando ha entrado frío, el pulmón del cuy
está lleno de agua fría. En caso de cáncer al pulmón, el pulmón del cuy se seca, ya no es como esponjita rosada que
es lo normal.
Una vez vino un paciente, solo tenía un pedacito del pulmón dañado. El resto estaba bien. Los médicos querían operarle.
Le dije que va a quedar herida, que no va a poder trabajar. Los familiares le llevaron donde los médicos y ahí le
operaron, le quitaron el pedacito, fue a trabajar, le cogió el sol, a lo quince días murió. Tomando hierbitas podía vivir al
menos tres años con ese pulmón dañado, pero no había que operar.

Así mismo, cuando toman mucha coca cola, los pulmones se ponen negros, lo mismo que con el tabaco, se hacen
manchas negras. No hay como limpiar. Está intoxicado. Cuando fuman droga, entra al pulmón y se va quemando, se
hace amarillo, todo eso se puede ver con claridad.

En caso de várices se ve como mullos, bolas, en las venas las piernas del cuy. Si la sangre adentro no está seca,
podemos curar, si está seca, ya no podemos curar. Cuando las mujeres tienen quistes en los ovarios, en el cuy sale la
sangre seca, no hay como curar, es de operación. Pero si hay poca sequedad de la sangre, ahí sí podemos curar.

Cuando el riñón está pasado, no se puede curar. Si no está pasado, tomando bastante agua de taraxaco con cáscara
de sandía y lengua de vaca, se calienta y se amarra en la cintura, aumentamos hierba mora, flor de geranio, mosquera,
machacadas, se calienta y se amarra. Estas plantas son mitad calientes mitad frescas, hierba mora es templada, taraxaco
templado, mosquera es caliente, por eso hay que poner poco.

El problema de la próstata aparece porque la gente come bastante ajinomoto, chitos, en general una mala alimentación.
Vemos el pene lleno de plástico, eso sale. Al lado del testículo, está una bolsa de sangre, ahí digo que es de operar. En la
vejiga, adentro, está un bola de caucho blanco, eso es grave, pasado, entonces mandamos al médico. Cuando recién se
está asentando el mal, el plástico está poco, está comenzando a hincharse, mandamos cremas frescas, que se preparan
machacando raíz de calaguala fresca, cáscara de sandía, sambo tierno, hoja de níspero, cashamarucha, sábila, clara
de huevo, con eso se hace una cremita y se pone en la parte de la próstata. Antes de curarse, se hace autodiagnóstico,
a ver cómo sale la orina. En tres días se hace de nuevo la prueba y sale blanco, lechoso. Tiene que seguir poniéndose
hasta que la orina salga limpia. Si en tres días sigue mal, tiene que ir al médico.

Yo todo le aviso al paciente, si tiene problema de riñón, de hígado, de pulmón, para cada una de estas enfermedades
se usa un grupo de hierbas, pero hago una sola receta para no mandar parte por parte.

Para tratar la vesícula, hago una receta aparte. Puede tener inflamación, cuando trabaja mucho, se receta para bajar la
inflamación. Cuando está acabada, se pone los mismos remedios. Ahora yo les mando a que preparen ellos mismos las

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recetas, así aprenden también, si no pueden, les ayudamos a preparar. Por falta de tiempo, de personal, de espacio, de
material, no les preparo los remedios, ya que eso lleva tiempo.
Cuando está con cálculos, si en tres días no sale, si le coge un dolor fuerte y no mejora le mandamos al médico.

Respecto al pago, en la asamblea nacional de Jambi quedamos en cobrar 5 dólares por el diagnóstico. A veces pagan 10,
5 dólares. Algunos indígenas vienen con regalitos, papa, haba, cebolla. Es el ranti-ranti (reciprocidad), ellos van dando
lo que es su voluntad. Ponen lo que se llama el “derecho”, para limpiarles, hay gente que no tiene nada, traen batea
con alimentos, equivalente al valor de 5 dólares. A veces traen quinua, ponen en el altar y les hacemos el diagnóstico.

Yo no tengo cuyes, tenemos un vecino que vende o mi esposo va a buscar en otros lados, cuando la gente que viene
de lejos llama a pedir que le demos comprando, sino ellos mismos vienen trayendo el cuy.

Cuando hay envida, brujería, le han hecho daño, en el cuy salen unas bolas de pus. De acuerdo a eso se limpia con
montes dulces y chilca, marco, santamaría, plantas fuertes. Cuando es demasiada brujería, limpiamos arreglando el
altar, sale toda clase de cosas sucias, ponemos cebolla, ajo, manteca y sal en una tela blanca, ponemos mapawira (la
manteca de chancho quemada) que ellos traen. Traen también un cuy negro. En este caso, en cambio, si el paciente
es mujer, el cuy es macho si el paciente es hombre tiene que traer cuy hembra. Trabajo una sola limpia, de acuerdo a
necesidad, cuando la enfermedad es muy fuerte hacemos hasta cuatro limpias en una sola vez.

La gente siempre pide el baño. Hay baños preparados (esencias) que traigo de Colombia, antes preparaba con trago,
pero como entre los pacientes hay muchos que son religiosos, evangélicos, mormones, quité el trago. Antes hacíamos
macerado con trago, usábamos colonia. Ahora utilizo la hierba de saca sal, solo esas aguas preparadas reunimos,
compramos de acuerdo a lo que los pacientes necesitan, mezclamos con rosas rojas y blancas y con azúcar y les
hacemos bañar. Por eso atiendo solo dos pacientes los martes y dos los viernes.

Para hacer la limpia con cuy, se pasa todo el cuerpo desnudo con el cuy, ahí se muere, en el altar le ponemos boca
abajo y mandamos a enterrar con el oficial, bien lejos, porque si no las malas energías se quedan y pueden afectar a
otra persona.

Cada limpia cuesta 20 dólares, si son 5 limpias son 100 dólares. Si son dos personas, cobramos 50 a cada una. Nosotros
ponemos el material, ellos solo traen el cuy, la limpia con cuy cuesta 30 dólares, limpia con cuy y baño es 50 dólares.

“Ceremonias en eventos para florecimiento.” Otra actividad que realizo son las ceremonias en eventos, ahí
utilizo palo santo, sahumerio, agua de tranca mezclada con flores, con ruda, según el evento, pueden ser inauguraciones
de alguna institución, una cooperativa de crédito. Hacemos un altar, llevamos agua de llama cliente y suerte rápida o
lluvia de plata. A los dirigentes les ponemos esas aguas en las manos, que se frieguen el cuerpo y quedan purificados,
primero limpiamos con humo. Yo trabajo con mi altar de Pachakutik, es en forma de churo, otros trabajan con altares
en forma de la chakana.

Si es un evento para avanzar en florecimiento, para fortalecer, siempre se trabaja con flores y va acompañado con frutas,
para que estas alimenten las energías. Puede ser cualquier fruta, las que más atraen malas energías son la mandarina y

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la naranja, chupan rápido. Eso es el secreto, es lo que más se pone, si no ponemos frutas, se cae la energía, las energías
están cruzando el altar, cuando una persona cruza, va jalando las malas energías. Luego esa fruta, va purificándose con
el humo y es alimento, cuando se tiene hambre, da gusto de comer. Cada uno coge una frutita.

Cuando acabo de limpiar me voy a la huerta, tengo una huerta grande, con árboles grandes, eso me da energía. No
trabajo con ayuda de otras personas para que me den energía. Cuando limpio malas energías o trabajo con bastantes
pacientes, me duelen las manos, tengo dolor de cabeza, de espalda, vengo a la huerta, camino, doy la vuelta, abrazo al
árbol del tocte, arriba del árbol hay ramas en forma de cruz, converso con él, le pido que me quite las malas energías.
Tengo wantuk blanco, morado, eso me va purificando y quedo fresca para seguir.

Cuando estoy chuchaqui, no puedo trabajar, por respeto a los pacientes. No puedo ver, diagnosticar. Cuando estoy sana
trabajo, en las fiestas no trabajamos.

Yo siempre trabajaba con perro negro, para darle los desperdicios del cuy, ese es el secreto, se le da las tripas y el
cuero. Mi abuelita decía que después de la limpia de malas energías hay que dar rápido al perro negro para que coma
todas las malas energías, el resto no se le puede dar, si le doy el cuerpo, me quita la energía. El cuerpo del cuy nos
comemos nosotros, lo limpiamos, lavamos bien y sancochamos con perejil, romero, comemos frito o hacemos caldo. A
veces vienen a pedir los vecinos. Comiendo ese cuy hay más ánimo de trabajar y curar.

A veces los extranjeros que vienen ponen su voluntad, 20, 50 dólares. Vienen de Estados Unidos, Suecia, Alemania.
Como los compañeros trabajan con turismo comunitario, difunden este trabajo y vienen a hacerse curar. A los gringos
les ponemos un mantelito encima para limpiarles porque no aceptan el cuy fácilmente. Si tienen anillo, cadenas, les
hacemos sacar.

Parece que no va a haber herederos de este saber. El único que me sigue, que me espía, es mi nieto. Los otros no tienen
interés, no se acercan. A mi esposo le digo que aprenda y dice que no va a poder. Todo este trabajo me ha acompañado,
me ha ayudado.

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José Quimbo Comunidad: Peguche
Parroquia: Peguche
“Shayri” Cantón: Otavalo
Pueblo: Kichwa-Otavalo
Nacionalidad: Kichwa
Idiomas: Kichwa y castellano
Edad: 61 años

Shayri Quimbo es una de las personas de sabiduría, más reconocidas


y respetadas en su natal Peguche. Hasta su casa llegan personas
de muchas partes del mundo para buscar sanación y equilibrio
espiritual. Utiliza la música como instrumento de sanación. Para
Shayri, la armonía espiritual es la mejor medicina para vivir bien.
El profundo sentir de sus visiones y sueños le permiten saber cuáles
son los instrumentos adecuados para devolver el equilibrio y sanar
a sus pacientes.

“Sembré la primera planta cuando acepté mi camino de sabiduría…” Soy hijo adoptivo de una pareja
indígena. Durante un viaje realizado por mi padre adoptivo, a otra comunidad, conoció a una mujer que tenía un niño
de un mes en sus brazos, al parecer el padre biológico no quería al niño. Entonces, mi padre adoptivo le propuso a ella
que le entregue al niño para hacerse cargo de su crianza. La mujer aceptó y fue así como mis padres me adoptaron y
llegué a esta comunidad.

Fue complicado ser hijo adoptivo indígena, al menos en ese tiempo no se daban casos así. Esa situación me hizo
sentirme diferente del resto de personas. Los otros niños y las personas en general, me decían que yo no era de esta
comunidad; se me hacía difícil, pero así crecí.
Mis padres eran agricultores, mi padre también era tejedor, aquí los que tejen son los hombres. Así crecí yo,
acompañándolos en sus tareas de la agricultura y del tejido, mis padres me amaron mucho y me dieron todo lo que
pudieron darme. Me enseñaron a amar a la madre tierra y a vivir en contacto con la naturaleza y las plantas.

“En ese entonces, una palabra dada era un compromiso.” Yo había estudiado sólo la primaria aquí en
Peguche, mis padres no tenían los recursos económicos para que yo siga estudiando la secundaria. Recuerdo que
cuando tenía 20 años, fui con mis amigos a la fiesta de coronación de la reina mestiza en las fiestas de Otavalo, por
la insistencia de mis amigos le saque a bailar a la reina, ya durante la conversación con ella, me preguntó en dónde
estudiaba, le respondí que no estudiaba, que era tejedor, artesano. Cuando ella me presentó a su madre, le contó

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que yo no estudiaba, y su madre me dijo: “¿Usted quiere ser amigo de mi hija? Pues puede visitarla siempre y cuando
prometa que va a estudiar”.

Y le prometí a la señora que iba a estudiar. Ese gesto me impactó mucho porque al final eran personas extrañas que
estaban buscando mi bien, me sentí muy motivado por aquello.

En ese entonces, la palabra dada era un compromiso, y yo había prometido que iba a estudiar. Y comencé. Tuve que
entrar un año a la alfabetización para recordar lo que aprendí en la escuela y después ingresé al colegio. Así empezó a
surgir la necesidad de ser un profesional, de convertirme en un intelectual, y empecé a soñar con ser abogado.

Me fui a vivir a Quito, ingresé a la Universidad Central y me gradué de abogado. En ese momento nunca me hubiese
imaginado seguir este camino de la sanación. Como abogado empecé a estudiar y a defender el derecho indígena, tuve
la oportunidad de viajar a la sede de las Naciones Unidas a hablar sobre derecho indígena.

Me vincule también a la cultura, llegando a ser el director del grupo “Peguche” que fue en ese tiempo, uno de los
grupos más importantes de folclore en Latinoamérica, compartimos escenario con Inti Illimani, Quilapayún y muchos
otros grupos de relevancia internacional.

Mi vida ha sido muy cambiante, he hecho de todo. Pero en ese tiempo mis intereses eran intelectuales, culturales y
políticos.

“Yo no busqué el camino, él me buscó a mí…” Mi mamá y mi papá eran sabios, y Sabio es saber de todo,
de la vida, de la tierra, de astrología, de las plantas. Mi mamá limpiaba, muchas personas venían a buscarla para que
limpie a los niños, para que vaya a hacer limpias en sus casas y mi padre la acompañaba. Yo los miraba a ambos con
mucho respeto, pero jamás pensé que ese camino podía ser el mío, menos aún que iba a dejar mi carrera profesional
de abogado para seguir este camino.

Cuando tenía 38 años, caí en una profunda crisis existencial. Mis padres habían muerto, yo no me había casado.
Me había dedicado a estudiar primero, luego a mi profesión, estaba involucrado en la cultura, en la política. Cuando
murieron mis padres me quede solo, y esa fue una situación muy difícil de afrontar.

Fui a Quito, a curarme con una señora que era sabia. La señora me mira y me dice “¿por qué viene a curarse? Usted
es el sabio, yo no tengo nada que curarle a usted”, luego de decirme eso me regaló unos cristales. Salí desconcertado
y pensando por qué me había dicho esas cosas. Volví en tres ocasiones más, y en todas me dijo lo mismo. Comencé a
tener miedo. ¿Qué significaba ser sabio? ¿Qué significaban las palabras de esta mujer? Esto por supuesto ahondó mi
crisis. ¿Sabio para qué? Comencé a huir de esta situación.

En medio de esa crisis de soledad y de no tener familia a la edad que tenía, dejó de gustarme mi profesión. Me
desilusioné de ser abogado, yo quería ayudar a mi pueblo indígena, pero me di cuenta que era muy poco lo que podía
hacer como abogado. No sabía qué hacer, estaba perdido. Fue entonces cuando me refugié en la música.
Un día un primo que vive en Quito, me llamó para decirme que unas señoras de Estados Unidos querían relacionarse
con una comunidad indígena para hacer una obra artística. Yo acepté pues estaba sin trabajo y sin hacer nada de mi

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vida. Estas señoras querían hacer una obra para los indígenas. Se trataba de una escultura en piedra. Yo me comprometí
e hicimos una obra bien bonita. Hicimos un rostro indígena tocando un caracol, que es Pachakamak, el dios andino. En
el lugar donde se colocó la escultura brotó una vertiente, fue como un milagro, luego hicimos ahí una pileta. Yo amaba
muchísimo esa fuente, era como algo mío; iba al menos pasando un día y me sentaba para lavarme los pies y el rostro.

Un día, vinieron unos amigos, ellos querían realizar su ritual de matrimonio indígena ahí en la fuente. Mientras estaba
yo limpiando y preparando el lugar para la ceremonia, sentí que algo cayó detrás de mí, una niña que pasaba justo en
ese momento me dijo: dijo, “tío Shayri, una luz está atrás de usted”. Yo me quedé quieto pensando que podía ser una
estrella fugaz y que podía pasarme algo si me movía. Luego regresé a ver y no había nada. Ahí comenzó a cambiar mi
vida. Después entendí que esa era una señal muy importante para mi vida.

También tuve otra experiencia, una noche que miré por la ventana y le vi a mi taita Imbabura todo imponente, como
siempre. Estaba nublado y las dos faldas del Imbabura estaban cubiertas de niebla. Desde la mitad salía una formación
de nubes que tenían la forma de un cóndor. Eran las 12 de la noche y estaba la luna llena, la noche estaba muy clara.
Sabía que me estaban dando señales para seguir un camino.

Todo esto coincidió con la llegada de las señoras, Empezaron a llegar a mis instrumentos para usar en sanación,
muchas personas me regalaban piedras, empecé a conocer gente que me hablaba de los instrumentos de sanación;
así fui perdiendo el miedo y comencé de manera intuitiva a buscar sabiduría. Me iba al Imbabura por varios días, solo.
También a las lagunas de Cuycocha, Mojanda, sin saber bien que estaba buscando.

Mi intención al inicio era salir de mis problemas existenciales, era una fuga a mi situación, para tranquilizarme y tener
paz. Cuándo las señoras que vinieron a hacer la escultura ya se iban, una de ellas me dijo: “nosotros sabemos que eres
músico, nos gustaría que toques algo para nosotras”. Yo tenía unas flautitas y empecé a tocar, improvisando, entonces,
vi que ellas habían cerrado los ojos. “¿Será que se están durmiendo, será que no les gustó?”, me preguntaba. Y dejé
de tocar, entonces ellas abrieron los ojos y me dijeron: “qué maravilloso, tu música es especial, tu música podría curar.
Después que ellas se fueron, me escribieron, invitándome a participar en encuentro de curación alternativa que se iba
a realizar en los Estados Unidos.

Cuando participé en ese encuentro en los Estados Unidos, sentí que lo que yo hacía con mi música era poderoso.
Lleve una flautita de hueso de cóndor y varias plumas de cóndor que tenía. Allá entendí que la flauta y las plumas eran
sagradas, y que había llegado a mi vida por alguna razón, que eran instrumentos para empezar mi camino.

En el encuentro empecé a hablar sobre mi vida, desde mi niñez. Cuando terminé de hablar, toque mi música. Toqué y
todos cerraron los ojos, cuando terminé de tocar varias personas me pidieron que les haga curaciones con mi música.
Así comenzó todo esto de las curaciones en mi vida. Uno mismo no puede decir que cura, son las personas las que dan
su testimonio que se curan.

Por eso, siempre digo que yo no busqué el camino, él me buscó a mí…


Después de eso comencé a viajar frecuentemente a Estados Unidos, yo no hablaba inglés y tuve que contratar a una
persona que me acompañe como traductor, esta persona me propuso que a cambio de ser mi traductora yo realice
con ella mis terapias de sanación con mi música, ella tenía cáncer. Cuando me dijo eso, todo el cuerpo se me congeló,

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yo sabía que el cáncer es una enfermedad de muerte, y pensé en decirle que no, pero algo adentro mío me hizo decir
otra cosa. Le dije: “Si tú crees que puedo curarte yo voy a hacer mi parte, y tú vas a hacer la tuya”. Entonces hice las
curaciones que debía hacer. Terminó mi viaje y regresé a mi tierra. Varias semanas después esta persona me llamó, el
tumor que tenía se había reducido totalmente, los médicos estaban asombrados y no sabían que sucedió. Esa persona
vive hasta ahora, ya son cerca de 20 años desde que sucedió esa sanación.

Así ha sido mi camino, para mí no fue fácil aceptarlo. Una noche encontrándome aquí en mi casa, solo y después de
haber vivido todas estas experiencias, empecé a caminar aquí en este mismo patio, me puse de rodillas, miré al cielo
y dije: “acepto mi camino, pero por favor Dios o Diosa, permítanme mirar el camino, porque no tengo fuerza, no sé qué
significa. Déjenme abierta una pequeña rendija para mirar mi camino, si no, no soy capaz de caminar”.

Al comienzo nada estaba claro, pero yo sabía que este era un camino sin retorno, que no podía volver a ser un abogado.
Este es un viaje espiritual, un camino que involucra una ética de vida y mucha responsabilidad para tener honor y honra.
No puedo volver a mi vida intelectual y a regir mis actividades a través de un código. Estoy en este camino porque me
da otra visión de la vida. Ahora estoy absolutamente conforme y satisfecho de haber tomado esta decisión.

En mi caminar yo creé la sabiduría taki-sami que es música de sanación. Tengo instrumentos sagrados, varias flautas
de hueso y plumas de cóndor; uso instrumentos de cerámica antiguos. Uso réplicas de ocarinas ancestrales de México,
de Perú y de aquí. Puedo ver y saber qué es lo que les pasa a las personas y qué debo hacer para sanarlas, es como
un estado de clarividencia.

Para llegar a eso es necesario entrar a otro estado de conciencia. Es necesario cambiar de vida y de alimentación. Se
debe adoptar otras formas de vivir; yo ahora no tengo una vida pública, la gente que me necesita me busca. Es una
forma de vivir con tranquilidad, sin tener compromisos sociales. No hay que tener deudas y tampoco involucrarte en
negocios; es un tipo de vida sin preocupaciones. Si necesito dinero, yo sé que me va a llegar porque me lo merezco.
Tengo esta casa que es lo suficientemente confortable y buena para mi vida. La verdad es que tengo todo lo que
necesito.

Cuando necesitas hacer dieta, el cuerpo mismo te lo pide, el cuerpo da señales. El realizar retiros, abstinencias, ayunos,
mantener una dieta alimenticia, debe hacerse porque así se lo siente, no porque te lo digan, sino porque sientes que
tu cuerpo lo necesita.

Voy siempre a hacerme baños en vertientes y en las lagunas, sobre todo en las de Mojanda y Cuycocha, también visito
las montañas, los lagos. Lo que hago es tratar de canalizar esos poderes de la naturaleza. Invoco a quienes quiero
invocar y me ayudan, a veces invoco a mis padres. Sé que mi mamá y mi papá me acompañan en este camino. Hablo
con las aves y ellas entienden. No importa el idioma en que hables, ellos tienen el lenguaje primario. Entienden todo.

No necesito saber a través de una llamada telefónica quienes van a venir a verme. Días antes ya me conecto con mi
ser, tengo sensaciones en mi cuerpo. Sé que van a llegar personas a visitarme. Algunos sanadores tienen facultades
para soñar, pero yo no tengo mucho esa facultad, yo tengo sensaciones en mi cuerpo. Sólo las siento y ya sé lo que
está pasando o va a pasar.

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Cuando alguien viene a una sanación, le invito a sentarse, uso una vela para hacerle la lectura. La vela absorbe la energía
de la persona y al prenderla, la flama me describe el campo magnético de la persona y comprendo lo que le está pasando.
Al conectarme, si tengo la suficiente sensibilidad, sé quién eres y si tienes o no algún problema. En ese momento elijo los
instrumentos. Ellos me hablan y me dicen cuáles instrumentos quieren ser parte de la sanación.

Curo en un espacio acústico, que es sobre todo un espacio de meditación y de sanación. Está hecho específicamente para
eso.

“Curando el espíritu se cura el cuerpo.” Hay que ceñirse a los principios de la enfermedad según nuestra sabiduría.
El enfermo, se enferma primero espiritualmente. Yo estaba muy enfermo espiritualmente, cuando estaba en crisis y no
lo sabía. Como no me dolía nada físicamente, pensaba que sólo tenía problemas. Mi mamá cuando vivía me señalaba
directamente, tú estás enfermo y yo decía cómo puede mi mamá afirmar que estoy enfermo si no me duele nada.

Yo detecto en las personas que este dolor es consecuencia de este problema. Y voy primero al origen de la enfermedad.
Se debe curar primero la parte espiritual. Para ello se usa flores y agua, se puede hacer baños. Yo puedo usar el poder de
mi soplo (aliento) para borrar y limpiar la enfermedad.

Le paso la vela, me conecto con el paciente y ya sé por dónde tengo que dirigirme. Les digo lo que les pasa, lo que puedo
ver de su niñez. Si siento que esta persona nunca fue reconocida en su autoestima y que actualmente le va mal en los
negocios o en sus relaciones con el marido o con la mujer y que le va mal en todo, entonces le digo que se haga un buen
baño de flores. Debe ir a unas vertientes y ortigarse bien y luego hacerse un baño con rosas. Si es para lograr éxito en la
vida se usa rosas amarillas, para mejorar la autoestima son las rosas rojas, para tener paz y tranquilidad se utiliza rosas
blancas y para una buena relación de pareja recomiendo las rosas rosadas.

