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ÉTICA

Así como no hay una sola verdad, ni una sola lógica, ni una sola estética tampoco hay una sola
ética.

Cada hombre es un ejemplar moral, n tipo de realización ética en sí mismo, un rebasamiento


de las anteriores experiencias de la conducta humana. A medida que la conciencia del hombre
se amplíe, a medida que vaya incorporando en su substancia la esencia profunda de las cosas,
a medida que interpreta más sutil y noblemente el espíritu global del universo, la concepción
ética de la vida va dilatándose también, va libertándose, gradualmente, de todas las morales y
rompiendo la unilateral y arbitraria rigidez de los códigos de las costumbres.

La estética y la ética sólo pueden existir separadas por abstracción y existir contrapuestas por
superficialidad o endeblez de espíritu. Ser siempre uno mismo, mantenerse en su íntegra y
armónica unidad vital, expresarse y vivir, libre y lelamente, ante la estupefaciente presencia
del universo y ante la rauda carrera de los sucesos, es la máxima enunciación de la estética y
de la ética. ¿Quién osará ponerles limitaciones, reducirlas a sentencias o a normas sin rebajar y
corromper su excelencia?

Los hombres adoptan una moral en vez de vivir su moral: así como se encadenan a una
estética, en vez de realizar su estética. ¿Se puede acaso concebir un lobo que adoptara la
moral del perro? ¿Se puede concebir un comerciante adoptando la mística moral del cenobita?
Más aún, ¿se puede concebir un santo adoptando la moral del otro santo?

Basta que un recién nacido abra las pupilas, para cumplir una orden del universo, para realizar
una nueva traducción el gran enigma y por consiguiente, para ensayar una nueva estética y
una nueva ética.

¿Crees tú, acaso, que los hombres son manufacturados como los objetos de una fábrica en un
mismo molde y que llevan en la espalda su etiqueta clasificativa: ¿Made in Germany, Made in
England o Made in New York?

Dios, según la frase bíblica, dijo al hombre: serás a mi imagen y semejanza, y Dios es infinito y
único. Le castigó después, no porque desobedeciera comiendo del fruto prohibido, sino
porque al comerlo desconoció en sí mismo su condición infinita.

Profundo es el símbolo del génesis.


JUSTICIA
En el perfeccionamiento de la civilización humana hay una ondulación espiritual que oscila
entre la ley positiva y la moral. Avance sincrónico de ambas, eslabonamiento de una al
conquistar el horizonte de la otra. La moral, en un grado inferior, es la ley, la ley superándose,
alcanzando un plano más elevado, es la moral. La una, tomando carne en los códigos, en las
legislaciones, en los tribunales. La otra, en los espíritus más intensos, más fuertes y más
profundos de su época. Las dos acopladas, concatenadas en carne y espíritu, constituyen la
plena expresión de la justicia en un ciclo histórico.

La primera, hasta cierto punto, realidad corpórea traducida ya y vertida en la conciencia social
media.

La segunda, trayectoria indefinida y misteriosa en el infinito, vislumbre subjetivo, intuición de


una individualidad o de un conjunto de individualidades superiores. Esto explica que la ley sea
esencialmente individual, irreductible a toda forma, a toda pragmática o norma, a toda
codificación.

En realidad, nunca hay un conflicto esencial y profundo entre la ley y la moral, porque ésta
rebasa siempre a aquella. Lo que hay es conflicto de términos, conflicto de expresiones,
invasión espuria de la una es la esfera de la otra, a lo sumo, colisión circunstancial, externa,
epidérmica y momentánea. Las dos se desarrollan en planos fraternales pero diferentes.

Cuando se tocan es para confirmarse, cuando se separan es para superar su realidad.

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