“Curando espiritualmente, se sana también el cuerpo. Esa es mi visión de la sanación.” Yo tengo muchos
libros de recetas de hierbas medicinales que prácticamente no uso, en el momento de la sanación, uno recibe el mensaje
y sabe que plantas o flores debe usar para curar. Eso me pasa a mí; hace algunos años mi anterior esposa estaba
embarazada, habíamos llegado de un viaje y se sentía mal. Eran las 7 de la noche cuando llegamos a la casa. Apenas
entró a la habitación se desmayó, la recosté en la cama y traté de mantener una actitud tranquila y firme. Me paré en la
puerta y le pedí al universo que me diga cómo curarla. Comencé a caminar en la oscuridad y a tocar las plantas. Toqué
una plantita y le dije: “Siento que tú me vas a ayudar”, hice una infusión y le hice beber. Enseguida empezó a recuperarse
y se sintió bien.

En esos casos no hay una receta para curar. Respeto a los hermanos que tienen conocimientos etno-botánicos, pero
también puedo afirmar -y con mi convicción- que si hablo con una planta y le digo por favor cúrale, lo va a hacer.

Con los baños son de la misma manera. Hay vertientes que para mí son femeninas o masculinas y de acuerdo a eso son
sus propiedades. Si según mi intención, siento que el agüita me va a curar de mis problemas, esa agüita me cura. Uno se
cura por su convicción y por su conexión. La persona que curé de cáncer dijo que los médicos le habían desahuciado, era
su conexión con el deseo de vivir lo que hizo que se conectara conmigo, yo serví de canal. Asimismo son las agüitas y las
plantas.

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Yo tengo una vertiente que amo, porque desde mis primeros pasos me baño en ese lugar. Hay que bañarse de 5 a 6 y
media de la mañana porque a esa hora las puertas dimensionales de la madre tierra se abren, y dura no más de una hora,
en ese momento te conectas directamente y si quieres rezar o bañarte en esa hora puedes tener los mejores resultados. A
la vertiente le invoco y le converso, como yo toco instrumentos, los llevo y me siento junto a la vertiente, le hablo y le digo:
“te traigo esta musiquita, ojalá te guste, ahora te vengo a pedir. Vengo a bañarme y quiero que tu agüita me dé tal cosa, o
tengo estas necesidades”. Simplemente tengo que confiar que así es.

Entre las plantas importantes para curar está la ortiga, cuando estuve en Suiza me encontré con una señora que había
estado mucho tiempo con problemas para caminar, la ortigué, le hice masajes a las piernas y la señora mejoró. La
sanación estaba hecha. La ortiga es una maravilla para cualquier enfermedad.

En ciertos momentos o estados uno recibe señales sobre qué hacer y en qué momento se debe utilizar la música, o cuándo
utilizar determinada planta. Es como que tu maestro te habla y te dice lo que tienes que hacer, y aunque a veces dudo, se
me presenta una flor y digo es o no es, pero si se me presentó, entonces esa flor tiene que ser. Son fracciones de segundo
en que se da la señal y así mismo tomas la decisión.

La música es vibración, el pensamiento es vibración, nuestros reflejos son pura vibración, todo es vibración y la música son
ondas magnéticas. Lo que se hace para la sanación es poner la intención: “yo voy a usar este instrumento para curar. Voy
a hacer que este caracol suene para curar esta persona de su enfermedad”. Lo que cuenta es la intención y la vibración,
no es la cualidad del instrumento sino la vibración de tu intención.

Todos los instrumentos tienen vida y cada uno tiene su propia memoria genética. Ese carrizo antes de ser sembrado y de
crecer silvestremente en cualquier parte, en su memoria genética ya está para que sea hecho palla o zampoña. Según mi
memoria genética, yo estaba hecho para ser un caminante y no un abogado, tarde o temprano las personas se conectan
con su misión de vida.

Los instrumentos también, tienen su propia inteligencia y su propia vida, por eso, antes de utilizarlos siempre les hablo,
antes de soplar ese churo le digo: “por favor te pido que me ayudes, sé que me vas ayudar, sé que contigo vamos a curar”;
así los instrumentos se activan.

Una vez, en mi vida de músico folclórico, estuve con un taita y le pedí que tocara su instrumento, él me respondió:

• Cómo va a decir que toque. A ver, a su mujercita también ¿no le enamora primeramente antes de pedir estar con
ella?
• Sí tayta, pero ese instrumento no está hablando.
• Claro que habla. Ellos también sienten. Claro que hablan.
Un taita de 80 años, en ese entonces me enseñó que los instrumentos tienen vida. Los instrumentos llegan a uno con un
propósito, si no le corresponden a uno, los instrumentos se van.

Yo activo los instrumentos soplándoles con mi boca humo de tabaco e incienso, les gusta mucho el aroma. El churo
necesita que le sople agua, a otros les soplo con trago y también con chicha. Los instrumentos son masculinos y
femeninos, siempre me conecto primero con esa energía.

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Me comunico con los instrumentos y les trato como a mi maestra, mi hermana, mi amiga o mi madre, los tomo con mucho
cuidado y cariño, les hablo diciendo:

“Mamitakulla, ñuka kuyashka mamitakulla, kishpichiwankilla ashata hichushpa purikupashkani, ari shinapash kunankupi,
kutin tuparinakupanchik mamitakulla, yanapawankiyari. Kunan hampipashunyari, kanwan sumakta wakashpa
hampipashunyari. Kay warmikuta, kay María Eugenia warmikuta, kay Edizon runakuta, kawsaykunata, imapash llakikunata,
imapash chikikunata, hampishpa kapashunyari. Shina kashkamanta kishpichiwanki. Wakachikripanimi nachu…”

Les soplo con todo mi aliento y les toco, en esta primera conexión puedo sentir si ya lo puedo tocar o quiere todavía
alguna forma de activación, no puedo usarlo si me pide todavía algo más, debo ofrecerle algo más, si no, simplemente no
me siento bien, es como violentar una ley, no se puede proceder de esa manera.

“Kuyashka kuntur samikulla, kuyashka kuntur yayakulla. kuyashka kuyashka kuntur sami. Sinchi sami, achik sami,
kuyashka, chiri chirichu imachari kankipash. Ashata llakillachu kanki imacharipash.”

Un tiempo en que pensé que me gustaría que mi hijo pudiera heredar este conocimiento, tengo mucha documentación e
instrumentos que han llegado a mi vida. Hoy no estoy tan afanado en eso, no necesariamente tiene que ser un hijo mío,
el conocimiento puede llegar a otra persona. Si mi hijo demuestra su deseo de aprender con amor, yo le entregaré todo
lo que él necesita.

El conocimiento es una vibración del universo, los grandes maestros hindúes decían que existe una especie de biblioteca
cósmica, a la que cualquier persona puede acceder.

Los maestros nativos americanos cuentan que un jovencito llegó donde su abuelo y dijo: Abuelo, dime qué significa ser
el elegido porque a mí me ha dicho el sacerdote, pero yo no sé qué es ser el elegido. El abuelo se puso a reír. El jovencito,
abrumado dice: Pero abuelo yo te he preguntado algo muy serio para mí, qué significa ser el elegido.

El abuelo le respondió, “Es que nosotros no necesitamos decir que eres tú un elegido. Nosotros solamente decimos tú
eres el llamado y así como tú, muchos pueden ser llamados o todo el mundo es llamado. Pero depende de quién se atreve
a caminar y de quién realmente recibe el camino. Para mí tú no eres un elegido, sino un llamado y tienes que decidir si
quieres aceptar ese llamado”. Eso es lo más adecuado, al menos para mi experiencia, seguramente mi llamado estuvo ahí
desde mi niñez, desde cuando recibía las enseñanzas de mis padres, pero mi oído era sordo y no escuchaba el llamado.

Lo más importante es curar al paciente, el cobro no es la parte principal de la sanación; tampoco puede haber una tarifa
única, eso depende de las personas y del tratamiento, a veces yo no cobro nada.

“Siempre se puede y siempre se debe curar.” Supongamos que a la media noche alguien viene y me dice
que le ayude porque su papá o su hijo está enfermo, se debe curar en ese momento, algunos maestros dicen que no se
puede atender a una paciente que esté menstruando porque le quita el poder, pero si la persona necesita ser curada ese
momento, hay que hacerlo. Si estoy curando de acuerdo al periodo lunar, pero por alguna emergencia necesito vulnerar
eso, yo lo hago, pido disculpas, explico que es necesario, pido permiso, y lo hago. No quiero mostrarme como alguien que
está vulnerando las leyes del universo, sino que estoy respondiendo a una necesidad.

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Espíritu Manuel Comunidad: Santa Lucía Bravo

Cocha Galarza
Parroquia: La Matriz
Cantón: Guamote
Provincia: Chimborazo
Pueblo: Kichwa-Puruwa
Idioma: kichwa y castellano
Edad: 49 años

Manuel Cocha ha tenido revelaciones a través de sus sueños para


tener el conocimiento de cómo sanar a las personas. Realiza
limpias con el cuy para curar el espanto y el mal aire, también
para diagnosticar otras enfermedades. Desde hace más de 20 años
viene impulsando el reconocimiento de la Salud Intercultural en
su provincia y ha trabajado con el Ministerio de Salud Pública en
Guamote. Conoce mucho de plantas medicinales y es reconocido
por la gran mayoría de personas de conocimiento de su provincia.

“Desde niño tenía muchas revelaciones.” Tengo 49 años cumplidos. De pequeño quedé huérfano. Según me
cuentan mis hermanos, he quedado de tres años cuando murió mi madre y de 11 cuando murió mi padre. El aprendizaje
de mi sabiduría nació con esa herencia que Dios me dio, esa bendición. Desde niño tenía muchas revelaciones. Hasta
ahora valoro el sueño, la revelación que aparece cada día. El primer sueño, recuerdo, fue cuando tenía 7 años: asomó
un hombre grande, vestido de blanco, con pelo largo, barba blanca. Me dijo “tienes que seguir un camino recto, tienes
que descubrir mucho de la naturaleza”. Yo seguí analizando el sueño para saber lo que quería decir. Pero no tenía a
quién preguntar por su significado. Cuando tuve 12 a 14 años enfermé durante tres años, no se sabía lo que tenía. Me
llevaron a muchos médicos, a muchos lugares para ver si podían curarme, pero parecía que en ninguno había salvación.
Me acuerdo que durante más de 8 días no consumí nada de comida ni de agua.

Según me cuentan mis hermanos, me ha quedado sin respiración durante una noche y un día, entonces, han hecho
una reunión familiar para resolver la situación.

En vista de que no reaccionaba, han pensado que estaba muerto. Cuando estaban yendo a ponerme en el ataúd, he
comenzado a respirar. Mientras estaba en ese estado, en sueños, veía que iba pasando por quebradas, pendientes,
ríos. Encontraba animales de todas formas que me perseguían. Llegué a un lugar como una hacienda, pasé una puerta,
asomó otro lugar, como una iglesia. Pasé un zaguán para entrar a esa iglesia. Entrando a la iglesia, se me aparecieron

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dos hombres grandes vestidos de blanco, uno de ellos era el mismo con el que ya había soñado. Me dio la mano, venía
con un acial, y me dijo ‘wambra de dónde vienes, no es hora de llegar, regrésate de aquí, lleva esta historia y vas a
contar’. Me dieron de cada lado un fuetazo, en el segundo fuetazo me hicieron revolcar, entonces sentí que yo resucité.

“Aprendí de las revelaciones.” Después del tercer día, ya veía todo, conocía las plantas, sitios, tal como vi en
el sueño. Por eso me gusta acudir a sitios sagrados, a las cascadas, vertientes, lagunas, altares. Hasta el momento voy
a la laguna Negra, a taita Chimborazo, al sitio que es propio de la comunidad y valoro como si fuera mi casa. Después
de eso, no recuerdo a quién de mis hermanos le pedí agua y le dije que me traiga de una vertiente que queda en la
comunidad. Con esa agua pude pasar. Los médicos dijeron que era de operación, pedían 3 millones, no tuvieron eso
para operarme. Pero me salvé. Tenía como 16 años.

En las visiones asomaba una luz que parecía llamarme, entonces yo me levantaba a las 10, 11 o 12 de la noche, prendía
la vela, le ponía en una mesa y veía lo que asomaba. El personaje de los sueños me decía, ‘ándate a tal lugar donde está
una piedra’. Yo ponía en práctica ese pedido y encontraba lo que me había dicho. Fui a una loma a buscar la piedra. ‘La
primera piedra brillante que encuentres, esa trae y llévate, eso va a ser tu herramienta, eso te va a enseñar’, había dicho
el personaje del sueño. Salí a las 5 y media de la mañana y encontré la piedra. Es grande, dentro tiene otras clases de
piedras. Otras personas no puedo identificar pero veo cuarzo, cobre y otros elementos. Puse la piedra en la cabecera,
para dormir, y cada vez más aparecía la revelación.

Así caminaba y me encontraba con yachaks o curanderos como el finadito José Yasaca que era popular en Guamote. Y
me decía que quería ser mejor que él. Sabía que primero debía concentrarse en Dios y en la naturaleza, en ese hombre
que me encontró y me fueteó. Ahora, cada vez que voy a curar, me entrego en cuerpo y alma. Me concentro como si
fuera él, y he aprendido más sobre la forma de preparar las plantas, de hacer maceraciones. Nadie me ha enseñado
la sabiduría, lo que me han enseñado es cómo hacer un jarabe, una maceración, un perfume. Eso aprendí en la
Universidad Andina Simón Bolívar y en los encuentros de yachaks, en eventos de la Ecuarunari.

En 1995, cuando hubo un encuentro internacional en el cerro Imbabura, en Ibarra, los chamanes de Colombia, Perú,
Walkapamba vinieron para calificar. Yo tenía ahí 24 años. Ahí me dieron a tomar el peyote. Estuvieron cerca de 200
personas a nivel nacional. Algunos de los que tomaron el peyote, gritaban, se revolcaban, declaraban cosas de su vida.
Yo tomé una jarra pero no me pasó nada. Entonces, los yachaks dijeron, ‘este wambra va a ser de los mejores. Va a tener
su conocimiento pero también va a tener accidentes’. En verdad, he tenido accidentes de tránsito pero me he salvado.

“Los sueños y el inicio.” Yo ya sabía curar. El primer caso fue cuando topé la mano a una madre que estaba
hospitalizada en la clínica. En ese momento no supe qué tenía la mujer. Después de casi cinco días, la revelación me
dijo: “esa madre sufre por su sacrificio, por haber tenido muchos problemas, mucho sentimiento. Sufre por el cerebro”.
Y justo habían estado por operarle del cerebro, pero nada más necesitaba unos tratamientos y se salvó y no se hizo
operar. Cuando le puse la mano, como no sabía qué enfermedad tenía, le puse manzanilla, le dije que tomara. Hasta
volver a verla, los sueños me dijeron lo que tenía. Desde ahí he continuado teniendo más visiones.

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La misma persona asoma y me dice ‘esto es por tal razón y esto tienes que dar’, entonces yo he seguido las indicaciones.
Cuando hago las consultas, hay algunas personas que vienen sólo a curiosear, entonces siento como si una nube me
detuviera y no me permite ver. Después de 24 horas asoma la misma persona del sueño y me dice tal persona fue
solamente a curiosear o solamente por sacar la información, a esa persona tienes que recomendarle esto o darle tal
cosa’. Así, yo ya se para qué fue y por qué. Así yo tengo control hasta del enemigo, recibo la señal de no encontrarme
con tal persona o no salir tal día, no moverme en tal sector, o en caso de transporte. Entonces evito esos riesgos.

Yo he contado sus sueños a algunas personas mayores. Ellos siempre me han dicho que esa es una revelación, que
Dios me está protegiendo y guiando.

Cada dos años sueño que estoy muerto. En el sueño veo que en las comunidades, algunos me critican, diciendo, “mejor
que se murió”.

Estoy en una peña, sentado bajo las cascadas. O estoy sentado en un árbol de capulí, viendo lo que me dicen, lo que
me recomiendan. Ya me han puesto en la sepultura. Pero yo convierto en una fiesta y estoy bailando, con buenas
músicas. Los que están valorando y tienen amistad, me abrazan. Los que tienen enemistad están admirados, mirando.
Los sueños tienen valor para mí. Ahí veo cuántas personas me acompañan. Algunos sienten amistad, voluntad. Y sé
quiénes no tienen amistad.

Cuando curo el espanto, yo analizo en la vela, y en el cuerpo veo el espanto, que generalmente da a los wawas menores
de cinco años. Cuando la madre trae a su niño, o yo voy a la comunidad, me dicen, “mi wawa, algo le pasa, ¿puede
mirarle?” Yo veo en las pestañas, en el párpado, cuando las pestañas están medio cruzadas, levantadas, sé que el wawa
está espantado. Cuando me acerco, el muchacho se pone medio tímido, nervioso, entonces me doy cuenta de que es
espanto. Ese rato si la señora tiene un cuy, un huevo, le pido y le limpio, o le recomiendo lo que ella misma puede hacer.
Le sugiero usar el tsímbalo, que coja una porción y prepare en maceración con aceite de girasol o con vino o trago
puro. Le pido que encierre al niño o niña por ocho horas, bañarle, frotarle y hacerle oler esa mezcla. Hay que botar lo
usado en un sitio donde no entren o pasen las personas, como una quebrada. Esa planta, el tsímbalo es energizante, ha
absorbido el mal, puede pasar otro muchacho y este puede cogerle.

Cuando yo voy a curar en mi propio espacio, es diferente, tengo los materiales, todo preparado en maceración, tengo
plantas. O voy a un sitio donde conozco la existencia de treinta clases de plantas, voy a recogerlas yo mismo o envío a
mis hijos para que recojan. Con eso hago los tratamientos, empezando siempre con la oración a Dios y a la naturaleza.
Para mis rezos siempre me concentra y advierto al usuario: “Si no me creen a mí, crean en Dios creador, yo como
humano doy la mano y nada más, pero mi mente está concentrada, con el propósito de que tengo que sanarles”.

También curo el mal aire, mal viento, a algunas personas que creen en la brujería, que, como afirmo, sí existe en la
humanidad. Cuando alguien tiene problema de riñones, les doy diuréticos, plantas frescas como llantén, taraxaco,
caballo chupa, calaguala, grama dulce, ñachak. Se mezcla plantas templadas, cálidas y frescas. Primero, diagnóstico
para ver si el paciente está con inflamación o infección y de acuerdo a eso dosifico. Cuando son problemas del riñón

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explico que este puede inflamarse por mucho trabajo, mucho tóxico, comidas, frituras o alcohol. Si es un problema por
mucho trabajo, si está grave, primero necesita tomar purgantes para que pueda limpiar el intestino y la sangre, con
plantas como verbena, boldo, chanca piedra. Debe tomar en ayunas una sola vez. Luego le doy las plantas frescas.
También le pongo emplastos con hojas de verbena, hierba mora, llantén, machacadas con clara de huevo, barro o
linaza molida. Eso se coloca por 15 a 20 minutos. La persona se siente bien, se hace una revisión. “Entonces nos damos
cuenta de que ya no tiene esos síntomas. Uno con ese conocimiento sabe pero no a su totalidad, pero quien justifica
es la persona que ya se siente bien”.

Diagnostico con la vela, para ver qué es lo que existe en el ser del paciente. La persona misma se pasa la vela por su
cuerpo, luego le pongo en la mesa, le prende y ahí analizo y me doy cuenta de lo que tiene. O hago la limpia directo
con el cuy, le paso por el cuerpo del paciente, parto el cuy, que tiene su organismo igualito al nuestro y según cómo
estén los órganos del animal está el de la persona. El diagnóstico con el cuy, aprendí de un chamán de Canelos, que
hacía este tipo de limpias. El cuy tiene que ser de un mes o dos meses, dependiendo de la persona y dependiendo
del problema, si es mal aire, si es fuerte, el cuy debe ser de tres a cuatro meses para que pueda sustentar las malas
energías.

Hay que tener la mano y la concentración para que el cuy pueda absorber. Cuando es mal aire y espanto se usa un cuy
negro, para diagnóstico es blanco.

Le abro, le parto, parte del organismo del cuy reviso para ver en dónde está el mal, riñones, estómago, pulmones. En
todo demoro casi media hora. Después preparo agua de ruda, con eso voy lavando la sangre del cuy, para que asome el
problema de la enfermedad, voy desinfectando el vapor que sale del cuy. Después tengo que enterrar el cuy en un lugar
o le doy de comer al perro. No boto en donde quiera. El perro no se enferma. Ellos son guardianes, cuidan, protegen
de las enfermedades.

Hace 40 años que hago curaciones. Atiendo los martes y viernes, para hacer limpiezas, son los días especiales, propicios
para curar, son días sagrados. Es mejor que en otros días. Otras enfermedades, depende de cuándo lleguen los usuarios,
el diagnóstico se hace cualquier día, solamente hay que tener el sitio adecuado, un cuarto cerrado, para proteger a las
personas que tienen temor, recelo. Aunque también se puede hacer públicamente.

En el diagnóstico con el cuy sale todo, es como estar haciendo una operación, una radiografía, se limpia todo, la sangre,
las malas energías, todo sale. Con el huevo, en cambio, en caso de mal aire por ejemplo, se parte y se pone en el agua,
asoman bolas blancas, negras, café, no se ve en su totalidad. Es mejor que sea huevo de gallo y gallina, si no tiene
puede ser de incubadora.

“El espíritu de las plantas es lo que cura.” La mejor hora para recoger las plantas es las 6 de la mañana o
las 6 de la tarde. Porque desde las 7, 8, con el sol empieza a bajar la sustancia de las plantas, el poder curativo. El poder
está en el asiento o en las flores. Mientras cojo la planta, primero rezo, pido perdón a la Pachamama y pido perdón a la
planta, diciendo el propósito para el que voy a cogerle. Oro sobre la enfermedad para la que es la curación.

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Las plantas las recolecto en Kuripaccha cualquier día. Lo único que compro en la plaza es ruda, romero y los claveles
blancos, rojos y amarillos. El resto de plantas son del cerro: congona, arrastradora, poleo, muelán. Se las coge frescas,
se les pone en un mantel o en papel periódico, donde hay ventilación, que no haya polvo, y se las pone a secar, de 3
a 5 días, se las pica y se tiene en funditas, para poder usarlas en casos de emergencia. Tienen que estar en un lugar
cerrado, donde no se contaminen.

A mí me gusta compartir mi experiencia, mi vida. Me reúno con personas de confianza, jóvenes o mayores, en mingas o
eventos sociales, donde cuento mi sueño, cómo me salvó, cómo era mi vida. Siempre relato cómo nací, cómo me crie,
cómo entré a estudiar, mi matrimonio. O también me reúno con los jóvenes para aconsejarles.

El pajonal me invita a continuar con mi misión de sanador. Parecería que las voces del viento continúan diciéndome la
sabiduría profunda de la tierra, el agua, el fuego y el aire.

Con su pelo negro y su sonrisa dorada, saluda al día que termina y se dispone a descansar para madrugar al encuentro con
las plantas, las vertientes, las piedras, con la alegría de saberse poseedor de un poder que beneficia a muchos.

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Rafael Carrascal Comunidad: Ilumán Bajo
Parroquia: San Juan de Ilumán
Cantón: Otavalo
Provincia: Imbabura
Pueblo: Kichwa-Otavalo
Idiomas: kichwa y castellano
Edad: 48 años

Es un yachak que viene de varias generaciones de yachaks, y además


de la tierra de los curanderos, es muy reconocido en su comunidad
y además un líder que ha buscado siempre las reivindicaciones
de los hombres y mujeres de sabiduría. Sus curaciones las realiza
apegado a las enseñanzas de su abuelo y padre fueron muy
reconocidos en su comunidad. Rafael continúa siendo el presidente
de la Asociación de Yachaks de Ilumán.

Trabajo como artesano y agricultor y tengo también el oficio de yachak. En el mundo indígena la familia
siempre tenía, seis, siete, hasta doce hijos. Mis padres han tenido nueve hijos. Ahora vivimos cuatro hijos, tres varones
y una hembrita que es la última. Yo fui como el primer hermano porque los dos mayores a mi murieron, eran gemelos.
Entonces me toco cuidar a los menores.

Mi papá era un sabio, un yachak, también trabajaba la agricultura y la artesanía esto era muy común aquí en la
comunidad. Desde chiquitos ya nos llevan a la sementera, a arar, a limpiar las hierbas. Entre jugando y trabajando
transcurría nuestra niñez. Con mis hermanos crecimos, fuimos a la escuela Domingo Faustino Sarmiento. Para nosotros
era un poco complicado ir a la escuela y después a la sementera o a pastar el ganado. En ese tiempo la educación era
forzada, los profesores todos los profesores eran mestizos y nos trataban mal.

En ese tiempo, cuando no hacíamos los deberes, nos hacían pasar al frente y nos pegaban. Era obligado y nos daba
miedo ir a la escuela. De todos modos aprendíamos, no como se debía, pero aprendíamos. A los niños indígenas nos
veían con bastante racismo. Nosotros no teníamos en el recreo para un pan, teníamos el kukayu.

La vida diaria de nuestra familia era madrugar a la chacra, en tiempo de sembrar, limpiábamos la sementera,
deshierbábamos; pastábamos al ganado. Después de eso, íbamos a la escuela. A mediodía, volvíamos a comer y
después a la escuela. En la tarde otra vez, a limpiar la sementera, a poner el abono a las plantas.

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Nos encontrábamos con los amigos, cogiendo leña seca, amarrábamos con una cabuya y quebrábamos los palos, eso
llevábamos a nuestras madres para que cocinen. Así crecimos y esos eran nuestros juegos en ese tiempo.

Cuando tenía 22 años, se formó una organización que se llamaba Runakay, para ayudar a la gente pobre, a los mayores
que no tienen economía, a las madres solteras. Nuestros padres nos apoyaban para llevar adelante esas labores de
solidaridad.

En la escuela, según me acuerdo, los chiquitos se me apegaban mucho, les gustaba estar cerca de mí, íbamos a nadar
en las quebradas. Cuando joven jugaba fútbol, ayudé a formar un club, mi papá nos regalaba pantalonetas, camisetas.

Recuerdo que mi abuelo también era yachak, como yo era el primer nieto, me cargaba, me abrazaba. En ese tiempo
había estancos donde vendían chicha, alcohol, con el que los hacendados dominaban a la gente indígena.

Mi abuelo me llevaba desde pequeño a la chichería. Me daban chicha en vez de leche, me bañaban ahí mismo con agua
fría. Dicen que era muy llorón, y me bañaban para que cogiera fuerza y también para que dejara de ser llorón. Cuando
tenía 9 años, mi abuelito murió, mi papá cogió el oficio y esa sabiduría, y desde entonces me llevó como acompañante
u oficial. Íbamos a Santo Domingo, Quevedo, San Gabriel, Ambato, Riobamba. En ese tiempo había unas furgonetas
grandes, mi papá me cargaba en sus piernas para no pagar, yo vomitaba bastante hasta llegar a Santo Domingo o a
Riobamba.

Hasta ahora existen en esos clientes de mi papá y de mi abuelo, que me reciben y me tratan como a un miembro más
de la familia, después de tantos años.

Mi abuelo iba a curar en Colombia, ha tenido contacto con los putumayos que venían acá, iban a la vertiente de Rosas
Pukyu. Aquí, en Ilumán, ha sido tierra de yachaks, curanderos, por eso venían de Santa Marta y de Brasil. Por la fama,
por la situación geográfica, aquí están: el taita Imbabura, la mama Cotacachi, las vertientes, las tolas -que existen
bastantes-, aquí hay una fuerza especial que los atraía. Es por eso que históricamente hay este trabajo.

Yo ayudaba a limpiar, poniendo en orden las hierbas, pasando el trago. Algunos señores daban comida como parte de
pago por las curaciones, para que no vayan a chumarse con la plata. Yo les cuidaba a mi abuelo y a mi papá, yo dormía
con mi papá. Nunca me ha gustado mucho la ciudad. Por eso, cuando me llevaba a la zona de Íntag, hasta Cuellaje, me
sentía muy bien. Las montañas me gustan más, a veces tocaba cuidar ganado y mi mamá me decía que me quede pero
yo quería irme con mi papá, sentir el contacto con la naturaleza.

Con el pasar del tiempo, mi papá me fue enseñando sus conocimientos, decía que el alcohol no es para emborracharse,
y tampoco el cigarrillo, que es mejor el cigarro natural. Una señora morena de Esmeraldas vendía tabaco envuelto en
hoja de maíz o de nogal. Mi papá me enseñaba el uso de la congona para el dolor de barriga. Cuando tuve 14 años,
mi papá me pidió que le ayudara a limpiar con la ortiga y a preparar remedios. De 18 años ya mi papá me decía “esto
tienes que hacer y esto harás”. Igual en la agricultura, más que una orden, era una cosa de respeto. Así es en nuestra
cultura.

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Aquí habían bastantes yachaks; mi bisabuelo, mi abuelo, mi papá eran yachaks. Los Carrascal en ese tiempo han sido
los mejores yachaks de esta zona. Cuando veían que un hijo tenía los dones para ser yachak, siempre le besaban en la
frente. Siempre a mí me bañaban con flores. A veces con ortiga también.

En la vertiente había un árbol de eucalipto bien grande. Cuando mi mamá iba a lavar, me hacía dormir, salía una culebra
grande, se ponía encima de mí, no me hacía nada, dormíamos juntos. Una señora llamada Feliciana le dijo a mi mamá
que no se preocupara, que no había nada malo.

Mi papá llevaba unas aguas en un galón, y me decía “esto te damos como la herencia de nuestros antepasados”, me
jalaba las manos y decía: “trata de alcanzar lo que más puedas”, era como si me estuviera trasmitiendo sus saberes,
todo lo que él sabía y que también le había enseñado su padre.

Antes de morir me mandó que no tenga relaciones sexuales, siquiera tres noches antes de curar a los pacientes y tres
noches después. Siempre nos daba esa recomendación. En ese tiempo me fui a hacer baños, treinta y seis vertientes
visité, algunas veces me acompañaban mis hermanos, me ortigaban también, esto como un proceso de aprendizaje y de
coger fuerza de las vertientes. Otra cosas que hacíamos y hasta ahora recomiendo a los clientes, es bañarse con leche
de vaca, para quedar purificado, limpio. Porque nosotros venimos al mundo puros, por eso la luna es blanca.

Como ya estaba más consciente, con mi señora iba a bañarme, ya sentía que tenía esa energía, me sentía fuerte,
contento, diferente.

Nuestros abuelos sentían esa energía, o la sangre que nos “llamaba”. Nuestros padres nos llevaban a las vertientes,
para bañarnos cuando era luna llena para conseguir una buena mujer. A veces nos bañábamos en la noche, a veces
a medio día. Para cuando estaba la luna llena, indicaban que nos paráramos en medio del patio que le pidiéramos a la
Killa mama para ser grandes. Nos envolvían en las plantas de sambo que es enredadera y con los brazos extendidos
hacia arriba, me decía mi padre que esto era para crezca recto y fuerte.

Recuerdo que a los 18 años, con mi padre fuimos a Quevedo, mi papa dijo “conversemos de padre a hijo o como
amigos”. Era un domingo, mi papá estaba con dos copitas, me ofreció y me dijo: “tomemos por nosotros, conversemos,
desde ahora vamos a hacer las cosas como debe ser”.

Me recomendó que –primero- un yachak no debe mentir nunca. Para bien o mal se debe decir siempre la verdad. “Si
por mal te juzgan, la verdad siempre va a ganar”. Ese fue el primer consejo, y lo llevamos hasta ahora en nuestra familia.
El otro fue que siempre tiene que haber respeto a las personas más humildes y al mismo tiempo a las plantas. Mi papá
cogió una plantita y dijo que hay que respetarla, igual a las personas, a todo lo que nos rodea. Nunca ser más grande
que otro, ni tener ideas de egoísmo o envidia. Decía que todo tiene que ser claro.

Cuando estábamos en la zona de Íntag, llegábamos donde una señora llamada Clara Ramos que era partera, ella
siempre mataba gallina de campo y nos servía con yuca. Mi papá le ayudaba a cocinar, rajábamos leña. En esos
momentos decía que nunca vale ser machista, pidió respeto, que nunca le pegue a mi mujer, que consiga una mujer
virgen, esto era un orgullo, lo más importante, “pensarás bien para que tu hogar sea bueno y nunca trates de estar más
alto que tu mujer”.

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Con todos esos consejos, mi padre me llevaba a coger las plantas, me volvía a repetir que hay que respetarlas. Por
ejemplo, frente al marco que tiene un olor especial, decía: “antes de que sientas el olor, primero dale tú poder a él (al
marco), porque le vas a sacrificar a la planta”, para que siga creciendo. No era primero coger de ellas sino nosotros
darle, porque siempre esperamos recibir. Me enseñó a coger las plantas a las seis de la mañana, por la tarde no nos
recomendaba mucho porque ellas necesitan descansar, si no, se renegaban. Cuando venían clientes de lejos, querían
que les curen con chilca, yo les decía que no puedo, que esperen hasta mañana por la mañana. Teníamos respeto por
las plantas.

Mi papá no rezaba oraciones católicas. En ese tiempo venían curas, monjas a curarse, venía un cura un día con una
moza, otro día con otra. Por eso mi papá no creía en los curas, ni en lo que ellos decían. Pero creía en la costumbre de
ir al cementerio a visitar a nuestros ancestros. Íbamos a pagar misa para nuestros abuelos, compadres fallecidos. En
esa forma creemos.

Mi padre rezaba en una forma diferente. Invocaba con respeto a la naturaleza, a la madre tierra, al cerro Imbabura, a la
mama Cotacachi, a nuestras vertientes. Yo también invoco de la misma manera como me enseñó mi padre. No rezamos
padrenuestros ni avemarías, aunque no me crea yo no sé esas oraciones.

A través de los años, como andaba con mi papá todo el tiempo, nos llevábamos muy bien. Cuando comencé a tener una
novia, él me aconsejaba, había más confianza, él me quería mucho porque andaba más con él. Un día se sintió mal,
vinieron unos señores karankis, dijeron que su hijita estaba bien enferma y que sus ovejas y vacas se estaban muriendo,
le pidieron que fuera a curarles. Fue la primera vez que mi papá me dijo que yo vaya a curar por estar enfermo, “les
mando mi hijo que ya sabe todo lo que yo sé”. Ellos insistían que vaya mi padre, pero él les dijo que no se preocuparan,
yo tenía en ese entonces 21 años.

Todo resultó cien por ciento bien, me regalaron trigo, cebada, como agradecimiento. Limpié la casa, limpié a la hija que
había estado sin poder levantarse. Al otro día ya estaba jugando. Al principio si tenía un poco de miedo, pero después
me vino la confianza.

Otra vez me mandó a la zona de Íntag e hice el trabajo de la misma manera.

Mi padre se recuperó de su enfermedad. Luego yo me casé, tenía 25 años. Seguía tejiendo y ayudaba en las labores del
campo. Pero después de un tiempo nuevamente cayó enfermo y muy grave y dijo que no iba a sobrevivir, murió de 45
años, tenía cirrosis. Le dijo a mi señora que me cuide, que yo tengo que seguir su camino de curandero. Mi suegro, que
también era uno de los mejores yachaks, me apoyó totalmente para este camino que mi padre inició en mí.

Mi papá se murió en el hospital, cuando faltaba una hora nos llamó, eran las 5 de la mañana. A mis hermanos y a mí
nos dijo “son hombres, yo les hice crecer bien, cuidado con humillarse, trabajarán, cuidarán a sus hijos. Yo no les puedo
dar nada, pero sí les he dado el respeto que se merecen. No lloró. Se reía. Me llamó y me abrazó con todas las fuerzas,
me besó en la frente. Llamó a mis hermanos e hizo lo mismo. Dijo, “no llorarán nunca, cuidarán a la hermana menor”.
Murió riendo.

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Entonces yo no me sentía todavía con esa seguridad, con esa capacidad. Pero estando en el velorio, llegaron unos
clientes de Patate (“cuando yo muera han de llegar unos clientes, ahí sabrás qué hacer”), a hacerse atender y se
encontraron con el velorio.

Juan Chicaiza se llamaba el compadre y preguntó por mí. Mi mamá y mis hermanos me dijeron que debía curar. Yo
no sabía si tenía que curar, pues estaba en el velorio de mi padre. La gente que estaba en el velorio me apoyaba y me
decía que cure no más. Al mismo tiempo vas a respetar, ahora es el momento, anda a curar. Amanecí curando toda la
noche a esa gente. Cuando pasó eso, enterramos a mi papá, ellos mismos me llamaron a Patate a curar las sementeras,
las casas. Entonces me sentí diferente, seguro. Ya era otra persona, mi papá me dejó esa energía. Y empecé a trabajar
solo, hasta ahora.

Cuando se formó la asociación de yachaks, vinieron los yachaks a decir que el Ministerio de Salud nos atacaba, que
éramos charlatanes, que engañábamos a la gente. Vinieron los yachaks y sus mujeres para preguntar qué hacer. No
sabíamos en qué forma seguir el camino. Antes había una organización que no era reconocida legalmente. Nosotros
empezamos a trabajar, formando la Asociación de yachaks de la parroquia de Ilumán. Tenemos 18 años ya de la
conformación. Así fuimos haciéndonos conocer. Me pusieron como presidente de la comunidad. Estas calles, todo lo
que ve ese hecho por mí, sin fines de lucro ni política.

“La relación con los elementos.” Todo lo que tengo en el altar es para mí o para la familia, una herencia.
Esto es vida, es todo, la familia, el hogar, los amigos, los vecinos. Eso es lo que nos enseñó y es lo que antiguamente
mi abuelo y mi papá tenían. Nosotros tenemos contacto cada día con estos elementos. Lunes y jueves no podemos
conversar con ellos. Los otros días, antes de curar, primero vengo al altar a preguntar como están, estoy al menos
cinco minutos en comunicación. Al mismo tiempo les cuido, les limpio, les hablo “están bien cochinos (sucios), vamos
a bañarnos, ahora toca trabajar, no hay que estar con vaguería”.

Cada uno de estos elementos que están en el altar tiene su rol, por ejemplo, esta piedra en forma de corazón y de color
rojo, es usada para armonizar, para el amor. Esta piedra es una herencia, mi papá me indicaba para qué sirve. Estas
otras son para limpiar el cuerpo y estas para dar energía. Estas otras son para la vida diaria, para componer la suerte.
Antes de comenzar la curación le hablamos al sol para tener contacto con la naturaleza misma.

Hay algunas piedras que son regaladas, este cuarzo es un regalo de los Navajos cuando estuve en Estados Unidos,
hicimos ceremonias en la casa del yachak que me regaló este cuarzo.

Uno ya sabe cuando va a venir un cliente, se sueña y se sabe el uso de la piedra. Si alguien va a venir para el amor, por
ejemplo, yo siempre le sueño a una vecina. Entonces sé que de ley llega ella para pedir consejos, porque tiene problemas
con el amor. Ya se tiene una relación, se siente a los pacientes que van a venir y a veces con que enfermedades, por
eso uno ya se prepara. Pero no siempre se sueña.

Cuando hay niños con mal viento, para dar fuerza de carácter, a veces se usa esa piedra. Cada una es para una
curación, con la chonta sirve para bloquear las energías negativas, cada una tiene su forma de ser.

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Cuando vienen los pacientes, siempre hacemos el diagnóstico con el cuy o con huevos. Yo diagnostico con la vela y
cuando la persona está muy mal, uso el cuy. Entonces se sabe qué clase de enfermedad tiene, problemas sentimentales,
sicológicos, del cuerpo. Con los médicos occidentales no hay contacto de armonía, ellos ven, ponen, recetan y ya está.
Aquí sabemos muchas cosas de los pacientes, hasta lo más íntimo de ellos. Porque primero conversamos, nos cuentan
que les pasa. Es compañerismo, como amigos, por eso yo siempre les digo compadres. Mi abuelo, mi padre decía que
era mejor tratar de compadres. En ese sentido, aprendemos de ellos, y así ellos también nos piden consejos.

A veces no es necesario hacer limpias. Más vienen por problemas sicológicos, sentimentales, llegan, se sientan y piden
ayuda. A veces basta una conversación y automáticamente se sienten diferentes. A veces conversamos una hora, una
hora y media. Las mayores vienen con chuchuca, con pancito, invitan a comer, quedamos una hora y media, dos horas.
Y se van bien.

Vienen con enfermedades de amor, de energía, físicas. Cuando son casos graves, de enfermedades de médico, les digo
que no es de ceremonia ni de hierbas, que es de operación y que se vayan nomás al hospital.

En el cuy se ve que tiene cáncer, por ejemplo. Últimamente hemos estado dando hierbas, que limitan el dolor. Cuando
es cáncer, directamente decimos que no hay solución, pero si le ayudamos a sobrellevar, a apaciguar los dolores.

Hay las enfermedades de Dios, que están relacionadas con la vagina por ejemplo o enfermedades del hígado, hemos
curado con ceremonias, con el proceso de la limpia. Otras veces recetamos tomas de agua, hacemos baños, por
ejemplo, cuando están pasados de frío, conseguimos algunas plantas, les cocinamos para bañarles con esa agua. O
cuando tienen esa planta les decimos que ellos mismo preparen. Aunque dicen que no es lo mismo que hacer ellos, el
que sabe hacer es más efectivo van diciendo, entonces toca prepararles uno mismo.

Últimamente, más han venido con problemas sentimentales, con estrés. Entonces les llevo a la cascada a bañarse. Es
más recomendable a las 5 y media de la mañana, y a las seis ya estamos saliendo de la cascada, toca ganarle a la salida
del sol. Yo les llevo mucho a la cascada de Peguche por la energía poderosa que tiene.

“La heredera del saber.” Tengo una hija que me ayuda. Mi esposa tenía 17 años, yo 25, cuando nos casamos.
Mi hija está estudiando fisioterapia, está haciendo sus prácticas en Quito, en la Fundación Hermano Miguel.

Siempre vamos con ella al cerro Rosas Pukyu, que es a cuatro horas de aquí, es bastante purificante, energizante.
Siempre ha sido una vertiente sagrada y de bastante ayuda para los yachaks. Desde que mi hija tenía cuatro años le
hemos llevado. A esa edad subía solita sin ayuda.

Le voy a contar una anécdota que paso con mi hija. Ella estudió en Ibarra donde las Betlemitas, ahí había gente de
Alemania, Brasil, Colombia y China. Se había hecho amiga de diferentes niñas, y a una le dolía la cabeza y cuando
escribía, la mano se le paralizaba. A otra chiquita le dolía la barriga y los padres le llevaban a diferentes países y no se
curaba. Un día, jugando en el recreo, le ha dolido la barriga y ella ha cogido una ramita de sinchi que teníamos aquí, ha
llevado esa planta, una cabeza (cráneo) y unas piedras de mi altar, sin avisarnos. Cuando necesité las piedras para curar
a un niño enfermo vine a ver y no estaban. ¿Quién ha robado? Pregunté renegado. Como siempre íbamos a traerle a

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ella, la esperamos en el parque. Yo siempre le ayudaba a cargar la mochila, pero ese día ella misma la llevó, iba cargada,
no soltaba. Yo le dije a mi esposa que ellas han de haber dejado la puerta abierta y que por eso robaron. Entonces mi
hija dijo que tenía las cosas en su mochila.

A los dos días nos llamó la monja, que quería hablar con nosotros. Nuestra hija siempre ha sido tranquila, callada,
no sabíamos qué era lo que podía haber pasado. Entramos al rectorado, estaban la inspectora, la profesora. Estaban
también unas parejas de padres de familia, con dos niñas. Nos dijeron: “su hija ha hecho una cosa muy positiva, muy
buena, que Dios ha de agradecer”. Vinieron los padres de las niñas y agradecidos nos dieron regalos. Llamaron a las
niñas y ellas contaron: “ella trajo las ramas, las piedras y me curó, ya no me duele nada, estoy bien, papi, quiero helados,
todo puedo comer”. La otra niña también contó: “ella me hizo así, en la cabeza con las piedras, ya no tengo dolor”. Las
niñas siempre estaban con dolor en la escuela, por la mañana, por la tarde. Mi hija les curó. Entonces se sabe que ella
va continuar con esta tradición de curar.

“El pago.” El pago por la consulta no es definido. La consulta cuesta 5 dólares, el diagnóstico que se hace.
Algunas personas al entrar dan unos 5 panes, un queso. La gente más humilde es la más buena, nosotros ya sabemos
de dónde viene, cómo viene y no le podemos cobrar, por eso siempre nuestro corazón, nuestra mente se sienten más
seguros.

Pero hay gente que viene hacerse ver que sí puede pagar, y para esa clase de gente hay más ceremonia, más gasto,
entonces la base que hemos puesto en la asociación es de 40 a 60 dólares. Una ceremonia de sanación es más larga,
se demora una hora, una hora y media. Una ceremonia de espanto del niño es más tranquila. La limpia de espanto
cuesta 40 dólares.

Antes éramos 128 miembros de la Asociación, algunos ya no trabajan, otros han muerto, después quedamos 48 y
ahora somos 27. Herederos de yachaks están entrando ahora. Para entrar tiene que mandar un oficio, una comisión
comprueba si es yachak, de dónde viene, si ha hecho alguna sanación, debe haber quien justifique que ha sanado. Si
resultados positivos, en tres meses se le acepta.

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YACHAK

UWISHIN

MAESTROS/AS
DE LA MEDICINA
Y ESPIRITUALIDAD
ANCESTRAL-TRADICIONAL
Historias de Vida

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El/la Yachak en el mundo kichwa andino y amazónico o el Uwishin entre los shuar es la máxima figura de la sabiduría
ancestral-tradicional que tiene el don de la sabiduría en los conocimientos ancestrales, así como sus prácticas en los
cuatro campos del saber y conocimiento integral, como:

Amawtak: porque practica, comprende y sabe los misterios de la vida, la divinidad, el amor y la muerte
por medio de su relación con la madre naturaleza. Tiene la capacidad de trasmitir sus saberes y por ello también es
conocido como un yachachik o maestro que enseña.

Hampik. Practica, comprende y sabe de la salud y la enfermedad, es un conocedor profundo de la medicina


ancestral a través de la herbolaria, la interpretación de los sueños, de los ciclos de la naturaleza y los espíritus tutelares.

Willkak. Practicante, sabedor y conocedor de los rituales, es un guía espiritual comunitario que conoce los
tiempos, los lugares y las condiciones de la liturgia ancestral-tradicional. Es el/la maestro/a que realiza los “agrados”,
los “pagos” y las “rogativas” rituales de acuerdo a las ocasiones. Conoce los misterios del diálogo con los espíritus
de la naturaleza, las cualidades de los sitios sagrados y los tiempos de los rituales de acuerdo a sus conocimientos
astronómicos.

Apurimak. Porque es poseedor/a de la capacidad de dialogar con los humanos, con la naturaleza viva, con los
apukuna o dioses y los ancestros para criar la vida sobre el mundo.

El/la yachak o Uwishin es amawtak, hampik, willkak y apurimak. El saber esta amplia gama de conocimientos los hace
seres excepcionales y muy reconocidos en las comunidades.

El yachak necesita de muchos años de formación, en ellos se condensa el mayor conocimiento de la medicina tradicional.
Trabaja mucho en el campo de las energías y del espiritual, es el principal encargado de restablecer la armonía entre la
persona y su entorno. Muchos tienen la capacidad de reinterpretar el pasado y mirar el futuro a través de diferentes medios,
como la meditación la interpretación de sueños, descifrar el lenguaje de las velas. (León, informe SENESCYT, 2014).

A través de estas historias de vida se quiere mostrar algunos aspectos de sus procesos de formación y aprendizaje, de
las fuerzas espirituales y energéticas que manejan y controlan, de donde proviene su potencial y su fuerza para curar
y sanar. Estos hombres y mujeres de sabiduría no sólo se encargan de las enfermedades del cuerpo, sino también y
sobre todo de las espirituales, para ellos/as las enfermedades del cuerpo no sólo son causa de un mal funcionamiento
biológico o de un deterioro de los órganos, están muy relacionadas con su estado energético y espiritual, de ahí que las
limpias sean uno de los tratamientos más frecuentes y hasta cierto punto más conocidos en la sociedad.

Como parte de las “limpias” hacen parte los diagnósticos que varían de acuerdo al pueblo o nacionalidad. Tal vez entre
los más conocidos se encuentra la “radiografía” o diagnóstico del cuy, que es todo un saber trasmitido de generación
en generación, también se puede hacer con un huevo de gallina, una vela o un cigarro, y como podemos ver en algunas
de las historias de vida, también se puede realizar con limones. Es a partir de estos diagnósticos que determinan el tipo
de enfermedad y al mismo tiempo el tratamiento que requerirá el/la usuario/a, que siempre es a base de plantas, soplos,
tomas, oraciones, secretos, cantos y en el caso de los sanadores de la amazonia de “chupar el mal”.

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Son los yachaks-uwishi los pilares fundamentales de la espiritualidad de las nacionalidades y pueblos.

Pues son ellos/as los que interpretan el mundo tanto material como inmaterial, o mejor el mundo visible e invisible.
Es por ello, que son los principales sanadores encargados de restablecer la armonía tanto del individuo como de la
comunidad, además del espacio-territorio. Para estructurar esta cosmovisión se recurren a visones a través de rituales
donde se ingieren plantas sagradas que permiten la conexión con el mundo espiritual (universo). Guiar estos viajes
espirituales requiere de mucha preparación y vivencia en primera persona y es por eso la rigidez en este proceso de
aprendizaje.

Uno de los argumentos de los yachaks-uwushi más viejos de la Amazonía, es que cada vez hay menos (muy pocos)
“yackaks buenos”, debido a que no pueden someterse o completar los procesos de aprendizaje que se requieren,
principalmente las “ayunos” que tienen que ver con una serie de prohibiciones (comer carnes o ciertas carnes,
productos picantes como ají, no comer sal, no tener relaciones sexuales, no tomar alcohol, etc.). Estas prohibiciones
en los tiempos podían prolongarse de 1 a 3 años. Las dietas o ayunos estaban determinados por el taita que estaba
guiando al aprendiz.

El símbolo más significativo de la coronación es el soplo o la energía vital del yachak en la coronilla del aprendiz y
es que éste representa el camino por donde entran las fuerzas vitales, la energía, algunos la llaman el samay punku o
puerta de la vida.

Así el nuevo yachak una vez coronado debe seguir perfeccionándose, lo que significa ir cogiendo nuevos poderes
o fortalecer los que ya tiene. Este proceso de formación era muy estricto y de eso iba a depender su efectividad en
las curaciones y por tanto, el reconocimiento y respeto de la comunidad. Son personas que saben combinar muy
bien el mundo de la cotidianidad y el mundo de lo sagrado. En las comunidades además de ser muy respetados, son
considerados como hombres de gran fuerza espiritual y por lo tanto, bueno para curar y sanar. En tiempos anteriores
eran autoridades muy importantes y consejeros, guiadores espirituales de las comunidades.

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Sabino Gualinga Comunidad: Sarayaku
Parroquia: Sarayaku
Cantón: Canelos
Provincia: Pastaza
Nacionalidad: Kichwa
Pueblo: Kichwa-amazónico
Idiomas: Kichwa y castellano
Edad: 91 años

Don Sabino Gualinga es sin duda una de las personas de sabiduría más
representativas y reconocidas de la Amazonía. A sus más de noventa
años realiza todas las actividades diarias para la sobrevivencia, como
trabajar en la chakra y salir a recoger hierbas necesarias para preparar
la medicina para las personas que necesitan ser sanadas. La tradición
de la aya-waska le ha permitido conocer el mundo espiritual en el que se
desarrolla el conocimiento de los yachaks-uwishins. El viaje a través de
dimensiones llenas de seres que viven en el bosque, los animales y plantas
aliadas, le permite a Don Sabino reconocer el daño y las enfermedades que
afectan la salud de las personas de Sarayaku o de otras comunidades. Una
vez reconocido el dolor o enfermedad que padece una persona se llama a
los seres espirituales que son sus aliados para empezar a sanar. El árbol
del medio día, que es el lugar en donde viven únicamente los sabios más
poderosos, es donde Sabino encuentra la fuerza para curar.

Vivía antes en Tawayñambi, donde vivían mis abuelos. Mi abuela se llamaba Antonia Gualinga, el abuelo, Juan
Gualinga. Parte de la familia eran Malaku, Guillermo, Cesario, Venancio. Yo viví ahí hasta los 8 años. En ese tiempo
jugábamos con bolitas hechas con la hoja de maíz. Los varones nos divertíamos con el zumbambico.

Hubo un hecho que marcó a nuestro pueblo: la división por causa de la entrada de la religión católica y los evangélicos.
En un inicio, cuando vino la religión católica, todo Sarayaku era católico, de pronto vino una pareja y se pusieron
una farmacia, con eso empezaron a integrar a la gente, a través de la medicina. Luego supimos que eran misioneros
evangélicos que iban integrando a la gente poco a poco. Les dijimos que las personas que desean pueden integrarse
pero no pueden ser obligados.
Nosotros dijimos que íbamos a continuar siendo católicos. Al principio hubo una buena relación pero, desde un inicio la
idea de los evangélicos había sido apoderarse de gran parte de nuestro territorio, hasta la comunidad de Teresa Mama.
Dándonos cuenta de eso, ya no quisimos permitir y pusimos límites a estas personas para el territorio Sarayaku, hasta
el lado del río Bobonaza.

Luego una familia de aquí, de apellido Gualinga se hizo parte de la misión evangélica y eran los encargados de
conquistar y seguir apoderándose de las tierras, como la misión había planeado. Cuando nos dimos cuenta de eso, nos

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reunimos, porque nos íbamos a quedar sin tierra. Entonces, ninguna persona de la comunidad quiso frecuentar a los
evangélicos. Siendo familiar mismo, él tuvo que abandonar la comunidad para que el conflicto dejara de existir.

Un día tuvimos la visita de Oswaldo Guayasamín y nos hicimos amigos. Le hicimos las curaciones con aya-waska. Pasó
unos días con nosotros compartiendo, conversando. Luego nos encontramos en Quito, conversamos y continuamos la
amistad. Guayasamín se identificó como indígena, él estaba admirado de que Sarayaku se mantenía unido. Yo le había
explicado que en otros lugares están en pequeños grupos, que no están unidos como pueblos. Solo una vez vino, pero
en Quito nos encontramos algunas veces.

Me invitó a la inauguración de la Capilla del Hombre, consagré una piedra y la enterramos. El sentido de este acto era
que nadie podría mover la piedra, que fuera inamovible. Estuve en la ceremonia de inauguración.

“Benjamín Gualinga fue el primero que me enseñó a curar.” Desde el inicio de nuestro aprendizaje,
durante nuestra dieta, nos dicen lo que no tenemos que hacer. Provocar daño es prohibido para un yachak, es una cosa
en la que no podemos intervenir, pero algunos lo hacen y el que hace eso es un yachak malo. A mí me han medido
para ver si soy un yachak bueno o malo y me han provocado, pero yo estoy sólo para curar, y para defenderme, en caso
de ser atacado. Los verdaderos yachaks, los que todo lo ven, los que saben de la energía de la naturaleza, de la tierra,
del agua y del cosmos, esos no es que curan así nomás, esos piden una autorización especial al Creador. Así pueden
inclusive devolver la vida al que casi está muerto. No actúan solos, de ley tiene que haber una conexión con el Creador.
Es la conexión entre el cielo y la tierra, la creación no puede estar fuera de esto.

En este mundo de lo divino, no hay ningún santo o virgen, pedimos autorización a Dios, no tiene un nombre, no tiene
una especificidad, es el Todopoderoso, es uno solo. Pedimos también permiso a la Pachamama. Los espíritus están
bajo nuestras órdenes. Cuando nos convertimos en yachak, todos los espíritus de la naturaleza, están bajo nuestra
disposición. Al que sí tenemos que pedirle autorización es al Todopoderoso. Lo que no está bajo nuestro dominio,
tenemos que pedir autorización.

La primera persona a quien traté con aya-waska, después de las dietas que hice por años, es una comadre de mi padre,
que se hizo tratar. Uno nunca como chamán se debe identificar ante la gente, no se debe publicar que es alguien
que ayuda, que es curandero, es un secreto que yo y la familia debemos mantener. Si no, van a venir muchas gentes
para hacer maldad. Era una paciente de Sarayaku, había tenido dolor y no tenía ánimos para seguir viviendo, estaba
cansada. Hay un punto donde se trata la corona y eso le hace levantar el espíritu para continuar con vida. En la corona
le ponemos samay (energía) para que tenga ánimo de vida, para que sienta esa alegría de vivir que, cuando se termina,
la gente no puede hacer nada, está enferma. En el mundo de la aya-waska no somos nosotros, vienen doctores de los
ríos, de los cerros, del cielo, de todo lugar. Ellos son los médicos que llegan a curar a los pacientes.

Benjamín Gualinga fue el primero que me enseñó a curar. Él fue mi primer maestro, el conocimiento se denomina chawa
Yachay. Hay que saber contrarrestar los poderes malignos que son rápidos, en una noche te eliminan. Hay un ave que
es el supay, me dio el conocimiento de eso y de otros espíritus que viven y que son rápidos para curar.

Con el “billete” Ramón aprendí también, era efectivo para curar leishmaniosis, le curó enseguida a la tía que había estado

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con esa enfermedad. Me dio ese poder para curar todo tipo de insectos que se entran en el cuerpo y causan llagas.
El “billete” Ramón sabía cómo quitar las arañas o insectos, una vez que le quitan con la aya-waska, se va enseguida.

Los maestros le obsequian al aprendiz, laboratorios, medicinas, a través de la energía que le transmiten. Porque cuando
un shamán no quiere transmitir, no transmite. Por eso, tienen su maestro que está encargado de transmitir todo lo que
tienen. Mi farmacia está llena de herramientas, de medicinas. La energía se transmite a través de la corona, o soplándole
una bebida, a más de la guayusa, otras lianas, otras hojas medicinales. El proceso de soplarle se repite muchas veces.
Hay un maestro principal pero también hay otros a los que escuchar. Se aprovecha la dieta que se está para crecer.

Habla Corina Montalvo, su compañera de vida.

Yo me crie sola, mi mamá me dejó a los 5 años donde una prima suya, mi papá, Venancio Gualinga era de aquí. Mi
mamá era mestiza, se llamaba Sara Montalvo. Antiguamente sabían trabajar como comerciantes en esta zona, mis
abuelos maternos se comprometieron y tuvieron un hijo, le pusieron Aurelio Montalvo, como su padre. En ese tiempo
el caucho era el negocio. Aurelio era el que entregaba la mercadería y un amigo llamado Víctor iba dejar las muestras.
Un día, Aurelio salió a cobrar, al llegar le dijeron que Víctor ya había cobrado diciendo ir autorizado por él, y así subía
Aurelio y bajaba Víctor y se cruzaron en el camino por Pacayaku, se pusieron a discutir y se dispararon el uno al
otro, Víctor murió y Aurelio alcanzó a llegar herido hasta aquí que antes se llamaba Guankiri Andúas, y lo nombraron
Montalvo por tan buena gente que fue el hombre.

Cuando yo conocí a Sabino, él ya sabía curar pero no mucho. El papá lo crió cuidándole con comida buena y especial,
no comía cualquier comida, solo carnes y pescados de montaña; el papá de Sabino se murió cuando yo era pequeña,
me dijeron que le hicieron algún daño. Sabino era mayor a mí, cuando yo era niña ya lo veía a él que era joven. Yo soy
nacida aquí en Sarayaku, pero después me llevaron a otro lugar y me entregaron a un yachak. Ahí me dejó mi mamá, ahí
me crie, en una sola casa sin pasear sin moverme a ningún lado. Todos se iban a pasear pero sólo yo debía quedarme
en la casa, estaba toda desnutrida, era raquítica y después fui poquito a poquito desarrollando hasta hacerme señorita.
Ante todo quería casarme, yo tenía que servir, hacer chicha, cocinar. Cuando yo tenía 22 años Sabino era ya hombre
viejo, como me decía la gente, después como me trataban mal donde yo vivía, conversé con Sabino y me dijo que
conocía a mi mamá que estaba viva en Esmeraldas y no muerta en Samborondón como me habían hecho creer, y que
si nos juntábamos él me iba a llevar a verla. Yo ya no me acordaba de mi mamá y sólo quería salir de esa casa pues no
tenía libertad, no podía ir a pasear a ningún lugar. Estuvimos de enamorados con Sabino 8 meses nada más y de ahí
nos comprometimos pero hasta el teniente político no quería que me case, parece que me tenía envidia o algo y no nos
casaron, Dios sabe todo lo que me hicieron.

Aquí nos comprometimos, y en ese entonces, Sabino estaba en ayuno. Al comprometernos, más yachaks empezaron
a odiarlo diciendo que era viejo y que cómo se compromete con una jovencita, al tercer día después del compromiso
tuvimos que salir, caminando y en canoa hasta Quito y me dejaron ahí en casa de una familia Cuesta, diciéndome que
ahí tenía que pasar yo durante 2 años aprendiendo castellano hasta que Sabino termine de trabajar, de estar en ayuno.

Yo ahí tuve que trabajar, sin ganar dinero, solo la comida me daban, para sobrevivir mientras Sabino terminaba su
ayuno. Cuando se cumplieron los dos años volvió por mí, porque ya me estaba sacrificando mucho.

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Sabino ya había terminado el ayuno pero igual él estaba todo cerrado, casi no hablaba, decía “yo soy un yachak”, nunca
me dijo nada pero la familia sí sabía, otras personas no. La señora de Quito no me quería mandar, pero le dije que me
iba a casar en Sarayaku con la familia de Sabino y ella me dijo que nos casemos en Quito que nos iban a acompañar y
que después podíamos trabajar en su casa con Sabino pero él no quiso. Así que nos casamos y nos fuimos a La Maná,
a trabajar en una finca de unos suizos y aprendimos de la cosecha de café, de cacao, de la polinización. Ahí trabajamos
hasta tener 2 wawas, Juan y José, como yo estaba sufriendo con mis hijos y creo que mi suegra sufrió así mismo, Sabino
nos dijo: “vamos para tierra libre a trabajar”, y vinimos a Sarayaku. Así estuvimos, bastante tiempo acompañando a mi
suegra, después hicimos una casita por acá atrás nomás, después vino el problema de que unos decían que las tierras
eran para los colonos y otros decían que eran para los indígenas; los misioneros católicos apoyaban a los indígenas. Yo
soy catequista, traduzco lo que dicen los curas del castellano al kichwa y como soy analfabeta solo he podido aprender
a hacer medicinas.

Antes tomaba aya-waska, sí, es medicina, mi marido toma y no se enferma de nada, yo ahora no puedo porque tengo
la presión alta. He tomado la aya-waska de Sabino. La primera vez vino un yachak del Puyo y él me dijo por qué no
tomas aya-waska, vamos a Colombia allá hay bastantes yachaks, y ahí me dieron una aya-waska como mermelada y
le llamaban aya-waska jaguarí, me dijeron que tome un poquito cada vez que me fuera a dormir y después tomara un
poquito de agua. La verdad esa no me hizo nada, pero la de aquí sí, me hace ir al baño y me da vómito. Tengo pocas
visiones, puros wawas, niños pequeños veo yo; para tener visiones fuertes hay que tomar mucho, y yo, como tengo la
presión alta, no puedo tomar mucho.

Pero lo importante está en la dieta, para que eso se enraíce en el cuerpo, no hay que consumir nada de sal ni ají,
condimentos, nada de carne pesada, todo escogido, solo pescadito y se toma plátano tierno en líquido. No se toca el
fuego. Nada de cercanía con otras personas. Esa dieta hay que seguir hasta el día que el maestro ordena que uno esté
listo para comer otro tipo de alimentos.

Habla Sabino: “Yo sí veo sin haber tomado medicina.”

Es fácil diagnosticar, cuando uno mira una enfermedad provocada, está ahí presente, se ve lo que le han puesto, está
ahí ese objeto, lo que quiera que le esté haciendo daño. En cambio, si es una enfermedad común, como la fiebre, se
ve como una planta, está como quemado, marchito. Lo que hacemos para el primero es, sacarle lo que está haciendo
daño para que pueda tener salud. Y en el otro caso, como está marchito por sí mismo, lo que hacemos es revivirle, tal
como le ponemos agua a la plantita para que vuelva a vivir.

Además podemos ver al que va a morir, se pone blanco. Sí da miedo cuando uno sabe que la persona ya no va a vivir.
También vemos al que va a vivir, con fuerza, largo tiempo, su color es rojo.

Para hacer el diagnóstico, los que son bien poderosos apenas el paciente está entrando, ven con el ojo normal, sin
medicina. Yo sí veo sin haber tomado medicina. Todo veo.

Antes los chamanes podían ver al yachak que había hecho daño a alguien. Cuando esa persona venía a curarse, seguro
que ese yachak iba a venir, pero no venía tranquilo, venía agresivo, algunos mandaban humo negro, otros mandaban

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flechas, todas las armas de ataque para que no pueda curar. Ahora ya no hay este tipo de yachaks tan fuertes.

Pero nosotros no estamos solos, no curamos así nomás, tenemos un ejército. Mientras estamos curando, estamos
rodeados de nuestros guardianes que retienen todo el ataque que viene de fuera. Es como un ejército alrededor mío
y yo estoy curando. El otro está mandando toda su energía para impedir la curación y mi ejército me está reteniendo,
luchando. Ahí me encuentro con el otro yachak, y yo le pregunto: “por qué le hiciste daño a esta persona, deja de hacer
daño”. Si es un hombre o mujer común y corriente, si no es un yachak, les pregunto por qué le ha hecho daño. Tenemos
una conversación espiritual, a veces se va a alejar, pero si no hace caso, otra vez, después de que termine de curar,
vuelve a hacerle daño. En el momento de la curación pongo guardianes para que no me interrumpan la curación.

El yachak que puede hacer daño aparece como es, y el ejército que le acompaña son como los militares o soldados,
algunos vienen vestidos con armaduras. Cada uno tiene su ejército. Es como un gobierno, cada yachak tiene unos
guardaespaldas que le protege.

Antes, cuando la persona venía enferma porque le habían hecho daño, se curaba succionando con la boca o chupando.
Esto hacían algunos yachak que ya eran más sabios, del Perú, del Tena, Archidona, Santo Domingo, los shuar, achuar
eran famosos. Ahora ya no se trabaja en esa magnitud. Pero igualmente las personas se curan, bien curadas. De esas
enfermedades hay que hablar espiritualmente, tomando aya-waska. Ahora ya no ponen enfermedades (hacer daño).
Antes decían que los brujos de Santo Domingo eran muy fuertes, así era. Ahora creo que ya no, porque los jóvenes
entraron a la escuela, al colegio y ya no reciben esta enseñanza. Aquí también pasa lo mismo.

“Si no hay curanderos, las personas se mueren.” Los espíritus nos avisan lo que tiene la gente. Son los
espíritus del agua, del viento, del río, de la montaña, dependiendo de cuál sea la energía que se utilice.

Curo con plantas, sobando con la mano. Entre las plantas están la chugchuhuasa, caballohuasa, negrohuasa. Dependiendo
de la enfermedad se usa. Por ejemplo, si tiene problemas con los riñones, hay una hoja suave, sensembo. Se pone a
hervir y se deja de noche en el sereno. Eso tiene que tomar dos o tres veces. Esas plantas son muy buenas. Chiricaspi
es planta fría, buena para el calor, para cuando está bajo el aliento del cuerpo, para fiebres. Se cocina o se muele y se
da a tomar.

El masaje se hace para sanar el dolor por golpes, dolor de estómago. Son remedios para enfermedades naturales.

Las plantas con las que curo, amaru caspi, son para cuando de repente duele el estómago, otra planta, zaragoza,
sapo aspi, para que salga todo lo que causa dolor, para los bichos. Un bicho puede entrar en el cuerpo, cuando estás
andando por la selva, de repente te caes y duele, puedes morirte. Si no hay curanderos las personas se mueren, muchos
murieron así. Pero si hay curanderos, se curan.

Espanto también curo, limpiando con hojas de ilopango, awincha, (tipo de ortiga) hoja de yutsu. Con eso se soba el
cuerpo. Si es con aya-waska, se canta, se fuma cigarros, se sopla todo el cuerpo. Los curanderos llaman en aya-waska
a muchos doctores, se conectan espiritualmente y los que curan son los espíritus. De igual manera se cura el espanto
a niños y a mayores.

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También puedo limpiar sin tomar medicina. Cualquier día se puede limpiar, masajear, sobar, soplar a las personas que
vienen adoloridas. Luego, las hojas se botan donde se bota la basura.

Para curar el mal de ojo casi no hay plantas aquí, antes teníamos unos bejucos largos para sanar. Algunos curaban
tomando aya-waska, otros con las hojas. El mal de ojo es como un viento que puede venir, pueden ser personas que
cargan mal espíritu, que tienen mucha mala energía, mucho cansancio. De pronto esa persona se cruza con alguien, le
ve y le pasa la mala energía, más bien él se cura y se va, porque tienen una energía más fuerte, el otro es solo receptor.
Eso se cura limpiando con la ortiga, la tsuna y jimapanga.

El caso más difícil que me ha tocado curar, fue una vez que curé a una persona que estaba con diarrea de sangre. Le
di de tomar una planta llamada tsicta, con otra, pukushpa. Raspé la corteza de la plantita, una planta que crece hasta
4 metros de altura. Se saca la corteza, se le pone con agua y se le da de tomar; se usa también jengibre. A todas las
plantas se les consagra con la aya-waska y se les da de tomar.

Cuando una mujer está embarazada, el soplo en la corona le consagra para que no tenga problemas en el parto.
Cuando los yachaks soplaban en la corona de la madre, significaba que estaban dando más ánimo, fuerza. A mi mamá
le soplaron. A veces yo les doy a beber aya-waska.

Algunos yachaks manejan el pajuyu, un nivel de energía similar al Reiki. No es la misma energía del que sabe curar
con poder que se llama supay chawa. Para aprender eso hay que hacer bien la dieta. Los que limpian con el fuego de
la chonta, tienen un nivel de pajuyu, usan la energía con la mano, y pueden tener energía en todo el cuerpo, pero no
es el poder sobrenatural.

“El único mundo conocido era el de la aya-waska.” Yo vengo de una generación donde mis abuelos
tomaban aya-waska. Como mi padre era chamán- yo veía desde niño todo lo que él hacía-, mi mundo estaba por
inclinarse a la curación. Siempre vivimos en el río Rotundo. Cuando mi papá, Benjamín Gualinga, tomaba medicina, yo
era niño. La primera vez que hice ayuno, era pequeño. A los 10 años ya tomé aya-waska. Poco me mareó. La primera
vez tomé con mi abuelo, con mi hermano. Y vi a los mayores.

Cuando era niño, no había escuelas ni colegios, el único mundo conocido era el de la aya-waska, un mundo donde se
ve todo, y donde todo existe. Es incomparable con el mundo de las grandes ciudades, los grandes países, ni Europa se
compara con el mundo de la aya-waska. Existe todo tipo de máquinas, herramientas, motores, pero el mundo de la aya-
waska es muy diferente. Eso yo vivo mirando en mi mundo, no se puede comparar con el mundo terrenal.

Cuando se toma aya-waska se llega a ver el árbol del medio día, Tutikaspi-. Con aya-waska es lo último a lo que el shamán
puede llegar con aya-waska, solo ahí se ve el árbol del medio día, donde todos los espíritus de los shamanes se integran.
El espíritu de todos los shamanes alimenta a este árbol, y el de algunas otras personas también. Alrededor suenan
truenos, las flores son los espíritus de los shamanes, su tronco es como una casa, las raíces son tremendas, se enraíza
profundamente. Son pocas personas las que lo ven, no sé si son de Colombia, Perú o Aguarico. Yo lo vi cuando estaba
joven. Cuando se ve ese árbol, uno se llena de emociones, es incomparable la alegría que se siente, le llena de felicidad.
Cuando amanece, despierta con un espíritu lleno de vida.

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Cuando tomo aya-waska estoy en compañía de otros hombres y mujeres, diferentes, extraordinarios. Las personas
cercanas son como espíritu del agua, de la selva. Cuando vivía un señor que no me quería como shamán, quiso hacerme
un daño, y quedé como desmayado, mis amigas la mujer amasanga sacha warmi, yaku warmi, me estaban cuidando todo
el tiempo, le estaban pidiendo a otro médico que estaba mal y que por favor me ayudaran a recuperarme. Ya me estaba
recuperando y escuché esas voces, ellas estuvieron a mi alrededor, protegiéndome, para que no empeore la situación.

Al iniciar a un yachak, se elige darle el espíritu de una boa, de un tigre, de un águila, porque son seres que viven sin herirse,
sin enfermarse, nunca se les encuentra muertos, a menos que sea por mano de un humano. Por eso se le da esos espíritus
a cada persona que está recibiendo las energías. El yachak con el que está aprendiendo es el que le da ese espíritu al
aprendiz, porque los tigres no viven enfermitos ni las anacondas están tristes, tienen espíritus fuertes de por sí. Les dan
esos espíritus para que vivan sanos, vivan bien, no se enfermen, no estén tristes.

Los primeros maestros me dieron esos espíritus, mi padre como principal me dio ese espíritu, para que en la adolescencia
no esté mal y pueda continuar sin problemas. Lo hicieron cuando todavía no tenía conocimiento, cuando estaba en el
vientre de mi madre. La que hace la dieta es la madre, mi madre hizo dieta por mí. El espíritu que me dieron puede ser
un águila -la de la leyenda del Misahuallí, una enorme águila que capturaba a los humanos-, y un cóndor, para que las
enfermedades no agarren.

Además de transformarse en animales, hay herramientas, se tiene flechas, armas de fuego, para librarse de enemigos.
De acuerdo a las canciones que las hay de boas, de águilas, uno se convierte en esos animales. La música viene por sí
sola, suena en el cerebro. También se puede curar sin canciones, se ve el espíritu lleno de suciedad, cosas que le están
atravesando por la cabeza, el estómago, los pies, y se las quitamos. Pero mi línea es con taki (canciones).

Existen los bankus, cuya función es llamar, invocar a los espíritus de los antepasados. El primer banku que llegó a
Sarayaku es mi tío, que trajo el conocimiento desde el Perú. Si yo fuera banku, invocaría al espíritu de mi abuelo y en mi
voz se escucharía su espíritu. A través del banku, el espíritu pregunta: “¿Qué quieres que yo haga? ¿Por qué me invitaste?”.
Se le explica cuál es la razón “mi hijo está de muerte”, o algo que está pasando de urgencia, y él le ayuda a sanar. El banku
es el intermediario, es la silla de la persona y no hay que molestarle, porque está en el trance de hacer el rol de silla, la silla
del espíritu…Estas cosas no se pueden contar a la luz del día.

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Mariano Pangui Comunidad: La Alfonsina
Parroquia: El Pangui
Cantón: Pangui
Provincia: Zamora Chinchipe
Nacionalidad: Shuar
Idioma: Shuar chicham y español
Edad: 66 años

Don Mariano tiene mucha experiencia, en el mundo de la medicina


tradicional de los indígenas Shuar. Su preparación como persona
de sabiduría inició al tomar Natem (aya-waska) para hacerse
fuerte y perder el miedo a la enfermedad para lograr sanar. Ha
hecho también algunas capacitaciones para conocer más sobre
la medicina occidental y en ocasiones logra combinar ambos
conocimientos para sanar a sus pacientes. Sabe mucho sobre cómo
atender partos, pero casi no lo practica ahora debido a las posibles
repercusiones que podrían darse si un parto se complica. Prefiere
sanar con limpias y la toma de natem.

Yo fui huérfano y nos criaron a mí y a mis hermanos las monjas de un convento, donde también había curas.
Ahí estudié hasta sexto grado. En el convento me daban de comer y todo. Cuando ya salí, vivía en una casa con mi
hermana y cogía contratos para limpiar potreros, sufría pero tenía la valentía de seguir aprendiendo.

Tuve que salir a trabajar desde los 9 años porque nunca tuve quien me mantenga, así trabajaba continuamente, salía
por la mañana y volvía por la tarde. Un día una tía mía que nos quería mucho, como madre, estaba muy enferma de
gastritis y me dijo: “mijo ven, sabes tú algo de medicina”, yo le dije que no sabía nada; ella me dijo que era fácil. Tenía
un polvito blanco que vendían en la farmacia, me pidió hacer una mezcla con eso y unos limones hervidos en agua y se
la diera con mis manos. Yo nunca pensé que eso pudiera hacerle bien, pero le di y me dijo que le había pasado el dolor,
que le preparara lo mismo en la tarde y en la noche. Al ver sanar a mi tía, me ilusioné, ese fue mi primer paso; en ese
entonces para empezar a estudiar, todo era con plata, así es que fui aprendiendo por la enseñanza de varias personas
que aparecieron poco a poco en mi camino.

Un día llegó un señor y me preguntó si era cierto que yo había curado tal dolor a una persona, yo le dije que no había
sido yo, sino un preparado de bicarbonato de sodio con limón y agua lo que la curó. Él me dijo: “has dado un buen paso
pues te ha de ir bien en el curanderismo”. Entonces me ilusioné aún más, así, seguí investigando, preguntando a mis
tíos y amistades para aprender.

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Viví en varios lugares, en Macas viví como 2 años y trabajé ahí, entonces todo el mundo sabía del curanderismo y de
la medicina de las plantas, yo preguntaba nomás. En ese entonces yo tenía 15 años ya, pero yo desde los 11 empecé
a practicar.

“Fortalecer el espíritu.” Para fortalecer el espíritu, de acuerdo a como era el comportamiento de uno con los
padres y los hermanos, nos daban natem, (aya-waska). Si uno no quería comer y era bravo y soberbio le hacían ayuno,
a mí me pasó eso, yo era bravo, mi abuelita me quería dar de comer y yo me salía por ahí, entonces me dijeron “no te
vamos a pegar pero tenemos una manera de que seas un hombre bueno para tu familia y la sociedad”. Primeramente
prepararon una olla de natem y nos reunían a los jóvenes caprichosos y nos daban de tomar un mate, los valientes
tomaban y vomitaban, y los débiles tomaban un traguito y ya le tenían miedo.

Esto lo preparaba una persona mayor que ya tenía experiencia en su vida y cuidaba a los jóvenes para que no vieran
lo que no debían ver. Esa vez nos dieron y nos dormimos todos, al día siguiente nos dieron otra vez, así por 3 días, sólo
tomar y vomitar. Luego del tercer día nos mandaron a dormir a la playa del río y nos dijeron que volvamos a las 5 de la
mañana a la casa, ya era el cuarto día sin comer, nos llevaron a la chorrera, íbamos caminando, habían llevado chicha
en un recipiente, yo quería tomar pero no me dejaban, eso era abstinencia, para castigarme por ser bravo con la comida.

Llegamos a la chorrera y nos botaron a la tuna (cascada), eran las 5 de la mañana y hacía frío. Salimos y dormimos
un poco para después teníamos que tomar otro baño, esto es la limpieza para purificarnos, nos quita todo mal humor.
“Cuidado con comer algo, y no miren hacia atrás cuando salgan del agua”, nos dijeron. Porque el mal espíritu vuelve y
se lo lleva uno en el cuerpo, ese era el secreto, al quinto día me dieron wanto, le raspaban la corteza y le sacaban purito
el líquido verde y eso me dieron un buen tanto. Me dormí y al día siguiente era de día y yo sólo veía oscuridad, 3 días
debía yo estar en la cama mientras cuidaban que no mire cosas malas, porque si miraba un muerto quería decir que
definitivamente algún miembro de mi familia iba a morir y si no veía nada malo significaba que tendría buena suerte.

Después me hicieron preguntas como “qué es esto”, “qué es esto otro”, para diagnosticar que yo esté reaccionando
bien y me encuentre estable, todo esto controlaba la persona mayor. Hay personas fuertes que aguantan y otros
cobardes que comen y a ellos no se les puede considerar nunca más como personas valientes. Esas personas ya no
podían curar pues se le consideraba inválidos, no pueden ni trabajar, ni casarse, quizá se case pero no podrá mantener
un hogar porque la fortaleza de un hombre se determina en ese duro proceso, es como si Dios mirara y diera la suerte
al que lo hiciera bien.

Cuando me llevaron a la chorrera, los mayores nos dieron de tomar medicina para que nos sintamos vivos, llenos de
energía. Me preguntaron que vi durante la noche y yo les conté y me dijeron: “bienvenido jovencito, tú tendrás una vida
larga, serás muy servicial y la gente te va a apreciar mucho por tu buen carácter”. Y así ha sido hasta aquí.

Recuerdo que vi que me rodeaba la amistad, amigos que tenían ganados, amigos que tenían aves muy diversas, por
eso me gusta tener aves que vi cuando tomé natem. Generalmente uno puede que no tenga enemistad con nadie pero
en los sueños le persigue un enemigo que le quiere matar o pegar o apuñalar, cuando usted tiene buena salud usted
vence, si se deja pegar está mal y enfermo, para limpiarse se toma natem.

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Cuando viví esa experiencia sólo tenía 8 años, era chiquito, el shuar jamás le pega a su hijo, él manda a corregir de esa
manera. Nuestros abuelos nos hacían pruebas para la cacería, para el matrimonio, para ver si podíamos criar aves, para
ver si podíamos trabajar, para los hijos, para todo.

“Mi hermano me enseñó a curar.” Un día mi hermano mayor se acerca y me dice: “ve ñaño, si tú te enfermas
yo te curo y si me enfermo yo, me curas tú, ¿quieres aprender?”. “Claro que sí”, le contesté. Entonces me mandó a
recoger unas hierbitas, “hoja de achiote es bueno”, me dijo, eficaz para la retención de la orina y que él ya lo había
comprobado. Cogía y le hacía pedazos a la hoja, la echaba en agua hirviendo y la dejaba ahí unos 10 minutos para que
pueda salir toda la sustancia que tiene la hoja, de ahí la enfriaba y le daba a la persona que automáticamente se sentía
bien y orinaba sin sonda. Un día me dijo que iba a enseñarme cómo curar las picadas de culebra. Mi hermano mayor era
curandero y chamán y me preguntó si quería aprender de su profesión. Yo le dije que eso no era para mí, no me gusta
porque hay que ayunar, y pasar 6 meses o hasta 1 año sin ver a la mujer, sin poder comer pescado, ningún pescado
sólo la parte de la colita nomás, entonces yo le dije, “no, no, eso no es para mí”.

Mi hermano se llamaba Manuel Rosendo Chumapi y era el mayor cuando no estaba trabajando, estaba aprendiendo de
mi hermano, sobre la gastritis, la próstata, los partos, las picadas de culebra. Me enseñó de todo.

El espanto, por ejemplo, la persona que tiene mucho espanto puede morir al poco rato. Yo en la parada, le conozco a la
persona que tiene espanto, cuando vienen estudiantes de la universidad, yo les llevo a que conozcan algunas plantas y
después de un rato alguien pega un brinco y dice: “¡Ve, Algo pasó por ahí!”, ya está espantado, eso no se borra nunca
y sólo puede quedar bien bañándose con hierbas amargas.

Yo sé limpiar el espanto, a los médicos profesionales que a veces se les moría el paciente era porque tenía mal aire.
Debido a eso nos han dado a los curanderos la potestad de atender al paciente en esos casos. Primero limpio con
huevo para diagnosticar qué remedio le aplico, después se usa el remedio del espanto que nos dan a los curanderos
en el hospital.

Para leer el huevo, se lo rompe y se echa en un vaso cristalino, ahí se ve si es espanto u ojo, si es espanto el huevo
se alza como velitas, en forma de estrellitas, y si es ojo sale una basura en medio del huevo o el huevo se divide por
la mitad. Siempre rezo el padre nuestro, porque a veces el mal no lo pone Dios sino el prójimo, con eso se hace toda
curación. Ese huevo se lo debe echar a una quebrada o al inodoro para que se vaya lejos, porque si se echa cerca de la
casa, contamina el aire para cualquier persona o animal, pudiendo coger esa mala energía que está ahí y enfermarse.

Ese remedio del huevo es moderno, lo hemos aprendido de los hermanos colonos, antes había el espíritu maligno,
cuando decían que el diablo lo ojeó. Para curar esto, mis padres o cualquier persona solía coger lana de perro, pico de
predicador, uña de danta, esto lo hacían como polvo, lo envolvían en un algodoncito, y lo quemaban haciéndole inhalar
al enfermo, sahumándole todo el cuerpo; con 3 curaciones al día, ya estaba sano. A cualquier hora se hacen estas
curaciones, no hay límite. Esta es curación shuar, dicen que el diablo tiene 2 formas, la de hombre que cuando espanta
mata, y la de mujer que le coge poco, es más suave porque es hembra. Para ambos se cura de la misma forma, sólo
cambia el hecho de que cuando el susto es macho se deben hacer más curaciones, más seguidas, y más cargadas. Yo
había visto a mis padres, a una señora, y a unos jóvenes curar de esta forma. Mis padres curaban. Mi esposa sabe curar

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porque sus padres también sabían, y toda persona shuar, sea hombre o mujer, tiene habilidad de aprender a curar.

Las personas se espantan, no lo ven físicamente al diablo, sino que reciben un aire muy fuerte que nosotros llamamos
iwianch.

El mal de ojo se presenta cuando, por ejemplo, yo tengo bastantes aves, alguien viene y me dice “qué lindos animales,
¡véndame!”. Yo le digo que no están de venta, y ya me deja poniendo un mal ojo en mis animales, se empiezan a morir,
y así uno tiene que buscar quién fue que dejó haciendo daño, o bien siempre se conoce a los que tienen el ojo fuerte.
Entonces, una persona de ojo fuerte debe venir y escupir sobre mis animales y ya está, se fue el mal de ojo.

“Antes se usaba wanto y hojas de santamaría, para alejar el mal espíritu.” Cuando el mal de ojo no cae
en los animales sino en las personas, cuando el niño nace y no deja de llorar ni por más que le den el seno, se dice que
esta con mal de ojo. Todos, sean curanderos o no, saben que para el ojo se debe sobar el huevo y después soplarle en
forma de cruz, agua de colonia, o agua de timolina que son buenas para sacar el mal de ojo. Cuando es adulto se le
sopla por todo el cuerpo, pero cuando es niño se debe usar poco y soplarlo en la cabecita.

Para que no ojeen a los niños se usa la pepita de tese, esa pepita roja con una manchita oscura, se le hace un hueco,
se lo pone en una piola y se le pone al niño. Todo depende de la creencia que uno tiene. Cuando yo hago una curación
me siento capaz de sacar la enfermedad, yo me siento superior al mal, entonces mi energía es la que actúa y saca al
mal. El mal es más fuerte que uno, entonces sólo la fe, ya sea en la virgen o en Dios es lo que le ayuda a uno a ganar
más fuerza que la que tiene el mal.

Para determinar si podían curar, antiguamente hacían una prueba para uwishin (yachak), el aspirante debía concursar
contra un uwishin. El chamán con experiencia se quedaba observando a ver si podía, y el enfermo debía decir si se
sentía curado o no, si decía que no, el uwishin experimentado determinaba que tenía una energía negativa Tsentsak,
o sea una flecha, le daba el tratamiento, se la sacaba y así amanecía curada la persona. Tsentsak quiere decir que se
asemeja a una flecha, pero es simbólico, realmente es un mal aire que enferma. Por eso los chamanes deben cuidarse
de otros como ellos, porque el más fuerte mata al débil, así que tienen que estar muy pendientes y protegerse.

Dicen que la mujer es más fuerte que el hombre para curar. Antiguamente había mujeres chamanes, más bien hoy en
día casi no hay, ya han dejado de hacerlo. Las mujeres nunca tomaban aya-waska, eso era sólo para los hombres, que
tomen ellas ya es moderno, se les da para que se curen cuando están enfermas, que tomen y vomiten para que limpie,
porque toda enfermedad reposa en el estómago, la escoba terapéutica limpia pues toda enfermedad tiene su asiento
en el aparato digestivo, no en el ojo ni en la pierna. Es el purgante que limpia como escoba, por eso le decimos así. Si
yo le preparo un remedio a mi mujer para la gastritis, yo sé que se va a curar con una planta que ella va a ingerir y que
le barre con todo.

Yo he tomado natem para que me den arranques. Tomo ocasionalmente para tener fuerzas para curarme. Doy a tomar
a otras personas cuando piden, cuando dicen “me duele la pierna o los músculos”, entonces les digo que les conviene
tomar y les doy.

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“Los partos.” El aprendizaje para atender partos, yo lo recibí cuando una señora me dijo que siempre tenía
problemas en el parto, que no podía, siempre la llevaban al hospital a hacerle cesárea. A mí me nacía aprender y
entender, investigué de una planta que sirva de auxiliar al parto, y encontré el piripri, le compré la planta a un amigo, se
hizo enorme, y él me dijo que cuando esté grande la planta, la saque, la lave, la pelé por encimita, y la mastique bien;
cuando la mujer está por dar a luz tiene un calorcito en la corona, y que ahí le ponga por encima la planta masticadita

sólo para partos, y no es para cualquier persona. También me dijeron que cuando vaya a atender un parto no le tenga
nunca acostada boca arriba, sino siempre sentada, semi-recostada, o arrodillada. Yo ahora veo el mecanismo de los
hospitales, las pobres mujeres puja y puja, cómo va a poder si no tiene bajada, ese es un grave error.

Para cortar el cordón umbilical, hay que hervir agua y desinfectar un hilo de cualquier color, y sin topar con las manos,
se amarraba a unos 4 dedos de largo del cordón con el hilo, y se cortaba con Chinkiant que es la caña guadua, la medida
exacta para que después el cordón no sufra ninguna infección. Es el mismo proceso en hombres y mujeres.

De ahí viene la placenta, en shuar le decimos sijki, a veces sale el niño y la placenta seguiditos, pero a veces se queda
la placenta retenida y la madre puede incluso morir. Antes, nuestros padres esperaban un cierto tiempo, le tenían a la
madre sentadita, pendientes de si tenía dolor o no, porque si tenía dolor debían darle un analgésico, como por ejemplo
la ajej picante, rallada, se daba calientita para que ayude al dolor y le bajaba la placenta. Si no hay ajej, se le da máya,
zanahoria, que venden en el mercado (ahora con muchos químicos antes nuestros padres la cultivaban), esto se le daba
de comer o se le frotaba y ahí bajaba la placenta.

Cuando ya había salido, se la cogía con un trapito, en un tiesto, olla de barro, le ponían dentro y le enterraban tapándole
con un trapo para que no entren los moscos, porque decían que si los gusanos le comían a esa placenta podía
trasmitirse al niño y el niño enfermaba.

El parto siempre es en el dormitorio, pero si por ejemplo después del parto la madre dice que le duele la cintura, eso es
por el frío entonces se la debe llevar a lado de la fogata y que permanezca ahí cerca los próximos 8 días, después sólo
en la cama para evitar resfrío.

Al niño, por falta de conocimiento, le bañaba con agua tibia y jabón, para sacarle la grasita con la que nace, pero ahora
en la universidad dicen que esa grasita le sirve para el desarrollo entonces ya no le lavo, sólo le limpio con algodón,
los ojitos, las orejitas y las manitos, eso se seca nomás, al otro día el bebé amanece como más gordito, más enérgico.

Para el baño de la mujer, los shuar no sabíamos, pensaban que cuando la mujer dejaba de sangrar ya se podía lavar,
o sea a los 8 días, ahora en la actualidad ya sabemos que es muy grave hacer eso, se arriesga mucho a la madre y se
debe cuidarla durante 40 días.

Para los entuertos, se les daba de tomar o comer zanahoria rallada cruda o cocinada. Le regula nomás, le quita el
sangrado también. Yo conozco una planta que se llama nara, se le da cocinado a que tome para el sangrado. La nara
es la ortiga silvestre, y hay otros tipos de ortiga, la uchinara, la rastrera janara, y una comestible, sucúnara; yo utilizo sólo
la rastrera.

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Con respecto a la dieta, cuando hay una madre recién parida, el shuar le da gallina, mucho pescado como el Kashai,
yamala, Kayuk, huevos, mucho palmito. Chancho no se ha utilizado jamás para alimentar a la madre.

Aquí el parto sólo atienden 2 personas, porque si la mujer es recelosa, retiene el parto, se reprime, también se la tiene
en medio de cobijas para que no le dé mal aire. Así también debían estar varios días después de dar el parto.

Cuando alguien es Weniaru o sea bravo o colérico, no debe entrar al parto, así sea hermano, con eso sí se tiene mucho
cuidado, porque dan mal aire.

Cuando nacía un niño o niña, lo único que le decían a los padres, si era varón, era “cuídenlo bien porque él nos va a
servir, va a ayudar”. En cambio, si nacía niña decían, “se va a casar y se va a ir, no hay que darle tanta importancia”.

Atendí a mi mujer en su primer parto. Nos habíamos ido a ver un chanchito que teníamos donde mi hermano, como ya
estaba grande, mi hermano me dijo que vayamos a verlo, ese día llegó de visita el tío de mi mujer, a nuestra chocita de
paja. Nos fuimos a donde mi hermano, comimos y cuando estábamos regresando, empezaron a blanquear los peces,
parecía que río arriba estaban pescando. Mi mujer se ilusionó, pobrecita, estaba toda mojada, cogimos bastantes
pescados, más de una arroba. Lo trajimos a la casa y los preparamos.

Ella ya había estado con dolores pero no decía nada, joven, primer parto. Comió, y como a las 9 de la noche, empezó
a quejarse de dolor. El tío, que en paz descanse, me preguntó, a mí si recordaba la fecha de su última menstruación,
le dije que no. “Va a dar parto”, me dijo. Yo no tenía medicina ni pañales. El tío me dijo que no me preocupara, ella
tiene vestidos, (antes la ropa era de algodón, no como ahora que viene de polyester), ahí, le cubrimos como quiera. Él
ya había tenido hijos, así que yo estaba confiado, dijo que había que conseguir un palito resistente para que ella se
agarrara a dos manos y se apoyara, y que yo la sujetara del brazo, que él iba a ayudarla cuando le vinieran los pujos. Ya
mismo, ya mismo decía él, yo estoy tan agradecido porque pienso que si él no hubiera estado aquí, ella se pudo hasta
morir porque yo no sabía nada y no había ni carretero. Entonces cogió hierba luisa y panela, dijo que era para que no
tenga nervios, como yo soy precavido, pregunté si valdría hacerle caldo para después del parto, y me dijo que era una
buena idea. Y nació un varoncito, “buen trabajo”, nos dijo el tío, y me hizo cortar a mí, el cordón umbilical. “Aprende que
aquí no puedes tener recelo”, me decía.

“Primero la medicina natural.” En la práctica de la medicina tengo una hija que sabe preparar medicinas
pero atender un parto aún no puede, yo hace unos 5 años que ya no atiendo partos porque es un compromiso si se
complica, tenerles en la casa, por eso ya no recibo parturientas.

Para curaciones viene gente de Quito, del Tena, de Loja, de Cariamanga, de muchos lugares, últimamente llegó un
señor de Austria que sufría de sinusitis, tuve que curarle con hojas maduras de tabaco, las chanqué y les puse en
agua, le dejé reposar y eso le hice inhalar por la nariz, se sintió bien enseguida, como la gente me conoce, mandan a
los enfermos donde mí. Vienen con problemas crónicos de gastritis, próstata, colesterol, respiratorios, como tengo mi
especialidad en farmacia, yo combino las 2 medicinas, primero utilizo la medicina natural.

Para la próstata es tan sencillo, se cocinan a las hojas de achiote en agua, se enfría y se da como agua de tiempo,

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nada más eso es suficiente, se toman unos 6 o 9 litros, impide que le operen, lo limpia y desinflama. Para la diabetes,
aplicamos uña de gato, sangre de drago, cosas amargas.

Para la próstata generalmente no aconsejo la uña de gato pues es cálida, en cambio el achiote es fresco, eso con
chankapiedra, sí es bueno para la próstata. Lo caliente no es bueno para la próstata porque si algo está infectado como
en el caso de la próstata, esto da fiebre por dentro, si le da uña de gato nada más lo empeora y lo puede mandar a la
tumba, para que orine hay que dar agua fresca.

La uña de gato se da cuando alguien tienen reumatismo o está pasado de frío. Para que las vías urinarias estén en
perfectas condiciones se cocina la corteza de la piña, se enfría y se toma como agüita de tiempo; cuando alguien tiene
fiebre alta se dan hierbas frescas para que enfríe. El niño es más fuerte que el adulto para resistir la enfermedad.

Hay algunos días, en que vienen 3 o 4 personas de golpe, pero no todos requieren medicina natural entonces debo aplicar
medicina de farmacia. Eso aprendí en un curso de enfermería durante un año y 6 meses, en Zamora. En ese tiempo era
caro, para entrar, 500 sucres tuve que pagar de mi bolsillo.

La planta tiene un poder, y cumple con su efecto. Tengo una planta que se llama Yantsao, los muchachos vienen con
dolores y yo cojo la corteza y les doy, los limpia y desintoxica el hígado, bazo, riñones, tiene bastante poder esta planta,
se toma en ayunas porque después de la comida se puede arrojar, no se utilizan las hojas porque son muy amargas.
Los pájaros se comen las pepitas y ya van curados del hígado.

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Mercedes Chuma Comunidad: Carreobuela
Parroquia: Cañar
Cantón: Cañar
Provincia: Cañar
Nacionalidad: Kichwa-Kañari
Pueblo: Kichwa-Kañari
Idiomas: kichwa y español
Edad: 66 años

Desde pequeña, Mama Miche fue elegida para ser una persona
de medicina. Ha aprendido y heredado, parte de su conocimiento
de su tía. Ya de adulta decidió seguir practicando las limpias, los
baños, las mesadas. Ha participado junto a otros yachaks hombres
en varios encuentros nacionales e internacionales dedicados a la
medicina y al conocimiento tradicional. No se cansa de aprender
y combinar diferentes conocimientos y técnicas de curación. Hasta
su casa llegan personas de muchas comunidades para buscar alivio
y equilibrio de sus dolencias. Si bien conoce mucho del oficio de
partera, se desempeña mejor como Mama Yachak.

Mama Miche me llaman todos, tengo 66 años. En la niñez me dediqué a criar a mis hermanos, cargarles,
cuidarles, mientras mi mamá y mi papá salían al trabajo. A mí no me gustaba quedarme en la casa y me iba donde mi tía
curandera, Jesusa Quishpe Lema, que vivía a media cuadra, cargando a mi hermana más pequeña y llevando a los otros
de la mano. En la tarde, cuando llegaban mi papá y mi mamá, regresaban a la casa. Nosotros nos apegábamos allá, me
gusta recordar la seguridad que me daba la tía Jeshú que, en silencio y en la cotidianidad, iba transmitiéndome el arte
de sanar. Ella sabía hacer aguas medicinales, tanteaba, abría, mandaba a traer plantas, recoger leña y meter candela
para hacer agua medicinal. La tía Jeshú, que me enseñó a curar, murió a los 97 años. Desde la niñez yo ya conocía las
plantas.

En mi primera infancia fui a la escuela, y cuando mis padres compraron el sitio donde vivo actualmente, dejé de ir; tenía
11 años. A pesar de haber ido a vivir lejos de mi tía, continuaba yendo con sus tres hermanos.
“Me llegó la bendición para sanar.” Muchas veces la transmisión de conocimientos se hace a través de
sueños, en los que seres iluminados aparecen para enseñar la curación. Mama Miche –su familia fue testigo- recibió el
poder de alguien que llegó a su casa y la eligió.

Cuando yo tenía 12 años, estábamos viviendo donde está esa choza, vino un hombrecito alto, con bigote largo, con una
túnica rosada y un bastón grande. Llegó y dijo a mi mamá: ‘señora, yo vengo con una noticia, que dejes a esta chica
para yo dejar curando. A esta chica me mandaron que cure’. Éramos los cuatro hermanos parados adelante. Mi mamá
se puso furiosa, ‘ella no está enferma, para qué le vas a curar, qué diciendo vas a curar’. Él dijo, ’soy secretario de padre

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López, él me mandó. Yo soy de Manglar Alto’. Me cogió y me hizo entrar. ‘Entra chica, entra. No comprendí, empezó a
orar en la lengua de él, después cogió un mentolcito, me puso en la frente y en la coronilla, de ahí dijo ’chica gracias
que aceptaste, esta es la bendición del padre López. En cierta edad vas a ser famosa’. Y salió. Yo también salí.

• ¿Qué dice, qué dice?, preguntó mamá, furiosa.


• No dijo nada, sino curó, respondí.
• ¿Qué curó?, siguió preguntando mamá.
• Nada, sólo tocó aquí y aquí. Vamos a ver por dónde va, le dije a mamá.

Mi mamá y mis hermanas son testigos fieles de que vino ese señor a curarme. Mi hermana Juana se acuerda, la Mariana
también. Mis hermanas me dicen: “a nosotros nos hizo estudiar papá, mamá, pero a usted le cayó la bendición”.

Entonces ya me interesé más por lo que hacia mi tía. Empecé a querer más a las plantas, sabía rezar, cantar, llorar. Iba
a pastar los borregos, solita iba y para mí era rezar, cantar y llorar.

Cuando estaba pastando los animales, o recogiendo plantas, yo lloraba. Lloraba porque era una vida dura, triste,
porque no teníamos nada, nada había para la casa. Papá y mamá eran peones de hacienda. Mamá sabía ir a buscar
que darnos de comer, había huasipungo que daba la hacienda pero en un año maduraba, mientras tanto, en el año, qué
comíamos... La vida era muy difícil antes. Papá iba a trabajar cuatro, cinco días en la hacienda. No había para comprar
sal ni azúcar. Para nosotros era el pulque (tzawar mishki, cabuya dulce) desayunábamos pulque con arroz de cebada,
con máchica. A las cuatro de la mañana mi papá nos hacía levantar a rezar el rosario. Después de eso mandaba a coger
el puque, y cuando estábamos volviendo a la casa, aclaraba.

Mi padre, que era muy católico, cantaba y rezaba, yo imitaba esos rezos y esos cánticos. A veces entonaba el jaway, la
canción de la siega, que los cañaris coreaban en las haciendas, mientras cosechaban el trigo y la cebada. Jaway quiere
decir “arriba” (una forma de incentivar a los segadores). Mi papá cantaba el jaway. Yo estaba olvidando, pero con la
medicina, en últimas edades, viene la voz de mi papá cantando y recuerdo el jaway.

Cuando me casé, a los 20 años, con Serafín Acero, me dedicaba a los quehaceres domésticos, café, almuerzo y merienda.
Me fui a vivir con mi esposo. Donde mi suegra de toda maravilla había, maravilla de comida, papas, maíz pelado, cuartos
llenitos, pero mi suegra finadita era muy brava, ella hacia medidito, ni para el gato o el perro sobraba. Mi marido era del
mismo barrio, nos conocimos yendo a trabajar con negociantes, intermediarios, ‘yendo al saque de papas’. Mi marido
falleció un 12 de octubre, son 17 años de fallecido. Tuvimos seis hijos y todos están vivos. No obstante, seguía curando.
Al inicio, si tenía dudas sobre algún tratamiento, iba donde la tía a preguntar qué era bueno. Cuando nos casamos, yo
seguía yendo donde mi tía. Cuando a alguien le dolía cualquier cosa, cuando a los niños les cogía empacho, ojo, rabo,
así preguntaba a mi tía y venía a curar yo misma.

Mi tía me enseñó a tener una relación con las plantas cercana y amorosa. “Anda a coger las plantitas, pero con cariño
cogerás”, decía, pero no le encargaba rezar ni hablarles. Ahora yo converso con las plantas antes de cogerlas. La
plantita tiene su espíritu. Le pido permiso a la Pachamama: ‘dame permiso para sacar esta planta que va a curar’. No
tengo una hora especial para recolectar las plantas. Cualquier rato cojo si es de coger, no espero a la noche ni a la

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madrugada. Pero cuando se recolecta a la tardecita, a la madrugada, la planta tiene poder, tiene más fuerza, cuando
cogemos en sol, antes de limpiar, ya está maltratada.

Desde niña curaba a mis hermanas, les hacía agua medicinal si estaban enfermas. Cuando estaban con fiebre les daba
montes amargos, chuquiragua, verbena. Y se sanaban. Yo nunca me he enfermado. Mis hermanas, han estado con
fiebre, desvariando, y yo estaba al lado dándoles montes amargos y a mí no me cogía.

Después de 45 años de curar, viajé a Quito para aprender más sobre el tema de la medicina, con las mamas de toda
la región. Salí para hacer investigaciones y aprender lo más avanzado de las curaciones. Yo investigué sobre mi
comunidad y sobre las mujeres para compartir. De aquí iba con informes. El ministerio de salud empezó a dar talleres
para comadronas. Estábamos en plenos talleres cuando se quemaron los papeles, gente mestiza hizo quemar. Ahí se
quedó nuestro aprendizaje”.

“Pedíamos escuela de capacitaciones, más avanzado, para centrar, ver, tomar medicina. Todo eso estaba practicando.
Cuando empecé a capacitarme, cuando la organización empezó a llamar a encuentro de yachaks, de chamanes, yo iba
como representante del pueblo kañari. A veces en ceremonias tomábamos medicina y avanzábamos.

Fui coronada en Jaraucha entrando por Latacunga, vía Quevedo. Cuando recién falleció mi marido, a los dos o tres
años que estaba en este camino, curaba pero me quedaba sin fuerza, me sentía desmayada, con ganas de dormir, pero
cuando me iba a dormir, el sueño no venía. He andado mucho con curanderos pero no conocía a don Segundo Chiza.
Mi hija me llevó. Él vio en la vela: “vos has sido comadrona, entendida, médica, pero has pasado con tantos curanderos,
hasta has sabido dormir igual, pero falta poder, falta coronar”.

Sentí tanta emoción, llevé mis cosas, me coronaron, a media noche, en el cerro, en un cuarto frío, por las paredes bajaba
agua. Ahí don Segundo me curó, me coronó, encima de paja, sólo puesta una chulla pollerita. Me coronó con fuego,
por eso trabajo con fuego. De regreso, cuando cogí bien el sentido, había estado ya en Latacunga. Empecé a peinar
en Riobamba, el pelo se había quemado, todito estaba con ampollas. Eso para mí era un significado tan grande, hasta
ahora mismo. Hablando, hablando me coronó, “vas a curar al presidente, a los gringos, autoridades, a los militares,
vas a ir a Estados Unidos, vas a ir a otro país”, vaticinó. Dicho y hecho, todo lo que me curó me sale. A veces me coge
ese contagio de las curaciones que hago, entonces me voy a hacer limpia. El curandero trabaja con espíritus. Segundo
Chiza me coronó, los espíritus le ordenaron que cure a esa curandera de Cañar porque ella está curando y ella tiene
que ser más avanzada, sólo le falta el poder. El taita Segundo manda gentes acá cuando él no puede.

En cuanto a los días propicios para curar, es costumbre de algunos curanderos, hacerlo martes y viernes, algunos
mayores dicen que es chiki pincha, para sacar lo negativo. Para mí, puede ser cualquier día, aún más si debo curar a
los niños. Estoy presta todos los días, según las oraciones, según la limpia, me da lo mismo que sean días ordinarios
o martes y viernes. El tema por el que más vienen es nervios, malos espíritus, mal aire, negativos, estrés, algunos
infecciones de riñones, hígado. Pero muchos llegan porque quieren suerte, se hacen limpias, baños para cambiar la
suerte. Limpiando lo malo, lo negativo, se sopla para que venga la suerte. Hay que florecer a las personas, más que todo
con la voz, con el habla (palabra) trabajamos nosotros, si lo hace muda, no tiene significado. Primero hay que sacar,
nombrando todo lo que tiene mal. Después, pedimos para florecer, dar suerte, pidiendo al Gran Poderoso.

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“La medicina abre caminos.” La primera vez que se toma medicina, aparecen sensaciones, sentimientos
negativos, de miedo, de angustia, y la persona, a veces no quiere seguir. Algunos de miedo ya no toman ni más. Cuando
sigue en este camino, va abriendo. Yo tenía visiones, a mí me vino a aparecer en Guamote. Dos años quedé con esas
visiones de que a mi marido le pisaba un carro, y yo me quedaba abrazada de mi chiquita. Apareció una tremenda
luz. Y yo pensé que mi marido estaba muerto. Fuimos a buscarle y él estaba bien. Pero en dos años, murió y yo quedé
abrazada con un chico y dos chicas. Ahora vivo en esa luz.

La medicina –que puede ser agua-colla (san pedro), peyote o aya-waska-, va abriendo caminos. Eso va abriendo la
mente, el camino. “Si da nomás, si no, no”. No siempre la planta elige a la persona.

A través de las visiones se aprende más de las plantas, de las enfermedades. Y en cada paciente que llega, con más
experiencia vamos curando. Las visiones fuertes, las curaciones, son en la sanación de noche. En la mesada, la planta
da su poder, su decisión. En curaciones, limpias, claro que chocamos, hace mal a nosotros también. Pero no podemos
sacar toda la enfermedad que tienen las personas. En la mesada en cambio, ahí sí podemos curar. La mesada es más
profundidad del espíritu. Se hace en noches especiales, en luna llena, en encuentros, o si hay pacientes muy graves.

Para la mesada, yo primero tomo medicina para que los pacientes puedan tomar. Si yo no tomo, los pacientes van a
creer que estoy dando droga u otra cosa. Preparamos agua-colla con anterioridad, para tomar.

También hago masajes, limpias, ceremonias, mesadas, rituales, en eventos hay que hacer bendiciones. Hacemos
temascal, eso es venido de otro país. Personas de otros países dejaron plantando temascales. Sauna, vapor, todo hago,
cocinando plantas cálidas, frescas, cobijando con cobijas, haciendo sudar, se curan de reumatismo, artrosis, primero
hay que sacar el agua, luego hacer masajes, dar el calcio, vitaminas. Yo mismo hago jarabes de flores, de frutas, de
granos.

“Después del parto compongo la matriz.” Aunque tenía conocimientos sobre el parto, la medicina que
tomé no le dio la habilidad para atenderlos. Tiene miedo de que muera la mamá o el niño, entonces le mando donde
otras comadronas o al hospital.

Antes del parto, después del parto, sí atiendo. Les hago controles, manteo. Después del parto compongo la matriz,
encaderamos porque la cadera tiene que volver a su lugar, si no, no tienen fuerza, cada que andan se mueve la cadera,
los huesitos. Nosotros en el campo trabajamos duro y feo, por eso la mujer tiene que ser encaderada.

Ponemos mentol, con eso empezamos a colocar sea al bebé o a la matriz. Después, en la encaderada, ponemos
emplasto en el vientre y envolvemos. Algunos mandan a hacer, algunos hacen poner solo parche. Yo soy más general.
Parche no se pone, se pone periódico o lana de borrego lavada. Dentro está la masa (el emplasto) y encima la lana del
borrego, siquiera 8 horas o seis horas hay que amarrar bien apretado, ahí se coloca bien. Cuando se encadera, se cierra
bien. A familiares, hijas, sobrinas, nueras, hemos hecho no más. Con toda clase de plantas amargas, dulces, flores,
plantas del cerro: laurel, congona, zanahoria de cerro, urku cebolla; plantas del jardín, flores, manzanilla, sólo guanto no
es de poner (es muy avanzada la planta, muy sabia).

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Mientras estaba haciendo intercambio con las mamas de otras provincias, aprendí a trabajar con el cuy. Trabajo también
con el huevo y la vela.

Todo lo que limpio, en el huevo sale, tengo que sacar, tengo que ver. La vela sale como en el huevo, se prende y si hay
alguna enfermedad, en la cabeza de la vela está la señal, avisando. En la puntita avisa. Cuando se hace una cabezota,
o en las lucecitas, ahí se ve. A veces en la orina, aparte de estar viendo las enfermedades, pero la gente dice que le
han hecho algo. Si no hay nada, no sale. Cuando está muy bien centrado el organismo adentro, si no tiene voz, si esta
agitado, con dolor de estómago, de riñones, del ovario, de la vejiga, ahí limpio con el cuy, tiene que ser maltoncito, ni
muy guagua ni muy grande. El muy grande no muere, maltoncito, según de energía de la persona, va muriendo, algunos
reviven. El cuy tiene que ser blanco enterito o negro enterito. Va saliendo todo, el mal aire, va sacando todito. A ese cuy
ya no hago nada, no le abro, limpio y boto. Se muere el cuy. Cuando la persona no está muy grave, el cuy muere pero
revive, a veces no pelamos ni botamos y tenemos aparte. Pero si la persona se está acabando, los ojos adentro, amarillo,
ya no comen, ya no duermen, se muere. Eso da a niños o a adultos. Malos espíritus, samay, cuando estamos curando a
las 2, 3 de la mañana no hay que salir porque a las 3 de la mañana está andando el enemigo malo. A las 12 de la noche
también. Si salen a esta hora, por eso les cogen. Malos espíritus que están en quebradas, en todas partes. El kuichi,
empieza a vaporizar a las 6 de la mañana, a las seis de la tarde, les coge el kuichi que está vaporizando desde adentro.
Si está pasando en ese momento, ahí le coge el kuichi.

Para que no se derrame el mal, botamos en la quebrada, en el río o en la tierra. A los perros no se les puede dar porque
se mueren, Si le abro, toda esa energía negativa se me puede pegar. El blanco es cuando no está con mucho aire, le va
chupando, jalando todo. El cuerpo queda como curado, como lavado. Por eso los pacientes se curan, se sanan. Cuando
es mal aire fuerte, el cuy negro va sacando y hay que botar. Cuando lavo el cuy, veo en qué parte está más afectado,
ahí hacemos tratamiento. Cuando es otro color así abro y le miro. Se le sopla trago fuego y agua que es defensa de
nosotros, sin eso no podemos trabajar. Tanto que cogemos esas malas energías el fueguito se lleva todo y nos deja
libres de esas energías. A una persona se limpia, todo el cuy va sacando de la persona, abro y veo en qué parte está
el fallo. Al hombre se limpia con cuy macho, a las mujeres con cuy hembra. El cáncer no sale en el cuy. Tengo varias
experiencias, una mujercita tenía el tumor grandote, como si fuera un cuy. En la limpia con el cuy no salió nada, el
cáncer no sale. Eso ya detectan los médicos en estudios, en exámenes.

“En este camino, las montañas vienen y me regalan.” Para agradecer, para hacer mis ofrendas, voy al
Chimborazo, a la mama Tungurahua, haciendo el sacrificio, a pagar.

Cuando pago ellos dan poder si no, no dan. Hay que pedir. El pago es tabaco, trago, para el cerro, el mar o el río,
centavos, hay que saber cuántos centavos se paga. Para poder llegar al Chimborazo, se lleva fiambres, melcochas,
panela, ají entero. Con eso puedo subir, masco el ají, masco la panela. Para el cerro llevo frutitas, tabaquito, dejo a un
ladito, rezamos, pedimos. Ellos reciben. Si no hago esto, no podría vivir.

Mi altar es grande, con objetos sagrados para curar: cuarzos, tabaco, bastones de chonta, cuernos de venado, agua,
velas, botellas con medicina, muchas piedras.

Pongo en este altarcito lo que me nace. Antes no tenía nada, sólo una piedrita y unos bastoncitos chiquitos. Esos ya se

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acabaron, pero cuando entré en este camino, las montañas vienen y me regalan. Chimborazo me ha regalado esa piedra
blanquita. Después cuando fui al refugio me regaló una piedra en forma de osito. Cuando estaba bajando el viento vino
a hacer mover el carro, el carro se apagó, abrí la ventana y me bajé, entonces le vi y le cogí.

Esta piedra me dio en Guamote. Después de eso me fui para Tungurahua y me dio estas piedras. Estas piedras me dio
el cerro Paredones, más acá de Culebrillas, es una mujer en cinta. El ekeko es chileno, me regaló un curandero. Hace
unos 8 años fui a Guatemala, el gran abuelo Maya, se llama, tiene fiesta el 28 de octubre. En Guatemala es un anciano
sabio que se ha ido a otra dimensión en cuerpo y alma. Un sabio me dio. La mano es de Perú. Este cráneo me dio el
cerro Narrío. Todos son dados, algunos son comprados. Más acasito de Huaquillas, en un rio, tremendo río, me dio esta
piedra.

Este es mi bastón de chonta, viajero, se va a Estados Unidos, a México. A cualquier país donde voy. Cuando estuve
en México una mama curandera me dijo que haga un bastón, me regaló y le hice bastón. Yo tenía esta chonta y me
hice con patita de raposa, cintas, plumas. Tengo otro bastón grande. Aquí hay unos bastones pequeños para limpiar,
dan poder, energía, fuerza. Con este podemos estar para poder tener fuerza y valor para curar. Si no, con una o dos
personas, ya estaría yo débil.

Este es recuerdo de mi tía. Ella no me dejó ni una piedra, nada, pero cuando estuve haciendo lavatoria en el río Cañar
esta piedrita apareció en el agua. Era la tía la que me dio esta piedra en forma de dinosaurio. La sabiduría de la tía me
abrió el camino.

Aparte de curar, mama Miche trabaja en la casa, le gusta arreglar sus collares, trabajar en la chacra. Vive con sus dos hijas,
un hijo y tres nietas. Una de sus hijas y un hijo ya están trabajando en la sanación.

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José Francisco Shiguango Parroquia: San Sebastián

“Don Bartolo” Cantón: Orellana


Provincia: Orellana
Nacionalidad: Kichwa-Amazónico
Idioma: kichwa y español
Edad: 73 años

Don Bartolo es un renombrado sanador kichwa, originario de la


provincia de Napo que actualmente vive en Orellana. Tiene una gran
experiencia y conocimiento que ha aprendido en varios viajes y con
otros sanadores. Hasta su casa llega gente para hacerse una limpia
o algún tratamiento para enfermedades complicadas. Ha trabajado
como profesor de jóvenes yachaks en la Universidad Amazónica
en la ciudad de Puyo. Su compromiso con sus pacientes y con los
jóvenes que desean aprender es único, ya que es muy consciente que
el conocimiento ancestral está en riesgo porque los jóvenes no están
interesados o no soportan la disciplina requerida para ser un yachak.

Desde pequeño he tenido sueños premonitorios. Los espíritus aparecen y me avisan lo que va a pasar. En un
sueño que tuve, muchos niños jugaban, me decían que saque bolas. Recuerdo que yo solo quería jugar. Entonces el
espíritu me dijo que va a venir un viejo fumando cigarrillo, que vaya con él: “déjale que le bote, que se vaya unos diez
metros, tómalo, fúmalo y corre porque el viejo va a querer pegarte. Al otro lado, agarra la corona para sacar las bolas”.
En efecto, vi al viejo fumando el cigarrillo, fui a fumar con él, pero resultó que era muy fuerte el tabaco y me ahogué,
me atranqué. El viejo me habló, me preguntó: ¿para qué fumas? Yo tenía siete años en ese momento. Al despertar del
sueño, busqué a un lado de la casa y encontré tres bolitas muy bonitas. Las guardé y con ellas jugué.

Mis abuelos son los que me transmitieron el saber. Mi abuela curaba a los viejos. Ella limpiaba con hojas, con tabaco.
Lo que otros no podían, ella curaba. Mi abuelo dijo que esto es una herencia antigua, que pasa de mano a mano y,
viene desde los más ancianos. Ese conocimiento me pasaron a mí.

Recuerdo que mi abuela se enfermó, ella estaba muy mal. Fuimos a llamar al cura, pero ya se había muerto. Llegué y le
tomé la mano. Estaba caliente todavía. Sentí que me transmitía el paju para mal aire, cogida de demonio, ojo, espanto
de agua, cogida de mal espíritu. Después de que pasó el don, se enfrió la mano, se enfrió el corazón y se murió. Ese
es el paju que más utilizo, con el que más hago práctica en las curaciones.

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Mi abuelo murió de viejo. Le enterramos y a los dos días y medio, había salido del hueco, él se hizo tigre, pues ahí
estaban las pisadas grandes del abuelo convertido en tigre. Hay otras personas que de pequeños tomaron yuyo para
hacerse boa, tigre o sapo.

A los 18 hice la conscripción en Putumayo. Allá había otras tribus, los secoyas, siempre converso con ellos. Tienen
otro tipo de poderes. Ellos usan una botella, la toman con la mano, la quiebran y se les hace polvo en la mano. De
esta manera pueden hacer daño: soplan y el cuerpo empieza a doler. Para curar no se chupa la botella, sino que se
absorbe. Así se saca logra hacer daño. Alguna vez me hicieron hacer dieta: pasé tomando una planta muy amarga
llamada kiliyuyo. Tres meses en total hice dieta, no comí nada durante ese tiempo.

Mientras estaba en la conscripción, mi papá me comprometió con la hija de una familia, es decir, pidió la mano al
papá de la novia. Cuando llegué a mi comunidad me obligaron a casarme con ella y la mujer que hasta es mi esposa.

Durante un tiempo dejé de curar porque me advirtieron que curanderos viejos podrían matarme, entonces me
aconsejaron que dejara de curar hasta que los poderes se multiplicaran. Entonces me dediqué a organizar a la
comunidad: en ese tiempo, incluso formé una cooperativa.

Cuando tenía doce años, dos viejos curanderos, estaban tratando a una vecina. Era mi madrina de riego de agua
(bautizo). Ella gritaba de dolor. Toda la noche los dos viejos curaron a la señora.

A las cuatro de la mañana pregunté “¿qué le están haciendo?”, y me di cuenta de que no le estaban ayudando, no le
daban ningún alivio. Yo le dije a mi abuelo que voy a hacer algo. Entonces, metí la mano en su cuerpo, en su estómago
y sentí que tenía un pescado vivo en la carne: estaba corriendo por dentro, por eso ella gritaba del dolor. Le chupé.
El poder estaba en la boca. Y le curé. De la boca cayó al suelo ese pescado. Resultó que le habían hecho un mal (le
desearon el mal).

Entonces empecé a curar. Sólo con la mano lo hacía. Curaba espanto de agua, por ejemplo. Para eso hay que convocar
al espíritu del agua. Hay una hoja especial para curar éste espanto: guayusa panga (hay tres clases de guayusa, la
panga, para limpiar, la de tomar y la guayusa agria). Se concentra al espíritu del agua en esa hoja. También sirve para
limpiar el mal aire concentrado. Primero pongo la oración, convoco al espíritu de la planta de guayusa e invito al
espíritu del aire, al espíritu de las lagunas; me concentro en ellos y limpio. También uso humo de tabaco.

Esa oración me enseñó el Bartolo. Una vez que estuve enfermo, los abuelos decían que iba a morir. Llegó el Bartolo y
dijo: “voy a ponerle mi nombre, voy a darle mi poder”. Me sopló la corona, la boca, las manos y las plantas de los pies.

Cuando ya tenía 14 años, mi abuelo me dijo que tengo el poder. Me hizo hacer dieta. No podía comer ningún tipo de
carne ni cosas irritantes, como ají, ni sal. También tuve que bañarme con plantas amargas, Mi abuelo me hacía comer
el cogollo de la yuca, de varias plantas.

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Después de seis meses de prepararme con tabaco, baños y dieta, el espíritu se compacta con la naturaleza viva. Una
vez compactado, yo pude conversar con las plantas. Me espiritualizo con la naturaleza. Para compactarme, mi abuelo
me ayudó. También me dijo que tengo que estar en las rocas, ese es otro poder que él me dio. Después de hacer la
dieta pude entrar en las rocas.

A los 15 años, estaba con mi abuelo en el monte. Fuimos a ver yuca y pescado para comer. Cuando regresé a ver, pasó
un pájaro grande muy cerca de mí. Cuando volví a mirar hacia abajo, mi mamá estaba junto a una roca. ¿Cómo?, si
ella estaba en Archidona, que queda a un día de camino. Entonces vi la roca y mi mamá había desaparecido. Dentro
de la roca apareció fuego.

También recuerdo que había un pueblo, era como una ciudad. Ahí encontré una chica, ella me guio. Me enseñó dónde
entraban las avestruces y toda clase de animales. “Ya es hora”, dijo, “vamos Bartolo, ahí te van entregar el poder”.
Había soldados armados. Pasamos uno por uno y llegamos donde el jefe. Era mi abuelo.

Él me mostró una docena piedras, cada una tenía su poder. Me preguntó qué piedra y que poder quería: más ciencia,
conocimiento. Él dijo que podía llevarme dos piedras que brillaban. Recuerdo que había flores hermosas y el momento
en que fui a agarrar una flor, el abuelo ya me esperó con hojas de pambil. Así, las piedras con su poder estaban dentro
de mí. Parecieron dos horas en total dentro de la roca, pero fueron en realidad dos días. Por eso mi abuelo estaba
golpeando con chontas la piedra para que devuelvan a su nieto.

Cuando eso pasó, sentí el poder en mí. El abuelo dijo al final, que si alguien quiere tumbarme no podrá. Para fortalecer
ese poder, fuimos a la laguna. Yo aún estaba a dieta. Llegamos a un sitio lleno de espinos. Cuando entramos a la
laguna, encontramos una tribu de gringos: era la anaconda amarilla. También encontramos otra tribu de morenos: era
una boa negra. En ese lugar me hicieron sentar en una silla. La silla que estaba encima de la anaconda amarilla, se
movía. Habían dos jefes: el uno me cerró la vista. El otro corrió hacia mí, tomó la corona y me devolvió la vista.

La tribu de los negros, era más fuerte que la de los gringos. Hablaban duro, eran bravos. En ese momento mi vista se
hizo más grande, las hojas, todas las cosas se hicieron más grandes. Vino otro jefe, me puso la corona, sopló y mi vista
volvió a la normalidad. Esos son los dos poderes, el de la anaconda y el de la boa. A los 16 años me compacté con la
laguna y se me entregaron los dos poderes.

Me compacté también con el pishkuyo, una hierba que tiene mucho poder. Cuando uno se compacta con esa planta,
uno se transforma en espíritu de la naturaleza.

Como no había plata me fui a trabajar en la Costa, en la bananera Río Blanco frente a Quinindé. Esta era una
gran hacienda. Trabajé de jornalero. Recuerdo que por ser pequeño no avanzaba a cargar los racimos, por eso me
mandaron a lavar los platos.

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Un día le vi al jefe de campo que estaba escribiendo. Yo sé escribir, le puedo ayudar, le dije. Estaba haciendo cuentas.
Colaboré con él. “Qué lindo muchacho”, dijo, y me llevó a comprar ropa y a trabajar en la oficina. Cuando murió el jefe
de campo, cayéndose del caballo, el jefe máximo me pidió que me hiciera cargo de las 500 hectáreas de banano. Tuve
a mi cargo 200 personas. A la hacienda llegaba gente de Arajuno, del Tena, de Cotundo.

Un día tuve un golpe en la cintura. Quedé como baldado, no podía hacer nada. El médico me recetó medicinas.
También me llevaron donde mis abuelos para que me curen, pero no pudieron hacerlo. Para llegar me cargaron
por días. Fuimos por Anzu, pasamos al Puyo, tomamos un carro y fuimos hasta Santo Domingo. Me llevaron donde
Abraham Calasacón. Él también era curandero tsáchila. Pero no me curó, y me dijo que esto se cura al son de
campanas. Vaya donde Carlitos Kente, él me puede atender, me dijo Calasacón. De la noche a la mañana, Carlitos
me curó. El tocaba campanas, me frotaba con hojas que nosotros llamamos sacapanga, y con hoja de wantuk, hojas
de achiote. Pidió seis mil sucres como pago. Mi papá vendió tres cabezas de ganado para curarme, pero no alcanzó.
Apenas había reunido 400 sucres de ese entonces. Y por eso tuve que quedarme con ellos trabajando hasta poder
pagar la deuda que eran 5.600 sucres.

Un día, Don Abraham se enfermó, le dio una sarna y empezó a podrirse. Entre ellos le curaban, pero no había mejoría,
el médico quería amputarle la pierna. Entonces, Don Carlitos en el sueño vio que yo sé curar. Fui a atender a Don
Abraham y lo curé en dos visitas. Tomando aya-waska, me compacté con las hojas que necesitaba para curarle, hojas
que hay en los ríos. La aya-waska es una hoja bastante jugosa. Con ese jugo le lavé, hice una mezcla con otra hoja, la
uchupanga. A esa mezcla le quemé y le apliqué. Así le curé. No le cobré nada a cambio y regresé a trabajar con don
Carlos por el compromiso que tenía.

Don Abraham me llamó y dijo que ninguno de los suyos le había curado, y yo le curé. Negociamos el pago. Don
Abraham pagó a Don Carlos lo que yo le debía y a mí me pagó mil sucres, era harta plata en ese entonces.

Después de eso, Don Abraham nos encargó que busquemos en distintos lugares el poder para transmitirle a él. Fuimos
a Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, visitamos varias tribus. Llegamos hasta Copenhague. En Venezuela me transmitieron
un encanto, que era un poder muy fuerte. Era un encanto muy bueno, pero para tenerlo hay que hacer mucha dieta.
Un año de dieta se necesitaba para tener ese poder. Ahí le pregunté a Don Abraham si iba a avanzar con la dieta, sin
tener relaciones con mujeres y sólo tomando cosas amargas. A los 7 meses estuvo con una mujer, luego se enfermó
y no logró captar el poder. Murió por no cumplir con la dieta para tener ese poder.

En ese tiempo, yo tenía que coronarme en Huancavelica, Perú, para ser maestro de maestros. Faltaban dos meses para
recibir el título de maestro. Pero un día mi hermana me hizo tomar chicha de yuca asada. La tomé y vomité. Ahí se fue
el 30% del poder porque rompí la dieta.

En Perú, en la cordillera más alta me coronaron con 70% del poder. Fueron otros jefes, los que me coronaron; los que
tienen todos los poderes del mundo. El cerro era enorme, recuerdo. Me coronaron imponiendo sus manos. En total
fueron siete médicos. Me pusieron las manos y soplaron todos. Si hubiera cumplido la dieta, también me habrían
puesto sus plantas.

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“Siempre pedimos permiso a la planta para agarrarla.” Después empecé a atender aquí en mi casa, sólo
martes y viernes. Esos días se toma aya-waska, pishkuri, y se ve que el Dios vivo aparece. Hay noches en las que el
angelito que Dios dio, me permite ver todo lo que hacemos bien y lo que hacemos mal. Se ve clarito. Dios me ayuda
de la noche a la mañana. Así sano a los pacientes de cualquier dolencia.

Para las curaciones sólo tomo aya-waska. A través de ella se ve los problemas que tiene la gente, las enfermedades, la
forma de curar. Tomo challi para ver la mano: se prepara un poco haciéndole hervir. Es muy buena, no hace ningún
daño. Pishkuri tomo para lavarme, para purificarme cuando estoy con algún mal. Cuando otros me hacen daño, chanco
las hojas, pongo en agua y tomo. Eso no puedo dar a otras personas.

Para preparar la aya-waska se toma los bejucos, se saca la cascarita y en una olla grande de 7 litros de agua se
hierve hasta que quede medio litro, luego se cocina con hoja de challi y con ameroca. Con esta última se puede ver a
distancia. Siempre pedimos permiso a la planta para agarrarla. Se puede preparar a cualquier hora, en cualquier ciclo
de la luna.

Con la guayusa panga curo el mal aire concentrado, el ojo, el espíritu malo. El mal concentrado es cuando a una
persona le entra el espíritu de un muerto, la mayor parte del cuerpo queda baldado –lo que los médicos conocen como
la trombosis-. Eso se cura con la misma hoja.

Para ofrecer sacrificios a los espíritus, hago una mesada. Yo tengo siete poderes grandes, el poder de la naturaleza,
de la laguna, el poder de los cerros, de los grandes encantos, el poder del mar, el poder de las hojas y el gran poder
de la Pachamama. Tomado aya-waska les llamo a los espíritus, hacemos un curul con esos siete espíritus poderosos.
Formamos la mesada. Les pido que me iluminen, que me den suficiente poder, que alimenten mi paju para poder sacar
el mal. Entran uno por uno, entonces detectamos qué mal tiene la persona, qué hay que curar. Le sacamos el mal. Al
final, la persona me paga. Entonces, decimos, “grandes espíritus que han hecho grandes obras, que han curado con
sus poderes, reciban este sacrificio”, y les ofrecemos el dinero. Ellos reciben y cuidan al ser humano que está curado.
Otros curanderos primero cobran la plata y después no funciona la curación.

Los martes y viernes, son para curar, el resto de días se hace diagnóstico. Durante el diagnóstico se ve si la persona
tiene problemas de envidia, de mal aire. Cuando hay que sacar (curar) el mal que está adentro, necesito que asista a la
mesada. Se ve uno por uno para curar. Primero se le transmite un espíritu, se le corona para que investigue qué tiene.
Porque yo solo no puedo hacer la investigación. El espíritu investiga desde adentro de la persona: se mete, examina,
encuentra el mal, identifica qué le hicieron, qué espíritu malo actuó, qué aire malo le practicaron. Eso demora dos
horas. Entonces viene la información: le hicieron daño por una mala práctica, por haber robado, le hicieron brujerías.
Se ve qué parte del cuerpo está afectada. En esto son los espíritus médicos los que investigan, luego vienen los
espíritus magos de alto poder para curar. Ellos sacan el mal (curan) haciendo la operación.

En las mesadas, a veces vienen 10, 20, 30 personas. Se trabaja toda la noche. Vienen hasta del Perú, de Bolivia,
Venezuela, indígenas, colonos, gringos.

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Para limpiar utilizo colonias de rosas y claveles porque ese es un perfume que ayuda bastante al ser humano a librarse
de los males.

Para sanar a la persona se le sopla a la coronilla. Esto se hace para que tenga suficiente calor y se cure de cualquier
enfermedad. Se le entrega el espíritu de sanación, de la naturaleza, de la suerte para el amor, para lo económico
también.

Entre las enfermedades que no puedo curar, están las heridas de machete. El cáncer cuando se detecta en su inicio
sí podemos curar. Cuando está afectado el pulmón, por ejemplo, se ve una bola y flotando unos glóbulos, así como
sangre y grasa quemando. Así se detecta que es cáncer. Son los espíritus los hacen el chequeo médico y recomiendan
que tipo de planta se debe usar. Cuando el cáncer está avanzado ya no podemos hacer nada. Las enfermedades
virales las detectamos y sabemos cómo tratarlas.

“La transmisión del poder.” Antes de enseñar a alguien más, primero tomo aya-waska para saber a través
de las visiones si la persona tiene vocación –porque los poderes no se pueden dar a cualquiera-. Si la persona tiene
vocación, primero debe hacer dieta: no puede comer cosas irritantes ni carne de chancho, ni mariscos, nada enlatado.
Tampoco puede tener relaciones sexuales por seis meses. Agustín –un joven a quien estoy enseñando ahora- tenía
vocación. Por eso le estoy enseñando. Se transmiten los poderes mediante la corona, la boca, o la mano.
Después de tomar aya-waska le transmití el poder soplándole en la cabeza. Cuando se transmite el poder de la
sanación por la boca la persona aprende a sacar mal chupando. Cuando se lo transmite por la mano aprenden a
detectar el mal en las personas. A Agustín también le pasé el paju para curar a los niños.

“El altar y la mesada.” El de la trompeta (arpa de boca), es el primer tono que suena para empezar la mesada,
para entrar en contacto con los espíritus. Entre las plantas, está la surupanga para limpiar los males. La chonta en
cambio, tiene el poder para defendernos de cualquier daño: se la toma en la mano derecha y se debe concentrar
para sacar las malas energías. A la chonta se le cura con el espíritu de la chonta mama. También hay chonta para
frotar. La grande es para usar con la mano, para limpiar. Tengo la bodoquera también: es una imagen de Dios que me
cuida. El abanico de plumas. Tengo una piedra de Perú, de cuando me coronaron. Es un cuarzo que me ha salvado y
también me ayuda a curar. Me ayuda a detectar cualquier cosa mala que me va a pasar. Además utilizo el kuraka de
la Pachamama, este me guía. Una vez, cavando en Borja, lo encontré. Esta bola de cristal es como una pantalla en la
que veo a los espíritus que son los que me avisan cómo curar, cómo trabajar. A la bola hay que coronarle, darle los
espíritus de poder, poco a poco. En un año se abre la pantalla.

La lengua de cerámica de los antiguos sirve para cuando los espíritus de bajo tierra atacan. Es certera. Las aguas de
la mesada como el agua florida, sirven para el negocio, para atraer clientes.

Diferentes sonidos de campanas, se aplican a varias partes del cuerpo, según la necesidad del paciente. Cuando hay
un sonido bajo o este se detiene, significa que el paciente necesita curación. El caracol utilizamos para el poder del
mar. Con él se limpia la mala energía.

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Tengo tres hijos, dos no tienen vocación, solo el primero, Elías. Él ya sabe curar, es maestro, está coronado. A los 30
años le coronamos para que sane a través de la mano. Le preparé desde pequeño, poco a poco, transmitiéndole el
poder. Empezó a multiplicarse el poder, en el físico, en la sangre, en el hueso, en la mente. Le di cada vez más poder y
le coronamos para que sane con la mano. Desde hace poco tiempo él está tomando aya-waska. Mi hija Alicia también
sabe, pero le falta madurez. La Marieta también sabe pero todavía no le he coronado.

Cuando alguien nos hace daño hay que enfrentarse con el enemigo, de poder a poder. La sanación es un enfrentamiento
entre shamanes y tenemos que ganar para dejar libre al enfermo, para curarlo. Para eso es la investigación. El otro
shamán cuando es vencido, es un enemigo, pero yo tengo suficiente defensa. Con el poder que tengo, yo sé mediante
el sueño que me están atacando.

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Sebastián Unup Comunidad: La Centza
Parroquia: Los Encuentros
Cantón: Yantzaza
Provincia: Zamora Chinchipe
Nacionalidad: Shuar
Idiomas: Shuar chicham y castellano
Edad: 68 años

Don Sebastián es indígena Shuar y conoce la preparación del Aya-


waska como principal medicina de sanación de la gente que vive
en la selva. Ha aprendido y adoptado el conocimiento de varias
personas de sabiduría en distintas zonas del país. Para ser una
persona con poder y lograr sanar a otros es necesario realizar una
larga dieta y el ayuno para convertirse en un buen chamán. Hasta
su comunidad llegan personas desde la Sierra y la Amazonia para
tratarse y sanar las enfermedades.

“En ese tiempo no había ni zapatos.” Me crie en un convento de los padres salesianos. Ahí mis familiares
me internaron, a los 7 años. Era huérfano de padre y mi madre se encontraba el convento muy lejos. Me internaron en la
misión de Bomboiza. Era una vida pesada para un niño, nos daban la educación pero después de los 12 años era mucho
trabajo, nos hacían machetear, sembrar, trabajar en platanales, yucales. Si no cumplíamos lo que nos mandaban nos
pegaban, era muy forzado el trabajo. Éramos como 100 niños y 100 niñas, fuera de los trabajadores. Había jóvenes shuar
que trabajaban ahí y colonos que trabajaban en construcción y hacían muebles. La educación era en español. Allí me
enseñaban la religión católica. Nos daban hasta cuarto grado, la primaria, luego sólo a trabajar.

Estuve diez años en el convento. En ese tiempo no había ni zapatos. Los pies descalzos íbamos al trabajo, al campo, a
sembrar. La comida de todos los días era sopa de yuca con poroto. Los domingos, a veces, nos daban arroz.

Cuando tenía 17 años me casé en el convento. Mi esposa tenía la misma edad. Los curas nos prepararon la comida,
éramos dos parejas. Nos dieron de comer y nos mandaron. Nos entregaron una casita con terreno y una cabeza de
ganado. Me dediqué a la agricultura, sembrábamos plátano, yuca, hierba para el ganado. Eso fue en 1960, en ese tiempo
no había ni carreteras, no se vendía nada de lo que se producía, más era para el consumo. No se sembraba mucho
porque no había por dónde sacar al mercado.

“Para adquirir los poderes, es necesario ayunar.” A mí me gusto seguir este arte. Aprendí de mí mismo. Una

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vez tomé aya-waska, que es la base principal para poder curar. Tomé solito en la casa, varias veces, y me gustaron las
visiones. Tenía 25 años. Había visto cómo preparaban otros y aprendí. Me hizo vomitar bastante pero me gustó. Ahí me
di cuenta de que podía llegar a ser curandero.

Luego fui a aprender con maestros en Lago Agrio, donde tenía un familiar que me llevó a visitar buenos curanderos. Esa
primera vez se presentaban los espíritus, fantasmas. Vi espíritus buenos y malos. Los malos, el rato que uno está en el
remedio, hablan, dicen que tal cosa es buena, tal cosa no. Salen dos diferentes espíritus, que pueden matar a la persona
o curarle. Yo escogí lo que era bueno. Uno tiene que aprender de otro para poder dominar, para hacerse amigo de los
espíritus. Cuando se presentan espíritus malos, hay que rechazarlos, porque son para hacer daño a la persona. Ya trabajo
más de 40 años en esto.

Cuando el maestro está enseñando para dar los poderes, es necesario ayunar. El maestro kichwa, Juan Ambi, me obligó
a dietar por bastante tiempo. Llegué y le dije que quería aprender. El aceptó ayudarme pero me dijo que debía ayunar
seis meses o un año. El ayuno consistía en comer sólo pescado y tomar la aya-waska cada noche con él. Tenía que
tomar agua de plátano, nada más, un pedacito de plátano y permanecer 15 días sólo acostado, sin salir. Hasta las 4 de la
mañana me quedaba despierto y luego dormía.

El maestro me llevó a la montaña y me dejó solo. Ahí pase dos noches, tomé aya-waska, y ya tuve visiones más altas; en ese
estado, va subiendo la energía de la aya-waska. Esa noche, en la visión, se me acercaban culebras, El Makanch=Culebra
de hoja Podrida, boas de diferentes colores. A la siguiente noche venían unas aves, tigres, lagartos. Se acercaban, me
rodeaban, diferentes animales, diferentes colores. Me decían que no tuviera miedo, que no me harían nada. Él me había
dado la energía de las culebras, de los tigres, de tantos espíritus. Hay que estar quieto y no tener miedo. Estar tranquilo,
sereno. Entonces se ven qué animales son buenos para curar. Empecé a escoger los animales que eran buenos, escogí
la culebra hoja podrida. Ese es el poder que tengo, el del espíritu de culebras, tigres, lobos del agua.

A los dos días, don Juan vino a verme y me llevó a tomar agua de plátano. No me dio de comer. Yo me acosté a seguir
descansando. A la noche, me dio otra vez aya-waska. Me daba poquito para que no vomitara. Fueron 15 días. Él me
soplaba, me limpiaba. Podía venir una energía mala, pero él estaba ahí para protegerme, siempre me estaba cuidando. Me
limpiaba con hojitas de palma shishín. Me aventaba, cantaba en kichwa. Cada noche eran visiones distintas, diferentes
poderes. El maestro me transmitía poderes del cóndor, el de los tigres, de las culebras. El poder de la aya-waska también.
El ayuno sigue hasta los seis meses o un año. De las relaciones sexuales uno tiene que cuidarse bastante, es muy
peligroso. Hay que estar en abstinencia seis meses al menos.

Para transmitir el poder, el maestro me sopló en la cabeza, en el hombro, en las manos. Al estar dietando va creciendo la
energía, se va haciendo grande. Con el tiempo uno llega a ser buen curandero.

A veces me llevaba a la montaña a cazar, “vamos a disparar a ver qué pasa, si sientes algún dolor”. Encontramos unos
monos, me hizo disparar, no pasó nada. “Todo está tranquilo, todo está normal”, dijo. Ahí ya me comenzó a dar yuca,
plátano, con un poquito de sal. Cuando había pasado un mes, me llevó a trabajar para ver qué pasaba, si sentía algún
síntoma pesado, dolor de cabeza, a veces sale sangre de la nariz. No pasó nada, estaba listo.

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Para regresar a mi pueblo, dejé de tomar aya-waska. Después volví a tomar solo. Ya no regresé donde el maestro.
Cuando recién vine aquí él siempre se me presentaba en la aya-waska, me cuidaba. Cuando comencé a curar, me dejó.
Para que crezca el poder hay que buscar otro maestro. A veces voy a los seis meses, al año. El segundo maestro que tuve
era un shuar de Sucúa. Esa vez ya no fue como la primera. Yo ya estaba trabajando, como ya tenía todos los poderes, no
me sacrifiqué mucho. El maestro me sopló en la cabeza, en el hombro, en el brazo. A veces soplan aya-waska curada,
ahí también pasan el poder. Soplan, cantan, llaman a los espíritus. En medio de ese canto, el maestro va poniendo los
espíritus en la aya-waska para robustecer el poder. Cuando uno toma esta medicina esos poderes se van multiplicando,
pariendo, y así se fortalecen.

Ese poder a veces se manifiesta cuando en mi cama hago asomar culebras. Uno les llama y ellas ya salen. Cuando uno
está recién aprendiendo, cualquier animal se presenta, cualquier poder. Mi mujer desconfiaba, decía que yo no hago eso,
sino que las culebras asoman por sí. Cuando aparecían en la cama, entonces creyó.

Aquí hay algunos que decimos que somos finos para esto pero no todos tienen igual poder. Algunos son envidiosos. Ven
que no pueden ser tan poderosos, y tratan de hacerle daño al maestro que cura bien, para bajarle, le dañan. Pero eso
sucede cuando son descuidados, por eso uno tiene que estar bien atento, para no dejarse topar por las energías malas
que cruzan por ahí.

A veces percibo el daño que quieren hacerme. A veces en medio del sueño intentan hacerme daño, siento cosas medio
pesadas. Hay que limpiarse con remedios, hacerse curar o percibir zumo de tabaco. Cuando tomo aya-waska, veo quién
es el que está tratando de hacerme daño, así se llega a saber quién es el envidioso. A veces hasta familiares quieren
hacer daño.

Para protegerme invoco a los espíritus que me ha dado mi maestro y ellos se acercan a protegerme. Entonces, el otro ya
no puede hacer nada, mis espíritus son más fuertes que él.

A veces, en los sueños, que son pesadillas fuertes, también se siente que quieren atacarle, hacerle daño. Entonces hay
que estar atento para protegerse.

Es una costumbre de las familias shuar, levantarse de madrugada, contar los sueños e interpretarlos, mientras se toma
agua de guayusa. Se sabe lo que va a pasar, puede tener un accidente, picarle una culebra, tener algún corte. Entonces
se puede prevenir, quedándose ese día en la casa. En aya-waska he visto si las personas van a vivir largo tiempo.

“Las curaciones.” A los seis meses de haber sido iniciado, comencé a curar. La abuelita de mi señora estaba
bien mal, bien enferma, vinieron a verme. No podía andar, estaba en cama, era un daño que le habían hecho. En las
imágenes, en medio de la aya-waska, ahí sale el mal, le vi clarito. El mal estaba en el estómago porque le daban diarreas
y calambres. Le vi dentro el cuerpo y ahí asomó el daño, el color era negro. Había que sacarle. Le chupé el estómago y
pude sacarle. Al día siguiente amaneció sana y buena. Entonces seguí curando poco a poco.

También se puede ver quién le puso el daño. Si alguien ha hecho daño a una persona siempre le sigue para que no le
saquen ese mal. Se ve a la persona. Ahí se da alguna bebida para hacerle vomitar. Se le chupa. Se saca el mal. Eso se

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bota, se sopla lejos. Ahora ya se trabaja con otros líquidos para curar, limpiar, proteger. Antes sólo con zumo de tabaco se
chupaba (se calienta la hojita en la candela y se saca el zumo). Ahora también se usa perfumes, como el “siete espíritus”.
Para que no le vuelva el mal se le limpia y se le sopla. Si no avanza a sacar el mal, soplándole, se le da agua de una
planta que se llama Piripri, que es más fuerte, para hacerle botar el mal. Cuando el paciente amanece sano y bueno, no
se necesita volver a tomar aya-waska.

“Los males puestos y los de Dios.” Cuando estoy curando, veo qué clase de mal tiene la persona, cómo se
puede curar. El poder de la aya-waska ayuda para saber lo que se necesita, si se debe chuparle o darle otro remedio.

Entre las enfermedades que pueden tener las personas que vienen a curarse, están las puestas y las naturales (de Dios).
Si es natural, hay que mandar al centro médico, cáncer, diabetes, no puedo curar. Para próstata se pueden hacer aguas.
Algunos dicen yo curo, es daño, pero sólo es por sacar el dinero al paciente. Eso no hay que hacer.

Primero yo tengo que ver si el mal es puesto por alguien o es enfermedad natural. Uno ya se da cuenta. En ese caso hay
que mandarle al centro de salud. Cuando son puestas, hay fiebre, vienen con dolor de cabeza, mareos, dolor del cuerpo.
A veces vienen con infección intestinal, a veces, botando sangre. Todo eso es parte de las enfermedades puestas. Y esto
no es posible curar con medicina occidental.

No es fácil curar porque el que le ha puesto el daño a la persona también se está enfrentando con sus energías, no
quiere que le curen, entonces uno tiene que rezar. El paciente trae el poder de lo que le han puesto, del espíritu malo, y
ese espíritu va a querer atacarme. Con la aya-waska quiere emborracharme para que no pueda curar, quiere hacerme
vomitar. Primero hay que eliminarle al espíritu que está acompañando al paciente, así se facilita para quitarle el mal.

Yo tengo una planta para poder dominar este mal que le ponen a la persona, porque no es fácil. El que ha hecho daño
le está cuidando. Entonces hay que tomar otro remedio para poder vencer y curar. Cuando yo he ganado, es duro que
vuelvan. A veces intentan hacerme el daño a mí, pero se sienten vencidos, dominados, tienen miedo.
Cuando el mal domina, a veces no puedo contra él y le digo a la persona que vaya a buscar otro más fuerte. No se puede
hacer nada. A mí nunca me han vencido, siempre he salido bien.

Otros males, como el espanto, se ve en el huevo, se frota este en el cuerpo del paciente, se abre y se pone en un vaso de
agua. Si es daño sale un ojo, en medio del huevo, si es espanto sale espuma, un poco de nubes; puede ser espanto de
agua, entonces salen unas velitas. Se cura soplando trago, aventando con hoja de espanto, limpiando. Cuando la persona
ya está mucho tiempo con el daño, se toma aya-waska para poder chuparle. Si no se cura el espanto, se va secando, no
puede dormir. Con dos o tres limpias se cura. Se reza, se canta, llamando a todos los poderes para que ayuden a curar
al paciente. Siempre hay que trabajar con Dios. Primero se le pide a él, que dé su poder, que ayude a curar. Después, en
medio de aya-waska, vienen los espíritus que ayudan a curar.

Cuando ya se ha limpiado, se bota el huevo en el baño, o en el agua, en una quebrada, porque el huevo ha chupado todo
el mal que tiene el paciente. Si se bota afuera, como el mal no está muerto, se puede transmitir a otra persona.

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Sé curar también cuando la persona tiene alergias, con limpia o con remedio. Se busca una planta, la kasua, se le saca
la corteza y se cocina. También se cura con piripri. Las alergias son cuestión de la sangre. Se le da a tomar estas aguas

como agua de tiempo, un vaso al medio día, tarde para dormir o de mañana en ayunas, hasta que se acabe.

También sé curar los nervios, con valeriana. El paciente cuenta que no puede dormir, tiene mal el cuerpo, tiene
desesperación. Hay que darle agua de valeriana y se tranquiliza rápido, puede dormir bien. Tiene que tomar tres vasos
de esa agua en el día.

También curo riñones, se diagnostica viendo en natem. El paciente cuenta los dolores que tiene. Hay una planta que se
llama ampar, para los riñones, para la sangre. Se saca con todo y raíz, el agua es bien fuerte para curar los riñones. Se le
da en una botella para que lleve a su casa y tome.

Antes de trabajar con el paciente, es importante aventarse, porque hay muchas energías malas que cruzan, limpiarse
uno mismo, tomar aya-waska.
Para empezar la ceremonia estoy sentado, la aya-waska está en la mesa. El paciente se sienta y cuando comienza a
subirle la aya-waska hay que seguir llamando a cada uno, para limpiar, para curar el mal que tenga.

Muchos extranjeros vienen a hacerse curar, a tomar aya-waska. Algunos vienen enfermos. Personas locales también
vienen, de diferentes provincias, de Loja, Cuenca, Quito, Zamora, Yantzaza, Morona, Saraguro. No pueden tomar aya-
waska las mujeres que están embarazadas, las que están menstruando. Niños desde cinco años sí pueden tomar poquito,
para que crezcan fuertes. Cuando se toma, la aya-waska ya se enraíza en el cuerpo, se queda.

La mayoría de gente viene con enfermedades puestas. A veces son gente que tiene problemas, que quieren ganar un
juicio. Hay plantitas que ayudan para que ganen. También vienen con problemas en el hogar.

Cuando conviene, hay que darles también medicina a los pacientes. Cuando el daño es en el estómago, y ya no puedo
sacarle el daño, hay que darle entonces aya-waska. Es más fácil cuando han tomado aya-waska. El remedio ayuda y el
mal que está concentrado en todo el cuerpo, sale.

Cuando a mí me ataca una enfermedad de malas energías me curo a mí mismo. Si es enfermedad común, voy donde
el médico o compro medicinas. Lo único que me ha perturbado es la operación de vesícula, tenía cálculos. Estuve
trabajando aquí con unos españoles, durante siete noches. A la quinta noche, me cogió un dolor, me hicieron un examen.
En Zamora me dijeron que eran cálculos, fui a Loja a hacerme operar. Aparte de eso no he tenido nada.

En mi huerta hay valeriana, de ella uso la hoja. Se hace hervir 10 minutos, y se vuelve bien rojita. También hay aya-waska,

cuando le quieren hacer daño, se frota. Hay otro wantuk que es para quebradura. Se le chanca y se pone en el lugar
donde está quebrado, y se le venda. Se le puede dar también de tomar, y él mismo le cura en medio del sueño, tiene
que emborracharse y llegan los espíritus de los médicos. Tengo planta de justicia que se usa para cuando alguien está
en juicios. Se le sopla a la persona para ayudarle a ganar. También está la malva. La planta de la insulina sirve para la

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diabetes, se le da a la persona agua en una botella, para que esté tomando.

Para coger la aya-waska se busca en la selva, también se tiene cultivado, cerca de la casa. O se puede comprar (tiene el
mismo poder). Se corta, se pica trozos, hay que limpiar bien, chancarle para ir poniendo en la olla. Se para en la candela
y se pone a cocinar por un día entero. Se cocina con otra hoja que se llama Yaji. La aya-waska a uno le facilita, cuando
está trabajando, para poder curar, indica qué remedios se tiene que dar. Hay diferentes tipos de aya-waska, algunas de
ellas no se usan, son malas.

Entre las plantas ornamentales, flores de colores, crecen las medicinas, crece la selva poderosa que da las semillas de
toda clase de plantas curativas, de árboles para la salud.

La familia tiene miedo de aprender. Mi nieto dice que es una decisión que se debe tomar con mucha responsabilidad,
porque cuando se entra en esto es bastante complicado llevar este seguimiento. Es complicado el proceso para entrar,
es un tiempo bastante largo y hay que estar ausente de todas las cosas que el mundo presenta actualmente. Se tiene
que estar en un estado vegetal, en el proceso, dejar fuera todas las cosas del mundo. Restringirse en los alimentos, en
el aspecto social, hay que estar alejado de todo. Hay que concentrarse y estar presto al recibimiento de estas energías.
Provoca nervios pero al mismo tiempo permite ver. Tomo y es bastante bonito, cuando ya uno se lo puede manejar. Para
un principiante es complicado, sobre todo cuando no puede dominar los nervios, lo principal es no tener nervios, tomar
serenamente. El nieto tiene la esperanza de aprender, ahora que está un poco más libre.

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GLOSARIO
Aguas frescas Zumo, infusión o cocción de plantas con cualidades “frías” o “frescas” según la clasificación
ancestral-tradicional de los pueblos kichwas, utilizado como medicamento para las terapias y
tratamientos de lats enfermedades “calientes”.
Aliento: Es “dar el soplo de vida” que consiste en poner el aliento a una vela, un huevo, o a cualquier
otro ingrediente medicinal. Por ejemplo la vela con “soplo” puede ser usado de dos maneras:
En primera instancia con esta vela “con vida” se puede hacer diagnósticos de la salud y por otro
lado se puede ofrendar esta vela a alguna waka ancestral o también a los santos o vírgenes
cristianas como en los días actuales.
Altar: “Mesa” o lugar donde se colocan elementos sagrados. En algunas partes se conoce también
como “mesada”.
Ataco: Amarathus caudatus. Plantas que en otros lados es conocida como sankurachi (kichwa) o
también como amaranto y es muy utilizada en la medicina y la gastronomía indígena andina.
Aya-waska: Banisteriopsis caapi. Planta amazónica considerada en la medicina ancestral-tradicional como
“maestra”.
Baño de flores: Baño medicinal y ritual preparado con cinco clases de flores del campo recogidas antes de que
salga el sol. Baño del cinco es una traducción de pichkay, palabra Pichwa que viene de pichka
y significa cinco. Pichkay es un baño de cinco flores y aplicado a los cinco días practicado en
las personas que han permanecido por cinco días en la cama; pero por lo general se practican
después del parto. A los cinco días del parto o posterior al fallecimiento de un familiar, se
aplica el baño de cinco con la finalidad de recuperar la energía de la mujer o recuperación
del ánimo. Para este fin se recolecta las hojas de zanahoria blanca, capulí, poleo, altamisa
(marco) y Santamaría. Se cocinan las hojas y se entibia poniendo agua fría hasta dejar con la
temperatura adecuada para el baño. El baño es preparado y realizado por la partera con sus
usuarias o usuarios según los casos.
Botella curada: Líquido preparado con hierbas medicinales en tiempos rituales solares y lunares. Algunas
personas de sabiduría también realizan maceraciones de plantas medicinales en alcohol y este
líquido tiene la propiedad energética para las limpias y sanaciones.
Brujo: Término de la edad media europea que en nuestro medio se utiliza para designar a las personas
(hombres y mujeres) que tienen por costumbre producir daños (enfermedades, contratiempos,
mala suerte y muerte) en los demás a cambio de pagos económicos elevados.
Brujería: Conjunto de prácticas oscuras.
Caída de wawamama: Caída de la placenta.
Calorizada: Con exceso de calor en el organismo.
Cauca de Colada hecha con harina de maíz “reventado” y leche. En las comunidades del Norte del

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maíz: Ecuador se conoce como phala api y su consumo es recomendado para que salga la leche de
las parturientas.
Cerrar cadera: Masajear y realizar un amarre con faja apretando las caderas para devolver la normalidad de las
caderas de la mujer que ha dado a luz.
Chaman: Persona de sabiduría en la cultura tunkuska de Siberia y aplicado a los hombres y mujeres de
sabiduría de América por los antropólogos. El término de chamán es creado por los primero
etnógrafos a principios del siglo XX y es un vocablo del idioma Tunguska de Siberia y su
significado era el de medicine-man, hombre médico, se hacía esta referencia a quienes estaban
ligados al mundo mágico religioso. Es por ello que se hizo relación entre el chamán y el mundo
de lo sagrado.
Changar: Entrecruzamiento de piernas
Chicharrón: Grasa del cerdo cocida o puesta en calor
Chichira: Maca, afrodisiaca, estimulante de la fertilidad contiene propiedades analgésicas que alivian el
dolor y actúan como sedante y también son conocidas sus cualidades energéticas y nutritivas
gracias al hierro, yodo y zinc.
Chiri irritación: Enfermedad (irritación) por exceso de frío
Chonta: Variedad de palma cuya madera es muy dura, pambil
Chuchaqui: Resaca
Chukchir: Recoger los granos después de las cosechas
Chupar el mal: Succionar simbólicamente el mal o enfermedad con la boca
Churu: Caracol gigante de mar
Codillo: Articulación de los huesos, nudo
Cogido del cerro: Enfermedad etnocultural andino que produce la muerte si no se cura ritualmente.
Compactarse: Compenetrarse con los espíritus de la naturaleza para distintos fines como la habilidad para las
sanaciones, clarividencia, interpretación de sueños, diagnósticos y curaciones.
Condimento: Sazón de la comida.
Coronar: En la medicina ancestral-tradicional es el ritual de poder en donde el maestro o maestra realiza
la “autorización” al aprendiz para la sanación luego de innumerables pruebas durante muchos
años. Es la “graduación” del aprendiz como sanador/a de su pueblo.
Curación: Curación del cuerpo físico utilizando ingredientes minerales, animales y vegetales.
Curandero: Sabio o sabia de la medicina que cura enfermedades con la medicina ancestral- tradicional. Este
denominativo se utiliza especialmente en los pueblos Afroecuatorianos y montubios al referirse
al maestro o maestra que practica la medicina ancestral-tradicional.
Derecho: Pago económico o en especies previo o posterior por un servicio de diagnóstico ancestral-
tradicional por el/la usuario/a. Este pago es fuera de los ingredientes y de la terapia o tratamiento.
Dietar: Hacer dieta para recibir el poder de un maestro.
Draque: Copa de licor de alto grado (en el sur del país). En otras partes se refiere también a media taza
de café con una copa de licor como bebida “caliente”.

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Encaderar: Acción de masajear y amarrar con una manta y faja para devolver la cadera de la mujer parturienta
a su estado normal luego del parto.
Energía: Es el poder espiritual para obrar en el/la usuario/a a nivel presencial o a distancia que el hombre
y mujer de sabiduría puede realizar según la necesidad o las dolencias.
Enjundia: Unto o grasa de cualquier animal.
Entuerto: Dolores después del parto. En algunas provincias también se le conoce como el “sobreparto”
ocasionado por la falta de dieta y cuidados de la parturienta.
Espanto: Enfermedad etnocultural del “susto” ocasionado por las personas violentas o encuentros
inesperados y violentos con animales o sucesos inesperados como accidentes. Se caracteriza por
un nerviosismo, angustia, desesperación y temor permanente de la persona que sufre este mal.
Puede ser sanado y curado por las parteras o las personas iniciadas en la medicina ancestral-
tradicional.
Espíritu de la planta: En la visión ancestral-tradicional toda la naturaleza tiene vida e inteligencia propia así como
también espíritus igual que los seres humanos. Dentro de este panorama en el mundo vegetal las
plantas también tienen su propio espíritu y son inteligentes. Los hombres y mujeres de sabiduría
para sus sanaciones con plantas recurren a un “diálogo” ritualizado con las plantas y así poder
realizar sus sanaciones y curaciones.
Fajar: Masajear y envolver con una manta y faja una parte del cuerpo.
Florecer: Expresión de denota tener suerte, tener éxito, salir avante ante los problemas de la vida.
Floretear: Ritual de sanación en donde se realiza el “baño con flores”
Ganado: Res.
Goma arábiga: Resina de color ámbar que se extrae de la acacia del Sahara y que es utilizada para algunas
sanaciones y curaciones en la medicina ancestral-tradicional.
Guindar: Del castellano coloquial colgar.
Hacer caridad: Acto de solidaridad apoyando con algo hacia otra persona.
Hacer enfermar: Ayudar en el parto.
Haway: Viene de la palabra kichwa hawa que significa arriba y se refiere al cielo. Es un cántico prehispánico
de gratitud a la naturaleza, divinidades y ancestros que se canta en la Sierra ecuatoriana,
especialmente en las provincias centrales, antes, durante y después de las cosechas.
Hierbatero: Se refiere al herbolario, persona que sabe y conoce el uso de las plantas para aliviar las
enfermedades y dolencias.
Investigar: Diagnosticar.
Kanayuyu: Sonchus oleraceus.
Kuychi: Arco iris. Ser espiritual mítico muy frecuente y citado en la salud y la enfermedad de los pueblos
kichwas andinos.
Likamancha: Mineral usado por los fregadores para sus curaciones de huesos
Limpia: Terapia y tratamiento energético ancestral-tradicional con ingredientes minerales, animales y
plantas medicinales.

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Llukshi: ¡Fuera!
Lutuyuyu: Basella alba, Basella obovata.
Máchica: Harina de cebada
Madre: Útero
Mal aire muerte: Mal aire relacionado con los espíritus errantes de los antepasados (supay) y los cementerios.
Mal viento: Conocido también como mal aire. Enfermedad provocada por los espíritus masculinos de la
naturaleza (aya) y por los espíritus humanos errantes (supay). Se caracteriza por un bajón anímico
de la persona y aparecimiento de dolores inexplicados en cualquier parte del cuerpo. Su alivio se
consigue con la “limpia”.
Mallorca: Marca de licor.
Mantear: Sacudir con una manta para acomodar al bebé en el vientre de la madre
Manteo: “Acomodar” al bebé dentro del vientre de la madre mediante el movimiento provocado a la madre
usando una manta.
Matriz: Útero
Maytu: Envoltura
Medicina: Se refiere a las bebidas con plantas sagradas para abrir la conciencia como la aya-waska, tabaco
y otras.
Membrillo: Cydonia oblonga.
Mesada: Tratamiento ritual que se repite por varias ocasiones.
Rito curativo kichwa que realiza el yachak taita o mama, para librar a la comunidad, al
individuo o a la misma tierra, de infortunios o maleficios.
Gordillo Rodríguez, Ruth (2000) en Ciencia Andina, Editorial Abya Yala, Quito.
Mishu: Persona mestiza
Mollera: Fontanela. Orificio que tienen los bebés recién nacidos en la cabeza.
Montes: Plantas, hierbas y flores de la montaña.
Nudo: Articulación de los huesos.
Ñaño: Castellanización del kichwa ñaña que significa hermana (entre mujeres) La expresión ñaño es
una distorsión que los hispanohablantes de Ecuador usan para decir hermano.
Occidental: Occidental: Cosmovisión, pensamiento y actuación hegemónica europea y norteamericana.
Ojeado/mal de ojo: La fuerza de la envidia de una persona sobre otra.
Olanda: Erupciones que salen en la boca por causa del calor interno.
Pachakutik: Principio andino del retorno de los tiempos.
Padrejón: Enfermedad o afección que se manifiesta por una opresión en la boca del estómago, acompañada
de cierto malestar general, y que, según creencia popular, es consecuencia de algún susto o
disgusto.
Pajar: Sahumar con paja de las montañas.
Pajeo: Sahumar con paja de monte.
Paño: Melasma, mancha de la cara.

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Papaya pintona: Variedad de papaya.
Partera Mujer sabia que conoce, sabe y atiende todo lo concerniente a la salud sexual y la salud
reproductiva en las comunidades
Pasar misa: Pagar una misa con el cura.
Pasmo: Efecto de un enfriamiento del cuerpo que se manifiesta con dolor de huesos y otras molestias…
Pichkay: Baño medicinal y ritual preparado con cinco clases de flores del campo recogidas antes de que
salga el sol. Es una traducción de pichkay, palabra Pichwa que viene de pichka que significa
cinco.
Pingullo: Instrumento musical indígena en forma de flauta pequeña de madera o de hueso.
Pita: Agave americana. Penco.
Pukunka Bidens pilosa. Pacunga.
Pukyu: Vertiente.
Pulque: Tsawar mishki / Chawar-mishki. Dulce de agave o penco.
Puro: Cigarro.
Rabadilla: Coxis.
Recaída: Volver a ponerse mal o enfermar de nuevo.
Riñonada: Grasa de borrego.
Sacha col: Col silvestre.
Sacha warmi: Espíritu femenino de la selva.
Sahumar: Pasar por humo o sahumerio a una persona u objeto.
Sanación: Curación de los cuerpos emocional, mental y espiritual
Sanador: Sabio o sabia que se dedica a la sanación y la curación de los males y enfermedades
Sancochar: Cocinar por pocos minutos con agua y sal.
Sequía: Sequedad, falta de agua.
Shamuy: Venga, ven.
Shunku: Corazón
Sobador/fregador: Persona que cura fracturas, lisiaduras, roturas de huesos. Fisioterapeuta ancestra-tradicional
Sobar: Masajear, fregar, frotar
Soplo: Aliento de poder
Supay: Espíritu errante (alma en pena)
Tabardillo: Insolación fuerte
Taki sami: Música andina de sanación
Tamal: Especie de empanada de masa de harina de maíz, envuelta en hojas de plátano o de la mazorca
del maíz y cocida al vapor
Tayta: “Taita” en kichwa
Tomada: Dosis de una medicación
Tonga: Atado con fiambre
Traguero: Que toma mucho alcohol

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Tukuy: Todos
Tulpa: Fogón
Urkukuna: Cerros
Ushpa/uchupa: Ceniza de fogón
Uwishin: “chamán” en shuar
Vaho de muerto: Se dice a la enfermedad etnocultural del mal aire en los pueblos afroecuatorianos y montubios
de la Costa
Virar: Acomodar al bebé que está atravesado en el vientre de la mamá mediante el manteo.
Visionario: Tiene visión de futuro
Wachar: Hacer surco
Wakra: Res
Wambra: Del kichwa, joven
Wantuk: Planta maestra (floripondio)
Wayra: Viento
Yachak: Sabio/a de la medicina y la espiritualidad ancestral-tradicional.
Yagé Otro nombre de la aya-waska
Yaku: Agua
Zumo: Líquido de las hierbas, flores y frutas que se saca exprimiéndolas o machacándolas.

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BIBLIOGRAFÍA REFERENCIADA

• Balladelli, Paolo (1988) Entre lo mágico y natural: La medicina indígena, testimonios de


Pesillo. Editorial Abya Yala, Quito.

• Constitución de la República del Ecuador. 2008

• De Marco, Danilo (s/d) La sabiduría y arte de las parteras. Tierra de Hombres Suiza-
España. Graphic Línea. Italia.

• De Sousa Santos, Boaventura (2006) La Sociología de las Ausencias y la Sociología de


las Emergencias: para una ecología de saberes. En Renovar la teoría crítica y reinventar
la emancipación social, CLACSO, Buenos Aires.

• Goldaráz, José Miguel (2005) Samay, la herencia del espíritu. Cosmovisión y ética de los
naporunas, Ediciones CICAME, Quito.

• Iglesias, Jenny, s/f., Sacha Jambi: el uso de las plantas en la medicina tradicional, Abya-
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• Lander, Edgardo (2000) Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntrico. En Edgardo


Lander. Comp. La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas. CLACSO. Buenos Aires.

• León, Edizon. (2014) Capacitación en el Fortalecimiento de capacidades para la


planificación e implementación de espacios de diálogo intercultural, Quito, inédito.

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